topbella

miércoles, 29 de junio de 2011

Epílogo


Seis meses después

Miley se hallaba de pie delante de la ventana de su habitación, mirando hacia el jardín. Era un cálido día de agosto y el sol empezaba a desaparecer en el horizonte. Había niños en el jardín. Miley sonrió mientras veía a los pequeños Marina Ann y Terry, jugando al escondite en los senderos cubiertos de gravilla, riendo mientras corrían como flechas de un lado a otro entre las flores y la frondosa vegetación. La niñera, la señora Higgins, los vigilaba desde su sitio en un banco de hierro forjado cerca de la fuente.

Marina Ann sostenía fuertemente contra su pecho uno de los caballos de madera de Robert, un tesoro que apreciaba más que todas las maravillas que había recibido desde que se había convertido en la hija adoptiva de un duque.

El corazón de Miley rebosaba de alegría viendo a los niños que habían convertido su casa en un hogar. William los había llevado ante ella en los días siguientes al tiroteo, cuando guardaba cama, recuperándose, con la excusa de que recordaba que le había hablado de ellos, y que Taylor le había explicado que su mayor deseo era adoptarlos.

Will: Marina Ann y Terry serán nuestros primeros hijos, pero no los últimos. Tendremos tantos como quieras, amor mío, la casa llena de niños si eso es lo que quieres.

Miley había llorado cuando él se lo dijo y, en silencio, prometió recuperarse incluso más deprisa.

Ahora, totalmente restablecida y en pie, sólo tenía una cicatriz en el costado que le recordara los oscuros días pasados. Después de todo lo ocurrido, apenas pensaba en los momentos amargos que precedieron a la noche de Green Park, un tiempo en el que había creído que su marido estaría mucho mejor sin ella.

Aunque Miley no podía recordar las palabras que la madre de William le había dicho mientras no había recuperado la conciencia, de alguna manera habían llegado hasta ella y la habían hecho volver al mundo del que quería marcharse.

La necesitaban, como había dejado muy claro la duquesa viuda.

Y la querían.

Y así, en los últimos seis meses, había sido feliz, exaltadamente feliz, y estaba locamente enamorada de su marido, que parecía igualmente enamorado de ella.

Daban largos paseos juntos, planeaban excursiones de domingo al campo, llevaban a los niños a Wycombe Park para visitar a tía Fiona y pasar una semana en su compañía. A menudo pasaban tiempo con Taylor y Robert, que había saldado su contrato de esclavitud con Emer Seaver y había devuelto a William el dinero que se había gastado en rescatar el collar.

En aquellos momentos, el conde y la condesa se hallaban en Leighton Hall, la casa campestre de Robert, disfrutando de unas vacaciones en el campo, pero no tardarían en regresar a la ciudad.

La vida de Miley se había llenado de una felicidad infinita y, sin embargo, mientras llamaba a su doncella, una joven tímida llamada Susan Summers, que había estado con ella desde la boda de Taylor, Miley apenas podía contener su excitación.

Había sucedido algo. Algo maravilloso que había descubierto ese mismo día, un gran milagro que no podía suceder y, sin embargo... Sin embargo ella sabía en el fondo, desde lo más profundo de su ser, que el milagro era cierto.

Corrió a la puerta al oír el ligero golpe, distinto del tímido golpe con el que siempre llamaba Susan Summers. En lugar de su doncella, William entró en la lujosa y recién reamueblada suite de la duquesa, cercana a la habitación del señor de la casa, donde dormía cada noche con el duque.

Will: Me he cruzado con Susan. Venía a ayudarte a terminar de vestirte, pero he pensado en hacerlo yo en su lugar.

Ella se sonrojó ante los encendidos ojos azules que recorrían su cuerpo. Ese día había elegido un vestido de seda color esmeralda para asistir al teatro y luego cenar con sus mejores amigos, Andrew, Brittany, Zac y Vanessa.

Will: Ya veo que estás casi lista, para gran desilusión mía. Hubiera preferido encontrarte desnuda, pero tal vez más tarde podremos solucionarlo. Entre tanto ¿qué puedo hacer para ayudarte?

Ella se echó a reír mientras le daba la espalda, pensando que los planes de William coincidían exactamente con los suyos.

Miley: Sólo necesito que me abotones el vestido y me ayudes a ponerme el collar.

Esperó a que le abrochara los botones, y entonces depositó las perlas en la palma de su mano. William puso el elegante collar alrededor de su cuello y cerró el broche. En el espejo, los brillantes diamantes engarzados entre las perlas brillaron a la luz de la lámpara.

William la besó en la nuca y luego la giró para verla cara a cara.

Ella sonreía con tanta alegría que el duque enarcó las cejas.

Will: Pareces extremadamente contenta. ¿Qué ocurre?

Miley acarició el collar, sintiendo esa familiar sensación de consuelo, y aspiró hondo.

Miley: Tengo una noticia, excelencia. Una noticia muy excitante.

Parpadeó pero no pudo evitar que las lágrimas de felicidad colmaran sus ojos y se derramaran por sus mejillas.

Will: Estás llorando.

Ella asintió.

Miley: Hoy he ido a ver al doctor McCauley.

La preocupación alteró el rostro de William.

Will: ¿No estarás enferma? Hay algo que...

Miley: No, no es nada de eso. -Su sonrisa se volvió incluso más intensa-. Ha ocurrido un milagro, William. No sé cómo ni por qué, sé que era imposible pero ha ocurrido igualmente. Voy a darte un hijo, amor mío. Vamos a tener un hijo.

Durante unos momentos que parecieron muy largos, William se la quedó mirando. Entonces la cogió entre sus brazos y la apretó contra él.

Will: ¿Estás segura? ¿Está seguro el doctor?

Miley: Absolutamente. Estoy embarazada de algo más de cuatro meses. Dice que no comprende cómo ha podido ocurrir, pero ha ocurrido. Y yo sé que es cierto porque puedo sentir a tu hijo creciendo dentro de mí.

William se limitó a abrazarla mientras sentía unos ligeros temblores que recorrían su alta y esbelta figura.

Will: Nunca pensé..., había dejado de ser importante, pero yo..., me haces el hombre más feliz del mundo.

Entre risas y sollozos, ella se abrazó a él, sin palabras para describir la pura alegría que bullía en su interior. Apartándose un poco, acarició las perlas que le rodeaban el cuello.

Miley: Ha sido el collar. Lo sé -dijo, pensando que él se burlaría de ella, le diría que estaba siendo tonta, y que habría otra explicación-.

En cambio, William inclinó su cabeza y la besó suavemente.

Will: Es posible. Supongo que nunca lo sabremos.

Pero Miley lo sabía. Había recibido el regalo que prometía el collar, una gran felicidad. Taylor y Robert habían recibido el mismo regalo, lo mismo que Vanessa y Zac, y Brittany y Andrew.

Miley pensó en lady Ariana de Merrick y en el gran amor que había compartido con lord Fallon.

Aunque nunca se llegara a demostrar y la mayoría de la gente no lo creyera, en el fondo de su corazón, Miley sabía que la leyenda del Collar de la Novia era cierta.


FIN

3 comentarios:

TriiTrii dijo...

Aaaawwwww
Supeerrrrr la noveee
Me ha encantadoooo
En seriooo!!!
Los milagros si existen :)
Espero q hagas otraa pero q sea de zanessa :)
AMO TUS NOVEES!!!!!!

LaLii AleXaNDra dijo...

LLORE...
que hermoso capitulo y final
me ha encantado tu nove
eres una gran escritora...
:)

Anónimo dijo...

aaaall finn acaaabo ell temaaa
deeell coollaaarrr faltabbaaaa queeee
seee looo dieraann al perrrroo..
jajajajajaaja

Publicar un comentario

Perfil