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sábado, 30 de mayo de 2020

Capítulo 5


Dirige el espectáculo como un general de voz aterciopelada, pensó Zachary, paseándose por ahí con sus tacones kilométricos y su severo traje chaqueta negro. Aunque toda sonrisas, advirtió, y derrochando calidez.

Salvo cuando miraba en su dirección.

La esperó fuera, embargado por el aroma de las rosas que hacía que el ramo que llevaba él pareciera insignificante. Aun así, se lo había agenciado tras negociar con la chica gótica del aro en la nariz que trabajaba con Ashley, para que todo quedara en familia.

Ashley se acercó a él en un suspiro.

Ash: ¿Mío?

Zac: Ya no.

Ash: De todos modos, es muy bonito. Vanessa tardará unos minutos.

Zac: Tengo tiempo.

Ash: Toma una copa si te apetece. Hay de sobra. O puedes esperarla dentro.

Zac: Estoy bien así, pero gracias.

Ash: Tengo que irme. Si pasaras por mi taller verías que estoy de trabajo hasta las cejas.

Zac: ¿Hay boda mañana?

Ash: No, en realidad han tenido un problema y han ensayado esta noche la boda del viernes. Mañana tengo un acto fuera y Vanessa, dos visitas guiadas. Además, habrá otra reunión general. Y pro¬gramados cuatro actos para el fin de semana.

Zac: Unas chicas ocupadas. Estoy bien aquí. Vete.

Ash: No tardará mucho -le aseguró y se marchó corriendo-.

Zachary esperó quince minutos más, imaginando que Vanessa se lo tomaría con calma. Sin embargo, ella volvió a salir con el paso de quien devora el suelo que pisa y logra aparentar tranquilidad y elegancia.

Ness: Siento que hayas tenido que esperar. Si hubiera sabido que pensabas venir, te habría dicho que teníamos un ensayo.

Zac: No he venido a verte a ti.

Vanessa abrió la boca, y volvió a cerrarla.

Zac: He venido a ver a la señora Grady. -Hizo ademán de enseñarle las flores-. Para agradecerle la cena y el bocadillo de jamón que me he tomado hoy para almorzar.

Ness: Ah, ya... pues no está en casa.

Zac: Eso ya lo sé.

Ness: Ha salido con unas amigas. A cenar y a ver una película. Le has traído flores.

Zac: Para dar las gracias a quien las tiene todas.

Ness: Le encantarán, y lamentará no haberte visto. Las pondré en agua.

Zac: Muy bien.

Sin embargo, cuando Vanessa alargó la mano para cogerlas, Zachary se dio la vuelta y se dirigió hacia la casa.

Zac: ¿Vienes o no? -le preguntó mirando hacia atrás-.

Ness: No quiero entretenerte más de lo que ya te he entretenido -respondió caminando junto a él-.

Zac: No había hecho planes. ¿Y tú?

Ness: En realidad iba a llamarte para agradecerte que me hayas enviado el coche -contestó eludiendo la pregunta-. No tenías que tomarte la molestia, pero te lo agradezco.

Zac: No paramos de darnos las gracias.

Ness: Eso parece.

Vanessa entró en la casa precediendo la marcha, pasó por la cocina y se metió en la antigua despensa.

Zachary se detuvo y miró alrededor.

Zac: Uau... Este lugar todavía impresiona.

Ness: A mi familia siempre le gustó recibir invitados, y normalmente para eso necesitaban mucho espacio. -Eligió un jarrón de la vitrina-. Creo que Drew está en casa si quieres compañía.

Zac: Oye, parece que intentes librarte de mí.

Ness: ¿Ah, sí? -añadió abono para plantas al agua del jarrón-. Eso sería muy grosero por mi parte.

Zac: Y tú no eres grosera.

Ness: Bueno, puedo serlo si quiero, depende de las circunstancias -aguardó un segundo-. Pero hacerme un favor, dos, de hecho, y traer flores a uno de mis seres queridos son circunstancias atenuantes.

Zac: Yo no diría que besarte fuera hacerte un favor.

Zachary notó que la temperatura descendía veinte grados.

Ness: No me refería a eso.

Zac: Apuesto a que en general funciona. La frialdad -añadió-. Pero a mí el frío me da igual.

Ness: Estoy segura de que sabes manejar eso, y también creo que te has llevado una impresión equivocada.

Cuando Vanessa se volvió, Zachary cambió de posición y la acorraló.

Zac: No.

Los ojos de ella centellearon, un relámpago dorado envuelto en hielo.

Ness: No me gusta que me manipulen.

Zac: No, a ti te gusta ser tú la que manipula, y se te da muy bien. Lo admiro. Cuando me dedicaba a rodar escenas...

Ness: ¿Qué escenas?

Zac: Escenas peligrosas. De doble. En fin, en esa época, cuando tenía la oportunidad, me gustaba fijarme en el momento en que los vaqueros echaban el lazo a los caballos. Tú tienes esa misma habilidad con la gente. Es impresionante.

Ness: Te daría las gracias, pero por lo que parece hemos intercambiado esa frase demasiadas veces.

Zac: De nada -contestó apartándose-. Me gusta tu casa, ¿a quién no? Pero lo que quiero decir es que me gusta cómo funciona. Me gusta ver y comprender cómo funcionan las cosas.

Ness: ¿Cómo funciona la casa?

Zac: La casa, el hogar, el negocio. El cuadro entero.

Vanessa, con una flor en la mano, guardó silencio y se lo quedó mirando.

Zac: Dejas que las personas pinten lo que quieran en él. Diriges muchas de las pinceladas, puede que influyas en la elección de determinados colores, pero al final todos consiguen lo que querían. Es un buen trabajo.

Ness: Gra... -El teléfono la salvó de volver a dar las gracias-. Perdona. Hola, Bonnie. ¿Qué puedo hacer por ti? -se alejó unos pasos-.

Zachary oyó la voz histérica que sonaba por el teléfono aun antes de que Vanessa lo separara un centímetro de su oreja.

Ness: Ya. Sí, yo…

Se quedó escuchando, por qué no, y empezó a poner las flores en el jarrón.

Ness: Claro que lo entiendo. Pero también pienso que ahora estás muy estresada, algo comprensible, también. Supongo que Richie también lo está. Oye, Bonnie, no es tu madre quien se casa con Richie, y aunque sé que le tiene cariño, no lo conoce tanto como tú. Creo que, si él hubiera pensado que estaba haciendo algo más que seguir una absurda tradición masculina para divertirse, nunca te lo habría contado. Pero lo ha hecho, lo que demuestra que para él fue una broma. Su hermano ha hecho lo que los hermanos suelen hacer.

Cerró los ojos un instante mientras escuchaba y con el pulgar sacó un antiácido de su tubo.

Ness: Sí, lo entiendo, pero no vas a casarte con el hermano de Richie. Estoy completamente segura de que ninguno de vosotros quiere que una tontería como esta provoque un drama familiar.

Vanessa siguió escuchando.

Ness: Sí, ajá. ¿Richie te quiere? Ajá. ¿Te ha dado algún motivo para que dudes de eso, para no confiar en él? Lo que yo crea no importa. Es lo que tú creas y lo que sientas. Pero, ya que lo preguntas, en mi caso creo que me reiría de la situación y me dedicaría a pasar un buen rato con las amigas antes de dedicar la semana próxima a prepararme para casarme con el hombre por el que estoy loca.

Mientras ella se explicaba, Zachary terminó el arreglo y, con las manos metidas en los bolsillos traseros, dio un paso atrás para estudiar el resultado.

Ness: Ha quedado muy bien.

Zac: No está mal. ¿Problemas?

Ness: Nada importante.

Zac: El hermano del novio contrató a una bailarina de striptease para la despedida de soltero. Y ella bordó el papel.

Ness: Y que lo digas. Sí, y la novia metió el dedo en la llaga empujada por la furia y los consejos espantosos de su madre, que en realidad cree que no hay nadie lo bastante bueno para su niñita, y siempre, supongo, le encontrará defectos a Richie.

Zac: Quería que la convencieras de que se echara atrás.

Ness: Naturalmente,

Zac: Y tú has suavizado la situación, has calmado las cosas y le has devuelto la pelota a su propio tejado. Buen manejo del lazo, vaquero.

Ness: Si eres madura para casarte, tendrías que ser madura también para no ir llorando a mamá cada vez que algo te disgusta. Y si no se fía de que su cariñosísimo, devoto e intachable pro¬metido no vaya a saltar encima de una bailarina de striptease una semana antes de la boda, no debería casarse con él.

Zac: Eso no es lo que le has dicho.

Ness: Porque es una clienta -se contuvo-. Y esto no tendría que habértelo dicho.

Zac: Eh, ¿cómo dice el refrán? Lo que se diga en… ¿Qué es esta habitación?

Ness: La antigua despensa.

Zac: No jodas -se le escapó una risita y volvió a examinar el espacio-. Muy bien, lo que se diga en la antigua despensa, en la antigua despensa quedará para siempre. -El comentario arrancó una sonrisa a Vanessa-. La has tranquilizado.

Ness: De momento. Se mudan a Atlanta dentro de un par de meses porque a él lo han trasladado. La madre está que echa chispas, y eso es lo mejor que podría pasarles. Tienen una gran oportunidad, creo, si ella logra apartarse de las faldas de mamá.

Zac: Te ha puesto nerviosa.

Vanessa se encogió de hombros y cogió el jarrón.

Ness: Lo superaré.

Zac: Tengo que pedirte algo.

Ella se volvió para mirarlo cuando ya salían.

Ness: ¿Qué?

Zac: ¿Tienes un par de tejanos?

Ness: Claro que tengo un par de tejanos.

Zac: ¿Y una chaqueta de cuero, con o sin etiqueta de marca?

Ness: Tu interés por mi vestuario es muy extraño. -Dejó el jarrón en la encimera y entregó a Zachary un bloc de notas y un bolígrafo-. Mejor escríbele una nota y déjala junto a las flores para que la vea cuando llegue a casa.

Zac: Vale, y mientras yo escribo, tu ve a ponerte los tejanos y la chaqueta.

Ness: ¿Perdón?

Zac: Me encanta cómo lo dices. Disfrutarás más del paseo sin ese traje.

Ness: Me gusta este traje y no voy a ir a pasear en moto.

Zac: A mí me gusta cómo te sienta, pero en la moto estarás más cómoda con unos tejanos. -Metió el pulgar en el bolsillo delantero y apoyó la cadera en la encimera-. Hace una noche muy bonita. Ninguno de los dos tenía planes. Vamos a dar una vuelta en moto, te despejará. Te invito a cenar.

Ness: No volveré a subirme a esa moto.

Zac: No me dirás que te da miedo la moto, o cenar conmigo...

Ness: No es cuestión de miedo, sino de preferencias.

Zachary sonrió.

Zac: Demuéstralo. Te propongo un trato. Vienes en moto, cenamos en algún lugar desenfadado, popular, y luego te llevo a casa. Si no te diviertes, o al menos disfrutas con el cambio de escenario, abandono. Del todo.

Esa vez la mirada fue solemne y algo divertida.

Ness: No me hace falta pactar para que abandones, Zachary.

Zac: En eso tienes razón. -Él le sostuvo la mirada durante un instante-. ¿Por qué no me has obligado a abandonar, entonces?

Buena pregunta, pensó Vanessa. Aunque también para eso te¬nía la respuesta.

Ness: Un paseo y una cena informal. Eso es todo.

Zac: Trato hecho.

Ness: Iré a cambiarme.

Aquella mujer representaba algo para él, pensó Zachary mientras garabateaba las palabras «Sigue debiéndome un baile» en la libreta. No estaba muy seguro de lo que era, pero sí de que representaba algo.

Quería ponerle las manos encima, eso seguro, pero Vanessa Hudgens no era de las de salto y revolcón para largarse uno luego. Además, Zac valoraba la amistad que tenía con su hermano.

Salió de la cocina y paseó por la planta baja.

Si consideraba a Vanessa un ligue fácil y actuaba en consecuencia, cabía esperar que Drew le pateara el culo, o que al menos lo intentara. En su lugar, él haría exactamente lo mismo. Y esa era una de las razones por las que valoraba la amistad.

Se asomó a lo que, debido a la presencia de un enorme piano de cola, supuso que era la sala de música. Las acuarelas difuminadas que adornaban las paredes eran bonitos originales. Sin embargo, lo que llamó su atención fue la colección de instrumentos dispuestos en una sofisticada vitrina de cristal.

Una guitarra, un violín, varias flautas (quizá un píccolo), un flautín, un tambor, una armónica, lo que le pareció un dulcimer, un cencerro, unos bongos y otros instrumentos que no supo identificar de inmediato.

Si la vitrina no hubiera estado cerrada, quizá no habría resistido el impulso de abrirla y sacar un par de instrumentos, aunque solo fuera para saber cómo sonaban, cómo funcionaban.

Y supuso que por esa razón no consideraba a Vanessa un ligue ocasional: con ella sentía también ese impulso de abrirla por dentro para ver cómo funcionaba.

La chica rica, la mujer acomodada, rectificó Zachary, de aspecto imponente, pedigrí, contratos y una cabeza bien amueblada. Aun así, trabajaba tanto o más que cualquiera. Podría asentar sus reales posaderas en la costa, viajar con un jet a Mallorca y tomarse allí unas copas, navegar por el Egeo bronceando esas piernas increíbles, beberse un vino en un café de París haciendo un alto entre compra y compra.

Sin embargo, había fundado una empresa con unas compañeras de infancia que la mantenía activa y a disposición de los demás.

Se dirigió al piano e improvisó unos acordes.

No es por el dinero, decidió. No había notado en ella el instinto de la codicia. El dinero era más bien un resultado, un tema de orden práctico en el negocio, pero no el ingrediente esencial. Sabía reconocer los casos en que el dinero era lo esencial.

La satisfacción desempeñaba un papel, pero tenía que haber algo más.

Y quería descubrirlo.

Notó su presencia, un leve calor en la piel, levantó los ojos y la vio en el umbral.

Y sí, quiso ponerle las manos encima.

Lucía los tejanos como lucía sus trajes de mujer al mando. Llevaba unas botas de tacón bajo y fino, una camiseta roja y, por encima, una chaqueta fina de cuero de color chocolate negro, como las botas. Unos aros de plata destellaban en sus orejas.

¿La típica motera elegante?, se preguntó Zachary.

No. Elegante y punto.

Ness: ¿Sabes tocar?

Zac: ¿Yo? -se encogió de hombros-. No. Estaba fisgoneando. Buena colección.

Ness: Sí. Era de mi padre. No tenía ni el más mínimo oído y por eso admiraba a los que sí lo tenían.

Zac: Drew toca el piano fatal, sobre todo después de un par de cervezas. ¿Y tú?

Ness: Piano, violín... con o sin cervezas. El dulcimer.

Zac: Eso imaginé. ¿Y esto de aquí?

Vanessa fue a la vitrina y con el dedo dio un golpecito sobre el cristal señalando un instrumento pequeño y en forma de llave.

Ness: Un birimbao. Lo sostienes entre los dientes o los labios y tiras de él. Simple, eficaz y muy antiguo.

Zac: ¿Eso es un píccolo?

Ness: No, es una flauta dulce soprano. Eso de ahí es un píccolo. Puedo ir a buscar la llave de la vitrina.

Zac: No, no importa -se preguntó, con aire ausente, cómo era posible que la gente inventara nombres como «piccolo» o «saxofón»-. Solo me gusta saber qué es lo que estoy mirando. Además, si la abrieras me pondría a tocarlo todo y no iríamos a dar esa vuelta.

Zac cambió de posición, y en lugar de seguir al lado de Vanessa, se puso frente a ella.

Zac: A lo mejor al final entenderé lo que estoy mirando.

Vanessa dio un paso atrás.

Ness: No es tan complicado.

Zac: No eres tú quien está mirando. ¿Lista?

Vanessa asintió y se adelantó para salir. Por el camino tomó un bolso de asa larga y se lo colgó en bandolera.

Zac: Una cosa que sí sé de ti. Piensas en las cosas -dio unos golpecitos con el dedo a su bolsa-. Tienes que subir a una moto y necesitas tus cosas. Por eso las metes en un bolso que puedas colgarte en vez de tener que llevarlo agarrado. Inteligente. Me gusta lo inteligente.

Abrió la puerta y la sostuvo hasta que ella hubo salido.

Ness: A mí me gustan las cosas prácticas. Y eso no es práctico -dijo señalando la moto-.

Zac: Claro que lo es. Me lleva a donde voy, consume poca gasolina, y para aparcar cabe en espacios pequeños.

Ness: En eso te doy la razón. Dudo en cambio que sea práctico para los inviernos de Connecticut.

Zac: Depende -fue a coger un casco-. Antes de que subas -dijo ofreciéndoselo-, y en aras del juego limpio, estoy metido en una apuesta.

Ness: ¿Una apuesta?

Zac: Con Drew. Chris y Liam han querido meterse también. He apostado cien dólares con Drew a que lograría que te subieras a la moto.

Sus ojos, advirtió, no estaban inyectados en sangre, ni eran como dos témpanos. Tan solo se entrecerraron durante una fracción de segundo.

Ness: ¿Ah, sí?

Zac: Sí. Drew dice que ni muerta harías eso. Chris lo respalda, o sea que tengo a dos en contra. Liam apostó sus cien por mí.

Vanessa giró el casco entre las manos.

Ness: Me cuentas esto cuando ya he aceptado ir a dar una vuelta, pero antes de que la haya dado. Lo que quiero decir es que puedo tirarte el casco a la cabeza y mandarte al infierno.

Zac: Sí.

Vanessa volvió a asentir.

Ness: Liam puede quedarse con sus ganancias, pero yo quiero la mitad de las tuyas... los cien de Drew en concreto -aclaró poniéndose el casco-.

Zac: Me parece justo.

Sonriendo, Zac montó en la moto.

Zachary se percató de que en esa ocasión no tuvo que decirle que se agarrara, y con los brazos de Vanessa alrededor de la cintura, hizo rugir el motor.

Quizá se le desbocaba el corazón, sobre todo en las curvas, pero Vanessa no podía negar que disfrutaba de esa sensación. Y tampoco podía negar que, si no se hubiera prestado a aquello, ahora no estaría allí.

Curiosidad, pensó. Ya había satisfecho la curiosidad. Sí, avanzar veloces por la carretera cortando el viento fue tan emocionante como su breve paseo inicial.

Sin que la experiencia fuera a convertirse en una costumbre, le gustaba poder archivarla en la carpeta “Cosas Realizadas”.

Le gustaba casi tanto como ganarle los cien dólares a Drew.

Le estaba bien empleado.

Puesta a admitir cosas, Vanessa tuvo que admitir que calcular su reacción había sido de una gran sagacidad por parte de Zachary. Claro que quizá había echado mano de su dudoso encanto para persuadirla de que aceptara el trato. Aunque no veía qué sentido tenía eso. Mejor no decir nada.

¿No sería ese, precisamente, el sentido del asunto?, advirtió Vanessa.

Zachary no era de los que iban a lo seguro.

A la porra, decidió. Disfrutaría de la experiencia antes de archivarla.

Su disfrute subió de nivel cuando se dio cuenta de que Zac zigzagueaba abriéndose paso hacia el agua. Percibió el aroma del mar, húmedo y con notas saladas. Vio cómo el sol derramaba su luz, vespertina sobre el estrecho, arrancaba destellos y resplandores a los baches de Calf Island y quedaba atrapado en las velas blancas y ondeantes de los barcos de recreo.

Y durante todo ese tiempo la máquina rugía debajo de Vanessa vibrando con fuerza.

Las obligaciones, los horarios y los deberes se le borraron del pensamiento, se volatilizaron como plumas llevadas por el viento. El tumulto de su corazón se acompasó en un latido regular y tranquilo mientras contemplaba las gaviotas planeando y zambulléndose. Si en su bolso sonó el teléfono, no lo oyó, ni siquiera lo pensó.

Perdió la noción del tiempo, y solo advirtió la dulzura de la luz y la suavidad del aire cuando él aceleró.

Zachary redujo la velocidad al llegar a Old Greenwich. Turistas y residentes se mezclaban en la ajetreada calle principal, atraídos por las tiendas y los restaurantes a un tiro de piedra de la orilla. Sin embargo, la animación no disminuía el ambiente de barrio.

Giró por la calle principal, sorteó el tráfico y se situó en una minúscula plaza de aparcamiento. Se quitó el casco y se volvió para mirarla.

Zac: ¿Tienes hambre?

Ness: Desde luego.

Zac: Conozco un lugar donde sirven la mejor pizza de Connecticut.

Ness: Eso es porque no has probado la de la señora Grady.

Zac: A lo mejor cambiará mi suerte, pero mientras tanto... Ya puedes soltarte.

Ness: Ah...

Un tanto ruborizada, Vanessa no se había dado cuenta de que todavía lo estrechaba por la cintura. Se soltó y se apeó.

Zachary colgó ambos cascos en la moto.

Zac: No está lejos. Nos irá bien estirar un poco las piernas antes de comer.

Ness: No me importa caminar -abrió el bolso al oír una señal-. Lo siento, son mensajes de voz. Vale más que eche un vistazo.

Zac: ¿Cuántos? -preguntó al oírla maldecir entre dientes-.

Ness: Tres.

Zac: ¿Nunca te dejan la noche libre?

Ness: A veces sí. No es frecuente, pero a veces sí. Para los que están planeando una boda o un gran acontecimiento como un aniversario importante, eso se convierte en todo su mundo durante un tiempo. Las ideas, los problemas o las decisiones pueden adquirir una magnitud enorme.

Vanessa iba a devolver el teléfono al bolso pensando que a la primera ocasión iría al servicio para solucionar lo que pudiera, pero entonces Zachary le dijo:

Zac: Adelante, haz esas llamadas.

Ness: No pasa nada. Puedo esperar un rato.

Zac: Estarás pensando en eso, pensando en cuándo puedes irte al servicio para devolver esas llamadas. Vale más que las despaches ahora.

Ness: Seré rápida.

Zachary aflojó el paso y paseó junto a ella mientras la oía hablar con alguien llamado Gina sobre si era mejor elegir chifón o tafetán. Quedaron en reunirse las dos para comparar ambas muestras. Luego habló con una tal señora Seaman sobre una carroza de Cenicienta. Vanessa se comprometió a encontrar una y sacó un bloc de notas para escribir todos los datos. Finalmente le aseguró a alguien llamado Roger que su novio Vince y él todavía tenían tiempo de aprender a bailar el swing y les dio de corrido el nombre y el número de un profesor de baile.

Ness: Lo siento -dijo devolviendo el teléfono a su bolsillo-. Y gracias.

Zac: No te preocupes. A ver, a mí me da igual lo del chifón o el tafetán, y su diferencia de peso y brillo, pero ¿de dónde demonios sacas una carroza de Cenicienta estilo Disney?

Ness: Te sorprenderías de lo que se puede encontrar, sobre todo si tienes los recursos adecuados y, en este caso, un presupuesto prácticamente ilimitado. La señora Seaman, la de los muebles Seaman, quiere que su hija llegue y se marche montada en la carroza de Cenicienta, y yo voy a hacer eso posible. Después de consultarlo con la novia para asegurarme de que eso es lo que ella quiere.

Zac: Entiendo. Dime, ¿por qué quieren bailar swing Roger y Vince?

Ness: Se casan en febrero, y como tema han optado por la época de las grandes orquestas. Irán con trajes de los años treinta y con polainas.

Zachary tardó unos segundos en registrarlo.

Zac: ¿Lo dices en serio?

Ness: Sí, y en mi opinión lo encuentro divertido. Y, naturalmente, quieren aprender a bailar bien el swing, porque así abrirán el baile.

Zac: ¿Quién de los dos llevará? Es una pregunta seria -dijo cuando ella le dedicó una mirada anodina-. Alguien tiene que llevar.

Ness: Echarán una moneda al aire, supongo, o lo dejarán en manos del profesor. Me parece que será Vinnie, porque a Roger le preocupa el asunto, y en cambio Vinnie es el fogoso.

Zac: A lo mejor... espera un momento. ¿En febrero? ¿Hablas de Vinnie Calerone?

Ness: Sí. ¿Lo conoces?

Zac: Sí, lo conocí de pequeño. Mi madre es amiga de la suya. Cuando se enteró de que había regresado, vino a verme. Le reviso el Mercedes. Me dijo que se casaba en febrero y que me enviaría una invitación.

Ness: ¿Erais buenos amigos?

Zac: No especialmente -se la quedó mirando y decidió contarle la historia-. Un día, hace muchos años, lo estaban moliendo a palos. Pensé que ese tío era capaz de luchar cuerpo a cuerpo, pero eran dos. Yo equilibré la balanza. Y acerté. Luchó cuerpo a cuerpo contra uno, y ganó. Vinnie con un traje de los años treinta... -Esbozó una sonrisa divertido-. Es como si lo viera.

Ness: ¿Te metiste en una pelea por él?

Zac: Por él, en concreto, no. Más bien porque eran dos contra uno. Moler a palos a un tío porque es gay es ser un ignorante. ¿Y en grupo? Eso ya es de mal gusto. En fin, nos llevó solo unos minutos. Es aquí.

Vanessa mantuvo la vista fija en él durante unos segundos y luego se volvió para mirar el restaurante. Aunque estaba en la ensenada, era poco más que un tugurio con una fachada de listones de madera descolorida.

Zac: No parece gran cosa, pero...

Ness: Está bien, y me apetece una pizza.

Zac: En eso somos dos.


jueves, 28 de mayo de 2020

Capítulo 4


Vanessa estaba repasando la reunión de trabajo de la mañana armada con la BlackBerry y el portátil, sentada a la gran mesa redonda de lo que había sido la antigua biblioteca de su casa y que ahora servía de sala de reuniones para Votos.

Las paredes llenas de libros y el embriagador aroma del cuero permanecían intactos, y en las frescas mañanas de otoño o en la frialdad del invierno el fuego crepitaba en la chimenea, como siempre había sido desde que Vanessa tenía uso de razón. Las lámparas que iluminaban con calidez los cómodos sofás habían pertenecido a su abuela. Las alfombras, un poco descoloridas y raídas por el tiempo y el uso, se remontaban a una generación. Varios artículos sobre Votos y las mujeres que dirigían la empresa adornaban las paredes enmarcados con gran sentido artístico, entre vitrina y vitrina.

Sobre una mesa alargada relucía el juego de café de plata de su madre y, debajo, encajada tras unas portezuelas antiguas, se ocultaba una nevera de oficina con agua y refrescos.

A su entender, la habitación resumía la mezcla de tradición y empresa que era esencial para sus objetivos personales y para su negocio.

Revisó la agenda del día: las citas de la mañana, la fiesta de la tarde para entregar los regalos a la novia y, por la noche, el ensayo del acto del viernes. Su teléfono sonó en el momento en que Miley entraba con una cesta de magdalenas.

Miley: Brittany viene ahora mismo. Ashley dice que no tardará.

Vanessa asintió.

Ness: La novia del viernes por la noche. ¡Buenos días, Cecily! ¿Lista para el gran día?

Volvió a asentir cuando Miley sostuvo la cafetera sobre su taza.

Ness: Ajá. Qué bonito... Sí, eso lo podemos hacer. Sí, claro que sí.

Vanessa escuchaba, tan solo torció un poco el gesto.

Ness: Creo que es un gran detalle por parte de Marcus y de ti. Estoy segura de que sí. Escucha, estaba pensando... Te lo digo tal como se me acaba de ocurrir. Me pregunto, teniendo en cuenta que habrá el pastel de boda y el pastel del novio, si no será excesivo presentar un tercer pastel. No sería tan especial como a ti te gustaría. ¿Qué te parecería un pastelito tipo magdalena bien decorado? En forma de corazón, con un glaseado muy elaborado y con sus nombres. Lo pondríamos en la mesa presidencial, justo delante de ellos. Exclusivamente para ellos.

Vanessa siguió escuchando y empezó a entrar datos en su portátil con una sola mano.

Ness: Déjalo de mi cuenta. Sabes que Brittany lo hará de maravilla, y que será muy especial.

Vanessa esbozó una sonrisa cuando Brittany entró y entornó los ojos al oír la frase.

Ness: ¿Cuál es la flor preferida de tu hermana? La dalia. Preciosa. Ah, claro que sí, si él quiere. Estoy a su disposición si puede llegar un poco antes esta noche. Sí, nosotras también estamos contentísimas. Ni una palabra, te lo prometo. Hasta esta noche.

Britt: ¿Qué es eso tan especial y precioso que tendré que hacer?

Ness: Un pastelito tipo magdalena. Uno solo -levantó un dedo-. En forma de corazón, quizá un poco más grande de lo normal para impactar. Puede que glaseado con el dibujo de unas dalias y con los nombres de Griff y Jaci, el hermano del novio y la hermana de la novia del viernes por la noche, que también son el padrino y la DDH. Llevan saliendo juntos desde hace seis meses. Él va a declararse el día de la boda, para redondear el brindis que dedique a los novios.

Miley: ¿Por qué va a hacer algo así?

Ness: No lo sé, porque está locamente enamorado, porque quiere vincular lo que siente por ella con lo que su hermano siente por la hermana de ella. Primero lo ha consultado con los novios, y a ellos les encanta la idea. Están que lloran de alegría. Además -añadió mirando con dureza a Brittany-, ella quería otro pastel. Pero la he convencido de que la magdalena es lo mejor, o sea que me debes una.

Ash: ¿Me he perdido algo? -preguntó entrando como una exhalación-. No llego tarde.

Miley: Sí llegas tarde -puntualizó-, y lo que te has perdido es que se respira amor por todas partes.

Ash: Ah, bueno, en cualquier caso, eso también se respira aquí.

Ness: Más trabajo. Pondré al día a Ashley -resumió la llamada de teléfono y el encargo resultante-.

Como esperaba, a Ashley se le humedecieron los ojos.

Ash: Qué encanto...

Britt: No será tan encantador si ella le dice que no.

Ash: No se lo dirá -se quedó helada-. Ay, ¿y si lo hace?

Ness: Fijémonos bien en los dos esta noche -propuso-. A ver qué sensación nos dan. Si tenemos dudas, inventaremos un plan B. ¿Qué más? El acto de esta tarde. La fiesta para dar los regalos a la novia, con las invitadas que llegan a las dos.

Britt: Elegancia y champán. Así se llama el pastel, porque esto es lo que pidieron las estiradas de la DDH y la anfitriona de la fiesta para ambientar. Tenemos un pastel de boda a pequeña escala con notas de champán y un surtido de galletas, pastelitos y bombones. El catering suministra la comida de las chicas, el champán, el café y el té. Los regalitos para la fiesta incluyen unos bombones en cajas blancas de papel charol con unas cintas plateadas que llevan un monograma y una horquilla de brillantitos para el pelo.

Ash: He preparado las rosas blancas, como acordamos -dijo dando un sorbo a su café-. Unos ramos individuales y modernos en jarrones negros para cada mesa. Tink está terminando la arcada y la pérgola como hablamos. Haremos unos arreglos con rosas blancas en las urnas del porche, y también en las terrazas.

Ness: Las invitadas vendrán vestidas de blanco -recordó a sus socias-. Nosotras iremos de negro, como todos los ayudantes y el trío de cuerda que tocará durante la parte del picoteo y la charla. La previsión del tiempo dice que hará sol, soplarán vientos suaves y la temperatura máxima será de 22 grados. Así que podremos celebrar el acto fuera como esperábamos. La mesa de los regalos irá debajo de la pérgola. A las tres colocaremos la silla de la novia, y a las tres y cuarto se empezarán a abrir los regalos. Yo me encargaré de ir anotando de quiénes son. Antes de las cuatro y cuarto llevaremos los regalos a la limusina. Y a las cuatro cuarenta y cinco, las despediremos. ¿Miley?

Miley: La DDH quiere instantáneas, pero lo que en realidad quiere son posados muy estudiados en los que todas, sobre todo ella, salgan fabulosas, felices, naturales y con cinco kilos menos. Quiere una foto de la novia con cada uno de los regalos y con cada una de las invitadas. Por mi parte, todo bajo control.

Ness: Los participantes de la boda Mason-Easterbay deberían llegar a las cinco treinta para ensayar. Tienen reserva en Carlotta's a las siete treinta, o sea que tendrán que marcharse antes de las siete. ¿Algún problema? -Tras la negativa de sus socias, cambió de tema-. ¿Alguna pregunta, algún problema o comentario, alguna apreciación sarcástica sobre el acto?

Britt: Si hubiera sabido que podía colar apreciaciones sarcásticas, me habría preparado alguna.

Ness: Bien, vamos a lo de hoy. Puede que necesite que alguna de vosotras me acompañe al taller para recoger el coche. También puedo pedir un taxi si todas estáis ocupadas. La señora Efron me llamará esta mañana y con suerte me dará hora. Lo que sí tengo es una cita aquí a las diez -aguardó unos segundos-. Con la hermana de Liam, Diane.

Miley: ¿Y de qué irá la cita?

Ness: De que es una bruja. Lo siento, no debería llamar bruja a tu futura cuñada. Y menos delante de ti.

Miley: No pasa nada. Bruja, lo es. La clásica pasivo-agresiva que hace que me entren ganas de darle una patada en el culo. A menudo.

Ash: Las cosas nunca son de color de rosa para Diane.

Su familia y los Hemsworth eran amigos desde hacía años.

Britt: ¿Por qué dices que se está comportando como una bruja?

Ness: Ha dado un disgusto a Sherry. No quiere participar en la boda porque dice que es demasiado lío, demasiados problemas.

Miley: Se ha vuelto más cascarrabias todavía con lo de la boda -asintió encogiéndose de hombros-. Me ha soltado alguna que otra sandez sobre eso, y sobre mi boda también. ¿A quién le va a gustar algo así en su cortejo nupcial? Por muy hermana suya que sea.

Ness: Ahora dice que no vendrá a la cena de ensayo. No quiere formar parte del cortejo, no quiere buscar una canguro y tampoco quiere venir con los niños y ocuparse de ellos. Yo le diría, muy bien, no vengas, pero Sherry quiere que esté aquí -sus ojos relucieron-. Y aquí estará.

Britt: Dale una patada en el culo, campeona.

Vanessa sonrió a Brittany.

Ness: Cuenta con ello. Y cuando lo haya hecho, podré arrimar el hombro en lo que queráis hasta que tenga que ir a recoger el coche.

Britt: A lo mejor te vuelven a dar besitos.

Ness: Brittany.

Britt: ¿Qué? ¿Crees que iba a callarme algo así? -sonrió mientras Miley y Ashley exigían detalles-. Zachary Efron, en el vestíbulo, un beso picante.

Miley: Vaya, vaya... -arqueó las cejas-.

Ness: Nada de «vaya, vaya...». -Con ganas de cambiar de tema, empleó su tono de indiferencia despectiva-. Zachary quería presumir.

Britt: Lo hace muy bien. El calentón llegó hasta mí y eso que yo estaba a cinco metros.

Ash: ¿Vais a salir?

Ness: Si te refieres a si voy a salir en un momento dado para ir a recoger mi coche, sí.

Ash: Venga ya. ¿Vas a salir con él, saldréis juntos? -precisó-.

Ness: No, solo fue... Se portó como un imbécil y ya está.

Ash: Tú fuiste la primera en darle un beso -movió un dedo-. El Cuatro de Julio.

Ness: Estaba enfadada con Drew y fue un error. Eso no significa...

Se interrumpió al oír que sonaba el teléfono.

Miley: Salvada por la BlackBerry.

Ness: Hola, Buffy.

Aprovechando la circunstancia, Vanessa se levantó y salió de la habitación para hablar.

Britt: Se tienen ganas. Los dos -se cruzó de brazos-. Y no me equivoco.

Ash: Él la mira. No me sonrías con ese sarcasmo -dijo señalando a Miley-. Él la mira, y mucho, y ella intenta no mirarlo. Yo diría que se tienen ganas, seguro.

Britt: Él tiene ese no sé qué a lo James Dean.

Miley: ¿El de la marca de salchichas? ¿El cantante country? -preguntó frunciendo el ceño a Brittany-.

Britt: No, por Dios, Miley -alzó los ojos al cielo-. Ese era Jimmy Dean. Me refiero a James. Al chico malo, el rebelde.

Ash: Me gusta que le haga perder los papeles -decidió-. Nuestra Vanessa no pierde los papeles fácilmente, y ese rasgo la hace muy nuestra, pero a mí me gusta ver lo contrario.

Britt: Ese tío no es un frívolo, y eso, a mi modo de ver, le hace subir puntos -se encogió de hombros y se levantó-. Veremos qué pasa, si es que pasa algo. Mientras tanto el deber nos llama. -Se detuvo en el umbral-. Eh, ¿sabéis lo que dijo Vanessa después del beso picante?

Miley: ¿Qué?

Britt: Nada de nada.


Quizá a Vanessa no se le había ocurrido decir nada en ese momento, pero tenía muchas cosas que decir a la hermana mayor de Liam.

Salió a recibir en persona a Diane con las manos extendidas y una sonrisa radiante.

Ness: ¡Di, qué alegría verte! Muchísimas gracias por haber encontrado un momento para venir. ¿Cómo están los niños? -añadió invitándola a pasar-.

Diane: Están bien.

Ness: Miley me ha contado que desde hace poco tienen un cachorro.

Vanessa le pasó el brazo deliberadamente por los hombros, como un par de amigas que hablan de sus cosas, y la condujo hacia la sala de estar.

Diane: Mi padre consiguió convencerme. Claro que no es él quien tiene que ocuparse del trabajo.

Ness: ¡Siempre pasa igual! -exclamó alegremente-. Conozco una adiestradora excelente si estás buscando ayuda. Es fantástica, y las clases para los cachorros las da con los niños, para que se impliquen. ¿Te apetece un café?

Diane: Estoy dejando la cafeína.

Ness: Yo también tomo demasiada. Tenemos un té verde buenísimo. Liam me ha dicho que es tu favorito.

Diane, con un cambio de ritmo en el paso, se quedó mirándola y parpadeó.

Diane: ¿Liam te ha dicho eso?

Ness: ¿Verdad que es sorprendente que nuestros hermanos se fijen tanto, que recuerden tantas cosas? Sentémonos. Estás fabulosa, Diane. ¿Cómo te las arreglas?

Azorada, Diane se echó hacia atrás la melena de pelo castaño. Era una mujer atractiva, pero en general afeaba su aspecto con una expresión de disgusto.

Diane: Me apunté a unas clases de yoga hace un par de meses, pero hay tantas cosas absurdas que yo...

Ness: ¡Ah, me encanta el yoga! -Deshaciéndose en sonrisas, sirvió el té. No por casualidad había elegido el Doulton, uno de los mejores juegos de té de su abuela. Sabía que Diane se fijaba en esos detalles y los valoraba mucho-. Con tan solo una sesión de quince minutos consigo quitarme la tensión de la jornada. Me alegro de que te tomes un poco de tiempo para ti. Con tu trabajo, tu familia, tantas obligaciones... necesitas que los días tengan veinticinco horas. Francamente, no sé cómo lo haces, y encima yo te añado unas horas más pidiendo que vengas a hablar conmigo.

Diane: Supongo que sobre la boda de Sherry y, la verdad, no entiendo qué tiene que ver eso conmigo.

Ness: ¿No te parece increíble lo poco que falta? -Sin dar su brazo a torcer, tomó un sorbo de té-. Antes de que nos demos cuenta, llegará la de Liam y Miley. -Volvió a tomar a Diane de la mano-. Eso nos convierte en familia. Y eso mismo ha hecho que se me encendiera una lucecita y se me ocurriera una idea.

Diane: ¿Qué idea?

Ness: Voy a empezar por el principio, y porque todo el mérito es de Miley. Ya sabes que lo que Sherry desea en su boda es divertirse. Quiere que ese día sea divertido, con los amigos y la familia, una fiesta. Tengo que decirte, Di, que muchas novias se obsesionan con los pequeños detalles, las insignificancias. Y por supuesto, a esto es a lo que nos dedicamos nosotras. Forma parte de nuestros servicios. Sin embargo, trabajar con tu hermana es muy estimulante, es una mujer que sabe ver las cosas en perspectiva. Ella os ve a todos, a tus padres, a ti...

Diane: ¿A mí?

Ness: A ti, a Sam y a los niños. Lo que habéis construido, la vida, la familia, la continuidad. No es fácil crear todo eso, como sabes bien, y ella se fija mucho en lo que tú has conseguido. Todo empieza con la boda, la celebración de esos primeros pasos. Tú eres su hermana mayor. Diste esos pasos antes que ella y la has ayudado a mostrarle el camino. Has tenido una influencia enorme para ella.

Diane soltó un bufido.

Diane: Sherry nunca escucha nada de lo que le digo.

Ness: Mira, creo que las personas que dejan huella y nos influencian a menudo no suelen darse cuenta de eso. Precisamente el otro día... -se interrumpió y sacudió la cabeza-. No quiero traicionar una confidencia, pero como seremos de la familia... Sherry me dijo el otro día lo importante que eres para ella, lo mucho que significas para ella. Supongo que es más fácil decirle eso a alguien de fuera, ¿no?

De nuevo la mirada fija, el parpadeo.

Diane: ¿Ella dijo eso?

Ness: Sí, y eso hizo que me diera cuenta... ya vuelvo a pasarme de la raya. -Con una carcajada espontánea, hizo aspavientos como para alejar una idea de su mente-. Es idea de Miley. Ha reunido unas fotografías de Sherry, de tu familia, de Nick y de la familia de Nick. Fotos antiguas, pero también recientes. Una especie de retrospectiva cronológica. Miley tiene mucho talento. Sé que soy partidista, pero tengo que decir que el CD que ha creado es maravilloso. Dulce, divertido, encantador, ingenioso. La idea es pasarlo durante la cena de ensayo.

Diane: Ah, yo no voy a...

Ness: Lo que falta -la interrumpió- es una narradora. Una maestra de ceremonias, si quieres. Alguien que haya estado presente desde el principio. Tus padres no, porque también va a ser una sorpresa para ellos, y Miley ha incluido una foto de su boda para abrir el pase. Primero pensé en Liam, porque es profesor, además de su hermano, y está acostumbrado a hablar en público, pero cuando lo comenté con Sherry me di cuenta de que no. Esto es cosa de hermanas. Es importante que lo haga una hermana. Después de todo, ¿quién aparte de ti va a tener una imagen más personal, ajustada e íntima de Sherry, de tu familia, de Nick y de la familia de Nick? Por favor, di que lo harás -volvió a alargar la mano buscando el contacto, convirtiéndolo en algo personal-. Sé que es mucho pedir, y en un plazo tan corto, pero las cosas se han presentado a la vez. Te necesitamos, de verdad.

Diane: ¿Quieres que yo... comente las fotos?

Ness: No es que lo quiera, es que lo necesito. Y no se trata de comentar unas fotos. Esto es un viaje, Diane. De Sherry y de Nick, claro, pero también de todos vosotros. La familia es esencial para ambos. Durante estos últimos meses he podido conocerlos y me he dado cuenta de eso. Será el punto fuerte de la velada. Liam ha hecho el borrador del guión y espera que digas que sí y colabores con él en los retoques.

Diane: Liam quiere que yo...

Diane enmudeció, completamente asombrada.

Ness: Oh, ya sé que estás atareadísima y que es pedir mucho. Pero yo te ayudaré en cuanto pueda, en todo lo que quieras o necesites. Aunque, francamente, no creo que necesites ayuda. Cualquiera que sepa sacar adelante una familia como lo haces tú en mi opinión es capaz de sacar adelante lo que se proponga.

Diane: Podría hacerlo, pero antes de comprometerme tendría que ver el CD y lo que ha escrito Liam.

Vanessa cogió un dossier de la mesa.

Ness: Resulta que aquí mismo tengo una copia de ambas cosas. El CD dura unos doce minutos. ¿Tienes tiempo de verlo ahora?

Diane: Supongo… que sí.

Ness: Perfecto. Voy a buscar mi portátil.

Veintiséis minutos después Vanessa devolvía el carrito del té a la cocina.

Grady: Por las plumas de canario que te asoman por los labios veo que la has cazado.

La señora Grady dejó en la cocina la cesta de tomates cherry que acababa de recoger de su huerto.

Ness: Primero fue como picar piedra y luego me dediqué a ir sacando los pedruscos. No solo asistirá al ensayo y a la cena de ensayo, sino que será la maestra de ceremonias y presentará el CD de Miley y Liam. Bendito sea Liam por haber aceptado retirarse como maestro de ceremonias... sobre todo teniendo en cuenta que había sido idea tanto de él como de Miley.

Grady: Es un buen chico. Y su hermana mayor siempre ha sido una pelmaza.

Ness: Bueno, es atractiva, pero le falta la vivacidad y la confianza natural de Sherry. Es lista, pero no tiene la brillantez innata de Liam, y ni por asomo su dulzura. Nació en primer lugar, pero no siempre ha sido la primera en otros campos, creo. Y eso duele. Lo único que he tenido que hacer ha sido implicarla en la boda de Sherry -se encogió de hombros-. Y decirle unas cuantas verdades. Su familia la quiere. Diane es importante para ellos. Hay gente que necesita oír eso, muchas veces.

Grady: Apuesto a que le debió de gustar que se lo dijeras tú. «Vanessa Hudgens necesita mi ayuda.»

Vanessa volvió a encogerse de hombros.

Ness: Si eso funciona... La novia conseguirá lo que quiere y merece. -Consultó su reloj-. Y además voy bien de tiempo.

Echó una mano en la decoración del acto, pasó revista a los progresos de Brittany, habló con los del catering cuando llegaron y con los aparcacoches también.

Salió a la terraza para dar un último vistazo mientras Miley sacaba unas fotos del montaje y pensó: elegancia y champán por todas partes.

Personalmente no habría elegido algo así para la fiesta en la que se entregaban los regalos a la novia (y como estaba planificando otras tres para sus amigas, tenía muchas ideas al respecto), pero la escena tenía un aire art decó muy atractivo y elegante, y la exuberancia que le daban los increíbles arreglos florales de Ashley lo matizaba un poco.

Ness: Eso mismo estaba pensando yo. Me parece que la anfitriona y la novia estarán encantadas.

Miley: Gatsby total -dijo bajando la cámara-. Hoy te has marcado un tanto. Liam me ha enviado un mensaje. Su hermana quiere reunirse con él después de las clases para hablar del guión de la cena de ensayo. Buen trabajo.

Ness: Creo que ella también hará un buen trabajo. Lo digo en serio. Estaba muy contenta con el proyecto cuando se marchó.

Miley: ¿Diane, contenta? ¿Le echaste algo en el té?

Ness: Es un decir..., pero fue el CD el que obró el milagro. Se le humedecieron los ojos varias veces.

Miley arqueó las cejas.

Miley: Había infravalorado mi potencial. ¿Marcha todo bien ahí dentro?

Ness: Ashley está dando los últimos toques a las zonas de los invitados y Brittany ya ha terminado y está con los del catering. Yo iba a... -se ajustó los auriculares con un dedo-. Ahora mismo voy. La anfitriona acaba de llegar -dijo a Miley-. Iré a recibirla y la acompañaré.

Miley: Yo voy también, tomaré unas instantáneas de la llegada sin molestar.

Vanessa asintió y entró en la casa.

Ness: Ash, Brittany -dijo hablando por el micrófono-. Luz verde.

Al cabo de una hora Vanessa contemplaba a unas mujeres con unos elegantes trajes chaqueta de color blanco, unos vestidos blancos vaporosos y unos pantalones blancos de corte sastre circulando por la terraza. Bebían champán, charlaban, reían y picoteaban el sofisticado aperitivo que servían los camareros.

Miley se movía entre ellas captando instantes: la expresión de satisfacción de la futura novia echando hacia atrás la cabeza y riéndose, el abrazo afectuoso de unas amigas al saludarse o la dulzura de una nieta brindando con su abuela.

Le agradaba, como le había sucedido siempre, ser testigo de la felicidad, sentirla chispear en el aire como el champán, saber que lo que le había tocado en suerte podía ser un buen escenario para la alegría.

Le complacía pasar el día en compañía de mujeres, desempeñar un papel en la creación de una visión particular de ese ritual femenino.

A la hora estipulada se adelantó para pedir a las invitadas que se sentaran a almorzar y luego volvió a retirarse a un segundo plano. E hizo acopio de fuerzas al ver que la anfitriona se dirigía a ella con el rostro desencajado.

**: Olivia ha pedido juegos. Quiere juegos en su fiesta.

Que tú vetaste expresamente, recordó Vanessa, quien, sin embargo, sonrió.

Ness: Me encargaré de eso.

**: Ha pedido juegos y, por si fuera poco, premios. Por supuesto yo no había preparado...

Ness: No hay problema. Lo arreglaré durante el almuerzo. ¿Qué te parecerían tres? Creo que con eso basta. Diversión, juegos sencillos y bonitos premios para las ganadoras.

**: No quiero entregar nada hortera ni tonto. Quiero cosas que encajen con el ambiente.

Vaya..., pensó Vanessa, y pensar que iba a sacar los consoladores que brillan en la oscuridad...

Ness: Por supuesto. Déjamelo a mí. Todo estará arreglado después del almuerzo. Diviértete, por favor. No te preocupes por nada.

Vanessa aguardó a que la anfitriona hubiera vuelto con las demás.

Ness: Brittany, necesito que me releves fuera -dijo hablando por el micrófono-. La FN quiere juegos y premios. Necesito quince minutos para organizarlo.

Britt: Entendido.

Ness: Ashley, necesito que montes una mesita para los premios.

Ash: ¡Qué dices!

Ness: Sí, ya lo sé. Haz lo que puedas. Tienes cuarenta minutos.

Subió al trote la escalera trasera y se dirigió al cuarto de los regalos, un espacio pensado para envolver y guardar obsequios. En un pequeño armario almacenaba diversos obsequios etiquetados y a medio envolver. Los examinó, valoró los pros y los contras, y tras elegir tres los metió en unas bolsas de regalo troqueladas en blanco que luego envolvió en papel de seda negro. Abrió otro armario y tomó un montón de libretas de notas, lápices y material diverso.

Bajó como un relámpago, puso las bolsas y la caja de material sobre la mesa del comedor y, atravesando la cocina, entró en la vieja despensa para elegir una bandeja adecuada para la presentación.

Grady: ¿Qué estás buscando? -preguntó la señora Grady a su espalda-.

Ness: La FN quiere juegos, pero como la anfitriona los vetó en las fases de planificación... No me inclino por poner bolsas blancas sobre una bandeja blanca, y no tenemos una negra que vaya a juego. Estaba pensando en una de plata. O de cristal. Quizá mejor de cristal.

Grady: Prueba con las dos.

Ness: Buena idea. ¿Puede venir conmigo para darme su opinión?

La señora Grady la acompañó.

Grady: Ah, te han traído el coche.

Ness: ¿Traído, dónde?

Grady: Aquí.

Vanessa se detuvo y frunció el ceño.

Ness: ¿Mi coche está aquí?

Grady: Lo han entregado hará unos veinte minutos. Limpio y encerado. He dejado la factura encima de tu escritorio.

Ness: Oh, pero si yo no les pedí que me lo trajeran. Iba a...

Grady: Así te ahorras tiempo, ¿no?

Lo cual, en opinión de la señora Grady, convertía a Zachary Efron en un cliente muy sagaz.
Vanessa no dijo nada, pero siguió frunciendo el ceño mientras disponía las bolsas en la bandeja de plata.

Ness: Creo que la de cristal irá mejor. La plata viste demasiado, además Ashley podría esparcir unos pétalos de rosa blancos por encima, y con los jarroncitos negros... ¿Quién ha entregado el coche?

La señora Grady reprimió una sonrisa.

Grady: No entendí su nombre. Bueno, de ninguno de los dos, por¬que al que lo trajo lo seguía otro con una grúa.

Ness: Ah. Mmm... ¿La de cristal?

Grady: Diría que sí. Es elegante, pero más sutil que la de plata.

Ness: Sí, eso es lo que busco -dio un paso atrás-. Dejaré esto aquí e iré a ver si puedo ayudar a Ashley a montar la mesa.

Iba a marcharse, pero se detuvo.

Ness: Podía haber ido yo perfectamente a recogerlo.

Grady: Sin duda. ¿Qué se dice cuando alguien te hace un favor?

Vanessa suspiró ante el tono de implícita desaprobación que adoptó su voz.

Ness: Se dice gracias. Lo haré. A la primera ocasión.

Ocasión que no se presentó o, al menos, eso se dijo a sí misma. El acto requería su atención, y con el tiempo adicional que había tenido que dedicar a improvisar los juegos iba con treinta minutos de retraso, que tendría que escamotear de los preliminares del ensayo de la noche.

Miley: Los juegos han sido un éxito.

Ness: En general suelen serlo.

Miley: Y los premios, muy bonitos. Me gustó mucho el joyero de viaje, ese de cuero verde. Para alguien que vaya a la Toscana de luna de miel le iría de fábula.

Ness: Puede que alguien tenga esa suerte -dio un trago de su botellín de agua-. Lo hemos bordado, de verdad. Y nuestra anfitriona ni siquiera ha parpadeado cuando le he presentado una factura adicional por los regalos, sobre todo teniendo en cuenta que no le he cobrado la media hora extra de ocupación de espacios.

Dio una última mirada a la terraza. Habían retirado todas las mesas, pero la pérgola y las urnas seguían decoradas. Solo tenían que montar la mesa de los tentempiés y ya podrían marcharse.

Puede que le quedaran cinco minutos para llamar y dar las gracias, pero lo cierto era que primero tenía que comprobar el albarán. Supuso que habría hinchado la factura con el recargo por entrega.

Ness: Voy a... -Su teléfono sonó-. Vaya. La Novia Loca.

Miley: Tú lo harás mejor que yo. Adelante. A eso nos dedicamos.

La Novia Loca consumió su tiempo. Y le dio espacio para pensar.


Le enviaría una nota de agradecimiento con un talón para abonar los neumáticos y el servicio. Era lo más apropiado, decidió Vanessa mientras dirigía el ensayo.

Ness: Cuando falten cinco minutos, el hermano del novio, que también es el padrino, acompañará a la madre de ambos a su asiento, y su esposo irá detrás. Perfecto. El padrino se pondrá al lado del novio, a su izquierda. Cuando falten tres minutos, el hermano de la novia acompañará a la madre de ambos a su asiento. El hermano se situará a la izquierda del padrino, a la derecha de George. Un poco en ángulo, Sam. Exacto. Entonces la música cambia para que entre el cortejo de la novia. Wendy, Nikki, Addy... y mañana seré yo quien os dé la entrada. Acuérdense de sonreír, señoras. Luego irá Jaci, la dama de honor. Bien. Cuando esté a la mitad de camino, habrá llegado el momento del chico de los anillos. ¡Adelante, Kevin!

El pequeño de cinco años paseó presumido cosechando risas y aplausos.

Ness: Y la niña de las flores. Muy, muy bien, Jenny, mañana llevarás flores de verdad en la cesta. Kevin se pondrá en el lado de los chicos, Jenny en el de las chicas. Tú quédate ahí con tu papá, Kevin. Entonces...

Vanessa enmudeció, lívida, al ver a Zachary apoyado en una de las urnas con un ramo en la mano. No podía verle los ojos, imposible con el sol reflejándose en sus gafas oscuras. Pero podía ver su sonrisa perfectamente.

**: Entonces ¿qué? -espetó el novio con una carcajada-. ¿Me caso entonces?

Ness: Todavía no. Cambia la música y todos se levantan. La novia empieza a caminar acompañada de su padre. Y -dijo al novio- es la mujer más hermosa del mundo. Todo lo que siempre habías querido. Y está a punto de ser tuya. -aguardó-. Detente aquí. Como pediste, tu madre se pondrá a tu lado y al lado de tu padre. El cura preguntará quién entrega a esta mujer y... sus frases, señor Falconi.

Falconi: Su madre y yo.

Ambos besaron a su hija, tomaron su mano y la pusieron en la mano del novio.

Ness: Precioso. Ahora... -dirigió sus pasos a lo largo de la ceremonia haciendo hincapié en los momentos especiales y marcando el ritmo y la coreografía-. El cura dirá que ya puedes besar a la novia.

**: Esa parte me la sé.

El novio levantó en volandas a la novia, la volvió a dejar en el suelo mientras esta no paraba de reírse y se inclinó para darle un magnífico beso.

Ness: Cecily, si mañana tienes nervios en el estómago, me encantará sustituirte.

La novia volvió a reírse y guiñó un ojo a Vanessa.

Cecily: Tengo el estómago perfecto, pero gracias.

Ness: Lo supongo. En ese momento os daréis la vuelta para poneros frente a vuestros amigos y familiares, el cura os declarará marido y mujer, y los que ya nos hayamos recuperado del beso aplaudiremos. Sonará el himno para concluir y regresaréis por el pasillo central. Miley se encargará de vosotros entonces. A partir de aquí, el resto del cortejo nupcial regresa con el orden invertido. La niña de las flores y el niño que lleva los anillos primero.

Bien, pensó, muy bien. Si al día siguiente todos sonreían con tanta alegría, no necesitarían para nada el sol.

Ness: Después del cortejo nupcial, los padres y los abuelos de la novia, y luego los del novio. Miley también los necesitará a ustedes para las fotos de boda. Conduciremos a los invitados al solarium para que se entretengan con unos canapés y unas bebidas mientras dura la sesión de fotos.

Hizo caso omiso del cosquilleo que sentía en la nuca. Sabía positivamente que él la estaba mirando mientras se dedicaba a exponer el ritmo y la manera en que debían hacerse las presentaciones, la cena, los brindis, el traslado al salón de baile, los primeros bailes, la partición del pastel de boda, etcétera.

Ness: Las suites de la novia y del novio estarán a disposición del cortejo nupcial desde las cuatro hasta que termine la velada. Trasladaremos los regalos de la mesa donde estarán expuestos a la limusina de los recién casados y también las flores que estos quieran llevarse o regalar a los demás. Sé que es mucho, pero mis socias y yo estaremos a su disposición en todos y cada uno de los pasos de la ceremonia. Lo único que en realidad tendrán que hacer ustedes será divertirse y celebrarlo.


martes, 26 de mayo de 2020

Capítulo 3


A Zachary, la experiencia le decía que la mayor parte de la gente no se sentaba un martes cualquiera a cenar jamón glaseado con miel, patatas asadas, zanahorias baby y espárragos delicadamente salteados. Y probablemente no comía a la luz de las velas, con flores y un vino servido en centelleantes copas de cristal.

Claro que los que vivían en la casa de los Hudgens no eran la mayor parte de la gente.

Habría pasado del sofisticado vino francés, aunque la señora Grady no le hubiera echado miradas siniestras. Hacía mucho que había superado la etapa en que le habría dado al vino y luego se habría marchado en moto.

Su plan original era irse a casa, sacudirse la larga jornada de encima haciendo ejercicio, darse una ducha, meter algo entre pan y pan, abrir una lata de cerveza y acampar delante de la televisión.

Con eso se habría quedado contento.

Pero tenía que admitir que esto era mejor.

No solo por la comida (aunque... ¡qué bien cocinaba la señora Grady!), sino por el lugar, por todo el lote: mujeres hermosas, hombres de su agrado, la sorprendente señora Grady.

Y, en especial, la siempre intrigante Vanessa Hudgens.

El rostro de esa mujer era digno de ser contemplado a la luz de las velas. Elegante pero sin ser fría a menos que se lo propusiera. Sexy pero sutil, como encaje asomando bajo una blusa almidonada.

Y luego estaba esa voz, registro agudo, voluta de humo, pero mudable como el tiempo, de enérgica a remilgada, de cálida a gélida. Esa mujer conseguía lo que quería según el tono de voz. Sabía cómo emplearlo.

Vanessa había tenido que contar toda la historia de la colisión que había estado a punto de sufrir, y empleó un tono desenfadado con algunos repuntes de genio. Si él no la hubiera visto justo después del incidente, se habría tragado el cuento de que no había corrido un peligro real, de que solo estaba molesta por su reacción exagerada y por la negligencia del otro conductor.

A pesar de la actuación, los demás se mostraron muy preocupados por ella, la acribillaron a preguntas, se indignaron ante la actitud del otro conductor. Y manifestaron tanta gratitud a Zac que este empezó a sentirse agobiado.

Supuso que tanto Vanessa como él acusaron el mismo alivio cuando todos cambiaron de tema.

Le gustaba escucharlos, a todos ellos. La cena en grupo, o más bien en familia, como supuso, fue larga, alborotada y estuvo animada por un montón de conversaciones cruzadas. Le vino bien a Zac. Significaba que no tenía que decir gran cosa; él creía que se aprendía más de la gente cuando dejabas que otros llevaran el timón.

Chris: ¿Qué vas a hacer con el billar? -preguntó a Drew-.

Drew: No lo he decidido.

El comentario motivó a Zachary a hacer una pregunta.

Zac: ¿Qué le pasa al billar?

Drew: Nada.

Liam: Drew vende su casa y se muda aquí -explicó a Zac-.

Zac: ¿La vende? ¿Desde cuándo?

Drew: Noticias frescas -miró a Zac arqueando las cejas mientras untaba de mantequilla uno de los hojaldres de la señora Grady-. ¿Quieres comprarla?

Zac: ¿Qué haría yo con esa casa? Ahí cabe una familia de diez sin contar a los abuelos de Iowa -se quedó pensativo mientras cortaba otro trozo de jamón-. ¿Hay alguna manera de comprar la sala de juegos?

Drew: Me temo que no. Pero tengo un par de ideas sobre eso.

Zac: Cuando te decidas a vender las máquinas del millón, dímelo.

Chris: ¿Dónde vas a ponerlas? Si casi no hay espacio para moverse en el chiringuito que tienes sobre el garaje de tu madre...

Zac: Por los clásicos, tiraría la cama y dormiría en el suelo.

Britt: Los niños y sus juguetes -lanzó una mirada a Drew-. Los tuyos no entran en nuestro dormitorio. Prohibido cruzar la línea, Andrew. Prohibidísimo.

Drew: Lo que tengo en mente es un lugar muy distinto -dijo mirando a Vanessa-. Ya hablaremos.

Ness: De acuerdo. Pensando que querrías aprovechar una de las buhardillas -retomó la palabra-, fui a verlas, pero me ha dado la impresión de que no van a poder soportar tanto peso. Sobre todo si quieres meter ahí el billar de pizarra.

Drew: No estaba pensando en la parte de arriba. Estaba pensando en la parte de abajo.

Ness: ¿Abajo? ¿Dónde...? ¡Por Dios, Drew, en uno de los sótanos, no!

Zac: ¿Cuántas buhardillas y sótanos hay en este lugar? -susurró a Ashley-.

Ash: Tres buhardillas y dos... no, tres sótanos, si cuentas el espeluznante cuarto de la caldera donde viven los diablos que se comen a las niñas.

Zac: Mola.

Ash: Claro, si de pequeño fuiste como Drew, mola -entornó sus oscuros ojos mirando con furia al otro lado de la mesa-, pero si eres una niña que juega a la caza del tesoro puedes acabar traumatizada de por vida por culpa de cierto niño malo que va con una linterna roja, camina arrastrando los pies y suelta unas carcajadas maníacas y guturales. -Tomó su copa y se estremeció-. Todavía soy incapaz de bajar ahí.

Zac volvió a la conversación general. Vanessa y Drew exponían los pros y los contras de los distintos sótanos, Brittany sonreía mirando su copa de vino, Chris cogía otro hojaldre y Miley susurraba unas palabras al oído de Liam que le hicieron enrojecer hasta la punta de las orejas.

Interesante.

Drew: Escucha, vosotras usáis el sótano del ala oeste para guardar el material de los actos: mesas supletorias, sillas, etcétera.

Ness: Compraremos más. Vamos a invertir en el negocio -señaló-. Así nos quedamos con el alquiler en lugar de pasarlo a los subcontratados.

Drew: Eso será un buen negocio. Ni me acuerdo ya de las veces que he estado ahí abajo arrimando el hombro para vuestros actos. Tenéis espacio suficiente para montar vuestra propia exposición.

Ness: No lo digo por el espacio, Drew, puedes quedarte con ese espacio. -Sopesando obviamente las opciones, centró la mirada en su vaso de agua y luego en Drew-. Podríamos trasladar el almacén al ala este, pero incluso así...

Ash: ¡No, no! -exclamó con aspavientos-. Está demasiado cerca de la Boca del Infierno.

Drew: Y él sigue allí -dijo Drew con voz lúgubre-, esperándote...

Ash: Te odio, Andrew. Pégale, Chris -exigió-. Dale una paliza.

Chris: Vale. ¿Puedo terminar primero el hojaldre?

Ness: Este, oeste... -terció-, sigue siendo un sótano. No hay luz natural, los techos miden dos metros escasos, el suelo es de cemento, las paredes están encaladas y hay tuberías por todas partes.

Drew: Tanto mejor para los hombres de las cavernas. Además, ¿por qué crees que siempre tengo a éste cerca? -preguntó señalando a Chris-. Este tío no solo es una cara bonita.

Chris: ¿Y si reestructuramos este sótano-caverna y lo convertimos en una ALM? Área Lúdica Masculina, para los no iniciados -explicó mientras el interés asomaba a sus ojos grisáceos-. Yo podría encargarme de ello.

Drew: Las paredes tienen unos treinta centímetros de grosor, o sea que el espacio podría utilizarse incluso durante los actos y no se oiría ni una mosca. -Levantó la copa y agitó el centímetro de vino que le quedaba clavando sus ojos en Ashley-. Tampoco oye nadie los gritos lastimeros de las niñas que el diablo del ojo rojo se come vivas.

Ash: Imbécil -espetó encorvándose-.

Drew: Vamos a echar un vistazo.

Vanessa se quedó mirando a Drew.

Ness: ¿Ahora?

Drew: Claro.

Ash: Yo no voy ahí abajo -musitó-.

Chris: Oh, cariño… -se inclinó hacia ella y le pasó un brazo por los hombros-. Yo te protegeré.

Ashley negó con la cabeza.

Ash: Eso lo dices ahora.

Miley: Id pasando, chicos -dijo con la copa en la mano- Liam y yo vamos a terminarnos el vino y luego... tenemos cosas que hacer en casa.

Grady: Todavía falta la tarta de melocotón -anunció la señora Grady-.

Miley: Bueno... -sonrió-. Nosotros tomaremos el postre en casa, ¿verdad, Liam?

Las orejas de Liam volvieron a enrojecer.

Liam: Eso parece.

Drew: Vamos, Zac -le invitó-. Te haremos una visita guiada de las profundidades, para que te entre el apetito antes de la tarta.

Zac: Muy bien.

Se levantó el último y fue a retirar su plato.

Grady: Deja eso de momento -dijo la señora Grady moviendo un dedo-. Primero ve a explorar.

Zac: Vale. El mejor jamón que he comido en mi vida.

Grady: Te envolveré unas lonchas para que te las lleves.

Zachary hizo una reverencia al pasar junto a ella.

Zac: Le debo un baile -le susurró al oído, y la hizo reír-.

Ness: ¿De qué iba eso?

Zac: Son cosas nuestras.

Zachary la siguió por una escalera trasera por la que, en otros tiempos, imaginó, debieron de apresurarse los criados, y se pre¬guntó por qué Vanessa todavía llevaba esos tacones finos.

A medida que Drew iba pulsando los interruptores, unas duras luces fluorescentes parpadeaban revelando un inmenso laberinto.

Se fijó en los techos bajos, las paredes sin acabados, las tuberías a la vista y, cuando doblaron la esquina y llegaron a un espacio abierto, en unas estanterías funcionales, en mesas, sillas y taburetes amontonados.

Un sótano, de eso no había duda, con el toque fantasmagórico justo y limpio e inmaculado como la cocina de un restaurante de cinco estrellas.

Zac: ¿Qué pasa aquí? ¿Tenéis unos duendes en el sótano que salen de noche y se ponen a fregar?

Ness: Que sea un almacén para guardar mobiliario no significa que no deba estar limpio. Drew, esto es deprimente.

Drew: Ahora sí.

Entró en un pasadizo, se inclinó bajo otras tuberías con lo que Zac supuso que sería la elegancia de la experiencia y siguió el tortuoso recorrido.

Drew: El viejo cuarto de la caldera -señaló con el pulgar una puerta de madera cerrada-. Donde a los diablos se les hace la boca agua afilando los colmillos con los huesos de...

Britt: Eso no me lo tragué yo a los ocho años -le recordó-.

Drew: Fue una pena.

Le pasó el brazo por los hombros; ella lo cogió por la cintura.

Zachary ajustó el paso para caminar junto a Vanessa.

Zac: Hay mucho espacio.

Drew: Tuvo distintas funciones y sirvió para cosas muy diferentes. Almacén para guardar muebles, como ahora. Mi bisabuelo instaló un taller aquí. Le gustaba fabricar objetos, y dicen que le gustaba también retirarse a un lugar tranquilo cuando mi bisabuela se ponía hecha una furia. Almacenaban conservas, tubérculos y todo lo que podían enlatar durante las cosechas. Mi padre decía que los abuelos lo acondicionaron como refugio antiaéreo en los años cincuenta.

Cuando el espacio volvió a agrandarse, Vanessa se detuvo y se puso en jarras.

Ness: Drew, esto es fantasmagórico. Es como una catacumba.

Chris: Me gusta -dio una vuelta entornando los ojos-. Quitamos ésa pared, ensanchamos la entrada. Vigas, columnas. Eso nos dará una ventana más, un poco más de luz.

Britt: ¿Llamas ventana a esa rendija?

Chris: La iluminación es una prioridad y hay maneras de resolverla -levantó la mirada al techo-. Tendríamos que reconducir algunas tuberías, conseguir más altura. El espacio no es problema, por eso remozaría las paredes, retocaría la instalación eléctrica y completaría la fontanería. Pondría un buen lavabo por ahí y lo equilibraría con un armario por aquí. Yo instalaría una chimenea de gas. Calefacción y ambiente, quizá cubriría esa pared con piedra o ladrillo. Baldosas en el suelo y las tuberías de la calefacción por debajo. También tenéis ésa entrada al sótano desde el jardín. Quiero pensarlo con calma, tomar medidas, pero se puede hacer. Claro que se puede hacer.

Drew miró a Vanessa y arqueó una ceja.

Ness: Si eso es lo que quieres, por mí, perfecto.

Drew: Ahí tienes la luz verde, French.

Chris se frotó las manos.

Chris: Muy bien, tío.

Britt: Ahora empezarán a hablar de paredes maestras y de tuberías empotradas -sacudió la cabeza-. Me voy arriba. Aún no me he librado de la migraña que me provocaron las obras de mi cocina auxiliar. Resueltas por un genio -añadió dirigiéndose a Chris-.

Chris: Aquí hay categoría.

Ness: Te acompaño -dijo a Brittany, y de repente se detuvo-. Chris, ¿podemos poner la calefacción bajo el suelo en la zona de almacén?

Chris: Todo eso, cariño, y mucho más.

Vanessa sonrió.

Ness: Entonces ya hablaremos.

Cuando Zachary regresó a la cocina después de que Chris le hubiera hecho ver un espacio tan logrado, puede que incluso más logrado que el paraíso de testosterona que había en casa de Drew, la señora Grady, Ashley, Brittany y Vanessa ya habían adelantado mucho recogiendo.

Zachary cogió a la señora Grady de la mano meneando la cabeza en un gesto de negación.

Zac: Ni hablar. Usted, siéntese. -Señaló el banco que había en el rincón donde desayunaban-. Quien cocina no lava, son las normas de los Efron.

Grady: Siempre me ha gustado tu madre.

Zac: A mí también. ¿Quiere un poco de vino?

Grady: Ya he tomado bastante, pero me apetecería una taza de té.

Zac: Marchando.

Zac se acercó a los fogones, agitó la hervidora y apartó de en medio a Vanessa para alcanzar el grifo. La observó con otra de sus miradas.

Zac: ¿Algún problema?

Ness: No.

Zac: Tu pelo huele como esa flor blanca del arbusto que había bajo la ventana de mi habitación cuando vivimos un tiempo en Florida. Me recuerda muchas cosas.

Puso la hervidora sobre uno de los quemadores y lo encendió. Los demás hombres entraron cuando Zachary le quitaba a Ashley un montón de platos de las manos.

Drew: Maldita sea -se quejó-. Habríamos tenido que quedarnos ahí abajo un rato más.

Britt: Podéis terminar de recoger la mesa. Nos faltan manos porque Miley y Liam se han escaqueado para ir a tomar el postre en casa. Un postre que se deletrea s-e-x-o.

Zac: Si hubieran aguantado una hora más, habrían podido comer tarta y disfrutar luego del sexo -encontró una taza y un platito en un armario-. No hay nada mejor que eso.

Y la tarta, como no tardó en descubrir, estaba buenísima.

Esperó el momento adecuado para levantarse de la mesa. Drew y Chris estaban encorvados sobre unos diseños que Chris había esbozado en una libreta para asuntos legales que alguien había encontrado por ahí y Brittany comentaba recetas con la señora Grady.

Zac: Tengo que marcharme. Gracias, señora Grady.

Drew: Noche de póquer -dijo levantando los ojos-. Trae pasta.

Zac: Por supuesto, porque voy a marcharme con la tuya.

Grady: Dale muchos recuerdos a tu madre. -La señora Grady dio unos golpecitos con el dedo encima de la mesa-. Vanessa, dale a Zachary las sobras que he apartado para él.

Mejor, imposible, pensó Zachary, y dedicó una sonrisa a la señora Grady cuando ella le guiñó el ojo. Siguió a Vanessa a la cocina.

Zac: Parece que mañana también comeré como un rey -dijo colocándose el paquete bajo el brazo-.

Ness: La señora G. tiene debilidad por los desamparados. No ha sido mi intención… -se apresuró a corregir-.

Zac: No me lo he tomado así.

Ness: Te agradezco mucho que me hayas ayudado esta noche. Me has ahorrado mucho tiempo y padecimientos. Te acompaño a la puerta.

Había abandonado el tono formal, observó Zac. Ese que ordenaba sin tapujos a los hombres que dieran un paso atrás. Se acercó deliberadamente a ella mientras se dirigían a la puerta.

Ness: ¿Puedes decirme cuándo crees que podré recoger mi coche?

Ahora toca hablar de negocios, pensó Zac.

Zac: Mamá te llamará por la mañana para hablarte de los neumáticos y ya quedarás con ella. Como tengo el coche en el taller, puedo darle un repaso.

Ness: Iba a pedir hora para que le hicieras la revisión el mes que viene, pero sí, ya que está ahí.

Zac: ¿Te ha dado problemas?

Ness: No. Ninguno.

Zac: Eso facilita las cosas.

Vanessa fue a abrir la puerta. Él se le adelantó.

Ness: Gracias otra vez. Ya hablaré con tu madre mañana.

Rápida y seca como un apretón de manos, pensó Zachary. Dejó el paquete sobre una mesa en la que había un jarrón de voluminosas rosas naranja. Unas veces hay que moverse rápido, pensó; otras, hay que moverse despacio.

Zac se movió rápido, tiró de ella y su cuerpo chocó contra el de Vanessa. La manera en que ella dijo «¿perdón?», como una maestra veterana diría a un estudiante revoltoso, le hizo sonreír antes de tomar sus labios.

Sabían incluso mejor que la tarta.

Suaves, sabrosos, maduros, con un matiz de estupor para contrarrestar la dulzura. Notó que le clavaba los dedos en los hombros, y un ligero temblor que podría ser de indignación, que podría ser de placer.

Había probado sus labios antes. La vez que ella lo agarró y le plantó un beso para desafiar a Drew, y esa otra vez en la que Zac fue a verlos a la casa de los Hamptons y decidió seguir sus impulsos.

Y probar sus labios le hizo desear seguir probándolos.

Seguir probando más.

No se molestó en ser amable. Imaginaba que estaría ya cansada del prototipo dulce, del prototipo educado, y él no se sentía inclinado a ser ninguna de las dos cosas. Por eso se dio la satisfacción de recorrer con las manos el cuerpo realmente excepcional de aquella mujer, disfrutando de la lenta fusión de ese cuerpo contra el suyo.

Cuando oyó el grave ronroneo de su garganta, cuando lo saboreó en su lengua, la soltó. Dio un paso atrás y recogió el paquete con las sobras.

Le sonrió. Era la primera vez que la veía aturdida y sin habla.

Zac: Nos vemos, Piernas.

Zac salió por la puerta y ató el paquete a la moto. Se montó, encendió el motor y la miró. Vanessa seguía de pie en el umbral.

Estaba impresionante, pensó, con su traje de ejecutiva un poco descompuesto y con la inmensa y maravillosa casa enmarcando su figura.

Se tocó el casco a modo de saludo y se alejó con un rugido y una imagen de ella en la cabeza, tan clara como el sabor que conservaba en la lengua.

Vanessa dio un paso atrás, cerró la puerta, se volvió y se sobresaltó al ver a Brittany en el pasillo.

Britt: ¿Me dejas decir «uau»?

Vanessa sacudió la cabeza y deseó tener algo en que ocupar las manos.

Ness: Él... me ha agarrado.

Britt: Qué fuerte... Deja que diga otra vez «uau».

Ness: Es invasivo, dominante...

Britt: Y está buenísimo. Y eso que hablo como mujer que está locamente enamorada de tu hermano. También diré -prosiguió acercándose a Vanessa- que como no he sido tan educada para apartar los ojos y marcharme, me he fijado en que tú no has tratado de sacártelo de encima, exactamente.

Ness: Me ha pillado por sorpresa. Además, no le habría dado esa satisfacción.

Britt: Perdona, pero él me ha parecido más que satisfecho. ¿Sabes qué, Vanessa? -le dio unos golpecitos en el brazo-. Estás roja, radiante y deslumbrada.

Ness: No estoy radiante.

Brittany se limitó a tomar a Vanessa por los hombros para darle la vuelta y que se viera en el gran espejo del vestíbulo.

Britt: ¿Qué decías?

Quizá un rubor asomaba a sus mejillas, y quizá su mirada parecía un poco deslumbrada, pero...

Ness: Eso es la rabia.

Britt: No te llamaré mentirosa, Ness, pero bajo esa falda tus bragas echan humo.

Ness: Muy bien, vale. Vale ya. Besa muy bien, si te va el estilo arrogante y brusco.

Britt: Pues parecía que a ti sí que te iba.

Ness: Eso es solo porque me ha acorralado. Esta es una conversación estúpida sobre una nadería. Me voy arriba.

Britt: Yo también me iba, por eso he podido ver esa nadería.

Subieron juntas, pero antes de separarse Vanessa se detuvo en el rellano.

Ness: Llevaba puesta la capa invisible de Vade Retro.

Britt: ¿Qué?

Ness: No soy idiota. Zac hizo un leve intento en la cocina. En realidad, hace leves intentos cada vez que me tropiezo con él y eso es desconcertante, aunque soy capaz de controlarlo. Por eso cuando lo he acompañado a la puerta he pensado que quizá se haría ilusiones.

Brittany abrió unos ojos como platos.

Britt: ¿Te has puesto la capa invisible de Vade Retro? ¿El famoso escudo protector que repele a los hombres de todas las edades, credos y filiaciones políticas?

Ness: Sí.

Britt: Y a él no lo ha repelido. Es inmune -dio una palmada a Vanessa en el brazo-. Podría ser la única criatura de toda su especie.

Ness: Muy divertido...

Britt: Claro que sí. Y también sexy.

Ness: No me interesa entrar en temas divertidos y sexis con Zachary Efron.

Britt: Vanessa, si no estuvieras interesada te las habrías ingeniado para sacudírtelo de encima como te sacudes un bicho que ha volado a tu solapa. Él... -buscó la palabra exacta-. Él te intriga.

Ness: No, él... quizá.

Britt: Como amiga tuya deja que te diga que es bueno verte intrigada por un hombre, sobre todo teniendo en cuenta que ese hombre me gusta, y que me he fijado en que tú también le intrigas a él.

Vanessa alzó un hombro.

Ness: Solo quiere llevarme a la cama.

Britt: Pues claro que quiere llevarte a la cama. Aunque ese «solo» no me convence.

Ness: No voy a acostarme con él. Tenemos una relación de trabajo.

Britt: ¿Porque es tu mecánico?

Ness: Ahora es el mecánico de Votos, y es amigo de Drew.

Britt: Ness, tus excusas no se tienen en pie, y eso me hace pensar que estás preocupada porque quieres acostarte con él.

Ness: Esto no tiene nada que ver con el sexo. No todo tiene que ver siempre con el sexo.

Britt: Tú has sacado el tema.

Me ha pillado, admitió Vanessa.

Ness: Pues a otra cosa, mariposa. Tengo demasiadas cosas en la cabeza para pensar en eso. Mañana iremos a tope. Iremos a tope durante los próximos cinco días.

Britt: Lo sé. ¿Quieres que suba y me quede un rato contigo?

Quería que subiera, mucho, hecho que le confirmó que estaba dando demasiada importancia a algo que no la tenía.

Ness: No, gracias, estoy bien. Y quiero despachar una tarea que me queda antes de acostarme. Nos veremos por la mañana.

Vanessa subió sola y encendió el televisor para sentirse acompañada. Tras quitarse los zapatos comprobó que no tuvieran arañazos o peladuras. Satisfecha, los colocó en su lugar, en el compartimiento vertical del armario destinado al calzado. Metió el traje chaqueta en la bolsa de la tintorería y dejó las joyas en los cajones bandeja.

Se puso el camisón y la bata y se guardó el teléfono en el bolsillo. Pensó en darse un baño largo y caliente, pero lo descartó porque los baños largos y calientes inducen a pensar y soñar y a ella no le apetecía hacer ninguna de las dos cosas.

Prefirió concentrarse en el programa del día siguiente mientras se limpiaba, tonificaba e hidrataba la piel.

Radiante, pensó mirando su reflejo con frialdad. ¡Qué palabra tan tonta! Y del todo inexacta, además.

Brittany tenía la fiebre del amor. Casi todas las novias la cogían, y debido a sus efectos secundarios veían las cosas y las personas a través de un halo amoroso.

Eso era bueno para ellas, admitió Vanessa mientras se quitaba la goma del pelo. Y un buen negocio para Votos.

Y hablando de negocios, dedicaría una hora a entrar todos los datos nuevos de la reunión de la tarde y las elecciones iniciales de los clientes.

Una lista de doscientos veinticinco invitados, pensó mientras regresaba al dormitorio con la intención de ponerse a trabajar con el portátil en la sala de estar. Un cortejo nupcial de seis personas, incluyendo a la niña de las flores, que ya habría cumpli-do los cinco en junio, cuando se celebrara la boda.

La flor favorita de la novia era la peonía, y los colores elegidos (de momento al menos), el rosa y el verde. Tonos suaves.

Suaves, repitió Vanessa para sus adentros, y cambiando de dirección fue a abrir las cristaleras y salió a la terraza. Primero tomaría un poco el aire, tan solo quería tomar un poco el aire fresco de la noche.

La novia quería suavidad y delicadeza. Le había pedido a Vanessa que se reunieran en el salón para admirar el vestido que había elegido, gesto que demostraba que esa novia entendía el vestido como el núcleo a partir del cual se creaban los tonos, el tema o el aire que tendría la boda.

Todas esas preciosas capas vaporosas, recordó Vanessa, el resplandor sutil de las cuentas de perlas y unas tiernas notas de encaje.

Tonos pastel y peonías, tul brillante y promesas susurradas.

Podía verlo. Ella se encargaría de todo. Era buenísima encargándose de todo.

No había ningún motivo para sentirse tan inquieta, tan nerviosa, tan confundida.

Ningún motivo para estar al aire libre contemplando unos jardines sumidos en la humedad nocturna y recordando la inesperada excitación de un paseo en moto que solo había durado unos minutos.

Y que había sido veloz, peligroso y emocionante, una locura.

Parecido, muy parecido, al beso duro y rudo que un descarado le había dado en el vestíbulo de su propia casa.

No le interesaban esas cosas. De ninguna manera. Puede que le intrigaran, pero eso era un asunto diferente. Vanessa encontraba intrigantes a los tiburones nadando en silencio, misteriosos, en la piscina de un acuario, pero eso no significaba que tuviera el más mínimo interés en darse un chapuzón con ellos.

Comparación que no era justa, admitió con un suspiro. Nada justa.

Zachary podía ser arrogante, ser descarado, pero no era un tiburón. Había estado muy natural con la señora Grady, incluso dulce. Vanessa tenía un radar infalible para detectar a los que se comportaban con falsedad con la gente a la que ella quería, y no había detectado ni una sola nota falsa en Zachary.

Luego estaba su amistad con Drew. Su hermano era capaz de mantener una relación profesional con personas falsas y con tiburones, pero jamás una relación personal.

Por consiguiente, el problema, si existía alguno, estaba obviamente en ella. Tendría que corregir eso. Corregir, solucionar y eliminar problemas era su especialidad.

Encontraría la solución para este en concreto, la pondría en práctica y pasaría página. Pero primero necesitaba concretar e identificar el susodicho problema, aunque tenía una idea bastante exacta de su raíz.

En cierto modo y en lo que respectaba a esa curiosidad -que no era interés, sino curiosidad-, se sentía atraída.

De una manera elemental, estrictamente química.

Era humana, una persona sana, y Brittany tenía razón. Zachary estaba buenísimo. Con su estilo primitivo y algo tosco.

Motos y cuero, tejanos gastados y sonrisa descarada. Manos fuertes, boca hambrienta.

Vanessa se llevó la mano al vientre. Sí, definitivamente sentía una cierta atracción. Una vez admitido eso, ya sabría encontrar la manera de esquivarlo.

Como una bomba.

Como la bomba que le había explotado dentro cuando Zachary la atrajo de un tirón... La atrajo de un tirón, volvió a considerar. No le gustaba que la atrajeran de un tirón.

¿O sí?

Ness: Da igual -farfulló-.

Los problemas se solucionan con respuestas, no con más preguntas.

Ojalá no tuviera tantas preguntas.

El teléfono sonó en su bolsillo. Lo sacó como una mujer que busca un salvavidas en un mar embravecido.

Ness: Gracias a Dios -suspiró aliviada-.

La Novia Loca sin duda le plantearía un problema que podría resolver con eficacia. Y le permitiría apartar de la mente el suyo.

Ness: ¡Hola, Sabina!, ¿qué puedo hacer por ti?


domingo, 24 de mayo de 2020

Capítulo 2


Vanessa se ocupó de los zapatos, y como iba muy mal de tiempo, solo se dio el gusto de comprarse un par para ella. Se reunió para almorzar con una novia, con la tía preferida de esta (que sería quien la entregaría) y con su dama de honor para hablar sobre los detalles para los invitados, la música y, curiosa coincidencia, los zapatos.

A continuación, se pasó por la tienda de novias donde, a petición de otra novia, asistió a los retoques finales de los vestidos para las damas y dio su opinión sobre las sujeciones y los tocados, y se encontró todavía con una tercera novia y su séquito para deliberar sobre la elección de las mantelerías. Finalmente salió corriendo hacia el Café de la Amistad para charlar un ratito con Sherry Maguire, la encantadora hermana de Liam, cuya boda era inminente.

Sherry: Diane está idiota perdida -anunció, e hizo un mohín apoyando el mentón en el puño-.

Ness: No es la boda de tu hermana.

Sherry: Ya lo sé, ya lo sé, pero sigue estando idiota perdida. Negativa total. Una aguafiestas.

Ness: Sherry, en menos de dos semanas vas a casarte con el hombre al que amas, ¿es correcto?

Una luz destelló en los ojos azul cielo de Sherry.

Sherry: ¡Sí!

Ness: Ese día se ha diseñado por completo para que seas feliz, para festejar este amor, ¿es correcto?

Sherry: Dios mío… así es, como lo has dicho. Has estado... todas habéis estado increíbles.

Ness: Entonces sé feliz. Celébralo. Y si tu hermana está de mala uva por eso, deja que te diga que es problema suyo.

Sherry: Eso es exactamente lo que dice Nick -se llevó ambas manos al pelo y se recogió su cabello dorado-. Y mi madre. Pero... me ha dicho que no vendrá al ensayo general ni al ensayo de la cena.

Idiota perdida, pensó Vanessa, aunque lo único que dejó en¬trever fue una leve expresión de lástima.

Ness: Lo siento. ¿Por qué no?

Sherry: Dice que no forma parte de esta boda. Y eso es porque no ha querido. Le pedí que fuera mi madrina, y no aceptó. No le entra en la cabeza tener que aguantar tanto lío, ni entiende por qué quiero una madrina y una dama de honor.

Ness: Tu hermana y tu amiga íntima de toda la vida.

Sherry: Exacto -dio un puñetazo en la mesa y luego metió la cucharilla en el café con nata montada que había pedido-. Y ahora no comprende que tenga que buscarse una canguro y venir a la cena. Le he dicho que los niños también están invitados, y entonces va y me suelta que no está dispuesta a andar tras ellos durante la cena, a llevárselos y a tener que volver a repetir la misma operación durante la boda. Demasiados nervios para los niños, me ha dicho, y demasiado agotador para ella. Incluso he llegado a decirle que le pagaríamos la dichosa canguro para que Sam y ella pudieran tener la noche libre. Y se ha mosqueado... No puedo con ella.

Ness: Pues déjala.

Sherry: Pero es mi hermana, Vanessa. Es mi boda.

Le saltaron las lágrimas mientras la emoción asomaba a su voz.

Y esto, pensó Vanessa, ha estado latente durante todo el proceso, en la más alegre, encantadora y flexible de todas las novias.

No permitiría que le amargaran ni un solo momento.

Ness: Hablaré con tu hermana.

Sherry: Pero...

Ness: Sherry -le tomó la mano- confía en mí.

Sherry: Vale -respiró hondo, soltó el aire y parpadeó para contener las lágrimas-. Lo siento. Soy una tonta.

Ness: No lo eres. -Para infundir mayor énfasis a sus palabras, le dio un apretón rápido y firme a su mano-. Si quieres mi opinión, conozco a muchas tontas, y te aseguro que no te ajustas al perfil. O sea que hazme un favor y olvida todo esto. Déjalo correr, y concéntrate en lo bien que van las cosas y en lo maravilloso que será.

Sherry: Tienes razón. Sabía que me harías sentir mejor.

Ness: Para eso estoy aquí. -Por debajo la mesa, giró la muñeca y consultó su reloj. Disponía de otros diez minutos-. Dime, ¿has fijado ya la cita para el spa y el salón de belleza, para los últimos retoques?

Los diez minutos se convirtieron en quince, pero se había guardado tiempo de sobra para el trayecto de vuelta a casa, donde le esperaba la última reunión de la tarde. Ni siquiera la fuerte lluvia que la sorprendió de camino al coche le preocupó.

Le sobraba tiempo para llegar a casa, retocarse un poco, coger los informes, controlar el refrigerio y repasar los datos de los clientes con sus socias. Sin embargo, para ahorrarse tiempo enchufó el teléfono en el coche y se puso en contacto con Brittany con el manos libres.

Britt: Glaseados de Votos.

Ness: Hola, voy para casa. ¿Todo listo?

Britt: Café, té, champán, unos canapés sencillos pero fabulosos y unos bombones. Ashley ya ha cambiado las flores. Todas tenemos, o tendremos, nuestros álbumes de muestra. ¡Vaya! ¿Eso ha sido un trueno?

Ness: Sí, esto no ha hecho más que empezar -echó un vistazo a una amenazadora formación de nubes-. Llegaré en unos veinte minutos. Hasta luego.


La tormenta retumbaba en el cielo, violenta y salvaje, y pensó en lo mucho que habría disfrutado del espectáculo si hubiera estado a cubierto. Pronto lo estaría, se dijo, pero disminuyó la velocidad con prudencia mientras la lluvia azotaba el parabrisas.

Circulaba por la carretera que conducía a su casa repasando mentalmente los pormenores de la reunión con los nuevos clientes.

Sucedió deprisa, y todo fue medio borroso por la lluvia.

El perro... ¿o el ciervo...? cruzó la carretera a toda prisa. El coche que venía de frente se desvió para esquivarlo y derrapó. Vanessa levantó el pie del acelerador, pisó el freno, y su corazón logró acompasarse al ver que el animal había salido ya de la carretera.

Sin embargo, el coche que venía de frente volvió a derrapar y se dirigió hacia ella.

Su corazón volvió a dar un vuelco. Sin alternativa posible, dio un volantazo brusco para evitar la colisión. Su coche patinó y con una sacudida invadió el arcén. La tracción trasera se descontroló y el vehículo dio bandazos de un lado al otro. El auto-móvil que venía de frente pasó rozándolo.

Y no se detuvo.

Vanessa se quedó sentada, con las manos pegadas al volante, las rodillas temblando y el corazón en un puño.

Ness: Vale -dijo, y respiró hondo-. Estoy bien. No hay heridas. No estoy herida.

Dado que su intención era seguir ilesa, se obligó a situar el coche completamente en el arcén y a esperar a que le pasara el temblor. Podría llegar alguien y embestir contra su coche.

Lo único que logró fue avanzar a trancas y barrancas.

La rueda pinchada, pensó, y cerró los ojos. Genial.

Cogió el paraguas plegable de la guantera y salió para revisar los desperfectos.

Ness: Oh, no es un pinchazo -musitó-. Un pinchazo habría sido poca cosa... Dos. Dos malditos neumáticos destrozados.

Alzó los ojos al cielo que, constató con amargura, estaba aclarando.

El leve resplandor del arco iris en un mísero destello de sol le pareció, dadas las circunstancias, insultante.

Casi seguro que llegaría tarde a la reunión, aunque al menos no llegaría empapada.

Visto desde el lado positivo.

Volvió a meterse en el coche y llamó a la asistencia en carretera. Como todavía le temblaban las manos, optó por esperar unos minutos antes de telefonear a casa.

Les diría que había pinchado, decidió, y que estaba esperando a que llegara el chico a cambiarle la rueda. Ella era perfectamente capaz de cambiar un neumático pinchado si hacía falta, claro. Pero solo tenía una rueda de recambio.

Se presionó con la mano el estómago, que notaba revuelto, y sacó un antiácido del tubo que llevaba en el bolso.

La grúa tardaría unos treinta minutos con suerte, y luego tendría que pedir al conductor que la llevara a casa, o bien llamar a un taxi. No quería telefonear a ninguna de sus socias y permitir que vieran cómo había quedado el coche.

Ni hablar antes de una reunión.

Un taxi, decidió. Si llamaba a un taxi llegaría en el mismo momento que la grúa. Era más práctico de esa manera. Si pudiera dejar de temblar podría volver a encauzar las cosas. A manejar la situación.

Oyó el rugido de un motor y su mirada se posó en el retrovisor. Aminora la marcha, pensó, respirando aliviada. Una motocicleta, sin duda con espacio suficiente para pasar de largo.

Contra todo pronóstico, aparcó detrás.

Un buen samaritano, pensó. No todos eran unos imbéciles desconsiderados como el otro conductor. Abrió la puerta para decirle al motorista que ya había pedido ayuda y salió del automóvil.

Y vio a Zachary Efron quitándose un casco negro.

Lo que faltaba, se dijo. Ahora la «rescataría» el amigo de su hermano, el mecánico de todos ellos, un hombre que solía ponerla de mal humor.

Le vio sopesar la situación mientras la fina lluvia humedecía su cabello castaño y despeinado. Llevaba los tejanos rasgados por la rodilla, manchados de grasa en las perneras. La camisa negra y la chaqueta de cuero le daban una imagen de chico malo y sexy, inclinado al pecado.

Y unos ojos, pensó Vanessa cuando su mirada se encontró con la de él, que desafiaban a las mujeres a cometer uno con él. Más de uno.

Zac: ¿Estás herida?

Ness: No.

Zachary se la quedó mirando un buen rato como si fuera a decidir eso por sí mismo.

Zac: Tu airbag no se ha abierto.

Ness: No iba tan deprisa. No he chocado contra nada. Evité a un tarado que dio un volantazo para esquivar a un perro y que iba derecho hacia mí. He tenido que meterme en el arcén y...

Zac: ¿Dónde está? Me refiero al conductor.

Ness: No se ha detenido. ¿Quién haría algo así? ¿Cómo es posible que alguien haga algo así?

En silencio, Zac se asomó al interior del coche y sacó un botellín de agua del soporte para vasos.

Zac: Siéntate. Bebe un poco de agua.

Ness: Estoy bien. Solo un poco enfadada. Bueno, en realidad estoy muy enfadada.

Zac le dio un empujoncito y Vanessa se sentó de lado en el asiento del conductor.

Zac: ¿Está en condiciones tu rueda de recambio?

Ness: Por estrenar. Es nueva. Cambié los cuatro neumáticos el invierno pasado. Maldita sea.

Zac: Necesitarás otro par. -Se agachó un instante de modo que sus insidiosos ojos azules quedaron a la altura de los de ella-.

Le llevó un rato comprender que tanto los gestos como el aplomo de la voz de Zachary estaban estudiados para tranquilizarla. Dado que parecía funcionar, iba a tener que agradecérselo.

Zac: Buscaremos unos a juego con los otros dos -prosiguió-. También quiero repasar el coche, ya puestos.

Ness: Sí, muy bien, vale -bebió y constató que tenía la garganta seca-. Gracias. Solo estoy...

Zac: Muy, muy enfadada -remedó enderezándose-. No te culpo.

Ness: Y llegaré tarde. Odio llegar tarde. Tengo una reunión en casa dentro de... ay, mierda, veinte minutos. Tengo que llamar a un taxi.

Zac: No.

Zachary dirigió la mirada hacia la carretera y vio que se acercaba la grúa.

Ness: Qué rapidez, y tú también. No esperaba... -se interrumpió al notar que su cerebro volvía a ponerse en funcionamiento-. ¿Ibas por esta carretera con la moto?

Zac: Voy por esta carretera con la moto -la corrigió-. Visto que has llamado pidiendo una grúa porque te has salido de la carretera, ¿cómo es que no has avisado también a la policía?

Ness: No he podido ver la matrícula, ni siquiera la marca del coche. -Y eso le daba rabia, muchísima rabia-. Todo ha sucedido muy rápido, estaba lloviendo y...

Zac: Y habría sido una pérdida de tiempo. De todos modos, Bill tomará unas fotografías y pasará el parte en tu nombre.

Vanessa se presionó la frente con la palma de la mano.

Ness: Muy bien. Gracias. De verdad, gracias. Creo que estoy un poco afectada.

Zac: Es la primera vez que te veo así. Espera.

Zachary fue hacia la grúa y, mientras hablaba con el con¬ductor, ella bebió un poco de agua y se obligó a tranquilizarse. No pasaba nada, nada de nada. El conductor la llevaría a casa y ni siquiera llegaría tarde. En diez minutos estaría allí, y aún le quedarían cinco para arreglarse un poco. Dejaría la historia de los neumáticos pinchados para después de la reunión.

No pasaba nada.

Levantó la vista y vio que Zachary regresaba y le tendía un casco rojo de bombero.

Zac: Lo necesitarás.

Ness: ¿Por qué?

Zac: La seguridad es lo primero, Piernas. -Le puso el casco en la cabeza y su sonrisa adquirió un leve deje de complicidad-. Muy mona.

Ness: ¿Qué? -abrió unos ojos como platos-. Si crees que voy a subirme a esa moto…

Zac: ¿Quieres llegar a tiempo a la reunión o no? ¿Quieres conservar la fama de señorita Rápida y Eficiente? Ha parado de llover. Ni siquiera te mojarás -volvió a asomarse al interior del coche, pero en esa ocasión sus cuerpos chocaron. Luego se echó hacia atrás llevando su bolso en la mano-. Necesitarás esto. Vámonos.

Ness: ¿No podría el conductor... no puede dejarme él en casa?

Zac ató el bolso a la moto, pasó una pierna por encima y se montó en ella.

Zac: No tendrás miedo de subir a una moto, supongo. Total, solo son unos diez kilómetros...

Ness: Claro que no tengo miedo.

Zachary se puso el casco, arrancó la moto y dio un par de fuertes acelerones.

Zac: El reloj avanza.

Ness: Será posible... -se mordió la lengua, se acercó a la moto haciendo sonar sus tacones y, apretando los dientes, consiguió sentarse a horcajadas detrás de él. La falda se le subió y se le vieron los muslos-.

Zac: Bonito.

Ness: Cállate.

Vanessa no llegó a oír su risa, pero la imaginó.

Zac: ¿Habías montado alguna vez en una Harley, Piernas?

Ness: No. No he tenido ninguna necesidad.

Zac: Entonces esto va a ser una pasada. Vale más que te agarres. A mí -añadió él al cabo de unos segundos-.

Vanessa apoyó con suavidad las manos en su cintura.

Sin embargo, cuando Zachary volvió a acelerar (Vanessa sabía perfectamente que lo había hecho aposta), se tragó el orgullo y lo agarró con fuerza.

Por qué, se preguntó, iba a querer nadie conducir algo que metía tanto ruido, era tan peligroso y tan…

Segundos después volaban por la carretera, y el viento soplaba fresco y reconfortante en cada centímetro de su piel.

De acuerdo, es emocionante, admitió, y el corazón le dio un vuelco cuando él se inclinó para tomar una curva. Terroríficamente emocionante. Como la montaña rusa, que era otra cosa que consideraba emocionante sin por ello constituir una experiencia necesaria para disfrutar de una vida plena.

El paisaje pasaba junto a ellos a toda velocidad. Vanessa sintió el aroma de la lluvia, de la hierba, del cuero de la chaqueta de Zac, la vibración de la moto entre sus piernas.

Sexual, admitió. Un valor añadido a lo emocionante. Razón por la cual seguramente la gente iba en moto.

Cuando Zac tomó el camino de entrada a la finca, Vanessa tuvo que resistir el impulso de levantar los brazos en alto para sentir el viento chocando contra sus palmas.

Se detuvieron frente a la casa y Drew salió a recibirlos.

Drew: Zac.

Zac: Drew.

Drew: Vanessa, ¿dónde está tu coche?

Ness: Ah, he tenido un pinchazo volviendo por la carretera. Zac pasaba por allí. El mecánico de la grúa lo está arreglando. Tengo una reunión.

Su hermano ladeó la cabeza y Vanessa vio cómo se alzaba la comisura de sus labios.

Drew: Vanessa. Has subido a una moto.

Ness. ¿Y qué?

Intentó bajar con elegancia, pero con los tacones y la falda era todo un reto.

Zac se apeó con toda naturalidad y la levantó como si fuera un paquete para entregar.

Ness: Gracias. Muchas gracias. He de irme corriendo o...

Zac: Llegarás tarde. -Desató su bolso-. No creo que quieras irte con eso.

Le desabrochó el casco y se lo quitó.

Ness: Gracias.

Zac: Ya lo has dicho. Varias veces.

Ness: Bueno...

Sin poder articular palabra, nada típico en ella, Vanessa se volvió y se apresuró hacia la casa.

Oyó que Drew decía:

Drew: Entra a tomarte una cerveza.

E intentó no estremecerse cuando Zac respondió con un «No me vendría nada mal».

Zac entró en la casa siguiendo a Drew y alcanzó a ver a Vanessa subiendo a la carrera. Aquella mujer tenía buenas piernas: unas auténticas piernas a lo Hollywood.

Las demás socias -la rubia estilosa, la belleza de pelo castaño y la esbelta de las mechas- aguardaban en el umbral de lo que supuso que sería el salón, hablando todas a la vez.

¡Menuda estampa!

Drew: Un pinchazo -dijo sin dejar de caminar-.

La mansión de los Hudgens tenía estilo, pensó Zac, tenía clase, tenía peso y, sin embargo, conseguía parecerse a un hogar en lugar de a un museo. Dedujo que eso hablaba muy a favor de los que vivían en ella y de los que los habían precedido.

Colores cálidos, cuadros que atraían las miradas en lugar de desconcertarlas, butacas cómodas, mesas resplandecientes y flores, flores y más flores combinadas con el estilo, la clase y el peso.

No obstante, en ningún momento sintió la necesidad de meterse las manos en los bolsillos por miedo a dejar sus huellas en algún objeto.

Había estado en casi todas las habitaciones de la casa, salvo en el ala particular de Vanessa (¿no sería interesante remediar eso?) y siempre se había sentido cómodo. De todos modos, la zona más desenfadada y acogedora seguía siendo la cocina de la señora Grady.

Ella en persona fue quien volvió la espalda a los fogones sin dejar de remover algo que olía de maravilla.

Grady: Vaya, vaya... si es Zachary.

Zac: ¿Qué tal va, señora Grady?

Grady: Muy bien. -Enarcó las cejas al ver que Drew cogía un par de cervezas de la nevera-. Llévatelas afuera. No os quiero bajo mis faldas.

Zac y Drew: Sí, señora -respondieron al unísono los dos hombres-.

Grady: Supongo que te quedarás a cenar -dijo a Zachary-.

Zac: ¿Me lo está preguntando?

Grady: Lo haré si Andrew ha olvidado sus modales.

Drew: Acaba de llegar -musitó-.

Grady: Como los chicos han negociado que haya cena después de la reunión, puedo incluir a uno más. Si él no tiene manías.

Zac: Si cocina usted, señora Grady, me conformo con un solo bocado.

Grady: Menuda labia, chico...

Zac: Eso dicen las mujeres.

El ama de llaves soltó una carcajada y dio unos golpecitos con la cuchara en el borde de la cazuela.

Grady: Fuera, los dos.

Drew abrió la nevera y tomó dos cervezas más. Colocó tres botellas en las manos de Zac, se quedó con una y sacó el móvil de camino a la terraza.

Drew: Chris. Ha venido Zac. Hay cerveza. Ve a buscar a Liam.

Volvió a cerrar la tapa del teléfono.

Drew todavía iba vestido con el traje, observó Zac, y aunque se había quitado la corbata y llevaba el cuello de la camisa desabrochado, tenía toda la pinta del típico abogado que ha estudiado en Yale. Compartía con su hermana el abundante cabello ondulado y la gran sonrisa. Los rasgos de Vanessa eran más suaves, más dulces, pero cualquiera que se fijara con detalle comprendería que eran hermanos.

Drew se sentó y estiró las piernas. Sus ademanes eran más desenfadados y menos envarados que los de su hermana, razón por la cual Zac y él se habían hecho compañeros de póquer y después amigos.

Abrieron las botellas, y tras el primer sorbo helado el cuerpo de Zachary se relajó por primera vez desde el momento en que había cogido las herramientas, doce horas antes.

Drew: ¿Qué ha pasado?

Zac: ¿A qué te refieres?

Drew: No me la juegues, Zac. Un pinchazo... y una mierda. Si Vanessa hubiera tenido un pinchazo le habrías cambiado tú la rueda, o ella, y no habría vuelto a casa montada en tu moto.

Zac: Ha tenido un pinchazo -volvió a dar otro trago de cerveza-. De hecho, han sido dos. Dos ruedas jodidas. -Se encogió de hombros. No solía mentir a los amigos-. Por lo que me ha contado, y por el panorama que he visto al llegar, un capullo ha dado un bandazo para esquivar a un perro. Vanessa ha tenido que saltar al arcén para no quedar hecha polvo. La carretera mojada, puede que fuera un poco descompensada, el caso es que ha dado un bandazo y le han estallado los dos neumáticos izquierdos. Por las huellas del patinazo parece que el otro con¬ductor iba a toda pastilla, ella no. Y el tío ha seguido circulando.

Drew: ¿La ha dejado tirada? -La indignación asomó a su voz y se reflejó en su cara presagiando tormenta-. Hijo de puta. ¿Vanessa ha anotado la matrícula, la marca del coche?

Zac: No tiene datos, y no la culpo. Ha debido de suceder cuando el chaparrón pegaba fuerte; bastante trabajo ha tenido intentando controlar el coche. En mi opinión, lo ha hecho muy bien. No ha chocado contra nada, ni siquiera se le ha abierto el airbag. Temblaba como una hoja, y además estaba cabreada. Muy cabreada, porque pensaba que llegaría tarde a la reunión.

Drew: Pero no estaba herida -dijo casi para sus adentros-. Muy bien. ¿Dónde ha sido?

Zac: A unos diez kilómetros de aquí.

Drew: ¿Ibas por esa carretera con tu moto?

Zac: No. -Maldito tercer grado-. Mira, mamá ha recibido la llamada y ha salido para decirme que Vanessa se había salido de la carretera y se había quedado tirada, así que me he ido en moto para ver cómo estaba mientras mamá despachaba con Bill.

Drew: Te lo agradezco, Zac.

Levantó los ojos al ver salir a la señora Grady, que dejó en la mesa un cuenco con unos aperitivos salados y un platito de aceitunas.

Grady: Para secar toda esa cerveza. Ahí vienen vuestros amigos -añadió el ama de llaves señalando con un movimiento de cabeza hacia un césped iluminado por el leve resplandor del atardecer-. Tú -dijo dando un golpecito a Zac en el hombro-. Puedes tomar una cerveza más, porque no nos sentaremos a cenar hasta dentro de una hora como mínimo, y luego se acabó hasta que esa máquina del diablo no esté aparcada en tu casa.

Zac: Pero antes usted y yo podríamos ir a bailar.

Grady: Ándate con cuidado. -La señora Grady le miró con unos ojos como ascuas-. Me quedan varios ases en la manga.

Y volvió a meterse en casa dejando a Zachary con una sonrisa.

Zac: Apuesto a que sí -levantó la botella para saludar a Chris y a Liam-.

Chris: Esto es lo que me ha recetado el médico.

Christopher French, el niño bonito de la arquitectura, compañero de facultad de Drew, abrió una cerveza.

Las botas recias y los tejanos le decían a Zac que Chris había dedicado la jornada a visitar la obra en lugar de quedarse en el despacho. Contrastaban con la camisa de tejido oxford y los caquis de algodón de Liam. Las gafas del profesor sobresalían del bolsillo de su camisa, y Zachary se lo imaginó sentado en su nuevo estudio, muy a lo profesor Maguire, corrigiendo exámenes con la chaqueta de tweed bien colgada en el armario.

Supuso que componían un grupo muy variopinto, por lo visto: Drew vestido con su impecable traje italiano, Chris, con sus botas de trabajo; Liam, con los caquis de algodón de dar clases, y él...

Joder, si hubiera sabido que iban a invitarlo a cenar, se habría cambiado los pantalones.

A lo mejor.

Chris tomó un puñado del aperitivo salado.

Chris: ¿Hay novedades?

Drew: Vanessa se salió de la carretera. Zac acudió al rescate.

Liam: ¿Está bien? -se apresuró a dejar su cerveza sin haberla probado-. ¿Se ha hecho daño?

Zac: Se encuentra bien. Un par de neumáticos destrozados. Nada importante. A cambio he conseguido un par de cervezas y una cena. He salido ganando.

Drew: Ha traído a Vanessa en la moto.

Chris rió socarrón y desvió la mirada de Drew para fijarse en Zac.

Chris: Estás de coña.

Zac: No hay mal que por bien no venga -empezaba a divertirse y se metió una aceituna en la boca-. O venía en moto, o llegaba tarde a la reunión. En fin... -Volvió a zamparse otra aceituna-. Creo que le ha gustado. Tendré que llevarla a dar una vuelta de verdad.

Drew: Eso -soltó una risita-. Te deseo buena suerte.

Zac: ¿Crees que no puedo conseguir que vuelva a montar en mi moto?

Drew: Vanessa no es una motera empedernida, que digamos.

Zac: Ojo con hablar mal de las moteras -tomó un sorbo de cerveza con una mirada calculadora-. Apostaría cien dólares a que puedo conseguir que se monte en mi moto durante toda una hora, y en solo dos semanas.

Drew: Si te apetece tirar el dinero de esa manera, voy a tener que seguir invitándote a cerveza.

Chris: Te dejaré sin blanca -dijo metiendo los dedos en el cóctel salado-. No tengo ningún problema en dejarte sin blanca.

Zac: Trato hecho -estrechó la mano de Chris-. Las apuestas siguen en pie -dijo a Drew-.

Drew: Muy bien.

Se estrecharon la mano y Drew miró a Liam.

Drew: ¿Quieres apuntarte?

Liam: No, me parece que no... Bueno, creo que voy a apostar por Zachary.

Zachary miró con interés a Liam.

Zac: Puede que seas tan listo como pareces.


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