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miércoles, 30 de octubre de 2013

Capítulo 10


Ness se sentía acorralada. Su padre amenazaba con volar desde Florida para poner las cosas en su sitio. Tal y como había predicho Ashley, su madre estaba entusiasmada y había llamado para ofrecerse en cualquier cosa que ella pudiera necesitar.

En su tono habitual, Derek se había comportado como si fuera perfectamente normal que su primogénito, soltero, de veintinueve años, hubiera dejado embarazada a la mejor amiga de su hija.

Pero si Ness pensaba que Zac había heredado el tacto de su madre, estaba equivocada. ¡Muy equivocada!

Estaba hablando con el contratista acerca de las obras en la guardería cuando notó cómo se le erizaba el vello de la nuca.

**: Quiero hablar contigo.

Ness: Estoy hablando con el señor Higgins.

Ignoró la frialdad en su tono de voz y la agarró del brazo.

**: Estoy seguro de que eso puede esperar mientras discutimos algunos asuntos de suma importancia -se vio arrastrada mientras el contratista captaba la indirecta y volvía a su trabajo-.

Ness: Eso ha sido una grosería -espetó en cuanto estuvieron solos-.

**: Trabaja para mí -se encogió de hombros-. No te preocupes.

Ness: ¿Las cosas funcionan así? -señaló en un tono que habría enorgullecido a su padre-. ¿La gente cumple tus deseos sin rechistar? ¿Nadie se atrevería a desafiar al poderoso Zac Efron, no?

Se tiró del cabello en un gesto que ella ya reconocía como una señal clara de su frustración.

Zac: ¿Has pensado en cómo te las arreglarás cuando nazca el bebé? ¿Y cómo mantendrás a flote tu negocio?

Ness: Me las apañaré. Y no aceptaré tu dinero -respondió con determinación-.

Zac: Ya estás aceptando mi dinero, ¿recuerdas? El proyecto de la guardería para Empresas Efron -dijo fríamente-.

Ness: Eso es diferente -señaló con un nudo en el estómago-.

Zac: ¿En serio? ¿Y si decidiera que la guardería ya no resulta necesaria? -los ojos de Ness se abrieron ante la amenaza implícita-. Eso rompería nuestro contrato. Incluso si me pusieras una demanda, cosa que no puedes permitirte, podríamos llegar a un acuerdo. Pero quizás las negociaciones fueran largas.

Ness: ¿Qué estás sugiriendo?

Zac: Cásate conmigo.

Ness: ¿Cómo? -el corazón le dio un vuelco, pero aguantó el tono-.

Zac: Vas a tener un hijo mío.

Ness: Eso no significa que tengas que casarte conmigo.

Zac: Para mí, sí -frunció el ceño-. He pensado en todas las posibilidades y es la mejor solución. Nos casaremos, al menos hasta que el niño haya nacido. -Ella empezó a protestar, pero Zac levantó la mano-. Escúchame. Es lo mejor para ti, para mí y para el bebé. Seguiremos adelante con el plan original, pero esta vez tomaremos un atajo. Quiero que el bebé lleve el apellido Efron. Y mis padres tendrán al nieto que siempre han deseado, algo que consideran mi deber legítimo.

Ness: ¿Y qué gano yo?

Zac: Ganas en tranquilidad. Y la seguridad de que tu hijo siempre dispondrá de un colchón económico importante. Y dinero suficiente para que tu negocio no se hunda hasta que puedas volver a trabajar.

Ness reprimió una punzada de dolor. Sabía que la trataría como un simple negocio. ¿Qué había esperado ¿Una declaración de amor incondicional?

Ness: Pensaré en ello -respondió en voz alta. Al ver que no respondía y no movía un solo músculo, empezó a sentirse incómoda-. ¿Eso es todo?

Zac: ¡No, maldita sea! -amusgó los ojos-. No he terminado. -Antes de que supiera lo que iba a ocurrir, Zac la sujetó del brazo y se inclinó sobre ella para besarla con pasión. Se aseguró de que ella sintiera toda su frustración antes de soltarla-. Avísame cuando lo hayas pensado -dijo antes de dar media vuelta y alejarse-.

¿Iba a pensarlo?

Zac pensó que nunca había tratado con una mujer tan terca en toda su vida. Y eso era mucho, si tenía en cuenta su propia familia.

El deseo lo corroía por dentro. Deseaba desnudarla y hacerle el amor sin desmayo, pero ella solo se limitaba a mirarlo con esos increíbles ojos marrones y decir que ya lo pensaría.

Bien, quizás debería haberle contado el asunto de Construcciones Hudgens. Al principio había creído que no tenía importancia y después lo había pospuesto hasta que ya había sido demasiado tarde.

El plan había sido una chapuza. Había planeado acercarse a Vanessa con una lógica infalible. Y persuadirla que el matrimonio sería la mejor opción.

Pero, en vez de convencerla de cuánto lo necesitaría para mantener a salvo su negocio mientras tenía a su hijo, había usado el chantaje. Se estremeció ante la idea.

En cuanto ella había comentado que no quería su dinero, se había dejado llevar por el instinto primario masculino de la dominación.

Pero, ¿era eso realmente? No, era su necesidad de tenerla cerca lo que le había hecho perder la cabeza. Ella y el bebé, por supuesto. Había comprendido que deseaba a ese niño y a Vanessa con una intensidad que lo había sorprendido.

Si tan solo la muy cabezota cooperase con él para arreglar las cosas.

Y para colmo de males, parecía que toda su familia había tomado partido por el bando contrario y lo habían dejado solo.

Recordó la mañana en que su hermana se había presentado por sorpresa en su despacho. Estaba furiosa y se lo había dejado muy claro. Ashley lo había apuntado con el dedo y lo había acusado de extorsión.

Ash: ¡Intentas obligarla a que acepte tus condiciones! Le tiras el dinero a la cara porque crees que es igual que Amber, ¿verdad?

Zac: ¿Estás loca? -había replicado, consciente de su terrible comportamiento con Vanessa-. Nunca pronunciaría sus nombres en la misma frase.

Ash: ¿Y por qué tengo que creerte?

Pero había omitido una respuesta y Ashley se había marchado, dejando que rumiara su propio silencio.

Volvió a mirar el paisaje frente a él. Y volvió a pensar en la pregunta de Ashley.

¿Por qué?

Porque era sencillamente ridículo. Amber representaba todo lo que detestaba. Era avariciosa y manipuladora. Y le había enseñado una lección muy dura en el amor.

Hizo una pausa y le dio vueltas en la cabeza a esa idea.

¿Amor? ¿Realmente había estado enamorado de Amber?

Los sentimientos que había albergado hacia ella palidecían en comparación con lo que sentía por Vanessa. De hecho, había pasado los últimos tres días en el purgatorio mientras que Amber decidía si le abría las puertas del paraíso o... bueno, la otra opción no merecía pensarse.

Entonces, ¿por qué seguía pensando que Amber había traicionado su amor mientras pensaba que no amaba a Vanessa?

La certeza se abrió paso como los rayos de sol en la mañana clara.

Temía el poder que Vanessa podría ejercer sobre su voluntad si admitía algo parecido a la palabra «amor». Si Amber lo había herido, la capacidad de Vanessa para hacerle daño sería terrible.

Pero, maldita sea, amaba a Vanessa. Y la razón principal era que representaba la antítesis de Amber. Era cariñosa, dulce y vulnerable.

Su familia pensaba que era un mal tipo, pero la verdad era que no había podido sacarse a Vanessa de la cabeza. Su mente tenía la alarmante tendencia de divagar durante las conferencias, las reuniones y en cualquier momento.

Suponía que no le quedaba otro remedio que aguantarse hasta que ella le diera una respuesta a su proposición. Era su turno para mover pieza.

Solo podía pensar en una forma de desequilibrar la balanza en su favor. Una forma de olvidar todo lo que había dicho y que ella tomara la decisión de casarse con él y que su hijo llevara el apellido Efron... sin la presión que ejercían sobre ella su dinero y el hecho de que fuera el propietario de Construcciones Hudgens.

Acababa de efectuar la llamada cuando una voz retumbante sonó en la recepción.

Era lo que necesitaba. Otra visita inesperada. Todavía no se había recuperado de la visita de su hermana esa mañana. Pero, cuando salió al pasillo, se quedó de piedra.

Era el padre de Vanessa, justo a tiempo.

Zac: Señor Hudgens -saludó respetuoso-.

Patrick Hudgens se giró y arqueó las cejas. Pese a que Zac fuera un poco más alto, el buen hombre no le perdió la cara.

Patrick: Vaya, vaya, muchacho. Somos casi de la familia. Olvida eso de señor Hudgens. Llámame Patrick.

Zac: Bien, Patrick.

Patrick: Acabo de decirle a esta encantadora señorita -y miró a Celia- que venía a hablar contigo, pero que no tenía cita.

Zac: No necesitas una cita -señaló su despacho-. Adelante.

Patrick: ¿Seguro que no te importa?

Zac: Celia, no me pases llamadas -indicó-.

Celia: Por supuesto -asintió la buena mujer-.

Patrick entró en primer lugar y Zac se dirigió al bar.

Zac: Ya sé que es pronto, pero ¿puedo ofrecerte algo?

Patrick: Whisky -se sentó en un sillón de cuero-. Con hielo. No es demasiado pronto.

Zac: Supongo que Vanessa no sabe que has venido a verme -le tendió el vaso y retuvo su copa-.

Patrick: Supones bien -ambos bebieron-. Siempre fuiste muy avispado.

Zac: ¿Qué te ha contado? -preguntó, con los codos en las rodillas, meciendo la copa-.

Patrick: Solo que finalmente te había contado que estaba embarazada.

Así pues, la proposición de matrimonio no había llegado a sus oídos. Suponía que no se lo diría a su padre hasta que hubiera tomado una decisión. No tenía sentido alimentar falsas esperanzas.

Patrick: No me hizo mucha gracia que me hija se hubiera quedado embarazada fuera del matrimonio -señaló-.

Zac asintió y se preguntó si Vanessa le había hablado alguna vez a su padre de su enfermedad. Aparentemente, parecía que no. Así que guardó silencio.

Patrick: Pero ya no hay marcha atrás -dijo con una sonrisa-. Y un nieto siempre es un nieto.

Zac bebió un sorbo. Al menos, contaba con el apoyo de Patrick en ese sentido.

Patrick: No me gusta ver cómo Ness sufre. Pero estoy seguro de que solucionaréis vuestros problemas -dijo con énfasis-.

Zac: ¿Te ha mencionado algo acerca de Construcciones Hudgens? -preguntó sin tanto optimismo-.

Patrick: Sí, y echaba fuego por la boca. Pero a mí me alegró esa parte. Recuperaríamos la empresa para la familia, en cierto modo. ¿Pasarás el control de Construcciones Hudgens al chico, verdad?

Zac: Por lo que a mí respecta, es parte de la herencia del crío. No lo vendería -hizo una pausa-. Tanto si Vanessa acepta mi proposición matrimonial como si me rechaza.

Patrick: Me alegro de que estemos de acuerdo -afirmó satisfecho-.

Zac empezaba a ver las cosas con más claridad. Y comprendía las razones del enfado de Vanessa en todo ese asunto. Su padre encaraba la compañía como un beneficio adicional al hecho de convertirse en abuelo.

Zac: Quiere que se la respete por sus méritos, no solo por su matrimonio -apuntó, siempre que aceptara casarse con él-.

Patrick: Pues claro que quiere que aplaudan sus méritos -repitió-. Ha trabajado muy duro para levantar su propio negocio.

Zac: ¿Y por qué vendiste Construcciones Hudgens, si me permites la pregunta? -se decidió a preguntar-.

Patrick: La construcción es un mundo difícil y no resulta sencillo para los débiles -dijo recostado en el sillón-. Cuando me jubilé, me pareció que hacía lo correcto. El negocio tenía más posibilidades de mantenerse a flote en manos de una compañía más grande. Imaginé que era lo mejor para la mayoría de los empleados y así salvaban su puesto.

Zac: ¿Nunca pensaste que Vanessa se hiciera cargo de la compañía?

Patrick: ¡Por el amor de Dios, no! -tamborileó en el apoyabrazos de madera-. ¿Por qué habría querido meterse en un mundo tan sucio como la construcción? Además, estaba forjándose un futuro brillante en la carrera de Arquitectura.

Zac: Quizás porque la compañía llevaba su nombre, Hudgens -bebió otro sorbo de su copa y miró al hombre por encima del vaso-.

Patrick se quedó callado un instante mientras digería la información.

Patrick: Habría sido un suicidio, en todo caso. Ya te he dicho que la empresa no era viable a largo plazo. No tal y como progresaba el negocio de la construcción.

Zac: ¿Alguna vez hablaste con Vanessa acerca de lo que te llevó a vender?

Patrick: No, creo que no -lanzó un suspiro-. Supongo que habría sido lo más sensato. No quería que pensara que vendía porque no confiaba en ella.

Zac: Pero el hecho es que Vanessa tiene cabeza para los negocios -señaló, aliviado por la confesión de Patrick-. Es decidida y sabe lo que quiere.

Patrick: Sí, es cierto -afirmó con cierto orgullo-.

Zac: ¿Por qué no se lo dices alguna vez? -lo miró a lo ojos, marrones como los de su hija-. Hasta los mejores necesitamos oírlo de vez en cuando.

Patrick: Lo haré -aseguró con un gruñido-. Desde luego que lo haré.

Zac: ¿Crees que el mundo está preparado para un retoño Efron Hudgens? -preguntó ya más relajado y con una sonrisa-.

Patrick: Yo también me lo he preguntado -le palmeó en la espalda como una señal de su nuevo entendimiento-.


Ness pasó toda la noche en vela, inquieta. Cada vez que se adormilaba, empezaba a soñar con Zac. Zac le pedía que se casara con él, Zac le hacía el amor, Zac la divertía, la irritaba y la molestaba.

Se levantó a las siete y comprobó que no tenía buen aspecto. Tenía los ojos llorosos. Paseó en bata, se preparó unos huevos y unas tostadas. Echaba de menos su matutina taza de café. Pero había renunciado a la cafeína en cuanto había sabido que estaba embarazada.

Una vez que tuvo todo listo, se instaló con la bandeja en el salón. Se acomodó en el sofá y se dispuso a mirar las noticias de la mañana.

Zac no había llamado. Ya habían pasado tres días. ¿No era eso lo que quería? Pero una parte de ella hubiera deseado que persistiera en su acoso sin darse por vencido.

A mediodía sonó el teléfono mientras hojeaba unos catálogos de antigüedades.

Al principio, pensó que sería Zac. Después le molestó la emoción que la había embargado ante esa idea. Tenía que mantenerse fría y calmada.

De hecho, no era Zac, sino su abogado.

**: Señorita Hudgens -informó-, he hablado esta mañana con el señor Efron y me ha pedido que la llamara con relación a los términos de su acuerdo.

Ness: ¿Sí? -dijo con la mano aferrada al auricular-.

**: El señor Efron me ha autorizado a transferir todas sus acciones en Empresas Samtech a su nombre. ¿Está usted de acuerdo, señorita Hudgens?

Notó cómo todo su mundo se volvía del revés y le temblaron las manos.

Ness: Sí.

**: Bien. Haré las gestiones pertinentes y volveré a llamarla a final de semana cuando los documentos estén listos para su firma -y se despidió tras reclamar de Ness algunos datos personales-.

Ness colgó en medio de una nebulosa. Zac había decidido poner Construcciones Hudgens en sus manos. Y, de paso, había borrado su miedo a que la aceptación de su propuesta de matrimonio la dejaría en manos de su padre.

Pero, ¿por qué?

Era un gesto muy generoso por su parte. Quizás no lo hiciera solo por el bien de su hijo. No habían estipulado que ella tendría las acciones de la compañía.

Parecía uno de esos grandes gestos que solo hacían los hombres cegados por el amor. Un hombre que quisiera probarle a su mujer que su amor era auténtico. ¿Sería eso posible?

Comprendió el gran paso que suponía para Zac confiar en ella de esa manera después de lo que había vivido con Amber. Se llevó dos dedos temblorosos a los labios. Había confesado que la deseaba. Había sentido una irresistible atracción desde que la había visto por primera vez. Deseaba creer a toda costa que...

Y, si ella lo amaba, ¿no valía la pena luchar por ese amor? Quizás no la quisiera. Pero al menos sabía que la deseaba y, si Ashley tenía razón, podían llegar a algo mucho más profundo... con su ayuda.

Miró el reloj y levantó el auricular. Para que su plan funcionara, necesitaba la ayuda de Ashley. Esta vez, tenía su propia proposición para Zac.




¡Un capi y epílogo!
El final se acerca...

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lunes, 28 de octubre de 2013

Capítulo 9


Treinta y ocho, treinta y nueve, cuarenta. Terminó de contar los días en el calendario.

Tenía un retraso. No había la menor duda. ¿Cómo era posible?

En su estado, quedarse embarazada tendría que haberle resultado mucho más difícil. Y sin embargo, una sola e inolvidable noche en los brazos de Zac había sido suficiente.

El pánico se apoderó de ella. Tendría que ir a su ginecólogo para confirmarlo. Pero estaba segura del diagnóstico. Nunca se retrasaba tantos días.

Había evitado a Zac con bastante éxito desde la fatídica noche. Había aceptado llevarla a su casa después de que ella aceptara la compañía de Mandy durante unos días hasta que pudiera desenvolverse sin las muletas.

De hecho, desde esa noche no había coincidido con Zac y solo había tratado con David para el seguimiento de la guardería. Si a David le había perecido extraño que ella y Zac no discutieran entre ellos el asunto, no lo había mencionado.

Se había sentido muy desgraciada, por supuesto. Había perdido peso el mes anterior y eso había hecho del embarazo una sorpresa doble. Ahora tendría que obligarse a comer mucho más por el bien del bebé.

Si al menos pudiera dormir por las noches. Desde que había salido de la casa de Zac, había pasado más de una noche en vela.

Recordó la noche que había pasado en los brazos de Zac. El deseo mutuo, una vez desatado, había resultado una fuerza de la naturaleza mucho más poderosa que la suma de sus voluntades en busca de satisfacción. Entonces se había asustado debido a las emociones que había despertado en ella y lo que había admitido interiormente en un momento de pasión. Estaba enamorada de él.

Había reaccionado a la defensiva, dudando que fuera capaz de seguir adelante con su acuerdo pese al dolor en su corazón. Y Zac había salido de su vida en un acuerdo tácito de que ambos olvidarían la noche de pasión que habían compartido y seguirían con sus respectivas vidas.

El problema era que, en menos de nueve meses, tendrían una poderosa razón que les recordaría constantemente esa noche.


La visita de Ness a la consulta de su médico le confirmó lo que ya sabía. Si el doctor se sorprendió ante el rápido cambio de los acontecimientos, no lo demostró.

Después de las oportunas indicaciones del médico, una docena de folletos sobre maternidad y fijar la fecha para su próxima visita, salió de la consulta y condujo hasta su casa.

¿Qué iba a hacer? Quizás podría convencer a todos de que se había quedado embarazada mediante inseminación artificial en tan poco tiempo, pero ¿qué haría cuando naciera su hijo? ¿Y si era un chico con los rasgos característicos de los miembros masculinos de la familia Efron? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que se descubriera la verdad?

Siempre podía mudarse a otra ciudad. Incluso podría reunirse con su padre en Florida. Pero eso supondría el cierre de su negocio y empezar de cero en otro sitio.

No, tenía que hacer frente a la realidad. Llevaba el hijo de Zac y debía criarlo en Carlyle, donde estarían sus raíces.

Antes o después tendría que contárselo a Zac, por supuesto. Pero, por el amor de Dios, no en ese momento.

Necesitaba tiempo para reunir fuerzas. Necesitaba tiempo para pensar. Y no quería, por nada del mundo, que Zac pensara que acudía a él por dinero. Eso solo confirmaría su idea acerca de las mujeres y sus motivaciones.

Normalmente, se confesaba con Ashley en situaciones como esa. Ash era su mejor aliada en las crisis. Pero conocía la reacción de Ashley. Estaría contentísima de que su idea original hubiera surtido el efecto deseado. Insistiría en que se lo dijera a Zac para que éste asumiera sus responsabilidades, tanto económicas como emocionales.

Una vez en casa, tiró el bolso sobre una mesa y se dirigió al despacho. La única persona en la que podía confiar era en su padre. Y no le haría muy feliz.

Se mordió el labio inferior y encaró el teléfono en la mesa de su despacho como si estuviera poseído por espíritus malignos. Solo el cielo sabía cómo reaccionaría cuando supiera que su única hija, todavía soltera, estaba embarazada.

Pero decidió que lo mejor era hacer frente a lo inevitable. Levantó el auricular y marcó el número de su padre. El saludo al otro lado de la línea le retorció el estómago.

Patrick Hudgens empezó inmediatamente con su tema favorito. Se quejó por lo poco que lo llamaba su única hija.

Patrick: Nessi, si estás demasiado ocupada para acercarte hasta aquí, iré yo a verte. Me vendrá bien reunirme con los amigos.

Su padre se refería, naturalmente, a sus socios en la empresa y compañeros de pesca. Muchos de ellos, pese a las excelencias que su padre les había contado de los cayos de Florida, todavía necesitaban más estímulos para dar ese paso.

Una vez que su padre había roto el hielo, Ness respiró hondo y se tiró a la piscina.

Ness: Me alegro de que hayas pensado en pasarte por aquí. ¿Qué te parece si vienes el fin de semana del Día del Trabajo, navidades y, digamos, a mediados del próximo abril?

Patrick: Me encanta que estés tan ansiosa por verme -rió-. ¿Y qué se celebrará el próximo mes de abril, si puede saberse?

Ness: El nacimiento de mi bebé. No hay una fecha concreta todavía -dijo con los ojos cerrados-, pero si tienes suerte, estarás presente en el parto. -Hubo un silencio del otro lado de la línea telefónica-. ¿Papá? -preguntó, ya con los ojos abiertos-.

Patrick: ¡Cómo! -escuchó que mascullaba entre dientes-. Cuando te dije que me encantaría que me hicieras abuelo, cariño, creía que estaba claro que contaba con que se celebrara una boda primero. Parece que tenía razón al preocuparme por ti.

Ella se estremeció. Sabía que se sentiría decepcionado con ella. Pero no ayudaba en nada que su padre confirmara esas terribles sospechas.

Patrick: Y ahora vas a decirme quién es el padre -rugió-.

Ness: Zac Efron -dijo completamente tiesa-.

Patrick: ¡Por todos los santos! Así que, ¿Efron?

Ness: Espera, papá, no te enfades...

Patrick: ¿Enfadado? -soltó una carcajada clara-. Estoy encantado.

Ness: ¿Qué?

Le habría resultado menos sorprendente que le hubiera dicho que abandonaba la pesca para ingresar en una orden franciscana.

Patrick: Vaya, así que voy a ser abuelo -rió-. Bueno, te aseguro que eso colma mi corazón. Y además, cielo, has conseguido recuperar el negocio familiar.

Ness: ¿De qué estás hablando?

Patrick: Zac es el dueño de casi todo lo que antes era Construcciones Hudgens, cariño.

Ness: ¿Qué? ¿Cómo?

Todo su mundo se puso patas arriba. ¡No era posible!

Patrick: No lo adquirió directamente -prosiguió-. No, se lo compró a los hermanos Scudder un año después de que yo lo vendiera. Zac es el accionista principal en una compañía llamada Samtech que ahora es propietaria de lo que antes era nuestro negocio.

Ness sintió que la cabeza le pesaba demasiado. El apuro en el que estaba metida se reveló tan grande como una tonelada de ladrillos. Era mucho peor de lo que había imaginado... porque había involucrado a su padre en el juego.

Su padre pensó que Ness le había proporcionado las llaves de un negocio que había dirigido toda una vida. Un negocio que ella siempre se había preguntado si hubiera puesto en venta de haber tenido un hijo con el coraje necesario para meterse de lleno en el mundo de la construcción. Ahora, con la ayuda de Zac y un poco de suerte, podría cederle su empresa a uno de sus nietos.

Patrick: Te ha pedido que te cases con él, ¿verdad, garbancito?

Ness notó que empezaba a calentarse. ¡Su padre ya la veía en el altar!

Ness: No se lo he dicho.

Patrick: ¡No se lo has...! Y, en nombre de todos los santos, ¿por qué? -estalló-. Al menos, oblígale a que asuma su responsabilidad.

¿Eso era ella, una responsabilidad?

Ness: Quizás no quiera casarme con él. ¿Has pensado en esa posibilidad? -espetó para que asimilara ese golpe-. Ya se lo diré a su debido tiempo. ¡Y no se te ocurra intervenir!

Patrick: Vamos, no te pongas a la defensiva, garbancito...

Ness: No me vengas con esas. ¡No necesito otro hombre que me diga lo que tengo que hacer! -gritó en tono chillón, pero no le importó-.

Escuchó la risa sorda de su padre a través del auricular.

Patrick: Ha intentado decirte lo que tienes que hacer, ¿eh? Ya aprenderá. No se juega con el carácter de los Hudgens.

Ness: Adiós, papá -y colgó el teléfono-.

¿Cómo era posible que Zac fuera el dueño de Construcciones Hudgens y que ella no lo supiera? Porque no era directamente el propietario y... ¡porque nunca lo había mencionado!

De pronto acudió a su mente una idea todavía más siniestra. ¿Y si Zac le hubiera ocultado esa información adrede? Recordó el concierto en la fiesta del 4 de julio y su charla acerca de su padre. No cabía duda de que habría imaginado, si no antes, que esa información hubiera resultado de vital importancia para ella.

Mientras ella había desnudado sus sentimientos acerca de sus miedos y su necesidad de demostrar su valía ante su padre, él había sabido que era propietario del negocio de su familia. ¿Cuándo habría pensado en compartir esa información con ella?

Tamborileó con los dedos en la mesa y entrecerró los ojos. ¿Quizás en la sala de partos? Sí, tenía sentido. Zac y su padre compartiendo una sonrisa cómplice frente a su cuerpo postrado y exhausto, después de traer al mundo el muy querido heredero de la familia Efron-Hudgens.

¡Podría estrangular a Zac! Después de lo que le había contado, sabía que estaría en manos de su padre. Y, aun así, no le había avisado. No le había dicho nada y se había limitado a hacerle el amor de un modo salvaje y pasional.

El odio fue sustituido por el dolor. ¡Había confiado en él! Había compartido sentimientos que nunca antes había revelado.

Bien, le daría una lección. No era una niña que necesitara que la protegieran de la verdad, la manipularan o le dijeran lo que tenía que hacer. ¡Tendría el bebé por su cuenta y se las arreglaría perfectamente!


Zac: ¿Qué has dicho?

Ash: Ness está embarazada -repitió su hermana-.

Vanessa estaba embarazada. Iba a ser padre.

Zac: ¿De cuánto está?

Ash: Oh, ya lo sabes -hizo una mueca-. Poco.

Zac: ¿Dónde está? -preguntó con paciencia-.

Ash: No lo sé -le dirigió una mirada burlona-. No lo ha dicho.

Zac: ¿Te ha dicho quién es el padre?

Ash: Acudió a una clínica de fertilidad... -Zac salió de su despacho a grandes zancadas y Ashley lo siguió-. Zac, ¿dónde vas...?

Zac: Estaré fuera esta tarde -informó a su secretaria mientras se dirigía a los ascensores que había detrás de la recepción-. No estaré localizable.

Ash: Siempre estás localizable -apuntó que intentaba ponerse a su altura-. ¿Adónde vas? -Zac ignoró la pregunta. El ascensor llegó, subió a la cabina y se volvió para mirar a su hermana, que no dejaba de insistirle-. ¿Qué ha pasado entre vosotros dos?

Zac: Te lo contaré en cuanto lo sepa -replicó antes de que las puertas se cerrasen-.

No dejaba de darle vueltas a la cabeza mientras conducía hacia casa de Vanessa a más velocidad de la permitida. ¿Y si el bebé era suyo? ¿Había planeado ocultárselo? ¿O realmente había pasado de sus brazos a ponerse en manos de un médico en una de esas clínicas? Sintió cómo le vibraba una vena en la sien.

Había una cosa segura. Si ese bebé era un Efron, se aseguraría de que Vanessa reconociera su paternidad.

Frenó frente al despacho de Bebés Preciosos, caminó hasta la entrada y subió los escalones del porche de dos en dos. Un cartel que rezaba «abierto» colgaba en la puerta de cristal. Al tiempo que entraba, giró el cartel.

Vanessa estaba sentada en su mesa, sujetaba el teléfono con el hombro y tomaba notas en un cuaderno. Abrió los ojos de par en par al ver a Zac.

Ness: Sí, señora Bradford, el papel de la pared lo recibirá el martes.

Avanzó hacia su mesa y se inclinó sobre ella con las manos apoyadas en el fino acabado de madera de caoba. Vanessa garabateó algo y la punta del lápiz se rompió a causa de la presión.

Mientras buscaba otro lápiz con el que escribir, Zac la sujetó por la muñeca y le obligó a mirarlo a los ojos. Deletreó que colgara el teléfono y le soltó la mano.

Ness: Está bien -balbuceó, insegura-. Sí, de acuerdo. Hablaré con usted el martes.

Ness colgó el aparato y miró a Zac. Parecía un tigre preparado para saltar sobre su presa.

Zac: Una sola pregunta -dijo con la voz tenue-. ¿Es mío?

Los ojos azules de Zac se clavaron en ella, que sostuvo su mirada. Eran magnéticos, penetrantes y escrutadores.

Ness: Sí.

Relajó los hombros y desapareció algo de la tensión en sus facciones.

Zac: Le dijiste a Ashley que habías solicitado un donante de esperma -acusó-.

Ness: No. Asumió que fue lo que había pasado y no lo desmentí. Además, no sería mentira. Eres uno de los donantes que ella sugirió.

Zac: ¿Cuándo pensabas contármelo?

Esa fue la chispa que encendió la mecha. ¡No esperaba que Zac se enfadara con ella bajo ningún concepto!

Ness: Justo cuando tú decidieras decirme que eres el propietario de la empresa de mi padre -se incorporó de su asiento-.

Zac seguía siendo mucho más alto, desde luego. Pero al menos no se sentiría como un criminal en una sala de interrogatorios, sometida al tercer grado.

Sostuvo la mirada de Zac sin flaquear hasta que éste apartó la vista y empezó a dar vueltas por el despacho.

Zac: No creía que fuera importante. Al principio, no estaba seguro de que no lo supieras.

Ness: Después del concierto, sabías que me importaba mucho. ¡Y no dijiste nada!

Zac: Está bien, tendría que habértelo contado -admitió de frente a ella-. Pero ahora mismo tenemos otro problema mucho más grave. Estás embarazada y tenemos que pensar qué vamos a hacer.

Ness: ¿Nosotros? -el modo en que quitó importancia a Construcciones Hudgens la enfureció todavía más-. Creía que estábamos de acuerdo en que no habría un «nosotros».

Zac: Eso fue antes de que supiera que iba a ser padre -señaló con una sonrisa siniestra-.

Ness: Bien, pues no te preocupes. No lo serás -afirmó-.

Zac: ¡El bebé que llevas dentro es mío! -amusgó los ojos-. ¿O estabas mintiendo?

Ness: Admito que contribuiste en algo. Pero eso está muy lejos de la paternidad.

Zac: ¿Una pequeña contribución? -avanzó hacia ella-. Yo diría que fue una gran contribución en beneficio mutuo.

Ness: Yo me crié sola con mi padre. El bebé y yo estaremos muy bien solos.

Zac se detuvo un instante y metió las manos en los bolsillos.

Zac: Así que ya sabes que un solo padre puede hacerlo muy bien, pero dos sería una ayuda -apuntó-.

Había enfurecido a Zac, pero eso no le había reportado la satisfacción que había imaginado.

Un músculo se tensó en la mandíbula de Zac.

Zac: Tu hijo es un Efron. ¿Estás segura de que quieres negarle a tu hijo todas las ventajas que eso representa?

Ness: No voy a impedirte que veas a tu hijo, si te refieres a eso -dijo con la mirada serena-. Pero, pese a lo que puedas pensar acerca de las mujeres, el dinero no me interesa. Ni para mí ni para el bebé.

Zac frunció el ceño mientras elegía las palabras cuidadosamente.

Zac: Si consideramos los hechos en conjunto, lo que yo piense acerca de tus motivaciones ya no es relevante.

Ness: Es muy relevante -sacudió la cabeza-. ¡Escúchate! Estás hablando de todas las ventajas materiales que podrías ofrecerle a este niño.

Zac: Es el papel que habitualmente cumplimos los hombres -pareció triste-. Somos proveedores. ¿Acaso vas a negarlo?

Ness: No voy a negarte nada, Zac. No pienso impedirte que veas a tu hijo o a tu hija. Pero no necesito nada más.

«A excepción de ti, por supuesto».

Pareció que fuera a decir algo importante, pero después cambió de idea. Asintió con un gesto de la cabeza, giró sobre los talones y salió de allí.

Ness se dejó caer en su silla y finalmente dejó que las lágrimas brotaran. Había cumplido con lo que se había propuesto. Había echado en cara a Zac sus mentiras y había manifestado que podría educar a su bebé por sus medios. Pero, ¿por qué se sentía tan desgraciada?


Esa noche, Ashley se presentó sin previo aviso. Tal y como era habitual en ella, fue directa al grano sin miramientos.

Ash: Nessi, cuando le dije a Zac que estabas embarazada, salió del despacho como alma que lleva el diablo.

Ness: Ashley, yo... -tragó saliva-.

Resultaría duro abordar ese tema con Ashley, pese a los muchos años que duraba su amistad y todos los secretos que habían compartido. Estaban en el salón. Ness se había dejado caer en un sillón y Ash se acomodó en el sofá.

Ash: ¿Has hablado con él? Te juro que si te ha insultado, le... Bueno, no sé lo que le haría, pero sería muy doloroso.

Ness: Ash...

Ash: Puede ser que solo quiera protegerte, pero no tiene derecho a ejercer de hermano mayor contigo -resopló furiosa-. ¡Ya me tiene a mí para eso! Además, tiene que aprender a respetar tus decisiones...

Ness: Ash, voy a tener un hijo de Zac.

Ash: ¿Qué? -por primera vez, pareció desconcertada-. ¿Cómo...? ¿Qué...?

Ness: No olvides preguntarme cuándo y dónde -dijo secamente-.

Ash: ¡No es el momento para hacer bromas!

Tiró el cojín que tenía entre las manos contra la mesa y se dirigió hacia la chimenea.

Ness había sabido que no resultaría sencillo. Solo confiaba en que Ashley pudiera perdonarla algún día. En ese instante, parecía que estuviera en el juzgado.

Ash: Está bien, creo que he sufrido un golpe emocional -suspiró-. Tienes suerte de que la furia y el dolor duren tan poco. Ahora ya me siento muy feliz.

Ness: ¡Oh, Ash!

Tenía que haber sabido que Ashley siempre le sería fiel.

Ash: ¿Cómo no me lo has contado? -levantó las manos exasperada-. Me dejaste pensar que... bueno, ya lo sabes.

Ness se aclaró la garganta. Habían existido muy pocos secretos entre ellas.

Ness: Eres la hermana de Zac. Te habrías sentido obligada a contárselo y, conociéndote, lo habrías amenazado -esbozó una sonrisa débil-. De todos modos, tuvimos una discusión espantosa.

Ash: ¡Vaya, me hubiera encantado verlo! -dijo con expresión incrédula-. Zac nunca pierde los nervios. Eso arruinaría su reputación.

Ness: Yo lo provoqué -admitió-.

Ashley sonrió y se cruzó de brazos.

Ash: Todavía mejor. ¿Estaba furioso porque no se lo hubieras contado enseguida?

Ness: No solo eso. Estaba rabioso. ¿Sabías que Zac posee Construcciones Hudgens a través de una empresa subsidiaria?

Ashley se quedó muda y volvió al sillón donde se derrumbó.

Ash: ¡Oh, Dios mío!

Ness: Sí. Un hecho crucial que olvidó mencionar incluso después de... -se ruborizó-.

Ash: Ya entiendo.

Ness: Mi padre está loco de contento. No solo voy a darle el nieto por el que tanto ha suspirado, sino que voy a recuperar el negocio familiar. Zac se hará cargo de todo, por supuesto, hasta que... -y cruzó los dedos con expresión sarcástica-, si hay suerte, la empresa pueda pasar a manos del heredero.

Ash: ¡Dios mío!

Ness: Exacto.

Ash: ¿Y cómo reaccionó Zac?

Si al menos hubiera existido alguna reacción.

Ness: Admitió que tendría que habérmelo contado, pero no creía que fuera tan importante como para mencionarlo desde un principio. -Ashley entornó los ojos-. Insiste en aceptar las responsabilidades financieras del bebé.

Ash: Naturalmente, Zac ha tenido responsabilidades desde que estaba en la cuna.

Ness asintió. Era una de las razones por las que lo quería. Pero no le permitiría que asumiera todas las responsabilidades en esta ocasión.

Ness: Bien, sí. Pero no se lo permitiré.

Ash: ¿Qué? -pareció alarmada y se inclinó hacia delante-. ¿Qué quieres decir?

Ness: Quiero decir que cometimos un error -dijo con convicción-. Puesto que yo era quien quería quedarse embarazada, el bebé es solo responsabilidad mía.

Ash: ¿Un error? ¿Te has vuelto loca? -se puso de pie de un salto y se llevó las manos a las caderas-. ¿Crees que mi hermano va por ahí embarazando a cualquier mujer? Claro que no. Zac nunca se deja llevar por sus impulsos. Te desea. De lo contrario, nunca tendrías un hijo suyo.

Ness: El deseo no tiene nada que ver con el amor -suspiró-.

Ash: No, pero es el camino que conduce al amor.

Ness: Ni siquiera le gusto.

Ash: ¡Oh, vamos! -arqueó una ceja en un gesto característico de la familia-. Examinemos las evidencias, ¿de acuerdo? Mi hermano ha evitado cualquier tipo de lío amoroso en los últimos siete años. En apenas unas semanas te ha contratado para el proyecto de la guardería y ha roto una de sus reglas de oro. Nunca mezcla el trabajo con el placer. -Se paró un instante y le dirigió una mirada perspicaz-. Y no solo eso, sino que lo hace consciente de que está jugando con fuego. Después de todo, eres una mujer que busca a toda costa quedarse embarazada. Inexplicablemente, se enfada cuando se entera de que quieres acudir a una clínica de fertilidad y te sugiere que te busques un marido. ¡Y después se presenta voluntario para ese puesto!

Ness estuvo a punto de sonreír. Ashley, a la hora de exponer un caso, era todo un espectáculo. Incluso si lo hacía a su costa. Y aunque no había adivinado el acuerdo al que habían llegado, se había aproximado bastante a la verdad.

Ash: Me muero de curiosidad, pero no voy a preguntarte cómo pasó... -hizo una pausa y le dirigió una mirada cómplice-, pero sería un buen confesor si alguien necesitara alguno. Solo sé que entre vosotros dos existe más química de la que nunca he visto en una pareja desde los años de instituto. -Ness suspiró-. Tú lo quieres, ¿verdad?

La inesperada pregunta y la mirada comprensiva de Ashley provocaron que las lágrimas asomaran a los ojos de Ness. No quería llorar delante de Ashley, pero había poco que pudiera hacer para ocultar las evidencias.

Ash: ¡Oh, Nessi! -se sentó a su lado y abrazó a su amiga-. Está bien.

Ness: No, no está bien -dijo entre sollozos-. He estropeado todo.

Ash: ¿Tú? -frunció el ceño-. Yo diría que Zac tiene la misma responsabilidad que tú en lo que ha pasado.

Ness: ¡Yo solo quería tener un hijo! -dijo con voz entrecortada-.

Ash: ¡Y lo vas a tener! ¡Y yo seré su tía! -se rió-. Y mi madre... ¡Oh, mi madre! Estará encantada.

Ness: ¿Con que yo haya tendido una trampa a su hijo? -balbuceó-.

Ash: No, tonta. ¡Estará encantada contigo y con su nieto! Ha sido su mayor deseo desde que tengo uso de razón.

Ness: ¿A qué te refieres? -miró a su amiga, algo avergonzada-.

Ash: Bueno, es...

Ness: He sido como un libro abierto, ¿verdad?

Había pasado años procurando que no se notara su interés por Zac. Parecía que su esfuerzo había resultado inútil.

Ash: Era difícil no darse cuenta de tu adoración por él -sonrió-.

Ness: Ya lo he superado -protestó-.

Al menos pensaba que su devoción juvenil se había transformado en un cúmulo de sentimientos mucho más maduros.

Ash: ¡Gracias a Dios! Zac es mi hermano, y creo que es un tipo genial, pero los cuentos de hadas no son su estilo. -Ness soltó una carcajada ahogada-. ¡Ves, estás de acuerdo conmigo! -le dio un reconfortante abrazo-. Así que no intentes contarme historias sobre Zac. Merece cambiar todos los pañales que la paternidad conlleva. Y en cuanto a vosotros dos, todo se arreglará.




Awwww...! La familia Efron-Hudgens... ¡Qué bonito suena!
Esperemos que Zac deje de ser pronto un idiota ¬_¬ y confiese lo que siente.

¡Gracias por los coments!

Estoy a cuadros. No sabía que Zac tenía algo con esa tal Lily. No sé como de serio será eso. No dicen nada...

Lau, ¡no me hagas tener pesadillas! ¡Qué es eso de Zac y Lily y Ness y Austin en la boda de Ash! ¡¡Es raro de narices!! Pero como tú dices, vete a saber cuando será que Ash se case. Pueden pasar años. Aunque no sé cuanto de guay debe ser estar simplemente prometida XD. Y pues hasta que se case pueden cambiar muchas cosas. Quien sabe y si para entonces están los dos solteros. Sería lo ideal XD. Y, a propósito, ayer que vi "El diario de Noa", que no la había visto nunca, la historia de esa pareja me recordó a Zac y Ness XD. Y me gustaría pensar que al igual que Noa y Ally, Zac y Ness terminarán juntos. Porque en la peli, Ally estaba ya casi que se casaba, tenía el vestido y todo, pero pasar unos días con Noa lo cambia todo. Si es que un amor tan fuerte como ese no se olvida. ¡Qué bonita la peli! ¡Me encantó! Aunque el final cuando están viejecitos es triste v.v
Espero no haberle chafado a nadie la película XD. Imagino que la única que no la había visto era yo XD.
Y por cierto Lau, si quieres hablar conmigo envíame un email, ¿vale?

¡Comentad!
¡Un besi!


sábado, 26 de octubre de 2013

Capítulo 8


El lunes por la tarde se habían instalado en la explanada, junto al río Charles de Boston, mientras aguardaban que diera inicio el concierto anual que los Boston Pops ofrecían cada 4 de julio.

Habían colocado sobre la hierba una manta roja que Mandy había encontrado para la ocasión. Ness, con la ayuda de Mandy, había preparado unos bocadillos de ensalada de pollo al estragón en pan francés, ensalada de tomate con vinagreta y, de postre, pastel de manzana.

Zac se había burlado sin mala intención de las exageradas pretensiones de Ness en la elaboración de la comida y ella había contraatacado riéndose de la añada del Chardonnay que había elegido Zac.

Tras su descubrimiento, un par de noches atrás, acerca de la firmeza del cinismo de Zac en lo referente a las mujeres, Ness había temido que quizás había intentado abarcar demasiado terreno. Por otro lado, pensaba que de ese modo las cosas serían más sencillas de lo que había imaginado en un principio. Era poco probable que Zac se enamorase, quisiera casarse con otra persona y lamentara el «acuerdo» que había suscrito con ella.

Incluso si llegaba ese día, decidió que seguiría adelante. Después de todo, ella y Zac todavía no habían concretado que él fuera el candidato para engendrar a su hijo. Esa noche estaba decidida a disfrutar del concierto.

Una leve brisa revolvía su pelo, pero era una tarde clara y muy cálida. Estiró el dobladillo de su vestido de algodón azul que le llegaba hasta las rodillas.

Ness: Esto es una maravilla.

Zac: ¿Nunca habías venido al concierto de los Boston pops en la fiesta del 4 de julio?

Ness: La verdad es que no -movió la cabeza-. Cuando mi padre y yo nos mudamos a Carlyle, me mandaba todos los veranos a casa de mi tía Kate en la costa de yérsey. Después de eso, siempre he tenido esa clase de trabajos de temporada que requieren dedicación completa.

Zac: ¿Qué clase de trabajos?

Ness: Bueno, ya sabes. He cuidado niños, he vendido helados, he trabajado en una tienda de alquiler de bicicletas y esas cosas.

Zac: ¿Trabajaste de dependienta en una heladería? -arqueó las cejas-.

Ness: E incluso llevaba un delantal de rayas de colores.

Zac: No me lo imagino -señaló con una mueca-.

Ness: En el instituto, era famosa por mi propia receta casera -informó, fingiendo que lo miraba con aire de superioridad-.

Zac: Cuéntamelo -dijo con una amplia sonrisa-.

Zac tomó su mano que reposaba sobre la colcha y empezó a dibujar pequeños círculos en el dorso de la palma. Eso le produjo una deliciosa sensación hormigueante.

Ness: No es tan difícil preparar helado. Tienes que mezclar huevos, azúcar, leche y nata. La parte más dura es lograr el punto de consistencia exacto.

Zac: Aprendiste a cocinar...

Ness: La tía Kate. Papá se defiende, pero asumí la responsabilidad de la cocina desde la adolescencia.

Zac se quedó en silencio un momento, con los dedos sobre su mano, y Ness sintió su aguda mirada a través de las gafas de sol.

Zac: Tu padre y tú estáis muy unidos -certificó con seguridad-.

Ness: Sí, pero nuestra relación es bastante compleja.

Zac anguló un poco la cabeza al tiempo que sus dedos trepaban por el brazo de Ness.

Zac: ¿Acaso puede ser de otro modo?

Ness: Intenté comportarme como el hijo que nunca tuvo -dijo con una sonrisa, momentáneamente ajena a sus caricias-.

Zac: Ya veo.

Zac hizo memoria acerca de lo que sabía sobre Patrick Hudgens. Era un tipo irlandés de buen tamaño. Dirigía una pequeña empresa de construcción antes de jubilarse. Habían trabajado juntos en alguna ocasión, suficiente para que Zac hubiera notado que era un hombre muy astuto.

Ness observó la multitud, que había crecido considerablemente en la última media hora.

Ness: El caso es que a mi padre le encantó que fuera una niña -se apoyó en las manos y se aupó un poco para que le diera el aire-. Iba siempre vestida de rosa y tenía infinidad de muñecas. Era la pequeña a la que debía proteger del mundo. El único problema era que se excedía en sus cuidados. Y quería que mi padre supiera que era una persona capaz e independiente.

Así que esa había sido la razón del cambio en la actitud de Vanessa Hudgens. Zac pensó que era algo fascinante. Se sentó y se quitó las gafas.

Zac: Supongo que tiene que resultar muy duro para un hombre que acaba de perder a su esposa pedirle que no sea demasiado protector con su única hija.

Ness: Sí -asintió y miró el horizonte-. Es algo que he comprendido con el tiempo.

Zac: ¿De ahí viene la idea de montar tu propio negocio? ¿Una apuesta por la independencia? -preguntó, si bien ya conocía la respuesta-.

La perspicacia de Zac la sorprendió, pero se limitó a asentir.

Ness: En parte, sí. Pero también estaba preparada para dejar mi anterior trabajo. Tenía ideas propias y allí no tendría oportunidades para sacarlas adelante.

¿Por qué le había contado tantas cosas? Estaban charlando acerca de los helados y, al minuto siguiente, estaba desnudando su alma.

Zac levantó la mano y deslizó un dedo entre sus cejas.

Zac: No estés tan preocupada.

Ella forzó una sonrisa amable. Hacía años que no sacaba esos sentimientos y los analizaba. Una cosa era pensar en todo ello en privado y otra muy distinta expresarlos en voz alta.

Zac, como si leyera sus pensamientos, acarició su pelo revuelto.

Zac: Está bien. Todos los críos tienen sus propios miedos.

Ness: ¿En serio? -miró su figura tan dominante, tan sólida, aparentemente invencible-. ¿Cuáles eran tus miedos?

Zac: Supongo que yo mismo me lo he buscado -rió-. Mi principal temor era que no sabía si sería capaz de estar a la altura de mi padre al frente de la compañía. -La suave caricia de Zac relajó a Ness, que a punto estuvo de gemir de gusto cuando inició un suave masaje en la nuca-. Incluso nosotros, los hijos varones, tenemos nuestras preocupaciones.

Ness: ¡Ah!

Zac: Recuerdo que tu padre dirigía una pequeña empresa constructora. Creo que la vendió, si no recuerdo mal -apuntó-.

Ella parpadeó e intentó mantener el pulso de la conversación.

Ness: Sí, así es, vendió todo cuando se jubiló.

Se la había vendido a una empresa algo más grande que, a su vez, había adquirido un grupo de inversión que había creado Zac junto a otros socios menores. Zac comprendió que Ness no conocía la relación que había existido entre él y la empresa a la que había ido a parar el antiguo negocio de su padre.

Consciente de lo que sabía ahora, dudaba que esa información fuera bienvenida por parte de Vanessa. Y la verdad era que no necesitaba otro problema. No le cabía la menor duda de que Vanessa se preguntaba si su padre habría vendido la compañía si hubiera tenido un hijo varón.

El concierto comenzó con una versión del himno que los sumió en el silencio.


Cuando llegaron a la casa vacía de Zac, la llevó en brazos desde el coche. No protestó tanto como al principio, si bien el cosquilleo de alarma se mantenía. Nacía desde todos los puntos en que sus cuerpos se tocaban.

Dejó a Ness en la sala de estar.

Zac: Haré café -sugirió-.

Ness: Por favor, déjame que lo prepare -dijo apoyándose en las muletas que Zac había cargado-. Tú puedes terminar de sacar las cosas del coche.

Dudó un instante, después asintió y dio media vuelta.

Una vez que le había dado la espalda, Ness esbozó una tímida sonrisa.

Quizás fuera la asunción de lo mucho que le importaba su independencia, pero había dejado de dar órdenes y había obedecido.

Canturreó un poco mientras alcanzaba la cafetera. Las muletas eran un estorbo, pero el médico le había dicho que podría desprenderse de ellas esa misma semana.

Cuando Zac hizo acto de presencia, permitió que llevara las tazas hasta el salón y lo siguió. Se sentó a su lado en el sofá y el brazo del diván le bloqueaba la salida.

Ness: Me he divertido en el concierto -dijo con cierta modestia-. Gracias por llevarme.

Zac: De nada.

No había resultado fácil mantener las manos alejadas de ella, tumbados en el césped. Ahora que estaban solos, su autocontrol se resquebrajó un poco más.

Buscó en su cabeza un tema de conversación adecuado.

Zac: Siempre me han gustado los conciertos. Mi madre nos obligó a todos a estudiar algún instrumento. Yo elegí el saxo -miró a su alrededor-. Me pregunto dónde lo escondería Mandy.

Ness: En el armario del pasillo -se rió-. La segunda puerta de la derecha, detrás de tu trofeo de hockey del instituto y una vieja pelota de baloncesto.

Zac: Te hizo una visita completa, ¿verdad? -intuyó-.

Ness: Me temo que sí -quiso disimular una sonrisa detrás de la taza de café-. Fue un día que estabas en la oficina.

Zac: Ya me lo imagino. -Vanessa ahogó un bostezo con la mano y se frotó los ojos-. ¿Estás cansada?

Acercó la mano hasta la nuca de Ness para masajearla en ese punto que, como ya sabía, era muy excitable. Fantaseaba con la idea de reemplazar su mano por sus labios en poco tiempo.

Ness: ¡Mmm! -estiró el cuello para facilitarle el acceso-. ¿Zac?

Zac: ¿Sí?

Ella tenía los ojos cerrados y Zac se acercó para repasar con sus labios la curva tenue de su cuello.

Ness: ¿Por qué me llamas Vanessa?

Zac: ¿Seguro que quieres saberlo?

Ness: ¿Es tan terrible? -replicó, los ojos muy abiertos y fijos en él-.

Zac: Eso depende de cómo lo veas.

Estaba irresistiblemente dulce sentada en el sofá. Zac estuvo a punto de soltar un gruñido cuando ella se humedeció los labios.

Ness: En serio, me gustaría saberlo.

Estaba a punto de hacer saltar por los aires su tapadera, pero no tenía salida. Tomó aire y respiró hondo.

Zac: Llamarte Vanessa me ayudaba a mantenerte a distancia en mi cabeza -dijo y lanzó un profundo suspiro-. Vanessa resulta mucho más formal que Ness o Nessi. Me ayudaba a recordar que debía mantener mi trato en un reducido «hola y adiós» a pesar de lo encantadora que eras y lo atraído que me sentía por ti. -Consciente de la mezcla de duda y sorpresa que leía en la expresión de Vanessa, prosiguió su explicación-. Eras una amenaza. Yo tenía veintidós años y me encontraba en una difícil posición. Codiciaba a la mejor amiga de mi hermana pequeña, que ni siquiera había terminado el instituto. Tenía que olvidarme de ti, por supuesto.

Ness: Yo pensaba que no te gustaba -dijo atónita-. Alex y David era cariñosos, pero tú eras...

Zac: ...un imbécil. A propósito.

Ness: No eras maleducado -objetó, ya sin el ceño fruncido-. Simplemente, eras distante.

Zac: En efecto. Quería asegurarme de que solo fueras la amiga de Ashley.

Bien. Ya lo había dicho. Lo había soltado todo. Deseaba tumbarla sobre los cojines del sofá, pero se contuvo para que ella tuviera tiempo de asimilar todo lo que acababa de revelarle de golpe.

Ness recordó los esporádicos momentos en que había coincidido con Zac cuando estaba en el instituto y en la universidad.

Ness: Una vez que iniciamos esa clase de relación, resultaba difícil romper esa dinámica -reflexionó-. Me acostumbré a charlar educadamente contigo.

Zac: Sí, adoptamos un modo de conducta y nos ceñimos a él. En cualquier caso, suponía que no te gustaba demasiado. Fui frío y distante desde el principio.

Se sintió mareada. Zac la había deseado. Había tenido que rechazarla. Un intenso estremecimiento de alegría recorrió su cuerpo al tiempo que reconoció en la penetrante mirada de Zac el deseo latente.

Permitió que le quitara la taza de café de los dedos repentinamente temblorosos y la dejara en la mesa junto a él. Entonces se llevó su mano a la boca y le besó la muñeca, después la palma, sin apartar los ojos de ella.

Zac: Te deseo.

Buscó el consentimiento en la expresión de Ness y, satisfecho con lo que leyó en su cara, llevó la mano a la nuca y la atrajo implacablemente hacia él.

Ella cerró los ojos mientras los labios de Zac acariciaban, como alas de mariposa, sus ojos, su nariz, su mejilla y, finalmente, su boca.

Ness se derritió en ese beso. Los labios de Zac eran suaves, cálidos, cautivadores y a punto estuvo de dejar escapar un gemido de protesta cuando se separó para trazar el óvalo de su cara y la curva del cuello.

Zac: Vanessa -murmuró con voz ronca-.

Ella se emocionó al sentir que se trataba de una caricia. ¿Sería capaz de volver a escuchar su nombre sin que le recordara al instante la mirada ardiente y el deseo?

Zac: Pido a Dios que esta vez nadie nos interrumpa -susurró contra su cuello y se incorporó un poco para mirarla a la cara-. ¿Estás segura? Esta vez no querría frenarme.

Ness: Sí, estoy segura -afirmó-.

Debió reconocer el deseo en el tono de su respuesta porque ayudó a Ness a tumbarse en el sofá, atento a que su tobillo malherido quedara en buena posición, y bajó la cremallera de su vestido hasta el final.

La boca de Zac se cerró sobre uno de sus pezones, a través de la tela semitransparente del sujetador y ella gimió. Inició un rítmico movimiento de succión que incrementó la tensión.

Tiró de la camiseta hasta que la liberó de la cintura de su pantalón.

Ness: Ayúdame -suplicó-.

Zac se incorporó al instante y su mirada ardiente se reflejó en sus pupilas. Quitó el sujetador a Ness, lo tiró a un lado y después se sacó la camiseta por encima de la cabeza. Cuando ella alargó la mano para acariciar los músculos esculpidos de su torso, destacados por el efecto de la luz de la lámpara, Zac le sujetó las muñecas.

Zac: No -dijo con ansiedad-. Necesitamos una cama. Ahora.

Entonces la levantó en sus brazos y subió con ella hasta el dormitorio.

Era una delicia sentirse en sus brazos, pero aprovechó la ocasión para calibrar el autocontrol de Zac y acariciarlo y besarlo en aquellas partes a las que tenía acceso. Tenía un cuello magnífico, robusto y poderoso. Pero que también invitaba a que lo mordisqueara en la vena que vibraba a causa de su pulso acelerado. Cuando levantó la vista hacia él y notó el tic en su mandíbula, se volvió más audaz.

Zac: ¡Virgen santa! -aulló mientras depositaba con cuidado a Ness en el lateral de la cama-.

Llevaba el vestido arrugado en la cintura. Una sandalia colgaba inestable de uno de sus pies, pero la otra se habría caído en el camino. Ella se descalzó de la sandalia que le quedaba mientras Zac le quitaba el vestido y las bragas.

Hizo una breve pausa y sonrió.

Zac: Bragas de seda roja de Frederick's, en Hollywood -arqueó una ceja y murmuró-. No cabe duda de que tienes buen gusto para la lencería.

Ness: Hacen envíos por correo -explicó-. Mandy se pasó por mi casa para traerme algunas de mis cosas. Parece que ha elegido mis conjuntos más atrevidos. Tengo un montón de ropa de algodón blanca.

Zac: Recuérdame que le suba el sueldo -rió-. Aunque no ha sido muy misericordioso por su parte traerte esta ropa e impedirme que disfrutara de ella durante tantos días.

Dejó sus pertenencias en la mesilla de noche y entonces Ness observó cómo terminaba de desnudarse. Estaba excitado y cuando se tumbó a su lado, ella aspiró el aroma masculino de su cuerpo.

Zac: Ponte tú encima -dijo-. No quiero hacerte daño en ese tobillo.

Antes de que ella protestara, Zac la había tumbado sobre él. Entrelazaron las manos y Zac la obligó a levantar los brazos por encima de la cabeza. Eso la dejó expuesta ante su boca, que se abalanzó sobre sus labios.

Ness sintió que el mundo empequeñecía hasta que toda la existencia se reducía a ellos dos. Sus lenguas se enroscaron, sus pechos se aplastaron contra el torso de Zac y el vello hacía cosquillas en sus pezones a flor de piel.

Zac soltó un gemido bajo, la erección presionada contra ella, y trasladó sus labios hasta la garganta.

Zac: Eso es, así -dijo y aferró a Ness con más fuerza todavía-.

Ella abrió las piernas, lo rodeó, hasta que Zac se situó justo en la entrada de su zona secreta más ardiente. Había deseado eso mismo durante años. Lo había deseado a él. Un solo movimiento de sus caderas y lo tendría dentro, colmándola con todo lo que había soñado.

Ness: Zac...-giró la cabeza y encontró su mirada turbia-.

Zac: Vamos, dilo -susurró-.

Por un momento, ella no comprendió nada. Entonces le dio un vuelco el corazón.

Zac: Di que me deseas.

Pese a que su corazón protestó, ella obedeció su mandamiento.

Ness: Te deseo -dijo con un gemido-.

Y entonces movió la cintura y lo poseyó, sintiéndolo muy dentro, completándola. «Te quiero».

Entonces Zac comenzó a embestirla lentamente y ella respondió a esas sacudidas con movimientos de cadera, acoplándose al ritmo que le marcaba.

Zac: Eso es, encanto. Sí. No pares, cielo.

Ella se aferró a Zac entre espasmos.

Ness: ¡Zac! ¡Oh, sí! ¡Por favor!

Oleadas de sensaciones se mezclaban con la emoción.

Entonces incrementó el ritmo, golpeándola más rápido y más fuerte. El clímax de Ness parecía que hubiera disparado también el suyo. Echó la cabeza hacia atrás, lanzó un grito ronco y embistió a Ness una última vez.

Zac: Demonios, cariño, has estado a punto de matarme -se incorporó sobre un hombro y le acarició un muslo con la otra mano-.

Una fina capa de sudor lustraba su atlético cuerpo.

Había sido la experiencia sexual más intensa y satisfactoria de su vida. Solo podía pensar en que debían haberlo hecho mucho tiempo atrás.

Ness se abrazó a la sábana y aguardó que su pulso se tranquilizara. Solo podía pensar en que nunca debían haberlo hecho.

¿Cómo podía haber pensado que acostarse con Zac no iba a provocar un auténtico cataclismo en su vida? Y habían sido tan imprudentes. ¡Por el amor de Dios, no habían usado protección! Pese a que era improbable, cabía la posibilidad de que se hubiera quedado embarazada.

Pero lo último que necesitaba era que Zac notara cuánto le había afectado, así que buscó un aire de sofisticada despreocupación.

Ness: Desde luego, sabes cómo moverte -dijo con una carcajada que resultaba falsa a todas luces-.

Zac: ¿Te refieres a los siete años de deseo reprimido? -sonrió-.

Ness: Bueno, oficialmente solo estamos en... -meditó un segundo- ...nuestra segunda cita. Claro que las cosas se han complicado desde que me he instalado en tu casa.

Zac: Sí, eso significa que todavía me debes dos citas -dijo con una sonrisa maliciosa-. Según los términos de nuestro acuerdo.

Ness se estremeció en su dominio interno. ¿Otras dos? Cómo sobreviviría a dos citas más con Zac? Él solo quería un acuerdo sencillo, sin complicaciones. Y ella... en medio de la pasión, había admitido que estaba enamorada.

Ahí estaba. Se obligó a analizar esa confesión. ¿Qué iba a hacer al respecto?

Zac: ¿Soy distinto a los otros hombres con los que has estado? -señaló con una medio sonrisa enigmática-.

«Eres el único hombre del que he estado enamorada». Pero no podía contestar esa pregunta con la verdad.

La verdad era que solo se había acostado con otro hombre. Poco después de la noticia del compromiso de Zac, se había dicho a sí misma que no fuera estúpida y no se engañase. A los veintiún años, ya era hora de abandonar toda esperanza de que Zac descubriera un día que no podía vivir sin ella.

Finalmente había quedado con Kevin Davis, un sobrio contable bastante agradable que llevaba seis meses detrás de ella en busca de una cita. No había tenido en cuenta para su elección el parecido de Kevin con Zac.

No habían saltado chispas, el mundo no había girado sobre su propio eje y se había visto forzada a admitir que había cometido un error.

Desde entonces había conocido a otros hombres, desde luego, pero nunca había ido más allá de algunas citas. Todos los hombres habían sido apuestas seguras, tal y como le gustaba resaltar a Ashley, y siempre habían permitido que ella dirigiera las operaciones sin presionarla lo más mínimo.

Zac interrumpió sus recuerdos con un tono burlón.

Zac: ¿Debería tomarme ese silencio como una supuesta aprobación a mis bondades?

¡Si supiera la verdad!

Ness: Sí, bueno, cada persona es única.

Zac frunció el ceño. No le gustaba la idea de que Vanessa hubiera estado con otros hombres.

Zac: ¿Habla la voz de la experiencia?

Ella abrazaba la sábana como si fuera un salvavidas, ajena al efecto que provocaba al destacar su abundante pecho. Una parte de su anatomía con la que Zac ya se sentía íntimamente ligado.

Ness: No, solo una o dos experiencias.

¿Una o dos veces? Había cedido a sus deseos como una hoja al desprenderse del árbol con la llegada del otoño. No pudo resistir la tentación.

Zac: ¿Salgo bien parado en la comparación?

Ness: Sí -señaló con un monosílabo apenas perceptible. Los ojos marrones de Vanessa, teñidos de preocupación, miraron a Zac-. No creo que esto vaya a funcionar.

Zac: ¿Y eso qué significa? -preguntó, animado por un espasmo de tensión-.

Ella se mordió el labio y apartó la mirada.

Ness: Esto es mucho más complicado de lo que había imaginado.

Zac experimentó una sensación muy parecida al pánico ante la posibilidad de que Vanessa pudiera rechazar su trato. Claro que, en parte, creía que ella tenía razón. El hecho de acostarse con ella había vuelto del revés su mundo.

Zac: No hay nada complicado en el hecho de que dos personas que se sienten atraídas hagan algo al respecto -señaló-. Creo que es algo muy simple.

Ness: Sabes, es mucho más que eso -se volvió hacia él-. Hablamos de tener un hijo en común. Traer un bebé a este mundo a partir de un acuerdo en vez de hacerlo porque dos personas se aman, deciden casarse y formar una familia.

Zac: Haces que suene como si la mayoría de los matrimonios fueran relaciones perfectas, sin trampas -frunció el ceño-. Pero la verdad se aleja mucho de esa imagen ideal.

El pánico lo llevó hacia el enfrentamiento con ella en vez de tumbarla sobre la almohada y convencerla con otros métodos más primitivos.

Ness: ¿Cómo puedes ser tan cínico cuando tus padres son un modelo que genera envidias en todas partes? -preguntó con auténtica preocupación-.

Zac suspiró. Tras el desastre de Amber, él mismo había considerado el matrimonio de sus padres.

Zac: Ellos son una excepción. No se vieron durante dos años cuando mi padre estuvo en el ejército. Prácticamente se fugaron porque mis abuelos no querían que mi madre se casara antes de terminar sus estudios. Tuvieron mucho tiempo para hacerse ideales retratos de la pareja y aun así, créeme, su matrimonio no ha sido un camino de rosas. Mi padre estaba tan ocupado creando su empresa que mamá nos crió sola.

Ness se incorporó hasta sentarse en la cama sin dejar de taparse con la sábana para que sus pechos no quedaran al aire.

Ness: Yo he buscado siempre la excepción -arrugó la sábana entre los puños-. Y es lo que estoy dispuesta a esperar. -La expresión de Zac era neutra y no ofrecía ninguna clave para su interpretación-. Esto ha sido una equivocación -respiró hondo para que la voz no le temblara-. Lo siento.

Zac: Quieres que rompamos nuestro acuerdo.

Ness: Sí -suspiró-.

Zac se levantó y salió de la cama. La mirada de Ness recorrió su musculosa espalda, el trasero firme y las piernas fuertes. Interiorizó esa imagen antes de que empezara a vestirse.

Cuando se giró, Zac tenía una expresión fría y distante.

Zac: Nuestro acuerdo se limitaba a esto, ni más ni menos -dijo con calma-. Cualquiera de los dos podía haber zanjado el acuerdo a lo largo de nuestras cuatro citas.

Ness se obligó a retener las lágrimas. Se mordió el labio y apartó la mirada.

Ness: Bueno, yo no me preocuparía por nada. Dado mi estado, sería difícil que me quedase embarazada incluso en el momento justo. Y éste no lo ha sido.




Oh... pobre Ness v.v
Si Zac le dijera que la quiere... ¬_¬

¡Gracias por los coments!

Lau, ¡cuánto tiempo! Pues sí te echaba de menos. Lo que no echaba de menos era tu bocaza. ¿¡Para qué dices nada de las otras de la serie!? ¡Quería que fuera sorpresa! ¬_¬
De todas formas están las últimas de la cola, así que todavía hay que esperar mucho para leerlas.

Respecto a lo de la HSMReunion, Zac ha dicho que no puede ir. No se sabe si es por trabajo o por no se qué. Pero eso es lo que ha dicho. Lástima. Estaba ilusionada con ver un reencuentro Zanessa. Pero de todos modos tendrán que verse cuando Ashley se case. No creo que ninguno de los dos vaya a faltar. Si alguno falta, Ashley lo mata XD.

Bueno, comentadme mucho.
¡Un besi!


miércoles, 23 de octubre de 2013

Capítulo 7


Zac: Tengo a la Madre Teresa en casa, su compañera de bridge en la oficina y la patrulla femenina del clan Efron alrededor -dijo malhumorado-.

Alex esbozó una sonrisa.

David: Al menos Fred no te vigila escondido entre los arbustos -señaló-.

Se habían reunido en Earl para tomarse unas cervezas, tal y como tenían por costumbre las pocas ocasiones en que lo tres hermanos coincidían en la ciudad y no estaban demasiado ocupados.

Fue un respiro que Zac agradeció. Vanessa llevaba más de una semana instalada en su casa. En ese tiempo, su madre, su hermana, Celia y Mandy habían conspirado para asegurarse de que no le dejaban ni un minuto a solas con Vanessa.

Alex: Francamente, me sorprende. -Meció su jarra de cerveza, apoyado en la barra del bar, y observó con sus ojos azules las botellas alineadas delante del espejo tras el mostrador-. ¿Es este clima lo que te molesta y te obsesiona o hay algo más? -añadió-.

Zac le dio un codazo a David, de pie junto a él.

Zac: ¿Crees que habla en código?

David: No -negó con una sonrisa de medio lado-. Seguramente perdió algún tornillo cuando le pateamos el trasero.

Alex: Memoria selectiva, hermanito -replicó y bebió un buen trago-. Dejad que lo deletree para vosotros, payasos. Mandy, Celia, Ashley y mamá ya existían antes de esta semana. Zachy. Siempre han formado parte de tu vida. ¿Por qué te exaspera tanto ahora? ¿Qué ha cambiado en esta última semana?

Zac: Alex -comentó como si le hablara a un crío pequeño-, Mandy ha acampado en mi casa.

Alex: ¡Ah! -mordió un cacahuete-. Eso he oído.

Zac: Ya está levantada por las mañanas preparando bizcochos caseros cuando bajo a la cocina y me la encuentro en el salón, viendo en la televisión la repetición de los episodios de Se ha escrito un crimen por las noches, antes de acostarme. ¡Esa mujer nunca duerme!

David: Seguro que echa la siesta después de comer cuando estás en la oficina -insinuó con ánimo de ayudar-.

Zac: ¡Demonios! -pidió otra cerveza-. Ashley llama cada noche.

Siempre que creía que podría disfrutar de unos minutos a solas con Vanessa, su hermana llamaba. Y entonces se veía abocado a soportar un sinfín de carcajadas y fragmentos de conversación en una charla unidireccional que se alargaba indefinida¬mente.

David: ¡Lo siento! -se apiadó-.

Zac había creído que se habría librado de ellas el último sábado, cuando Mandy tenía su partida semanal. Pero entonces Ashley había aparecido por sorpresa con unas pizzas.

El lunes se había frotado las manos, colmado de felicidad, cuando Mandy le había anunciado, muy a su pesar, que ella y Fred debían acudir a la iglesia. Pero entonces le había llamado su madre y le había pedido que se pasara por su casa después del trabajo para llevarse unos libros que quería prestarle a Vanessa. Por supuesto, esa maniobra le había llevado casi dos horas y cuando finalmente había llegado a su casa, Vanessa dormía profundamente.

No se engañaba al pensar que conocía a las mujeres, pero después de veintinueve años cerca de Ashley, había empezado a comprender los tortuosos caminos de sus mentes. Ella y su madre, con la ayuda de Mandy, estaban creando interferencias entre él y Vanessa. Sospechaban que podía existir una relación entre ellos. Y si bien desconocían los términos de su acuerdo, desconfiaban acerca de sus motivos como para decidir que Vanessa necesitaba protección. Y no le extrañaría que Ashley hubiera planeado que el hecho de que tuviera a Vanessa tan cerca y, a un tiempo, fuera de su alcance, fuera la clase de incentivo que necesitaba.

David: ¿Así que mantienen a Ness bajo siete llaves, eh? -preguntó, y sacó a Zac de sus divagaciones-.

Zac: Es increíble -pero recuperó el control y mostró cierta indiferencia-. A mí me da igual.

Claro que no era en absoluto cierto.

Alex: ¿Tu mal humor no tendrá nada que ver con Nessi, verdad, hermano?

Zac no les había contado a sus hermanos su «acuerdo» con Vanessa. Sabían que pasaba algo, pero parecían extrañamente reacios a sondear el asunto. En todo caso, ¿cómo podría explicarles que quizás fuera el padre del bebé de Vanessa después de la escena que había montado ante la posibilidad de que ellos hicieran lo mismo?

Zac: Ella no me ha molestado -sacudió la cabeza-.

David: Estupendo -intercambió una mirada con su hermano Alex-. Entonces no te molestará que se pase todo el fin de semana metida en tu casa.

Zac: ¡Cállate! -dijo con un suspiro-.

No estaba engañando a nadie.

Alex: El lunes es 4 de julio -recordó-.

Zac bebió otro sorbo de cerveza.

Zac: ¿Crees que le apetecerá sentarse en la hierba, escuchar un poco de música y asistir a los fuegos artificiales en Boston?

Alex: A las mujeres les encantan esas cosas.

David: No puedes equivocarte -apoyó-. Prepara un picnic y no olvides el Chardonnay.

Zac: Genial.

Zac sintió un poco de alivio en la tensión del cuello y destensó los hombros. Pensaba que su instinto no le fallaba, pero agradeció que sus hermanos apoyaran su iniciativa. David dejó unos cuantos billetes sobre la barra.

David: Tengo que irme.

Zac: David -paró a su hermano-.

David: ¿Si?

Zac: Si tú o Ashley aparecéis por casualidad en el concierto del lunes, tendré que mataros.

David: Haré que circule la advertencia -sonrió-.


Sábado por la noche. Para su asombro, Mandy se había marchado a eso de las ocho con la excusa que debía ayudar a Fred con unas estanterías.

Zac no se tragó el anzuelo. El truco no funcionaría. Se preguntó cuál sería el plan. ¿Habría avisado a los perros? ¿Habría llegado a oídos de Ashley el mensaje de David y habría decidido concederle un respiro?

En todo caso, no pensaba bajar la guardia.

¿Acaso creían que podían manejarlo como una marioneta? Así pues, estaba a solas en la casa con Vanessa. Eso no significaba que fuera a seducirla en cuanto tuviera ocasión.

Estaba encerrada en su despacho, trabajando. Muy bien. Cedería a Vanessa su espacio de trabajo durante la tarde.

Se pondría cómodo en el sofá, sacaría una cerveza bien fría de la nevera y miraría el partido de los Red Sox en televisión mientras repasaba los últimos balances de resultados de algunos departamentos.

Ya estaban en la última jugada y todavía no habían hecho una sola carrera cuando sonó el teléfono. Dejó el informe sobre el sofá y respondió en el inalámbrico.

Zac: ¿Diga?

**: ¡Vaya, Zac! Hola.

Zac: A qué viene ese tono de sorpresa, Ashley. Sigue siendo mi casa.

Ash: No me has sorprendido, Zachy. No seas tonto -hizo una pausa-. Creía que contestaría Nessi, eso es todo. Ya me he acostumbrado a llamarla a ese número.

Zac cruzó las piernas sobre la mesa. Era la hora de la revancha.

Zac: Has calculado mal.

Ash: ¿Qué quieres decir con eso? ¿Está Nessi? Pásame con ella.

Zac: Quiero decir que llamas demasiado pronto para interrumpirnos en evidente delito -miró su reloj-. Llama otra vez dentro de una hora.

Ash: ¡Zac! -exclamó-.

Zac: Adiós, Ash.

Ash: ¡Zac, espera! ¿Zac?

Zac: Tienes cinco segundos.

Ash: Está bien, me has pillado -lanzó un suspiro dramático-. ¿Qué es lo que quieres? ¿Quieres que me auto censure? ¿Quieres que te prometa que nunca tramaré otro plan maligno?

Zac: No prometas lo que no puedas mantener.

Ash: De acuerdo, de acuerdo. Pero recuerda, gran hermano, que estás a solas con Ness y espero que mi confianza tenga recompensa.

Zac: En contra de la opinión general, no soy ni un depravado ni un monstruo -dijo con seriedad-. Incluso algunas mujeres han admitido que yo les gustaba. Creo que dijeron que era encantador y muy caballeroso. Claro que, por otro lado, podría tratarse de un rumor malintencionado.

Ash: ¡Tú, más que nadie, deberías desconfiar de los rumores! -rió-.

Zac: Sí -admitió-.

Ash: Solo recuerda lo que te he dicho -repitió antes de colgar-.

Zac colgó el teléfono mientras sacudía la cabeza. Se levantó para servirse unas patatas que acompañaran la cerveza.

Resultaba irónico. Ahí estaba, instalado en el salón delante del televisor, con una cerveza y unas patatas. Sacudió la cabeza. Llevaba una vida mucho más aburrida de lo que su familia y Vanessa pensaban.

Retomó el informe que había abandonado en el sofá y lo revisó. Una vez instalado, lo leyó a fondo.

Media hora más tarde ya había digerido casi todo el informe y buscó otro del mes anterior del mismo director técnico. La única forma de verlo con claridad era comparándolo con anteriores resultados.

Buscó en su maletín, pero no lo encontró. Seguramente estaba sobre su mesa. En su despacho.

Se paró en el pasillo que llevaba a su despacho. La luz amarilla de la lámpara no alcanzaba las sombras de las esquinas de la habitación.

Vanessa estaba sentada en la silla, leyendo. Oculto, estudió su perfil. Llevaba el pelo recogido en lo alto con un nudo flojo y algunos mechones le caían sobre la cara. Las gafas de montura de tortuga colgaban de la punta de su nariz y una leve arruga en la frente traicionaba su concentración.

Estaba adorable y Zac no esperaba la oleada de ternura que lo invadió. Metió las manos en los bolsillos.

Zac: ¿No sabes que si fuerzas la vista te saldrán arrugas?

Ness: ¡Me has asustado! -levantó la vista-.

Zac: Lo siento -se disculpó y entró-. Solo he venido para llevarme un informe.

Al percatarse de las gafas, Ness se las quitó a toda prisa. Casi nunca dejaba que la vieran con ellas puestas. Ayudaba que fuera levemente hipermétrope.

Zac: No te las quites por mí -señaló con una sonrisa-.

Buscó la funda de las gafas, avergonzada porque le hubiera adivinado las intenciones.

Ness: Me temo que has descubierto mi oscuro secreto. ¿Vas a decirles a tus hermanos que Ness Hudgens es la clásica rata de biblioteca que tú siempre habías creído?

Zac: Es mucho mejor que te las hayas quitado...-señaló mientras rebuscaba entre los papeles de su mesa-.

Ness sabía qué aspecto tenía, ¿pero era necesario que se lo remarcara?

Zac: ...porque creo que las mujeres con gafas resultan muy atractivas. -A Ness casi se le abrieron los ojos-. Ya veo que he vuelto a sorprenderte. Otra vez.

Ella recordó su exagerada reacción cuando había visto su dormitorio por primera vez y sintió que el color inundaba sus mejillas.

Zac levantó un paquete grapado de entre una pila.

Zac: ¡Por fin!

Ness: Me alegro de que hayas encontrado ese informe.

Zac avanzó dos pasos y se sentó en un sillón cercano.

Zac: ¿No me vas a preguntar por qué?

Ness: ¿Por qué, qué? -preguntó mientras se quitaba un hilo del pantalón caqui-.

Zac: Qué es lo que encuentro sexy en las mujeres con gafas.

Ness: Seguro que tienes tus motivos -respondió con educación y agitó la mano-.

Después de todo, los hombres acostumbran a encontrar su tipo ideal bastante pronto.

Zac se inclinó hacia delante y rodeó las rodillas con los brazos.

Zac: He pensado mucho en esto -miró a Ness y ella arqueó las cejas-. Supone un signo de inteligencia.

Ness: ¡Ah!

Zac: Además, incita a un hombre a desvelar todas las capas. ¿Qué esconde? ¿Puede ser tan salvaje y desinhibida como formal y educada? Ahí radica el misterio.

Ness: Ya veo -se cruzó de brazos-.

Zac: La biblioteca era uno de mis locales de caza preferidos -sonrió-. Todas esas mujeres tan atractivas pegadas a los libros.

Ness: Algo así como el zorro en el gallinero, ¿no?

Zac: Algo parecido -admitió con una carcajada y se recostó en el sillón-.

Ness: ¿Y qué hay de esas mujeres con las que siempre apareces en las revistas?

Zac: Está bien -admitió con la mano en alto-. Reconozco que no he sido muy quisquilloso a la hora de buscar una pareja para los viernes por la noche. He aceptado a la primera que estuviera disponible y dispuesta a acompañarme a esos aburridos actos sociales a los que estaba obligado a asistir.

Ness: Y la primera que estaba disponible siempre era la elegante y esbelta mujer de la alta sociedad, supongo.

Zac: El hecho de que la mujer sea mi tipo o no importa poco -suspiró y señaló los papeles que ella estaba hojeando-. ¿Trabajo?

Ness: Sí -asintió con una sonrisa-. Nosotras, las bibliotecarias con gafas, pasamos muchos sábados por la noche en casa, trabajando.

Zac: Nosotros, los apuestos casanovas, también -admitió con media sonrisa-. Me he instalado con mis informes frente al televisor en la otra habitación.

Ness: ¡Oh!

Zac: ¿Por qué no me haces compañía? -miró alrededor-. Sería un cambio de escenario, por lo menos.

Era una oferta tentadora. No tenía ninguna razón para negarse, así que permitió que Zac trasladara sus cosas a la otra habitación y ella lo siguió con las muletas.

Una vez que ella estuvo instalada en el sillón, Zac quitó el sonido de la televisión para seguir el partido mientras ellos dos trabajaban.

Zac: Por cierto, el lunes es la fiesta del 4 de julio. He pensado que estaría bien acercarme al concierto en Boston. ¿Te apetece venir?

Había resultado tan poco premeditado que Ness tardó un poco en asimilar sus palabras. Había supuesto que su accidente habría postergado sus citas y ahora se sentía ridículamente alegre de que se ciñera a su plan original.

Ness: Eso sería fantástico -dijo en voz alta-.

Trabajaron en silencio durante cerca de una hora. Eran cerca de las nueve cuando Ness se sorprendió mirando el vacío. Volvió a colocarse las gafas para volver a la lectura.

Zac: ¿Algún problema?

Ness: No -negó con la cabeza-. Tan solo me preguntaba cómo quedaría la cocina de la familia Lorimer en amarillo y azul. Y cómo voy a construirle un refugio, dos fregaderos y un armario empotrado.

Zac: Tengo la solución -levantó una ceja-. Convence al señor Lorimer para que se compre una casa más grande.

Ness: Eso ya lo ha intentado su esposa -rió-. Ni siquiera comprende por qué quiere desprenderse de los electrodomésticos color verde aguacate.

Zac: Un fregadero es un fregadero -se recostó en el sofá-. Y además, ¿cuál es el problema? ¿No han vuelto a ponerse de moda los pantalones campana? En un par de años, los vecinos se morirán de envidia.

Ness: Ah, ya entiendo -ladeó la cabeza-. La moda retro.

Zac: Exactamente.

Ness: Los aparatos de la cocina no cambian tan rápido como la moda -hizo un puchero con los labios-. ¿Cuándo fue la última vez que viste a alguien cambiando su lavadora por una tabla de madera?

Zac: Sí, de acuerdo, admito que tienes razón -dijo, con el ojo puesto en la pantalla, donde el partido seguía empatado-.

Ness: Gracias.

Zac: Y si les ofreces dos cocinas. Una para ella y otra para él.

Ness: Eso es ridículo.

Zac entrelazó las manos detrás de la cabeza.

Zac: Bueno, no lo sé. Quizás el tipo quiera investigar por su cuenta de vez en cuando.

Ness: No lo creo...-entornó los ojos-.

Zac: Bien, entonces haz una ampliación -sugirió sin apartar la vista del televisor-. ¿Sabes si la cocina tiene una pared que dé al exterior?

Ness: Ya he pensado en eso. Hay un patio en un lado y un camino en el otro. No es posible hacer una ampliación.

Zac: Deshazte de uno o dos armarios -apartó la vista del partido-. Derriba un par de tabiques. Proponle una despensa en vez de los armarios. Al marido no le importará, ya cree que tiene demasiada ropa. Y ella estará tan ilusionada con la idea de ampliar la cocina que no le importara deshacerse de los armarios.

Ness: Eso podría funcionar -golpeó la goma del lápiz contra sus labios-. Tiene un par de armarios cerca de la cocina.

Zac: El año que viene podría convencer al marido sobre la necesidad de construir un vestidor y ¡tá, tá! -chasqueó los dedos-, ahí tienes un nuevo encargo.

Si decía que estaba sorprendida por su perspicacia lo estaría subestimando. Supuso que no debería. Al fin y al cabo, había triunfado en el mundo de los negocios. Y era una idea realmente buena. Empezó a explicárselo cuando apreció de reojo una imagen en la televisión.

Ness: ¡Rápido! Sube el volumen. Creo que los Red Sox acaban de marcar.

Zac se movió rápido y pulsó el botón del mando a distancia.

**: ¡Una carrera completa, amigos! -anunció el comentarista-. Y es bola de partido. Red Sox, 4, Orioles, 2. Volveremos tras una pausa para los anuncios.

Zac: No sabía que estuvieras prestando atención.

Ness: Supongo que he fingido mucho mejor que tú -replicó-.

Zac: Lo siento -sonrió-. Te juro que también prestaba atención a la cocina de la señora Lorimer.

Ness: Y estaba a punto de decirte que habías tenido una gran idea -se cruzó de brazos-. Me refiero a los armarios. Gracias.

Zac: De nada.

Se sonrieron mutuamente durante un segundo.

Ness: ¿Zac?

Zac: ¿Sí? -contestó sin perder detalle del partido-.

Ness: ¿Qué ocurrió exactamente entre Amber y tú?

Zac: ¿Disculpa? -sus ojos se clavaron en ella-.

Ness: ¿Por qué cancelasteis el compromiso?

Zac miró la pantalla otra vez y suspiró.

Zac: Se acabó el partido -dijo y apagó la televisión con el mando-.

Ness se removió un poco en su asiento. No se lamentaba por su pregunta. Lo peor que podía ocurrir era que le dijera que no era asunto suyo.

Zac se quedó callado un momento.

Zac: Descubrí que no me amaba tanto como a mi dinero y la posición social que representaría para ella su nueva condición -dijo lentamente-.

Por fin lo había escupido. Nunca antes le había contado a nadie su ruptura con Amber. Ni siquiera a sus hermanos.

Ness: ¿Cómo estás tan seguro de los motivos de Amber? Supongo que no te lo diría directamente a la cara.

Zac: No apuestes.

Ness: ¿Qué?

Zac: Escuché cómo se lo contaba a una amiga. Estaba en el balcón, en una de esas fiestas de etiqueta que tanto le gustaban a Amber -se encogió de hombros-. No sabían que estaba ahí.

Ness: Entiendo.

Zac: No, no creo que lo entiendas -se pasó la mano por el pelo-. Al parecer, fui el primo que pescó justo antes de que se fundiera su propio dinero. La verdad es que Amber siempre tuvo gustos muy caros.

Ness: Lo siento.

Zac: La familia y los amigos quisieron avisarme -movió la cabeza-. Pero los ignoré. Supongo que tendría que sentirme afortunado por lo que pasó.

Ness: Estoy segura de que sentía algo por ti -se mordió el labio-.

Zac: Tenía previsto reavivar el fuego con uno de sus amantes después de la boda. Mi agenda de trabajo le dejaba un montón de tiempo libre.

Ness miró fijamente a Zac. Era un auténtico adonis de más de metro setenta. No podía imaginar que se pudiera desear a otra persona si se le tenía a él.

Zac: Un aburrido adicto al trabajo -dijo y sonrió inesperadamente-. Una definición bastante acertada, pese a que algunos insistan en verme como un gigoló.

Ness se ruborizó. No podía explicar que su imagen de él se debía a la atracción que sentía y a una suerte de defensa frente a esa misma atracción.

Zac: Ahora ya conoces los detalles.

Ness: Sí -dijo avergonzada por ser tan entrometida, pero no reprimió otra pregunta-. ¿En qué se diferencia nuestra relación? Me parece que, según los términos de nuestro acuerdo, utilizo tus servicios a cambio de tu dinero.

Zac: No hay nada malo en eso si las dos partes están de acuerdo -miró a Ness de frente-. Digamos que, después de Amber, he empezado a pensar que no sería tan mala idea... si las reglas se establecen desde el principio.

Ness: Una actitud bastante cínica, ¿no crees?

Zac: Mira, incluso si el amor verdadero existe, muchos de nosotros no tenemos esa suerte. Una buena parte de este mundo considera estas cosas un acuerdo entre partes -se encogió de hombros-.

Ness: Entiendo.

Así que su brillante idea de que tuvieran un hijo juntos nacía de esa filosofía, adquirida tras su experiencia traumática con Amber. Se le había ocurrido que ella le presentaba la oportunidad de lo que consideraba un acuerdo ideal. Excepto por la necesidad de que el asunto de su embarazo corría prisa, todo concordaba.

Zac: Por cierto -dijo, sacándola de sus pensamientos-, te equivocas al decir que no eres diferente de Amber. Tú no tendrás un amante. Eso también forma parte del trato.

La mirada fría de Zac dejó a Ness sin aire. Incluso si sabía que Zac no era un hombre posesivo en el peor sentido de la palabra, sintió escalofríos.




Vaya, con lo bien que iba todo y ahora Zac dice esas cosas =S
Esperemos que en el siguiente capi vayan mejor las cosas.

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domingo, 20 de octubre de 2013

Capítulo 6


¡Vaya! Volvió a levantarla en brazos pese a sus tímidas protestas.

Zac: Pórtate bien y deja de moverte -masculló-. Vas a ir al médico.

Ness: Pues claro que voy a ir...

Zac clavó su mirada en ella y ese gesto bastó para callarla. Se agachó con ella en brazos para que recogiera el bolso del suelo.

¡Demonios!

Se le había puesto un nudo en la garganta cuando había visto a Vanessa tambaleándose en lo alto de la escalera con esos ridículos zapatos y la preocupación había puesto una nota de severidad en el tono de su voz.

Incluso en ese momento sentía que su corazón galopaba desbocado en su pecho. Claro que, si era sincero consigo mismo, tenía que admitir que no era provocado únicamente por lo que había estado a punto de ocurrir. Un lado de su pecho presionaba su torso, la curva de sus nalgas rozaba apenas su mano bajo las piernas de Vanessa. Apretó los dientes para detener la crecida de la lujuria.

Pasó con ella en brazos junto a algunos mensajeros desgarbados y la recepcionista, cuya expresión de sorpresa cambió a una sonrisa ante la visión de su jefe con una mujer en brazos.

Zac: Susi, avisa al doctor Garber y dile que estaré allí dentro de quince minutos.

Susi: ¡Enseguida!

La recepcionista efectuó esa llamada y Zac escuchó cómo informaba al ayudante del doctor Garber mientras cruzaba las puertas automáticas del edificio.

Ness: ¡Déjame en el suelo! Soy muy capaz de llegar hasta el coche por mi propio pie...

Zac: ¿Cómo?

Ness: Y, además, tengo mi propio médico -añadió, colorada-.

Zac: Me alegro por ti -apuntó-, pero hoy veremos al mío.

Ness: Estás acostumbrado a llevar la voz cantante, ¿verdad? -dijo en un tono acusatorio-. ¿Nunca aceptas una orden?

Zac la miró de reojo.

Zac: Bajo determinadas circunstancias... -susurró, pero dejó la frase suspendida en el aire y fue recompensado con un nuevo sonrojo-.


Ness: ¿Dónde vamos? -miró la salida de la autovía que acababan de dejar atrás y se volvió hacia Zac-. Acabas de pasarte la salida de mi casa.

El doctor les había dicho que se había producido un esguince bastante fuerte. No necesitaría escayola, pero tendría que utilizar muletas durante un par de semanas.

Zac: Vamos a mi casa.

Ness: ¿Qué?

Sintió que el pánico le roía el estómago.

Zac: No te preocupes -apartó los ojos de la carretera un segundo-. No he ideado ningún plan perverso.

Ness: Claro que no -asintió, consciente de que ése había sido su temor inicial-. Solo me preguntaba a qué debía el placer de esta inesperada e innecesaria invitación para ir a tu casa.

Zac rió y después se aclaró la garganta.

Zac: Necesitarás a alguien que cuide de ti durante un tiempo. Tengo una maravillosa ama de llaves. Estoy seguro de que te encantará.

Ness: ¡Oh, no!

Zac: Y no se te ocurra llevarme la contraria -intervino con una mirada severa-.

Ness: Podría desenvolverme sola sin problemas -dijo con cierto orgullo-.

Zac: ¿Cómo? -miró por el retrovisor-. Se supone que tienes que mantener ese pie en alto. ¿Tienes alguna persona en casa que te ayude con las comidas? ¿Alguien que haga tus recados? ¿Alguien que te ayude con la casa?

Ness: Puedo quedarme en casa de Ashley.

Zac: Olvídalo -le dirigió una mirada divertida-. Sabes tan bien como yo que Ashley trabaja hasta tarde, en especial si tiene un juicio entre manos. Y excepto la chica que le cuida el gato, no tiene a nadie que la ayude en su apartamento.

La verdad era que tenía razón, incluso si no quería admitirlo.

Zac: Míralo por el lado bueno. Esto nos dará la oportunidad perfecta para comprobar si somos compatibles -añadió-.

Ness: ¿Y qué pasa con mis cosas? -preguntó con cierto pánico-.

Zac: No será un problema. Me pasaré por tu casa y te traeré todo lo que necesites -aseguró y, tras una pausa, preguntó-. Entonces, ¿aceptas mi invitación?

Ella estudió el perfil de Zac hasta que se volvió hacia ella con una mirada neutra. Lanzó un breve suspiro.

Ness: Sí.

Ya conocía la casa de Zac desde fuera. Había pasado frente a ella a menudo en su coche camino de sus citas con algunos clientes en el barrio más exclusivo de Carlyle. Había adquirido la casa poco después de su compromiso de boda.

La casa, construida en madera, databa de mediados del siglo diecinueve. Las tablillas blancas del techo y la valla que rodeaba el jardín contrastaban con las contraventanas y las puertas negras. La estructura de dos alturas estaba parcialmente oculta a la vista desde la carretera por dos enormes robles en la parte delantera.

Ness siempre había pensado que sería el tipo de casa que le hubiera gustado comprarse de tener dinero suficiente. Y siempre había querido inspeccionarla por dentro para ver si estaba decorada tal y como ella había imaginado. Pero su entusiasmo se había enfriado cuando había sabido que Zac había adquirido la casa para otra mujer.

Zac: Te la enseñaré para que puedas orientarte por tu cuenta -señaló una vez dentro de la casa-. No tengo mucho servicio aquí porque me paso la mayor parte del tiempo de viaje. Tan solo una persona que viene a limpiar una vez por semana y un jardinero. Fred Daly y su mujer, Mandy, hacen las veces de mayordomo y ama de llaves a tiempo parcial.

Ness admiró la barandilla de alabastro de la escalera que conducía desde el vestíbulo, donde estaban, hasta el piso de arriba. La madera brillaba con un tono rojizo.

Ness: ¿Mantienes la madera original de la casa? -preguntó mientras repasaba las puertas cercanas y los marcos de madera-.

Zac: Sí -abrió la puerta que tenían a su izquierda y Vanessa, ayudada por las muletas, entró cojeando tras él en el salón-. Las chimeneas también se han conservado.

Una espectacular chimenea de mármol presidía la sala. Un par de sofás malvas, enfrentados entre sí, y una mesa sobre una alfombra color crema de lana completaban el conjunto.

Zac: El mobiliario de esta habitación, así como casi todo lo que hay en la casa, lo mandé traer de mi piso de soltero. Empecé la restauración de lo más esencial, pero como creía que Amber se ocuparía de la decoración... -Se calló y apretó la mandíbula-. El compromiso se canceló antes de que llegáramos a ese punto, pero eso seguramente ya lo sabrás, ¿no? -la miró de reojo-.

Ness: Ashley comentó algo acerca del compromiso, sí -admitió-.

Vanessa se ayudó de las muletas para acercarse hasta la chimenea.

Ness: Es una preciosidad.

Zac: Me alegra que te guste -señaló con cierto orgullo-.

Ness: ¿A quién contrataste para la rehabilitación? -Zac mencionó una casa con la que ella trabajaba a menudo-. Sí, los conozco bien. Son muy buenos.

Zac: Si te desenvuelves bien, puedo enseñarte el resto de la casa -propuso-.

Ness: Me encantaría -asintió-.

La planta baja se completaba con un despacho, un comedor, la cocina y una sala de estar. Todas las habitaciones presentaban el mismo acabado en madera. La cocina, muy amplia, estaba equipada a la última. Pero el estilo tradicional de la casa no desentonaba en absoluto con la modernidad de sus instalaciones.

Zac: Acababan de reformar la cocina cuando compré la casa -explicó-.

Vanessa asintió mientras observaba, distraída, cada detalle de la casa. Ése fue el motivo de que no notara la pausa de Zac cuando llegaron al pie de la escalera.

Zac: Será mejor que te suba en brazos.

Ness: Oh, no creo que sea necesario... -hasta ese momento, cada vez que eso había ocurrido su pulso se había acelerado-. Creo que podré subir estos escalones.

Zac: Seguro -tomó las muletas de sus temblorosos dedos-, pero no creo que yo pueda quedarme de brazos cruzados mirándote.

Antes de que se diera cuenta, estaba en los brazos fuertes de Zac, apretada contra su pecho. En el caso de que hubiera olvidado su contacto con ciertas partes de la anatomía de Zac esa misma mañana, ahora lo estaba recordando.

Ness: ¡Déjame...!

Zac: ¡...en el suelo! -terminó-. No, y estate quieta.

Cuando finalmente llegaron al segundo piso, Zac la dejó en el suelo mientras la sostenía con una mano y le tendía las muletas con la otra.

Ness: Gracias -dijo tras un carraspeo-.

Zac: De nada.

Pronto descubrió que la planta superior tenía cinco dormitorios y que dos de las habitaciones estaban completamente vacías.

Zac: No he tenido tiempo para ocuparme de estas habitaciones -señaló casi a modo de disculpa-. Hace años que compré la casa, pero he ido posponiendo la decoración indefinidamente. -Se detuvieron frente a la tercera puerta-. Este es el dormitorio principal -dijo y abrió la puerta-.

No estaba segura de lo que esperaba, pero no era la imagen que se ofreció antes sus ojos. La habitación rebosaba con muebles antiguos en madera de palisandro y, en el centro, presidía una cama de matrimonio. La ropa de cama de color crema, la tapicería y las cortinas ofrecían un contraste muy agudo con los acabados de madera. El resultado era deslumbrante.

¿A Zac le gustaban las antigüedades? Y, a juzgar por lo que veía, parecía bastante entendido en el tema. Estaba impresionada. No, estaba atónita.

Ness: ¿Esto estaba en tu apartamento?

Zac: No hace falta que emplees ese tono de sorpresa -dijo con una sonrisa-. El buen gusto y yo no somos totalmente incompatibles.

Ness: Lo siento, pero había imaginado...

Zac: ¿...mucho cuero y un montón de espejos? -propuso en tono burlón-.

Una sonrisa involuntaria asomó a sus labios. Avergonzada ante el hecho de que le hubiera leído el pensamiento, cambió de tema.

Ness: No tenía la menor idea de que te gustaran las antigüedades.

Zac: En Harvard, a veces me escapaba a dar una vuelta para despejarme antes de los exámenes. Y, ocasionalmente, pasaba por alguna tienda de antigüedades o me paseaba por algún mercadillo.

Ness: Me ha sorprendido porque no parece que te hayas ocupado mucho de la decoración de tu despacho -señaló-.

Zac: Es cierto. Pero es mi lugar de trabajo, nada íntimo. Supongo que esos tipos de la firma de arquitectos sabían lo que hacían. Desde luego me lo hicieron pagar.

Vanessa tomó en sus manos el reloj del escritorio. El trabajo de talla de la madera indicaba que pertenecía a la época victoriana.

Ness: Es una preciosidad.

Zac: Tengo una buena colección de relojes -dijo, situándose a su lado-.

Ness: ¿Supongo que el Museo del Reloj en Ginebra será tu favorito? -bromeó-.

Zac: ¿Lo conoces? -preguntó sorprendido-. Lo he visitado varias veces, siempre que saco tiempo en alguno de mis viajes.

Ness: Sí, lo visité en un viaje a Europa cuando estaba en el instituto.

Zac: Todo el mobiliario lo he adquirido a través de un anticuario. Excepto la estructura de la cama. Pujé por ella anónimamente en una subasta.

Ness: Sí, es impresionante -se acercó a la cama y golpeó el armazón-. ¿Sabes la fecha?

Zac: Creo que se remonta a finales del siglo pasado.

Ness: ¿Tuviste que restaurarla?

Zac se había acercado a ella mientras Ness deslizaba los dedos sobre la cabecera.

Zac: No, estaba en perfecto estado.

Ness: Eso está bien -señaló, consciente de que Zac estaba justo detrás, pero decidida a mantener la charla-. Veo que ha sido tallada a mano.

Zac: Sí.

Ness: Seguro que costó un dineral.

Zac estaba muy cerca. Su respiración agitaba su pelo y no tenía escapatoria.

Zac: Sí, pero me gustó el minucioso trabajo de talla de la madera.

La mano de Zac se posó sobre la suya en el tablero y guió la huella de su índice a través de los surcos y las muescas de la madera lisa.

¡Dios santo! Estaba derritiéndose como una tarrina de mantequilla al sol con el calor que emanaba de su cuerpo. Clavó la mirada en la mano de Zac, incapaz de apartar los ojos o retirar la mano mientras seguía su recorrido sobre el cabecero.

Ness: No cabe duda de que llevó su tiempo -dijo con voz ronca-. Todo tenía que ser perfecto, y creó algo de una belleza deslumbrante.

Justo en el instante en que supo que no aguantaría más, Zac apartó la mano. Sin embargo, antes de que pudiera exhalar el aire atrapado en sus pulmones, las manos de Zac le sujetaron los hombros y rozó su nuca con la nariz.

Ness: Quizás el artesano no trabajó solo -propuso sin perder el control-.

Zac hizo volverse a Ness para mirarla de frente.

Estaba sonriendo, y sus ojos chisporroteaban con aire malicioso.

Zac: ¿Tú crees?

Ness: En calidad de experta, te aseguro que no trabajó solo.

Zac: ¿Cómo puedes estar tan segura?

Ness: Un gran trabajo casi siempre es producto de una estupenda colaboración -anunció antes de que Zac se inclinara a besarla-.

Zac: Quizás fuera un ermitaño.

Ness: ¿Y realizó un maravilloso cabecero para una cama de matrimonio? -contestó incrédula-.

Zac: Sí, tienes razón -sonrió. Dibujó una línea de besos desde la ceja hasta el pómulo, apartó una de las muletas que tiró sobre la cama y sustituyó el soporte con su mano en la cintura-. Quizás le gustaran las camas grandes.

Ness: Seguro que tendría un modelo en quien inspirarse -señaló, si bien cada vez le resultaba más difícil mantener viva la conversación-.

Los dedos de Zac se esmeraron con la cremallera de su camiseta sin mangas.

Zac: Cariño, tú me estás inspirando en estos momentos.

Tan solo cuando sintió una ráfaga de aire fresco en la espalda comprendió que le había bajado la cremallera para facilitarse el acceso. La mano de Zac tomó su pecho sobre la camiseta caída y acarició con el pulgar la aureola que rodeaba el pezón sobre la tela antes de deshacerse de la prenda.

Escuchó la cruda inhalación de Zac y encontró su mirada sombría.

Zac: ¿Te das cuenta de lo que provocas en mí? -dijo con voz áspera-.

Bajó la mirada hasta sus pechos, presionados contra la tela del sujetador que ejercía de barrera frente a su mirada ardiente.

Cualquier pensamiento coherente se desvaneció y hundió la cabeza para atrapar entre sus labios uno de sus firmes pezones a través de la tenue tela de encaje. Empezó a succionar mientras repasaba el botón de su pecho con la lengua una y otra vez.

Ness gimió y escuchó en la distancia el golpe sordo de su otra muleta sobre la moqueta. Llevó las manos a su cabeza y lo apretó contra su pecho. Los brazos de Zac eran ahora su único baluarte mientras éste trasladaba sus atenciones a su otro pecho.

Ness pensó que moriría de tanto placer. La suave succión estaba provocando una multitud de sensaciones exquisitas que corrían a lo largo de su cuerpo y se concentraban entre sus muslos.

Ness: ¡Oh, Zac, por favor...!

Parecía que tan solo ellos y su arrebatador deseo existiera en ese instante.

Tumbó a Ness en la cama y se colocó sobre ella. Sus besos eran una declaración de ardiente posesión masculina. Notaba las manos en todo su cuerpo, acariciándola, excitándola, aplacando y encendiendo su pasión. Se había quitado el sujetador y ahora sus pechos estaban en contacto con el torso velludo de Zac. Esa fricción, sumada a la sensación de su erección contra la intersección de sus muslos, causó una tensión que creció en espiral.

Zac se sentó un segundo en la cama. Ella se sintió al principio desnuda sin su presencia, pero comprobó con alegría que se había quitado la chaqueta y ahora se estaba desvistiendo.

La línea de vello de su pecho dibujaba la letra T y se perdía bajo la cintura, pero sus pantalones no podían ocultar su erección.

Ness mantuvo la mirada en la entrepierna un instante antes de mirarlo a los ojos. La pasión reflejada en esa mirada la dejó sin respiración.

Había soñado con ese momento toda su vida.

Ella levantó los brazos hacia él, pero Zac negó con la cabeza.

Zac: No, todavía no -murmuró-. Primero tenemos que quitarte esto.

Desabrochó los pantalones y, de un tirón, le quitó la prenda, incluida la ropa interior, con cuidado para no hacerle daño en el tobillo.

Se sintió vulnerable, expuesta, desnuda frente a su mirada, sin nada de ropa con la que cubrirse. Se quedó muy quieta, atenta a su reacción y le sorprendió la medio sonrisa algo taimada.

Levantó la vista desde su cintura hasta su cara.

Zac: Tienes el mismo color de pelo en todo tu cuerpo. Sentía curiosidad.

Se sonrojó pese a la risa de Zac, que se tumbó a su lado y forzó con la pierna que ella separase las suyas. Posó la mano sobre ella con intimidad antes de que utilizara dos dedos para iniciar un lento movimiento rotatorio en su ardiente centro. Poco a poco levantó una ola de deseo hasta que Ness se removió en la cama.

Ness: ¡Zac! -jadeó-.

Zac: Quiero escucharte cómo dices «sí» -le reprochó con un gruñido amable-. ¿Puedes hacerme ese favor, encanto? Quiero oírtelo decir.

No podía razonar. Nunca se había sentido de ese modo antes.

Zac: Entrégate a mí -ordenó con voz áspera-.

Las súplicas de Zac eran la perdición de Ness. De pronto lo olvidó todo.

Ness: ¡Oh, sí! ¡Sí! ¡Por favor, Zac!

Emitió un sonido gutural de satisfacción ante el clímax de Ness.

Una vez que ella recuperó la nitidez, Zac se tumbó sobre ella.

Zac: No hemos terminado todavía, cariño. Aún queda un buen rato.

Justo en el instante en que bajó la cabeza y se preparó para penetrarla, ambos lo oyeron. Era el inconfundible sonido de la puerta de entrada, seguido de una voz.

**: ¿Hola? ¿Zac?

Zac expulsó el aire en un silbido sordo y se desplomó sobre ella en un gesto de aparente derrota.

Zac: ¡Mierda, mierda, mierda!

Ness: ¿Quién...? -intentó aclarar su mente-.

Zac: Mandy. El ama de llaves -anunció su voz amortiguada-.

Ness: ¡Oh, oh! -luchó para incorporarse-. ¡Dios mío!

Zac sujetó a Ness y la obligó a quedarse quieta.

Zac: Estoy arriba, Mandy -gritó-. Bajaré enseguida.

Entones se levantó con cuidado y le tendió la mano a Vanessa para que se incorporase sobre la cama.

Ella recorrió con la mirada el cuerpo musculoso y todavía excitado de Zac. Era un hombre de una pieza, sin duda.

Zac: Deja de mirarme de esa manera, encanto. De lo contrario, terminaremos con lo que habíamos empezado, tanto con Mandy como sin ella.

Sintió el colorado en las mejillas y bajó la vista en busca de algo de ropa.

Zac: Toma -le tendió la ropa interior-. Estaba en el suelo.

Ness: Gracias.

Y tomó de su mano las prendas con toda la dignidad que le fue posible.

Zac: Satén negro de Victoria's Secret. Nunca se me habría ocurrido para ti -señaló mientras se ponía los pantalones-.

Ness: Déjalo ya -murmuró, cada vez más roja-.

Envidió la velocidad a la que se había recuperado cuando los habían interrumpido.

Zac se sentó a su lado en la cama, la camisa desabrochada, y levantó la barbilla de Vanessa para que lo mirara a la cara.

Zac: Tienes un fascinante modo de sonrojarte -dijo con la mirada baja-. Y empieza asombrosamente abajo.

Ness: Es la sangre irlandesa -apartó la barbilla-. Algunos de nosotros no tenemos el don de la neutralidad en la expresión.

Zac: ¡Gracias a Dios! -sonrió. Ella se sobresaltó cuando Zac se agachó y plantó un beso húmedo en el centro de su escote. Guiñó un ojo con una sonrisa malévola-. Solo quería saber si estaba tan caliente como aparenta. -Ella agarró una almohada y apuntó a su cara, pero Zac interceptó el misil antes de que alcanzara su objetivo-. ¡Vístete! Iré a entretener a Mandy y volveré para ayudarte a bajar las escaleras.

En cuanto salió de la habitación, Ness se dedicó a recuperar un aspecto presentable. Se pasó un cepillo por el pelo y se pintó los labios. Tenía la ropa un poco arrugada, pero tendría que servir.

Meditó acerca de lo que acababa de ocurrir o, más bien, sobre lo que no había llegado a pasar gracias a la fortuita interrupción de Mandy. Se había enfadado con Zac ante su actitud despótica cuando habían salido de la consulta del doctor. Sin embargo, poco después, había terminado en la cama con él.

Tendría que andarse con ojo y reservar sus sentimientos. Zac había dejado claro que sería una relación basada en términos prácticos y así era como lo quería. Si no lo tenía presente, tendría dificultades.

Mandy resultó ser una mujer entrañable, de rostro rechoncho, cercana a los sesenta. Tenía el pelo gris y usaba gafas que colgaban de una cadenita de su cuello.

Zac: Ashley te ha enviado -repitió despacio-.

Mandy: Pues, sí. Me llamó hace una hora, más o menos. Me dijo que había oído que Ness se había caído y que tú la habías acompañado al médico. Y cuando el doctor le dijo que te había oído decirle que la traerías aquí para cuidar de ella, me llamó. -Ness advirtió la mirada bromista de Zac y reprimió una carcajada-. Sí, en efecto -prosiguió-. Me sugirió que viniera para asegurarme de que nadie necesitaba que le echara una mano para cuidar de Ness. ¡Menudo lío!

Zac albergaba ciertas sospechas acerca de su hermana, pero decidió guardar silencio por el momento.

Zac: Un verdadero lío -aseguró-.

Sabía perfectamente cuál de sus hermanos era responsable. Se rascó la cabeza.

Mandy le dedicó una sonrisa venerable. La compañera de bridge de Celia sabía jugar sus cartas con maestría. Habría apostado su casa a que Mandy estaba compinchada con su hermana.

Zac: Tengo que volver a la oficina. De vuelta a casa, pasaré por casa de Vanessa para traer algunas cosas.

Mandy: Una idea espléndida -exclamó con una palmada. Se acercó a Vanessa, que mantenía el equilibrio con las muletas, y la acompañó hacia una silla en la cocina-. ¿Por qué no te preparo un té helado? Después podemos instalarte con un teléfono, un fax y cualquier cosa que necesites en el despacho de Zac.




El esguince de Ness le ha venido a Zac que ni pintado XD. Ahora tiene la excusa perfecta para tenerla solo para él. ¡Qué retorcido! 
Y ella, la pobre, no se siente cómoda porque piensa que él no la quiere... ¡Hombres! ¬_¬

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