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jueves, 28 de febrero de 2019

Tercera parte - Capítulo 23


Pero alguien había dañado a Brittany. Alguien la había matado.

Vanessa siguió llorando histéricamente. Incluso cuando su visión se hizo borrosa, no pudo apartar la mirada de aquel horror que tenía ante sí. También sentía olor a sangre, a sangre caliente y espesa...

Tenía que huir antes de que Brittany extendiera esa mano delicada y muerta, y la estrangulara.

Presa del pánico, logró levantarse de la silla y tuvo miedo de moverse demasiado aprisa, miedo de apartar la vista del cadáver de Brittany Snow. Cada movimiento, cada sonido era reproducido por el monitor mientras la cámara seguía registrando la escena. Sintió que algo le rozaba la espalda. Contuvo un grito y levantó las manos para defenderse, pero sus dedos se enredaron en el cable de un micrófono.

Ness: ¡Oh, Dios mío! -exclamó-.

Logró liberarse, arrojó el micrófono a un lado y huyó del estudio muerta de pánico.

Tropezó, y un espejo de pared le devolvió la imagen horrorizada de ella misma. Estuvo a punto de enredarse con sus propios pies mientras corría por el oscuro pasillo. Alguien respiraba cerca de su cuello. Lo sentía, lo sabía.

Gimiendo, se metió en su camerino, dio un portazo y echó la llave. Se quedó parada en la oscuridad mientras el corazón le latía desbocadamente.

Tanteó en busca del interruptor de la luz y luego volvió a gritar cuando vio su propio reflejo. Una guirnalda dorada rodeaba el espejo. Como un nudo corredizo, pensó. Aterrorizada, se recostó contra la puerta. Todo comenzó a girar a su alrededor. Logró llegar al teléfono y marcó el 911.

Ness: Por favor, ayúdenme. -Mareada, se sentó en el suelo-. Le han destrozado la cara. Necesito ayuda. Edificio de la CBC, estudio B. Por favor, dense prisa -rogó y dejó que la oscuridad la devorara-.


Zac llegó a su casa poco después de la una de la madrugada. Lo primero que quería era una ducha bien caliente y un coñac tibio. Esperaba a Vanessa de vuelta antes de una hora, después de la reunión que había tenido. Se había mostrado imprecisa con respecto a los detalles cuando hablaron entre toma y toma, y él no tuvo tiempo ni ganas de insistir. Los dos trabajaban en ese medio desde hacía demasiado tiempo como para cuestionar las reuniones a medianoche.

Despidió al chófer y enfiló el sendero de acceso, sorprendido por los ladridos ansiosos del perro, que estaba encerrado en el trastero.

Zac: Tranquilo, Cronkite. Muestra un poco más de respeto por el descanso de los vecinos.

Al acercarse a la puerta buscó las llaves y se preguntó por qué se habría olvidado Vanessa de encender la luz del porche. Los pequeños detalles como ese jamás se le pasaban por alto.

Seguramente era por los preparativos de la boda, pensó complacido.

Algo crujió bajo sus pies. Vio el brillo de un cristal roto. Su desconcierto se trocó en furia al ver los añicos de los paneles de vidrio opaco de la puerta.

Se le secó la boca. ¿Y si la reunión se había cancelado? ¿Si Vanessa se encontraba en la casa? Entró llamándola a gritos.

Algo se rompió en la parte posterior de la casa, y los ladridos frenéticos del perro se convirtieron en aullidos. Mientras rogaba que no le hubiese ocurrido nada a Vanessa, Zac encendió las luces y echó a correr hacia el origen del ruido.

Solo encontró destrucción. Las lámparas y las mesas estaban caídas, la cristalería destrozada. Cuando llegó a la cocina, le pareció ver una silueta que corría por el césped. El perro volvió a aullar y arañar la puerta del trastero.

Estuvo a punto de salir en su persecución, pero la posibilidad de que Vanessa estuviera en la casa se lo impidió.

Zac: Está bien, Cronkite. -Abrió la puerta y el perro saltó hacia él nerviosamente-. Te has asustado, ¿verdad? Yo también. Ahora busquemos a Vanessa.

Registró cada habitación y cada vez sintió más incredulidad. La casa parecía devastada por un tornado.

Pero lo más aterrador era el mensaje escrito con el lápiz de labios de Vanessa sobre la pared, encima de la cama que ambos compartían.

TE HE AMADO
HE MATADO POR TI. AHORA TE ODIO.

Zac: Gracias a Dios que ella no estaba aquí. Gracias a Dios -musitó-.

Cogió el teléfono y llamó a la policía.


Arnold: Tranquilícese -pidió el teniente Jenner y le dio un vaso de agua-.

Ness: Ya estoy bien. Lo lamento. Sé que antes he estado incoherente.

Arnold: Es comprensible. -Ya había visto el cuerpo de Brittany Snow y le pareció más que comprensible el estado de Vanessa. No la culpaba por haberse encerrado en un camerino y que hubiera hecho falta una suave persuasión para convencerla de que abriera la puerta-. Necesitará que un médico la vea.

Ness: Descuide, estoy bien.

Está en estado de shock, pensó él. El recurso que tenemos de protegernos con la ilusión de que todo está bien. Pero seguía con los ojos vidriosos y, pese a que él le puso su abrigo sobre los hombros, temblaba.

Arnold: ¿Puede contarme qué sucedió?

Ness: La encontré así. Llegué y la encontré.

Arnold: ¿Qué hacía usted en el estudio después de medianoche?

Ness: Ella me pidió que nos reuniéramos aquí. Ella me llamó... ella... Ella me llamó.

Arnold: De modo que convinieron en encontrarse aquí.

Ness: Ella quería hablar conmigo. Dijo que tenía cierta información sobre... sobre algo que me interesaría saber. Al principio pensé no acudir, pero después me pareció mejor que termináramos de una vez.

Arnold: ¿A qué hora llegó aquí?

Ness: A medianoche. Miré el reloj en el aparcamiento. Era medianoche. Entré en el estudio, que se hallaba a oscuras. Así que pensé que ella no había llegado aún, y me alegré. Yo quería ser la primera en llegar. Pero cuando fui a encender las luces, algo me golpeó. Al volver en mí me encontraba en el plató. La cámara estaba funcionando, Dios, la cámara estaba funcionando y la vi, en el monitor, la vi a ella.

Se llevó una mano a la boca para reprimir los gemidos.

Arnold: Tómese un minuto antes de continuar -dijo Jenner y se reclinó en el asiento-.

Ness: No sé nada más. Corrí hacia aquí y me encerré con llave. Llamé a la policía y me desvanecí.

Arnold: ¿Vio a alguien camino al estudio?

Ness: No. A nadie. A esa hora los equipos de limpieza ya se habían ido. Habría algunas personas en la sala de redacción, pero después de la última emisión, el edificio queda desierto.

Arnold: Hace falta tener una tarjeta para entrar en el edificio, ¿no es así?

Ness: Sí. Es un sistema de seguridad que instalaron el año pasado.

Arnold: ¿Este bolso es suyo, señorita Hudgens? 

Ness: Sí, es mío. Debí de dejarlo caer cuando… entré.

Arnold: ¿Y esta tarjeta?

Ness: Sí, es mía.

El policía hizo unas anotaciones.

Arnold: ¿A qué hora la llamó la señorita Snow para concertar esta cita?

Ness: A las cinco de la tarde. Me llamó a la oficina.

Arnold: ¿Su secretaria contestó la llamada?

Ness: No, ya se había ido a su casa. Contesté yo misma. ¿Cree que yo la maté? ¿Por qué haría algo así? -Se puso de pie-. ¿Cree que la convencí de que viniera aquí, la asesiné y lo filmé todo para poder mostrarles el espectáculo a mi audiencia de la mañana?

Arnold: Cálmese señorita Hudgens -dijo Jenner y se puso de pie-. Nadie la acusa de nada. Solamente trato de reconstruir los hechos.

Ness: Yo se lo explicaré. Alguien la mató. Alguien le destrozó la cara y la sentó en esa silla. Dios mío -exclamó y se llevó una mano a la frente-. Esto no puede estar sucediendo.

Arnold: Siéntese y serénese.

Jenner la tomó por el brazo. Oyó una conmoción proveniente del pasillo, y se volvió hacia la puerta.

Zac: Maldición, tengo que verla -se soltó del policía que intentaba sujetarlo y entró en la habitación-. ¡Vanessa! -Se precipitó hacia ella-. Oh, Dios mío, estás bien.

La rodeó con los brazos y hundió la cara en su pelo.

Ness: Oh, Zac. -Se apretó contra él, ansiosa por sentir su tacto, su calidez, su consuelo-. Alguien mató a Brittany. Yo la encontré. Zac, yo la encontré.

Pero él observaba con preocupación la hinchazón y la sangre coagulada de la parte posterior de la cabeza de Vanessa. El alivio se transformó en sed de venganza.

Zac: ¿Quién te hirió?

Ness: No lo sé -contestó y volvió a perderse entre sus brazos-. No pude ver nada. La policía cree que lo hice yo, Zac, que yo la maté.

Por sobre el hombro tembloroso de Vanessa, Zac miró a Jenner.

Zac: ¿Se ha vuelto loco?

Arnold: La señorita Hudgens se equivoca. Nadie la ha acusado de nada.

Zac: Entonces puede irse a casa, ¿verdad? 

Jenner se frotó el mentón.

Arnold: Claro que sí. Necesitaremos que firme una declaración, pero podemos dejarlo para mañana. Señorita Hudgens, sé que ha sufrido un terrible shock, y me disculpo por haberla sometido a un breve interrogatorio. Le aconsejo que vaya al hospital para que la examinen.

Zac: Yo la llevaré. -Con suavidad, la hizo sentar en una silla-. Quiero que esperes aquí un minuto. Tengo que hablar con el teniente Jenner.

Ella le apretó la mano.

Ness: No me dejes.

Zac: Estaré en el pasillo. Es solo un minuto. Teniente Jenner.

Jenner siguió a Zac al pasillo y le hizo señas al agente uniformado de que se alejara.

Arnold: Ha sufrido una experiencia muy difícil, señor Efron.

Zac: Lo sé. Y por eso no quiero que usted aumente sus preocupaciones.

Arnold: Tampoco yo quiero eso. Pero tengo entre manos un homicidio muy desagradable, y ella es la única testigo. ¿Le importa decirme dónde estuvo usted esta noche?

Zac: Estuve filmando en el South Side. Una docena de testigos afirmarán que estuve allí hasta la medianoche. Después, mi chófer me llevó a casa donde me dejó poco después de la una. Llamé al 911 a la una y veinte.

Arnold: ¿Por qué?

Zac: Porque mi casa ha sido allanada. 

Jenner volvió a frotarse el mentón.

Arnold: ¿Dice que a la una y veinte?

Zac: Sí. Quien entró en casa dejó un mensaje para Vanessa en la pared del dormitorio. Puede verificar los detalles con su gente. Ahora me llevaré a Vanessa de aquí.

Arnold: Está bien. -Jenner hizo otra anotación-. Señor Efron, sugiero que la lleve por otro camino para que no tenga que atravesar el estudio.

**: ¡Eh, Arnie! -gritó otro policía de paisano desde el extremo del pasillo que comunicaba con el estudio-. El médico forense ya ha terminado aquí.

Arnold: Dile que espere un minuto. Nos mantendremos en contacto, señor Efron.

Zac no dijo nada y regresó al camerino. Se quitó la chaqueta y se la echó a Vanessa por los hombros.

Zac: Vamos, cariño, salgamos de aquí.

Ness: Quiero irme a mi casa -se recostó contra él-.

Zac: De ningún modo. Vamos a urgencias.

Ness: No me dejes allí, por favor.

Zac: No pienso dejarte. -Dio un rodeo para evitar el estudio y bajaron por la escalera que conducía al aparcamiento. Como sabía lo que les esperaba, antes de abrir la puerta le besó la frente y la cogió por los hombros-. Este lugar estará repleto de periodistas y cámaras de televisión.

Ella apretó los ojos y se estremeció.

Ness: Ya lo sé.

Zac: Aférrate a mí.

Ness: Ya lo hago.

Cuando abrió la puerta, los destellos de los flashes los cegaron. Vanessa se cubrió la cara y vio gente que se precipitaba hacia ella, micrófonos y cámaras en mano.

Profirieron docenas de preguntas, pero se limitó a encogerse de hombros mientras Zac la hacía pasar entre la nube de periodistas.

Ella los conocía a casi todos. Y a casi todos les tenía afecto. En otros tiempos habían competido por alguna noticia. En otros tiempos ella habría estado junto a ellos, para tratar de conseguir la mejor toma y el mejor comentario. Después, hubiera corrido al estudio para poner la información en antena antes que la competencia.

Pero ahora ya no era la entrevistadora sino la entrevistada. ¿Cómo decirles lo que sentía, lo que sabía?

La cabeza le palpitaba, y tuvo la sensación de que se desmayaría.

Zac: Por Dios, Ness.

Una mano se extendió hacia ella y vaciló. Y entonces vio a Joe, con la cámara al hombro, la gorra de béisbol puesta del revés.

Joe: Lo siento. Lo siento de veras.

Ness: Descuida. Yo también estuve en tu sitio, ¿recuerdas? Es tu trabajo.

Subió al coche de Zac y cerró los ojos.


Jenner dejó el lugar en manos de la policía científica y los forenses. Como ya había ordenado a dos de sus hombres que interrogaran a los ocupantes del edificio, decidió esperar hasta la mañana para hacer allí un rastreo. Abandonó el edificio de la CBC y condujo hasta la casa de Zac Efron.

Arnold: ¿Cómo está la señorita Hudgens? -preguntó cuando Zac llegó pocos minutos después-.

Zac: Sufre una conmoción. Estará en observación hasta mañana. Sabía que usted vendría. 

Jenner asintió y los dos se encaminaron hacia la puerta.

Arnold: Una noche muy ajetreada. Según los registros, su llamada entró en la comisaría a la una y veintitrés. La primera unidad llegó a la una y veintiocho.

Zac: Una respuesta muy rápida. -Aunque, en realidad, no le había parecido tan rápida durante los interminables cinco minutos en que estuvo contemplando la destrucción de su hogar-. ¿También se ocupa de robos y otros delitos, teniente?

Arnold: Me gusta diversificarme. Y la verdad es que... -hizo una pausa delante de la puerta- creo que esto me interesa. Me interesan tanto aquel asunto de Greektown como la investigación de esas cartas recibidas por la señorita Hudgens. ¿Eso le molesta?

Zac lo estudió. Parecía cansado, pero estaba completamente alerta. Era una combinación que Zac entendía a la perfección.

Zac: No.

Arnold: Entonces -agregó Jenner al entrar- tal vez quiera ayudarme. ¿Le ha mencionado lo ocurrido aquí a la señorita Hudgens?

Zac: No.

Arnold: No lo culpo. Ha pasado una noche muy difícil. -Paseó la vista por el lugar. Daba la sensación de haber sufrido un bombardeo-. Y usted también.

Zac: Ya lo creo. Casi todas las habitaciones han resultado destruidas.

Arnold: Debe de estar furioso.

Zac: Las cosas pueden reemplazarse -contestó mientras subían por la escalera-.

Arnold: Ya. -Jenner entró en el dormitorio y miró la pared-. De modo que a su admirador le ha dado por escribir en las paredes. -Sacó su bloc y anotó el mensaje. Era la primera vez que ese malnacido se exponía de manera tan flagrante. Observó el estado de la habitación-. A los forenses les costará trabajar en medio de todo este lío. Veamos. El homicidio tuvo lugar cerca de la medianoche. El trayecto desde la CBC hasta aquí supone unos quince minutos. Digamos que el tipo pasa diez minutos en preparar todo en el plató. Otros diez en llegar aquí. Y usted llega a su casa a la una y veinte. Sí, diría que es tiempo suficiente.

Zac: No me está diciendo nada que yo no sepa, teniente. ¿Qué haremos ahora?

Arnold: Mañana peinaremos todo el vecindario. Alguien puede haber visto algo.

Zac: Aún no ha entrevistado a Dan Gardner, ¿verdad?

Arnold: No. Es mi siguiente visita.

Zac: También la mía.

Arnold: Señor Efron, será mejor que vuelva al hospital y acompañe a su mujer. Déjeme el resto a mí.

Zac: Me ocuparé de Vanessa y también quiero hablar con Gardner. Pienso llegar al fondo de esto. Puedo hacerlo con usted, teniente, o por mi cuenta.

Arnold: Bueno, esa no es una actitud precisamente cordial, señor Efron.

Zac: No me siento particularmente cordial, teniente.

Arnold: Supongo que no, pero esto es un asunto para la policía.

Zac: También lo era Greektown.

Jenner enarcó las cejas mientras estudiaba a Zac. Ese hombre sabía qué teclas apretar.

Arnold: Usted me cae bien -reconoció Jenner al cabo de un momento-. Me gustó la forma en que manejó las cosas en Greektown.

Zac: Es mi trabajo.

Arnold: Sí, y este es el mío. Estoy dispuesto a hacer la vista gorda en ciertos aspectos, señor Efron, por un par de razones. La primera es que de veras admiro a su mujer, y la segunda... que hay una chiquilla de diez años que tal vez le deba la vida. No creo haberle mencionado que yo tengo una nieta de esa edad.

Zac: No.

Arnold: De acuerdo -agregó Jenner y volvió a asentir-. Puede seguirme en su coche.

Cuando Vanessa despertó, ya era media mañana. Pero no tuvo necesidad de orientarse: recordaba todo con claridad. Estaba en observación en el hospital. El término le hizo gracia. Sabía que seguiría en observación -en muchos sentidos- durante mucho tiempo.

Giró la cabeza y miró a Zac, que dormitaba en una silla junto a la cama, su mano sobre la de ella. Sin afeitar, agotado y pálido, era una visión maravillosa.

Como no quería despertarlo, se movió muy despacio. Pero ese leve movimiento le hizo abrir los ojos.

Zac: ¿Sientes dolor?

Ness: No. No debiste quedarte sentado toda la noche. Aquí te habrían encontrado alguna cama.

Zac: Yo puedo dormir en cualquier parte. Soy periodista, ¿recuerdas? Tú deberías tratar de dormir un poco más.

Ness: Quiero irme a casa. Una leve conmoción no es suficiente para retenerme en el hospital. -Se incorporó lentamente en la cama-. Veo bien, recuerdo todo sin lagunas, no tengo náuseas.

Zac: Estás blanca como el papel, Vanessa.

Ness: Tampoco tú tienes muy buen aspecto que digamos. ¿Quieres meterte en la cama conmigo?

Zac: Más tarde. -Se sentó en el borde y le acarició la mejilla-. Te quiero.

Ness: Lo sé. Creo que no habría soportado lo de anoche sin ti.

Zac: No tienes que soportar nada sin mí.

Ella sonrió, pero su mirada se desvió al televisor ubicado en la pared.

Ness: Supongo que no habrás visto las noticias de la mañana.

Zac: No. Ya nos enfrentaremos a eso más tarde. 

Sí, pensó ella. Más tarde sería mejor.

Ness: Ha sido espantoso. Necesito pensar en ello, pero no puedo hacerlo.

Zac: Entonces no lo hagas. No te exijas nada, Vanessa. -Volvió la cabeza al oír a Ashley en plena discusión con el policía apostado junto a la puerta-. Le diré que estás descansando.

Ness: No, por favor. Quiero verla.

Zac fue a hablar con el policía, cuando Ashley entró como una exhalación. Corrió hacia la cama y abrazó a Vanessa.

Ash: Dios, no sabes lo nerviosa que estoy desde que me enteré. ¿Estás bien? ¿Te han herido?

Ness: Solo un golpe en la cabeza -le devolvió con fuerza el abrazo-. Estaba a punto de levantarme y vestirme.

Ash: ¿Estás segura? -se apartó y la observó-. Te veo muy pálida. Zac, ve a buscar al médico. Creo que debería echarle otro vistazo.

Ness: No te preocupes -le apretó las manos con fuerza-. He pasado la noche en observación. ¿Cómo están las cosas en la oficina?

Ash: Un caos. ¿Qué otra cosa podía esperarse? La policía le está tomando declaración a todo el mundo.

Ness: Yo tendría que estar allí.

Ash: Ni hablar. No hay nada que tú puedas hacer, y si aparecieras por allí en este momento solo provocarías más confusión. Creo que en cuanto yo vuelva y les diga que estás bien, todo se calmará. -Su boca tembló antes de abrazar de nuevo a Vanessa-. ¿De veras estás bien? Ha de haber sido horrible para ti. Cada vez que pienso en lo que podría haber pasado.

Vanessa apoyó la cabeza en el hombro de Ashley.

Ness: Brittany. Por Dios, Ashley, todavía no puedo creerlo. ¿Quién podía odiarla tanto? 

Tienes para elegir, pensó Ashley.

Ash: No quiero que te preocupes por el programa ni por la oficina. Hoy repetiremos una emisión. Cassie está ocupándose de todo, reubicando a los invitados que teníamos para la semana próxima.

Ness: No es necesario.

Ash: Yo soy la productora y digo que sí lo es. -Después de abrazarla una vez más, miró a Zac en busca de apoyo-. ¿No estás de acuerdo?

Zac: Claro que sí. Pienso llevármela a la cabaña por unos días.

Ness: No puedo irme así como así. Seguro que Jenner quiere hablar de nuevo conmigo. Y yo quiero hablar con Loren y con los miembros del equipo.

Zac la observó.

Zac: Yo lo veo de otra manera. Puedo sacarte de aquí hoy y llevarte a la cabaña. O decirles que te aten a esa cama por un par de días más.

Ness: Qué tontería -se sentía demasiado cansada para enfadarse-. El que vayamos a casarnos no significa que puedas dirigir mi vida.

Zac: Sí puedo hacerlo cuando te pones demasiado obstinada para saber lo que es mejor para ti.

Ash: Muy bien -añadió con expresión satisfecha y besó a Zac en la mejilla-. Ahora que sé que Vanessa está en buenas manos, iré en busca del médico. Necesito hablar contigo -le dijo a Zac en voz muy baja y miró a Vanessa-. Tú no te preocupes por los detalles. El equipo y yo podemos ocuparnos de todo. Volveré dentro de unos minutos.

Ness: Estupendo -se recostó en las almohadas e hizo una mueca de dolor cuando ese movimiento le repercutió en la cabeza-. Dile a todos que me he ido de pesca.

Zac: Buena idea -acompañó a Ashley a la puerta-. Veré si consigo que alguien me firme el alta. Tú quédate en cama -le ordenó a Vanessa y salió-. ¿Qué es lo que no quieres que ella sepa?

Ash: El piso 16 está atestado de policías -dijo mientras los dos se dirigían a los ascensores-. El despacho de Vanessa ha sido destrozado, como si un loco furioso hubiese sufrido allí una crisis aguda. Creo que anoche ella estaba demasiado trastornada para advertirlo. Las listas que ella había confeccionado para la boda y los bocetos del vestido de novia estaban rotos. Alguien escribió en las paredes con pintura roja «Te quiero» una y otra vez. No quiero que ella vea eso, Zac.

Zac: No lo verá. Descuida.

Ash: Lo sé. Pero tengo miedo. Quienquiera que haya matado a Brittany está tan obsesionado con Ness que no creo que jamás la deje en paz.

Zac: No logrará acercarse a ella. Ahora quédate con Vanessa hasta que yo regrese.


Después de una siesta de dos horas, Jenner llamó a la puerta de la suite del hotel donde vivía Dan Gardner. Junto a él estaba Zac, quien repasaba mentalmente una lista de preguntas que quería hacerle.

Zac: Esta vez será mejor que esté de humor para hablar.

Jenner se encogió de hombros. No le importaba tomar el camino más largo, siempre y cuando terminara en el lugar adecuado.

Arnold: No es fácil hablar cuando uno está sedado.

Zac: Muy conveniente -murmuró-.

Arnold: Bueno, al pobre diablo le han convertido en viudo, así que tiene derecho a sentirse abatido, ¿no cree?

Zac: Lo lógico sería que quisiera saber algunos detalles antes de deprimirse. En mi opinión, cuanto más tarde en hablar con usted, más tiempo tendrá para fabricarse una coartada. Brittany Snow era una mujer muy rica. ¿Quiere adivinar quién es el principal beneficiario de su fortuna?

Arnold: Si él la mató, habría sido una estupidez no tener una coartada desde el principio. Tengo la sensación de que usted es un hombre acostumbrado a ponerse al volante.

Zac: ¿Y?

Arnold: Pues que en este caso tendrá que resignarse a un asiento trasero y recordar quién conduce esta investigación.

Zac: Los policías y los periodistas tienen mucho en común, teniente. No somos los primeros en usarnos mutuamente.

Arnold: Ya -reconoció Jenner-. Pero eso no cambia lo que acabo de decirle.

Zac asintió de mala gana mientras la puerta se abría. Dan tenía el aspecto de un hombre que ha pasado una semana borracho. Tenía la cara grisácea, los ojos hundidos y el pelo alborotado. Su pijama y una bata de seda negra le daban un formal toque de elegancia.

Arnold: ¿Señor Gardner?

Dan: ¿Quién es usted? -se llevó un cigarrillo a los labios y dio una calada-.

Arnold: Soy el detective Jenner. 

Le mostró su placa. Dan la miró y después vio a Zac.

Dan: Un momento. ¿Qué hace él aquí?

Zac: Investigación periodística.

Dan: Yo no hablo con periodistas, en particular con este.

Zac: Me resulta muy curioso, proviniendo de alguien que no hace más que cortejar a la prensa -encajó un pie en la puerta antes de que Dan tuviera tiempo de cerrarla-. Considerare confidencial lo que usted diga, pero no haga tonterías. Estoy de muy mal humor.

Dan: ¿Y cómo me siento yo?

Arnold: Mis condolencias, señor Gardner -terció Jenner-. Desde luego, no está obligado a hablar en presencia del señor Efron, pero sospecho que de todos modos él volvería. ¿Por qué no lo intentamos de este modo para que sea lo más breve posible? A usted le resultará más fácil que lo interrogue aquí, en lugar de tener que ir a la comisaría.

Dan los miró un momento, se encogió de hombros y finalmente los dejó entrar.

Las cortinas seguían echadas y daban al salón una atmósfera opresiva. El aire estaba impregnado de olor de tabaco, que se mezclaba repulsivamente con la fragancia de dos floreros con rosas que flanqueaban el sofá.

Dan se sentó y parpadeó cuando Jenner encendió una lámpara.

Arnold: Lamento tener que molestarlo en este momento, señor Gardner -dijo Jenner-, pero necesito su cooperación.

Dan se limitó a darle una calada al cigarrillo.

Arnold: ¿Puede decirnos qué sabe sobre las actividades de su esposa ayer?

Dan: ¿Además de ser asesinada? 

Con una risa amarga, se puso de pie para acercarse al bar y servirse una generosa ración de whisky.

Zac levantó una ceja al ver cómo se lo zampaba de un trago y volvió a servirse. Eran apenas las diez de la mañana.

Arnold: Nos ayudaría mucho -prosiguió Jenner- tener una visión clara de los movimientos de su esposa a lo largo del día. Adónde fue, con quién estuvo.

Dan: Se levantó a eso de las diez -recordó y regresó al sofá-. Tuvo una sesión de masajes, la peinaron y la maquillaron y le hicieron la manicura. Todo aquí, en la suite -bebía con una mano, fumaba con la otra, y sus movimientos eran mecánicos y extrañamente rítmicos-. Ofreció una entrevista a un periodista del Chicago Tribune, después bajó al salón para almorzar. Tuvo otros varios compromisos a lo largo del día: entrevistas, reuniones. La mayor parte aquí, en la suite.

Apagó el cigarrillo y se reclinó en el sofá.

Zac: ¿Usted estaba con ella? 

Dan lo miró con furia y se encogió de hombros.

Dan: La mayoría de las veces, no. A Brittany no le gustaba que la distrajeran cuando trataba con la prensa. Tenía una entrevista a la hora de cenar con la revista Premiere para que le promocionaran su próximo especial. Me dijo que no sabía cuánto tardaría, y que después tenía otra, así que era mejor que yo fuera al bar y me entretuviera.

Arnold: ¿Lo hizo usted? -indagó Jenner-.

Dan: Tomé un par de copas y escuché algunas canciones al piano. 

Jenner lo anotó en su bloc.

Arnold: ¿Estuvo acompañado?

Dan: No tenía humor como para estar con nadie, así que aproveché para estar solo. -Entrecerró los ojos-. ¿Usted quiere saber los movimientos de Brittany o los míos?

Arnold: Ambos -señaló Jenner-. Así puedo tener un panorama claro de la situación. ¿Cuándo vio por última vez a su esposa, señor Gardner?

Dan: Justo antes de las siete, cuando se estaba preparando para la cena.

Arnold: ¿Ella le contó que pensaba reunirse con Vanessa Hudgens en la CBC esa noche?

Dan: No. Si me lo hubiera dicho, la habría disuadido. Él también lo sabe -dijo, y movió la cabeza hacia Zac-. Por eso quiere participar de la investigación, para tratar de manejar la situación. No es ningún secreto que Vanessa Hudgens odiaba a mi esposa, sentía envidia de ella y quería destruirla. No tengo ninguna duda de que ella asesinó a Brittany, o la hizo asesinar.

Zac: Una teoría muy interesante. ¿Eso es lo que le dirá a sus agentes publicitarios? 

Jenner carraspeó.

Arnold: ¿Cree usted que la señorita Hudgens había amenazado a su esposa? 

Dan miró fijamente a Jenner.

Dan: Ya se lo he dicho, ella la atacó físicamente una vez. Dios sabe bien que a lo largo de estos años la atacó también emocionalmente decenas de veces. Quería sacarla del camino. Y ahora lo ha logrado. Que eso quede bien claro. ¿Qué piensa hacer al respecto?

Arnold: Lo estamos investigando -respondió Jenner-. Señor Gardner, ¿a qué hora volvió anoche al hotel?

Dan: Entre las doce y media y la una.

Arnold: ¿Vio a alguien o habló con alguien que pueda confirmarlo?

Dan: No me gusta esa pregunta, teniente. Mi esposa ha sido asesinada. Y, a juzgar por lo que he oído, había solo una persona con ella. -Miró fijamente a Zac-. Una persona que tenía todos los motivos del mundo para hacerlo. No me hace ninguna gracia que me pida usted una coartada.

Zac: ¿La tiene? 

Dan: Pero bueno, Efron, ¿de veras cree que conseguirá que la policía deje de sospechar de Vanessa y sospeche de mí?

Zac enarcó una ceja.

Zac: No ha respondido a mi pregunta.

Dan: Es posible que algún empleado del bar me haya visto entrar. También es posible que la camarera recuerde haberme servido, y a qué hora me fui. ¿Qué clase de coartada tiene Vanessa Hudgens?

Jenner se preguntó si la voz de Dan traslucía furia o miedo.

Arnold: Me temo que no puedo hablar de eso en este momento. ¿Tiene idea de cómo entró su esposa en el edificio de la CBC y en el estudio B?

Dan: Trabajó allí durante un tiempo -contestó con sequedad-. Supongo que sencillamente entró. Conocía el camino.

Arnold: Hay un nuevo sistema de seguridad en el edificio.

Dan: Entonces supongo que Vanessa la hizo entrar y después la mató. Imagino lo que esto significará para la audiencia de su programa, teniente Jenner. Él lo sabe. -Señaló a Zac con un dedo-. ¿Cuánta gente verá el programa de una asesina a sangre fría, Efron? Vanessa acabará con toda la competencia. Igual que acabó con Brittany.

Arnold: Quien haya matado a su esposa no se beneficiará con ello -dijo Jenner. Miró a Zac y se alegró de que mantuviese la calma; le gustaba que los dos trabajaran en equipo-. ¿La señorita Snow tenía una agenda de compromisos?

Dan: Su secretaria le llevaba la agenda, pero Brittany siempre tenía en el bolso una libreta en la que anotaba sus compromisos.

Arnold: ¿Le importaría que echáramos un vistazo a su habitación?

Dan: Mierda, hagan lo que quieran.

Arnold: Debería pedir que le suban el desayuno, señor Gardner -sugirió Jenner al ponerse de pie-.

Dan: Sí, debería hacerlo.

Jenner sacó una tarjeta y la dejó sobre la mesilla junto al cenicero lleno de colillas.

Arnold: Le agradecería que se pusiera en contacto conmigo si recuerda alguna otra cosa. Dentro de algunos minutos nos marcharemos.

Lo primero que Zac hizo en el dormitorio de la suite fue abrir las cortinas para que la luz entrara a raudales. La cómoda estaba repleta de frascos y botes, los costosos juguetes de una mujer vanidosa que podía darse el lujo de pagar lo mejor. Una copa de champán con marcas de lápiz de labios estaba en el centro. Una bata de seda con estampado de flores se encontraba sobre el brazo de una silla, junto a unas zapatillas tipo ballet a juego.

La única prueba de que un hombre compartía esa habitación era un traje colgado en el armario.

Zac: Usted no dijo haber encontrado una libreta en su bolso, teniente.

Arnold: No la había. Contenía cosméticos, una llave de hotel, tabaco, encendedor, un pañuelo de seda, un billetero de piel de anguila con documentos de identidad, tarjetas de crédito y trescientos dólares en efectivo. Pero ninguna agenda.

Zac: Interesante -señaló la copa de champán-. Diría que esa copa era de ella.

Arnold: Es más que probable.

Zac: Hay otra en la sala, sobre el bar, también con marcas de lápiz de labios rojo oscuro.

Arnold: Buen ojo, señor Efron. ¿Por qué no averiguamos si en el servicio de habitaciones saben quién acompañó a Brittany a beber champán?


Carla Méndez jamás había vivido nada igual. Era la mayor de cinco hijos de un vendedor de zapatos y una camarera, y su vida era sencilla y monótona. A los treinta y tres años, tenía tres hijos y un marido fiel que por lo general estaba sin empleo.

A Carla no le importaba trabajar de camarera de hotel. No era el sueño de su vida, pero lo hacía bien, aunque mecánicamente. Solía llevarse pequeños frascos de champú y cremas para manos, además de las propinas.

Era una mujer corpulenta y pequeña, de pelo negro rizado y diminutos ojos oscuros que casi se perdían en una red de arrugas de preocupación. Pero ahora sus ojos brillaban al pasar del policía al periodista.

No le gustaban los policías. Si Jenner se le hubiera acercado solo, ella se habría cerrado en banda. Sin embargo no podía resistirse a Zac Efron. La forma en que se le formaban hoyuelos cuando le sonreía, la manera caballeresca con que le había tomado la mano.

Y él quería entrevistarla.

Para Carla era el momento más importante de su vida. Jenner lo advirtió y dejó que Zac cogiese el timón.

Zac: ¿A qué hora entró en la habitación de la señorita Snow para hacerle la cama, señora Méndez?

Carla: A las diez. Por lo general lo hago mucho más temprano, pero ella me pidió que no la molestara antes de esa hora. Tenía compromisos. No me gusta trabajar hasta tan tarde, pero ella era muy agradable. -La propina de veinte dólares había sido muy agradable-. Yo la había visto por televisión. Pero no era arrogante ni presuntuosa. Era muy educada aunque bastante desordenada. Ella y su marido solían usar seis toallas de baño por día. Ella dejaba colillas de cigarrillos en todos los ceniceros. Y platos sucios por todas partes.

Zac le dedicó una sonrisa.

Zac: ¿La señorita Snow estaba con su marido cuando usted fue a hacer la cama?

Carla: No podría decirlo. Yo no lo vi ni lo oí. Pero sí la oí a ella y a la otra.

Zac: ¿La otra?

Carla: La otra mujer. Se estaban peleando como dos gatas. No es que me pusiera a escuchar, yo solo me ocupo de mis propios asuntos. Hace siete años que trabajo en este hotel, y no podría hacerlo si husmeara en la vida privada de los huéspedes. Pero cuando supe cómo habían asesinado a la señorita Snow, le dije a Gino, mi marido, que había oído a la señorita Snow pelearse con esa mujer en su suite horas antes de morir. Él dijo que tal vez debería informar a mi supervisora, pero pensé que podría meterme en líos.

Zac: ¿De modo que no se lo ha dicho a nadie? 

Carla: No. Cuando ustedes me dijeron que querían hablar conmigo sobre los de la 2403, pensé que ya lo sabían.

Zac: ¿Qué puede decirnos sobre la mujer que estaba con la señorita Snow?

Carla: Yo no la vi, solo la oí. Las oí a las dos. La mujer dijo: «Estoy harta de tener que someterme a tus juegos, Brittany. Y de una manera u otra se va a terminar». Entonces la señorita Snow se echó a reír. Supe que era ella porque, como ya he dicho, la veía por televisión. Rió como lo hace la gente cuando se siente enfadada. Y dijo: «Ya lo creo que seguirás jugando, querida. Las apuestas... hay demasiado en juego para que hagas otra cosa». Durante un rato las dos se insultaron. Entonces la otra mujer dijo: «Podría matarte, Brittany. Pero quizá haga algo mejor que eso». Entonces oí un portazo, y la señorita Snow volvió a reír. Yo terminé rápido y salí al pasillo.

Zac: ¿Sabe, señora Méndez?, creo que debería dedicarse a mi trabajo. Es usted muy observadora.

Carla: Una ve muchas cosas cuando trabaja en un hotel.

Zac: Ya. Me pregunto si vio a la mujer que se fue.

Carla: No. Allí fuera no vi a nadie, pero tardé un par de minutos en terminar de colocar toallas limpias, así que ella podría haberse ido ya. Esa era mi última habitación, por lo que después me marché a casa. A la mañana siguiente me enteré de que habían asesinado a la señorita Snow. Al principio pensé que esa mujer había regresado y la había matado aquí, en la suite. Pero después supe que no había ocurrido en el hotel, sino en el canal de televisión donde Vanessa Hudgens tiene su programa. Me gusta más su programa -agregó-. Tiene una sonrisa franca y preciosa.


Vanessa intentó utilizar su sonrisa cuando Zac vaciló en la puerta de la cabaña.

Ness: Estoy bien -Se lo había dicho repetidamente desde que le dieron el alta en el hospital, veinticuatro horas antes-. Zac, solo vas a comprar algunas cosas que necesitamos, no me estás dejando sola para que defienda el fuerte de un ataque de los apaches. Además -agregó y se agachó para rascar las orejas del perro- tengo un protector.

Zac: Vaya protección. -Rodeó la cara de Vanessa con las manos-. Deja que me preocupe por ti. Sigue siendo una experiencia nueva para mí.

Ness: Con tal que no te preocupes tanto que olvides comprarme ese chocolate que te pedí.

Zac: No lo olvidaré. -La besó. Ese día que habían pasado en la cabaña había aliviado el horror de Vanessa; pero todavía no dormía bien y los sonidos inesperados la sobresaltaban-. ¿Por qué no duermes un rato, Kansas?

Ness: Vete de una vez a comprarme el chocolate -ordenó y sonrió-. Cuando vuelvas podrás dormir conmigo.

Zac: Hecho. No tardaré.

No, pensó ella mientras lo observaba caminar hacia el coche, no tardaría. Detestaba dejarla sola. Aunque no acababa de entender qué creía él que haría ella si se quedaba sola: ¿sufrir un ataque de histeria?, ¿huir de la cabaña?

Con un suspiro, volvió a agacharse y a acariciar al perro mientras el animal gruñía. Le encantaba dar paseos, pero Zac no lo había llevado, lo había dejado como centinela.

Pero no podía culpar a Zac por ser sobreprotector. Después de todo, ella había estado sola con un asesino. Un asesino que la habría matado con la misma rapidez y crueldad con que había asesinado a Brittany. Todos se preocupaban por Vanessa: sus padres, Ashley, Simon, Jeff, Margaret, Cassie, Roger y Joe y muchos otros de la sala de redacción. Hasta Loren y Barlow habían llamado para expresarle su preocupación y ofrecer su ayuda.

«Tómate todo el tiempo que necesites -le había dicho Loren, sin mencionar los índices de audiencia ni los gastos-. Ni se te ocurra volver hasta que te sientas completamente recuperada.»

Pero Vanessa decidió que no se sentía débil. Estaba con vida. Nadie había tratado de matarla. Sin duda todos tenían que comprenderlo. Sí, había estado a solas con un asesino, pero seguía con vida.

Se incorporó y comenzó a ordenar lo que ya estaba ordenado. Preparó un té que no le apetecía y siguió paseándose con la taza entre las manos. Atizó el fuego que ardía alegremente.

Miró por la ventana. Se sentó en el sofá. Necesitaba hacer algo que la distrajese.

Ese no era uno de aquellos fines de semana llenos de risas, amor y discusiones sobre artículos de los periódicos. Había problemas con el satélite, así que tampoco había televisión.

Vanessa sabía que Zac estaba intentando mantenerla alejada del mundo, ponerla dentro de una burbuja protectora donde nada ni nadie pudiera acongojarla ni amenazarla.

Ella se lo permitió, porque lo ocurrido en Chicago había sido demasiado horrible. Pero ahora necesitaba acción.

Ness: Volvemos a Chicago -le dijo al perro, que respondió meneando la cola-.

Se dirigía a la escalera con la intención de hacer las maletas cuando oyó un coche que se acercaba.

Ness: No puede haber llegado ya -murmuró y enfiló hacia la puerta detrás del perro, que ladraba-. Oye, Cronkite, yo también le quiero, pero no hace ni diez minutos que se fue -abrió la puerta mosquitera y se echó a reír al ver que el perro se le adelantaba-.

Pero cuando levantó la vista y vio el coche, su risa cesó.

Era un sedán marrón, y lo conducía Jenner. Debiera de haber sentido alivio al verlo, pero se puso tensa y experimentó una mezcla de miedo y resignación.

Jenner sonrió, divertido con los ladridos y saltos de Cronkite a su alrededor. Se agachó y acarició al perro. Levantó la vista cuando Vanessa salió al porche.

Arnold: Veo que tiene un buen perro guardián, señorita Hudgens.

Ness: Me temo que no es precisamente un asesino en potencia. Ha hecho usted un viaje bastante largo desde Chicago, teniente.

Arnold: Ha sido agradable -afirmó y observó el entorno-. Un lugar precioso. Debe de ser bueno poder salir de la ciudad de vez en cuando.

Ness: Sí, así es.

Arnold: Señorita Hudgens, lamento molestarla, pero quiero hacerle algunas preguntas.

Ness: Entre. Acabo de preparar té, pero puedo ofrecerle un café si lo prefiere.

Arnold: Un té será perfecto -convino Jenner y se encaminó a la puerta con el perro saltándole detrás-.

Ness: Tome asiento -le indicó la sala-. Solo tardaré un minuto.

Arnold: ¿Efron no está aquí?

Ness: Fue a hacer unas compras. Volverá pronto. ¿Ya ha descubierto quién mató a Brittany?

Arnold: No. -Jenner se instaló en el sofá, con el perro a sus pies-. Estamos comenzando a colocar las piezas en su sitio.

Ness: ¿Azúcar, limón?

Arnold: Azúcar, gracias. Señorita Hudgens, no quisiera pasar de nuevo por una declaración...

Ness: Se lo agradezco -suspiró-. Quiero cooperar, teniente, pero no sé qué más puedo decirle. Tenía una cita con Brittany. Pero alguien la mató.

Arnold: ¿No le pareció raro que ella quisiera reunirse con usted tan tarde?

Vanessa lo miró.

Ness: Brittany solía hacer cosas muy extravagantes.

Arnold: ¿Y usted siempre cedía?

Ness: No. En realidad no quería verla. No es ningún secreto que no manteníamos buenas relaciones, y yo sabía que terminaríamos peleándonos. Ese hecho me puso muy nerviosa. Los enfrentamientos no me gustan, teniente, pero tampoco los rehuyo. Brittany y yo teníamos una historia común que estoy segura usted conoce.

Arnold: Ustedes eran rivales -indicó Jenner-. No se tenían simpatía.

Ness: Así es. Yo estaba preparada para decirle las cosas a la cara. Una parte de mí confiaba en arreglar todo de forma amigable, y otra parte estaba impaciente por arrancarle el cuero cabelludo. No niego que deseaba quitármela de encima, pero no quería que muriera. -Miró a Jenner-. ¿Por eso ha venido? ¿Soy una sospechosa?

Jenner se frotó el mentón.

Arnold: Dan Gardner, el marido de la víctima, parece creer que usted la odiaba lo suficiente como para matarla. O para que la mataran.

Ness: ¿Pagarle a alguien? -parpadeó y casi soltó una carcajada-. De modo que contraté a un asesino a sueldo para que asesinara a Brittany, me golpeara hasta hacerme perder el conocimiento y lo filmara todo. Muy original de mi parte. -Se puso de pie y sus mejillas volvieron a recuperar el color-. Ni siquiera conozco a Dan Gardner. Es muy halagador que me considere tan inteligente. ¿y cuál fue el móvil? ¿Los índices de audiencia?

Arnold: Señorita Hudgens, no he dicho que la policía coincida con Gardner.

Ella se quedó mirándolo.

Ness: ¿Quería ver mi reacción? Espero haberlo hecho bien.

Arnold: Señorita Hudgens, ¿fue a ver a la señorita Snow en su hotel la noche en que fue asesinada?

Ness: No. ¿Por qué lo habría hecho? Íbamos a encontrarnos en el estudio.

Arnold: Podría haber sentido impaciencia.

Jenner sabía que solo eran tanteos. Las huellas digitales de Vanessa no habían sido encontradas en la suite, y tampoco en la segunda copa de champán.

Ness: Aunque así hubiera sido, Brittany me había dicho que estaba muy ocupada hasta la medianoche. Tenía varias reuniones.

Arnold: ¿Le mencionó con quién?

Ness: No fue una conversación amigable, detective, y a mí no me interesaban sus cosas personales ni profesionales.

Arnold: ¿Sabía que ella tenía enemigas?

Ness: Sabía que no era precisamente una mujer querida. En parte podía deberse a su carácter, y en parte porque era una mujer con mucho poder. Podía mostrarse cruel y vengativa, aunque también podía ser encantadora y generosa.

Arnold: Supongo que no le resultó precisamente encantadora cuando lo arregló todo para que usted los encontrara a ella y al doctor Crosby en una situación comprometida.

Ness: Eso es agua pasada.

Arnold: Pero usted estaba enamorada de él...

Ness: Casi enamorada -lo corrigió-. No niego que me dolió y me enfureció, y que cambió de manera irrevocable mis sentimientos hacia los dos.

Arnold: Pero el doctor Crosby intentó continuar la relación con usted.

Ness: No veía ese episodio de la misma forma que yo. Pero a mí no me interesaba seguir con él, y se lo dejé claro.

Arnold: Pero él insistió durante cierto tiempo.

Ness: Sí.

Arnold: Con respecto a las notas que usted ha estado recibiendo con regularidad desde hace años, ¿alguna vez pensó que el remitente era él?

Ness: ¿Mike? -Sacudió la cabeza-. No. No es su estilo.

Arnold: ¿Cuál es su estilo?

Vanessa cerró los ojos.

Ness: Creo que eso debería preguntárselo a él.

Arnold: Lo haremos. ¿Ha tenido usted relación con algún otro hombre, aparte de Crosby? ¿Alguien a quien el anuncio de su compromiso con Efron lo hubiera trastornado tanto como para allanar su oficina y la casa de Efron?

Ness: No, solo hubo... ¿qué quiere decir con eso de allanar?

Arnold: Parece lógico que el remitente de las notas sea también el causante de los destrozos en su oficina y en la casa que usted comparte con Efron -afirmó Jenner-.

Y pensó: y también el asesino de Brittany.

Ness: Pero... -se quedó de una pieza-. ¿Cuándo sucedió eso?

Desconcertado, Jenner dejó de hacer anotaciones en su libreta. Vanessa había palidecido. Jenner comprendió que Efron no se lo había contado, y que no le haría ninguna gracia que él se le hubiera adelantado.

Arnold: La noche que asesinaron a Brittany Snow, alguien allanó la casa de Efron.

Ness: Zac no me... nadie me lo dijo. -Cerró los ojos y trató de serenarse-. Cuénteme qué ocurrió. Con todos los detalles, por favor.

Jenner pensó que iba a tener problemas con Efron. Mientras le relataba los hechos a Vanessa, ella hizo muecas, como si las palabras fueran dardos, pero permaneció inmóvil.

Luego se inclinó para servir más té. Su pulso era firme. Jenner admiró su aplomo y autodominio.

Ness: Usted piensa que el remitente de las notas allanó mi oficina y mi casa y mató a Brittany.

Jenner notó el tono de periodista: fría, serena y sin inflexiones. Pero en sus ojos apareció el miedo.

Arnold: Es una hipótesis -admitió Jenner-. Tiene sentido que se trate de una misma persona.

Ness: ¿Entonces por qué no yo? ¿Por qué Brittany y no yo? Si esa persona estaba tan furiosa conmigo, ¿por qué la mató a ella y no a mí?

Arnold: Ella se cruzó en su camino -dijo Jenner, y vio cómo esas palabras golpeaban a Vanessa como un puñetazo-.

Ness: ¿Insinúa que él la mató por mí? Oh, Dios mío...

Arnold: No podemos estar seguros -aclaró Jenner, pero Vanessa ya se levantaba de la silla-.

Ness: Zac. Dios mío, podría atacar a Zac. Entró en casa por la fuerza. Si Zac hubiera estado allí lo habría... Usted tiene que protegernos.

Arnold: Señorita Hudgens...

Pero en ese momento ella oyó el coche de Zac. Se dio media vuelta y corrió hacia la puerta.

Zac ya maldecía al haber visto otro automóvil, cuando la oyó gritar su nombre. Ella salió corriendo de la cabaña. Se arrojó a sus brazos y reprimió los sollozos.

Zac la estrechó contra su pecho y fulmino con la mirada a Jenner, que había salido al porche.

Zac: ¿Qué demonios ocurre?


Zac: Lo siento -fue lo único que se le ocurrió decir-.

Jenner se había marchado. Después, claro de dejar caer la bomba.

Ness: ¿Por qué? ¿Por qué lo he sabido por Jenner? ¿Por qué no confiaste en mí para decírmelo?

Zac: No he hecho bien. Pero no fue una cuestión de confianza, Vanessa. Acabas de salir del hospital.

Ness: Quieres protegerme, lo sé. Por eso no funciona el televisor. Por eso querías ir a hacer las compras solo, y no has traído el periódico. Para que la pobrecita Vanessa no se enterara de noticias que podrían perturbarla.

Zac: Bueno, sí -reconoció y se metió las manos en los bolsillos-. Pensé que necesitabas más tiempo.

Ness: Pero te equivocaste. -Se dio la vuelta y enfiló hacia la escalera-. No tenías derecho a ocultarme nada.

Zac: Sí, es verdad, te lo oculté. Maldita sea, si vamos a reñir, al menos que sea cara a cara.

La detuvo en el pie de la escalera y la hizo volverse.

Ness: Puedo reñir mientras hago el equipaje.

Se soltó y entró en el dormitorio.

Zac: Quieres regresar. Está bien, volveremos cuando hayamos arreglado esto.

Vanessa sacó una bolsa del armario.

Ness: Nosotros no iremos a ninguna parte. Yo me voy. -Arrojó la bolsa sobre la cama y la abrió-. Sola -dijo y empezó a llenarlo con sus cosas-. Vuelvo a mi apartamento. Más adelante recogeré de tu casa mis cosas.

Zac: No. No irás a ninguna parte.

Ness: Pues eso es exactamente lo que haré. Me has mentido, Zac. Si Jenner no hubiera venido aquí para hacerme preguntas de rutina, no me habría enterado de lo ocurrido en mi despacho y en tu casa, ni de que hablaste con Dan Gardner y la criada del hotel. No habría sabido nada.

Zac: Ya. Y tal vez eso te habría permitido dormir bien algunas noches.

Ness: ¡Me mentiste! -se obcecó-. No trates de decirme que ocultar parte de la verdad no es mentir. Es lo mismo. No pienso seguir con una relación que no es sincera.

Zac: Si así lo quieres, de acuerdo. -Se volvió y cerró la puerta con llave-. Haré todo lo que esté a mi alcance para protegerte -afirmó y se le acercó-. No dejaré que me abandones, Vanessa. Y no dejaré que te valgas de tonterías sobre derechos y confianza como vía de escape. Si quieres separarte de mí, al menos sé sincera.

Ness: Está bien -se volvió para que él no viera cómo le temblaban las manos-. Cometí un error cuando acepté casarme contigo, y desde entonces he tenido tiempo de pensarlo mejor. Necesito concentrarme en mi carrera, en mi propia vida. Y no podré hacerlo si tengo que sacar adelante un matrimonio, si tengo hijos. Traté de convencerme de que podía, pero me equivocaba. No quiero casarme contigo, Zac, y no es justo para ninguno de los dos que continuemos con esto. En este momento, mi prioridad absoluta es mi trabajo.

Zac: Mírame, Vanessa. Te he dicho que me mires. -Con las manos firmes sobre los hombros de ella, la volvió-. Sé que me estás mintiendo.

Ness: Pero bueno...

Zac: Por Dios, Vanessa, ¿no sabes que puedo leer en tu cara lo que sientes? Jamás has sabido mentir. ¿Por qué haces esto?

Ness: Suéltame.

Zac: Ni hablar.

Ness: No te quiero -dijo y se le quebró la voz-. No quiero esto. ¿Ha quedado claro?

Zac: No. -La atrajo hacia sí y la besó con ardor. Ella tembló y su cuerpo se estremeció contra el de él-. Pero esto sí ha quedado claro.

Ness: Esa no es la respuesta -arguyó, pero su cuerpo se había despertado-.

Zac: ¿Quieres que me disculpe de nuevo? -le acarició el pelo-. Muy bien. Lo siento. Pero volvería a hacer exactamente lo mismo. Si quieres llamarlo mentira, entonces te mentiría. Haría cualquier cosa por protegerte.

Ness: No quiero que me protejan -se apartó-. No necesito ser protegida. ¿No lo entiendes? Él la mató por mí. No quiere hacerme daño a mí, y por tanto no necesito que me protejan. Pero solo Dios sabe a quién más es capaz de atacar por mí.

Zac: A mí -señaló-. De eso se trata todo esto, ¿verdad? Crees que puede intentar matarme a mí. Y la mejor manera de evitarlo es dejarme para asegurarte de que todo el mundo sepa que hemos roto, ¿no es así?

Ness: No pienso discutir contigo, Zac.

Zac: En eso tienes razón. -Cogió la bolsa y volcó su contenido-. No trates de hacerme esto nunca más. Jamás te aproveches de mis sentimientos.

Ness: Él tratará de matarte. Sé que lo hará.

Zac: De modo que has mentido para protegerme. -Cuando ella abrió la boca para replicar él sonrió-. Quid pro quo, Vanessa. Estamos en paz. Tú no quieres que te protejan... y yo tampoco. ¿Qué es exactamente lo que quieres?

Ness: Que dejes de vigilarme como a una niña.

Zac: Hecho. ¿Qué más?

Ness: Que prometas que nunca más me ocultarás nada, no importa lo mucho que creas que me perturbará.

Zac: Hecho, y lo mismo vale para ti.

Ella asintió y lo miró.

Ness: Sigues enfadado.

Zac: Sí. Ocurre cuando la mujer que quiero me da calabazas.

Ness: Todavía me deseas.

Zac: Sí, todavía te deseo.

Ness: Pero no me has hecho el amor desde que esto sucedió.

Zac: Es verdad. Quería darte tiempo.

Ness: ¡No necesito tiempo! No soy frágil ni débil ni delicada. Quiero que dejes de mirarme como si pensaras que me voy a derrumbar. Estoy viva. Quiero sentirme viva. ¡Hazme sentir viva!

Él le rozó la mejilla con los nudillos.

Zac: Deberías haberme pedido algo más difícil.




OMG! ¡Cuantas emociones en un solo capítulo!
Empiezan las apuestas sobre quien puede ser el acosador.

Gracias por leer!

martes, 26 de febrero de 2019

Capítulo 22


La nieve alrededor de la cabaña era de un blanco de cuento de hadas. Las rocas y los arbustos hacían que esa cubierta blanca formara montículos y protuberancias, de modo que parecía un manto blanco debajo del cual se escondían decenas de duendes a la espera de la primavera. Ninguna nube deslucía el misterioso y gélido azul del cielo, y el sol refulgía sobre los troncos lustrosos de los árboles.

Desde la ventana, Vanessa observaba cómo Zac y Richard ayudaban a Audrey a hacer un muñeco de nieve. Con su traje azul de abrigo, la pequeña parecía un ave exótica que había perdido su rumbo camino al sur. Una serie de rizos, tan rubios como el oro, asomaban de su gorra.

Al lado de ella los hombres parecían gigantes. Vio cómo Richard le enseñaba a Audrey a hacer una bola de nieve. Él señaló a Zac, y Audrey, con una risita nerviosa, arrojó la bola contra la rodilla de Zac, quien se dejó caer al suelo como si lo hubieran derribado con una piedra.

El perro, de pelaje largo y desgreñado, se puso a ladrar y levantó una lluvia de nieve en su intento por participar en el juego.

Ash: Es un muñeco de nieve muy bonito -dijo mientras amamantaba a su pequeña Kelsey-.

Ness: Han iniciado una pequeña guerra -le informó-. Las bajas no son muchas, pero me parece que los combates durarán bastante.

Ash: Puedes salir y gastar en ella algo de esa energía nerviosa. No necesitas quedarte aquí conmigo.

Ness: No. Me gusta mirar. No sabes cuánto me alegró que pudierais venir este fin de semana.

Ash: Puesto que es el primero libre que tienes en seis semanas, lo que me sorprende es que quisieras compartirlo.

Ness: Salir de la ciudad con amigos es uno de esos lujos de los que he tenido que prescindir demasiado tiempo. He descubierto que necesito cosas como esta para mantenerme centrada.

Ash: Entonces me alegro de colaborar. La idea de pescar con este clima le pareció a Richard suficientemente primitiva y varonil como para despertar su interés. En cuanto a mí, estaba lista para ir a cualquier parte. Si comienza a nevar a esta altura de noviembre, nos espera un invierno muy largo.

Ness: Y no particularmente agradable -comprendió que Ashley tenía razón al referirse a toda la energía nerviosa que ella tenía almacenada-. Tengo la sensación de haber estado acosada, Ashley. Todas esas mentiras en los periódicos sensacionalistas sobre la pelea entre Brittany y yo la noche de los Emmy...

Ash: Querida, ya casi nadie se acuerda de eso y, además, todo el mundo sabía que eran mentiras.

Ness: No todos. Algunos comentarios sobre la pelea se acercaron suficientemente a la verdad como para hacernos quedar a las dos como idiotas. Por supuesto, Loren no puede estar más feliz. Los índices de audiencia han subido hasta las nubes desde esa noche, y no tienen miras de bajar. La gente a la que el contenido del programa no podría interesar, ahora lo mira para ver si a mí me da por atacar a algún invitado.

Ashley se echó a reír hasta que su mirada se cruzó con la de Vanessa.

Ash: Lo siento.

Ness: Ojalá pudiera seguir viéndolo como algo divertido. Me pareció divertido hasta que empecé a recibir cartas.

Ash: Pero Ness, casi todas las cartas han sido de apoyo, y hasta de felicitación.

Ness: Lo cierto es que yo solo recuerdo las otras. Las que me decían que «debería darme vergüenza», o que «merezco ser castigada por mi falta de gratitud hacia una mujer tan maravillosa como Brittany Snow».

Ash: ¿Por qué no me dices qué es lo que realmente te está torturando? 

Ness: Estoy asustada. He recibido otra nota.

Ash: Dios mío. ¿Cuándo?

Ness: El viernes, justamente después de haber estado hablando con ese grupo de alfabetización en el Drake.

Ash: Cassie estaba contigo.

Ness: Sí. Parece que ya no voy a ninguna parte sola. Siempre con un séquito.

Ash: Bueno, yo no diría que Cassie es un séquito. Cuéntame lo de la nota, Ness.

Ness: Después tuvimos una sesión fotográfica. Cassie se fue. Tenía cosas que terminar en la oficina antes del fin de semana.

Mentalmente revivió la escena. Otro apretón de manos, otro clic del disparador de la cámara. Gente que la rodeaba para cambiar con ella una palabra, una mirada:

*: Solo una toma más, Vanessa, por favor. De ti con la esposa del alcalde.

Cassie: Solamente una más -advirtió con una sonrisa cordial pero con voz firme-. La señorita Hudgens ya llega tarde a su siguiente compromiso.

Vanessa recordó que esas palabras le hicieron gracia. Por suerte, su siguiente compromiso era ir a su casa, meter un poco de ropa en una maleta y salir de la ciudad.

Posó de nuevo con la esposa del alcalde y la placa de homenaje por su trabajo a favor de la alfabetización, y después partió, con Cassie corriendo tras ella.

Cassie: Buen trabajo, Ness. Deja que yo lleve eso -puso la placa en su maletín mientras Vanessa se enfundaba en su abrigo-.

Ness: No me pareció un trabajo. Todos han estado fantásticos.

Cassie: Ellos… y tú también. -miró hacia atrás. La elegante recepción del Drake seguía repleta de gente-. Pero sigue mi consejo. Continúa caminando y no mires atrás o no saldrás de aquí hasta la medianoche. -la cogió del brazo y la llevó a la acera-. Tomaré un taxi hasta la oficina.

Ness: Qué tontería. Tim puede dejarte allí.

Cassie: Sí, claro. Y en ese momento a ti se te ocurrirá que tienes algo que hacer en la oficina ya que estás allí. Vete a tu casa -le ordenó-. Haz la maleta, vete y no vuelvas a la ciudad hasta el domingo por la noche.

El consejo era demasiado tentador como para desoírlo.

Ness: De acuerdo, señora metomentodo. 

Cassie rió y la besó en la mejilla.

Cassie: Que pases un buen fin de semana.

Ness: Tú también.

Se separaron y ambas tomaron direcciones opuestas entre el fuerte viento y la nieve.

Ness: Siento llegar tarde, Tim.

Tim: Descuide, señorita Hudgens -le abrió la puerta de la limusina-. ¿Cómo ha ido todo?

Ness: Muy bien, gracias.

Todavía rebosante de la energía de una tarea bien hecha, entró en el coche.

Allí estaba el sobre. Un cuadrado blanco recortado contra el asiento de cuero burdeos.


Ness: Le pregunté a Tim si alguien se había acercado al coche -prosiguió-, pero él dijo que no había visto a nadie. Que como hacía frío entró un rato en el edificio. Aseguró que el coche estaba cerrado con llave. Sé cuán responsable es Tim, así que estoy segura de que lo estaba.

Demasiadas notas, pensó Ashley, preocupada.

Ash: ¿Llamaste a la policía?

Ness: Llamé al teniente Jenner desde el teléfono del coche. No tengo ningún control sobre esta situación, Ashley. No puedo analizarla y ponerla en un compartimiento estanco. No puedo asumirla ni olvidarla. Ni siquiera puedo hablar de esto de manera racional. Cada vez que recuerdo que no he sido amenazada ni atacada, empiezo a ponerme histérica. Ese individuo me encuentra en todas partes. Quiero suplicarle que me deje en paz. Que por favor me deje en paz. Ashley, estoy en un lío.

Ashley se levantó y puso a Kelsey en la cuna. Se acercó a Vanessa y le tomó las manos. En ese contacto había más que consuelo: había furia.

Ash: ¿Por qué no me has contado esto antes?

Ness: Ya tienes suficientes problemas, Ashley. Audrey, el nuevo bebé...

Ash: ¿De modo que te compadeciste de la madre novata y simulaste no prestar importancia al asunto, como si fuera solo una consecuencia de la fama?

Ness: Me pareció que no tenía sentido preocuparte. Están pasando tantas cosas en este momento: el programa, el contraataque de Brittany, el accidente de coche de la hija adolescente de Margaret, el fallecimiento de la madre de Simon. -volvió junto a la ventana-. Zac se va a Haití la semana que viene. -Tuvo ganas de llorar. Apoyó la cabeza contra el frío vidrio y esperó a serenarse-. Pensé que podía manejarlo yo sola. Quería hacerlo.

Ash: ¿Y qué dice Zac? -se acercó y le masajeó la espalda-. ¿Sabe lo que estás pasando?

Ness: Él tiene muchas cosas de que ocuparse.

Ash: ¿Le contaste lo de la última nota?

Ness: Me pareció mejor esperar a que volviera de su próximo viaje.

Ash: Me parece muy egoísta por tu parte.

Ness: ¿Egoísta? -preguntó sorprendida-. ¿Cómo puedes decir eso? No quiero que él se preocupe por mí cuando esté a miles de kilómetros de aquí.

Ash: Él quiere preocuparse por ti. Por Dios, Ness, ¿cómo puede alguien tan sensible y compasivo ser tan obstinado? Tienes a un hombre que te quiere. Que quiere compartirlo todo contigo, lo bueno y lo malo. Él merece saber lo que sientes. Si lo quieres la mitad de lo que él te quiere a ti, no tienes derecho a escamotearle cosas.

Ness: No pretendía eso.

Ash: Pero es lo que estás haciendo. Es injusto con él, Ness. Es... -Se interrumpió-. Lo siento. No es asunto mío cómo manejéis vuestra relación.

Ness: No te detengas -pidió-. Termina lo que estabas por decir.

Ash: Está bien -respiró hondo. La amistad de ambas había durado más de diez años. Esperaba que aguantase una tormenta más-. Pienso que es injusto que le pidas que postergue sus propias necesidades.

Ness: No sé qué quieres decir.

Ash: Por el amor de Dios, mira a Zac ahí fuera. Míralo jugar con Audrey.

Ella lo hizo y vio a Zac haciendo girar a Audrey en el aire, mientras la nieve le cubría los pies. Los gritos de alborozo de la pequeña resonaban como una canción.

Ash: Ese hombre quiere una familia. Te quiere a ti. Tú le estás negando las dos cosas porque todavía no tienes todo minuciosamente encajado en su lugar. Eso no es solo egoísta, Ness, ni solo injusto. Es triste. -Como Vanessa no dijo nada, ella se alejó-. Tengo que cambiar al bebé.

Alzó a Kelsey y abandonó la habitación.

Vanessa se quedó allí de pie un buen rato. Vio a Zac juguetear con el perro mientras Audrey saltaba en brazos de su padre para ponerle una capa vieja al muñeco de nieve.

Pero vio algo más: a Zac cruzando aquella pista de aterrizaje bajo una lluvia torrencial, con una sonrisa arrogante en los labios, a Zac exhausto y dormido sobre el sofá, o riendo al girar el hilo de la caña de pescar para ayudarla a sacar su primer pez, a Zac tierno y dulce al llevarla a la cama, a Zac con los ojos irritados al volver del lugar de un siniestro.

Siempre estaba allí, comprendió Vanessa. Siempre.


Esa noche, ella aparentemente hizo las cosas como de costumbre, sirvió grandes platos con ternera estofada y festejó las bromas de Richard. Si alguien hubiera espiado por la ventana de la cocina, habría visto un grupo de amigos que compartían una comida con alegría. Personas que se sentían cómodas entre sí. Habría sido difícil detectar rastros de tensión o de discordia.

Pero Zac era un observador bien entrenado, y era capaz de percibir los estados de ánimo de Vanessa por el movimiento de sus pestañas.

No le había hecho preguntas sobre la tensión que intuía, con la esperanza de que ella se lo contara por iniciativa propia. A medida que la velada fue transcurriendo, comprendió con impaciencia que tendría que presionarla un poco. Tal vez tendría que hacerlo siempre.

La vio instalarse en el salón, con una sonrisa en la cara y desdicha en los ojos. Cómo lo fascinaba. Hacía casi dos años que eran amantes y la relación física entre ambos era plena. Sin embargo, no importa lo abierta que fuera, lo sincera que fuera, siempre se las ingeniaba para ocultarle algunas cosas. Para guardar las distancias en algunas parcelas de la relación.

Comprendió que lo estaba haciendo en ese momento.

Quizá la mano de Vanessa buscara la suya y la oprimiera con una familiaridad cómoda. Pero su mente estaba en otra parte, ocupada en resolver un problema que se negaba a compartir con él.

«Es mi problema», solía decirle con ese tono tan razonado que a veces lo enfurecía y otras lo divertía.

No se trataba de nada que ella no pudiera manejar sola. Nada que requiriera la ayuda de él.

Dolido, Zac colocó su vaso sobre la mesa y subió al piso superior.

Encendió el fuego en la chimenea del dormitorio. Se preguntó cuánto tiempo debía esperar para que Vanessa diera el paso siguiente. Pensó que eternamente.

Su necesidad cada vez más fuerte de tener una familia y una vida más estable y con raíces, no era nada comparado con la necesidad que tenía de ella. Y lo que era peor, deseaba, casi con desesperación, que ella también lo necesitara a él. Algo completamente nuevo. La necesidad de ser necesitado, de atarse a alguien no era precisamente agradable.

Comenzaba a detestar aquel statu quo.

Vanessa lo encontró acurrucado frente al hogar, la vista fija en las llamas. Después de cerrar la puerta, se le acercó y le pasó una mano por el pelo.

Zac: ¿Qué demonios está pasando, Vanessa? -preguntó sin apartar la vista del fuego-. Estás nerviosa desde que llegamos anoche, pero simulas no estarlo. Antes de la cena habías estado llorando. Y tú y Ashley os evitáis como un par de boxeadores en el décimo round.

Ness: Ashley está enfadada conmigo. -Se sentó en un cojín y entrelazó las manos. Sintió la tensión de Zac-. Supongo que tú también lo estarás.

Bajó la vista y le contó lo de la nota.

Luego respondió a sus preguntas y aguardó su reacción. No tuvo que esperar mucho. Él se puso de pie y la miró.

Zac: ¿Por qué no me lo contaste enseguida?

Ness: Pensé que era mejor esperar hasta que las cosas se aclarasen un poco en mi cabeza.

Zac: Pensaste... -asintió y se metió las manos en los bolsillos-. Pensaste que no era asunto mío.

Ness: No es eso. Es solo que no quería arruinar el fin de semana. De todos modos, no hay nada que puedas hacer.

Los ojos de Zac se ensombrecieron y adoptaron el tono cobalto al que había hecho referencia Brittany.

Era una señal segura de pasión. Sin embargo, cuando habló, su voz no cambió. Eso sí era autodominio.

Zac: Maldita sea, Vanessa, te quedas ahí sentada y me obligas a conducir esto como si fuera una entrevista difícil en la que hay que extraer los hechos con tirabuzón. Estoy harto de que me ocultes cosas y las archives como «solo para Vanessa».

Se acercó y la hizo ponerse de pie. 

Ella había esperado su enfado, pero no la furia que vio en su rostro.

Ness: Zac, me estás haciendo daño.

Zac: ¿Y qué crees que me estás haciendo tú a mí? -La soltó tan rápido que ella trastabilló hacia atrás. Él se dio media vuelta y metió los puños en los bolsillos-. ¡No sabes lo impaciente que estoy por ponerle las manos encima a ese bastardo! Quiero darle una paliza por haberte asustado. Me siento impotente cuando recibes esas malditas notas y palideces. Pero lo peor es que después del tiempo transcurrido todavía no confías en mí.

Ness: No es una cuestión de confianza. -La violencia que vio en sus ojos le puso el corazón en la boca-. Es orgullo. No quería reconocer que no podía manejarlo sola.

Zac: Maldito sea tu orgullo, Vanessa. Estoy cansado de darme de bruces contra él.

Vanessa se asustó. Las palabras de Zac eran un punto final. Con un grito de alarma, lo tomó del brazo para que no se fuese.

Ness: Zac, por favor.

Zac: Voy a caminar un rato. Hay maneras de vencer esta clase de locura. La más constructiva es caminar.

Ness: No he querido herirte. Te quiero.

Zac: Me alegro, porque yo también te quiero. Pero no parece suficiente.

Ness: No me importa que estés furioso -lo abrazó-. Te entiendo. Deberías estar gritando de furia.

Con suavidad, él logró soltarse.

Zac: Tú eres la que grita, Vanessa. Creo que es algo que está en tus genes. Yo provengo de una larga estirpe de negociadores. Pero sucede que en este momento no sé cómo hacerlo.

Ness: No te pido que negociemos. Solo quiero que me escuches.

Zac: Muy bien. -Pero se apartó de ella y fue a sentarse en un sillón junto a la ventana-. Después de todo, hablar es tu fuerte. Adelante, Vanessa. Muéstrate razonable y objetiva. Yo seré tu público.

Ella volvió a sentarse.

Ness: No sabía que estabas tan enfadado conmigo. Creo que no es solamente porque no te conté lo de la última nota, ¿verdad?

Zac: ¿Qué dirías tú?

A lo largo de los años, ella había entrevistado a decenas de invitados hostiles, pero dudaba que alguno hubiera sido más difícil que Zac Efron con su sangre irlandesa.

Ness: Siempre doy por sentado tu apoyo y no he sido justa contigo. Tú me lo has permitido.

Zac: Ya -dijo secamente-. Empiezas con una afirmación modesta, y luego le das la vuelta. Con razón estás en la cima.

Ness: Déjame acabar, por lo menos antes de decirme que todo ha terminado...

Zac: ¿Crees que podría marcharme sin más?

Ness: No lo sé -una lágrima resbaló por su mejilla-. Últimamente no me he permitido pensar mucho en eso.

Zac: Por Dios, no llores.

Ness: No lo haré. -Se secó la lágrima y se tragó las que amenazaban con brotar de sus ojos. Sabía que podría ablandarlo con lágrimas, pero después se odiaría por ello-. Siempre creí que podría hacer que todo saliera bien si trabajaba lo suficiente para conseguirlo. Si lo planeaba todo con cuidado. Así que escribí listas de objetivos y me impuse horarios. Te he defraudado al tratar nuestra relación como si fuera una tarea, una tarea maravillosa, pero una tarea que cumplir. -Hablaba demasiado rápido, pero no podía detenerse-. Supongo que me sentí bastante orgullosa de la tarea que estaba haciendo. Los dos nos llevamos tan bien y me encanta ser tu amante. Pero hoy te observé cuando estabas fuera, y por primera vez comprendí lo mucho que me he equivocado... Ya sabes cuánto detesto cometer errores.

Zac: Sí, lo sé. -Lo que estaba en juego no era solo el orgullo de Vanessa-. Me parece que ahora eres tú la que está poniendo punto final, Vanessa.

Ness: No -saltó-. Lo que estoy intentando es pedirte que te cases conmigo.

Un leño cayó en la chimenea y crepitó. Cuando volvió a reinar el silencio, el único sonido que Vanessa oyó fue su propia respiración irregular. Zac se puso de pie con mirada enigmática.

Zac: ¿Tienes miedo de que te deje si no te casas conmigo?

Ness: La sola idea de perderte me aterra. No sé por qué he esperado tanto. Tal vez me equivoco y tú ya no quieres casarte conmigo. Si es así, esperaré. -Si él seguía mirándola fijamente con esa expresión de curiosidad, gritaría-. Di algo, maldita sea.

Zac: ¿Por qué? ¿Por qué ahora, Vanessa?

Ness: No conviertas esto en una entrevista.

Zac: ¿Por qué? 

Cuando le cogió los brazos, Vanessa comprendió que no estaba precisamente de un humor fino.

Ness: Porque todo es muy complicado ahora. Porque la vida no se ciñe a ninguno de mis planes cuidadosamente diseñados, pero yo no quiero que el estar casada contigo sea algo cuidadosamente diseñado. Porque con los sondeos de audiencia de noviembre, toda esta loca publicidad con Brittany, y tu viaje a Haití, probablemente sea el peor momento posible para pensar en casarse. Así que eso lo convierte en el mejor momento.

A pesar de sus sentimientos encontrados, Zac se echó a reír.

Zac: Por una vez tu lógica me resulta incomprensible.

Ness: No necesito que la vida sea perfecta, Zac. Ya no lo necesito. Solo tiene que estar bien. Y nosotros estamos hechos el uno para el otro. -Reprimió las lágrimas con parpadeos, pero al final las dejó brotar-. ¿Te casarás conmigo?

Zac le inclinó la cabeza hacia atrás para observar su cara. Sonrió con lentitud, mientras esos sentimientos encontrados se fundían en uno solo.

Zac: Caramba, Kansas, esto es demasiado repentino...


La noticia del compromiso se propagó con rapidez. En el primer día del anuncio oficial, la oficina de Vanessa recibió un aluvión de llamadas. Pedidos de entrevistas, ofrecimientos de diseñadores, empresas de catering, chefs, felicitaciones de amigos, llamadas de otros periodistas.

Cassie las atendió, y solamente le pasó a Vanessa las que requerían su toque personal.

Curiosamente, no hubo llamadas, notas ni contacto alguno de la persona que la había acosado durante años. Pero el silencio la asustaba más que encontrar uno de aquellos sobres blancos sobre su escritorio o debajo de la puerta.


No llegó ninguna carta, porque ninguna fue escrita. En la pequeña habitación en sombras, donde las fotografías de Vanessa sonreían desde las paredes y las mesas, solo se oía llanto. Lágrimas amargas caían sobre el ejemplar del periódico que anunciaba el compromiso de dos de las estrellas más populares de la televisión.

Solo, solo desde hacía tanto tiempo. Había esperado con paciencia, seguro de que Zac jamás querría echar raíces. De que él podría conseguir a Vanessa. Pero ahora, esa esperanza que alimentaba su paciencia se había hecho añicos, como una copa de cristal arrojada a un lado, y que se descubre que todo el tiempo ha estado vacía.

No había ningún vino dulce del triunfo para compartir. Ni ninguna Vanessa para llenar esas horas vacías.

Pero incluso antes de que sus lágrimas terminaran de secarse, comenzó a elaborar un plan. Era necesario demostrarle a Vanessa que nadie podría amarla mejor que él. Ella necesitaba que se lo demostrara, tomar conciencia de ello de manera brusca. Y también necesitaba que se la castigara, aunque fuera un poquito.

Había una forma de hacerlo.


Vanessa había optado por una boda sencilla. Una ceremonia privada, le dijo a Zac cuando terminó de hacerle el equipaje para ir a Haití. Nada más que la familia y los amigos más íntimos.

Pero él la sorprendió.

Zac: Nada de eso. Lo haremos a bombo y platillo, Kansas -afirmó y se colgó la bolsa del hombro-. Una boda en una iglesia, música de órgano, montañas de flores y varios familiares lejanos emocionados. Seguida de una recepción de proporciones colosales en la que esos mismos familiares beberán demasiado y harán avergonzar a sus respectivos cónyuges.

Ness: ¿Sabes cuánto tiempo llevará organizar algo así?

Zac: Sí. Tienes cinco meses. -La abrazó y la besó-. Tienes hasta abril, Vanessa. Revisaremos juntos tu lista cuando yo vuelva.

Ness: Pero, Zac... -quiso objetar, corrió tras él pero tuvo que coger al perro por el collar para impedir que saliera por la puerta que Zac acababa de abrir-.

Zac: Esta vez quiero que sea perfecto. Te llamaré en cuanto pueda.

Echó a andar hacia donde su chófer lo esperaba, se dio la vuelta y caminó hacia atrás con una sonrisa pícara.

De modo que ahora Vanessa debía organizar una boda en gran escala. Eso, desde luego, contribuyó a que se le ocurriera para un programa sobre los preparativos de boda y el consiguiente estrés.


Simon: Podríamos invitar a parejas rotas a causa de que las peleas y discusiones durante los preparativos de la boda y socavaron la relación.

Desde su asiento en la cabecera de la larga mesa de reuniones, Vanessa miró a Simon con solemnidad.

Ness: Gracias, eso es lo que me hacía falta oír.

Simon: Hablo en serio -dijo y se ahogó de risa-. Oye, de verdad, tengo una sobrina que...

Margaret: Él siempre tiene una sobrina o un sobrino o un primo.

Simon: ¿Es culpa mía tener una familia numerosa?

Ash: Chicos, chicos. -Para restablecer el orden, sacudió el sonajero de Kelsey-. Se supone que somos un equipo serio y organizado con un programa que ocupa el número uno del ranking.

Jeff: Estamos en el número uno -recordó con una ancha sonrisa-.

Ness: Y queremos seguir en ese sitio. -Mientras sonreía, levantó las manos-. Está bien. Aunque confieso que no es algo que precisamente me tranquilice, la de Simon es una buena idea. ¿Cuántas parejas creéis que rompen en algún momento entre el quieres y el acepto?

Simon: Muchas. Tomemos como ejemplo a mi sobrina... -No prestó atención al avioncito de papel que Margaret lanzó hacia él-. Habían reservado la iglesia, el salón para la fiesta y el catering del bufé, pero peleaban como perro y gato todo el tiempo. El golpe final se produjo con motivo de los vestidos de las madrinas de honor. No consiguieron ponerse de acuerdo sobre el color.

Ness: ¿Que suspendieron la boda por los vestidos de las damas de honor? -preguntó con incredulidad y entrecerró los ojos-. Te lo estás inventando.

Simon: Juro que no se llevó la mano al corazón-. Ella quería celeste y él quería lavanda. Por supuesto, las flores también influyeron. Si uno no se pone de acuerdo en eso, ¿cómo puede coincidir en qué colegio mandar a los chicos? -Se le iluminó la cara-. Quizá podamos conseguir que acudan al programa.

Ness: Lo tendremos en cuenta -hizo unas anotaciones. Entre ellas, recordar que debía ser flexible con respecto a los colores-. Creo que lo importante es que los preparativos de una boda provocan estrés, y que existen maneras de aflojar la tensión. Necesitaremos un experto, pero no un psicólogo -agregó al pensar en Mike-.

Jeff: Un coordinador de matrimonios -sugirió y miró a Vanessa en busca de aprobación o desaprobación-. Alguien habituado a orquestar el negocio de manera profesional. Bueno, el matrimonio es un negocio -afirmó y miró a todos-.

Ash: Ya lo creo -sacudió el sonajero contra la mesa-. Me parece bien un coordinador. Podríamos hablar de que hay que mantenerse dentro de los medios y las expectativas de cada uno. Cómo no dejar que las propias fantasías de perfección empañen lo realmente importante.

Ness: Podríamos hablar también con los padres de la novia. Tradicionalmente ellos son los que pagan la fiesta. ¿Qué clase de tensión representa para ellos, tanto personal como financieramente? ¿Cómo se decide, de forma razonable, sobre las invitaciones, la recepción, la música, las flores, el fotógrafo? ¿Tenemos un bufé o una cena fría servida en mesitas? ¿Y los centros de mesa? ¿La fiesta, la decoración, la lista de invitados? -En su voz hubo un leve atisbo de desesperación-. ¿Dónde demonios alojaremos a los invitados que no viven en la ciudad, y cómo es posible que alguien organice todo esto en cinco meses? -Apoyó la cabeza sobre los brazos-. Creo -afirmó en voz baja- que lo mejor será escapar por piernas.

Simon: Eh, eso está muy bien. Alternativas al estrés de la boda. Yo tengo un primo que... 

Esta vez, el avioncito de Margaret le acertó en la frente.


Semanas después, el escritorio de Vanessa estaba repleto de bocetos de vestidos de novia; desde los elaboradamente tradicionales hasta los espantosamente futuristas.

Detrás de ella, el árbol de plástico que Jeff había llevado a la oficina se escoraba peligrosamente a estribor por el peso de guirnaldas y bolas de adorno.

Alguien -Vanessa supuso que Cassie- había rociado el despacho con un ambientador de pino que hacía que las ramas plásticas teñidas parecieran todavía más conmovedoras. A Vanessa le encantaba.

Ya era una tradición, una superstición. No habría cambiado ese árbol tan feo por el abeto más bonito de la ciudad.

Ness: No puedo imaginarme diciendo «sí quiero» con un atuendo como este.

Levantó un boceto para que lo viera Ashley. El vestido corto estaba coronado por un tocado que parecía tener aspas de helicóptero.

Ash: Bueno, Zac podría darle un empujoncito a las aspas y los dos avanzaríais por el aire a lo largo de la nave central de la iglesia. Pero este otro es impresionante.

Sostuvo un boceto en el que la delgada modelo tenía las piernas separadas con un traje de dos piezas, con minifalda y botas con tacones de aguja.

Ness: Solo si llevara un látigo en lugar de un ramillete de flores.

Ash: Conseguirías mucha publicidad gratis -lo arrojó a un lado-. No tienes mucho tiempo para decidir antes de que abril se nos eche encima.

Ness: No me lo recuerdes. -Siguió hojeando diseños-. Este es bonito. 

Ashley miró por sobre su hombro.

Ash: Es precioso -dijo y lanzó exclamaciones de admiración hacia la falda amplia y las mangas abullonadas. El cuerpo tenía perlas bordadas y encaje, con un diseño que se repetía en la falda. El tocado era un sencillo aro del cual fluía el velo espumoso-. Es realmente bonito. Casi medieval. Un vestido para usar una vez en la vida.

Ness: ¿Te parece?

Ashley entrecerró los ojos.

Ash: Ya lo has decidido.

Ness: Quiero una opinión objetiva. Pero sí -reconoció riendo-, lo supe en cuanto lo vi. -Ordenó la pila y puso el boceto elegido encima-. Ojalá las demás cosas fueran tan sencillas. El fotógrafo...

Ash: Yo me ocupo de eso.

Ness: El catering.

Ash: Es tarea de Cassie.

Ness: La música, las servilletas, las flores, las invitaciones -añadió antes de que Ashley pudiera interrumpirla de nuevo-. Deja que al menos finja que esto me está volviendo loca.

Ash: Difícil, cuando nunca te he visto tan feliz como ahora.

Ness: Gracias a ti. Me diste el puntapié en el trasero que necesitaba.

Ash: Me alegro. Ahora saldremos, ya que tienes la tarde libre, e iremos a la avenida Michigan a comprar tu ajuar. Con Zac fuera de la ciudad, esta es la única oportunidad que tengo. No hay tiempo que perder.

Ness: Estoy lista. -Cogió su bolso pero en ese momento sonó el teléfono-. Vaya. -Como Cassie ya había salido, Vanessa contestó-. Hudgens -dijo, por la fuerza de la costumbre, y su sonrisa se esfumó-. ¿Brittany? -Levantó la vista y vio interés en los ojos de Ashley-. Gracias. Estoy segura de que Zac y yo seremos muy felices.

Britt: Por supuesto que sí -afirmó mientras proseguía troceando con un abrecartas la portada de una revista en la que aparecían Zac y Vanessa-. Siempre has sido muy confiada, Vanessa.

Ness: ¿Puedo hacer algo por ti?

Britt: Claro que no. Pero sí hay algo que yo puedo hacer por ti. Llamémoslo un regalo de compromiso. Un pequeño retazo de información sobre tu novio, que creo encontrarás interesante.

Ness: Nada de lo que puedas decirme sobre Zac me interesa, Brittany. Aprecio tus buenos deseos, pero me temo que he de colgar.

Britt: No te des tanta prisa. Solías ser bastante curiosa y dudo que hayas cambiado. Creo que sería prudente, para ti y para Zac, que escucharas lo que tengo que decirte.

Ness: Está bien -apretó los dientes y volvió a sentarse-. Te escucho.

Britt: Oh, no, querida, no por teléfono. Precisamente estoy en Chicago. Un poco por negocios y otro poco por placer.

Ness: Sí, tu almuerzo de mañana en la Liga de Mujeres Sufragistas. Ya he leído sobre eso.

Britt: Eso y otro pequeño asunto. Pero estaré libre para una pequeña conversación, digamos que a medianoche.

Ness: ¿La hora de las brujas? Brittany, eso es demasiado obvio, incluso para ti.

Britt: Vigila tu lengua o no te daré la oportunidad de oír lo que tengo que decirte antes de acudir a la prensa. Puedes tomar mi deferencia como un regalo de compromiso y de Navidad juntos, querida. A medianoche -repitió-. En el estudio. En mi viejo estudio.

Ness: Yo no... maldita sea -colgó con brusquedad-.

Ash: ¿Qué quería?

Ness: No estoy segura. Quiere que nos veamos. Dice que tiene una información interesante para mí.

Ash: Lo único que quiere es causar problemas, Ness. -Había preocupación en la voz de Ashley, y en sus ojos-. Pero es ella la que tiene problemas. En los últimos seis meses su programa ha bajado de forma espectacular con los rumores sobre lo mucho que ella bebe, que sus programas están amañados, que soborna a sus invitados. No resulta sorprendente que quiera volar en su escoba y entregarte una manzana envenenada.

Ness: Eso no me preocupa -dijo y volvió a ponerse de pie-. De veras. Es hora de que ambas nos digamos a la cara lo que pensamos la una de la otra. En privado. Nada de lo que ella diga podrá hacerme daño.


domingo, 24 de febrero de 2019

Capítulo 21


Los premios no son importantes. Un trabajo de calidad y la satisfacción de una tarea bien hecha son en sí mismos suficiente recompensa. Las estatuillas y los discursos no son más que promoción comercial.

Vanessa no creía ninguna de esas cosas.

Para una muchacha de Kansas, cuyo primer trabajo frente a una cámara había sido informar sobre una muestra canina, el hecho de bajarse de una limusina en Los Ángeles como nominada a un Emmy representó una emoción muy grande. Y no tenía inconveniente en reconocerlo.

El día era perfecto. Seguramente había polución, pero ella no la veía. El cielo era de un celeste precioso, como el de una acuarela, iluminado por un sol brillante. Una suave brisa jugueteaba con los vestidos elegantes y los peinados de la concurrencia, y extendía los aromas de los perfumes y las flores sobre la multitud entusiasta.

Ness: No puedo creer que sea yo.

Zac: Te lo has ganado -le besó la mano-.

Ness: Eso lo sé, aquí -se tocó la sien-. Pero aquí -se llevó la mano al corazón- tengo miedo de que alguien me pellizque y despierte y me dé cuenta de que solo se trata de un sueño. ¡Ay!

Zac: Ya ves, estás despierta -agregó con una sonrisa- y sigues estando aquí.

Aunque se sentía un poco mareada, igual se apeó con gracia de la limusina, levantó la cabeza y se enderezó para pasear la vista por el gentío. El sol brillaba sobre su corto vestido.

Zac pensó que Vanessa había elegido bien su vestimenta: ese vestido recto y sin breteles, color escarlata, la hacía parecer joven y fresca y una verdadera estrella. Varias personas la reconocieron y gritaron su nombre.

Esa reacción la sorprendió. Al principio pareció confundida, después, desconcertada y finalmente encantada. Devolvió los saludos, no con la descuidada indiferencia de una veterana sino con placer y entusiasmo genuinos.

Ness: Tengo la sensación de estar entrando en una película -rió por lo bajo mientras entrelazaba su mano con la de Zac-. Me parece estar llevándome al héroe.

Él la complació a ella y al público al darle un beso. No un beso de circunstancia sino un beso fogoso y que dio material en abundancia a los paparazzi.

Zac: Eso ha sido porque eres preciosa -la besó de nuevo entre vítores-. Y esto para desearte buena suerte.

Ness: Gracias. Por las dos cosas.

Echaron a andar hacia el edificio, donde los curiosos y los admiradores habían sido divididos como el mar Rojo por las vallas de la policía. Las celebridades y los reporteros se entremezclaban y filmaban flashes sabrosos que serían emitidos en las noticias de la noche.

Vanessa conocía a algunas de esas personas. Varias habían asistido a su programa, se habían sentado junto a ella y conversado como viejos amigos. A otras las había conocido en las fiestas de beneficencia y acontecimientos que eran parte de su trabajo. Intercambió saludos y buenos deseos, dio besos y estrechó manos mientras se dirigían a la recepción.

Le pusieron micrófonos delante y la enfocaron con las cámaras.

*: Vanessa, ¿cómo se siente al estar aquí esta noche?

**: ¿Quién diseñó su vestido?

***: Zac, ¿qué siente al conducir un programa de éxito cuando tantos otros programas de noticias han fracasado?

*: ¿Tienen planes de matrimonio?

Zac: Por Dios, esto se parece a una carrera de obstáculos -murmuró cuando consiguieron abrirse paso entre la maraña de periodistas-.

Ness: Yo estoy disfrutando cada minuto -reconoció-. ¿No sabes que cuando le preguntan a uno quién le ha diseñado la ropa es porque uno ha causado sensación?

Zac: Pues a mí no me lo preguntaron.

Ella se dio la vuelta y jugueteó con la corbata de Zac.

Ness: Y eso que estás de muy buen ver.

Zac: Bebamos algo antes de entrar.

Ness: Tendrá que ser champán. Solo una copa.

Zac: Espérame aquí. Yo lucharé contra la horda.

Ness: Eres mi héroe.

Ella se volvió, y se habría dirigido a un rincón, donde pudiera permanecer de pie y observarlo todo, pero se topó con Kate Lowell.

Kate: Hola, Ness.

Ness: Hola, Kate -le tendió la mano y las dos se saludaron como dos extrañas-. Me alegra verte.

Kate: ¿De veras? Estás espléndida, lista para ganar. 

Ness: Eso espero.

Kate: Me gustaría desearte suerte, sobre todo al tener en cuenta quién es tu rival.

Ness: Gracias.

Kate: No me lo agradezcas. Es un deseo egoísta de mi parte. A propósito, Rob Winters me dijo que te mandaba recuerdos.

La sonrisa tensa de Vanessa se distendió.

Ness: ¿Cómo está Rob?

Kate: Se está muriendo. Lo siento. Hace mucho que somos amigos y es muy penoso para mí verlo así.

Ness: No tienes que disculparte. Entiendo bastante acerca de amistades y lealtades.

Kate: Un golpe directo, Ness.

Ness: Un golpe bajo -la corrigió y de forma instintiva tomó la mano de Kate. Pero esta vez no fue por mera cortesía sino como muestra de apoyo-. No puedo imaginar siquiera lo que será para ti.

Kate miró las manos unidas de las dos y recordó lo bien que se llevaban antes.

Kate: Ness, ¿por qué no anunciaste la enfermedad de Rob cuando él te dijo lo que le pasaba?

Ness: Porque me pidió que no lo hiciera. Kate sacudió la cabeza.

Kate: Eso fue siempre suficiente para ti. Me preguntaba si habrías cambiado.

Ness: He cambiado, pero no en eso.

Kate: De veras espero que ganes esta noche. Espero que la hagas trizas -afirmó, y se alejó-.

Al verla caminar entre la multitud, Vanessa creyó entender las lágrimas que había visto en los ojos de Kate, pero no el veneno de su voz.

Britt: Bueno, parece que hemos ascendido en el mundo -dijo al aparecer delante de Vanessa-. Sonríe para la cámara, querida -murmuró mientras se inclinaba para dar un beso al aire a las dos mejillas de Vanessa-. Quiero creer que no has olvidado todo lo que te enseñé.

Ness: No he olvidado nada. Ha pasado mucho tiempo, Brittany.

Britt: Ya lo creo que sí. Supongo que no conoces a mi marido. Dan, esta es Vanessa Hudgens.

Dan: Es un placer -le tomó la mano-. Es usted tan encantadora como Brittany me había comentado.

Ness: Estoy segura de que no le dijo nada semejante, pero gracias de todos modos. Anoche vi tu especial, Brittany. Me gustó mucho.

Britt: ¿Lo viste? Pues yo no. Tengo tan poco tiempo para ver televisión...

Ness: Cualquiera diría que eso te aislaría de tu público. A mí me encanta ver televisión. Supongo que soy la telespectadora media.

Britt: Yo no quisiera ser medio de nada -miró más allá de Vanessa-. Hola, Zac. ¿No es increíble que todos hayamos terminado reuniéndonos en Los Ángeles?

Zac: Brittany -saludó, le dio a Vanessa una copa de champán y le pasó un brazo por la cintura-. Se te ve muy bien.

Britt: Zac solía ser más original en sus cumplidos -dijo a Dan. Después se ocupó de hacer las presentaciones y, al ver una cámara con el rabillo del ojo, se colocó en una posición más adecuada e importante-. Tengo que empolvarme la nariz antes de entrar. Vanessa, ven conmigo. Ninguna mujer va sola al tocador.

Aunque Zac trató de retenerla, Vanessa se soltó.

Ness: Sí, por supuesto. -Decidió que era mejor afrontar en ese momento las cosas desagradables que Brittany tenía para decirle, que dejar que las expresara después en público-. Zac, me reuniré contigo dentro en un minuto.

Para ofrecerle a la cámara una imagen cordial, Brittany le dio el brazo a Vanessa.

Britt: Hace mucho que no tenemos una conversación privada, ¿verdad?

Ness: Bueno, hace dos años que no nos vemos.

Britt: Tú siempre tan literal -se echó a reír y entró en el tocador. Tal como había esperado, estaba casi vacío. Más tarde se encontraría lleno, pero ahora la gente estaba impaciente por sentarse. Se acercó a la repisa con espejos, se sentó e hizo exactamente lo que había dicho que haría: se empolvó la nariz-. Te has comido casi todo el rouge. ¿Estás muy nerviosa?

Ness: Excitada, más bien -permaneció de pie, pero colocó su copa en la repisa para buscar un lápiz de labios en su bolso-. Supongo que es una reacción natural al ser nominada.

Britt: Con el tiempo se convierte en rutina. Como sabes, yo tengo varios premios. Qué interesante que te hayan nominado por ese programa sobre la violación, que a mí me pareció más una autoconfesión. Supongo que Zac ganará una estatuilla por su programa de horario central. En la industria todos lo quieren y ha sido capaz de crear un programa que gusta tanto a los fanáticos de las noticias como al espectador en busca de entretenimiento.

Ness: ¿No dijiste que no veías televisión?

Britt: Cada tanto miro algún programa que creo puede interesarme. Desde luego, Zac siempre me ha interesado. Dime, ¿sus ojos siguen poniéndose color cobalto cuando está excitado? Porque supongo que algunas veces logras excitarlo, ¿no es así?

Ness: ¿Por qué no se lo preguntas a él?

Britt: Tal vez lo haga... si consigo tenerlo a solas. Pero también es posible que si lo tengo a solas él se olvide de ti. De modo que, ¿qué sentido tendría?

Vanessa ya no estaba nerviosa, sino furiosa.

Ness: Ocurre que tú estás casada, y que Zac dejó hace mucho de estar interesado en ti.

Britt: ¿De veras lo crees? Querida, si yo decidiera tener una aventura con Zac (y Dan es un hombre muy comprensivo, así que mi matrimonio no es ningún obstáculo), él no solo se mostraría dispuesto sino también agradecido.

Ness: Brittany, tratar de hacerme sentir celos es una pérdida de tiempo. Te acostaste con Zac. Ya lo sé. No soy tan ingenua como para suponer que no te encontraba tremendamente atractiva y seductora. Pero lo que yo tengo con él ahora es a un nivel completamente diferente. Haces el ridículo al tratar de convencerme de que es un perrito faldero que corre hacia ti cuando chasqueas los dedos.

Britt: Eres muy fría, ¿no?

Ness: Solo me siento feliz. Brittany, solíamos ser amigas o, al menos, tener una relación cordial. Yo te agradezco la oportunidad que me diste de observar y aprender. Tal vez ya no podamos tener una relación cordial, pero no veo por qué tenemos que agredimos. Somos rivales, pero hay lugar de sobra para las dos.

Britt: ¿Crees que puedes competir conmigo? -comenzó a temblar-. ¿De veras piensas que puedes acercarte a lo que yo he conseguido, lo que tengo, lo que tendré?

Ness: Sí, estoy segura de ello. Y no tengo que recurrir a que se publiquen mentiras en la prensa amarilla o a un espionaje chapucero para conseguirlo.

Britt: Maldita presumida. Te aplastaré.

Ness: No, no lo harás. Te aseguro que te costará mucho mantenerte a la par conmigo.

Con un alarido, Brittany arrojó el contenido de la copa de champán a la cara de Vanessa. Dos mujeres, que acababan de entrar, se quedaron de piedra cuando Brittany abofeteó a Vanessa.

Britt: Tú no eres nadie. Menos que nadie. Yo soy la mejor.

Y se abalanzó con los dedos en forma de garras. Mientras la furia le nublaba la vista, Vanessa se defendió y con su mano abierta abofeteó la mejilla de Brittany. Instantáneamente la acción se detuvo. Al menos por una vez, estaban las dos a la par. Las dos mujeres que estaban junto a la puerta se quedaron mirándolas.

Kate: Perdón, señoras -dijo al salir de pronto de uno de los compartimientos y dirigirse a las dos mujeres, que huyeron enseguida-. Pero bueno, y yo que creía que la competencia tendría lugar fuera.

Atontada, Vanessa se miró la mano que todavía le dolía por el golpe que había propinado. Parpadeó por el escozor del champán en los ojos.

Ness: Demonios.

Kate señaló con la cabeza la puerta, que todavía oscilaba por la precipitada salida de las dos mujeres.

Kate: Será un comentario muy sabroso en la cobertura de mañana de la entrega de los Emmy -sonrió-. ¿Os gustaría que haga de árbitro?

Britt: No te metas en esto -admitió y, con los dientes apretados, dio un paso hacia Vanessa. Había sido humillada en público y eso le resultaba intolerable-. Y tú, apártate de mi camino. Ya has cruzado la línea.

Ness: Yo no te ofrecí la otra mejilla -afirmó- y no pienso hacerlo. Así que, ¿por qué no tratamos de mantenernos a distancia?

Britt: No ganarás esta noche -con una mano que seguía temblando, cogió su bolso-. Ni nunca.

Kate: Un discurso de salida muy desagradable -comentó cuando la puerta se cerró detrás de Brittany-.

Ness: ¿Y ahora, qué? -cerró los ojos-.

Kate: Límpiate -Abrió un grifo y empapó una toalla-. Recupera la compostura y sal.

Ness: Perdí el control -se miró en el espejo-. Dios mío.

Tenía las mejillas encendidas y mojadas. Sus ojos estaban irritados y se le había corrido el maquillaje.

Kate: Vamos, recupera tu imagen anterior -le entregó la toalla húmeda-. Y cuando salgas, hazlo con una sonrisa.

Ness: Creo que debería...

Preparada para lo peor, se volvió hacia la puerta al sentir que se abría. Las mejillas le ardieron todavía más al ver entrar a Zac.

Zac: Perdón, señoras, pero como periodista es mi deber preguntar qué demonios pasa aquí. Alguien me dijo que... Por Dios, Kansas, no puedo dejarte sola ni un minuto. Me pareció que el rubor que noté en la mejilla de Brittany no era maquillaje ni timidez. ¿Cuál de vosotras la ha golpeado?

Kate: Vanessa ha tenido ese placer.

Él se inclinó para besarle la mejilla húmeda.

Zac: Buen trabajo, cariño. -Le rozó los labios con la lengua-. Por cierto, se supone que el champán es para beberlo, no para tirarlo.

Vanessa se miró en el espejo y se prometió que no permitiría que nada la intimidara.

Ness: Por favor, espérame fuera cinco minutos.

Zac: Tu categoría está por salir -advirtió al enfilar hacia la puerta-.

Ness: Allí estaré.


Peinada, con el maquillaje retocado y los nervios a flor de piel, Vanessa estaba sentada junto a Zac.

Observó a los maestros de ceremonia nombrar a candidatos y hacer las bromas habituales. Ella aplaudió con cortesía, de vez en cuando con entusiasmo, a medida que se anunciaban los ganadores y estos subían al escenario.

Registró cada instante, cada gesto, cada palabra en su memoria. Porque ahora le importaba, y muchísimo. Había perdido gran parte del dulce entusiasmo que sintió cuando venía en la limusina. No, pensó, ya no soy aquella muchacha de Kansas deslumbrada por las luces y focos. Era Vanessa Hudgens y pertenecía a ese mundo. Ya no era solo un premio, un palmeo en la espalda por un trabajo bien hecho. Ahora era un símbolo. La culminación de algo que había comenzado hacía mucho tiempo. Era el triunfo sobre los engaños, las manipulaciones, la sórdida intriga que había terminado en una pelea patética en un tocador de damas.

Una cámara la enfocaba. Vanessa sentía ese ojo frío y objetivo sobre ella. Solamente podía esperar que, por una vez, sus emociones no se reflejaran con tanta claridad en su cara. Oyó anunciar el nombre de Brittany, y después el suyo.

Le faltaba el aliento. Zac se llevó las manos entrelazadas de ambos a los labios y casi toda la tensión desapareció.

**: Y el Emmy es para...

Dios, ¿cómo se podía tardar tanto en abrir un sobre?

**: Vanessa Hudgens, por el capítulo «Cuando uno lo conoce» de La hora de Vanessa.

Ness: Oh... 

Todo el aire retenido en sus pulmones salió en un largo suspiro. Antes de que pudiera hacer otra inspiración, Zac la besó.

Zac: En ningún momento he tenido dudas de que ganarías.

Ness: Yo tampoco -mintió, y sonreía cuando se puso de pie. Avanzó entre aplausos hacia el escenario-. Quiero dar las gracias a cada uno de los miembros de mi equipo. Son los mejores. Quiero también enviar mi agradecimiento a las mujeres que aparecieron en el programa, que lucharon con sus miedos para sacar a la luz un tema tan penoso. No creo que ningún programa que haya hecho ni que haga en el futuro sea tan difícil o gratificante como ese. Gracias por darme algo que me lo recuerde.


Después de los discursos, los aplausos, las entrevistas y las fiestas, Vanessa estaba en la cama, apoyada en el hombro de Zac.

Ness: Creo que mi estatuilla es más bonita que tu Premio Nacional de la Prensa -comentó-.

Zac: El mío es más profesional.

Ness: La mía es más brillante.

Zac: Vanessa -murmuró y le besó la sien-, no presumas tanto.

Ness: Pienso seguir haciéndolo. Tú has ganado infinidad de premios. Puedes darte el lujo de estar cansado.

Zac: ¿Quién dijo que estoy cansado? Cuando gane mi Emmy será tan brillante como el tuyo.

Ness: He triunfado. No quería reconocer lo mucho que deseaba tener esa estatuilla. Pero después de la escena con Brittany en los lavabos, supe que deseaba ganar. Por mí, claro, pero también por todos mis colaboradores. Cuando pronunciaron mi nombre, fue como si volara. Ha sido maravilloso.

Zac: Una velada muy interesante en todos los sentidos. Cuéntame de nuevo cómo la tumbaste.

Ness: No la tumbé. Fue solo una bofetada femenina particularmente eficaz.

Zac: ¡Vaya si fue eficaz!

Ness: No debería sentirme orgullosa por eso. Sin embargo, por un instante, antes de quedar horrorizada, la sensación fue maravillosa. Después me quedé confundida, y enseguida me sentí furiosa de nuevo. Además, ella fue la que empezó.

Zac: Y tú lo terminaste. Puedes estar segura de que ahora ella te atacará más que nunca.

Ness: Que lo haga. Me siento invulnerable. Es increíble. Tengo la sensación de que no puedo sentirme mejor.

Zac: Sí que puedes.

Para demostrárselo, él comenzó a besarla.

Ness: Tal vez tengas razón.

El cielo empezaba a aclararse con el amanecer y a perseguir las sombras del cuarto. El cuerpo de Vanessa se arqueó, listo para recibir a Zac. Se habían amado un momento antes con excitante velocidad, y ahora empezaron a moverse juntos con lentitud, perezosamente.


En el otro extremo de la ciudad había una cama de habitación de hotel en la que no se había dormido ni amado. Brittany estaba sentada en el borde, con la bata echada sobre los pechos. El vestido que había usado para la ceremonia estaba destrozado y hecho un guiñapo en el suelo, víctima de su ataque de rabia.

Dan: No significa nada, querida -le dio una copa de champán-. Todo el mundo sabe que esos premios están amañados.

Britt: Pero la gente lo ve. Miles de personas ven esa entrega de premios, Dan. La vieron subir al escenario, cuando debería haber subido yo. La vieron recoger mi premio. El mío, maldita sea.

Dan: Mañana lo habrán olvidado -reprimió su impaciencia y hastío. La única manera de manejar a Brittany era con lisonjas, halagos y mentiras-. Nadie recuerda nada cuando las luces se apagan.

Britt: Pues yo lo recuerdo. -Levantó la cabeza y su expresión fue de nuevo fría y controlada-. No se saldrá con la suya. Haré todo lo que sea necesario para hacerla pagar por esto. Por la bofetada, por el premio. Por todo.

Dan: Hablaremos más tarde de ello -ya se había enterado del incidente ocurrido en el tocador. Varias personas habían visto a Brittany pegar primero-. Ahora tienes que descansar. Tienes que estar recuperada para cuando volvamos a casa.

Britt: ¿Descansar? -saltó-. ¿Descansar? Vanessa Hudgens está arrebatándome mi prensa, mi audiencia, y ahora mis premios. -Y también estaba Zac. No, ella no olvidaría a Zac-. ¿Cómo demonios puedes decirme que tengo que descansar?

Dan: Porque no podrás derrotarla si ofreces un aspecto de perdedora resentida.

Britt: ¿Cómo te atreves a hablarme así? ¡Precisamente esta noche!

Dan: Te lo digo por tu propio bien. Necesitas proyectar dignidad, madurez y confianza.

Britt: Me está arruinando la vida. Igual que cuando era niña. Siempre alguien se llevaba lo que yo anhelaba.

Dan: Ya no eres una niña, Brittany. Habrá más premios.

Ella quería ese premio. Pero no lo dijo para que Dan no se disgustara y no se alejara de ella. Lo necesitaba a su lado, necesitaba su apoyo.

Britt: Está bien, tienes razón. Mañana, en público, me mostraré serena y digna. Y, créeme, Vanessa Hudgens no ganará ningún otro premio que me corresponda. -Forzó una sonrisa, extendió un brazo y lo hizo sentarse junto a ella-. Me siento tan frustrada, Dan. Por los dos. Tú trabajaste tanto como yo por este Emmy.

Dan: Trabajaremos con más ahínco para el próximo.

Britt: A veces hace falta más que trabajo. Dios sabe que tengo suficiente experiencia en ese campo. -Suspiró y bebió de nuevo. Se prometió que esa noche bebería todo lo que quisiera. Se lo merecía-. Cuando era pequeña hacía todas las tareas de la casa. De lo contrario, habríamos vivido en un vertedero. Siempre me gustaba que las cosas parecieran bonitas y pulcras. Después comencé a hacer tareas de limpieza para otras personas. ¿Te lo había contado?

Dan: No. -Sorprendido de que se lo dijera ahora, se puso de pie para coger la botella y le llenó la copa-. Sé que no te gusta hablar sobre tu infancia, y lo entiendo.

Britt: Pero ahora me apetece hacerlo. -Volvió a beber e hizo un gesto hacia los cigarrillos. Dan le encendió uno-. De esa manera ganaba dinero extra para poder comprarme cosas. Mis propias cosas. Pero gane más que dinero. ¿Sabes? Es sorprendente todo lo que la gente deja tirado en sus casas, metido en los cajones o en cajas. Siempre sentí curiosidad hacia la gente. Supongo que por eso terminé en esto. Descubrí muchas cosas sobre la gente para la que trabajaba, cosas que ellos preferían mantener en secreto. Yo podía mencionarle a cierta mujer el nombre de un hombre que no era su marido. Después podía expresar mi admiración por algunos pendientes, una pulsera o un vestido. -Por entre el humo del cigarrillo, sonrió ante ese recuerdo-. Parecía obra de magia la rapidez con que lo que yo admiraba se convertía en mío. Solo por el favor de no revelar cierta información que yo poseía.

Dan: Empezaste de muy joven -comentó y volvió a llenarle la copa-.

Britt: Tuve que hacerlo. Nadie pelearía por mí. Nadie que no fuera yo iba a sacarme de ese infierno. Mamá era una borracha; papá jugaba o se iba con prostitutas.

Dan: Debe de haber sido muy duro para ti.

Britt: Me convirtió en una mujer dura -corrigió-. Yo observaba cómo vivía la gente y veía lo que yo deseaba. Encontré maneras de conseguir lo que quería. Me dejé la piel para ser la mejor. Y ahora nadie va a sacarme de la cima. Y desde luego no Vanessa Hudgens.

Dan: Esta es la Brittany que quiero -la besó-.

Ella sonrió. Tenía la cabeza embotada, y sentía el cuerpo ligero. Se preguntó por qué había tenido tanto miedo de distenderse bebiendo.

Britt: Demuéstramelo -lo desafió, y dejó caer la bata de sus hombros-.


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