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martes, 19 de febrero de 2019

Capítulo 19


Vanessa holgazaneaba en la enorme bañera de Zac, mientras el vapor la rodeaba en círculos, los ojos semicerrados. Era sábado por la mañana, y todavía tenía una hora antes de que Tim O'Malley, su chófer, pasara a buscarla para una presentación en Merrillville, Indiana.

Se sentía tan perezosa y complacida como un gato tumbado al sol.

Zac: ¿Qué estamos celebrando?

Ness: Que estás en la ciudad, y yo estoy en la ciudad. Y, sin contar que esta tarde cruzarás la frontera del estado, da la impresión de que esto podría durar una semana.

Desde el extremo opuesto de la bañera, Zac vio cómo la tensión de ella iba cediendo poco a poco. Hacía semanas que estaba tensa como un resorte. Incluso antes del atroz asesinato de Drew Seeley, era un manojo de nervios. En las semanas que siguieron a la muerte de Drew, los sentimientos de Vanessa pasaron del remordimiento a la culpa y luego al desaliento con respecto a un hombre que había hecho todo lo posible por sabotear su programa.

Pero ahora sonreía, y en sus ojos había placer.

Ness: Las cosas han sido un poco caóticas últimamente.

Zac: Sí, tú al volar a Nueva York y yo a la caza de los candidatos presidenciales de un estado a otro. Y los dos en tratar de montar un programa, mientras la prensa y los paparazzi nos pisan los talones.

Zac se encogió de hombros.

No había sido fácil trabajar para ninguno de los integrantes del equipo, sobre todo con la permanente atención con que los medios enfocaban la relación entre Zac y Vanessa. Por razones que ninguno de los dos terminaba de entender, se habían convertido en la pareja del año. Justamente esa mañana, Vanessa había leído acerca de la inminente boda de ambos en un periódico sensacionalista, que un alma caritativa había deslizado debajo de la puerta de la calle.

En líneas generales, eso la hacía sentirse intranquila, insegura y confundida.

Zac: ¿Llamas a todo esto caótico? -volvió a captar su atención-.

Ness: Tienes razón, es solo un día más de la vida común. Y al menos estamos haciendo cosas. Realmente me gustó tu programa sobre la infraestructura en decadencia de Chicago, aunque me hizo comenzar a temer que las calles se desintegren bajo mi coche.

Zac: Lo tenía todo: pánico, comedia, funcionarios municipales medio chiflados. Pero no fue tan apasionante como tu entrevista con los ratones Mickey y Minnie.

Vanessa abrió un ojo.

Ness: Bromeas.

Zac: Pues no -afirmó con una sonrisa maliciosa-. Hiciste reflexionar al país. ¿Qué clase de relación tienen, y qué papel juega en ella Goofy? Esas preguntas candentes deben encontrar respuesta. ¿Y quién puede saber si no contribuyen a calmarnos un poco?

Ness: Se trata de tradiciones estadounidenses. De la necesidad de entretenimiento y fantasía, y de la gigantesca industria que las nutre. Lo cual es tan relevante como ver a los políticos insultarse mutuamente. O incluso más. La gente necesita una válvula de escape, sobre todo durante una recesión. Tú haz tus programas sobre el recalentamiento del planeta y los problemas socioeconómicos en la ex Unión Soviética, Efron. Yo seguiré dedicándome a los temas cotidianos que afectan a los ciudadanos de a pie.

Él siguió sonriéndole.

Ness: Me estás tomando el pelo.

Zac: Me encanta la forma en que tus ojos se oscurecen -se deslizó hacia adelante hasta cubrir con su cuerpo el de ella-. Se te forma esta arruga aquí -dijo y le pasó el pulgar entre las cejas-, que yo hago desaparecer así.

Pero con su mano libre le acariciaba otra parte del cuerpo.

Ness: Algunos podrían decir que eres un verdadero cabrón, Zac.

Zac: Algunos lo han dicho. Otros lo dirán. Y, hablando de Mickey y Minnie... -insinuó, mientras sus manos la recorrían-.

Ness: ¿De eso hablábamos?

Zac: Me preguntaba si podríamos comparar nuestra relación con la de ellos. Indefinida y de largo alcance.

Ness: Yo puedo definirla: somos dos personas que nos queremos, nos disfrutamos y queremos estar juntas.

Zac: Podríamos estar más tiempo juntos si vinieras a vivir conmigo.

Era un tema que ya habían discutido antes, sin llegar a un acuerdo.

Ness: Es más fácil para mí tener mi propio apartamento cuando te ausentas.

Zac: En la actualidad, estoy más tiempo aquí que fuera.

Ness: Ya lo sé. Dame más tiempo para pensarlo.

Zac: A veces hay que confiar en los impulsos, Vanessa, en los instintos. -La besó; sabía que si insistía ella aceptaría, pero su intuición le advirtió que no debía presionarla-. Puedo esperar. Solo te pido que no me hagas esperar demasiado.

Ness: Podemos hacer una prueba. Yo traeré algunas cosas y me quedaré aquí la semana que viene.

Zac: Prometo que intentaré que te resulte difícil irte.

Ness: Apuesto a que sí -afirmó sonriendo. Le apartó el pelo de la frente y le rodeó la cara con las manos-. Estoy tan enamorada de ti, Zac. Puedes creerlo. Y juro que los rumores sobre Goofy y yo son falsos. Solo somos amigos.

Zac: No confío en ese cabronazo de orejas largas.

Ness: Me he valido de él para darte celos, aunque confieso que tiene cierto encanto ingenuo que encuentro extrañamente atractivo.

Zac: ¿Quieres encanto? Entonces por qué no... Maldición -dijo cuando sonó el teléfono-. Sí, soy Efron.

Vanessa pensaba en varias maneras interesantes de entretenerlo, cuando vio el cambio en su expresión.

Zac salió de la bañera y cogió una toalla.

Zac: Consigue a Curt -dijo goteando, mientras se ceñía la toalla a la cintura-. Ponte en contacto con Barlow James. Quiero el equipo técnico completo, una unidad móvil en el lugar en cinco minutos. Estaré allí dentro de veinte minutos -dispuso y maldijo en voz no tan baja-. Puedes si yo te digo que puedes.

Ness: ¿Qué ocurre? -se levantó-.

Zac: Hay un caso con rehenes en Greektown. -Encendió el televisor al enfilar hacia el dormitorio para vestirse-. Las cosas pintan mal. Ya han muerto tres personas.

Vanessa se estremeció. Se puso su bata. Deseaba decirle a Zac que iría con él. Pero, por supuesto, no podía hacerlo. Varios cientos de personas la esperaban en el salón de baile de un hotel en Indiana.

¿Por qué sentía tanto frío?, se preguntó. Zac ya se remetía la camisa dentro de los pantalones, con la calma de un hombre que se dirige a su oficina para rellenar formularios. Había sobrevivido a ataques aéreos y terremotos. Seguramente una escaramuza en Greektown no era nada preocupante.

Ness: Cuídate mucho.

Él cogió una corbata y una chaqueta.

Zac: Me portaré bien. -Y mientras ella abría el armario en busca del vestido que había elegido para esa noche, él la hizo girar y la besó-. Lo más probable es que esté de vuelta antes que tú.


La peor guerra es la que no tiene líneas de frente ni planes de batalla. Esta estaba alimentada por la furia, el miedo y el impulso ciego de destruir. El que una vez fuera un bonito restaurante con su marquesina a rayas y sus mesas en la acera, estaba destruido. El golpeteo de la lona de la marquesina movida por el viento era amortiguado por los ruidos de las radios de la policía. Los periodistas, mantenidos a distancia por barricadas, se agolpaban como lobos hambrientos.

Desde el interior se oyó otra andanada de disparos. Y un prolongado grito de terror.

Curt: Joder. -La frente de Curt se perló de sudor mientras trataba de mantener inmóvil la cámara-. Los está matando.

Zac: Haz una toma de aquel policía -le ordenó-. El que tiene el megáfono.

Curt: Bien.

Curt enfocó la cámara en un policía con un impermeable naranja fluorescente, con cara afligida y pelo entrecano. En medio de los alaridos y gritos, el llanto, las amenazas e imprecaciones provenientes del interior del restaurante, ese policía seguía hablando con tono monocorde.

Curt: Un tipo bastante frío -a una señal de Zac se dio vuelta y se puso en cuclillas para hacer una toma de los SWAT que ocupaban posiciones-.

Zac: Sí, muy frío. Si sigue hablando, tal vez no hagan falta los tiradores expertos. Sigue filmando. Veré si puedo abrirme camino y averiguar quién es.


El salón de baile estaba repleto. Donde Vanessa se encontraba, sentada sobre el estrado, alcanzaba a ver las trescientas cincuenta personas que habían acudido a oírla hablar sobre la mujer en la radiodifusión.

Ella se proponía retribuirles con creces lo que habían pagado para asistir. Durante el viaje en coche desde Chicago había repasado con cuidado sus notas y permitido que su concentración se distendiese solo cuando veía a Zac en el televisor de la limusina.

Zac estaba, como diría Barlow James, en su elemento. Todo parecía indicar que ella estaba en el suyo.

Vanessa aguardó durante la halagüeña presentación y el aplauso que siguió, y luego se puso de pie y se acercó al podio. Paseó la vista por el salón y sonrió.

Ness: Buenas tardes. Una de las primeras cosas que aprendemos en la radiodifusión es que se trabaja los fines de semana. Espero conseguir que la próxima media hora sea tan entretenida como informativa. Para mí, eso es la televisión, y he descubierto que es una manera muy satisfactoria de ganarme la vida. Se me ocurre que, como ustedes son profesionales, no tienen demasiadas oportunidades de ver televisión durante el día, así que espero convencerlos de que graben el programa del lunes por la mañana. Aquí en Merrillville salimos a las nueve.

Eso le ganó a Vanessa las primeras risas, y estableció el tono de los siguientes veinte minutos, hasta que su discurso se transformó en un intercambio de preguntas y respuestas.

Una de las primeras cuestiones fue si Zac Efron la había acompañado.

Ness: Lamentablemente no. Como todos sabemos, una de las características e inconvenientes de este medio es el acontecimiento imprevisto. Zac se encuentra en este momento cubriendo uno, pero pueden verlo los martes por la noche en su programa En profundidad. Yo siempre lo sigo.

**: Señorita Hudgens, ¿qué opina sobre el hecho de que el aspecto físico se haya convertido en un factor importante para aparecer en pantalla?

Ness: Estoy dispuesta a convenir con los ejecutivos de las cadenas en que la televisión es un medio audiovisual. Pero hasta cierto punto. Les digo esto: si dentro de treinta años Zac Efron sigue trabajando como periodista y apareciendo por televisión, yo no solo espero sino que exijo, como mujer, que se me brinde idéntico respeto.


Zac no pensaba en el futuro; estaba demasiado comprometido con el presente. Valiéndose de trucos, astucia y arrogancia, había logrado ubicarse junto al negociador de rehenes, el teniente Arnold Jenner. Jenner todavía sostenía el megáfono, pero se había tomado un breve descanso en su intento de que liberaran a los rehenes.

Zac: Teniente, he oído decir que Johnson... así se llama, ¿no? ¿Elmer Johnson?...

Arnold: Ese es el nombre al que responde -confirmó Jenner-.

Zac: Tiene una historia de depresión. Sus antecedentes como excombatiente...

Arnold: No creo que usted haya podido tener acceso a su historial médico, señor Efron.

Zac: No directamente. -Pero tenía contactos, y los había usado-. Tengo entendido que Johnson sirvió en el ejército y ha tenido problemas desde que lo dieron de baja en marzo del año pasado. La semana pasada perdió a su esposa y su trabajo.

Arnold: Está bien informado.

Zac: Para eso me pagan. Entró en este restaurante esta mañana poco después de las diez (hace alrededor de tres horas) armado con una Magnum 44, una Bushmaster, una máscara antigás y un fusil. Disparó y mató a dos camareros y un transeúnte, después tomó cinco rehenes, incluidas dos mujeres y una chiquilla de doce años, la hija del dueño del restaurante.

Arnold: Diez -corrigió-. La pequeña tiene diez años. Señor Efron, usted suele hacer un buen trabajo, y yo por lo general lo disfruto. Pero en este momento mi misión es sacar a esas personas de allí con vida.

Zac observó la posición de los tiradores. No esperarían mucho más.

Zac: ¿Qué exige ese hombre? ¿Puede decírmelo?

Jenner decidió que no importaba si se lo decía. Había habido una sola exigencia, y él no había podido satisfacerla.

Arnold: Quiere a su esposa, señor Efron, pero ella abandonó Chicago hace cuatro días. Estamos tratando de localizarla pero no hemos tenido suerte.

Zac: Yo puedo hacer que salga en directo. Si ella llega a verlo, tal vez llame. Permítame hablar con él. Tal vez yo pueda negociar si le digo que pondré a toda mi gente en esa tarea.

Arnold: ¿Tan desesperado está por conseguir su reportaje?

Los insultos eran moneda corriente en esa línea de trabajo; difícilmente Zac se ofendería.

Zac: Siempre estoy dispuesto a negociar por una buena historia, teniente. -Entrecerró los ojos y midió al hombre que tenía al lado-. Mire, la niña solo tiene diez años. Déjeme intentarlo.

Jenner creía en el instinto, y también sabía, sin ninguna duda, que no podía seguir manteniendo la situación mucho tiempo más. Al cabo de un momento, le entregó el megáfono a Zac.

Arnold: No prometa lo que no pueda cumplir.

Zac: Elmer, soy Zac Efron, un periodista.

Elmer: Ya sé quién es usted. -La voz salió tan aguda como un alarido entre el vidrio roto-. ¿Cree que soy estúpido?

Zac: Estuviste en el Golfo, ¿no es así? Yo también estuve.

Elmer: Mierda. ¿Y cree que eso nos hace camaradas?

Zac: Lo que creo es que cualquiera que haya estado allí ya conoce el infierno. Pensé que tal vez podíamos hacer un trato.

Elmer: No hay trato. Si mi esposa viene aquí yo los libero. Si no, todos nos vamos al infierno. Pero al infierno de verdad.

Zac: La policía está tratando de encontrarla, pero se me ocurrió que yo podría sacarte por televisión. Puedo hacer que tu historia se vea en todo el país, y que la imagen de tu esposa aparezca en las pantallas de televisión de costa a costa. Aunque ella no esté mirando, la verá alguien que la conozca. Pondremos un número de teléfono al que ella pueda llamar. Y podrás hablar con ella, Elmer.

Incluso cuando trató de sacarle el megáfono a Zac, Jenner decidió que lo estaba haciendo muy bien. Por usar su nombre de pila y ofrecerle no solo esperanzas sino también unos minutos de fama. Tal vez sus superiores no lo aprobaran, pero en opinión de Jenner tal vez funcionaría.

Elmer: ¡Entonces hágalo! -gritó Johnson-. ¡Hágalo de una puta vez!

Zac: Me encantaría hacerlo, pero no puedo a menos que me des algo a cambio. Deja salir a la pequeña, Elmer, y yo difundiré tu historia por todo el país dentro de diez minutos. Hasta puedo arreglar que le envíes un mensaje a tu esposa. Con tus propias palabras.

Elmer: No pienso dejar salir a nadie, salvo en una bolsa para cadáveres.

Zac: No es más que una niña, Elmer. Es probable que a tu esposa le gusten los niños. Si la dejas ir, ella se enterará y querrá hablar contigo.

Elmer: Es una treta.

Zac: Tengo una cámara aquí. -Miró a Curt-. ¿Hay un televisor en el bar? -gritó-.

Elmer: ¿Qué pasa si lo hay?

Zac: Podrás ver todos mis movimientos. Haré que me pongan en directo.

Elmer: Hágalo, entonces. Hágalo dentro de cinco minutos, o tendrá otro cadáver aquí adentro.

Zac: ¡Llamad a la mesa de control! -gritó-. Preparad todo para una transmisión en directo.

Arnold: Es un policía bastante bueno para ser periodista -dijo Jenner-.

Zac: Gracias -le entregó el megáfono-. Dígale que deje en libertad a la pequeña mientras yo estoy en pantalla, o suspenderé la transmisión.


En cinco minutos, Zac se puso delante de la cámara. Cualquiera que fuera su estado emocional, su aspecto era sereno, sus ojos, fríos. Detrás de él se veía el exterior deteriorado del restaurante.

Zac: Esta mañana, en Greektown, Chicago, en este restaurante regentado por una familia, estalló la violencia. Se sabe que tres personas murieron en un tiroteo entre la policía y Elmer Johnson, un exmecánico que eligió este lugar para atrincherarse. La única exigencia de Johnson es ponerse en contacto con su esposa Arlene, de la que está separado.

Aunque percibió actividad a sus espaldas, los ojos de Zac permanecieron fijos en la cámara.

Zac: Johnson, tiene cinco rehenes. Su deseo es que...

Detrás de él se oyó un grito. Zac se apartó para dejar que Curt filmara.

Todo ocurrió rápidamente, como si las horas de espera anteriores se hubieran centrado en ese único momento. La pequeña, que temblaba y gritaba, salió del edificio. Cuando la sombra de la marquesina todavía le daba en la cara, un hombre con los ojos desorbitados salió corriendo. La andanada de disparos procedente del restaurante derribó al hombre hacia delante. Zac vio que Jenner levantaba a la pequeña y la apartaba en el momento en que Johnson se asomaba por la puerta.

La bala del francotirador le dio a Johnson en la frente.

Curt: Dios mío -repetía todo el tiempo mientras mantenía inmóvil la cámara-.

Zac solo sacudió la cabeza. Un dolor intenso en el brazo izquierdo lo hizo bajar la vista. Se tocó un agujero en la manga y sus dedos quedaron pegajosos de sangre.

Zac: Demonios -murmuró-. Compré este abrigo en Milán.

Curt: ¡Mierda, Efron! -exclamó-. Joder, tío, estás herido.

Zac: Ya. -Todavía no sentía dolor, solo un fastidio sordo-. Maldita sea, este abrigo me encantaba y ahora tendré que tirarlo.


El lunes, cuando se transmitió lo ocurrido en el programa de la mañana, Vanessa permaneció de pie en el centro de su oficina, su mirada fija en la pantalla del televisor. Parecía increíble que pudiera oír la voz de Zac mientras suministraba los detalles en un informe especial.

Vio la escena como él la había visto: el vidrio destrozado, el cuerpo ensangrentado. La cámara osciló con el disparo del francotirador.

Durante todo el tiempo la voz de Zac permaneció serena, fría, con una furia subyacente que ella dudaba que los espectadores hubieran percibido. Ella permaneció de pie, un puño apretado contra el corazón, cuando la cámara hizo un zoom hacia la pequeña, que lloraba en los brazos de un hombre desgreñado de pelo canoso

Jeff: Vanessa -vaciló junto a la puerta, y después se acercó a ella-.

Ness: Ha sido horrible -murmuró-. Si ese hombre no hubiera caído presa del pánico y corrido en esa dirección, las cosas podrían haber tenido un desenlace diferente. Esa pequeña pudo haber quedado entre el fuego cruzado. Y Zac...

Jeff: Él está bien. Se encuentra abajo. De vuelta al trabajo.

Ness: De vuelta al trabajo.

Jeff: Vanessa -le puso una mano en el hombro-. Sé que esto es muy difícil para ti. No solo saber lo que ocurrió, sino verlo. -Se acercó al televisor y lo apagó-. Pero él está bien.

Ness: Lo hirieron. Y yo estaba en indiana. No sabes qué horrible fue que Tim entrara en el salón de baile y me dijera que lo había visto en el televisor de la limusina. Me sentí impotente. Deseaba estar a su lado cuando lo llevaron al hospital.

Jeff: Si te pone tan mal, y si se lo pides, puede conseguir un trabajo de oficina.

Por primera vez en toda la mañana, ella le dedicó una sonrisa auténtica.

Ness: Las cosas no funcionan de esa manera. Yo tampoco lo querría. Será mejor que volvamos al trabajo. -Le dio un rápido apretón de manos antes de rodear su escritorio-. Gracias por escucharme.

Jeff: Para eso estoy aquí.


Britt: Nos quedaremos aquí esta noche hasta tarde -anunció durante una reunión de emergencia con el equipo de trabajo-. Nadie se irá hasta que terminemos de preparar este programa. Quiero un coloquio, y quiero que realmente haya debate. Tres del grupo de la supremacía blanca y tres del NAACP. Quiero posiciones extremas. -Se sentó detrás del escritorio y tamborileó los dedos sobre la superficie-. Aseguraos de que cada bando recibe por lo menos una docena de pases, para que puedan tener seguidores entre el público. Quiero que sea como una bomba. -Señaló con el dedo a su investigador principal-. Consígueme algunos de los parientes.

**: Algunos tal vez no sean fáciles de convencer.

Britt: Entonces págales. El dinero siempre convence a la gente. Y quiero algunos vídeos, lo más gráficos posibles, de manifestaciones. Algunos testigos de delitos realizados por motivos raciales; mejor aún, el relato de alguna persona que los haya perpetrado. Promételes que protegeremos sus identidades. Promételes cualquier cosa, pero consíguelos.

Cuando Brittany se quedó callada, Dan hizo un movimiento con la cabeza que señalaba el fin de la reunión. Aguardó hasta que todos salieron y cerraron la puerta.

Dan: ¿Sabes, Brittany? Con este programa podrías estar caminando sobre hielo muy quebradizo.

Britt: Hablas como Drew.

Dan: No estoy aconsejando que no lo hagas. Solo sugiero que estés preparada para el fuego cruzado.

Britt: Sé lo que hago. -Había visto la noticia de Zac, igual que todo estadounidense que tuviera un televisor. Ahora pensaba superarlos a él y a Vanessa-. Necesitamos algo que pegue fuerte, y el momento no podría ser mejor. El país está conmocionado por los problemas raciales, y la ciudad es un caos.

Dan: Quiero creer que no estás preocupada por Vanessa Hudgens -agregó con una sonrisa-.

Britt: Se me está subiendo a las barbas, ¿no?

Dan: Ya se caerá. Lo que necesitas ahora es un golpe de publicidad. Algo que concentre la atención del público en tu persona. Tengo una buena idea para lograrlo.

Britt: Más vale que sea buena.

Dan: Es más que buena, es genial -reafirmó y le besó la mano-. Hay una cosa que fascina al público todavía más que oír hablar de chanchullos, sexo y violencia: las bodas -dijo y la hizo ponerse de pie-. Las bodas ostentosas; las bodas privadas repletas de celebridades. Cásate conmigo, Brittany. No solo te haré feliz sino que me ocuparé de que tu fotografía aparezca en cada periódico y revista del país.

Britt: ¿Y qué provecho sacarías tú, Dan?

Dan: Tú -la besó-. Lo único que quiero es tenerte a ti.


La ceremonia tuvo lugar el segundo sábado de junio en la casa de campo que Brittany había comprado en Connecticut, y a ella asistió una lista de estrellas importantes. Algunos invitados estaban contentos de estar allí, ya sea por afecto o por la idea de que su nombre y fotografía aparecieran en los medios de comunicación. Otros asistieron porque resultaba más fácil que enfrentarse después a la furia de Brittany.

Costosos regalos llenaban el salón y, custodiados por guardias uniformados, se exhibían para miembros selectos de la prensa. Brittany estaba convencida de que, al ver eso, nadie dudaría de lo mucho que todos la querían.

La recepción se llevó a cabo en el jardín de rosas, y cuando Brittany vio aparecer una serie de helicópteros con paparazzis, supo que la boda era un éxito.

Como toda recién casada, estaba radiante. El sol refulgía en el anillo con un diamante de cinco quilates, que llevaba en el anular de la mano izquierda al posar con Dan para las fotos.

Dijo a los periodistas que, lamentablemente, su madre, el único integrante de su familia que quedaba con vida, no había podido asistir porque se encontraba enferma. En realidad, estaba internada en una clínica privada para alcohólicos.

Kate Lowell besó a Brittany en la mejilla para beneficio de las cámaras. Tenía un rostro que las cámaras veneraban: pómulos altos, labios generosos, ojos grandes y dorados. La imagen se completaba con un cuerpo sinuoso, piernas bien torneadas y una sonrisa contagiosa.

Kate Lowell podría haberse convertido en estrella solo por sus gloriosos atributos físicos, pero tenía algo más: talento y encanto. Y ambición.

Fascinó a los fotógrafos al dedicarle una sonrisa seductora, y enseguida le ofreció la otra mejilla a Brittany.

Kate: Te detesto -le dijo en voz muy baja-.

Britt: Ya lo sé, querida -le pasó un brazo por la cintura y le hincó los dedos sin piedad mientras ofrecía su mejor perfil a la cámara-. Sonríe ahora, demuestra que eres la estrella más taquillera.

Kate lo hizo con una sonrisa capaz de derretir acero.

Kate: Ojalá estuvieras muerta -murmuró-.

Britt: Eso lo deseas tú y muchas otras -ambas se alejaron como dos amigas que quieren decirse algo en privado-. Ahora dime, ¿es verdad que tú y Rob Winters estáis leyendo guiones para hacer un telefilme?

Kate: Sin comentarios.

Britt: Vamos, querida. ¿No convinimos en arroparnos mutuamente?

Kate: Lo que a mí me gustaría es dejarte desnuda en el polo -pero supo que no podría hacerlo-.

Había demasiadas cosas en juego.

Britt: Me ha llegado un guión, querida Katie. Creo que te gustará, y que podrás lograr que también a Rob le interese. Vosotros dos habéis sido compañeros desde hace años, y te convendría que él lo aceptara. Después de todo, a él no le queda demasiado tiempo para elegir, ¿verdad?

Kate: Hija de puta.

Brittany lanzó una carcajada estridente. Nada podía haberla complacido más que ver desvanecerse la sonrisa de Kate.

Britt: El problema con vosotros los actores es que necesitáis de alguien que os escriba diálogos inteligentes. Tendrás el guión el lunes, querida. Y consideraría un favor que lo leyeras rápido.

Kate: Me estoy cansando de tus favores, Brittany. Otras personas podrían llamarlo chantaje.

Britt: Yo no soy otras personas. Se trata simplemente de poseer cierta información que con todo gusto conservaré en secreto. Como un favor para ti, querida. En retribución, tú hazme uno. Eso se llama cooperación.

Kate: Espero algún día poder cooperar en enviarte al infierno.

Britt: Son solo negocios. Tú has estado suficiente tiempo en el mundo del espectáculo como para no tomártelo todo tan a pecho. Hablaremos de los términos cuando yo vuelva de mi luna de miel. Ahora tendrás que perdonarme. No puedo desairar a mis invitados.

Kate: Algún día... -musitó cuando Brittany se alejaba- algún día alguien tendrá suficiente valor para hacerlo.


Ness: Se la ve espléndida.

Tumbada en la cama de la cabaña, observó la portada de People.

Radiante.

Zac reunió la energía suficiente para mirar. Por fin habían conseguido sincronizar tres días libres juntos. Si el teléfono no sonaba, el fax no se ponía en funcionamiento y el mundo no se hundía en las próximas veinticuatro horas, lo habrían logrado.

Zac: Parece uno de esos muñecos que se ponen sobre los pasteles de bodas. Todo merengue y nata sobre algo indigerible.

Ness: Tu visión está distorsionada por la maldad.

Zac: La tuya también debería estarlo.

Ella se limitó a suspirar y a pasar las hojas hasta el artículo central.

Ness: No necesita gustarme para que yo reconozca que está preciosa. Parece feliz, realmente feliz. Tal vez el matrimonio la ablandará.

Zac: Como esta es la tercera vez, lo dudo.

Ness: No si es la elección apropiada. No le deseo mala suerte, ni personal ni profesionalmente. -Espió por sobre la revista-. Quiero derrotarla en buena ley.

Zac: Lo estás consiguiendo.

Ness: En Chicago y en otros sitios. Pero esta boda forzosamente inclinará la balanza de su lado, al menos por un tiempo.

Zac: ¿Y por qué crees que lo ha hecho?

Ness: Oh, vamos, Zac, dale un poco más de crédito. Una mujer no se casa para que su fotografía aparezca en las portadas de algunas revistas.

Zac: Kansas. -Sorprendido de que ella pudiera seguir siendo tan ingenua, le arrebató la revista-. Cuando uno resbala por la escalera, se aferra a cualquier cosa que tenga a mano.

Ness: Creo que estás mezclando metáforas.

Zac: ¿Crees que lo hace por amor? -Mientras reía, arrojó la revista por el aire. Brittany, la novia feliz, cayó de cara al suelo-. Ha tenido seis semanas de publicidad gratis desde el día en que misteriosamente se filtró la noticia de su compromiso secreto.

Ness: Tal vez realmente fue una filtración. Y aunque hubiera sido ella la que hizo correr la noticia, eso no cambia los resultados. Brittany es una mujer preciosa y vibrante que se enamoró de un hombre apuesto y carismático.

Zac: ¿Apuesto? -le tomó el tobillo-. ¿Te parece apuesto?

Ness: Sí, es... -Se echó a reír y se retorció cuando él le hizo cosquillas en el pie-. Basta, no sigas.

Zac: ¿Y carismático?

Ness: Sexy -dijo muerta de risa, y se incorporó para tratar de liberarse-. Pecaminosamente atractivo.

Trató de morderlo cuando él la arrojó al suelo.

Zac: Peleas como una chiquilla.

Ness: ¿Y qué?

Zac: Me gusta. Y ahora pienso sacarte de la cabeza a ese tal Dan no sé qué.

Ness: Dan Gardner. No sé si podrás. Quiero decir, él es tan elegante, tan sofisticado, tan... tan romántico.

Zac: Creo que este es un buen momento para pedirte que pienses en una cosa.

Ness: ¿En qué?

Zac: En casarte conmigo.

Ness: ¿Casarme contigo?

Era ridículo que Zac sintiera tanto pánico, pero lo único que podía imaginar era que ella le contestaría que no.

Por primera vez en su vida, quería algo y a alguien que no estaba seguro de conseguir.

Zac: No debería sorprenderte tanto, Vanessa. Hace más de un año que somos amantes.

Ness: Sí, pero... todavía no hemos resuelto siquiera lo de vivir juntos.

Zac: Razón de más. Mi estrategia de conseguir que vengas a vivir conmigo y después convencerte de que nos casemos no parece dar buenos resultados.

Ness: ¿Tu estrategia?

Zac: Kansas, doblegarte a ti es como una partida de ajedrez. Uno tiene que planificar por lo menos media docena de movimientos de antemano para vencerte.

Ness: Creo que esa analogía no me gusta nada.

Zac: Pero es bastante precisa. Te pasas tanto tiempo pensando las cosas y tratando de evitar las equivocaciones, que yo he tenido que darte un empujón.

Ness: ¿Eso es una propuesta de matrimonio? ¿Un empujón?

Zac: Lo llamaremos un codazo suave, puesto que estoy dispuesto a dejar que lo pienses.

Ness: Muy generoso de tu parte -repuso con los dientes apretados-.

Zac: De hecho nos estoy dando tiempo a los dos. No puedo decir que yo esté del todo convencido tampoco.

Ella parpadeó.

Ness: ¿Cómo dices?

Él comprendió que había sido una jugada muy astuta. Inspirada.

Zac: Venimos de campos opuestos en este tema. Tú de una familia grande y feliz, donde «hasta que la muerte nos separe» significa algo. Para mí, el matrimonio siempre significó «hasta que el divorcio nos separe».

Ness: Para alguien tan cínico como tú, me sorprende que siquiera lo hayas pensado.

Zac: No soy cínico sino realista. El matrimonio se ha convertido en algo parecido a los periódicos. Uno los tira a la papelera cuando ha terminado con ellos, y no son muchas las personas que se molestan en reciclar el papel.

Ness: Entonces ¿qué sentido tiene?

Zac: Que estoy enamorado de ti -dijo simplemente y en voz baja, y le impidió salir llena de furia de la habitación-. Me gusta pensar en la idea de empezar una vida contigo, tener hijos contigo, darle una oportunidad a esos sentimientos tradicionales.

Sus palabras borraron la furia de Vanessa.

Ness: Maldito seas, Zac.

Él le sonrió.

Zac: Entonces ¿lo pensarás?




¡Qué cojones hay que pensar! 😆
Te acaba de decir que está enamorado de ti y que se quiere casar contigo. ¡La respuesta no se piensa, sale sola!


3 comentarios:

Maria jose dijo...

Vanessa di que siiii
Que genial va todo
Aunque creo que cuando britt se entere(si dice que si) se molestará mucho
Siguela pronto
Saludos

Carolina dijo...

OMG!!!
Nessa di que si porque si no yo se lo digo!!
Me encanta Zac, es tan tierno
Me preocupa que vaya a hacer la loca de Brittany ahora
Publica pronto please!!

Lu dijo...

Que Ness diga que si!!!
Me intriga saber quien es el acosador de Ness...
Cuantos capis tiene?

Sube pronto!!

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