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jueves, 14 de febrero de 2019

Capítulo 17


Para celebrar el primer año del programa de Vanessa, Loren Bach ofreció una fiesta en su casa, que daba al lago Michigan. Por encima de la música suave y el entrechocar de copas, se oía el murmullo de las voces. También, provenientes del cuarto de juegos contiguo, los sonidos de los videojuegos.

Además de los integrantes del equipo del programa y del personal de la CBC y los ejecutivos de Delacort, había invitado a un puñado de columnistas y periodistas cuidadosamente seleccionados. La popularidad de Vanessa desde los sondeos de audiencia de mayo no daba muestras de disminuir. Y Loren no tenía intenciones de permitir que ello ocurriera.

Mientras la audiencia aumentaba, también lo hacían los ingresos por publicidad. A medida que la popularidad de Vanessa se incrementaba y pasaba de ser la mimada de Chicago a convertirse en un nombre famoso en el país, comenzaron a aparecer en su programa nombres estelares para promover sus películas o sus giras de conciertos. Ella continuó mezclando los famosos con bloques dedicados a esposos celosos, cómo elegir el traje de baño adecuado o parejas por internet.

El resultado era un programa cuidadosamente preparado pero con aspecto informal y hogareño. Vanessa estaba en medio de todo, tan impresionada como su público por la aparición de una estrella de cine, tan divertida como ellos por la posibilidad de elegir pareja a través de un ordenador, y tan cautelosa y acobardada como cualquier mujer ante la idea de ponerse un bikini en una playa pública.

Esa imagen de la vecina del tercero conquistó a la audiencia.

Roger: Parece que lo has logrado, muchacha.

Vanessa sonrió a Roger y lo besó en la mejilla.

Ness: Al menos durante este primer año.

Roger: Pues, en este negocio eso es casi un milagro. Es una pena que Zac no haya podido estar aquí.

Ness: Estos soviéticos… elegir justo mi aniversario para un golpe de Estado.

Roger: ¿Has tenido noticias de él?

Ness: No en el último par de días. Lo vi en las noticias. Al hablar de eso, vi tu nueva promoción. Me pareció muy buena.

Roger: Nuestro equipo de noticias es su equipo de noticias -dijo con voz de locutor-. Mantenemos informado a Chicago.

Ness: Tú y tu nueva compañera tenéis buena química.

Roger: Sí, está bastante bien. Tiene buena voz y buena cara. Pero no entiende mis bromas.

Ness: Rog, nadie las entiende.

Roger: Tú sí.

Ness: No. Lo que yo hacía era simular que las entendía, porque te quiero mucho.

Roger: Seguimos echándote de menos en la sala de redacción.

Ness: También os echo de menos, Roger. Siento lo de Debbie y tú.

Él se encogió de hombros, pero la herida de su reciente divorcio estaba todavía abierta.

Roger: Ya sabes lo que se dice en estos casos, Ness. Mala suerte. Tal vez me ponga a buscar pareja por internet.

Ella se echó a reír y le apretó la mano.

Ness: Sobre eso tengo un consejo para darte: no lo hagas.

Roger: Bueno, puesto que Zac está muy ocupado saltando de un lado al otro del mundo, tal vez tú estés interesada en una relación estable con un hombre un poco mayor.

Vanessa se habría echado a reír de nuevo, pero no estaba del todo segura de que Roger hablara en broma.

Ness: Da la casualidad de que ya tengo una relación estable con un hombre un poco mayor, cuya amistad significa mucho para mí.

Jeff: Hola, Ness.

Ness: Jeff.

Jeff: Como he visto que no tenías copa, pensé que te gustaría un poco de champán.

Ness: Gracias. Nunca se te pasa un detalle. Yo también provoqué un golpe de Estado cuando robé a Jeff del departamento de noticias -le explicó a Roger-. Jamás podríamos poner en antena La hora de Vanessa sin él.

Jeff: Yo solo me ocupo de los cabos sueltos.

Ness: Y les pones la guinda.

James: Excúsenme. -Barlow James se colocó detrás de Vanessa y le rodeó la cintura con el brazo-. Necesito secuestrar a la estrella por un momento, caballeros. Te veo muy bien, Roger.

Roger: Gracias, señor James.

James: No la retendré mucho tiempo -prometió Barlow y condujo a Vanessa a los ventanales abiertos que daban a la terraza-. Tú sí que te ves más que bien -comentó-. Estás resplandeciente. -Ella se echó a reír-. Creo que tengo algo que le dará todavía más brillo a ese resplandor. Zac se puso esta mañana en contacto conmigo.

Vanessa se sintió aliviada al oír aquello.

Ness: ¿Cómo está?

James: En su elemento.

Ness: Sí. Supongo que sí.

James: Entre tú y yo, creo que podremos ejercer suficiente presión como para convencerlo de que se encargue de ese programa de noticias y permanezca en Chicago.

Ness: Yo no puedo. Él tiene que hacer lo que le parezca mejor.

James: Eso se aplica a todos -afirmó Barlow con un suspiro-. Bueno, acabo de opacar un poco ese resplandor tuyo. Creo que esto te lo devolverá. -Sacó un estuche largo y angosto del bolsillo interior de su chaqueta-. Zac me pidió que buscara esto para ti. Algo que mandó hacer antes de tener que viajar. Y que te dijera que siente no poder dártelo personalmente.

Ella no dijo nada al ver el contenido del estuche. La pulsera estaba delicadamente formada por eslabones ovalados de oro, unidos por un arco iris de gemas multicolores. Esmeraldas, zafiros, rubíes y turmalinas brillaban y refulgían a la luz de la luna. En el centro, una V y una Z en filigrana, rodeadas por una estrella de diamantes.

James: Creo que la estrella no necesita explicación -le dijo Barlow-. Es para conmemorar tu primer año. Confiamos en que habrá muchos más.

Ness: Es preciosa.

James: Como la mujer para la que fue hecha -agregó Barlow y sacó la pulsera del estuche para colocársela alrededor de la muñeca-. No cabe duda de que el muchacho tiene buen gusto. ¿Sabes, Vanessa?, necesitamos un programa fuerte los martes por la noche. Tal vez tú no te sientas cómoda al usar tu influencia para persuadir a Zac, pero yo pienso hacerlo.

Le guiñó un ojo, le palmeó un hombro y se alejó.

Ness: Estás demasiado lejos -dijo en voz baja mientras rozaba la pulsera con la yema de un dedo-.

Eran tantas las cosas que deseaba. Tanto por lo que había trabajado. Entonces, ¿por qué se sentía tan desasosegada? Su programa se estaba convirtiendo rápidamente en un éxito a nivel nacional. Pero todavía tenía que encontrar un nuevo apartamento. Aparecía casi constantemente en los medios de comunicación, en casi todos los casos con comentarios halagüeños. Y estaba en una fiesta ofrecida en su honor, pero se sentía perdida e insatisfecha.

Por primera vez en su vida, sus metas profesionales y personales no parecían equilibradas. Sabía exactamente lo que deseaba para su carrera y veía con toda claridad qué pasos debía tomar para conseguirlo. Se sentía capaz y confiada en su propósito de llevar a La hora de Vanessa al primer puesto del ranking de audiencia. Y cada vez que debía pararse frente al público, con la cámara enfocándola en ella, se sentía increíblemente viva, con un control absoluto, y con suficiente placer como para que su trabajo se convirtiera en una gratísima satisfacción.

No daba por sentado el éxito porque conocía demasiado bien los caprichos de la televisión. Pero sabía que si su programa fuera cancelado mañana, ella se repondría y empezaría de nuevo.

Sus necesidades personales no estaban tan claras, como tampoco el camino que deseaba seguir.

¿Quería el objetivo tradicional de hogar, matrimonio y familia? Si era posible fusionar esa clase de ideal con una carrera intensa y exigente, encontraría la manera de hacerlo.

¿O prefería lo que tenía en ese momento? Un lugar para ella sola, una relación satisfactoria pero al mismo tiempo independiente con un hombre fascinante. Un hombre del que estaba locamente enamorada y que, aunque no lo había expresado en palabras, sabía que la amaba con la misma intensidad.

Si ambos cambiaban lo que tenían, cabía la posibilidad de que ella perdiera esa relación maravillosa y emocionante. O quizá descubriría una relación más serena e igualmente intensa para reemplazarla.

Como Vanessa no lograba ver con claridad la respuesta a estas incertidumbres, como la confusión que reinaba en su corazón la confundía, se propuso más que nunca separar el intelecto de las emociones.

Loren: Aquí estás -salió al balcón con una botella de champán en una mano y una copa en la otra-. La invitada de honor no debería esconderse en las sombras. -Le llenó la copa antes de colocar la botella en una mesa de cristal-. Sobre todo cuando está aquí toda la prensa.

Ness: Estaba admirando el panorama que tienes. Y, de paso, quería darle a la prensa la oportunidad de echarme en falta.

Loren: Eres una mujer inteligente, Vanessa -reconoció y entrechocó su copa con la de ella-. Esta noche me doy el gusto de sentirme satisfecho por haber seguido mi intuición y haber firmado contrato contigo.

Ness: Yo también me siento bastante satisfecha por el mismo motivo.

Loren: Ese entusiasmo tuyo es lo que vende, Ness. Es lo que le permite al público identificarse contigo.

Ella hizo una mueca.

Ness: De veras me siento entusiasmada con el programa, Loren.

Loren: Ya lo sé. Por eso es tan perfecto.

Ness: Lo estoy disfrutando a fondo. La nota en Premiere, la portada de McCall's, la nominación para el premio del público...

Loren: Deberías haberlo ganado.

Ness: La próxima vez le ganaré a Brittany -sonrió-. Quería el Emmy de Chicago y lo conseguí. Cuando llegue el momento, me propongo ganar el nacional. No tengo prisa, Loren, porque disfruto cada momento del camino. Mucho.

Loren: Haces que parezca fácil, Ness. Y divertido. Esa es la forma en que yo vendo juegos de ordenador. Es la forma en que pasas tú de la pantalla del televisor al salón de cada espectador. Y la manera en que vas subiendo en los rankings. -Su sonrisa se ensanchó-. Es así como le arrebatarás el primer puesto a Brittany.

El brillo en los ojos de Loren le produjo inquietud y Vanessa eligió con cuidado sus palabras.

Ness: Ese no es mi objetivo principal. Aunque suene a ingenua, Loren, lo único que quiero es hacer un buen trabajo y ofrecer un buen programa.

Loren: Tú sigue haciéndolo, que yo me ocuparé del resto. -Pensó que era extraño que hasta ese momento no se hubiera dado cuenta de las ansias de venganza que ardían en él. Hasta que apareció Vanessa-. No pienso alegar que yo convertí a Brittany en la número uno, porque la cosa es más compleja. Pero yo aceleré el proceso. Mi error fue engañarme con la imagen que aparecía en la pantalla y casarme con alguien que no existía fuera de las cámaras.

Ness: Loren, no tienes que decirme todo esto.

Loren: No, nadie tiene que decirte nada, pero todos lo hacen. Ese es parte de tu encanto, Vanessa. Puedo decirte que Brittany se desembarazó de mí con tanta ligereza como una serpiente se libra de su piel, cuando decidió que ya era más importante que yo. Y me dará mucha satisfacción ayudarte a superarla. Una enorme satisfacción.

Ness: Loren, no quiero librar una batalla contra Brittany.

Loren: De acuerdo. Pero yo sí.


Drew Seeley estaba tan obsesionado por el éxito de Brittany como Loren Bach por su fracaso. Su futuro dependía de ese éxito. Confiaba en jubilarse en diez años, con una buena cuenta corriente. No tenía esperanzas de seguir trabajando en el programa de Brittany durante tanto tiempo. Su mayor oportunidad era mantener su contrato mientras el programa siguiera siendo el número uno, y después pasar a la producción de algún otro.

Tenía sobrados motivos para estar preocupado. Si bien el programa seguía en lo más alto del ranking y había agregado otro Emmy a su colección, su presentadora parecía estar desgastándose. En Chicago había logrado manejar a su equipo de trabajo al ejercer su voluntad de hierro, sus ansias de perfección, a lo cual sumaba considerables dosis de encanto.

Pero desde que se había mudado a Nueva York, gran parte de su encanto había sido consumido por el estrés, y el estrés era regado con champán francés.

Drew sabía -había convertido en su tarea el saber- que ella había invertido gran parte de su dinero en la inexperta empresa A. P. Producciones. El veterano programa impidió que los números de la empresa estuvieran en rojo, pero la intervención poco seria de Brittany en telefilmes había sido desastrosa hasta ese momento. Su último especial había recibido comentarios poco entusiastas, pero los índices de audiencia habían colocado al programa entre los primeros diez más vistos de la semana.

Eso fue afortunado, pero su audiencia diaria había descendido en agosto, cuando Brittany insistió en que fueran emitidas repeticiones, mientras ella se tomaba unas prolongadas vacaciones en el Caribe.

Nadie podía negar que se merecía ese descanso y tampoco que el momento elegido no fue el adecuado, justo cuando La hora de Vanessa iba acortando distancias con su programa.

Hubo otras equivocaciones, otros errores de valoración, el mayor de los cuales fue Dan Gardner. A medida que el poder iba pasando gradualmente de manos de Brittany a las de su amante y productor ejecutivo, el tono del programa sufrió una transformación sutil.

Britt: ¿Más quejas, Drew?

Drew: No es una queja, Brittany. Solo quería decirte una vez más que considero un error tener en el programa una familia sin techo junto a un hombre como Trent Walker. Es un estafador, Brittany.

Britt: ¿De veras? Pues a mí me pareció encantador.

Drew: Por supuesto, es encantador. Estuvo muy encantador cuando compró ese edificio y lo convirtió en una serie de costosos apartamentos.

Britt: Se llama renovación urbanística, Drew. De todos modos, creo que será interesante verlo debatir con una familia de cuatro personas que en este momento vive en su furgoneta. Espero que él se ponga sus gemelos de oro.

Drew: Si las cosas salen mal, puede quedar como que no simpatizas con la causa de los sin techo.

Britt: ¿Y qué pasa si es así? Hay muchos trabajos. Demasiadas de esas personas prefieren recibir una limosna antes que ganarse la vida con un trabajo honesto. -Pensó en la época en que había tenido que trabajar como camarera y hacer tareas de limpieza para costearse los estudios, y lo humillada que se había sentido-. No todos nacimos en cuna de oro, Drew. Cuando el mes próximo salga mi libro a la calle, podrás leer cómo superé mis modestos orígenes y trabajé hasta llegar a la cima. -Con un gesto de la mano despidió a su peluquera-. Está bien, querida, puedes irte. Drew, en primer lugar te diré que no me gusta que me critiques en presencia de miembros de mi personal.

Drew: Brittany, yo no...

Britt: Y en segundo lugar -lo interrumpió-, no tienes por qué preocuparte. No tengo intención de permitir que nada salga mal, ni que el público se entere de qué pienso yo. Dan ya se está ocupando de que se sepa que yo, personalmente, patrocinaré a la familia que presentaremos en el programa. Al principio declinaré con modestia hacer ningún comentario y después, a regañadientes, reconoceré que he encontrado trabajo para el padre y la madre, junto con seis meses de alquiler y un estipendio para ropa y comida. Ahora, me gustaría verlos antes de que salgamos al aire.

Drew: Están en el camerino -murmuró-. He preferido poner a Walter en otro lugar por el momento.

Britt: Muy bien.

Salió al pasillo. Después, con simpatía y afecto, saludó a la familia de cuatro personas que estaban sentadas en el sofá frente a un monitor en el camerino. No quiso escuchar sus palabras de agradecimiento, les ofreció comida y bebidas, acarició al pequeño en la cabeza y le hizo cosquillas al bebé debajo del mentón.

Su sonrisa desapareció como por arte de magia al volver a su camerino.

Britt: No dan la impresión de haber vivido en la calle durante seis semanas. ¿Por qué tienen la ropa tan pulcra? ¿Por qué se ven tan limpios?

Drew: Yo... bueno, ellos sabían que saldrían por televisión en todo el país, Brittany. Así que se arreglaron lo mejor posible. Tienen su orgullo.

Britt: Bueno, pues ensúcialos un poco -empezaba a tener dolor de cabeza y deseó tener a mano sus píldoras-. Quiero que parezcan indigentes, por el amor de Dios, no una familia de clase media venida a menos.

Drew: Pero eso es lo que son.

Ella dio media vuelta y le lanzó una mirada de furia.

Britt: No me importa si esos cuatro tienen licenciaturas por Harvard. ¿Entendido? La televisión es un medio visual. Creo que lo has olvidado. Quiero que parezca que acabamos de sacarlos de la calle. Ensucia un poco a esos chicos. Quiero ver agujeros en su ropa.

Drew: Brittany, no podemos hacer eso. Sería ficción, no realidad.

Britt: No me digas lo que puede o no hacerse. Yo te digo lo que hay que hacer. Es mi programa, ¿recuerdas? Tienes diez minutos. Ahora sal de aquí y haz algo para ganarte el sueldo.

Lo empujó al pasillo y dio un portazo.

El ataque de pánico le había empezado casi en el pasillo. Tenía escalofríos; temblaba y se apoyó contra la puerta. Pronto tendría que salir. Salir y enfrentarse a la audiencia. Todos estarían esperando un error suyo, que dijera algo equivocado. Si lo hacía, si cometía una sola equivocación, saltarían sobre ella como una jauría de perros salvajes.

Y podría perderlo todo. Absolutamente todo.

Las manos le temblaron cuando se sirvió champán. Sabía que eso la ayudaría. Después de años de negarlo, había descubierto que una copa antes de un programa le permitía superar esos escalofríos. Y que dos copas le borraban el miedo.

Bebió con avidez y se sirvió una segunda copa con manos más firmes. Se dijo que una tercera copa no le haría mal. Solo para suavizar los nervios. ¿Dónde había oído decir eso?

De su madre. Dios santo, de su madre.

«Nada más que para suavizar los nervios, Britt. Un par de sorbos de gin los suaviza maravillosamente.»

Horrorizada, dejó caer la copa llena y se dio la vuelta temblando.

No la necesitaba. No era como su madre. Ella era Brittany Snow. Era la mejor.

No habría errores. Se lo prometió al volverse hacia el espejo para que su imagen la calmara. Saldría y haría un trabajo intachable.


Britt: ¿Satisfecho, Drew? -Mientras oía todavía los ecos de los aplausos, se dejó caer en el sillón detrás de su escritorio-. Te dije que saldría bien.

Drew: Has estado fantástica, Brittany.

Lo dijo porque era lo que ella esperaba oír.

Dan: No; ha estado sencillamente fabulosa -se sentó en el borde del escritorio y se inclinó para besarla-. Ha sido un movimiento maestro cuando sentaste a ese niño en tu regazo.

Britt: Me gustan los niños -mintió-. Ese parecía bastante inteligente. Procuraremos que vaya al colegio. Ahora concentrémonos en los negocios. ¿A quién tendrá ella en su programa el mes próximo?

Resignado, Drew le entregó una lista.

Drew: Los nombres con los asteriscos ya han sido confirmados.

Britt: Parece que va a tener algunos invitados importantes, ¿no? Modas, cine. Pero todavía nada de política.

Dan: Temas intrascendentes, como ves -acotó sabiendo que ese comentario agradaría a Brittany-.

Britt: Intrascendentes o no, no queremos que tenga éxito. Ya ha conseguido demasiada prensa. Ese maldito asunto con Jamie Thomas.

Dan: Todavía tenemos los datos sobre él -le recordó-. Sería sencillo filtrarle a la prensa el problema de drogas que él tiene.

Britt: Eso no nos beneficiaría en nada, y solo haría que los medios se mostraran más a favor de Vanessa. -Examinó la hoja que tenía en la mano-. Veamos a quién conocemos suficientemente bien para persuadirlo de que le haga la zancadilla a Vanessa. -Levantó la vista y sonrió a Drew-. Puedes irte. No te necesito.

Cuando Drew hubo cerrado la puerta tras de sí, Dan le encendió el cigarrillo a Brittany.

Dan: Ese tipo envejece cada vez más rápido -comentó-.

Britt: Pero es útil. Es muy importante saber qué planea nuestra pequeña Ness antes de que lo ponga en práctica -eligió dos nombres de la lista-. Puedo ocuparme de estos dos con solo una llamada telefónica. Es muy gratificante que la gente importante esté en deuda con uno. Mira, por ejemplo, este: Kate Lowell.

Dan: Muy atractiva. Uno de esos casos fuera de lo común que hacen que el término modelo-actriz sea un cumplido.

Britt: Sí, es muy guapa y tiene talento. En este momento está en el candelero, con su nueva película que bate todos los récords de audiencia -sonrió-. Da la casualidad de que Vanessa conoce a Kate. Veranearon juntas en Topeka. Y sucede que conozco un secreto muy interesante de Kate. Un pequeño secreto que me dará la seguridad de que no entrevistará a su vieja amiga. En realidad, creo que lo haremos nosotros. Yo me ocuparé personalmente de ello.


Ness: No lo entiendo, Zac -se dejó caer en el sofá al lado de él y apoyó la cabeza en el pecho-. Ya estábamos haciendo los arreglos para su viaje, y de pronto su representante nos avisa que se han presentado problemas en su agenda de compromisos.

Zac: Suele suceder.

Ness: No así. Intentamos ponerla otro día, le dimos una fecha abierta, pero recibimos la misma respuesta. Yo quería tenerla en noviembre, pero no me puse en contacto personalmente con ella porque no quería que pareciera que le pedía un favor. -Sacudió la cabeza al recordar lo cordial que había estado Kate al principio, cuando se encontraron en la oficina de Brittany, y lo fría y distante que se mostró después-. Maldita sea, éramos amigas.

Zac: Las amistades suelen ser una de las primeras bajas en este negocio. No permitas que eso te deprima, Kansas.

Ness: Lo intento. Sé que conseguiremos a alguien más. Me siento desairada, tanto personal como profesionalmente. -Hizo un esfuerzo por quitarse ese pensamiento de la cabeza. El tiempo de ambos era demasiado precioso para malgastarlo de esa manera-. Esto es muy agradable.

Zac: ¿A qué te refieres?

Ness: A estar sentada aquí, sin hacer nada. Contigo.

Zac: A mí también me gusta. Tengo miedo de que se convierta en un hábito. Barlow James está en la ciudad.

Ness: Sí, eso he oído. ¿Quieres comer algo?

Zac: No.

Ness: Bien. Yo tampoco. No quiero moverme en todo el día. Qué domingo tan maravilloso.

Un domingo absolutamente libre para los dos. Ella no quería arruinarlo mencionándole a Zac la última nota que había encontrado en su correspondencia: SÉ QUE EN REALIDAD NO LO QUIERES, VANESSA. ZAC EFRON NO PUEDE SIGNIFICAR PARA TI TANTO COMO YO. PUEDO ESPERARTE. TE ESPERARE ETERNAMENTE.

Desde luego, esa nota era poca cosa comparada con la del camionero de Alabama que quería que ella viera el país desde la cama de su vehículo de dieciséis ruedas. O la del reverendo que aseguraba haber tenido una visión de ella desnuda; señal enviada por Dios de que ella y su talonario de cheques debían unirse a él en su trabajo.

De modo que no tenía por qué preocuparse. Realmente, no tenía importancia.

Zac: Ayer estuve reunido con él.

Ella parpadeó.

Ness: ¿Con quién?

Zac: Con Barlow James. ¿En qué estabas pensando?

Ness: Lo siento. ¿Adónde te manda ahora?

Zac: Tengo que viajar a París dentro de unos días. Y pensé que a lo mejor querrías acompañarme un fin de semana.

Ness: ¿París? -giró la cabeza y lo miró-. ¿Un fin de semana?

Zac: Tú tomas el Concorde. Comemos comida francesa, recorremos París y hacemos el amor en un hotel francés. Hasta es posible que yo pueda volver en el mismo vuelo que tú.

La sola idea la hizo erguirse.

Ness: No puedo imaginarme un fin de semana en París.

Zac: Eres una celebridad -le recordó-. Se supone que haces cosas como esa. ¿Nunca lees las revistas del espectáculo?

Ness: Yo nunca he estado en Europa.

Zac: Tienes pasaporte, ¿no?

Ness: Por supuesto. Lo renové hace poco, un hábito de mis épocas de periodista, cuando abrigaba la vaga esperanza de que me enviarían al extranjero.

Zac: Entonces esta será tu primera misión en el extranjero.

Ness: Si pudiera aligerar mis compromisos... Sí, lo haré -lo abrazó-.

Cuando ella se apartó, él le preguntó:

Zac: ¿Adónde vas?

Ness: Tengo que hacer una lista. Debo conseguir un vídeo de la academia Berlitz y una guía y...

Zac: Más tarde -la besó-. Dios, qué previsora eres, Kansas. Apenas sugiero una idea, tú te pones a hacer una lista.

Ness: Soy una mujer organizada. Eso no significa que sea previsora.

Zac: Más tarde puedes hacer seis listas si quieres. Todavía no te he hablado de mi reunión con Barlow.

Pero ella no lo escuchaba. Decidió que necesitaría una cámara de video. Como la que tenía Cassie.

Ness: ¿Qué? Ah, sí, tu reunión con Barlow -dijo e hizo a un lado su lista mental-. Dijiste que te enviaba a París.

Zac: La reunión no fue sobre eso. Fue la continuación de una discusión que tenemos cada tanto desde hace un año.

Ness: El programa de noticias. Parece que no se da por vencido.

Zac: Pienso hacerlo.

Ness: Creo que es... ¿Qué has dicho? ¿Lo harás?

Él esperaba que ella se sorprendiera. Ahora confiaba en que se alegraría.

Zac: Nos ha tomado cierto tiempo ponernos de acuerdo sobre los plazos y la forma.

Ness: Pero yo pensé que no te interesaba. Te gusta tener tiempo para hacer un reportaje de actualidad. Colgarte al hombro tu bolso e irte.

Zac: El paladín de los cronistas de noticias. Seguiría haciéndolo, hasta cierto punto. Cuando hubiera algún suceso importante, yo iría, pero lo estaría cubriendo para el programa. Haríamos transmisiones exteriores cada vez que fuera necesario, pero tendríamos nuestra base de operaciones aquí, en Chicago. -Ese había sido un punto importante a discutir, porque Barlow lo quería en Nueva York-. Yo podría tomar una historia y explorar todos los ángulos en lugar de tener que presentar una noticia de tres minutos en las noticias. Y pasaría más tiempo aquí. Contigo.

Ness: No quiero que lo hagas por mí -se puso de pie-. No niego que me resulta doloroso que nos tengamos que separar tan a menudo, pero...

Zac: Nunca me lo habías dicho.

Ness: No habría sido justo. Por Dios, Zac, ¿qué podría haberte dicho? ¿No te vayas? ¿Sé que en el mundo pasan cosas terribles, pero prefiero que te quedes conmigo?

Él también se puso de pie y le rozó la mejilla con un nudillo.

Zac: No le habría hecho mal a mi ego escucharlo.

Ness: No habría sido justo para ninguno de los dos. Y tampoco habría sido justo que por mí cambiaras el ritmo de tu carrera.

Zac: No lo hago solamente por ti. También por mí.

Ness: Dijiste que no querías echar raíces. Lo recuerdo bien. Zac, somos profesionales y los dos entendemos las exigencias de nuestra profesión. No quiero que te sientas presionado.

Zac: No lo entiendes, ¿verdad? No hay nada que yo no hiciera por ti, Vanessa. Las cosas han cambiado para mí en este último año. No me resulta fácil súbitamente coger la bolsa e irme. No me hace gracia quedarme dormido en un hotel de algún lugar del mundo. Te echo de menos.

Ness: Yo también. ¿Eso te hace feliz?

Zac: Ya lo creo -afirmó y la besó-. Quiero que me añores, que te mueras de pena cada vez que me voy. Quiero que te sientas tan desconcertada, incómoda y frustrada como yo con todo este lío en que nos hemos metido.

Ness: Bueno, yo siento exactamente eso, así que estamos a la par.

Zac: Igual tendré que irme de vez en cuando. Tendré más control sobre dónde y cuándo, pero tendré que viajar. Y quiero que sufras cuando yo sufro.

Ness: Puedes irte al diablo.

Zac: No sin ti -agregó y le tomó la cara con la mano cuando ella comenzó a apartarse-. Maldita sea, Vanessa, te quiero.

Cuando los dedos de él se aflojaron, ella dio un paso atrás con piernas temblorosas. Tenía los ojos abiertos de par en par y lo miraba. Tardó un momento en recuperar el aliento. Y otro momento en decir algo coherente.

Ness: Jamás me lo habías dicho antes.

Zac: Te lo digo ahora. ¿Algún problema?

Ness: ¿Lo tienes tú?

Zac: Yo he preguntado primero.

Ella se limitó a sacudir la cabeza.

Ness: Supongo que no. Me parece bien, porque yo también te quiero. Hasta este momento no sabía cuánto necesitaba oír esas palabras.

Zac: Tú no eres la única persona que tiene que ir asimilando las cosas poco a poco. -Le acarició la mejilla-. Bastante alarmante, ¿no?

Ness: Sí. Pero no me importa tener miedo. En realidad me gusta, así que no tengo inconveniente en que lo repitas.

Zac: Te quiero -la levantó y la hizo reír, y los dos cayeron sobre el sofá-. Más vale que te prepares -le advirtió, y le sacó el suéter por la cabeza-, porque pienso asustarte mucho más.




La frase perfecta para un día como hoy 😍

¡Gracias por leer y comentar!

Un saludo especial para los losers como yo que hoy se quedaron en casa viendo The vow o Noah's diary 😆


2 comentarios:

Caromi dijo...

Awww se dijieron que se quieren ❤️❤️
Aunque un poquito rudo la forma de como se lo dijo Zac xD
Y se va a quedar por ella ❤️
Cada vez me voy enamorando más de esos 2 xD
Pública el siguiente pronto

Maria jose dijo...

Buen capítulo!!!
Britt me da miedo
Siguela pronto

P.D:Yo trabaje, asi que no te fue tal mal
y ahora veré "about time"

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