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sábado, 16 de febrero de 2019

Capítulo 18


En profundidad, con Zac Efron, salió en antena en enero para reemplazar a un desastroso melodrama de tema hospitalario. La cadena tenía la esperanza de que un programa semanal de noticias, con un rostro conocido pudiera subir los índices de audiencia. Zac tenía experiencia, credibilidad y, más importante aún, era muy popular entre las mujeres, en particular las de dieciocho a cuarenta años.

La CBC emitió el programa con mucha publicidad previa. Se filmaron flashes promocionales, se diseñaron anuncios gráficos, y se compuso un tema musical. Cuando estuvo lista la escenografía, con un mapa tridimensional del mundo y una mesa de cristal, Zac y los otros tres periodistas ya trabajaban a toda máquina.

Con su primer programa, Zac superó a los de la competencia en un 30%. A la mañana siguiente, en Estados Unidos todo el mundo hablaba de las oportunidades que tendría el país de ganar la medalla de oro en los juegos Olímpicos, y de la astuta entrevista mantenida por Zac Efron con Boris Yeltsin.

En un clima de cordial competencia, Vanessa preparó un programa protagonizado por Rob Wingers, un veterano actor de cine cuyo debut como director le estaba granjeando elogios de la crítica y el público.

Encantador, apuesto y desenvuelto ante las cámaras, Rob mantuvo entretenido al público. Su anécdota final, sobre la filmación de una ardiente escena de amor y una inesperada invasión de gaviotas, cerró el programa con un estallido de carcajadas.

Ness: No puedo agradecerte lo suficiente que hayas participado en mi programa.

Vanessa le apretó la mano con afecto cuando él terminó de firmar autógrafos a algunos asistentes que se quedaron después de la finalización del programa.

Rob: Estuve a punto de no hacerlo. -Mientras los de seguridad hacían salir al público del estudio, él observó a Vanessa-. Si quieres que te sea franco, el único motivo por el que acepté venir fue que recibí muchas presiones para que no lo hiciera. Por eso tengo fama de hombre difícil.

Ness: No estoy segura de entenderte bien. ¿Tu representante te aconsejó que no vinieras?

Rob: Entre otras personas. -Vanessa lo miró, confundida-. ¿Tienes un minuto?

Ness: Por supuesto. ¿Quieres que subamos a mi despacho?

Rob: Estupendo. Me vendría bien un trago -sonrió-. En Hollywood durarías veinte minutos con unos ojos como esos -comentó y le apoyó una mano en el brazo mientras se dirigían al ascensor-. Si permites que suficientes personas vean lo que estás pensando, te engullirán y tragarán entera.

Vanessa entró en el ascensor y oprimió el botón del piso 16.

Ness: ¿Qué es lo que estoy pensando?

Rob: Que son apenas las diez de la mañana y ya pienso zamparme un par de whiskis. Piensas que debería haberme quedado en la clínica de rehabilitación de Betty Ford más tiempo.

Ness: Durante el programa dijiste que ya no bebías.

Rob: No bebo... alcohol. Mi nueva adicción es la Pepsi diet con una rodaja de lima. Sé que es algo embarazoso, pero soy suficientemente mayor para manejarlo.

Cassie: Vanessa... -vio al hombre que estaba junto a ella y abrió los ojos de par en par-.

Ness: ¿Me necesitas para algo, Cassie?

Cassie: ¿Qué? -Parpadeó, se ruborizó, pero no le quitó los ojos de encima a Rob-. No... no, no es nada.

Ness: Rob, esta es Cassie, mi secretaria y colaboradora personal.

Rob: Me alegra conocerte -le estrechó la mano-.

Cassie: Admiro su trabajo, señor Winters. Todos nos alegramos muchísimo de que hoy haya estado en el programa.

Rob: Ha sido un placer.

Ness: Cassie, por favor no me pases llamadas. Te prepararé el trago que quieres -le dijo a Rob mientras lo conducía a su despacho-.

Ese cuarto había cambiado mucho desde los primeros días. Las paredes estaban pintadas en tonos pastel, y la alfombra había sido reemplazada por un suelo de roble con dibujos geométricos. Los muebles eran aerodinámicos y cómodos. Vanessa le indicó a Rob una silla y abrió la nevera compacta.

Rob: Creo que no he estado aquí arriba desde hace cinco o seis años. -Estiró sus largas piernas y paseó la vista-. Has mejorado este lugar -comentó y volvió a mirar a Vanessa-. Pero bueno, es probable que los tonos pastel no sean tu estilo.

Ness: Supongo que no. -Cortó un par de rodajas de lima y las agregó a dos vasos de gaseosa helada-. Tengo curiosidad de saber por qué tu representante te aconsejó que no participaras en el programa. -Curiosidad no era la palabra exacta, pero Vanessa mantuvo la voz serena-. Siempre hacemos todo lo posible para que nuestros invitados se sientan cómodos.

Rob: Creo que más bien tuvo que ver con una llamada de Nueva York. -Aceptó el vaso y esperó a que Vanessa estuviera sentada-. De Brittany Snow.

Ness: ¿Brittany? -Desconcertada, meneó la cabeza-. ¿Brittany llamó a tu representante con respecto a tu aparición en mi programa?

Rob: Sí, al día siguiente de que tu gente se pusiera en contacto con él. Dijo que un pajarito le había contado que yo pensaba darme una vuelta por Chicago.

Ness: Muy propio de ella -murmuró-. Pero no sé cómo pudo enterarse tan rápido.

Rob: Eso no lo dijo. Y no mencionó el asunto cuando habló conmigo dos días después. Con mi representante usó su encanto y le recordó que ella me había presentado en su programa cuando mi carrera renqueaba, y que si yo aceptaba tu invitación ella no podría recibirme en Nueva York como deseaba. Dijo que me quería en su próximo especial, y que garantizaba que usaría su influencia para agregarle peso a mi nominación para un Oscar. Lo cual significaba hablar de la película en público, en privado y apoyar la campaña publicitaria.

Ness: Un soborno nada sutil. Pero estás aquí.

Rob: Tal vez no lo estaría, si ella no hubiera ido más allá de ese soborno. Quiero ese premio, Vanessa. Muchas personas, incluyéndome a mí mismo, pensaron que yo estaba acabado cuando me interné en esa clínica de rehabilitación para alcohólicos. Tuve que mendigar dinero para hacer esta película. Hice tratos y promesas, dije mentiras. Lo que fuera. Cuando estábamos en la mitad de la filmación, la prensa comenzó a decir que el público daría la espalda a la película porque a nadie le importaba un comino una historia de amor épica. Quiero ese premio. -Hizo una pausa y bebió un trago-. Prácticamente había decidido hacerle caso a mi representante y dejarte plantada. Pero Brittany me llamó. No usó su encanto sino que me amenazó. Ese fue su error.

Vanessa se puso de pie para volver a llenar su vaso.

Ness: ¿Amenazó con no apoyar tu película si venías a mi programa?

Rob: Hizo algo mejor que eso. -Sacó un cigarrillo y se encogió de hombros-. ¿Te importa que fume? Todavía no he podido sacarme este vicio de encima.

Ness: Adelante.

Rob: He venido porque estaba furioso. -Encendió una cerilla, aspiró y exhaló humo-. Fue mi manera de decirle a Brittany que se fuera al infierno. Yo no pensaba hablar de nada de esto, pero hay algo en la manera en que te conduces. -Entrecerró los ojos-. Uno no puede sino confiar en esa cara tuya.

Ness: Eso dicen. -Logró esbozar una sonrisa, aunque la ira le cerraba la garganta-. Sea cual fuere la razón, lo cierto es que has venido, y no sabes cuánto me alegro.

Rob: ¿No vas a preguntarme con qué más me amenazó?

Ness: Trato de no preguntártelo.

Él se echó a reír.

Rob: Me dijo que eras un monstruo manipulador y que echarías mano de todo lo que fuera necesario para permanecer bajo las candilejas. Que habías traicionado su amistad y su confianza, y que el único motivo por el que estabas en antena era porque te acostabas con Loren Bach.

Vanessa se limitó a enarcar una ceja.

Ness: Estoy segura de que Loren se sorprendería mucho al oír eso.

Rob: A mí me pareció más un autorretrato. Sé lo que es tener enemigos, Vanessa, y como parece que ahora tenemos una en común, te diré lo que Brittany usó para amenazarme. Necesito que no se lo cuentes a nadie en las próximas veinticuatro horas, hasta que yo vuelva a la costa y ofrezca una conferencia de prensa.

Ness: Está bien -aceptó, pero un escalofrío le recorrió el cuerpo-.

Rob: Hace seis meses me hice un examen de rutina. Me sentía cansado, pero había estado trabajando muy duro hacía más de un año, al filmar la película, supervisar el montaje e intervenir en la promoción. Yo siempre me hacía reconocimientos médicos durante la época en que bebía mucho, y mi médico es muy discreto. Discreción aparte, Brittany se las ingenió para apoderarse de los resultados de esa prueba. -Le dio una última calada al cigarrillo y lo aplastó en el cenicero-. Soy seropositivo.

Ness: Oh... lo siento. -Inmediatamente, tendió el brazo y le apretó la mano-. Lo siento mucho.

Rob: Siempre pensé que el alcohol acabaría conmigo. Jamás se me ocurrió que sería el sexo. -Levantó su vaso-. Por otro lado, he pasado tanto tiempo borracho que no sé cuántas mujeres hubo, y mucho menos quiénes eran.

Ness: Todos los días se descubren más tratamientos... -Se interrumpió. Esas palabras eran tan triviales, tan inútiles-. Tienes derecho a tu privacidad, Rob.

Rob: Una afirmación muy extraña en labios de una ex periodista.

Ness: Aunque Brittany filtre esa información, no es preciso que tú la confirmes.

Rob: Ahora estás enfadada.

Ness: Por supuesto que lo estoy. Me ha usado para atacarte a ti. Es solo televisión, por el amor de Dios. Se trata de índices de audiencia, no de acontecimientos capaces de cambiar el mundo. ¿Qué clase de negocio es este en el que alguien es capaz de usar tu tragedia para fastidiar un programa de la competencia?

Rob: Es el mundo del espectáculo, cariño. Nada está más cerca de la vida y la muerte que la vida y la muerte -sonrió-. Yo debería saberlo.

Ness: Lo siento -cerró los ojos y trató de controlarse-. Una pataleta de mi parte no te ayudará en nada. ¿Qué puedo hacer por ti?

Rob: ¿Tienes algún amigo que sea miembro de la Academia y vote para el Oscar?

Ella sonrió.

Ness: Tal vez un par.

Rob: Entonces puedes llamarlos y usar esa voz sexy y persuasiva para influir sobre sus votos. Y después, puedes regresar ante las cámaras y desbancar el programa de Brittany.

Ness: Tienes razón. Eso haré.


Vanessa convocó una reunión de equipo para esa tarde, en su oficina, y se sentó detrás de su escritorio para proyectar una imagen de autoridad. Seguía muy enfadada. Su voz sonó fría y formal.

Ness: Tenemos un problema muy serio del que acabo de enterarme.

Paseó la mirada y notó las caras de asombro. Las reuniones de equipo eran casi siempre agotadoras, a veces acaloradas, pero siempre informales y en ellas reinaba el buen humor.

Ness: Margaret -prosiguió-, tú te pusiste en contacto con la gente de Kate Lowell, ¿no es así?

Margaret: Así es. Estaban muy interesados en que ella apareciera en el programa. Teníamos como gancho que ella había vivido en Chicago varios años cuando era adolescente. Pero de pronto se echaron atrás y adujeron problemas en su agenda.

Ness: ¿Cuántas veces ha ocurrido eso en los últimos seis meses?

Margaret parpadeó.

Margaret: Bueno, es difícil decirlo. Muchas de las ideas no terminan de concretarse.

Ness: Me refiero a los programas con celebridades.

Margaret: Bueno, no hacemos demasiado de esos porque el esquema generalmente se centra en invitados normales, la gente corriente que tan bien manejas. Pero supongo que en cinco o seis ocasiones durante los últimos seis meses nos ha fallado algún invitado de esa clase.

Ness: ¿Y cómo manejamos la lista de invitados futuros? ¿Simon?

Simon: Como siempre, Ness. Barajamos ideas. Cuando llegamos a algunos temas y nombres que nos parecen factibles, recabamos información y realizamos algunas llamadas.

Ness: ¿Y esa lista de invitados es confidencial hasta que está confirmada?

Simon: Por supuesto. Es el procedimiento normal. No queremos que nuestros rivales se enteren de nuestros planes.

Vanessa cogió un lápiz y comenzó a golpetear la superficie del escritorio.

Ness: Hoy me he enterado que Brittany Snow sabía que estábamos interesados en traer a Rob Winters a nuestro programa, y que lo supo apenas horas después de que nosotros nos pusiéramos en contacto con su representante. -Se produjo un murmullo general entre los presentes-. Y por lo que he oído, sospecho que también estaba enterada de varios otros. Kate Lowell apareció en el programa de Brittany dos semanas después de que su representante nos dijera que tenía problemas de agenda. No fue la única. Aquí tengo una lista de las personas que tratamos de confirmar y que aparecieron en el programa de Brittany las dos semanas siguientes a nuestro contacto inicial.

Ash: Hay una filtración. Qué hija de puta.

Jeff: Vamos, Ashley. La mayoría de nosotros hemos estado aquí desde el primer día. Somos como una familia. Ness, no puedes creer que alguno de nosotros haría algo para perjudicarte a ti o al programa.

Ness: Es verdad, no puedo creerlo. Así que necesito ideas, sugerencias.

Simon: Maldita sea -murmuró y se apretó los ojos con los dedos-. Ha sido por mi culpa. Drew Seeley. Hemos estado en contacto todo el tiempo. Demonios, somos amigos desde hace diez años. Jamás pensé que... Me siento asqueado.

Ness: ¿De qué estás hablando? -creía saber la respuesta-.

Simon: Hablamos una o dos veces por mes -se levantó y atravesó el cuarto para servirse un vaso de agua. Sacó dos píldoras de un frasco-. Él se desahogaba hablando mal de Brittany. Sabía que conmigo podía hacerlo. Entonces me contaba algunas de las ideas que el equipo tenía para los bloques. Y alguna vez me preguntaba a quiénes pensábamos invitar nosotros. -Tragó las píldoras-. Y yo se lo decía, porque no éramos más que dos amigos que hablábamos de nuestro trabajo. Jamás até cabos hasta este momento, Ness. Te lo juro por Dios.

Ness: Está bien, Simon. De modo que ahora sabemos el cómo y el porqué. ¿Qué haremos al respecto?

Ash: Contratar a alguien para que vaya a Nueva York y le rompa las piernas a Drew Seeley -sugirió al ponerse de pie para acercarse al desesperado Simon-.

Ness: Lo pensaré. Mientras tanto, la nueva política será no mencionar el nombre de ningún invitado, ninguna idea ni ninguna de las etapas en desarrollo del programa fuera de esta oficina. ¿De acuerdo?

Hubo un murmullo general. Ninguno se miró.

Ness: Y tenemos una nueva meta, en la que todos nos vamos a concentrar -prosiguió. Hizo una pausa y los miró a todos-. En el plazo de un año vamos a lograr que el programa de Brittany deje el primer puesto. -Levantó una mano para acallar el aplauso espontáneo-. Quiero que todos empecéis a pensar ideas para exteriores. Tenemos que sacar este programa a la calle. Quiero exteriores atractivos, divertidos, exóticos, y quiero reflejar las costumbres, la cultura y el estilo de vida de las ciudades pequeñas de Estados Unidos.

Ash: Disneyworld -sugirió-.

Assie: Nueva Orleans el martes de carnaval -agregó-. Siempre he querido ir allí en esa época.

Ness: Verificadlos -ordenó-. Quiero seis exteriores factibles. Y quiero todas las ideas sobre temas en mi escritorio al final de este día. Cassie, haz una lista de todos los pedidos de presentaciones personales que tengo y acéptalas.

Cassie: ¿Cuántas?

Ness: Todas. Ubícalas en mi agenda. Y llama a Loren Bach. -Se echó hacia atrás en su asiento y colocó las manos sobre el escritorio-. Vamos allá.

Simon: Vanessa -se acercó mientras los demás salían de la oficina-. ¿Tienes un minuto?

Ness: Solo uno -dijo y sonrió-. Quiero empezar enseguida esta campaña.

El joven se paró muy tieso frente al escritorio.

Simon: Sé que te tomará cierto tiempo reemplazarme, y que preferirías una transición suave. Te entregaré mi renuncia cuando lo desees.

Vanessa ya redactaba una lista en un bloc.

Ness: No quiero tu renuncia, Simon. Quiero que uses ese cerebro que tienes para ponerme en el número uno del ranking.

Simon: Te he fallado, Ness. He sido un desastre.

Ness: Confiaste en un amigo.

Simon: En la competencia -la corrigió-. Solo Dios sabe cuántos programas he saboteado por abrir la boca. Demonios, Ness, lo hice para alardear. Fue algo así como «mi trabajo es más importante que el tuyo». Lo hice también porque era una manera de vengarme de Brittany.

Ness: Yo te estoy dando otra manera. Ayúdame a desplazarla del primer puesto, Simon. No podrías hacerlo si renuncias.

Simon: No entiendo cómo aún puedes confiar en mí.

Ness: Yo sospechaba dónde se había producido la filtración, Simon. He estado aquí suficiente tiempo como para saber que Drew y tú erais muy amigos. Si no me lo hubieras dicho, no habrías tenido que ofrecerme tu renuncia. Yo te habría despedido.

Él se pasó la mano por la cara.

Simon: De modo que reconozco haberte fallado y conservo mi trabajo.

Ness: Sí, creo que eso lo resume muy bien. Espero que por eso mismo trabajarás incluso más para ponerme en la cima.

Desconcertado, él sacudió la cabeza.

Simon: Creo que, después de todo, has aprendido algunas cosas de Brittany.

Ness: Aprendí lo que necesitaba. -Cuando sonó el intercomunicador, levantó el auricular-. ¿Sí, Cassie?

Cassie: Loren Bach en la línea uno, Vanessa.

Ness: Gracias. ¿Todo aclarado, Simon?

Simon: Sí, perfectamente.

Esperó a que la puerta se hubiera cerrado detrás de Simon y respiró hondo.

Ness: Loren -dijo al auricular-. Estoy lista para entrar en combate.


En una fría mañana de febrero, Drew le dio un beso de despedida a su esposa. Ella, medio dormida, le palmeó la mejilla antes de arrebujarse debajo del edredón para dormir otra media hora.

Drew: Esta noche cenamos pollo -farfulló-. Estaré en casa a las tres para prepararlo.

Desde que los hijos habían crecido, cada uno había entrado en una cómoda rutina matinal. Drew dejó dormida a su esposa y bajó para desayunar viendo las noticias de la mañana. Hizo una mueca al oír el pronóstico del tiempo, aunque al mirar por la ventana ya se había dado cuenta de que las perspectivas no eran nada alentadoras. El viaje en coche desde Brooklyn Heights al estudio en Manhattan sería muy poco agradable. Se puso la gabardina, los guantes y el gorro de piel estilo ruso que su hijo menor le había regalado por Navidad.

Hacía mucho viento, que le salpicaba la cara con nieve. Todavía no eran las siete y las luces de la calle seguían encendidas.

No vio a nadie en el vecindario, salvo un gato que se frotaba frente a la puerta de su dueño.

Demasiado acostumbrado a los inviernos de Chicago como para quejarse por una tormenta, Drew se acercó a su coche y se puso a limpiar el parabrisas.

No prestó atención al mundo de cuento de hadas que comenzaba a formarse a sus espaldas. Los siempre verdes bajos con su encaje de nieve, la alfombra blanca que cubría el césped y la acera, los copos de nieve que bailoteaban en el resplandor de las farolas.

En lo único que pensaba era en lo fatigoso de tener que limpiar el parabrisas, en lo incómodo que era sentir la nieve en el cuello, en el viento que le zumbaba en los oídos, en el tráfico al que debería enfrentarse un momento después.

Oyó a alguien pronunciar su nombre en voz baja, y volvió la cabeza.

Por un momento no vio nada sino todo blanco y el resplandor de la farola. Después vio. Por apenas un instante, pero vio.

El disparo de la escopeta le dio de lleno en la cara y arrojó su cuerpo sobre el capó del auto. Un perro comenzó a ladrar. El gato huyó a esconderse detrás de un junípero cubierto de nieve.

El eco del disparo se apagó deprisa, casi tan rápidamente como Drew Seeley.

**: Eso fue por Vanessa -murmuró el asesino y lentamente se alejó en su vehículo-.


Cuando Vanessa oyó la noticia unas horas más tarde, el impacto superó la impresión que recibió al encontrar el sobre en su escritorio. La nota decía simplemente: VANESSA, SIEMPRE ESTARÉ ALLÍ POR TI.




OMG! OMG! OMG!


1 comentarios:

Maria jose dijo...

Quien será???
Esto cada vez es mas misteriosos!
Siguela pronto
Saludos

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