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viernes, 31 de mayo de 2013

Capítulo 1


El vestido de novia brillaba bajo los rayos del sol que entraban en el escaparate aquella tarde. Era una maravilla color crema con rosas bordadas. Un vestido digno de la Cenicienta.

El sueño de toda mujer cuando se va a casar con su Príncipe Azul. La semana siguiente una mujer lo iba a llevar puesto mientras avanzara por el pasillo hacia el altar para casarse con el hombre de sus sueños.

Vanessa Hudgens se estremeció.

Había sido una reacción involuntaria porque, en realidad, no tenía nada en contra del matrimonio, pero no quería casarse inmediatamente por mucho que su madre insistiera en que con veinticuatro años ya iba siendo hora.

Tenía toda la vida por delante y muchas posibilidades se abrían en el horizonte. ¿Por qué iba a querer dejarlas pasar de largo para casarse?

*: ¿Has terminado ya? -preguntó una voz impaciente-.

Ness se giró y miró a su hermana Anne, que era una mujer menuda y nerviosa.

Ness: Me parece que le voy a poner unas cuantas rosas más por la espalda.

Anne: ¡Por Dios!

Ness: ¿Por qué no me dejas que te haga un traje nuevo? -le preguntó fijándose en el que llevaba. Debía de tener medio siglo, por lo menos-. Acabamos de recibir un lino rojo que te quedaría de miedo -insistió-.

Anne: No, gracias. Prefiero que te preocupes por los vestidos de la señorita Becket. Su madre y ella van a llegar en una media hora y se van a poner como una furia si sus vestidos no están terminados.

Ness: No te preocupes -la tranquilizó enhebrando una aguja con hilo rosa-.

Anne: ¿Por qué siempre lo dejas todo para el último momento? -protestó-. Parece mentira que no conozcas a la señora Becket.

Ness suspiró. Además de ir siempre vestida de forma aburrida, a su hermana le encantaba echarle en cara su falta de puntualidad.

Ness: No te preocupes, va a estar terminado para cuando lleguen -le aseguró cosiendo el vestido-.

Anne: Siento mucho dejarte a solas con ella, pero le prometí a Dan que volvería pronto esta noche.

Ness: ¿Qué tal está?

Anne: Bien.

Ness no insistió. Sabía que Anne y su marido no hacían más que discutir últimamente, pero su hermana no soltaba prenda. Ness esperaba que fueran capaces de arreglar sus problemas... aunque solo fuera por el bien de sus tres hijos.

Ness: Vete tranquila. No te preocupes por la señora Becket.

Anne: Es imposible no preocuparse con esa mujer -murmuró-. No podemos perder ni una sola clienta... Por cierto, te ha llamado Zac hace media hora. Quería hablar contigo.

Ness: ¿Zac? ¿Qué quería?

Se le había caído el dedal al suelo, pero no le dio importancia.

Anne: Si hubieras llegado a tu hora, lo sabrías.

Ness puso los ojos en blanco mientras su hermana salía del taller.

Ness: ¿Era algo importante?

Anne: No, dijo que te volvería a llamar.

Qué raro. Ness se agachó en busca del dedal. No había hablado con Zac desde Navidad y de eso hacía ocho meses. Acababa de volver al sur de California después de estar dos años fuera y, al llegar a casa de su madre, tarde por supuesto, se lo había encontrado allí.

Se había alegrado muchísimo de verlo, pero él no parecía opinar lo mismo. Se había mostrado frío y distante. Al principio, Ness pensó que era porque llevaban mucho tiempo sin verse, pero pronto se dio cuenta de que había algo más.

Se lo había preguntado claramente, pero Zac le había dicho que no le pasaba nada.

Lo había llamado varias veces a lo largo de aquellos meses, pero Zac siempre ponía excusas. Cuando no había ido a cenar con ellos en Pascua, la familia de Ness se había sorprendido mucho.

Siempre pasaba las fiestas en su casa. Desde que Vanessa tenía catorce años y, de repente, no podía ir por «exigencias de trabajo».

Dolida y confusa, Ness había dejado de llamarlo y él no había hecho el más mínimo intento de ponerse en contacto con ella.

Hasta aquel día.

Ness frunció el ceño. ¿Qué querría decirle después de haberla ignorado durante tanto tiempo? Anne volvió con el bolso colgado del hombro y un montón de revistas.

Anne: Aquí te dejo las últimas revistas de novias y otra cosa que creo que te va a hacer gracia ver -le dijo entregándole un tabloide-.

Ness se quedó mirando la fotografía de la portada: Era un hombre con la mano extendida intentando tapar el objetivo de la cámara.

El titular leía: «¿Se puede ser tan buena persona como este hombre?»

Ness lo reconoció inmediatamente.

Ness: ¿Zac? ¿Me habrá llamado por algo relacionado con esto?

Anne: Puede -contestó abriendo el periódico-. Dice que va a vender RiversWare por cien millones de dólares y que va a repartir la mitad entre sus empleados. Increíble, ¿verdad?

Ness: Siempre ha sido muy generoso -contestó cosiendo otra rosa-. Pero, ¿eso qué tiene que ver conmigo?

Anne: Dice también y leo textualmente: «Aunque Efron no ha querido hacer declaraciones, fuentes solventes nos han asegurado que quiere utilizar el dinero para convencer a su amada de que se case con él» -leyó-. Se debe de referir a ti, Nessi.

Ness se pinchó el dedo. Maldijo y se limpió para no manchar el vestido.

Ness: Estás loca. Zac y yo nunca nos hemos gustado. Solo somos amigos.

Anne: ¿Eso crees? La amistad entre hombre y mujer no existe. Zac estaba enamorado de ti.

Ness: De eso nada. ¿No te acuerdas de que estaba enamorado de Amber Adams?

Anne: Ja. Jamás le gustó tanto como tú. Él no fue el mismo cuando Ella Campbell y tú os fuisteis a recorrer el país en tren. ¡Y deberías ver la cara que se le quedó cuando mamá le dijo que te ibas de mochilera a Europa!

Ness: ¡Deberías de haberle visto la cara que se le quedó cuando me vio aparecer en casa de mamá las navidades pasadas! -protestó-. Las piedras de Stonehenge son más expresivas, te lo aseguro. No creas que fue un recibimiento como el que se le dispensa al amor de toda la vida que vuelve a casa.

Anne: Nunca has entendido a Zac, pero ahora no tengo tiempo de discutir contigo. Tengo prisa -contestó dejando las revistas y el periódico en el suelo-. Ya son más de las seis.

Acompañó a su hermana hasta la puerta para cerrarse con llave pues a Anne le daba miedo que se quedara sola y, cuando volvió al taller, pensó en sus palabras.

¿Que no entendía a Zac? ¡Pero si nadie lo conocía mejor que ella!

Tomó el periódico y, al abrirlo, se encontró con una fotografía de Zac hacía más de cinco años. Estaba posando con las manos en los bolsillos y miraba fijamente a la cámara con sus preciosos ojos azul cielo.

Vanessa sonrió. Se acordaba del traje que llevaba. Zac se lo había comprado para la graduación. La postura que lucía era la típica de Zac. Cuando lo había visto por primera vez, muchos años atrás, cuando se había mudado al barrio con su abuela, ya la tenía.

Entonces, Zac contaba diecisiete años y era un chico callado y serio. Ella tenía catorce y no eran amigos hasta que un día Ness descubrió a sus amigos y a su novio metiéndose con Zac.

Drake se enfadó tanto con ella que la dejó una semana después, pero a Ness le dio igual. No le gustaba tener novio porque lo encontraba agobiante.

A partir de entonces, Ness había empezado a coincidir cada vez más a menudo con Zac. Hasta que, un día, lo invitó a él y a su abuela a cenar con ellos el día de Acción de Gracias.

Su madre lo adoptó rápidamente como a un hijo al enterarse de que sus padres y su hermana habían muerto en un accidente de coche. Tanto Zac como su abuela, hasta que murió, pasaron a formar parte de la familia. Vanessa dejó el periódico y cosió un par de rosas más en el vestido.

Incluso mientras Zac se había ido a la universidad, su amistad no había hecho sino crecer. La había ayudado con algunas asignaturas y se habían reído mucho en aquella época.

Zac era la única persona con la que Ness podía hablar. Siempre le había contado sus problemas y él la había escuchado con paciencia y comprensión. Sabía que podía contar con él y estaba convencida de que serían siempre amigos.

Su comportamiento en Navidad había sido un gran golpe. ¿Qué querría de ella ahora?

«Zac estaba enamorado de ti».

Las palabras de Anne se repetían en su cabeza.

¿Cómo iba a ser así? Jamás habían salido, nunca habían sido novios y no habían hablado de matrimonio ni de lejos.

Bueno, habían hablado de ello una vez, pero en términos generales.


Zac: ¿Tú te quieres casar? -le había preguntado cuando Ness terminó el instituto-.

Ness: No hasta que sea muy mayor. Por lo menos, hasta los treinta. -Iban en bici por el Santa Monica Boulevard y, al llegar a la playa, Ness descubrió a Zac mirándola fijamente-. ¿Y tú? -le había preguntado mirando de reojo cómo su amigo se ponía crema en el torso-.

Zac: Sí, algún día -había contestado-. Quiero tener hijos y una mujer cuando vuelva a casa por las noches.

Ness: Qué aburrido. Yo quiero viajar. Quiero divertirme, quiero...

Zac: ¿Qué quieres exactamente?

Ness: No lo sé -había confesado-, pero lo sabré algún día.


Habían pasado seis años de aquello y seguía sin saberlo. Siguió cosiendo. ¿No habría llegado el momento de buscarse un trabajo de verdad?

Antes de dejar la universidad, se le daba bien la contabilidad y había trabajado tanto en Estados Unidos como en Europa. No le tenía por qué costar mucho esfuerzo encontrar algo.

¿Y por qué no volver a la universidad? Lo llevaba pensando un año. Podía terminar sus estudios de Economía gracias a la herencia de su padre. No daba para vivir lujosamente, pero sí lo suficiente como para poder estudiar y vivir bien.

Había aceptado trabajar con su hermana para ayudarla y porque le gustaba la tienda, pero sabía que Anne no podía permitirse tener una empleada mucho más tiempo, así que debía tomar una decisión.

Llamaron a la puerta. Eran las siete. La señora Becket había dicho que su hija y ella iban a llegar, como muy tarde, a las seis y media, ¿verdad? Anne se tendría que haber quedado y haberlas regañado, como hacía con ella.

Volvieron a llamar.

Ness se levantó, sacudió su melena ondulada y se quitó los hilos que se le habían quedado por los vaqueros.

Y volvieron a insistir.

Ness: Qué pesadas -murmuró. Sin embargo, compuso una sonrisa radiante antes de abrir la puerta-. Su vestido ya está terminado...

El hombre de ojos azul cielo sonrió divertido.

**: Siempre me has tenido por un tipo peculiar, Nessi.




Oh, ¿quién será ese hombre? ¿Será verdad lo que dijo la hermana de Vanessa?
Bueno, ahora ya sabéis un poquito más sobre los protas y su pasado. Pronto se animará la cosa. Así que seguid comentando ^_^

¡Gracias!
¡Un besi!

jueves, 30 de mayo de 2013

Prólogo


Sentía que le abrasaban los pulmones. Las gotas de sudor le resbalaban por la frente, se le metían en los ojos y le nublaban la vista. El público cada vez gritaba más y él, aunque apenas lo oía debido al martilleo de la sangre en los oídos, sabía por qué gritaban.

La meta estaba a pocos metros.

Le dolía todo el cuerpo. No podía correr más, pero debía hacerlo. Agonizante, consiguió entrar en la línea de meta una cabeza por delante del otro competidor.

**: ¡Y gana... Zac Efron! -gritaron por megafonía-.

El público rugió, izó banderines y tiró confeti.

Ambos competidores siguieron corriendo a menor velocidad para no sufrir lesiones musculares. Ambos respiraban con dificultad.

***: Maldita sea, Zac, me has vuelto a ganar -dijo el más bajito al cabo de unos segundos-.

Zac se rió a pesar de que le dolía todo.

Zac: No estaba dispuesto a entregarte el trofeo. Me gusta cómo queda en mi mesa.

Charlie: Querrás decir que te gusta darme envidia con él -dijo Charlie Bennet, su socio y mejor amigo-.

Zac: Venga, ya, Charlie. Nunca he hecho eso.

Charlie: ¿Ah, no? ¿Y entonces por qué le sacas brillo siempre que entro en tu despacho?

Zac: Porque los trofeos hay que cuidarlos...

Charlie: Ya, claro -se rió-.

En ese momento, apareció una mujer de rasgos italianos con un niño pequeño en brazos.

#: Te he visto correr, papá -dijo el pequeño-. ¿Por qué has dejado que el tío te ganara?

Charlie sonrió y abrazó a su mujer y a su hijo.

Charlie: Zac tiene muy claro lo que quiere y, cuando se propone algo, lo consigue.

Laura: Estás malacostumbrado, Zac -remarcó Laura Bennet-. No siempre puede uno conseguir lo que quiere.

Charlie: Hasta ahora, sí -murmuró-. Se acaba de comprar un cochazo que no puedes ni imaginar. Un Mustang del 65 en perfectas condiciones, descapotable, con los asientos y los tapacubos originales y...

Laura: ¿Te quieres quedar aquí cayéndosete la baba mientras hablas del coche de Zac o me acompañas a casa a acostar a Cory? -lo interrumpió su mujer-.

Charlie: No, voy contigo -sonrió-. Nos vemos el lunes en la oficina, Zac. Más te vale no llegar con ese coche y no sacarle brillo al trofeo delante de mí, ¿eh?

Zac observó a la familia alejarse. Charlie agarró a su hijo de la mano y a su mujer de la cintura y le dijo algo al oído que la hizo reír. No, no era cierto. No tenía todo lo que quería. Todavía le quedaba una cosa.

##: ¿Quiere agua, señor?

Zac agradeció el detalle y se dedicó a observar a los demás corredores que estaban cruzando la meta.

Acababa de entrar una mujer muy guapa, de pechos grandes, cintura estrecha y piernas largas. Le parecía conocida.

Sí, de repente lo recordó. La había conocido en una fiesta hacía unas semanas y alguien le había dicho que era actriz.

Entonces, no le había prestado demasiada atención, pero ahora se fijó más atentamente en ella. Era guapa y caminaba con elegancia y seguridad. Además, no llevaba alianza.

Se le ocurrió una idea.

Una idea loca, completamente ridícula.

Sí, también había sido una idea de locos montar una empresa de electrónica con todas las existentes cayendo en Bolsa de forma estrepitosa o entrar en Internet cuando todas estaban cerrando.

En breve, lo iba a intentar y le iba a salir bien porque lo cierto era que todo lo que se proponía le salía bien.




Cortito el prólogo. Pero ya se animará la cosa. Solo os digo que, loca y ridícula, le queda corto a la idea de Zac. Ya veréis XD.

Por cierto, la novela tiene 13 capítulos y el prólogo.

¡Gracias por los coments!
Comentad un poquito más ;)
¡Un besi!


martes, 28 de mayo de 2013

Trampa de amor - Sinopsis


¿Cómo podría impedir aquella boda?

De ningún modo iba Vanessa Hudgens a permitir que su mejor amigo, Zac Efron, se casara con una mujer a la que solo le interesaba su dinero. Quizá él se había dejado engañar por su belleza, pero Ness no era tan fácil de engatusar.
El problema era que la cazafortunas estaba saliéndose con la suya y cada vez sería más difícil contarle a Zac la verdad sin poner en peligro su amistad. Aunque Ness seguía percibiendo ciertas miradas de deseo en Zac, no podía arriesgarse a que eligiera a la otra. ¿Podría aquella mujer con miedo al compromiso admitir que estaba enamorada de su amigo del alma y proponerle que se casara con ella?




Escrita por Angie Ray.




La nove promete, ¿no? Ya os digo yo que sí. Os vais a tirar de los pelos de frustración XD.
Os va a faltar vocabulario a la hora de juzgar a los personajes XD.

¡Comentad y pronto pondré el capi uno!
¡Un besi!


lunes, 27 de mayo de 2013

Capítulo 11


¿Cómo decirle que estaba equivocado, que era el único hombre que había amado? ¿Cómo podía decirle eso, cuando él acababa de decirle que quería el divorcio... cuando la pasión original que una vez había sentido por ella estaba muerta y olvidada?

Las palabras de Zac tuvieron el mismo impacto en Vanessa que un golpe físico; la joven se quedó muda. Abrió mucho los ojos y palideció.

Zac: Fui un estúpido al pensar que funcionaría una separación -manifestó-. Tenías razón desde el principio... el divorcio es la única solución. Fue una locura por mi parte pensar que podía tenerte a mi lado para siempre.

Ness: ¿Y los niños? -preguntó con un susurro-.

Ella había renunciado a su custodia con la seguridad de que siempre podría estar cerca de ellos. ¿Iba Zac a usar esa decisión en su contra durante los trámites del divorcio?

Zac: Quedarán a tu cuidado, por supuesto -respondió y apretó los dientes para controlarse-. Después de lo de anoche, es evidente que no soy un hombre de integridad y honor.

Vanessa pensó que Zac se despreciaba a sí mismo porque su piloto estaba resentido. Ante sus propios ojos, estaba degradado y ese conocimiento lo atormentaba.

El alivio inicial que Vanessa sintió al escuchar sus palabras se mezcló con otras emociones: compasión por el dolor de Zac, indignación porque él pensara que lo había manipulado a propósito y, también, un gran sentimiento de culpa por haber sido responsable de lo sucedido entre ellos.

Ness: ¿Crees que usaría eso contra ti en los tribunales? -preguntó con orgullo-. ¿Crees que tengo tan poca sensibilidad? ¿O tal vez piensas que lo planeé todo para quitarte a los niños? -le temblaba la voz-.

Zac: ¿Cuando fui yo quien reservó la habitación? -preguntó y soltó una carcajada amarga-. No, Vanessa, no sospecho que tuvieras algún plan. ¿Crees que no sé que tú fuiste la inocente perjudicada?

«Perjudicada, sí, pero no de la manera que tú supones. En cuanto a inocente, tampoco», pensó Vanessa.

Ness: Yo... comprendo por qué cambiaste de opinión respecto al divorcio -murmuró preguntándose qué futuro podía tener un hombre como Zac, atado a una mujer a la que no podía amar-. En una ocasión me dijiste que nunca renunciarías a tu hijo.

Zac: Sí -tragó saliva-. Eso fue antes de que te sacrificaras y me demostraras que el verdadero amor no es egoísta... me demostraste que, sin importar lo profundo del sentimiento, cuando llega el momento de ceder, hay que hacerlo con gracia y estilo, a pesar de que se te destroce el corazón. Tenías razón cuando decías que Alex y Jessica se necesitaban el uno al otro, pero eso no es todo. A pesar de desearlo mucho, no puedo proporcionarles ni el amor ni la atención de una madre. No es solamente el problema de que estoy mucho tiempo fuera de casa... es mucho más... hay cosas que ni siquiera puedo empezar a cuantificar. Intenté cerrar los ojos ante mis propias deficiencias, pero después de las vacaciones, cuando regresaste a tu apartamento, me resultó imposible ocultarlas. El accidente de Alex solo fue la punta del iceberg -hizo una pausa, mientras Vanessa luchaba por asimilar las palabras que él decía. Después de un momento, Zac añadió-: Como verás, me abriste los ojos ante las necesidades de los niños. No tengo otra opción que ignorar mis anhelos y ceder a tu favor. No niego que me dolerá, pero eso es simplemente lo que me merezco. Desde un principio, arruiné tu vida... te seduje, te alejé de tus amigos y de tu familia, te coloqué en una casa de campo donde no comprendías el idioma, te dejé embarazada poco después del matrimonio... Después, cuando enfermaste, ni siquiera reconocí los síntomas, me faltó paciencia y comprensión... ¡Dios mío, Ness! Tenías todo el derecho del mundo a esperar un apoyo total de mi parte... y no te di nada. Merezco todo el desprecio que sientes por mí.

Ness: ¡No fue culpa tuya, Zac! Fui egoísta e inmadura. Ni siquiera intenté compartir tu vida -no podía mirarlo a los ojos y bajó la vista a sus manos-. Además, fui yo quien te sedujo. Me lancé a tus brazos sin pensar en las consecuencias. Cuando le dijiste a mi hermano que nos íbamos a casar, me engañé pensando que lo hacías porque me querías e ignoré la razón evidente... que fuiste víctima de una aventura pasajera y que el honor te obligó a hacer de mí una mujer honesta, después de ser descubiertos en esa situación.

La carcajada de Zac la sorprendió y la obligó a levantar la cabeza.

Zac: ¡Querida Ness! ¡Por supuesto que te quería! Nunca fui tan inexperto como para dejarme seducir contra mi voluntad. De no haber tenido desde un principio la intención de casarme contigo, nunca hubiera llegado a una situación tan comprometedora. Tu encantadora reacción ante mí solo hizo que mis planes maduraran con mayor rapidez de lo que había esperado.

Ness: ¿Me querías?

Durante años, pensó que eso no era verdad. Sabía que él no le mentiría en ese momento.

Zac: Por supuesto que te quería -aseguró acariciándola con la mirada-. ¿Ya has olvidado nuestro primer año juntos?

Ness: ¡No, por supuesto que no! -respondió y ya no pudo mirarlo a la cara. Fijó la mirada en su pecho, en un botón de la camisa-. Lo destruí todo, ¿no es así? Fui consentida y temperamental, exigente y cruel. Maté todo lo que floreció entre nosotros.

Zac: ¡Estabas enferma, Ness! Fui un estúpido al no reconocerlo. ¡Dios mío! ¡Cuánto sufriste antes y después de que nacieron los niños! La verdad es que estaba demasiado celoso para verlo. No estaba preparado para compartirte... ni siquiera con nuestros hijos. Oh, os quería a los tres, pero era a ti a quien más deseaba. Me sentí rechazado cuando pasabas días y noches cuidándoles. No podía comprender por qué estabas tan obsesionada con ellos. Todas mis hermanas tenían hijos y nunca habían reaccionado con tal intensidad... ¿Me entiendes, Ness? -le acarició la mano-. Cuando, desesperado, le pedí a Rebecca que nos visitara, empecé a comprender. Esperaba que ella pudiera acercarse a ti... que abriera un canal de comunicación entre nosotros -su mirada se oscureció entre los recuerdos-. Fue Rebecca quien me hizo ver que mis hermanas siempre estuvieron rodeadas por familias extensas... abuelas, tías, primas, etcétera... siempre había alguien allí para compartir la responsabilidad de los hijos; en cambio tú, no tenías cerca a nadie de tu país o familia. Hasta entonces, pequé de prepotente y asumí que yo podía proporcionarte todo el apoyo que necesitabas. Sin embargo, debido a las exigencias de mi trabajo, rara vez estaba presente cuando me necesitabas y fui demasiado ciego como para darme cuenta de ello. No era un hombre pobre, pero tenía que garantizar la entrada del dinero. Tenía que alimentar dos bocas más, eso, sin contar con el salario de Sophia.

Ness: Y lo único que conseguiste a cambio de tu sacrificio fue una esposa histérica que te acusó de tener una aventura con su hermana -pensó que hablar sobre lo sucedido era para ella como una terapia, como desinfectar una herida... al principio dolía, pero era necesario para la curación-. De haber sido más comprensiva entonces, nunca hubiera hecho esa acusación... -a pesar del esfuerzo que hizo por controlarse, dos lágrimas rodaron por sus mejillas-.

Zac: No llores, Ness -le pidió secándole las lágrimas con un dedo-. No eras responsable de tus acciones. Estabas enferma, trastornada.

Ness: Después, cuando volví de la clínica, ya no estaba enferma. Me compadecía constantemente de mí misma. En lugar de mirar hacia el futuro, no dejaba de preguntarme por qué me había sucedido aquello a mí. En lugar de sentirme feliz por estar curada, en lo único que pensaba era en lo desafortunada que había sido. Era una chiquilla maleducada que ningún hombre podría soportar.

Zac: Nunca hubo otra mujer para mí, Ness -confesó con tristeza-. Lo único que encontré en Amber Adams... fue una buena amiga y una colega de trabajo eficiente.

Ness: Lo sé -murmuró-. Ella vino a verme ayer y me dijo lo mismo, aunque yo ya había empezado a comprender que había creído en aquello porque quería creerlo, porque descargaba en otra persona mi responsabilidad, porque era el castigo que merecía por haberte tratado de esa manera. Durante estas últimas semanas, desde que recibí la orden de separación, fue como si hubiera madurado de pronto. Todas las ideas se me aclararon y ahora veo las cosas con claridad.

Zac: No te culpes, amor mió -con el dedo volvió a secarle las lágrimas y le acarició la mejilla. Tenía la voz ronca por la emoción-. La falta original fue mía. Debí comprender que lo que sentías por mí al principio era amor. Te quería tanto, que me permitió cegarme ante la realidad. Casarme contigo fue uno de los actos más egoístas que he hecho en mi vida. El otro fue aceptar tu sacrificio cuando renunciaste a Jessica.

Vanessa sacó un pañuelo que llevaba en la manga para limpiarse las lágrimas. Si lo amaba, ¿cómo podía aceptar el sacrificio que él quería hacer, cuando por experiencia propia conocía la agonía que eso causaba?

Después de un momento, Zac añadió:

Zac: Bien... solo hay una manera de reparar lo que hice... y es dejarte libre para que te relaciones con un hombre al que puedas amar y que te ame.

Ness: No hay nadie -murmuró y con los ojos le suplicó que le creyera-. Drew no fue para mí más de lo que Amber fue para ti. La vez que lo viste besándome, fue porque le dije que nunca podría haber un futuro para nosotros, de la manera que él quería... que solo podríamos ser amigos.

Zac no respondió; después, soltó una carcajada amarga.

Zac: Estaba celoso de ambos... de Ashley y de Drew, porque eran capaces de darte algo que yo no podía: consuelo.

Ness: Zac... por favor -el corazón le latía con fuerza y se retorció las manos-. Tal vez todo habría sido diferente si ambos hubiéramos puesto mayor interés en resolver nuestras diferencias desde el principio.

Zac: ¡Mmm! -volvió a reír-. Daría diez años de mi vida por poder retroceder el tiempo y empezar de nuevo, sabiendo lo que ahora sé.

Ness: En cambio, deseas el divorcio -indicó-.

Se sorprendió cuando él negó con la cabeza.

Zac: No, yo no he dicho eso, Ness. Lo que he dicho es que te facilitaría conseguir el divorcio que deseabas. Eso no es lo mismo. ¿No comprendes? Intenté mantenerte atada a mí. No perdía la esperanza de que algún día sucediera un milagro y pudiera despertar tu amor de nuevo... pero eso nunca sucedió. Las cosas fueron de mal en peor, hasta aquella noche en que discutimos. De pronto, en medio de toda esa ira, te deseé con tanta desesperación que empecé a creer que si no podía llegar a ti con palabras, podría llegar con acciones... creí que, si éramos amantes de nuevo, eso actuaría como un catalizador, que mi cuerpo te hablaría con los términos dulces que mi lengua no podía encontrar -esbozó una mueca de amargura-.

Vanessa se puso de pie y cerró los puños a los lados.

Ness: Pero no pudiste seguir adelante... -sintió un inmenso dolor al recordar la mirada de horror de Zac al ver su cuerpo desnudo-. Te repugnaba mi cuerpo.

Zac: ¡Ness! ¿Qué dices? -en dos pasos se colocó a su lado y la cogió por los hombros. La obligó a mirarlo-. ¡Sí, sentí repulsión! Pero no por ti... sino por mí. Estaba atrapado por la pasión y el deseo... y también por la ira y por una vergüenza que no quería reconocer... de pronto vi la línea delgada de tu cicatriz, apenas visible... y me recordó que ya te había hecho suficiente daño. Era mayor que tú, con más experiencia, y de forma egoísta te privé de tu juventud y libertad... y allí estaba, incrementando esos pecados, a punto de dominarte una vez más -suspiró-. Me odiaba en aquella época, pero rara vez tanto como en esa ocasión.

Ness: ¡Oh! -exclamó y lo miró-. Yo creí que era porque te parecía fea. Estaba tan delgada.

Zac negó con la cabeza.

Zac: Para mí, siempre has sido preciosa, Ness. Fui yo quien estaba feo. Sin embargo, no estaba dispuesto a perderte. Por eso, cuando te fuiste con Ashley, sugerí la separación legal. Pensé que te sentirías protegida de la amenaza física que yo representaba para ti; no obstante, todavía podría tener acceso a ti... y lo más importante, no podrías casarte con nadie más. Estaba convencido de que te había dejado aterrada con mi ataque y la única manera posible era proporcionarte las cosas muy despacio, intentar cortejarte como debí hacerlo desde el principio.

Ness: Y ahora, es demasiado tarde -dijo con desesperación-.

Él le acarició la mejilla.

Zac: ¿Dices eso después de lo que nos sucedió anoche? Ah, Ness... -le acarició el cabello-. ¿Todavía no comprendes? No puedo confiar en mí para estar cerca de ti y no hacerte daño. Después de los problemas que tuviste para dar a luz a los mellizos; me juré que no volvería a permitir que quedaras embarazada. No obstante, anoche te amé con un abandono que no tuve ninguna otra cosa en cuenta. De haber tenido la fuerza de voluntad de la que me enorgullezco, habría pasado la noche abajo, en el bar, porque yo no soy un hombre aficionado a aventuras frívolas, de una noche. No es mi estilo. En cambio... -su voz se quebró-. No soy bueno para ti, Ness. Tengo que dejarte ir porque te quiero y no puedo controlarme y guardar la distancia cuando estás cerca de mí. Tengo que permitir que te quedes con nuestros hijos... porque les quiero también -se volvió hacia el escritorio y ella no pudo verle el rostro-.

Por un momento, la fuerte impresión la dejó rígida; pensó que se desmayaría debido a la fuerza con que latía su pulso.

Ness: ¿Todavía me quieres? Entonces... ¿no podemos empezar de nuevo? -su voz se quebró por la emoción-.

Zac se acercó a la ventana y miró hacia el exterior.

Zac: ¿Te refieres a continuar con nuestro matrimonio formal? No, pensé que podría funcionar, pero es imposible -aseguró-. No puedo verte sin amarte... y no puedo amarte sin herirte. No tengo derecho a evitar que encuentres tu propia felicidad, con quien tú escojas -se volvió para mirarla y sonrió un poco. Su mirada era atormentada-. Fuiste tú quien me enseñó la lección... me enseñaste que el verdadero amor no puede ser egoísta. Hay ocasiones en que la única acción honesta es romper... y a su debido tiempo, dejar ir.

Ness: ¡Pero yo no quiero irme! -exclamó. Deseaba que Zac la escuchara y le creyera-. Yo... también te quiero, Zac. Nunca dejé de quererte, pero me resultó muy difícil enfrentarme a la situación por los celos y el temor. No encontraba la manera de comunicarme contigo. Supongo que deseaba que conocieras mis sentimientos por intuición... y cuando no fue así, me convencí de que te odiaba... pero nunca fue verdad -soltó una carcajada al ver que él se quedaba inmóvil, como una estatua. Después de un momento, añadió-: No hay problema respecto a lo de anoche. Es el momento menos indicado para ampliar nuestra familia. De cualquier manera, los médicos me dijeron que es probable que no vuelva a sufrir de esa manera y, aunque así fuera, estarían preparados para atenderme y... si no me hubieras hecho el amor, ahora mismo me sentiría devastada, porque tan pronto como vi esa cama de matrimonio, mi imaginación empezó a funcionar...

Zac: ¡Santo cielo! ¡Por favor, no permitas que esto sea un sueño! -murmuró-.

Abrió los brazos y ella fue a su encuentro, apoyándose contra su pecho.

Zac apoyó la cabeza en su hombro mientras la abrazaba con posesión. Durante varios segundos disfrutaron de esa sensación.

Cuando Vanessa detectó la excitación de Zac, se movió contra él y disfrutó al oírlo gemir.

Ness: ¿Por qué no vamos a la cama, amor mío? -murmuró alimentando su deseo con una sensual sonrisa-.

Zac: ¿Qué pensará Emili? -fingió estar impresionado, pero el brillo de sus ojos azules denunció que mentía-.

Ness: ¡No le pagamos por pensar! -bromeó riendo-.

En el rostro de Zac leyó todo lo que necesitaba saber. Suspiró satisfecha.

Fueron las últimas palabras que pronunció en mucho tiempo, pues Zac la tomó en sus brazos y la llevó a la habitación principal. Después de cerrar la puerta con llave, una vez más se convirtió en el hombre de sus sueños.


Zac: ¿Satisfecha? -preguntó como solía hacerlo en aquellos primeros días-.

Ness: ¡Delirante!

Zac se movió; el sol de la mañana iluminaba su cuerpo desnudo.

Zac: Tenemos que hacer muchos planes, Ness.

Ness: Mmm... -saciada de alegría y placer, empezó a trazar círculos imaginarios en los pezones de Zac-. ¿Cómo cuáles?

Zac: ¡Para empezar, cancelar esa orden de separación! -le tomó la mano-. Después, si conseguimos el contrato con Philip Robinson, lo cual es muy probable, en especial después de la agradable reunión de anoche, nos iremos con los niños a Inglaterra, durante seis meses. Podré supervisar la instalación y operación de los programas y tú podrás ver de nuevo a tu familia.

Ness: Me gustaría -comentó sonriendo-.

Le debía una disculpa a Rebecca y nada le agradaría más que dársela en persona. De forma milagrosa, su amor herido se había curado y en su relación había comprensión y perdón.

Zac suspiró y apoyó una mano en su seno, con delicadeza. Después empezó a acariciarlo con dedos reverentes.

Zac: Pensé que te había perdido cuando llegaste aquel día y me cediste la custodia de Jess -confesó-.

Ness: Pensaste que estaba a punto de fugarme con Drew -recordó la hostilidad de Zac y sonrió-. ¡Nunca hubo la más mínima posibilidad de que eso ocurriera!

Zac: Yo no lo sabía y tuve que acelerar todos mis planes para traerte de nuevo a mi vida, en lugar de permitir que meditaras durante algunos meses. Tenía que probarte que había mucho más, además de la alegría de poseerte físicamente.

Vanessa sonrió apreciando la estrategia de Zac.

Ness: Tuviste suerte al haber planeado con anterioridad ese viaje a Konstantinos -comentó-.

Zac: ¡Oh, no lo había planeado! -confesó-. Por supuesto, le dije a Alex que lo llevaría a la playa, pero me refería a un lugar más cercano. Si quería revivir recuerdos agradables... tenía que ser en Konstantinos, donde una vez fuimos tan felices...

Una sospecha repentina hizo que Vanessa entornara los ojos y lo observara.

Ness: ¿Y el novio de Sophia?

Zac: ¡Ah, él! -hizo una pausa-. Bueno, él es griego y estoy seguro de que si se hubiera enterado de las circunstancias, habría puesto alguna objeción; por lo tanto, asumí que ya lo había hecho.

Ness: Me engañaste...

Zac: ¡Calla! -la silenció con un beso-. No fui el único astuto. No olvides que nuestro propio hijo también se las ingenió para hacerte volver a donde perteneces. Sin su intervención, es probable que no estuviéramos aquí ahora. Me habría llevado más tiempo persuadirte para que regresaras a Andrómeda, aunque ese era mi plan a largo plazo.

Ness: ¿Pero dijiste que la venderías? -le recordó-.

Zac: ¿Lo dije? -sonrió-. Bueno quizá lo hubiera hecho, pero en ese momento, solo quería revivir tus sentimientos... dificultarte más que te mantuvieras alejada.

Vanessa guardó silencio por un momento, se sentía contenta de estar cerca de él. Pero existía un tema que tenía que aclarar.

Ness: Tal vez no te lo creas, pero Ashley se alegrará por los dos al saber que al final nos hemos reconciliado. Sé que no le tienes ninguna simpatía, pero lo único que siempre deseó fue mi felicidad. En realidad ella comprendió, antes que yo, que todavía te amaba. A su manera, fue tan astuta como tú, pues me obsequió con cosas para que llevara a Konstantinos, con la intención de lograr que todo fuera como antes.

Zac: Entonces, tengo una gran deuda con ella -dijo con tono solemne-. ¿Drew también estará igualmente feliz?

Ness: ¡Te gusta molestarme! -bromeó y lo miró con reproche-. No, supongo que no lo estará de inmediato. Nunca lo alenté, Zac. No dudo que se recuperará.

Zac: Bueno, Atenas será un mejor lugar de caza para él, estoy seguro -comentó-. Solo piensa en todas esas turistas... Además, tiene un restaurante que está destinado a ser famoso internacionalmente, por lo que su atractivo aumentará.

Ness: ¡Fuiste tú! -exclamó y se sentó en la cama-. Tú tuviste que ver en que él se marchara a Atenas, porque yo nunca mencioné ese tema delante de ti...

Zac: Ness... -extendió una mano hacia ella-.

Ness: ¡No, confiesa primero! -su rostro expresaba horror y admiración a su vez-.

Tumbado de espaldas, y desnudo, Zac deslizó la mirada por el cuerpo de Vanessa.

Zac: Quizá le hablé del restaurante a Nick Cantrell... un hotelero que conocí en un encuentro. Él estaba allí solo, porque su mujer iba a dar a luz a un segundo hijo; por lo tanto, pasamos algún tiempo juntos. Debo admitir que estaba muy interesado. Cuando le hablé de la excelente reputación que tenía el restaurante, me aseguró que lo visitaría, puesto que estaba interesado en tener un buen restaurante en Atenas.

Ness: ¡Oh, Zac! -no sabía si reír o llorar-. ¿Cómo pudiste? ¡Querías librarte de ambos... de Ashley y de Drew!

Zac: Lo dices como si fuera poco menos que un mafioso -indicó y no pudo sostener la mirada acusadora de Vanessa-. Fue solo una sugerencia. Nunca los habría forzado a irse de Kethina, aunque hubiera tenido el poder para hacerlo -suspiró-. Me gustaría decirte que di esa recomendación como una especie de expresión de gratitud por la amistad que te dieron... pero no sería verdad. Admito que pensaba que ambos te estaban influenciando contra mí y no necesitaba enemigos cerca. Ya tenía bastantes problemas sin ellos. Quería encontrar esa chispa que solía encenderse entre nosotros, y a veces, eso significó ser más cruel contigo de lo que deseaba, en particular, porque no soy el hombre más paciente y frío del mundo... -Vanessa no pudo encontrar las palabras para describir la temeridad de Zac y solo lo miró a la cara. Desesperado, él exclamó-: ¡Cielos, Vanessa! Sé que fue poco ético, pero dicen que en el amor y en la guerra no hay reglas... De cualquier manera, no fue decisión mía. Si Cantrell hizo una oferta, dependió de Drew Tisdale y de que su socio aceptarla o no. No fueron enviados al fin del mundo. Atenas está cerca, uno puede llegar en taxi.

Al detectar la desesperación que se reflejaba en la voz de Zac, Vanessa sonrió.

Ness: Sin embargo, no está a un simple paseo de aquí -indicó con voz suave-. Oh, Zac, debería estar muy enfadada contigo...

Zac: No quise dejar un vacío en ti, Ness. Mi intención era ocupar el lugar de Ashley en tu vida. Darte apoyo, amistad y comprensión... -hizo una pausa-. ¿Podrás perdonarme?

Pensó que Zac se merecía sufrir, por lo tanto, fingió considerar el asunto, mientras él la observaba.

Ness: ¿Ashley será bienvenida en esta casa? -preguntó al fin-.

Zac: Por supuesto, y también su hermano... aunque preferiría que lo acompañara su novia o su mujer... si eso es lo que deseas.

Vanessa decidió que ya era hora de librarlo de su sufrimiento.

Ness: Lo único que deseo, aparte de nuestros hijos, es a ti, Zac.

Zac emitió un grito de júbilo y la obligó a tumbarse encima de él. Vanessa disfrutaba inmensamente de su compañía, porque había estado a punto de perderlo por completo.


FIN




¡Bravo! Todo salió bien; al final... XD
Y digo yo, todo lo que se han dicho, ¡ya podrían habérselo dicho antes, ¿no!?
A la gente de las novelas siempre les gusta sufrir XD.

Espero que os haya gustado esta nove y que me comentéis mucho. La próxima será muy diver. Os tiraréis de los pelos XD.

Lau, ¡tú flipas si crees que me voy a acordar de Justin McPhee! XD XD
Por cierto, siempre te pones del lado de Zac o Vanessa dependiendo de quien sea el bueno. En los equipos de los juegos, ¿que vas con el que va ganando o qué? XD

Bueno, la sinopsis de la próxima nove la pongo cuando vea comentarios ;)


¡Gracias!
¡Un besi!


sábado, 25 de mayo de 2013

Capítulo 10


Para Vanessa, esa noche no estaba empezando bien. Todavía turbada y confusa por el beso inesperado de Zac, tuvo que hacer un gran esfuerzo para disimular ante esas personas. Pensó que era una situación insoportable para ambos y rezó para que la noche terminara bien y no volviera a repetirse esa situación.

Catherine: Por supuesto, podíamos haber cenado en nuestra suite -le comentó a Vanessa-, pero habríamos tenido que soportar una conversación de negocios.

Philip Robinson sonrió al otro lado de la mesa. Sus ojos grises brillaban divertidos después de haber escuchado la acusación de su mujer.

Philip: Sé sincera, cariño. No fue solamente eso. Admítelo, eres una flor que no le gusta florecer sin ser vista.

Catherine: Es un vestido precioso, ¿no te parece? -preguntó deslizando una mano por la prenda de chiflón negro con hilos dorados. Sonrió a su marido-. Pero la estrella de esta noche no soy yo, sino Vanessa -sonrió y fijó su atención en Zac-. Sus compatriotas saben apreciar la belleza femenina; con seguridad, eso hace que sus mujeres se sientan muy especiales.

Zac: Tenemos fama de curiosos. -Con la cabeza agradeció la bebida que le sirvieron-. En Grecia, se considera natural detenerse y mirar aquello que atrae nuestra atención. Respecto a Vanessa, mientras la admiración sea demostrada a cierta distancia, puedo tolerarlo.

Catherine: ¡Habla como un europeo! -exclamó. Tendría unos cuarenta y cinco años-. Me pregunto por qué los ingleses no sienten lo mismo por sus mujeres... No se vuelven para mirarlas, como los griegos.

Philip: Bueno, para una mujer ya no es sociable ser admirada como un objeto por un hombre -intervino-. ¿Tú qué opinas, Vanessa?

Ness: ¿Yo? -seguía el intercambio de ideas con interés, mientras saboreaba el vino blanco-.

Sus nervios empezaban a calmarse. Detrás del aire de autoridad y de la constitución atlética de Philip, detectaba una naturaleza amable, que junto con la cordialidad de su mujer, lograrían que la noche fuera un éxito.

Philip: Sí -insistió-. ¿Te ves a ti misma como uno de los aspectos o detalles de Alexander, un detalle pequeño, pero revelador de la imagen que ofrece Alexander?

Miró a Zac, pero no recibió ninguna ayuda por su parte. Por supuesto, solo era una pregunta divertida; sin embargo, sería muy fácil responder con amargura y humillación con algún comentario, como lo hubiera hecho en el pasado. Necesitaba dar una respuesta divertida, algo que mantuviera el tono alegre de la conversación.

Zac: Y bien, Vanessa, ¿cómo me ves?

La desafió con la mirada, mientras esperaba su respuesta. Se estaba exponiendo al desdén del que la sabía capaz.

Ness: Es una respuesta difícil de responder -murmuró para ganar tiempo-. Debo admitir que nunca intenté analizar con anterioridad ese aspecto; sin embargo, diría que sería mitad y mitad. La mitad del tiempo, cuando eres el escenario central, entonces, sí, pongo el telón de fondo, pero la otra mitad, cuando es mi turno para actuar, bueno... -sonrió ampliamente-. Digamos que no solo fue por tu inteligencia por lo que me casé contigo. ¡Un hombre guapo y atento es más beneficioso para la autoestima de la mayoría de las mujeres que someterse a una operación de cirugía estética!

Catherine: Bien dicho -opinó-. Creo que las felicitaciones mutuas están a la orden, ¿no os parece? ¡Parece que ambas escogimos a nuestros maridos haciendo gala de un gusto impecable!

Philip estalló en carcajadas.

Philip: Creo que tú mismo te lo has buscado -le comentó a Zac-. Sin embargo, es bueno saber que nuestras mujeres nos aprecian.

Zac: Sí -respondió con voz suave, pero no sonrió al levantar su copa-.

La conversación desenfadada que tuvo lugar en el bar marcó el ambiente para la cena, que fue de amistosa confianza. Catherine demostró un interés particular por Jessica y Alex. Le obligó a Vanessa a hablar sobre ellos y a contar historias divertidas.

Catherine: Nuestra hija tiene veinte años -dijo hacia el final de la cena-. Está decidida a no casarse y fundar una familia hasta que se establezca bien en su carrera. Por lo tanto, tendré que esperar bastante tiempo a que me haga abuela. Sinceramente, no puedo imaginar cómo puedes atender a los mellizos.

Ness: Tuve suerte -admitió, sorprendida al darse cuenta de que se estaba creyendo lo que decía-. Tenemos un ama de llaves y Zac contrató a una niñera. Él... hizo todo lo posible para facilitarme la vida -su voz se quebró un poco-.

Catherine: Sin embargo, todavía es difícil -insistió-. No obstante, lo mejor está por venir... la alegría de verlos ir a la escuela, de ayudarlos y guiarlos...

Vanessa se dijo que Catherine estaba enumerando todos aquellos aspectos de la vida de sus hijos de los que ella misma no disfrutaría, ni podría tener ninguna influencia.

Ness: Sí -logró responder. Empujó la silla hacia atrás y sintió un nudo en la garganta-. ¿Me disculpáis un momento?

En el tocador, se sentó en una silla e intentó controlarse. Se dijo que si había aceptado representar el papel que le pidió Zac, tenía que hacerlo con gracia y soltura. Bebió un poco de agua fría y retocó su maquillaje. Estaba lista otra vez para sonreír con cortesía y regresar al comedor.

Zac la esperaba en la entrada del tocador. Le tomó el brazo y con suavidad la llevó hacia un lado y la miró con ojos interrogantes.

Ness: ¿Qué sucede?

Zac: Eso es lo que quiero preguntarte, Ness. Parecías inquieta cuando te alejaste de la mesa. ¿Todo esto está resultando demasiado para ti?

Ness: No, de ninguna manera -aseguró-. No quise ser descortés. ¿Se han ofendido los Robinson?

Zac: No. Tal vez sea yo quien haya reaccionado mal. Me preocupaba que hubieras decidido huir a casa.

Ness: ¡Sería bastante embarazoso para ti explicar mi huida! -aseguró y sonrió un poco-. No, simplemente tuve la sensación de que no lo estaba haciendo bien -sin darse cuenta, se acarició la seda de su vestido de dos piezas-.

Zac: Y tampoco te sientes a gusto con tu nuevo vestido -comentó al notar su gesto nervioso-.

Sus ojos brillaron con una luz extraña que ella no pudo descifrar.

Ness: ¿No me queda bien?

Zac: Oh, te queda muy bien, Ness -sus ojos brillaron todavía más y sus pupilas se dilataron-. Me pregunto por qué escogiste ese color.

Ness: Por ningún motivo en especial -comentó-. Supongo que pensé que me proporcionaría algo de seguridad. ¡Uno no puede ocultarse en un rincón cuando luce un vestido de este color! -soltó una carcajada nerviosa-.

Zac: ¿No habrá sido porque este fue el color de tu vestido de boda?

Ness: ¡No! -impresionada por su pregunta, lo negó al instante. ¿Acaso la referencia de Amber a la fotografía que Zac tenía en su escritorio la había hecho escoger inconscientemente ese vestido?, se preguntó-. ¿Por qué iba a hacer eso?

Zac: No lo sé -la miró con los ojos entornados-. ¿Por qué te has cortado el pelo?

Ness: ¿Tienes alguna objeción? -quiso saber-.

Hacía mucho tiempo que él no demostraba ningún interés por su apariencia personal. Su pulso se aceleró al presentir que él lo desaprobaría. Intentó decirse que su opinión no le importaba, pero sabía que no era cierto.

Zac: No tengo ningún derecho a objetar -indicó. Estaba tan cerca de ella que Vanessa se sentía dominada por su presencia-. Como me has pedido mi opinión, tengo que decir... -hizo una pausa deliberadamente para prolongar la tortura. Observó el rostro sonrojado de Vanessa-. Creo que nunca te vi más guapa... ni siquiera el día de nuestra boda.

Ness: ¡Oh! -el cumplido la sorprendió y sintió un inmenso placer-. Eres muy amable, Zac. ¿Nos reunimos con los Robinson?

Zac: Por supuesto -colocó una mano en su cintura y la guió hacia la mesa. Por instinto, Vanessa se tensó bajo la presión de la palma de la mano de Zac. Él le sonrió y, después de un momento, comentó-: Los Robinson nos han invitado a su suite para tomar café y una copa. Supongo que no tendrás ninguna objeción. Philip tiene una idea interesante que desea discutir conmigo, antes de volver a Inglaterra.

Vanessa detectó el entusiasmo que se reflejaba en la voz profunda de Zac y comprendió lo importante que era esa conversación para él.

Ness: Estaré contigo siempre que me necesites.

Él soltó una carcajada suave.

Zac: ¡Qué promesa tan temeraria, Ness! -le dirigió una mirada burlona. No le dio tiempo a explicar lo que quiso decir-. Tendré que telefonear a Emili y decirle que quizá lleguemos muy tarde.

Ness: Ella no sabe que estamos juntos, Zac.

Zac: Entonces, le gustará saberlo -comentó. Colocó un brazo sobre sus hombros y Vanessa contuvo la respiración y con rapidez miró su perfil. Tenía la misma apariencia que la primera vez que lo vio: arrogante, seguro de sí mismo, posesivo y atractivo. Al llegar a la mesa, comentó-: Ness y yo estaremos encantados de prolongar la velada tal y como nos habéis sugerido.

La suite de los Robinson tenía el lujo que podía esperarse en un hotel de primera clase. Mientras los hombres hablaban de negocios, Vanessa se puso a charlar con Catherine, que resultó ser una compañera divertida y estimulante.

A medida que fue transcurriendo el tiempo, las dos mujeres descubrieron que tenían muchos intereses en común. Compartían gustos en la música y el teatro. Ambas tenían un especial talento creativo para la cocina.

En ese momento, Vanessa vio que Zac usaba el teléfono, mientras seguía charlando con Catherine. Cuando colgó, la llamó a su lado con suavidad.

Ness: ¿Sí, querido?

No se dio cuenta de que lo había llamado de esa manera hasta que vio que él levantaba una ceja, sorprendido. Relajada y feliz, como si estuviera viviendo en un sueño, permitió que sus defensas se derrumbaran. No podía disculparse por haber empleado esa palabra. Intentó disimular su preocupación y lo miró a los ojos.

Zac: Me temo que no me di cuenta de lo tarde que era, amor mío -comentó-. Si nos vamos a casa ahora, despertaremos a todos al llegar, por lo tanto, he reservado aquí una habitación para que pasemos la noche.

Ness: Oh, pero... -se sintió repentinamente muy confundida-.

Zac: No te preocupes, la recepcionista me ha asegurado que podrán proporcionarnos todo lo necesario. Todas las habitaciones tienen los artículos de tocador básicos. Estoy seguro de que estaremos bien por una noche.

Ness: Sí -logró responder-.

Transcurrió otra media hora hasta que al fin se despidieron de sus anfitriones. Zac recogió la llave y la caja de Vanessa que habían dejado en la recepción.

Vanessa se encontraba de pie detrás de él, mientras Zac abría la puerta. De repente oyó que él decía algo en griego.

Ness: ¿Qué pasa? -preguntó al entrar en la habitación. Se imaginó toda clase de desastres. La habitación era grande y con muebles modernos y atractivos-. ¡Oh! -exclamó al ver la cama de matrimonio-.

Zac: Tienes que creerme, Ness, esto no estaba planeado -aseguró-. Pedí una habitación con dos camas. No podía pedir dos habitaciones. Creí que la solución sería aceptable, dadas las circunstancias.

Ness: Supongo que es la suite nupcial -comentó con serenidad, divertida por la reacción furiosa de Zac. No podía reflexionar sobre la situación con la debida seriedad, quizá porque estaba cansada, o tal vez porque durante toda la velada había vuelto a vivir, a recuperar, una parte de aquel pasado que había creído perdido para siempre. Cruzó la habitación y abrió la puerta del baño-. Es muy lujoso -comentó por encima del hombro-. Dos lavabos. Pero me temo que el baño es demasiado pequeño para que pases allí la noche.

Zac: Dormiré en el sillón -se acercó a la silla y se sentó-. Usa tú primero el baño. Yo entraré cuando termines -cerró los ojos-.

Vanessa obedeció. Se desvistió y se dio una ducha rápida. Después se secó y se puso la combinación de color escarlata. Intentó no pensar en la época en que ella y Zac compartían el baño, en el placer que sentía cuando lo veía desnudo, en la ducha.

Recordó que, a diferencia de ella, a Zac le encantaba frotarse enérgicamente el cuerpo con un vigor típicamente masculino. Las toallas que Vanessa usaba quedaban húmedas, en cambio las de Zac siempre quedaban empapadas. ¡Cómo echaba de menos esas toallas empapadas!

No podía regresar a la habitación vestida solamente con esa ropa. Se miró en el espejo y tuvo la primera oportunidad de admirar su cuerpo después de su recuperación. ¿En realidad era ella? Fascinada por la imagen que vio, con orgullo se acarició los senos con los dedos.

Bajo el encaje su piel tenía un brillo perlado. ¡Y sus piernas! La combinación le favorecía las piernas; parecían mucho más largas de lo que eran.

Comprendió que tenía otra vez la apariencia de la joven que una vez fue y experimentó una gran sensación de placer. Tomó una toalla limpia y se envolvió en ella, estilo sarong, sujetándosela debajo de los brazos y entró en la habitación.

Zac no se había movido del sillón y parecía más incómodo que nunca. El respaldo del sillón le llegaba por debajo de los hombros y no tenía dónde apoyar la cabeza. Solo un masoquista escogería pasar la noche allí... y solo un sádico se lo permitiría, pensó Vanessa.

Ness: El baño está libre, Zac -comentó con voz suave, segura de que él no podía estar dormido en esa postura tan incómoda-. Mira, no hay motivo para que no podamos compartir la misma cama. Es bastante grande. Estoy convencida de que no planeaste esto a propósito. Dadas las circunstancias, parece que es lo más sensato que podemos hacer.

Zac: Eres muy caritativa, Ness. Lo tendré en cuenta -replicó con los ojos entornados y ella no pudo leer su reacción-.

Ness: ¡Bien! -exclamó y se metió entre las sábanas antes de quitarse la toalla y arrojarla al suelo-. Que duermas bien.

Zac se puso de pie y fue hacia el baño. Vanessa se imaginó el momento en que, minutos después, sentiría su peso en la cama, a su lado. ¿Por qué la excitaba tanto ese pensamiento? Era parte de la fantasía que poco a poco había ido construyendo durante la velada, animada por la comida, el buen vino y la compañía agradable. En aquella atmósfera le había resultado fácil ser indulgente y creer que eran la pareja ideal que pretendían ser, que estaban enamorados y que tenían dos niños adorables para terminar de formar una gran familia. ¿Era tan malo seguir soñando por unas horas más? Con seguridad no, si era lo bastante fuerte como para enfrentarse a la realidad del día siguiente.

Tensa y expectante permaneció acostada, respiraba con tranquilidad, todo su cuerpo esperaba el momento en que sentiría el cuerpo de Zac a su lado. Después, podría dejar volar su imaginación hasta quedarse dormida, saciada con los pensamientos de lo que habría podido ser.

Escuchó el sonido de la puerta del baño al abrirse y vio un rayo de luz, antes de que él la apagara. Sintió que se acercaba y cada nervio de su cuerpo se estremeció de placer, de ansia. Después, nada... solo un largo silencio y la cama vacía a su lado.

Vanessa encendió la lámpara de la mesita de noche y lo llamó:

Ness: ¿Zac? -todavía estaba vestido, tenía los brazos y piernas extendidas en una posición muy incómoda, en el sillón. Tenía la cabeza apoyada sobre una mano-. ¡Zac! -al no recibir ninguna respuesta, suspiró exasperada. Se levantó de la cama y dio los pasos necesarios para quedar frente a él-. ¡Zac! -lo sacudió por el hombro-. ¿Qué haces? ¡Acordamos en que íbamos a compartir la cama!

Zac: ¡No acordamos nada! -respondió con irritación-. Te dije que lo tendría en cuenta, y así fue, antes de no aceptar la idea. Vuelve a la cama, Ness, y déjame conciliar el sueño a mi manera.

Ness: ¡Esto es absurdo! -exclamó. Estaba de pie con las piernas abiertas y las manos en las caderas, sin pensar en la imagen que le estaba ofreciendo al hombre medio dormido que tenía delante. Estaba enfadada porque no soportaba verlo en una posición tan incómoda y también porque se sentía frustrada, ya que él le había negado su inocente fantasía. No podía comprender por qué se comportaba de esa manera-. ¿Crees que voy a seducirte? -preguntó con furia-.

Zac: No. -La sorprendió al ponerse de pronto de pie-. No, Ness, el problema es que temo mucho seducirte -Vanessa se quedó tan sorprendida que permaneció inmóvil, boquiabierta-. ¿Crees que miento? -su actitud era peligrosa-.

Su cuerpo estaba dispuesto para la acción, tenso como un resorte a punto de saltar.

Vanessa pudo haberse retirado, pero no lo hizo. Cuando él la abrazó, no opuso resistencia. La acercó a su cuerpo y ella no luchó cuando Zac deslizó las manos por la prenda de seda y encaje encendiendo su cuerpo. Vanessa se estremeció de placer y levantó la boca para recibir el beso.

Advirtió que Zac temblaba. Le echó los brazos al cuello y le hizo bajar la cabeza, para lograr un contacto más íntimo. Entreabrió los labios para besarlo.

Toda aquella situación le parecía normal, lógica, como si desde el principio de la noche hubiera estado esperando que eso sucediera. Cuando al fin Zac la soltó, experimentó una devastadora sensación de pérdida.

Zac le preguntó con voz ronca:

Zac: ¿Ahora comprendes por qué no compartiré tu cama? Déjame solo o no seré responsable de las consecuencias. ¿Comprendes?

Ness: Sí -él no podía haber hablado con mayor claridad; sin embargo, no se movió. Se humedeció los labios secos con la punta de la lengua, consciente de que la mirada de deseo de Zac seguía todos sus movimientos-. Yo... no podré dormir, al imaginarte en ese sillón tan incómodo.

Zac: Diez segundos, Ness -hizo un esfuerzo para hablar-. Te daré diez segundos para regresar a la cama y apagar la luz, de lo contrario...

Vanessa contó hasta diez, sin mover un músculo. Observó que él respiraba con dificultad y comprendió con exactitud el carácter de su invitación. ¿Por qué no vivir su fantasía hasta el final? Una última noche... si no de amor mutuo, al menos, lo más cerca que podría lograr al amor. Un último recuerdo para llevar al limbo que la estaba esperando.

Zac la levantó en brazos sin esfuerzo y la depositó sobre la cama. Después apagó la luz y Vanessa levantó las manos hacia él y las deslizó dentro de su camisa.

Le acarició los músculos del pecho al tiempo que rememoraba dulces recuerdos. Lo oyó gemir y fue más audaz. Deslizó las palmas de las manos por su abdomen, hacia abajo.

«Una vez más, solo una vez más», se decía.

Pudo oír cómo contenía la respiración; cuando Zac se apartó fue para facilitarle la tarea. Al volver a sus brazos estaba desnudo. El tiempo quedó detenido cuando Vanessa lo acarició de nuevo.

Una vez más se sintió joven y libre y experimentó la suprema alegría de amar y ser amada, perdida en un mundo de placer sensual. Zac le devolvió las caricias y le bajó los finos tirantes de la combinación para dejar expuestos los senos. Le besó los pezones con delicadeza.

Sus cuerpos se buscaron, no eran extraños a las necesidades del otro, sus respuestas eran mayores y más íntimas por el largo período de continencia.

Cuando Zac le deslizó la prenda de color escarlata por la cintura, Vanessa se tensó, aterrada, al recordar el desdén que él le demostró la última vez que estuvieron juntos. Se relajó y suspiró aliviada al comprender que la oscuridad ocultaría la delgada cicatriz, cuyo tacto resultaría imperceptible a los dedos de Zac.

Cuando Zac le habló con las manos y la boca, con suspiros y gemidos de placer, Vanessa respondió de igual forma y lo animó con una pasión que había permanecido dormida durante mucho tiempo. Sus cuerpos apasionados avivaban las llamas del deseo al máximo.

Zac: ¡Ness! -murmuró su nombre con un tono de agonía-.

Vanessa se ofreció a él con una dulzura generosa que no pedía nada a cambio, salvo el regalo que representaba él mismo. Lo atrajo hacia sí y Zac gimió de júbilo al llegar al éxtasis.

Como Sansón con Dalila, Zac permaneció recostado sobre ella, vulnerable, sin poder mover un músculo después del torbellino de pasión.

Vanessa levantó una mano y le acarició la nuca, mientras deslizaba la otra por su espalda. La fantasía estaba casi completamente realizada. En ese momento todavía le quedaba hasta la mañana, antes de que su sueño terminara. Zac se volvió tumbándose de espaldas y Vanessa apoyó la cabeza sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón.

Se sentía intensamente viva, como si la pasión de Zac le hubiera infundido una nueva vitalidad y encendido el fuego interno que alimentaba cada parte de su ser.

Cuando Vanessa se despertó por la mañana, estaba sola en la cama. Necesitó unos segundos para recordar los acontecimientos de la noche anterior y algunos más para decidir que no se arrepentía de nada.

Ya no tenía sentido negarse que todavía amaba a Zac. Esa aceptación había llegado demasiado tarde para reparar el daño que había causado en el pasado, pero al menos, ya no volvería a mentirse a sí misma.

Zac salió vestido del baño y comentó:

Zac: Ah, estás despierta. Te veré abajo en el comedor, para desayunar. No tardes. Cuanto antes regresemos a Andrómeda, mejor.

Vanessa tragó saliva para intentar que desapareciera el nudo que sentía en la garganta. Asintió con la cabeza, sin pronunciar palabra. Zac salió de la habitación.

Se preguntó qué era lo que había esperado de él. Intentó controlar su desilusión y bajó las piernas de la cama. Al menos, Zac se había comportado con discreción saliendo de la habitación para que ella pudiera moverse con libertad en su desnudez. Se dijo que nunca había esperado que él le demostrara la misma pasión por la mañana.

Zac era un hombre viril y su cuerpo se excitaba con facilidad en presencia de una mujer... y ella lo había alentado, contra su deseo.

Entró en el baño, negándose a disculparse. Comprendió que había repetido la misma tontería del pasado y cedido ante una necesidad transitoria. Zac había pagado muy cara su primera indiscreción. Al ver su rostro esa mañana, comprendió que estaba furioso por haber sucumbido a su invitación.

Tomó una ducha rápida y se vistió con la ropa que había llevado el día anterior. Guardó las prendas de color escarlata en la caja, sin entusiasmo, deprimida. Pensó que lo único que había logrado era que Zac la detestara todavía más; sin embargo, no se arrepentía de lo sucedido.

El desayuno terminó en silencio, al igual que el viaje en el coche. Al llegar a la villa, Zac abrió la puerta principal y se apartó para que Vanessa entrara primero. Emili llegó al vestíbulo para recibirlos con una sonrisa.

Ness: ¿Cómo están los niños? -preguntó al instante-.

Emili: Tan alegres como siempre -confirmó-, al igual que Tigris.

Ness: Subiré a verlos...

Zac: ¡Espera un minuto! -exclamó tomándola del brazo para impedir que subiera por la escalera-. Primero necesito hablar contigo en privado. Ven al estudio, por favor.

Se preguntó si iría a recriminarla. Vanessa deseó con todo su corazón tener el valor suficiente para negarse a ir al estudio. Sería mejor olvidar lo sucedido entre ellos la noche anterior, borrarlo para siempre, como la fantasía que había sido. El análisis de aquel sueño conllevaría su degradación y eso era algo que no soportaría.

Ness: ¿Tenemos que hablar por fuerza? -preguntó suplicando comprensión con sus ojos marrones-. En realidad, no hay nada que decir.

Zac: Estás equivocada, Ness -aseguró y la llevó hacia el estudio. Cerró la puerta y le indicó que se sentara. Él se puso a pasear de un lado a otro, frente a ella-. Tengo algo muy importante que decirte.

Ness: ¿Sí? -le resultaba difícil respirar; el corazón le latía acelerado-.

Zac: Tienes razón cuando dijiste que no podíamos vivir de esta manera -dejó de caminar y se detuvo frente a ella. La miró como un juez que fuera a pronunciar sentencia-. He cambiado de opinión, Ness. Haré todo lo posible para conseguir el divorcio.




Oooh... Con lo bien que iba todo... v.v
Ahora se van a divorciar... Bueno, quizá sea lo mejor.
¡Qué no! ¿¡Cómo va a ser eso lo mejor!? Son tontos los dos. Zac por pedirle el divorcio y Ness si le dice que sí.
Ya veremos a ver qué le dice. Esta gente es impredecible XD.

¡Gracias por los coments!

Lau, creo que el próximo capítulo responderá a tu pregunta de si se acabaron las peleas. Y yo también soy muy intuitiva eh XD. Por cierto, ¿quién es Justin McPhee?
Ah, y una cosa más, no sirve de nada que le des mil veces a las casillitas porque solo se guarda una vez XD.

¡Comentad!
¡Un besi!


miércoles, 22 de mayo de 2013

Capítulo 9


A la mañana siguiente, Vanessa suspiró con enfado, sacó el disquete que había usado y apagó el ordenador. Había estado intentando continuar con sus muestrarios, pero todos sus talentos creativos parecían haberla abandonado.

De forma vaga creyó oír el sonido del timbre de la puerta, pero no se preguntó quién podría ser, puesto que estaba absorta reflexionando sobre lo mucho que la había turbado su discusión de la noche anterior con Zac.

Emili llamó a la puerta del estudio antes de entrar.

Emili: Es la señora Adams. Desea verla -anunció-.

El ama de llaves parecía ansiosa, como si esperara una grosera negativa. Antes, ese hubiera sido el caso, pero no en ese momento, pensó Vanessa. El sufrimiento le había hecho madurar... y la madurez le había dado cierta dignidad.

Ness: Está bien, Emili. Precisamente iba a descansar ahora. Puedo dedicarle unos momentos.

De manera automática, se arregló el cabello con dedos nerviosos.

Hubo un tiempo, durante su enfermedad, en que no le importó su apariencia. En ese momento sí le importaba, en particular, bajo la mirada de la mujer que había compartido más que ella la vida de Zac. Quizá fuera una cuestión de vanidad, pero en ese momento se encontraba a gusto vistiendo una elegante blusa de color rosa y una falda blanca recta.

Amber: Buenos días -saludó, antes de empezar a hablar en inglés-. Alexander me dijo que aceptaste uno de mis gatitos -le enseñó una caja grande, perforada con varios agujeros, y la colocó sobre el escritorio-. Es un macho, muy bonito. Acaba de separarse de su madre -antes de que Vanessa pudiera decir algo, abrió la caja y sacó a un gatito gris, de ojos verdes y orejas largas y puntiagudas-.

Ness: ¡Oh, es precioso! -exclamó cogiendo al gatito, encantada por su apariencia exótica, oriental, tan diferente del típico gato británico-. A los niños les encantará -comentó forzando una sonrisa-. Los llamaré. ¿Puedo ofrecerte alguna bebida?

Amber: Café... gracias -se sentó-.

Era la viva imagen de una eficiente mujer de negocios. Llevaba un vestido de algodón de color azul marino.

Los ojos de Jessica y Alex brillaron de entusiasmo y excitación cuando vieron al gatito. Se lo llevaron poco después a Emili para que lo atendiera y fuera acostumbrándolo a su nuevo ambiente.

Ness: Espero que no la estén molestando -le comentó a Emili momentos después, cuando esta última llegó con la bandeja con café-.

Emili: ¡Por supuesto que no! -exclamó-. Son encantadores. Sophia ha encontrado una caja para que duerma el gatito. Por el momento, están observando cómo juega con una pelota de ping-pong.

Ness: Has sido muy amable al acordarte de ellos -dijo con cortesía a Amber, cuando Emili se hubo marchado. Sirvió una taza de café y se la entregó-, y también al molestarte en traerlo hasta aquí.

Amber: Quería hablar contigo -confesó. La miró con desafío por encima del borde de la taza-. Tengo entendido que te negaste a cenar con los Robinson esta noche.

Vanessa se sentó.

Ness: ¿Te ha mandado Zac? -le preguntó con tono frío-.

Amber arqueó las cejas.

Amber: Señora Efron... nadie me ha mandado. Tal vez no tenga acciones en el negocio; sin embargo, desempeño un trabajo muy importante allí. ¡No soy ninguna mensajera!

Ness: Lo sé. Sin embargo, en un nivel personal... -los celos le hicieron sentir un sabor amargo en la boca-.

Amber: Ah... entonces, es lo que suponía. ¡Crees que entre tu marido y yo existe algo más que una relación profesional!

Ness: ¿Y no es verdad?

Sabía que debería haberse callado por orgullo, pero había hecho la pregunta sin pensar.

Amber: Esa es una pregunta que deberías hacerle a tu marido.

Ness: Ya se la hice y lo negó -indicó-.

Amber: ¿Y no le crees? -la miró sin demostrar ninguna emoción-. Entonces, le estás haciendo una gran injusticia al dudar de su palabra y de su honor. Si en ciertas ocasiones he ocupado tu lugar, solo fue porque tú te negaste a acompañarlo y porque a la compañía le convenía que alguien lo hiciera. Y siempre se trató de reuniones sociales, jamás encuentros íntimos.

Ness: Pero... -empezó a decir e hizo una pausa-.

¿Podría creer en las palabras de Amber? La tentación de hacerlo era irresistible, porque no tenía prueba verdadera alguna de la infidelidad de Zac. Sus sospechas nacieron por un complejo de inferioridad, cuando su mundo se derrumbó, y también por una sensación de culpa, porque ya no podía ser la esposa cariñosa y amable que Zac deseaba y necesitaba.

Fue como si Amber le leyera el pensamiento.

Amber: Pero necesitas algo más que mi palabra para convencerte... ¿Qué más quieres saber... que tengo una relación plenamente satisfactoria con un hombre y que no necesito ninguna más? Pues créelo, porque es verdad. La fe que necesitas debes hallarla en tu propio corazón. Deberías preocuparte no por la absurda ilusión de que seduje a tu marido, sino por el futuro de la compañía. El contrato que puede darnos Robinson es el proyecto más importante que nos han ofrecido. ¡Puede hacernos progresar mucho! Mi hermano y tu marido trabajaron duro durante mucho tiempo en busca de una oportunidad como esta. El asistir a una cena sería una contribución muy pequeña por tu parte.

Ness: Tan pequeña que difícilmente podría hacer cambiar una decisión basada en la efectividad y la capacidad -comentó-.

Amber: Es posible -aceptó-. Aunque a veces, son los detalles pequeños los definitivos, ¿no te parece? Lo importante es que el señor Robinson es un cliente potencial y que ha expresado su deseo de conocerte. Negarte a verlo sería una grosería. La manera en que escojan demostrar tu descontento hacia tu marido es asunto tuyo, pero como esto afecta a mi hermano, me he tomado la libertad de pedirte que reconsideres tu decisión.

Ness: ¿Por qué quiere conocerme? ¿Cómo es que sabe de mi existencia?

Amber: Vio la fotografía tuya que Alexander tiene en su escritorio -explicó-.

Ness: ¿Fotografía? ¿Qué fotografía?

Habían transcurrido años desde que posó por última vez ante una cámara. Le impresionó mucho que Zac tuviera una fotografía suya.

La mirada de Amber se dulcificó, como si fuera consciente de la confusión de Vanessa y se compadeciera de ella.

Amber: En la fotografía, apareces sentada ante una mesa, luciendo un vestido de color escarlata con adornos blancos en el cuello y manga larga.

Ness: ¡Mi vestido de boda! -exclamó-.


Se casó una fría mañana de principios de febrero. Consiguieron un permiso especial y la ceremonia se llevó a cabo en la oficina del registro civil. Llevaba el cabello recogido y lucía un precioso sombrero de color escarlata.

En el banquete de bodas que celebraron en la villa, rodeada de su familia, disfrutó plenamente de la alegría de sentirse enamorada y bailó con Zac, retrasando el delicioso momento en que consumarían su amor por primera vez como pareja casada.

Aquella noche, cuando el último invitado se marchó, Vanessa exclamó:

Ness: ¡Podría seguir bailando toda la noche! -se apoyó en el borde de la mesa y se soltó el cabello-.

Zac: El baile ha terminado, amor mío -sus ojos brillaron de alegría y ella se estremeció de felicidad. Zac levantó en ese momento la cámara del hermano de Amber-. Sonríe, mientras te cuento cuáles son mis planes hasta mañana.

Obediente, Vanessa sonrió y al terminar de comunicarle sus planes, Zac oprimió el botón de la cámara. Dejó la cámara y llevó a Vanessa a la habitación que les habían preparado.


Vanessa había supuesto que esa fotografía debía de estar con las otras, en el álbum. Nunca había imaginado que Zac pudiera lucirla en su escritorio. En aquella época ella estaba en su mejor momento, parecía una ninfa. ¡Qué comparación con la actualidad! En ese momento tenía más años, estaba más delgada y, física y emocionalmente, estaba endurecida por el nacimiento de sus hijos y por su propia estupidez.

Ness: No soy la misma mujer -comentó con un estremecimiento-.

Amber: Todos cambiamos -observó-. Eso no es un crimen. Además, ante los ojos de los que nos quieren, el cambio es imperceptible.

Ness: ¡Zac no me quiere! -aseguró-.

Pronunció las palabras antes de poder evitarlo y se ruborizó por haber revelado su dolor a esa mujer que no era ni amiga ni enemiga, y cuyo interés solo estaba motivado por los asuntos financieros.

Amber terminó su café y se puso de pie.

Amber: Respecto a eso, no puedo decir nada, puesto que él nunca me reveló sus sentimientos hacia ti -indicó-. Resulta irónico que, teniendo en cuenta que los griegos generalmente son reacios a incluir a sus mujeres en sus asuntos de negocios, tu marido, que sí desea hacerlo, se vea obligado a recurrir a otra mujer cuando desea compañía femenina.

Ness: Estamos separados... llevamos vidas diferentes -era como si estuviera disculpándose de haber cometido algún horrible crimen-. ¿Por qué vivir una mentira?

Amber se encogió de hombros.

Amber: ¿Por qué? Porque Alexander te necesita. Después de todo, no hay nadie más que pueda ocupar tu lugar. Son unas cuantas horas, una comida excelente, buena compañía, compatriotas. ¿Es demasiado pedir?

Ness: ¡Espera! -le pidió. Amber, que ya se dirigía hacia la puerta se detuvo al oírla-. Quizá sea demasiado tarde. Es probable que él no haya aceptado la invitación por mí.

Amber: Sí la ha aceptado -susurró-. Ha decidido no comentar nada hasta el momento de la cena en su hotel. Entonces se disculpará diciendo que en el último momento telefoneaste para decir que tenías un fuerte dolor de cabeza y que no podías salir de casa. De esa manera, tu ausencia ofenderá menos.

Ness: No tengo ropa adecuada -indicó-.

Amber: Sin embargo, tienes dinero para comprarla. Además no queda lejos y puedes ir en taxi. Tendrás suficiente tiempo para ir a la peluquería y hacer algunas compras, antes de encontrarte con Alexander.

Pensó que Amber tenía razón; si quería hacerlo, podía lograrlo. El problema estribaba en si podría desempeñar el papel que Zac esperaba que hiciera, sin fallarle y perjudicarlo. ¿No sería preferible su ausencia a dar una imagen muy diferente de la joven alegre y vibrante que una vez había sido?

Ness: Lo pensaré -dijo al fin-. Necesito tiempo para tomar una decisión. No le digas nada a Zac al respecto. Si decido ir, le telefonearé a la oficina, antes de que se vaya.

Amber: Prometo no decir una sola palabra -indicó y sonrió por primera vez-. Lo único que sabrá tu marido es que te traje un gatito. No desearía perjudicar una buena relación de trabajo con él al admitir que me he inmiscuido en sus asuntos personales. Simplemente me pareció una oportunidad demasiado buena para no aprovecharla. Quizá, con el tiempo, me perdones. Pensaba que era necesario que habláramos con franqueza. Gracias por el café, estaba delicioso -le tendió la mano y Vanessa se la estrechó. Antes de partir, añadió-: Los Robinson se hospedan en el Elixir Palace y Alexander estará allí a las siete.

Desde la puerta principal, Vanessa observó a Amber mientras se dirigía hacia su coche. Pensó que aquel asunto tenía que ser muy importante para la compañía, cuando Amber Adams en persona la había pedido que asistiera a la cita. Si Zac se hubiera acercado a ella de otra manera la noche anterior, tal vez habría aceptado acompañarlo. No, eso era tratar de descargar la culpa de sus propios hombros. Se sintió inadecuada, incapaz de llevar a cabo un compromiso social con el suficiente aplomo. Comprendió que Amber le había contado la verdad, de la misma forma que Rebecca tampoco le mintió en su carta.

Comprendió que, al ser incapaz de lograr que su matrimonio funcionara, había querido culpar del fracaso a otras personas y no aceptó lo que Zac con tanta insistencia le aseguró. ¡Qué tonta había sido! Ya era demasiado tarde para salvar su matrimonio, pero no para ayudarlo en su trabajo. Era lo menos que podía hacer por él.

Pensativa, fue a su habitación. Se miró ante el espejo y decidió aceptar el desafío; su apariencia había mejorado mucho durante los últimos meses. Decidió que mejoraría todavía más con un vestido adecuado. Se acarició el rostro; gracias a la ayuda y consejos de Ashley, su piel era suave otra vez. ¿Y su cabello. Estaba terrible... Recordó el comentario de Amber respecto a que fuera a una peluquería. Por supuesto, eso era una posibilidad.

Indecisa, se apartó del espejo. ¿Podría pasar una noche con Zac, fingiendo que todavía eran amantes? ¿Debería desempeñar el papel de la esposa devota, por el éxito de su marido? Podía intentarlo, ir a Atenas, comprarse un vestido, ir a la peluquería... Podría tomar la decisión después, todavía tenía tiempo. Podía cambiar de opinión.

Al fin tomó la decisión y fue a la habitación de los niños para comentarles a ellos y a Sophia que pretendía ir a la capital.

Ness: No estoy segura de cuánto tiempo tardaré -informó-. Es posible que acepte una invitación para cenar, así que por favor no os preocupéis si vuelvo tarde.

Abrazó a los niños y acarició a Tigris, el gatito. Luego bajó para informar a Emili de sus intenciones.

Mientras esperaba que llegara el taxi que había pedido, se acordó de su anillo de compromiso. No había vuelto a usarlo desde que estuvo embarazada, cuando se le hincharon los dedos de las manos.

Sintió una dulce nostalgia al abrir el estuche de terciopelo. El anillo tenía un rubí central, rodeado por ocho diamantes. Notó que le quedaba un poco grande; no le importó, pues tenía otro anillo.

Envuelta en papel fino y suave estaba la sortija que Zac le compró cuando nacieron los niños. Nunca la había usado y casi se olvidó de su existencia hasta ese momento. Era una sortija de oro con rubíes y diamantes que formaban medio arco. No se fijó muy bien en ella cuando Zac se la regaló, pues en aquella época estaba obsesionada con la supervivencia de sus hijos.

¡Qué cruel había sido con él! Zac nunca volvió a mencionarle la existencia de ese anillo; sin embargo, era obvio que le había costado mucho dinero. Con seguridad se habría sentido muy dolido de que ella no apreciara su gesto.

¡No se sorprendía de que con su actuación hubiera matado todo el afecto que él alguna vez sintió por ella! Se puso el anillo y bajó para encontrarse con el taxista. ¡Si tenía valor para ir al Elixir Palace, también lo tendría para usar la sortija!

Era mediodía cuando llegó a Atenas. Entró en una cafetería y pidió una pizza y un café, antes de ir de compras. Mientras buscaba un vestido adecuado, vio un salón de belleza. Resultaba obvio que era de gran categoría, pero necesitaba un buen tratamiento y estaba dispuesta a pagar por ello.

Por fortuna, pudo conseguir que la atendieran de inmediato. El tratamiento duró cerca de tres horas.

**: ¡Listo! -exclamó el peluquero-. ¡Ya puede mirarse, señora!

Ness: ¡Oh! -exclamó sorprendida al mirarse al espejo-.

Era un milagro. Su cabello tenía un aspecto magnífico y el peinado, con melena en la parte posterior, le encantó.

**: Todavía podemos corregir la parte del frente, si no le gusta -comentó el profesional-.

Ness: ¡Mi marido no me reconocerá! -era sorprendente la metamorfosis-.

Era como haber nacido otra vez, como si se hubiera apoderado de otra personalidad para dejar atrás el pasado. Sus labios parecían más llenos, más sensuales, y su mirada más profunda. Sacudió la cabeza, maravillada.

**: ¿No le gusta? -preguntó el hombre, desilusionado-.

Ness: Sí, si, claro -se apresuró a asegurar. Consultó su reloj; ya era tarde-. ¿Cuánto le debo?

Después de pagar, salió a la calle y se dedicó a ver los escaparates de las elegantes boutiques. Por fortuna, las tiendas en Grecia permanecían abiertas hasta tarde.

Cuando vio el vestido de seda color escarlata, no tuvo la menor duda. Tenía dos piezas y la blusa sin mangas llegaba hasta las caderas. La falda era muy ceñida. La belleza de aquel vestido estaba en la tela, el color y el corte. No necesitaba ningún adorno. El pequeño reloj de oro que siempre llevaba y sus anillos bastaban.

No era un vestido barato, pero tampoco demasiado caro. También compró unas sandalias con tacón y un bolso de noche. Pensó en la ropa interior que usaría.

***: Tenemos lo indicado, señora -aseguró la vendedora mostrándole una combinación de licra y encaje de color escarlata-, le quedará como una segunda piel.

Ness: Me la llevo. También quiero dos pares de las mejores medias que tengan.

Eran casi las seis cuando salió de la boutique. Ya no podría arrepentirse, no después de haberse gastado una pequeña fortuna. Lo único que tenía que hacer era decirle a Zac que había cambiado de opinión... y esperar que se sintiera contento.

Buscó una cabina telefónica y marcó el número de la oficina de Zac. Esperó con impaciencia y no recibió ninguna respuesta. Después de esperar durante varios segundos más, colgó el auricular. Eso era algo que no había previsto; en ese momento solo podía hacer una cosa: ir al Elixir Palace, cambiarse allí y rezar para que Zac acudiera a la cita... y lo hiciera solo.

Media hora después, descubrió con alivio que el tocador del vestíbulo era espacioso y estaba vacío. Se cambió en un reservado y salió para mirarse en un espejo grande. Se retocó el maquillaje y puso especial atención en los ojos. Usó un lápiz de labios cuyo color hacía juego con el vestido.

Cuando faltaban quince minutos para las siete, salió al vestíbulo del hotel. En la caja del vestido nuevo llevaba la ropa que se había quitado. Descubrió que el restaurante estaba en la planta baja, más allá del bar.

Pensó que, cuando entrara Zac, seguramente anunciaría su presencia en la recepción o se dirigiría al bar. Si se sentaba en el vestíbulo, podría verlo llegar. Aunque él fuera directamente a la habitación de los Robinson, tendría que pasar cerca de ella para llegar a los ascensores.

Con una calma que estaba muy lejos de sentir, Vanessa escogió un sillón desde el cual podía ver las enormes puertas de cristal que daban a la calle. Trató de relajarse.

Se preguntó qué haría en el caso de que Zac no apareciera.

¿Volvería a Andrómeda? Pensó que había sido una tonta al meterse en ese problema, sin asegurarse antes de que Zac todavía tuviera necesidad de ella. Miró el reloj de nuevo y vio que faltaban dos minutos para las siete.

Llevaba sentada allí quince minutos; de vez en cuando alguien le lanzaba una mirada curiosa. ¿Y si el gerente del hotel interpretaba mal su presencia y le pedía que se fuera?, se preguntó estremecida. ¡Zac nunca llegaba tarde! Le daría dos minutos más y si no llegaba, se marcharía.

Como de costumbre, Zac tenía una apariencia magnífica. Vestía un traje oscuro y llevaba un portafolios en una mano. Se dirigió con un aire de natural autoridad hacia la recepción. No miró ni hacia la derecha ni hacia la izquierda. Sin estar lo bastante cerca como para escuchar lo que le decía al recepcionista, Vanessa esperó, nerviosa. Zac le entregó el portafolios al hombre con una sonrisa, antes de volverse.

Ness: Zac... -dijo con voz ronca e insegura, pues él no parecía haberla visto. Zac se detuvo y volvió la cabeza en dirección a ella. Estaba a dos metros de distancia y la miró como si fuera una desconocida. Vanessa comprendió que lo había estropeado todo, que seguramente debía de haber cambiado de opinión y haberles dicho a los Robinson que ella no iría. O peor aun: tal vez ya había escogido a otra mujer para que ocupara su lugar-. Lo siento... no es importante... solo pensé... ahora mismo me voy -intentó alejarse deseando poder evaporarse en el aire-.

Zac: ¿Ness? -la miró de pies a cabeza-. ¿Qué es...? -tragó saliva y sacudió la cabeza de un lado al otro, como si no pudiera creer lo que veían sus ojos-.

Ness: Traté de telefonearte a la oficina, pero era tarde y no me contestaron -se disculpó-. No tengo intención de estropear nada, si es que has hecho otros planes...

Zac: Decidí afeitarme en la peluquería, en lugar de utilizar mi maquinilla eléctrica -comentó, quizá para explicar por qué no había contestado el teléfono-. ¿Debo entender que has cambiado de opinión respecto a cenar con nosotros esta noche?

Ness: Yo... sí -lo miró a los ojos, en espera de su reacción-. Si no es demasiado tarde y todavía quieres que esté presente -la voz le temblaba-.

Zac: ¿Por qué, Ness?

Lo miró sorprendida. Sabía que no podría confesarle la verdad, no podía decirle que a pesar de todo lo que había hecho y dicho, había descubierto que todavía lo amaba y que deseaba que tuviera éxito, aunque ella no pudiera compartirlo con él.

Ness: Pensé que un buen detalle exigía otro por mi parte... -respondió encogiéndose de hombros-. Me prometiste que le enseñarías mi trabajo a Allan Carver...

Zac: ¿Y pensaste que no lo haría si no hacías lo que te pedí?

Ness: Algo así -manifestó y sonrió-. Me pareció un buen intercambio... pero si has cambiado de planes...

Zac: No -aseguró-, todo sigue igual. En el último minuto me iba a disculpar por tu ausencia. Espera un momento, vamos a librarnos de tus cosas -la cogió de la mano y la llevó con él a la recepción. Allí entregó la caja al empleado dejándole instrucciones de que la guardaran junto con su portafolios. En seguida, la condujo hacia el bar-. Esto es una sorpresa, Ness. No sabía que cedías ante el chantaje. Quizá debí haber utilizado esto antes en nuestra relación.

Ness: ¡No! -exclamó e intentó liberar su mano, pero él la agarró con más fuerza-.

Zac: Esto es otra sorpresa, amor mío -le levantó la mano y los anillos brillaron bajo la luz-. ¡Creía que los habías tirado! Parece que tu codicia fue mayor que el desagrado que sentías por mí.

Ness: Son unos anillos preciosos -comentó haciendo un esfuerzo para que él no se diera cuenta de que sus palabras la habían herido-. Algún día, nuestra hija los lucirá. Me los puse esta noche porque pensé que se esperaría de mí que los usara. Imaginé que querrías dar a los Robinson la impresión de que estamos felizmente casados.

Zac: Por supuesto, tienen la impresión de que te quiero -comentó-. De ti depende demostrar si sientes o no lo mismo -sonrió-. Ness, creo que nunca me diste las gracias por ese anillo.

Vanessa sabía que él tenía razón en lo que decía. La vergüenza y el pesar la hicieron ruborizarse.

Ness: La verdad es que no escogiste una buena esposa -comentó-, aunque supongo que ya deberías saberlo; no es nada nuevo.

Zac: Mmm... La reparación borra muchos pecados. Recuerdo que sí me agradeciste el anillo de compromiso. Una demostración similar de gratitud sería bastante aceptable. No solo serviría como penitencia, sino que también daría el tono para esta noche, ¿no te parece?

Vanessa cometió el error de detenerse a pensar cómo le había dado las gracias por el regalo de la sortija. Cuando lo recordó, ya era demasiado tarde, pues Zac la tomó en sus brazos, le puso un dedo bajo la barbilla y la besó en los labios.

El beso se hizo más profundo y Vanessa se vio obligada a apoyarse en sus hombros para no caer. El cuerpo de Zac estaba en un contacto íntimo con el de ella, sus muslos se oprimían contra la falda de seda.

Zac deslizó las manos por su espalda para acariciársela con los pulgares. Era un beso de castigo, pero sin violencia física. Tomó lo que Vanessa estaba dispuesta a dar, pidió más y lo tomó también, ya que ella no tuvo la fuerza de voluntad suficiente para negárselo. Fue un beso de castigo porque él demostró su superioridad.

Vanessa estaba sin aliento cuando él la soltó, impresionada por su propia respuesta.

Zac le tomó la mano y la condujo hacia el bar, pero se detuvo de pronto cuando ella exclamó:

Ness: ¡Espera! Tienes la boca manchada de carmín -le aseguró-.

Sacó un pañuelo del bolso y le limpió los labios, mientras sonreía con dulzura.

Vanessa continuó delineando la curva de los labios de Zac con tanto interés, que no se dio cuenta de que una pareja se acercaba hacia ellos, contemplando la escena con interés y diversión. Zac le tomó la muñeca, abrazó a Vanessa por la cintura y la hizo volverse hacia ellos.

Zac: ¡Ah, Philip y Catherine! -exclamó con una voz bien modulada-. Quiero preséntalos a mi mujer... Vanessa.




Bueno, ahora sí que se empieza a vislumbrar la luz al final del túnel XD. Ya era hora, dado que solo quedan dos capítulos XD.
Y por cómo se ha arreglado Ness para la cena, me da que la noche acabará muy bien ;)

¡Gracias por los coments! Habría puesto capi antes pero se me fue el santo al cielo XD.

Estoy deseando ver a quién criticáis en este capi. En el anterior algunas defendíais a Ness y otros a Zac. Pero en este lo vais a tener difícil. Los dos se han portado bien XD.

Lau, has dado en el clavo. Ya verás cuando Ness le comente a Zac lo de Drew y Ashley. Has sido mas astuta que Ness XD.

¡Comentad!
¡Un besi!


domingo, 19 de mayo de 2013

Capítulo 8


Vanessa lo miró a los ojos y asintió.

Ness: Por favor, continúa, estoy segura de que ya has pensado en algo -comentó-.

Zac: Así es. La primera regla será no discutir delante de nuestros hijos. Tienen que entender que lo que el futuro les tiene reservado fue el resultado de una decisión que tomamos entre nosotros dos.

Ness: Eso me parece justo -comentó-.

Zac: La segunda regla será que pasaremos un día a la semana juntos, como una verdadera familia.

Ness: ¿Te refieres a comer juntos?

Zac: A comer y a todo... excepto dormir juntos -indicó-.

Ness: Yo... no estoy segura de poder continuar con esto -comentó. Le aterraba verse forzada a acercarse a él-. ¡Cambias los términos constantemente!

Zac: Solo por el bien de los niños -aseguró-. Fuiste tú quien quiso separar a la familia... bueno, tuviste éxito. Si te resulta difícil soportar la situación, de cualquier manera tienes que hacerlo.

Ness: La familia estaba destrozada de todos modos -opinó desviando la mirada-. Lo único que quise fue regularizar la situación.

Zac: ¡Querías robarme a mis hijos! -exclamó-.

Ness: ¡No! ¡Nunca se me ocurrió eso! -se encogió de hombros-.

Zac: ¿Creías que no les quería?

Vanessa pensó que durante una corta temporada, había estado convencida de ello, puesto que Zac parecía indiferente a sus necesidades y se contentaba con dejarlos al cuidado de Sophia. Dormía profundamente por las noches, mientras ella permanecía sentada junto a la doble cuna de los mellizos, sufriendo por su salud, escuchando su respiración aterrada ante la menor alteración de su ritmo. En ese momento, cuando ya era demasiado tarde, estaba dispuesta a admitir que su propia ansiedad había sido algo patológico, el resultado de su enfermedad depresiva.

Ness: Pensé que tenías otros intereses -comentó y logró conservar la compostura, a pesar de que sus nervios estaban a punto de estallar-.

Lo último que deseaba era empezar el día con una discusión.

Zac soltó una carcajada.

Zac: ¡Por supuesto, mis aventuras extra-matrimoniales! Me halagas si crees que pude hacer eso.

Ness: Antes lo creía, pero ahora he cambiado de opinión -confesó ruborizada ante su mirada crítica-. Si... quieres que lo admita... pues bien, acepto que tú y Rebecca no mantuvisteis una relación amorosa.

Zac: ¿Es eso cierto? -fijó la mirada en los labios de Vanessa antes de deslizarla hasta el escote en forma de pico de su camisón-. Sí, Vanessa mía, me alegro mucho de oírte admitir que estabas equivocada. Solo lamento que necesitaras tanto tiempo para aceptar mi palabra y la de Rebecca.

Ness: Yo... nunca leí la carta que ella me escribió -confesó-. Al menos, no hasta anoche. Eso... me ayudó a ver las cosas con mayor claridad.

Zac dijo algo en griego, que ella no comprendió, pero la expresión de su rostro no le dejó ninguna duda de su exasperación.

Zac: Me casé con una niña cuando te hice mi mujer -comentó. Vanessa no podía replicar nada. Con tristeza pensó que había madurado mucho durante los últimos meses, en particular, desde que se enfrentó al horror de perder la custodia de los niños. Con tono cortante, Zac añadió-: Ya es demasiado tarde para cambiar de opinión. No permitiré que vuelvas a jugar con las vidas de los niños. Anoche tomaste una decisión y espero que la mantengas.

Ness: A todo esto, no sé lo que esperas conseguir con ese día «familiar».

Zac: Una tregua en las hostilidades -sugirió con impaciencia-. Conseguimos pasar unos días en Konstantinos sin problema, ¿no es así? Lo único que pido es que un día a la semana, el domingo, demostremos a nuestros hijos que podemos llevarnos bien. Con suerte, cuando llegue el momento de que vivamos en casas diferentes, ellos se sentirán en libertad para confiar de igual manera en cualquiera de nosotros, sin tener ninguna traición por nuestra parte. Respecto al resto de la semana, no es necesario que nos veamos. Estoy seguro de que podemos establecer unas reglas fijas, para evitar encontrarnos cuando acostemos a los niños, por ejemplo -la observó y estudió su reacción-.

Vanessa odió el tono sarcástico que creyó detectar en sus palabras y la ira le hizo cerrar los puños. Durante su corta y turbulenta relación, ella había mantenido la actitud más agresiva y eso era algo de lo que no se sentía nada orgullosa. Sin embargo, ¿acaso Zac no era también culpable, por haber utilizado su natural comportamiento autoritario para provocar deliberadamente su ira?

Ness: Estoy segura de que podemos. Me sorprende que quieras pasar tanto tiempo en mi compañía.

Zac: Oh, creo que podré soportar compartir la misma habitación que tú, una vez a la semana, amor mío.

La miró fijamente a los ojos, hasta que Vanessa sintió que se asfixiaba.

Parecía hipnotizarla y ella no podía dejar de mirarlo, no podía romper el hechizo. Estaba tan cerca que Vanessa podía tocarlo con solo extender una mano. Al ver tan cerca de ella aquel cuerpo que había conocido de manera tan íntima, el pulso se le aceleró en las venas.

Sintió pesar ante la crueldad de la naturaleza. Durante meses había permanecido en un estado de aislamiento emocional y cuando menos lo esperaba, se derretía y salía a flote el dolor que con tanto esfuerzo había intentado enterrar en el pasado. Y las palabras que había pronunciado, amor mío, aumentaban ese dolor. Cerró los ojos apretando los párpados con fuerza. Después de un momento, Zac rió y comentó:

Zac: Me parece que tendrás que entrenarte un poco más para aceptar mi presencia, ¿no te parece? Inténtalo, Vanessa, por el bien de Alex y de Jessica. Siempre fuiste una actriz estupenda, estoy seguro de que podrás lograrlo. Después de todo, solo es una solución provisional. Puedes consolarte esperando ansiosamente tu libertad final, ¿no es así?

Vanessa no respondió y volvió la cabeza. Deseó que él se marchara de una vez y la dejara sola. Cuando escuchó que la puerta se abría y luego se cerraba, pudo relajarse y se dijo que estaba contenta porque él no se había atrevido a tocarla. Hizo caso omiso del sentimiento de desilusión que experimentó cuando se fue.

Se abrazó las rodillas y se inclinó hacia delante; el cabello le cayó sobre el rostro. Pensó que el divorcio era el final, y no esa separación legal en la que se había quedado atrapada.


Tres semanas más tarde, tuvo que admitir que por primera vez en tres años, una sensación de paz y felicidad se extendía sobre Villa Andrómeda.

Durante los días de trabajo, Zac salía de la casa temprano después de desayunar con los niños. Últimamente, Vanessa no había podido resistir la tentación de acercarse a la ventana de su habitación para verlo caminar por el sendero, hacia su coche. Los recuerdos invadían su corazón cuando admiraba su paso atlético y su porte orgulloso. Con pesar admitía que él se merecía más de lo que ella le había dado.

Pensaba que si Zac no tuviera un sentido tan alto de la responsabilidad habría desaparecido de su vida, en lugar de casarse con ella. Sin saber a ciencia cierta si aquella noche la dejó embarazada, ni siquiera esperó para averiguarlo y anunció sus intenciones como si fueran parte de un plan ya concebido, en lugar de una reparación instantánea por haber tomado... o aceptado su virginidad como un presente de Año Nuevo. En la inmadurez de la adolescencia, Vanessa había llegado a creer que él la amaba.

Desde que vivía en Grecia era consciente de la naturaleza del orgullo que habitaba en el alma de los griegos, su esencia de inviolable libertad. Conocida como orgullo, podría ser mejor definida como «honor» que como «orgullo».

Demasiado tarde, Vanessa comprendió que fue el orgullo de Zac lo que lo obligó a tomar la decisión de casarse. Por supuesto, ella no debió aceptarlo, pero no fue así y al casarse con él, arruinó la vida de ambos.

Se apartó de la ventana y empezó a vestirse. Escogió unos pantalones de lino de color azul turquesa y una blusa sin mangas.

Zac había cumplido su promesa convirtiendo la habitación principal en una confortable sala para ella, con un sillón adicional y una mesa, así como una librería y un televisor. Era allí donde Vanessa se refugiaba todos los días, antes de las seis, cuando volvía Zac. Cuando tenía pensado volver más tarde se lo dejaba dicho a Emili para que Vanessa hiciera sus planes.

Ese era uno de esos días, se recordó Vanessa. Mientras se maquillaba pensó que tendría suficiente tiempo para pasear con los mellizos hasta las tiendas del pueblo esa mañana. Después, comerían en el jardín. Más tarde visitaría a Ashley, mientras los niños dormían la siesta.

Al regresar continuaría con los diseños de telas que estaba haciendo mientras Sophia se encargaba de la merienda de los niños. Le había sorprendido agradablemente la sugerencia de Zac para que ella utilizara en su tiempo libre los programas gráficos que estaban disponibles en el sofisticado ordenador de su estudio.

A pesar de que muchas veces había deseado ejercitar su talento creativo, Vanessa jamás había pensado que algún día Zac le permitiría trabajar o le animaría a que lo hiciera. Tenía que admitir que en ese momento las cosas eran diferentes. Sin embargo, había aceptado encantada su sugerencia, así como su ofrecimiento de mostrar su trabajo a Allan Carver, un amigo suyo que era director de una empresa textil. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no abrazarlo de alegría.

Mientras se cepillaba el cabello tuvo que admitir que no pudo haber tenido una mejor terapia que la sugerencia de Zac. Con entusiasmo trabajaba en el ordenador diseñando telas todos los días y abandonaba el estudio antes de que Zac regresara.

Al bajar por la escalera, escuchó las voces de los niños, que estaban sentados a la mesa. Charlaban animados, y no advirtieron su presencia. En ese momento, Vanessa se preguntó cómo había podido pensar alguien alguna vez en separarlos. Si el juez hubiera visto la escena que en ese momento estaba viendo, habría comprendido la crueldad de lo que se proponía.

Jess: ¿Podemos tener un gatito mamá? -preguntó al advertir su presencia-.

Alex: Por favor, mamá, por favor -le pidió. Sus ojos tenían el mismo brillo que los de su padre-. La gata de Amber tuvo cuatro y no puede quedarse con todos. Papá nos lo dijo anoche cuando llegó a desearnos buenas noches. Dice que podemos tener uno si tú no tienes inconveniente.

Jess: Y tú no lo tienes, ¿verdad, mamá?

Vanessa reprimió una sonrisa, pues sabía que sus hijos eran capaces de encantar y de convencer a cualquiera. Fingió que consideraba el asunto y observó cómo esperaban ansiosos su decisión.

Ness: Podréis tenerlo si me prometéis que vosotros mismos lo cuidaréis -respondió al fin-. Eso significa que tendréis que ponerle comida fresca a horas regulares y también darle mucha agua. Emili ya tiene suficiente trabajo al atendernos y no queremos darle más trabajo.

Se sirvió una taza de café y lo saboreó lentamente. Observó cómo los niños comían con apetito y entre bocado y bocado discutían sobre el nombre que iban a ponerle al nuevo miembro de la familia.


Cuando los niños se retiraron a dormir la siesta a mitad de la tarde, Vanessa fue al apartamento de Ashley.

Ash: ¡Ness! -exclamó encantada-. ¡Estás maravillosa!

Ness: ¡No lo creo! -respondió riendo-. Sin embargo, debo admitir que valió la pena seguir tu consejo. Tengo mejor apariencia que hace dos meses, ya no parezco una vieja bruja.

Ash: Nunca tuviste esa apariencia -aseguró-. Solo estabas demasiado cansada y muy pálida. Supongo que no te has arrepentido de tu decisión de volver con Zac.

Ness: ¡No he vuelto con Zac! -aseguró-. He vuelto a la villa, eso es todo. No es lo mismo. En realidad, apenas nos vemos.

Ash: ¿Intentas decirme que no hay posibilidad de una reconciliación?

Ness: ¿Reconciliación? -repitió-. No, por supuesto que no. ¿Cómo podría ser? ¡Estamos separados legalmente!

Ash: Pero vivís bajo el mismo techo -indicó-. ¿Intentas decirme que no pasáis tiempo juntos?

Ness: Pasamos los domingos juntos, como un día especial dedicado a la familia. Fue idea de Zac. Pensó que sería bueno para los niños que vieran que nos llevamos bien.

Ash: Mmm... ¿Y os lleváis bien?

Ness: En cierta forma, sí -se sentó en un sofá-. No discutimos delante de los niños, nos respetamos mutuamente y evitamos temas peligrosos.

Ash: Interesante -comentó-. Estoy segura de que los niños están contentos con la situación, pero... ¿qué hay acerca de ti... y de Zac?

Ness: Supongo que está aburrido, pero pone buena cara.

Ash: ¿Y qué hay de ti, Ness...? ¿Es eso lo que quieres?

Ness: Quiero... -empezó a decir y se detuvo. Quería poder retroceder en el tiempo, volver a la época en que Zac y ella eran amantes y solo vivían el uno para el otro. Deseaba volver a aquel tiempo de falsa ilusión, cuando fue tan feliz. Quería otra oportunidad para recuperar el amor que nunca debió perder-. No lo sé -mintió, pues no podía decirle la verdad a Ashley-.

La expresión de Ashley se transformó y sus ojos reflejaron tristeza y conocimiento a la vez.

Ash: Todavía lo amas, ¿no es así, Ness?

Ness: ¡No! -exclamó con demasiada rapidez-. Él no me quiere -fijó la mirada en sus manos, humillada por su confesión-.

Ash: No hay conexión entre esas dos frases, tú lo sabes -opinó-. Es verdad lo que Drew me dijo, ¿no es así? Él no tiene ninguna oportunidad contigo.

Ness: Lo aprecio como amigo... -explicó-. Es simpático y amable. Lo último que deseo es herirlo, pero...

Ash: No es el hombre adecuado para ti -terminó por ella-. Sí, estaba segura de que él no tenía posibilidades. Estoy segura de que la decisión que tomó era la correcta.

Ness: ¿Decisión? -preguntó y esperó una explicación-.

Ash: Sí, él no quiso avergonzarte al telefonearte o visitarte en la villa, por lo que me pidió que te diera la noticia. Aprovechó una oportunidad maravillosa para trasladar el restaurante de Kethina a Atenas. Es lo que siempre quiso. Hasta ahora, no había reunido el capital suficiente para hacer ese movimiento y extenderse, pero recibió una oferta de un hotelero de Atenas que está dispuesto a poner el dinero necesario y figurar como socio secreto. Drew y su socio estudiaron el asunto a conciencia y están convencidos de que, incluso con un tercer socio, el potencial de ganancia es enorme.

Ness: ¡Eso es fantástico! -exclamó con alegría-. Oh, sé lo mucho que eso significará para él. ¿Cómo conoció a ese hombre?

Ashley se encogió de hombros.

Ash: En apariencia, se enteró de la reputación del restaurante y, después de visitarlo en varias ocasiones, decidió que podría ser una mina de oro si tuviera una mejor situación. El asunto es, querida, que Drew quiere que me vaya a Atenas con él y trabaje allí.

Ness: ¡Tienes que hacerlo, por supuesto! -exclamó-.

Ash: Eso es lo que he decidido, pero me alegro mucho de oírtelo decir a ti. No me gustaría que pensaras que te abandono. Si alguna vez me necesitas, Atenas no está muy lejos y siempre serás bienvenida -sonrió-. Ahora que Zac y tú habéis firmado un tratado de paz, no necesitarás un refugio.

Ness: No, no lo necesitaré -comentó-. Sin embargo, seguiré visitándote, y llevaré a los niños. Nunca olvidaré lo mucho que os debo a ti y a Drew. Os deseo a los dos toda la alegría, felicidad y suerte que os merecéis.

Ash: Si Drew hubiera pensado que tenía alguna posibilidad contigo, creo que no habría aceptado la sugerencia de ese nuevo socio -comentó y sonrió-. Estoy segura de que tomamos la decisión correcta. Vamos a tomar una taza de té. Después, te pondré al corriente de todo.


Vanessa regresó temprano a la Villa Andrómeda y se dirigió al estudio de Zac. Unos minutos después, ya se hallaba ensimismada en su trabajo. Los resultados de su trabajo de diseño con el ordenador eran excelentes. Pensó que ya tenía un muestrario suficiente para presentárselo a Zac, y si él aprobaba su trabajo, podría mostrárselo a su amigo.

Zac: ¡Eso es impresionante! -opinó-.

Al escuchar su voz, Vanessa se volvió y contuvo la respiración. Como estaba tan concentrada en su trabajo, no había oído a Zac.

Ness: ¡Oh! -exclamó. Sintió pánico, como si la hubiera sorprendido haciendo algo malo-. ¡No tenía ni idea de que fuera tan tarde!

Apagó la impresora, pero Zac volvió a activarla. Al hacerlo, colocó la mano sobre la de ella.

Zac: Esta noche no estoy de humor para condenar a los transgresores de pactos -comentó sin soltarle la mano-.

Con la mano libre tomó el muestrario y empezó a hojear las páginas.

La mano de Vanessa se tensó bajo la de él e intentó soltarse. El silencio de Zac la llenaba de dudas. Se dijo que no podía permitir que Zac descubriera el efecto que tenía sobre ella. Le temblaban las piernas y sentía una opresión en el pecho. ¿Y si él le decía que su trabajo no era bueno?

Ness: Solo son esbozos -explicó con los ojos fijos en el muestrario-. Por supuesto, estuve alejada del negocio durante mucho tiempo...

Zac: Mmm... -la miró a la cara-. No estoy calificado para dar una opinión profesional... sin embargo, pienso que trabajas con gran destreza y que tu trabajo demuestra mucha imaginación -le soltó la mano-. Ya puedes apagarla.

Ness: Gracias.

Zac: Ness, antes de que te vayas... necesito que me ayudes en un asunto de negocios.

Ness: ¿Sí?

Tenía los brazos ocupados con el muestrario, los bolígrafos y los papeles, y se detuvo de camino a la puerta. Se sintió intranquila y esperó a que él continuara. Zac se acercó, la observó y sonrió.

Zac: Tengo un compromiso importante para cenar mañana y quiero que me acompañes.

Ness: No, no lo haré, Zac -aseguró con voz fría-. Solamente me he trasladado aquí por el bien de los niños y nuestro acuerdo solo indica que debo compartir tu compañía los domingos -advirtió que su mirada se oscurecía de ira y que fruncía los labios-. ¿Por qué no invitas a Amber, como haces siempre? ¿Acaso tiene otra cita?

Zac: En esta ocasión, Amber no es la más indicada para acompañarme. -Metió las manos en los bolsillos y la miró-. Mi cliente es un inglés apellidado Robinson. Su mujer lo acompaña y los dos me han comunicado su interés por conocer a mi esposa, o sea, a ti. Parece que la señora Robinson es de la misma región de Inglaterra que tú.

Vanessa lo miró con desafío; le latía el corazón aceleradamente. Zac parecía muy seguro de sí mismo, confiado en su victoria; sin embargo, le estaba pidiendo demasiado.

Vanessa se estremeció al prever la cólera de Zac ante su negativa.

Ness: Entonces tendrás que decirles que ya no estás casado.

Iba a alejarse, pero él la detuvo sujetándola por el hombro y se le cayeron varios papeles al suelo.

Zac: ¡Déjalos! -ordenó cuando ella se dispuso a recogerlos. La agarró por ambos hombros y ella solo pudo sostenerle la mirada-. Es demasiado tarde para eso, además, estoy casado, te guste o no.

Ness: ¡Solo formalmente! -exclamó-, y solo porque te negaste a aceptar el divorcio que yo deseaba -temblorosa, intentó liberarse de sus manos sin éxito-.

Zac: No discutamos, Ness -tenía el rostro tan cerca del de ella que Vanessa podía aspirar el aroma de su piel. Todo su cuerpo respondió a su cercanía-. Este contrato significa mucho para mí, para la compañía y, obviamente, para ti. ¡Cuanto más dinero gane, mejor vida podrás llevar cuando nos separemos!

Ness: No es bueno que intentes sobornarme -sugirió-. Mi respuesta sigue siendo no. Ahora, ¿quieres soltarme? -Algo brilló en el fondo de los ojos de Zac, aunque Vanessa no supo si era ira o desdén. Durante un par de segundos, contuvo la respiración; sentía la tensión de Zac y se preguntó cómo iba a reaccionar. El temor la hizo añadir-: Estás contradiciendo la orden de separación al utilizar la violencia contra mí.

Zac: ¿Violencia? -la miró. Su rostro parecía una máscara-. Dios mío, ¿te atreves a acusarme de eso? ¿Es eso lo que planeas... tentarme para que te golpee y así puedas volver ante los tribunales y reclamar la custodia de los niños? -le soltó los brazos y se volvió, pero no antes de que ella advirtiera su expresión de dolor-. Recoge tus papeles y vete de aquí, antes de que me sienta tentado a demostrarte la verdadera naturaleza de la violencia.

Vanessa se arrodilló y recogió sus papeles. Le temblaban las manos. Era consciente de la ira que había despertado en el hombre por quien en otro tiempo habría dado la vida. Y él pensaba que ella lo contrariaba por gusto.

No había manera de explicarle el dolor que, de haber aceptado, le habría producido el participar en la mascarada que le había propuesto. Levantó la mirada y observó la espalda de Zac, sus hombros, sus caderas, sus piernas musculosas...

Se incorporó y se dirigió hacia la puerta. Cuando se le nubló la vista, comprendió que estaba llorando.




Bravo, Zac. Lo has conseguido. Hiciste llorar a Ness. ¿Estás contento? (¬_¬)
De verdad, ¡que hombre más bruto! Podría haber sido más encantador a la hora de invitarla a la cena. Pero a él todo le gusta hacerlo por las malas (¬_¬).
Veremos a ver cómo acaba esa cena...

¡Gracias por los coments!

Lau, ¡no te equivoques! La mala de las novelas es Amber XD. Que ya sabemos todas que es a causa de la de Hairspray. Pero lo recuerdo por si acaso XD.

Lucia, sigue leyendo con atención porque la novela va a seguir dando giros inesperados de 180 grados XD. Yo la verdad tampoco no sé a qué esperan para reconciliarse. Supongo qué a que Zac deje de ser un bruto (¬_¬).

Claudix, de nada. Lee los comentarios por si tu nueva amiga te vuelve a dejar un mensaje ^_^

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