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lunes, 31 de diciembre de 2012

Capítulo 7


Su corazón latía más deprisa de lo normal y sentía que su piel estaba extrañamente tensa. Llevaba días esperando aquel beso, esperando sentir su cuerpo, tocarlo. Era distinto a todos los hombres que había conocido, incluido Drake, y en ese momento estaba a su alcance.

Se incorporó un poco, apoyándose sobre un brazo, y le acarició el pelo.

Ness: Bésame -susurró-.

Él no dijo nada.

Entonces, se inclinó sobre él y esperó un momento mientras disfrutaba del contacto de sus senos contra el pecho del hombre. Después, lo besó. Sus labios eran dulces, expertos, y mientras se apretaba contra él pensó que nunca se había sentido tan excitada ni tan segura como entre aquellos brazos.

Deseaba que él hablara, que le dijera que sentía lo mismo por ella, pero permanecía en silencio.

Pasó una pierna por encima de su cuerpo y comenzó a acariciarlo. Él gimió y la atrajo hacia sí. La prueba de que también estaba excitado la animó a seguir tocándolo, a bajar una mano hacia su entrepierna, sintiendo las texturas de su piel.

Cuando llegó a su duro sexo, contuvo la respiración y dijo:

Ness: Ahora, Zac. Ahora, por favor...

Zac la empujó suavemente y se situó sobre ella, sin dejar de besarla, sin dejar de acariciarla.


Lamentablemente, todo había sido un sueño.

Vanessa abrió los ojos, sobresaltada, y se sentó en la cama. Tardó unos segundos en caer en la cuenta de que estaba en Turnabout, durmiendo en su propia habitación.

Y sobre todo, sola.

Suspiró, cansada, y notó que un ligero haz de luz entraba por la ventana. Quiso encender la lamparita de la mesilla de noche, pero no funcionaba; por lo visto, la electricidad seguía cortada.

Se tumbó de nuevo y se tapó los ojos con un brazo. Olía a café, y era un aroma tan maravilloso que solo podía significar dos cosas: que Zac seguía en la casa y que lo preparaba mejor que ella.

Normalmente, habría preferido tomarse un té. Pero aquella mañana se encontraba tan agotada, después de una larga noche de sueños tan inquietantes como reales, que necesitaba una buena dosis de cafeína para despertar.

Dudó entre quedarse allí, en la cama, encerrada en si misma como una ostra, o en alejarse de las sábanas y con ello, también, de los sueños eróticos y del propio Zac. Pero sabía por experiencia que la estrategia de la ostra no servía de nada, de modo que se levantó.

Hacía frío. Se quitó el pijama y se puso una sudadera y unos pantalones largos de deporte. Después, se dirigió al cuarto de baño, se miró en el espejo, se arregló un poco el pelo y se lavó un poco; como no había electricidad, el agua estaba fría. Poco después, entró en la cocina pensando que en realidad no le importaba que Zac la viera sin arreglar; pero cambió de opinión cuando él la miró y sonrió.

Zac: Buenos días, belleza.

Ness: Buenos días. -Se fijó en el pequeño hornillo eléctrico en el que Zac había preparado el café. No era suyo, lo que significaba que había ido a comprarlo. Además, había limpiado totalmente la cocina-. ¿Has estado en la ciudad?

Zac: Sí, y también he echado un vistazo a las plantaciones. No soy agricultor, pero tengo la impresión de que no han sufrido ningún daño que unos cuantos días de sol no puedan arreglar. En cambio, la ciudad es un desastre. A la luz del día tiene peor aspecto.

Ness: ¿Has visto a Aly?

Zac: Sí. Maddie la ha puesto a ella, a April y a otros chicos a trabajar. Si tienen cosas que hacer, no se les ocurrirá hacer ninguna gamberrada.

April era la nieta de Maddie. Había estado enferma durante casi toda su infancia, pero el año pasado, tras una operación, se había recuperado por completo.

Ness: ¿Y qué hay del trasbordador?

Zac: Dos de las embarcaciones de Dave se han hundido y la tercera necesita entrar en muelle seco. La guardia costera estuvo hace un par de horas y se llevó al hombre que había sufrido el infarto y a un par de heridos más.

Ness: Entonces, tal vez podríamos alquilar un helicóptero.

Zac: No. Hace demasiada niebla y además todos los aparatos están ocupados. En cuanto a la guardia costera, ya sabes que tienen mucho trabajo. ¿Por qué tienes tanta prisa en librarte de tu sobrina?

Ness: Porque has venido para llevártela.

Zac: Eso no es una respuesta.

Ness: Estará mejor con sus padres.

Zac: ¿Estás segura?

Ness: Solo llevas veinticuatro horas en la isla y mira todo lo que ha pasado.

Zac la miró con expresión inescrutable.

Zac: Vanessa, nadie tiene la culpa de que se presentara esa tormenta. Por otra parte, Aly está bien y ninguno sabemos por qué razón se marchó realmente de su casa. ¿A qué vienen tus prisas? -Ella no contestó. Se sirvió una taza de café y se quemó al intentar beber-. Ten cuidado. Está muy caliente.

Ness: Gracias por la advertencia -dijo con ironía-.

Aunque estaba cansada y nerviosa, sentía la extraña necesidad de sonreír a aquel hombre. Le gustaba. Se lo negaba una y otra vez porque no quería sentirse atraída por él ni repetir el pasado, pero le gustaba. Y ése era el verdadero motivo de sus prisas.

Ness: Hace frío -continuó-. Es curioso, no recuerdo que haya hecho tanto frío desde que llegué a Turnabout.

Zac: Sí, la temperatura ha bajado mucho. Menos mal que tenemos el generador en el centro social y la gente puede calentarse un poco. Sam no sabe cuándo arreglarán el sistema eléctrico. Al parecer, cayó un rayo en las instalaciones y ardió la mitad. -Ella asintió-. Por cierto, Vanessa, gracias por la cama.

Ness: De nada.

Zac: Sé que no te dejé muchas opciones...

Ness: Es verdad.

Zac: Sea como sea, quiero que sepas que estás equivocada.

Ness: ¿A qué te refieres?

Zac: A que crees que aquella noche te rechacé porque no me gustabas. Pero me gustabas mucho, y tú lo sabías. -A Vanessa se le quedó la boca seca-. Me gustabas a los diecisiete años y me gustas ahora -añadió-.

Vanessa retrocedió y se golpeó la espalda con el frigorífico cuando, repentinamente, Zac avanzó hacia ella. Estaba asustada y excitada a la vez.

Ness: Basta, Zac. No sigas por ese camino.

Zac: ¿No quieres que siga?

Ness: No. Y por lo demás, no creo que en aquella época te gustara.

Zac tomó una de las manos de la mujer y la puso sobre su corazón, para que pudiera notar los latidos.

Zac: ¿Lo sientes? Nada ha cambiado. En realidad, he venido porque pensé que podía encontrar la forma de limpiar mi conciencia, de... Bueno, no sé.

Vanessa quiso dejarse llevar. Deseaba besarlo, tocarlo, pero no podía hacerlo. Había malgastado muchos años intentando expulsar todo aquello de su interior. Sin embargo, cuando él le pasó un brazo por encima de los hombros y le quitó la taza para dejarla  a salvo en la encimera, ella solo fue capaz de decir:

Ness: Zac...

Zac: Sshh.

Zac tomó la cara de Vanessa entre sus manos y la besó. Ella pensó que todavía estaba soñando. Asombrada, apoyó la frente en su barbilla y comenzó a acariciarlo; pero se apartó de golpe.

Ness: No. Tengo que pensar en Aly. En mi sobrina.

Zac: Ya te he dicho que Maddie la tiene ocupada. Si alguien puede hacerse cargo de ella, esa persona es Maddie.

Ness: De todas formas, no quiero hacerlo contigo No quiero. Ya no soy una mujer fácil.

Zac: ¿Una mujer fácil? -preguntó entrecerrando los ojos-. ¿Qué tontería es ésa? Tú nunca fuiste fácil.

Ness: Mira, será mejor que dejemos esta conversación. Tengo que limpiar la casa, hacer cosas, arreglarlo todo...

Zac se metió las manos en los bolsillos porque de lo contrario, habría intentado tocarla otra vez. Vanessa se apartó, con un brillo de pánico en sus ojos, de color pardo. Parecía un animal acorralado que quisiera huir a toda costa.

Se maldijo por haberla besado. No había imaginado que le causaría semejante inquietud.

Zac: Está bien, como quieras. He calentado agua por si querías lavarte.

Ness: Te lo agradezco.

Zac: Si quieres, puedo llevarla al lavabo.

Ness: ¿Cómo?

Zac: Bueno, no hay suficiente para que te puedas bañar, pero seguramente sí para llenar el lavabo. Échale un poco de agua fría para no quemarte.

Ness: Gracias…

Vanessa lo siguió al cuarto de baño y cerró la puerta cuando Zac se marchó. Mientras tanto, él permaneció en el pasillo. La puerta no era gran cosa, pero no podía oír ningún sonido e imaginó que estaba allí, frente al espejo, sin hacer otra cosa que mirarse, preocupada.

Zac reconocía perfectamente los síntomas de Vanessa porque también los había sufrido. Eran los de una persona perseguida por sus fantasmas, acostumbrada a luchar, y a veces a perder, con ellos.

Pero no sabía qué tipo de fantasmas podían ser los suyos, aunque empezaba a imaginarlo. Y la idea de que algún hombre le pudiera haber hecho tanto daño, lo irritaba.

Respiró a fondo para intentar tranquilizarse, sin éxito.

Él también comenzaba a estar asustado.




¡Ya se besaron! Solo es cuestión de tiempo que entre ellos pase algo más.
Comentadme mucho y pronto pondré el siguiente.

¡Feliz año a todas! Pasadlo muy bien esta noche. No os atragantéis con las uvas XD. Y no hagáis propósitos de año nuevo que ya sabéis que no vais a cumplir XD.

¡FELIZ 2013!


Último capítulo


Mañana último capítulo de "Nubes de tormenta"... ¡Pero último capítulo del año!
¡La nove no se acaba en el capítulo 7, chicas! No os fijasteis que era 28 de diciembre, ¡día de los inocentes! Y habéis picado XD
No os enfadéis, eh. Ese día las bromitas las hacemos todos ;)
La novela no ha hecho más que empezar. Creo que dije que tenía 17 capítulos. Pero, si no, ya lo sabéis.

Aprovecho para decirle a Lau B., primero: tranquiiiiila, la nove se pondrá todavía más interesante, y segundo: ¡no puedo entrar en tu blog! He visto que has publicado nuevo capi en "Zanessa una historia de verdad" pero cuando le doy al enlace me sale que el blog solo admite lectores invitados y, como no me has invitado ¬¬, no puedo entrar. Arreglalo, ¿vale?

¡Hasta mañana!
¡Kisses a todas!


P.D.: ¡INOCENTES! XD


viernes, 28 de diciembre de 2012

Capítulo 6


«Me dijeron que habías vuelto, Zac. Me alegro de verte, Zac. Por fin has vuelto a casa, ¿eh. Zac?»

Zac empezaba a estar harto de oír tantas aproximaciones distintas al mismo tema. Una y otra vez le asaltaban con preguntas, y una y otra vez se veía obligado a negar con la cabeza y a explicarles que solo estaba en la isla de visita.

El centro social estuvo lleno de gente hasta bien entrada la madrugada. Habían estado haciendo lo posible por mantener en funcionamiento el generador del local y acumular combustible; sabían que dependerían de él durante varios días. Y en aquel momento, cuando todos se habían marchado o estaban durmiendo, Zac se detuvo y miró a su alrededor. Varias personas dormían en sacos de dormir, aunque no se oían llantos de niños y la situación estaba controlada. En el exterior seguía lloviendo ligeramente, y al menos había conseguido tapar los agujeros del tejado de Vanessa con un plástico que le había prestado Leo Vernon, el manitas de Maddie.

Mientras Vanessa y Aly se quedaban en la ciudad para ayudar a los demás, Zac, Leo y varias personas más dieron una vuelta a la isla y pasaron varias horas arreglando desperfectos. Pero a pesar de todo el trabajo que habían hecho, todavía quedaba mucho por hacer.

Por lo visto, Turnabout no había cambiado nada. Gracias a radio macuto se había enterado, sin pretenderlo, de que Daryl Vernon estaba otra vez en libertad condicional; de las aventuras pesqueras de Dave y de la extraña curiosidad que demostraba el último inquilino de Maddie, un individuo que había llegado una semana antes, por la gente y por los sitios de la isla.

Por supuesto, también hablaron de mujeres, desde el divorcio de Darla Towers hasta los modales de la propia Vanessa Hudgens, que según todos, espantaba a cualquier hombre que cometiera el error de acercarse a ella.

Precisamente entonces, Vanessa suspiró. Estaba sentada a su lado. Ya se le había secado el pelo y ahora brillaba como la luna.

Zac: ¿Te encuentras bien? -preguntó en voz baja-.

Ness: Sí, aunque todavía no puedo creer que el viento estuviera a punto de derrumbar el hotel Seaspray -respondió con voz suave-. Es un milagro que no haya más heridos. Me han contado que un hombre sufrió un infarto, pero al parecer se está recuperando... Tu padre ha estado trabajando sin descanso.

Zac: Ah, sí, mi padre. Todo un santo. -Vanessa lo miró, pero no dijo nada. Se limitó a humedecerse los labios con la lengua-. Por fortuna, Maddie tenía sitio libre y se ha podido hacer cargo de los clientes del Seaspray. Algunos se alojan en las habitaciones y otros en las cabañas.

Ness: Sí, eso me han dicho. Es curioso... Siempre tengo que recordarme que Ashley y tú sois familia de Maddie Dickens.

Zac: Solo familia indirecta.

Ness: Pues ella y tu padre se llevan muy bien, ¿lo sabías? Llevan juntos una buena temporada.

Zac: Sí, lo sé.

Ness: ¿Y qué te parece? -preguntó, con voz aún más dulce que antes-.

Zac: Que Maddie tiene muy mal gusto.

Ness: ¿Se puede saber qué pasa entre tu padre y tú? -Zac no respondió-. No te molestes por la pregunta. A fin de cuentas, tú sabes lo que pasa entre mis padres y yo. Me comporté mal con ellos.

Zac: Déjalo ya, Vanessa, no sigas. Parece que esto de estar sentada en el suelo del centro social te produce ganas de charlar.

Ella sonrió.

Ness: Qué remedio. Todas las mantas y los sacos de dormir están ocupados, así que tendremos que seguir en el suelo.

Zac: He visto que Aly y otros chicos se han encargado de cuidar a los niños...

Ness: Ah, sí, es cierto. Me preguntó si podía quedarse aquí para echar una mano y le dije que no había ningún inconveniente. Parece verdaderamente interesada en ayudar, así que supongo que está bien.

Zac frunció el ceño. Vanessa se comportaba como si necesitara dar explicaciones de todos sus actos.

Zac: Es una buena chica.

Ness: Es verdad. Y mientras tenga algo que hacer, seguramente no se meterá en más problemas -comentó-. En fin, me voy de aquí. -Se levantó y Zac la siguió y la detuvo, poniéndole una mano en un brazo, cuando estaba a punto de salir del edificio-. ¿Necesitas algo? -preguntó inquieta-.

Zac: Una cama.

Ness: Bueno, todas las camas están ocupadas, pero tal vez...

Zac: Hay una cama libre en tu casa. Si Aly se queda aquí, eso quiere decir que no ocupará su habitación.

Ella negó con la cabeza.

Ness: No, eso no es posible. Aprecio mucho lo que has hecho hoy, pero no es posible en absoluto.

Zac: Mira, aquí no queda espacio para dormir. Y por otra parte, tu casa está en mejor estado que la mayoría. Es lo mínimo que puedes hacer después de lo que ha pasado, ¿no te parece?

Ness: Duerme en casa de Ashley.

Zac: Según me han dicho, mi hermanita no duerme en una cama sino en una hamaca. Y no me preguntes cómo lo sabe Leo Vernon, que es quien me lo contó... Venga, Vanessa, ¿vas a dejar en la estacada a un viejo amigo, al mejor amigo de tu hermano?

Vanessa retrocedió un paso.

Ness: No somos amigos, sino solamente conocidos. Y si alguien ha dicho que Ashley duerme en una hamaca, es un idiota.

Zac estuvo a punto de reír, pero no lo hizo.

Zac: Voy a ir a tu casa contigo, Vanessa. Necesito una cama y tú tienes una libre. Además, estoy harto de tener que hablar contigo en voz baja para no despertar a los demás. Parecemos dos niños charlando por lo bajito durante un examen de matemáticas.

Vanessa salió entonces del edificio. Zac, por supuesto, la acompañó. Y al llegar a la calle, le enseñó unas llaves pequeñas.

Ness: ¿Qué es eso?

Zac: Las llaves del coche de golf de Leo.

Ness: ¿Te las ha prestado, o se las has robado?

Zac: ¿Importa mucho? -preguntó, mientras subía al diminuto vehículo-. Venga, sube. Está lloviendo y si no te vas a empapar.

Ness: Supongo que ésta es otra de esas ocasiones en las que te sientes obligado a proteger a las mujeres...

Zac: En realidad, solo intentaba ganarme un colchón razonablemente seco y cómodo para esta noche.

Vanessa cedió y subió al vehículo, que no tenía luces.

Ness: Está bien, pero conduciré yo. Viajando a oscuras, no me extrañaría que nos arrojaras por un acantilado.

Zac: Bah, dudo que la carretera haya cambiado mucho en quince años.

Vanessa no hizo caso. Lo apartó del asiento del conductor y se puso al volante.

Zac: ¿Cuándo fue la última vez que condujiste?

Ness: Cállate -respondió divertida-.

Zac sonrió. Empezaba a comportarse como la mujer que había conocido. Y aunque no dijo nada, pensó que conducía muy bien. A pesar de los baches y de los obstáculos que encontraron en la carretera, llegaron sanos y salvos.

Ella bajó del vehículo y entró en la casa silenciosamente, sin decir nada. Zac casi habría preferido que pegara un portazo, que hiciera algo que le recordara a la vieja Vanessa. Aquélla era muy distinta, más tranquila, más callada, y todavía no sabía cómo tratarla.

Pero en cualquier caso, la siguió al interior de la casa.

Ya en el salón, Vanessa encendió varias velas y preguntó:

Ness: ¿Cuánto te paga Will por llevarle a su hija? Te pague lo que te pague, doblo el precio si te marchas. Yo la llevaré a su casa en cuanto funcionen los transbordadores.

Zac: Pensaba que no querías obligarla a volver contra su voluntad.

Ness: Lo pensaba, es cierto, pero ahora creo que estará mejor allí.

Él entrecerró los ojos.

Zac: Pues ya que quieres saberlo, no le cobro nada a Will. De hecho, no vendo mi tiempo. Y si lo hiciera, no podrías permitírtelo. -Ella gruñó y él la tomó de la mano. Estaba temblando-. ¿Tienes frío? Es una lástima que no haya chimenea...

Ness: No tengo frío.

Zac: Pues estás temblando.

Ness: Entonces, será que tengo frío -se apresuró a corregir-.

Vanessa se alejó y segundos después Zac oyó un golpe y una maldición. Obviamente había tropezado con algo. La iluminó con la linterna y vio que estaba sacando una manta de un cajón.

Ness: Tendrás que recoger las sábanas tú mismo. Están en el cuarto de baño. Pero dudo que estés muy cómodo en la cama de invitados... el colchón ha quedado bastante dañado.

Zac: Descuida, me las arreglaré.

Vanessa se marchó a la cocina, pero cuando entró y vio el armario que se había caído al suelo y los platos rotos que contenía, se abrazó y se quedó mirándolos bajo la tenue luz de una vela.

Ness: Los compré cuando vivía en mí antiguo apartamento, un lugar tan pequeño que no tenía dormitorios ni más muebles que un sofá cama, un par de sillas y una mesa. Te parecerá ridículo, pero les tenía cariño a esos platos. Y pensar que Aly bromeó diciendo que esperaba que no fuera la vajilla de la familia...

Zac: Es evidente que te importan bastante más esos platos.

Ness: Por supuesto. Además, mi madre jamás me habría confiado su vajilla.

Zac: Tu madre era una bruja.

Vanessa lo miró, se plantó ante él con los brazos en jarras y dijo:

Ness: Si Will no te ha pagado por venir a buscar a su hija, ¿se puede saber qué estás haciendo? No me parece que seas de la clase de personas que deben favores a nadie. ¿Qué haces aquí, Zac?

Zac: ¿Crees necesario preguntarlo?

Ni el propio Zac estaba seguro de sus razones. Por supuesto, Cory se lo había pedido; pero podría haberse negado perfectamente. En realidad, había aceptado el encargo por curiosidad, o más bien porque en todos esos años no había dejado de pensar en Vanessa.

Ness: Al parecer, sí. ¿Es por tu familia? Ashley está bien, como ya sabes, aunque te echa de menos. Y en cuanto a tu padre...

Zac: No estoy aquí por ellos.

Ness: Entonces, ¿por qué? ¿Para meterte en otro lío con los Hudgens? Es posible que estuviera loca por ti hace años, pero no tengo ningún deseo de repetir esa experiencia.

Zac: ¿Seguro?

Zac quiso decirle que en aquella época la había rechazado únicamente porque era demasiado joven, pero no era el momento más oportuno. Sin embargo, ninguno de los dos habría podido negar que el viejo deseo seguía vivo.

Ness: Por supuesto. Ya me humillaste bastante una vez.

Zac: ¿Humillarte? ¿A ti? -preguntó, entre risas-. Vamos, Vanessa. Soy yo quien no pudo...

Ness: ¡Ya basta! -gritó-. Mira, será mejor que nos olvidemos de eso. Ha pasado mucho tiempo y ya está olvidado.

Zac: Créeme: yo no tengo tal capacidad de olvido. He intentado borrarlo de mi memoria, pero no he podido -comentó con sinceridad-.

Ness: Por Dios, Zac, ha pasado una eternidad... Entonces yo tenía diecisiete años y me arrojé a tus brazos, pero me rechazaste -le recordó-. Si hubieras actuado de otro modo, habríamos sido amantes.

Ella se echó el pelo hacia atrás, tomó una vela y se dirigió hacia el pasillo.

Zac se quedó en la cocina, oyendo los sonidos que hacía Vanessa al moverse en su dormitorio y el rumor del mar.

Había dicho que lo había olvidado, y aunque no quisiera admitirlo, aquel comentario le había herido. No en vano, la noche que lo había perseguido durante toda su vida no parecía significar nada para ella.




Oh, recordando el pasado...

Se me ha pasado volando esta nove. Creo que es la más corta que he leído. El siguiente cap ya es el último y adelanto que, por primera vez en una nove, no habrá final feliz.

¡Comentad!
Bye!
Kisses!


lunes, 24 de diciembre de 2012

Capítulo 5


Oh, Dios mío... Vanessa se quedó mirando lo que quedaba de su casa, atónita.

Habían permanecido en la bañera, protegidos bajo el colchón, durante un periodo indeterminado que se le había hecho interminable. Pero en ese momento, mientras contemplaba el enorme agujero del techo por el que entraba la luz del sol, se dio cuenta de que en realidad no había pasado tanto tiempo.

Zac no apartó el colchón hasta que estuvo seguro de que la tormenta se había alejado. Y cuando lo hizo, pudieron ver los restos del tejado que habían caído sobre él.

El cielo empezaba a despejarse y ya solo caía una fina lluvia.

Aly: Menos mal que trajiste el colchón. Si no lo hubieras hecho, los restos habrían caído sobre nosotros y nos habrían matado.

Ness: Es increíble. No sabía que Turnabout sufriera huracanes...

Zac: Pues ya lo sabes.

Zac tomó uno de los jerséis para ponérselo a Vanessa, como si ella no fuera capaz de hacerlo por sí misma. Pero Vanessa pensó que estaba en lo cierto: en aquel momento no se sentía capaz de hacer nada.

A pesar de ello, salió de la bañera, se dirigió a su habitación y se cambió de ropa. Sin embargo, no podía hacer gran cosa respecto a la ropa mojada de Zac. No tenía nada que le cupiera a un hombre de espaldas tan anchas, y mucho menos un pantalón de su talla.

Zac se puso su cazadora de cuero y Vanessa no pudo evitar contemplar su pecho desnudo, visible bajo la cremallera a medio subir.

Zac: Tendremos que reparar ese tejado antes de que la lluvia empeore el estado de tu casa -comentó-.

Ness: ¿Y cómo lo arreglamos? La única madera que tengo son las astillas que guardo para utilizar en la barbacoa -comentó, mientras recogía restos en el pasillo-.

Vanessa pensó en los estragos que la tormenta habría causado en los campos de la zona. Era un gran problema, porque si había estropeado las cosechas, se habría quedado sin los productos que necesitaba para su tienda.

Pero decidió concentrarse en lo más inmediato. La puerta de cristal del salón había sobrevivido; en cambio, la ventana de la cocina estaba destrozada, la huerta había sufrido desperfectos y uno de los armarios se había medio soltado de la pared y amenazaba con caerse.

Zac: Bueno, intenta arreglar lo que puedas. Yo voy a la ciudad a ver si puedo encontrar los materiales necesarios para tapar los agujeros del techo -informó-.

Vanessa asintió y miró hacia el exterior de la casa. No había llorado en muchos años y no tenía intención de hacerlo entonces, pero le apetecía mucho.

Zac: ¿Quieres venir conmigo?

Se volvió hacia Zac, pensando que hablaba con ella. Pero se refería a Aly.

Aly: ¿Para qué? ¿Para que puedas sacarme de la isla? -Zac miró con ironía a la adolescente y Aly se encogió de hombros-. Está bien... voy contigo.

Antes de marcharse, él añadió:

Zac: Volveremos enseguida, pero no intentes arreglar nada que parezca inestable.

Justo en ese instante, como si sus palabras hubieran sido proféticas, el armario de la cocina se soltó del todo y cayó al suelo aparatosamente. Por el sonido de cristales y de porcelana, resultó evidente que su contenido se había roto.

Aly: Vaya, espero que no guardaras dentro la vajilla de la familia o algo así.

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: Creo que os acompañaré. Seguramente habrá casas que hayan quedado en peor estado que la mía y gente que necesitará ayuda.

Antes de salir, Vanessa recogió un paraguas y se lo dio a Zac para que lo abriera. Todavía estaba lloviendo, aunque levemente, y la visión de la palmera quemada por el rayo bastó para que recordara lo cerca que habían estado de morir.

El cielo, sin embargo, estaba precioso. La lluvia y el sol que se filtraba por entre las nubes cada vez menos densas habían provocado un enorme arco iris que les llamó la atención.

Zac: Los cielos de Turnabout siempre han sido tan bellos como sus puestas de sol -comentó-. El mejor sitio para disfrutar de ellas está en el extremo de la isla, en Castillo, aunque supongo que ya habrán derribado la vieja mansión...

Ness: Sigue allí -le informó-.

Vanessa estaba particularmente interesada en la antigua mansión española, pero en ese momento le preocupaba más su sobrina, que caminaba a cierta distancia de ellos.

Zac: Lo hace porque caminar bajo el paraguas le parece poco elegante -dijo adivinando sus pensamientos-.

Ness: Debí llevarla con sus padres el día que se presentó. En lugar de hablar por teléfono con mi hermano, debí llevármela.

Zac: Está bien, Vanessa, no te preocupes. Seguro que se siente muy culpable por haber salido de la casa con semejante clima.

Ness: Pero no habría tenido tanta suerte si tú no hubieras estado aquí. La encontraste y la trajiste de vuelta, sana y salva. Además, a mí no se me habría ocurrido utilizar el colchón para cubrirnos.

Zac: Si no la hubiera encontrado yo, lo habrías hecho tú. Y en cuanto a lo segundo, seguro que habrías pensado en algo.

Ness: Aly no debería estar en peligro. Solo es una adolescente, una niña. Es completamente inocente y no merece...

Zac: Eh, no sigas. Ninguna persona merece estar en peligro, pero eso era un maldito huracán. En cuanto a ti, has cambiado mucho si ahora te dedicas a intentar proteger a tu sobrina de... la vida.

Vanessa quiso decir algo al respecto, pero en ese instante oyeron el inconfundible sonido de un vehículo que acababa de detenerse frente a la casa.

Era Sam, el sheriff. Se asomó por la destrozada ventana de la cocina y preguntó:

Sam: ¿Estáis todos bien?

Ness: Sí. ¿Qué ha pasado en la ciudad?

Sam: Hay media docena de heridos entre los que se encuentra Judy. Al parecer, estaba intentando salvar su vajilla y se rompió una muñeca. He recorrido la isla varias veces, pero al margen de unos cuantos desperfectos y de un montón de cristales rotos, la mayoría de las estructuras de los edificios están bien -explicó-. Tendrás que hacer unos cuantos arreglos en tu tienda y por otra parte, ha desaparecido el muelle donde atracaba Dave. En cuanto a las plantaciones, todavía no he tenido tiempo de ir.

Ness: ¿El muelle? ¿Ha desaparecido el muelle? ¿Y qué pasa con las embarcaciones de Dave?

Sam: Pasará cierto tiempo antes de que se puedan utilizar. Si alguien quiere abandonar la isla, tendrá que pedírselo a la guardia costera.

Ness: ¿Y no podríamos salir por avión? Recuerdo que el año pasado, cuando Tom y su esposa tuvieron que llevar a April Dickens al hospital para que la operaran de urgencia, un avión aterrizó en la carretera principal...

Vanessa pensó que sería la solución perfecta. Al fin  y al cabo su hermano tenía dinero y muchos contactos y podría enviar un avión o un helicóptero. Ya había comprobado que no funcionaban los teléfonos fijos ni los móviles, pero supuso que Sam podía llamar a la guardia costera y conseguir que se pusieran en contacto con Will.

Sam: Sí, claro, y el avión destrozó media carretera -le recordó-. Tendría que ser un helicóptero, pero solo lo enviarían para un caso de urgencia. Ten en cuenta que media California está en alerta roja. Si aquí tenemos mal tiempo, en el continente es peor. Según me han dicho, San Diego sufre en estos momentos un verdadero vendaval.

Vanessa se llevó una mano a la boca, asustada. Ashley estaba en San Diego.

Zac: Es que quiere llevar a Aly a casa de sus padres.

Sam: Pues no podrá ser. Aly está en perfecto estado, según veo, y naturalmente tenemos que concentrar nuestros recursos en los heridos. Howard hace todo lo que puede, por supuesto, pero su clínica es muy pequeña y habrá que llevar a la gente al continente. Y sí que te sugiero que te concentres en la reparación de la tienda...

Zac: Y en el tejado de su casa -lo interrumpió-.

Sam: Bueno, sí, en todo lo que necesite reparaciones. En el mejor de los casos, tendremos unos días de buen tiempo. En el peor... Pero dejemos eso ahora. Tengo que marcharme, pero volveré cuando pueda para retirar esa palmera caída que corta la carretera. ¿Qué ha pasado? ¿La ha partido un rayo?

Ness: Exactamente. -Sam se marchó enseguida. Vanessa se echó hacia atrás el pelo y dijo-: Tengo que ir a ver cómo están las plantaciones.

No espero a que Zac la siguiera, aunque lo hizo, al igual que Aly. Los campos estaban en dirección contraria a la ciudad y ya se había hecho de noche cuando llegaron, así que no pudieron comprobar los daños.

Zac: Volveremos cuando amanezca.

Ness: Sí, será mejor.

Se dirigieron entonces a la ciudad. Las calles estaban llenas de gente que caminaba con linternas para poder iluminarse. Vanessa deseó haber llevado la suya, pero se la había dejado en la bañera.

Aly: ¿Qué están haciendo allí?

La joven se refería al centro social de la localidad. En el exterior habían encendido una hoguera y había personas que entraban y salían con cajas de todos los tamaños.

Zac: Llevan suministros -explicó-. Deben de haber convertido el centro social en un punto para organizar la distribución de materiales.

Aly dudó, pero poco después vio a varios adolescentes junto al fuego y se fue con ellos.

Vanessa la observó y se tranquilizó bastante al comprobar que entablaba conversación rápidamente.

Ness: Al menos no es tímida -le dijo a Zac-.

Zac: En eso se parece a ti. Tampoco lo eras a su edad.

Ness: Es cierto.

Zac: De hecho, creo que naciste para ser el espíritu de todas las fiestas -bromeó-.

Vanessa se cruzó de brazos.

Ness: Te equivocas, era pura fachada. Me comportaba así porque era más fácil que mostrar lo que verdaderamente sentía.

Zac: Por eso y para llamar la atención de tus padres, no lo olvides.

Ness: ¿Y tú? ¿Cómo eras tú a esa edad?

Zac: Bueno, además del asunto de los árboles de Maddie, creía que Ashley ya te habría informado sobre mí...

Ness: No creas. En general tenemos cosas más interesantes de las que hablar.

Zac: Vaya, eso ha dolido.

Zac se llevó una mano al pecho y puso cara de sentirse realmente herido por el comentario, pero era una broma.

A Vanessa le encantó su sentido del humor. Sin embargo, no quería dejarse encantar por un hombre que pensaba marcharse en cuanto pudiera.

Ness: No hace falta que vengas conmigo a la tienda. Soy capaz de arreglar los desperfectos yo sola.

Zac: ¿Ah, sí? ¿Y de dónde vas a sacar los tablones que seguramente necesitarás?

Ness: Tengo madera en el almacén. Y aunque no la tuviera, estoy segura de que alguien tendría. Aquí nos ayudamos unos a otros cuando hace falta.

Zac: Hablas como si fueras de Turnabout, pero te recuerdo que no naciste aquí. Y aunque tú te consideres tan isleña como los demás, sigues siendo una forastera.

Ness: Es posible, pero tu hermana no es ninguna forastera y pasa por ser mi socia. En consecuencia, me tratan como si fuera de aquí.

Zac: Estás soñando si crees que te aceptarán alguna vez. La gente de este lugar es muy conservadora y no admite fácilmente a forasteros.

Vanessa sabía que Zac tenía parte de razón, así que dijo:

Ness: Tú debes de saberlo muy bien, porque naciste en la isla.

Zac: En realidad, no. Me temo que soy tan forastero como tú.

Ness: ¿Cómo? Pero si tu padre y tu hermana son de aquí...

Zac: ¿Y qué?

Ness: Y nada. Simplemente supuse que tú también habrías nacido en Turnabout.

Zac: Pues no. Nací en Oregón.

A Vanessa le extrañó mucho. Ashley nunca le había comentado nada de Oregón.

Ness: Comprendo. Eso quiere decir que tu familia vivía allí antes de que naciera Ashley...

Zac: Quiere decir que mis padres estuvieron separados una buena temporada, aunque volvieron a juntarse cuando nací yo. Y ahora, ¿me dirás dónde tienes guardada esa madera? ¿O tendré que buscarla yo por toda la tienda?

Vanessa decidió ceder y caminaron hacia el establecimiento. Una vez dentro, se dirigieron al almacén; aunque estaba oscuro y no podían ver demasiado, se alegró al observar que la mayoría de las cosas estaban donde las había dejado y que no habían sufrido grandes daños.

Encendieron unas cuantas velas y la sala quedó iluminada enseguida.

Ness: Ahí tienes los tablones. Ashley y yo los compramos para hacer varias estanterías, pero no tuvimos tiempo -dijo, mientras le pasaba la caja de herramientas-.

Zac: Pues nos van a venir muy bien.

Vanessa se fijó entonces en los cristales que llenaban el suelo y dijo:

Ness: Qué desastre. Aunque supongo que no debería quejarme, porque podría haber sido mucho peor.

Zac: Yo no he dicho nada...

Ness: No, pero por el tono de tu voz es evidente que me has tomado por una quejica.

Zac: Créeme, no estoy en posición de juzgar a nadie.

Zac se puso manos a la obra y en pocos minutos había tapado la ventana rota del almacén con varios tablones. Cuando terminó, vio que Vanessa estaba intentando barrer los cristales.

Zac: Tal vez deberías dejarlo para mañana. Ahora no hay luz suficiente.

Ness: Soy perfectamente capaz de limpiar el suelo de mi tienda.

Zac: No lo dudo. Y al parecer, también eres capaz de fabricar estanterías. He notado que has dicho que Ashley y tú pensabais hacerlas, no que tuvierais intención de encargárselo a un carpintero. Me sorprendes.

Vanessa volvió a cruzarse de brazos y lo observó. Zac Efron siempre había sido un hombre enormemente atractivo; pero en ese momento, con una chaqueta de cuero, el pelo revuelto y las manos ocupadas con los clavos y el martillo, resultaba más sexy que nunca.

Ness: Eres un machista.

Zac: Si con eso pretendes decir que creo que los hombres deben proteger a las mujeres, lo soy.

Ness: ¿Es que crees que las mujeres no son capaces de protegeros a vosotros?

Zac: Yo no he dicho eso.

Ness: ¿O tal vez crees que los hombres no deben proteger a otros hombres ni las mujeres a otras mujeres? -continuó preguntándose-.

Zac: No te equivoques, Vanessa. No solamente no estoy diciendo eso sino que además sé mucho más de lo que crees sobre ese tema. Me consta que hay hombres capaces de hacer cualquier cosa por proteger a otros hombres.

Vanessa se estremeció. Resultaba evidente que la declaración de Zac ocultaba algo oscuro y secreto.

Ness: ¿Hablas por propia experiencia?

Pensó que Zac no contestaría a la pregunta. Pero la miró con una intensidad que la llenó de una extraña tristeza y dijo:

Zac: Sí. Hablo por experiencia.




Espero que os haya gustado el capi. Un poco triste por el huracán y todo eso. Pero ya más adelante se pondrá interesante.
¡Seguid comentando!

A otra cosa...
¡Feliz navidad a todas y que lo paséis muy bien esta noche!
Espero que hayáis sido buenas si no, Santa Claus os traerá carbón XD.

HAPPY HOLIDAYS!


viernes, 21 de diciembre de 2012

Capítulo 4


El corazón de Vanessa se detuvo. Aly no estaba en la habitación. Desesperada, miró debajo de la cama, aunque sabía que lo único que cabía en tan poco espacio eran las cajas donde guardaba las fotografías. También comprobó el armario, pero dentro solo había un montón de ropa que raramente se ponía.

Ness: ¿Aly?

Se acercó a la ventana del dormitorio para ver si la veía en el exterior del edificio, pero justo entonces la rama de un árbol cercano golpeó en el cristal y se asustó. Además de llover, se había levantado mucho viento.

Zac: Aléjate de la ventana.

Zac la agarró por la cintura para impedir que perdiera el equilibrio con el susto, pero ella se apartó y siguió llamando a su sobrina. La sirena de emergencia no había dejado de sonar y el cielo se había oscurecido tanto que parecía de noche.

Ness: No está en la casa -dijo presa del pánico-. Tengo que encontrarla...

Zac: Pero si ni siquiera estás calzada. Déjalo, iré yo -dijo con voz firme-. Y quédate en casa. No puede estar muy lejos.

Zac acababa de salir del dormitorio cuando Vanessa se dirigió a su habitación, se puso unas zapatillas de deporte y lo siguió.

Por supuesto, se puso empapada en cuestión de segundos. Además, entre el sonido del viento y el de la sirena era prácticamente imposible que Aly oyera sus gritos.

Como Zac había tomado el camino de la parte delantera de la casa, ella decidió ir a buscar por la zona de la playa. Pero no encontró a su sobrina, aun¬que buscó por todas partes.

Ness: ¡Aly!

Al cabo de un rato, decidió regresar a la casa. Es¬taba tan mojada como si se hubiera caído al mar, y las zapatillas se le habían llenado de arena. Recobró el aliento, se dirigió al salón y miró a la calle.

Zac estaba allí, frente a la casa, solo.

La mujer volvió a salir y dijo:

Ness: No estaba en la playa, aunque dudo que se haya marchado por allí.

Zac: Te dije que te quedaras en la casa...

Ness: Lo sé, pero tenemos que encontrarla.

Zac: No te preocupes, la encontraré.

En ese momento se oyó un fuerte trueno y Zac maldijo y la apartó de la palmera bajo la que se habían guarecido. Unos segundos más tarde, un rayo cayó sobre ella y empezó a arder.

Asombrada, Vanessa se llevó una mano a la boca. En otras circunstancias se habría quedado helada, incapaz de reaccionar, pero su sobrina había desaparecido y no podía dejarse llevar.

Zac: No puede haber ido a la ciudad, porque tardaría demasiado. Si es lista, habrá buscado algún lugar donde protegerse de la lluvia.

Vanessa se estremeció y asintió.

Ness: Iré contigo.

Zac la miró con cara de pocos amigos, pero permitió que lo acompañara y se dirigieron hacia la carretera principal. Ella se sentía muy agradecida por contar con su ayuda; aquella situación la desbordaba.

Siguieron caminando varios minutos, que a Vanessa se le hicieron horas, bajo una lluvia tan intensa que parecía caer de todas partes. El cielo estaba completamente cubierto y la oscuridad era casi absoluta, aunque todavía faltaban varias horas para que se hiciera de noche.

Zac: Maldita sea...

Zac maldijo porque habían estado a punto de meterse en una especie de torrente. Vanessa se quedó asombrada; el camino que habían tomado debía de ser un viejo cauce de un arroyo, pero nunca se había dado cuenta porque jamás había llovido de aquel modo.

Cuando intentó apartarse, tropezó con él y estuvo a punto de caer.

Ness: Oh, lo siento...

Zac ni siquiera la miró. Se limitó a decir:

Zac: Allí. -Estaba apuntando hacia una vieja choza que, según Ashley, habían levantado las personas que construyeron la casa donde vivía-. Quédate aquí. Voy a echar un vistazo dentro.

Vanessa obedeció. Siempre había estado acostumbrada a valerse por sí misma, pero esa vez decidió no poner ningún pero.

Zac empezó a cruzar el torrente; el agua le llegaba hasta las rodillas y avanzaba lentamente, sin detenerse en ningún momento. Poco después, el vendaval arrancó parte del tejado de la choza, que fue a parar a escasos metros del hombre. Pero ni aun así se detuvo.

Cuando por fin llegó a la edificación, entró. Apenas un minuto después, volvió a salir con Aly en brazos y cruzó de nuevo el torrente.

Zac: Está bien, no te preocupes. Venga, volvamos a la casa...

Regresaron tan deprisa como pudieron. El tiempo estaba empeorando por momentos, como si la isla estuviera sufriendo un huracán.

En cuanto entraron, Zac dejó a la adolescente y Vanessa la abrazó con fuerza.

Ness: Menos mal que no te ha pasado nada...

Zac: Este sitio no es seguro. Deberíamos irnos a...

Zac no terminó la frase. El viento abrió la puerta de la casa y Vanessa se acercó a cerrarla. Echó un viejo pestillo de hierro que nunca había utilizado hasta entonces y que parecía muy resistente; pero aun así, la madera no dejó de crujir y de golpear contra el marco violentamente.

Zac empujó el sofá del salón y lo puso contra la puerta. Después, dijo:

Zac: Así nos aseguraremos de que no se vuelve a abrir. La última vez que oí la sirena de la isla, yo tenía diez años. Fue algo terrible. La gente se refugió en el sótano del instituto.

Un trueno hizo temblar toda la casa. Por fortuna, el camino que se había convertido en torrente se encontraba a cierta distancia, pero sabía que tendrían que cruzarlo si querían ir a la ciudad.

Ness: Pero no podremos llegar al instituto...

Zac: Entonces, vamos al cuarto de baño.

Vanessa notó que su sobrina estaba temblando y le puso una toalla sobre los hombros en cuanto entraron en el servicio.

Zac: Meteos en la bañera -ordenó. Las dos mujeres se metieron dentro. Zac quiso encender la luz, pero se había cortado-. ¿Tienes velas, o una linterna?

Vanessa comenzó a frotar el cuerpo de Aly. Todavía estaba temblando, pero afortunadamente se encontraba sana y salva.

Ness: Hay una linterna en la cocina, en alguna parte. Es posible que esté en el cajón de abajo, junto al horno. Y si no recuerdo mal, hay unas cuantas velas en la cómoda de mi dormitorio.

Zac: Está bien.

Zac se marchó y Vanessa abrazó a su sobrina. En otro momento le habría dicho unas cuantas palabras sobre la ocurrencia de marcharse con semejante clima, pero no era el momento adecuado.

Ness: No nos pasará nada, descuida -dijo intentando tranquilizarla-.

Aly: Se suponía que esta isla es paradisíaca...

Vanessa nunca se lo había planteado de aquel modo. Cuando decidió quedarse a vivir allí no estaba buscando un paraíso, sino únicamente un lugar tranquilo y pacífico.

Ness: ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? -Aly negó con la cabeza-. Gracias a Dios...

Zac regresó enseguida. Le dio a Vanessa la linterna y le dijo a Aly que pusiera las velas en la encimera de la bañera. También había recogido una garrafa llena de agua que Vanessa había dejado sobre la mesa de la cocina porque el frigorífico estaba lleno. La dejó en el suelo y volvió a marcharse.

Aly: Se quedará con nosotras, ¿verdad? -preguntó asustada-.

Ness: Por supuesto que sí -respondió cerrando los ojos-. Zac no nos dejará.

No tardaron mucho en averiguar por qué se había marchado otra vez. Cuando apareció, llevaba una manta, varios jerséis y el colchón de la habitación de invitados.

Vanessa no sabía qué la sorprendía más, si el hecho de que hubiera rebuscado en sus cajones para encontrar los jerséis o la habilidad para introducir el colchón en un cuarto de baño particularmente pequeño.

Zac le pidió que se apartara y un segundo después, para asombro de la mujer, se introdujo en la bañera con ellas, colocó el colchón a modo de pared y no contento con eso se quitó la camisa, totalmente empapada, y la tiró al suelo.

Aly: Esto empieza a ser inquietante -susurró acurrucada en una posición imposible para hacerles sitio-. Si empezáis a quitaros la ropa, me voy de aquí.

Ness: Aly, Zac está tan empapado como tú.

Aly gruñó, pero no dijo nada más.

Entonces, Zac agarró un extremo de la manta y comenzó a frotar a Vanessa tal y como ella lo había hecho antes con su sobrina.

Ness: No, espera... Tú también debes de estar helado.

Zac no dijo nada, pero Aly no pudo resistirse a la curiosidad:

Aly: ¿Por qué has traído mi colchón?

Zac: Para cubrirnos con él si es necesario.

Aly: ¿Bromeas? -preguntó alarmada-. Vanessa, ¿es que la casa va a salir volando o algo así? Estamos en Turnabout, no en una isla del Caribe...

Vanessa abrazó a Aly, que temblaba casi tanto como ella, y Zac lo hizo con Vanessa.

Durante unos segundos, se sintió inmensamente aliviada. Su antiguo amor había conseguido encontrar a su sobrina y todos estaban, al menos momentáneamente, a salvo.

Parecía que el cielo se iba a derrumbar sobre ellos. La puerta se había quedado abierta y Vanessa miraba hacia el pasillo y contemplaba los destellos de los rayos mientras contenía la respiración.

Aly: Enciende la linterna, por favor -rogó-. Está muy oscuro...

Vanessa la encendió e hizo un esfuerzo por mantener la calma. Ella misma estaba al borde de un ataque de nervios, pero no se podía permitir semejante lujo. Intentó concentrarse en lo más cercano, en la sólida y tranquilizadora presencia de Zac y en la vulnerable y temblorosa Aly, que se apretaba contra ella buscando calor.

A fin de cuentas, no era la primera vez que se enfrentaba a una gran tormenta. Aquélla era la peor, desde un punto de vista climatológico, que había sufrido; pero las emocionales eran mucho más problemáticas y sin embargo, se las había arreglado para sobrevivir a ellas.

Más o menos.

Volvió a mirar a Zac e inesperadamente fue consciente de lo íntimo de aquella situación. A pesar de que la manta y su ropa estaban mojadas, podía sentir el duro, ancho y perfecto pecho del hombre contra la espalda. Un pecho merecedor de situaciones bastante más cálidas.

En ese preciso instante, los truenos y los rayos cesaron. Fue como si el mundo se hubiera detenido, como si el cielo también estuviera conteniendo la respiración.

Zac le acarició una mejilla y Vanessa se estremeció. Un simple contacto había bastado para que comprendiera que el calor que sentía junto a él no se debía a la tranquilidad que le proporcionaba en semejantes circunstancias, sino a algo más profundo.

Suspiró, sin poder evitarlo, y él pasó un dedo por su barbilla y acarició levemente el borde de su boca.

Imposibles recuerdos de sus caricias y de su cuerpo inundaron la mente de Vanessa. Imposibles, porque Zac la había rechazado años atrás. Imposibles, porque las únicas relaciones sexuales que había mantenido con él eran sueños de su imaginación, deseos.

Zac: Estamos en el ojo de la tormenta -anunció con firmedad-.

Zac apartó la mano de la cara de Vanessa y le pasó la manta por encima de los hombros. Ella se estremeció una vez más al sentir su respiración, o tal vez fue por el tremendo rayo que iluminó todo el lugar.

Aly soltó una especie de gruñido, que en realidad era una risa histérica, y la casa empezó a temblar y a crujir como si estuviera a punto de reventar.

Zac maldijo en voz alta, les pidió que se acurrucaran en la bañera y situó el colchón por encima de sus cabezas.




¡El fin del mundo!
Para nosotros no, pero al parecer para ellos sí.
Espero que no vuele la casa con ellos dentro :s

¡Comentad para saber como sigue!
Bye!
Kisses!

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Capítulo 3


Vanessa se sintió sorprendida, aliviada y algo decepcionada cuando llegó a la tienda y vio que Zac no estaba allí. Pero no quiso pensar en ello; sabía que se encontraba en la isla con el único propósito de lograr que su sobrina volviera con sus padres y que no permanecería mucho tiempo.

Aly, en cambio, estaba sentada encima del mostrador, junto a la caja registradora, mascando chicle y observando sus botas mientras movía los pies.

Ness: ¿Ha venido algún cliente?

Aly: No.

Ness: ¿Ha llamado alguien?

Aly: Tampoco.

Ness: ¿Has visto a algún gorila vestido con un tutu rosa?

Aly levantó la mirada y sonrió.

Aly: Sí.

Vanessa devolvió la sonrisa a su sobrina y decidió que aquélla era una buena ocasión para sacar el tema de su huida.

Ness: Aly...

Aly: No quiero hablar de ello -la interrumpió-. No pienso volver.

Ness: Mira, no he querido presionarte con ese asunto; pero tal vez si le dieras una oportunidad a Bendlernaier...

Aly: ¿Una oportunidad? ¿Como tú se la diste? Oí cómo le decías a ese viejo que ni siquiera terminaste tus estudios allí.

Ness: Se llama Zac, no es viejo, y yo aguanté tres años en Bendlernaier antes de marcharme. Pero no se trata de mí, sino de ti.

Aly negó con la cabeza, saltó del mostrador y se dirigió a uno de los estantes. Una vez allí, tomó uno de los objetos en venta y lo miró con curiosidad.

Aly: ¿Cómo es que no te has casado, tía Vanessa?

Ness: No lo he hecho porque nadie me lo ha pedido.

Aly: ¿Es que crees que hay que esperar a que te lo pidan? Mi madre se lo pidió a mi padre, por ejemplo.

Vanessa no lo sabía, pero no le sorprendió en absoluto. Miley siempre había sido una mujer independiente que no esperaba a que otros tomaran decisiones por ella.

Ness: No, claro que no creo que haya que esperar. Pero en cualquier caso, no he conocido a la persona apropiada.

Aly: ¿Tienes novio o amante?

Ness: No. ¿Y tú?

Aly: Tampoco. Pero de todas formas, mis padres no dejarían que saliera con nadie. Temen que me acueste con alguien y me quede embarazada como una chica de mi instituto... Qué estúpida. ¿Es que no había oído hablar de la píldora ni de otros métodos anticonceptivos? -se preguntó en voz alta-. Pero volviendo a ti, tengo la impresión de que le gustas a Zac.

Ness: Esta conversación empieza a incomodarme. Zac no está interesado en mí, y por otra parte, no se va a quedar en la isla.

Aly: Pero no ha dejado de mirarte durante la comida...

Vanessa pensó que no la miraba porque se sintiera atraído por ella, sino porque estaba sorprendido y se preguntaba qué había pasado con la adolescente atrevida, independiente y original que había conocido.

Ness: Aly...

Aly: ¿Fuisteis novios?

Ness: No, no lo fuimos. Es amigo de tu padre, Aly.

Aly no hizo ningún comentario al respecto. Se limitó a inflar una pompa con el chicle y a reventarla en el interior de la boca.

Ness: ¿Qué te parece si hablo con tu padre e intento convencerlo para que no te envíen a Bendlemaier? -continuó-. ¿Volverías entonces a casa? Ten en cuenta que estamos en mitad del curso académico y estás perdiendo muchas clases.

Aly: Bueno, puedo ir a clase aquí.

Ness: Eso no es lo que...

Aly: Creo que esta tarde hemos pasado por delante de un instituto, ¿verdad?

Ness: Sí, pero es para los chicos que viven en la isla.

Aly: Vaya, ya veo que tú también quieres librarte de mí.

Vanessa suspiró, desesperada.

Ness: Aly, nadie quiere librarse de ti, pero tu sitio está con tus padres. Sea cual sea el problema, seguro que se puede encontrar alguna solución.

Aly: Mi padre dice que no has hablado con los abuelos desde hace más de diez años.

Vanessa pensó que Will y Miley hablaban demasiado.

Ness: Es verdad, pero tus padres no se parecen nada a George y Lily. Por fortuna para ti, debo añadir.

Aly: Puede ser. Pero si encontrar soluciones es tan fácil como dices, ¿por qué no has solucionado tu problema con ellos?

Ness: Aly....

Aly: No importa. Si quieres que me marche, me iré.

Aly salió de la tienda y su tía la siguió. Había empezado a llover y el aire se había cargado.

Ness: Yo no he dicho que quiera que te marches.

Aly: Pensé que yo te importaba... pero está visto que no le importo a nadie.

Aly hizo gesto de alejarse, pero Vanessa la agarró de los hombros y la detuvo.

Ness: Les importas a todos, Aly. Tus padres estaban muy preocupados cuando hablé con ellos.

Aly: Oh, sí... Por eso han venido a la isla -dijo con ironía-.

Vanessa pensó que había acertado con ella. Aunque se hubiera escapado de casa, en el fondo esperaba que sus padres fueran a buscarla.

Ness: Les has asustado, Aly, porque han creído tus amenazas. Pero no te equivoques al respecto: están deseando que vuelvas con ellos, que regreses a tu hogar.

Aly movió la cabeza en gesto negativo. La lluvia había oscurecido su cabello rubio, que ahora tenía pegado a la cara. Parecía increíblemente joven y vulnerable.

Aly: ¿Por qué? De todas formas, nunca están allí. Se pasan la vida trabajando.

La sobrina de Vanessa se alejó entonces.

Ness: ¿Adonde vas?

Aly siguió andando y ni siquiera se volvió.

Zac: No irá lejos, tranquila. Además, Dave no saldría con el trasbordador con un tiempo como éste.

Ness: ¿De dónde has salido? -preguntó sobresaltada, al oír la profunda voz de Zac-.

Zac sonrió.

Zac: Me detuve un momento en la oficina del sheriff para saludar a Sam y os he visto por la ventana.

Ness: Tal vez debería ir a buscarla...

Zac: Tal vez. Busca un paraguas y vuelve pronto. Sam me ha dicho que el tiempo va a empeorar. -Vanessa dudó-. Venga, no te preocupes. Ve a buscarla y yo cerraré la tienda.

Veinte minutos más tarde, cuando Vanessa entró en su casa, estaba lloviendo a cántaros. Todavía no había encontrado a su sobrina, pero se sintió enormemente aliviada al oír que alguien estaba en la ducha.

Agotada, se apoyó en la pared para intentar tranquilizarse. Estaba temblando y no solo porque se había empapado, sino porque el pasado parecía perseguirla.

Permaneció allí unos segundos y después se dirigió a la cocina, donde todavía estaba cuando Aly apareció. Entonces, le tendió una taza con un líquido humeante.

Aly: ¿Qué es? Espero que no sea uno de esos repugnantes tés de camomila que te preparas.

Ness: Es chocolate caliente.

Aly no lo dudó. Se acercó y tomó la taza.

Aly: Está muy bueno...

Ness: No deberías sorprenderte.

Aly: Ten en cuenta que el chocolate que prepara mi madre es asqueroso. Chocolate sin cafeína, sin grasa, sin cacao, sin nada.

Vanessa alzó la taza que se había preparado y sonrió. Miley estaba obsesionada con su figura y alguna vez, estando de visita en su casa, Will se había quejado amargamente de la dieta que mantenían.

Ness: Pues cuando era pequeño, a tu padre le encantaba. Era muy goloso.

Aly: Sí, mi madre siempre dice que me parezco a él. De hecho, lo dice todo el tiempo.

Ness: Will es una gran persona. Parecerte a él no es malo.

Aly: ¿Por qué no has tenido hijos? -preguntó de sopetón-.

Vanessa tomó un poco más de chocolate y encendió la luz de la cocina. Empezaba a oscurecer.

Ness: Hay gente que no ha nacido para ser padre. Pero por fortuna para la especie, Will y Miley no pertenecen a mi grupo.

Aly se tomó el comentario de Vanessa como una referencia a las dificultades que daban los hijos y se marchó sin terminar el chocolate. Unos segundos después, oyó que entraba en su habitación dando un portazo.

Vanessa se maldijo por haber metido la pata y decidió salir al pequeño muelle. El mar, gris oscuro, resultaba amenazador; además, el cielo estaba completamente cubierto y la temperatura había bajado varios grados desde la mañana.

Quiso sentarse en una de las tumbonas, pero estaba mojada y antes tuvo que limpiarla con un paño. Ya se había acomodado cuando, de repente, apareció Zac.

Zac: Tal vez deberías ir dentro. Hace frío.

Ness: Entonces, ¿qué haces dando vueltas por los alrededores de mi casa?

Zac caminó hacia ella, con el pelo revuelto por el viento. Entre su castaña melena no se veía ni una cana, y una vez más se fijó en el ligero moreno de su piel.

Zac: ¿No sientes curiosidad, Vanessa?

Ness: ¿Curiosidad? ¿Por qué? ¿Por la fuga de mi sobrina? Sospecho que hay algo más que su negativa a estudiar en Bendlemaier. Miley me dijo que es una chica muy difícil.

Zac: ¿Sólo sientes curiosidad por Aly? -preguntó acercándose un poco más-.

En ese momento, una ráfaga de viento arrastró un papel por la cercana playa. Aquel detalle bastó para que Vanessa fuera más consciente que nunca de la soledad en la que vivía. De hecho, los vecinos más cercanos se encontraban a dos kilómetros de la casa.

Ness: No, pero es la única concesión a la curiosidad que puedo permitirme.

Zac: Parece que la Vanessa que conocí se ha convertido en una mujer excesivamente cautelosa.

Ness: Esa Vanessa ya no existe -declaró en voz apenas audible-. Aprendió ciertas lecciones y lo hizo de la peor manera posible.

Zac: ¿Qué lecciones?

En ese preciso instante, un sonido increíblemente estridente y alto rompió la tranquilidad de la isla. Vanessa se tuvo que tapar los oídos con las manos.

Ness: ¿Qué diablos es eso? -gritó para que pudiera entenderla-.

Zac la agarró de un brazo y la llevó al interior de la casa a toda prisa.

Zac: Es la sirena de emergencia. Una vieja sirena de la segunda guerra mundial. Ve a buscar a Aly.

Vanessa llevaba cinco años en Turnabout y ni siquiera sabía que la localidad tuviera una sirena para emergencias. Pero aquél no era el momento más apropiado para pensar en esas cosas, de modo que entró corriendo en la habitación de invitados y llamó a su sobrina.

Por desgracia, el dormitorio estaba vacío.



Oh, oh... Se avecinan cosas...
No adelantéis acontecimientos. No estéis tan seguras de que Aly sea la hija de Ness. Dudad, dudad...
Y más que nada; comentad, comentad...
Comentad mucho antes del viernes 21, porque como se acabe de verdad el mundo, os vais a quedar sin saber como sigue XD XD XD.
Es coña, eh. No creo en esas cosas. Pero me gustan los comentarios :-p

Bye!
Kisses!

lunes, 17 de diciembre de 2012

Capítulo 2


Maddie: ¿Será posible? ¿Me engañan los ojos o eres mi sobrino Zac Efron? -preguntó con los brazos en jarras-.

Zac sonrió. Maddie era ciertamente tía suya, aunque por los pelos; el marido de la mujer, ya fallecido, era primo de su madre. Pero en cualquier caso, le sorprendió que siguiera tal y como estaba la última vez que la había visto. Tenía los mismos rizos rojizos, llevaba la misma ropa de colores brillantes y seguía siendo una mujer algo exagerada y de fuerte carácter.

Zac: Bueno, creo que eso es lo que dice mi carnet de conducir.

Maddie se rió, se acercó a él y lo abrazó.

Maddie: Por lo visto, no perdiste tu sentido del humor cuando te marchaste de Turnabout. Pero me asombra que te permitan tener carnet de conducir. Los árboles contra los que estrellaste tu coche aquel día han tardado diez años en recuperarse.

Zac y Aly se rieron.

Zac: No esperaba que me fallaran los frenos, Maddie -se defendió-. Al menos lo estrellé contra los árboles y no contra tu local.

Maddie volvió a reírse y al hacerlo dejó bien claro que había olvidado el asunto. Ya habían pasado veinte años desde el día en que Zac, entonces un adolescente de dieciséis, perdió el control del vehículo que su padre le había prohibido que se comprara. Maddie se enfadó mucho y le obligó a pagar los daños con su trabajo, así que se pasó todo el verano pintando muebles y paredes, limpiando e incluso cuidando a la hija de su tía, Tessa; pero prefería cualquier cosa antes que cuidar de la niña.

Zac se sintió súbitamente culpable por no haber estado en la isla cuando Tessa falleció. Pero ni siquiera se había enterado; lo había sabido tiempo después gracias a un comentario de Ashley en una carta.

Maddie: Pero bueno, entrad... Supongo que habréis venido a comer -dijo la dueña del establecimiento-. Me extraña que te hayas presentado así, de sopetón. Howard no me dijo que estuviera esperando tu visita.

Zac se apartó de la entrada para dejar entrar antes a las mujeres, hizo caso omiso del comentario de Maddie y cambió de conversación.

Zac: Veo que el negocio te va bien. Antes no dabas comidas, solo desayunos...

Maddie: Ahora vienen muchos turistas a la isla y naturalmente tienen que comer -dijo, mientras los conducía a la terraza posterior-. En fin, sentaos donde queráis y disfrutad de la comida. Si empieza a llover, os buscaré un sitio dentro.

Maddie dio una palmadita a Zac en la espalda y volvió al interior del local.

Zac: ¿Dónde queréis que nos sentemos?

Como Aly no se dio por aludida y Vanessa se encogió de hombros, Zac decidió sentarse en el extremo más alejado de la terraza, lo más lejos posible del resto de los comensales. No quería correr el riesgo de encontrarse con más conocidos. Estaba en la isla para limpiar su conciencia, no para renovar viejas relaciones.

Acababan de sentarse cuando una joven camarera se acercó a la mesa, sirvió agua y les tomó nota. En cuanto se alejó, Zac echó un vistazo a su alrededor. Había una pareja de mediana edad, claramente turistas; otra más joven que parecía estar de luna de miel y una mujer sola que mostraba más interés por el resto de los comensales que por su comida.

Aly, mientras tanto, se estaba mirando las uñas con expresión despreocupada. En cuanto a Vanessa, permanecía en silencio.

Al verla allí, a su lado, recordó la fotografía que Will le había enseñado el día anterior; al contemplar la imagen se había dicho que se parecía notablemente a su hermano, pero en ese momento, cara a cara, pensó que tenían muchas diferencias.

Vanessa notó que la estaba observando y se cruzó de brazos. Zac pensó que era una típica reacción defensiva.

Zac: Supongo que ya no necesito preguntarte si Ashley y tú mantuvisteis el contacto cuando terminasteis los estudios en Bendlemaier...

Zac decidió hablar con Vanessa, pero era muy consciente de la reserva y la desconfianza de Aly. Will ya le había advertido al respecto.

Ness: Yo no terminé mis estudios en Bendlemaier, pero efectivamente mantuvimos el contacto. Habíamos hablado muchas veces sobre la posibilidad de abrir una tienda y decidimos hacerlo cuando se presentó la oportunidad.

Al pensar en lo mucho que había cambiado Vanessa, Zac se preguntó si Ashley también lo habría hecho. Estaba deseando ver a su hermana pequeña.

En los últimos años había hablado bastantes veces con ella por teléfono, pero no la había visto desde hacía una década y todavía recordaba su gesto de confusión y dolor cuando le dijo que no pensaba regresar a Turnabout. Se sentía culpable por ello y la llamaba siempre que podía o le enviaba dinero cuando lo necesitaba. Era una forma como otra cualquiera de aliviar su conciencia. Y durante mucho tiempo casi había conseguido convencerse de que funcionaba.

Sin embargo, no había regresado a la isla por su familia; de modo que volvió a observar a Vanessa. Llevaba un vestido de color caqui bajo el que se veía una camiseta blanca sin mangas. No llevaba más objeto que un reloj en la muñeca izquierda y habían desaparecido todos los brazaletes, los pendientes y los collares que solía ponerse en la adolescencia.

Will le había advertido que tendría que verla porque Aly estaba en su casa, pero Zac no esperaba sentirse atraído por ella.

Zac: Antes llevabas el pelo más largo, ¿verdad?

Zac recordaba perfectamente aquella melena de color negro ébano, brillante y tan bella que volvía locos a los hombres.

Ness: En efecto -respondió, ligeramente ruborizada-. En cambio, tú estás como siempre. Algo más viejo, claro, pero como todos.

Aly: Tantos recuerdos del pasado me están produciendo ganas de vomitar -intervino-.

Zac: Pues contén las ganas. No me gustaría que nos arruinaras la comida.

Aly lo miró con cara de pocos amigos y Zac sonrió. La joven le recordaba mucho a la Vanessa que había conocido.

Aly: Oh, piérdete -protestó-.

Vanessa miró a su sobrina y acto seguido a Zac. Cuando sus miradas se encontraron, se ruborizó de nuevo y se humedeció los labios con la lengua para decir algo, pero la camarera regresó en aquel momento con la comida que habían pedido.

Zac se sorprendió. Nunca la había visto ruborizarse de aquel modo, aunque no se habían encontrado desde la fiesta de la boda de Will. Todavía recordaba lo mucho que se había enfadado con ella por su actitud provocativa, pero recordaba aún más lo mucho que se había enfadado consigo mismo. A fin de cuentas, la juventud de Vanessa excusaba sus acciones. En cambio, él no podía apelar a la falta de experiencia.

Aly: ¿Podrías pasarme el tomate?

Zac se lo pasó.

Zac: ¿Te gustan las patatas fritas con tomate?

Aly: Sí.

Zac: A mí también.

Aly lo miró con desdén. Vanessa, mientras tanto, ya había empezado a dar buena cuenta de la ensalada que había pedido.

Aly: ¿Cómo es que no vives en Turnabout si naciste aquí?

Zac: Mi trabajo no me lo permite.

Aly: ¿En qué trabajas?

Ness: Aly, eso no es asunto tuyo -intervino-.

Zac: No, no me importa contestar. Soy espía.

Aly: Sí, ya... -se burló, sin creerlo-.

Zac: Está bien, está bien... -dijo con una sonrisa-. En realidad soy asesor.

Zac había sido sincero al afirmar que era espía, pero la gente no lo creía y prefería una mentira a la verdad.

Aly: ¿Asesor? ¿Qué tipo de asesor?

Zac notó que la chica solo le estaba haciendo preguntas para evitar que la preguntara a ella o a su tía, y le pareció muy inteligente por su parte.

Zac: ¿Dónde has aprendido la técnica del interrogatorio? ¿Te la ha enseñado tu padre? Siempre pensé que si no hubiera estudiado Derecho, Will habría sido un excelente policía.

Aly: Todavía no me has contestado... -dijo sin dejarse engañar-.

Vanessa decidió intervenir y se sumó al peculiar turno de preguntas.

Ness: ¿Qué pasó con tu licenciatura en Derecho?

Zac: Nada. Tengo el título guardado en un cajón, acumulando polvo.

En ese momento apareció una segunda camarera y los interrumpió.

Camarera: ¿Queréis tomar algo más?

Ness: No, gracias, Judy.

La camarera se marchó enseguida.

Zac: ¿Quién es? Me resulta vagamente familiar -observó-.

Ness: Es Judy Vernon. Ayuda a Maddie cuando tiene muchos clientes, aunque en realidad es artista. Fabrica vidrieras de colores y tiene su propio estudio en la isla.

Zac: ¿Vernon?

Ness: Sí. La hermana de Sam Vernon. Creo que lo conociste...

Zac: Por supuesto. Estudiamos juntos en el colegio.

Ness. Pues ahora es el sheriff.

Zac pareció sorprenderse.

Zac: No puedo creerlo. De niños, no dejaba de repetir que quería marcharse de esta isla tan pronto como pudiera.

Ness: Por lo visto, Ashley no mintió al decir que solo habláis de vez en cuando. De otro modo, habrías sabido que Sam es el sheriff.

Aly: Perdonadme, pero me marcho de aquí. Me aburre vuestra conversación de los viejos tiempos.

Ness: ¿Y adonde vas a ir?

Aly: No sé, a tu casa o a alguna otra parte.

Vanessa le dio las llaves a su sobrina, resignada.

Ness: Toma. Ve a la tienda y quédate allí hasta que regrese.

Aly: ¿Me das las llaves? ¿Confías en mí? -preguntó sorprendida-.

Ness: Claro que confío en ti. No piensas irte a ninguna otra parte, ¿verdad?

Aly: No.

Zac pensó que, en cualquier caso, a Aly no le resultaría fácil salir de la isla. Ya había hablado con Dave Martin, dueño del único trasbordador que hacía el trayecto entre el continente y la isla, y le había dicho que no dejaría que subiera a él. Además, los residentes de Turnabout mostraban un curioso desprecio hacia las cosas del mar y nadie poseía más embarcación que alguna barca.

Aly ya se había marchado cuando Vanessa dijo:

Ness: Mi sobrina está en lo cierto. Will te ha enviado a buscarla. No sabía que siguieras en contacto con él.

Zac: Nos encontramos por simple casualidad y me contó que Aly se había escapado.

Vanessa arqueó una ceja.

Ness: ¿Os encontrasteis por casualidad? ¡Qué curioso! Y supongo que también es casualidad que tu trabajo de asesor te permita hacer viajes a pequeñas islas como ésta cuando quieres.

Zac: Ahora estoy de vacaciones.

Zac solo había dicho parte de la verdad. Efectivamente le había pedido a su jefe, Cory, que le diera unas vacaciones porque necesitaba un descanso. Pero la petición de ir a buscar a Aly no había partido de Will, sino del propio Cory. Al parecer, él y el hermano de Vanessa tenían negocios en común.

Ness: Pues creo que habría sido más apropiado que viniera Will en persona.

Zac: Tal vez. Pero tu hermano tiene miedo de que su presencia empuje a Aly a hacer algo aún más drástico que escaparse.

Ness: Sí, bueno... amenazó con marcharse si venía a buscarla. Sin embargo, tendrá que volver a casa en algún momento.

Zac: ¿Te ha dado problemas?

Ness: No, ninguno.

Zac: ¿Te ha contado por qué se escapó?

Ness: No. No confía en mí.

Zac frunció el ceño.

Zac: Eso no es verdad. Aly no se escapó de casa para marcharse a cualquier sitio. Vino a verte.

Ness: Pero lo hizo por curiosidad. Supongo que quería ver cómo vive la oveja negra de la familia.

Zac: Will y Miley me han dicho que quieren enviarla a Bendlemaier.

Ness: Es una institución muy buena.

Zac: ¿Muy buena? Pero si tú la odiabas... Decías que era una especie de prisión.

Ness: Es un buen sitio. Aly es una chica brillante y aprenderá mucho allí -insistió-.

Zac: Claro, por eso lo abandonaste sin terminar los estudios. Me sorprende que tengas tan mala memoria... Hablas exactamente igual que tus padres.

Ness: Ya sé que nunca te gusté mucho, Zac. Pero, ¿realmente me estás comparando con George y Lily?

Zac la miró con impaciencia.

Zac: ¿Se puede saber qué te ha pasado, Vanessa?

Ness: Nada. Simplemente he crecido. ¿Y a ti? ¿Qué te ha pasado? Eres tú quien desapareció tras la boda de Will y Miley.

Zac: Pero no estamos hablando de mí.

Ness: Ni de mí. Hablamos de Aly y de que has venido para llevártela porque Will no se ha atrevido a venir en persona.

Zac: Sabes de sobra por qué. Miley y él prefieren actuar con cautela.

Ness: Lo comprendo, pero a Aly le gustaría que vinieran a buscarla, aunque diga lo contrario. Solo intenta llamar la atención -comentó-. De hecho, me sorprende que Will te haya enviado a ti y no haya venido a salvar a su hija de mi terrible influencia.

Zac: Dime una cosa, Vanessa... ¿Cuánto tiempo hace que no ves a tu hermano?

Vanessa se enderezó en el asiento.

Ness: ¿Eso importa?

Antes de que Zac pudiera contestar, apareció alguien que no esperaba. Su padre, Howard Efron.

Howard: Maddie me ha dicho que estabas aquí y he venido a verlo con mis propios ojos. Supongo que en el infierno deben de estar construyendo muchos iglús, porque dijiste que no volverías a Turnabout hasta que el infierno se congelara.

Zac miró a su padre, un hombre al que había odiado durante tanto tiempo que no recordaba haber sentido nada distinto por él. Seguía siendo tan alto y fuerte como siempre, aunque su pelo había adquirido el color de las canas y sus ojos ya no brillaban del mismo modo. En cuanto a lo demás, seguía con la costumbre de llevar un puro en el bolsillo de la camisa.

Vanessa se levantó entonces y dejó unos cuantos billetes sobre la mesa, para pagar la comida.

Zac: ¿Te vas? -preguntó sin hacer caso a Howard-.

Ness: Sí, voy a casa y luego iré a la tienda.

Zac se levantó de la silla, tomó los billetes y se los devolvió. Después, se apresuró a pagar de su propio bolsillo y a dejar una generosa propina para evitar que Vanessa tuviera ocasión de protestar.

Zac: Déjame que te invite yo. Te veré más tarde en la tienda.

Vanessa se marchó y Zac se preguntó qué habría pensado al ver a Howard Efron. Sin embargo, no supo por qué le importaba lo que pudiera pensar al respecto.

Aquel hombre había convertido la vida de su esposa en un infierno; hasta el punto de que había decidido suicidarse con una sobredosis de pastillas antes que seguir casada con él.

Zac odiaba ser hijo de Howard. Suponía que en los veinte años transcurridos desde su marcha habrían cambiado muchas cosas en Turnabout, pero nada que pudiera cambiar el pasado.

Estaba en Turnabout por una razón concreta: porque su jefe, el responsable de Hollins-Winword, se lo había ordenado. Y esa razón no incluía la obligación de comportarse como el hijo pródigo con Howard Efron, el culpable de la muerte de su madre.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Capítulo 1


Oyó claramente el sonido de un cristal roto. Vanessa cerró los ojos e intentó tranquilizarse, pero no necesitaba tenerlos abiertos para saber que el ruido procedía de la parte posterior de la tienda; conocía cada centímetro de Island Botánica.

Abrió la puerta que separaba el almacén y su despacho de la zona de venta al público y echó un vistazo a su alrededor. Ramos de espliego, romero y amapolas decoraban la sala, y al fondo pudo ver a una adolescente junto a los restos de un florero.

Ness: ¿Te encuentras bien?

Aly: Es el tercer florero que rompo -dijo a punto de llorar-.

Vanessa se relajó al comprobar que no se había cortado.

Ness: Bueno, son cosas que pasan cuando se tiene un suelo de cemento; todo se rompe cuando se cae. Ashley y yo solíamos bromear con ello y decíamos que sería mucho más conveniente un suelo de espuma.

Aly: Lo siento, Vanessa. Mi padre pagará los desperfectos.

Vanessa sintió una punzada en el corazón. Desde que Aly había aparecido en la puerta de la tienda, dos días antes, aquélla era la primera mención que hacía de sus padres. De hecho, había tenido que insistir en que llamara a Will y a Miley para que supieran dónde se encontraba su hija.

Ness: No seas tonta, no hace falta.

Aly: Claro que sí. Papá siempre dice que Ashley y tú apenas lográis sobrevivir con el negocio, y no quiero empeorar tu situación con este tipo de cosas.

Ness: Un florero más o menos no cambia nada -comentó con ironía-. En serio, no pasa nada... ¿por qué no vas a descargar las cajas que ha traído el proveedor? Luego podríamos tomarnos un descanso y comer algo. -Limpió los restos del florero con una escoba y un recogedor y los tiró a la basura antes de añadir-: Una de las ventajas de ser tu propia jefa es que puedes comer a la hora que quieras. Podríamos ir al local de Maddie. La comida es magnífica y tal vez podamos sentarnos afuera si deja de llover. Venga, descarga esas cajas y llámame cuando hayas terminado.

Más animada, Aly asintió y se dispuso a cumplir el encargo mientras Vanessa regresaba a la parte delantera.

Era una mañana bastante tranquila, como casi siempre entre semana. Island Botánica era una tienda de hierbas y flores y solo funcionaba bien los fines de semana, cuando llegaban los turistas. Por fortuna, tenían bastantes clientes que hacían encargos por teléfono o correo electrónico. De lo contrario la opinión de Will se habría impuesto, dado que poseía parte del negocio, y el establecimiento que compartía con su amiga Ashley Efron ya habría cerrado.

Comenzó a limpiar los estantes, corrigió la posición de algunos objetos y luego miró a la calle; se alegró al observar que la acera estaba seca, aunque el cielo, cubierto, amenazaba tormenta.

En la isla Turnabout lloviznaba con frecuencia, pero las nubes que cubrían la zona durante los últimos días no eran tan habituales; habían aparecido justo cuando llegó Aly, como queriendo compartir la turbación que sintió Vanessa al ver a su sobrina. Se había escapado de casa y había decidido ir con ella a la tienda, aunque todavía no sabía por qué.

Unos segundos después, sonó la campanilla de la puerta, una señal inequívoca de que había entrado un cliente. Y casi al mismo tiempo, Aly salió del almacén y dijo:

Aly: Tía Vanessa, ya he terminado. Si quieres que...

Aly no terminó la frase.

Ness: Magnífico, Aly. Espera un momento mientras termino lo que estoy haciendo y enseguida... -También se detuvo en seco al ver al hombre que acababa de entrar. Se llevó tal sorpresa que a punto estuvo de tirarlo todo-. ¿Zac?

Aly: Se lo advertí, les advertí que no vinieran a buscarme -intervino nerviosa-. Así que han decidido enviarte a ti... No soy tonta, ¿sabes? Sé quién eres porque te he visto muchas veces en las fotografías de la boda de mis padres.

Zac arqueó una ceja, como si no supiera a qué se refería.

Ness: ¿Zac? ¿Zac Efron? -preguntó a su vez, sin poder creer que estuviera allí-.

Habían pasado años desde la última vez que lo había visto. Había perdido el contacto con Will después de que se casara y lo único que había sabido de él era lo que le contaba Ashley de vez en cuando.

Zac: Hola, Vanessa. Ha pasado mucho tiempo -dijo con una sonrisa-.

Ness: Sí, mucho tiempo.

Vanessa intentó mantener la calma, aunque aquellos ojos azules y aquellas largas pestañas apenas se lo permitieran.

Aly: Tú eres amigo de mi padre -insistió-.

Zac: ¿Quién es tu padre?

La adolescente se cruzó de brazos con desconfianza y Vanessa decidió intervenir para aclarar la situación.

Ness: Zac, te presento a mi sobrina, Aly.

Zac: ¿La hija de Will? Sí, claro, se parece mucho a él... ¿Está en la isla?

Ness: No. Miley y él siguen viviendo en Washington. Aly, te presento a Zac Efron. Ciertamente, es un viejo amigo de tu padre, pero también es el hermano de Ashley y estoy segura de que ha venido a verla a ella y al doctor Howard, no a buscarte a ti. A fin de cuentas, es de Turnabout. ¿Verdad, Zac?

Zac: Por supuesto. Crecí en la isla -respondió sin dejar de sonreír-.

Aly: Pero seguro que estabas deseando marcharte. Aquí no hay nada que hacer, aunque nos encontremos en California. Si en toda la isla no hay más que cinco coches... Es muy aburrida.

Ness: Aly... -protestó. Sin embargo, miró a Zac y sonrió. Aly tenía razón. La isla era muy pequeña, tanto que nadie necesitaba coches para ir de un lado a otro-. Me temo que Ashley se ha marchado a pasar unos días en San Diego -continuó-. No me dijo que te esperara...

Zac la miró con aquella sonrisa permanentemente fija en sus labios. Por alguna razón, la ponía nerviosa.

Zac: Porque no esperaba mi visita -observó-.

A Vanessa le extrañó un poco su puntualización. Había querido decir que estaba de visita para dejar claro que no tenía intención de quedarse, pero no era necesario en absoluto. A fin de cuentas había ido a ver a su hermana, no a ver a su socia. Aunque habían pasado dieciséis años desde su último encuentro, todavía recordaba que no tenía muy buena opinión de ella.

Ness: Aly y yo estábamos a punto de salir para tomar algo en la taberna de Maddie. Si quieres venir con nosotras...

Zac la miró con gesto pensativo y Vanessa se preguntó qué diablos estaba haciendo. No tenía la costumbre de invitar a comer así como así a ningún hombre. Aunque fuera uno del que había estado total y locamente enamorada. Aunque fuese el hermano de su mejor amiga.

Ness: Sin embargo, supongo que tendrás prisa por ir a ver a tu padre -continuó-. Vi al doctor Howard esta mañana, cuando abrí la tienda. Su consulta está... Qué tontería, sabes de sobra dónde está.

Zac: No, no hay prisa. Te acepto la invitación a comer.

El corazón de Vanessa se detuvo durante una milésima de segundo. Al parecer, su presencia seguía afectándola de igual modo.

Ness: Excelente.

Aly suspiró, evidentemente molesta con la invitación a Zac, y Vanessa pensó que debía mejorar sus modales. Pero acto seguido se dijo que ella había sido aún peor a su edad y recordó las palabras que solía dedicarle su madre, Lily, para condenar su supuestamente atroz comportamiento.

En realidad, la actitud de Aly no era atroz en absoluto. Simplemente era una adolescente con problemas que se había marchado de casa para ir a ver a una tía a la que apenas conocía. Debía encontrar la forma de convencerla para que volviera con sus padres, tan pronto como fuera posible, pero sin presionarla.

Entonces notó que los dos la estaban observando con atención y sonrió. Resultaba evidente que esperaban que dijera algo.

Ness: Sí, claro, la comida... Esperad un momento.

Vanessa fue al almacén a recoger el bolso y las llaves del local y regresó en cuestión de segundos. Aly y Zac se miraban el uno al otro con incomodidad y pensó que tenerlos juntos en la misma mesa no iba a ser precisamente fácil.

Aly la miró con ironía, como si fuera perfecta¬mente consciente de lo que estaba pensando, y Vanessa se estremeció. Por mucho que quisiera negarlo, no había duda alguna de que todavía lo deseaba.

Acababan de salir a la calle, cuando Aly aprovechó que Zac se había adelantado para comentar a su tía, en voz baja:

Aly: No me importa de quién sea hermano. Te apuesto un millón de dólares a que lo ha enviado mi padre para que me lleve de vuelta a casa.

Vanessa alzó los ojos al cielo. Seguía totalmente cubierto y pensó que no habría sido extraño que un rayo cayera sobre ella en aquel instante; la presencia de su sobrina y de su antiguo amor ya había complicado bastante las cosas.

Ness: No tienes un millón de dólares -le recordó-. Pero sí, es posible que haya venido por tu padre.

Aly: Pues no pienso volver.

A pesar de que Vanessa había intentado tranquilizarla por la presencia de Zac, nunca había creído en las coincidencias. Resultaba muy extraño que apareciera en la isla en aquel momento, así que supuso que la hipótesis de Aly podía ser correcta.

Pensó que su sobrina volvería a casa por mucho que se empeñara en lo contrario y volvió a mirar al cielo. Acababa de oír un trueno y el ambiente se había cargado de electricidad.

Zac: La tormenta está a punto de alcanzarnos -dijo, que seguía unos metros más adelante-.

Vanessa aceleró el paso hacia el establecimiento de Maddie Dickens. En lo relativo a ella, la tormenta ya había llegado.




Ooooh... ¿Se van a llevar a la sobrina de Ness? Con lo que ella la quiere...
No hombre, Zac no te la lleves. Que estamos todavía en el capítulo uno. Espérate al siete o al ocho XD.
Seguid comentando, que ya veréis como se pone interesante.

¡Hoy es el cumpleaños de Nessi! ¡Felicidades! 24 Añazos ya. Todos envejecemos v.v. XD XD
¡Zac, tio! ¡Preséntate en su casa y pídele que vuelva contigo! Que con el pringao que esta saliendo, seguro que no lo duda XD XD.

¡Comentad!
Bye!
Kisses!

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Prólogo


Basta. Ella se sintió aliviada al reconocer la ronca voz que había surgido de la oscuridad. Aprovechó la momentánea sorpresa de Drake para liberarse y alejarse de la esquina del cobertizo donde la había arrinconado.


Sin embargo, Drake reaccionó enseguida, la aga­rró del pelo y tiró hacia él. Ella gritó de dolor y se torció un tobillo al retroceder.


**: He dicho que basta -repitió la voz. Se encontraba atrapada entre dos sensaciones: el dolor que le causaba Drake al tirarle del cabello y el alivio al comprobar que su estupidez no iba a supo­ner, como había pensado, su fin. De su salvador solo podía ver la punta de un zapato. Pero no necesitaba nada más para recobrar la valentía-.
Suéltame, Drake. Te he dicho que me dejes en paz.


El hombre se rió suavemente.


Drake: Pero si teníamos un trato, pequeña. ¿O es que ya no lo recuerdas?
 

**: Lo teníamos, pero lo he roto. Así que...


Drake volvió a tirarla del pelo, esa vez con más fuerza, y ella tropezó y perdió el equilibrio. Intentó poner las manos para frenar la caída, pero no lo consiguió y el golpe fue tan duro que los ojos se le lle­naron de lágrimas. Cuando reaccionó, observó que Drake también estaba en el suelo, intentando levan­tarse.


El hombre que había golpeado a su agresor era muy alto, más incluso que su hermano, Will, que sobrepasaba el metro setenta. La sutil luz de la lám­para le permitió observar el color de su cabello, castaño casi rubio, y el tono ligeramente moreno de su piel. Sin embargo, no era un moreno de hombre con dinero y tiempo libre, como el que cultivaba su padre para contrastar con las prendas blancas de jugar al tenis, sino de un hombre que podía tumbar a un matón de un puñetazo sin hacerse una sola arruga en el esmoquin que llevaba.


*: No te muevas.


A pesar del sonido de las risas y de la música que llegaba del muelle, donde seguía la fiesta de la boda, su voz se podía oír con toda claridad.


Observó a Drake con miedo, pero él se mantuvo en el suelo y se limitó a mirarla a su vez con gesto de reproche, como si todo aquello fuera culpa suya. Vanessa Hudgens pensó que tal vez tuviera razón; últimamente las cosas no le habían salido muy bien y por si fuera poco en ese momento tendría que vérselas con el hombre que la había salvado y al que ya había re­conocido: Zac Efron, el amigo de su hermano mayor.


Zac: ¿Te encuentras bien?


Vanessa pensó que aquella situación resultaba muy irónica. Llevaba dos días intentando llamar su aten­ción, pero no había imaginado que lo conseguiría de un modo tan extraño.


Zac: ¿Te encuentras bien? -repitió. Ella asintió-.
Ve a llamar a la policía. Ah, y dile a tu padre o a tu hermano que venga.

Ness: No.


Zac: ¿Cómo? -preguntó sorprendido-.


Drake sonrió con satisfacción.


Ness: No quiero estropear la boda a Will.


Zac:
Si no querías estropeársela, no deberías haber invitado a tu novio.

Ness: No lo invité. Además, no es mi novio.


Zac: Ya -dijo con desconfianza-.


Drake:
Vamos, Vanessa, no le mientas -intervino-.

Ness: Cierra la boca, Drake.


Vanessa intentó levantarse, pero el largo vestido ajustado que se había puesto no le facilitaba la labor. Zac suspiró con impaciencia, se acercó a ella y la levantó como si ella fuera una niña incapaz de cami­nar por sí misma.


Lo miró a la cara y casi se estremeció. Zac no solo era amigo de su hermano, sino que también era
su padrino. Lo había visto en infinidad de ocasiones y siempre se había sentido atraída por él. Era dife­rente a los demás. Más elegante, más peligroso.

Ness: Márchate, Drake. Si no lo haces, es posible que cambie de opinión y llame a la policía.


Hacía tiempo que Vanessa quería librarse de él. Le había dicho varias veces que la dejara en paz, que su relación había terminado, pero no hacía ningún caso. Incluso lo había amenazado con contárselo a su padre, el honorable juez George Hudgens, aunque sabía que la amenaza no podía ser más inútil. Aquella mis­ma noche, al ver a Drake en la fiesta, había intenta­do hablar con su padre; pero ni él ni la madre de Vanessa, Lily, demostraron el menor interés por dejar de tomar champán con sus amigos y ayudarla.


Drake se levantó del suelo, se pasó una mano por su castaño cabello y sonrió.


Drake: No vas a librarte de mí tan fácilmente. Tú y yo somos iguales.


Ness: No somos iguales en nada.


Zac: Vanessa, haz lo que te he dicho -insistió-.


Miró a los dos hombres y pensó que hablar con su padre sería inútil. En cuanto a Will, ya estaba bas­tante molesto con ella; siempre habían estado muy unidos, pero al haberse casado con Miley, había ini­ciado una nueva vida y la problemática Vanessa no ca­bía en ella.


Drake: Está bien, está bien... Ya me voy.


Ella se alejó, clavando los altos tacones de los za­patos en el suelo, aunque no le apetecía volver a la fiesta. Pero se dijo que la situación no era tan mala como podría haber sido; si hubiera aceptado la invitación de Miley para ser una de las damas de honor, habría tenido que ponerse un vestido de color sal­món como las demás.


Al oír que hablaban, Vanessa se volvió y los miró de nuevo.


Zac: Será mejor que te mantengas alejado de ella -le advirtió en ese instante-.


Drake sonrió.


Drake: ¿Qué pasa? ¿Tú también quieres aprovecharte de una menor de edad?


Zac respondió dándole un fuerte puñetazo en la mandíbula. Drake retrocedió por el impacto, pero sorprendentemente, mantuvo el equilibrio y se alejó del lugar.


Como Zac parecía dispuesto a seguirlo, Vanessa decidió intervenir.


Ness: Déjalo, es un idiota.


Zac: ¿Qué lo deje? ¿Para que vuelva a pegarte?


Ness: No me ha pegado. En realidad...


Vanessa se detuvo un momento antes de terminar la frase. Aunque no había ido tan lejos, no sabía lo que podría haber sucedido si Zac no hubiera aparecido a tiempo. Pero hasta esa noche, Drake se había limitado a cumplir el trato: ella había conseguido que en­trara en su instituto, para que él tuviera acceso como mecánico a los carísimos coches de sus compañeros, y él se comportaba en público como un novio socialmente inapropiado. En privado, en cambio, no le po­nía las manos encima.


Ness: Mira, te agradezco que aparecieras a tiempo. Pero hablaba en serio al decir que no quiero montar una escena en la fiesta.


Zac: Qué curioso. No recuerdo que nunca te haya preocupado montar escenas. ¿Qué han hecho tus padres? ¿Es que te han amenazado con desheredarte si hoy ocurre algo malo?


Ness: Mis padres me amenazan con eso todas las se­manas. En el fondo, creo que se sentirán decepcionados si al final del día no he he­cho nada que los avergüence ante los invitados.


En realidad, Vanessa había sido sincera. No quería estropear la fiesta porque no quería que Will se enfadara aún más con ella.


Zac: ¿Y por eso no quieres pedirles ayuda?


Ness: A decir verdad, ya lo he hecho.


Zac arqueó una ceja.


Zac: ¿Y qué dijeron?


Ella se encogió de hombros.


Ness: Imagínatelo. Si hubieran hecho algo, Drake no habría estado aquí. Pero vuelve a la fiesta... Supon­go que Will estará cortando la liga de su flamante es­posa o algo así.


Zac: ¿Y tú? ¿No piensas volver?


Ness: Las bodas no son lo mío. No es mi estilo.


Zac: Oh, vamos, solo tienes diecisiete años. Todavía no tienes ningún estilo propio.


Ella estuvo a punto de reírse.


Ness: En primer lugar, solo faltan unos meses para que cumpla los dieciocho. Y en segundo, me cono­ces lo suficiente como para saber que mi estilo es causar problemas.


Zac: ¿Eso lo piensas en serio? ¿O te limitas a repetir las palabras de tus padres?


La sonrisa de Vanessa flaqueó.


Ness:
¿Hay alguna diferencia?

Zac: Por supuesto. Y si hay algo que no te gusta en tu vida, debes recordar que eres la única que puede cambiarlo.


Ness:
Mis padres dicen que no cambiaré nunca, que siempre seré igual. -Se sintió un poco mareada. Había bebido demasiado e intentó concentrar la mirada en la bote­lla que yacía en el suelo-. Qué lástima de champán. La botella se rompió cuando intenté golpear con ella a Drake.

Zac: De todas formas, ya has bebido bastante por esta noche.


Ness: ¿Yo? ¿Beber yo? -se burló-. Pero si soy me­nor de edad...


Zac: No hace falta que me lo recuerdes. Ya lo sé. Sin embargo, no deberías beber sola. Algo me dice que viniste al cobertizo para hacer precisamente eso.


Ness: Eres muy perceptivo.


Zac: O tú muy evidente -declaró-. Deberían atarte.


Zac era un hombre impresionante y muy segu­ro, pero Vanessa no se sentía incómoda cuando estaba con él. Bien al contrario, le agradaban aquellos intercambios. Y además, lo deseaba.


Ness: Vamos, Zac... Estoy segura de que bajo esa apariencia seria y estirada late un corazón apasionado.


Vanessa se aproximó a él con la evidente intención de tentarlo. Gracias a sus zapatos de tacón alto, casi le llegaba a la barbilla.


Zac: ¿Se puede saber qué estás haciendo?


Ness: Dándote las gracias de forma apropiada.


Vanessa se puso de puntillas y lo besó en la cara.


Zac: Ya, bueno... De nada -dijo nervioso-.


Sin embargo. Zac no se movió. Permaneció allí, como hechizado; y ya estaba inclinándose sobre ella, a punto de dejarse llevar y de besarla, cuando se apartó inesperadamente.


Zac: Maldita sea, Vanessa... Comprendo que preten­das llamar la atención de tus padres, pero no es necesario que me utilices a mí.


Ness: Me deseas, Zac, lo sé.


Zac: Crece de una vez -dijo irritado-. Solo eres una niña guapa y mimada que no piensa en na­die salvo en sí misma.


Vanessa estaba acostumbrada a que le dijeran cosas similares y nunca se molestaba por ello; pero oírlo de su boca resultó bien diferente.


Ness: Di lo que quieras, pero sé que deseas besarme, tocarme... Créeme, Zac, sé reconocer a los hombres que se interesan por mí.


Zac: ¿Eso es lo que haces en ese instituto para niños ricos al que vas? ¿Convencerte de que provocar una reacción física es lo mismo que despertar el interés de un hombre? Espero que no, porque mi hermana es compañera tuya...


En realidad, Vanessa no era precisamente una devoradora de hombres. Todavía no había hecho el amor con nadie, y por lo demás, su imagen agresiva e independiente era simple y pura fachada.


Ness: No te preocupes por Ashley; sigue siendo tan pura como la nieve -dijo, refiriéndose a la hermana de Zac, con quien compartía habitación-. Pero
dentro de unos meses terminaré los estudios y podré marcharme de esa prisión... Entonces ya tendré die­ciocho años, y tú, ¿cuántos? ¿Veinte, veintiuno? Venga, Zac, ya casi soy mayor de edad. Solo faltan unas semanas.

Zac entrecerró los ojos.


Zac: ¿Qué me estás proponiendo exactamente? ¿Que hagamos el amor en el cobertizo? Mira, eres amiga de mi hermana pequeña y no me importa lo que pienses de mí. Si quieres acostarte con alguien, ve a buscar a ese cretino de Drake; seguramente es­tará escondido entre los árboles. A mí no me intere­sa.


Zac se alejó entonces y Vanessa pensó que había acertado al decir que era una egoísta que solo pensa­ba en sí misma.


Miró hacia el muelle, donde continuaba la fiesta, y una vez más se sintió agradecida. Zac la había salvado de una situación muy comprometida. Ade­más, era el único que había advertido su ausencia, el único que se había preocupado por ella y el único que había decidido ir a buscarla.


Algo angustiada, se quitó los zapatos y desapare­ció en la noche, caminando por el césped. Sabía dón­de habían guardado las cajas de champán, así que pensó que nadie echaría de menos una botella.




Vanessa es una joven buscalíos. Empezamos bien XD.
Creo que es la primer novela donde Vanessa es una buscalíos. Al menos de joven.

Este era el prólogo. Espero que os haya gustado. Evidentemente, la cosa se irá poniendo más interesante XD.

¡Comentad!
Bye!
Kisses!

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