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lunes, 29 de agosto de 2016

Capítulo 19


Ashley movió el jarrón transparente de rosas blancas un par de centímetros a la izquierda.
 
Ash: Ahí.
 
Aunque no veía la diferencia, Vanessa asintió con la cabeza.

Habían transformado la mesa larga de Pasar la página forrándola de lino blanco. Con el buen criterio de Ashley, una serie de jarrones cuadrados llenos de rosas blancas recién abiertas y unas velitas de té blancas en portavelas de plata decoraban lo que haría las veces de barra de postres y champán.

Claire se podía haber opuesto a una boda de blanco, pero su despedida de soltera iba a ser completamente blanca.
 
Ash: Los regalos aquí, la comida aquí, los postres y el champán aquí. -En jarras, Ashley describió un círculo en el Comedor-. Las sillas te han quedado divinas.
 
Ness: Me he sorprendido hasta yo.
 
Habían colocado una de las sillas de respaldo alto presidiendo la habitación. Coronándola había un enorme lazo de tul blanco cuyos extremos caían hasta el suelo. Los asientos, los brazos, las patas estaban tejidos de guirnaldas blancas y rosa pálido.
 
Ash: Siempre se me olvida lo mucho que me gusta organizar cosas para chicas hasta que tengo ocasión de preparar alguna.
 
Taconeando por la tarima con sus fantásticos zapatos rojos, Ashley se acercó a mover un poquitín las velas.
 
Ash: Voy a poner un poco de vino y algo de picoteo en el Salón para que la gente pueda moverse un poco o instalarse donde más le apetezca.
 
Ness: Ya sabes que muchas de las personas que vienen no han visto el hotel todavía. Te vas a pasar la noche enseñándolo.
 
Ash: Me lo imagino. Lástima que aún no haga buen tiempo para salir al Patio. De todas formas, esto ha quedado precioso y nosotras estamos… -dijo al tiempo que se volvía. Se colgó del brazo de Vanessa y se miraron las dos en el espejo enmarcado en oro- divinas.
 
Ness: Totalmente de acuerdo.
 
Ash: Bueno… ¿una copita de champán prefiesta?
 
Ness: No me lo digas dos veces.
 
Entraron en la cocina, donde Ashley sirvió dos copas. Brindó con Vanessa.
 
Ash: Por las damas de honor y las madrinas.
 
Ness: Que somos nosotras.
 
Ash: Y, dentro de ocho meses, haremos una fiesta por el bebé.
 
Ness: Cuatro hijos. Uau -dio un sorbo, luego alzó de nuevo la copa-. Que la fuerza los acompañe.
 
Ash: Ya lo hace. Los mueve el amor.
 
Ness: ¿Tú crees?
 
Ash: Sí -se subió a un taburete-. ¿Cuánto crees que van a poder guardar este secreto? Los dos están absolutamente radiantes.
 
Ness: Muchos pensarán que es por la boda, y en parte es así. Si consigue ocultarlo hasta después de la luna de miel, que es lo que pretende Claire, podrán respirar un poco.
 
Ash: Me cuesta creer que tú pudieras ocultármelo a mí un día entero.
 
Ness: Me moría por contártelo -con su vestido verde de primavera, subió también a un taburete estirándose la estrecha falda-. Habría venido a contártelo todo después del trabajo, pero lo de Zac fue rarísimo.
 
Ash: ¿Qué esperabas? -Como aún la divertía, Ashley se echó hacia atrás y rió-. En serio, entra en la parafarmacia justo cuando estás comprando un test de embarazo.
 
Ness: Una broma cruel del destino.
 
Ash: Pobrecillo. Imagina lo que se le pasaría por la cabeza.
 
Ness: Pues eso, que ni me lo imagino, y suelo entenderlo, pero se puso tan serio… No acabo de entender si estaba cabreado, asustado o qué.
 
Ash: Una mezcla de todo, supongo.
 
Ness: ¿Aun después de habérselo explicado? -Le seguía fastidiando, un poquito-. Los dos nos olvidamos del tema, pero, claro, no estoy segura. Cabreado y asustado porque igual estaba, o no, y no le había dicho nada.
 
Ash: Supongo que tuvo que digerir el «vale, es Claire, pero ¿y si no hubiera sido?», ¿no te pasó a ti?
 
Ness: Puede. Un poco. Pero porque tuve que pensar qué habría pasado de haber sido cierto lo que sospechaba, teniendo en cuenta cómo reaccionó. Ya sabes cómo es Zac. Todo lo planifica. Todo a su tiempo, en su sitio. Es de esos que siempre miran la fecha de caducidad de la leche antes de comprarla.
 
Ash: Yo también.
 
Ness: A lo mejor por eso lo entiendes. ¿Un embarazo no planeado? -puso los ojos en blanco-. Eso sacudiría los cimientos mismos de su plan de vida.
 
Ash: ¿Cuál es su plan de vida?
 
Ness: No sé, pero seguro que tiene uno.
 
Ash: Creo que te equivocas -rellenó las copas-. Lo digo porque él y yo tenemos muchos rasgos y manías en común. Sí, probablemente tenga un plan básico, que comprenda objetivos, logros, eventos, pasos, pero también es capaz de modificarlo. -Levantó una mano y señaló alrededor-. Yo lo he hecho.
 
Ness: Claro que es capaz. -Organizado y eficiente no implicaba inflexible, se dijo. Solo algo… rígido para su gusto-. Vale, ya que jugamos a los «y-si», si hubiera estado comprando ese kit para mí y el resultado hubiera sido positivo, se habría amoldado y modificado el plan desde ahí. El primer paso del nuevo plan habría sido el matrimonio.
 
Ash: ¿Eso te molesta?
 
Ness: No. No. Pero, para él sería lo correcto, lo que toca. No me gustaría casarme porque toca.
 
Ash: Mejor eso a que no toque -señaló-.
 
Ness: Ya sabes a lo que me refiero. Yo querría casarme porque quiero casarme, porque estoy lista, enamorada, entusiasmada con la idea de pasar mi vida con alguien.
 
Aprovechando que estaban allí, Ashley cogió un caramelo de azúcar de un cuenco de la isla.
 
Ash: Dirías que no.
 
Ness: No lo sé.
 
Ash: Yo sí. Dirías que no porque te sentirías obligada a demostrar algo y a dejarlo, ambas cosas en igual medida. -Cruzando las piernas en la otra dirección, Ashley estudió a Vanessa mientras daba otro sorbo al champán-. Puedo cuidar de mí misma y no estás obligado a casarte conmigo. Compartir la responsabilidad del niño, sí, ser parte esencial e integral de la vida del niño, sí, pero sin ninguna obligación contigo, individualmente.
 
Ness: Eso suena muy radical.
 
Ash: Sabes bien que no. Suena a ti: orgullo, prudencia, corazón, entremezclados con traumas infantiles.
 
Ness: ¿Se habrían casado ellos dos si ella no se hubiera quedado embarazada de mí? -Algo triste, le dio un trago al champán-. No lo creo.
 
Ash: De no haber sido así, no estarías aquí preguntándotelo. Tomaron una decisión; tú eres el resultado.
 
Vanessa levantó un hombro.
 
Ness: «La clase práctica de lógica de Ashley Tisdale.»
 
Ash: Suele funcionar. Mira, yo no estaría sentada aquí contigo si Jhon no hubiera tomado una elección, que provocó la mía. Lo he pensado mucho estos meses. Soy feliz aquí, más que cuando estaba con Jhon, cuando pensaba que mi vida seguía su curso conforme a un plan muy sólido, muy de clase práctica de lógica.
 
Vanessa meditó un instante.
 
Ness: Te entiendo, pero, Ashley, Jhon era un gilipollas.
 
Riendo, Ashley alzó su copa.
 
Ash: Sí, pero era mi gilipollas. -Se miró el reloj-. Deberíamos ir sacando el resto de la comida.
 
Apenas habían empezado cuando Claire llamó a la puerta del Vestíbulo.
 
Claire: Sé que llego algo pronto -dijo cuando Vanessa abrió-. He dejado a los críos en la casa nueva, que ya casi es una vivienda habitable. Alex y sus hermanos los van a poner a trabajar. Que Dios los asista a todos. ¡Uau! Madre mía, ¡qué flores!
 
Ness: Espera a ver el Comedor. Dame el abrigo primero. Hemos puesto un perchero en la Lavandería. ¿Cómo vas? Solo estamos Ashley y yo. No ha venido nadie más aún.
 
Claire. Bien. -Riendo un poco, se apartó el pelo dorado de los hombros-. Cuando he vomitado esta mañana, solo podía pensar en que voy a tener un bebé. Alex y yo vamos a tener un bebé. Así que estoy bien.
 
Ness: Se te nota. No me refiero al bebé -aclaró con una risita cuando Claire se llevó las manos a la tripa-. Ven a ver.
 
Cuando arrastró a Claire al Comedor, Ashley se apartó del bufet.
 
Ash: ¿Qué te parece?
 
Claire: Precioso. Ay, precioso de verdad. Las flores, las velas. ¡Me habéis decorado una silla! -pestañeó para poder contener las lágrimas que le llenaban los ojos-. Ya estoy lloriqueando otra vez. No sé si de felicidad o por las hormonas, igual las dos. Me he puesto tonta esta mañana cuando Alex ha fregado los platos del desayuno.
 
Ash: Una novia tiene derecho a ponerse tontorrona en su despedida -aseguró-.
 
Claore: Eso espero, porque me da la sensación de que… Muchísimas gracias por todo. Por todo esto. Por ser mis amigas.
 
Ness: Venga, sigue, que vamos a terminar llorando todas -le advirtió-. Voy a colgar esto.
 
Salió corriendo, colgó el abrigo de Claire al lado de su chaqueta. Cuando volvía, algo la hizo cruzar el Vestíbulo y bajar a los pies de las escaleras. ¿Había oído algo? Fue más una sensación, se dijo Vanessa. Se acercó despacio, alejándose de las voces de Claire y Ashley.
 
La puerta de Elizabeth y Darcy estaba abierta, claro que todas las habitaciones estaban abiertas porque Ashley quería que las invitadas pudieran verlas, disfrutarlas cuando ellas estuvieran ocupadas haciendo de anfitrionas.
 
En E y D, también el balcón estaba abierto. El aire fresco de marzo que soplaba suave en la estancia estaba perfumado de madreselva.

No oyó ni vio nada, sino que volvió a sentir algo. Y lo que sintió fue pena.
 
Ness: Entra, por favor -susurró-. Entra. Sé que estás triste. Debe de ser difícil, muy difícil de aceptar. Zac está buscando a Billy. Puedes estar segura que si alguien puede encontrarlo, averiguar qué paso, ese es Zac. Pero, mientras tanto, estás sola aquí. Sé lo que es, porque yo también me he sentido sola. -Dio un paso más hacia la puerta, esperó-. Pero estaba muy equivocada. Siempre tuve a alguien a quien le importaba, incluso cuando todo parecía tan difícil, tan triste. Tú también. A nosotros nos importas.
 
Titubeó, luego optó por ser impulsiva. Casi todo el tiempo, Lizzy parecía feliz, hasta juguetona. Romántica, se dijo Vanessa. Una joven de carácter alegre.
 
Ness: Tengo un secreto. Creo que te lo puedo contar porque apuesto a que sabes guardar un secreto. Sobre todo un buen secreto como este. Entra, por favor.
 
El balcón se cerró muy despacio.

Dando por seguro que estaba allí, Vanessa se sentó al borde de la cama.
 
Ness: Hoy vamos a celebrar una fiesta abajo. Una despedida de soltera para Claire. -No estaba segura de si las despedidas de soltera eran tradición en la época de Eliza-. Solemos hacerlo. Las mujeres, digo. Una fiesta para celebrar que nuestra amiga se casa. Hay comida, juegos y regalos. Es divertido. Solo algunas de las que vienen esta noche saben el secreto, pero sé que a Claire no le importará que te lo cuente. Tú quieres mucho a Alex, a Claire, a los niños. Van a ser una familia preciosa. Y, dentro de unos meses, serán más. Claire está embarazada. Alex y ella tendrán un bebé el próximo invierno.
 
El aroma aumentó, dulce e intenso como el verano, y caldeó el ambiente.
 
Ness: ¿No es genial? Tú los has visto enamorarse. Todo empezó aquí, en el hotel. Ahora se van a casar aquí, dentro de un par de semanas. Lo que tienen es tan sólido, auténtico, perfecto. Eso no abunda, ¿no te parece? ¿Lo sólido, auténtico, perfecto? Cuesta encontrar a una persona que encaje, te llene, te atrape. No sé cómo decirlo.
 
Bajó la mirada, notó que agarraba fuerte la llavecita que Zac le había regalado. Y, en el dorso de la mano, tenía lágrimas, sus propias lágrimas.
 
Ness: Lo de las hormonas de Claire debe de ser contagioso. No estoy triste. No.
 
Notó que algo le acariciaba el pelo y cerró los ojos admirada del consuelo que le proporcionaba aquella caricia.
 
Ness: No estoy triste -repitió-. Lo que pasa es que no soy tan fuerte ni resuelta como quisiera ser. ¿Cómo arriesga tanto la gente? Tú debes de haber arriesgado mucho por Billy. ¿Cómo se hace?
 
Mientras miraba, una especie de vaho cubrió el cristal de la puerta del balcón. Brilló en él el contorno de un bonito corazón.
 
Ness: Parece sencillo -susurró-. ¿Por qué no lo es? -Se oyeron voces y risas por las escaleras-. Empieza la fiesta. Tengo que bajar. -Se puso de pie, se acercó al espejito para asegurarse de que ya no tenía lágrimas en los ojos-. Deberías venir. Estás invitada oficialmente. No tienes que estar sola -añadió, y bajó con sus amigas, consciente de que hablaba tanto consigo misma como con Eliza-.
 
Se adentró en la fiesta. Sí, disfrutaba de las cosas de chicas cuando tenía tiempo. Vestidos bonitos, buena comida, conversaciones de bodas, hombres, moda y cotilleos.

Más vale que recordara que ella tenía un cotilleo muy jugoso, que solo conocía un puñado de las mujeres asistentes, y una fantasma.

Bebió y sirvió champán, comió minisándwiches y llevó platos a la cocina. Mientras Ashley anotaba con eficiencia los regalos que le hacían a Claire y quienes eran las que los habían traído, ella fue guardando los envoltorios. Amy diseñó un centro de mesa con las cintas y los lazos.

Tonterías y cosas de mujeres. Los aromas, los sonidos sobre el blanco nupcial y las velas titilantes. La novia y futura mamá bebiendo ginger ale en una copa de champán y riendo con los silbidos y vítores cuando abría un picardías negro casi transparente.
 
Rachel: Lo habéis hecho fenomenal, chicas. -En medio del bullicio de algún juego, Rachel le dio un apretón a Vanessa-. No podíais haberlo hecho mejor.
 
Ness: Hemos disfrutado cada segundo.
 
Rachel: Se nota. Claire tiene mucha suerte con sus amigas.
 
Ness: Yo pienso igual de mí misma.
 
Rachel: Eso también se nota. Me parece que no vendría mal otra botella de champán. ¿Me echas una mano?
 
Ness: Claro.
 
Rachel: En realidad, quería hablar contigo un momentito -le dijo mientras entraban en la cocina-.
 
Ness: Vale.
 
Rachel cogió la botella que Vanessa sacó del frigorífico y la dejó en la encimera.
 
Rachel: Soy muy buena madre.
 
Ness: No conozco una mejor.
 
Rachel: Ni la conocerás. -Le devolvió la sonrisa a Vanessa, luego su gesto se suavizó mientras le acariciaba el pelo-. Siempre te he visto como si fueras hija mía, aun antes de que Tracy se marchara.
 
Ness: Ay, Rachel…
 
Rachel: Siempre he supuesto que lo sabías, pero nunca te lo he dicho. Quizá debería haberlo hecho.
 
Conmovida, muy emocionada, Vanessa no pudo más que negar con la cabeza.
 
Ness: Siempre he sabido que podía contar contigo, que podía acudir a ti.
 
Rachel: Eso espero, y confío en que nunca lo olvides. Vanessa, eres una de las lucecitas más brillantes que conozco, para mí, la más brillante. Siento que estas últimas semanas esa luz haya estado apagándose y encendiéndose.
 
Ness: Intento impedirlo.
 
Rachel: No tienes que hacerlo. Sientes lo que sientes.
 
Zac le había dicho exactamente lo mismo, recordó Vanessa. Aquello la consoló, como una caricia en el pelo.
 
Rachel: Ahora me voy a arriesgar a decir algo que llevo muchos años queriendo decir. Tracy era, y aún es, una mujer frívola y egoísta que siempre quería más de lo que tenía y siempre culpaba a otros si no lo conseguía. Si lo conseguía, nunca estaba contenta, nunca le parecía bastante, y siempre era culpa de otros. Tú no te pareces en nada a ella. Te he visto crecer y sé quién eres, lo que eres.
 
Ness: ¿Crees que alguna vez me quiso?
 
Rachel: Sí. -Sin titubear, le apretó la mano a Vanessa-. Sí, te quiso, y creo que aún te quiere. Solo que no lo suficiente.
 
Nes: No lo suficiente podría ser peor que nada en absoluto -murmuró-.
 
Rachel: Puede, pero eso no depende de ti, cielo. No es cosa tuya, sino solo de Tracy. Quiero pensar que eso, en el fondo, lo sabes. A lo mejor aún no lo has descubierto. Entretanto, has elegido bien a tus amigas, y puedes contar con ellas. Aun así, a veces, una niña necesita una madre. Me tienes a mí.
 
Vanessa se echó a sus brazos, la abrazó fuerte.
 
Ness: Ya lo sabía. Siempre lo he sabido, pero me viene bien oírte decirlo. No quiero que te preocupes por mí.
 
Rachel: Gajes del oficio, aunque tú no me preocupas. -Le levantó la cara a Vanessa, sonrió-. Luz brillante. Tú siempre has sabido encontrar tu camino.
 
 
Tras la fiesta, tras la limpieza -y cuando Amy se encargó de las dos invitadas que iban a pasar la noche en el hotel-, Vanessa convenció a Ashley para que la acompañara a su piso para desconectar un rato.
 
Ness: Pies en alto -se dejó caer y puso los pies en la mesa de centro-. Enhorabuena, coanfitriona.
 
Ash: Lo mismo digo. Dios, estoy agotada.
 
Ness: La mitad es descarga de adrenalina. Un subidón.
 
Ash: Cierto, pero la fiesta ha sido la bomba.
 
Ness: Y la boda será otra. -Satisfecha consigo misma, Vanessa estiró los brazos, giró los hombros-. Ahora mismo nos preparo un té, luego podemos hablar de Jannet y de en qué estaría pensando cuando se ha puesto esos pantalones. Hacen que su culo parezca un enorme bistec.
 
Echando la cabeza hacia atrás, Ashley cerró los ojos y rió.
 
Ash: Dios, cierto. Leslie, en cambio, estaba preciosa, y emocionada con su boda. Lástima que reservaran el sitio antes de que el hotel estuviera terminado.
 
Ness: Eres masoquista.
 
Ash: Puede. Christi me ha cogido aparte. Ella y las otras chicas de la librería quieren hacerle una despedida a Leslie. Y ahora quieren hacerla en el hotel. Tengo que hablar con Rachel y pensar en una tarifa para un evento así.
 
Ness: Y yo que me creía adicta al trabajo. -Se levantó, se quitó los zapatos de camino a la cocina, luego se desvió al oír que llamaban a la puerta-. Por favor, que no haya problemas abajo, que no haya problemas abajo -murmuró-. Zac.
 
Zac: He visto la luz. He pensado que podríamos… Hola, Ashley.
 
Ash: Hola. Yo ya me iba.
 
Ness: No, no se iba. Estaba a punto de tomarse un merecido té. Amy se ha quedado a cargo del hotel durante un par de horas. ¿Te apetece un té? -le preguntó a él-. También tengo cerveza.
 
Zac: Tomaré una cerveza. También nosotros nos hemos pegado una buena paliza. Me la puedo llevar si vosotras…
 
Ness: Anda, siéntate. -Lo empujó hacia la silla-. Tanta cortesía me da dentera. Además, me duelen los pies.
 
Zac: Siempre es así de maja -pasó de largo la silla y se sentó en el sofá-. Anoche y esta mañana he tenido un poco de tiempo para investigar -le explicó a Ashley-.
 
Ash: En cuanto pase la boda, juro que le dedicaré más tiempo y te echaré una mano.
 
Zac: No pasa nada. Hoy no he podido ponerme más porque estamos muy liados con la casa de Alex.
 
Ness: ¿Cómo va? -gritó-.
 
Zac: Casi la tenemos. Mucha pintura, retoques, detalles.
 
Ash: Me suena familiar -dijo con una sonrisa-.
 
Zac: Estoy ajustando el planning…
 
Ness: Eso también me suena -intervino desde la cocina-.
 
Zac: Vamos a ir muy justos, pero la tendremos lista para las últimas inspecciones antes de la boda. He estado pensando que podíamos amueblarla durante la luna de miel. No podremos ponerlo todo donde lo quieren, los cuadros y todos los adornos, pero sí podríamos meterles los muebles, equiparles la cocina, esa clase de cosas…
 
Vanessa salió de la cocina con una bandeja en la que transportaba unas tazas de té y un botellín de cerveza. La dejó en la mesita, se inclinó y besó a Zac.
 
Ness: Así eres tú. Así eres tú de detallista.
 
Zac: Estaría bien que al volver pudieran instalarse sin más.
 
Ash: Es una gran idea. Ayudaré en todo lo que pueda -prometió-. Yo sé dónde tiene pensado Claire poner un montón de cosas. Lo hemos hablado.
 
Ness: Ashley tiene una memoria de elefante.
 
Ash: Pero mi culo no es como un tomate enorme.
 
Zac arqueó las cejas al ver que Vanessa soltaba una carcajada y después sorbía un poco de té.
 
Ness: Cosas de chicas -le dijo-.
 
Zac: Vale. Bueno, ya lo planificaremos. ¿Qué tal os ha ido hoy?
 
Ash: Ha sido perfecto -subió las piernas, se hizo un ovillo-. Hemos tenido una invitada inesperada. He percibido su aroma a ratos durante la fiesta, y estoy segura de que se ha servido champán, si eso es posible. He encontrado una copa en E y D, después de haberlo comprobado todo y cuando ya se habían marchado todas.
 
Ness: La he invitado yo -sorbió su té-. Subí antes de la fiesta y, no sé, tuve la impresión de que estaba deprimida. Triste. Le conté lo del bebé y lo de la fiesta. Me pareció que se alegraba.
 
Zac: Así eres tú -susurró-. Así de detallista. Quizá tenga algo más de ella. He investigado a su familia. Tenía dos hermanos mayores y una hermana más pequeña. Uno de los hermanos murió en la guerra. Otro volvió a casa, se casó, tuvo cuatro hijos, así que hay más pistas que seguir si las necesitamos. La hermana se casó un par de años tras la guerra. Cinco hijos, aunque uno murió siendo un bebé. Por lo que he averiguado, la hermana vivió hasta los noventa y tantos. Se mudaron a Filadelfia un par de años después de casarse. Quizá podrías investigar tú eso, Ashley, dado que tu familia es de ahí.
 
Ash: Podría.
 
Zac: ¿Sabes algo del colegio Liberty House?
 
Con el rostro inundado de sorpresa, Ashley alzó la vista del té.
 
Ash: Lo cierto es que sí. ¿Por qué?
 
Zac: Aún no he ahondado mucho, pero terminé haciendo una búsqueda tangencial, ya sabes cómo son estas cosas, y me topé con el colegio Liberty House para chicas, fundado en 1878. La hermana fue una de las fundadoras, y una gran impulsora de la educación femenina cuando la mujer no importaba mucho. Ahora es un centro mixto, pero sigue siendo una respetada escuela privada.
 
Ash: Lo es. Yo estudié allí.
 
Zac: ¿En serio? -Asombrado, Zac se inclinó hacia delante, con los antebrazos apoyados en los muslos-. Qué pequeño es el mundo.
 
Ash: Sí. -Ceñuda, dejó el té en la mesa-. ¿Cómo se llamaba la hermana?
 
Zac: Eh… Catherine.
 
Ash: ¿Nombre de casada?
 
Zac: Darby. Catherine Darby. He leído que la biblioteca lleva su nombre.
 
Ash: Así es, y el mundo es espeluznantemente pequeño. Esa tal Catherine Darby que ayudó a fundar el centro en 1878 es mi tatarabuela.
 
Ness: Madre de Dios .exclamó.. ¡Madre de Dios y del amor hermoso! Ashley, si todo esto es correcto, estás emparentada con Lizzy. Eres su tatarasobrina nieta.
 
Zac: ¿Estás segura de eso, Ashley?
 
Ashley se limitó a mirar a Zac.
 
Ash: Fui al Liberty House desde el jardín de infancia hasta secundaria. Igual que hicieron mi madre y mi tío, y mi abuela materna, mi hermano, mi hermana. Tradición familiar. Y antes de que me preguntéis, no sé mucho de la historia de la familia, menos aún de hace tantísimo tiempo. Imaginaba a Catherine Darby como la señora mayor, mayor para una niña, del cuadro de la biblioteca de la escuela. Nunca he oído decir que tuviera una hermana que hubiese muerto. Ni siquiera sabía su nombre de soltera.
 
Zac: ¿Crees que alguien de tu familia sabría más, esa clase de detalles personales que no salen en las búsquedas?
 
Ash: Lo cierto es que no lo sé, pero puedo investigarlo. Todo esto es… muy raro. -Tanto que se notó un cosquilleo en la garganta-. Necesito tiempo para digerirlo. Aún no puedo pensar con claridad sobre este tema. Me voy a marchar.
 
Ness: ¿Quieres que vaya contigo? ¿Que me quede a dormir allí esta noche?
 
Ash: No, no, no tengo miedo. Ni estoy disgustada. Solo necesito procesarlo.
 
Zac: ¿Quieres que te acompañe?
 
Ash: Dejadlo -insistió riendo antes de que Zac se pusiera de pie-. Creo que puedo cruzar yo sola la Plaza. Solo necesito aclarar mis ideas, luego pensar. Todo esto es rarísimo.
 
Vanessa se levantó como un resorte y acompañó a Ashley a la puerta.
 
Ness: Llámame si no consigues relajarte. Promételo.
 
Ash: Bien. Tengo que digerirlo. -Se dio unos golpecitos en la sien-. Ya sabes cómo funciono.
 
Ness: Sí, de lo contrario no te dejaría marchar sin mí. Pero, Ashley…
 
Ash: ¿Ajá?
 
Ness: Uau.
 
Ash: Sí, desde luego.
 
Cuando Ashley salió, Vanessa volvió con Zac, y lo dijo.
 
Ness: Uau.
 
Zac: La hermana -susurró-. No sé por qué seguí esa línea de investigación. Solo quería información. Ya sabes, cuanto más sepas… Pero no veía de qué podía servir para encontrar al Billy que busca Lizzy. Y ahora… sé que a veces se dan coincidencias, ¿pero esto? Esto es una pasada.
 
Ness: ¿Y qué es… el destino?
 
Zac: ¿Qué si no? -se levantó, inquieto-. Tú naces y te crías en Boonsboro, Ashley en Filadelfia. Acabáis siendo compañeras de cuarto en la universidad, y amigas. Buenas amigas. Tanto que ella viene a verte, se hace muy amiga de Claire. La misma con la que mi hermano está a punto de casarse. Mi madre se enamora del viejo hotel, consigue comprarlo, lo rehabilitamos con sangre, sudor y lágrimas. La persona a la que íbamos a contratar de gerente se queda embarazada, tiene que retirarse y Claire y tú proponéis a Ashley.
 
Ness: Que se propone cambiar de aires porque el gilipollas de su novio y su familia le hacen la vida imposible.
 
Za: Ella es perfecta para el trabajo -prosigue-. Directora de hotel, conoce los entresijos del oficio, y algunas cosas en las que no habíamos pensado antes. Más que preparada, nunca se le habría ocurrido buscar trabajo aquí. Mi madre la contrata al instante; sin hablar apenas con ella, zas, contratada. Ashley acepta igual: zas.
 
Ness: Viéndolo todo así…
 
Za: Así es como ha sido -dejó de pasearse para mirarla-. Un giro, otro, una decisión, otra, todo ello para acabar en el mismo lugar. El hotel, Lizzy, Ashley, y quizá, si la cosa sigue así, hasta el tal Billy.
 
Ness: ¿Tú crees que lo sabe… Eliza, digo?
 
Zac: No sé. Si lo supiera, lo lógico habría sido que se hubiera esforzado un poco más por conectar con Ashley. Si lo piensas bien, ha sido más con nosotros, con Alex, conmigo, con David, aunque David no hable mucho de ello. Con mi madre. Incluso contigo.
 
Ness: Y con Mark. Él fue el primero que la vio, que sepamos.
 
Zac: Los críos -dijo mientras se encogía de hombros- aún no saben no creer en lo imposible. Anda…
 
Ness: ¿Anda, qué?
 
La miró y una sonrisa le iluminó el rostro.
 
Zac: Es fantástico. Y… un segundo. Estaba distraído. Acabo de darme cuenta.
 
Ness: ¿Darte cuenta de qué?
 
Zac: De tu pelo. Ha vuelto a su ser. -Se acercó a ella, le pasó los dedos por los mechones negro azabache-. Vuelve a ser el pelo de Vanessa.
 
Ness: He decidido intentar ser yo una temporada, a ver qué tal.
 
Zac: Como más me gustas.
 
Ness: ¿En serio? -Fascinada, se lo quedó mirando-. ¿Por qué no decías nada?
 
Zac: Es tu pelo, pero este es el de verdad. -Inclinándose, lo olió-. Y huele a eso, tiene su tacto, y ahora también su aspecto. Tu pelo me vuelve loco.
 
Ness: Venga ya.
 
Zac: Siempre ha sido así. Nunca he hecho el amor contigo con tu pelo de verdad.
 
Ella rió, luego rió más cuando él la cogió en brazos. Complaciente, le enroscó las piernas en la cintura.
 
Zac: Creo que debería -prosiguió-, solo por ver. Por poder comparar.
 
Ness: Te encanta investigar, ¿eh?
 
Zac: Y unas cosas más que otras -coincidió mientras la llevaba al dormitorio-.




Qué empalagosa esta parejita XD

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viernes, 26 de agosto de 2016

Capítulo 18


Vanessa decidió quedarse una hora más en la cama de Zac. Él se había levantado, vestido e ido hacia las siete menos cuarto a una reunión que tenía a las siete en la obra.

Esta vez, para trabajar en su local, se dijo mientras se acurrucaba en la cama para remolonear. Había pensado ir con él, solo por ver la siguiente fase, pero no le apetecía que le dijeran que estorbaba, que les impedía trabajar. Se pasaría a media mañana, cuando hubiera hecho su compra de suministros y terminado su lista de recados. Para entonces, la demolición andaría ya en marcha.

Más divertido, se dijo perezosa, que la sorprendiera cómo había avanzado todo.

Muchos progresos en múltiples áreas, musitó. Su mejor amiga se habría casado en menos de un mes, y ella lo vería. Vería a dos amigos hacerse promesas el uno al otro, formar una familia, celebrar una especie de milagro.

El amor le parecía una especie de milagro, un milagro de cuya existencia nunca había estado muy segura. Pero con Claire y Alex lo había visto con sus propios ojos, los había visto juntos, descubrir ese milagro, y tener fe y valor para confiar en él.

Uno de sus quehaceres de esa mañana era ir a buscar las últimas cosas para la despedida de soltera de la lista precisa y detallada que Ashley le había imprimido.

Le encantaba saber que Claire y Alex se tomarían una semana para ellos después de la boda y se irían de luna de miel a la isla antillana de San Cristóbal.

Algún día, pensó Vanessa, ella se tomaría unas vacaciones en un paraíso tropical.

Algún día tendría que tomarse unas puñeteras vacaciones, se dijo, y abrió un ojo para contemplar el oscuro cielo por la ventana del dormitorio.

Lo haría. Cuando su nuevo restaurante estuviera en marcha y fuera como la seda, se recompensaría con unos días de sol, playas blancas y aguas azules.

A algún sitio al que no hubiera ido nunca, donde nadie la conociera.

Quizá Zac fuera con ella. ¿No sería divertido ver cómo se enfrentaban juntos al ocio, siendo forasteros en tierras forasteras?

Le encantaba también pensar que, en verano, cuando hubieran acabado las clases, los recién casados tuvieran pensado irse de vacaciones una semana con los tres niños. Una luna de miel en familia, como la había llamado Mark.

¿Qué podía haber mejor que una luna de miel en familia?

Entretanto, Zac y Ashley ahondaban en el misterio de Eliza Ford, cuando uno o el otro encontraban un rato. ¿Eran Lizzy y Billy una especie de milagro?, se preguntaba. ¿Los habría unido el amor antes de que los separara la tragedia? ¿O sería la respuesta menos romántica -y probablemente más realista-, como había sugerido Zac?

Una joven que soñaba con amor y un joven que iba a lo suyo.

Ella había soñado con amor una vez. Pero era una niña, y para un niño, la magia y los milagros siempre son posibles, y el felices para siempre es fácil y real.

Con el tiempo, había aprendido que era preferible creer solo en los milagros y los felices para siempre que ella pudiera conseguir por su cuenta, con mucho trabajo, determinación y dedicación.

Le daba muchas satisfacciones, se dijo. Con que más le valía empezar el milagro del día y salir de la cama de una vez.

Se sentó abrazada a las rodillas y sonrió al ver el fuego que Zac le había dejado encendido. Qué cielo, pensó. Había avivado el fuego y echado un leño para que despertara a su calorcito y su luz en una mañana oscura de marzo.

Era afortunada de tenerlo en su vida, eso siempre lo había sabido. Pero, además, ahora era afortunada de disfrutar de esa nueva y fascinante conexión con él, más aún de que a él le pareciera bien ir avanzando poco a poco. Sin presiones ni charlas espeluznantes sobre el futuro.

Estaba saliendo de la cama cuando le llegó un mensaje al móvil.

Volvió a meterse con la esperanza de que fuera Zac sugiriéndole que se acercara a echarle un vistazo a la demolición, después de todo.

Pero era Claire, que le pedía que se pasara por la librería antes de ir a Hagerstown a por suministros.

Algo perpleja, respondió, cambió de planes para incluir una parada en la tienda y, por qué no, ya que estaba ahí, echar un vistacito a la demolición.

Se dio una ducha, se calzó unos vaqueros y se puso un suéter sobre una camiseta de manga corta para protegerse del inestable tiempo de marzo. Con los labios fruncidos, se miró el pelo. El último tinte se le había ido ya bastante, así que tomó nota mental de consultar las gamas de colores para ver cuál le apetecía llevar ahora.

Al bajar, descubrió que Zac había hecho café y le había dejado una taza termo junto a la cafetera. Otra razón para sonreír, pensó. Siempre se podía contar con Zac. No se le ocurría otro hombre, aparte de su padre, que fuera siempre tan formal.

Llevada por un impulso, se acercó a la pizarra de la cocina y dibujó un corazón con las iniciales de los dos en el centro.

Avivada por el café y un yogur rápido, se calzó las botas, se enrolló una bufanda al cuello y se puso el abrigo; entonces vio la nota que había junto a la puerta.

«Llévate esto», rezaba.

Vanessa puso los ojos en blanco y cogió el paraguas plegable.

Ella lo cogía, pero Zac tendría suerte si no se lo dejaba en algún sitio de su recorrido matinal.

A medio camino hacia Boonsboro, salpicaron el parabrisas las primeras gotas. No pudo más que alzar la vista al cielo y pensar en lo fastidioso que era que Zac siempre tuviera razón.

A los pocos minutos, repasando sus planes matinales, olvidó el paraguas y tuvo que echarse una carrera en pleno chaparrón hasta el porche cubierto de la librería.

Tocó en el cristal, luego usó la llave que Claire le había dado después del lío de Sam Freemont del otoño anterior. Acababa de entrar, sacudiéndose la lluvia del pelo, cuando vio a Claire bajar las escaleras.
 
Claire: El café está recién hecho -anunció-.
 
Ness: Acabo de tomar, pero… ¿quién puede negarse a un latte?
 
Claire. Ahora te pongo uno. Gracias por pasarte.
 
Ness: Sin problema. Era la excusa que me faltaba para echarle un ojo al local nuevo. Empiezan la demolición esta mañana.
 
Claire: Lo sé. Qué emoción.

Calentó leche mientras Vanessa ojeaba los superventas del expositor principal.
 
Ness: Necesito una tarde libre, una tarde lluviosa como lo será esta probablemente, para poder ponerme al día con mis lecturas. No he podido terminarme el libro propuesto esta vez por el club de lectura. ¿Quién quiere leer sobre las desgracias de otra persona? ¿Se supone que me va a hacer valorar más la vida que tengo? ¿Me va a subir el ánimo? ¿O me va a deprimir? Porque me estaba deprimiendo.
 
Claire: A mí tampoco me gustó nada. Se me atragantó igual que las coles de Bruselas que mi madre insistía en que eran tan buenas para mí. Era un «libro coles de Bruselas», y no tengo tan claro que me fuera a sentar bien.
 
Ness: Exacto. -Distraída, cogió una novela de suspense, la hojeó rápido-. Además, si me siento a leer, quiero crème brûlée, o un buen entrecot, quizá una pizza con pepperoni, puede que un helado con chocolate caliente. Qué hambre me ha entrado. -Se volvió sonriendo mientras cogía el café-. Gracias. Oye, te veo un poco hecha polvo.
 
Claire: Estoy un poco desinflada, un poco baja esta mañana.
 
Ness: No cojas nada ahora -la amenazó con el dedo-. No queda ni un mes para la boda. No se te permite pillar nada. Toma. Me parece que tú lo necesitas más.
 
Claire rechazó con una negativa de cabeza el latte que le ofrecía.
 
Claire: No he pillado nada de lo que tú crees, y no puedo tomar café por un tiempo. No estoy enferma -inspiró hondo-. Estoy embarazada.
 
Ness: ¿Qué? ¿Ahora? ¿Embarazada de… bebé a bordo?
 
Claire: Sí, ahora. Embarazada de…

Riendo, se llevó ambas manos al vientre. Y Vanessa se preguntó cómo podía pasar tan rápido de pálida a resplandeciente.
 
Ness: Ay, Claire. Estás embarazada y eres feliz. -Dejó el café, rodeó el mostrador y abrazó a Claire-. Cómo me alegro por ti. ¿Cuándo lo has sabido? ¿De cuánto estás? ¿Qué ha dicho Alex?
 
Claire: No creo que se pueda ser más feliz. Esta mañana, aunque lo sospechaba ayer. De unas dos semanas. Y aún no le he dicho nada a Alex.
 
Ness: ¿Por qué?
 
Claire: Necesito que me hagas un favor primero. Vas a Hagerstown, ¿verdad?
 
Ness: Sí, luego voy para allá.
 
Claire: ¿Podrías traerme un test de embarazo?
 
Ness: ¿Aún no te lo has hecho? Me has dicho que lo habías sabido esta mañana.
 
Claire: Náuseas matinales, por segundo día consecutivo. Conozco bien los síntomas, este será ya el cuarto. Tengo mareos y estoy cansada, y vomito por las mañanas, y me noto el cuerpo… Es difícil de explicar. -Volvió a tocarse el vientre, después los pechos-. Me noto embarazada. Pero quiero confirmarlo antes de decírselo a Alex, por si acaso me equivoco. No quiero ir a la parafarmacia de aquí ni a la de Sharpsburg a comprármelo.
 
Ness: Se correría la voz.
 
Claire: Eso, y como tú vas a ir a Hagerstown de todas formas, me lo podrías comprar de forma anónima.
 
Ness: Encantada. ¡Uau! Boda, luna de miel en familia y bebé. A Alex le hará ilusión, ¿no?
 
Claire: Mucha. -Se cogió un ginger ale de la nevera de debajo del mostrador-. Queríamos tenerlo, aunque íbamos a esperar unos meses. No lo buscábamos, pero, claro, tampoco lo estábamos evitando. Si no lo he calculado mal, seremos seis en enero, para el primer aniversario del hotel.
 
Ness: ¿Puedo decírselo a Ashley? La veré luego, pero puedo jurar silencio si quieres.
 
Claire: Te contesto cuando me haya hecho el test. Se lo puedes contar en cuanto yo se lo diga a Alex.
 
Ness: Voto de silencio hasta entonces. Qué buena noticia. Buena y feliz -añadió dándole otro abrazo enorme a Claire-. No voy a pasarme a ver la demolición antes de irme. No quiero arriesgarme. Mejor no hablo con nadie. Vengo en un par de horas. ¡Chico!
 
Claire: Mejor, chica -Rió-. Sé que es una bobada, pero, Dios, me encantaría que fuera niña esta vez.
 
Ness: Pienso en rosa. -Le dio un último abrazo a Claire-. Vuelvo en cuanto pueda.
 
Claire: Gracias. Espera, que te dejo un paraguas; llueve a cántaros.
 
Ness: Da igual. Llevo en el coche.

Salió corriendo y, cuando se sentó al volante, iba empapada.

Pero fue sonriendo todo el camino.
 
 
Zac dejó a la cuadrilla con la demolición, luego pasó rápidamente por la obra de la panadería. Como iban bien de tiempo, David estaba en una de las obras y Alex en la otra, él podía acercarse a Hagerstown a por materiales y, de paso, hacer algunos recados personales y los que sus hermanos habían añadido a su lista.

No le importaba parar en un montón de sitios: más materiales eran más progreso. Tampoco le importaba conducir bajo la lluvia. Podía haber sido la nieve que azotaba ahora a la parte norte del condado y hasta Pensilvania.

Ya estaba harto de la nieve, harto del invierno, así que la lluvia le parecía bien.

Confiaba en que Vanessa no hubiera pasado del paraguas, porque también ella iba a hacer lo que él: múltiples paradas, múltiples aparcamientos y carreras a las tiendas, tachando tareas pendientes.

Lástima que no hubieran podido ir juntos, pero sus paradas no coincidían tanto como para que resultara práctico. Si los hombres del tiempo estaban en lo cierto, iba a llover todo el día y toda la noche. Recordó que Vanessa trabajaba esa noche, y hacía el cierre. Podía pasarse por Vesta a cenar después del trabajo y emplear el piso de ella para rematar el papeleo mientras Vanessa estaba abajo.

Y quedarse a dormir en su casa.

Tenía que recordarse que no debía dar por sentadas ciertas cosas, pero, vaya, había llegado a un punto en que quería darlas por sentadas. Y que ella hiciera lo mismo.

¿Por qué no iban a hacerlo? ¿Por qué no? Pero no podía eludir la certeza de que ella había echado el freno en aquella fase concreta y no estaba dispuesta a dar otro paso.

Claro que también debía reconocer que la fase en la que se habían estancado era bastante cómoda.

Se pasó por la ferretería, hizo un pedido en la serrería, recogió la pintura y después las muestras de moqueta para los pisos de encima de la panadería.

Fue recorriendo la lista, siguiendo un circuito, y se detuvo por último en la parafarmacia. Cogió primero sus cosas, luego añadió la crema de afeitar de David, los analgésicos de Alex y en el pasillo de la papelería pilló también un par de barajas, para completar las de mujeres desnudas que ya había comprado para la timba de póquer de la despedida de soltero de Alex.

Iba a enfilar el siguiente pasillo cuando vio a Vanessa.

Le dio un vuelco el corazón al verla así, inesperadamente, y negó con la cabeza cuando le vio el pelo empapado.

Al final, no había usado el paraguas.

Pensó en acercarse a ella por la espalda, atraparla. Imaginó su reacción: el susto, el chillido, la sorpresa, luego la risa.

Iba muy seria, pensó divertido, tratando de decidirse por… un test de embarazo.

Cielo santo.

Fue el último pensamiento claro que tuvo al verla coger uno de la estantería, estudiarlo con detenimiento, por delante y por detrás, y echarlo a la cesta.

Zac se quedó donde estaba, clavado al suelo, mientras ella se alejaba despacio por el pasillo y doblaba la siguiente esquina.

¿Un test de embarazo? Pero si ella tomaba… él usaba… ¿Cómo podía…?

¿Vanessa embarazada? ¿Cómo se había quedado embarazada? Bueno, sabía cómo, pero no le había dicho nada. No le había insinuado siquiera que lo sospechara.

Simplemente había cogido el kit de estoy-o-no-estoy y lo había echado a la cesta junto con el gel, el champú y el enjuague bucal.

¿Un artículo más de la lista?

Quería ir tras ella y preguntarle de qué iba.

No era el momento ni el lugar, se dijo. Ni estaba de ánimo, porque no sabía bien de qué ánimo estaba exactamente.

Miró fijamente lo que llevaba en su cesta, sin saber qué hacer, sin poder pensar. Aturdido, con las rodillas algo temblonas, dejó la cesta y se fue sin comprar nada.
 
 

Volvió a la obra nueva, se centró en la demolición. No había nada como tirar paredes para aliviar la tensión. Sacó pedazos enormes de yeso, montones de marcos astillados, reventó él solo un viejo mostrador.

Y siguió nervioso, frustrado y tenso como una cuerda a punto de partirse.

Vanessa. Embarazada.

¿Cuánto se tardaba en hacerse un test de esos? ¿Qué fiabilidad tenían?

Ojalá hubiera tenido tiempo de buscar las respuestas, hubiera podido disponer por lo menos de esa base sólida.

Para empezar, si había comprado el test de embarazo tenía motivos para creer que podría estar embarazada. Las mujeres no se compraban esas cosas por capricho.

¿O sí? ¿Por qué iban a hacerlo?

Uno se compraba tiritas por si acaso, pero nadie compraba un test de embarazo salvo que sospechara que podía haber un embarazo.

Entonces, si tenía motivos para pensar que podía estar embarazada, ¿por qué no se lo había mencionado? Bastaba con decir: Zac, puede que esté embarazada, así que me voy a comprar un test de embarazo para saber si lo estoy.

Debía de estar agobiada. Aunque no se lo había parecido.

Parecía tranquila, recordó. Hasta había sonreído un poco cuando lo había echado a la cesta.

¿Querría quedarse embarazada?

Igual sí, eso debía ser. Había decidido no decir nada hasta estar segura. Supuso que habría decidido que, si era que no, no le diría nada. Y eso no estaba bien, no, eso no le parecía nada bien.

Si el test daba positivo, imaginó que se lo diría cuando le pareciera oportuno. Como no le había mentado la posibilidad, lo tenía en la inopia -salvo por su «encuentro» en la parafarmacia-, y de ese modo podía elegir si se lo contaba y cuándo. No le gustaba, no le gustaba ni una pizca.

Teniendo en cuenta lo que le había hecho su madre, ¿no debía ella, precisamente, saber que el padre (cielos, a lo mejor iba a ser padre) tenía todo el derecho a saberlo? Eso era cosa de dos, no solo de ella. No eran compañeros de cama esporádicos, ni uno de esos polvos de una o dos noches.

Ellos eran…

Pensándolo bien, no estaba seguro del todo, pero la suya no era solo una relación de sexo esporádico sin compromiso.

Fueran lo que fueran, la confianza y la sinceridad debían ser fundamentales.

No había confiado en él lo bastante como para comentarle la visita de su madre hasta que él la había puesto contra la pared, recordó. Se había escondido, aislado, huido.

Si pensaba que podía ocultarle una cosa así, iba a tener que cambiar, y mucho.
 
Zac: ¡Hay que joderse!

Tiró al contenedor el contrachapado roto.
 
Alex: Vale, aún no has resuelto lo que sea, así que suéltalo -apareció detrás de él.
 
Zac: ¿Quieres que lo escupa? -Presa de una ira rara en él, le dio una patada al contenedor-. Pues lo escupo. Vanessa está embarazada.
 
Alex: ¡Madre mía! -miró alrededor y, al ver venir a uno de la cuadrilla, le hizo una seña para que se fuera, luego cogió a Zac del brazo y, tirando de él, lo llevó debajo del voladizo para que la lluvia no lo empapara-. ¿Cuándo lo has sabido?
 
Zac: Hoy. Esta mañana. ¿Sabes cómo?, porque ella no me ha dicho ni una palabra. Lo he sabido porque, al entrar en la mierda de la parafarmacia, me la he encontrado allí, cogiendo uno de esos test de embarazo.
 
Alex: Joder, Zac. ¿Y ha dado positivo?
 
Zac: Yo qué sé. -Cada vez más furioso, iba sin parar de un lado a otro del muro de hormigón-. No me cuenta nada. En vez de hablar conmigo, se compra a escondidas uno de esos palitos del pis. Estoy harto.
 
Alex: Vale, tranquilízate un poco. -Para frenar el incesante pasear de su hermano, Alex se le puso delante y levantó las dos manos-. No sabes si está embarazada.
 
Zac: A juzgar por cómo hace las cosas, apuesto a que seré el último en enterarse. -Junto con aquella rabia repentina, sintió un súbito escalofrío de dolor-. Estoy harto.
 
Alex: ¿Qué te ha dicho cuando se lo has preguntado?
 
Zac: Nada. No se lo he preguntado.
 
Tras contemplar un instante el rostro furioso de Zac, Alex se frotó el suyo con las manos.
 
Alex: ¿No le has preguntado para qué compraba el test?
 
Zac: No. Me he quedado bloqueado, ¿vale? Joder. Lo ha echado a la cesta como si fuera una golosina, con una sonrisita, y me ha dejado de una pieza. ¿Qué demonios habrías hecho tú?
 
Alex: Lo nuestro es distinto -observó cómo caía la lluvia, lenta y constante, desde debajo del saledizo del tejado-. Nosotros hemos hablado de tener un bebé. Queremos tener otro hijo. Supongo que vosotros aún no habéis hablado de qué haríais en el supuesto de que suceda.
 
Zac: No. Nunca me había planteado ese supuesto. Debería habérmelo dicho, Alex, y ya está. Tendría que haberme dicho que quería hacerse el test. ¿Por qué cree que tiene que hacerlo todo ella sola? Yo no funciono así, ni quiero vivir así.
 
Alex: No, tú no serías capaz. -Zac, nunca, se dijo Alex. Su hermano había nacido para trabajar en equipo, creía de verdad en que la unión hace la fuerza y que hay que repartir la carga. Para Zac, los secretos solo valían en Navidades y en los cumpleaños, no en la vida cotidiana-. Tienes que hablar con ella, pero ahora no es el momento. Vanessa está en plena hora punta de comidas. Y tú necesitas serenarte un poco.
 
Zac: No creo que consiga serenarme. Cuanto más lo pienso, más me cabreo.
 
Alex: Pues piensa en esto: si está embarazada, ¿qué quieres hacer?
 
Zac: Si está embarazada, tendremos que casarnos.
 
Alex: No hablo de lo que «tendrías» que hacer, sino de lo que quieres hacer.
 
Zac: Yo… -Hizo una pausa para cambiar de chip-. Si vamos a tener un bebé, querría casarme.
 
Alex: Vale, pues piénsatelo una hora. Tú siempre encuentras una solución, Zac. Para entonces, la pizzería se habrá despejado un poco. Entonces te acercas y le dices que necesitas hablar con ella en privado. Y, por Dios, antes de cabrearte más de lo que estás, entérate de si vas a ser padre o no. Luego te ocupas del asunto.
 
Zac: Tienes razón. Madre mía, me siento un poco…
 
Alex: ¿Mareado?
 
Zac: No exactamente. Descolocado. Nunca me lo había planteado. Está fuera de…
 
Alex: El orden de sucesos de Zac. Amóldate -propuso dándole un leve puñetazo en el hombro-.
 
Zac: Amoldarme. Sí, puedo amoldarme. -Se le enturbió el semblante, le brillaron los ojos-. Pero no soy yo el que lo va a hacer.
 
Esperó una hora, decidió que se había calmado y que estaba ya más sereno. Se acercó a Vesta bajo la lluvia incesante y entró al calor de la pizzería, al aroma a salsa y especias.

Tras la caja registradora, Vanessa cobraba a un cliente, y le dedicó un guiño pícaro a Zac.

Un guiño, pensó, volviendo a calentarse. No era el momento de guiños tiernos.
 
Ness: Justo a tiempo. La cosa empieza a relajarse. Iba a acercarme un momentito a ver lo que habéis demolido ya.
 
Zac: Tengo que hablar contigo.
 
Ness: Claro, siéntate. Voy a decirle a Donna que se ocupe. ¿Quieres una porción?
 
Zac: No. Y quiero hablar contigo arriba. En privado.
 
Nes: Ay, mierda, ¿pasa algo con el local nuevo?
 
Zac: No tiene nada que ver con eso.
 
Ness: Entonces, ¿qué…?
 
Zac: Vanessa -replicó con sequedad. Ella frunció el ceño-. Arriba, ya. En privado.
 
Ness: Vale, vale. Pero me estás poniendo de mala leche. -Se asomó a la puerta que separaba las cocinas-. ¿Donna? Voy a salir. -Se quitó el delantal mientras hablaba y lo colgó de un clavo-. Necesito ver el nuevo local -empezó-.
 
Zac: Puedes ir luego si eso es lo que quieres.
 
Ness: ¿Por qué estás cabreado? -le preguntó cuando salían por la puerta lateral-. No he hecho nada.
 
Zac: A lo mejor ese es el problema.
 
Ness: Me estás poniendo de muy mala leche -repitió y abrió de golpe la puerta de su piso-. A ver, ¿qué demonios pasa?
 
Su plan bien estudiado de abordarla racionalmente se fue al garete.
 
Zac: ¿Por qué coño no me has dicho que estás embarazada?
 
Ness: ¿Qué?
 
Zac: No me vengas con tonterías, Vanessa. Te he visto en la parafarmacia. Te he visto comprar el test de embarazo.
 
Ness: Me… -Apretó los puños y puso los brazos en jarras-. Me estabas espiando.
 
Zac: No seas boba. Estaba haciendo unos recados y he tenido que ir a la parafarmacia. Y allí estabas tú, cogiendo uno de esos tests y echándolo a tu cesta. ¿Qué coño te pasa para que no me lo cuentes? ¿No confías en mí ni respetas lo que tenemos lo bastante para decirme que estás embarazada?
 
Ness: Lo que pasa es que no estoy embarazada.
 
Zac: ¿No?
 
Ness: No estoy embarazada, imbécil.
 
Sintió algo raro en su interior, pero no fue capaz de identificar la sensación.
 
Zac: El test ha dado negativo.
 
Ness: No, el test ha dado positivo.

Sacó malhumorada el móvil.

El corazón le dio varios botes y se le subió a la garganta.
 
Zac: Si ha dado positivo, es que estás embarazada. ¿Quién es el imbécil?
 
Ness: Tú -le dio la vuelta al teléfono y le enseñó la foto de la varita del test, y el POSITIVO-. Porque este es el test de embarazo de Claire. El que le he comprado esta mañana cuando me lo ha pedido.
 
Zac: He visto a Alex hace diez minutos. Claire no está embarazada, porque me lo habría dicho.
 
Ness: No se lo ha dicho aún. Quiere decírselo a solas, que sea un momento especial, algo que tú entenderías si no fueras imbécil. Me ha pedido que no se lo diga a nadie, y acabo de romper mi promesa. Y eso me cabrea.
 
Zac: No le voy a decir nada, por Dios. No se lo voy a estropear. -Tembloroso, inseguro, algo mareado, se pasó ambas manos por el pelo, tan mojado que casi podía hacerse una cresta-. Joder, ¿qué se supone que debía creer si te veo comprando eso?
 
Ness: No sé, Zac. Igual la solución habría sido que te acercaras a mí y me dijeras «hola, Vanessa, me encanta verte por aquí, ¿qué haces comprando un test de embarazo?».
 
Zac: Tengo que sentarme. -Lo hizo-. Te voy a recordar que aún me debes una. -Respiró un segundo-. Me he bloqueado. Te he visto salir tan tranquila, tan serena, que me he bloqueado.
 
Ella guardó silencio mientras lo escudriñaba. Lo vio perplejo, confundido, algo impropio de Zac.
 
Ness: Te has acojonado.
 
Zac: Por así decirlo. Puede.
 
Ness: Y has sacado conclusiones precipitadas.
 
Zac: Eh… vale.
 
Ness: Tú nunca te precipitas.
 
Zac: Nunca te había visto comprar un test de embarazo… más cuando soy el único que mantiene relaciones sexuales contigo.
 
Ella lo meditó.
 
Ness: Vale, eso es comprensible. Más o menos. -Le asomó una sonrisa a los labios y la dejó crecer-. Te has acojonado pero del todo.
 
Zac: Me he acojonado solo un poco -la corrigió-. Estaba más cabreado y… -Bien podía reconocerlo, decidió- y dolido de pensar que no me lo habías dicho. Nunca hemos hablado de qué haríamos si eso ocurre.
 
Vanessa suspiró hondo.
 
Ness: Eso es una señora conversación. No sé, no es algo de lo que se pueda hablar en cinco minutos, creo. De momento, vamos bien, ¿no?, porque no estoy embarazada, pero Claire sí. Y ella está feliz. Y Alex también lo estará.
 
Zac: Sí, lo estará. Muchísimo.
 
Ness: Alegrémonos por ellos y déjame disfrutar de descubrir que eres un imbécil. Ya hablaremos de posibles, pero ahora quiero ir a ver la demolición. Luego le he prometido a Claire que iría a por los niños y los traería a Vesta para que se lo pueda contar a Alex. A los críos no se lo quiere decir hasta más adelante. Después de la boda, en todo caso. Ahora la cosa queda entre Alex y ella, y supongo que tú, yo, Ashley, David, tus padres y los de ella. Que ya somos un montón.
 
Zac: Bien. -Más sereno, se levantó-. Pero tenemos que pensárnoslo, y hablarlo, por si acaso.
 
Ness: Te preocupa el «por si» más que a mí, pero vale. Hoy es un día genial, Zac.
 
Zac: Tienes razón. -Se calmó aún más cuando ella alargó la mano y lo repeinó-. Un día verdaderamente genial.
 
Ness: De momento, vamos a alegrarnos por Claire y Alex, que se van a casar, crear una familia y ampliarla. Eso es precisamente lo que quieren los dos.
 
Za: Bien -volvió a decir él, y la atrapó, la atrajo hacia sí-. Nos alegraremos por ellos. Siento haberme cabreado contigo.
 
Ness: Yo no, que así te puedo llamar imbécil. -Rió, echando la cabeza hacia atrás, y lo besó-. Vamos al local nuevo. ¿Puedo derribar yo algo?
 
Zac: Te buscaré algo que puedas demoler. Es lo mínimo que puedo hacer.




Como se ha liado todo por el test XD

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domingo, 21 de agosto de 2016

Capítulo 17


Desde que tenía uso de razón, a Zac le gustaba resolver cosas, encontrar respuestas, destripar misterios. Su propensión a planificar, programar, fijar plazos y encontrar soluciones lo convertía en el coordinador nato de Efron Family Contractors. Jamás había imaginado, o no en serio, que pudiera hacer otra cosa, ni que nada más pudiera proporcionarle idéntica satisfacción y orgullo.

Trabajar con sus hermanos le venía bien. Podían disentir, y disentían, cabrearse unos a otros, quejarse y protestar. Pero siempre llegaban a un acuerdo. Conocía su ritmo igual que conocía el suyo propio. Sabía los puntos flacos de cada uno, algo que podía resultarle práctico si estaba cabreado y quería fastidiarlos.

Resolver problemas exponiendo los hechos, ofreciendo posibles concesiones y algún ultimátum de cuando en cuando era lo suyo.

Se planteó el caso de Elizabeth como un problema.

Tenían un fantasma en el hotel. Un hecho poco corriente, sí, pero un hecho. Hasta la fecha se había mostrado sumisa, algo temperamental, y todos estaban en deuda con ella por avisar a Alex cuando el gilipollas de Sam Freemont atacó a Claire.

Solo les había pedido una cosa. A Billy.

El problema era: ¿quién coño era Billy? ¿De cuándo era Billy? ¿Qué relación tenía con la mujer a la que habían dado en llamar Elizabeth?

El anillo era indicio de alguna relación, posiblemente un compromiso. Pero eso, en el mundo de Zac, no era un hecho.

La fantasma no se había pronunciado al respecto.

Le pareció que el mejor punto de partida era identificar a Elizabeth y averiguar cuándo había muerto.

El dónde, aun no siendo un hecho consumado sino una suposición lógica, era el hotel.
 
Zac: Es lo que tiene más sentido, ¿no?

Había instalado el portátil en el Comedor con la idea de que Elizabeth podría orientarlo si abordaba el problema in situ.
 
Ash: Así lo veo yo -coincidió, y le puso un café al lado-. ¿Por qué si no iba a estar aquí?
 
Zac: He estado curioseando en páginas de actividad paranormal. Te encuentras todo tipo de disparates, y muchos tienen que ser chorradas, pero la conclusión a la que he llegado es que la mayoría de la gente que no pasa a otra vida se queda donde murió, o vuelve a un lugar que fue importante o significativo para ellos. Si murió aquí, quizá fuera una huésped, o trabajara aquí, o estuviera emparentada con los dueños.
 
Ash: El registro de defunciones sería un buen comienzo, pero, ¿dónde empezar?
 
Zac: Esa es la cuestión, ¿no?
 
Ash: A ver, por la forma en que dices que viste, yo diría que entre el comienzo de la Guerra Civil y antes de 1870. No lleva una de esas faldas anchísimas con miriñaque, pero sigue siendo ancha.
 
Zac: Sí. Así más o menos… -Le indicó con los brazos-. La vi muy poco.
 
Ash: Si me dejara verla a mí, podría hacerme una idea más aproximada. -¿Por qué no la dejaba verla?, se preguntó. A fin de cuentas, eran, como bien decía Vanessa, compañeras de hotel-. ¿Y las mangas?
 
Zac: ¿Las mangas?
 
Ash: Del vestido, Zac. ¿Largas, cortas, ceñidas, abombadas?
 
Zac: Ah. Eh… largas. Más bien grandes, creo.
 
Ash: ¿Guantes? ¿Lleva guantes?
 
Zac: No sé si… yo creo que sí, pero sin dedos. Como de encaje, como el ganchillo de mi abuela. Y ahora que lo pienso, lleva uno de esos chales.
 
Ash: Una mantilla… y redecilla, me dijiste.
 
Se la quedó mirando.
 
Zac: ¿Eso te dije?
 
Ash: Dijiste que llevaba el pelo recogido en la nuca con malla. Se llama redecilla.
 
Zac: Si tú lo dices.
 
Ash: Lo digo. Tengo uno o dos minutos. ¿Puedo? -señaló el teclado-.
 
Zac: Adelante.
 
Volvió el portátil a donde ella se estaba sentando y esperó, saboreando el café mientras Ashley tecleaba.
 
Ash: Estoy casi segura de que, con todos esos elementos, hablamos de principios de la década de 1860.
 
La dejó trabajar en silencio unos minutos. Qué tranquilo está esto en pleno día, pensó. Debía volver en breve al edificio de al lado a echarle una mano a David. Y quizá escaparse a Vesta luego, a ver si podía convencer a Vanessa para que salieran, o para que pasaran la noche juntos.
 
Ash: Mira esto… -volvió la pantalla hacia él-. ¿Qué te parece?
 
Intrigado, estudió la ilustración de un pequeño grupo de mujeres en una especie de salón.
 
Zac: Me parece que no entiendo por qué las mujeres querían ponerse una ropa que tiene pinta de ser tan incómoda.
 
Ash: La moda duele, Zac. Vivimos con ello.
 
Zac: Supongo. Se parece mucho, el estilo, quiero decir. La falda se parece bastante a esta, y las mangas, y lleva un cuello alto como este. Con encaje o algo, creo.
 
Ash: Esta es la moda de 1862. Así que puedes empezar por ahí. Y dudo mucho que andes buscando a una doncella o criada -añadió escudriñando la ilustración-. Va demasiado a la moda. No es imposible, podría tratarse de un vestido heredado de alguna señora o pariente, pero, bien pensado, viste como una mujer de cierta posición.
 
Zac: Empezaremos por lo más probable. Gracias.
 
Ash: De nada; esto es muy interesante. Si me necesitas, estoy en mi despacho.
 
Se proponía dedicarle media hora, luego ceñirse el cinto de las herramientas. Pero se le pasó el tiempo curioseando viejos archivos, antiguos artículos de periódicos, páginas web de genealogía.

Al rato, volvió Ashley con más café y un plato de galletitas recién hechas.

Zac se recostó al fin en la silla y miró ceñudo la pantalla.
 
David: ¿Qué diablos es esto? -inquirió-. ¿Tú aquí sentado comiendo galletitas mientras yo me parto el lomo en el edificio de al lado?
 
Zac: ¿Eh?
 
David: Son las dos y media, joder.
 
Zac: Huy, lo siento. Creo que la he encontrado.
 
David: ¿Encontrado a quién? -se hizo con la última galletita y la expresión se le suavizó después de hincarle el diente-.
 
Zac: Ya sabes -señaló al techo-. A ella.
 
David: Por favor, Zac, tenemos trabajo. Juega a cazafantasmas en tus ratos libres.
 
Zac: Eliza Ford, de los Ford de Nueva York.
 
David: Me alegro de que lo hayamos aclarado.
 
Zac: En serio, David, encaja. Murió aquí de unas fiebres, a mediados de septiembre de 1862. Está enterrada en Nueva York. Tenía dieciocho años. Eliza, Elizabeth, Lizzy. Es fantástico, ¿no te parece?
 
David: No quepo en mí de gozo. Lleva aquí ciento cincuenta años. Creo que puede esperar a que acabemos la puñetera obra de al lado. -Cogió la taza y le dio un trago-. El café está helado.
 
Zac: Voy a subir, intentaré hablar con ella. Ya compensaré luego el tiempo perdido. De todas formas, Vanessa trabaja hasta las seis.
 
David: Me alegra saber que este trabajillo sin importancia encaja en tu agenda.
 
Como el tono de David le sonó a reproche, Zac le contestó del mismo modo.
 
Zac: Te he dicho que lo compenso luego; joder, se lo debemos. Nos advirtió de lo de Sam Freemont. Podría haberle hecho más daño a Claire, y se lo habría hecho, seguro, si Alex no hubiera llegado allí a tiempo.
 
David: Mierda -se quitó la gorra de béisbol, se pasó la mano por el pelo-. Muy bien, ve a hablar con tu muerta, luego vente para la obra. ¿Quedan más galletitas de esas?
 
Zac: No sé. Pregúntale a Ashley.
 
David salió gruñendo.

Zac cerró la puerta, pero se dejó el portátil en la mesa mientras subía arriba. Había encontrado varias mujeres de entre dieciocho y treinta años que habían fallecido en el pueblo en ese margen de tiempo. Y habría aún más si se atenía a la teoría de que un fantasma puede elegir su edad.

No obstante, Eliza Ford le daba buena espina.

Ya estaba arriba cuando recordó que, por el procedimiento estándar, Ashley y Amy cerraban con llave las habitaciones de huéspedes cuando no estaban ocupadas. A los vivos, claro.

Se disponía a bajar de nuevo cuando la puerta de Elizabeth y Darcy se abrió.
 
Zac: Vale. Tomaré eso como un «pasa, por favor».
 
Se le hacía extraño entrar en una habitación que olía a la lavanda inglesa elegida para ella y a la madreselva de Elizabeth, o Eliza.
 
Zac: Bueno.
 
La puerta se cerró suavemente con un rápido clic y le recorrió un escalofrío.
 
Zac: Bueno -repitió-. Llevamos abiertos más de un mes. La cosa va muy bien. El fin de semana pasado tuvimos una pequeña boda. Supongo que ya lo sabes. Fue bien, según nos ha contado Ashley. Pues nada, tengo que volver a la obra de al lado, pero he estado investigando un poco abajo. Sobre ti. Nos vendría bien saber quién eres para poder ayudarte. ¿Eliza?
 
Las luces se encendieron y se apagaron, y los dedos le temblaron.
 
Zac: ¿Eres Eliza Ford?
 
Primero fue la silueta, borrosa y difusa, que se transformó en la figura nítida de una mujer. Le sonrió, e hizo una reverencia.
 
Zac: ¡Lo sabía! Eliza.
 
Se llevó una mano al pecho, y a Zac le pareció oír un susurro en su cabeza. Lizzy.
 
Zac: Te llamaban Lizzy. Era tu diminutivo.
 
«Billy.»
 
Zac: Billy te llamaba Lizzy. ¿Billy, qué?
 
Eliza se llevó la otra mano al pecho, la cruzó sobre la primera, cerró los ojos.
 
Zac: Lo amabas. Eso ya lo sé. ¿Vivía aquí, en Boonsboro, cerca de aquí, dónde? ¿Habías venido a verlo? ¿Estaba contigo cuando moriste? O quizá murió él primero.
 
Ella abrió los ojos de pronto. Zac detectó la sorpresa en su mirada, se maldijo. Quizá Eliza no sabía que estaba muerta, o que Billy debía estar muerto. También había leído algo de eso.
 
Zac: Quiero decir… ¿lo conociste aquí, en el hotel?
 
Eliza se desvaneció. Al instante, el balcón se abrió de par en par. Luego se cerró de un portazo.
 
Zac: Vale. Te apetece estar sola. Hablaré contigo más tarde. Te has lucido, Zac -se dijo mientras bajaba las escaleras-. Qué tacto, tío. Bueno, Lizzy, ¿y qué tal sienta la vida de muerto? Mierda.
 
Se llevó el portátil a la camioneta, cogió las herramientas. Luego pasó la verja hasta el edificio de al lado a hacer penitencia con la pistola de clavos.

 
Ness: Qué triste -echó la marinada que había preparado esa mañana por encima de los filetes de atún-. ¿Murió a los dieciocho? Sé que entonces la gente no vivía tanto, y que las mujeres solían casarse y tener hijos mucho antes. Pero, aun con todo. Dieciocho. ¿De unas fiebres?
 
Zac: No he visto mucho; buscaré más ahora que ya tengo un nombre del que tirar. En realidad, solo han sido unas líneas.
 
Ness: Eliza. Se parece mucho a como Alex empezó a llamarla, y al diminutivo de Lizzy también.
 
Zac: Parece que todo estuviera predestinado, supongo. Mamá escogió el nombre de esa habitación y Alex empezó a llamarla Elizabeth por eso. Y de ahí, Lizzie.
 
Ness: Yo no entiendo de predestinaciones, pero es espeluznante, en el buen sentido. Y me pareces genial, brillante, diría incluso, por haberla encontrado, pero ¿de qué te va a servir eso para localizar a Billy?
 
Zac: Necesitaba algo sólido. Sé cómo se llamaba, dónde vivía, dónde y cómo murió, aunque ella no lo supiera, así que intentaré seguir esas pistas hasta dar con él. ¿Se reunía aquí con él? ¿Vivía él por la zona? ¿Era otro viajero?
 
Mientras lavaba los canónigos, se volvió a mirarlo.
 
Ness: Septiembre de 1862. Esa podría ser la respuesta.
 
Zac: ¿Por qué?
 
Ness: Zac… -puso a escurrir los canónigos, se acercó a él-. ¿Cuánto tiempo llevas viviendo en el sur del condado de Washington?
 
Zac: Toda la… Mierda. Se me ha pasado. Estaba tan obsesionado con encontrarla que, cuando di con el nombre… la batalla de Antietam.
 
Ness: O de Sharpsburg, dependiendo del bando. El 17 de septiembre de 1862. El día más sangriento de la Guerra de Secesión.
 
Zac: Quizá fuera soldado. Puede, puede -musitó-. Ella podría haber venido aquí a verlo, establecer algún contacto. La gente incluso iba a presenciar las batallas, ¿no? Las convertían en estrafalarias excursiones.
 
Ness: Qué rarita es la gente. Bueno, ella murió el día de la batalla. Dices que era de Nueva York, así que parece lógico que se alojara en el hotel. Si hubiera tenido amigos o parientes en la zona, lo natural habría sido que se quedara con ellos. ¿Sería también Billy de Nueva York y ella lo siguió hasta aquí por alguna razón?
 
Zac: O él era de por aquí y ella vino a estar con él. O, como casi todos los hombres de su edad, si damos por supuesto que había algo entre ellos, luchaba en la guerra.
 
Ness: Eso parece lo más probable. Prueba esto.
 
Zac cogió el trocito de pan fino y crujiente.
 
Zac: Bueno. Buenísimo. ¿Qué es?
 
Ness: Un experimento. Masa de pizza, muy estirada, sazonada con hierbas, al horno. Estoy pensando en servirlo en el nuevo local. Entonces, si ella hubiera venido a verlo y hubieran podido reunirse, no tendría que encontrarlo ahora. Ella murió, pero, de haber estado él aquí, ¿no habría estado con ella? De modo que, por lógica, él no estaba aquí cuando ella enfermó.
 
Zac: O él la dejó plantada. No vino. Podrían haberse casado, pero no le interesaba.
 
Vanessa le arrebató el plato de pan de pizza antes de que pudiera coger otro trozo.
 
Ness: Eso no es romántico. Atente a lo romántico o no comes más.
 
Zac: Solo considero las distintas posibilidades. -Al ver que ella seguía apartando el plato de su alcance, puso los ojos en blanco-. Vale, eran como Romeo y Julieta, pero en la Guerra de Secesión. Unos amantes desventurados.
 
Ness: No me atrae el suicidio de adolescentes. Piensa en otra cosa.
 
Zac: Tengo demasiada hambre para pensar.
 
Ablandándose, volvió a dejar el plato en la encimera.
 
Ness: En cualquier caso, no parece que nos vaya a ayudar a encontrar a Billy.
 
Za: Voy a ver qué más puedo averiguar sobre Lizzy. Fase uno. -Partió el pan, ofreció la mitad a Vanessa-. Podrías llamarlo «crackpan». Por el ruido que hace al partirlo y porque es adictivo.
 
Ness: Ja, ja. A lo mejor «chascapán». Estoy pensando en ponerlo junto con los grisines en una especie de tubo de cristal, en cada mesa.
 
Zac: Deberíamos poder empezar a demoler la semana que viene.
 
Ness: ¿La semana que viene? ¿En serio? ¿De verdad?
 
Le encantaba verla ilusionarse así.
 
Za: Solo a demoler, pero sí. He comprobado el estado de la licencia. Debería poder recogerla mañana por la tarde.
 
Ness: ¡Ay, madre! -Rodeó la barra, se subió a su regazo-. ¡Ay, madre, ay, madre!
 
Cuando tuvo la boca llena otra vez, Zac sonrió.
 
Zac: Me muero por ver qué harás cuando nos den la licencia de edificación.
 
Ness: Igual me disfrazo. Ay, madre.
 
Zac: ¿De qué?
 
Ness: Zac… -Suspirando, se acurrucó en él-. Puede que esto sea una locura durante un tiempo. La planificación, los preparativos, la ejecución. Quizá yo me vuelva loca un tiempo.
 
Zac: ¿Y en qué se diferencia eso de lo habitual?
 
Le dio un pellizco antes de bajarse de su regazo.
 
Ness: Solo quiero que sepas que no será porque te esté evitando ni escondiéndome.
 
Zac: Vale -aprovechó que sacaba el tema-: ¿Le ha mandado tu madre alguna información de contacto a tu padre?
 
Ness: No -alzó los hombros y los dejó caer. Pero, cuando él le cogió las manos, la miró a los ojos y esperó, no pudo escaquearse-. Bueno, no es que me quite el sueño, pero puede que no se haya instalado aún. O, seamos realistas, igual no manda nada. Papá le dio dinero, y tal vez solo quería eso. No sé bien cómo me afecta, ni qué siento por ella exactamente -prosiguió-. Es como imaginarse que Billy no estuviera con Lizzy, por voluntad propia. Es durillo. La vida ya es suficientemente dura. Voy a intentar ser un poco optimista para variar.
 
Zac: Entonces, nos quedamos con que él habría estado con ella si hubiera podido.
 
Ness: Eso me gusta más. Si Tracy no nos manda nada, voy a tener que resignarme. No sé, la verdad, para qué iba a querer ponerme en contacto con ella. No forma parte de mi vida, y eso fue decisión suya.
 
Zac: Me fastidia el daño que eso te ha hecho.
 
Ness: Como a mí. Cuesta creer que alguien pueda influir tanto en mis sentimientos. Pero no hablemos más de ella -agitó las manos en el aire como si borrara algo-. Bienvenido a la cocina de pruebas del MacT. Voy a ser tu camarera, tu chef y tu sumiller esta noche.
 
Zac: ¿Todo eso?
 
Ness: Y más, después… con un poco de suerte.
 
Zac: Ya me siento afortunado.
 
Ness: Esta noche presentamos un atún a la pimienta sobre lecho de canónigos y juliana de verduras, aderezado con una vinagreta de champán.
 
Zac: Cada vez más.
 
Ness: Como entrante, nuestro en breve, esperamos, popular aperitivo de cangrejo y corazón de alcachofa. Todo ello maridado con el refrescante Sauvignon Blanc que recomendamos.
 
Zac: Me apunto.
 
Ness: Quiero opiniones sinceras.

Zac: Cuenta conmigo.
 
Sacó una sartén para el atún y sonrió.
 
Ness: Cuento.


Para compensar el tiempo invertido en la búsqueda de Billy y sus noches con Vanessa, Zac se puso a disposición de David. Al paso que iban, calculaba que tendrían acabada la panadería para junio, y los pisos de encima listos para alquilar.

Había recopilado algunos datos más sobre Eliza Ford, pero quería dejarlos asentarse un poco en su cabeza.

Según lo prometido, comenzó la demolición del pub del nuevo restaurante de Vanessa, y los dos proyectos fueron avanzando con el paso rápido de febrero a marzo.

Con la proximidad de la boda de abril, los hermanos -y parte de la plantilla- dedicaron los fines de semana a la casa de Alex.

Una tarde de domingo, el súbito ascenso de las temperaturas derritió la nieve y convirtió el suelo en un lodazal. Pero, en el interior de la casa, resplandecían los suelos a ambos lados del pasillo de cartones embarrados desde donde los hermanos exploraban la cocina casi terminada.
 
Alex: Ha quedado genial -proclamó-. De maravilla. Los de la encimera vienen mañana a empezar la instalación, aquí y en los baños. Quizá lo logremos.
 
Zac: Lo lograrás -tenía la agenda, y se negaba a dejarse desmoralizar-.
 
David: Si no te la hubieras dejado a medio hacer -señaló-, no tendríamos que deslomarnos ahora.
 
Alex: De los errores también se aprende. De todas formas, así Claire también le puede poner su sello personal. Ya no es solo mía, es nuestra.
 
David: Dijo el hombre a punto de ser esclavizado.
 
Alex: Dijo el hombre que iba a casarse con el amor de su vida -replicó-. Buena luz, buen espacio. Será agradable poder volver a expandirse. En casa de Claire no queda ni un centímetro libre. Siempre ando tropezándome con un crío o un perro.
 
Zac: ¿Y crees que eso va a cambiar?
 
Alex: No -lo pensó, y rió-. No me importa, estoy deseando tropezarme con los críos y los perros aquí. Ya solo queda un mes para la boda.
 
Zac: Es fantástico que organicen la despedida de soltera en el hotel -comentó-. Podría ser otra fuente de ingresos, a la larga.
 
David: Ah, por cierto, está pendiente la despedida de soltero. -se enganchó los pulgares en el cinto-. Hay que prepararte para el abismo de lo desconocido.
 
Zac: Estoy en ello -le recordó-.
 
David: Sí, sí. ¿Para qué tanto lío? ¿Por qué no vamos a un puticlub y ya? Por algo es un clásico.
 
Zac: Póquer, puros y whisky, decisión del novio.
 
Alex: Nada de strippers -confirmó-. Me resulta violento.
 
David: No fastidies, tío.
 
Alex: Cuando te toque a ti, habrá strippers.
 
David: Seré demasiado viejo para disfrutarlas. No tengo previsto lanzarme al abismo de lo desconocido hasta la edad de la jubilación. Pensándolo mejor, un hombre nunca es lo bastante viejo para disfrutar de una mujer desnuda. Toma nota.
 
Rachel, que llevaba los brazos ocupados, usó el codo para llamar a la puerta de cristal del patio interior.

Zac abrió y le cogió la enorme bolsa térmica, llena de termos gigantes.
 
Rachel: ¡Vaya, fíjate! Alex, está precioso.
 
David: No lo ha hecho él solo -le recordó-.
 
Rachel: Todos para uno -murmuró-. Vas a tener una casa estupenda. Habéis avanzado mucho desde que estuve aquí hace unas semanas.
 
Alex: Ahora te la enseño entera.
 
Rahel: Voy yo sola. Primero, he traído el almuerzo. Minestrone, sándwiches mixtos a la plancha y crujiente de manzana.
 
David: Eres la mejor madre del mundo -abrió la bolsa térmica-.
 
Zac: A mí me basta con la minestrone -se llevó una mano al estómago-. Desde que Vanessa me usa de probador como más y, con las prisas de la obra de Alex, estoy haciendo menos ejercicio.
 
Rachel: Ahora que mencionas lo del ejercicio -sacó platos de cartón, cuencos y cucharas de su enorme bolso-, hay algo de lo que quería hablaros a todos.
 
Lo dejó encima del contrachapado que cubría provisionalmente los armaritos.
 
Rachel: Llevo bebidas frías en el coche.
 
Alex: Hemos traído de todo -abrió una nevera-.
 
Rachel: ¿Hay alguna Coca Light?
 
David: ¿Por qué iba a haber? -se preguntó-.
 
Rachel: Bueno, vale, dame una normal -decidió-. No tardaré en quemarlo. Sobre todo en, digamos, entre nueve y doce meses, cuando pueda pasar una hora o así en el gimnasio del pueblo.
 
David, a punto de darle un bocado inmenso al sándwich mixto, paró en seco.
 
David: Mamá.
 
Como si nada, Rachel sirvió sopa en un cuenco y se lo ofreció a Zac.
 
David: Me ha llamado la atención que el edificio de detrás del hotel, con el que compartimos aparcamiento ahora, está en venta.
 
Alex suspiró.
 
Alex: Mamá.
 
Rachel: Y se me ha ocurrido que no hay ningún gimnasio en el pueblo o alrededores. La gente tiene que coger el coche, ir al gimnasio y volver a coger el coche para regresar. Además, Ashley me ha comunicado que algunos clientes han preguntado si disponíamos de instalaciones para hacer ejercicio.
 
Zac miró fijamente la sopa.
 
Zac: Mamá.
 
Rachel, contenta, siguió adelante.
 
Rachel: La verdad es que ahora no es un edificio particularmente atractivo, ni ofrece a nuestros clientes buenas vistas del Patio o de los porches posteriores. Pero podría serlo. Y tendríamos más aparcamiento.
 
Zac: No hemos terminado la panadería. Apenas hemos empezado el nuevo restaurante.
 
Rachel: Y de todos mis hijos, tú eres el que más valora la planificación anticipada. Ando en negociaciones. Aún no lo he comprado, ni lo haría sin hablarlo con vosotros. Las negociaciones llevan su tiempo, los acuerdos llevan su tiempo. Si todo sale bien, Alex podría empezar a trabajar en los planos cuando vuelva de la luna de miel.
 
Alex: Mamá -empezó-, ¿has estado en ese sitio últimamente?
 
Rachel: Lo cierto es que sí. Hay mucho que hacer. -Le ofreció sopa-. Muchísimo. ¿No os parece una suerte que sepamos cómo hacerlo? Además, no es ni la mitad de complicado que el hotel.
 
David: Habrá que comprarlo para echarlo abajo -masculló-.
 
Rachel: Habla con propiedad. Vaciarlo, sí; demolerlo, no.
 
Zac: Ya sabes lo que quieres hacer ahí dentro.
 
Rachel sonrió a Zac.
 
Rachel: Tengo ideas. Sería algo modesto, claro, comparado con las grandes cadenas de centros de acondicionamiento físico, pero ofreceríamos todo lo posible en esa área. Un gimnasio moderno con el encanto de las localidades pequeñas y un gran programa de actividades muy diversas.
 
David: Aunque pudiéramos convertir ese sitio en lo que dices, habría que buscar personal, entrenadores, instructores.
 
Rachel: Eso déjamelo a mí. Un aula grande en la segunda planta, una pequeña guardería, quizá una sala de masajes. Zona fitness con máquinas de cardio, circuito de entrenamiento y pesas en la planta baja, una sala pequeña, y los vestuarios, todos con sala de vapor y sauna. Muy de estilo balneario, diría yo. Ya lo maduraremos. -Le dio a Alex una palmada en la mejilla-. ¿Verdad?
 
Alex: Supongo que sí. Si te lo venden.
 
Ella sonrió aún más.
 
Rachel: Eso déjamelo a mí también. Bueno, ¿me enseñas la casa ahora?
 
Alex: Claro. Empezamos por arriba y vamos bajando.
 
Ceñudo, David los vio salir.
 
David: Maldita sea. Maldita sea, la idea es buena.
 
Zac: Tiene el trato a punto. Aun dándose prisa, hasta mediados de primavera como poco, principios de verano seguramente, no tendríamos los planos y las licencias. Eso depende más que nada de Alex.
 
David: Menos mal. No me importaría vaciar ese sitio -consideró-. Me van los retos. Pero primero hay que poner en marcha la panadería. Hay que buscar quién la lleve, salvo que mamá quiera que nos pongamos a hacer magdalenas.
 
Zac: Igual puedo proponer a alguien para eso. Una conocida de Vanessa. Se acaba de venir de Washington, donde trabajaba como chef de repostería. Busca local para montar su propia panadería.
 
David: ¿Otra urbanita? -se encogió de hombros-. ¿Cómo está?
 
Zac: Casada.
 
David: Pues qué bien. Tú encárgate de eso, que Alex se encargue de lo del gimnasio. Yo me ocuparé de meter caña a la cuadrilla.
 
Zac: Eso es lo que estamos haciendo.
 
David: Y en algún momento se quedará sin edificios.
 
Riendo, Zac terminó por coger un sándwich.
 
Zac: No cuentes con ello, chico.


Ash: ¿Un gimnasio?

Ness: Es el plan. Si les venden la finca -estaba con Ashley en el Comedor, ultimando la despedida de Claire-. Zac dice que su madre está como loca.
 
Ash: Pero lo pintarán, ¿no? No lo dejarán de ese verde espantoso de ahora.
 
Ness: Eso tenlo por seguro. Zac dice que Alex ha hablado de tirar abajo la azotea y sustituirla por un tejado a dos aguas.
 
Ash: Vendría bien a nuestros clientes. Y a mí. Un gimnasio nuevo con solo cruzar el aparcamiento. Qué gozada. Me las he estado apañando con los DVD desde que vine. Me encantaría asistir a una clase de yoga como Dios manda.
 
Ness: Yo siempre he querido ir a una. Con tanto estiramiento, igual sería más alta. Bueno, si ya no falta nada más, puedo coger todo esto a finales de semana cuando vaya a por mis suministros.
 
Ash: Perfecto. Saldrá genial. Flores, buena comida, champán, una tarta llamativa, unos cuantos jueguecitos tontos con premios chulos. Será muy Claire.
 
Ness: Y, cuando queramos darnos cuenta, se estará casando con Alex.
 
Ash: Lo que me lleva a preguntar si Zac y tú vais por el mismo camino.
 
Ness: No. No -dijo medio riendo-. Ahora mismo estamos muy bien. Relajados, que está fenomenal. Además, ya sabes que yo nunca he sido muy partidaria del matrimonio, para mí. Quizá un día de estos nos decidamos a vivir en pecado.
 
Ash: Te oigo decirlo, pero no me convences. Tú lo quieres.
 
Ness: Lo quiero, y es posible que, sin darme casi cuenta, me haya enamorado de él. -Le costaba menos decirlo, sentirlo, de lo que creía-. Trato de acostumbrarme a eso, de ver si perdura. Como digo, ahora estamos muy bien. Y los dos andamos liadísimos. No parece que eso vaya a cambiar en breve. Lo de andar liadísimos.
 
Ash: Vanessa, desde que te conozco, y a él igual, nunca me ha parecido que buscarais otra cosa que estar liadísimos. Vosotros sois así. Los dos.
 
Ness: Es un plus.
 
Ash: No es por agobiarte, pero tengo que decirte que cada vez que os veo juntos pienso: perfecto. Vanessa ha encontrado a su media naranja.
 
Nerviosa, Vanessa se masajeó los muslos.
 
Ness: Me estás asustando un poco.
 
Ash: Tranquila. Tú a tu ritmo, pero te aseguro que si él no está tan enamoradísimo de ti como tú de él, yo no tengo ni idea de cómo llevar un despacho.
 
Ness: Pues ándate con cuidado, que en nada te emparejo con David.
 
Ash: Y encima resulta que soy yo la que te asusta. De ahora en adelante, mis labios están sellados. Herméticos.




Enserio, esa familia se hará de oro. ¡Ahora quieren poner un gimnasio!
Yo quiero ser de esa familia XD

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¡Besis!


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