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jueves, 2 de noviembre de 2023

Epílogo


Vanessa se duchó hasta que el agua salió fría. Y aunque quería volver a bajar, no protestó cuando su madre y Jessica la metieron en la cama. No fue capaz de replicar cuando esta le ordenó que se quedara acostada y, además, que se tomara el día siguiente libre.

Aunque no tenía intención de hacer ni lo uno ni lo otro, se durmió antes de que ellas salieran de la habitación. Y así estuvo cinco horas seguidas, sin darse cuenta de que Zac pasó una echado a su lado solo para estar cerca de ella.

Cuando despertó, comió como si llevara una semana sin hacerlo.

Tal como había prometido, Tyler fue a verla, y de nuevo pidió que le contara la pesadilla que había vivido. Ella recordó detalles que tenía confusos. Después se sorprendió volviendo a quedarse traspuesta en el sofá cuando el sheriff salió para hablar con Alice.

Entre dormir y comer, incluida una comilona al aire libre para que todos los mozos del rancho pudieran tomar parte, no había conseguido estar a solas con Zac ni cinco minutos.

Y tenía unas cuantas cosas que decirle.

Con esa intención, sugirió que necesitaba dar un buen paseo a caballo. Lo miró, lo llamó con el dedo.

Apenas dijeron nada mientras ensillaban los caballos. Ella eligió la ruta, pues tenía un propósito en mente.

Ness: No te he preguntado cómo me has encontrado. Sé cómo ha ayudado Alice, pero...

Zac: He tenido suerte. He dado con un ranchero que conocía la cabaña. Estaba a unos dos kilómetros de distancia y a menos de uno cuando he oído el disparo.

Ness: Voy a tener que ir a darle personalmente las gracias. Si no hubieras llegado en ese instante, habría matado a dos hombres en vez de a uno.

Zac: Si te sientes mínimamente culpable por eso, eres tonta de remate.

Ness: No soy tonta, y no me siento nada culpable por haber matado a Lewis. Sé que tardaré en asimilarlo, pero no me pesa. Habría sentido culpa si hubiera tenido que disparar a Evan. No está bien, no importa qué haya hecho, no está bien. Y es el hijo de Alice, así que habría cargado con eso. Has llegado tú, y no tendré que hacerlo. Me has salvado de llevar esa culpa.

Zac: Te has salvado tú con una condenada navaja.

Ness: Sí, pero resulta que esa navaja me la regalaste tú. Me diste la herramienta, y la he utilizado. Otro punto a tu favor, Efron. Paseemos un poco. Necesito pasear.

Bajó de su montura y esperó a que Zac hiciera lo mismo.

Juntos condujeron a los caballos por un terreno donde los árboles susurraban al viento, la hierba se ondulaba mecida por él y brotaban flores silvestres.

Ness: Estaba muerta de miedo -reconoció-.

Zac: Y yo -se detuvo, se volvió, la arrimó a él-. Santo cielo, Vanessa, no sabía que un hombre pudiera tener tanto miedo y seguir respirando.

Y jamás, jamás en su vida olvidaría el momento en el que la había visto, con la camisa rota y ensangrentada, la cara lívida y magullada.

Ness: Sabía que vendrías, pero no podía esperar.

Zac: Tenías objetivos que cumplir. 

Riéndose, Vanessa lo besó en el cuello.

Ness: Sí.

Zac: Muy propio de ti, fijarte objetivos. Doy gracias a Dios por ello -se separó, le cogió la cara entre las manos y la besó-. Te lo compensaré en esa cena de lujo, antes o después.

Ness: Me aseguraré de que así sea. Entretanto... Me gusta este sitio. Las vistas son insuperables -señaló las montañas hacia las que el sol avanzaba despacio surcando el ancho cielo azul-. Mucho espacio para extenderse.

Se alejó, ató las riendas de Leo a la rama de un árbol. Picado por la curiosidad, Zac hizo lo mismo y la siguió cuando ella echó a andar.

Ness: La carretera ya está hecha; será fácil ir a trabajar, a caballo o en coche. Imagino que la casa va más o menos aquí, orientada hacia el oeste para las puestas de sol. La caballeriza ahí, y un potrero. En el momento que te plantees en serio lo de ser ranchero, quizá quieras poner un barracón. Hay buenos pastos, para caballos o vacas. No me importaría tener pollos -añadió con aire pensativo-. Curiosamente, los pollos siempre me han dado paz.

Puede que, con todo lo que había sucedido, Zac aún tuviera el cerebro un poco embotado, pero le estaba costando muchísimo seguirle el hilo.

Zac: ¿Estás hablando de construir una casa aquí?

Ness: La casa es tu parte, aunque tengo varios requisitos no negociables respecto a ella. Mi parte es el terreno. Mis padres nos han prometido dos hectáreas a cada uno. Más, si queremos, pero con esas me basta y me sobra para empezar. Si te fue tan bien en California, deberías poder pagar una casa.

Zac empezó a ver por dónde iba, y le gustaba el derrotero de la conversación.

Zac: Me fue bastante bien.

Ness: Genial. Quiero un porche amplio, que rodee toda la casa. También ventanas grandes. Chimeneas. Quiero una en el dormitorio. De hecho, vi una foto en una revista de un baño con chimenea. Quiero una ahí.
 
Zac: ¿Quieres una chimenea en el baño?

Ness: Sí. Y una de esas duchas de vapor tan grandes. Creo que un porche en la primera planta, aunque no en las cuatro paredes. Y... te haré una lista.

Zac: Seguro que sí. ¿Cuántas habitaciones voy a construir?

Ness: Creo que con cinco bastaría. 

Zac negó con la cabeza.

Zac: Seis.

Con las cejas enarcadas por la sorpresa, Vanessa lo miró con el rabillo del ojo.

Ness: ¿Te parezco una yegua de cría?

Zac: Seis. Y una de esas habitaciones con esos televisores tan enormes para ver películas.

Ella enarcó las cejas todavía más.

Ness: ¿Cómo de bien te fue en California?

Zac: Tienes que casarte conmigo para averiguarlo.

Ness: Estoy hablando de construir una casa. No he dicho que me vaya a casar contigo.

Zac: Más te vale. -Con una simple mirada de Zac, Atardecer dio a Vanessa un topetazo con la cabeza para echarla en brazos de su dueño-. Somos dos contra una. Construyamos una casa, Vanessa. Formemos una familia.

Ness: Sabía que vendrías -le puso una mano en la mejilla-. Estaba muerta de miedo, pero sabía que vendrías. No podía quedarme de brazos cruzados, pero lo sabía. Ahora me pregunto si siempre he sabido que volverías. Que regresarías a casa y vendrías a buscarme. No podía quedarme de brazos cruzados. Me pregunto si lo sabía. Me gusta pensar eso. Una cosa es segura: cuando tenía la navaja que tú me regalaste hace tantos años, e intentaba abrir el grillete, he sabido que, cuando saliera, cuando escapara, iría a buscarte. Iría a buscarte y me casaría contigo.

Lo abrazó para besarlo, y habría podido jurar que sintió cómo echaban raíces juntos en la tierra que pisaban.

Zac: Te quiero, Vanessa. Lo sabrás todos los días.

Ness: Yo también te quiero. -Lo miró a los ojos-. Yo también te quiero muchísimo.

Zac: ¿Has oído eso? -la cogió en brazos y la obligó a girarse-.

Atardecer relinchó en señal de reconocimiento, luego dio un golpe con la grupa a Leo, haciéndolo resoplar.

Con una carcajada, Vanessa apoyó la cabeza en el hombro de Zac.

Ness: Va a ser una puesta de sol impresionante.

Zac: Todas las noches.

Ness: Hablando de noches. Cinco habitaciones.

Zac: Seis -la subió a la silla de montar-. E incluiré una bañera de hidromasaje en el porche de la primera planta, para la habitación de matrimonio.

Vanessa contempló el terreno e imaginó la casa.

Ness: Una bañera de hidromasaje -murmuró-.

Sonriendo, Zac se encaramó a su silla para que pudieran recorrer ese trozo de tierra a caballo y hablar del mañana mientras el cielo adoptaba un tono magnífico. 


FIN


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