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lunes, 10 de octubre de 2016

Capítulo 8


El sol que entraba a través de las ventanas, a través de las puertas abiertas del balcón, martilleaba la cabeza de Vanessa. Emitió un gruñido y se dio la vuelta con la esperanza de quedarse dormida y olvidarse de aquella terrible jaqueca. Los aguijonazos no hicieron sino aumentar. Vanessa se incorporó con cuidado y trató de sentarse sobre la cama. Abrió los ojos despacio y gruñó de nuevo al sentir los rayos potentes del amanecer. Cerró los ojos y, al cabo de un segundo, apretó los dientes y se atrevió a levantar los párpados otra vez.

La sensación de mareo que tanto había disfrutado la noche anterior le resultaba de pronto insoportable. Tenía el estómago revuelto, los ojos hinchados. Permaneció quieta, sentada en medio de la cama, hasta que se creyó con fuerzas para moverse. Tratando de mantener la cabeza totalmente quieta, plantó los pies en el suelo y se puso de pie.

Pisó sin cuidado un vestido que había tirado y sacó un camisón del armario. Sólo podía pensar en cubos de hielo y café. Mucho café.

Entonces se acordó. De golpe, implacablemente. Vanessa se giró para mirar la cama. Estaba vacía... Quizá lo había soñado. O se lo había imaginado. Se llevó las manos a la cara y se pellizcó. Desde luego, en ese momento estaba despierta. Y aunque estuviese sola, estaba segura de que no lo había soñado. Zac había estado allí y todo lo que recordaba había sucedido de verdad. Se acordó de lo furioso que lo había encontrado al entrar en la habitación, de cómo le había sonreído ella invitándolo a que le hiciera el amor. Se acordó de la fuerza con que la había besado y del fervor con que ella misma había respondido.

Pasión... Había sido tal como había fantaseado: insoportable, maravillosa, agotadora. Zac la había maldecido. Recordaba sus palabras. Luego la había llevado a lugares y cotas de placer que jamás había imaginado siquiera. Ella se había entregado y lo había desafiado a que tomase todo cuanto quisiera. Todavía podía sentir los músculos tensos de su espalda, la respiración entrecortada y desesperada de Zac, jadeando junto a su oído.

La había poseído enfurecido y no le había importado. Luego se había quedado callado. Vanessa se había quedado dormida entre sus brazos. Y en algún momento Zac se había marchado y por eso estaba sola.

Vanessa soltó un gemido de lamento y bajó los brazos. ¿Qué esperaba? Lo que había ocurrido entre ambos no significaría nada para él. Menos que nada. Si no hubiese bebido tanto, nunca lo habría invitado a compartir la cama.

¡Valiente excusa!, pensó Vanessa disgustada consigo misma. Era demasiado sincera para intentar engañarse de ese modo. No, la culpa no había sido del licor de anís. Se acercó a la cama y agarró el camisón que Zac le había desgarrado. Ella lo había deseado. Lo había deseado desde la primera noche en la playa. Que Dios la ayudara, pero Zac le importaba mucho, demasiado. De modo que no, no podía echarle la culpa al alcohol. Hizo una bola con el camisón y lo tiró dentro del armario. La única culpable era ella.

Vanessa cerró el armario de un portazo. Se había acabado, se dijo con firmeza. Punto final. Lo que había ocurrido no tenía por qué significar para ella más de lo que significaba para Zac. De pronto, apoyó la frente sobre el armario y contuvo las ganas de romper a llorar. Pero se negaba a llorar por él. Jamás lloraría por él. Enderezó la espalda y se dijo que era el dolor de cabeza lo que la hacía sentirse tan débil y llorona. Era una mujer adulta, con libertad para entregarse, pasar un buen rato con un hombre cuando y donde quisiera. En cuanto bajara a la cocina y se tomara un café, conseguiría tomar cierta distancia y vería la situación en perspectiva.

Tragó las lágrimas que amenazaban con saltarle de los ojos y abrió la puerta de la habitación.

**: Buenos días, señora -la saludó la asistenta con una sonrisa que podría haberse ahorrado-. ¿Quiere que le suba el desayuno ahora?

Ness: No, sólo tomaré café -El olor de la comida le provocó náuseas-. Ya bajo yo a la cocina.

**: Hace un día precioso.

Ness: Sí, muy bonito -contestó apretando los dientes mientras recorría el pasillo-.

El sonido de unos platos rompiéndose y un grito agudo hicieron a Vanessa apoyarse en la pared para sostenerse. Se apretó la cabeza con una mano y gruñó. ¿Por qué tenía que elegir precisamente esa mañana para ser torpe?

Pero al ver que la asistenta seguía gritando, Vanessa se dio la vuelta. La chica estaba de rodillas justo en el umbral. Había añicos de platos y tazas por toda la alfombra, por la que se había desperdigado la comida.

Ness: ¡Basta! -se agachó, agarró a Tina por los hombros y la sacudió para hacerla callar-. Nadie te va a despedir por romper un par de platos.

La chica negó con la cabeza. Parecía aterrada. Apuntó con un dedo tembloroso hacía la cama antes de soltarse de Vanessa y salir corriendo.

Ésta asomó la cabeza en la habitación y sintió que el mundo entero le daba vueltas. Una nueva pesadilla venía a sumarse a la anterior. Se agarró al pomo de la puerta con fuerza y miró la escena.

Un rayo de sol iluminaba el cuerpo de Amber, tumbada boca arriba atravesando la cama. La cabeza le colgaba más allá del borde y el cabello le caía hasta casi rozar el suelo. Vanessa se sobrepuso a la primera impresión y al mareo y corrió hacia Amber. Aunque le temblaban los dedos, trató de tomarle el pulso en el cuello. Lo encontró: era débil e irregular, pero tenía pulso. El aire que había estado conteniendo sin darse cuenta salió en una bocanada de alivio. Instintivamente, tiró del cuerpo inconsciente de Amber hasta tenerla totalmente sobre la cama.

Sólo entonces se fijó en la jeringuilla que había entre las sábanas.

Ness: ¡Dios!

Aquello explicaba muchas cosas. Los cambios de humor de Amber, los nervios que tan tensa la tenían. No entendía cómo no se le había ocurrido antes que pudiera tener un problema de drogadicción. Se había puesto una sobredosis, pensó Vanessa espantada. ¿Qué debía hacer? Seguro que habría algo que tuviera que hacer.

**: Vanessa... ¡Dios!

Ella giró la cabeza y se encontró a Derek, pálido y rígido bajo la viga.

Ness: No está muerta -informó de inmediato-. Creo que ha sido una sobredosis. Llama a un médico, a una ambulancia.

Derek: ¿No está muerta?

Vanessa oyó el tono apagado de su voz, lo oyó acercarse a Amber. Pero no había tiempo para consolarlo.

Ness: ¡Llama ya! -le ordenó-. Tiene pulso, pero es muy débil.

Scott: ¿Qué pasa con Amber? -preguntó exasperado-. La asistenta está histérica y... ¡santo cielo!

Ness: ¡Una ambulancia!, ¡por Dios, deprisa! -ordenó sin dejar de tomar el pulso de Amber. Quizá consiguiera que su corazón siguiese latiendo por el mero hecho de tomárselo. Se giró y vio a Scott salir de la habitación volando mientras que Derek permanecía helado-. Hay una jeringuilla. ¿Sabías que se drogaba?

No quería herirlo, pero convenía tener el máximo de información posible por si le resultaba de utilidad a los médicos cuando llegaran.

Derek: Heroína -dijo al tiempo que un escalofrío le recorría la espalda-. Creía que lo había dejado. ¿Estás segura de que está...?

Ness: Está viva -le agarró una mano cuando Derek se decidió a acercarse a la cama. Sintió un azote de compasión por Amber y por el hombre cuya mano sostenía en ese momento-. Está viva, Derek. La ayudaremos a salir adelante.

Él le apretó la mano un instante, fuerte; tanto que Vanessa estuvo a punto de quejarse por el dolor.

Derek: Amber -murmuró-. Tan bella... tan perdida.

Ness: No la hemos perdido, ¡todavía no! -insistió con fiereza-. Si sabes rezar, reza todo lo que sepas por que la hayamos encontrado a tiempo.

Derek se quedó mudo unos segundos. Sus ojos se habían apagado, no tenían vida. Vanessa lo miró y pensó que jamás había visto algo tan vacío.

Derek: Rezar -susurró-. Sí, es lo único que se puede hacer.

Se le hizo una eternidad, pero cuando Vanessa vio el helicóptero desaparecer hacia el oeste, seguía siendo temprano. Derek acompañó a Atenas a Amber, todavía inconsciente, mientras Scott y Ash apresuraban los preparativos de su propio vuelo.

Todavía descalza y en camisón, Vanessa siguió con la mirada la dirección por la que se había ido el helicóptero. Mientras viviera, pensó, jamás olvidaría la mirada pétrea y vacía de Derek... ni la belleza sin vida del rostro de Amber. Sintió un escalofrío, se giró y vio a Scott.

Scott: Trípolos -dijo con calma- está en el salón.

Ness: No, ahora no, Scott -protestó rendida-. ¿Cuánto más vas a poder aguantar? -le preguntó entonces, compadeciéndose de él-.

Scott: Lo que haga falta -dijo entre dientes-. Te pido perdón por hacerte pasar por todo esto. Vanessa...

Ness: No, no me trates así, Scott. Creía que éramos amigos.

Scott: ¡Menudos amigos! -murmuró-. Perdóname.

Ness: Sólo si dejas de tratarme como si fuese una desconocida.

Scott suspiró y le pasó un brazo alrededor de los hombros.

Scott: Anda, vamos a ver qué quiere el capitán.

Vanessa se preguntó si se convertiría en una costumbre entrar en el salón para atender a las preguntas de Trípolos. Lo encontró acomodado en un asiento ancho y ella ocupó el mismo sofá que la vez anterior. Lo miró y esperó a que empezase su interrogatorio.

Capitán: Sé que es difícil para usted. Para todos ustedes -arrancó Trípolos abarcando con la mirada a todos los presentes en la pieza, desde Vanessa a Scott, pasando por Ash-. Seremos tan discretos como sea posible, señor Tisdale. Haré lo que esté en mi mano por evitar a la prensa, pero un intento de suicidio en una familia tan conocida como la suya... -dejó la frase colgando-.

Scott: Suicidio -repitió en voz baja, como si necesitase oír la palabra de nuevo para que cobrara sentido-.

Capitán: Según el informe preliminar, parece que su prima se ha suministrado una sobredosis. Pero no puedo ser más específico hasta que se cierre la investigación. Cuestión de procedimiento, espero que lo entiendan.

Sott: Procedimiento...

Capitán: ¿Encontró usted a la señorita Tisdale, señorita Hudgens?

Vanessa dio un respingo nervioso al oír su nombre. Luego se tranquilizó.

Ness: No, en realidad fue la asistenta la que la encontró. Entré a ver qué le pasaba. A Tina se le había caído la bandeja que llevaba y... cuando entré, vi a Amber.

Capitán: ¿Y llamó a una ambulancia?

Ness: No -negó con la cabeza, irritada. El capitán sabía de sobra que había sido Scott quien había llamado, pero quería que le contase los hechos detalle por detalle. Resignada, decidió complacerlo-. Al principio pensé que estaba muerta. Luego sentí que tenía un poco de pulso. La puse sobre la cama.

Capitán: ¿Dónde estaba? -preguntó en tono pesquisidor-.

Ness: Bueno, en realidad ya estaba en la cama, pero tenía medio cuerpo fuera. Le colgaba la cabeza y quería ponerla bien sobre el colchón -levantó las manos en un gesto de impotencia-. La verdad es que no sé qué quería hacer; me pareció lo más adecuado.

Capitán: Entiendo. Y entonces encontró esto -dijo Trípolos mostrándole la jeringuilla, la cual habían guardado en una bolsa de plástico-.

Ness: Sí.

Capitán: ¿Sabía que su prima consumía heroína, señor Tisdale?

Scott se puso tenso. Vanessa vio que Ash extendía un brazo para agarrarle una mano y darle fuerzas.

Scott: Sabía que Amber tenía un problema... con las drogas. Hace dos años fue a una clínica en busca de ayuda. Creía que lo había superado. Si hubiese imaginado que seguía... enferma -acertó a decir- no la habría metido en casa con mi esposa y mi amiga.

Capitán: Señora Tisdale, ¿estaba usted al corriente del problema de la señorita Tisdale?

Vanessa oyó el gruñido de Scott, pero Ash respondió enseguida.

Ash: Perfectamente -dijo con calma y su marido la miro sorprendido-. Es decir, sabía que mi marido se había ocupado de que ingresara en una clínica para recibir tratamiento hace dos años, aunque intentó ocultármelo -añadió al tiempo que apretaba la mano de Scott-.

Capitán: ¿Tiene idea de quién le proporcionó la dosis a su prima, señor Tisdale?

Scott: Ninguna.

Capitán: Bien. Dado que su prima vive en Atenas, lo mejor será que me ponga en contacto con la policía de allí, para preguntar a sus amigos más cercanos.

Scott: Haga lo que tenga que hacer -dijo cansado-. Lo único que le pido es que proteja a mi familia lo máximo posible.

Capitán: Por supuesto. Esto es todo. Disculpen la intrusión una vez más.

Scott: Tengo que telefonear a la familia -dijo desganado cuando Trípolos se hubo marchado de casa-.

Como si buscara algún punto de apoyo, colocó la mano sobre el pelo de su esposa. Le acarició el cabello y luego se levantó y se fue sin decir palabra.

Ness: Ash -arrancó-, sé que no hace falta decirlo, pero si puedo hacer algo...

Ash negó con la cabeza. Dejó de mirar la puerta, por la que había salido su marido, y devolvió la atención a su amiga.

Ash: Es todo tan increíble... No entiendo cómo podía estar ahí tumbada, casi muerta. Y lo que es peor, nunca me ha gustado. No lo he ocultado y ahora... -se levantó y se acercó a la ventana-. Es familia de Scott y para él la familia es importantísima. En el fondo, sé que se siente responsable por lo que le pase a Amber. Y yo no dejo de pensar en lo fría que he sido siempre con ella.

Ness: Scott va a necesitar que estés a su lado -se puso de pie y cruzó el salón para poner una mano sobre el hombro de Ash-. No puedes evitar que Amber no te caiga bien. No es una persona fácil.

Ash: Tienes razón, sí -exhaló un suspiro trémulo, se giró y acertó a esbozar una sonrisa débil-. De momento, están siendo unas vacaciones espantosas, ¿verdad? En fin, voy a ver si puedo ayudar a Scott en algo.

La villa estaba en silencio mientras Vanessa subía a cambiarse. Se puso una camisa. Mientras se la abrochaba de pie junto a las puertas de la terraza, miró la vista del jardín, el mar y la montaña. ¿Cómo era posible que aquella maravilla se hubiese vista ensuciada por tanta fealdad en tan poco tiempo?, se preguntó. Un asesinato y un intento de suicidio. No era el lugar indicado para ese tipo de actos.

Ness: Adelante -dijo cuando oyó que llamaban a la puerta-.

Scott. Vanessa, ¿te molesto?

Ness: ¡Oh, Scott! -exclamó conmovida, con el corazón lleno de compasión. El pesar y la tensión se marcaban en la cara de su amigo-. Sé que todo esto está siendo horrible para ti y no quiero ser una carga más a tus problemas. Quizá debería volver a Nueva York.

Scott dudó unos instantes antes de responder:

Scott: Vanessa, sé que es mucho pedir, pero no lo hago por mí. Lo hago por Ash. ¿Te puedes quedar aquí, por Ash? Tu compañía es lo único que puedo ofrecerle ahora mismo -soltó las manos de Vanessa y empezó a dar vueltas por la habitación, intranquilo-. Vamos a tener que ir a Atenas. No sé cuánto tiempo... hasta que Amber se recupere o... Tendré que quedarme con mi familia unos cuantos días. Mi tía me va a necesitar. Si pudiera mandar a Ash de vuelta a casa sabiendo que tú estás aquí, me sentiría muy aliviado.

Ness: Por supuesto, Scott. Sabes que lo haré.

Él se giró y le dedicó la sombra de una sonrisa.

Scott: Eres una buena amiga, Vanessa. Te dejaremos sola al menos un día y una noche. Después mandaré a Ash de vuelta. Si tú estás aquí, estoy seguro de que accederá a volver de Atenas -suspiró y le agarró una mano otra vez-. Es posible que Derek decida quedarse en Atenas también. Creo que... siente algo por Amber y no me había dado cuenta antes. Le pediré a Zac que cuide de ti mientras estamos fuera.

Ness: No -respondió y se mordió la lengua por haber protestado tan rápido-. No, en serio, no hace falta, Scott. Estaré bien. Además, no se puede decir que vaya a estar sola, con el servicio doméstico. ¿Cuándo salís?

Scott: En una hora.

Ness: Scott, estoy segura de que fue un accidente.

Scott: Tendré que convencer a mi tía de que así ha sido. En cuanto a lo que yo creo... -soltó la mano de Vanessa, bajó la vista y se miró su propia palma. Cuando levantó los ojos, su expresión se había endurecido-. Amber es sinónimo de desgracia. Se regodea en ella. Te lo digo ahora porque nunca me sentiré capaz de hablar tan libremente con nadie. Ni siquiera con Ash... La detesto. Su muerte no sería más que una bendición para todos los que la quieren -finalizó, escupiendo las palabras como si fueran veneno-.


Cuando Scott, Ash y Derek se hubieron marchado, Vanessa salió de la villa. Necesitaba pasear, que le diera el aire. En esa ocasión no se dirigió a la playa, como tenia por costumbre. No estaba preparada para eso. De modo que se encaminó hacia los acantilados, atraída por su belleza escarpada.

¡Qué puro era el aire! Vanessa no quería inspirar fragancias florales en aquel instante. Sólo el olor salado del mar. Caminaba sin destino. Hacia arriba, nada más que hacia arriba, como si pudiese escapar de todo cuanto ha ocurrido si lograba ascender un poco más. Si los dioses hubiesen paseado por ahí, pensó, habrían ido a los acantilados a oír el batir de las olas contra las rocas, a respirar aquel aire limpio y puro.

Le agradó ver una cabra de intensos ojos negros. El animal la miró un segundo mientras comía un poco de maleza que había encontrado creciendo entre las peñas. Pero cuando Vanessa intentó acercarse, la cabra huyó hasta desaparecer al otro lado del acantilado.

Vanessa suspiró y se sentó sobre un peñasco situado a gran altura sobre el agua. La sorprendió encontrarse unas flores azules inclinadas hacia el sol, tratando de sobrevivir en un hueco del tamaño de una uña entre dos rocas. Las acarició, pero no se decidió a arrancarlas. La vida estaba por todas partes, comprendió. Sólo bastaba saber dónde mirar.

Zac: Vanessa.

Ésta se agarró a las flores convulsivamente al oír la voz de Zac. Luego abrió la mano, despacio, y giró la cabeza. Zac estaba de pie, a escasos metros de ella, con el pelo levantado por una leve brisa que soplaba. En vaqueros y camiseta, con la cara sin afeitar, se parecía más al hombre al que había visto la primera noche. Sin orden. Sin principios. El corazón le dio un vuelco antes de conseguir amansarlo.

Sin pronunciar palabra, Vanessa se levantó y empezó a bajar el acantilado.

Zac. Vanessa -le dio alcance enseguida. Luego la giró con una delicadeza inesperada. Ella lo miró con frialdad, pero, por debajo de esa indiferencia, Zac advirtió que estaba preocupada-. Me he enterado de lo de Amber.

Ness: Sí, una vez me dijiste que había pocas cosas que no supieras de cuanto pasa en la isla.

Zac encajó el tono neutro de su voz como una bofetada, pero siguió sujetándole los brazos con suavidad.

Zac: La has encontrado tú.

No permitiría que ese tono cariñoso, tan poco habitual en él, derrumbara sus defensas. Se mostraría tan distante como él lo había sido.

Ness: Estás bien informado, Zachary.

La notaba inaccesible. Zac no sabía cómo empezar. Quizá, si se dejase abrazar, todo sería más fácil. Pero la mujer que le mantenía la mirada desafiantemente no parecía dispuesta a apoyarse en nadie.

Zac: Debe de haber sido muy duro para ti.

Vanessa enarcó una ceja, casi como si le resultase divertido.

Ness: Me ha resultado menos duro encontrar a alguien vivo que encontrar a alguien muerto -contestó con rencor-.

Zac acusó el golpe: contrajo los músculos de la cara y bajó las manos. Vanessa le había pedido ayuda una vez y él no se la había ofrecido. Luego, cuando quería dársela, cuando necesitaba dársela, ya era demasiado tarde.

Zac: ¿Te sientas un momento?

Ness. No, ya no es un sitio tan agradable como hace un rato.

Zac: ¡Deja de castigarme! -explotó agarrándole los brazos de nuevo-.

Ness: Suéltame.

Pero el ligero temblor de su voz le indicó algo que sus palabras no revelaban. Estaba más cerca de venirse abajo de lo que quizá ni siquiera ella sabía.

Zac: De acuerdo, pero tienes que volver conmigo a casa.

Ness: No.

Zac: Sí -inició el regreso, tirándola de un brazo-. Tenemos que hablar.

Vanessa trató de soltarse, pero la tenía bien sujeta. Zac la obligó a avanzar sin molestarse en mirar hacia atrás.

Ness: ¿Qué es lo que quieres, Zachary?, ¿más detalles?

Apretó los dientes antes de responder:

Zac: Muy bien. Puedes contarme lo que quieras sobre Amber si te apetece.

Ness: No me apetece -replicó. Ya estaban llegando a las escaleras que conducían a la casa de Zac. Al darse cuenta, frenó en seco-. No quiero ir contigo.

Zac: ¿Desde cuándo me importa lo que tú quieres? -contestó con amargura, empujándola hacia la puerta-. Café -le ordenó a Peter cuando éste apareció en el recibidor-.

Ness: Tú ganas, te daré detalles -se rindió enrabietada mientras entraban en el salón-. Y luego, ¡haz el favor de dejarme en paz! Me encontré a Amber inconsciente, sin apenas pulso. Había una jeringuilla en la cama. Al parecer era adicta... Aunque tú ya lo sabías, ¿verdad, Zac? Tú lo sabes todo -añadió después de parar un momento a respirar-.

Estaba agitada. Y pálida. Como al encontrar el cadáver en la cala, cuando aún confiaba en él y se había lanzado a sus brazos. Zac sintió un pinchazo en el pecho y extendió un brazo hacia Vanessa.

Ness: ¡No me toques! -chilló descompuesta. Zac echó la cabeza hacia atrás, como si acabasen de darle un puñetazo. Ella se tapó la boca con las manos y se dio la vuelta-. No me toques -repitió en voz baja-.

Zac: No te pondré la mano encima ni una sola vez -le aseguró al tiempo que apretaba los puños-. Pero siéntate, antes de que te desmayes.

Ness: No me digas lo que tengo que hacer -contestó con voz quebrada, muy a su pesar. Se obligó a girarse para encarar a Zac-. No tienes derecho a decirme lo que tengo que hacer.

Peter entró, en silencio, atento. Mientras ponía la bandeja del café, echó un vistazo a Vanessa. Y vio lo que Zac no había visto: su corazón reflejado en los ojos.

Peter: ¿Quiere café, señorita? -le preguntó con suavidad-.

Ness: No, yo...

Peter: Debería sentarse. -Antes de que Vanessa pudiera protestar, él la acercó a una silla-. El café está fuerte.

Zac se levantó. Se sentía impotente mientras veía a Peter manejar a Vanessa, como una gallina cuidando a un polluelo.

Peter: Se lo serviré solo. Para que recobre el color de las mejillas.

Vanessa aceptó la taza y se quedó mirando el líquido que la llenaba.

Ness: Gracias.

Zac: Bueno, bébetelo -ordenó furioso porque el otro hombre hubiera conseguido lo que a él le había sido imposible-. Mirándolo no te hará efecto.

Como era verdad que necesitaba tomar fuerzas de algún modo, Vanessa se lo bebió deprisa.

Ness: ¿Qué más quieres saber? -le preguntó a Zac-.

Zac: Maldita sea, no te he traído para interrogarte sobre Amber.

Ness: ¿Ah, no? Me sorprendes -ya más serena, aparto la taza y se levantó de nuevo-. Aunque no sé por qué ha de sorprenderme nada de lo que haces, la verdad.

Zac: Me crees capaz de las peores atrocidades, ¿verdad? -prescindió del café y fue al mueble bar-. Quizá hasta pienses que yo maté a Stevos y dejé el cadáver en la cala para que te lo encontraras.

Ness: No -respondió con calma, pues estaba hablando con absoluta sinceridad-. Lo apuñalaron por la espalda.

Zac: ¿Y?

Ness: Tú mirarías de frente al hombre que fueses a matar.

Zac se alejó del mueble bar sin haberse llenado la copa, vacía en una de sus manos. Tenía los ojos azul oscuro, más oscuros que nunca. Tenían un brillo de pasión apenas, nada más que apenas contenida.

Zac: Vanessa, anoche...

Ness: No pienso hablar de lo que pasó anoche -atajó con frialdad, con un tono más tajante e hiriente que cualquier cuchillo-.

Zac: De acuerdo, olvidémoslo -volvió al mueble bar y esa vez sí se llenó la copa. Había sabido que tendría que pagar un precio. Aunque no había imaginado que fuera a ser tan alto-. ¿Quieres una disculpa?

Ness: ¿Por qué?

Zac soltó una pequeña risa, resoplando por la nariz, al tiempo que apretaba la base de la copa. Apuró el contenido de un trago.

Zac: Dios, no me había dado cuenta de que eras tan fría.

Ness: No me hables de frialdad, Zachary -alzó la voz llevada por una pasión que se había prometido no sentir-. Tú te sientas aquí, en tu maravillosa casa, jugando tus sucias partidas de ajedrez con las vidas de los demás. Me niego a ser uno de tus peones. Ahora mismo hay una mujer casi muerta en un hospital de Atenas. Tú te enriqueces a costa de alimentar su enfermedad. ¿Crees que no eres culpable porque cruces el estrecho por la noche, como si fueras un pirata?

Con mucho cuidado, Zac dejó la copa y se giró hacia ella.

Zac: Sé lo que soy.

Vanessa lo miró hasta que los ojos amenazaron con humedecerse.

Ness: Yo también -susurró-. Que Dios me ayude.

Luego se dio la vuelta y salió corriendo. Zac la dejó marchar.

Momentos después, Peter regresó al salón.

Peter: La señorita está contrariada -comentó con tacto-.

Zac se giró para llenarse la copa de nuevo.

Zac: Sé perfectamente cómo está.

Peter: Los últimos dos días han sido muy duros para ella. ¿Ha venido a verte en busca de consuelo?

Le entraron ganas de blasfemar, pero se tragó las palabras. Peter lo observaba con tranquilidad.

Zac: No, no ha venido a mí en busca de consuelo. Lo buscaría en el demonio antes de acudir a mí -contestó con furia controlada-. Pero así es mejor. No puedo permitir que interfiera en estos momentos. Tal como están las cosas, sería un estorbo.

Peter se acarició el bigote antes de decir:

Peter: Quizá vuelva a Estados Unidas.

Zac: Cuanto antes mejor -murmuró y se bebió la copa de golpe. Al oír que llamaban a la puerta, soltó una palabrota-. Ve a ver quién diablos es y líbrate de él si puedes.

Peter: El capitán Trípolos -anunció instantes después-.

Los ojos le brillaban cuando desapareció un segundo más tarde.

Zac: Capitán -contuvo las ganas de soltar otro exabrupto-. ¿Quiere un café?

Capitán: Gracias -Trípolos tomó asiento después de exhalar un suspiro sentido-. ¿Era la señorita Hudgens la mujer que acabo de ver por el camino del acantilado?

Zac: Sí. -Se dio cuenta de que tenía los nudillos blancos de la fuerza con que estaba apretando la cafetera y aflojó la mano un poco-. Acaba de estar aquí.

Capitán: Entonces le habrá contado lo sucedido con la señorita Tisdale -comentó con ligereza-.

Zac: Sí -le ofreció la leche-. Un asunto desagradable, capitán. Esta misma mañana llamaré a Atenas a ver qué novedades hay. ¿Es la salud de Amber el motivo de su visita?

Capitán: Sí. Le agradezco que me reciba, señor Zachary. Sé que es usted un hombre muy ocupado.

Zac: Es mi deber cooperar con la policía, capitán -contestó mientras se sentaba con su taza de café-. Pero no sé cómo puedo ayudarlo con este caso.

Capitán: Tengo entendido que pasó toda la tarde de ayer con la señorita Tisdale y esperaba que pudiera arrojar alguna luz sobre su estado anímico.

Zac: Entiendo -dio un sorbo de café mientras barajaba mentalmente las respuestas que podía ofrecer-. Capitán, no sé si puedo serle de ayuda. Evidentemente, Amber estaba afectada después de saber que habían encontrado un cadáver tan cerca de su casa. Estaba nerviosa… pero eso es normal en ella. No puedo decir que le notara algo especial.

Capitán: Quizá pueda contarme qué hicieron mientras estaban en la lancha -sugirió-. ¿Dijo la señorita Tisdale algo que pudiera indicar que estaba pensando en suicidarse?

Zac enarcó una ceja.

Zac: Apenas hablamos -se limitó a responder-.

Capitán: Comprendo.

Zac se preguntó cuánto tiempo seguirían tanteándose y contestando con evasivas. En cualquier caso, decidió tomar las riendas de la conversación.

Zac: La verdad es que noté a Amber nerviosa. Pero, como digo, esto no es extraño en ella. Si pregunta, descubrirá que la gente que la conoce la describiría como una mujer... intranquila. Aun así, le aseguro que en ningún momento se me pasó por la cabeza que pudiera estar pensando en suicidarse. Incluso ahora, aunque peque de inocente, me resulta imposible creerlo.

Capitán: ¿Por qué? -preguntó mientras se recostaba en el respaldo-.

Bastaría con un par de generalidades, decidió Zac antes de contestar.

Zac: Amber se gusta demasiado para querer suicidarse. Es una mujer bella, capitán, a la que le gusta disfrutar de los placeres de la vida. No es más que una opinión, entiéndame. Usted sabe mucho más de este tipo de cosas -se encogió de hombros-. Pero yo diría que ha sido un accidente.

Capitán: No es probable que se trate de un accidente, señor Efron -contestó Trípolos. Estaba buscando algún tipo de reacción y Zac se limitó a enarcar la ceja intrigado-. Había demasiada heroína en su cuerpo. Sólo un principiante podría haber cometido un error así. Y la heroína no es algo nuevo para la señorita Tisdale. Tiene demasiadas marcas de aguja en el brazo.

Zac: Ya veo.

Capitán: ¿Estaba al corriente de que la señorita Tisdale tenía un problema de adicción?

Zac: No conocía mucho a Amber, capitán. De actos sociales sí, por supuesto; pero, básicamente, para mí es la prima de un amigo... y una mujer bella con la que no siempre es fácil estar.

Capitán: Y, sin embargo, ayer pasó el día con ella.

Zac: Es una mujer bella -repitió y sonrió-. Lamento no poder ayudarlo.

Capitán: Tengo una teoría. Quizá le interese oírla.

Zac no se fiaba de la sonrisa inocente del capitán.

Zac: Por supuesto.

Capitán: Verá, señor Efron -arrancó Trípolos-. Si su instinto no lo engaña y es verdad que Amber no pensaba suicidarse, sólo cabe una explicación. Porque un accidente no ha sido, eso seguro.

Zac: ¿Qué explicación?, ¿a qué se refiere? ¿Quiere decir que... cree que alguien trató de asesinar a Amber?

Capitán: No soy más que un simple policía, señor Efron -contestó con humildad-. El trabajo me ha enseñado a sospechar siempre lo peor. ¿Puedo serle sincero?

Zac: Por favor.

Capitán: Estoy desconcertado y, como amigo de los Tisdale, me gustaría conocer su opinión.

Zac: Haré todo cuanto esté en mi mano por ayudarlo.

Capitán: Antes permítame que le diga... -arrancó Trípolos tras asentir con la cabeza- y estoy seguro de que entiende que esto no puede salir de esta habitación.

Zac se limitó a inclinar la cabeza y dio un sorbo de café.

Capitán: Permítame que le diga -continuó- que Stevos formaba parte de una red de contrabando que opera en Lesbos.

Zac: Debo reconocer que no me había pasado inadvertida tal posibilidad -sacó un paquete de tabaco y le ofreció un cigarro a Trípolos-.

Capitán: No es ningún secreto que un grupo está aprovechándose de la proximidad de la isla a Turquía para pasar opio a través del estrecho -dijo mientras se acercaba a Zac para que le encendiese el cigarro-.

Zac: ¿Cree que a Stevos lo asesinó alguno de sus compinches?

Capitán: Es mi teoría -Trípolos dio una calada al cigarro y soltó humo placenteramente-. El que me preocupa es el cabecilla de la red. Un hombre brillante, he de reconocer. Es muy inteligente y hasta la fecha ha esquivado todas las trampas que se le han tendido. Se dice que no suele estar presente en los intercambios. Cuando lo está, va enmascarado.

Zac: Algo he oído, como es lógico -murmuró tras una nube de humo-. Aunque creo que tiene más de leyenda que de realidad. Un hombre enmascarado, contrabando... material para la imaginación.

Capitán: Es real, señor Efron, y la muerte de Stevos no tiene nada de imaginaria.

Zac: Cierto, eso es verdad.

Capitán: Stevos no era un hombre listo. Lo estábamos vigilando con la esperanza de que nos condujera hasta el cabecilla. Pero... -Trípolos dejó la frase en el aire-.

Zac: Si me permite la pregunta, capitán, ¿por qué me cuenta todo esto? Entiendo que esta información sólo atañe a la policía.

Capitán: Usted es un hombre importante en nuestra comunidad -respondió Trípolos con serenidad-. Siento que puedo confiar en su discreción.

«Viejo zorro», pensó Zac, y sonrió.

Zac: Se lo agradezco. ¿Cree que este hombre enmascarado es de la isla?

Capitán: Creo que conoce la isla -matizó Trípolos-. Pero no creo que sea pescador.

Zac: ¿Alguien que trabaje en mis viñedos? -se contestó tras soltar una bocanada de humo-. No, no es probable.

Capitán: Por los informes que he recibido en relación con las actividades de la señorita Tisdale en Atenas -continuó-, creo que ella sí está al corriente de la identidad del hombre que buscamos.

Zac: ¿Amber? -preguntó con sumo interés-.

Capitán: Soy de la opinión de que la señorita Tisdale está muy involucrada en las operaciones de contrabando. Demasiado implicada para su propia seguridad. Si... -Trípolos hizo una pausa para corregirse-. Cuando salga del coma, la interrogaremos.

Zac: Me cuesta creer que la prima de Scott pueda estar envuelta en algo así -contestó, aunque sabía que el capitán se estaba acercando demasiado a la verdad. Maldijo para sus adentros. Se estaba quedando sin tiempo-. Amber debería sentar cabeza. Es un poco alocada. Pero... contrabando, asesinato... No me lo creo -finalizó-.

Capitán: Mucho me temo que alguien ha intentado asesinar a la señorita Tisdale por saber demasiado. Usted la conoce mejor que yo. Dígame, señor Efron, ¿hasta dónde cree que sería capaz de llegar la señorita Tisdale por amor... o por dinero?

Zac se tomó su tiempo para considerar la respuesta con calma mientras trataba de introducir los reajustes necesarios a unos planes ya establecidos.

Zac: No creo que hiciera gran cosa por amor, capitán. Pero por dinero... Amber justificaría cualquier cosa por dinero -sentenció mirando a Trípolos a los ojos-.

Capitán: Es usted sincero. Se lo agradezco. Quizá tenga la amabilidad de permitirme volver a charlar con usted sobre este asunto más adelante -dijo Trípolos sonriente, pero sin dejar de mirarlo a los ojos-. Debo confesar que me resulta de gran ayuda discutir mis problemas con un hombre como usted. Me permite poner las ideas en orden.

Zac: Capitán, estaré encantado de ayudarlo en todo lo que pueda, por supuesto -dijo sonriente y Trípolos se despidió. Permaneció sentado un buen rato después de haberse quedado solo en el salón. Frunció el ceño mientras calculaba las opciones que tenía-. Nos vamos esta noche -dijo cuando Peter entró-.

Peter: Es demasiado pronto. Todavía no es seguro.

Zac: Esta noche -repitió con autoridad-. Llama a Atenas e infórmalos del cambio de planes. Mira a ver si puedes hacer algo para quitarme de encima a Trípolos durante unas horas. Ha lanzado el cebo y está esperando que muerda -añadió al tiempo que entrelazaba los dedos, sin dejar de fruncir el ceño-.

Peter: Esta noche es demasiado arriesgado -insistió-. En un par de días saldrá otro barco.

Zac: En un par de días, Trípolos estará mucho más cerca. No podemos permitir que las cosas se nos compliquen ahora con la policía local. Y tengo que asegurarme -afirmó tajantemente-. No he llegado hasta aquí para cometer un error a estas alturas. Tengo que acelerar las cosas antes de que Trípolos empiece a atosigar a las personas equivocadas.




¡Zac, ¿qué ocultas!?
¿¡Qué oculta todo el mundo en esta novela!?

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2 comentarios:

Lu dijo...

Es un misterio total está novela...
Todos tienen un secreto que ocultar... Y Zac es el que más oculta. Ya quiero saber que es.
Y pobre Ness...yo me volvieria a mi país.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Es una gran novela
Con grandes secretos
Todo esto es un misterio
Síguela esta muy buena
Ya quiero saber mas


Saludos

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