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lunes, 31 de octubre de 2016

Capítulo 12


No había nada tan frustrante como esperar, decidió Vanessa después de la primera media hora. Sobre todo, para una persona incapaz de estar sentada dos minutos seguidos.

La salita era cuadrada y acogedora, estaba pintada con colores cálidos y tenía mucha madera que brillaba a la luz de la tarde. Estaba llena de pequeños tesoros. Vanessa se sentó y frunció el ceño ante una pastora de Dresden. En cualquier otro momento, quizá hubiera admirado su elegancia y fragilidad; pero en aquel instante se sentía tan inútil como aquella figura de porcelana. Por decirlo de alguna manera, era como si la hubieran puesto en una estantería.

Le resultaba absurdo que Zac tratase constantemente de... protegerla. Vanessa exhaló un suspiro de impaciencia. Después de todo, pensó al tiempo que se levantaba de nuevo, no era una mujercilla débil, asustadiza y sin cerebro, incapaz de encarar lo que quiera que hubiese que encarar. De pronto recordó que sí había sentido miedo y había temblado y se había desmayado en brazos de Zac. Esbozó una sonrisa débil y se acercó a la ventana. De acuerdo, se había desmayado; pero no tenía por costumbre hacerlo.

En cualquier caso, siguió pensando, Zac debería saber que ella afrontaría lo que fuese necesario toda vez que estaban juntos. Si Zac entendía lo que sentía por él... ¿Lo entendería?, se preguntó de repente. Se lo había mostrado, no le cabía duda de que le había dado todo tipo de muestras; pero no se lo había dicho con palabras.

¿Cómo iba a decírselo?, se preguntó Vanessa mientras se hundía en otro asiento. Cuando un hombre vivía diez años de su vida según sus propias reglas, desafiando al peligro, buscando aventuras, ¿cómo iba a querer atarse a una mujer y aceptar las responsabilidades de una relación?

Zac sentía algo por ella, se dijo Vanessa. Quizá algo más intenso de lo que él mismo quisiera. Y la deseaba. La deseaba como no la había deseado ningún hombre. Pero amarla... el amor no era algo que pudiese surgir fácilmente en un hombre como Zac. No, no lo presionaría. El mero hecho de confesarle que ella lo amaba sería ya una forma de presionarlo, pensó. Lo cual sería muy egoísta cuando Zac tenía tantas cosas en las que pensar. Lo único que podía hacer era seguir dándole muestras de que lo quería, de que confiaba en él.

Hasta eso parecía desconcertarlo un poco, se dijo sonriente. Era como si no consiguiese aceptar que alguien lo viera tal como era, que conociese la vida que había llevado y, aun así, confiase en él. Vanessa se preguntó si se habría sentido más cómodo si ella se hubiera alejado después de sincerarse Zac, contándole las cosas que le había contado. Le habría costado menos entender su rechazo que el hecho de que continuara a su lado. Pues iba a tener que acostumbrarse, decidió. Iba a tener que acostumbrarse, porque no iba a dejarle que se escapara.

Intranquila, se puso de pie y se acercó a la ventana. Había una vista distinta, pensó Vanessa, a la que tantas veces había contemplado desde la ventana de su habitación. Estaban más altos, más expuestos. Parecía que podían caerse al mar en cualquier momento. Estaba al límite, como el hombre que la poseía. El hombre al que Vanessa le había entregado el corazón.

La salita no tenía terraza. De pronto, sintió la necesidad de disfrutar de un poco de sol y aire, así que atravesó el dormitorio principal que había al lado y abrió las puertas del balcón. Oyó el sonido del mar antes de llegar a la barandilla. Rió y se apoyó sobre ella.

Definitivamente, podría pasarse la vida entera asomándose a esa vista y no se cansaría nunca. Vería el mar cambiando de color con el cielo, vería las gaviotas entrando en el agua y regresando a los nidos que habían construido en los acantilados. Podría mirar a la villa de los Tisdale y disfrutar de su refinada elegancia... todo desde aquella casa gris e irregular situada a una altura mareante.

Vanessa echó la cabeza hacia atrás y deseó que estallase una tormenta. Truenos, rayos, mucho viento. ¿Habría algún lugar mejor sobre la Tierra para disfrutar de un espectáculo así? Vanessa rió y levantó la vista hacia el cielo, como desafiándolo a que desencadenara un diluvio.

Zac: Dios, pero qué bonita eres.

Vanessa se giró con los ojos todavía iluminados por la belleza del paisaje. Zac se apoyó en la puerta de la terraza y se quedó mirándola. Parecía sereno, pero ella notaba la pasión contenida bajo aquella fachada de tranquilidad. Le sentaban bien, pensó Vanessa, aquellos ojos azules y esa boca que podía ser tan hermosa como cruel.

Mientras permanecía recostada sobre la barandilla, el viento le levantó las puntas del cabello. Sus ojos se volvieron del color de la miel. Sintió un intenso poder y una pizca de locura:

Ness: Me deseas, puedo verlo. Ven a demostrármelo.

Le dolía, descubrió Zac. Hasta Vanessa nunca había sabido que desear pudiese resultar doloroso. Quizá era el amor lo que hacía que las necesidades dolieran. ¿Cuántas veces le había hecho el amor la noche anterior?, se preguntó. Y cada vez se había sentido como si tuviese que escapar de una tempestad. Esa vez sería distinto, se prometió. Le enseñaría otra forma de complacerla.

Despacio, se acercó a Vanessa. Le agarró ambas manos, las levantó y se llevó las palmas a los labios. La miró a la cara y vio que tenía los ojos abiertos y los labios separados. La había sorprendido. Algo tembló en su interior: un sentimiento de amor, culpa, necesidad de dar.

Zac: ¿Tan poco tierno he sido contigo?

Ness. Zachary... -sólo consiguió pronunciar su nombre-.

La sangre circulaba a toda velocidad por sus venas y el corazón se le estaba derritiendo.

Zac: ¿No te he dicho palabras bonitas?, ¿no he sido dulce? -le besó las dos manos de nuevo, dedo a dedo. Ella no se movió. Se limitó a mirarlo-. Y sigues a mi lado. Estoy en deuda contigo. ¿Qué precio me pedirías?

Ness: No, Zachary, yo...

Vanessa sacudió la cabeza, incapaz de hablar, desfallecida casi por el cariño de aquel hombre.

Zac: Me has pedido que te demuestre que te deseo -dijo poniendo las manos alrededor de su cara como si de veras estuviese hecha de porcelana de Dresden. Luego le rozó los labios con su boca casi reverentemente. Ella soltó un gemido suave y trémulo-. Ven y te lo demostraré. -La levantó, no con un solo brazo como había hecho en el porche, sino sosteniéndola entre los brazos, como quien sujeta algo precioso-. Ahora... a la luz del día, en mi cama -dijo mientras la posaba sobre el colchón-.

Zac le agarró una mano y volvió a besarla, por el dorso, por la palma; luego subió a la muñeca, donde el pulso le martilleaba. Mientras tanto, Vanessa lo miraba tumbada, quieta, con asombro y maravillada.

Parecía muy joven, pensó Zac mientras se metió un dedo de ella en la boca. Y muy frágil. En ese momento no era una hechicera ni una diosa; nada más una mujer. Su mujer. Y sus ojos empezaban a nublarse de deseo, su respiración empezaba a entrecortarse. Llevado por la pasión, le había enseñado el fuego y la tormenta, pensó Zac, pero nunca, ni una sola vez, le había ofrecido una primavera.

Se inclinó, le dio un mordisquito en los labios y le acarició el cabello.

Vanessa se sentía como si estuviese soñando, débil e ingrávida, flotando sobre la cama. Bajó los párpados cuando Zac fue a besarle los ojos y no vio más que un suave brillo rojo. Luego notó sus labios sobre la frente, en las sienes, por los pómulos, siempre delicados, siempre cálidos. Las palabras que le susurraba fluían como un aceite perfumado sobre la piel. Habría estirado los brazos para acercar el cuerpo de Zac, pero los sentía demasiado pesados para moverlos. De modo que se abandonó a la ternura.

Zac posó la boca sobre su oreja, la torturó con un roce leve de la lengua, con una promesa murmurada. La oyó soltar un gemido de rendición y bajó a saborear la curva de su cuello. La besaba con suavidad, como si sus labios fuesen tan leves como las alas de una mariposa, tan embriagadores como el vino. La dulzura era una droga para los dos.

Sin apenas tocarla, le desabrochó los botones de la blusa y se la quitó. Aunque notó la presión de sus pechos firmes contra él, Zac optó por besarle los hombros. Hombros fuertes y gráciles sobre los que entretenerse.

Vanessa tenía los ojos cerrados. Los párpados le pesaban. El aliento se le escapaba entre los labios. Zac pensó que podría pasarse el resto de la vida mirando su cara de placer. Volvió a acariciarle el pelo. Volvió a besarla. Tuvo más hambre y siguió adelante.

Despacio, paladeándola, bajó los labios hacia sus pechos y los besó formando círculos cada vez más pequeños, dándole mordisquitos hasta llegar junto al pezón. Vanessa gimió, se revolvió debajo de él como si estuviese luchando por despertar de un sueño. Pero él continuó a paso lento. La serenó con palabras delicadas y besos suaves, muy suaves.

Con una dulzura insufrible, pasó la lengua sobre el pezón y tuvo que controlarse al descubrir que ya estaba caliente, enseguida erecto. Vanessa se movía sinuosamente debajo de él. Su fragancia lo invadía, se colaba en su cerebro para perseguirlo día y noche cuando no estaba junto a ella. Por fin, chupó. Y luego se permitió tocarla con las manos por primera vez.

Vanessa sintió sus manos, esas manos de dedos firmes que de pronto parecían tan gráciles como los de un violinista. La acariciaban con la levedad de una brisa.

Con suavidad, despacio, muy tiernamente, Zac fue bajando la boca por su cuerpo hasta detenerse en la cintura, sobre el borde de sus pantalones. Vanessa se estremeció al notar que se los desabrochaba. Se arqueó para ayudarlo, pero él los bajó centímetro a centímetro, cubriéndola de besos húmedos a medida que iba dejando al descubierto más y más piel.

Cuando terminó de desnudarla, siguió adorándola con los labios, con aquellas manos de repente atentas. Vanessa sentía como si el cuerpo entero le vibrara. Le temblaron los músculos de los muslos cuando Zac pasó sobre ellos. La sensación de placer dio paso a un deseo urgente.

Ness: Zachary -jadeó-. Ahora.

Zac: Te has hecho un arañazo en el pie con las rocas. Es un pecado lastimar una piel como la tuya, amor -murmuró justo antes de apretar los labios contra el talón. Luego la miró y deslizó la lengua por el arco del pie. Vanessa abrió los ojos, encendidos de pasión-. Deseaba verte así. Con el sol iluminándote, el pelo extendido sobre la almohada, temblando para recibirme -añadió con voz rugosa-.

Mientras hablaba, inició un lento viaje de regreso a sus labios. La necesidad lo acuciaba, le exigía darse prisa. Pero él no quería acelerar. Se dijo que podría disfrutar de aquella dulce tortura durante días y días.

Vanessa lo abrazó. Se fundieron de tal forma que hasta el último nervio de su cuerpo parecía conectado con el de él. Una armonía imposible y, sin embargo, real. La piel de Zac estaba tan húmeda y caliente como la de ella; su respiración, igual de irregular.

Zac: Querías que te demostrase cómo te deseo -murmuró tras oírla gemir-. Mírame y lo verás.

Estaba a punto de perder el control. Pendía de un hilo muy fino. Cuando Vanessa lo besó, terminó de romperlo.


Zac la abrazaba, le acariciaba la espalda mientras se recuperaban. Vanessa se aferraba a él, maravillada, enamorada. ¿Cómo iba a haber imaginado que un hombre así fuese capaz de tanta ternura?, ¿cómo iba a imaginar que la conmovería tanto? Pestañeó para que no se le saltaran las lágrimas y le dio un beso en el cuello.

Ness: Me has hecho sentirme preciosa -murmuró-.

Zac: Eres preciosa -apartó la cabeza para poder mirarla a la cara-. Y estás cansada. Deberías dormir un poco. No quiero que te pongas mala -añadió sonriente al tiempo que le pasaba un pulgar sobre los párpados-.

Ness: No me pondré mala -se acurrucó contra él-. Y ya habrá tiempo para descansar. Nos iremos unos días de vacaciones, como dijiste.

Zac enredó un dedo en un rizo de Vanessa y miró hacia el techo. Unos días de vacaciones no sería suficiente. En cualquier caso, todavía tenía que pasar aquella noche.

Zac: ¿Adonde te gustaría ir?

Vanessa recordó su fantasía de ir a Venecia y montar en góndola. Suspiró, cerró los ojos e inspiró el aroma de Zac.

Ness: Adonde sea. Aquí mismo -dijo riendo después de apoyarse sobre el pecho de él-. Sea donde sea, pienso retenerte en la cama casi todo el tiempo.

Zac: ¿De veras? -sonrió mientras le acariciaba el pelo-. Empiezo a pensar que sólo te intereso por mi cuerpo.

Ness: Es un buen cuerpo -dijo al tiempo que deslizaba una mano sobre los músculos de sus hombros. De pronto se paró al verle una cicatriz en el pecho. Frunció el ceño. Parecía fuera de lugar en aquel torso perfecto-. ¿Cómo te la hiciste?

Zac giró la cabeza y miró hacia abajo.

Zac: Ah, una vieja herida de guerra -dijo sin darle importancia-.

De una bala, se dio cuenta Vanessa. De repente se asustó. Zac vio el miedo reflejado en sus ojos y maldijo.

Zac: Vanessa...

Ness: No, por favor -atajó justo antes de hundir la cara sobre el pecho de Zac-. No digas nada. Sólo dame unos segundos.

Se había olvidado. De alguna manera, la delicadeza y la belleza de lo que acababan de compartir había borrado de su cabeza toda la fealdad. Durante un rato, había podido fingir que no había amenaza alguna en el horizonte. Pero fingir era de niños, se recordó. Y Zac no podía hacerse cargo de una niña en esos momentos. Dado que no podía ofrecerle otra cosa, al menos le entregaría las fuerzas que le quedaban. Se tragó el miedo, le besó el pecho y luego se giró para apoyarse de costado junto a Zac.

Ness: ¿Cómo te ha ido con el capitán Trípolos?

Era una mujer fuerte, pensó Zac mientras enlazaban las manos. Una mujer extraordinaria.

Zac: Está contento con la información que le he dado. Es un hombre astuto y tenaz.

Ness: Sí, la primera vez que lo vi me pareció un bulldog.

Zac soltó una risilla y la acercó junto a su cuerpo.

Zac: Una descripción muy gráfica, Afrodita -dijo. Luego se estiró hacia la mesa de noche en busca de un cigarro-. Creo que es uno de los pocos policías con los que me gusta colaborar.

Ness: ¿Por qué...? -interrumpió la pregunta y se quedó mirando el cigarrillo-. Lo había olvidado. ¿Cómo es posible? -murmuró-.

Zac: ¿Qué habías olvidado? -soltó una bocanada de humo-.

Ness: El cigarro -se sentó sobre la cama y se pasó una mano por el pelo, totalmente despeinado-. La colilla que había junto al cadáver.

Zac enarcó una ceja, pero se distrajo con los pechos firmes de Vanessa, tan a mano y apetecibles.

Zac: ¿Y?

Ness: Era reciente, de una de esas marcas caras que fumas. Debería habértelo dicho antes, aunque a estas alturas no creo que tenga importancia. Ya sabes quién mató a Stevos; quien dirige la red de contrabando.

Zac: Nunca te he dicho que lo sepa.

Ness: No hacía falta -contestó enfadada consigo misma-.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: Si no le hubieras visto la cara, me lo habrías dicho. Como te negaste a responder, comprendí que lo habías visto.

Zac sacudió la cabeza y sonrió a su pesar.

Zac: ¡Vaya! Menos mal que no te has cruzado en mi carrera antes. Me temo que se habría terminado rápidamente -comentó-. Respecto a la colilla, yo también la vi.

Ness: Debería haberlo supuesto -murmuró-.

Zac: Y te aseguro que a Trípolos tampoco se le pasó por alto.

Ness: Ese maldito cigarro me ha traído loca -exhaló un suspiro-. En algunos momentos he sospechado de todo el mundo: Derek, Scott, Amber... hasta de Ash y Andrew. Me estaba desquiciando.

Zac: A mí no me has nombrado -dijo mientras miraba el cigarro que tenía en la mano-.

Ness: No, ya te dije por qué.

Zac: Cierto, con un extraño halago que había olvidado -murmuró-. Debería haberte contado antes a qué me dedico. Habrías dormido mejor -añadió mientras se inclinaba para darle un beso-.

Ness: No te preocupes tanto por lo que duermo. Conseguirás que crea que tengo unas ojeras espantosas.

Zac: ¿Dormirás un poco si te digo que sí estás espantosa? -la provocó después de hacerle una caricia en el cuello-.

Ness: No, pero te ganarás un puñetazo.

Zac: Ah, entonces miento y te digo que estás preciosa -bromeó y se ganó un pequeño codazo en las costillas-. Así que quieres jugar duro -añadió después de apagar el cigarro-.

Zac la volteó hasta situarla debajo. Vanessa forcejeó unos segundos y acabó mirándolo con los ojos bien abiertos.

Ness: ¿Sabes cuántas veces me han clavado contra el suelo como ahora?

Zac: No, ¿cuántas?

Ness: No estoy segura -sonrió-. Pero creo que empieza a gustarme.

Zac: Quizá consiga que te guste más todavía -dijo antes de besarla-.

Esa vez no le hizo el amor con finura, sino salvajemente. Vanessa, tan desesperada como él, se dejó gobernar por la pasión. El miedo a que fuese la última vez que estaba con Zac multiplicó su deseo. Y el deseo encendió una mecha dentro de él.

Recorrió su cuerpo con las manos a toda velocidad. La besó con fiereza. Vanessa se dejó consumir por las llamas sin pensarlo dos veces. Buscó los labios de Zac al tiempo que sus manos se estiraban, ansiosas por tocarlo y excitarlo.

Nunca se había sentido tan ágil. Era como si pudiese fundirse en el cuerpo de Zac a cada instante, para separarse y volverlo loco un segundo después. Sabía que estaba excitado. Lo notaba en cómo respiraba, en la tensión de sus músculos, en la humedad de su piel. Ella también sudaba, de nuevo, en armonía con Zac.

Arqueó la espalda hacia éste, exigiendo más que ofreciéndose. Le clavó los dedos en la cabeza y lo empujó hacia abajo para que posara la boca sobre sus pechos. Al sentir el primer mordisco, gimió. Dio un pequeño grito, pero quiso más. Y él le dio más, al tiempo que tomaba.

Pero a Vanessa no le bastaba con su propio placer. Quería hacer saltar por los aires el poco autocontrol que aún conservaba Zac. Quería que perdiese la cordura. Y lo acarició con maestría, deprisa. Le clavó los dientes sobre la piel, lo oyó gruñir y soltó una risa gutural. Zac contuvo la respiración cuando lo agarró por debajo de la cintura. Supo que no tardaría en explotar. Arremetió una última vez y Vanessa sintió que el sol estallaba en mil fragmentos.


Más tarde, mucho más tarde, cuando supo que su tiempo junto a Vanessa había terminado, Zac la besó con ternura.

Ness: Te vas -dijo obligándose a no agarrarlo para impedírselo-.

Zac: Pronto. Dentro de poco tendré que acompañarte a la villa -se sentó sobre la cama y la incorporó también a ella-. Quédate dentro. Cierra todas las puertas y echa el cerrojo. Diles a los criados que no dejen pasar a nadie. A nadie.

Vanessa trató de prometérselo, pero no logró formar las palabras:

Ness: ¿Vendrás cuando termines?

Zac sonrió y le acarició un rizo que tenía junto a la oreja.

Zac: Treparé hasta tu terraza si hace falta.

Ness: Te esperaré despierta y te abriré la puerta.

Zac: Afrodita, ¿qué ha sido de tu romanticismo? -dijo tras darle un beso en la muñeca-.

De pronto, Vanessa se lanzó a sus brazos y lo apretó.

Ness: No iba decirlo. Me había prometido que no lo diría -dijo y tuvo que hacer un esfuerzo para evitar que se le saltaran las lágrimas-. Ten cuidado. Por favor, por favor, ten cuidado. Tengo mucho miedo por ti.

Zac: No, no lo tengas -notó que empezaban a escapársele las lágrimas-. No llores por mí.

Ness: Perdona -pestañeó-. No te estoy ayudando.

Zac la apartó y la miró a los ojos, brillantes de llanto no vertido.

Zac: No me pidas que no vaya, Vanessa.

Ness: No -dijo tras tragar saliva-. No te lo pido. Pero no me pidas tú que no me preocupe.

Zac: Es la última vez -aseguró-.

Sus palabras la estremecieron, pero consiguió mantenerle la mirada:

Ness: Sí, lo sé.

Zac: Espérame -dijo antes de abrazarla de nuevo-. Espérame -repitió, temeroso de perderla-.

Ness: Con una botella del mejor vino de Scott -le prometió con voz firme-.

Zac: Pero antes brindemos con champán. Ahora -le dio un beso en una sien-. Por mañana.

Ness: Sí -esbozó una sonrisa que casi logró iluminarle los ojos-. Brindemos por mañana.

Zac: Espera un segundo -le dio otro beso y la dejó reposando sobre la almohada-. Bajo y subo con una botella.

Vanessa esperó a que la puerta se cerrase para hundir la cara en la almohada.




¡Qué bonito!
¡Zac, vuelve sano y salvo o a Vanessa le da algo! XD

¡Gracias por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Besis!

HAPPY HALLOWEEN! >=D

2 comentarios:

Lu dijo...

Que lindo capítulo!!
Ya quiero saber quien es el hombre misterioso...
Y Ojalá Zac vuelva sano y salvo, sino Ness se muere.
Me encantó el capitulo.



Sube pronto :)

Maria jose dijo...

Zac es todo un romántico
Que linda es esta pareja
Solo espero que zac regrese a salvo
Con vanessa
Me encantó el capitulo
Síguela


Saludos!!!
Happy halloween!!!

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