topbella

jueves, 11 de enero de 2024

Capítulo 24


Con el apoyo de Maddie aún resonando en su cabeza, Vanessa agarró el teléfono de su despacho y llamó a sus padres. Como siempre, su madre pareció sorprenderse al oírla.

**: ¿Eres tú, Vanessa? ¿Ocurre algo?

Ness: No, mamá, todo va bien. ¿Cómo está papá?

**: Mejorando día a día. Esos medicamentos son fabulosos. Parece un hombre nuevo -hizo una pausa-. No, lo retiro. Es el mismo hombre con el que me casé.

Ness: Me alegro mucho, mamá. ¿Y tú? ¿Has vuelto a tu rutina de siempre?

**: La semana pasada fui a la reunión de los miércoles en la iglesia.

Ness: ¿Y cómo fue? 

Su madre había comentado que quería involucrarse más en el grupo de las mujeres de su iglesia, algo que había abandonado cuando su marido sufrió el accidente.

**: Fue fantástico ponerme al día con todas. Sólo hacía dos meses que no iba a las reuniones, pero la mitad de mis amigas ya tienen nietos. Y estoy haciendo una tarta de chocolate para después de la misa del domingo. Todas echan de menos mis pasteles.

Ness: Eso es estupendo, mamá.

**: La verdad es que hacía tiempo que no me sentía tan bien. Y ahora háblame de ti. ¿Cómo está tu hombre?

Ness: Zac está muy bien.

**: ¿Y el trabajo?

Ness: También. El otro día celebramos una fiesta en el centro de belleza, y ahora estoy preparando otra en mi casa para Nochebuena. Por eso te llamaba… Me gustaría que tú y papá vinierais a pasar la Navidad a Serenity. Podríais quedaros unos días en mi nueva casa y conocer a mis amigas.

El silencio que recibió a la invitación no fue ninguna sorpresa, pero sí muy doloroso.

**: Ya sabes que no celebramos la Navidad desde que murió tu hermano -dijo su madre finalmente-.

Ness: Eso fue hace años, mamá -insistió, decidida a no dejarse convencer por el argumento de siempre-. Yo también lo echo de menos, mamá. Pero a Ben no le gustaría que no celebrásemos la Navidad en familia. No tendrás que mover un dedo para los preparativos. Todo está bajo control, y unos amigos nos han invitado a cenar. Me gustaría que tú y papá conocierais a la gente que es importante para mí. Y Zac también estará. Por favor… Volvamos a tener una Navidad familiar.

La vacilación de su madre pareció alargarse una eternidad.

**: Bueno, supongo que podría sugerírselo a tu padre. Pero no te hagas muchas ilusiones.

Ness: Habla con papá esta noche y volveré a llamarte mañana, ¿de acuerdo? -le pidió-.

**: ¿Tan importante es para ti? -le preguntó su madre-.

Ness: Lo es -tal vez si recuperaban el espíritu navideño, ella podría volver a ocupar el lugar que le correspondía en su familia y todos podrían seguir adelante-. Soy muy feliz aquí, mamá. Serenity es un pueblo maravilloso, tengo las mejores amigas que podría tener, un trabajo fantástico, una casa preciosa… Quiero compartir todo eso con vosotros. Quiero que volváis a ser parte de mi vida.

**: En ese caso, haré lo posible por convencer a tu padre -le prometió su madre-.

Vanessa respiró aliviada.

Ness: Gracias, mamá. Te quiero.
 
**: Nosotros también te queremos -respondió su madre-. Puede que no lo parezca, pero siempre te hemos querido.

Aquellas palabras eran el mejor regalo de Navidad que Vanessa podría haber recibido. Aunque sus padres rechazaran la invitación aquel año, las palabras de su madre bastaban para seguir intentando recuperar a esa familia que durante tanto tiempo creía haber perdido.


Zac empezaba a apreciar el concepto de la Navidad. Debía de habérselo contagiado Vanessa, o quizá todo el pueblo. Fuera como fuera, se sorprendió a sí mismo paseando por la plaza antes de ir a casa para contemplar el árbol y escuchar los villancicos que sonaban por los altavoces.

Además había recibido un regalo inesperado. Dwight Mitchell, el dueño del bufete para el que su padre había querido que trabajara, se había presentado en su oficina y le había hecho una interesante oferta. La firma del señor Mitchell estaba buscando a un director financiero en Charleston y habían pensado en Zac para el puesto. Era la oportunidad que Zac había estado esperando en su carrera, y aunque la posible reacción de Vanessa lo hizo dudar, se comprometió a acudir a una entrevista en Charleston dos días antes de Navidad. La fecha coincidía con la llegada de los padres de Vanessa, pero confiaba en volver a tiempo para cenar con ellos.

En cuanto se despidió de Dwight Mitchell pensó en llamar a Vanessa y contárselo todo, pero algo lo retuvo. Sabía que a Vanessa no la entusiasmaría la idea, pero si todo salía bien podrían tomar juntos la decisión final. No había necesidad de preocuparla antes de tiempo.

Era una excusa patética y él lo sabía. La verdad era que necesitaba tiempo. Tiempo para buscar un argumento lo bastante sólido que la convenciera de que aquella oportunidad era lo mejor para ambos.

Suspiró. Se estaba engañando a sí mismo. Vanessa iba a ponerse furiosa, y también se sentiría dolida porque él no se lo hubiera contado inmediatamente.
 
Pero no estaba posponiendo la conversación indefinidamente, replicó su lado más cobarde. Sólo serían un par de días. Para entonces tendría todos los datos en la mano, y tal vez su poder de persuasión trabajara a pleno rendimiento para ayudarlo a conquistarla.


Vanessa era un manojo de nervios mientras esperaba la llegada de sus padres. Era un milagro que hubiesen accedido a visitarla en Navidad, pero una amarga decepción que no pudiera compartirlo con Zac. Aunque sólo sería un ligero inconveniente, ya que estaría allí para cenar.

Miró alrededor para asegurarse una vez más de que la casa estuviera impecable. Entró en la cocina a preparar el café para su padre y el té para ella y su madre y llenó un plato de galletas que había hecho siguiendo la receta favorita de su madre.

De vuelta en el salón, miró por la ventana a tiempo para ver a sus padres aparcando en el camino de entrada. Abrió la puerta y salió corriendo a saludarlos.

Ness: Mamá, papá, cuánto me alegro de que hayáis venido -dijo, abrazándolos a ambos-. Vamos a meter vuestras cosas para que podáis descansar un poco.

*: Sólo han sido dos horas de camino -observó su padre-. Aunque podríamos haberlo hecho en una hora y media si tu madre hubiera aceptado ir por la interestatal.

Ness: Me sorprende que la hayas dejado conducir.

*: La pierna me sigue doliendo un poco -admitió él-. Y empieza a gustarme esto de tener chófer.

**: Pues no te acostumbres demasiado -le advirtió ella en tono jocoso-. El servicio acaba en cuanto estés recuperado por completo.

*: Parece una buena razón para tomármelo con calma -respondió él, riendo-.

Vanessa los escuchó fascinada. Era la clase de bromas que se habían oído en su casa años atrás.
 
Entraron en la casa y sus padres se deshicieron en halagos por todo, incluida la habitación azul marino.

*: Es la clase de habitación ideal para que un hombre se sienta cómodo -dijo su padre-. Sin esas tonterías que tanto le gustan a tu madre.

Ness: Zac eligió el color. Yo tenía mis dudas, pero ha quedado bastante bien.

Su padre la miró con curiosidad.

*: ¿Hasta qué punto vais en serio vosotros dos? Si le has dejado elegir los colores de tu casa debe de ser muy importante para ti… ¿Tengo que preguntarle cuáles son sus intenciones?

Ness: ¡No, por Dios! Las cosas van muy bien entre nosotros. Estará aquí para cenar, y me alegra que podáis pasar un tiempo con él.

Les enseñó la cocina y su padre percibió inmediatamente el olor de las galletas de azúcar.

*: Huelen como las galletas de tu madre -comentó.

Ness: Las he hecho según su receta.

**: Entonces me temo que tendré que deshacer el equipaje yo sola -se quejó su madre-. Tu padre nunca se puede resistir a mis galletas de azúcar, y menos si están recién salidas del horno.

Salió de la cocina y Vanessa le sirvió el café a su padre.

Ness: Papá, no sabes cuánto me alegro de que hayáis venido.

*: Tendríamos que haber venido mucho antes -dijo él con pesar-. Hemos dejado que pase mucho tiempo sin interesarnos por tu vida.

Ella le dio un beso en la mejilla.

Ness: Ahora estáis aquí. Eso es todo lo que importa. 

Su padre le dio un mordisco a una galleta y sonrió.

*: Puede que hayas heredado mi cerebro, pero has salido a tu madre en la cocina.

Vanessa se echó a reír.

Ness: Que no te oiga decir eso. Es tan lista como tú.

*: Desde luego -afirmó su padre, poniéndose serio-. Y todos los días doy gracias por tenerla a mi lado. No ha debido de ser fácil para ella. Ni para ti tampoco. 

Ness: Las dos te queremos -le dijo simplemente-. 

Al final, era lo único que importaba.


A las seis en punto, cuando Vanessa sacó el asado del horno, Zac no se había presentado ni tampoco había llamado. Vanessa estaba dividida entre la preocupación y la exasperación, pero intentó disimular su disgusto y sirvió la comida con una sonrisa en la cara.

Ness: Creo que deberíamos empezar -les dijo a sus padres-. Parece que Zac se retrasa.

**: Podemos esperar un poco, si quieres -dijo su madre, mirándola con preocupación-.

Ness: No -respondió con más dureza de la que pretendía-. La comida se echará a perder si esperamos.

**: Cariño, nada se echará a perder. Puedes dejar el asado en el horno, y lo demás puede calentarse en el microondas.

Ness: No -insistió-. Sabía a qué hora era la cena. Debería estar aquí.

**: Podrías llamarlo -sugirió su madre-. Tiene un móvil, ¿no?

Vanessa dudó un momento, y entonces decidió que era absurdo no hacerlo. Primero intentó localizarlo en su oficina, y a pesar de la hora le respondió Teresa.

Ness: Teresa, soy Vanessa. Estoy buscando a Zac. ¿Sigue ahí?

Teresa: No ha estado aquí en toda la tarde. Tenía una reunión en Charleston.

Ness: ¿En Charleston? 

Teresa: ¿No te lo ha dicho?

Ness: No me ha dicho nada -sintió un nudo en el estómago-. Pero gracias de todos modos.

Colgó y lo intentó con el móvil de Zac. Cuando él respondió, había tanto ruido al otro lado de la línea que apenas podía oírlo.

Ness: Zac, soy yo. ¿Dónde estás? 

Él murmuró una palabrota.

Zac: ¿Qué hora es?

Ness: Son más de las seis. ¿Dónde estás?

Zac: Tenía una reunión en Charleston. Se ha alargado más de lo previsto y luego fuimos a tomar una copa. Me he olvidado de la hora.

Ness: Ya veo. Y si has estado bebiendo, no deberías conducir. Será mejor que te quedes a pasar la noche en casa de tus padres.

Zac: Pero tus padres…

Ness: Olvídalo -atajó-. Ya los verás mañana… si no te retiene lo que estés haciendo en Charleston.

Zac: Pero quiero contártelo todo -insistió-. Espera a oír lo que ha pasado.

Ella guardó silencio e hizo exactamente eso. Esperar.

Zac: ¿Vanessa? ¿Sigues ahí?

Ness: Sí.

Zac: Me han ofrecido un trabajo. Es justo lo que…

Ness: ¿Te han ofrecido un trabajo? -repitió-. ¿En Charleston?

Zac: Sí.

Ness: ¿Y lo has aceptado? ¿Sin hablarlo conmigo?

Zac: No les he dado una respuesta definitiva. Antes quería hablarlo contigo esta noche. ¡Es la oportunidad que estaba esperando, Vanessa!

La respuesta estaba clara. Iba a aceptar ese empleo.

Ness: Enhorabuena -consiguió decirle con voz ahogada. Sus peores temores se hacían realidad. Zac había antepuesto su trabajo a ella-. Por cierto, no te molestes en venir mañana. No es necesario que pierdas el tiempo en mi fiesta.

Zac: Eh, espera un momento. ¿Me estás retirando la invitación? -le preguntó él incrédulamente.

Ness: En efecto. No quiero que vengas.

Zac: Es por el trabajo, ¿verdad? Maldita sea, sabía que tendría que haberlo hablado antes contigo.
 
Ness: Buena intuición -dijo con sarcasmo-. Es normal que estén deseando contratarte.

El ruido de fondo se apagó, como si Zac se hubiera desplazado a un lugar más tranquilo.

Zac: Vamos, Vanessa. Al menos escucha lo que tengo que decir. Esto va a ser genial para los dos.

Ness: No, gracias. Si me lo hubieras dicho antes de ir a Charleston tal vez podríamos haberlo discutido, pero ya veo que mi opinión no cuenta para nada. Sabes que no quiero ocupar un papel secundario para nadie… O al menos creía que lo sabías.

Zac: Lo sé. Vamos, ya sabes que tu opinión es muy importante para mí. Sólo quería conocer todos los detalles antes de hablarlo contigo.

Ness: No hay mucho de qué hablar si ya has tomado tu decisión, supongo. Te deseo lo mejor, Zac, pero tú y yo hemos acabado.

Colgó antes de que él pudiera decir nada y volvió a servir la cena en la mesa sin hacer caso del teléfono, que no paraba de sonar. Consiguió engullir la comida sin echarse a llorar, y afortunadamente ninguno de sus padres comentó la ausencia de Zac.

**: Deja que yo quite la mesa -le dijo su madre al acabar de cenar-. Deberías responder al teléfono…

Ness: Ni hablar -murmuró, y abrazó a su madre-. Pero gracias por no hacer preguntas.

**: Por mí no te preocupes. Pero si tu padre se cruza con Zac, habrá muchas preguntas.

Ness: Dile a papá que puede destrozarlo, si quiere -dijo con una sonrisa temblorosa.

**: No puedo decirle eso -la reprendió su madre-. A tu padre nada le gustaría más que destrozar a un hombre que te haya hecho daño.

Ness: No me ha hecho daño -protestó-. Sólo estoy furiosa. 

Su madre le dio una palmadita en la mano.

**: A veces no hay diferencia.
 

Zac entró en Sullivan's el día de Navidad, sin saber qué iba a encontrarse. Dana Sue lo había llamado para confirmarle la invitación, e incluso había invitado a sus padres, pero era evidente que Vanessa estaría allí y que no le dirigiría la palabra. La única vez que había respondido al teléfono en los dos últimos días había colgado en cuanto había oído su voz.

**: ¿Qué estás haciendo aquí? 

Preguntó una voz gélida a sus espaldas.

Zac: Dana Sue insistió en que viniera -respondió mirándola de arriba abajo-. 

Parecía furiosa, pero las manchas oscuras bajo los ojos sugerían que no había dormido mucho mejor que él.

Ness: Otra persona que me ignora para tomar decisiones que me afectan personalmente -dijo en tono amargo-. Tendría que haberle dicho que no quería que vinieras.

Zac: Parece que Dana Sue es más generosa que tú.

Ness: Oye, puedes quedarte o marcharte, pero no te quedes si vas a aguarle la fiesta a todo el mundo.

Zac: No es mi intención -declaró-. De hecho, esperaba pasar un minuto a solas contigo.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Tengo un regalo para ti.

Por un instante, ella pareció desconcertada.

Ness: Yo no te he comprado nada. Bueno, sí lo hice, pero lo devolví ayer.

Zac: En realidad, ya me has hecho un regalo -le aseguró-. Me has dado algo que nunca hubiera esperado. Escucha, ya sé que lo he fastidiado todo, pero te juro que quería hablar contigo del trabajo en cuanto llegara a tu casa la otra noche. Creía que podía hacerte ver que era una magnífica oferta.

Ness: Sí, eso ya lo sé. Tal vez no la hayas aceptado aún, pero es obvio que piensas hacerlo.

Zac: Quería hacerlo -corrigió-. Hay una diferencia. Por favor, dime que sabes que para mí eres más importante que cualquier trabajo.

Ella negó con la cabeza.

Ness: Lo siento, pero no te creo. Lo que haces habla por sí solo.
 
Zac: ¿Y si lo que hago es esto? -preguntó sacando del bolsillo el pequeño paquete envuelto en papel de regalo y con una cinta roja-. ¿Bastará para convencerte?

Ella dio un paso atrás, sin apartar la vista del paquete.

Ness: ¿Qué significa esto?

Zac: Lo sabrás si lo abres -respondió riendo-. 

Ella lo miró con los ojos entornados.

Ness: ¿Todavía quieres el trabajo en Charleston?

Zac: Sí, pero es negociable. 

Vanessa parpadeó al oírlo.

Ness: ¿En serio?

Zac: Tú eres más importante que cualquier trabajo. Tendría que haberlo discutido antes contigo, pero todo sucedió muy rápido. Lo siento.

Ness: Así que me dejaste al margen.

Zac: De verdad que lo siento.

Ness: Si vamos a estar juntos, tenemos que tomar las decisiones juntos.

Zac: Lo sé. Y si después de haberte hablado de este trabajo sigues pensando que no merece la pena, les diré que no voy a aceptarlo.

Ness: Pero tú quieres ese trabajo -dijo aparentemente resignada-. ¿Verdad?

Zac: Sí.

Ness: Entonces, ¿por qué ibas a dejarlo por mí?

Zac: Porque tú me importas más -le puso un dedo bajo la barbilla para obligarla a mirarlo-. Lo digo en serio, Vanessa. Tú eres lo que más me importa en el mundo.

Vanessa pareció sorprendida por su vehemencia.

Ness: Muy bien, ¿y qué pasaría con tus padres? Ahora que estábamos haciendo algún progreso…

Zac: Llegarán de un momento a otro para seguir haciendo progresos. 

Los ojos de Vanessa se abrieron como platos.

Ness: ¿Tus padres van a venir?

Zac: Dentro de… -miró su reloj- quince minutos, más o menos.

Ness: ¿Sabe Dana Sue que los has invitado?
 
Zac: Fue idea suya. Yo no fui lo bastante listo ni valiente para pensar en ello.

Ness: Ya veo.

Zac: Podemos hacer que funcione, Vanessa. Estoy convencido de ello.

Ness: No me iré de Serenity -dijo todavía dudosa-.

Zac: ¿Te he pedido que lo hagas?

Ness: El trabajo que quieres está en Charleston.

Zac: Pero no tenemos por qué vivir allí. Puedo ir y venir todos los días. O podemos organizar nuestros horarios para dividir el tiempo entre ambos sitios. En Charleston tenemos la casa de invitados de mis padres, y aquí tenemos tu casa.

Ness: Has pensado en todo, ¿eh?

Zac: Por eso soy tan bueno en mi trabajo…

Ness: Un marido tan meticuloso puede ser muy pesado.

Zac: Cambiaré -le prometió-. Pensaré solamente en una cosa, si eso es lo que quieres.

Ness: No.

Zac: Entonces dime qué quieres.

Ness: Lo quiero todo -admitió-. A ti. Serenity. Mi casa. Y que tú seas feliz con lo que haces.

Zac: Tú me haces feliz.

Ness: Pero también necesitas tu trabajo -concedió con un suspiro-. Supongo que tendrás que desplazarte todos los días a Charleston.

Zac: Gracias. ¿Algo más que tengamos que negociar antes de que aceptes mi proposición?

Ella lo pensó un momento.

Ness: ¿Volverás a gruñir por la Navidad?

Zac: Nunca más -prometió-. A no ser que tenga que soportar a Howard en otro comité.

Ness: Me parece justo.

Zac: ¿Lista para abrir tu regalo?

Ness: Aún no -respondió con una mirada traviesa-. Mi padre está por aquí. Creo que los dos deberíais tener unas palabras.

Zac: ¿Quieres que le pida a tu padre su bendición?

Ness: No. Quiero que hables con un hombre que acaba de redescubrir el significado de la Navidad. Ahora está haciendo de Santa Claus.

Zac: ¿Santa Claus? Pero…

Ness: A él tampoco lo entusiasmó mucho la idea -dijo con una sonrisa-. Pero Howard se ha llevado a Mary Vaughn, a Rory Sue y a Sam a Aspen para celebrar la reconciliación de su hijo y Mary Vaughn. Alguien tenía que sustituirlo para hacer de Santa Claus. Y las Magnolias me ayudaron a convencerlo -buscó a su padre con la mirada y lo vio rodeado por dos docenas de críos-.

Zac: Tu padre parece estar en su elemento.

Ness: Siempre ha tenido debilidad por los niños y por la Navidad -sonrió-. Deberías estarle agradecido. Howard había pensado en ti para hacer de Santa Claus.

Zac: Desde luego que le daré las gracias -dijo, aunque la perspectiva de ser Santa Claus no le parecía tan horrible como antes. Le apartó a Vanessa un mechón de pelo de la mejilla-. Parece que tenemos mucho que celebrar.

Ella se puso de puntillas para besarlo.

Ness: ¿Empiezas a sentir el espíritu navideño? 

Zac se echó a reír.

Zac: Creo que estoy sintiendo algo, sí.

Ness: Eh, ten cuidado. Estamos en Navidad y esto está lleno de críos. Y tus padres están al llegar… No querrás que nos sorprendan en un arrebato pasional, ¿verdad?

Zac: Lo dejaremos para luego.

Ness: Eso es… Feliz Navidad, Zac.

Zac: Feliz Navidad, cariño.




FIN


martes, 9 de enero de 2024

Capítulo 23


Aunque se había comprometido a acompañar a Zac, Vanessa no estaba muy segura de que fuera buena idea asistir a la cena en casa de sus padres. Y Zac tampoco parecía muy convencido, lo cual aumentaba el desasosiego de Vanessa. Aquella noche podía resultar un desastre total.

Ness: Esto es una mala idea -dijo mientras Zac aparcaba el coche delante de la casa-. 

No confiaba plenamente en la tregua que había firmado con su padre. Y su madre era demasiado impredecible.

Zac: ¿Se te ha ocurrido ahora? -le preguntó en tono siniestro-.

Ness: Podrías ir tú solo -sugirió-.

Zac: ¿Y qué harás tú mientras tanto? ¿Esconderte en los arbustos?

Ness: Podrías dejarme en un restaurante y recogerme después.

Zac: Ni hablar. Mis padres te están esperando. Y además, es parte de nuestro trato, ¿recuerdas? Yo intentaba disfrutar de la Navidad y tú intentabas llevarte bien con mis padres.

Ness: Lo que sea -murmuró, sintiendo como aumentaba su aprensión con cada paso que daba hacia la puerta-.

Era una noche excesivamente calurosa para aquella época del año, y por las puertas y ventanas abiertas se oían las risas y la música de la fiesta.

Clarisse: ¡Ya era hora! -exclamó-. Creía que habías olvidado el camino a casa -frunció el ceño al ver a Vanessa, pero su saludo fue lo suficientemente cortés-.

Ness: Muchas gracias por invitarme -dijo, aunque la señora Efron seguía mirándola como si se hubiera tragado un limón-.

Clarisse: Zac, ve a buscar a tu padre para decirle que estás aquí. Quiere presentarte a una persona.

Zac: De acuerdo -respondió, y se disponía a agarrar a Vanessa de la mano cuando su madre se interpuso entre ellos-.

Clarisse: Vanessa puede quedarse conmigo. Le presentaré a los invitados, aunque imagino que ya debe de conocer a unos cuantos, ya que son clientas habituales de Chez Bella’s.

Zac se puso inmediatamente rígido.

Zac: Madre, si has hecho algo para que Vanessa se sienta incómoda…

Clarisse: Es una invitada -lo interrumpió-. Los Efron no avergüenzan a sus invitados.

Él la miró con dureza, pero asintió y se alejó. Vanessa se quedó horrorizada, pero como no tenía otra elección, dibujó una sonrisa en su rostro y adoptó la mejor actitud posible.

Ness: La decoración es preciosa, señora Efron. Seguro que ha estado semanas preparándola.

No era para menos. La decoración representaba el tema del Cascanueces, y todo el salón relucía con el parpadeo de luces multicolores. El aire estaba impregnado con la fragancia de las hojas perennes, aunque Zac le había dicho que las ramas eran artificiales, y había cientos de figuras de cascanueces en el árbol, en la repisa de la chimenea y dos figuras de tamaño natural junto a la puerta. También estaba el Hada de Azúcar, con sus cintas rosas, moradas y plateadas entrelazadas con ramas verdes y acompañadas por miles de lucecitas blancas.

Vanessa había estado en grandes almacenes menos decorados que aquella mansión.

Clarisse: Esta casa siempre ha sido un icono de la decoración navideña -dijo con orgullo-. Me alegra seguir la tradición.

Ness: ¿Han venido sus hijas? Me encantaría conocerlas.

Clarisse: Esta noche no. Es una cena de negocios, no una celebración familiar.

Vanessa hizo una mueca de desagrado por la distinción… y por la poca sutileza de la señora Efron al insinuar que no se la había invitado a una reunión familiar.

Durante la siguiente media hora estuvo recibiendo miradas curiosas y gélidos saludos de las mismas mujeres que una vez le habían confesado sus más íntimos secretos en un centro de belleza. No estaban acostumbradas a verla en igualdad de condiciones, y la situación era muy incómoda para todas ellas. No se mostraban abiertamente groseras, pero no sabían cómo comportarse en su presencia.

Vanessa mantuvo en todo momento la cabeza alta, intercambió algunas impresiones corteses y finalmente decidió pedir una copa de vino en el bar y salir a la terraza. Su intención era esperar unos minutos para recuperar fuerzas, pero entonces oyó que salían voces de otra habitación y reconoció entre ellas la voz de Zac.


Zac: Papá, ¿cuántas veces tengo que decirte que no voy a ejercer la abogacía en Charleston? -preguntó acaloradamente-. ¿No sabes lo embarazosa que ha sido esa conversación para Dwight Mitchell y para mí?

Thomas: ¿Y tú no sabes lo idiota que has sido al rechazarlo? Mitchell and McLaughlin es uno de los bufetes más antiguos y prestigiosos de Charleston y del Estado. Si te unes a ellos tendrás la vida resuelta para siempre, no sólo económicamente, sino en cualquier carrera política que quieras emprender.

Zac: No voy a hacerlo -declaró-. No sé cómo decirlo para que lo entiendas.

Thomas: ¿Cuándo vas a dejar de tomar decisiones sólo para contradecirme?

Zac: Papá, mis decisiones no tienen nada que ver contigo. Me encanta el trabajo que hago. Por favor, acéptalo y dejemos esta conversación de una vez.

Thomas: ¿Y con Vanessa pasa lo mismo? ¿De verdad te importa tanto?

Zac: Sabes que sí. Quiero que tú y mamá os esforcéis por conocerla mejor. Es muy importante para mí. Y vosotros también lo sois, lo creas o no. Por eso me gustaría que todos nos lleváramos bien.

Su padre suspiró profundamente.

Thomas: A mí también me gustaría, pero tu madre y yo teníamos grandes expectativas para tu futuro.

Zac: Papá, estoy luchando por el futuro que quiero. Puede que no sea el futuro que eligieras para mí, pero es el mío y eso es lo que importa. Quiero compartir mi vida con una mujer a la que amo y que pueda hacerme feliz.

Thomas: ¿Aunque no sea una de los nuestros?

 Zac se echó a reír.

Zac: ¿Sólo porque su linaje no pueda remontarse hasta la realeza británica? Vamos, papá. Mamá siempre ha sido una esnob, pero tú no.

El señor Efron guardó un breve silencio antes de hablar.

Thomas: Tienes razón. Mis antepasados trabajaron muy duro para salir adelante y luego mi padre lo perdió casi todo en la bebida, el juego y sus aventuras. Me he pasado la vida intentando lavar nuestra imagen. No se trata del dinero, Zac, sino de nuestra reputación. Quiero que nuestro apellido siga siendo respetado en Charleston. Tu madre se arriesgó mucho al casarse conmigo, y yo le prometí que nunca tendría que lamentarlo.

Zac dudó un momento.

Zac: Papá, Vanessa insinuó que mamá y tú me habéis estado ocultando algo. Cosas que explicarían por qué todo esto es tan importante para vosotros. ¿Se trata de eso? ¿Es por lo que hizo el abuelo?

Thomas: Nos llevó casi a la ruina, no sólo económica, sino social. Ya sé que las cosas que preocupan a tu madre te parecen frívolas y superficiales, pero son importantes. Lo son porque hemos tenido que luchar muy duro para recuperarlas.

Zac: Entiendo.

Thomas: ¿De verdad lo entiendes, hijo?

Zac: Creo que empiezo a hacerlo.

Thomas: Intenta ser más comprensivo con tu madre, ¿de acuerdo?
 
Zac: Sólo si vosotros también lo sois. Quiero a Vanessa y tengo intención de casarme con ella… si me acepta.

Thomas: Por favor, Zac, no lo hagas. Tu madre se moriría del disgusto.

Zac: Por eso insisto en que la conozca. Papá, siento lo que hizo el abuelo, pero no tiene nada que ver conmigo. Y estoy seguro de que la gente ya se ha olvidado. Nunca he oído una sola crítica contra él.

Thomas: Porque tu madre y yo hicimos todo lo posible por silenciar sus escándalos. Tienes un legado del que puedes estar orgulloso. Y en gran parte es gracias a tu madre, por haberse arriesgado conmigo.

Zac: Siempre he estado orgulloso de ti, papá. Pero no necesito todo esto - dijo abarcando la habitación con la mano-. He encontrado lo que quiero. Un trabajo que me gusta y una mujer a la que amo. Y no cambiaré de opinión. ¿Puedes aceptarlo?

Thomas: Lo intentaré -concedió en tono abatido-. Y ahora vuelve a la fiesta. Es casi la hora de cenar. Dile a tu madre que enseguida voy.

Zac: Papá, lo siento si te he hecho daño. De verdad.

Thomas: Tranquilo -dijo con una triste sonrisa-. He superado cosas peores. Y sé muy bien que un hombre tiene que elegir su propio camino. Igual que hice yo para no parecerme a mi padre… Y por cierto, hijo. Me gusta esa jovencita. Esperaba que encontrases a alguien en Charleston, pero Vanessa tiene agallas. Si te casas con ella, espero que seáis tan felices como tu madre y yo lo hemos sido.

Zac salió de la habitación y vio a Vanessa alejándose de la puerta. La siguió y la alcanzó antes de que pudiera entrar en otra habitación.

Zac: Estabas escuchando, ¿verdad? 

Ella asintió.

Ness: No era mi intención. Salí a tomar el aire y oí voces.

Zac: Siento algunas de las cosas que ha dicho mi padre -dijo, y entonces sonrió-. Aunque también has oído decir que le gustas.

Ness: Sí, y significa mucho para mí -también sonrió-. Ahora sólo tengo que ganarme a tu madre.

Zac: Podríamos dejarlo para otra noche -sugirió-. ¿Quieres que nos vayamos?
 
Ness: Me encantaría, pero no creo que a tu madre le gustara. Y tengo que ganar puntos con ella…

En ese momento una criada anunció que la cena estaba servida. El comedor lucía sus mejores galas con relucientes candelabros, plata y porcelana y velas blancas que ardían entre hojas de acebo. La cena transcurrió sorprendentemente bien. La señora Efron se mostró muy cortés, y su marido intentó incluir a Vanessa en las conversaciones. Tal vez fuera el vino, combinado con el cordero y un postre de chocolate exquisitos, pero hubo muchas bromas y risas. Cuando se sirvió el café, todo el mundo parecía estar satisfecho.

De camino al salón, Zac se inclinó hacia Vanessa.

Zac: ¿Qué te parece si nos marchamos? Se hace tarde, y mañana por la mañana tenemos que estar en el festival.

Ness: Pareces muy entusiasmado con el festival -dijo con una sonrisa-. Vamos a despedirnos de tu madre.

Se abrieron paso entre la multitud de invitados hasta encontrarla. La señora Efron estaba radiante de felicidad por el éxito de la fiesta.

Zac: Madre, lo siento mucho, pero tenemos que retirarnos.

Ness: Ha sido una velada encantadora -dijo con sinceridad-. Gracias de nuevo por haberme invitado. Siento que tengamos que marcharnos, pero mañana por la mañana tenemos que estar en el festival navideño… Debería venir alguna vez -le sugirió-. Los puestos están abiertos todo el día, los coros de la iglesia son magníficos y todas las calles y tiendas están llenas de adornos.

Clarisse: Suena encantador.

Vanessa intentó percibir un tono despectivo en su voz, pero parecía decirlo en serio.

Ness: Anímese a venir -insistió-. Zac ha trabajado muy duro en el festival, y el árbol es impresionante.

Clarisse: Tal vez vayamos -concedió finalmente, y se volvió hacia Zac con expresión dudosa-. Si a ti te parece bien.

Zac: Pues claro, madre -respondió con una sonrisa-. Vanessa y yo estaremos allí. Ya sabes dónde encontrarnos.

Ness: Y gracias otra vez por la invitación -volvió a decir-.

La señora Efron dudó un momento, como si buscara las palabras adecuadas.

Clarisse: Me alegra que hayas podido venir -dijo, obviamente incómoda. Le dio un beso a Zac en la mejilla-. Le diré a tu padre lo del festival. Puede que nos veamos mañana.

Una vez en el exterior, Vanessa soltó un suspiro de alivio.

Ness: Al fin puedo volver a respirar.

Zac: Y yo -corroboró, aflojándose la corbata-.

Ness: No ha sido tan horrible como temía -admitió mirándolo fijamente-. ¿Hablabas en serio cuando le dijiste a tu padre que querías casarte conmigo?

Zac: ¿Eso también lo oíste? -preguntó sonriendo-.

Ness: No se lo susurraste al oído, precisamente. ¿Y bien?

Zac: Lo tengo previsto. Pero cuando me declare no será en el porche de mis padres. Ha de ser en un escenario romántico.

Una sonrisa curvó los labios de Vanessa.

Ness: Es bueno saberlo…


Cuando Dana Sue pidió ayuda para decorar el restaurante, Vanessa fue la primera en ofrecerse. Y lo mismo hizo cuando Maddie comentó que deberían celebrar algún evento navideño para sus clientas. No contenta con ello, decidió celebrar su propia fiesta en su nueva casa. Envió las invitaciones más elegantes, buscó las recetas más navideñas en sus libros de cocina y compró un árbol que apenas cabía en su salón. Zac la ayudó a meterlo sin quejarse, pero se escabulló antes de que lo obligara a colgar los adornos.

El lunes, Maddie la sacó al jardín para tomar una taza de té y tener unas palabras con ella.

Maddie: Muy bien, ¿se puede saber qué te pasa? Acabo de recibir tu invitación.

Ness: Vendrás, ¿verdad? ¿Y Cal y los niños también?

Maddie: Por supuesto, pero ¿no crees que te estás pasando un poco con esto de la Navidad? Ayudaste a decorar Sullivan’s, organizaste la fiesta del centro y ahora quieres celebrar la tuya propia. ¿Estás recuperando el tiempo perdido o sólo estás poniendo a prueba a Zac?

Ness: ¿Por qué iba a poner a prueba a Zac? -preguntó sorprendida-.

Maddie: Dímelo tú.

Vanessa tomó un sorbo de té y pensó en la pregunta de Maddie.

Ness: Zac y yo estamos muy bien desde que fuimos a ver a sus padres. Creo que por fin tenemos una oportunidad.

Maddie: Muy bien, entonces ¿sabes qué pienso? Creo que intentas llenar un vacío y volver a tener lo que tenías con tus padres. ¿Puede ser?

Vanessa no lo había pensado hasta ese momento, pero Maddie había dado en el clavo. Después de tantos años había recuperado la fascinación por la Navidad, pero quería más. Quería que las cosas volvieran a ser como habían sido. Y como eso era imposible, intentaba buscar lo que fuera para reemplazar lo que seguía faltándole en Navidad… su familia.

Ness: Las cosas están mucho mejor con mis padres -dijo lentamente-. Pero no han dicho ni una palabra sobre la Navidad. Creo que aún no están preparados.

Maddie: ¿Se lo has preguntado? Tal vez deberías invitarlos a venir. Sabes que serían muy bien recibidos en Serenity, y aquí podrían empezar a ver la Navidad de otro modo.

Ness: Sí, supongo que se lo podría sugerir -murmuró-.

Maddie: Y si se niegan, recuerda que no tiene nada que ver contigo. Es su manera de enfrentarse a las cosas.

Ness: Tienes razón… Puedo hacerlo. Si he conseguido acercarme a los padres de Zac, puedo hacer lo mismo con los míos.

Maddie sonrió.

Maddie: No es lo mismo. Con ellos no tenías muchas expectativas. Y por lo que le he oído a Zac, fue un auténtico milagro que se presentaran en el festival el sábado pasado. No creo que vaya a haber milagros con tus padres, con toda esa carga emocional.
 
Ness: Cierto, pero por ellos y por mí misma tengo que intentarlo -decidió-. Creo que voy a llamarlos ahora mismo.

Maddie: Buena suerte. Y pase lo que pase, recuerda que tienes a gente a tu alrededor que te quiere como si fueras su familia.

Ness: Gracias -dijo con los ojos humedecidos-. 

La sinceridad de Maddie le daba el coraje necesario. En cualquier otra circunstancia el riesgo sería mínimo, pero la Navidad presentaba demasiados obstáculos. Tal vez, por fin, todos estuvieran preparados para disociar aquellas fechas de los traumas del pasado.


domingo, 7 de enero de 2024

Capítulo 22


Si Howard volvía a entrar en su despacho para preguntarle si todo estaba listo para la inauguración del festival aquella noche, Zac no dudaría en meterle la cabeza en uno de los enormes tanques de ponche de huevo que habían llegado al ayuntamiento horas antes. Al alcalde no parecían importarle los riesgos de servir una bebida alcohólica por mucho que se prohibiera el consumo a menores, y todos los intentos de Zac por explicárselo habían caído en saco roto.

Howard: Es la tradición -le había dicho-. Además, nadie se ha emborrachado nunca por un brindis con ponche de huevo. No hay más que mirar el tamaño tan ridículo de los vasos.

Vanessa entró en su despacho justo cuando se marchaba Howard y se fijó en la expresión de Zac.

Ness: ¿Qué ha hecho ahora nuestro alcalde?

Zac: Ponche de huevo -respondió secamente-.

Ness: Es la tradición -dijo con una sonrisa-.

Zac: Eso mismo dice él. Pero no quiero ni imaginarme los problemas que tendríamos si alguien tiene un accidente con el coche de camino a casa.

Ness: Ya lo hemos hablado. El ponche de huevo apenas tiene alcohol. Habría que beber litros y litros para emborracharse, y no creo que a nadie le guste tanto el ponche. Está absolutamente prohibido servírselo a los niños… Te estás angustiando por nada.

Zac: Mi trabajo es velar por el pueblo.
 
Ness: Y todos apreciamos tus esfuerzos. 

Le rodeó la cintura con los brazos y se puso de puntillas para darle un beso.

El malhumor de Zac se esfumó al instante, y cuando ella le pasó la lengua por los labios se olvidó de qué estaban hablando.

Zac: Sabes muy bien.

Ness: Me he tomado un bastón de caramelo antes de venir.

Zac: ¿Están repartiendo bastones de caramelo? -preguntó con una mueca-. ¿Están debidamente envueltos? ¿Sabía yo algo de esto?

Ness: Molly Flint lleva setenta años vendiendo bastones de caramelo en Navidad, nadie se ha intoxicado hasta ahora y están debidamente envueltos. ¿Quieres relajarte de una vez?

Zac: No puedo. Tengo demasiadas preocupaciones. ¿Los vendedores…?

Ness: Se están registrando en estos momentos. A las cuatro en punto estarán todos instalados en los espacios asignados, preparados para la inauguración. ¿Algo más?

Zac: Los coros…

Ness: Mary Vaughn ha hablado con los directores y no hay el menor problema con ninguno de los coros. Tully McBride tocará el piano como siempre. El piano ha sido afinado y ya está en el escenario. Los programas han sido impresos y Sam estará aquí a las cuatro y media para repartirlos.

Zac se pasó la mano por el pelo.

Zac: Odio todo esto -murmuró-. ¿Te lo he dicho alguna vez?

Ness: Bastantes. Ya verás. Los adornos son los más bonitos que se hayan visto en el pueblo. Ronnie ha comprobado toda la instalación eléctrica y el árbol se encenderá a la hora en punto. ¿Por qué tienes tanto miedo?

Zac: No tengo miedo. Simplemente estoy enfadado por tener que encargarme de todo esto. No me contrataron para hacerme cargo de la Navidad, sino del pueblo.

Ness: En Serenity, la Navidad forma parte del trabajo.

Zac: Eso no significa que tenga que gustarme. 

Ella lo miró con preocupación.

Ness: Me gustaría que pudieras relajarte y disfrutar de los festejos. Me prometiste que lo intentarías.

Zac: Tienes razón. Dame un par de horas y te prometo que seré el hombre más animado que hayas conocido.

Ness: ¿Por la Navidad o porque tu papel en los preparativos habrá terminado?

Zac: ¿Tengo que responder a eso? -preguntó con una sonrisa-. 

Vanessa suspiró de frustración.

Ness: Lo que yo pensaba. Te veré fuera.

Zac: Guárdame un poco de ponche -le dijo mientras ella salía-.

Su intención era hacerla sonreír, pero Vanessa se dio la vuelta y lo miró con expresión muy triste, como si él le hubiera aguado la fiesta.

Tendría que encontrar la manera de compensarla por aquello.


Los gigantescos copos de nieve brillaban en las farolas del centro, los puestos y tenderetes se alineaban en las calles y los niños comían algodón dulce y perritos calientes, esperando la llegada de Santa Claus. En cualquier momento llegaría en el camión de bomberos del pueblo y un coro local entonaría Here Comes Santa Claus, el árbol de la plaza sería iluminado y la Navidad habría comenzado oficialmente en Serenity.

Junto a Vanessa, Maddie sonrió y le apretó la mano.

Maddie: Has hecho un buen trabajo. Nunca había visto tantos puestos de artesanía y mermeladas caseras. Me muero de impaciencia porque el coro empiece a cantar. Y los niños están como locos por ver a Santa Claus, aunque Katie y Kyle ya sean demasiado mayores para creer en él.

Ness: ¿Dónde está Helen? Creía que estaría aquí con Sarah Beth.

Maddie: La última vez que la vi estaba en la cocina de Sullivan’s, diciéndole a Erik cómo decorar las galletas de Navidad que luego repartirá Santa Claus. Y Erik, naturalmente, lo hace a su manera -se volvió hacia Vanessa y se puso seria-. Últimamente no hemos tenido mucho tiempo para hablar. Tendremos que discutir la expansión del centro después de Año Nuevo. Mientras tanto dime, ¿qué hay entre Zac y tú? Hemos apostado a que te pedirá en matrimonio el día de Navidad, o en San Valentín como muy tarde. Puede que sea muy precipitado, pero no me parece que sea un hombre al que le guste esperar. Y ya te ha dicho que te quiere.

Vanessa no estaba tan segura como Maddie de que ella y Zac estuvieran preparados para un compromiso semejante. Habían dado un gran paso al acostarse juntos, y ella había dado un paso aún mayor al hablar con su padre. Pero ¿el matrimonio? Era demasiado pronto para hablar de ello.

Ness: Creo que te estás precipitando -le dijo a Maddie-.

Maddie: Oh, vamos. Todo el mundo puede ver la buena pareja que hacéis. 

Vanessa no pudo contener un suspiro.

Ness: Así es, ¿verdad?

Maddie: ¿Cuál es el problema? 

Ness: Lo creas o no, la Navidad. Después de tantos años, he conseguido superar los malos recuerdos que me traían estas fechas y volver a disfrutar como cuando era niña. Pero él sigue mostrando un desprecio total por las navidades. Tendrías que haberlo oído hace un par de horas. Daba la impresión de que la Navidad se hubiera inventado exclusivamente para fastidiarlo.

Maddie: Tal vez sea el tipo de hombre que se obsesiona con los detalles -sugirió, pero Vanessa negó con la cabeza-.

Ness: Es algo más profundo que eso. Guarda relación con el glamur y los excesos de su madre, pero por favor, no vayas a compararlo con mis propios traumas.

Maddie: Nunca me has hablado de tus traumas -le recordó-. Esperaba que lo hicieras algún día, pero me obligué a no presionarte. Pero ya que has sacado el tema, dime… ¿por qué reaccionaste tan mal cuando te pedí que trabajaras en el comité? ¿Y qué tiene que ver con lo que hay entre tú y Zac?

Maddie podía ser infatigablemente tenaz, de modo que Vanessa decidió darle una versión resumida del accidente de Nochebuena y sus nefastas consecuencias. Al acabar, los ojos de Maddie se llenaron de lágrimas.
 
Maddie: Oh, cariño, no tenía ni idea… Jamás se me habría ocurrido obligarte a hacer esto si lo hubiera sabido. ¿Por qué no me lo dijiste en su día?

Ness: Es mejor así. Tenía que enfrentarme a los recuerdos y olvidarme del dolor, y creo que lo he conseguido. Incluso puede que este año vaya a la iglesia en Nochebuena con el corazón abierto. Ojalá Zac pudiera hacer lo mismo…

Maddie: Seguro que se te ocurre la manera de convencerlo. No puedes dejarte vencer por unas diferencias nimias sobre las navidades.

Ness: No se trata solamente de las navidades -insistió-. No creo que pueda estar con alguien tan negativo.

Maddie: Eso son excusas, Vanessa. No se trata de las navidades ni de su carácter. ¿Qué es lo que te impide realmente dar ese paso?

A Vanessa no la sorprendió que la conociera tan bien. Maddie era una mujer muy intuitiva. El problema era que no sabía cómo responderle.

Ness: Podría darte muchas razones por las que no podemos estar juntos.

Maddie: ¿Por ejemplo?

Ness: Su madre y yo no congeniamos -dijo, sin mencionar cómo la señora Efron había intentado echarla de la vida de Zac valiéndose de su marido-.

Maddie: ¿Acaso estás pensando en vivir con ella? -le preguntó con sarcasmo-.

Ness: Claro que no, pero aunque hiciéramos las paces seguiría metiéndose en nuestras vidas.

Maddie: ¿Y no te parece que por Zac merecería la pena?

Vanessa pensó en cómo se sentía con Zac cuando estaban a solas y sonrió.

Ness: Ahora que lo dices, tal vez tengas razón -admitió, y recorrió la abarrotada plaza con la mirada hasta encontrar finalmente a Zac-. 

Estaba junto al escenario, discutiendo con Howard para no variar. Howard le puso un sombrero de Santa Claus en la cabeza y Vanessa no pudo evitar reírse.

Maddie: Es imposible no querer a un hombre con un sombrero de Santa Claus -le dijo dándole un codazo-.

Ness: Sí, supongo -dijo con un suspiro-. 

Pero no podía dejar de preguntarse si acabaría arrepintiéndose.


Zac pasó la vista por la plaza y sacudió la cabeza al ver las expresiones de asombro de los niños. Tal vez sólo los menores de doce años podían disfrutar de la Navidad. Se giró para compartir sus pensamientos con Vanessa y vio que ella contemplaba las luces con la misma fascinación infantil.

Zac: Te has metido de lleno en la Navidad, ¿verdad?

Ness: No lo digas como si fuera un delito. Mira a la gente, Zac. Y mira a Howard haciendo de Santa Claus. Los niños están encantados con él, susurrándole sus deseos al oído.

Zac: ¿Cómo se sentirán cuando se despierten el día de Navidad y no vean los regalos que han pedido?

Ness: ¿Quieres dejarlo ya? Mira cómo se ha reunido todo el pueblo. ¿No te parece algo estupendo?

Zac: De verdad que no te entiendo -dijo sorprendido por su cambio de actitud respecto a las fiestas-.

Ness: Lo mismo digo -respondió, y se alejó rápidamente-.

Años atrás, al enfrentarse a la falta de interés de sus padres, Zac había aprendido a ser independiente y a no confiar su felicidad en nadie. Pero aquella noche, por primera vez en su vida, se sentía realmente solo.

Ronnie: Parece que alguien te hubiera robado tus regalos de Navidad - comentó acercándose a él-. ¿Dónde está Vanessa?

Zac: Ni idea.

Ronnie: ¿Habéis discutido?

Zac: Eso parece.

Ronnie asintió pensativamente.

Ronnie: ¿Y sabes por qué?

Zac: Creo que tiene algo que ver con mi aversión por la Navidad.

Ronnie sonrió.
 
Ronnie: Sí, creo que tendrías que hacer algo al respecto. Todo el pueblo comenta lo huraño que eres. No es lo más conveniente para tu futuro como gerente municipal.

Zac: ¿Es que podrían despedirme por no participar en la Navidad? -le preguntó incrédulo-.

Ronnie: Puede que no, pero tendrías que disfrutar un poco más de todo esto.

Zac: Ya lo sé -admitió con un suspiro-.

Ronnie: Entonces sigue mi consejo -le sugirió-. Encuentra una rama de muérdago, arrastra a Vanessa bajo ella y bésala como si no hubiera un mañana.

Zac: ¿Y crees que eso bastará para arreglar las cosas?

Ronnie: Tal vez no, pero sería un buen comienzo. Hazme caso. Tienes que valorar lo que tienes antes de perderlo.

Valorar a Vanessa no era el problema. Lo difícil era entenderla. Pero Ronnie tenía razón en una cosa. No quería perderla y arriesgarse a pasar el resto de su vida sin ella.


Vanessa estaba de pie bajo el árbol, sola, observando a Mary Vaughn y Sam. Estaban sentados frente al escenario, como si estuvieran escuchando a los coros, aunque durante la última media hora no habían dejado de mirarse el uno al otro.

Zac: ¿Cómo van las apuestas a que esos dos vuelven a estar juntos? -preguntó acercándose a ella-.

Ness: Seguramente mucho más altas que las nuestras -respondió ella en tono abatido-.

Él la hizo girarse para encararlo.

Zac: Siento lo de antes. Durante muchos años la Navidad sacaba lo peor de mí, pero se debe a la hipocresía que reinaba en mi casa. Nuestras navidades no tenían nada que ver con los buenos deseos o el amor. Eran el colmo del materialismo y la presunción. Nuestros padres nos colmaban de regalos carísimos, pero sólo para que mi madre pudiera presumir ante sus amistades.

Ness: ¿Nunca te has preguntando por qué era tan importante para ella? 

Zac: Otra vez estás insinuando algún secreto que desconozco. Si sabes algo, dímelo.

Ness: No me corresponde a mí hacerlo.

Zac: En ese caso, discúlpame si sigo odiando las navidades.

Ness: De acuerdo. Fuiste el típico pobre niño rico. ¿Se supone que debo compadecerte?

Zac hizo una mueca.

Zac: No. Sólo estoy intentando que lo entiendas.

Ness: Lo entiendo, Zac. A todos nos gustaría olvidar cosas de nuestro pasado. Pero a todos nos toca madurar y superar los traumas.

Zac: Habla la rectitud del converso -murmuró-.

Ness: ¿Qué quieres decir? -le preguntó perpleja-.

Zac: Hasta hace poco tú también permitías que el pasado te dominara -le recordó-. Ahora has encontrado una manera de reconciliarte con tus padres y de ver la Navidad desde otra perspectiva. Y eso es algo maravilloso, lo digo en serio. Pero deja que los demás encontremos nuestra propia manera.

Ness: Yo no pretendía… -empezó, pero no supo cómo seguir. ¿Qué había pretendido? Tal vez había sido muy dura con él por no saber adaptarse al mismo ritmo que ella. Quizá Zac no hubiera sufrido la misma pérdida que ella, pero Vanessa sabía mejor que nadie que el dolor y el sufrimiento eran únicos en cada persona. Y era indudable que Zac había sufrido durante las navidades, anhelando celebrarlas en familia como el resto del mundo-. Lo siento -susurró-. Sólo quería que pudiéramos compartir todo esto, que disfrutáramos juntos de la magia de la Navidad.

Zac: Y lo haremos -le prometió-. Aprenderé a apreciar la Navidad. Puede que no sea esta misma noche, pero lo conseguiré.

Ella le sujetó la cabeza entre las manos y tiró de él para besarlo. Sintió como se relajaba la tensión de sus hombros y se deleitó con su olor masculino, que se mezclaba con la fragancia a pino.
 
Zac: ¿Sabes? -murmuró contra sus labios-. Creo que la magia de la Navidad empieza a hacerme efecto…


Mary Vaughn se sentía como si nunca hubiera celebrado una fiesta en su vida. Durante la última hora no había parado de moverse por la casa, comprobando hasta el último detalle, asegurándose de que el bufé estuviera listo, de que no hubiera una sola mota de polvo en los candelabros del salón y de que no se hubiera fundido ninguna de las docenas de bombillas que iluminaban el árbol.

Sam: ¿Por qué no intentas relajarte? Todo está perfecto.

Mary: ¿Y si no viene nadie?

Sam: No seas tonta. Tus fiestas siempre han causado sensación. Y todas las personas con las que hemos hablado esta noche en la plaza se han comprometido a asistir.

Mary: Lo sé, pero la gente se cansa con facilidad. Pensarán que ya hay demasiados invitados y que nadie los echará de menos.

Sam la detuvo cuando se disponía a contar las servilletas por tercera vez. Le puso las manos en los hombros y la miró a los ojos.

Sam: ¿Por qué estás tan nerviosa?

Mary: Porque… -no supo qué decir-.

Sam: ¿Es porque la gente va a saber que volvemos a estar juntos? 

Ella asintió.

Mary: Quiero que te sientas orgulloso.

Sam: Siempre haces que me sienta orgulloso.

Mary: Pero quiero que los demás vean que finalmente te aprecio como el hombre tan maravilloso que eres.

Sam: El único que tiene que verlo soy yo.

Mary: Y también tu padre -dijo tristemente-. No creo que le haga mucha gracia que estemos juntos.
 
Sam: Te equivocas. Hace mucho tiempo que deseaba esto.

Mary: Pero nunca le he gustado -protestó-.

Sam: No, lo que nunca le gustó era que no me quisieras cómo él creía que debías quererme. No estaba ciego, Mary Vaughn, y éste es un pueblo pequeño. Sabía que no habías olvidado a Ronnie.

Mary: Ya lo he olvidado -le aseguró-. Eres el único hombre al que quiero.

Sam: Estoy empezando a creérmelo… Y eso me recuerda que tengo un regalo de Navidad prematuro para ti -se metió la mano en el bolsillo y sacó un estuche-. No es un anillo -se apresuró a prevenirla-. Es demasiado pronto para esa clase de compromiso, pero quería que supieras lo que siento por ti y la fe que tengo en nosotros.

Mary Vaughn abrió el estuche y encontró un medallón. Lo abrió con dedos temblorosos y vio una foto de Sam y de Rory Sue en uno de los lados. En el otro había dos palabras grabadas. Para siempre.

Sam: Eso es lo que quiero para nosotros, Mary Vaughn. Esta vez, quiero que sea para siempre.

Mary: Oh, Sam… y yo también -susurró contra su mejilla-. Y yo también.

Por primera vez se alegraba de que Rory Sue no estuviera en casa y que aún tardara unos días en llegar. Mientras Sam le colocaba el medallón alrededor del cuello, sonrió al pensar en cómo iban a disfrutar de ese tiempo para ellos solos.


viernes, 5 de enero de 2024

Capítulo 21


Zac llevaba varias horas intentando hablar con Vanessa, pero ella no respondía al móvil. Frustrado, fue al centro de belleza y vio que la luz de su despacho seguía encendida. Llamó a la puerta principal, y al no recibir respuesta, rodeó el edificio y dio unos golpecitos en la ventana de la oficina. Vanessa tenía una pesa de cinco kilos en la mano, y la sostenía amenazadoramente en alto cuando subió la persiana para mirar al exterior.

Ness: ¡Tú! -exclamó, bajando la pesa y dejándola en una silla-. ¿Quieres matarme de un susto?

Zac señaló hacia la fachada frontal del edificio.

Zac: Déjame entrar.

Ness: Estoy ocupada -dijo con el ceño fruncido-.

Zac: Cinco minutos -insistió-. Tenemos que hablar.

Ness: Tengo que trabajar. Maddie necesita estos informes por la mañana y tengo que encargar un montón de suministros. El trabajo se me ha acumulado mientras estaba en el hospital con mi padre.

Zac: Todo eso puede esperar. Nuestra conversación no.

Ness: De acuerdo -aceptó finalmente-. Cinco minutos. Nos vemos en el porche.

La última vez que la había visto estaba mucho más receptiva, por lo que era evidente que algo le había pasado… y que no había sido nada bueno.

Ella abrió la puerta principal y se quedó en el umbral, bloqueándole el paso.

Ness: Tú dirás.

Zac: Venía con la intención de discutir una cosa, pero creo que deberíamos aclarar por qué estás de malhumor.

Ella lo miró con indignación.

Ness: Yo no estoy de malhumor.

Zac: ¿En serio?

Vanessa se pasó una mano por el pelo, dejándoselo de punta. Tenía un aspecto tan juvenil y sugerente que Zac se sintió tentado de zanjar aquella discusión absurda y besarla de una vez. Pero en las circunstancias actuales corría el riesgo de recibir una bofetada a cambio.

Ness: Oye, estoy ocupada. ¿Podemos hablar en otro momento?

Él ignoró la pregunta e intentó arreglar la situación.

Zac: ¿Has cenado?  

Tal vez la falta de azúcar fuera el motivo de su enojo.

Ness: No. Tomaré algo cuando llegue a casa.

Zac: De eso nada. La cena no puede esperar. Vamos. Necesitas comer algo.

Ness: ¿Desde cuándo eres tan autoritario?

Zac: Desde que llegué a este lugar. Podemos ir a Sullivan’s a cenar y a hablar como Dios manda. Si después tienes que seguir trabajando, te traeré de vuelta.

Ness: ¿Hablar como Dios manda? -repitió con el ceño fruncido-. ¿Qué estás insinuando?

Zac: Vanessa, ¿te importaría decirme por qué estás tan enfadada conmigo?

Ness: ¿Y qué si lo estoy? Lo que no quiero es empezar a discutir en Sullivan’s, delante de Dana Sue.

Zac: Muy bien -aceptó con exagerada paciencia-. Nos llevaremos la cena a tu casa, o podemos pedir una pizza, si quieres.

Ness: ¿A qué viene tanto interés en alimentarme?

Zac estaba perdiendo los nervios, pero aun así eligió sus siguientes palabras con mucho cuidado.

Zac: Me gustaría animarte un poco antes de preguntarte lo que quería preguntarte en primer lugar.
 
Ella entornó la mirada.

Ness: Estoy muy bien de ánimo, o lo estaría si dejaras de incordiarme. ¿Es por la cena en casa de tus padres?

Zac hizo una mueca. De repente todas las piezas encajaban.

Zac: ¿Mi madre se ha puesto en contacto contigo? ¿Qué te ha dicho? ¿Te ha disgustado? ¿Te ha dicho que te apartes de mí? ¿Por eso te estás comportando de esta manera?

Ella se puso colorada.

Ness: No he hablado con tu madre.

Zac: Entonces, ¿cómo demonios sabes lo de esa cena? -preguntó, y de repente lo asaltó la certeza más obvia-. 

Sabía muy bien cómo actuaba su madre. Cuando no podía entrometerse sin provocar la ira de Zac, delegaba la tarea en su padre.

Se dio la vuelta y empezó a andar por el porche, intentando calmarse. Cuando creyó haber recuperado el control, se detuvo frente a Vanessa y decidió llegar al fondo del asunto.

Zac: Envió a mi padre para que hablara contigo, ¿verdad? Por favor, dime que mi padre no ha venido a intentar chantajearte.

Ness: Zac, no pasa nada. Olvídalo -dijo con voz suplicante-.

Zac: ¿Cómo puedo olvidarlo? No voy a permitir que se metan en mi vida ni que intenten intimidarte.

Ness: Supe cómo tratar a tu padre -dijo con un toque de orgullo-. De hecho, creo que ahora nos entendemos muy bien.

Zac se estremeció al imaginárselo.

Zac: ¿Igual que trataste a mi madre?

Por primera vez desde su llegada, Vanessa sonrió.

Ness: Fui un poco más diplomática. Y él también lo fue… al final, al menos.

Zac: ¿Qué te dijo?

Ness: No importa. Y tu reacción es precisamente el motivo por el que le prometí que no te diría nada de su visita -se ruborizó-. Ahora he faltado a mi palabra.

Zac: No tendrías que haberle dado tu palabra, eso para empezar -dijo sacando su móvil del bolsillo y marcando un número-.

Ness: ¿Qué haces?

Zac: Llamarlo, por supuesto.

Ella le arrancó el teléfono de la mano.

Ness: No, no puedes hacerlo. Él y yo hemos firmado una especie de acuerdo de paz. Si lo llamas ahora, la tregua saltará en pedazos y nunca más volverá a confiar en mí.

Zac tenía que admitir aquella lógica, pero no le gustaba. No le gustaba lo más mínimo.

Zac: De acuerdo -concedió de mala gana-. Pero está claro que ya no podemos ir a esa cena.

Ness: Sí que podemos -replicó-. También le di mi palabra sobre eso. Quiero hacer las paces con tus padres, Zac. Hoy he dado un gran paso para conseguirlo.

Él la miró, absolutamente confundido.

Zac: ¿Con mi madre también? 

Ella asintió.

Ness: Ahora la entiendo mucho mejor.

Zac: ¿Cómo es posible?

Ness: Tu padre y yo mantuvimos una charla muy interesante. Hay mucho que tú no sabes.

Zac: ¿Sobre mi familia? -preguntó con incredulidad-.

Ness: Sí. Los tres tenéis que sentaros y hablar de ciertas cosas. Creo que os vendría bien a todos.

Zac: ¿Por qué no me lo cuentas tú?

Ness: No puedo meterme en vuestra relación. Sois vosotros quienes tenéis que solucionarlo.

Zac: Esto sí que es un cambio de actitud -comentó sin saber cómo sentirse al respecto. ¿Podría ser todo tan fácil como ella estaba sugiriendo? Lo dudaba, pero estaba dispuesto a intentarlo-. ¿Estás segura?

Ness: Lo estoy -corroboró mirándolo muy seria-. No quiero interponerme entre tú y tus padres, Zac. Sé cómo son los conflictos familiares, y no quiero ser la causa de ningún problema en tu familia. Si va a haber algo entre tú y yo, tenemos que intentar llevarnos bien con tus padres -le puso una mano en la mejilla-. Además… lo prometiste.

Aquel simple roce bastó para hacerle olvidar lo que estaban discutiendo.

Zac: ¿Qué prometí?

Ness: Que estas navidades serían diferentes y que harías lo posible por imbuirte del espíritu navideño.

Zac: No me esperaba algo como esto -gruñó-.

Ness: Seguro que sí. Al fin y al cabo, estamos hablando de tus padres. Tenías que saber que no sería tan sencillo. Si yo puedo darles una oportunidad, tú también.

Zac sacudió la cabeza.

Zac: No sé si estás loca o si eres una santa.

Ness: Ninguna de las dos cosas -dijo sonriendo-. Pero sí que me muero de hambre, así que vamos a por una pizza a Rosalina's.

Zac estaba absolutamente perplejo por la determinación de Vanessa en olvidar el incidente con su padre, pero no podía pensar en ello con el estómago vacío.

Zac: ¿Y todo ese papeleo que tanto te angustiaba?

Ness: Puede esperar.

Zac la miró a los ojos.

Zac: En ese caso, ¿puedo hacerte una sugerencia?

Ness: Claro.

Zac: Si pedimos que nos lleven la pizza a tu casa, podría encender la chimenea y abrir una botella de vino… ¿Qué te parece?

Ella dudó un momento, aunque por su expresión parecía interesada.

Ness: Romántico.

Zac: ¿Y?

Ness: No vas a instalarte en mi casa.

Zac: Claro que no -bajó la cabeza y le cubrió la boca con la suya hasta provocarle un suspiro-. Pero tal vez podríamos llegar a un acuerdo para una sola noche… -le acarició el labio con el pulgar-. ¿Qué dices?

Ness: Creo que estamos perdiendo un tiempo precioso en hablar, cuando ya podíamos estar de camino a mi casa.


Vanessa encargó la pizza por teléfono mientras Zac la llevaba a casa en su coche. Debió de parecer muy apurada, porque la pizza llegó pocos minutos después que ellos. Normalmente los empleados de Rosalina's trabajaban a un ritmo mucho más lento.

En cualquier caso, cuando les llevaron la pizza, Zac ya había encendido la chimenea y todas las velas del salón, y había descorchado una botella de Zinfandel que Vanessa reservaba para una ocasión especial. También había colocado los cojines del sofá en el suelo, frente a la chimenea. Era evidente que tenía experiencia en crear ambiente, pero no era el momento para preguntarle por sus dotes seductoras, sino para dejarse llevar por ellas.

Ness: Muy acogedor -dijo al llevar la comida, los platos y las servilletas-.

Zac: Intentaba que fuera romántico -dijo mirándola con una intensidad estremecedora-.

Ness: Eso también.

Zac: Vanessa… -la voz se le apagó como si hubiera perdido el hilo de sus pensamientos-.

Ness: ¿Qué? -murmuró mientras él le ponía una mano en la nuca y se inclinaba para besarla-.

El beso la hizo olvidarse de la comida y de todo lo demás, y cuando Zac se apartó parecía tan aturdido como ella se sentía. Con mano temblorosa, Zac llenó las dos copas de vino y le tendió una. Ella la aceptó, tomó un pequeño sorbo y volvió a dejarla.

Ness: Zac… -empezó, con la mirada fija en sus labios-.

Él la observó con atención, como si no estuviera seguro de lo que le estaba pidiendo.

Zac: Creía que tenías hambre.

Ness: Mis prioridades han cambiado.

Zac: ¿En serio? -preguntó súbitamente esperanzado-.

Ness: Desde luego.

Zac: Entonces… ¿la cena puede esperar?

Ella asintió. Podría comer en cualquier momento, pero había esperado demasiado tiempo para aquel momento en particular.

Ness: La pizza huele muy bien, pero seguro que sabes cómo distraerme. 

Los labios de Zac se curvaron en una sonrisa lenta y varonil.

Zac: Me emplearé a fondo -dijo, antes de volver a unir sus labios-.

Vanessa se sumergió por completo en el beso, y por primera vez se olvidó de las dudas sobre el futuro y los recuerdos del pasado. Una ola de calor recorrió su interior, seguida por un deseo tan intenso que casi la desbordaba. Sabía que Zac besaba muy bien, pero no se imaginaba hasta qué punto podía sorprenderla con sus habilidades cuando se volcaba por entero en la tarea.

Sus labios empezaban siendo suaves y persuasivos, y al momento siguiente estaban devorándola con una voracidad salvaje. Su lengua la invadía de manera implacable y avivaba el calor interno hasta un punto insostenible. Incluso los besos más tiernos que le prodigaba por la frente y el cuello hacían que le temblaran las rodillas.

¿Por qué había estado rechazando algo así?, se preguntó mientras los dedos de Zac entraban en acción y empezaban a desabrocharle la blusa. Mientras le acariciaba la piel desnuda mantenía la mirada fija en sus ojos, como si estuviera reconociendo sus deseos y necesidades para adaptarse a ellos.

De vez en cuando se detenía y la hacía esperar, provocándole el deseo de un beso más profundo o una caricia más íntima. Finalmente, cuando ella se disponía a apartarle las manos y quitarse la blusa por sí misma, él le desabrochó el último botón y le dio un beso en la piel expuesta. A continuación fue besándole cada palmo de piel desnuda mientras la blusa se deslizaba por sus hombros. Completamente desnuda salvo por el sujetador, Vanessa se estremeció al recibir su mirada.

Entonces, él se inclinó y atrapó la punta del pecho en su boca, jugueteando con el pezón a través del encaje hasta que la excitación resultó incontenible. No podía esperar más. Lo quería todo, quería tenerlo dentro de ella, quería sentir cómo la colmaba cuando sus cuerpos se fundieran en uno.

Por desgracia, Zac no parecía tener prisa. Todo lo contrario. Parecía decidido a saborear cada instante y alargarlo hasta convertirlo en una tortura.

Zac: Eres tan hermosa a la luz de las llamas -murmuró siguiendo las sombras en su piel con los dedos, hasta que Vanessa pensó que iba a derretirse ante la adoración que ardía en sus ojos-. 

Parecía tan impaciente como ella por complacerla, pero ahora era ella quien quería deleitarse con el momento.

Ness: Espera -susurró, deteniendo la mano que tenía en el muslo-. Me toca a mí.

Le desabrochó rápidamente la camisa y la arrojó a un lado. Acto seguido le quitó la camiseta sobre la cabeza y reveló un pecho esculpido en fibra y músculo que pedía a gritos el tacto de sus dedos. Zac gimió débilmente cuando ella comenzó a explorarlo, y ahogó un gemido cuando le desabrochó el cinturón y su mano llegó a una impresionante erección. Se removió ligeramente, confirmando que los dos habían alcanzado por fin el mismo nivel de impaciencia y excitación.

Acabaron de desnudarse a toda prisa y volvieron a estar unidos, piel contra piel, fundiéndose bajo el mismo calor, besándose y tocándose por todas partes hasta que ambos estuvieron jadeando por la culminación de sus deseos.

Ness: Ahora -le rogó-. He esperado demasiado. 

¡Qué idiota había sido! Y sin embargo sabía que si lo hubieran intentado semanas atrás no habría sido igual. No habrían sido dos personas con aquella compenetración. Sólo habría sido sexo. Ahora, quizá, sólo quizá, podía ser amor.

Volvió a temblar cuando Zac le quitó las braguitas y se despojó de sus calzoncillos. Se colocó sobre ella y la miró fijamente a los ojos al tiempo que se hundía en su interior. El ritmo se impuso por sí solo, aumentando la velocidad y elevando a Vanessa a unas cotas de placer desconocidas hasta entonces, hasta que las sensaciones se desbordaron finalmente en una oleada de calor líquido y palpitante.

Aún no se había recuperado de los espasmos cuando Zac empezó a moverse de nuevo, llevándola consigo a un nuevo orgasmo, único y compartido. Dos cuerpos fundidos en uno, como siempre había imaginado que sería. La sensación era tan especial y maravillosa que le entraron ganas de llorar.

No se dio cuenta de que se le había escapado una lágrima hasta que vio como él la miraba con preocupación.

Zac: ¿Estás llorando?

Ness: No -mintió, a pesar de que las lágrimas seguían derramándose sobre el pecho de Zac-.

Zac: ¿Qué ocurre?

Ness: Nada. Todo es perfecto.

Zac: ¿Seguro? No has dicho nada.

Ness: No creo que pueda hablar… Tengo la cabeza en otra parte. 

Él sonrió, aparentemente muy satisfecho de sí mismo.

Zac: ¿Eso es un cumplido?

Ella le dio un codazo en las costillas.

Ness: ¿Siempre tienes que escucharlo todo? ¿No te basta que apenas pueda moverme ni que me haya quedado sin aliento?

Zac: Sólo me estaba asegurando. Y por si acaso te lo estás preguntando, tú también has estado increíble.

Ness: No me lo estaba preguntando -le aseguró-. Sé que soy increíble en la cama.

Zac se echó a reír.

Zac: Esa seguridad en ti misma es una de las cosas que primero me llamó la atención de ti.

Ness: Y yo que creía que era mi cuerpo…

Zac: Ésa fue la segunda. Justo después de que me echaras del centro de belleza.

Vanessa se incorporó y lo miró, sin molestarse en cubrirse.

Ness: ¿Qué más?
 
Zac: ¿Qué más? 

Ness: ¿Qué más cosas te atrajeron de mí? Por favor, dime que no fue solamente por llevarles la contraria a tus padres.

Zac: Eso es del todo irrelevante -declaró mirándola con pasión-. Créeme, tienes virtudes de sobra. Me gusta tu manera de pensar. Me gusta tu sentido del humor. No estás impresionada conmigo, lo cual es frustrante pero al mismo tiempo un desafío muy tentador. Y no se te da mal esto de tener invitados a dormir…

Ella le guiñó un ojo.

Ness: Si juegas bien tus cartas, no creo que durmamos mucho esta noche. 

Zac fingió estar horrorizado.

Zac: En ese caso, necesito comer un poco.

Vanessa agarró la caja y tomó una porción de pizza antes de pasarle el resto a Zac. Para entonces la pizza ya se había enfriado, pero había merecido la pena.


Mary Vaughn había quedado para cenar con Sam aquella noche, pero en esa ocasión había sido idea de su ex marido. No sabía por qué la había invitado, pero estaba impaciente por verlo. Tal vez consiguiera reunir el valor necesario para confesarle sus sentimientos, como le había sugerido Vanessa. Pero antes tenía que averiguar cuáles eran las intenciones de Sam. No podía tratarse de la Navidad, ya que habían discutido sus planes para las vacaciones hasta el último detalle.

Tal vez quisiera decirle que iba en serio con aquella otra mujer que trabajaba con él en su concesionario. Tal vez iba a sugerirle que la incluyeran en los planes navideños. Sólo de pensar en esa posibilidad se echaba a temblar.

Una vez en el restaurante, observó a Sam por encima de la mesa. Seguía siendo un hombre muy atractivo, y Mary Vaughn se había dado cuenta finalmente de que los hombres como Sam Lewis sólo aparecían una vez en la vida. Ojalá lo hubiera sabido antes del divorcio…
 
Aunque tal vez no fuera demasiado tarde. El único modo de saberlo era poner todas sus cartas sobre la mesa, y el brillo malicioso de los ojos de Sam le dio el coraje que necesitaba.

Mary: Sam, me he estado preguntando algo -empezó, hablando despacio y cuidadosamente para buscar el enfoque adecuado-.

Sam: ¿Sí?

Mary Vaughn tenía mucha facilidad de palabra, pero aquello era demasiado importante para decirlo a la ligera.

Mary: ¿Alguna vez te has arrepentido…? -la voz le falló-. Quiero decir… ¿crees que nos precipitamos al divorciarnos?

Él la miró boquiabierto, con el tenedor inmóvil en el aire.

Sam: ¿Qué has dicho?

Mary: Ya me has oído -dijo con impaciencia-. ¿Te parece que nuestro divorcio fue un error?

Sam: No -respondió en tono tan categórico que Mary Vaughn se puso pálida-.

Mary: Oh, está bien -murmuró, sintiendo como se ponía colorada-. Sólo me lo preguntaba -cortó rápidamente un pedazo de carne y se lo llevó a la boca. No le supo a nada-. La carne está deliciosa, ¿verdad?

Sam: Me da igual la maldita carne -espetó-. ¿Por qué me has preguntado eso ahora?

Mary: No tendría que haberlo hecho. Olvídalo.

Sam: No te molestaste en preguntármelo hace años, cuando te dije que quería el divorcio -le recordó-. Te comportaste como si lo estuvieras esperando.

Mary Vaughn reprimió un suspiro. Ya no podía echarse atrás.

Mary: Supongo que sí -admitió-. Nunca fui lo bastante buena para ti. Siempre pensé que tarde o temprano te darías cuenta.

Sam: ¿Cómo dices? -exclamó-. Mary Vaughn, eres la persona más segura de sí misma que conozco. Cualquier otra persona menos fuerte que tú se habría derrumbado si hubiera pasado por tus mismos traumas.

Mary: Si tanto me admirabas, ¿por qué me abandonaste?
 
Sam: Ya sabes la respuesta, pero te lo volveré a explicar. Sin embargo, quiero que antes me digas por qué has sacado este tema. ¿Te has levantado esta mañana con la idea de hurgar en el pasado o algo así?

Ella no quería responder y arriesgarse a sufrir una humillación mayor, pero Sam la miraba tan fijamente que no le quedaba más remedio.

Mary: No es eso. Últimamente hemos pasado mucho tiempo juntos, disfrutando de nuestra mutua compañía. Tenemos mucho en común, además de una hija, y todo eso me ha hecho pensar y preguntarme si no tiramos la toalla demasiado pronto.

Sam: Eso fue exactamente lo que hiciste -corroboró-. 

Ella lo miró sin poder creerse lo que oía.

Mary: ¿Yo? No fui yo la que pidió el divorcio.

Sam: No, pero tampoco te negaste a ello. Apenas te inmutaste cuando lo sugerí, y enseguida me ayudaste a hacer las maletas.

Mary Vaughn no podía estar más confundida con su reacción.

Mary: ¿Querías que intentara detenerte?

Sam: Sí, eso era precisamente lo que esperaba. Confiaba en que me vieras con otros ojos y te dieras cuenta de lo que teníamos. Siempre supe que querías a Ronnie, pero yo te quería lo suficiente para pasarlo por alto y darnos una oportunidad para ser felices. Pero al cabo de unos años me cansé de ser el segundo plato y que nada cambiara. Sabía que tendría que tragarme mi orgullo y seguir fingiendo que no importaba. Y ya no podía seguir haciéndolo.

Mary: Lo siento -susurró. Por primera vez podía ponerse en el lugar de Sam. Nunca lo había engañado, pero nunca le había entregado su corazón. Se había contentado con la relación que tenían, y había creído que para él también era suficiente-. Lo siento mucho.

Sam: Yo también.

Mary: Me gustaría intentar cambiarlo, si me dejas -se aventuró, arriesgándose a otro humillante rechazo-. No estoy diciendo que iniciemos otra relación… Tan sólo que sigamos viéndonos y veamos si podemos empezar de nuevo. Si te sirve de algo, sé que fui una estúpida.

La expresión de Sam no era nada alentadora.
 
Sam: No sé, Mary Vaughn… Me costó mucho tiempo superar nuestra ruptura. No sé si quiero volver a pasar por lo mismo.

Mary: No volveríamos a nada -insistió-. Empezaríamos algo nuevo, desde cero. Nos quedaríamos con lo bueno de ambos y nos olvidaríamos del resto.

Sam: No es tan fácil olvidar el pasado.

Mary: No, claro que no. De hecho, hay que recordarlo para no repetirlo -lo miró a los ojos e hizo algo que se había jurado no hacer jamás. Suplicar-. Por favor, Sam. Sólo te pido una segunda oportunidad. Déjame demostrarte que he cambiado y que puedo amarte como te mereces. Al fin he madurado lo suficiente para valorar lo que eres… lo que siempre has sido.

Sam: No sé -repitió él, mirándola con recelo-.

Mary: ¿No lo sabes porque estás viendo a otra persona?

Sam: No hay nadie más, Mary Vaughn. Siempre has sido la única mujer para mí, por más que me pese.

Ella puso una mano encima de la suya.

Mary: Entonces dame otra oportunidad… Por favor.

Él giró la mano y entrelazó los dedos con los suyos.

Sam: Esta vez tendría que ser diferente -dijo en tono tranquilo y sereno, pero mirándola con expresión inquieta-.

Mary: Lo será. Te lo prometo.

Sam: Déjame terminar. No volveré a conformarme con menos de lo que merezco, Mary Vaughn. Nunca más.

Con aquella declaración, negándose a aceptar menos de lo que merecía, Sam no sólo se ganó el respeto de Mary Vaughn, sino también el corazón que ella siempre le había negado.

Después de todos los errores que había cometido no iba a resultar fácil demostrarle que lo amaba con todo su corazón. Pero estaba decidida a recuperarlo, costase lo que costase. Y sabía que el esfuerzo merecería la pena.


lunes, 1 de enero de 2024

Capítulo 20


El comité navideño se reunió por última vez el lunes previo al segundo sábado de diciembre, fecha oficial para el inicio de las navidades. Howard estaba en su elemento, tan impaciente como un crío por ver el alumbrado del árbol y cómo la plaza del pueblo se llenaba de puestos y música, pero su meticulosidad con los detalles empezaba a sacar de quicio a Zac.

Howard: ¿Ha comprobado alguien a qué hora exacta se hace de noche? El alumbrado tiene que estar programado al segundo para conseguir el máximo efecto. Se trata de dejar boquiabierto al público -antes de que Zac pudiera responder, Howard se volvió hacia Mary Vaughn-. ¿Rory Sue vendrá a casa este fin de semana? Siempre le ha encantado el encendido del árbol.

Mary: Dice que tiene que estudiar para los exámenes finales. Los tiene la semana que viene, y vendrá a casa después.

Howard: Es una lástima -se quejó sin ocultar su decepción-. Habría sido estupendo tenerla aquí para el comienzo de las navidades.

Mary Vaughn no estaba tan segura. Rory Sue seguía empeñada en irse a esquiar, y todas sus conversaciones acababan en una discusión. Ninguno de los planes que habían hecho Sam y ella parecía complacerla, y Mary Vaughn empezaba a temer que su hija se obstinara en pasarlo mal sólo por despecho.

«Eso es un rollo» era su comentario más repetido, y Mary Vaughn lo había oído tantas veces que tenía que morderse la lengua para no ordenarle que cambiara su actitud o… ¿O qué? No podía amenazarla con nada. Si le decía que no se molestara en ir a casa a no ser que supiera comportarse, Rory Sue saltaría de alegría y se largaría a Colorado con su amiga.

A medida que avanzaba la reunión, Mary Vaughn se iba sintiendo cada vez más abatida. Deseaba que aquellas navidades fueran especiales para su hija y para toda la familia. Por primera vez en muchos años quería celebrar una Navidad familiar, llena de nostalgia y tradición. Hasta ahora no se había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos hacer planes con Sam, tener a alguien que la escuchara y quisiera complacerla…

Durante su matrimonio había dado por hecho que Sam siempre estaría con ella, y al acabar se había convencido a sí misma de que no necesitaba a nadie para salir adelante. En cierto modo así era, ya que su situación económica era inmejorable. Pero se sentía sola. Muy sola.

Al acabar la reunión, Vanessa se giró hacia ella.

Ness: ¿Qué pasa? Pareces preocupada.

Mary Vaughn estaba tan acostumbrada a ocultar sus sentimientos que a punto estuvo de negarlo, pero en vez de eso se permitió soltar un suspiro.

Mary: Lo estoy.

Ness: Vamos al centro de belleza. Allí nos tomaremos un poco de té y me contarás lo que ocurre.

Mary: ¿Por qué? -preguntó sorprendida por la sugerencia-.

Ness: Porque parece que te vendría bien hablar con una amiga -respondió simplemente-.

Mary Vaughn tuvo que hacer un enorme esfuerzo para contener el aluvión de lágrimas que afluyeron a sus ojos. Después de tantos años malgastando las energías en busca de un hombre, volvía a darse cuenta de lo mucho que necesitaba una amiga. Alguien que pudiera aconsejarla, que la hiciera partícipe de sus confidencias y que la hiciera reír igual que las Magnolias hacían entre ellas.

Mary: No tienes que fingir que eres mi amiga -le dijo a Vanessa, movida por la costumbre-. 

Se había pasado toda la vida protegiéndose de los demás.

Ness: No estoy fingiendo nada -replicó con impaciencia-. Creía que lo habíamos dejado claro. Puede que no encontremos el momento para ir al cine o comer juntas, pero eso no significa que no seamos amigas. Y ahora vámonos de aquí antes de que alguien te vea llorar y empiece a hacer preguntas indeseadas.
 
Mary: No estoy llorando -protestó mientras se apartaba las lágrimas de las mejillas-.

Vanessa impuso un ritmo bastante rápido desde el ayuntamiento hasta el centro de belleza, rodeó el edificio y señaló una mesa en el jardín.

Ness: Siéntate. Hace un poco de frío para estar al aire libre, pero al menos aquí no nos molestará nadie. Espérame mientras voy a por nuestras bebidas.

Mary Vaughn se sentó junto a la mesa de hierro forjado y esperó.

Vanessa volvió con dos vasos de té y dos magdalenas de arándanos.

Mary: No puedo comerme eso -protestó, pero Vanessa se la puso delante de todos modos-.

Ness: Para levantar el ánimo. Y ahora cuéntame qué te ocurre. ¿Tiene algo que ver con Rory Sue?

Sí… y no. Era difícil explicarlo. Arrancó un pedazo de magdalena y pensó mientras suspiraba de delicia por el sabor a arándanos.

Mary: Todo empezó por Rory Sue -dijo finalmente-. Quería irse a pasar las vacaciones fuera.

Ness: A esquiar -recordó-.

Mary: Eso es -afirmó metiéndose otro pedazo de magdalena en la boca-. Yo no quería que se fuera, y por eso me puse de acuerdo con Sam para intentar ofrecerle la mejor Navidad posible a Rory Sue.

Vanessa asintió.

Ness: ¿Y qué ha pasado? ¿Las cosas no han salido como tú esperabas? ¿Sam no se ha mostrado dispuesto a cooperar?

Mary: Sam ha sido maravilloso. Realmente maravilloso.

Lo dijo con tanto énfasis que Vanessa abrió los ojos como platos.

Ness: ¿Te has acostado con él?

Mary: No -respondió rápidamente, aunque sintió cómo le ardían las mejillas-. Pero quiero hacerlo -confesó en voz baja, a pesar de que no había nadie más en el jardín-. De repente vuelvo a desear a mi ex marido. Es una locura.
 
Ness: Vamos, Mary Vaughn. No es ninguna locura. Es un hombre apuesto, divertido, triunfador. No deberías horrorizarte por sentirte atraída por él.

Mary: Pero no me sentía tan atraída por él cuando estábamos casados -confesó antes de tomar otro bocado de magdalena-. No lo valoraba como era realmente. Para mí sólo era Sam, el hombre que siempre me había querido. Mi único refugio seguro.

Ness: ¿Y ahora?

Mary: Es muy sexy y atractivo. Me hace reír. Y me conoce mejor que nadie. Antes pensaba que era un inconveniente, pero ahora me gusta abrirme por completo a él sin temor a recibir sus críticas -enterró la cara en las manos-. Lo siento… Debes de estar harta de escucharme. Pero no puedo hablar de esto con nadie más, y tampoco puedo guardármelo para mí sola.

Ness: Lo sé -repuso con suavidad-. Parece que te has enamorado.

Mary Vaughn se permitió un hondo suspiro.

Mary: Sí, eso es lo que me temo.

Ness: ¿Por qué lo temes?

Mary: Porque Sam ha seguido adelante con su vida. El otro día lo vi saliendo de Sullivan’s con una mujer que trabaja en su mismo concesionario. No sé lo que habrá entre ellos, y nadie ha podido decirme nada. Lo único que sé con toda seguridad es que ya no me desea. Yo me encargué de matar todo lo que una vez sintió por mí.

Ness: ¿Cómo puedes estar segura si no le has dicho lo que sientes? -le preguntó en tono razonable-.

Mary: Lo sé, ¿de acuerdo? No hace más que ignorar mis señales.

Ness: ¿Qué señales? ¿Señales de humo? -bromeó-. Vamos. Es un hombre. Tienes que ser directa.

Mary Vaughn sacudió la cabeza.

Mary: Le pregunté si echaba de menos lo que habíamos tenido y me hizo ver que no. No puedo ser más clara y hacer que se ría de mí.
 
Ness: Puede que no se ría de ti, ahora que habéis pasado tanto tiempo juntos -observó-. Las relaciones cambian, igual que las personas. Con el tiempo se empiezan a ver las cosas de otro modo, y lo que una vez fue cierto puede que ya no lo sea. En cualquier caso, no lo sabrás a menos que hables con él sobre esto.

Mary Vaughn deseaba creerla. Volvió a alargar la mano hacia la magdalena y se dio cuenta de que sólo quedaban unas migajas en el plato.

Mary: Ha seguido adelante con su vida -insistió-. Fue él quien quiso el divorcio. Todo el pueblo cree que yo lo abandoné, pero no fue así. Me abandonó él.

Ness: ¿Ha vuelto a casarse?

Mary: Claro que no -respondió con indignación-. Jamás se me ocurriría ir detrás de un hombre casado -frunció el ceño al ver la expresión dubitativa de Vanessa-. Ronnie Sullivan no estaba casado con Dana Sue cuando intenté seducirlo. ¿Por qué todo el mundo sigue pensando lo mismo? Estaban divorciados.

Ness: De acuerdo, pero ahora no estamos hablando de eso, sino de ti y de Sam. ¿Crees que está saliendo con alguien? ¿Con esa mujer del trabajo, tal vez?

Mary: No estoy segura. Puede ser.

Ness: Y sin embargo va a pasar las navidades contigo -señaló-. ¿Qué importa que haya salido algunas veces con esa mujer? No puede ir en serio con ella si piensa dedicarte a ti las vacaciones. Ninguna pareja estable lo toleraría. Y eso me dice que aún no ha llegado al punto sin retorno. Si realmente quieres recuperarlo, si piensas que el divorcio fue una equivocación, vas a tener que arriesgarte y exponerle tus verdaderos sentimientos.

A pesar de ser totalmente franca y directa en el trabajo, Mary Vaughn apenas tenía experiencia con esa clase de riesgos en su vida personal. Sólo se había arriesgado con Ronnie, y el resultado saltaba a la vista. Todo el pueblo se había reído de ella a sus espaldas.

Mary: ¿Lo has hecho tú alguna vez? -le preguntó a Vanessa-.
 
Ness: Hace muy poco -admitió sonriendo con expresión avergonzada-.

Mary: ¿Y cómo fue?

Ness: No muy bien, la verdad.

Mary Vaughn la miró con consternación.

Mary: No es la clase de ánimo que estaba esperando.

Ness: Bueno, al menos sirvió para abrir una vía de comunicación. Y me recordó algo que mi madre solía decirme… Si algo merece la pena, merece la pena luchar por ello.

Aquellas palabras tan familiares tocaron la fibra sensible de Mary Vaughn. ¿Cuántas veces se había dicho eso mismo cuando luchaba por dejar atrás el infierno de su infancia? Había luchado sin descanso a lo largo de los años, pero, por alguna razón, había dejado de hacerlo precisamente cuando más importaba el objetivo.

Acabó su té y se levantó.

Mary: Muchas gracias -le dijo a Vanessa, dándole un fuerte abrazo-.

Ness: Lo único que he hecho ha sido escucharte.

Mary: No. Has sido una amiga cuando más lo necesitaba -le aseguró-. No te imaginas cuánto significa para mí. Oye, vamos a celebrar una jornada de puertas abiertas en mi casa después del alumbrado del árbol. Espero contar con tu presencia. Y tráete a Zac.

Ness: Me encantaría. Hablaré con él y te avisaré.

Mary: No es necesario. Si puedes venir, no hace falta que me avises.

Ness: ¿Estará Sam?

Mary: Ésa es la idea. 

Sabía que podía contar con él.

Era el hombre más digno de confianza que había conocido.

Pero si le confesaba todo lo que estaba sintiendo por él, lo más probable era que pusiera tierra por medio y pasara las navidades tan lejos de Serenity, y de ella, como le fuera posible.


La invitación llegó con el correo de la tarde. Zac miró la elegante caligrafía del sobre y no tuvo que mirar el remitente para saber que procedía de sus padres. Siempre iniciaban la temporada navideña el segundo sábado de diciembre con una espléndida fiesta a la que él debía asistir. Pero la fecha coincidía con la inauguración del festival navideño en Serenity, de modo que aquel año tendría que declinar la invitación. Las consecuencias no serían nada favorables, de modo que sería mejor zanjar el asunto cuanto antes.

Agarró el teléfono y marcó el número privado de su madre. Durante la temporada social, era una secretaria quien atendía las llamadas de su madre y organizaba su agenda.

Zac: Hola, madre -la saludó cuando ella respondió al momento-.

Clarisse: Hola, cariño, ¿cómo estás? -le preguntó muy complacida-. Esperaba que me llamaras hoy. ¿Has recibido la invitación?

Zac: Acaba de llegar.

Clarisse: Y vas a venir, por supuesto. ¿Piensas traer a alguien… o debo empezar a buscarte una pareja para la cena? -la sugerencia tenía un tono inconfundiblemente esperanzador-.

Zac: Lo siento mucho, madre, pero este año no podré asistir. 

Un silencio sepulcral recibió la noticia.

Clarisse: ¿Cómo que no podrás asistir? Celebramos la fiesta en la misma fecha todos los años. Pues claro que vas a asistir. Ningún otro compromiso puede ser más importante que esto, así que ya puedes ir cancelando lo que tengas previsto.

Zac: No puedo cancelarlo, madre. Es una obligación profesional. El festival navideño del pueblo se inaugura esa misma noche. Tengo que estar presente.

Clarisse: ¿Para hacer qué? ¿Asegurarte de que se enciendan las luces del árbol? -preguntó con desdén-.

Zac: Sí, y para comprobar que todo transcurra sin problemas.

Clarisse: Eso es absurdo. No tienes por qué ser tú quien lo haga. Delega la tarea en otra persona. Que se encargue esa amiguita tuya.
 
Zac: Si te refieres a Vanessa, ella tiene sus propias obligaciones y no puede hacerse cargo de las mías.

Clarisse: Zachary Efron, no puedo creer que una ridícula ceremonia en un pueblucho de mala muerte sea más importante para ti que tu propia madre.

Zac se esperaba las críticas de su madre, pero aun así tuvo que respirar hondo antes de responder.

Zac: No se trata de una competición. Es mi trabajo. Si pudiera, asistiría a tu fiesta y lo sabes. Sé lo importante que es para ti.

Clarisse: Espera a que se lo diga a tu padre -se quejó-. Tendrá una o dos cosas que decir al respecto.

Zac: No lo dudo -murmuró-.

Su padre había sido el sicario de su madre desde que él podía recordar. Nunca había entendido cómo funcionaba ese matrimonio, ni cómo una persona tan fuerte como su padre se plegaba de esa manera a la voluntad de su madre.

Clarisse: ¿Qué has dicho? -preguntó en tono irritado-.

Zac: Nada, madre. Mira, lo siento mucho, pero no puedo hacer nada. Nos reuniremos en otra ocasión.

Clarisse: El próximo fin de semana -decidió al momento-. Ese viernes celebraremos otra fiesta, algo más pequeño e íntimo para algunos socios de tu padre.

A Zac no le hacía ninguna gracia aceptar aquella otra invitación, pero sabía que no podía dar más excusas. Si quería que su madre respetara lo que era importante para él, tenía que demostrarle la misma cortesía.

Zac: Allí estaremos.

Clarisse: ¿Quiénes?

Zac: Vanessa y yo.

Clarisse: Zac, eso es del todo inapropiado.

Zac: ¿Inapropiado? -repitió con voz glacial-. Si Vanessa no es bienvenida en tu casa, quizá debería replantearme si yo tampoco lo soy.

Clarisse: Oh, por amor de Dios. Tráela -dijo impacientemente-. Pero luego no me eches la culpa si no encaja aquí.

Zac: Te echaré la culpa si no haces todo lo posible para que se sienta bien -le advirtió-. Por favor, madre. Hazlo por mí.

Clarisse: ¡No sé qué puedo hacer! -protestó-.

Zac: Madre, los dos sabemos que tus invitados te seguirán la corriente. Si no te comportas como es debido, ya puedes ir olvidándote de mí para el resto de fiestas y celebraciones.

Clarisse: Eres más terco que una mula -lo acusó, pero sin mucha vehemencia-.

Zac: Tuve a dos buenos maestros. Saluda a papá de mi parte, ¿quieres?

Clarisse: Claro, aunque no creo que le mencione lo testarudo que eres. 

Zac se echó a reír.

Zac: Claro que se lo dirás. Eres incapaz de resistirte. Te quiero, madre. 

Ella soltó un dramático suspiro.

Clarisse: Y yo a ti.

A pesar de sus palabras, era evidente que Zac había puesto ese amor a prueba. Y así sería mientras Vanessa estuviera en su vida.

Lo que no entendía era la profunda antipatía que su madre le profesaba a Vanessa, pero estaba seguro de que no se debía al incidente en Chez Bella's. Tenía el presentimiento de que su aversión no obedecía a motivos personales, sino más bien a lo que Vanessa representaba.

Pero ¿qué tenía que ver con sus padres su relación con Vanessa? ¿Acaso temían que lo alejara de ellos? Eso sólo ocurriría si persistían en su actitud hostil hacia ella.

Si su relación con Vanessa progresaba como él esperaba, tendría que sentarse con sus padres y exponerles la situación. Quería que la apreciaran igual que él. Y si no podían hacerlo… Bueno, ya se ocuparía de eso cuando llegara el momento.


Vanessa estaba acabando un montón de papeleo en su despacho cuando levantó la mirada y vio a un hombre en la puerta que le resultó vagamente familiar. Aunque no lo hubiera visto de lejos semanas antes, habría reconocido al padre de Zac, aunque no se imaginaba qué estaba haciendo allí.
 
Ness: Señor Efron, ¿qué puedo hacer por usted?

Thomas: ¿Sabes quién soy? -preguntó visiblemente sorprendido-.

Ness: Usted y su hijo se parecen mucho. Y lo vi de lejos en su primera visita a Serenity. ¿Por qué no pasa y toma asiento? O podemos salir al jardín, si lo prefiere.

Thomas: No es necesario -dijo llenando el diminuto despacho con su presencia. Se sentó en el borde de una silla y miró a Vanessa con curiosidad-. No me extraña que mi hijo se haya fijado en ti. Tienes una belleza muy peculiar.

Vanessa no sabía cómo tomarse el comentario, de modo que no dijo nada.

Thomas: No eres apropiada para él.

Ness: Hace unas semanas yo habría dicho lo mismo.

Thomas: ¿En serio? -preguntó desconcertado por su sinceridad-.

Ness: Vivimos en dos mundos diferentes, pero Zac casi me ha convencido de que podemos salvar la distancia que nos separa.

Thomas: ¿Casi?

Ness: Es un hombre muy persuasivo.

Su respuesta pareció preocupar al padre de Zac.

Thomas: ¿Qué haría falta para hacerte cambiar de opinión?

Ness: ¿Cómo dice? -preguntó, convencida de que no lo había oído bien-.

Thomas: Mi mujer me ha dicho que viviste en París, así que no eres una chica pueblerina e ingenua que crea que el amor lo puede todo, ¿verdad? Ya sabes cómo funciona el mundo.

Ness: Me gusta pensar que sí lo sé -respondió con cautela-.

Thomas: Bien, entonces dime, ¿qué haría falta para que rompieras con mi hijo?

Ness: ¿Qué haría falta? ¿Me está ofreciendo dinero para que deje de ver a Zac?

Thomas: Dinero, un trabajo en otra ciudad, lo que sea. A mi hijo lo espera un brillante futuro, una vez que se haya sacado de la cabeza la ridícula idea de trabajar para un ayuntamiento campestre. Pero para desarrollar todo su potencial necesita a la mujer adecuada a su lado. Alguien de su misma clase social.
 
Vanessa se había quedado tan sorprendida por la visita que hasta ese momento no había tenido tiempo de sentirse ofendida, pero Thomas Efron se estaba pasando de la raya.

Ness: Creo que debería marcharse -le sugirió, poniéndose en pie-.

Thomas: No hasta que hayamos hecho un trato.

Ness: Entonces tendrá que quedarse ahí sentado mucho tiempo. No tengo intención de seguir escuchándolo. No sólo me está insultando a mí, sino también a su hijo. Acaba de demostrarme que no sabe respetarlo como al hombre honesto, decente y trabajador que es. A Zac le encanta su trabajo y está realizando una labor muy importante.

Thomas: Está organizando festejos navideños -se burló-. Un hombre como Zac debería estar dictando leyes, haciendo del mundo un lugar mejor, no perdiendo el tiempo con los adornos de un árbol.

Ness: Porque tal cosa es indigna de ustedes, ¿me equivoco? He oído cómo engalanan su casa en Navidad, así que a alguien debe de importarle. Presumiblemente a su mujer, ¿verdad? No quiero decir que haya colgado un solo adorno en su vida, desde luego. Para eso ya están los criados.

Thomas: La cuestión es…

Ness: La cuestión es que es usted un esnob, señor Efron. No pienso escuchar otra palabra sobre mí o sobre su hijo. Lo que pase entre Zac y yo no es asunto suyo.

Thomas: Te equivocas -declaró muy exaltado-. No voy a permitir que arruine su vida por alguien como tú.

Ness: Ni siquiera me conoce. Y ahora, váyase.

Thomas: Le diré a mi hijo lo grosera y maleducada que has sido -anunció con voz altanera-.

Vanessa no pudo menos que sonreír.

Ness: Y yo le diré lo ofensivo e insultante que ha sido. ¿Qué cree que será peor?

El señor Efron pareció sorprendido.

Thomas: Tienes agallas. Eso hay que reconocerlo.

Ness: Hará bien en no olvidarlo -le aconsejó-.

Thomas: Le dije a Clarisse que esto era una mala idea -murmuró como si se sintiera repentinamente derrotado-.

Para Vanessa no fue ninguna sorpresa descubrir que la madre de Zac estaba detrás de aquella visita, pero no se imaginaba qué la había impulsado a enviar a su marido a intentar sobornarla.

Ness: En eso estamos de acuerdo. Es una pésima idea. 

Los ojos del señor Efron brillaron con un atisbo de respeto.

Thomas: En otras circunstancias… -empezó, pero su voz se apagó-.

Ness: ¿Qué? -lo acució-.

Thomas: Hay rencores muy profundos entre mi mujer y tú.

Ness: Eso no es ninguna novedad. Lo que no entiendo es por qué. No es sólo por lo que sucedió en Chez Bella’s, ¿verdad?

El señor Efron negó con la cabeza. Parecía estar sopesando las consecuencias de ofrecerle una explicación completa, de modo que Vanessa se limitó a esperar.

Thomas: Ya sabes que mi hijo y yo hemos tenido nuestras diferencias por sus planes de futuro -dijo finalmente-.

Ness: Me contó algo así.

Thomas: No es que yo quiera controlarlo ni que me importe el estatus social o ese tipo de cosas.

Ness: Pero a su mujer sí que le importa. 

Él la miró tristemente.

Thomas: Para ti significa tan poco como para mi hijo, pero ninguno de los dos entendéis lo importante que es el estatus social en determinados círculos. Clarisse procede de una familia prestigiosa y adinerada, no como yo. Mi familia tenía dinero y era muy respetada, sí, pero mi padre dilapidó toda su fortuna y dejó la reputación familiar por los suelos. Se equivocó con sus negocios, se dedicó a jugar y a tener aventuras. Muchos hombres lo hacen, pero suelen ser más discretos de lo que fue mi padre. Todo el mundo en Charleston lo sabía. Humilló a mi madre y nos dejó a mi hermano y a mí la enorme tarea de salvar el poco patrimonio que nos quedaba.

Ness: Tuvo que ser muy duro. 

Estaba empezando a entender la situación.

Thomas: No puedes saberlo hasta que pasas por ello. Allí estaba yo, un joven con buenos contactos pero sin un centavo, cuando conocí a una mujer increíble que podría tener a cualquier hombre. Los padres de Clarisse conocían la situación económica de mi familia y las historias sobre mi padre, y lógicamente se opusieron a la boda -su expresión se cubrió de nostalgia-. Pero Clarisse era una mujer formidable y se negó a obedecerlos. Me amaba y creía en mí. Veía el futuro que podíamos tener juntos a pesar de que yo no estaba tan seguro. Sus padres se mantuvieron firmes en su rechazo, de modo que nos fugamos y nos casamos en secreto, tal era la fe que tenía en mí -miró a Vanessa a los ojos-. Podrás entender por qué estoy dispuesto a hacer lo que sea por ella.

Ness: Creo que puedo entenderlo. Y también entiendo por qué me considera una amenaza para su familia. Quiere que Zac se case con alguien que no le dé problemas, alguien que encaje en su mundo y no necesite que la defienda contra todos.

Thomas: Es muy generoso por tu parte intentar ponerte en su lugar, sobre todo después de lo mal que me he portado contigo -dijo en un ligero tono de admiración-. Lo siento mucho.

Sus disculpas parecían sinceras y Vanessa lo creyó.

Ness: ¿Le ha hablado alguna vez a Zac de esto?

Thomas: No. Cuando él y sus hermanas eran pequeños no queríamos preocuparlos. Queríamos darles la infancia que se merecían como miembros de la familia Efron.

Ness: Tal vez sería conveniente que Zac lo supiera.

Thomas: Puede que tengas razón. A Clarisse y a mí nos gusta pensar que hemos dejado atrás esa parte de nuestras vidas, pero parece que no lo hemos conseguido del todo. El pasado aún puede influirnos.

Ness: Dígaselo -lo apremió-.

Thomas: Lo haré si tú haces una cosa por mí -le propuso-.

Ness: No voy a romper con su hijo -advirtió-. 

El señor Efron sonrió.

Thomas: Claro que no. Lo único que te pido es que le des tiempo a mi mujer para que se acostumbre a la idea. Creo que cuando te conozca podrá apreciar que eres la mujer ideal para nuestro hijo. Eres una persona honrada, y ése es un rasgo que mi mujer valora por encima de todo.

Ness: Gracias por decírmelo. 

Él la miró esperanzado.

Thomas: ¿Podemos olvidarnos de esta visita?

Ness: No creo que quiera olvidarla. Me ha ofrecido una nueva perspectiva que necesitaba tener.

Thomas: Entonces, ¿ha servido de algo?

 Ella sonrió.

Ness: Eso parece.

Thomas: Estupendo. ¿Vendrás con él a la cena? Su presencia es muy importante, y mi mujer cree que no vendrá a menos que tú lo acompañes.

Vanessa no quería admitir que Zac no le había comentado nada de una cena, así que asintió simplemente.

Ness: Si él quiere que vaya…

El señor Efron sacudió la cabeza y una sonrisa fugaz asomó a sus labios.

Thomas: Me recuerdas a alguien.

Ness: ¿Ah, sí?

Thomas: Resulta irónico, pero te pareces mucho a mi mujer -dijo, y se echó a reír cuando la vio fruncir el ceño-. No, es cierto. Las dos sois igual de testarudas. Y cuando amáis, lo hacéis con todo vuestro ser, sin importaros las consecuencias. No me extraña que mi hijo esté tan enamorado de ti. Casi siento lástima por él.

Ness: ¿Cómo dice?

Thomas: Te lo dice un hombre que lleva casado con una mujer así cuarenta años. Es un desafío constante, pero no la cambiaría por nada del mundo.

Salió del despacho y dejó a Vanessa con la boca abierta. Aquel encuentro no habría podido ser más revelador. Si alguien le hubiera dicho una hora antes que podría gustarle un hombre que intentara sobornarla, se habría echado a reír. Pero el señor Efron la había conquistado con su franqueza y al parecer ella se había ganado su respeto. Lo único que quedaba por ver era si aquello supondría alguna diferencia de ahora en adelante.




🎆HAPPY NEW YEAR🎆


Perfil