topbella

lunes, 1 de enero de 2024

Capítulo 20


El comité navideño se reunió por última vez el lunes previo al segundo sábado de diciembre, fecha oficial para el inicio de las navidades. Howard estaba en su elemento, tan impaciente como un crío por ver el alumbrado del árbol y cómo la plaza del pueblo se llenaba de puestos y música, pero su meticulosidad con los detalles empezaba a sacar de quicio a Zac.

Howard: ¿Ha comprobado alguien a qué hora exacta se hace de noche? El alumbrado tiene que estar programado al segundo para conseguir el máximo efecto. Se trata de dejar boquiabierto al público -antes de que Zac pudiera responder, Howard se volvió hacia Mary Vaughn-. ¿Rory Sue vendrá a casa este fin de semana? Siempre le ha encantado el encendido del árbol.

Mary: Dice que tiene que estudiar para los exámenes finales. Los tiene la semana que viene, y vendrá a casa después.

Howard: Es una lástima -se quejó sin ocultar su decepción-. Habría sido estupendo tenerla aquí para el comienzo de las navidades.

Mary Vaughn no estaba tan segura. Rory Sue seguía empeñada en irse a esquiar, y todas sus conversaciones acababan en una discusión. Ninguno de los planes que habían hecho Sam y ella parecía complacerla, y Mary Vaughn empezaba a temer que su hija se obstinara en pasarlo mal sólo por despecho.

«Eso es un rollo» era su comentario más repetido, y Mary Vaughn lo había oído tantas veces que tenía que morderse la lengua para no ordenarle que cambiara su actitud o… ¿O qué? No podía amenazarla con nada. Si le decía que no se molestara en ir a casa a no ser que supiera comportarse, Rory Sue saltaría de alegría y se largaría a Colorado con su amiga.

A medida que avanzaba la reunión, Mary Vaughn se iba sintiendo cada vez más abatida. Deseaba que aquellas navidades fueran especiales para su hija y para toda la familia. Por primera vez en muchos años quería celebrar una Navidad familiar, llena de nostalgia y tradición. Hasta ahora no se había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos hacer planes con Sam, tener a alguien que la escuchara y quisiera complacerla…

Durante su matrimonio había dado por hecho que Sam siempre estaría con ella, y al acabar se había convencido a sí misma de que no necesitaba a nadie para salir adelante. En cierto modo así era, ya que su situación económica era inmejorable. Pero se sentía sola. Muy sola.

Al acabar la reunión, Vanessa se giró hacia ella.

Ness: ¿Qué pasa? Pareces preocupada.

Mary Vaughn estaba tan acostumbrada a ocultar sus sentimientos que a punto estuvo de negarlo, pero en vez de eso se permitió soltar un suspiro.

Mary: Lo estoy.

Ness: Vamos al centro de belleza. Allí nos tomaremos un poco de té y me contarás lo que ocurre.

Mary: ¿Por qué? -preguntó sorprendida por la sugerencia-.

Ness: Porque parece que te vendría bien hablar con una amiga -respondió simplemente-.

Mary Vaughn tuvo que hacer un enorme esfuerzo para contener el aluvión de lágrimas que afluyeron a sus ojos. Después de tantos años malgastando las energías en busca de un hombre, volvía a darse cuenta de lo mucho que necesitaba una amiga. Alguien que pudiera aconsejarla, que la hiciera partícipe de sus confidencias y que la hiciera reír igual que las Magnolias hacían entre ellas.

Mary: No tienes que fingir que eres mi amiga -le dijo a Vanessa, movida por la costumbre-. 

Se había pasado toda la vida protegiéndose de los demás.

Ness: No estoy fingiendo nada -replicó con impaciencia-. Creía que lo habíamos dejado claro. Puede que no encontremos el momento para ir al cine o comer juntas, pero eso no significa que no seamos amigas. Y ahora vámonos de aquí antes de que alguien te vea llorar y empiece a hacer preguntas indeseadas.
 
Mary: No estoy llorando -protestó mientras se apartaba las lágrimas de las mejillas-.

Vanessa impuso un ritmo bastante rápido desde el ayuntamiento hasta el centro de belleza, rodeó el edificio y señaló una mesa en el jardín.

Ness: Siéntate. Hace un poco de frío para estar al aire libre, pero al menos aquí no nos molestará nadie. Espérame mientras voy a por nuestras bebidas.

Mary Vaughn se sentó junto a la mesa de hierro forjado y esperó.

Vanessa volvió con dos vasos de té y dos magdalenas de arándanos.

Mary: No puedo comerme eso -protestó, pero Vanessa se la puso delante de todos modos-.

Ness: Para levantar el ánimo. Y ahora cuéntame qué te ocurre. ¿Tiene algo que ver con Rory Sue?

Sí… y no. Era difícil explicarlo. Arrancó un pedazo de magdalena y pensó mientras suspiraba de delicia por el sabor a arándanos.

Mary: Todo empezó por Rory Sue -dijo finalmente-. Quería irse a pasar las vacaciones fuera.

Ness: A esquiar -recordó-.

Mary: Eso es -afirmó metiéndose otro pedazo de magdalena en la boca-. Yo no quería que se fuera, y por eso me puse de acuerdo con Sam para intentar ofrecerle la mejor Navidad posible a Rory Sue.

Vanessa asintió.

Ness: ¿Y qué ha pasado? ¿Las cosas no han salido como tú esperabas? ¿Sam no se ha mostrado dispuesto a cooperar?

Mary: Sam ha sido maravilloso. Realmente maravilloso.

Lo dijo con tanto énfasis que Vanessa abrió los ojos como platos.

Ness: ¿Te has acostado con él?

Mary: No -respondió rápidamente, aunque sintió cómo le ardían las mejillas-. Pero quiero hacerlo -confesó en voz baja, a pesar de que no había nadie más en el jardín-. De repente vuelvo a desear a mi ex marido. Es una locura.
 
Ness: Vamos, Mary Vaughn. No es ninguna locura. Es un hombre apuesto, divertido, triunfador. No deberías horrorizarte por sentirte atraída por él.

Mary: Pero no me sentía tan atraída por él cuando estábamos casados -confesó antes de tomar otro bocado de magdalena-. No lo valoraba como era realmente. Para mí sólo era Sam, el hombre que siempre me había querido. Mi único refugio seguro.

Ness: ¿Y ahora?

Mary: Es muy sexy y atractivo. Me hace reír. Y me conoce mejor que nadie. Antes pensaba que era un inconveniente, pero ahora me gusta abrirme por completo a él sin temor a recibir sus críticas -enterró la cara en las manos-. Lo siento… Debes de estar harta de escucharme. Pero no puedo hablar de esto con nadie más, y tampoco puedo guardármelo para mí sola.

Ness: Lo sé -repuso con suavidad-. Parece que te has enamorado.

Mary Vaughn se permitió un hondo suspiro.

Mary: Sí, eso es lo que me temo.

Ness: ¿Por qué lo temes?

Mary: Porque Sam ha seguido adelante con su vida. El otro día lo vi saliendo de Sullivan’s con una mujer que trabaja en su mismo concesionario. No sé lo que habrá entre ellos, y nadie ha podido decirme nada. Lo único que sé con toda seguridad es que ya no me desea. Yo me encargué de matar todo lo que una vez sintió por mí.

Ness: ¿Cómo puedes estar segura si no le has dicho lo que sientes? -le preguntó en tono razonable-.

Mary: Lo sé, ¿de acuerdo? No hace más que ignorar mis señales.

Ness: ¿Qué señales? ¿Señales de humo? -bromeó-. Vamos. Es un hombre. Tienes que ser directa.

Mary Vaughn sacudió la cabeza.

Mary: Le pregunté si echaba de menos lo que habíamos tenido y me hizo ver que no. No puedo ser más clara y hacer que se ría de mí.
 
Ness: Puede que no se ría de ti, ahora que habéis pasado tanto tiempo juntos -observó-. Las relaciones cambian, igual que las personas. Con el tiempo se empiezan a ver las cosas de otro modo, y lo que una vez fue cierto puede que ya no lo sea. En cualquier caso, no lo sabrás a menos que hables con él sobre esto.

Mary Vaughn deseaba creerla. Volvió a alargar la mano hacia la magdalena y se dio cuenta de que sólo quedaban unas migajas en el plato.

Mary: Ha seguido adelante con su vida -insistió-. Fue él quien quiso el divorcio. Todo el pueblo cree que yo lo abandoné, pero no fue así. Me abandonó él.

Ness: ¿Ha vuelto a casarse?

Mary: Claro que no -respondió con indignación-. Jamás se me ocurriría ir detrás de un hombre casado -frunció el ceño al ver la expresión dubitativa de Vanessa-. Ronnie Sullivan no estaba casado con Dana Sue cuando intenté seducirlo. ¿Por qué todo el mundo sigue pensando lo mismo? Estaban divorciados.

Ness: De acuerdo, pero ahora no estamos hablando de eso, sino de ti y de Sam. ¿Crees que está saliendo con alguien? ¿Con esa mujer del trabajo, tal vez?

Mary: No estoy segura. Puede ser.

Ness: Y sin embargo va a pasar las navidades contigo -señaló-. ¿Qué importa que haya salido algunas veces con esa mujer? No puede ir en serio con ella si piensa dedicarte a ti las vacaciones. Ninguna pareja estable lo toleraría. Y eso me dice que aún no ha llegado al punto sin retorno. Si realmente quieres recuperarlo, si piensas que el divorcio fue una equivocación, vas a tener que arriesgarte y exponerle tus verdaderos sentimientos.

A pesar de ser totalmente franca y directa en el trabajo, Mary Vaughn apenas tenía experiencia con esa clase de riesgos en su vida personal. Sólo se había arriesgado con Ronnie, y el resultado saltaba a la vista. Todo el pueblo se había reído de ella a sus espaldas.

Mary: ¿Lo has hecho tú alguna vez? -le preguntó a Vanessa-.
 
Ness: Hace muy poco -admitió sonriendo con expresión avergonzada-.

Mary: ¿Y cómo fue?

Ness: No muy bien, la verdad.

Mary Vaughn la miró con consternación.

Mary: No es la clase de ánimo que estaba esperando.

Ness: Bueno, al menos sirvió para abrir una vía de comunicación. Y me recordó algo que mi madre solía decirme… Si algo merece la pena, merece la pena luchar por ello.

Aquellas palabras tan familiares tocaron la fibra sensible de Mary Vaughn. ¿Cuántas veces se había dicho eso mismo cuando luchaba por dejar atrás el infierno de su infancia? Había luchado sin descanso a lo largo de los años, pero, por alguna razón, había dejado de hacerlo precisamente cuando más importaba el objetivo.

Acabó su té y se levantó.

Mary: Muchas gracias -le dijo a Vanessa, dándole un fuerte abrazo-.

Ness: Lo único que he hecho ha sido escucharte.

Mary: No. Has sido una amiga cuando más lo necesitaba -le aseguró-. No te imaginas cuánto significa para mí. Oye, vamos a celebrar una jornada de puertas abiertas en mi casa después del alumbrado del árbol. Espero contar con tu presencia. Y tráete a Zac.

Ness: Me encantaría. Hablaré con él y te avisaré.

Mary: No es necesario. Si puedes venir, no hace falta que me avises.

Ness: ¿Estará Sam?

Mary: Ésa es la idea. 

Sabía que podía contar con él.

Era el hombre más digno de confianza que había conocido.

Pero si le confesaba todo lo que estaba sintiendo por él, lo más probable era que pusiera tierra por medio y pasara las navidades tan lejos de Serenity, y de ella, como le fuera posible.


La invitación llegó con el correo de la tarde. Zac miró la elegante caligrafía del sobre y no tuvo que mirar el remitente para saber que procedía de sus padres. Siempre iniciaban la temporada navideña el segundo sábado de diciembre con una espléndida fiesta a la que él debía asistir. Pero la fecha coincidía con la inauguración del festival navideño en Serenity, de modo que aquel año tendría que declinar la invitación. Las consecuencias no serían nada favorables, de modo que sería mejor zanjar el asunto cuanto antes.

Agarró el teléfono y marcó el número privado de su madre. Durante la temporada social, era una secretaria quien atendía las llamadas de su madre y organizaba su agenda.

Zac: Hola, madre -la saludó cuando ella respondió al momento-.

Clarisse: Hola, cariño, ¿cómo estás? -le preguntó muy complacida-. Esperaba que me llamaras hoy. ¿Has recibido la invitación?

Zac: Acaba de llegar.

Clarisse: Y vas a venir, por supuesto. ¿Piensas traer a alguien… o debo empezar a buscarte una pareja para la cena? -la sugerencia tenía un tono inconfundiblemente esperanzador-.

Zac: Lo siento mucho, madre, pero este año no podré asistir. 

Un silencio sepulcral recibió la noticia.

Clarisse: ¿Cómo que no podrás asistir? Celebramos la fiesta en la misma fecha todos los años. Pues claro que vas a asistir. Ningún otro compromiso puede ser más importante que esto, así que ya puedes ir cancelando lo que tengas previsto.

Zac: No puedo cancelarlo, madre. Es una obligación profesional. El festival navideño del pueblo se inaugura esa misma noche. Tengo que estar presente.

Clarisse: ¿Para hacer qué? ¿Asegurarte de que se enciendan las luces del árbol? -preguntó con desdén-.

Zac: Sí, y para comprobar que todo transcurra sin problemas.

Clarisse: Eso es absurdo. No tienes por qué ser tú quien lo haga. Delega la tarea en otra persona. Que se encargue esa amiguita tuya.
 
Zac: Si te refieres a Vanessa, ella tiene sus propias obligaciones y no puede hacerse cargo de las mías.

Clarisse: Zachary Efron, no puedo creer que una ridícula ceremonia en un pueblucho de mala muerte sea más importante para ti que tu propia madre.

Zac se esperaba las críticas de su madre, pero aun así tuvo que respirar hondo antes de responder.

Zac: No se trata de una competición. Es mi trabajo. Si pudiera, asistiría a tu fiesta y lo sabes. Sé lo importante que es para ti.

Clarisse: Espera a que se lo diga a tu padre -se quejó-. Tendrá una o dos cosas que decir al respecto.

Zac: No lo dudo -murmuró-.

Su padre había sido el sicario de su madre desde que él podía recordar. Nunca había entendido cómo funcionaba ese matrimonio, ni cómo una persona tan fuerte como su padre se plegaba de esa manera a la voluntad de su madre.

Clarisse: ¿Qué has dicho? -preguntó en tono irritado-.

Zac: Nada, madre. Mira, lo siento mucho, pero no puedo hacer nada. Nos reuniremos en otra ocasión.

Clarisse: El próximo fin de semana -decidió al momento-. Ese viernes celebraremos otra fiesta, algo más pequeño e íntimo para algunos socios de tu padre.

A Zac no le hacía ninguna gracia aceptar aquella otra invitación, pero sabía que no podía dar más excusas. Si quería que su madre respetara lo que era importante para él, tenía que demostrarle la misma cortesía.

Zac: Allí estaremos.

Clarisse: ¿Quiénes?

Zac: Vanessa y yo.

Clarisse: Zac, eso es del todo inapropiado.

Zac: ¿Inapropiado? -repitió con voz glacial-. Si Vanessa no es bienvenida en tu casa, quizá debería replantearme si yo tampoco lo soy.

Clarisse: Oh, por amor de Dios. Tráela -dijo impacientemente-. Pero luego no me eches la culpa si no encaja aquí.

Zac: Te echaré la culpa si no haces todo lo posible para que se sienta bien -le advirtió-. Por favor, madre. Hazlo por mí.

Clarisse: ¡No sé qué puedo hacer! -protestó-.

Zac: Madre, los dos sabemos que tus invitados te seguirán la corriente. Si no te comportas como es debido, ya puedes ir olvidándote de mí para el resto de fiestas y celebraciones.

Clarisse: Eres más terco que una mula -lo acusó, pero sin mucha vehemencia-.

Zac: Tuve a dos buenos maestros. Saluda a papá de mi parte, ¿quieres?

Clarisse: Claro, aunque no creo que le mencione lo testarudo que eres. 

Zac se echó a reír.

Zac: Claro que se lo dirás. Eres incapaz de resistirte. Te quiero, madre. 

Ella soltó un dramático suspiro.

Clarisse: Y yo a ti.

A pesar de sus palabras, era evidente que Zac había puesto ese amor a prueba. Y así sería mientras Vanessa estuviera en su vida.

Lo que no entendía era la profunda antipatía que su madre le profesaba a Vanessa, pero estaba seguro de que no se debía al incidente en Chez Bella's. Tenía el presentimiento de que su aversión no obedecía a motivos personales, sino más bien a lo que Vanessa representaba.

Pero ¿qué tenía que ver con sus padres su relación con Vanessa? ¿Acaso temían que lo alejara de ellos? Eso sólo ocurriría si persistían en su actitud hostil hacia ella.

Si su relación con Vanessa progresaba como él esperaba, tendría que sentarse con sus padres y exponerles la situación. Quería que la apreciaran igual que él. Y si no podían hacerlo… Bueno, ya se ocuparía de eso cuando llegara el momento.


Vanessa estaba acabando un montón de papeleo en su despacho cuando levantó la mirada y vio a un hombre en la puerta que le resultó vagamente familiar. Aunque no lo hubiera visto de lejos semanas antes, habría reconocido al padre de Zac, aunque no se imaginaba qué estaba haciendo allí.
 
Ness: Señor Efron, ¿qué puedo hacer por usted?

Thomas: ¿Sabes quién soy? -preguntó visiblemente sorprendido-.

Ness: Usted y su hijo se parecen mucho. Y lo vi de lejos en su primera visita a Serenity. ¿Por qué no pasa y toma asiento? O podemos salir al jardín, si lo prefiere.

Thomas: No es necesario -dijo llenando el diminuto despacho con su presencia. Se sentó en el borde de una silla y miró a Vanessa con curiosidad-. No me extraña que mi hijo se haya fijado en ti. Tienes una belleza muy peculiar.

Vanessa no sabía cómo tomarse el comentario, de modo que no dijo nada.

Thomas: No eres apropiada para él.

Ness: Hace unas semanas yo habría dicho lo mismo.

Thomas: ¿En serio? -preguntó desconcertado por su sinceridad-.

Ness: Vivimos en dos mundos diferentes, pero Zac casi me ha convencido de que podemos salvar la distancia que nos separa.

Thomas: ¿Casi?

Ness: Es un hombre muy persuasivo.

Su respuesta pareció preocupar al padre de Zac.

Thomas: ¿Qué haría falta para hacerte cambiar de opinión?

Ness: ¿Cómo dice? -preguntó, convencida de que no lo había oído bien-.

Thomas: Mi mujer me ha dicho que viviste en París, así que no eres una chica pueblerina e ingenua que crea que el amor lo puede todo, ¿verdad? Ya sabes cómo funciona el mundo.

Ness: Me gusta pensar que sí lo sé -respondió con cautela-.

Thomas: Bien, entonces dime, ¿qué haría falta para que rompieras con mi hijo?

Ness: ¿Qué haría falta? ¿Me está ofreciendo dinero para que deje de ver a Zac?

Thomas: Dinero, un trabajo en otra ciudad, lo que sea. A mi hijo lo espera un brillante futuro, una vez que se haya sacado de la cabeza la ridícula idea de trabajar para un ayuntamiento campestre. Pero para desarrollar todo su potencial necesita a la mujer adecuada a su lado. Alguien de su misma clase social.
 
Vanessa se había quedado tan sorprendida por la visita que hasta ese momento no había tenido tiempo de sentirse ofendida, pero Thomas Efron se estaba pasando de la raya.

Ness: Creo que debería marcharse -le sugirió, poniéndose en pie-.

Thomas: No hasta que hayamos hecho un trato.

Ness: Entonces tendrá que quedarse ahí sentado mucho tiempo. No tengo intención de seguir escuchándolo. No sólo me está insultando a mí, sino también a su hijo. Acaba de demostrarme que no sabe respetarlo como al hombre honesto, decente y trabajador que es. A Zac le encanta su trabajo y está realizando una labor muy importante.

Thomas: Está organizando festejos navideños -se burló-. Un hombre como Zac debería estar dictando leyes, haciendo del mundo un lugar mejor, no perdiendo el tiempo con los adornos de un árbol.

Ness: Porque tal cosa es indigna de ustedes, ¿me equivoco? He oído cómo engalanan su casa en Navidad, así que a alguien debe de importarle. Presumiblemente a su mujer, ¿verdad? No quiero decir que haya colgado un solo adorno en su vida, desde luego. Para eso ya están los criados.

Thomas: La cuestión es…

Ness: La cuestión es que es usted un esnob, señor Efron. No pienso escuchar otra palabra sobre mí o sobre su hijo. Lo que pase entre Zac y yo no es asunto suyo.

Thomas: Te equivocas -declaró muy exaltado-. No voy a permitir que arruine su vida por alguien como tú.

Ness: Ni siquiera me conoce. Y ahora, váyase.

Thomas: Le diré a mi hijo lo grosera y maleducada que has sido -anunció con voz altanera-.

Vanessa no pudo menos que sonreír.

Ness: Y yo le diré lo ofensivo e insultante que ha sido. ¿Qué cree que será peor?

El señor Efron pareció sorprendido.

Thomas: Tienes agallas. Eso hay que reconocerlo.

Ness: Hará bien en no olvidarlo -le aconsejó-.

Thomas: Le dije a Clarisse que esto era una mala idea -murmuró como si se sintiera repentinamente derrotado-.

Para Vanessa no fue ninguna sorpresa descubrir que la madre de Zac estaba detrás de aquella visita, pero no se imaginaba qué la había impulsado a enviar a su marido a intentar sobornarla.

Ness: En eso estamos de acuerdo. Es una pésima idea. 

Los ojos del señor Efron brillaron con un atisbo de respeto.

Thomas: En otras circunstancias… -empezó, pero su voz se apagó-.

Ness: ¿Qué? -lo acució-.

Thomas: Hay rencores muy profundos entre mi mujer y tú.

Ness: Eso no es ninguna novedad. Lo que no entiendo es por qué. No es sólo por lo que sucedió en Chez Bella’s, ¿verdad?

El señor Efron negó con la cabeza. Parecía estar sopesando las consecuencias de ofrecerle una explicación completa, de modo que Vanessa se limitó a esperar.

Thomas: Ya sabes que mi hijo y yo hemos tenido nuestras diferencias por sus planes de futuro -dijo finalmente-.

Ness: Me contó algo así.

Thomas: No es que yo quiera controlarlo ni que me importe el estatus social o ese tipo de cosas.

Ness: Pero a su mujer sí que le importa. 

Él la miró tristemente.

Thomas: Para ti significa tan poco como para mi hijo, pero ninguno de los dos entendéis lo importante que es el estatus social en determinados círculos. Clarisse procede de una familia prestigiosa y adinerada, no como yo. Mi familia tenía dinero y era muy respetada, sí, pero mi padre dilapidó toda su fortuna y dejó la reputación familiar por los suelos. Se equivocó con sus negocios, se dedicó a jugar y a tener aventuras. Muchos hombres lo hacen, pero suelen ser más discretos de lo que fue mi padre. Todo el mundo en Charleston lo sabía. Humilló a mi madre y nos dejó a mi hermano y a mí la enorme tarea de salvar el poco patrimonio que nos quedaba.

Ness: Tuvo que ser muy duro. 

Estaba empezando a entender la situación.

Thomas: No puedes saberlo hasta que pasas por ello. Allí estaba yo, un joven con buenos contactos pero sin un centavo, cuando conocí a una mujer increíble que podría tener a cualquier hombre. Los padres de Clarisse conocían la situación económica de mi familia y las historias sobre mi padre, y lógicamente se opusieron a la boda -su expresión se cubrió de nostalgia-. Pero Clarisse era una mujer formidable y se negó a obedecerlos. Me amaba y creía en mí. Veía el futuro que podíamos tener juntos a pesar de que yo no estaba tan seguro. Sus padres se mantuvieron firmes en su rechazo, de modo que nos fugamos y nos casamos en secreto, tal era la fe que tenía en mí -miró a Vanessa a los ojos-. Podrás entender por qué estoy dispuesto a hacer lo que sea por ella.

Ness: Creo que puedo entenderlo. Y también entiendo por qué me considera una amenaza para su familia. Quiere que Zac se case con alguien que no le dé problemas, alguien que encaje en su mundo y no necesite que la defienda contra todos.

Thomas: Es muy generoso por tu parte intentar ponerte en su lugar, sobre todo después de lo mal que me he portado contigo -dijo en un ligero tono de admiración-. Lo siento mucho.

Sus disculpas parecían sinceras y Vanessa lo creyó.

Ness: ¿Le ha hablado alguna vez a Zac de esto?

Thomas: No. Cuando él y sus hermanas eran pequeños no queríamos preocuparlos. Queríamos darles la infancia que se merecían como miembros de la familia Efron.

Ness: Tal vez sería conveniente que Zac lo supiera.

Thomas: Puede que tengas razón. A Clarisse y a mí nos gusta pensar que hemos dejado atrás esa parte de nuestras vidas, pero parece que no lo hemos conseguido del todo. El pasado aún puede influirnos.

Ness: Dígaselo -lo apremió-.

Thomas: Lo haré si tú haces una cosa por mí -le propuso-.

Ness: No voy a romper con su hijo -advirtió-. 

El señor Efron sonrió.

Thomas: Claro que no. Lo único que te pido es que le des tiempo a mi mujer para que se acostumbre a la idea. Creo que cuando te conozca podrá apreciar que eres la mujer ideal para nuestro hijo. Eres una persona honrada, y ése es un rasgo que mi mujer valora por encima de todo.

Ness: Gracias por decírmelo. 

Él la miró esperanzado.

Thomas: ¿Podemos olvidarnos de esta visita?

Ness: No creo que quiera olvidarla. Me ha ofrecido una nueva perspectiva que necesitaba tener.

Thomas: Entonces, ¿ha servido de algo?

 Ella sonrió.

Ness: Eso parece.

Thomas: Estupendo. ¿Vendrás con él a la cena? Su presencia es muy importante, y mi mujer cree que no vendrá a menos que tú lo acompañes.

Vanessa no quería admitir que Zac no le había comentado nada de una cena, así que asintió simplemente.

Ness: Si él quiere que vaya…

El señor Efron sacudió la cabeza y una sonrisa fugaz asomó a sus labios.

Thomas: Me recuerdas a alguien.

Ness: ¿Ah, sí?

Thomas: Resulta irónico, pero te pareces mucho a mi mujer -dijo, y se echó a reír cuando la vio fruncir el ceño-. No, es cierto. Las dos sois igual de testarudas. Y cuando amáis, lo hacéis con todo vuestro ser, sin importaros las consecuencias. No me extraña que mi hijo esté tan enamorado de ti. Casi siento lástima por él.

Ness: ¿Cómo dice?

Thomas: Te lo dice un hombre que lleva casado con una mujer así cuarenta años. Es un desafío constante, pero no la cambiaría por nada del mundo.

Salió del despacho y dejó a Vanessa con la boca abierta. Aquel encuentro no habría podido ser más revelador. Si alguien le hubiera dicho una hora antes que podría gustarle un hombre que intentara sobornarla, se habría echado a reír. Pero el señor Efron la había conquistado con su franqueza y al parecer ella se había ganado su respeto. Lo único que quedaba por ver era si aquello supondría alguna diferencia de ahora en adelante.




🎆HAPPY NEW YEAR🎆


0 comentarios:

Publicar un comentario

Perfil