topbella

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Capítulo 13 - Los dioses no se mezclan con enfermeras


Leo: Recordad vosotros dos: id cogidos de la mano, sonrientes y relajados. Estáis felices y enamorados, y no os preocupa en lo más mínimo ninguna zorrita en busca de fama. Ni siquiera aparece en vuestro radar. ¿Estamos listos? -les dijo casi a gritos, a un metro de distancia, desde su asiento en la parte trasera de la limusina-.

Zac: Estamos listos -murmuró-.

Leo: ¿Estamos mentalizados? ¡Tenemos que estar mentalizados! ¿Os sentís los dos como tenéis que sentiros?

Miró por la ventana, para ver si ya los estaba llamando la mujer con una tablilla en la mano que se ocupaba de escalonar la llegada de los artistas. El recorrido de Zac por la alfombra roja estaba programado exactamente a las cuatro y veinticinco de la tarde, por lo que según el teléfono móvil de Vanessa, faltaba solamente un aterrador minuto.

«¿Sentirnos como qué? -hubiera querido decir Vanessa-. ¿Como la mierda? ¿Como que estoy a punto de ir voluntariamente hacia el patíbulo, pero en lugar de darme la vuelta porque sé lo que es bueno para mí, sigo caminando porque soy tan reacia a los conflictos que prefiero no llamar la atención y caminar en silencio hacia el verdugo? ¡Sí, cretino de mierda! ¡Así es como me siento!»

Leo: No voy a mentiros: serán como pirañas. -Levantó las manos con las palmas hacia fuera-. Lo digo para que vayáis preparados. Pero no les hagáis caso. Sonreíd y disfrutad del momento. Lo haréis genial. -Sonó su teléfono y, después de mirarlo durante una fracción de segundo, quitó el seguro de las puertas y se volvió hacia Vanessa y Zac-. Es la hora. ¡Adelante! -gritó, mientras abría la puerta de la limusina-.

Antes de que Vanessa pudiera empezar a procesar lo que estaba sucediendo, quedó cegada por los destellos de los flashes. Sin embargo, por mucho daño que los flashes le hicieran a la vista, no eran nada en comparación con las preguntas.

Paparazzi1: ¡Zac! ¿Qué se siente al asistir a tu primera gala de los premios Grammy?

Paparazzi2: ¡Vanessa! ¿Tienes algo que decir de las fotos que han salido en el último número de Last Night?

Paparazzi3: ¡Zac! ¡Mira hacia aquí! ¿Tienes una amante?

Paparazzi4: ¡Vanessa! ¡Vuélvete hacia aquí! ¡Aquí, a esta cámara! ¿De qué diseñador es el vestido?

Paparazzi5: ¡Vanessa! Si pudieras decirle un par de cosas al bombón del Chateau, ¿qué le dirías?

Paparazzi6: ¡Zac! ¡Aquí, a tu izquierda! ¡Sí, así está bien! ¿Piensas seguir casado?

Paparazzi7: ¡Zac! ¿No te parece irreal recorrer la alfombra roja, cuando hace apenas un año nadie sabía tu nombre?

Paparazzi8: ¡Vanessa! ¿Crees que la culpa es tuya, por no encajar físicamente en los moldes de Hollywood?

Paparazzi9: ¿Qué les dirías a todas las mujeres jóvenes que te están viendo ahora?

Paparazzi10: ¡Zac! ¿Te gustaría que tu mujer te acompañara más en tus viajes?

Era como si de pronto se hubieran encendido los focos de un estadio sobre su dormitorio, a las tres de la madrugada. Sus ojos no acababan de adaptarse y cualquier esfuerzo le producía aún más incomodidad.

Se volvió brevemente hacia la zona sin cámaras que había tras ellos, y captó una imagen fugaz de Nicole Kidman y Keith Urban bajando de un Escalade negro. «¿Por qué nos habláis a nosotros, si los verdaderos famosos están ahí detrás?», habría querido gritar. Solo cuando se volvió otra vez hacia adelante y sus ojos finalmente consiguieron adaptarse al destello continuado de los flashes, vio ante sí un interminable camino rojo. ¿Mediría un kilómetro? ¿Dos? ¿Diez? Los que iban delante de ellos en la alfombra roja parecían despreocupados e incluso relajados. Iban en grupos de tres o de cinco, y de vez en cuando se paraban para charlar tranquilamente con los periodistas o para posar como expertos delante de las cámaras, ofreciendo a cada paso megavatios de sonrisas del más alto nivel profesional. ¿Sería posible ser como ellos? ¿Sería ella capaz? Y más importante aún, ¿conseguiría sobrevivir al siguiente tramo interminable de alfombra?

Entonces, empezaron a avanzar. Vanessa se concentró en colocar una sandalia delante de la otra, con la barbilla alta y las mejillas probablemente encendidas, mientras Zac la conducía a través de la multitud. Cuando habían cubierto la mitad de la distancia hasta la entrada, Leo cogió a cada uno por un hombro, con las manos calientes y sudorosas, agachó la cabeza entre los oídos de ambos y les dijo:

Leo: A vuestra derecha veréis en seguida a la gente de El Entertainment. Si se os acercan para haceros una entrevista, paraos y hablad con ellos.

Vanessa miró a su derecha y vio la nuca de un hombre rubio de baja estatura, que estaba tendiendo un micrófono a tres críos vestidos de traje negro, ninguno de los cuales parecía mayor de quince años. Tuvo que estrujarse el cerebro para dar con sus nombres, y cuando finalmente recordó que eran los Jonas Brothers, se sintió terriblemente vieja. Eran bastante monos, como pueden serlo los koalas o los peluches, pero ¿atractivos?, ¿seductores?, ¿capaces de llevar al borde del desmayo a millones de adolescentes con una sonrisa? ¡Qué ridiculez! Pensó que todas esas chicas gritonas deberían repasar las fotos de Kirk Cameron y Ricky Shroeder que solían aparecer años atrás en la revista Tiger Beat, si querían ver dos auténticos rompecorazones adolescentes. Se sorprendió de lo que acababa de pensar. ¿Había recordado ella sola la palabra «rompecorazones»? Añadió aquel momento a la lista mental de las cosas que tenía que contarle a Ashley.

Tipo rubio: ¿Zac Efron? ¿Nos concedes un momento?

El tipo rubio bajito finalmente se había despedido de los niños Jonas y se había vuelto hacia Vanessa y Zac. ¡Era Ryan Seacrest! En persona parecía igual de bronceado que en Idol y su sonrisa era cálida y amigable. Vanessa hubiese querido darle un beso.

Zac: ¡Hola! -dijo, que a juzgar por su expresión había reconocido a Seacrest al mismo tiempo que ella-. Sí, claro. Encantados.

El presentador le hizo un gesto al cámara que tenía detrás y se colocó ligeramente a la izquierda de Vanessa y de Zac. Hizo un gesto afirmativo y el cámara encendió un potente foco de luz, que al instante proyectó una sorprendente cantidad de calor. Después, habló al micrófono, mientras miraba a la cámara.

Ryan: Ahora están con nosotros Zac Efron y su bellísima esposa, Vanessa. -Se volvió hacia ellos e hizo un amplio gesto con la mano libre-. Gracias por tomaros un momento para saludar a nuestros espectadores. Tengo que deciros que los dos estáis fabulosos esta noche.

Por reflejo, los dos fingieron una sonrisa. Vanessa tuvo un breve instante de pánico, durante el cual recordó que millones de personas la estaban viendo en aquel momento en todo el país y posiblemente en el mundo.

Zac: Gracias, Ryan -dijo, y Vanessa sintió un profundo alivio al ver que llamaba al presentador por su nombre de pila-. Estamos muy contentos de estar aquí.

Ryan: Y dime, Zac. Tu primer álbum llega a disco de platino en menos de ocho semanas. Ahora mismo... -hizo una pausa y echó un vistazo a un pequeño cuadrado de papel que llevaba oculto en la palma de la mano- ...llevas cuatro millones de copias vendidas en todo el mundo. Vas a actuar en la gala de los Grammy. ¿Qué piensas de todo esto?

Puso el micrófono bajo la boca de Zac y sonrió. Más tranquilo y confiado de lo que Vanessa lo había visto nunca, Zac sonrió también y dijo:

Zac: Verás, Ryan, ha sido una temporada increíble. Ya me costaba creer el éxito que ha tenido el álbum, ¡y ahora esto! Es un honor para mí, un honor verdaderamente extraordinario.
Seacrest pareció satisfecho con la respuesta y los recompensó con otra sonrisa y un gesto de atento asentimiento.

Ryan: Zac, tus canciones suelen hablar de amor. Incluso Por lo perdido, que a primera vista parece referirse a tu hermano fallecido, es en realidad una canción que habla del poder sanador del amor. ¿En qué te inspiras para componerlas?

Se lo había puesto en bandeja. Vanessa se concentró en mantener la mirada fija en Zac, con la esperanza de transmitir la imagen de esposa enamorada, atenta y solícita, y no la de mujer devastada y confusa que en realidad era la suya en aquel momento.

Zac recibió el balón y lo encestó sin dificultad en la canasta.

Zac: ¿Sabes, Seacr... eh.... Ryan? Es gracioso. Cuando empecé a componer, casi toda mi música era oscura y bastante dura. Estaba pasando por una época difícil de mi vida y, claro, la música siempre refleja las vivencias del artista. Pero ahora... -Al decir aquello, se volvió hacia Vanessa, la miró directamente a los ojos y dijo-: Ahora las cosas han cambiado por completo. Gracias a mi maravillosa mujer, tanto mi vida como mi música son infinitamente mejores. Ella es más que mi inspiración; es mi motivación, mi influencia... todo.

Pese a lo que había pasado en el hotel, pese al trabajo perdido y a las fotografías supuestamente espantosas, pese a la vocecita interior que le preguntaba si todo aquello no sería una mera actuación para el público, Vanessa sintió que se le inflamaba el pecho de amor por su marido. En aquel momento, delante de las cámaras y con unos trajes ridículos, mientras los periodistas tomaban nota de sus palabras, los fotografiaban y los halagaban, notó que sentía por Zac exactamente lo mismo que el día que se conocieron.

Seacrest dijo algo así como «¡Oh, qué bonito!», les agradeció a los dos por pararse a hablar y le deseó a Zac buena suerte. Cuando se volvió hacia la siguiente celebridad (alguien que se parecía muchísimo a Shakira, aunque Vanessa no estaba segura de que fuera ella), Zac se volvió hacia ella y le dijo:

Zac: ¿Lo ves? Seacrest ni siquiera se ha molestado en preguntar por esas fotos idiotas. Cualquier periodista responsable sabe que no son más que basura.

La sola mención de las fotografías devolvió a Vanessa a la habitación del hotel e invalidó todos sus sentimientos de amor. Sin saber qué otra cosa hacer y consciente de que cada centímetro cuadrado de la alfombra roja estaba plagado de cámaras y micrófonos, se limitó a sonreír y asentir con expresión vacía. Antes de que pasara mucho tiempo, Leo volvió a meter la cabeza entre ambos. Vanessa casi dio un salto cuando sintió su mano en la nuca.

Leo: Zac, un poco más adelante está Layla Lawson. Quiero que la saludes con un beso en la mejilla y que después se la presentes a Vanessa. Vanessa, sería una gran ayuda si pusieras cara de que te alegras de conocerla.

Vanessa levantó la vista y divisó a Layla enfundada en un vestido negro corto asombrosamente elegante, del brazo de Kid Rock. Según la prensa del corazón, Kid era solo un amigo, ya que Layla no había tenido ninguna relación seria desde su ruptura con su novio, un famoso jugador de fútbol americano, un año antes. Antes de que Vanessa tuviera oportunidad de dar a Leo la respuesta que merecía, llegaron a donde estaba la pareja. Los flashes empezaron a disparar con la intensidad de un tiroteo.

Layla: ¡Zac Efron! -chilló, mientras le echaba los brazos al cuello-. ¡Estoy ansiosa por verte actuar!
Vanessa pensaba que sentiría algo más al encontrarse con la chica que había detestado durante tanto tiempo; pero tuvo que admitir que, en persona, Layla transmitía cierto encanto que no se notaba en la televisión o en las páginas de las revistas de cotilleos. Incluso abrazada a Zac, había algo atractivo en ella, cierta dulzura y un toque de vulnerabilidad (incluso cierto aire de niña tonta, lo que tampoco hacía ningún daño), que hizo que Vanessa se sintiera inmediatamente cómoda en su presencia.

Zac hizo lo posible para sustraerse del abrazo de Layla y pareció avergonzado cuando se la presentó a Vanessa.

Ness: ¿Qué tal? -dijo, con su meloso acento sureño-. Me alegro de conocerte por fin.

Vanessa sonrió y le tendió la mano, pero Layla ya se había lanzado a darle un abrazo.

Layla: ¡Oh, ven aquí, cariño! ¡Me parece como si hiciera siglos que te conozco! ¡Tu marido es un tipo con suerte!

Ness: Gracias -respondió, sintiéndose al instante ridícula por haber temido alguna vez a aquella mujer-. Me encanta tu vestido.

Layla: ¡Eres un sol! Venid, que os quiero presentar a mi amigo Kid.

Al decirlo, cogió la mano de su acompañante e intentó dirigir su atención hacia Vanessa y Zac, pero él parecía distraído por un pequeño ejército de modelos (¿cantantes del coro? ¿bailarinas? ¿invitadas de famosos?) que estaban pasando a su lado. Después de un largo paréntesis incómodo, Kid pareció reconocer a Zac y le dio una palmada en la espalda.

Kid: ¡Gran disco, tío! -dijo, estrechando la mano de Zac con las dos suyas, como hacían los políticos-. ¡Enhorabuena! Oye, estaba pensando si podía preguntarte con quién...

Vanessa no tuvo ocasión de oír lo que Kid Rock le quería preguntar a su marido porque Layla se la llevó aparte con un discreto codazo y se le acercó tanto que Vanessa percibió el aroma cítrico de su perfume.

Layla: Empieza a gastar el dinero ya mismo -le dijo directamente al oído-. Es tanto tuyo como de él. ¡Qué demonios! Es probable que él no tuviera ni un céntimo si no fuera por ti, ¿a que no? Así que ya sabes: no hagas nada que pueda perjudicarte, solo por darle a él en las narices.

Ness: ¿Dinero? -fue todo lo que consiguió decir-.

Layla: Vanessa, cariño, eso precisamente es lo que más lamento de toda la situación con Patrick. Fui a cientos de partidos universitarios y profesionales; viajé hasta el último rincón de este país y me congelé en los estadios más cochambrosos. Aguanté todo eso, hasta que finalmente le cayó ese contrato de ochenta millones de dólares. Y cuando a él se le ocurrió engañarme con aquella... con aquella actriz porno, entonces me pareció que comprarme una casa decente con su dinero habría sido rebajarme. ¡Aprende de mis errores, corazón! Cómprate esa maldita casa. Te la has ganado.

Antes de que Vanessa pudiera reaccionar, Zac y Kid Rock se habían acercado a ellas, y automáticamente, los cuatro se alinearon, saludaron y sonrieron a las cámaras.

Vanessa ni siquiera pudo volver a dirigirle la palabra a Layla, porque Leo los empujó hacia la entrada del Staples Center. Vanessa estaba a punto de felicitarse por haber sobrevivido a la alfombra roja, cuando una mujer con un vestido sin mangas de líneas sencillas pero lleno de lentejuelas y unos tacones de aspecto mortal le plantó un micrófono bajo la barbilla y prácticamente le gritó:

Mujer gritona: Vanessa Efron, ¿qué se siente cuando ves fotos de tu marido en brazos de otra, después de haberlo apoyado durante tantos años?

Se hizo un silencio en toda el área. En los dos segundos que le llevó a la mujer formular aquella pregunta, todos y cada uno de los artistas, empleados de la organización, periodistas, presentadores, cámaras y fans parecieron ponerse de acuerdo para quedarse mudos. Durante un instante, Vanessa se preguntó si aquel silencio ensordecedor no sería el primer síntoma de que se iba a desmayar, pero de inmediato se dio cuenta de que no iba a tener tanta suerte. Vio docenas (¿o quizá cientos?) de cabezas que se volvían para mirarla, exactamente en el mismo instante en que sintió la mano de Zac apretando la suya con tanta fuerza, que pensó que varios huesos se le iban a romper con la presión. Tenía la extraña sensación de querer gritar y reír al mismo tiempo. Se preguntaba cómo reaccionarían todos, si simplemente sonreía y decía: «Me alegro de que lo preguntes, porque la sensación es deliciosa. Después de todo, ¿a qué mujer no le encantaría que vinieran a contarle que su marido supuestamente ha tenido un lío con otra y que todo el asunto se difundiera por televisión a todo el país, gracias a personas como tú? ¿Tienes alguna otra pregunta brillante, antes de que entremos? ¿No? Entonces, adiós. Ha sido un placer conocerte». A ese pensamiento le siguió una fantasía de tan solo un segundo, durante el cual se vio arrancándole a la mujer las lentejuelas con unas tijeras, para después aporrearla con sus propios tacones. Apenas podía respirar.

Sin embargo, como era de esperar, no gritó, ni vomitó, ni se echó a reír, ni atacó a nadie. Inhaló el aire por la nariz, hizo lo posible para comportarse como si no la estuviera mirando nadie y dijo con toda calma:

Ness: Estoy muy orgullosa de mi marido por todo lo que ha conseguido y me emociona estar aquí esta noche para verlo actuar. ¡Le deseo mucha suerte! -Le apretó la mano a Zac, preguntándose de dónde habría sacado tanto aplomo, y volviéndose hacia él, le dijo-: ¿Vamos?

Zac le dio un beso y, con gesto galante, le ofreció el brazo, y antes de que nadie más pudiera materializarse delante de ellos, Zac, Leo y ella habían cruzado la puerta.

Leo: ¡Vanessa, has estado brillante! -cacareó triunfalmente, pegándole la palma de la mano aún sudorosa a la parte trasera del cuello-.

Zac: ¡Sí, Ness! ¡Ha sido un discurso mediático de primera! Has manejado a esa perra como una verdadera profesional.

Vanessa le soltó el brazo a Zac. La manera en que la había felicitado le dio ganas de vomitar.

Ness: Voy al lavabo.

Leo: ¡Espera, Vanessa! Tenemos que ir directamente a nuestros asientos, para que Zac pueda ir entre bastidores a empezar la preparación del...

Zac: ¡Ness! ¿No podrías esperar sólo un...?

Vanessa los dejó a los dos atrás sin pensárselo dos veces y se abrió paso entre la multitud de divinos, divinamente vestidos. Para tranquilizarse, se dijo que nadie la conocía y que, por muchas náuseas que sintiera, nadie la miraba ni hablaba de ella. Se dirigió en línea recta hacia el cartel de los lavabos, desesperada por esconderse unos minutos y serenarse. El lavabo de señoras era asombrosamente simple (no desentonaba con el Staples Center, pero no parecía apropiado para la gala de los Grammy), y Vanessa se esforzó por no tocar nada, mientras cerraba la puerta de uno de los compartimentos. Una vez allí, se concentró en hacer inspiraciones profundas, mientras las otras mujeres que había en el baño charlaban.

Una de ellas no dejaba de repetir que había visto a Taylor Swift hablando con Kanye West a un lado de la alfombra roja, y decía que era incapaz de entender cómo la monísima Taylor podía dirigirle la palabra a Kanye («¡ese majadero!»). Su amiga intervino para preguntarle a quién creía que le sentaba mejor el vestido negro casi idéntico que llevaban Taylor y Miley (los votos estaban divididos), y las dos dijeron cuál les parecía el más sexy de los hombres presentes (una eligió a Jay-Z y la otra insistió en Josh Duhamel). Una de ellas se preguntó quién estaría cuidando a los hijos de Jennifer Hudson aquella noche y la otra quiso saber por qué habrían invitado a Kate Beckinsale a la gala, cuando ni ella ni su marido tenían nada que ver con la industria musical. Era exactamente el tipo de conversación que Vanessa habría tenido con Ashley si las dos hubieran estado en aquellos lavabos, por lo que la encontró extrañamente reconfortante. Pero eso fue hasta que las amigas pasaron al tema siguiente.

Amiga chillona: ¿Has visto ya las fotos de Zac Efron? -preguntó a su amiga la de voz más chillona-.

Amiga: No. ¿De verdad son tan escandalosas?

Amiga chillona: ¡Ni te lo imaginas! La chica se le está frotando por todo el cuerpo. En una de las fotos, parece como si lo estuvieran haciendo por debajo de la falda de ella.

Amiga: ¿Quién es la chica? ¿Se sabe ya?

Amiga chillona: Nadie, una desconocida, una chica cualquiera que fue al Chateau a divertirse.

Por enésima vez aquella noche, a Vanessa se le cortó la respiración. En los lavabos había mucho movimiento: mujeres que entraban y salían, que se lavaban las manos, se corregían imaginarios defectos del peinado o se aplicaban un poco más de pintalabios aunque no lo necesitaran. Pero ella solo tenía oídos para aquellas dos voces. No era bueno para ella, pero la curiosidad era más fuerte que su voluntad. Tras comprobar que la puerta del compartimento estaba bien cerrada con el pestillo, alineó los ojos con la ranura del lado de las bisagras para espiar el exterior. Junto a la línea de los lavabos, había dos mujeres, las dos de unos veinticinco o treinta años, probablemente actrices o cantantes en ascenso, aunque Vanessa no reconoció a ninguna de las dos.

Amiga chillona: ¿En qué estaría pensando para hacerlo en el Chateau? Si iba a engañar a su mujer, al menos podría haber sido más discreto.

La otra soltó una risita burlona.

Amiga: ¡Oh, como si importara mucho dónde lo hacen! Al final, siempre los descubren. ¡Mira lo que le pasó a Tiger! Los hombres son así de estúpidos.

El comentario hizo que su amiga se riera.

Amiga chillona: Zac Efron no es Tiger Woods y su mujer está muy lejos de ser una supermodelo sueca.

Vanessa sabía muy bien que no era ninguna supermodelo sueca, pero no necesitaba que se lo dijeran. Deseaba desesperadamente salir de aquellos lavabos, pero le disgustaba tanto la idea de volver con Zac y Leo, como la de quedarse en el baño escuchando conversaciones ajenas. Una de las mujeres sacó un cigarrillo.

Amiga: ¿Crees que ella va a dejarlo? -preguntó a Voz Chillona su amiga, la del moderno flequillo supercorto-.

Se oyó un resoplido.

Amiga chillona: No creo que vaya a irse a ningún sitio, a menos que él quiera.

Amiga: Es maestra de escuela o algo así, ¿no?

Amiga chillona: Enfermera, creo.

Amiga: ¿Te lo imaginas? Eres una chica normalita y, de la noche a la mañana, tu marido se convierte en superestrella.

Voz Chillona soltó una carcajada particularmente estruendosa.

Amiga chillna: No creo que Martin corra peligro de convertirse en «supernada». Supongo que tendré que esforzarme yo sola, si quiero llegar a algún sitio.

Flequillo exhaló un último aro de humo y apagó la colilla en el lavabo.

Amiga: Están en un callejón sin salida -anunció, con la seguridad de quien lo ha visto todo, ha estado en todas partes y conoce a todo el mundo-. Ella es tímida y buena chica, y él es un dios. Los dioses no se mezclan con enfermeras.

«¡Nutricionista! -habría querido gritar Vanessa-. ¡Al menos no digáis lo que no es, mientras diseccionáis mi matrimonio y me hacéis pedazos!»

Las dos se introdujeron sendos chicles entre los labios recién pintados, cerraron los bolsos y se marcharon sin decir nada más. El alivio de Vanessa era palpable, tanto que cuando finalmente salió del compartimento, ni siquiera vio a la mujer que estaba apoyada en el extremo más alejado de la línea de los lavabos, tecleando en un teléfono móvil.

Mujer alejada: Perdona por inmiscuirme, pero ¿no eres Vanessa Efron?

Vanessa hizo una brusca inspiración al oír su nombre. En aquel momento, habría preferido un pelotón de fusilamiento antes que otra conversación.

La mujer giró la cara hacia ella, le tendió la mano y Vanessa la reconoció de inmediato como una prestigiosa actriz de cine y televisión, enormemente famosa. Intentó disimular que lo sabía todo acerca de ella: desde los personajes que había interpretado en un sinfín de comedias románticas a lo largo de los años, hasta lo mucho que había padecido cuando su marido la había abandonado por una tenista profesional prácticamente menor de edad, estando ella embarazada de seis meses. Pero era inútil fingir que no había reconocido a Carter Price. ¿Acaso era posible que alguien no reconociera a Jennifer Aniston o a Reese Witherspoon? ¡Por favor!

Ness: Sí, soy Vanessa -respondió, con una voz tan suave y contenida que hasta a ella misma le pareció triste-.

Carter: Yo soy Carter Price... Oh... No me había dado cuenta... Lo siento mucho... -Inmediatamente, Vanessa se llevó las manos a la cara. Carter la estaba mirando con tanta compasión, que pensó que debía de estar espantosa-. Has oído todo lo que han dicho esas dos vacas, ¿verdad?

Ness: Bueno... En realidad...

Carter: ¡No puedes escuchar a esa gente, a nadie que sea como ellas! Son mezquinas, tontas, ridículas... Creen que lo saben todo, que son capaces de imaginar lo que es tener los entresijos de tu matrimonio a la vista del público, pero no tienen ni idea. No entienden nada.

No era lo que Vanessa esperaba, pero la reconfortó oírlo.

Ness: Gracias -dijo, alargando la mano para aceptar el pañuelo de papel que le tendía Carter-.

Se dijo que no debía olvidar contarle a Ashley que Carter Price le había dado un pañuelo de papel, pero en seguida se sintió estúpida por pensarlo.

Carter: Mira, tú y yo no nos conocemos -dijo, gesticulando en el aire con sus dedos largos y gráciles-, pero me habría gustado que alguien me hubiera dicho en su momento que las cosas poco a poco mejoran. Todas las historias, por muy escandalosas o tristes que sean, al final pasan. Los buitres siempre necesitan miserias frescas para alimentarse; por eso, si conservas la calma y te niegas a hacer comentarios, verás que todo poco a poco irá mejorando.

Vanessa estaba tan deslumbrada por el hecho de tener a Carter Price delante, hablando implícitamente de su relación con su ex (quizá el actor más fascinante, talentoso y respetado de su generación), que se olvidó de hablar.

Debió de estar callada más tiempo del que le pareció, porque Carter se volvió otra vez hacia el espejo, con la barra correctora en una mano.

Carter: Vaya, ya veo que no era asunto mío, ¿verdad? -dijo, mientras se aplicaba la barra sobre una imaginaria bolsa bajo el ojo izquierdo-.

Ness: ¡No! Todo lo que me has dicho ha sido tan, pero tan útil... Y te lo agradezco tanto, tanto... -dijo, consciente de que estaba hablando como una adolescente analfabeta-.

Carter: Toma -dijo, pasándole una copa llena de champán-. Tú la necesitas más que yo.

En cualquier otra circunstancia, Vanessa habría rechazado cortésmente el ofrecimiento, pero esa vez aceptó la copa de manos de Carter, la fabulosa estrella de cine, y se bebió todo el champán de un trago. Habría dado cualquier cosa por otra copa más.

Carter la miró con expresión aprobadora y asintió.

Carter: Es como si hubieran invitado a todo el mundo a tu casa y todos tuvieran algo que decir al respecto.

¡Era tan simpática! ¡Y tan normal! Vanessa se sintió culpable por todas las veces que le había dicho a Ashley si no habría sido el mal genio de Carter o su chapucera operación de aumento de mamas lo que había empujado a su ex a los brazos de aquella tenista. Nunca más volvería a opinar acerca de alguien que no conocía.

Ness: Sí, eso mismo -dijo, mientras golpeaba el lavabo con una mano, para mayor énfasis-. Y lo peor de todo es que creen que es cierto. Suponer automáticamente que toda la basura publicada en esas revistas es verdad... es ridículo.

Al oír esa última frase, Carter dejó de asentir y ladeó la cabeza, desconcertada. Un segundo después, su expresión reflejó que entendía lo que le pasaba a Vanessa.

Carter: ¡Ah! No me había dado cuenta.

Ness: ¿De qué?

Carter: De que crees que tu marido no ha hecho nada. Cariño, esas fotos... -Dejó la frase en suspenso-. Mira, ya sé que duele mucho, yo misma he pasado antes por todo eso, pero negarlo no te servirá de nada.

Fue como si Carter Price le hubiera dado un puñetazo en el estómago.

Ness: Ni siquiera he visto las fotos todavía, pero sé que mi marido y yo...

La puerta del baño se abrió de pronto y apareció una mujer joven, con un elegante traje sastre, unos auriculares Bluetooth y una tarjeta con su nombre colgada del cuello.

Mujer joven: ¿Carter? Necesitamos que vaya a sentarse, por favor. -Se volvió hacia Vanessa-. ¿Es usted Vanessa Efron?

Vanessa se limitó a asentir, mientras rezaba por dentro para que aquella mujer no hiciera también su comentario acerca de Zac. No habría podido soportar otra opinión más.

Mujer joven: El representante del señor Efron me ha pedido que le diga que ahora tiene que acompañarlo al backstage, pero que usted puede ir directamente a su asiento y que ya enviará a alguien a buscarla cuando falte poco para la actuación.

Ness: Gracias.

Se sintió aliviada por no tener que ver a Leo ni a Zac, pero nerviosa ante la perspectiva de entrar sola en la parte del auditorio. Pero no debió preocuparse.

Mujer joven: Las acompañaré a las dos, si están listas.

Carter le envió a Vanessa una mirada rápida y una sonrisa enorme.

Carter: Estamos listas -dijo, enlazando con su brazo el de Vanessa-. ¿O no?

Era increíble. En un simple minuto, una de las actrices más famosas del mundo había declarado su convencimiento de que su marido la estaba engañando y después la había cogido por un brazo para abrirse paso con ella entre la multitud, como si fueran amigas desde hacía veinte años. La cara de Vanessa debía de revelar su confusión, sus náuseas y su incomodidad general. Cuando la mujer de la organización le señaló su asiento, en la cuarta fila, Carter se inclinó y le susurró:

Carter: Ha sido un placer conocerte. Sobrevivirás a esto, te lo prometo. Si yo he podido, todos pueden. En cuanto a esta gala, recuerda que debes sonreír, sonreír y sonreír. Esas cámaras te estarán apuntando toda la noche, esperando a que te desmorones, así que no les des el gusto, ¿de acuerdo?

Vanessa asintió, deseando más que nunca que hubiera un botón mágico que pudiera apretar para aparecer de pronto junto a Ashley y Cookie, vestida con sus pantalones de chándal favoritos. Pero en lugar de eso, se sentó y sonrió.

Sonrió como una maníaca durante el monólogo de apertura de Jimmy Kimmel, la actuación de Carrie Underwood, la interpretación a dúo de Justin Timberlake y Beyoncé cantando y bailando, la proyección del montaje de vídeo y el estrafalario número de Katy Perry. Los músculos de las mejillas empezaban a dolerle, cuando la chica que estaba sentada a su lado (una de las Kardashian -pensó-, aunque era incapaz de distinguir entre las tres y no sabía muy bien por qué eran famosas) se inclinó hacia ella y le dijo:

Kardashian: Por si te interesa saberlo, estás preciosa. No dejes que esas fotos te arruinen la noche.

Ya le había parecido imposible soportarlo cuando no eran más que ella y Zac en una habitación de hotel, pero aquello ya era superior a sus fuerzas.

Oyó que el maestro de ceremonias anunciaba el paso a la publicidad y, antes de que pudiera responder al comentario de su vecina de asiento, Leo se materializó en el extremo de su fila de butacas, agachado para no tapar la vista a nadie, y le hizo señas para que lo siguiera. «Cuando me alegro de ver a este tipo, es que las cosas van realmente mal», pensó. Sonriendo, sonriendo y sonriendo todo el tiempo, pese a la creciente sensación de mareo, Vanessa no le hizo caso a la posible Kardashian y se fue disculpando cortésmente mientras pasaba por encima de las piernas de la gente (¿sería Seal ese sobre el que estuvo a punto de caer sentada?) y seguía a Leo al backstage.

Ness: ¿Cómo está Zac?

Hubiera deseado no preocuparse, pero conociendo a Zac y su miedo escénico, no podía evitar sentir cierta inquietud por él. Al instante, pese a todo lo sucedido, se retrotrajo a la infinidad de veces que le había sujetado la mano y le había masajeado la espalda, mientras le aseguraba que iba a estar genial.

Leo: Solamente ha vomitado unas diecisiete veces, así que supongo que estará listo para salir.

Vanessa fulminó a Leo con la mirada, pero él le estaba contemplando el trasero a una chica jovencísima, mientras la acompañaba a ella a la zona de invitados, a la izquierda del escenario.

Ness: ¿En serio?

Leo: Está bien. Un poco nervioso, pero bien. Está noche lo va a romper todo.

Vanessa vio fugazmente a Zac junto a un asistente de producción, que estaba escuchando atentamente por unos auriculares. El hombre asintió y le dio a Zac un empujoncito en los hombros, para que él y los miembros de su banda ocuparan sus puestos, con sus respectivos instrumentos. Todavía estaban detrás del telón y Vanessa oía la voz de Jimmy Kimmel bromeando con el público y procurando mantener su interés durante la pausa de la publicidad. Cuando el monitor en el área de invitados empezó a mostrar la cuenta atrás, a partir de veinte segundos, la mano con que Zac sujetaba el micrófono empezó a temblar visiblemente.

Justo cuando Vanessa pensó que ya no podía soportarlo más, Jimmy Kimmel anunció el nombre de Zac y el telón se levantó alrededor del escenario, dejando a la vista una multitud tan enorme y ruidosa que Vanessa se preguntó si Zac sería capaz de hacerse oír. Pero entonces el batería empezó con un suave tap-tap-tap, el guitarrista tocó un par de acordes melancólicos y Zac se apretó el micrófono contra los labios y empezó a interpretar la canción que lo había hecho famoso. El sonido de su voz de barítono reverberó por todo el auditorio y casi de inmediato hizo que el público guardara silencio. Para Vanessa, oírlo fue como una descarga eléctrica.

Volvió mentalmente a la primera vez que lo había oído cantar Por lo perdido, aquella loca noche de martes en el Nick's. Ya había interpretado algunas de las versiones de temas ajenos que más le gustaban a Vanessa, así como un par de temas propios, pero cuando tocó por primera vez aquella canción, que entonces acababa de componer, Vanessa sintió escalofríos. Desde aquel momento, había visto infinidad de actuaciones suyas, pero nada habría podido prepararla para ver a su marido cantar con toda el alma y el corazón para millones de personas.

Al cabo de un tiempo que le parecieron segundos, el público estalló en una ovación ensordecedora y casi frenética. Zac saludó e hizo gestos de agradecimiento a los integrantes de su banda, y al minuto siguiente, ya estaba fuera del escenario, con el micrófono aún apretado entre las manos. Vanessa vio que estaba exultante y temblando de emoción, con el orgullo propio de un hombre que ha arrancado aplausos a un auditorio lleno hasta los topes de sus colegas e ídolos. Le brillaban los ojos y se adelantó para dar un abrazo a Vanessa.

Ella, sin embargo, lo rehuyó, y él la miró con la expresión de quien acaba de recibir una bofetada.

Zac: Ven conmigo -dijo, cogiéndola de la mano-.

Detrás del escenario, la gente zumbaba a su alrededor como un enjambre de abejas, para felicitarlo y expresarle su admiración; pero Zac apretó la mano de Vanessa y la llevó a su camerino. Cerró la puerta y la miró con una amplia sonrisa.

Vanessa lo miró directamente a los ojos.

Ness: Tenemos que hablar de esas fotos. No es buen momento, lo sé, pero no puedo aguantar más la incertidumbre. Si supieras las cosas que dice la gente... las cosas que me han estado diciendo...

Zac: Chis -dijo, apoyándole un dedo sobre los labios-. Hablaremos de todo eso y lo solucionaremos, pero ahora disfrutemos de este momento. ¡Descorchemos una botella de champán! Leo ha dicho que nos ha metido en la lista de invitados a la fiesta que organiza Usher en la Geisha House, después de la gala, ¡y te aseguro que va a ser increíble!

Un millón de imágenes desfilaron una tras otra por la mente de Vanessa y todas incluían periodistas, flashes y un corro de mujeres engañadas que le ofrecían consejos, sin que ella se los pidiera, sobre la mejor manera de superar el dolor y la humillación. Antes de que pudiera decirle a Zac que necesitaba saber la verdad en ese mismo instante, alguien llamó a la puerta.

Ninguno de los dos dijo que se podía pasar, pero Leo entró de todos modos. Stefany iba tras él y los dos miraron a Vanessa.

Stef: Hola, Vanessa. ¿Qué tal estás? -preguntó, sin el menor rastro de interés en la voz. Vanessa fingió una sonrisa-. Escuchad, chicos, la CBS quiere una entrevista después de la actuación.

Zac: Stefany... -empezó, pero Leo lo interrumpió-.

Leo: Una entrevista a los dos -dijo, como si les estuviera comunicando la fecha de su ejecución-.

Zac: ¡Oh, por favor, tíos! ¡Vamos!

Stef: Ya lo sé, Zac, y créeme que lo siento, pero tengo que insistir en que salgas ahí fuera. Vanessa puede decidir si quiere acompañarte o no. -Hizo una pausa-. Pero quiero que quede claro que todos en Sony apreciarían muchísimo que saliera a hablar. Obviamente, esas fotos han despertado mucho interés. Tenéis que salir y mostrarle al mundo que todo va bien.

Todos guardaron silencio un momento, hasta que Vanessa se dio cuenta de que la estaban mirando a ella.

Ness: ¿Qué es esto? ¿Una broma? Zac, díselo... -Zac no respondió. Cuando Vanessa reunió valor para mirarlo, él tenía la vista fija en sus propias manos-. No iré.

Zac: ¿Cinco minutos más de solidaridad? Iremos ahí fuera, sonreiremos, diremos que todo va bien y después podremos hacer lo que queramos.

Leo y Stefany hicieron gestos de asentimiento ante la sabiduría y el sentido común de Zac.

Vanessa notó que llevaba el vestido terriblemente arrugado. La cabeza le estallaba de dolor. Se puso en pie, pero no lloró.

Zac: Vanessa, ven aquí, hablemos de esto -dijo, con su voz de «manejar a la loca de mi mujer»-.

Ella pasó al lado de Stefany y quedó cara a cara con Leo delante de la puerta del camerino.

Ness: ¿Me permites?

Al ver que él no se apartaba, se escurrió entre su cuerpo y la pared para abrir la puerta. Por última vez a lo largo de aquel día, sintió la mano sudorosa de Leo apoyada en su piel.

Leo: Vanessa, espera un minuto. -Su irritación era evidente-. No puedes irte así. Hay diez mil reporteros con sus cámaras fuera del centro. Te comerán viva.

Vanessa se volvió y miró a Leo, conteniendo la respiración cuando sus caras estuvieron demasiado cerca.

Ness: Considerando cómo están las cosas aquí, creo que me arriesgaré. Ahora quítame del cuello esa mano asquerosa y déjame pasar.

Y sin decir nada más, se marchó.




Si creéis que este capítulo ha sido triste, esperad a que vea las fotos.
Os va a faltar tiempo para ir a matar a Zac.
¡Y ya no digo nada más!
Si queréis saber que pasará, comentad.

Por cierto Lau, no leas los coments antes que el capi, ¡eso es trampa! XD
Y respondiendo a tu pregunta, tiene 19 capis. Así que todavía van a pasar muchas cosas.

¡Bye!
¡Kisses!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No se que decirte ya de estos capitulos, lo siento mucho por nees con lo que zac le hace, pero tiene que juntar valor y decirle lo que siente a zac. O talvez que se valore un poco mas, y que zac se de cuenta de la mujer que tiene al lado y que nunca encontra nadie como ness.
Ya quiero leer el proximo capitulo.
Besos


Lu

Anónimo dijo...

Pobre Ness, no se merece todo lo que le esta pasado. Lo único que a hecho es apoyar a su marido. Zachary es un imbécil. Esperando el próximo(:

Anónimo dijo...

Me parece que ya es hora de que Ness tome valor y diga que nada pero absolutamente nada esta bien... Y Parece que a Zac se le comió la lengua el ratón y no puede decir nada como para tratar de protegerla de todo eso -_-

Saludos -Caro-

Lau B. dijo...

ESA ES MI VANESSA!!!!
sin dejar que nadie la pisotee! asi son las cosas! con la cabeza bien en alto porque la que cometio error no fue ella!
me encanta, me encanta, me encanta
SCREW YOU ZAC (la vieja con la que te metiste, Leo y Stefany ustdes tambien!)
Espero el proximo URGENTE!
Bye
Lau B.

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