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sábado, 31 de octubre de 2015

Capitulo 11


Al salir del ascensor de Efron Enterprises, lo primero que vio Vanessa fue a Zac hablando con su secretaria.

Justo a tiempo, pensó mientras se debatía entre el alivio y el pánico. Apenas tuvo tiempo de secarse el sudor de las manos en los pantalones antes de que él levantara la vista hacia ella.

Ness: Hola -lo saludó, dando un paso hacia él-.

Estaba tan guapo, que tuvo que hacer un esfuerzo para no dejarse llevar por el deseo de echarse en sus brazos.

Zac: Hola -respondió metiéndose las manos en los bolsillos-.

Ness: ¿Podemos hablar?

Primero asintió y luego le pidió a su secretaria que no le pasase ninguna llamada. Ella seguía mirando a Vanessa de manera especulativa.

Una vez en su despacho, Vanessa respiró hondo y fue directa al grano.

Ness: ¿Has visto el artículo de Serena?

Zac la miró extrañado.

Zac: ¿Debería haberlo hecho?

Ness: ¡El titular afirma que tú y yo vamos camino del altar! -sintió cómo la sangre le subía a las mejillas. Zac enarcó una ceja-. Solo quería que supieras que yo no he tenido nada que ver.

Zac: Nunca se me habría ocurrido pensar eso -dijo con suavidad-.

Aquello la hizo sentir un profundo alivio.

Ness: ¿Ah, no?

Zac: No -en sus labios apareció una cálida sonrisa-.

Ness: No sé quién habrá sido su fuente, pero...

Zac: Yo sí.

Ness: ¿Qué? ¿Qué?

Zac: Yo sí sé quién ha sido.

Vaya. Ahora comprendía que estuviera tan tranquilo.

Zac: Es alguien de fiar -continuó diciendo-. Totalmente digno de confianza.

Ness: ¿Cómo puede ser de fiar si está completamente equivocado?

Zac: ¿Cómo sabes que está equivocado?

Ness: Porque... -empezó a farfullar. Parecía que iba a obligarla a explicárselo todo-. Porque tú... yo...

Zac: ¿Sí?

Ness: ¡Porque tu y yo no vamos a casarnos! -exclamó por fin-.

Zac: Ah.

Ness: Por cierto -mejor sería cambiar de tema-, ¿podrías decirme quién es su fuente?

Zac: Alguien que conozco -dijo misteriosamente-.

Ness: ¿Un amigo tuyo?

Zac: Es un buen tipo -aseguró-. A veces un poco incomprendido y a veces bastante torpe, pero con buenas intenciones.

Ness: Aja -había tenido la poca vergüenza de condenarla a ella por escribir una columna de cotilleos y, sin embargo ahora estaba dispuesto a defender a un amigo suyo que había ido a la prensa con una sarta de mentiras-. Sí, debe de ser muy buen tipo.

Zac: Cuidado, podrías herir sus sentimientos -dijo sin demasiada preocupación-.

No, en realidad no parecía nada preocupado, más bien al contrario. Vanessa empezó a sospechar algo.

Ness: ¿Cuánto hace que conoces a ese amigo tuyo?

Zac: Muchos años. Por eso sé que puedo responder por él.

Sus sospechas aumentaban por momentos, pero también lo hacía la confusión. ¿Estaba jugando con ella? ¿Acaso creía que no había pagado suficiente por su supuesta traición en las Islas Caimán? ¿Estaría enfadado por su artículo y trataba de castigarla? ¿O...?

Lo observó detenidamente. No parecía enfadado; en todo caso, expectante.

El corazón empezó a latirle con fuerza.

Ness: Me sorprende que seas tan amigo de alguien que le ha contado tantas intimidades a la prensa.

Zac le aguantó la mirada mientras decía:

Zac: Digamos que mi amigo se ha dado cuenta de que las columnas de sociedad pueden llegar a resultar muy útiles.

Ness: ¿De verdad? -muy bien-. No te he preguntado si conozco a tu amigo.

Dio un paso hacia ella.

Zac: Sí.

El corazón le latía como un caballo desbocado.

Ness: ¿Es guapo?

Zac: Mucho -dio otro paso más hacia ella-.

Ness: Ah -estaba al alcance de su mano, podía sentirlo con tanta fuerza-. ¿Es inteligente?

Zac: Supongo.

Ness: ¿Divertido?

¿Era su voz la que temblaba?

Zac: Eso dicen algunos.

Ness: Ah.

Zac: ¿Por qué lo preguntas? -su voz era profunda e intensa-.

Lo miró a través de las pestañas.

Ness: Quizá esté dispuesto a tener una relación estable.

La sonrisa de sus labios se hizo más grande.

Zac: Pues es una lástima.

Vanessa abrió los ojos de par en par.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Porque entonces supongo que no te interesará esto -dijo, sacándose algo del bolsillo-.

Al abrir la cajita, el diamante brilló en todo su esplendor.

Ella se quedó sin respiración unos segundos, después levantó la mirada hacia él.

Zac: Yo fui su fuente, Vanessa. Porque te quiero y he sido un estúpido.

Se puso de rodillas.

Ness: ¡Dios!

Sintió que las lágrimas le inundaban los ojos, pero no pudo decir más que aquella exclamación incoherente.

Zac le tomó la mano y le puso el anillo.

Zac: ¿Quieres casarte conmigo?

Lo miró a través de las lágrimas.

Ness: Yo también te quiero.

Zac: Creo que la respuesta debería ser «sí» o «no».

Estaba bromeando, pero en sus palabras había un ligero toque de inseguridad.

Ness: ¡Sí!

Se puso en pie, la estrechó en sus brazos y la besó con toda la pasión acumulada. Y ella se entregó a aquel beso. No podía creer lo afortunada que era, no alcanzaba a entender cómo era posible que sus sueños se hubieran hecho realidad de pronto. Pero por el momento, le bastaba con gozar de aquella fantasía.

Ness: ¿Tú planeaste todo esto? -preguntó entre besos-.

Zac: Ya sabes lo que dicen -comenzó a decirle, mirándola con los ojos llenos de ternura-: «A situaciones desesperadas, medidas desesperadas». Serena estuvo encantada de ayudar.

Ness: ¿De verdad le pediste ayuda?

Zac: Recordarás que le dije que cuando decidiera ir en serio contigo, la llamaría para contarle cosas sobre mi vida privada. Bueno, pues lo cierto es que no podría ir más en serio contigo.

Ness: Es... -entonces se dio cuenta de algo-: ¡Tu vuelo! ¿Qué hora es? ¡Perderás el vuelo!

Por la carcajada que soltó y la cara de travieso, Vanessa se dio cuenta de que tampoco existía tal vuelo. Según le explicó, había convencido a su secretaria de que le dijera todo eso con la esperanza de que así, si quería hablar con él, se viera obligada a hacerlo de inmediato.

Ness: Eso explica que vayas con un anillo de compromiso en el bolsillo -dedujo emocionada por la cantidad de molestias que se había tomado por ella-. Eres muy rápido.

Zac: Ya sabes cuánto me gusta la velocidad.

No pudo hacer otra cosa que mirar embelesada a ese hombre maravilloso, divertido y dulce que le había enseñado a confiar, a reír y a amar.

Ness: Te debo una disculpa.

Se apartó unos centímetros de ella para poder mirarla.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Por no haber confiado más en ti -hizo una pausa-. Pensé que eras como Charles McPerson solo porque eres rico y poderoso. Me limité a convertirte en el blanco de mi columna.

Zac apoyó la frente en la de ella.

Zac: Si no hubiera sido por esa columna, no nos habríamos conocido. Siempre le estaré agradecido a Según los Rumores.

Ness: Cómo has cambiado -bromeó, al tiempo que le daba un rápido beso-.

Zac: Bueno, he aprendido unas cuantas lecciones -Vanessa lo miró con curiosidad-. Tenías razón, iba sin rumbo desde el accidente. La muerte de Dan me dejó destrozado y me escondía de la realidad saliendo de juerga con actrices y modelos.

Ness: Pero ahora vas a dedicarte a las periodistas -le recordó con picardía-.

Zac: He descubierto que las periodistas de cotilleos tienen su encanto y que su trabajo es complicado, como el de la mayoría de la gente.

Ness: ¿Tienen su encanto aunque te obliguen a enfrentarte al pasado?

Zac: Especialmente entonces -dijo, tomándole el rostro entre las manos-. Por mucho que me esforzara en negarlo, seguía sintiéndome culpable de la muerte de Dan. No sabía cuánto necesitaba una especie de absolución... hasta que leí tu artículo.

Ness: Espero que no te enfadaras.

Zac: Al principio sí me enfadé, pero cuando me paré a leerlo. Creo que al hacerlo, por fin me di permiso para perdonarme a mí mismo.

Ness: Quería compensarte por lo que había hecho -le explicó-. Aunque creía que había arruinado cualquier oportunidad de arreglar las cosas entre nosotros. Por cierto, gracias al artículo sobre Efron Enterprises, tienes delante a la nueva reportera de negocios del Sentinel.

Con una enorme sonrisa en los labios, Zac la levantó en brazos y la estrechó con fuerza antes de devolverla al suelo.

Zac: ¡Fantástico! ¿Y quién va a sustituirte?

Ness: Espero que sea Judy Donaldson y no mi hermana. Alyson tiene la descabellada idea de que la columna es la manera ideal de conocer chicos.

Zac: Me gusta tu hermana. Es muy valiente.

Ness: No te preocupes, está deseando acogerte en la familia con los brazos abiertos.

Zac: La mía ya cree que eres fantástica por haberte encargado de bajarme los humos -le dijo en broma, pero enseguida se puso serio-. Hablando de familia, ¿qué tienes pensado hacer con Charles McPerson?

Ness: Nada -hizo una pausa para intentar expresar lo que sentía-. Es evidente que él nunca ha deseado tener nada que ver conmigo y, ahora que lo conozco, yo tampoco quiero tener nada que ver con él. Además he decidido dejar de torturarme por la carga genética que haya podido dejarme. Los genes no marcan el destino.

Zac: Así se habla -dijo satisfecho-. No sirve de nada sufrir por cosas que no se pueden cambiar, pero hay que darse cuenta de que hay muchas otras que sí se pueden cambiar.

Ness: Te quiero.

La conocía tan bien. Él era todo lo que había deseado, con lo que tanto había soñado. La entendía de un modo, que conseguía que ella misma se viera con mejores ojos.

Zac: ¿Podrías demostrármelo? -le pidió con un peligroso brillo en los ojos-.

Ness: ¿Aquí?

Zac miró a su alrededor.

Zac: Puede que tengas razón, sería un poco incómodo. Mejor vamos al dormitorio.

Ness: ¿Al dormitorio?

Según le explicó, la empresa disponía de una habitación en la que dormían los ejecutivos que se quedaban a trabajar hasta tarde y no tenían tiempo de ir a casa. Aunque, de manera extraoficial, se rumoreaba que había gente que la utilizaba para citas clandestinas.

Vanessa trató de protestar, pero cuando quiso darse cuenta, Zac la había agarrado de la mano y la arrastraba por el pasillo. Al salir del despacho, no pudo ni mirar a los ojos a su secretaria, ni levantó la mirada del suelo hasta que estuvieron en dicha habitación.

Zac la estrechó en sus brazos y comenzó a besarle el cuello.

Ness: ¡No puedo creer que estemos haciendo esto! -exclamó, mitad escandalizada, mitad encantada con la idea de escabullirse a hacer el amor con el hombre al que amaba-. ¿No nos oirán?

Zac: Las paredes están bastante insonorizadas -dijo, colándole las manos por la blusa y acariciándole los pechos por encima del sostén-. Pero será mejor que seamos discretos.

Ness: Piensa en tu reputación, imagina que...

No podía seguir hablando porque sus manos habían empezado a moverse con maestría sobre su piel.

Zac: Gracias a ti, mi reputación es la de un gran seductor, así que tendré que hacer justicia al título.

Tenía razón.

Cuanto más la besaba y acariciaba, más lógica le parecía la idea.

Unos segundos después, ambos se habían despojado de la ropa y Vanessa le acariciaba el pecho y se entretenía en admirar aquel cuerpo maravilloso... y todo suyo. Y él la miraba con un deseo que la hizo estremecer.

Ness: Puedes tocarme donde quieras... por todas partes -le susurró de un modo que hizo que se le endurecieran los pezones. Se moría por sentirlo dentro, por entregarse a él-. Por supuesto, espero iguales privilegios.

Vanessa acarició su erección, vio cómo cerraba los ojos y se le entrecortaba la respiración.

Zac: Sabes que vamos a tener una vida maravillosa juntos, ¿verdad? -le dijo, casi sin aliento-.

Ness: Claro que lo sé -susurró justo antes de agacharse y tomarlo en la boca, acariciándolo y dándole todo el placer que podía-.

Se deleitó en la sensación de sentirlo en su boca.

Después volvió a ponerse en pie y se encontró con unos ojos inundados de pasión. Se dejó llevar a la cama, donde cubrió su cuerpo de besos hasta llegar al centro de su ser. Al principio se puso en tensión.

Zac: Confía en mí -le susurró dulcemente-.

Y eso hizo. Cuando pensaba que ya no podía aguantar más, él fue hasta los pantalones y se puso un preservativo.

De nuevo en sus brazos, se dio cuenta de que se sentía la mujer más seductora del mundo, allí desnuda, con solo aquel maravilloso diamante que él le había regalado.

Zac se movió sobre ella, buscando la entrada a su cuerpo, una entrada que ella le proporcionó encantada. Y comenzaron a moverse juntos, a amarse en armonía, en un crescendo imparable.

Ness: Te quiero.

Zac: Yo a ti también -respondió con un gemido. Podía sentir la tensión aumentando dentro de su cuerpo, acercándola a un éxtasis que ya casi podía tocar-. ¿Es suficiente? -le susurró con la misma tensión-.

Ness: Más de lo que habría soñado -respondió antes de perder el sentido y lanzarse con él... hacia el futuro-.




Awww! ¡Qué bonito!
Al final todo era obra de Zac XD Se nota que la quiere un montón.

Pero aún falta el epílogo.

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¡HAPPY HALLOWEEN! >=)


miércoles, 28 de octubre de 2015

Capítulo 10


Nada más entrar por la puerta, Miley se disculpó por presentarse sin avisar.

Ness: No importa. Es una costumbre de los Efron a la que ya me estoy acostumbrando -respondió con cierta sequedad-.

Miley le lanzó una mirada de complicidad al tiempo que se quitaba la chaqueta.

Miley: Mi marido cree que estoy loca por venir -Alyson se acercó para colgarle la chaqueta y ella le tendió la mano a modo de saludo-. Hola, soy Miley, la hermana pequeña de Zac Efron.

Aly: Yo soy Alyson, la hermana pequeña de Vanessa. Me alegro de que hayas venido, lleva toda la mañana hecha una furia.

Miley esbozó una sonrisa.

Miley: Las hermanas pequeñas siempre tenemos que acudir al rescate. ¿Qué harían sin nosotras?

Aly: Eso me pregunto yo muchas veces.

Ness: ¡Alyson! -Dios, pensó Vanessa, parecía que su hermana no pudiera callar nada delante de los Efron-. Y yo no estoy hecha una furia.

Aly: Claro que lo estás. Te he oído jurar entre dientes.

Vanessa cerró los ojos con resignación. ¿Acaso no podía estar triste de vez en cuando?

Miley: Ojalá hubiera tenido una hermana -comentó-. Pero tuve que crecer con los Hermanos Marx; Chico, Harpo y Groucho.

Aly: ¿Cuál de ellos es Zac? -preguntó mientras pasaban al cuarto de estar-.

Miley: En este momento, sin duda, Groucho.

Vanessa sintió una extraña emoción al oír aquello.

Ness: ¿Y a qué se debe tu visita? -le preguntó, tratando de no interpretar sus palabras-.

Miley: Estoy pagando una deuda -al ver la mirada de confusión de Vanessa, siguió hablando-: Es una larga historia. Digamos que a los Efron nos gusta ayudarnos los unos a los otros, sin importarnos si el otro quiere o no dicha ayuda.

Diciendo eso, Miley se sentó en el sofá y Alyson ocupó el espacio que quedaba a su lado.

Aly: Así que Zac es Groucho... Qué interesante.

Vanessa lanzó a su hermana una mirada de reprobación.

Miley: Sí, la verdad es que últimamente ha estado un poco difícil de tratar -explicó-.

Ness: ¿Sabe que estás aquí? -preguntó, e inmediatamente después se arrepintió de haberlo hecho-.

Miley: No. No ha querido hablar conmigo, ni siquiera el otro día cuando pasé por su despacho y le hablé del artículo de Serena en el que hablaba de vuestro viaje a las Islas Caimán. Solo conseguí que me dijera que ya no había nada entre vosotros. -Vanessa bajó la mirada-. Pero -continuó diciendo-, sé que ha pasado algo. Por lo visto, todo el mundo en la empresa dice que últimamente es imposible trabajar con él. Incluso Mike y Alex lo han notado. Así que, sumé dos más dos y decidí averiguar dónde vivías, pero dime si me he equivocado.

Ness: ¿Por eso estás aquí? -preguntó incapaz de responder de manera más directa-.

Miley: ¿Acaso no resulta obvio? -dijo después de observarla unos segundos-. Yo quiero mucho a mi hermano y él está triste.

Ness: ¿Y crees que es por mi culpa?

Miley: No, creo que la culpa la tiene el hecho de que te hayas marchado.

Deseaba con todas sus fuerzas que eso fuera cierto, pero ella no sabía lo mal que había acabado todo entre ellos. Llevaba toda la semana al borde del llanto. Y ahora las miradas de comprensión de Miley y de Alyson no hacían más que hacerla sentir peor.

Miley: ¿No quieres contárnoslo?

Vanessa respiró hondo, tratando de contener las lágrimas que se agolpaban en los ojos. La explicación de todo, o de casi todo, lo sucedido salió de sus labios sin que ella pudiera hacer nada. Les contó la llamada de Serena y la tremenda discusión que había tenido con Zac cuando él la había encontrado mirando su correo.

Pero no mencionó el hecho de que aquella mañana se había despertado completamente enamorada después de una noche increíble junto a Zac. Ya había repasado aquellas escenas suficientes veces en su cabeza.

Miley: Podría escribirse una enciclopedia con todas las cosas que mis hermanos ignoran de las mujeres -comentó cuando Vanessa hubo terminado con su relato-. Lo que quiero decir es que es evidente que está loco por ti. Todo lo que haya dicho o hecho para negarlo se debe a que es como un pez que acaba de darse cuenta de que lo han enganchado.

Le resultaba bastante difícil ver a Zac como un pez enganchado al anzuelo.

Aly: El caso es que yo siempre he creído que a Vanessa le cuesta mucho confiar en los hombres -intervino-, y creo que todo se debe a Charles McPerson.

Miley: ¿Qué?

Ahora era Miley la que no entendía nada.

Ness: Alyson está estudiando psicología y le gustan mucho los libros de autoayuda.

Aly: No es cierto. El problema es que nadie quiere hacer caso de la lógica.

Miley: ¿Pero qué tiene que ver todo esto con Charles McPerson?

Vanessa encogió los hombros con resignación antes de contarle a Miley que Charles era su padre y hacerle un breve resumen de la historia que había tenido con su madre hacía veintiocho años.
También le dijo que no solía contárselo a nadie y que ni siquiera él sabía la relación que los unía.

Miley: No me extraña que tuvieras esa cara en la gala benéfica -recordó-.

Ness: ¿Era tan evidente? -preguntó con preocupación-.

Miley: Bueno, parecías muy afectada. Ese fue el momento en el que empecé a pensar que había algo entre Zac y tú. Él parecía tan preocupado por ti.

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: Puede ser, pero yo tampoco le daría mucha importancia.

Miley: Zac tiene muchos defectos. A veces es un arrogante insoportable...

Ness: Sí, lo sé.

Miley: Pero también es un hombre de palabra. Jamás habría convertido Efron Enterprises en el éxito que es ahora si no hubiera estado tan motivado y no hubiera sido tan constante y atento con los empleados.

Vanessa asintió pues eso era algo que ya sabía... ¿o no?

A pesar de que Zac se había asegurado de dejarle claro que él no era como su padre biológico, en el momento de la verdad Vanessa había caído en la trampa de tratar a Zac como si fuera como Charles McPerson.

Quizá hubiera ciertas similitudes entre ellos: ambos eran ricos, tenían encanto a raudales, un enorme éxito con las mujeres y mucha ambición.

Pero Zac no le había fallado. Había cumplido todas y cada una de sus promesas al pie de la letra.

En las últimas semanas, había descubierto también que no era el playboy consentido que ella había querido retratar en sus artículos. Era mucho más complejo que todo eso.

Y lo cierto era que, si se ponía en su lugar y después de todas las experiencias desagradables que había tenido con la prensa, ella también se habría puesto como loca si encontrara a alguien con quien acababa de acostarse leyendo su correspondencia privada.

Echó un vistazo a Alyson.

Ness: Después de todo, quizá tenga que admitir que tienes parte de razón.

Aly: ¡Claro que la tengo!

Se mordió el labio inferior.

Ness: ¿Qué debería hacer?

No se lo preguntaba a nadie en particular, las palabras salieron solas de su boca.

Miley: Eso tienes que decidirlo tú.

Ness: ¿Sabes? Ni siquiera trató de explicarme por qué le había hecho ese comentario a Serena -dijo, sin poder deshacerse de las dudas por completo-.

Miley: Muy típico de él. Probablemente estaba demasiado enfadado contigo por haber desconfiado de él y pensó que no tenía por qué darte ningún tipo de explicación. Ya sabéis cómo son los hombres -añadió mirándolas a ambas-, ni dan explicaciones, ni piden indicaciones en la calle.

Aly: Estás de broma -dijo con una carcajada-.

Miley: Ahí tienes un buen tema para escribir un libro de autoayuda -aseguró guiñándole un ojo-.

Ness: Bueno, ¿qué crees que debería hacer?

Deseaba creer que Miley no se equivocaba.

Miley: Tú decides -dijo, poniéndose en pie-. Seguro que se te ocurre algo. Zac merece una segunda oportunidad aunque no haya hecho ningún esfuerzo por explicar su comportamiento. Confía en mí... he visto cómo te mira -añadió-. Sería estupendo que la vida fuera más sencilla, pero lo cierto es que a veces nos encontramos con situaciones en las que solo podemos saltar al vacío y esperar que todo vaya bien.

Confianza, pensó Vanessa. ¿Se atrevería a confiar en Zac? Lo cierto era que no tenía otra opción porque estaba completamente enamorada de él. ¿Quién lo habría pensado?


Cuando llegó al despacho, Zac sacó un sobre de la bandeja del correo. No tenía remitente, pero algo le hizo sospechar. Después se dio cuenta de que había algo en el ambiente, su presencia.

Pasó el dedo por la solapa del sobre y, en cuanto lo abrió, dos hojas cayeron en sus manos. Era el borrador final de un artículo firmado por Vanessa.

El titular atrajo su atención inmediatamente: La vida secreta de Zac Efron al descubierto. Al final de la primera página había una nota escrita a mano que decía que el artículo se publicaría en la edición de ese mismo día del Sentinel.

Se quedó helado.

No se habría atrevido. Seguro que no.

Pero las tripas le decían algo muy diferente. La ira le recorrió las venas. ¿No le había hecho ya suficiente daño? Lo había retorcido como un trapo viejo y lo había colgado a secar. Pero era evidente que creía que todavía podía sacar otra buena historia gracias a él y no iba a perder la oportunidad de aprovecharla.

Se obligó a leer el artículo.

Empezaba describiendo el accidente y las repercusiones inmediatas que había tenido en su vida. Describía cómo Zac había vuelto al mundo de la alta tecnología después de dejar las carreras de coches y cómo había convertido el negocio familiar en un importante competidor en el mundo de la ingeniería informática.

Continuó leyendo a la espera de encontrar el párrafo en el que desvelaba su relación con Medford.

Pero se encontró con uno en el que se decía que, a pesar de su imagen de juerguista y playboy, Zac era un empresario respetado y trabajador al que le gustaba ayudar a otros... incluso cuando esos otros ni siquiera sabían que los estaba ayudando.

Y eso era todo. No había mención alguna de Medford, ni de las Islas Caimán. Nada. El artículo terminaba diciendo que la autora había descubierto que Zac era un personaje mucho más complejo y agradable de lo que su imagen pública hacía pensar.

Zac dejó el artículo sobre la mesa y se llevó las manos a la cabeza. No tenía la menor duda de quién le había enviado el artículo. Y ahora sabía por qué.

Había creído que Vanessa lo había traicionado, pero ahora se veía obligado a reconsiderar tal creencia.

No había podido olvidarla. Durante las dos últimas semanas, había estado de un humor de perros; había gruñido a sus hermanos y torturado a sus subordinados. En resumen, había estado insoportable.

Y todo porque la echaba de menos. La deseaba.

La amaba.

Aquello detuvo sus pensamientos en seco.

Amor. ¿Sería eso lo que le pasaba? ¿Por eso tenía la sensación de que se le había dado la vuelta el estómago? ¿Eso era el constante dolor que había sentido últimamente?

Sin duda había tenido experiencias con muchas mujeres, algunas de las cuales le habían gustado mucho y lo habían excitado como un loco. Pero ninguna de esas mujeres le había hecho sentirse tan destrozado como Vanessa. Nadie se le había colado de ese modo en el corazón y en la cabeza.

Nadie había retirado todas las capas que lo protegían, llegando hasta el fondo de él.

Y se alegraba de que hubiera sido Vanessa la que finalmente hubiera descubierto su esencia.

Levantó la cabeza y una melancólica sonrisa se asomó a sus labios. Siguiendo un repentino impulso, sacó la foto que había metido en el cajón de su escritorio dos semanas antes.

Allí estaba Vanessa sonriendo en las Islas Caimán... donde había vivido la mejor aventura romántica de toda su vida. Su biquini moldeaba el cuerpo que tan bien había llegado a conocer y que, sin embargo, seguía haciéndole estremecerse de deseo.

De pronto supo qué debía hacer. Era hora de hablar con Serena Lawson.


Después de algún tiempo sin hacerlo, Vanessa encendió el ordenador de su trabajo y pinchó en el enlace que abría la página del Boston World. Al leer el titular de la columna de Serena Lawson, estuvo a punto de escupir el trago de café que acababa de beber. Dejó la taza sobre la mesa y limpió las gotas que había derramado con el susto.

Sus ojos volvieron a centrarse en el titular: La periodista de cotilleos Vanessa Hudgens y el playboy Zac Hudgens: novios y camino del altar.

Después de años de leer la columna de Serena, había sentido sorpresa, enfado y a veces incredulidad. Sin embargo, aquélla era la primera vez que se quedaba en estado de shock.

¡No era posible! Serena nunca se había inventado algo sin tener siquiera una base de verdad, pero seguramente había una primera vez para todo.

Se obligó a seguir leyendo.

Zac ha comprado un diamante de cuatro quilates para su amada.

Siguió leyendo por encima hasta que llegó a lo que se suponía era una cita textual de las palabras de Zac:

«No es un Arca, pero hay un yate de siete metros en el que quiero navegar el resto de mi vida junto a Vanessa.».

«Maldita sea. ¡Le exigiré que se retracte!»

Serena iba a enfrentarse a una buena. Quedaría en el más absoluto ridículo cuando se supiera que lo que había publicado no era cierto. Y, desde luego, Zac la demandaría.

Al pensar en Zac, se quedó paralizada.

No había sabido nada de él desde que le había enviado la copia de su artículo. ¿Qué estaría pensando? Desde luego aquello no iba a hacerle ninguna gracia. Salir en la columna de Serena relacionado con una mujer a la que despreciaba.

A menos que pensara que ella había sido la informante de Serena. No, él jamás pensaría algo así... ¿O sí?

Solo había un modo de responder a esa pregunta. Agarró el teléfono y marcó el número de Efron Enterprises. No tardó en hablar con la secretaria de Zac, que la informó de que Zac estaba en una reunión. Vanessa le preguntó cuándo podría ponerse en contacto con él. Según le dijo, saldría de la reunión en una hora, pero se dirigiría directamente al aeropuerto a tomar un avión.

Sin pararse a pensarlo, agarró su bolso y se puso en pie. Tenía que cortar aquella historia de raíz inmediatamente y, para ello, tendría que hablar con Zac cuanto antes. Tenían que ponerse de acuerdo sobre qué decirles a los reporteros en cuanto empezaran a llamarlos.

También se prometió a sí misma que le explicaría su comportamiento y le pediría disculpas. Si después la echaba de una patada, tendría que aceptarlo.

Se estaba poniendo la chaqueta, cuando apareció Edward con una edición del Boston World en la mano.

Edward: Mira lo que nos ha estado ocultando la señorita Hudgens -dijo en un tono de voz que cualquiera podía oír-.

Afortunadamente, todavía no había mucha gente.

Ness: Sé que resulta difícil de creer, Edward, pero confía en mí. Ahora mismo no hay nada entre Zac y yo, ni lo había mientras escribí el primer artículo sobre su empresa.

Edward: Querida -dijo aprovechando una pausa-, uno de estos días te contaré cómo conocí a mi mujer mientras cubría la historia más importante de mi carrera. Solo te diré que no lo pondrían como ejemplo de ética profesional.

Ness: Edward... -se calló y negó con la cabeza. Más le valía intentar conservar el empleo. Ya daría explicaciones más tarde-. Gracias, Edward -y salió corriendo-.

Debía impedir que Zac tomara ese avión sin hablar con ella antes.




Wow! ¡Vaya notición! Vanessa debe echar humo por las orejas. A Zac le va a caer una buena bronca...

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lunes, 26 de octubre de 2015

Capítulo 9


A la mañana siguiente, Vanessa despertó sintiéndose deliciosamente satisfecha, gloriosamente dolorida y amada. Eso último fue lo que la sobresaltó.

¿Amor?

Se incorporó de golpe en la cama y miró a Zac, que seguía dormido ocupando la mayor parte de la cama.

Sí, amaba a Zac. Y no porque acabara de darle la mejor noche de su vida, aunque sin duda era un factor importante. Pero en realidad era porque había escalado y traspasado todas las murallas con las que ella había protegido su corazón. Bajo la imagen de playboy despreocupado había un hombre que nunca dejaba de sorprenderla y desafiarla. Un hombre increíblemente inteligente, divertido y conmovedoramente atento.

Esa última cualidad se había hecho patente la noche que se habían encontrado con Charles McPerson. Ella se había sentido vulnerable y triste, y Zac había estado allí para apoyarla y consolarla.

Lo vio moverse, abandonar lentamente el mundo de los sueños.

Ness: Hola -susurró cuando hubo abierto los ojos-.

Parecía algo tan insignificante teniendo en cuenta que su corazón parecía a punto de estallar por culpa del increíble descubrimiento: «Te quiero».

Zac: Hola -respondió con una sonrisa y tirando de ella para abrazarla-.

Vanessa intentó escapar de él entre risas, pero no tardó en rendirse a sus besos. Al incorporarse un poco en busca de aire, vio la hora en el despertador que había en la mesilla. Las once.

Ness: Se nos está escapando el día en la cama -protestó-.

Zac: No se me ocurre mejor manera de pasar el día.

Había pasado más de una hora cuando por fin se levantaron.

Mientras Zac se duchaba y se afeitaba, ella fue al cuarto de estar en albornoz con la intención de servirse un zumo de los que había en la pequeña nevera. Tenía un hambre atroz.

Al pasar junto a una mesa del cuarto de estar, vio dos sobres y no pudo evitar fijarse en que ambos iban dirigidos a Zac, marcados como privados y el remitente de uno de ellos era el registro de empresas de las Islas Caimán.

Se le aceleró el pulso y, en contra de sí misma, apartó unos centímetros el primer sobre para leer lo que había escrito en el de debajo; lo enviaba un despacho de abogados de Grand Cayman.

Su cerebro recordó inmediatamente las palabras de Edward sobre esa misteriosa empresa relacionada con Zac. «Una historia así prácticamente te garantizaría el puesto que quisieras».

Los dos sobres parecían llamarla a gritos.

Pegó un saltó al oír el timbre del teléfono. Contestó desde el aparato que había sobre la misma mesa.

Ness: ¿Sí?

Al otro lado se oyó una risilla.

**: Vaya, vaya. Había oído el rumor pero, he de confesar, que no acababa de creerlo.

Vanessa reconoció la voz inmediatamente.

Ness: ¿Qué quieres, Serena?

Sabía que había sido muy brusca, pero no le importaba. La esponjosa nube sobre la que había despertado de pronto ya no era tan maravillosa y no podía evitar que le molestara la intrusión de Serena.

Serena: Bueno -respondió la periodista-. No hace falta que te pongas así.

Vanessa supuso que Serena habría llamado al hotel preguntando por la habitación de Zac Efron, con la mala suerte de que había contestado ella.

Serena: Solo he llamado para confirmar lo que me ha contado un pajarito -continuó diciendo-... Tú y nuestro querido Zac pasando unas románticas vacaciones en un paraíso tropical. Es encantador -al ver que Vanessa no decía nada, Serena se echó a reír-. No quiero molestar. Solo quiero desearte lo mejor, querida -bajó la voz hasta adoptar un tono confidencial-. Claro que estoy segura de que estás en buenas manos. Zac tiene fama de ser un magnífico amante.

Vanessa respondió enfadada:

Ness: ¿Está llamada tiene algún propósito... al margen de intercambiar conjeturas absurdas?

Cuando Serena volvió a hablar, su voz sonaba más fría y cargada de una pena impostada.

Serena: Vanessa, querida. Es solo que me sorprende mucho que estés en las Islas Caimán con Zac. Era lo último que habríamos esperado después de lo que él dejó caer hace poco.

Ness: De acuerdo... ¿qué es lo que dejó caer?

Nada más hacer la pregunta, se arrepintió de hacerlo.

Serena: Solo que no eres más que su última aventura. Verás, yo pensé: ¿no sería encantador que Zac acabara sentando la cabeza con su vieja enemiga de la prensa? Pero, no -dijo con un suspiro-. Zac me corrigió de inmediato. Se rió y aseguró que el día que decidiera ir en serio contigo sería también el día que empezara a darme información sobre su vida privada -volvió a soltar aquella molesta risilla-. ¿No te parece que es un diablillo?

Vanessa se quedó helada. Deseaba reírse con ella, quería demostrar su indiferencia. Y sin embargo, no podía hacer otra cosa que sentir un terrible dolor en el pecho.

Ness: Lo siento, Serena. Tengo que dejarte -y colgó-.

Se quedó mirando el teléfono más de un minuto. Era una tonta. Un caso de ingenuidad extrema.

Empezó a caminar por la habitación; se sirvió un poco de zumo, miró por la ventana... pero no se enteraba de nada. Aquella mañana había vivido una fantasía al creer que estaba enamorada, debería haberle pedido a alguien que le insuflara un poco de sentido común.

Zac y ella habían hecho un trato y, aparte de aquel magnífico encuentro sexual, él no se había salido de lo acordado en ningún momento. El problema era que ella le había dado demasiada importancia a lo que había surgido entre ellos, ¿acaso no sabía que los soñadores siempre salían perdiendo en el juego del amor?

Había oído la historia de su madre un millón de veces y sin embargo había caído prácticamente en la misma trampa: se había engañado hasta el punto de creer que un hombre rico la deseaba para algo más que una aventura. Su madre había aprendido una dura lección al ser rechazada por el padre biológico de Vanessa y ahora estaba a punto de pasarle lo mismo a ella.

Parecía mentira que no hubiera aprendido nada de su historia familiar y de la incapacidad de su padre biológico de afrontar siquiera su existencia.

Volvió a detenerse junto a la mesa en la que descansaban los sobres. Era tonta por dudar si abrirlos o no. ¿No quería ser una periodista aguerrida? ¿Qué periodista dejaría pasar una oportunidad como aquélla? Desde luego no una que estaba a punto de ser abandonada. Desde luego ella no.

Sacó los papeles que había dentro del primer sobre, asegurándose a sí misma que, en cuanto tuviese la bastante información, hablaría con Zac frente a frente. El contenido del primer sobre incluía copias de un memorando y de los estatutos de asociación de una empresa llamada Medford, cuyo único accionista era Zac Efron.

En el segundo sobre, descubrió una carta de explicación dirigida a Zac en la que se le comunicaba que se había presentado una declaración de la renta de la empresa en la que se declaraban unos gastos de miles de dólares destinados a los beneficiarios correspondientes.

Volvió a estudiarlo todo sin salir de su perplejidad, intentando reconstruir aquel rompecabezas... hasta que un ruido la alertó de que ya no estaba sola.

Levantó la cara y se encontró con Zac, que la miraba frunciendo el ceño.

Zac no recordaba la última vez que se había sentido tan bien como aquella mañana. La noche que había pasado con Vanessa había sido genial. No, más que eso. Habían hecho el amor, se habían dormido y, al despertar, habían vuelto a hacer el amor... una y otra vez. Había sido fantástico.

Por eso, al salir del dormitorio, le resultó tan difícil asimilar lo que tenía delante: Vanessa lo miraba con gesto culpable, tenía unos papeles en la mano y se encontraba junto a la mesa en la que él había dejado su correspondencia el día anterior.

Dios. La sonrisa desapareció de golpe.

Zac: ¿Qué estás haciendo? -preguntó a pesar de que ya suponía lo que tenía entre manos, pero seguía esperando que ella lo negara-.

Vanessa levantó la barbilla en un gesto desafiante.

Ness: Debería hacerte la misma pregunta -le mostró el papel que tenía en la mano-. ¿Qué es esto?

Zac: ¿Has mirado mi correo? ¿Estabas fisgoneando entre mis cosas?

¿Cuántas veces tendría que soportar que invadieran su intimidad? Había tenido que aguantar que los fotógrafos utilizaran sus mejores teleobjetivos para sacar el interior de su coche, o que los periodistas entraran en los restaurantes donde él había cenado para preguntar al resto de los comensales qué había comido o de qué había hablado.

Ness: Soy periodista, ¿recuerdas? -respondió con frialdad-. Fisgonear es parte de mi trabajo.

¿Qué demonios le ocurría? No parecía la misma mujer que había tenido en sus brazos la noche anterior. Ahora se comportaba como esos compañeros de profesión suyos que tanto le amargaban la vida. De hecho, ella misma había estado amargándole la vida hasta hacía muy poco tiempo.

Zac: ¿Qué significa eso? -preguntó al tiempo que le arrancaba el papel de las manos-.

Enseguida se dio cuenta de que era la carta de su abogado y tuvo que hacer un esfuerzo para calmarse. Nadie debía conocer la existencia de Medford ni su relación con él. Se había tomado muchas molestias para que así fuera.

Ness: ¿Tú qué crees que significa, Zac? ¿Acaso esperabas que dejara a un lado mis instintos de periodista solo porque tú hubieras decidido que te apetecía divertirte conmigo un rato en el Caribe?

Aquello lo dejó de piedra.

Zac: Discúlpame por creer que pondrías la lealtad a un amigo... o a un amante por delante de tu ambición.

Ella se echó a reír sarcásticamente.

Ness: ¿Lealtad? ¿Qué sabes tú de eso?

Zac: Lo bastante para creer que estarías satisfecha con nuestro trato y con la historia que te he proporcionado -replicó agarrando el resto de la correspondencia-. Pero, evidentemente, estaba equivocado.

Ness: Supongo entonces que tu concepto de lealtad es lo bastante flexible para aceptar tu filosofía de donjuán.

Zac: ¿De qué hablas?

Ness: Serena Lawson llamó hace un rato -dijo como si eso lo explicara todo-.

Zac: ¿Y? -se quedó pensando unos segundos-. ¿Cómo demonios sabía que estamos aquí?

Ness: Los periodistas tenemos nuestros métodos.

Zac: No hace falta que lo jures.

Ness: Se ha alegrado mucho de que yo contestara al teléfono de una habitación que está a tu nombre porque eso confirmaba los rumores de que hay algo entre nosotros. Se ha quedado... ¿qué palabra ha utilizado?... «sorprendida» -añadió con acidez-. Después de todo, tú le habías dicho que el día que decidieras ir en serio conmigo sería también el día que empezaras a darle información sobre tu vida privada.

Recordaba vagamente haber hablado con Serena la noche de la gala benéfica. Ella se había puesto muy pesada haciéndole preguntas sobre Vanessa. Y recordaba también que le había dado una contestación tajante para poder librarse de ella. Una contestación que le estaba saliendo muy cara.

No obstante, no iba a tratar de explicarle a Vanessa que había hecho aquel comentario medio en broma y solo con la intención de que Serena lo dejara en paz. No podía hacerlo después de que ella acabara de demostrarle que no confiaba en él. No había confiado en él lo suficiente como para darle opción a explicarse. Si hubiera confiado en él, no habría leído su correspondencia privada.

Era evidente que para ella era más importante conseguir una buena historia que los sentimientos que pudiera haber entre ellos.

Lo cierto era que, dada su experiencia con la prensa, había sido un estúpido por creer que ella sería diferente solo porque la noche anterior hubieran hecho que temblara la tierra.

Zac: ¿Quieres saber qué son estos papeles? -le preguntó y, al ver que ella no decía nada, continuó hablando-: Pues voy a decírtelo, son los peores diez segundos de mi vida.

Parecía desconcertada.

Zac: El accidente que ojalá pudiera borrar de mi vida -aclaró-.

Ness: Pero esos papeles hablan de una empresa llamada Medford.

Zac: Exacto. La compañía que creé con el único propósito de mantener a la familia de Dan después del accidente.

Ness: Pero eso es estupendo...

Le dio una perversa satisfacción verla tan perpleja.

Zac: ¿Te decepciona no haber descubierto ningún escándalo? ¿Acaso creías que no sabía que se rumorea que tengo una empresa en un paraíso fiscal, a pesar de todos los esfuerzos que he hecho para que nadie pudiera relacionarme con Medford?

Ness: ¿Pero por qué crear una empresa así en las Islas Caimán? ¿Por qué esconder algo tan generoso sabiendo que...?

Zac: ¿... que todo el mundo daría por hecho que estaba haciendo algo malo? ¿Era eso lo que ibas a decir? -dijo, encogiéndose de hombros-. No quería que la familia de Dan supiera quién los estaba ayudando.

Ness: ¿Por qué?

Estaba presionándole a dar respuestas para las que no estaba preparado. Tenía la terquedad propia de una periodista, una actitud que en ese momento le resultaba de los más irritante.

Zac: Porque prefería que fuese así, ¿te parece bien así? -añadió sarcásticamente-.

Vanessa lo miró con los ojos abiertos de par en par.

Ness: Arrastras demasiada culpabilidad, ¿verdad? ¿Te culpas del accidente?

Zac: ¿Qué es esto, una sesión de psicología barata?

Habría jurado que vio el dolor reflejado en el rostro de Vanessa. Bueno, ya eran dos los que estaban sufriendo.

Ness: Solo preguntaba.

Zac: No, preguntabas y fisgoneabas.

Aquella traición era como un cuchillo que le hubiesen clavado en el pecho. Estaba dispuesta a venderlo por un momento de gloria periodística. Al infierno.

Le dio la espalda abruptamente.

Ness: ¿Adonde vas?

Zac: A hacer las maletas -respondió tajantemente, sin siquiera mirarla. De todos modos, se suponía que aquél sería su último día en las islas, así que lo único que iba a hacer era salir un poco antes-. Fue bonito mientras duró, pero se acabó, preciosa.


Zac iba de un lado a otro de su despacho con las manos en los bolsillos. Se detuvo frente a la ventana y miró al exterior sin ver nada.

El mal humor lo había acompañado durante los últimos días.

Después del desastre de las Islas Caimán, había estado hecho una furia y debería haber seguido así; sin embargo había empezado a buscar razones para comprender el punto de vista de Vanessa. Había empezado a pensar que quizá él también había tenido parte de culpa. Lo cual era una locura, tanta locura como lo había sido confiar en una periodista.

Para colmo de males, Serena Lawson volvía a acosarlo. El titular de su último artículo decía: ¿Por fin le han echado el lazo a Zac Efron? Más adelante se explayaba con todo tipo de detalles sobre su escapada al Caribe a pesar de sus continuos desmentidos de que entre ellos hubiera ningún tipo de relación.

Volvió a recordar el enfrentamiento con Vanessa. Si no hubiera estado tan enfadado, quizá habría tratado de explicarle por qué le había hecho ese comentario a Serena en la gala benéfica; solo había querido que la periodista lo dejara en paz porque ya había empezado a desear a Vanessa como un loco.

Y lo cierto era que el sexo, cuando por fin había llegado, había sido increíble. Más apasionado y placentero de lo que jamás se habría atrevido a imaginar. Habían estado muy bien juntos.

Su mente volvió a plantearle la pregunta que llevaba ya días atormentándolo. ¿Era justo por su parte haber esperado que Vanessa dejara sus instintos de periodista en la puerta de la habitación del hotel? Porque eso era precisamente lo que él había esperado. Y todo por el sexo, porque había empezado a desearla y a necesitarla demasiado.

Incluso aunque estuviera en su derecho de enfadarse porque no hubiera confiado en él, había sido él el que había dejado su correspondencia a la vista. Y ahora, poniéndose en el lugar de Vanessa, comprendía que seguramente la llamada de Serena la había hecho creer que era un granuja que no merecía que nadie confiara en él.

**: ¿Problemas?

Era Mike, que lo miraba desde el umbral de la puerta de su despacho.

Zac: No más de lo normal.

Su hermano entró y cerró la puerta a su espalda.

Mike: Bueno, últimamente no pareces el mismo y la gente empieza a notarlo.

Zac se encogió de hombros.

Zac: Todos tenemos una mala semana de vez en cuando.

Mike: Sí y da la casualidad de que la tuya ha coincidido con tu regreso después de pasar unos días con Vanessa Hudgens en las Islas Caimán. No creas que la gente no se da cuenta.

Zac: No me importa.

Mike movió la cabeza con resignación.

Mike: Llevarte a una sexy periodista a un viaje de empresa al Caribe... es atrevido incluso para ti.

Zac: Normalmente no soy tan tonto ni tan ingenuo.

Mike: Bueno, no lo sé. Todo el mundo sabe de tu debilidad por las morenas.

Zac: ¿Has venido a burlarte de mí? Porque, si es así, no tengo tiempo. Tengo muchas cosas que hacer.

Cosas que no le importaban lo más mínimo en ese momento porque era incapaz de concentrarse en nada.
Mike se acercó un poco más a él.

Mike: ¿No quieres contármelo?

Zac: No -pero después añadió-. No es buena para mí.

Mike: Eso no importa -aseguró-.

Zac: ¿Cómo que no importa?

Mike: Te ha dado fuerte, hermanito. Es inútil resistirse.

Zac: Sí, claro.

Estaba a punto de salir por la puerta, cuando se volvió a decirle algo más:

Mike: Llámame cuando estés listo para aceptar el poder de la fuerza... de la fuerza femenina. Mientras, deja de torturar a todo el que se cruza en tu camino.

Zac: Muy bien, gracias -farfulló-.

Mike: Doy el consejo por entregado.

Cuando Mike se hubo marchado, Zac dejó sobre la mesa los papeles en los que había fingido centrarse. Mike no tenía ni idea. De todos modos, esperaría una semana más; con un poco de suerte, en ese tiempo conseguiría controlar su estado de ánimo. Después tendría que considerar cuáles eran las opciones.


El fin de semana después de su regreso del Caribe, Vanessa seguía completamente abatida. Sabía que cuando Zac había dicho que se había acabado, no se había referido solo al viaje, también a su imprudente aventura.

Alyson había vuelto a dormir en su casa ese sábado y, a la mañana siguiente, se había dado cuenta de que algo le pasaba a su hermana con solo mirarla una vez a la cara. No dejó de preguntar a Vanessa sobre el motivo de sus ojeras y su mal humor, pero Vanessa se esforzó por esquivar la conversación. El enfrentamiento con Zac estaba todavía muy fresco para hablar de ello.

Por eso prefirió sentarse al ordenador y tratar de corregir un artículo que estaba escribiendo. A eso del mediodía tuvo que rendirse y aceptar que no podría trabajar hasta que no pudiera dejar de repasar una y otra vez la pelea con Zac y de cuestionarse su comportamiento.

Ahora se preguntaba si no habría sido demasiado desconfiada, quizá debería haberle preguntado antes de abrir su correspondencia en lugar de lanzarse a hacer conclusiones. Y, conociendo su experiencia con la prensa, comprendía su enfado al verla fisgoneando su correo.

Al pensar aquello se detuvo en seco. ¿Qué estaba haciendo? Quizá había cometido un error al leer aquellas cartas, pero el hecho era que seguía siendo periodista, una periodista que estaba escribiendo un artículo sobre Efron Enterprises. Bien era cierto que su comportamiento había sido provocado en parte por la llamada de Serena, pero él no había negado que la había tratado como a una conquista más y además lo había hecho público. Y, para añadir más dolor a la ofensa, había tenido la desfachatez de hacer que se enamorara de él.

Era una tonta. Dejó caer la cabeza sobre el teclado del ordenador y después se dio golpes en la frente una y otra vez.

Aly: ¿Qué haces, Vanessa? -preguntó con mezcla de curiosidad y preocupación-.

Pero antes de que pudiera responder, sonó el timbre de la puerta y su hermana se apresuró a contestar.

Aly: ¿Quién es?

Miley: Miley Efron -se oyó al otro lado-.

Vanessa levantó la cabeza.

Aly: Es…

Ness: Ya lo he oído -la interrumpió antes de respirar hondo-. Dile que suba.




Ya vuelven a estar peleados v.v
Esperemos que Miley lo arregle...

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viernes, 23 de octubre de 2015

Capítulo 8


Las Islas Caimán. Habían aterrizado en el aeropuerto de Grand Cayman poco después del mediodía. Desde el momento que Vanessa había puesto el pie fuera del avión, todo había sido sol y diversión. Diversión bajo el sol junto a Zac Efron. Aún no podía creer que hubiera aceptado ir con él.

Zac había reservado la suite del ático de uno de los mejores complejos hoteleros de la isla, situado en la conocida playa de Seven Mile. La vista desde el balcón de la suite era impresionante; el interminable océano se extendía frente a sus ojos con todo su brillo durante el día y, Vanessa suponía que con todo su maravilloso misterio durante la noche.

Ahora que observaba el biquini que había elegido, se preguntaba si había sido siempre tan pequeño o acaso había encogido durante el vuelo.

Al retirarse del espejo volvió a fijarse en la enorme cama de matrimonio que presidía la habitación. Desde el momento que había aceptado la invitación de Zac había sabido que acabarían allí juntos. Él sin embargo no la había presionado en absoluto; de hecho se había instalado en la otra habitación sin hacer el más mínimo comentario. Pero Vanessa sabía que acabarían haciendo el amor con la misma seguridad con la que sabía que el sol saldría cada mañana.

Zac: ¿Preparada? -preguntó desde el cuarto de estar, provocándole un sobresalto-.

Respiró hondo.

Ness: Solo un minuto.

Se envolvió en un pareo y agarró el bolso de playa. Tan pronto como salió de la habitación, desapareció cualquier inseguridad que pudiera tener.

Zac: ¡Vaya! -exclamó mirándola de arriba abajo-.

Ella se echó a reír con nerviosismo. Solo llevaba puesto un bañador y su aspecto le aceleró el pulso. Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a moverlas de un modo extraño.

Ness: ¿Qué haces?

Zac: Preguntándome si podré volver a moverme.

Vanessa volvió a echarse a reír, pero esa vez mucho más relajada.

Zac: Vámonos -dijo, tendiéndole la mano-.

Y ella la aceptó.


Esa tarde pasearon por la playa y disfrutaron de una increíble puesta de sol antes de cenar en uno de los mejores restaurantes de la isla. A Vanessa le encantó la comida caribeña, que tanto énfasis hacía en los condimentos y en productos tan deliciosos como el coco, el plátano o el camote o boniato.

Esa noche, cayó agotada en la cama y se quedó dormida antes incluso de que su cabeza aterrizara en la almohada, con lo que se ahorró tener que tomar una decisión sobre si acostarse con Zac o no.

A la mañana siguiente, se despertaron temprano y Zac se metió con ella por haberse quedado dormida tan rápido la noche anterior.

Ness: ¿Qué vamos a hacer hoy? -preguntó evitando tener que darle una respuesta a su comentario-.

Zac: Lo que quieras. Soy todo tuyo.

Eso era precisamente lo que ella temía. Y sin embargo acabó pasándolo en grande. Durante la mañana fueron a bucear por los arrecifes cercanos y después alquilaron una moto de agua; Vanessa se aferró a la cintura de Zac mientras el viento le acariciaba el pelo y surcaban el mar a toda velocidad. Por la tarde eligieron volver a bucear, pero esa vez sin oxígeno, solo con el tubo. Fue maravilloso bucear a su lado y ver los peces que él le señalaba.

Seguramente no debería haberle sorprendido que Zac fuese tan activo; tenía el cuerpo fuerte y musculado de un atleta. La única sorpresa era que combinaba la actividad física con su carrera de genio de los ordenadores y con la vida social de un playboy. A medida que avanzaba el día, Vanessa se adentraba más y más en la contradicción que suponía Zac Efron. Definitivamente, había sido muy injusta con él al centrarse en un aspecto de su vida y plasmarlo en sus artículos. Ahora comenzaba a darse cuenta de la cantidad de facetas y capas que se escondían tras esa despreocupada fachada.

Después de tanta actividad, Vanessa empezó a burlarse de él y a preguntarle si alguna vez dormía. Su respuesta fue tan cómica e ingeniosa como cabía esperar de él:

Zac: Según tus artículos, paso la mayoría del tiempo en la cama.

Lo único que pudo hacer Vanessa fue sonrojarse y recordarse a sí misma no volver a darle pie para entrar en tan peligroso terreno.

A pesar de toda la diversión, en varios momentos del día, no pudo evitar recordar lo que Edward le había dicho sobre esos supuestos negocios fraudulentos que podrían estar relacionados con Zac y con las Islas Caimán. Por supuesto, no había encontrado ningún tipo de prueba o sospecha y, cuanto más conocía a Zac, más convencida estaba de que tal relación no existía. Aun así, su mente seguía dándole vueltas a la idea y pensando que, si hubiera algo oscuro en sus negocios, aquél era el momento de descubrirlo.

Al mismo tiempo, sabía que sería difícil averiguar nada dado el secretismo con el que se protegía a las empresas de las islas. Seguramente no podría obtener ningún tipo de relación a menos que entrara en los archivos del gobierno por medio de sobornos, insinuaciones o mentiras. Y eso significaría mentir también a Zac para poder escaparse unas horas.

Lo cierto era que resultaría bastante complicado y, sobre todo, no parecía existir motivo alguno para intentarlo siquiera: Zac le había proporcionado un artículo estupendo sobre Efron Enterprises. Había cumplido con creces su parte del trato. Y, gracias a él, aquel artículo sería suficiente para darle un nuevo rumbo a su carrera.

Así pues, debería relajarse y disfrutar de las atenciones de un tipo guapísimo, como Alyson le había aconsejado. Y, si era sincera consigo misma, debía admitir que Zac era el hombre más fascinante que había conocido en su vida. De hecho cada vez le resultaba más difícil mantener las manos alejadas de él; especialmente ahora que se pasaba el día viéndolo en bañador.

En las últimas semanas, se había sumergido de lleno en el mundo de Zac y no le había disgustado en absoluto. En realidad no era tan malo como ella había creído.

Cuando volvían en el barco después de bucear, Zac volvió a mirar a Vanessa. Incluso con aquel traje de neopreno y el pelo aplastado estaba preciosa.

Había hecho todo lo que había podido para mantener las manos alejadas de ella durante todo el tiempo que llevaban en las islas pues no quería presionarla. El problema era que la extraña sensación que notaba en la boca del estómago se intensificaba a medida que se aproximaba la noche. Además, ella no había dado la menor muestra de sentirse tan reprimida y frustrada como él.

Zac: ¿Qué te gustaría hacer el resto del día? -le preguntó una vez en tierra-.

Rezó para que sugiriera algo movido como el esquí acuático, cualquier cosa que lo ayudara a liberar parte de su tensión sexual.

Ness: ¿Qué? -preguntó con fingida sorpresa-. No me digas que no has hecho ningún plan para hacer windsurf o saltar en paracaídas. Quedan muchísimos deportes que todavía no hemos practicado.

Cierto. A él se le ocurría uno en el que se necesitaba una cama, dos cuerpos desnudos y con el que se liberaba mucha tensión.

Zac: No. ¿Tú qué quieres hacer? -preguntó, en lugar de decir en voz alta sus pensamientos-.

Suponía que no había la menor posibilidad de que le leyera la mente y dijera «¡Estupendo! Eso es precisamente lo que estaba pensando. Vamos a la cama».

Vanessa lo miró unos segundos durante los cuales parecía estar ponderando diferentes posibilidades y que le hicieron llegar a dudar de si había dicho en voz alta lo que había pensado o quizá había leído algo en la expresión de su rostro.

Apartó la mirada. ¿Era su imaginación o parecía incómoda?
Por fin volvió a mirarlo.

Ness: Vamos de tiendas a Georgetown.

Zac: Muy bien -dijo, fingiendo cierto entusiasmo hacia la idea-.

Ya en el coche que habían alquilado en el aeropuerto, se fijó en que Vanessa había estado muy callada, incluso apagada, desde que habían salido del hotel; no, en realidad desde que habían vuelto de bucear.

Perplejo y muy impaciente, Zac decidió preguntarle directamente en cuanto pararon en un semáforo.

Zac: ¿Qué te ocurre?

Ness: Quiero hacer el amor contigo -soltó a bocajarro e, inmediatamente después, se llevó la mano a la boca-.

Parecía horrorizada por las palabras que acababan de salir de su boca.

Zac sintió como si acabaran de darle un martillazo en la cabeza, pero trató de parecer tranquilo... como si no llevara semanas esperando ese momento... como si no acabara de encontrar un oasis en mitad del desierto.

Pero entonces otro pensamiento irrumpió en su mente, algo que lo hizo gruñir y darle un cabezazo al volante.

Ness: ¿Qué? -preguntó con perplejidad-.

Zac: ¿Acabas de darte cuenta? -su voz salió a un volumen extremadamente alto incluso para sus propios oídos-. ¿Por qué no lo has dicho hace cinco minutos, cuando estábamos en el hotel a solo unos pasos del dormitorio?

Vanessa no dijo nada, pero él se incorporó en el asiento y apretó el acelerador.

Ness: ¿Qué haces?

Zac: Voy a hacer un giro ilegal. Vigila que no haya policía.

De sus labios salió una sonora carcajada. Bueno, pensó Zac, al menos había desaparecido la tensión. Ahora solo necesitaba llegar a la habitación antes de perder el poco autocontrol que le quedaba; su confesión de que lo deseaba no había hecho más que empeorar su situación ya de por sí bastante delicada y estaba al límite.

De reojo vio que Vanessa estaba metiéndose la mano por el cuello de la blusa.

Zac: Me encantaría que empezaras a desnudarte aquí mismo -comenzó a decirle con gesto travieso-, pero creo que hay leyes contra el escándalo público.

Ness: ¡No seas tonto! -protestó sin poder reprimir otra carcajada-. Solo me estoy colocando el biquini; las copas se me mueven.

Zac: Muy bien, encima dime esas cosas y acabarás matándome.

Volvió a reírse.

Ness: Date prisa.

Zac: ¿Y qué crees que estoy haciendo?

Vanessa estaba asombrada de lo que sentía. Si no hubiera estado tan desesperada, se habría reído de sí misma. Zac se había quedado de piedra al oír aquellas palabras que habían salido de su boca como un torrente. Su imprudente reacción había sido más que suficiente para disipar cualquier duda que pudiera tener Vanessa de lo que opinaría de su declaración.

Desde que habían llegado a aquella isla, había esperado que él diera el primer paso y, en algunos momentos, había estado tan impaciente, que a punto había estado de gritar. ¿Podría alguien culparla por dar un paso al frente y decir lo que deseaba?

Volvió a mirarlo mientras conducía, parecía igual de desesperado por llegar. Apenas podía creer que hubiera llevado al poderoso Zac Efron al borde de sí mismo. Y pensar que hacía no demasiado tiempo, ni siquiera habría podido imaginar desear tanto a aquel hombre.

Soltó una risilla nerviosa.

Zac: ¿Qué te resulta tan divertido? -le preguntó, apartando los ojos de la carretera tan solo un segundo-.

Ness: Tú. Conduces como si tu vida dependiera de ello.

Zac: Ríe mientras puedas -advirtió en tono retador-. Muy pronto, estarás reaccionando de un modo muy diferente.

Ness: Promesas, nada más que promesas -replicó a pesar de sentir cómo se le sonrojaban las mejillas-.

Justo cuando llegaban al hotel, Zac volvió a mirarla.

Zac: No recuerdo la última vez que deseé a alguien de una manera tan desesperada.

El corazón le dio un vuelco al oír aquello.

Ness: Yo tampoco.

Una vez dentro del hotel, atravesaron el vestíbulo a toda prisa y se metieron en el ascensor como dos adolescentes. Y, ya en la habitación, Zac echó el cerrojo de la puerta, le dedicó una lenta sonrisa y la acorraló contra la pared... y empezó a devorar su boca sin perder más tiempo.

Ella suspiró encantada. Olía a sol, arena, viento y masculinidad.

Tomándole el rostro entre las manos, la obligó a mirarlo y Vanessa no pudo menos que volver a recibir su boca con los labios entreabiertos, para que su lengua se sumergiera en ella de placer.

Nada era suficiente. El beso fue adquiriendo más y más pasión, más y más urgencia. Ella se apretaba contra su cuerpo, se amoldaba a sus formas. Cuando levantó el rostro, fue solo para darle miles de besos en los labios, en los párpados y en el cuello.

Zac: ¿Sabes lo difícil que me ha resultado mantener las manos lejos de ti hasta ahora? -murmuró con voz ronca-.

Ness: ¿Entonces por qué lo has hecho? -dijo sin abrir los ojos-.

La risa de Zac llevaba implícita una burla de sí mismo.

Zac: Trataba de demostrarte que era digno de confianza.

Le resultaba muy difícil seguir pensando mientras notaba su mano en el pecho, acariciándola a través de la tela de la blusa y del biquini.

Ness: Mmmm -farfulló abriendo los ojos-. Sedúceme y te diré si cumples mis más malévolas expectativas.

Zac: ¿Me estás desafiando? -le preguntó al oído-.

Ness: Sí -se limitó a decir-. Adelante.

Zac reprimió una carcajada.

Zac: Creo que nunca me había reído tanto intentando llevarme a una mujer a la cama.

Ness: Yo tampoco -intentó hablar con lógica-. Quiero decir, intentando llevarme a un hombre a la cama.

En realidad, no recordaba haberle pedido nunca a nadie que le hiciera el amor, ni haber intentado seducir a alguien de ese modo, pero tampoco iba a ponerse a darle tantos detalles. Sobre todo en aquel momento en el que Zac estaba concentrado en desabrocharle los botones de la blusa, que acabó en el suelo en solo unos segundos después de que él se quitara la camiseta.

Vanessa se entretuvo en mirar aquella deliciosa imagen que se le había hecho tan familiar en las últimas cuarenta y ocho horas y que por fin podía observar descaradamente en lugar de lanzarle rápidas miradas robadas. Recorrió con las manos su piel suave y morena.

Ness: Llevaba queriendo hacer esto desde ayer -murmuró extasiada-.

Zac: ¿El qué?

Ness: Tocarte.

Zac: Pues tócame.

Por debajo de la cinturilla de sus pantalones, su erección resultaba más que evidente y ella no dudó en acariciarla.

Zac: Dios, Vanessa -dijo con un hilo de voz-. No sabes cuánto te deseo.

Después de dedicarle una ardiente mirada, Zac se desabrochó los pantalones y los dejó caer al suelo, de manera que su cuerpo quedó cubierto tan solo por el bañador. E hizo lo propio con la falda de Vanessa, pero todavía quedaba el biquini.

Zac: Este biquini lleva torturándome todo el día.

Jamás se había sentido tan sexy como en aquel momento, sabiendo que él la deseaba con todas sus fuerzas. Hasta entonces, nunca se había considerado el tipo de mujer capaz de volver loco a los hombres. Sabía que no era fea y que el pelo negro la convertía en el ideal de muchos, pero siempre había sido demasiado seria como para que nadie la viera como un bombón.

Sin embargo Zac la hacía sentir gloriosamente sexy.

Le cubrió los pechos con las manos y sus dedos acariciaron los pezones endurecidos por la excitación incluso bajo la tela del biquini. Un gemido salió de sus labios y cerró los ojos al sentir aquel delicioso cosquilleo entre los muslos.

Zac: Mírame -le pidió con una voz profunda y ansiosa-. Quiero que me mires mientras te hago el amor.

Se obligó a enfocar la vista, a observar su rostro, tenso de placer. Zac inclinó la cabeza y poseyó su boca una vez más mientras sus manos exploraban cada centímetro del cuerpo prácticamente desnudo de Vanessa.

Zac: Tienes la piel suave y tersa.

Ness: Es por la crema.

Zac: ¿Otra vez? -preguntó con una nueva carcajada que desapareció cuando su mano alcanzó el lugar donde se unían sus piernas-. Está húmedo -le susurró al oído-.

Vanessa volvió a cerrar los ojos. No podía más. La hacía sentir algo increíble. Sus caricias eran seguras, hábiles... peligrosas.

Zac: Y tiene un ligero bronceado.

Ness: ¿Mmmm?

Volvió a oír su risa.

Zac: Tu piel. Es preciosa, como el resto de tu cuerpo.

Abrió los ojos de nuevo.

Ness: Es por mis raíces cubanas... gracias a mi abuela. En cuanto me pongo al sol, me bronceo -dijo, haciendo un esfuerzo por no perder el control mientras él seguía besándola en los lugares más insospechados-.

Zac: Recuérdame que le dé las gracias a tu abuela -susurró cubriendo de besos su cuello al tiempo que le agarraba las nalgas-.

Ella se pegó a él, arrancándole un gemido con ese solo movimiento.

Ness: Zac...

Zac: ¿Me has llamado? -preguntó completamente ausente-.

Ness: Sí.

Y volvió a cerrar los ojos para sumergirse en un nuevo beso.

No sabía cuánto podría aguantar. No recordaba haber deseado tanto nadie.

Zac: ¿Ahora, preciosa? -le preguntó por fin-.

Ness: Sí, sí -insistió deseosa de unirse a él, de conocerlo a fondo-. Te necesito.

En menos de un segundo la liberó de la parte de arriba del biquini para, acto seguido, recorrer sus pechos desnudos con los labios y con la lengua. Vanessa tuvo que apoyarse en la pared en busca de apoyo, pero el alivio duró poco.

Zac se puso recto y coló una mano por la braguita del biquini para despojarla de la última prenda que cubría su cuerpo. También se quitó el bañador y la obsequió con la maravillosa visión de su erección.
Vanessa se humedeció los labios con la lengua. Él gruñó y luego rió.

Lo miró deleitada mientras se acercaba a la mochila que había dejado en la mesa de la entrada y de la que sacó un preservativo.

Ness: Déjame a mí -le pidió, que se moría por tocarlo-.

Zac: Cariño...

Pero no le dejó protestar, le puso la mano sobre la boca y después le colocó el preservativo con una suavidad que lo obligó a respirar hondo.

Ness: Ya está -susurró mirándolo a los ojos pero sin dejar de acariciarlo-.

Zac: Aún no hemos empezado siquiera -volvió a acorralarla contra la pared-. Bueno, ¿dónde estábamos?

Vanessa soltó una risilla juguetona.

Ness: ¿No te acuerdas? -le preguntó mientras fingía huir de él-.

Zac: Parece que voy recuperando la memoria. -Se rieron juntos mientras Zac la perseguía hasta el dormitorio. Acabaron tumbados en la cama, él encima de ella-. Dios -murmuró sintiendo aquel precioso cuerpo pegado al suyo-. Tengo que hacerte mía.

Ness: Hazlo -le suplicó casi sin aliento-.

Y eso hizo. Ambos soltaron un gemido cuando Zac se sumergió dentro de ella y sus cuerpos comenzaron a moverse en perfecta armonía.

Aquello era una maravilla.

Zac: Ay, Vanessa -susurró completamente extasiado-. Preciosa...

El ritmo fue subiendo hasta que el placer se hizo casi insoportable y sus cuerpos estaban empapados en sudor, entonces Vanessa se aferró a él y se dejó llevar hasta lo más alto gritando su nombre.

Con un profundo rugido, Zac la siguió en aquella explosión que era el éxtasis más absoluto. Después, cayó rendido sobre ella.




Y pasó lo que tenía que pasar... XD
Pero... ¿cuánto durará esa felicidad?

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martes, 20 de octubre de 2015

Capítulo 7


En cuanto los labios de Zac rozaron los suyos, Vanessa se rindió. Esa vez su beso no fue una simple caricia, era más bien una exigencia que le cortó la respiración y la hizo abrir la boca, abandonándose a su pasión.

Zac intensificó el beso mientras le acariciaba los brazos con ambas manos, obligándola a intentar controlar todas las emociones que estaban despertándose dentro de ella y a intentar controlarlo a él.

Estaba tan equivocado sobre ella. No había escrito sobre él porque quisiera vengarse de los playboys que le recordaban a Charles McPerson. Si escribía sobre Zac en sus artículos, era únicamente porque insistía en hacer ostentación de una vida sobre la que la gente quería leer. Nada más, excepto quizá su aversión personal contra esas personas cuya sofisticada vida tan poco tenía que ver con las preocupaciones de una persona normal como ella.

Seguramente él esperaba que lo rechazase y dejara de besarlo; pero en vez de eso, lo que hizo fue pasarle los brazos alrededor del cuello....

Y responder a su beso de igual a igual.

No iba a huir de aquel desafío. Había visto cómo la había mirado durante toda la noche; había estado comiéndosela con los ojos. No, era evidente que Zac no era inmune a ella y Vanessa sabía que esa vez podía ser la seductora en lugar de la seducida.

Entonces él levantó la cara y la miró intensamente.

Zac: Empiezas a flaquear -le dijo con voz ronca y excitada-.

Ness: Tú también -también estaba sin respiración-.

Zac: La invitación que necesitaba.

Ness: No era una invitación, sino una advertencia.

Zac se echó a reír suavemente al tiempo que le acariciaba las mejillas y después recorría su rostro con multitud de delicados besos.

Zac: Recuerda que estoy acostumbrado a aceptar riesgos.

Al sentir su respiración en el oído, sintió un escalofrío que le recorrió el cuerpo entero. Él siguió besándola para después chuparle suavemente el lóbulo de la oreja y continuar haciendo lo mismo en el cuello. Tenía una mano en la parte superior de la espalda, la otra había bajado hasta su trasero, donde la apretaba contra su evidente excitación.

Inclinó la cabeza hacia atrás para darle mejor acceso y cerró los ojos. Cada vez resultaba más difícil distinguir quién era el seductor y quién el seducido; ambos se habían dejado llevar por la intensidad del momento.

Fue al sentir frío en la espalda que Vanessa se dio cuenta de que Zac le había bajado la cremallera del top, dejando al descubierto el sujetador sin tirantes.

Buscó su mirada.

Tenía el rostro sonrojado y seguía comiéndola con los ojos.

Zac: Eres preciosa -dijo, paseando los dedos por el satén negro del sostén-. Y muy sexy. Como un regalo de Navidad esperando que alguien lo desenvuelva.

Sentía los pechos hinchados y calientes bajo su ansiosa mirada y, antes de que pudiese recuperarse de un nuevo escalofrío, Zac empezó a besarla de nuevo y se dio cuenta de que, no solo no sabía quién estaba seduciendo a quién, sino que además había dejado de importarle.

Lo único que importaba era que continuase dándole placer porque deseaba a aquel hombre con una fuerza que la sorprendía.

Cuando terminó de desabrocharle el sujetador, dejó de besarla para apoyarse en el respaldo del sofá y comenzó entonces a acariciarle y besarle los pechos. Ella sumergió los dedos en su pelo y después le acarició los brazos y los muslos fuertes y musculados.

No pudo reprimir un gemido que abandonó sus labios justo en el momento en que sintió cómo los de él se cerraban alrededor de su pezón y la hacían estremecer.

Ness: Zac...

Zac: Chsss -susurró-. No pienses, solo siente.

Pasó al otro pecho y volvió a provocarle otro escalofrío.

Era demasiado y, sin embargo, no era suficiente.

Por fin levantó la cabeza.

Zac: Tienes los pechos más bonitos que he visto en mi vida -afirmó sin dejar de mirarlos y sin dejar de acariciarlos, dibujando el contorno de cada uno de ellos como si tratara de memorizar hasta el último centímetro-. Son generosos, pero firmes. Y tienes los pezones duros y calientes. Es maravilloso.

Aquellas palabras desencadenaron una oleada de calor dentro de su cuerpo que la excitó aún más. Le tiró de la corbata hasta conseguir librarlo de ella.

Ness: Déjame verte -le pidió mientras empezaba a desabrocharle los botones de la camisa-.

Cuando por fin le quitó la chaqueta y la camisa, se encontró con un pecho suave y unos abdominales perfectamente marcados.

Zac: Ahora ya estamos igual -le dijo con voz ronca-.

Volvió a besarla, entregándole la lengua una y otra vez mientras sus manos seguían acariciándole los pechos y después le levantó la falda para que pudiera ponerse a caballo sobre su pierna.

Vanessa gimió encantada.

Y así sus movimientos fueron haciéndose más febriles y desesperados. El roce de su pierna en el interior de sus muslos, acompañada de la maravillosa sensación de notar su erección en la pierna la estaba volviendo loca.

Cuando creyó que ya no podría aguantar por más tiempo, oyó un susurro que le decía:

Zac: Te deseo tanto.

Aquello la hizo volver a la realidad.

Ness: No podemos -intentó apartarse de él, pero sus brazos no se lo permitían-. ¡Ni siquiera deberíamos habernos besado! Por el amor de Dios, estoy escribiendo un artículo sobre tu empresa. Tengo que ser imparcial.

Por no mencionar el hecho de que tenía una regla en contra de las aventuras esporádicas como aquélla; sencillamente, a las mujeres de su familia no les salían bien.

Zac: Créeme -le dijo con gesto serio-, no creo que hayas tenido ningún problema para ser imparcial sobre mí en el pasado.

Ness: No sé qué demonios me ocurre esta noche.

Zac la miró a los ojos.

Zac: Yo te lo diré. Te ha afectado mucho ver a Charles McPerson.

No le gustaba que lo supiera, y no quería hablar de ello. Le dio un ligero empujón con la intención de liberarse de sus brazos, pero lo que consiguió fue hacerle perder el equilibrio y lanzarlo hacia el sofá, arrastrándola consigo. Aterrizaron en el asiento el uno encima del otro. Sus senos contra su pecho, su erección entre sus piernas.

Vanessa se quedó paralizada. Podía sentirlo en cada rincón de su cuerpo y era tan maravilloso. Hacía meses que no se acostaba con nadie y, ni siquiera entonces, había sido nada espectacular. A pesar de su aparentemente sofisticada vida, gran parte de su vida social se limitaba al trabajo.

Y sin embargo allí estaba, con Zac Efron, un rompecorazones, ex piloto de carreras, millonario playboy y miembro de una de las familias más importantes de Boston. Y estaba debajo de ella, en su sofá.

Dios. Levantó la cabeza y se encontró con sus increíbles ojos azules.

Zac: Si querías ponerte arriba, solo tenías que decirlo -le dijo con una malévola sonrisa en los labios y después la besó-.

Resultaba tan fácil responder a sus besos. Además, la gravedad jugaba en su contra. Lo único que tenía que hacer era relajarse, relajarse y dejarse llevar. Era tan fácil.

Zac hacía que todo pareciera muy natural. No era ni brusco ni rápido; sabía cómo moverse, cómo acariciarla. Hasta el punto de que Vanessa apenas se dio cuenta de que su mano había alcanzado sus medias, levantándole la falda hasta llegar al interior de sus muslos y, por fin, a aquel lugar que lo esperaba húmedo y caliente.

Sintió sus dedos, delicados y hábiles, y todos sus músculos se tensaron. No deberían estar haciendo aquello. Pero él provocaba una reacción en su cuerpo que ella era incapaz de frenar. Gimió al tiempo que apretaba las piernas como si quisiera atraparlo allí. Era una sensación tan deliciosa, tan peligrosa y, sí, tan prohibida.

Zac: Déjate llevar, Vanessa -le susurró al oído-. Déjate llevar.

Sí. El sonido grave de su voz fue el último empujón que la impulsó a liberarse... a alcanzar el clímax al que la habían llevado sus dedos, permitiéndole deshacerse de la tensión de la noche y dejándola débil y lánguida.

Dejó salir un suspiro y se sorprendió al notar que tenía lágrimas en los ojos. Apoyó la cabeza en el hueco de su hombro mientras él le acariciaba la espalda sin decir nada.

Le transmitía tanto alivio, tanta... ternura, y eso era lo último que habría esperado sentir con Zac.

Zac: ¿Estás bien? -le dijo con solo un hilo de voz-.

Ness: Sí -respondió en el mismo tono-.

Pero en realidad no se sentía bien, nunca se había sentido tan desorientada. Muchas de las cosas que había dado por sentadas en su vida se habían venido abajo esa noche y ya no habría manera de devolverlas a su lugar.


Durante los siguientes días, Vanessa tuvo mucho tiempo para pensar lo que había estado a punto de pasar en su apartamento el sábado por la noche y lo que, de hecho, había pasado.

Zac había derribado sus defensas y había podido ver lo que había tras ellas. Ya no había marcha atrás y sin embargo, no conseguía enfadarse con él. Ella también había visto algo nuevo de él que rara vez dejaba ver en público. Había sido increíblemente amable y comprensivo al ver el efecto que Charles McPerson tenía en ella.

El problema era que, además de la paz que reinaba ahora entre ellos, había algo más íntimo entre ella y el objeto de su próximo artículo. Había roto la regla número uno del periodismo.

Y no podía olvidar que Zac era un maestro de la seducción, igual que lo había sido Charles McPerson hacía veintiocho años.

No había duda, pensó mientras seguía a Zac por los pasillos de Efron Entreprises, tenía que establecer una norma inquebrantable: nada de besos, nada de caricias y, sobre todo, nada de orgasmos. Solo con recordar el modo en el que había respondido a él el sábado, la invadía un extraño calor.

Tomó notas mientras Zac proseguía con su discurso sobre nanotecnología y muchas otras cosas al tiempo que recorrían la empresa y, de vez en cuando, se detenían a hablar con algún empleado. Todas las conversaciones incluían referencias a biomotores moleculares impulsados por protones, informática cuántica y cosas parecidas.

Por fin, Zac se paró a mirarla.

Zac: ¿Estás entendiéndolo todo?

Ness: Sí -aseguró levantando la mirada de la libreta-.

Zac: Muy bien -echó un vistazo al reloj-. Ya son más de las seis. ¿Te apetece que vayamos a cenar algo?

Vanessa respiró hondo. Tenía que hacerlo.

Ness: Lo siento, pero no puedo.

Zac: ¿Y mañana por la noche?

Negó con la cabeza.

Ya había tenido bastante con seguirlo durante el día mientras intentaba controlar los nervios y el hormigueo que sentía en el estómago siempre que estaba con él. Estando tan cerca de él, al ver la fuerza de sus intensos ojos azules, se daba cuenta de la fuerza de su atractivo. Además, ahora que había disfrutado de su lado más tierno y cariñoso, había perdido su mejor defensa contra él. Y sin embargo, sabía que debía resistir.

Zac: Muy bien, entonces pasado mañana.

Volvió a respirar hondo.

Ness: Zac, no... no podemos. No estaría bien. Estoy aquí para escribir un artículo sobre tu empresa y no puedo ponerlo en peligro. Te agradezco mucho que estuvieras ahí cuando necesité ayuda durante la fiesta del sábado, pero lo que pasó después...

Zac: ¿No debería haber pasado?

Ness: Exacto.

Resultaba tan difícil, sobre todo teniendo en cuenta que lo deseaba como una loca y que sabía que estaba loca por desearlo.

Se tomó su tiempo para responder.

Zac: Debes saber que no me rindo fácilmente. El sábado por la noche surgió algo entre nosotros y, no sé tú, pero yo me inclino por seguir explorando hasta averiguar qué es.

Aquellas palabras la emocionaron a pesar de sí misma y de la vocecita que la advertía del peligro.

Ness: Prometiste que me ayudarías con el artículo.

Zac: Sí -sonrió con gesto travieso al tiempo que se inclinaba hacia ella-, pero no te prometí que no fuera a intentar seducirte.

De pronto se sintió como si la hubieran atrapado. Por lo que había podido comprobar, Zac era un maestro en el arte de la seducción y ella era débil. Muy débil.

Zac: Cuánto tiempo te queda todavía para terminar la investigación?

Ness: Dos semanas.

Zac: Muy bien. Aprovecha esas dos semanas, pero después, preciosa... -le lanzó una mirada con la que habría podido derretir los polos-... prepárate porque, después de esas dos semanas, tú serás mi objetivo.

Debería haberle dicho que podía perseguirla cuanto quisiera, pero que ella no tenía la menor intención de rendirse, pero las palabras no querían salir. Era débil. Lo único que pudo decir fue:

Ness: Pero la gente creerá que estábamos juntos mientras yo escribía el artículo, por mucho que lo neguemos. Lo estropeará todo.

Dio un paso hacia ella y puso ambas manos en la pared que había a la espalda de Vanessa, de manera que la dejó atrapada entre sus brazos. Afortunadamente, ya era tarde y la mayoría de los empleados ya se habían marchado.

Zac: Deja que la gente piense lo que quiera -dijo, mirándola a los ojos-. Yo hace ya mucho tiempo que me acostumbré a hacer caso omiso de lo que dicen los demás.

Ness: Pero...

Se inclinó a darle un rápido beso.

Zac: Pero nada. ¿Vas a negar que te sientes atraída por mí?

Desgraciadamente, no podía negarlo. Y, si de ella dependía que no acabaran en la cama, tenían un gran problema.


A medida que pasaban los días, Zac intensificaba sus intentos de seducir a Vanessa. Una noche la convenció para que cenara con él. Dos días después, de nuevo en Efron Enterprises, insistió en ir a tomar una copa después del trabajo. Fue diabólicamente persistente, pero como había hecho una promesa, no intentó nada... a pesar del enorme esfuerzo que le costó. Ahora que la había probado, deseaba más.

Sí, era periodista de cotilleo y él a menudo era el blanco de esos cotilleos. Pero también era una morena guapísima y él era débil. Muy débil.

Y no era solo eso, lo cierto era que le gustaba el reto que ella suponía. A veces había llegado a preocuparle perder alguna neurona cada vez que mantenía una conversación con Huffy, Fluffy, Buffy o cualquiera de las otras mujeres con las que solía salir. Recordaba el comentario que había hecho Vanessa en la fiesta de lanzamiento del libro sobre su gusto en mujeres, y ahora estaba en condiciones de admitir que sus palabras habían tenido una buena dosis de verdad.

Pero siguió siendo paciente con ella. Desde la noche de la fiesta en la que se habían encontrado con Charles McPerson, sabía que lo más importante para relacionarse con Vanessa era ganarse su confianza. Ahora que conocía su verdadera relación con su padre biológico, comprendía el efecto que habría tenido aquel abandono en su visión de los hombres, especialmente de aquéllos que se parecían a él.

Así que prosiguió con la conquista sin vacilar pero sin prisas. El sábado por la tarde, consiguió que lo acompañara a un circuito de carreras al que a menudo iba a conducir solo por diversión. Vanessa había intentado poner objeciones, pero él había argumentado que dicha visita le daría una visión más completa de Zac Efron, el gurú de los ordenadores. Finalmente no le había quedado más remedio que aceptar, pero lo había hecho por motivos laborales.

Zac había ocultado la satisfacción de saber que lo acompañaría. Aunque solo fuera por eso, al menos así podría tenerla cerca y se aseguraría de que ningún otro se acercaba a ella pues no pensaba permitir que otro hombre se aprovechara de su disponibilidad.

Ness: ¿Así que vienes aquí de vez en cuando para no perder la práctica? -le preguntó, ya en el circuito-.

Zac: Sí, pero no solo para eso; es una buena manera de descargar tensiones. Me ayuda a concentrarme en otra cosa -no esperaba que comprendiese su amor por los coches de carreras. Y sin embargo le dijo-: ¿Quieres ver lo que se siente?

Ness: ¿Cómo? Yo pensé que estos coches eran solo para una persona.

Zac: Hay algunos stock-cars con dos plazas para los instructores.

Los stock-cars por fuera eran prácticamente como los coches normales.

Ness: No sabía que corrieras stock-cars -dijo con curiosidad-.

Zac se encogió de hombros y sonrió.

Zac: A veces los pruebo en este circuito. Me gusta la variedad -añadió, metiéndose las manos en los bolsillos-. Bueno, ¿te atreves?

Lo miró unos segundos antes de decir.

Ness: Claro, ¿por qué no?

Zac: ¿En serio?

No pudo ocultar su sorpresa.

Ness: Esperabas que dijera que no -comentó con tristeza-.

Vaya, vaya. Parecía que su querida periodista, por cierto -¿desde cuándo era su querida periodista?- no tenía miedo a los desafíos. Zac se dio cuenta de que eso era algo que también le gustaba de ella.

Unos minutos después, se echó a reír al verla con el casco.

Ness: ¿Cómo estoy para un desfile? -preguntó riendo también-.

Zac: ¿Qué dirías si te dijera que muy sexy?

Se hizo un intenso silencio preñado de deseo reprimido.

Ness: Seguro que el coche ya está listo -dijo rompiendo el momento-.

Aquello era grave. ¿Desde cuándo le parecía sexy una mujer con casco?

Zac: Es tu última oportunidad de echarte atrás -le dijo cuando se disponían a subirse al coche-. Nadie te dirá nada si prefieres informar desde las gradas.

Ness: De eso nada.

Zac: Si me lo suplicas, pararé -le dijo bromeando-.

Ness: No creo que eso ocurra.

Zac: Bueno, de todos modos siempre soy muy suave en la primera vez... que alguien se sube a un coche de carreras.

Sin dejar de reír, Vanessa se ajustó el casco y se preparó para la aventura.

La experiencia fue como siempre era para él; lo mejor del mundo después del sexo. Puso el coche a más de doscientos kilómetros por hora y estaba tan concentrado en el asfalto y en controlar el coche, que todo lo demás desapareció a su alrededor. No fue hasta quince minutos después que miró a Vanessa. No sabía muy bien lo que había esperado ver en su rostro, pero desde luego no era la enorme sonrisa con la que lo saludó al detener el coche. Parecía entusiasmada.

Ness: ¡Es increíble! -exclamó, todavía con el casco en la mano-.

No dejaba de sonreír. Ni una sola de las mujeres con las que había salido había mostrado el menor interés en los coches y menos aún en montar en uno. Solo ponerse el casco les habría estropeado el peinado, pero parecía que Vanessa estaba hecha de otra pasta.

Zac: ¿Estás segura de que no eres adicta a la velocidad? -bromeó-.

Ella levantó una ceja.

Ness: Ah, ¿no te lo había dicho? Me encanta la montaña rusa. Supongo que es de las pocas cosas que olvidó contarte Alyson.

Aquella sonrisa iba a acabar con él. Era un tremendo esfuerzo mantener las manos lejos de ella. Quería hacerle el amor una y otra vez y hacerla suya.

Era una locura sentir tal excitación solo porque le gustase la velocidad, pero así era.

Afortunadamente, sabía que los días de las duchas frías estaban contados. Pronto acabaría la semana y media que quedaba y Vanessa anunciaría que disponía de información suficiente para escribir su artículo.


Zac: ¿De verdad? -dijo con toda la normalidad que pudo el día que Vanessa le dijo que ya no volvería a visitar Efron Enterprises-.

Ness: Sí -confirmó-. El artículo saldrá en la edición del jueves. Quiero darte las gracias por tu cooperación.

Por el modo en el que había dicho esas últimas palabras, Zac no pudo evitar mirarla a los labios. Quería besarla. Inmediatamente. Había sido muy paciente, pero su autocontrol empezaba a flaquear.

Zac: No te preocupes -murmuró con la mente en otra parte-.

Vanessa cambió de postura, de repente parecía nerviosa.

Ness: Todo el mundo ha sido muy amable.

Zac: Espero que tengas información suficiente sobre la nanotecnología y su aplicación.

Ella asintió.

Ness: La bastante como para saber que estáis a punto de crear algo muy importante.

Él asintió.

Zac: Sí, será magnífico cuando por fin podamos lanzar un superordenador portátil. -Sabía que la conversación comenzaba a rozar la estupidez, pero ninguno de los dos parecía poder dejar de hablar. De pronto se le ocurrió una magnífica idea-. ¿Sabes? El equipo de desarrollo acaba de lanzar un nuevo PDA y la empresa los ha premiado con un viaje a las Islas Caimán para celebrar la salida al mercado -al ver que levantaba las cejas, Zac sonrió-. Sí, tratamos muy bien a nuestros empleados. No nos queda más remedio, hay mucha competencia y no queremos perderlos.

Ness: Ya -murmuró, seguramente se preguntaba adonde quería llegar-.

Zac: Deberías venir con nosotros. Será un buen final para tu historia y, quién sabe, quizá obtengas material para otro artículo.

No tenía que añadir lo que ambos sabían: ahora que el artículo estaba casi listo para ser publicado, había acabado la espera y ella se había convertido en el objetivo de Zac. Si lo acompañaba a las Islas Caimán, lo normal era que acabaran acostándose juntos.

Ness: No sé...

Zac: Puedes estar segura de que no va contra ninguna ética profesional -siguió engatusándola-. Hemos reservado billetes de sobra. -No parecía muy segura, así que cambió de táctica-. He reservado una suite en el hotel. Tiene dos dormitorios y dos baños.

No hacía falta que dijera lo más obvio: no la presionaría para que se acostara con él, pero si se presentaba la oportunidad...

Ness: Viajas a todo lujo, ¿no?

Zac se encogió de hombros y admitió:

Zac: Es una de las ventajas de mi trabajo.

Hizo una nueva pausa.

Ness: Está bien.

Al mirarla a la cara, a aquellos profundos y enormes ojos castaños, supo que detrás de esas dos palabras había un millón de posibilidades y tenía la intención de explorar todas y cada una de ellas.




Seguro que pasa de todo en ese viaje...

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sábado, 17 de octubre de 2015

Capítulo 6


No había lugar donde esconderse. Y lo había buscado a conciencia. Una fiesta celebrada en una enorme carpa blanca no proporcionaba ningún escondrijo para que una mujer huyera de un destino peor que la muerte. Particularmente una mujer con un top de lentejuelas sin mangas, una falda negra de tubo y unos tacones de más de cinco centímetros. Tendría que hacerle una sugerencia a la fundación que organizaba el evento para evitar futuros conflictos.

La velada había comenzado de manera inocente. Zac había pasado a buscarla con un aspecto más sexy que nunca. Al verlo con aquel impecable esmoquin se le había acelerado el pulso, una sensación a la que empezaba a acostumbrarse. Había decidido admitir ante sí misma que sí, lo encontraba muy atractivo, ¿quién no lo haría? Pero era lo bastante lista para saber que no era buena idea dejarse llevar por dicha atracción, dejando a un lado los recientes besos.

En cuanto habían llegado a la gala benéfica, Zac había cumplido su promesa de presentarla al alcalde como una periodista del Boston Sentinel que estaba reuniendo material para escribir un artículo sobre Efron Enterprises. Afortunadamente, el alcalde no relacionó su cara con la columna de Según los Rumores. Y Zac no se había equivocado, gracias a su presentación, el alcalde se había mostrado muy amable y accesible con ella.

Pero, por desgracia, después de la breve conversación, la velada había cambiado radicalmente. De estar jugando con simpáticos delfines había pasado a nadar entre tiburones.

Primero se había encontrado con Fluffy, que la había hecho prometer que la mencionaría en la columna del lunes. Después, Buffy la Caza Hombres había abordado a Zac. Evidentemente, se había tomado a pecho la insinuación del artículo de Vanessa y había decidido incluir a Zac entre su lista de conquistas.

Vanessa dio gracias de que al menos Huffy no estuviera presente. Por lo que había oído decir, seguía en Europa, haciéndose un hueco en las revistas de cotilleo del viejo continente gracias a un conde alemán.

No pudo evitar preguntarse qué tal le sentaría a Zac la noticia. Le echó un vistazo y lo encontró con gesto irritado al otro lado de la sala, donde Serena Lawson parecía estar castigándolo sin piedad.

En otras circunstancias, quizá hubiera sentido lástima por él. Pero en aquel momento ya tenía suficiente con hacer frente a sus propios problemas.

Porque, justo cuando empezaba a recuperar la respiración, se dio media vuelta y vio a Charles McPerson IV. Por un instante, se había quedado paralizada, pero después se había concentrado en la ardua y, por el momento, infructuosa tarea de buscar un lugar en el que esconderse.

Sabía que Charles McPerson y su esposa no podrían reconocerla, pero de todos modos, no tenía el menor interés en encontrarse con ellos frente a frente. Precisamente allí.

Aceptando las carencias de la carpa, decidió buscar una salida. Necesitaba un momento de tranquilidad para recuperar las fuerzas. Cuando se encaminaba al exterior, vio a los hermanos de Zac acompañados de sus respectivas parejas y se maldijo a sí misma por su mala suerte.

Estaba atrapada, no le quedaba otra alternativa que dar un giro de ciento ochenta grados y buscar al menos una planta en la que camuflarse.

Entonces se dio cuenta de que Zac había conseguido escaparse de las garras de Serena y se dirigía hacia ella. Sus hermanos, con Miley Efron a la cabeza, se aproximaban desde otro punto de la carpa. Y Charles McPerson y su mujer iban hacia todos ellos. Intentó esbozar una sonrisa. Era lo menos que podía hacer en el momento en el que el universo entero parecía haberse confabulado en su contra.

Miley: ¡Zac!

Zac: ¡Miley!

Miley: ¡Vanessa!

«¡Socorro!» pensó Vanessa.

Miley: Vaya, qué sorpresa tan agradable. No sabíamos que estarías aquí, Zac.

Y miró al guapísimo hombre que la acompañaba en busca de confirmación. Vanessa conocía a William Hemsworth de vista. Se rumoreaba que había estado enamorado de Miley durante años hasta que por fin habían empezado a salir juntos y finalmente se habían casado.

Junto a William, había un hombre alto y de pelo claro que parecía recién salido de una revista para mujeres y al que Vanessa identificó como Mike, el hermano mayor de Zac. Detrás de ellos, Alex y su mujer, Brittany, a quien Vanessa conocía de otros actos sociales que había cubierto para el Sentinel, se habían entretenido con otros invitados.

Zac: Hasta hace muy poco, yo tampoco estaba seguro de venir -explicó-.

Miley miró a su hermano y luego a Vanessa, fijándose especialmente en el brazo que él le había pasado por la cintura para conducirla hacía otro lugar. No podía culpar a Miley de no entender nada. Después de todo, hasta hacía solo unos días, Zac había creído que el único propósito de Vanessa era el de amargarle la vida.

Zac: Miley, William, Mike, ésta es Vanessa.

Miley fue la primera en reaccionar.

Miley: Vanessa y yo ya nos conocemos -diciendo eso, miró a su hermano-. Pero me sorprende que haya venido contigo.

Vanessa sintió una cálida sensación, hasta que habló Zac.

Zac: Supongo que no sabes que me acompaña porque esta escribiendo un artículo sobre Efron Enterprises para el Boston Sentinel.

Miley enarcó las cejas y, aunque era evidente que estaban haciendo un esfuerzo para no hacer ningún comentario, Mike y William los miraban con gesto divertido. Miley abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera hablar, una voz hizo que todos se dieran la vuelta.

Era Charles McPerson, que hasta ese momento había permanecido en silencio.

Charles: Zac y Mike Efron -dijo acercándose tendiéndoles la mano y sonriendo demasiado para resultar sincero-. ¡Cuánto tiempo!

La audacia de Charles McPerson era extraordinaria, sobre todo teniendo en cuenta que, efectivamente, debía de hacer bastante tiempo puesto que él había pasado treinta y seis meses en prisión por evasión de impuestos y apropiación indebida de fondos.

Zac: Charles -lo saludó aceptando su mano a regañadientes, o al menos eso le pareció a Vanessa-. Sí, hace bastante tiempo.

Charles: Demasiado -dijo jovialmente antes de volverse a saludar a los otros dos Efron y presentarles a su esposa, Mandy-.

Miley se comportó con frialdad, y no era de extrañar, pensó Vanessa. Como ayudante del fiscal del distrito, recientemente había sido víctima de acoso por parte de un acosador, hasta que William había guiado a la policía hasta el culpable. Pero era lógico que no disfrutara estando en presencia de un delincuente, fuera del tipo que fuera.

Cuando Zac la presentó a los McPerson, Vanessa intentó parecer tranquila, pero no pudo evitar que su mano estuviera fría y húmeda al saludar a Charles McPerson. Su padre biológico.

Lo miró a aquellos ojos cafés... oscuros y fríos como un cielo de invierno y no pudo creer que aquel hombre fuera el responsable de su existencia. De manera completamente inconsciente, su mente se puso a buscar parecidos, temiendo encontrar alguno.

Con el rabillo del ojo, vio que Zac la miraba de un modo extraño. Fue entonces cuando se dio cuenta de que seguía agarrando la mano de Charles McPerson.

Ness: Encantada -murmuró azorada al tiempo que retiraba la mano rápidamente-.

No habría sabido decir de qué trataba la conversación que mantuvieron a su alrededor; oía voces pero no entendía nada. Lo único que sabía era que Charles trataba de congraciarse con los Efron, seguramente con la idea de recuperar contactos comerciales, y que los Efron reaccionaban con diferentes grados de indiferencia. Aparentemente, nadie se dio cuenta de lo incómoda que se sentía Vanessa. Nadie excepto Zac, que seguía mirándola de vez en cuando, como si tratara de comprender qué le pasaba.

En algún momento de la conversación, oyó que Zac decía:

Zac: Disculpadnos.

Entonces, sin esperar respuesta, la condujo hasta la pista de baile, la estrechó en sus brazos y comenzó a moverse al ritmo de una suave melodía.

Zac: ¿A qué ha venido eso? -le preguntó por fin, hablándose casi al oído-.

Ness: ¿El qué?

Zac: Esa imitación que has hecho de Medusa cuando te he presentado a Charles McPerson, creí que ibas a convertirlo en piedra.

Ness: No seas tonto. Si he reaccionado de un modo extraño, es solo porque ese tipo es un delincuente y un sinvergüenza -al ver su gesto de sorpresa, trató de respaldar sus motivos-. Tu hermana ha reaccionado de un modo parecido.

Zac: Sí, pero es que ella se dedica a ser el azote de los delincuentes; mientras que tú tratas de sacar información de quien sea.

Ness: No si se trata de Charles McPerson -aseguró rotundamente-. ¿Y desde cuándo eres amigo de ex delincuentes?

Zac: Oye, oye -le dijo en tono tranquilizador-. Yo no he dicho que me guste ese tipo, pero no iba a hacer una escena en medio de una gala benéfica. Además, ha pagado su deuda con la sociedad cumpliendo una condena de cárcel.

Vanessa apartó la mirada.

Ness: Quizá le queden otras deudas pendientes.

Zac: ¿Qué?

Ness: Déjalo -dijo al darse cuenta de que había hablado en voz alta-. No quiero hablar de ello.

Lo último que deseaba era darle a Zac Efron más información personal sobre sí misma.

Parecía dispuesto a protestar, pero al final se limitó a asentir y siguieron bailando en silencio. Y, a pesar de la perturbación que había supuesto la presencia de Charles McPerson, lo cierto era que ahora sentía una especie de electricidad con solo estar cerca de Zac, un hormigueo le recorría el bajo vientre...

Cuando acabó la canción, abandonaron la pista de baile.

Zac: Volvamos a Charles McPerson -insistió-.

Vanessa tardó varios segundos en centrarse en lo que había oído, pues seguía inmersa en la agradable sensación de haber estado entre sus brazos.

Ness: No hay nada que decir. Simplemente me parece que es una pena que haber estado en la cárcel ya no suponga una deshonra social.

Zac: Quizá eso dependa de cada persona.

Ness: Puede ser.

Justo entonces se dio cuenta de que los McPerson estaban en su camino; si seguían andando en la misma dirección, se verían obligados a hablar con ellos de nuevo, que parecía ser lo que Charles buscaba.

Se detuvo en seco y agarró a Zac del brazo. Él la miró sin entender, pero entonces miró al frente y vio a los McPerson.

Volvió a mirarla y le murmuró.

Zac: Está bien. ¿Vas a contarme de una vez qué es lo que te pasa con Charles McPerson?

Vanessa asintió con gesto derrotado.

Ness: Pero primero sácame de aquí -su voz le sonó frágil hasta a sus propios oídos-.

En una rápida maniobra, Zac fingió ver a alguien conocido en el otro extremo de la carpa y tiró de ella hasta llegar al exterior, donde Vanessa por fin respiró hondo.

Zac: ¿Estás bien? -le preguntó con una preocupación que la sorprendió-. Estás muy pálida.

Ness: Sí... estoy bien -volvió a tomar aire antes de decir apresuradamente-: Charles McPerson es mi padre biológico, pero él no lo sabe.

Zac: Vaya, parece que tú también tienes secretos.

Ness: A veces me gustaría no tenerlos.

Zac: ¿Y entonces por qué los guardas?

Ness: No es fácil decir que un cuarto de mi sangre es cubana, otro cuarto inglesa y la mitad es de procedencia vergonzosa.

Zac: Pero el sinvergüenza es él, no tú -dijo con convicción-.

Vanessa estaba a punto de echarse a llorar y no podía dejar de pensar qué demonios le había pasado para revelar uno de sus más ocultos secretos. ¡Y se lo había dicho a Zac, ni más ni menos! Ahora lo único que tendría que hacer sería mencionar tan jugosa información a Serena Lawson y entonces ella estaría lista para arder en la hoguera a la vista de todos.

Como si pudiera leer sus pensamientos, Zac le dijo:

Zac: No te preocupes, no se lo diré a nadie, y desde luego no se lo diré a Serena Lawson -hizo una pausa y miró a su alrededor-. Vámonos de aquí, te llevaré a casa.

Ness: Hace solo un rato que llegamos.

Zac: No estás en condiciones de volver ahí dentro y enfrentarte a Charles y compañía -le dijo, agarrándola del brazo-. Por no hablar de Buffy la Caza Hombres, a quien, para que conste, yo tampoco quiero ver. Vamos.

Ness: Gracias.

Se sintió aliviada de alejarse de allí y sorprendida de lo comprensivo que se mostraba Zac. Lo miró un segundo. Tenía el ceño fruncido y parecía peligroso y, sin embargo, en ese momento, se dio cuenta de que le gustaba más que nunca.


Zac encendió la luz del apartamento de Vanessa.

Vaya nochecita. Primero había sido abordado por Buffy, después Serena Lawson lo había bombardeado a preguntas sobre la verdadera naturaleza de su relación con Vanessa pues sospechaba que entre ellos había algo más de lo que querían aparentar. Finalmente había conseguido librarse de ella dándole una mala contestación.

Y, para colmo, jamás habría imaginado que Vanessa fuera hija biológica de Charles McPerson. No era de extrañar que se mostrara tan reticente con los hombres; sobre todo con los ricos y privilegiados, un grupo en el que lo había incluido a él.

¿Qué había tratado de decirle su hermana antes de que Vanessa la interrumpiera? Algo así como que la aversión que Vanessa sentía por él no era personal. Ahora comprendía por qué. Su aversión era hacia todos los hombres que tuvieran algún tipo de similitud con Charles McPerson.

Pero el problema lo tenía él porque había estado comprobando todos los síntomas y, sin lugar a dudas, sufría un caso grave de atracción por Vanessa.

Estaba de espaldas a él y se sostenía el cabello en la nuca con una mano. En los breves instantes que mantuvo dicha posición, Zac trató de embeberse de tan deliciosa visión antes de que volviera a dejar caer sobre su espalda desnuda la cortina negra de su cabello.

Zac se aclaró la garganta y ella se volvió a mirarlo.

Ness: Lo siento, estoy siendo muy descortés -murmuró-.

Zac: Solo iba a preguntarte si te apetecía algo; una copa de vino, un café.

«Yo».

Aplacó el deseo sexual que acompañaba ese último pensamiento.

Ness: Qué cambio de papeles -comentó forzando una sonrisa-. Debería ser yo la que te ofreciera algo a ti.

Zac continuó mirándola sin decir nada. Era un placer observarla; sus hombros resaltados por el top que llevaba anudado al cuello, sus pechos redondos y firmes y sus caderas marcadas bajo la larga falda.

Fue ella la que rompió tan intenso silencio.

Ness: Voy a preparar un par de copas, ¿qué te parece?

Zac: Muy bien.

Debería haberse echado hacia atrás, pero dejó que ella lo rozara al pasar junto a él camino a la cocina. Y el efecto fue como una descarga eléctrica, al menos para él. ¿Había imaginado el estremecimiento de su cuerpo?

Hundió las manos en los bolsillos del pantalón para no agarrarla y besarla apasionadamente, pero siguió observándola mientras servía dos whiskys con hielo.

Ness: Aquí tienes -le dijo sin mirarlo siquiera-.

¿Acaso le daba miedo mirarlo, e incluso tocarlo?

Con la copa en la mano, Zac volvió al salón y tomó un trago. Sintió cómo el licor le quemaba la garganta y se aflojó la corbata con una mano antes de pasársela por el pelo. Más que oírla, sintió cuándo ella volvió al salón. Se acercó a él con su estilo a lo Grace Kelly y sus tacones de aguja golpeando el suelo de madera del modo más tentador.

Ness: Salud -dijo levantando su copa hacia él-.

Zac: Te gusta el peligro, ¿no? -le preguntó con una sonrisa en los labios-.

Ness: Tú eres el experto en vivir peligrosamente.

Dio otro trago sin apartar la mirada de ella.

Zac: Si viviera peligrosamente, no estaría aquí de pie ni tú estarías ahí.

Vanessa sonrió y en sus ojos apareció un brillo especial.

Ness: Pero solo estoy a unos centímetros.

Zac: Es cierto -parecía que esa noche había decidido enfrentarse a todos los hombres de mala fama de su vida: su padre biológico y él-. Vayamos al fondo de la cuestión. Encontrarte con Charles McPerson te ha afectado mucho.

Vanessa se humedeció la lengua con los labios, obligando a Zac a hacer un verdadero esfuerzo por no perder el hilo de la conversación.

Ness: Qué aburrido. ¿No podemos hablar de otra cosa? -sugirió al tiempo que se sentaba en el sofá y cruzaba las piernas antes de dar unas palmaditas en el asiento para que él se sentara a su lado-. No sé cómo conseguiste esa fama de seductor utilizando temas de conversación tan poco atrayentes como padres haraganes y ex convictos.

Sintió la tentación de demostrarle cómo había conseguido dicha fama de seductor, pero el modo en el que estaba actuando habría podido superar incluso a Buffy la Caza Hombres. Ahora era ella la que jugaba a seducir, sin saber lo bien que le quedaba el papel con el que trataba de seducirlo a él, el gran seductor.

Zac: Cuéntame cómo cayó tu madre bajo el hechizo de Charles McPerson.

Vanessa arrugó la nariz y dio un trago a su copa. El brillo no había desaparecido de sus ojos.

Ness: Es una tragedia en tres actos y a mí me gustan más las comedias, ¿a ti no?

Zac: ¿Cómo empieza el primer acto?

Respiró hondo antes de continuar.

Ness: Con una joven procedente de una familia muy unida que se va a estudiar a la universidad gracias a una beca.

Zac: ¿Tu madre?

Ness: Sí. Consigue un trabajo de verano en una empresa de servicios financieros que le aportará algún dinero y la ayudará a pagar las matrículas universitarias. Pero uno de los socios le toma simpatía.

Zac: Charles.

Ness: Sí. Un engatusador peligroso ya cuando era joven.

Zac: Así que la empleada de verano acaba quedándose embarazada de dicho socio -dedujo-.

Ness: Eso sería el segundo acto y, como eres tan listo, seguro que sabes también lo que ocurre en el tercer acto.

Zac: El socio se niega a hacerse responsable de nada -dijo rotundamente-.

Ness: Exacto -confirmó con la misma dureza-. Resulta que Charles estaba a punto de anunciar su compromiso con la hija de un importante financiero, cosa que le vendría muy bien para lanzar su carrera.

Zac: ¿Y qué pasó con tu madre?

Ness: Al principio tuvo miedo de contárselo a su familia. ¿Quién iba a creerla? Charles la había convencido de mantener en secreto la relación para no escandalizar a nadie en la oficina. Así que dejó la universidad durante un tiempo y tuvo al bebé. Pero después, con la ayuda de su familia, acabó la licenciatura.

Zac: ¿Y tu hermana?

Ness: Eso es el epílogo feliz de la historia -dijo dando otro trago a la copa-. Varios años después, la mujer conoce a su alma gemela. Se enamoran y se casan. Él adopta a la niña y, más tarde, tienen una hija juntos.

Zac: Comprendido. Excepto por un pequeño detalle.

Ness: ¿De qué se trata?

Zac: Yo no soy Charles -dijo muy despacio-.

Ness: Yo nunca he dicho que lo fueras.

Zac: Pero actúas como si creyeras que lo soy.

Vanessa descruzó las piernas y se puso en pie, volviéndose a colocar la armadura.

Ness: Ya tengo bastante psicología barata con Alyson.

Pero no iba a dejarla escapar.

Zac: Entonces lo entendí todo mal, ¿verdad?

Ness: ¿El qué?

Negó con la cabeza y dejó la copa sobre la mesa.

Zac: No era la cabeza de turco de tus artículos porque, en secreto, te sientes atraída por los playboys. En realidad es todo lo contrario, los seductores ricos te recuerdan a tu padre y quieres hacerlos pagar a todos ellos.

Ness: Puedes creer lo que quieras, pero no me conoces.

Zac dio varios pasos hacia ella.

Zac: Es una lástima -murmuró con los ojos clavados en su rostro-. Habría preferido la historia de tu atracción secreta por los playboys.

Vanessa levantó las manos en un gesto de exasperación, pero él le tomó la cara entre las manos.

Ness: ¿Qué haces? -dijo casi sin aliento-.

Zac: Ponerte a prueba.

Ness: ¿Pa... para qué?

Zac: Para que demuestres que, a diferencia de tu madre, tú no te dejas engañar y seducir por un sinvergüenza.

La miró a los ojos y después la besó.




No nos engañemos, porque sí que se deja seducir por un sinvergüenza XD
Desde el primer día XD

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