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jueves, 8 de octubre de 2015

Capítulo 3


Ya en el despacho de Zac, Vanessa no podía quitarse del cuerpo la sensación de que aquello no era buena idea. Nada buena. No deberían hablar el uno con el otro, ni siquiera deberían estar en la misma habitación.

Zac la invitó a sentarse.

Ness: No, gracias.

Zac: Como quieras -se apoyó en la mesa y cruzó los brazos sobre el pecho-.

Vanessa miró a su alrededor; todo el despacho era negro, cromo y cristal, dos enormes ventanales ofrecían una impresionante vista de las colinas cercanas. El pequeño cubículo en el que ella trabajaba habría cabido en el espacio que había tras aquella mesa.

Aunque le pesara, tenía que admitir que, fuese como fuese, lo cierto era que Zac parecía tener un enorme éxito.

Zac: ¿Qué demonios estás haciendo aquí? -le preguntó de pronto, obligándola a concentrarse en él-.

Ness: He venido a sustituir a un reportero -explicó, consciente del escrutinio al que la estaba sometiendo-.

De pronto tenía la sensación de que la falda que llevaba era demasiado corta, el suéter demasiado ajustado y los tacones demasiado altos. Maldito fuera aquel hombre.

Zac enarcó una ceja.

Zac: ¿Desde cuándo los columnistas de cotilleos se encargan de sustituir a los periodistas de negocios?

A punto estuvo de decirle que no era asunto suyo, pero entonces recordó que estaba frente a una magnífica oportunidad de hacer todas las preguntas que deseara sobre la adquisición de Avanti. Para ello solo tenía que comportarse con un poco de amabilidad.

Ness: Llevo algún tiempo tratando de cubrir las noticias de economía para el Sentinel -se limitó a responder-.

Zac: ¿Quieres escribir algo que no sean salados rumores? -preguntó ostensiblemente sorprendido-.

Tenía que controlar sus nervios.

Ness: Será mejor que no hablemos de eso, ¿no te parece? Creo que ya te he explicado que me limito a hacer mi trabajo lo mejor que puedo, pero ahora me gustaría empezar a hacer eso para lo que estudié periodismo.

Zac: ¿Y qué es?

Ness: Informar sobre negocios y economía -dijo escuetamente-. ¿Vas a decirme ya de qué querías que hablásemos?

Zac la observó durante unos segundos, sus ojos azules totalmente inescrutables.

Zac: Quiero que acordemos un alto el fuego -respondió por fin-.

Ness: ¿Qué? -esa vez era ella la sorprendida-.

Zac: Ya me has oído.

Ness: Claro. Ahora que te has vengado, quieres una tregua. Después de todo, Serena Lawson ha anunciado a los cuatro vientos que nos hemos reconciliado.

Zac: Sí, pero lo cierto es que tú has puesto tu granito de arena.

Vanessa lo miró algo molesta. ¿Cómo se atrevía a estar ahí, tan sexy y tan increíblemente guapo, provocando en ella una reacción nada deseada pero perfectamente natural? Siguió mirándolo mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.

Ness: Sé que voy a arrepentirme de preguntártelo pero, ¿cómo he puesto yo mi granito de arena?

Zac: Ayer avisé a ese fotógrafo del Boston World para que me fotografiara saliendo del Sentinel con aspecto arrepentido después de intentar arreglar las cosas contigo.

Ness: Debería haber imaginado que ese tipo no podía estar allí por casualidad.

Zac: Lo que yo no esperaba era que insistieras en acompañarme hasta la calle...

Ness: Y así te ofrecí a ti y al fotógrafo una imagen mucho mejor de la que esperabais -completó la frase-.

Zac: Bueno, ¿entonces estás dispuesta a firmar una tregua?

Ness: ¿Qué clase de tregua? -preguntó desconfiada-.

Él se encogió de hombros con total despreocupación y se levantó del escritorio, obligándola a ponerse muy recta para no dejarse intimidar por su más de metro setenta de altura. Pero no era solo su estatura lo que la hacía sentirse en desventaja, era la fuerza que desprendía su simple presencia.

Zac: Podríamos ayudarnos mutuamente.

Ness: Ah, ¿sí? -prefirió seguir enfrentándose a él dialécticamente y no pararse a pensar que estaba sola con él en su despacho-. No sé qué clase de ayuda podrías prestarme aparte de dejar de sabotearme.

Zac: ¿Sabotearte? ¿No te parece que eso es demasiado fuerte?

Ness: No si es eso exactamente lo que has estado haciendo.

Cuando se ponía amable resultaba aún más peligroso que cuando se enfadaba. Prefirió no pensar tampoco en eso.

Zac: Acabas de decirme que quieres dedicarte a las noticias de negocios.

Ness: ¿Y?

Se preguntaba adonde quería llegar.

Zac: Yo podría darte una historia que te ayudaría a conseguir lo que quieres.

Ness: ¿Qué historia?

Zac: Una exclusiva sobre Efron Enterprises, te garantizaría el acceso a la empresa sin restricciones.

Ness: ¿A cambio de qué?

Zac: De que me ayudes a arreglar mi imagen pública.

Ness: Eso es imposible.

Zac se echó a reír al oír su rápida respuesta.

Zac: Me halagas, aunque es un extraño cumplido.

Ness: De cualquier modo, creo que sobrestimas mi poder sobre la opinión pública.

Zac: No lo creo. Tú estropeaste mi reputación, así que también podrás arreglarla.

Ness: ¿Cómo?

Zac: Dejándote ver conmigo fingiendo que nos llevamos bien.

Ness: No soy tan buena actriz.

Zac: Haz lo que puedas. Tampoco quiero una actuación magistral.

Era una idea ridícula, atroz. Entonces, ¿por qué se sentía tentada a aceptar? Porque le ofrecía un señuelo irresistible. Maldito fuera. Vanessa haría cualquier cosa para entrar en la sección de negocios del periódico.

Zac: ¿Y bien?

Ness: No puedo. No me lo permite mi ética como periodista. No sé si sabrás lo que es eso.

Zac: ¿No te parece que es un poco tarde para empezar a preocuparte por eso? -se burló-.

Ness: Dile eso a mi jefe cuando me despida -replicó sin dejarse intimidar-.

Volvió a encogerse de hombros.

Zac: ¿Y qué podrías hacer que no fuera contra su ética?

Ness: Nada que huela tanto a que intentas comprarme.

Zac: Te he dicho que tendrías libre acceso a Efron Enterprises. Podrías hablar con nuestros empleados, incluso yo hablaría contigo. Podrías seguirme y ver el día a día de mi trabajo. Yo no pondré impedimento alguno si quieres escribir algo desfavorable sobre mí; lo único que te pediría es que se tratara de algo equilibrado. -Vanessa siguió mirándolo sin estar convencida-. Está bien -dijo después de un suspiro-. No tienes que fingir llevarte bien conmigo; si eso te provoca problemas de conciencia, actúa con naturalidad.

Ness: Gracias.

Zac: Y en cuanto a tu columna, el trabajo en Efron Enterprises será la excusa perfecta. Solo tendrás que decirle a Edward que no puedes escribir sobre mí en Según los Rumores mientras estés realizando una investigación exhaustiva de mi empresa porque quieres evitar conflictos. Y, si eso lo preocupa, sugiérele que te busque un sustituto temporal; así, cuando te trasladen a la sección de negocios, ya tendrá a alguien que siga escribiendo tu columna.

El plan parecía muy razonable... y muy atrayente. Pero seguía habiendo un problema.

Ness: ¿Y qué hay de Serena?

Zac no se inmutó siquiera.

Zac: ¿Qué pasa con ella? La llamaré y le explicaré que nuestra relación nunca existió. Además, en cuanto se corra la voz de que estás escribiendo un artículo sobre Efron Enterprises, desaparecerá el rumor de que hay algo entre nosotros.

La idea de que Serena se olvidara de ella durante un tiempo no hacía más que añadir atractivos al plan. Vanessa se mordió el labio antes de hablar.

Ness: ¿Y tú qué ganas con todo esto?

Zac: Para empezar, doy por hecho que tu sustituto no sentirá tanto interés en mi vida social como tú -comenzó a decir con gestó burlón-. Y por otra parte, gracias a ti, me he quedado sin modelos y actrices; así que no habrá nada emocionante de qué escribir.

Ness: Puede ser.

Se negaba a admitir que tenía razón.

Zac: Pero lo más importante es que, una vez que consigas dejar la sección de cotilleos del Sentinel, me habré librado de ti para siempre... o al menos del efecto que tienes sobre mi vida social. Y, como extra, alguien escribirá un artículo detallado y objetivo sobre Efron Enterprises -terminó triunfalmente-. Tienes que reconocer que es un plan perfecto.

Ness: ¿Cuáles serían las condiciones? -preguntó después de un largo silencio durante el que deseó no tener que arrepentirse de nada-.

Nada más hablar, pudo ver la satisfacción reflejada en su mirada.

Zac: ¿Las condiciones?

Ness: Sí. Tengo que estar segura de que cumplirás tu palabra de darme libre acceso a la información de la empresa.

Ahora que había aceptado la propuesta, no iba a descuidar los detalles.

Zac: Eres muy desconfiada, ¿verdad?

Ness: Debería haber un límite de tiempo -continuó con firmeza-.

Zac: Hazme una oferta.

Lo observó unos segundos. Sin duda era un negociador muy astuto; no en vano había ideado la absorción de una de las más importantes empresas de Boston.

Ness: Dos semanas.

Él negó con la cabeza.

Zac: Seis.

Ness: Tres.

Casi un mes era más que suficiente.

Zac: Cinco. Estas cosas llevan su tiempo.

Ness: Lleguemos a un término medio. Cuatro semanas. No creo que tardemos tanto en reparar el daño.

Zac: Es un placer hacer negocios contigo.

Se acercó a ella, tendiéndole la mano.

Primero el alivio y luego el pánico se apoderaron de Vanessa. ¿Qué acababa de hacer? Le estrechó la mano e, inmediatamente, notó una fuerte sensación.

A juzgar por la expresión de su rostro, él también lo notó.

Se disponía a soltar su mano cuando él tiró de ella. Le levantó la barbilla con la mano que le quedaba libre. Vanessa tuvo el tiempo de cerrar los ojos antes de sentir sus labios sobre la boca.

El beso no duró más que un instante, pero fue tiempo suficiente para sentirse arrastrada por algo poderoso e inquietante. Zac se apartó de ella y la miró fijamente a los ojos, los de él era inescrutables.

Zac: Solo quería comprobar algo -murmuró-.

Ness: ¿El qué? -le preguntó con los ojos abiertos de par en par-.

Él sonrió con malicia.

Zac: Que no tienes que preocuparte de que tu capacidad interpretativa esté a la altura de las circunstancias -diciendo eso, se echó a reír-. Lo sé, lo sé. Soy diabólico.

Vanessa agradeció que no pudiera leer su mente porque, aunque debía de haber estado pensando que era diabólico, en realidad lo único que le vino a la cabeza fue «delicioso».


«¿Cómo se viste una para cenar con dos monstruos de los negocios?» se preguntó Vanessa.

Al día siguiente de la rueda de prensa, Zac la había llamado para anunciarle que, si iba a seguirlo para poder escribir el artículo, debía asistir a la cena de negocios que tenía el viernes con dos peces gordos de la Costa Oeste. También le había dicho que había llamado a Serena para confesar que su aventura no había sido más que un invento para vengarse de Vanessa. Lo más curioso era que Serena no se había creído que no existiera dicha relación; aunque el titular de su siguiente artículo fue: Zac niega cualquier tipo de relación con la señorita Según los Rumores, lo cual era mejor que nada. En unos días, todo el mundo se habría olvidado de ellos dos.

Lo mejor de los últimos días había sido que no le había costado ningún trabajo convencer a Edward de que hiciera lo que Zac había sugerido. De hecho su jefe se había alegrado mucho de que Zac hubiese accedido a dejar que una de sus periodistas escribiera un artículo de fondo sobre Efron Enterprises. Y, lo más importante, también había accedido a asignarle una sustituta, Judy Donaldson, para que escribiera su columna; incluyendo cualquier noticia que mereciera la pena sobre Zac Efron.

Así que, por el momento, todo iba según los planes. Solo tenía que decidir qué ponerse esa noche.

Recordó que Zac le había aconsejado que no se arreglara demasiado porque, aunque se trataba de una cena de negocios, para los nuevos empresarios de menos de treinta y cinco años surgidos del auge de la industria tecnológica, sobre todo de Silicon Valley, el concepto de cena de negocios era algo muy diferente.

Vanessa sabía que era cierto pues ella misma había vivido la revolución del atuendo informal que había acudido a las oficinas de todos los Estados Unidos durante los últimos diez años. Pero, como columnista de sociedad, sabía que de ella se esperaba un estilo más sofisticado. Y, puesto que no tenía ninguna herencia, ni siquiera un sueldo que le facilitaran las cosas, dedicaba mucho tiempo a buscar gangas en las tiendas más exclusivas de la ciudad.

Todo ello hacía que se sintiera completamente perdida a la hora de elegir indumentaria para tal ocasión. Siguió examinando el ropero cada vez más desesperada. «¡No tengo nada que ponerme!», exclamó con frustración.

El sonido del teléfono supuso un alivio pues la distraía un poco de la difícil misión, aunque sabía que solo le quedaba una hora antes de que Zac pasase a buscarla.

Ness: ¿Sí? -respondió ausente-.

**: Pareces tan alegre como de costumbre.

Ness: ¿Alyson?

A pesar de los siete años de diferencia, Vanessa y su hermana estaban muy unidas; quizá porque no tenían más hermanos. Técnicamente eran hermanastras, pero Vanessa jamás la había visto como tal. Cuando Vanessa tenía cinco años, su madre había vuelto a casarse con Charlie Hudgens, que la había adoptado. Ella se había sentido muy feliz de tener un padre y aún más cuando, dos años más tarde, había nacido su hermanita. Desde el principio, Alyson había seguido sus pasos; hasta acabar estudiando en la misma universidad que ella.

Ness: ¿Ocurre algo? -preguntó alarmada y olvidando por completo el problema de la ropa-.

Aly: Relájate. Pareces mamá. ¿No se te ha ocurrido que puedo llamar solo para saludar?

Ness: No si tienes veinte años, estás en la universidad y llamas un viernes por la noche.

Aly: Bienvenida a mi aburrida vida. Espero que las cosas cambien pronto -dijo con cierta frustración-. ¿Por qué no me sorprende que tú estés en casa?

Ness: En realidad, tengo que marcharme en menos de una hora.

Aly: ¡No me digas! ¿Tienes una cita? -preguntó entusiasmada-.

Ness: No.

Aly: Vamos, cuéntamelo. ¿Quién es él?

Vanessa titubeó unos segundos antes de resignarse a aceptar lo inevitable.

Ness: Zac Efron. -Se hizo el silencio al otro lado de la línea-. ¿Alyson?

Aly: Me he quedado sin habla.

Ness: Eso sería un milagro.

Aly: Zac Efron es un auténtico bombón -declaró en tono soñador-. Has debido recuperar el sentido común si es que por fin has decidido salir con hombres guapos. Pero me sorprende que hayas elegido a Zac. Últimamente lo has torturado mucho en tu columna.

Con la mirada fija en el reloj, Vanessa puso a su hermana al día de todo lo sucedido con Zac y acabó con lo que realmente la preocupaba:

Ness: ¿Qué me pongo?

Aly: ¿Eso es todo lo que se te ocurre? -dijo con una carcajada-.

Ness: ¿Qué quieres que te diga?

Aly: Pues que estás ante una oportunidad por la que muchas mujeres matarían. No todos los días se sale a cenar con un millonario guapísimo. También podrías preguntarme cómo podrías conseguir que Zac Efron te llevara a su apartamento.

Ness: ¿Qué te parece si te digo que bajes de las nubes? Solo es una cena de negocios, nada más.

Aly: Vamos, Vanessa. ¡Disfruta un poco de la vida! Quién sabe en qué acabará todo esto una vez tengas tu artículo. Por una vez, compórtate como el resto de los pecadores.

Ness: Viniendo de mi hermana pequeña, eso suena un tanto inquietante -respondió con fingida severidad-. Para que lo sepas, Zac Efron no se conforma con ser un pecador más, le gusta codearse con el mismísimo diablo.

Aly: Bueno, hermana, haz lo que quieras -se rindió exasperada-. Veamos... ¡ya lo tengo! ¿Qué te parece la camisola que te compraste en las rebajas de Filete? Es muy sexy.

Ness: Demasiado sexy -matizó, acordándose de los diminutos tirantes y el escote de encaje-. Sería prácticamente como salir en ropa interior.

Aly: Exacto.

Volvió a mirar la hora. Empezaba a desesperarse. Si se ponía la camisola con unos pantalones negros, tacones altos y un chal, estaría arreglada pero informal, sexy pero sofisticada. Se mordió el labio inferior.

Aly: Vamos, Vanessa -la animó percibiendo sus dudas-.

Ness: Todavía no me has dicho para qué me has llamado.

Cambió de tema, todavía incapaz de dejarse convencer.

Su hermana se echó a reír.

Aly: No me he quedado embarazada, ni sin casa. Eso es lo importante y, de verdad, a veces solo llamo para charlar contigo. Te llamaré mañana para que me cuentes qué tal te ha ido la cita y así te podré hablar de mi emocionante noche del sábado, viendo películas antiguas en la residencia universitaria. Ahora, ¡lárgate!


Media hora después, Vanessa abrió la puerta de su casa ataviada con pantalones negros, camisola de seda azul ribeteada con encaje marrón y sandalias de tacón que le dejaban los dedos de los pies a la vista. Se había puesto solo un ligero toque de maquillaje y su pelo negro y ondulado le caía sobre los hombros. El reloj de pulsera y los pendientes eran los únicos adornos que llevaba.

Zac abrió los ojos de par en par al verla, sin poder evitar recorrer su cuerpo de arriba abajo. Parecía dispuesto a devorarla allí mismo, lo cual provocó un escalofrío en Vanessa. Estaba increíblemente atractivo con su americana negra, una camiseta gris oscuro y pantalones vaqueros que se le ajustaban a las caderas.

Zac: Estás estupenda.

Vanessa bajó la mirada, satisfecha de su aprobación.

Ness: No sabía muy bien qué habías querido decir con lo de que era una noche informal.

Zac: Me refería a esto -dijo señalándose la camiseta, en la que se podía leer Juega bien con los demás-. Esta gente valora el inconformismo por encima de la aceptación social. Es neofilia en su estado más puro -al ver su expresión de confusión, siguió explicándose-: La neofilia es el amor por lo nuevo.

Ness: Vaya -murmuró frunciendo el ceño-. Entonces supongo que no he elegido bien mi atuendo.

Zac: No, estás perfecta -aseguró con una sonrisa en los labios-. A riesgo de parecer machista, te diré que esas teorías cambian si hablamos de mujeres porque hasta los locos de los ordenadores desean que se los vea con un bombón del brazo. Supongo que por la misma razón por la que en el instituto todos se obsesionaban con salir con la chica más popular.

Ness: Pues sí que es machista -los dos se quedaron allí de pie sin decir nada. Por un momento Vanessa pensó en invitarlo a entrar, pero enseguida decidió que era demasiado peligroso-: Yo estoy lista, así que cuando quieras...

Al pasar a su lado, se esforzó en no fijarse en la sonrisa que iluminaba su rostro, una sonrisa con la que parecía decirle: «¿lista para qué?» Afortunadamente, Zac resistió la tentación de dar voz a sus pensamientos.

Zac: Bienvenida al Batimóvil -le dijo unos segundos después, abriéndole la puerta de su impresionante Jaguar negro-.

Una vez dentro del coche, Vanessa observó el lujoso interior y comentó:

Ness: Sospecho que todo, desde los seguros de las puertas hasta la inclinación de los asientos, está controlado desde el asiento del conductor.

Zac encendió el motor antes de mirarla con una sonrisa malévola en los labios.

Zac: No pienso incriminarme a mí mismo.




De una cena de negocios a una cena íntima un paso hay. Solo digo eso... XD

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¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Ya quiero ver que pasara en la cena
La atracción de ellos es mas que visible
Esta novela va muy bien
Ya quiero saber qué pasará en el siguiente
Capítulo
Síguela pronto por favor

Unknown dijo...

Me encanto me encanto.
Por suerte ya no se llevan como perro y gato, así que veremos que tal la cena de negocios...
Ame el capitulo.

Sube pronto :),

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