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martes, 28 de abril de 2015

Capítulo 5


Pasó las siguientes veinticuatro horas en apacible silencio, pescando, leyendo y pensando en las musarañas, tal como quería...

¿Por qué, entonces, estaba tan irritable? No se debía a la noticia que Vanessa le había dado hacía dos noches. Eso iba a tardar un tiempo en encajarlo; todavía no sabía ni qué sentía al respecto... si es que sentía algo en absoluto.

Además, tampoco terminaba de creérselo, de modo que había decidido no pensar mucho en el tema.

Pero Vanessa Hudgens era tema aparte. También había decidido olvidarse de ella; sin embargo, en este caso, no lo había conseguido.

Maldita mujer. Miró por la ventana de la cocina, con la esperanza de descubrirla espiándolo, pero no estaba allí...

¿Dónde estaría? ¿Y por qué no podía quitársela de la cabeza?

Porque no confiaba en ella, trató de convencerse. Esperaba verla aparecer en cualquier momento, con esos ojos sonrientes y esa boquita que lo había dejado en vela toda la noche.

Por suerte para ella, le había hecho caso el día anterior, cuando le había advertido que se fuera de la caseta. De haberla encontrado al volver del lago, la habría arrastrado a la cama y... se mesó el cabello, malhumorado.

¿Qué demonios le ocurría? Podía entender que quisiera acostarse con esa mujer, pero lo que no comprendía era que invadiera sus pensamientos continuamente. Ni siquiera era su tipo, se dijo enojado. Era cierto que era guapa y que tenía buen cuerpo, pero Washington estaba lleno de mujeres como ella, pensó mientras salía de la caseta y montaba en el camión que Will le había prestado.

Había quedado con éste y con Mike para que les ajustaran los trajes de esmoquin que se iban a poner en la boda... Will se las pagaría: ir de esmoquin no solo le resultaba incómodo, encima le parecía de lo más ridículo.

Escogió el camino que pasaba por delante de la caseta de Vanessa, porque era el que llevaba directo a la carretera principal, se dijo. No encontró el jeep de ella, de modo que igual se había vuelto a Filadelfia.

Se incorporo a la carretera de la montaña, puso una emisora de rock duro y subió el volumen de la radio. Quizá la música lograra hacerlo olvidar a aquella mujer.

A pesar de las ganas que tenía de pisar el acelerador, condujo despacio, por miedo a atropellar a alguno de los ciervos que con frecuencia cruzaban por allí.

Al girar por una de las curvas más elevadas de la montaña, piso los frenos a fondo...

Vanessa. Estaba arrodillada junto a una de las ruedas traseras del jeep, el cual ocupaba la cuneta y parte de la calzada. Al oír el camión de Zac, alzó la vista y se levantó.

Llevaba una camiseta rosa, manchada de grasa a la altura de los pechos. Parecía débil e indefensa, una faceta de ella que desconocía. Vanessa esbozó una sonrisa, vacilante pero amistosa. Tenia las mejillas encendidas y el pelo le caía ondulado sobre los hombros.

Estaba irresistible, pensó Zac a su pesar.

Ness: Buenos días -lo saludó-.

Zac: ¿Qué pasa?

Ness: Iba un poco rápido y me fallaron los frenos cuando quise reducir para tornar la curva -explicó-. Por suerte no ha pasado nada, pero los frenos de atrás siguen bloqueados -añadió mientras se agachaba a la altura de una de las ruedas-.

Zac miro la caída de la que se había librado Vanessa. Solo de pensar en lo que podría haberle sucedido le entró un escalofrío. Se puso de rodillas, junto a ella y aspiró la fragancia de su piel.

Zac: Voy a sacarlo de la carretera. Entra en el jeep y dirige el volante.

Vanessa ocupó el asiento del conductor y él empezó a empujar, justo cuando ya había desbloqueado el paso, un Ford Fiesta negro se abalanzó sobre ellos... frenó en el último instante.

 **: ¡Casi os atropellamos! -exclamó el conductor tras bajar del coche, todavía sin reponerse del susto-.¿Estáis bien?

Zac: Sí -murmuró mientras el acompañante del conductor, un rubio de veinticinco años, salía del Ford-.

**: ¿Está averiado? -preguntó el primero de los dos hombres-.

Ness: No funcionan los frenos.

**: Bill Tucker -se presentó el hombre-. Mi hijo Derek y yo estamos alquilando una de las casetas del lago... Creo que te vimos en la oficina de alquileres -añadió, dirigiéndose sonriente a Vanessa-.

Esta le devolvió la sonrisa, mientras Zac se fijaba en Derek, el cual estaba mirando a Vanessa con enorme descaro.

Bill: ¿Te acercamos a algún lado? -prosiguió-. Íbamos al centro a por provisiones.

Zac: Gracias -intervino- no será necesario.

Notó que Vanessa lo estaba mirando, pero aunque solo fuera por una vez, la mujer supo que debía permanecer callada. Luego, después incluso de que los dos hombres se marcharan, enarcó una ceja como pidiéndole explicaciones.

Zac: ¿Qué pasa?

Ness: Era la oportunidad perfecta para librarte de mí y no la has aprovechado -repuso esbozando una sonrisa capaz de excitar a un muerto-.

Zac: No hagas que me arrepienta -dijo mientras se dirigía al camión-.


**: Tendrán que mandarlas de Dallas, pero si ordeno las piezas ahora:.. -le dijo uno de los mecánicos de Gibson Automotive-, es posible que lo tenga listo para mañana por la tarde. Para pasado mañana a más tardar.

«¿Para mañana por la tarde?» Repitió Vanessa para sus adentros. «¿Para pasado mañana?» Zac la había dejado en el taller y se había marchado a su cita con Mike y Will. La grúa había tardado una hora en remolcar el jeep desde la montaña y la agencia que se lo había alquilado estaba dispuesta a pagar la reparación, pero no podía ofrecerle otro vehículo hasta dos días más tarde.

«Me parece que no te vas a poder librar de mi, Efron» pensó Vanessa, sin saber si reír o ponerse a gritar.

Ness: ¿Hay alguna oficina de correos cerca? -preguntó resignada tras aceptar la factura que Walt acababa de firmar-. ¿Y algún sitio donde pueda comer?

Walt: La oficina de correos está al final de esta manzana, y a la vuelta de la esquina tienes Papa Pete, con las mejores hamburguesas de Mississippi -aseguró-. Dile a Helen que vas de mi parte y te regalará un helado de chocolate.

La oficina de correos estaba cerrada. El funcionario había salido a comer y había dejado una notita en la que avisaba de la hora a la que regresaría. Vanessa pensó en el follón que se armaría si cerraran correos en Filadelfia para comer y descubrió que empezaba a gustarle aquel ritmo de vida pausado de Wolf River. No para vivir, en absoluto, pero resultaba agradable para variar.

Antes incluso de abrir la puerta de Papa Pete ya podía oler el delicioso aroma de las hamburguesas. El restaurante estaba decorada con muebles de los años cincuenta, atestado de clientes habituales. Al entrar, Vanessa comprendió cómo debía de sentirse un gusano bajo la lente de un microscopio.

**: Helen -se presentó una mujer grandona mientras los comensales miraban a la desconocida-. ¿Esperas a alguien, cariño? -añadió sonriente mientras llevaba a Vanessa a una mesa-.

Ness: No, estoy sola.

El salón, ruidoso hasta hacía unos segundos, se había quedado en silencio de repente.

Helen: ¿No eres la chica que tiene alquilada una caseta en el lago? -le preguntó mientras le ofrecía el menú-. Estuviste en la ciudad hace unos días, en el mercado. Tracy me dijo que compraste melocotones y que te llamas Tessa.

El encanto de la pequeña ciudad tenía sus límites, pensó Vanessa, consciente de que debía de andar con cuidado si no quería convertirse en el centro de atención más todavía.

Ness: No es Tessa, sino Vanessa -corrigió sonriente-. Vanessa Hudgens. Walt, el del taller, me dijo que preparabas las mejores hamburguesas.

Helen: Bueno, solo lo dice para agradarme -coqueteó con modestia-.

**: A todos nos gustaría agradarte -intervino un jovencito, para dirigirse a Vanessa acto seguido-. ¿Cómo esta, señorita? Soy Luke Sanders -se presentó-.

Helen: Cuidado con estos vaqueros. No te puedes fiar de ellos -le advirtió en broma-.

*: Pero tú te sabes defender solita -terció un hombre desde la barra, dirigiéndose a la dueña-. La última vez que Dave Johnson intentó meterte mano lo sacaste a patadas del restaurante.

Helen: Y si sigues metiéndote donde no te importa, tú vas a ser el siguiente, Lance.

Vanessa contempló intranquila el círculo de mujeres y hombres que rodeó a Helen y Lance. Éstos comenzaron a intercambiarse mofas y, en menos de dos segundos, el local entero estaba muerto de risa. «Como en casa cuando éramos pequeños», pensó Vanessa, sonriente. Luego echó de menos a su familia, al reparar en el tiempo que hacía que no se reunían los cinco hermanos.

Helen acabó marchándose, con la excusa de que tenía que atender un pedido y entonces empezaron las preguntas: ¿cómo decía que se llamaba?, ¿de dónde era?, ¿de verdad había hecho un viaje tan largo para estar en el lago?

Antes de que pudiera darse cuenta, un matrimonio y un par de hombres más se habían sentado en su mesa. El resto estaba atento a su conversación e intervenía en cuanto tenía la oportunidad.

Así fue como la encontró Zac cuando entró en el salón; rodeada de gente de la ciudad, la que él conocía, con la que había crecido, con la que quizá habría tenido algún que otro roce... pensó Vanessa al ver que Zac fruncía el ceño.

Estaba malhumorado. No solo había tenido que probarse el esmoquin, sino que no le había quedado más remedio que soportar todas las preguntas de Will y Mike sobre Vanessa...

Se acercó a la mesa y escuchó la historia que ésta estaba relatando, acerca de un hombre que había estada saliendo con dos mujeres a la vez. Lo que éstas le hicieron al enterarse de la infidelidad de su común novio hizo que los hombres esbozaran una mueca de dolor y que las mujeres aplaudieran.

Tuvo que contenerse loa ganes de sonreír. Debía haber imaginado que una mujer como Vanessa se convertiría en el centro de atención sin dificultad; no solo por su aspecto y porque fuera desconocida, sino porque poseía algo indefinible que llenaba de vida los sitios por los que pasaba.

**: Mira, Tom; es Zac Efron -le dijo Jamie Atkins a su marido, sentados ambos frente a Vanessa-. Creo que has alquilado una de las casetas del lago, ¿No?

Zac sonrió al reconocer a la que había sido su profesora de matemáticas durante el instituto.

Zac: Encantada de verla, señora Atkins -respondió tras asentir con la cabeza-. Señor Atkins.

Jaime: Vanessa también está en el lago -comentó-. ¿Os conocéis?

Zac: Nos cruzamos hace unos días, mientras estaba pescando. Atrapé una buena pieza -añadió con un doble sentido que solo Vanessa comprendió-.

Ness: Los hombres y sus fanfarronadas de siempre. ¿De qué sirve que el pez pique si luego se le escapa?

Zac: Volveremos a vernos. Y la próxima vez, no tendrá tanta suerte.

Ness: Seguro que no es cuestión de suerte. Pero si volvéis a encontraros, apuesto por el pez.

Helen: ¡Zachary Efron! -exclamó mientras servia a Vanessa su hamburguesa y un helado gratis de chocolate-. ¡Ya era  hora de que se te viera el pelo! Empezaba a tomarme tu ausencia como una ofensa personal -añadió mientras le daba un abrazo-.

Lance: Suéltalo ya -imitó desde la  barra-. El chico se está poniendo azul.

Helen: Un ojo morado es lo que te voy a poner yo a ti -reaccionó. Luego se giró hacia Zac-. ¿Hamburguesa doble de queso, medio hecha, con mayonesa y lechuga, sin cebolla, patatas fritas y helado de chocolate?

Zac se quedó asombrado. En Washington, cuando no estaba de viaje, comía cuatro o cinco veces por semana en el mismo restaurante y la camarera ni siquiera se había aprendido si tomaba el café solo o con leche.

Helen hacía catorce años que no lo veía y recordaba al detalle lo que solía pedir.

Ness: Ya veo qué has dejado que esa mujer te espachurrara -se burló cuando Helen se hubo alejado-.

Zac: Nadie discute con Helen -respondió mientras tomaba una patata frita del plato de Vanessa-. No si quieren seguir vivos o volver a comer sus hamburguesas... ¿por qué no me has esperado en el taller? -agregó luego-.

Ness: ¿Y por qué iba a haberte esperado?

Zac: Necesitas que alguien te acerque a tu caseta, ¿no? A no ser que el jeep esté ya arreglado y hayas decidido volver a Filadelfia.

Ness: Me terno que no, Efron. No hasta que te convenza para que vengas conmigo. Además, ahora tengo otro motivo para quedarme aquí. Walt tenía razón: nunca había probado una hamburguesa tan rica.

Zac: Espera a probar el helado. Llevo catorce años esperando este momento -dijo mientras tomaba una cucharadita de la copa Vanessa-. ¡Ummm! ¡Pero ha merecido la pena! -exclamó entusiasmado-.

Vanessa probó el helado y se relamió de gusto. Era verdad: estaba riquísimo.

Ness: ¿Por qué has tardado tantos años en volver a Wolf River? -le preguntó con naturalidad-. Debes de haber echado de menos a tus amigos.

Zac: Nunca tuve más amigos que Mike y Will -se encogió de hombros-. Y los tres nos desperdigamos al terminar el instituto. Will estaba ocupado con el motociclismo y Mike fundó empresas Hannigan.

Ness: Y tú, tu negocio de telefonía móvil -completó-. ¿Por qué teléfonos móviles?

Zac: Por nada especial -respondió evasivo-. Una forma como otra cualquiera de ganarse la vida.

Ness: Un trabajo debería ser algo más que eso -afirmó con rotundidad-. Tendría que apasionarte, fascinarte. Es como el matrimonio.

Zac: ¿Qué sabes tú del matrimonio? ¿Has estado casada?

Ness: Todavía no. Pero lo estaré cuando llegue el momento -contestó tras dar otro bocado a su hamburguesa-. ¿Y tú? ¿Nunca has querido formar tu propio hogar?

Zac: Me adoptaron en cuatro hogares diferentes a partir de los nueve años y te aseguro que he tenido suficiente hogar para el resto de mi vida.

Ness: ¿Tan mal te fue?

Zac: No, estaba bien -denegó con la cabeza-. Tenía una cama donde dormir, comida en la mesa... todo lo que necesitaba.

En absoluto, pensó Vanessa. El problema era que Zac ni siquiera sabía que se podía esperar más de una familia. Ahora, en cambio, tenía una oportunidad con Margaret.

Ness: Zac, ven conmigo a Filadelfa y conoce a tu abuela -insistió-. Dale una oportunidad, por favor.

Zac: No te rindes nunca, ¿verdad?

Ness: Jamás:

Zac suspiró y luego hizo algo que la sorprendió: Sonrió. Pero no fue una de sus sonrisas sarcásticas, sino una de verdad, afectuosa, que provocó un vuelco en el corazón de Vanessa.

Zac: No voy a ir contigo a Filadelfia, morenita -respondió por fin-.

Ness: Ta apuesto veinte dólares a que sí -lo retó-.

Zac se echó mano al bolsillo y sacó su cartera.

Zac: Te enseño mi billete si tú me enseñas el tuyo.

Vanessa colocó su billete sobre la mesa y al ver cerca a Helen, le entregó los cuarenta dólares.

Ness: Zac y yo hemos hecho una apuesta. ¿Podrías guardarnos el dinero unos días?

Helen: Claro, cariño -aceptó-. ¿Tiene que ver con el pez del que hablabais?

Ness: Más o menos -repuso sonriente-

Helen: Tenéis que decirme quién gana la apuesta -les pidió antes de marcharse a atender un pedido-.

Zac: Te advierto que la boda es el sábado -comentó entonces-. Y yo me voy el domingo. No tienes mucho tiempo para hacerme cambiar de opinión.

Ness: Tengo todo el tiempo del mundo y un poquito más -repuso con chulería-. Por cierto, ¿te importa acompañarme a correos después de comer? Ha llegado un paquete de Margaret para ti.




¿Qué será ese paquete? ¿Querrá verlo Zac? ¿Volverá a picar el pez el anzuelo o se escapará otra vez? XD

¡No os perdáis el próximo capi!


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sábado, 25 de abril de 2015

Capítulo 4


Zac: ¿Qué has dicho? -preguntó asombrado-.

Ness: Vamos, siéntate -le pidió-.

Zac: ¿Me estás diciendo que mi abuela, una mujer llamada Margaret Muldoon, te ha mandado encontrarme?

Ness: Por favor... -dijo con paciencia-.

Zac: Eres buena, morenita. Realmente buena -comentó al tiempo que se alejaba de ella-. Por un momento casi me engañas, ahora venga, dime la verdad.

Ness: Te estoy diciendo la verdad -aseguró-. Margaret Muldoon, nacida en Filadelfia, propietaria y ex directora de una empresa multimillonaria, es tu abuela. Y ahora, ¿quieres hacer el favor de sentarte?

Zac obedeció, miró el reloj, se cruzó de brazos y la miró:

Zac: Empieza a hablar.

Ness: Hace treinta y tres años te abandonaron nada más nacer, y en la puerta de la iglesia de San Mateo, en Wolf River, sin que tus padres dejaran ninguna pista con que poder identificarlos. Joseph y Kate Efron te adoptaron a las dos semanas. Tu padre adoptivo viajaba mucho y un domingo, cuando tú tenías nueve años, tanto él como tu madre murieron en un accidente de avión. Tú no los acompañabas ese día porque tenías el sarampión y te habías quedado en casa con una mujer que te cuidaba -arrancó-. Pasaste los siguientes nueve años de una familia adoptiva a otra; hasta que estuviste seis meses en el reformatorio por romperle la nariz a tu profesor de Historia a los trece años.

Zac: Lo que demuestra que soy un hombre violento. Y como no me aclares todo esto pronto, lo vas a comprobar -advirtió-.

Ness: Te enrolaste en la marina dos años después de terminar el instituto. Allí permaneciste cuatro años y luego abriste un pequeño negocio de telefonía móvil en Washington. Nunca te has casado, no tienes hijos reconocidos y alquilas un estudio en Maryland.

Zac: Has investigado mucho, morenita -comentó-. Si no me molestara tanto que hayas metido las narices donde no te importa, hasta estaría impresionado.

Ness: Como digo, soy muy perseverante. Presto mucho atención a los detalles.

Zac también estaba prestando atención a ciertos detalles: como en la humedad de su blusa; que casi se transparentaba, o la manera en que los vaqueros se ajustaban a sus torneadas piernas.

Pero prefería no distraerse en esos momentos. No es que Vanessa hubiera averiguado nada que no pudiese descubrir cualquier persona con un teléfono y un ordenador, pero lo intrigaba saber hasta dónde habían llegado sus investigaciones.

Casi estaba empezando a divertirse. Y es que hacía mucho que no lo sorprendía una mujer. Y más aún que no sentía una atracción como la que ella había despertado en él. Había algo en sus ojos que lo fascinaba: cuando estaba furiosa, brillaban como una llamarada negra, y después del beso, por ejemplo, se habían nublado. Lo malo era que no le había bastado con aquel beso y estaba realizando un esfuerzo sobrehumano para no desnudarla y hacerle el amor allí mismo.

Zac: ¿Que tal si me cuentas algo que no sepa ya yo? -le preguntó por fin-.

Ness: De acuerdo -accedió-. Tu padre, el único hijo de Margaret, era Richard Muldoon. Tu madre, la novia de Richard se llamaba Grace Dawson. Estaban enamorados, pero tu abuelo, Daniel Mudoon, se opuso a la relación. Cuando Grace se quedó embarazada de ti, pensaron en huir juntos, pero un coche atropelló a tu padre y lo mató. Eso fue hace treinta años. Seis meses antes de que nacieras.

No se creía nada de nada. Se preguntó si no sería una prueba de la Agencia para evaluar su reacción o, peor aún, si no la habría enviado otra  organización con quién sabía qué fines.

Zac: Así que mis abuelos sobornaron a Grace para que me abandonara y ahora, treinta años después, les ha entrado un ataque agudo de culpabilidad y quieren recuperarme -comentó con escepticismo-.

Ness: No, Grace desapareció después de que tu padre falleciese. Margaret la buscó, a pesar de que tu abuelo estaba en contra de ella; pero no logró averiguar su paradero. Meses después, Grace le envió una carta en la que le decía que habías muerto durante el parto. Pero Margaret no se lo creyó, te buscó durante años, incluso después de que tu abuelo muriera. Aunque nunca encontró nada que le hiciera concebir esperanzas.

Zac: Hasta que apareciste tú -la miró a los ojos y pensó que si Vanessa estaba mintiendo, era realmente buena-.

Ness: Consulté todas las llamadas que Grace hizo a su familia, amigos y conocidos. Luego rastreé todos los hospitales de Filadelfia para repasar los informes sobre los nacimientos que tuvieron lugar en las dos semanas previas y posteriores al día previsto en que Grace debía dar a luz. Fui analizando y descartando casos hasta que solo me quedó un bebé cuya madre, al parecer, se había registrado con un nombre falso.

Zac: Lo que me convierte en el hijo de Grace automáticamente. Estoy seguro de que es la única madre que se ha registrado con un nombre falso a lo largo de la historia -dijo con sarcasmo-.

Ness: Tras mucho indagar, descubrí que el registro lo había hecho la prima de Grace, Ángela, la cual vive en Ridgeville. Así que fui a verla -prosiguió sin  dejarse afectar por el escepticismo de Zac-. Ángela me dijo que Grace llevaba seis meses viviendo con ella cuando ésta se puso de parto. La llevó al hospital, la registró con un nombre falso y, dos días  más tarde, se marcharon las dos con un bebé de pelo rubio y rebosante de salud.

Zac soltó el aire que llevaba conteniendo en los pulmones varios segundos.

Ness: A la mañana siguiente -continuó-, Ángela llevó a Grace a Wolf River. A primeras horas del 29 de abril, envolvió al bebé en una sábana blanca con pequeñas rosas azules, lo colocó en una cuna y lo dejo a la entrada de la iglesia de San Mateo... Ese bebé eras tu -concluyó, posando una mano sobre un brazo de Zac-.

Éste se quedó paralizado. Era cierto que lo habían dejado en esa iglesia un 29 de abril y en algún lugar perdido, Zac guardaba una sábana blanca con rosas azules...

Nadie había sabido nunca lo de la sábana, aparte del padre MacRoy, que llevaba veinte años muerto. Y lo que sí que solo sabía él era que, debajo de una de las rosas azules, habla dos iniciales grabadas: G. D...

Grace Dawson, comprendió por fin, tras muchos años de preguntarse el nombre qué se ocultaría tras aquellas letras.

Zac: Muy bien, morenita -dijo mientras se ponía de pie, resuelto a no complicarse la vida-. Gracias por la información, pero mañana tengo que madrugar para ir de pesca.

Ness: ¿Cómo puedes marcharte después de lo que acabo de decirte? -preguntó con incredulidad-.

Zac: Está claro que me viene de familia lo de salir corriendo. Dile a Margaret que gracias por preocuparse, pera no me interesa hurgar en el pasado.

Y, sin  más explicaciones, se dio media vuelta y se marchó.


El  lago estaba azul y calmado al día siguiente. Eran las siete de la mañana y el gorjeo de los pájaros y la fragancia de los pinos llenaban la fresca brisa del alba.

Vanessa avanzó por el sendero que unía su caseta con la de Zac, convencida de que si había podido hacer frente a cuatro hermanos mayores, también podría encararlo a él.

Se había pasado la noche en vela, pensando en la reacción de Efron. Habría entendido que se hubiese enfadado porque su madre lo hubiera abandonado; pero no la frialdad con que había encajado la noticia, ni que no hubiera hecho ni una sola pregunta.

Vanessa se detuvo al ver dos bates en el lago. Sabía que uno lo ocupaban un padre que había salido a remar con su hijo; en el otro estaba Zac, dándole la espalda.

**: Buenos días

Se sobresaltó al oír que la saludaban por detrás. Al girarse, se encontró con un hombre moreno, atractivo, el cual rodeaba por a cintura a una bonita pelirroja.

Ness: Buenos días -repuso sonriente.

**: Henry e Isabella Winston -se presentó el hombre por los dos-. Estamos en la segunda caseta.

Ness: Vanessa Hudgens. Caseta cuatro -contestó tras estrechar las manos del matrimonio-. Debéis de ser los recién casados de los que me habló la mujer de la oficina de alquileres.

Isabella: La boda fue hace cuatro días -informó risueñamente-. ¿Verdad que es un sitio estupendo? Henry y yo vivimos en Dallas. Hemos decidido que vendremos aquí todos los años por nuestro aniversario. ¿Verdad que sí, ratoncito?

Henry: Sí, cosita mía.

Ness: Que bien -comentó empalagada por aquel lenguaje tan cursi-.

Isabella: ¿Tú de dónde eres?

Ness: De Filadelfia -respondió sin perder de vista a Zac-.

Isabella: ¡Guau! ¿Y a qué has venido desde tan lejos?

Ness: Estoy intentando superar mi segundo divorcio -mintió-. He estado bastante angustiada desde que mi marido se fugó con mi hermana. Mi terapeuta me recomendó pasar unos días en algún lugar retirado y, aquí estoy.

Isabella: Lo siento mucha -dijo visiblemente incómoda-. En fin, tenemos que marcharnos, ¿no es cierto, pichoncito mío? Ya nos veremos, señorita Hudgens -se despidió después de que Henry asintiera a su esposa-.

Ness: Disfrutad la luna de miel.

Eso del matrimonio estaba bien, pensó mientras la pareja se alejaba. Puede que algún día lo probara... aunque primero tenía que encontrar al hombre adecuado, por supuesto. Y nada de niños, eso lo tenía muy claro.

Se dirigió hacia la caseta de Zac y, al ver que la puerta estaba abierta, entró. Media hora después; cuando él regresó, estaba friendo unas patatas con pimientos verdes.

Ness: Buenos días -lo saludó en tono alegre-.

Zac no respondió. Se limitó a quitarse la chaqueta y a lavarse la cara en la pila de la cocina. Vanessa sintió que el corazón le daba  un vuelco al verlo: esa mañana, con la camisa remangada hasta los codos, tenía pinta de camionero. Y con el pelo enredado y la barba sin afeitar, parecía recién salido de la cama.

Ness: He preparado un poco de café -le comunicó, forzándose a recordar a qué había ido allí-. ¿Te gusta con mucho o poco azúcar?

Zac: Me gusta solo -espetó con doble sentido-.

Ness: Te prometo que me marcharé después de que hayamos hablado -dijo sonriente-.

Zac: Ya hablamos ayer. ¿Es que no entiendes que no estoy interesado en lo que me contaste?

Ness: No puedo irme así, sin más -contestó mientras preparaba unos huevos fritos-. ¿Cómo voy a decirle a Margaret que no quieres verla?

Zac: Muy fácil. Abres la boca y dices: no quiere verte.

Ness: Pero es tu abuela, tu familia.. Tiene que significar algo para ti.

Zac: Mike y Will son mi familia. La única familia que he tenido desde los nueve años. Las únicas personas en las que puedo confiar.

Ness: Al menos dale una oportunidad -insistió mientras ponía los huevos con patatas en la mesa-. Ven conmigo a Filadelfia. Podrías verla y conocer a tu primo Peter también.

Zac: Ni hablar -murmuró mientras masticaba una patata-. No pienso perderme la boda de mi amigo.

Ness: Después de la boda entonces.

Zac: No.

Ness: ¿Qué más te da? Solo será un día.

Zac: No.

Ness: Supongo que Mike y Will podrían convencerte.

Zac: Si alguna vez quiero que se enteren de esto, ya me encargaré de decírselo yo -la advirtió-.

Ness: Está bien, capto el mensaje -suspiró exasperada-. ¿Y cómo les vas a explicar qué hago yo aquí?

Zac: No hay nada que explicar. Mis amigos no se meterán donde no les importa, a diferencia de otras personas. Además, tú te vuelves a Filadelfia.

Ness: No puedo marcharme todavía. Le hice una promesa a Margaret y yo siempre cumplo con mí palabra.

Zac esbozó una ligera sonrisa mientras alzaba la mano y la posaba sobre la barbilla de ella.

Zac: Te voy a hacer yo una promesa -le dijo en un tono cargado de sensualidad-. Voy a salir al lago. Si sigues aquí cuando vuelva, haré algo que los dos queremos y de lo que los dos nos arrepentiremos. ¿Está claro, morenita? Y métete esto en tu cabecita: no voy a ir a Filadelfia ahora ni nunca; así que deja de incordiarme.

Luego se marchó de la caseta y Vanessa exhaló un suspiro. Le temblaba todo el cuerpo, y la barbilla le quemaba todavía del roce de su mano. Por no hablar del ardor con que la había mirado. Sí, más le valía marcharse antes de que regresara y cumpliese con su amenaza...




Yo creo que me hubiera quedado a ver a Zac cumplir su amenaza XD

Lo malo es que no se tomó bien lo de su abuela v.v

Ya veremos que pasa en el próximo capi.

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miércoles, 22 de abril de 2015

Capítulo 3


Vanessa se lavó el pelo dos veces y luego dejó que se secara mientras se limpiaba con un gel con olor a fresas. Todo el mundo tenía derecho a darse algún capricho, se dijo mientras suspiraba, inmersa en la bañera. Pero no debía relajarse demasiado tiempo; solo lo justo para asearse y pensar un poco, cosa que no había hecho desde su primer encuentro con Zac.

Todavía la extrañaba que la hubiera sorprendido espiándolo; que se hubiera acercado a ella con tanto sigilo... Sentía una gran curiosidad y cada vez estaba más convencida de que Zac escondía algo.

Pero no había ido allí para saciar su curiosidad, se recordó mientras se frotaba con la esponja. Había ido a encontrarlo. El hecho de que fuese él quien la había encontrado a ella no había formado parte de sus planes, pero tampoco cambiaba nada.

Por fin salió del agua, se puso en el pelo una de las dos toallas que había dejado preparadas y luego, al ir a cubrirse el cuerpo con la segunda, no la encontró. Entonces, justo cuando ya iba a correr la cortina de la ducha, la toalla apareció frente a sus narices.

**: ¿Buscas esto?

Ness: ¡Sal de aquí! -exclamó tras reconocer la voz de Zac, el cual había sorteado los dos cerrojos de la entrada y ahora no parecía dispuesto a marcharse-. Señor Efron, ¿le importaría hacer el favor de salir del cuarto de baño? -le preguntó con falsa cortesía, al ver que Zac no reaccionaba, tras asomar la cabeza por un lado de la cortina-.

Zac: ¿Ya no me llamas cariño?

Ness: Está bien -accedió, sabedora de que estaba en inferioridad de condiciones-. Cariño ¿te importa largarte de una vez?

Zac: Sí.

¡Se estaba riendo de ella! Comprendió Vanessa, decidida a asesinarlo tan pronto como estuviera vestida.

Ness: Zac, cielito, ¿me haces el favor de salir del baño y esperarme en el salón mientras me arreglo? -insistió-.

Zac: Si me lo pides así -se burló-. Pero antes dime como te desataste -añadió, al tiempo que se acercaba a ella-.

Ness: ¿Es que vas a atarme otra vez?

Zac: No, pero si me lo pides tú…

Dio un paso más al frente, le acarició un mechón de pelo y sus ojos destellearon con un brillo intenso y primitivo...

Ness: ¡Ni lo sueñes! -repuso desafiante, apartando la cabeza-. ¡Siempre se me dio bien desatar nudos! Tenia el récord de mi barrio cuando era pequeña... Y ahora, por favor, ¿vas a salir del baño o no? -agregó-

Zac: Te doy cinco minutos. Si para entonces no has salido, volveré -añadió mientras abría la puerta del baño y se alejaba de Vanessa a regañadientes-.

Ésta, una vez a solas, expulsó el aliento que había estado conteniendo varios segundos. Luego recordó que solo tenía cinco minutos y corrió a ponerse unos vaqueros y una blusa blanca. Se quitó la toalla del pelo y dio gracias a Dios por haber usado suavizante; de lo contrario jamás habría podido peinarse. Por que una cosa era que supiera desatar los nudos de una cuerda, y otra; desenredar su cabello.

Zac no dejaba de dar vueltas por el salón de Vanessa. No sabia qué le había sucedido en el cuarto de baño, pero no le gustaba en absoluto. Solo había querido desconcertarla y, al final, el único que había acabado confundido era él.

¡Maldita fuera! ¡Qué ganas le habían entrado de besarla cuando le había acariciado el pelo!

Pero también tenía ganas de escarmentarla, no solo por haber estado espiándolo y haberlo mentido, sino por comportase como si tal cosa. Al menos podía tener la decencia de parecer un poco asustada, ¿no? Se había encontrado con un desconocido en su baño mientras se estaba duchando y ni siquiera había gritado.

No es que hubiera visto nada. Había llegado un segundo antes de darle la toalla y la cortina de la ducha la había tapado. Tenía una pistola escondida y le habría disparado en la cabeza de haber intentado atacarla...

Pero no. En realidad no creía que tuviese ninguna pistola, ni que quisiera matarlo. Solo lo estaba vigilando, y él iba a descubrir porqué...

Miró el reloj, vio que los cinco minutos se cumplían y, justo cuando se dirigía hacia el baño, la puerta se abrió. Vanessa apareció con unos vaqueros y una camisa blanca. Se había retirado el pelo de la cara, tenía las mejillas encendidas y los ojos le brillaban.

El aroma del gel de fresas llenó el salón y lo hizo desear aspirarlo más de cerca. Pero dado qué seguía con ganas de besarla quizá fuera mejor no acercarse a Vanessa.

Ness: Tenemos que dejar de encontrarnos así -arrancó en broma-. La gente acabará hablando.

Zac: Gracias a ti, ya lo hacen -repuso tratando de no fijarse en las gotas que resbalaban por el cuello de Vanessa-. A Will le gusta mucho cotillear.

Ness: Pensé que no era bueno para ninguno de los dos que descubriera la situación en la que estábamos -finalizó tras detenerse a escoger las palabras-.

Zac: Estoy de acuerdo -convino-. Pero, dígame, señorita Hudgens, ¿cual es nuestra situación exactamente?

Ness: Eso es de lo que vamos a hablar -contestó mientras avanzaba hacia la cocina con los pies descalzos-. Pero antes tengo que comer algo. Me muero de hambre -añadió ante la incrédula mirada de Zac-.

Desde luego, era una mujer dura. Muy a su pesar, debía reconocer que estaba fascinado con Vanessa. Por otra parte, él también tenía hambre, pensó justo antes de echar a andar tras ella. Se había ido del Pub Tanner sin comer nadar Y no había probado bocado desde el sándwich del mediodía, hacía ya ochos horas.

Pero aunque hubiera comido, el olor que provenía de la cocina le habría hecho la boca agua. Al entrar, Vanessa revolvía una cacerola con una cuchara de madera. El pelo humedecía el cuello de la camisa, lo cual le permitió ver que no llevaba sostén...

Enojado por la indeseada atracción que sentía hacia aquella mujer, miro hacia la mesa y se dio cuenta de que había cubiertos para dos personas.

Zac: ¿Esperabas compañía?

Ness: Sabía que vendrías antes o después. Y no me gusta comer sola.

Zac, en cambio se había acostumbrado a no convivir con nadie. Con todo, tomó asiento. Y decidió seguirle la corriente a Vanessa, la cual tardó en  terminar de preparar la cena.

Ness: Adelante -lo animó después de servirle un buen plato de sopa-.

Zac: ¿Cómo sé que no está envenenada? -dudó-.

Ness: No lo sabes -sonrió-.

Zac decidió probar la sopa... Deliciosa.

Ness: ¿Te gusta?

Zac: No esta mal.

Ness: Está muy bien, Rayo -se jactó-. No soy la ganadora del Concurso de Sopas Bloomfield por casualidad. Considérate afortunado.

Zac: Me espías, interrumpes mis vacaciones, me pateas, casi me dejas sin posibilidad de descendencia -atrancó-. ¿Y pretendes que me considere afortunado?

Ness: Lamento lo ocurrido; pero no deberías haberme atado en el lago -repuso entre dos sorbos de sopa-. Ha sido muy rudo por tu parte.

Zac: Cariño, si eso te parece rudo, todavía no has visto nada -comentó-. Y ahora, venga, quiero saber quién eres y quién te ha mandado. Aquí.

Vanessa suspiró; se levantó, fue a la nevera y volvió con dos refrescos.

Ness: Me llamo Vanessa Hudgens, tal y como viste en el carné de conducir. Y lo creas o no, mi peso, mi estatura y mi dirección también coinciden con los datos del carné -empezó-. Vivía en Bloomfield County hasta que me mude a Filadelfia hace casi dos años y me puse a trabajar en Myers and Cyrus, una empresa...

Zac: De detectives -la interrumpió-. Trabajan con gente de altura, mucho dinero..

Ness: Exacto -confirmó intrigada por cómo el dueño de una pequeña empresa de telefonía móvil estaba al corriente de las actividades de Myers and Cyrus-. Ellos me incluyeron en su departamento de investigación. Estaba harta de trabajar para una empresa de seguros y cuando vi que había una vacante en Myers aproveché la oportunidad.

Las piernas de Zac eran largas, por lo que resultaba imposible no rozarse con sus rodillas por debajo de la mesa. Este parecía no prestar atención a esos contactos, pero a ella la estaban desconcentrando.

Ness: Me contrataron, pero el trabajo que me asignaron era tan aburrido como el anterior -prosiguió-. Y cada vez que salía un puesto interesante acababan concediéndoselo a un hombre...

Zac: ¿Vas a dejar de dar vueltas de una vez? -atajó tras terminarse la sopa-. ¿O quieres que nos den las uvas?

Ness: Hace catorce meses -continuó imperturbable-, una empresa de contabilidad multimillonaria de Filadelfia, la Muldoon&CO., contrató a Myers and Cyrus para realizar una investigación sobre una serie de desvíos de fondos fraudulentos que estaba llevando a cabo alguno de los empleados... Dos meses después, los agentes habituales no habían descubierto nada y el director de Muldoon comenzó a enfadarse.

Zac: Muy comprensible.

Ness: Sin pedir autorización, me puse tras la pista de algunos empleados que no formaban parte de la lista de sospechosos. Soy muy perseverante con los detalles y alguno podía ofrecerme la clave...

Zac: Y encontraste al ladrón -volvió a cortarla-. O a la ladrona, para ser políticamente correcto.

Ness: Era un hombre. Resultó que era el secretario del mismísimo jefe. Llevaba veinte años en la empresa y nadie habría sospechado de él; pero las pruebas eran incontestables -relató-. Por desgracia, cuando se vio acosado, el hombre se suicidó y nunca sé recuperó el dinero.

Zac: Pero tú conseguiste el puesto que ambicionabas en recompensa por tus servicios -apuntó con dureza-.

Ness: Yo conseguí que me despidieran por saltarme las reglas de la empresa.

Zac: ¿De veras?

Ness: Ya estaba recogiendo mis cosas -prosiguió-, cuando una elegantísima mujer canosa apareció...

Zac: No me digas más -se burló-. El hada madrina fue a rescatarte y te llevó al baile.

Ness: Casi. Era la misma Margaret Muldoon, la fundadora de la empresa. Había ido a darme las gracias en persona. No sabía que me habían puesto de  patitas en la calle y se puso furiosa cuando se lo dije. Insistió en que me readmitieran o amenazó con las penas del infierno -añadió sonriente-.

Zac: Todo un carácter.

Ness: Ni te imaginas -comentó sonriente-. De todos modos, le agradecí su interés por mí, pero me negué a seguir en aquel trabajo tan tedioso. Le dije que en realidad, casi me alegraba. Entonces me invitó a comer y me hizo una oferta que, no pude rechazar.

Zac: El hada madrina se convierte en el de la mafia. ¿Aparece algún caballo en la historia? -preguntó con insolencias-. Y  sobre todo, ¿tiene algún sentido que me cuentes todo esto? ¿O pretendes matarme de aburrimiento?

Ness: Tiene sentido, señor Efron -espetó-. Y ya habría terminado si no me  interrumpieras cada dos por tres con tus comentarios sarcásticos.

Zac cerró la boca y se acercó... lo suficiente como para que ella pudiera aspirar su fragancia masculina; una fragancia que la excitó y la hizo recordar el momento en que se habían besado..

Agarró los platos de sopa, los llevó a la pila y se puso a fregar.

Ness: Margaret me ofreció el dinero necesario para fundar mi propia empresa como detective privada -prosiguió-. Al principio me negué, pero insistió tanto que acabé diciéndole que aceptaría un préstamo, y a condición de que ella fuera mi socia. Ahí nació la empresa Hudgens&Muldoon. Margaret pasa por el despacho dos días a la semana y se encarga de la contabilidad.

Zac: ¿Me estas diciendo que la dueña de una empresa multimillonaria contesta el teléfono para ti? -se burló-.

Ness: Para mi no. La empresa es de las dos -corrigió-. Ella estaba cansada de que la mantuvieran al margen en Muldoon, tras delegar en su sobrino Peter, y empezaba a aburrirse y a sentirse inútil.

Zac: Seguro que sus hijos te lo agradecen muchísimo.

Ness: Su única hijo murió hace treinta y tres años. Y su único hermano falleció hace cinco -lo informó-. Solo le queda Peter, que no puede prestarle mucha atención, ocupado con  la dirección de Muldoon.

Vanessa se dio cuenta de que Zac se había levantado, se estaba acercando. Colocó los brazos en los costados de ella, la empujó hacia la pila y apoyó el pecho contra su espalda.

Vanessa se giró, despacio, comprendió que se había equivocado, pues sus senos rozaron contra el pecho de Zac. Se le desbocó el corazón...

Luego, cuando él se apretó contra sus muslos, comprendió que también Zac estaba excitado.

Las cosas no iban como había planeado, pensó Vanessa.

Zac: Se acabaron los cuentos. ¿Por qué me estabas espiando?

Ness: No queríamos equivocarnos. Y Margaret pensaba que con una foto tuya le bastaría para estar segura.

Zac: ¿Segura de qué? -preguntó interesado-.

Ness: De que eres su nieto.




¡Qué atrevido, Efron! Muy inteligente el no haber corrido la cortina. El golpe te habría dolido semanas XD
Veamos como se toma la noticia que le acaba de dar Ness.

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domingo, 19 de abril de 2015

Capítulo 2


Nada podría haber desconcertado a Vanessa más que el choque de los labios de Zac contra su boca. Llevaba varios segundos conteniendo la respiración, con el corazón incrustado en las costillas, y él seguía profundizando el beso con fuerza.

Pensó en morderlo, pero no podía. Por frustrante y enojoso que le resultara, sentía la necesidad de abrazarlo con fuerza... lo que tampoco podía hacer, atadas aún sus manos.

No había pasión, necesidad ni deseo en aquel beso, pero sí calor; un fuego derretidor que le estaba haciendo hervir la sangre al tiempo que su cabeza le decía que era una idiota. Nunca le había ocurrido algo así y no estaba preparada para defenderse.

La levantó en brazos y se dejó llevar, apoyándose contra la vigorosa pared de su pecho y sujeta por sus potentes brazos. Los dos estaban empapados y era como si sus cuerpos despidieran vapor del calor que sus ropas desprendían. Zac seguía besándola, sin separar los labios ni un segundo, y ella comenzó a disfrutar de su sabor, mareantemente masculino. Emitió un extraño sonido gutural y Vanessa no acertó a distinguir si era un gemido de placer o de disgusto. Luego pasaron una puerta y de pronto, aún perturbada por el beso, él la dejó dentro de una bañera. Al oír que una voz masculina llamaba a Zac, Vanessa despertó de su ensimismamiento. Giró un codo hacia su cara y le golpeó en el labio inferior. Zac maldijo furioso, agarró un calcetín de una bolsa de deportes, se lo metió en la boca y terminó de amordazarla rodeándole la cabeza con una toalla.

Vanessa se retorció colérica y trató de gritar, al tiempo que rezaba porque el calcetín estuviera limpio y planeaba su venganza. Sería una tortura lenta y dolorosa. En esos momentos, su única satisfacción era la sangre que manaba del labio de Zac, el cual, tras limpiársela con el revés de la mano, se dirigió a Vanessa en tono amenazante:

Zac: Me voy a librar enseguida de quien quiera que sea, pero como hagas un solo ruido, te prometo que lo lamentarás.

Le habría gustado enfrentarse a él, pero reconoció aquel tono de voz, era el mismo que sus hermanos empleaban con ella cuando les acababa la paciencia. Y dado qué, por el momento, era Zac quien tenía la sartén por el mango, no le quedaba más remedio que obedecer.

Aunque aún tenía un par de trucos debajo de la manga para el señor Zachary Efron...


**: ¿Estás, sordo o qué? -le preguntó Will Hemsworth cuando Zac le abrió la puerta-. Llevo cinco minutos llamando a la puerta. Además, ¿por qué tenías echado el cerrojo?

Zac: Para librarme de tipos como tú -repuso mirando de reojo hacia el cuarto de baño, convencido de que Vanessa irrumpiría en el salón en cualquier momento-.

Will: ¡Qué calor! -exclamó mientras se dirigía a la nevera-. ¿Tienes alguna cerveza fría?

Genial, pensó Zac. Podía quitarse de en medio sin problemas a cualquier persona menos a Will o a Mike. El día había ido de mal en peor y daba la impresión de que podía acabar nefasto. Aunque también cabía la posibilidad de explicarle que no podía hacerle compañía en ese instante, porque tenía a una mujer atada en la bañera... Seguro que resultaría muy creíble.

Zac: Hemsworth, no vienes en buen momento -le dijo de todos modos, sin cerrar la puerta todavía-.

Casi había dejado de llover, pero la humedad seguía siendo asfixiante.

Will: Estás en el quinto pino, no tienes nada que hacer -arrancó tras soltar una risotada-. Tu mejor amigo se mete un viaje de veinte minutos en medio de un chaparrón para verte, ¿y le dices que no llega en buen momento? Eres un impresentable.

Zac: Hablo en serio -se mesó el cabello, aún humedecido. Vanessa llevaba todo un minuto tranquila, un récord que lo alarmaba-. Estoy un poco ocupado.

Will sacó una botella de la nevera y cerró la puerta con la pierna.

Will: ¿Qué pasa, te he pillado leyendo poesía mística? -bromeó justo antes de dar un largo sorbo de cerveza-. ¡Está riquísima! Por mí no te preocupes, amigo. Yo me siento aquí con la cerveza y tú haz la que te apetezca. Por cierto, te recuerdo lo del esmoquin del jueves por la mañana y la cena del viernes por la noche en casa de Mike, después del ensayo general de la boda.

Zac cerró la puerta de entrada, resignado, mientras Will se desplomaba sobre el sofá.

Zac: Hablando de la boda, ¿no tienes que ayudar a Miley a elegir centros de flores o manteles, o lo que sea?

Will: La estoy ayudando: no meto las narices en nada. Tengo tres horas libres antes de ir a buscar a mi hijo a casa de sus abuelos.

Zac no pudo evitar advertir el orgullo de Will al nombrar a su hijo Charlie. Un hijo de cuya existencia no había tenido noticia hasta pocas semanas antes. Zac no podía creérselo todavía, Will era padre de un niño de cinco años y se iba a casar con la pequeña Miley Cyrus, que ya no era tan pequeña, sino una mujer adulta y despampanante.

Y Mike estaba casado con July Bennet, una rubia preciosa con la que había tenido dos hijos gemelos; un niño y una niña. Realmente la vida daba muchas vueltas.

Gracias a Dios que él no había perdido la cabeza, pensó aliviado.

Will: Oye -lo llamó-, sabes que estás empapado, ¿verdad?

Un ruido proveniente del baño hizo que Will girara la cabeza. Zac se puso tenso. Tenía que librarse de su amigo de inmediato.

Zac: Ardillas -improvisó con seguridad-. Se han hecho un nido en el altillo que hay encima del cuarto de baño. Estaba en el tejado intentando localizarlas cuando estalló la tormenta. Mira, tengo que ir al centro a comprar una rejilla para que no entren más. Te veo en el Pub Tanner dentro de tres cuartos de hora y te invito a unos billares.

Aunque Will tenía dinero para comprarse la sala de billar entera, era inconcebible denegar semejante oferta.

Will: Diez dólares la partida -apostó-.

Zac: Cinco. Lo tomas o lo dejas -repuso consciente de que si aceptaba muy pronto, Will sospecharía algo-.

Will: Hecho -aceptó éste, al tiempo que se levantaba-. Le daré un toque a Mike a ver si puede librarse de July y los críos durante un par de horas... ¿Seguro que son ardillas? -añadió entonces después de oír otro ruido-.

Zac: Puede que se haya colado alguna en el baño -se adelantó a Will, pero se quedó helado al ver que la puerta se abría-.

Vanessa se había quitado los pantalones caqui de camuflaje y llevaba un top blanco y unos vaqueros ajustados que realzaban unas curvas en las que Zac no se había fijado antes. Se había echado el pelo hacia atrás y se había lavado la cara...

¿Cómo demonios se había desatado?

Ness: Zac, cariño, ¿estas ahí? -sonrió radiante-. Me preguntaba por qué tardabas tanto. En fin, me temo que tendremos que dejarlo para otra ocasión. Se me había olvidado que tengo una cita en la ciudad. Ya te llamaré... Ah, tienes compañía.

Will se había quedado boquiabierto al ver a Vanessa. De no ser por lo enfadado que estaba Zac se habría echado a reír de la cara de asombro de su amigo. Que, por otra parte, debía de ser idéntica a la de él mismo.

Ness: Recojo mis cosas y me marcho -se agachó para agarrar su mochila y cuando ya iba hacia la salida, miró a Will fijamente-. ¿Will Hemsworth? -preguntó con idolatría-.

Will asintió con la cabeza, estupefacto, y siguió mirando a Vanessa enmudecido.

Ness: He sido fan tuya durante años -prosiguió al tiempo que le ofreció una mano-. Vanessa Hudgens -se presentó-.

Will: Eh... encantado, señorita Hudgens -acertó a decir tras pestañear dos veces-.

Ness: Llámame Vanessa, por favor -le pidió con voz sensual-.

Zac no podía creerse que aquello estuviera sucediendo. Cinco minutos antes había dejado atada en el baño a una gata furiosa de uñas afiladas y ahora aparecía calmada para coquetear con su amigo.

Ness: Estuve en Bloomfield cuando ganaste el Campeonato Nacional hace tres años -continuó mientras se colocaba la mochila sobre un hombro-. Estuviste fantástico -añadió-.

Como encima le pidiera un autógrafo, pensó Zac, acabaría liándose a tortas con los dos.

Will: Tuve suerte; gracias de todos modos -repuso, el cual parecía haber recobrado la compostura. Lanzó una de las sonrisas que habían iluminado las portadas de tantas revistas y que tan buenos resultados le había dado siempre con las mujeres-. Aunque ya me he retirado. He abierto un taller de motos aquí en Wolf River. Quizá quieras venir a verlo... Zac puede acercarte -añadió sonriente-.

Ness: Gracias -aceptó-. Y por cierto, felicidades por tu boda, Zac no para de hablar del tema.

Will: ¿De verdad? -preguntó mientras miraba a su amigo con las cejas enarcadas, como diciéndole que no lo engañaban y que sabía que los había interrumpido en medio de una tórrida aventura-.

Zac decidió dejarlo que pensara eso, se acercó a Vanessa y le puso las manos sobre sus hombros.

Ésta, con gran disimulo levantó una bota y le pegó un pisotón. Luego se apoyó sobre Zac con naturalidad, el cual se obligó a fingir una sonrisa.

Zac: Nos vemos en Tanner -murmuró mientras aguantaba a duras penas el tacón de la bota de Vanessa-. Antes quiero despedirme de mi amiga.

Ness: Lo siento, cariño. Tengo que irme corriendo -se giró; retorciéndole el pie en el movimiento y le dio un beso en la mejilla-. No quiero llegar tarde a mi cita.

Zac contempló las opciones que  tenia: montar una escena delante de su  amigo o dejarla marchar... nada de lo cual le gustaba.

Ness: Encantada de conocerte -le dijo a Will después de que Zac retirara las manos de sus hombros, camino ya de la salida-.

Will: Lo mismo digo. Ya nos veremos.

Ness: Es posible -replicó para cerrar la puerta a continuación-.

«Es seguro, morenita», pensó Zac. Vanessa no iría muy lejos; había ido hasta allí con algún propósito y, fuera lo que fuera, aún no había terminado.

Zac: No preguntes -le advirtió a Will, el cual, por suerte, tuvo la delicadeza de no insistir-.

Will: ¿Pero la oferta del billar está en pie o no?

Zac: Está en pie -respondió mientras iba hacia su dormitorio a cambiarse de ropa-.

Necesitaba tomarse una cerveza mientras jugaba una partida de billar para despejar un poco su confusa cabeza.


Vanessa observaba los árboles que separaban su casa de la de Zac. Había oscurecido y aunque ella nunca había sido miedosa, no podía evitar sentir cierta ansiedad.

Zac no la había seguido después de que ella se marchara hacía ya una hora, lo que no la extrañaba, pues había oído, a través de la  puerta del baño, la propuesta de ir jugar al billar.

Vanessa sonrió y se imaginó a Zac bebiendo cerveza como si nada, comportándose como si tuviera todo el tiempo del mundo; pero sabía que en realidad, estaría pensando en ella, preguntándose quién demonios sería y por qué lo estaba vigilando.

No tardaría en volver. Estaba segura.

Sintió un cosquilleo en el estómago, mezcla de tensión y deseo. Tenía el cuerpo dolorido de haber estado agachada tras los matorrales tanto tiempo, y el pelo se le había enredado. Necesitaba darse una ducha pero le había dejado un mensaje urgente a Margaret y no quería que ésta llamara y no poder atenderla. Seguro que le gustaría saber lo que había ocurrido esa tarde... aunque prescindiría de contarle ciertos detalles, como que Zac la había atado y besado.

Se llevó los dedos a los labios y recordó el tacto de su boca sobre la de él, el calor de su lengua...

Por supuesto, sabía que solo la había besado para evitar que gritara, pero, de alguna manera, no podía olvidarse del sabor de sus labios, ni del peso de su cuerpo sobre el de ella. Tenía manos fuertes y diestras, experimentadas. Debía reconocer que la había atado con maestría y, aunque odiase admitirlo, sentía respeto por aquel hombre.

Pero no por ello iba a dejarse someter. Vanessa había aprendido a defenderse desde muy pequeña, pues, teniendo cuatro hermanos mayores, no le había quedado otra opción. Solo Andrew, el mayor de todos, de treinta y cinco años, había salido en su defensa en las peleas más violentas y la había consolado en los malos momentos.

El año posterior a la muerte de sus padres había sido el peor para Vanessa; pero Andrew se había hecho cargo de la familia y, a pesar de tener tres hermanos pequeños combativos y una hermana adolescente y rebelde, había logrado que los cinco se mantuvieran más unidos que nunca.

Sintió la necesidad de hablar con Andrew cuya voz profunda siempre la había tranquilizado. Sí, le venía bien serenarse un poco; porque Zac había hecho balancear su estabilidad emocional y su orgullo.

Con todo, a pesar de lo irritada que estaba, sonrió al recordar la cara de asombro de Zac cuando éste la había visto salir del cuarto de baño. Esa cara y el pisotón que le había metido delante de su amigo eran la única compensación a la humillación de haberse visto atada...

¿Por qué lo habría hecho?, se preguntó extrañada. De acuerdo con la información que había reunido, se trataba de un hombre corriente y agradable: tenía un pequeño negocio de telefonía móvil en Washington, había formado parte de las fuerzas armadas durante cuatro años, no tenía mujer ni hijos, vivía en un estudio en Maryland y conducía un Ford...

¿Por qué, entonces, desconfiaba tanto de ella? ¿Por qué había dado por supuesto que lo estaba vigilando?

Zac ocultaba algo, un aire de misterio lo envolvía y, fuese lo que fuese, Vanessa estaba decidida a descubrir el secreto.

Por el momento no podía sino esperar y, mientras tanto, admirar la belleza del paisaje. Por fin había refrescado, una suave brisa soplaba entre los árboles y el croar de las ranas sonaba con armonía de fondo.

Nada que ver con el tráfico, las sirenas, las discusiones a grito del matrimonio que vivía en la casa de al lado en la ciudad...

Finalmente, se arriesgó a darse una ducha rápida. Supuso que Zac tardaría todavía una hora en regresar y le sería más sencillo enfrentarse a él si estaba  limpia y aseada.

De pronto, sonó el teléfono. Se sobresaltó al oírlo, cerró la puerta de casa y corrió a contestar.

Dudaba que un simple cerrojo fuera a detener a Efron, pero tal vez le diera el par de segundos necesarios para reaccionar...

Ness: ¿Diga? -respondió por fin-.

Margaret: ¿Vanessa? -preguntó preocupada-. ¿Estás bien, cariño? Peter y yo estábamos preocupados. ¿Por qué no has llamado antes?

Ness: Estoy bien. Pero me temo que hay un pequeño cambio de planes.


El Pub Tanner estaba oscuro. Un cantante de country actuaba en una esquina llena de humo de tabaco, mientras tres hombres jugaban a una máquina de pinball en la parte trasera del local.

Mike Hannigan tenía un taco de billar agarrado y miraba concentrado la bola blanca.

Will: Por cierto -comentó mientras colocaba su taco en el extremo opuesto de la mesa-, ¿te he dicho que Zac estaba acompañado por una mujer preciosa cuando fui a su casa esta tarde?

Mike se desconcentró y golpeó mal a la bola. Luego miró a Will malhumorado.

Mike: ¿Cómo dices?

Zac apretó su taco e hizo lo posible por no prestar atención a las miradas de sus dos amigos. Había estado esperando algún comentario de ese estilo desde que Mike había llegado media hora antes. Lo único que lo sorprendía era que Will hubiese aguantado tanto... Ahora veía que había estado esperando para hacer fallar a su amigo en el momento clave. Después de todo, cinco dólares eran cinco dólares.

Will: Una mujer -insistió-. Guapísima.

Zac: Cierra el pico, Hemsworth -dijo mientras volvía a poner todas las bolas en el triángulo-.

Mike: ¿Así que es verdad? -intervino-. ¿Quién es?

Zac sabía que no se libraría de ellos sin una respuesta. De hecho, la experiencia le decía que cuanto más evasivo fuera, más curiosidad despertaría en sus amigos.

Zac: No la conocéis. Está de vacaciones, ha alquilado la casa que hay junto a la mía y nos encontramos esta mañana en el lago.

Will: Intentó librarse de mí antes de que ella saliera del baño empapada -le susurró a Mike-.

Mike: ¿Empapada? -repitió intrigado-.

Zac: Nos sorprendió la tormenta. Se estaba secando en el baño, nada más. Estaba totalmente vestida, ¿sí o no? -le preguntó a Will-.

Will: Lo llamó cariño.

Mike: ¿Me estás diciendo que ha llegado hace tres días y ya tienes a una mujer en tu escondite?

Will: Palabra de Boy Scout -aseguró-. Se llama Vanessa Hudgens, es morena, tiene ojos marrones y un cuerpo que...

Zac: Cállate de una vez -lo advirtió-. Para estar a punto de casarte, te has fijado mucho en ella.

Will: ¿Qué quieres? Sale una mujer bonita de tu baño, ¿y pretendes que ni me inmute? Además, era mi obligación, Mike no estaba presente y supuse que querría conocer algún detalle.

Zac: Mike tiene cosas mejores que hacer antes que escuchar tonterías -dijo mientras agarraba el taco, dispuesto a romper-.

Mike: No tengo nada mejor que hacer -corrigió-. July ha salido con Miley para ver los vestidos que llevarán a la boda y se han marchado con los pequeños... ¿De verdad te llamó cariño? -insistió luego-.

Zac: O jugáis o me largo -contestó después de que el triángulo de bolas explotara en todas direcciones-.

Will: Está celoso porque la chica me reconoció -apuntó-. Me dijo que me vio competir en Bloomfield y piensa que soy fantástico.

Zac: Se acabó -tiró el taco sobre la mesa, tan irritado con sus amigos como consigo mismo por seguirles el juego-. Yo sí tengo cosas mejores que hacer que estar perdiendo el tiempo con vosotros.

Will: No hace falta que lo jures, casanova -se burló-. Y no te preocupes, la próxima vez llamaré antes de ir a verte.

La respuesta de Zac fue tan inmediata como grosera. Luego salió del pub y fue hacia el camión que Will le había prestado para las dos semanas de vacaciones.

Apretó el volante con las manos, piso el acelerador a fondo y salió derrapando del aparcamiento. Condujo a toda velocidad por la autopista hasta que, poco a poco, recuperó la calma  y se relajó por primera vez desde su encuentro con Vanessa.

Al acercarse al sendero que se desviaba hacia las casetas del lago, redujo la velocidad hasta desconectar el motor y apagó las luces.

Solo necesitaba una cosa de la señorita Hudgens: la verdad... y no iba a marcharse hasta conocerla.




Diver el capi, ¿no?

¡Bien por Ness! ¡Fue muy lista! Pero aún se tiene que vengar más de Zac, ¡le metió un calcetín en la boca! ¡Qué asco! Al final no se sabe si estaba limpio =S

Espero que os haya gustado el capi.

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jueves, 16 de abril de 2015

Capítulo 1


«Maldita mujer».

La paciencia de Zachary Efron se agotó a las cinco y cincuenta y dos de la tarde. Ya había descartado la idea de salir a pescar, el horizonte amenazaba con un batallón de nubes tormentosas y, además, hacía tanto calor y era tal la humedad, que aquello parecía una sauna más que una casita en un bosque de Texas.

Apoyado contra la barandilla del porche, dio un último sorbo de cerveza fría, se secó el sudor de la frente y frunció el ceño al ver el movimiento de un arbusto tras el que se estaba ocultando la mujer.

No sabía quién podía ser la espía. Ni por qué llevaba tres horas vigilándolo con unos prismáticos. Puede que Prescott hubiera enviado a alguien, a pesar de que había jurado no molestarlo si aceptaba la misión del Cairo.

Claro que muy tranquilo no lo había dejado. De hecho, los dos primeros días de vacaciones, ya lo había llamado cuatro veces... hasta que Zac, por fin, había descolgado el teléfono.

Lo cual podría explicar la presencia de aquella intrusa, pensó disgustado.

Al mirar por sus propios prismáticos, Zac vio que se trataba de una mujer morena, esbelta, tirando a alta, llevaba botas, pantalones caqui y, sin duda, carecía de experiencia como espía.

No aguantaría mucho allí. Entre el calor, la humedad y la tormenta que se avecinaba, tendría que marcharse en menos de una hora... o los mosquitos se la zamparían de cena.

Le daba igual. El aún tenia once maravillosos días libres. Había vuelto a su ciudad natal, Wolf River, para asistir a la boda de su amigo Will Hemsworth y eso era lo único que pretendía hacer, aparte de pescar, beber cerveza y pensar en las musarañas.

Un ligero movimiento detrás de los arbustos llamó su atención. Puede que Prescott necesitara algo de verdad y que hubiera enviado a esa mujer como mediadora...


Vanessa Hudgens oyó el primer trueno y supo que estaba en apuros. No bastaba con que hiciera un calor húmedo derretidor, sino que ahora, para colmo, tenía que empezar a llover. Y a juzgar por el tamaño de las nubes que cubrían el cielo azul, iba a ser todo un chaparrón.

Genial, pensó mientras bajaba los prismáticos y se secaba el sudor de la cara. Desde luego, eso de ser detective privado no tenía mucho glamour.

Aunque tampoco era ella la reina de la moda. En tal caso, no estaría tirada tras un arbusto con pantalones caqui de camuflaje. Los diamantes y la ropa cara eran para los ricachones de Filadelfia, no para una chica de una ciudad pequeña, como Blomfleld County; se dijo Vanessa mientras se llevaba los prismáticos a los ojos de nuevo.

¿Dónde se había metido el señor Zachary Efron?

Enfocó a un lado y a otro del  porche que llevaba vigilando casi toda la tarde... Habría entrado por otra cerveza, decidió Vanessa. Sin duda, hacía calor parar estar bebiendo y, aunque a ella no le gustara, en esos momentos agradecería cualquier casa refrescante. Miró hacia el lago, se imaginó lanzándose al agua, suspiró y se concentró en su misión.

Al menos, aunque las condiciones de trabajo no fueran las mejores, el sujeto merecía la pena. Zachary Efron era un hombre rompedor, alto, de denso pelo castaño y potente mentón; tenía una cara mezcla de obrero de la construcción y guapetón de revistas del corazón, piernas larga y musculadas, y sus brazos y ancho pecho podían paralizar el corazón de muchas mujeres. No podía decir de qué color eran sus ojos, pero apostaba a que eran azul claro.

Aunque no tenía intención de acercarse tanto como para comprobarlo. Por el momento, solo necesitaba hacerle unas fotos, vigilarlo un par de días y luego informar a Margaret.

Y teniendo en cuenta lo amigable y dicharachera que era la gente de Wolf River habría mucho de que informar.

Tracy Simpson, una morena delgaducha que trabajaba de cajera en un mercado de la ciudad, no había parado de hablar al mencionar Vanessa el nombre de Zachary Efron.

Tracy: ¿Conoces a Zac? -había preguntado la cajera con sorpresa-.

Ness: Es amigo de un amigo -había respondido encogiéndose de hombros-. Me pidió que lo saludara de su parte si pasaba por aquí.

Tracy: Debe de ser tu día de suerte. Zac ha estado fuera catorce años, pero volvió hace justo tres días. ¡Menuda coincidencia! ¿No?

Ness: Increíble -aunque, en realidad, llevaba siguiendo a Zac desde Washington-. ¿A qué ha venido, a ver a sus padres?

Tracy: Zac no tiene padres, a parte de Esther Matthews. Fue su madre adoptiva unos meses, pero murió hace un par de años. Está aquí para la boda de Will Hemsworth y Miley Cyrus, la semana que viene.

Ness: ¿Will Hemsworth? -había repetido interesada-. ¿El tres veces Campeón Nacional de Motociclismo?

Tracy: En carne y hueso. Quién iba a decir que una celebridad como Will Hemsworth viviera en Wolf River, ¿verdad?

Y tanto, pensó Vanessa mientras pagaba una novela policíaca, una tableta de chocolate y una botella de agua. Había sido seguidora de Will desde que su  hermano Andrew la había llevado a una carrera de motos por primera vez, a los diecisiete años. A más de una mujer se le había roto el corazón al anunciar Will su retirada.

Tracy: Will y Mike Hannigan fueron lo más parecido a una familia para Zac. Al pobre lo abandonaron nada más nacer... -había proseguido-. De pequeños siempre estaban juntos... ¿Quieres unos melocotones? Están de oferta: dos bolsas por ciento cincuenta pesetas.

Ness: Si, me llevo cuatro -cualquier cosa con  tal de que la mujer siguiera hablando de Zac-. ¿Dices que lo abandonaron?

Tracy: Se dice, que en la puerta de una iglesia. Aunque siempre ha habido muchos rumores sobre la vida de Zac. Sobre todo, desde que se hizo mayor... Ya sabes a lo que me refiero -había añadido con picardía-.

Ness: ¿Así que se esta hospedando en casa de Will hasta el día de la boda?

Tracy: No no. Ha alquilado una de las casas de Harper Whitsnan, junto al lago. Pasó por aquí hace tres días y compró comida suficiente para alimentar a toda la ciudad, así que supongo que se va a quedar una temporadita. Igual me paso a visitarlo un día de éstos, por si necesita algo... Son mil pesetas -había concluido-.

La siguiente visita de Vanessa también le había suministrado información en abundancia. Cathy Patterson; la canosa gerente de la oficina de alquileres inmobiliarios de Wolf River tuvo la amabilidad de indicarle que aún quedaban casetas disponibles junto al lago.

Ness: ¿Seguro que hay más gente alquilada? No quiero ser entrometida, pero eso de ser mujer y estar hay sola... Bueno, creo que me sentiría más segura sabiendo que  hay alguien más cerca.

Cathy: Toda precaución es poca siendo mujer. Pero no te preocupes cariño. Hay un matrimonio celebrando su luna de miel y en la casa número tres está Zac fron. Te daré la cuatro, junto a él.

Ness: ¿Zac? -fingió asustarse-. ¿Lo conoces?

Cathy: ¡Por favor! Todo el mundo conoce a Zac en Wolf River. Pero no te creas todo lo que se dice de él. Solo levantó un poco de polvo antes de  alistarse en el ejército. Y aquel problema que tuvo con Hank Thomson hace diez años no fue culpa suya. Zac es buen chico, te lo aseguro.

Justo cuando iba a preguntar qué problema en concreto había tenidos con Hank Thomson, sonó la campana de la oficina  y entraron dos hombres.

Cathy: Enseguida los atiendo señores -les saludó sonriente antes de dirigirse a Vanessa de nuevo y entregarle sus llaves-. Todas las casas tienen teléfono. Si quieres algo no tienes más que llamar.

Después de salir de la oficina, Vanessa tomó la autopista, la abandonó por la desviación que conducía al lago y, veinte minutos después, descargó la  compra del jeep, la metió en casa, se puso los pantalones caquis y salió de nuevo con los prismáticos.

Ness: Pan comido -pensó al localizar a  Zac, sentado en el porche de su casa-.

Sacó un par de melocotones y comenzó a comer tranquilamente.

Pero a medida que fueron aumentando la temperatura y la humedad, el pan comido empezó a indigestársele.

Y cuando le cayó la primera gota en la mejilla, y luego la segunda, el cielo se rompió con un rayo y un trueno amenazante. Vanessa comprendió que debía dar la investigación por terminada. Ya continuaría al día siguiente.

Guardó los prismáticos en su mochila, se puso a gatas y anduvo así unos metros… hasta chocar contra algo muy sólido. Y humano.

Levantó la vista lenta y temerosamente y se quedó sin saliva al reconocer a Zachary Efron.

Zac: Hola -la saludo éste con una sonrisa falsa-.

Vanessa abrió la boca, pero antes de que llegara a articular palabra, Zac la tiró al suelo boca arriba y la sujetó. A pesar de lo embarazoso de la situación, había que reconocer que el hombre era muy atractivo.

Lo que no quitaba que se mereciese un castigo por haberle dado ese revolcón, pensó mientras calculaba la distancia entre su rodilla y la entrepierna de él.

Sin embargo, a pesar de aquel primer impulso, comprendió que ella no había ido allí para lesionar a nadie.

Zac: ¿Quieres explicarme por qué llevas espiándome toda la tarde? -le preguntó con suavidad-.

Vanessa trato de relajarse y fijarse en la cara de él, en vez del roce con su musculado cuerpo. Un momento bastante raro para confirmar que tenía los ojos azules; se dijo cuando logró mirarlo.

Ness: ¿Quién te crees que eres? -fingió indignarse y trató de liberarse de su captor. Siempre había sabido hacerse la indefensa, para derrocar a sus  oponentes cuando hubieran bajado la guardia-. Suéltame.

Pero Zac le apretó aun más las muñecas. Acercó su rostro al de ella, la cual pudo aspirar la fragancia que despedía su cálida piel.

Zac: Te he hecho una pregunta, morenita. Quiero que respondas. Ahora.

Desde luego el hombre era de acero. Claro que, por mucho que ella no fuese tan resistente, sí tenía paciencia, Y si no la soltaba pronto, acabaría dándole el rodillazo. Y más después de qué la hubiera llamado morenita. ¡Cómo odiaba aquellos apelativos sexistas!

Ness: Mira, gorila -lo insultó mientras la lluvia aumentaba-, esto no es propiedad privada de nadie y hago lo que me da la gana. Estoy alquilada en la caseta de abajo y había salido a ver el paisaje un rato, si es que te importa.

Zac: ¿Ah, sí? ¿Y siempre sales a ver el paisaje con prismáticos?

Ness: Me gusta ver pájaros -improvisó-. Que yo sepa no hay ninguna ley en contra.

Zac: ¿Qué tipo de pájaros? -lo presionó-.

Ness: ¿Qué tipo de pájaros? -repitió para ganar tiempo-.

Zac: Sí, ¿qué pájaro llevas observando tres horas?

Ness: Uno amarillo con tres patas que había en el pino de tu casa. Es muy raro -añadió, rezando porque hubiera algún pájaro por allí-.

Zac: De modo que un  pájaro amarillo con tres patas ¿no? -se burló tras mirar por los prismáticos-.

Ness: Sí -murmuró-. Y suéltame.

Zac: Podemos hacerlo por las buenas o por las malas -le advirtió, al tiempo que la penetraba con la mirada-. Tú eliges, cariño.

Vanessa no estaba segura de qué era lo que podían hacer, pero, desde luego; no le iba a poner las cosas fáciles.

Ness:: Está bien -suspiró, haciéndose la derrotada-. Supongo que lo haremos... ¡por  las malas!

Finalizó mientras subía la rodilla.

Zac tomó aliento al notar los primeros dolores en el bajo vientre. Sintió que los ojos le estallaban y tuvo ganas de vomitar. La había creído tan asustada, que se había despistado un segundo, y ahora estaba pagando el despiste.

Ness: ¡Te digo que me sueltes! -la oyó gritar mientras él se retorcía de dolor-.

Se había desplomado sobre Vanessa, la cual le estaba golpeando en el pecho furiosamente. Pero Zac no podía moverse.

Tomó aire y, justo cuando ella le iba a clavar las uñas en la cara, la agarró por las muñecas. Las sujetó con una mano y sacó con la otra una cuerda que había agarrado antes de salir de casa.

Vanessa lo miró con miedo, pero Zac, que hasta entonces había tenido cuidado de no hacerle daño, la ató sin contemplaciones.

Zac: ¿Alguna vez te he dicho que trabajé seis meses en rodeos? -le dijo mientras le inmovilizaba pies y manos en  menos de un segundo-. Me llamaban Rayo.

Los ojos de Vanessa echaban fuego mientras su boca se llenaba de insultos. Un rayo enfatizó uno de sus muchos improperios. Y el subsiguiente trueno realzó el posterior. No cabía duda de que tenía un gran repertorio, pensó Zac.

Miró al cielo, que se rompió con un nuevo relámpago y la lluvia empezó a acribillarlos. Volvió a centrar la atención en Vanessa, aún maniatada. Había pensado dejarla así un buen rato, pero con ese tiempo, podía acabar carbonizada por un rayo. La levantó en brazos y se la colgó sobre un hombro como si fuese un saco de patatas.

Notó que sus esbeltas y largas piernas eran también firmes. En otro momento, en otras circunstancias, habría valorado esos atributos. Vanessa le dio un nuevo rodillazo en la barbilla, lo que lo hizo recordar, definitivamente, que no era momento para pensar en mujeres.

Zac: Deberías estarme agradecida morenita -le dijo mientras le sujetaba las piernas de mala manera-. Si te hubiera dejado allí tirada, te habrías acabado ahogando.

Vanessa expresó su gratitud con un nuevo e imaginativo insulto y comentó de pasada lo que le haría en cuanto tuviera la menor oportunidad. Zac decidió que sería mejor asegurarse de que dicha oportunidad no surgiera nunca.

Ness: ¿Es que no vas a llegar nunca? -lo apresuró asustada, después de que un rayo estallara a tres pasos de ambos-.

Zac, enfadado pero tan deseoso de guarecerse como Vanessa, apretó el paso.

Cuando por fin entraron en casa, los dos estaban calados. Soltó a la mujer sin excesivo cuidado sobre el suelo, frente a la chimenea y la miró desde la altura.

Ness: Desátame -exigió-.

Zac: Me temo que no voy a poder -se mesó el pelo, empapado-. No hasta que me des un par de respuestas.

Ness: La señora Patterson se va a enterar de esto -dijo bañada en un charco de agua-.

Zac: ¿La señora Patterson? -enarcó una ceja-. ¿La de la oficina de alquileres?

Ness: Exacto. Cuando me alquiló la casa que hay junto a la tuya me dijo que podía confiar en ti, pero claro que no sabe que te diviertes atando y secuestrando mujeres.

Zac: Para estar atada y secuestrada, no paras de hablar. Es como si te gustara -repuso-.

Vanessa alzó las dos piernas a la vez y le pateó una espinilla con la punta de las botas.

Zac: No tenía intención de hacerte daño; pero vas a conseguir que cambie de opinión -la avisó dolorido-.

Vanessa levantó la cara desafiantemente y Zac no pudo evitar fijarse en la delicadeza de sus rasgos, pómulos prominentes, piel suave, labios anchos  y  sensuales… lástima que no dejara de decir tacos.

Ness: No me asustas -aseguró-. Tengo cuatro hermanos, cada uno más fuerte y vengativo que el otro. Te encontrarán y cuando hayan acabado contigo, te aseguro que te llamarán Cojo, en vez de Rayo.

Estuvo a punto de echarse a reír: No le quedaba más remedio que admirar su valentía. Pero, si bien no estaba seguro de sí mentiría acerca de sus hermanos, estaba convencido de que esa mujer no había ido al lago a mirar pájaros.

Zac: Veamos que tienes en tu mochila -dijo mientras la abría-.

Ness: Son mis cosas. No se te ocurra cotillear o te la ganas -lo amenazó-.

Zac: Creo que me arriesgaré, morena. Si siempre hiciera lo mejor para mí, te habría dejado atada bajo la lluvia -repuso al tiempo que un enésimo trueno hizo retemblar la casa-. ¡Qué cámara más bonita! ¡Podrías fotografiar los cráteres de la luna con este teleobjetivo -añadió al ver una carísima Nikon-.

Ness: Trabajo como fotógrafa para una revista de naturaleza. Necesito buenos objetivos.

Zac: Entonces, seguro que solo encontraré fotos de pájaros cuando revele el carrete, ¿verdad? -replicó al  tiempo que lo rebobinaba-. En la ciudad hay una tienda donde te tienen las fotos en una hora. ¿Qué tal si nos acercamos? -agregó mientras abría la cámara-.

Ness: ¿Qué tal si te atragantas y te mueres? -repuso con dulzura-.

A pesar de que lo había puesto de mal humor, no pudo evitar sonreír. Luego metió una mano en la mochila, sacó una cartera de cuero y la abrió.

Zac: Veamos si tienes algún otro nombre, aparte de morenita -dijo tras agarrar el carné de conducir-. Aquí está: Hudgens, Vanessa Hudgens. ¿De Filadelfia? -añadió extrañado-.

Ella no respondió. Se limitó a lanzarle una mirada envenenada  mientras una gota de agua le resbalaba por la nariz.

Zac no tenía noticia de que Prescott trabajase con agentes de Filadelfia... Miró a Vanessa y, por un breve y horrible segundo, se preguntó si habría cometido un error.

Pero no. Era obvio que ella mentía. Puede que no la hubiera  enviado su jefe, pero tampoco colaboraba con ninguna revista como fotógrafa...

Entonces; ¿por qué demonios le había estado vigilando?

El carné de conducir parecía auténtico. Habría distinguido una falsificación a diez leguas. Y la describía con precisión, metro setenta, morena, ojos marrones y cincuenta y cuatro kilos. Tenía veintiséis años y un apartamento en la Avenida Brooks en Filadelfia. Nada amenazante ni sospechoso.

Zac hizo acaso omiso de las continuas protestas de Vanessa mientras examinaba las pertenencias de ésta. Los prismáticos, una botella de agua, unos melocotones secos, tres carretes de fotos... nada que la relacionara con Prescott ni con ningún organismo estatal; pero tampoco nada que confirmase su trabajo como fotógrafa.

Ness: Si ya has terminado -arrancó en tono cortante-, podrías hacer el favor de desatarme.

De no ser por el rodillazo y la patada en la espinilla, Zac habría cedido. Hasta maniatada y calada hasta los huesos, hablaba con la arrogancia de una aristócrata.

Dejó la mochila sobre el sofá de cuero que había frente a la chimenea, se agachó junto a Vanessa colocó una mano sobre una de las piernas de su presa. Ella levantó la cara y le lanzó una mirada tan feroz corno la tormenta del exterior.

Zac: Haremos un trato, señorita Hudgens -arrancó tras acercar la cara a escasos centímetros de la de ella-. Tú me dices la verdad y quizá, solo quizá, te dejaré que te marches.

Ness: Te propongo otro trato -espetó-. Tú me sueltas de una vez y quizá, solo quizá, te perdone la vida.

Zac rió, disfrutando de veras por primera vez desde su accidentado encuentro con ella. Pero alguien golpeó la puerta de repente e interrumpió aquel segundo de relajación. Vanessa abrió la boca y tomó aire para gritar.. Y él hizo lo primero que se le ocurrió.

Besarla.




El primer beso ya. Muy bien, Efron, con iniciativa. Aunque haya sido para que no grite porque la tienes atada XD

Seguro que os ha gustado este primer capi. Ha sido muy divertido.

¡Thank you por los coments y las visitas!

A mí también me encantó Sedúceme. Es muy chula esa novela y te ríes un montón. Os voy a recordar también Su seductor amigo, que era también muy chula y una de mis favoritas.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


martes, 14 de abril de 2015

La verdadera pasión - Sinopsis


Zachary Efron era arrogante, atractivo y multimillonario. Vanessa Hudgens había sido elegida para reunir a aquel hombre tan imponente con su abuela, a la que jamás había llegado a conocer. Pero, después de localizarlo, Vanessa comprendió que no iba a resultarle fácil apartar los ojos del majestuoso cuerpo de Zachary, el cual había desatado y satisfecho con creces todos sus deseos ocultos. Sin embargo, Vanessa era consciente de que su amante no estaba pensando en casarse con ella... sino en una misión peligrosísima que había jurado llevar a cabo en el Cairo. ¿Podría hacerle cambiar de opinión antes de que sus vidas se separaran para siempre?




Escrita por Bárbara McCauley.




Novela de 13 capítulos. No os puedo adelantar nada porque no me acuerdo XD
Pero si la leí y la adapte es porque es buena. Así que espero que os guste.

¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!
¡Un besi!


domingo, 12 de abril de 2015

Epílogo


Siete meses después nacían por cesárea sus mellizos. Vanessa se había sentido decepcionada cuando el ginecólogo la había recomendado que no tuviese un parto vaginal debido a que ella era estrecha de caderas y los niños, grandes. De camino al quirófano, Vanessa le había dicho a Zac:

Ness: Me siento fracasada.

Zac: Eso no es posible, eres la mujer más increíble del mundo.

Y cuando le habían puesto a su hijo en brazos, seguido de la niña poco después, Vanessa se había olvidado de su deseo de dar a luz rodeada de velas con un disco de cantos de ballenas de fondo.

Ness: Están bien y eso es lo que importa -le susurró a Zac, mientras ambos miraban a los bebés, que dormían en sus cunas-.

Los habían llamado David y Jessica, como los padres de Zac, y los habían llevado a Aura cuando habían cumplido las dos semanas.

Zac: Cuando sea mayor, me llevaré al niño a pescar, como hacía mi padre conmigo -prometió, acariciándole el brazo al bebé-.

Ness: Y a Jessica también -le dijo mirando a su hija-. No te olvides de ella.

Zac: Por supuesto que a Jessica también. Iremos todos. Somos una familia. -Puso el brazo alrededor de la cintura de Vanessa y añadió-: Quiero a nuestros hijos con todo mi corazón, pero tú, señora Efron, eres el amor de mi vida.


FIN




¿Rodeada de velas y con un disco de cantos de ballena? No me jodas, qué mierda de deseo es ese XD
Cuando una mujer está de parto lo único que desea es que pase rápido XD

Pero bueno, aparte del absurdo deseo de Vanessa, ha sido bonito el epílogo.

Espero que os haya gustado la novela. La siguiente será interesante. Creo que es un poco diferente de las demás. No lo recuerdo mucho.

¡Thank you por los coments y las visitas!

Gracias a mis fieles comentaristas por la felicitación y por comentar en cada capítulo.

¡Un besi!


viernes, 10 de abril de 2015

Capítulo 10


Vanessa terminó de hablar por el teléfono móvil y cerró los ojos un momento, tenía ganas de llorar.

Cuando los abrió de nuevo vio a Zac en la puerta de la habitación.

Zac: He venido a ver si estás preparada. La fiesta empieza a las siete y deberíamos salir ya -le dijo, frunciendo el ceño al ver que tenía los ojos brillantes-. ¡Dios mío! ¿Qué te pasa?

Ness: Era Jenny, la gerente. Han vendido el almacén en el que está el estudio y tenemos un mes para marcharnos -le dijo con voz entrecortada-. He estado buscando otro posible local para Wedding Vanessa por Internet, pero todavía no ha encontrado nada que sea adecuado y asequible. Y hay que tener en cuenta tantas cosas… Tendré que volver a hacer tarjetas y sobres con la dirección nueva, además de los costes de la mudanza. Tendré que volver a Londres justo después de la boda.

Zac se puso tenso.

Zac: Entonces, ¿sigues empeñada en seguir al frente de la empresa?

Ness: Sí, por supuesto. Nada me haría dejar Wedding Vanessa. No tienes ni idea de lo importante que es para mí -le explicó, al ver que Zac fruncía el ceño-. Levantar mi negocio es la única cosa de la que estoy orgullosa de mí misma. John estaba convencido de que fracasaría, pero mi madre confiaba en mí. Mamá falleció cuando todavía estaba montando Wedding Vanessa, pero sé que se habría sentido orgullosa de mí. -Se pasó una mano por las pestañas húmedas y no vio que Zac la miraba con curiosidad, ni que su disgusto también le afectaba a él-. Supongo que es una tontería, pero tener mi propio negocio me hace sentirme como si fuese alguien -le confesó-. No sé quién es mi padre, pero Wedding Vanessa me da una identidad.

Zac: Por supuesto que eres alguien -le aseguró poniéndole la mano debajo de la barbilla para que lo mirase-. Eres una joven bella y con talento, que pronto será madre. Mañana estaré orgulloso de ser tu esposo. No me había dado cuenta de lo mucho que significaba Wedding Vanessa para ti -continuó-. Y estoy seguro de que tu madre se sentiría muy orgullosa. -Dudó antes de continuar-. ¿Has pensando en la posibilidad de establecer la empresa en Grecia? Yo podría ayudarte a encontrar un estudio en Atenas.

Ness: Es una idea -respondió despacio-. Me preguntaba cómo haría para trabajar en Londres cuando naciesen los bebés. Pero todavía no hablo griego, y me intimida la idea de montar el negocio en un país extranjero.

Zac: Grecia será tu hogar -le recordó-. Supongo que sí. Sé que tienes dudas de que pueda compaginar la maternidad con mi negocio, pero yo estoy segura de que lo lograré. Te prometo que consideraré la idea de buscar un estudio en Atenas.


La fiesta era para recoger fondos para una organización benéfica y tenía lugar en los elegantes jardines de uno de los hoteles de cinco estrellas más prestigiosos de Atenas. Entre la lista de invitados había ministros del gobierno y muchos personajes famosos.

Zac: Creo que deberías sentarte un rato -murmuró sacando a Vanessa de la pista de baile-. Llevas de pie toda la noche y no quiero que te canses demasiado.

Ness: No estoy cansada -protestó deseando seguir entre sus brazos, con sus cuerpos pegados, balanceándose al ritmo de la música. Durante un rato, incluso había sido capaz de fingir que eran como una pareja normal que estaba enamorada y deseando casarse-. No puedo creerme que se me note tanto el embarazo -comentó al ver su reflejo en uno de los espejos del salón de baile-.

Zac siguió la dirección de su mirada.

Zac: Estás preciosa esta noche -le aseguró, notando cómo su cuerpo cobraba vida-.

Pero tuvo que mantener la libido a raya al ver que la anfitriona de la fiesta se acercaba a ellos.

**: Espero que estéis divirtiéndoos -les dijo Grace Carey amablemente-. Zac, creo que Mich quiere hablar contigo de un proyecto en la biblioteca.

Él miró a Vanessa.

Zac: ¿Te importa si te dejo sola unos minutos? Siéntate, ¿eh? No deberías estar de pie mucho tiempo.

Grace: Es muy protector, ¿verdad? -comentó cuando Zac se hubo alejado-. Y mañana es vuestra boda. ¿Estás nerviosa, Vanessa?

Estaba más bien preocupada. No dudaba que casarse con Zac fuese lo mejor para sus bebés, pero sabía que era un matrimonio de conveniencia… para Zac, que quería a sus hijos. Ese era el único motivo por el que iba a casarse con ella.

Vanessa se obligó a sonreír.

Ness: Sí, estoy deseando que llegue el momento.

Grace: Me alegra ver a Zac tan contento. Jamás pensamos que se establecería, después de que terminase su relación con Amber tan de repente.

Vanessa se puso tensa y preguntó con naturalidad.

Ness: ¿Era Amber la mujer con la que iba a casarse?

Grace: Sí, Amber Blaine, supongo que habrás oído hablar de ella. Es una gran estrella de Broadway, y ahora está teniendo también mucho éxito en Hollywood.

A Vanessa le sorprendió la noticia. Amber Blaine era una actriz, bailarina y cantante estadounidense, una estrella internacional que, además de tener mucho talento, era muy guapa.

Grace: Zac se quedó destrozado con la ruptura, pero se negó a hablar del tema -le explicó-. Aunque ahora va a casarse contigo, y yo estoy segura de que vais a ser muy felices juntos.


Vanessa se preguntó si serían felices mientras sobrevolaban Atenas en el helicóptero que los llevaba a Aura. ¿Sería Zac feliz con ella, o desearía siempre haberse casado con aquella actriz que, según Miley, había sido el amor de su vida?

Ambos fueron en silencio durante todo el viaje.

Zac parecía perdido en sus pensamientos y Vanessa se sentía enferma de celos al imaginárselo con la increíble Amber Blaine. Cuando el helicóptero hubo aterrizado e iban andando hacia la casa, no pudo evitar hacerle la pregunta que llevaba rondándola desde que había hablado con Grace Carey.

Ness: ¿Por qué no me has contado que estuviste prometido a Amber Blaine?

Zac: Supongo que te lo ha cotilleado Grace. No te lo he contado porque no es importante.

Ness: Pero ¿estuviste enamorado de ella?

Zac tardó tanto en responder que Vanessa pensó que no iba a hacerlo.

Zac: Sí -admitió por fin, intentando zanjar el tema con su tono de voz-.

Vanessa se mordió el labio y continuó:

Ness: Yo no me parezco en nada a Amber. Quiero decir, que es increíblemente bella y una estrella famosa en el mundo entero. La vi en un programa de televisión el año pasado y es impresionante. Es la mujer con la que soñaría cualquier hombre.

Mientras que ella pronto estaría gorda y torpe,  pensó con tristeza.

Zac: Estoy de acuerdo en que no te pareces en nada a Amber, pero ella forma parte del pasado. Me voy a casar contigo.

Solo porque estaba embarazada. Vanessa estaba segura de que, de no haber sido por eso, habría terminado casándose con alguna mujer bellísima y de clase alta.

Lo siguió hasta la casa con la misma sensación de incompetencia que a menudo había tenido con John durante la niñez. Este le había hecho sentir como si no valiese lo suficiente como para merecer su amor, y en esos momentos estaba segura de que Zac la veía como una segunda opción en comparación con la estrella con la que había querido casarse. ¿Era ese el motivo por el que no le había hecho el amor la noche anterior? ¿Seguiría deseando a su ex?

Zac: ¿Subimos un rato a la terraza? -sugirió-.

Era una costumbre que habían adquirido desde su vuelta a Aura y de la que Vanessa había disfrutado hasta entonces, pero esa noche no tenía ganas de estar a solas con él.

Ness: Me voy a la cama. Mañana va a ser un día muy movido.

Subió las escaleras rápidamente, pero Zac la alcanzó en la puerta de su dormitorio.

Zac: ¿Qué te pasa, amor?

Ness: Nada -murmuró-. Que no sé qué va a ser de Wedding Vanessa ahora que he perdido el estudio. Y me asusta la posibilidad de no ser una buena madre, no sé nada de bebés. Además, esta noche he descubierto que, probablemente, tú desees casarte con otra.

Zac: Eso no es cierto -le aseguró-. Quiero casarme contigo, Vanessa.

Zac vio una lágrima en su mejilla y la abrazó con fuerza, no pudo seguir controlándose. Sabía que tenían que hablar, pero en esos momentos solo quería perderse en la dulzura de su cuerpo y olvidarse de todo menos de hacerle el amor.

Bajó la cabeza y la besó, y notó que le temblaban los labios, pero después de un momento de inseguridad, Vanessa le devolvió el beso. Jamás podría cansarse de ella.

La tomó en brazos, empujó la puerta del dormitorio y la llevó hasta la cama.

Vanessa contuvo la respiración mientras Zac recorría su garganta a besos y bajaba después hacia el escote. Su pasión despejó toda duda acerca de si la encontraba atractiva. Notó cómo le bajaba la cremallera del vestido con torpeza y lo oyó gemir al dejar sus pechos en libertad. Después terminó de bajarle el vestido con prisas. Vanessa se sintió incómoda e intentó taparse el estómago.

Ness: Mi cuerpo está cambiando -susurró, mordiéndose el labio inferior-.

Zac: Por supuesto, y embarazada estás más bella que nunca -le aseguró acariciándole los pechos y besándole el vientre-.

Después le quitó las braguitas y pasó la boca por el triángulo de rizos negros que tenía entre las piernas, acariciándola con la lengua y haciendo que se estremeciese de placer. Luego se apartó un momento para desnudarse apresuradamente y volver a tumbarse a su lado.

Zac: Vanessa mía -le susurró antes de pasar la lengua por sus pechos-.

No podía desearla más, pero tenía que ir despacio.

La acarició entre las piernas hasta hacerla gemir y solo entonces la penetró con cuidado, controlándose hasta ver que a Vanessa se le oscurecían los ojos y estaba a punto de llegar al clímax, en ese momento se dejó llevar y notó cómo los músculos internos de Vanessa se contraían al tiempo que él se vaciaba en su interior.

Después la abrazó con fuerza hasta que sus respiraciones se tranquilizaron.

A través de la ventana abierta se oía el suave sonido de las olas, tan rítmico y reconfortante como el latido de las olas, tan rítmico y reconfortante como el latido del corazón de Zac, y Vanessa se quedó dormida sintiéndose segura entre sus brazos.


Lo primero que vio Vanessa nada más abrir los ojos fue una rosa roja sobre la almohada. Sonrió y se sintió feliz.

Todo iba a salir bien.

En realidad, no había cambiado nada. Zac iba a casarse con ella porque estaba embarazada, pero la noche anterior le había demostrado que la deseaba, ya que le había hecho el amor con tanta ternura y tanta pasión, que estaba segura de que podían conseguir que su matrimonio funcionase. Tal vez no la amase, pero la amistad y el respeto eran una base para su relación y, tal vez, con el tiempo, llegase a tenerle cariño.

La boda iba a ser íntima. Solo estarían Miley y Will, y el personal de la casa, porque Dan tenía una sesión de fotos en Nueva Zelanda. No obstante, les había prometido que iría a verlos a Aura en cuanto pudiese.

Maria: Estás preciosa, muy bella -declaró después de ayudar a Vanessa a ponerse el vestido de novia-.

Ness: Espero que Zac piense igual -murmuró-.

Llevaba un vestido de seda color marfil. Jamás había imaginado que se haría su propio vestido de novia, ya que no había planeado casarse, y unos minutos antes de la boda, no podía evitar estar nerviosa.

En ese momento sonó su teléfono móvil. Era Jenny, que quería desearle buena suerte.

Jenny: ¿Adónde vais de luna de miel?

Ness: A ninguna parte. Quiero volver a Londres lo antes posible para encontrar otro local para Wedding Vanessa. Porque supongo que los nuevos dueños no te habrán dado un plazo más amplio para hacer la mudanza.

Jenny: Me temo que no. La persona con la que he hablado de Poseidon Developments me ha dicho que van a convertir el almacén en un edificio de pisos de lujo.

Ness: Poseidon Developments… ¿Estás segura de que ese es el nombre de la empresa que ha comprado el almacén?

Jenny: Sí. ¿No era Poseidón un dios griego?

Ness: Sí.

Vanessa se despidió de Jenny con una sensación extraña en el estómago. Zac tenía una filial que también se llamaba así. De hecho, un día charlando con Mike, le había contado que Efron Holdings tenía varias filiales con nombre de dioses griegos. Pero si Zac fuese el nuevo dueño del almacén, no le importaría que su estudio siguiese allí, a no ser que quisiese que Wedding Vanessa cerrase.

Mike: Estás increíble, Vanessa -la saludó sonriendo y tendiéndole un ramo de rosas rojas-. El jefe me manda traerte esto. No sé si sabes que le das luz a su vida.

Aquellas palabras le llegaron a Vanessa al corazón.

Había creído conocer a Zac, pero en esos momentos se daba cuenta de que no era así.

Mike: ¿Todo listo? -le preguntó ofreciéndole el brazo-. Será mejor que salgamos hacia la iglesia.

Ella dudó un instante, se mordió el labio inferior.

Ness: Mike, ¿tiene Zac una empresa llamada Poseidon Developments?

Mike: Sí. ¿Por qué?

Ness: Por nada.

Vanessa entró en la iglesia agarrando las rosas con fuerza. Su vista tardó unos segundos en acostumbrarse a la oscuridad y, cuando lo hizo, vio a Zac esperándola en el altar y sintió pánico. ¿Confiaba en él?

El hecho de que tuviese una empresa que se llamase igual que la que acababa de comprar el almacén tenía que ser una coincidencia, pero ¿y si no lo era? ¿Y si había intentado deshacerse de Wedding Vanessa?

No pudo seguir andando. Mike la miró extrañado, pero ella no pudo continuar. No podía casarse con Zac teniendo tantas preguntas en su mente.

Este se giró a ver por qué tardaba tanto en llegar al altar y Vanessa lo miró a los ojos y le rogó:

Ness: Dime que Poseidon Developments, la empresa que ha comprado el almacén de Londres y me ha obligado a que lo deje no es tuya. -Él se puso tenso y se quedó inmóvil-. ¡Oh, no! -susurró con incredulidad-. ¿Por qué lo has hecho?

Zac: Vanessa… -empezó acercándose-.

Ella retrocedió y utilizó el ramo de rosas como escudo.

Ness: Querías que cerrase Wedding Vanessa, ¿verdad? -le preguntó, desesperada-. Te dije que los niños serían lo primero. Pensé que eras diferente a John. Pensé que podía confiar en ti, pero eres igual que él. Quieres salirte con la tuya y te da igual a quién haces daño siempre y cuando lo controles todo.

Zac: No, eso no es verdad -le dijo dando un paso hacia ella-.

Ness: ¡Aléjate de mí! -le gritó-. Y quédate con tus malditas rosas.

Le tiró el ramo con tanta fuerza que los pétalos de rosa cayeron sobre el suelo de la iglesia, como gotas de sangre de su corazón roto. Se hizo un horrible silencio, pero Vanessa no se quedó a escucharlo, se dio la media vuelta y salió por la puerta corriendo y con los ojos llenos de lágrimas.

Tomó el camino que llevaba a la playa, donde Zac la alcanzó.

Zac: Vanessa, por favor, tienes que escucharme -le pidió-.

De repente, estaba pálido y demacrado, pero a Vanessa no le dio pena, estaba demasiado dolida.

Ness: ¿Por qué iba a hacerlo? Eres un falso y un mentiroso y no pienso casarme contigo.

Zac: Tienes que hacerlo. Tienes que casarte conmigo.

Ella levantó la barbilla, decidida a no demostrarle lo mucho que estaba sufriendo con su traición.

Ness: ¿Por qué? ¿Por el bien de los bebés? ¿Para que puedas ser su padre? Tal vez estén mejor sin padre que con un padre que quiere controlar a todo el mundo.

Zac: No quiero controlarte -le aseguró con los ojos llenos de lágrimas y la voz temblorosa-. Solo quiero cuidar de ti. Y tienes que casarte conmigo, no por los bebés, ni por ningún otro motivo, solo porque… te quiero.

Vanessa palideció al oír aquello y cerró los ojos como para hacerlo desaparecer.

Ness: ¿Cómo puedes decir eso después de lo que has hecho?

Zac: Porque es la verdad. Te quiero y te lo diré una y otra vez hasta que me creas.

Ness: ¿Cómo voy a creerte? -le preguntó limpiándose las lágrimas-. Sabías que, si perdía el estudio, sería difícil encontrar un local nuevo para Wedding Vanessa.

Zac: Sí, lo sabía. Por eso lo hice -admitió-. Porque quería tenerte en Aura, donde estarías segura. Si pudiese, te envolvería entre algodones. No quería que te fueses a Londres. No quería que te alejases de mí. Quería que estuvieses siempre a mi lado para poder protegerte. Jamás olvidaré cómo murió mi padre. He visto lo peligroso que puede ser el mundo y no soporto la idea de que pueda pasarte algo. Perdí a mis padres y perdí a mi hijo. Sé que no he hecho bien, pero no podía soportar la idea de perderte a ti también. -Se pasó la mano por el pelo antes de continuar-. Cuando me di cuenta de lo mucho que te importaba Wedding Vanessa, di instrucciones a mis abogados para que pusiesen el almacén a tu nombre. Podrás ampliar el estudio y, si decides montar una filial en Atenas, ya tengo un local disponible. Serás tú quien decida dónde basar la empresa, y yo apoyaré tu decisión, sea cual sea.

Vanessa intentó asimilar todo lo que acababa de oír.

Ness: ¿Perdiste a un hijo? -preguntó en voz baja-. ¿Qué ocurrió? ¿Quién…?

Zac: Hace tres años, Amber se quedó embarazada -le contó-, pero no quería el bebé y abortó. -Alargó la mano y Vanessa le dejó que entrelazase los dedos con los suyos y que la llevase hasta la orilla-. Me enteré de que estaba embarazada porque se desmayó en un escenario y tuvieron que llevarla al hospital. Nada más saberlo, me emocioné con la idea de ser padre. Estaba deseando crear mi propia familia y querer a mi hijo como mis padres me habían querido a mí, pero, sin decirme nada, Amber fue a una clínica y se deshizo del bebé.

Vanessa suspiró, no sabía qué decir.

Ness: Lo siento mucho. ¿Por qué lo hizo?

Zac: Por su carrera. No quería ponerla en peligro teniendo un hijo. Tampoco quería venir a vivir a una pequeña isla de Grecia conmigo -respondió en tono amargo-.

Vanessa empezó a encontrar sentido a muchas cosas e instintivamente, llevó la mano de Zac a su estómago.

Ness: Yo pensaba que Wedding Vanessa era lo único que me importaba, hasta que me quedé embarazada. No tenía ni idea de que me sentiría así.

No era capaz de expresar con palabras el amor y la necesidad de proteger a sus bebés que sentía.

Zac: Amber me destrozó el corazón, y juré que jamás volvería a enamorarme -le contó-, pero entonces te conocí. Vi una chica morena y menuda esperando en el muelle de Kea y el corazón me dio un vuelco.

Ness: ¡Pero si intentaste mandarme de vuelta a Inglaterra!

Zac: Por supuesto. Supe que tendría problemas contigo nada más verte, y que sin ti, mi vida en Aura ya no volvería a ser la misma.

Vanessa tenía el corazón acelerado y tuvo que tomar aire para poder hablar.

Ness: Yo también lo sentí -admitió-. Cuando me subí al barco tuve la extraña sensación de que mi vida había cambiado para siempre. Y así fue. Tuvimos una experiencia sexual increíble, y todo se habría terminado ahí si no me hubiese quedado embarazada.

Zac: ¿De verdad piensas eso?

Ness: Te despediste de mí en el aeropuerto y te alejaste sin mirar atrás.

Zac: Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no darme la vuelta y volver a abrazarte. Y tardé tres semanas en entrar en razón… y volver a por ti. Cuando fui a Londres a buscarte todavía no sabía que estabas embarazada.

Vanessa se dio cuenta de que eso era verdad, se le había olvidado.

Ness: Me dijiste que estabas en Londres por trabajo.

Zac: Te mentí. Fui a Londres porque me había dado cuenta de que estaba enamorado de ti. -Ella no respondió, solo lo miró con los ojos muy abiertos y siguió escuchando-. Iba a pedirte que tuviésemos una relación, para conocernos mejor. Tenía pensado llevarte a cenar y regalarte flores, lo típico. Aunque te parezca cursi, quería hacerte feliz y tenía la esperanza de conseguir que te enamorases de mí.

Vanessa no podía creer lo que estaba oyendo.

Ness: ¿De verdad me quieres? -le preguntó en un susurro-.

Él le acarició el pelo con mano temblorosa antes de contestar:

Zac: Con todo mi alma y mi corazón. ¿Tanto te cuesta creerlo, dulce mía?

Ness: Es que he deseado tanto que me quisieras -admitió entre lágrimas-. Las semanas que pasamos juntos fueron las más felices de mi vida. Te quiero, Zac.

Zac: Vanessa… -dijo antes de abrazarla-. Te necesito en mi vida, mi preciosa Vanessa.

La besó con tanto cuidado y tanto respeto que Vanessa lloró todavía más.

Ness: Pensé que siempre estaría sola -susurró-. Te quiero tanto.

Zac la miró a los ojos y sintió cómo todo el cuerpo se le llenaba de amor. Luego se arrodilló delante de ella y se metió la mano en el bolsillo.

Zac: Quería haberte dado esto hace tiempo -le dijo, poniéndole un anillo en el dedo-. ¿Vas a volver a la iglesia conmigo para convertirte en mi esposa, en mi amante y en el amor de mi vida?

El zafiro del anillo reflejaba el color del mar y los diamantes que lo rodeaban brillaban tanto como las lágrimas de Vanessa, que en esa ocasión eran lágrimas de felicidad. Ella se arrodilló también y lo abrazó.

Ness: Claro que sí.




¡Qué bonito! Pero aún queda el epílogo.

¡Thank you por los coments y las visitas!

Seguro que os ha gustado el capi y el epílogo también os gustará.

Sed buenas y comentad más personas, al menos solo en este capi que hoy es mi cumple ^_^

Muchas gracias, Lucia por comentarme en mi otra novela, me puso muy contenta. No sabía que leías esa novela o por lo menos no lo recordaba. Quizá no comentes muy a menudo. ¡A ver si puedo ver comentarios tuyos en otros capis! ^_^

¡Comentad, please!

¡Un besi!


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