topbella

sábado, 30 de marzo de 2013

🎄Todo por el jefe - Sinopsis🎄



No podía revelar su verdadera identidad a nadie...
Ni siquiera a su guapísimo jefe.

Unas cuantas mentiras inocentes habían hecho que Vanessa Hudgens acabara trabajando de camarera en el bar de Zac. Como heredera de una cadena de restaurantes de Chicago, Vanessa sabía perfectamente cómo desenvolverse en una cocina...

Zac sabía que Vanessa tenía un secreto, pero eso no le impedía fantasear con ella día y noche. Desgraciadamente, parecía empeñada en no dejarse llevar por aquellos besos apasionados. Hasta que el deseo se hizo demasiado arrollador y Zac comenzó a preguntarse si su oscuro pasado los separaría para siempre...



Escrita por Amy Jo Cousins.

martes, 26 de marzo de 2013

Epílogo


Navidad, dos años más tarde.

La música y el jaleo llenaban la enorme casa que olía a canela. Había tantos parientes de los Efron y de los Hudgens que resultaba difícil saber de quiénes eran los hijos de cada cual.

Zac buscó a su esposa con la mirada, pero se rindió al cabo de unos instantes. Le gustaba la familia Hudgens, los había visto en varias ocasiones desde que se había casado con Vanessa en una boda que había sido retransmitida por televisión y cubierta por la prensa. Pero, gracias a Dios, ahí había acabado la presión de los medios de comunicación, ya que el FBI había aclarado por fin la inocencia de la familia Hudgens. Desde entonces la vida se había vuelto inesperadamente tranquila y feliz.

Ness: Hola a todo el mundo -dijo desde lo alto de la escalera, con un vestido de terciopelo de color burdeos hasta los pies, que mostraba la redondez de su vientre-.

Zac esperó a que bajara las escaleras y le rodeó los hombros con un brazo.

Zac: ¿Cansada? -preguntó besándola en la frente-.

Ness: Un poco -repuso echando un vistazo al concurrido salón-.

Su madre charlaba tranquilamente con su padre y todos parecían estarlo pasando bien. Sintió una contracción.

Zac: ¿Estás segura de que te encuentras bien?

Ness: Estoy bien, no es nada que no se pueda arreglar en una sala de partos.

Zac: Oh, Dios mío.

Ness: No quiero estropearos la cena.

Zac: Olvida la cena.

Miley había observado toda la escena y se volvió hacia su otro hermano.

Miley: Mike, trae el coche hasta la puerta. Will -le dijo a su marido-, vete a buscar el equipaje de Vanessa. Mamá, hazte cargo de los niños. Sarah, ayúdame a empaquetar la comida y nos llevaremos la fiesta al hospital.

Ness: Gracias, Miley.

Zac: Mi amor -dijo acariciándole el vientre-.

Ness: Yo también te quiero.

Zac: Vamos a tener un bebé esta noche.

Ness: Eso parece.

Seis horas más tarde, Vanessa Anne Hudgens presentó a Zac una preciosa niña morena. Mientras su padre la acunaba, decidieron llamarla Anne, en recuerdo de la bisabuela de Vanessa.

Zac: Feliz Navidad, cariño -dijo devolviendo a la niña a los brazos de su madre-.

Ness: Estoy segura de que eres el primer hombre de Bradford que tiene una hija el día de Navidad.

Zac: Siempre me ha gustado destacar un poco -contestó con satisfacción, admirando la belleza de las dos mujeres de su vida-.

Ness rió.

El pasado había quedado atrás y el amor que crecía día a día se había visto recompensado con una hija.

Se miraron a los ojos y supieron que su vida en común sería legendaria.


FIN




Aaaaawwwww! ¡Qué bonito todo! ¡Qué felicidad!
Demasiada, incluso XD.

Que bonita novela. Es de mis favoritas. Y la que viene a continuación también, porque es igual XD.
No es broma, eh. Es muy chula también. Ya veréis porqué digo que es igual.

¡Gracias por los coments!
Me sorprendió ver un comentario en inglés. Como es un anónimo no sé tu nombre. Pero te agradezco que te guste tanto mi blog. Y decirte que entraría a tu web si pudiera, pero que la dirección que me dejaste no sale nada.

A Nora, que comentó en el capi 6, decirte que gracias y que claro que sí que puedo adaptarte la novela que quieras.

Lau, ahí tienes tu puñetazo XD. Que importan los detalles, el caso es que le pegó XD. A ver si espabilas y en la próxima nove eres la primera en comentar. Siempre espero a ver tus cinco o seis comentarios para publicar XD. Bueno, siempre espero a que comenten las que acostumbran a comentar porque me encanta leer vuestros comentarios. Me divierten mucho.

¡Comentad, comentad! Y pronto pondré la sinopsis de la siguiente nove.

Bye!
Kisses!


domingo, 24 de marzo de 2013

Capítulo 11


Zac no tardó mucho tiempo en experimentar en carne propia lo que Ness, o Vanessa, había sufrido antes de llegar a Bradford; y era realmente desagradable.

Un grupo de reporteros y fotógrafos había acampado alrededor de su casa. Un idiota se había subido a un olmo del jardín para sacar una foto del interior de su dormitorio y había acabado cayéndose en un macizo de azaleas. Zac se las había arreglado para hacerles caso omiso durante un par de días, pero ellos no habían cejado en su empeño.

**: ¿Conocía usted su identidad, señor Efron? -le gritó un periodista cuando salía para dirigirse a la oficina-.

*: ¿Estaba usted al tanto de las conexiones criminales de la familia? -preguntó otro-.

***: ¿Estaba usted protegiéndola?

#: ¿Eran ustedes íntimos?

Esa última pregunta le llegó al alma. Zac se dio la vuelta para enfrentarse al grupo que lo había seguido hasta la oficina, con ganas de repartir puñetazos a más de uno. Nunca se había sentido tan desgraciado.

Zac: Salgan de mi propiedad antes de que los haga detener por allanamiento.

**: Este es un país libre, señor Efron.

Zac: Es cierto, pero yo poseo esta parcela -dijo dándoles la espalda para entrar en el edificio. El grupo de periodistas salió a la carrera detrás de él, pero Zac bloqueó las puertas y dio instrucciones a la recepcionista y al guardia de seguridad-. Llamen a la policía y cuenten lo que está pasando. Quiero que esa panda de idiotas abandone mis propiedades.

Recepcionista: Sí, señor -dijo levantando el auricular del teléfono-. Si nosotros estamos así -añadió-, ¿qué estará pasando con la señorita Montez, quiero decir, con la señorita Hudgens?

La expresión de Zac se tensó. Lo sabía. Su madre le había contado que Ness no había abandonado su casa para evitar a la prensa. Pero la situación de acoso era tal que los clientes no podían entrar a la tienda y ella tampoco podía salir. Y lo peor de todo era que a Ness no parecía importarle.

Avanzó a paso vivo hasta su despacho y cerró la puerta de un portazo, tentado de lanzar su maletín contra la ventana para verla hacerse añicos. El pensamiento de no volver a verla jamás, de no volver a tocarla, lo estaba volviendo loco. Se preguntó qué estaría sintiendo y pensando ella. Quería acompañarla, quería que volviera a recuperar la confianza en él. Pero... ¿por qué iba a volver a hacerlo? Él le había dado la espalda en el momento crucial de la revelación. No necesitaba preguntarle si se arrepentía de haberlo amado: lo había visto con claridad en sus ojos cuando ella se había marchado de su casa. Zac era consciente de que le había roto el corazón. Y él mismo se sentía destrozado por dentro.

Echó un vistazo al teléfono, lo descolgó y marcó su número. Se conectó el contestador automático y se la imaginó mirando cómo sonaba el teléfono, sola. Zac colgó el teléfono sin dejar mensaje y se recostó sobre su sillón de cuero, girándolo para poder mirar por la ventana.

Recordó el gesto de desolación de Ness al abandonar su casa, como si se hubiera esperado la reacción de él. «Maldita sea», se dijo, «esto es un infierno». Ella no era una ínsipida vendedora de libros; era una heredera y una famosa diseñadora de modas. Y él la había rechazado y la había perdido. Se preguntó si era más honroso quedarse a solas con su orgullo o dejar que la mujer que amaba se enfrentara sin ayuda a los lobos. Inmediatamente se levantó y se dirigió hacia la puerta.


Ness acababa de pasar por la última crisis de llanto cuando sonó el teléfono. Seguramente sería otro periodista, porque Zac no se había dignado a llamarla en los dos últimos días. Se conectó el contestador y cuando oyó la voz de su hermano, descolgó de inmediato.

Ness: Drew, sería capaz de matarte.

Drew: Lo siento, gatita. No era mi intención que nada de esto sucediera.

Ness: Sí, me lo imagino, pero... ¡has arruinado mi vida! -exclamó tragándose las lágrimas y deseando poderse apoyar en Zac-. ¿Cómo has conseguido este número?

Drew: Papá me lo dio.

Ness: Traidor.

Drew: Se lo supliqué. Hay algo que quiero contarte. ¿Puedes reunirte conmigo en alguna parte?

Ness: Como si pudiera salir a la calle sin que me atacara una docena de perros hambrientos...

Drew: Inténtalo. Tenemos que hablar.

Ness: ¿Dónde?

Drew: Hay un pequeño restaurante en la esquina de la calle Hardeeville.

Ness: Lo conozco, vivo aquí, ¿recuerdas?

Drew: Dentro de una hora.

Unos minutos más tarde, Ness cruzó con valentía la tropa de periodistas y se metió en el coche. Media hora después, entró en el restaurante. Su hermano se asomó desde uno de los reservados traseros, tan apuesto como siempre. Como Zac, vestía vaqueros y una chaqueta de ante, lo cual no era habitual en él. Además, no se había afeitado y el cabello le llegaba hasta los hombros. Ella no sabía si abrazarlo o soltarle un manotazo.

Drew: Hola, gatita.

Ness se dejó abrazar brevemente antes de tomar asiento en el reservado.

Ness: Habla, hermano -dijo en italiano-.

Drew: Llevo más de tres años trabajando con las autoridades.

Ness: ¿Las autoridades? ¿Te refieres al FBI?

Drew: Sí, efectivamente.

Ness escuchó mientras Drew le contaba que el FBI le había pedido ayuda para utilizar su elevado rango social con el fin de hacer amistades entre miembros de la Mafia y descubrir todos los secretos que fuera posible.

Ness: Dios mío -se asombró dándose cuenta de que un infiltrado en el sector del crimen tenía que guardar bien su secreto. Parte de ella se sentía orgullosa, pero otra parte aún se resentía de lo que todo eso había significado para su familia-. Maldita sea, Drew, tu juego ha arruinado mi vida. Lo he perdido todo, incluso al hombre que amaba.

Drew: Drake Bell es un cretino.

Ness: No me refiero a él, idiota. Aunque estuvieras cargado de razón, deberías habérnoslo advertido. Nos has utilizado de forma cruel e injusta. He tenido que mentir a todo el mundo y he perdido al hombre que amaba.

Drew: ¿Estás enamorada? -preguntó con una sonrisa-. Qué buena noticia. ¿Cómo se llama?

Ness: Ya no importa.

Drew: Supongo que eso significa que no piensas perdonarme.

Ness: Dame una buena razón para que lo haga.

Drew: El FBI ha detenido a los culpables y yo estoy recibiendo entrenamiento como espía.

Ness: ¿Estás loco?

Drew: Te parecerá sorprendente, pero soy bueno en esa especialidad -explicó-. Nacimos rodeados de dinero, Vanessa, y yo nunca he tenido un trabajo propio como tú, Sarah o Richard. No me gustaba lo que veía en el espejo por las mañanas.

Ness: ¿Y ahora sí te gusta? -preguntó con sarcasmo-.

Drew: Al menos le he dado sentido a mi vida.

Ness: ¿Y nosotros?

Drew: Me siento culpable, pero me gustaría que me perdonarais.

Ness: Haré un esfuerzo -dijo finalmente con una sonrisa-. Estoy orgullosa de ti, Drew.

Drew: Gracias, hermana. ¿Quién es ese hombre al que amas? -ella bloqueó su expresión y se dispuso a partir-. Lo siento, Vanessa. Si pudiera arreglar las cosas, lo haría.

Ness: No puedes, Drew.


Zac se internó entre la maraña de periodistas que hacía guardia delante de la tienda de Ness.

**: Cuéntenos, señor Efron, ¿es Vanessa una tigresa en la cama? -le gritó uno de los reporteros-.

Zac se quedó helado y, sin pensárselo dos veces, le doy un puñetazo en la cara a Drake Bell. Multitud de cámaras se dispararon, pero a él no le importó. Llegó hasta la puerta y llamó.

Zac: ¡Vanessa!

Se abrió la ventana del piso superior.

Ness: Vete, Zac, por favor.

Zac: No pienso irme a ninguna parte, me quedaré aquí hasta que aceptes hablar conmigo.

Ness: De acuerdo -dijo con resignación. Zac se dirigió a la parte trasera de la casa y esperó a que ella le abriera la puerta. Él entró y ella cerró con llave, sin apenas mirarlo-. Bienvenido a mi mundo.

Zac subió las escaleras mientras marcaba un número en el teléfono móvil.

Zac: ¿Sheriff? Quiero que saque a todos esos idiotas de la propiedad de Ness. Los clientes no pueden entrar y ella no puede salir. Creo que se trata de una violación de las leyes del libre comercio, ¿de acuerdo? -escuchó al sheriff durante unos instantes antes de colgar-.

Ness: Gracias. Nunca he podido confiar en la policía.

Zac: Esto es una locura -repuso mirando por la ventana-. Al menos no tienen fotos de nosotros juntos en la cama.

Ness: Y eso... ¿qué importa ahora? No quería que el asunto repercutiera sobre ti, pero no he podido evitarlo. Mentí para defender mi anonimato y no me arrepiento de nada, salvo de cómo hemos terminado tú y yo.

Zac: Lo nuestro no se ha acabado, cariño.

Ness: Esto no va a parar. Mi hermano no puede defendernos. Está trabajando para el FBI en secreto. Tendré que marcharme de Bradford.

Zac: ¡No! Eso significaría tener que volver a ocultarte, Vanessa.

Ness: Es una cuestión de supervivencia, Zac. Miento para sobrevivir. Y cuando intenté confiar en ti, me diste la espalda.

Zac: Lo sé y lo siento, cariño. Pero no podía creerme que me hubieras mentido, ni que no hubieras confiado en mí.

Ness: Zac..., yo sí confiaba en ti, pero no podía arriesgarme a arruinar la relación que teníamos.

Zac: Que todavía tenemos -repuso con intensidad, sentándose al lado de ella y tomándola fuertemente de las manos-. Mírame, cariño.

Ness levantó la vista y Zac vio en sus ojos la desesperanza.

Ness: ¿Por qué has venido? ¿Qué quieres de mí?

Zac: Que me perdones -ella alzó las cejas-. No podía imaginarme que habías abandonado tu vida a cambio de un poco de paz hasta que esos lobos aparecieron por aquí.

Ness: No sabes lo humillante que resulta que medio mundo conozca hasta los detalles más íntimos de tu vida. Intenté cambiar, pero he fracasado. No puedo evitar seguir siendo yo misma.

Zac: Yo no quiero que cambies. La posibilidad de perderte me ha tenido aterrorizado.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Porque sé que me quieres por mí mismo, no por mi dinero. Y a mí me pasa lo mismo, te quiero a ti, ya seas Ness o Vanessa.

Ness: Pero me dejaste marchar, Zac.

Zac: Lo sé y estoy avergonzado. Deberíamos haber luchado juntos desde el principio. Lo siento. ¿Me perdonas?

Ella lo miró.

Ness: Sí.

Zac: Pero no puedo ofrecerte una vida sin notoriedad, Vanessa. Mi empresa y mi familia llaman la atención.

Ness: Tampoco el anonimato es perfecto, Zac. No me di cuenta de lo sola que estaba hasta que no aparecisteis tú y tu familia.

Zac: A pesar de mi familia y de mis amigos, yo también me sentía solo hasta que me enamoré de ti.

Ness: Zac, por favor, no digas eso si no lo sientes de verdad. No podría soportarlo.

Zac: Escúchame, Vanessa Anne Hudgens, no he sabido lo que era el amor hasta que te conocí.

Ness: Zac...

Zac: Te quiero, Vanessa. Te quiero tanto que no puedo soportar la idea de separarme de ti.

Ness: Zac, yo también te quiero -exclamó mientras él la rodeaba con los brazos y hundía la cabeza en su escote, aspirando su aroma-.

Luego la besó y sus cuerpos recuperaron la pasión perdida.

Cuando Zac volvió a mirarla, vio un futuro lleno de deseo y diversión.

Zac: Entonces..., ¿aceptas casarte conmigo? -ella parpadeó, atónita-. Cásate conmigo, Vanessa. Vente a vivir a esa enorme casa y haz de ella un hogar. Ten hijos conmigo. Déjame pasar el resto de mi vida demostrándote lo mucho que te quiero.

Ness miró el anillo que él se había sacado del bolsillo.

Ness: Zac... -él esperó pacientemente a que ella tomara una decisión-. Sí, sí -dijo al fin con una sonrisa espléndida-.

Él le puso el anillo, la abrazó y la besó con intensidad. Luego le llenó el rostro de besos antes de izarla y bailar con ella por la estancia, riendo de gozo. Después la soltó y se dirigió decididamente hacia las escaleras, dispuesto a enfrentarse a los periodistas.

Ness: ¡Zac, no lo hagas, será peor!

Zac: Confía en mí. -Ness lo siguió y cuando Zac abrió la puerta y le pasó el brazo por los hombros, los flashes de las cámaras se dispararon-. Soy Zac Efron -dijo-, y estoy enamorado de Vanessa . Le he pedido que se case conmigo y ha aceptado.

***: Señorita ... ¿es eso cierto?

Ness: Sí, completamente. Le quiero -dijo riendo-.

Su mundo había estado poblado de sombras hasta que él había llegado para despertarla a la vida. La había convencido de que ocultarse no era la solución y de que era preferible mirar de frente a la realidad, dados de la mano.

Mientras se sucedían las preguntas de los reporteros, Zac alzó la barbilla de Ness y le dio un ligero beso en la boca que daría la vuelta al mundo en las portadas de las revistas.




¡Aaaaawwwww! ¡Qué bonito!
Oye, pues al final sí que le dio Zac un puñetazo a Drake. No me acordaba XD.

¡Queda el epílogo, chicas! ¡Y luego otra nove!
¡Gracias por los coments! ¡Comentad más! XD

Bye!
Kisses!


viernes, 22 de marzo de 2013

Capítulo 10


Ness se sintió como la Cenicienta yendo al baile. El príncipe llegó vestido con un esmoquin negro y la escoltó hasta la limusina que los esperaba junto a la acera. La noche estaba despejada y oscura, la luna brillaba en mitad del cielo invernal. Se metieron en el elegante vehículo y, cuando Zac la tomó de la mano, ella entretejió sus dedos con los de él.

Ness: Gracias, Zac. Hace bastante tiempo que no salgo por la noche a una fiesta.

Él se limitó a sonreír, estudiando el abrigo de color verde oscuro que ocultaba por completo su vestido. Habían pasado juntos todas las noches desde el día de la regata y el despertar entre sus brazos creaba en Zac una sensación de inmenso placer mezclada con otra de inexplicable miedo.

La limusina se detuvo y Zac salió ofreciendo una mano para ayudar a Ness. Mientras ella salía, él pudo ver durante un instante una erótica imagen de unas piernas largas enfundadas en medias de color miel. Una vez afuera, Zac le rodeó la cintura con los brazos y ella depositó las manos enguantadas sobre sus hombros.

Zac: Acuérdate de mí en algún momento de la noche.

Ness: Zac..., no pienso olvidarme de ti.

Zac: Eso es lo que dices ahora, pero yo sé que mis amigos pueden ser muy persuasivos.

Ella se empinó y lo besó.

Ness: Tú también lo eres.

Él la escoltó hasta dentro con una sonrisa. La reunión estaba llena de vida y color y había ya multitud de parejas en la pista de baile mientras la banda tocaba una suave tonada. Otras personas ocupaban parcialmente las mesas exquisitamente decoradas que rodeaban la pista. Numerosos camareros paseaban ofreciendo copas de champán y canapés.

Zac: ¿Ness? Tu abrigo.

Ella lo miró sonriendo y se desabrochó la única hebilla que lo mantenía en su sitio. Se lo quitó y Zac pudo admirar un atrevido vestido de seda verde oscuro, apenas sujeto sobre sus hombros, que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel. Lo admiró extasiado y se sintió lleno de orgullo. La cascada de rizos de color ébano creaba un intenso contraste con el verde oscuro de la seda y el terciopelo de las mangas.

Zac: ¡Dios santo! -exclamó al fin-.

Ella sonrió, sonrojándose.

Ness: Me alegro de que te guste.

Zac: Lo que realmente me gustaría sería quitártelo ahora mismo.

Ella se apoyó sobre él, con una mano sobre su pecho.

Ness: ¿No puedes esperar unas horas? -le susurró al oído-. Preferiría estar a solas contigo y no con un montón de gente mirando.

Zac: Si te miran es porque estás preciosa.

Ness echó un vistazo a su alrededor y se dio cuenta de que concentraba las miradas de la mayoría de los asistentes. Tuvo miedo. No debería haberse puesto sus mejores galas, debería haber emprendido una transición lenta desde la sosa señorita Montez a la elegante Vanessa Anne. Tendría que haber pensado en que la gente necesitaba acostumbrase poco a poco a los cambios. Y el esfuerzo que llevaba años haciendo para pasar desapercibida iba a quedar reducido a cenizas. Pero, por otro lado, su mayor deseo había sido impresionar a los amigos y conocidos de Zac, sabía que eso era importante para él. Pero estaba llamando demasiado la atención.

Zac: Vamos. Ahí está Mike. Pobre hombre, viene sin pareja.

Ness: Parece como si me hubiera transformado de sapo en princesa -se quejó, aún incómoda por la atención que estaba despertando-.

Zac: Estás preciosa y yo orgulloso de que estés conmigo. Ese vestido es magnífico. Todo el mundo alabará tu buen gusto.

Eso era cierto, era uno de los últimos vestidos que había diseñado para su última colección y nadie lo había visto aún. Era de seda salvaje de color verde oscuro, con las mangas de terciopelo ligeramente abiertas en los puños, largo hasta los pies, con una breve cola en abanico y la espalda descubierta. Recordó con dolor que Drake Bell había arruinado su carrera y destruido su reputación.

Zac: No hagas caso de las miradas -insistió al notar su incomodidad-.

Ness: Solo me interesa la tuya. Así que estoy de suerte.

«Igual que yo», pensó Zac mientras la conducía con gracia hacia la pista de baile. Ella se movía con una elegancia majestuosa y él se olvidó de las miradas, de los dolores del pasado y de la sorpresa de todo el mundo ante la nueva Ness Montez. Algo parecido a un sentimiento de posesión se adueñó de él y la estrechó contra sí. Deseó que aquella noche no acabara nunca.

Tampoco Ness deseaba que acabara la magia del baile de gala. Al cabo de unos minutos había conseguido olvidarse de todo el mundo a excepción de Zac. Se dio cuenta de lo mucho que lo amaba y de lo fácil que sería perderlo. El riesgo era alto, pero pensó que no sería justo seguirle guardando el secreto de su verdadera identidad. Se lo diría esa misma noche, esperando lo mejor.

La noche fue transcurriendo sin que Zac se apartara de ella más que para ceder un baile a alguno de sus amigos. Incluso así, mientras bailaba con otro, la mirada de Ness seguía clavaba en los ojos de Zac.

A las nueve se permitió la entrada de la prensa. Ness volvía la cara a cada disparo de las cámaras y Ashley, bendita fuera, se colocaba delante de ella siempre que podía. Llevaba un vestido diseñado por Ness, de seda azul marino y lleno de pedrería, que la hacía parecer una reina.

Ness y Zac compartieron un último baile antes de que la noche se diera por concluida, deseando recuperar su intimidad. Se introdujeron en la limusina y Ness se apoyó sobre él dejando descansar la cabeza sobre su hombro. Él la rodeó con los brazos y la besó en la frente.

Zac: Gracias -susurró-. Es la primera vez que me divierto de veras en una reunión social.

Ness: Yo también lo he pasado bien, hacía tiempo que no asistía a un baile -dijo acariciando su pecho por encima de la camisa del esmoquin-.

Luego jugó con uno de sus muslos y él sintió que su virilidad se tensaba y se inclinó para besarla en la boca. Fue un contacto húmedo y caliente.

Él pasó la mano por su espalda desnuda y metió los dedos por la cintura del traje.

Zac: No llevas nada debajo del vestido -comentó sorprendido-.

Ness: La ropa interior arruina el diseño.

Zac: De haberlo sabido nos habríamos ido de esa fiesta mucho antes.

Ness: No hubiera sido correcto.

Zac: Eso es cierto, pero tampoco hubiera sido conveniente que yo me paseara con esto -dijo presionando una de las manos de ella sobre su erección-.

Ella rió quedamente y, cuando la limusina paró delante de la casa de él, salieron como chiquillos subiendo los escalones del porche a la carrera. Zac la besó una y otra vez mientras buscaba las llaves. Cuando las encontró, ella se las arrebató y abrió la puerta, tirando de él para que entrara. En cuestión de segundos, Zac la tuvo acorralada contra una pared. Ella deshizo el nudo de la corbata y él enterró el rostro entre sus pechos.

Zac: Te deseo -musitó-.

Ness: Tómame -repuso sacándose las mangas y dejando que el vestido cayera al suelo-.

Se quedó completamente desnuda en el inmenso vestíbulo, a excepción de las medias y los zapatos de tacón alto.

Zac pensó que nunca había visto una imagen tan sexy, pero ella recogió el vestido de inmediato y se dirigió hacia las escaleras. Cuando llegó al rellano del segundo piso, se dio la vuelta y lo miró.

Ness: ¿Vienes?

Zac: Mujer, estoy empezando a descubrir tu lado salvaje -dijo antes de subir los escalones de dos en dos para encontrarse con que ella ya yacía en un sillón del dormitorio-.

Él atravesó la habitación, quitándose la camisa.

Ella no pudo esperar y lo obligó a arrodillarse. Las caderas de él se apoyaron sobre sus rodillas y se inclinó para besarla mientras sus manos se acomodaban a la forma de sus pechos. Zac arrastró la boca hasta uno de sus endurecidos pezones y succionó mientras ella gemía de placer, sujetándole la cabeza con las manos. El pulso de Ness se incendió provocando una oleada de calor por todo su cuerpo. Ningún otro hombre la había hecho sentir tan deseada en toda su vida.

Ella echó la cabeza hacia atrás, ofreciéndose y diciéndole lo feliz y lo necesitada que se sentía. El calor y la pasión bailaron en una danza única y Ness se removió en el sillón, buscando con las manos la hebilla del cinturón de los pantalones de él. Necesitaba sentir la fuerza de todo su cuerpo.

El mero contacto de sus femeninos dedos con la erecta virilidad provocó en Zac una necesidad aún más intensa que inflamó todos sus sentidos. Pero él deseaba verla a ella disfrutar primero, así que se separó un poco y hundió la boca en el centro de su feminidad. Ella se abrió al contacto, estremeciéndose, y cuando Zac introdujo dos dedos en su centro, ella gimió roncamente de placer.

Ness: Zac...

Él inició un movimiento de vaivén.

Zac: Quiero oírte gritar.

Ness: Te necesito dentro de mí. Ahora.

Pero él meneó negativamente la cabeza, con una sonrisa maliciosa y volvió a aplicar la boca sobre los tiernos tejidos íntimos de ella. Ness gritó cuando él metió la lengua hasta el fondo y empezó a moverse convulsivamente, colocando las piernas sobre sus hombros. Zac intensificó la fuerza de las caricias y ella gimió y gimió hasta acercarse al éxtasis, gritando su nombre. Él volvió a meter los dedos con energía y ella le gritó que necesitaba ser penetrada, que necesitaba que él compartiera con ella la cima del placer. Zac la penetró en ese momento y Ness se sintió elevada a una realidad distinta, llena de pasión y gozo. Ella se estremeció con fuerza y él la arrastró hasta el suelo, embistiéndola una y otra vez. Ambos gemían al unísono de forma casi salvaje, compenetrados en lo que era un ritual muy antiguo. Tenían la mirada clavada el uno en el otro y él pudo ver cómo el éxtasis irrumpía en los ojos de ella y se trasladaba a todo su cuerpo, contagiándolo y provocándole una oleada de sensaciones que lo condujeron a su propio clímax.

Ness: Mi amor... -gimió con los ojos llenos de lágrimas. Él le acarició las mejillas y ella se lanzó a besarlo salvajemente-. Te quiero, Zac -dijo sollozando-.

Zac: Ness, cariño... -dijo mientras ella se acurrucaba entre sus brazos-.

Ella sabía que se había propuesto contarle la verdad sobre su identidad y que el tiempo se acababa. Al cabo de unos instantes, él la levantó en brazos y la depositó sobre el centro de la cama. Luego dio unos pasos hacia atrás para contemplar su belleza antes de unirse de nuevo a ella. Ella lo recibió con los brazos abiertos y volvieron a perderse en un mar de sensaciones lujuriosas que duró toda la noche.


Ness se estiró en la cama, buscándolo y encontrando su lugar vacío.

Ness: ¿Zac?

Zac: Estoy aquí -contestó desde el cuarto de baño-.

Ness remoloneó, doblando la almohada para estar más cómoda y poder regodearse en el aroma de él. Pero sabía que tenía una cuenta pendiente y el temor de perderlo la inquietó.

Sabía que él estaba genuinamente interesado en ella, pero no había hecho ninguna promesa, ninguna declaración. Y ella tuvo que conformarse con los placeres del momento. Y, sin embargo, su corazón se moría por una propuesta de futuro y una vida en común. Pero tenía que contarle la verdad sin demora. Salió de la cama y buscó algo con que cubrirse. Eligió el albornoz de él. La ropa era una barrera necesaria para hablar con Zac.

Sonó el teléfono y ella estuvo a punto de contestar, pero dudó.

Zac: Deja que salte el contestador -gritó desde el baño-. No quiero arruinar tu reputación.

Ella sonrió y se cubrió con el enorme albornoz.

**: Buon giorno, Vanessa -dijo una voz-.

Ness palideció. Era Drake Bell. Se lanzó sobre el teléfono.

Ness: Se ha equivocado usted de número.

Drake: Imposible. Reconocería tu voz en cualquier parte.

Ness: Está usted equivocado.

Drake: ¿De veras? Tengo fotos que demuestran lo contrario.

Ness: ¿Qué? ¿Fotos? ¿Dónde? ¿Cuándo?

Drake: No sabía que bailaras tan bien, Vanessa. Y la regata, fue impresionante. Me enteré de tu paradero porque había que dar la noticia de que se había superado un récord deportivo en una pequeña ciudad del sur. Saldrá en primera página si me lo propongo.

Ness: Drake, por favor, no hagas eso.

Drake: Me debes una historia, cariño.

Ness: Ya has escrito suficiente sobre mí y mi familia. No hay nada más que añadir -dijo escuchando el sonido de la ducha-. Además, no te debo nada.

Drake: Si no hablas conmigo, insertaré esas fotos en el periódico en menos de una hora, con grandes titulares. Estás preciosa vestida de verde oscuro.

Ness: Por favor, no lo hagas, te lo suplico. No arruines mi vida de nuevo.

Durante unos instantes, Drake se mantuvo en silencio.

Drake: Él no sabe quién eres, ¿verdad?

Ness colgó el teléfono y borró el mensaje, llorando a lágrima viva. Era demasiado tarde para evitar la catástrofe. Lo había perdido todo de nuevo. Ya no le importaban las repercusiones que la prensa pudiera tener sobre ella, pero sí el daño que toda la historia podía hacer a Zac y a su familia.

Sabía que lo amaba con toda su alma, pero que su futuro en común era ya casi imposible. Tenía que detener a Drake Bell. Se vistió aprisa.

Zac salió del baño.

Zac: Ness, cariño, ¿adónde vas?

Ness: Tengo que marcharme.

Zac: Espera un momento -dijo con el ceño fruncido-.

Ness: No, tengo que irme ahora mismo -dijo sin poder mirarlo a los ojos-.

Zac cruzó la habitación y la abrazó.

Zac: Dios mío, estás llorando, ¿qué ha pasado?

Ness: No puedo decírtelo, no puedo -balbuceó sollozando desesperadamente-.

Zac: ¿Quién ha llamado?

«Díselo», la urgió una voz interior.

Ness: Drake Bell, un periodista.

Zac: ¿Qué te dijo?

Ness: Algo en lo que no he querido pensar durante los dos últimos años.

Zac: Cuéntamelo, preciosa.

Ness se libró de su abrazo y se envolvió con firmeza en el albornoz.

Ness: Drake fue el hombre que me traicionó. Era periodista, pero me lo ocultó. Me sedujo y dijo que me amaba, pero solo iba en busca de una historia para su periódico.

Zac: ¿Sobre qué? ¿Sobre la venta de libros?

Ness: Sobre mí. No me llamo Ness Montez. -Zac sintió cómo la sangre abandonaba su cuerpo y su pecho se tensaba con dolor, pero no dijo nada-. Montez es el apellido de mi abuela -prosiguió-, y Ness es la versión abreviada de... Vanessa.

Zac apretó los puños.

Zac: Vanessa... ¿qué más?

Ness: Vanessa Hudgens.

Él la miró de arriba abajo y, de pronto, se hizo la luz en su mente. Por supuesto, la había visto en los periódicos y en la televisión.

Zac: ¿Hudgens, de la familia de los propietarios de la mayor bodega de Italia?

Ness: Sí.

Zac: Me has mentido -dijo con tono apagado-.

Ness: Pretendía proteger mi intimidad.

Zac: ¿Frente a qué?

Ness: Frente a ese cretino de periodista. Él destruyó mi vida. Yo era diseñadora de modas...

Zac: Lo sé todo con respecto a ti -la interrumpió, analizándola con una mirada que ella hubiera preferido no tener que ver nunca-. Lo sé todo sobre tu familia y sus conexiones con el crimen organizado.

Ness: ¡Esas conexiones no existen! Nadie quiere creerme.

Él la miró con una mueca burlona.

Zac: Ni me importa tu familia ni ese periodista, Vanessa. Me has mentido a mí. Y después de todo lo que hemos compartido, no te has atrevido a contarme la verdad. Debes de ser una artista consumada, porque me he tragado todos tus engaños como un idiota.

Ness: ¡No, Zac!

Zac: Cuando hacíamos el amor... ¿nunca se te ocurrió que deberías contarme la verdad?

Ness: He dejado que las cosas llegaran demasiado lejos...

Zac: ¿Por qué no confiaste en mí? -preguntó dolorido-.

Ness: Porque me temía la reacción que estás teniendo.

Él la miró, disgustado, volviendo a sentir toda la humillación que su relación con Amber había dejado tras de sí.

Zac: No eres la mujer que yo creía que eras.

Ella se puso tensa.

Ness: Sí, lo soy. Puede que me haya ocultado detrás de unas ropas insípidas, pero sigo siendo la misma. No he contado la verdad porque decidí refugiarme en el anonimato. No sabes lo desagradable y agotador que resulta estar todos los días en las portadas de los periódicos. Pisar la calle y verte rodeada de cámaras, y micrófonos. ¡Eso fue lo que me hizo Drake Bell, traicionarme y vender mi intimidad al público de dos continentes!

Un relámpago de comprensión cruzó la mente de Zac, y aunque su corazón sangraba, se dio cuenta de que amaba a esa mujer. Ese descubrimiento lo hizo sentirse aún peor.

Zac: Maldita sea, Ness. Yo podría haberte ayudado.

Ness: La verdad hubiera arruinado tu reputación. Incluso tu negocio. La prensa todavía habla de conexiones con la Mafia y Drake sigue persiguiéndome a mí y a mi familia. No podía meterte en un asunto tan sórdido. Y traté de alejarte de mí, ¿recuerdas?

Zac: Soy capaz de protegerme yo solo.

Ness: Sí, ya, eso lo dices ahora. Yo también creía que podría cuidarme sola, pero la realidad fue muy distinta. En cuestión de dos semanas, me convertí en el hazmerreír de la profesión y perdí un contrato millonario con una cadena de grandes almacenes. Mi vida se convirtió en un infierno -concluyó disponiéndose a marcharse-.

No sabía cómo iba a llegar hasta su casa sin llamar la atención vestida con un traje de noche, pero no le importó.

Zac: Espera, te llevaré a casa.

Ness: No, gracias. Me las sé arreglar yo sola. Llevo dos años haciéndolo -dijo con la voz entrecortada, tomando las llaves del coche de él-. Adiós, Zac.

Zac no pudo moverse. Deseó seguirla, pero sus mentiras lo mantuvieron pegado al suelo. «Detenla», gritó una voz en su interior. Pero ella había mentido sobre su vida y él se preguntó si no habría mentido también sobre su amor con la misma soltura.




¡Hala! ¡A la mierda todo!
¡Si la noche iba de lujo! ¡Maldita la hora en que ese desgraciado de Drake aprendió a usar un teléfono!
Aunque igualmente ella ya pensaba confesarle toda la verdad. De una manera u otra se tenía que ir todo a la mierda XD.

Lau, ¡que mandona te me pusiste en el otro capi! "¡Te pongo «publica» porque eso es lo que quiero que hagas!" Pues yo también quiero que publiques, ¿¡no te jode!? XD
Venga, a ver si consigues ser la primera. Y no te quejes de que eres la última y tienes que saludar a todos porque no saludas a nadie XD. Y bueno, sabes ¿qué? ¡Que te fastidias! Zac no va a darle ningún puñetazo a Drake XD XD XD XD.

¡Gracias por los coments!
Bye!
Kisses!


miércoles, 20 de marzo de 2013

Capítulo 9


Ness retiró el rostro de la cámara con la esperanza de que Zac no se diera cuenta. Contestó a varias preguntas de los periodistas, pero cuando éstas se volvieron íntimas, se escabulló, dejando que Zac gozara de ser el centro de atención. No todos los días se podía disfrutar de un triunfo semejante.

Mientras la prensa seguía sacando fotos, Ness se encaminó hacia su casa, pero la familia Efron la detuvo con sus felicitaciones y sus sonrisas. Estaba claro que no iba a poder evitar asistir al partido de fútbol con fines benéficos de por la tarde y, después, a la barbacoa en la playa.

Admitió que no quería pasar el resto del día sola, sino con Zac. Finalmente se fue a casa para ponerse ropa de mayor abrigo para la tarde y fue recibida como si fuera ya una vieja amiga en las gradas del campo de fútbol. Le gustó que esa gente fuera tan abierta con las relaciones personales, y odió la posibilidad de que se enteraran de que era una mentirosa. Se fijó en el número que llevaba Zac en la camiseta, para poder seguirlo durante todo el juego.

Ness gimió cuando Zac acabó en el suelo con un sonido sordo.

Ness: Eso le va a doler mañana -dijo, mientras Miley asentía sin parar de reír-.

Unos minutos más tarde, Zac volvió a ser alcanzado. Tardó más en levantarse del suelo que la primera vez. Ness se puso en pie, preocupada, hasta que lo vio enderezarse y dirigirse al banquillo. A los pocos minutos terminó el juego, con la victoria del equipo juvenil sobre los veteranos.

Zac subió a las gradas buscando a Ness. Ella se abrió paso entre la gente, sintiéndose más joven y excitada, a pesar de que ya tenía veinticuatro años. Sudoroso y lleno de barro, Zac se quitó el casco al verla. Sonrió.

Zac: No creo que tarde ni cinco segundos en caer agotado.

Ness: Lo disimulas espléndidamente.

Zac: Bien, te pasaré el brazo por los hombros e intentaremos que nadie se dé cuenta de que me estoy apoyando en ti porque no puedo tenerme en pie.

Ella rió y se alejó con él hacia el aparcamiento, despidiéndose de los Efron con la mano. Ness ya tenía la furgoneta reparada enfrente de su casa, pero había ido al campo de fútbol andando.

Zac se detuvo delante de un gran monovolumen y sacó las llaves.

Ness: ¿Qué ha pasado con tu deportivo plateado?

Zac: Lo vendí.

El monovolumen era enorme y de color cereza.

Ness: ¿Por qué? Pensaba que te gustaba.

Zac: Ya he superado esa fase de mi vida, supongo.

La verdad era que, desde que había conocido a Ness, él había empezado a pensar en el futuro Y... los coches deportivos resultaban muy poco prácticos. Por primera vez en tres años, tomaba en cuenta la posibilidad de casarse y formar una familia. Miró a Ness y no supo por qué tenía miedo de volver a sentirse herido.

Zac frunció el ceño mientras se quitaba el uniforme de deporte y se ponía una camiseta limpia.

Ness: Dios santo, Zac, tu mano... parece que la tienes rota -dijo examinando con delicadeza las heridas-. Necesitas un poco de hielo, acompáñame a casa.

Zac: La mía está más cerca y tengo que darme una ducha y cambiarme. Monta -ella dudó un momento-. ¿Tienes miedo de ir conmigo al volante?

Ness: Por supuesto que no. Pero conduciré yo. Esa mano no tiene muy buen aspecto.

Él le tendió las llaves con una sonrisa y se acomodó en el asiento del acompañante, dándole instrucciones para salir del aparcamiento. Ella condujo hasta su casa y él salió del coche gimiendo por causa de la herida, aunque se las arregló para limpiarse el barro de las botas en el felpudo antes de entrar.

Zac: Ponte cómoda, como si estuvieras en tu casa.

Ella echó un vistazo a las estancias salpicadas de escasos muebles. Parecía que nadie vivía allí. Sus miradas se cruzaron.

Ness: ¿Qué tal si preparo un poco de café?

Zac: Si queda... No he tenido tiempo de hacer la compra desde que empezó la feria -dijo emprendiendo la subida de las escaleras con aspecto cansado-.

Ness: Acuérdate de este momento cuando te vuelvan a proponer jugar contra los equipos juveniles, Efron.

Zac: Tu compasión es enternecedora, cariño.

Ness: Eso pretendo -dijo pensando si él realmente necesitaría su ayuda para subir a ducharse-.

Decidió que no y se puso a curiosear la casa. Le gustó el diseño arquitectónico, pero aborreció la decoración. No existía ningún detalle personal que diera sensación acogedora. La casa estaba desangelada y Ness comprendió que Zac pasara allí el menor tiempo posible. Puso el café en el fuego, encontró un par de tazas y oyó el sonido de la ducha en el piso de arriba.

Apoyada en la encimera de la cocina, Ness dio un sorbo de café, debatiéndose entre quedarse donde estaba o ir en su busca. Una voz interior la animaba, pero otra le advertía de que él estaría desnudo y mojado al lado de una cama. Los recuerdos de la noche anterior se agolpaban en su mente, llenos de imágenes y emociones. Se le disparó la imaginación y sintió dureza en los pezones y humedad entre los muslos. Se estaba enamorando de Zac Efron. Y tenía que contarle la verdad.

Pero no se atrevía a destrozar lo que estaba naciendo entre ellos con tanta fuerza. Con ese debate interno, se dirigió hacia las escaleras, portando las dos tazas de café y una bolsa de hielo. Con un profundo suspiro, empezó a subir los escalones y se sorprendió al ver que había cuatro dormitorios en la planta superior. Se orientó por el sonido de la ducha para dar con el suyo y abrir la puerta.

Una cama enorme dominaba el espacio, decorado con muebles de caoba y telas de gran calidad. Se los imaginó juntos, en aquella cama, con Zac encima de ella, a punto de penetrarla. Todo su cuerpo se vio recorrido por una intensa oleada de calor. Él había conseguido introducirse en su alma. Y ella supo inmediatamente lo que estaba haciendo. Había llegado el momento de dejar de huir... de la vida..., de Zac. Dejó las tazas y la bolsa de hielo y lo miró a través del cristal de la ducha. Él estaba apoyado con los brazos sobre la pared de gres y tenía la cabeza inclinada bajo el chorro de la ducha. Estudió con detenimiento cada centímetro de su cuerpo, sintiéndose maravillada. Él retiró la cabeza y sus miradas se cruzaron.

Ella sonrió mientras él cerraba los grifos, tomaba una toalla negra y se secaba brevemente la cara y las manos antes de arrollársela en torno a la cintura. Luego abrió la puerta.

Zac: Has subido hasta aquí por tu propia voluntad -dijo, luchando contra la urgencia de tomarla en brazos-.

Ness: Sí.

El mensaje estaba claro.

Zac: ¿Es necesario que te pregunte si estás segura?

Ness: No, no es necesario -dijo quitándose las gafas-. ¿Y tú?

Zac: Cariño -dijo dando un paso adelante-. No sabes cuántas veces he deseado que estuvieras aquí conmigo.

Ness se quitó los zapatos y las medias mientras Zac la observaba y se daba cuenta de que su cuerpo reaccionaba con prontitud. Cuando ella fue a quitarse el jersey, él se acercó, la atrapó entre sus brazos y la besó salvajemente. Metió las manos por debajo del jersey y notó la agradable calidez de su piel. Quería conocer a fondo todo su cuerpo, hacerla gritar de placer mientras veía cómo se estremecía entre sus brazos. Necesitaba todo eso como nunca había necesitado nada en la vida.

Siguió besándola hasta que ella se separó un poco y finalmente pudo quitarse el jersey. Zac la miró mientras ella se deshacía de los pantalones. Luego se soltó el cabello, creando una cascada de sedoso color ébano con reflejos de tono violeta oscuro. Ella lo dejó sin aliento, con la vista clavada en su delicada cintura y esos pechos rotundos que parecían querer escapar del sostén que los retenía. Cuando Ness se apoyó en la cama y se desabrochó el sujetador, él se quedó boquiabierto antes de lanzarse sobre ella para acariciarla y besarla con ferocidad. Se llenó las manos con sus dulces pechos y ella se las apretó. Después, él lamió y mordisqueó sus pezones, haciéndola estallar de placer.

Zac: Tienes un sabor maravilloso.

Ness: Es el gel de baño -bromeó pasándole las manos por todo el cuerpo-.

Él chasqueó la lengua, apartando una de sus rodillas para que el contacto entre sus cuerpos fuera más completo. Pero ansiaba que llegara el momento de penetrarla.

Ness: Creo que no necesitamos esto -dijo ella desanudando la toalla negra-.

Sus cuerpos ya estaban plenamente el uno junto al otro, con la erección de él presionando en el vientre de ella. Zac sintió que estaba a punto de perder el control y se separó un poco.

Ness: ¿Zac?

Zac: Espera un momento, preciosa, te deseo de tal manera que quiero prolongarlo lo más posible.

Ness: Siempre existe la posibilidad de repetir -dijo dándose la vuelta para agarrar la caja de condones, ofreciendo así una vista inmejorable de su trasero que dejó a Zac anonadado-.

Él tuvo que hacer un esfuerzo supremo para no introducirse en ella en ese mismo instante. Ella se estiró sobre la cama y él lanzó la boca entre sus muslos, chupando, succionando, mordisqueando... antes de recorrer todo su cuerpo hasta llegar a la garganta y volver de nuevo a descender hasta sus pechos.

Ella se apretó contra él, llena de calor y energía. Su contacto era como una tormenta desatada llena de truenos y relámpagos.

Ness gimió porque se sentía próxima al éxtasis, mientras lamía los planos pezones de Zac. Los dedos de él se introdujeron en el centro de su feminidad y ella soltó un breve sollozo antes de tomar la turgencia de él entre las manos.

Zac: Voy a perder el control, Ness.

Ness: Quiero verte roto en mil pedazos -repuso mientras daba un rotundo masaje a su miembro viril-.

Él cerró los ojos y su respiración tembló. Ella saboreó su lengua y se dejó lanzar sobre la cama, boca abajo, con las piernas abiertas. Él deseaba penetrarla sin dilación. Ella sonrió y levantó las caderas, invitándolo a introducirse en ella. Él tomó un condón y se lo colocó. Zac se estremeció cuando la punta de su miembro topó con la entrada de la suave vagina de ella. Ella estaba caliente y húmeda, esperándolo.

Ness se dio la vuelta y elevó aún más las caderas.

Ness: Ahora, Zac, por favor.

Él la penetró con una lentitud deliberada, sonriendo cuando ella suplicaba más. Finalmente se introdujo a fondo y Ness apretó la piernas para sentir mayor contacto.

Zac: Eres preciosa.

Ness: Los halagos te dan muy buen resultado.

Zac: Ahora mismo tengo todo lo que quiero tener.

Ness: Zac -dijo con los ojos bañados en lágrimas-

Zac: Tengo el corazón concentrado en esto.

Ness: Y yo también, guapo.

Él entró y salió varias veces y ella se acopló a un ritmo creciente que tenía otras connotaciones más allá del simple deseo. Formaban una pareja perfecta, totalmente compenetrada. Ness sintió cómo la conexión aumentaba de nivel y deseo que aquello no se acabara nunca. Experimentó una especie de agonía cuando él se retiró de repente, aunque volvió a ella al instante. Danzaron a ritmo acelerado, con la mirada clavada en los ojos del otro.

Y por fin llegó el momento, el placer que solo él era capaz de darle. La pasión por la que había esperado tanto tiempo.

Ness: Zac, Zac...

Zac: Lo sé, bonita, lo sé -susurró con voz ronca, mientras su propio éxtasis lo inundaba, como si una fuerza salvaje se liberara de pronto de su prisión-.

Ella apretó las piernas, deseando quedarse con todo su esperma, aunque era evidente que el condón lo impediría.

Una vez pasado el momento de éxtasis, ella se sintió débil y vulnerable. Pero él la besó lentamente y se echó sobre la cama llevándola consigo.

Ness miró sus profundos ojos azules y sonrió. Lo amaba. Era como si se hubiera abierto una puerta cerrada en secreto. No podía permitirse pensar en las mentiras que le había contado. Solo pensaba en el momento que estaba viviendo.

Zac: Ness.

Ness. Hum.

Zac: Eres increíble.

Ella se sonrojó y lo besó.

Él puso una mano sobre unos de sus pechos y lo estrujó.

Ness: ¿De nuevo a la carga?

Zac: Aún no hemos terminado. -Sonó el teléfono y lo miró durante unos segundos antes de responder-. Sí, madre, me encuentro bien. -Ness se tapó la boca para no soltar una risotada-. No, no está rota -prosiguió-. No, Ness está conmigo. Nos veremos esta noche en la barbacoa -dijo antes de colgar-.

Ness: No me puedo creer que le hayas dicho que yo estaba aquí -se quejó-.

Zac: No puede ver lo que estamos haciendo -dijo echándole los brazos por encima-. Y tú no puedes seguir ocultándote. Háblame de tu familia.

Ness: Ya lo hice.

Zac: Ya, sus nombres y nada más.

Ness: Ellos forman parte de mi vida, pero yo soy yo. Y lo que ahora quiero es que estemos tú y yo solos.

Zac: ¿De veras? -preguntó poniéndole una mano sobre la cadera-.

Ness: Nunca te quedas satisfecho con una sola vez, Efron. Eres adicto.

Ella se montó sobre sus caderas y condujo el miembro viril, otra vez erecto, hacia su vagina, dejándose poseer por su fuerza interior. Ella comenzó un movimiento de vaivén y él cerró los ojos, pensando en que solo deseaba a esa mujer.

Tuvieron que ducharse y vestirse y salir corriendo hacia la barbacoa en la playa antes de que su madre volviera a llamar de nuevo.

Ness: ¿Parezco culpable?

Zac: No -dijo pasándole un brazo por los hombros mientras se acercaban a la fogata de la playa-. Y yo tampoco -añadió besándola en la frente-. No me siento en absoluto culpable.

Ness: Pero llegamos tarde.

Zac: Yo necesitaba atención médica.

Ness: Y yo te necesitaba a ti. Ha sido maravilloso.

Zac: Todavía nos queda esta noche, cariño -dijo inclinando la cabeza hasta su oído-.

Ella sintió cómo un nuevo fuego ardía en su interior, tan espléndido como el de la playa, y pensó que despertar entre sus brazos a la mañana siguiente sería como un trofeo.

La familia y los amigos dieron la bienvenida a los vencedores de la regata con sonoras aclamaciones y Ness y Zac tuvieron que separarse, reclamados por las personas que querían saber más detalles sobre la regata. Durante las dos horas siguientes apenas si pudieron verse, pero Ness seguía con la mirada siempre que podía al hombre que acababa de hacer el amor con ella.

Apareció Miley, con una niña pequeña sobre la cadera. Ness le hizo una caricia.

Miley: Te gusta mi hermano, ¿no?

Ness: Sí, me gusta -dijo pensando que, en realidad, lo amaba-.

Miley: Me alegro. Ya iba siendo hora de que se echara una novia en serio -Ness frunció el ceño-. ¿No te ha hablado de su boda? Bueno, de una boda que no llegó a celebrarse jamás -Ness estaba helada-. Zac se dio cuenta de que ella solo iba detrás de su dinero y la canceló una semana antes.

Ness: Eso es espantoso.

Miley: ¿Lo quieres tú por su dinero?

Ness: Yo tengo dinero propio, Miley.

Tenía un fondo de inversiones a su nombre y una gran cantidad de acciones que la permitirían vivir con holgura durante unos años. Pero admiró a Miley por preocuparse por su hermano.

Zac: Desaparece, Miley -dijo apareciendo de repente-.

Miley: Solo me estoy preocupando por ti. Y, además, deberías habérselo contado.

Zac: Lo que pase entre Ness y yo es privado.

Miley: Te quiero, Zac -dijo en plena retirada-. Pero ahora que yo ya he desvelado el secreto...

Ness: Tu ex novia debe haberte hecho mucho daño.

Zac: En efecto.

Ness: Sin embargo, creo que puedo entenderla.

Zac: ¿Qué?

Ness: Ella quería casarse con un Efron, no contigo -explicó encogiéndose de hombros-. Estaba pensando en sí misma y labrándose un futuro seguro, pero te hizo daño en el proceso -miró a Zac y lo vio furioso-. No pretendo defenderla, créeme -añadió rápidamente-. Pero si estaba convencida de que las cosas materiales la harían feliz, el dinero sería su prioridad.

Zac lo pensó detenidamente y le dio la razón. Amber había sido la peor enemiga de sí misma.

Zac: ¿El hombre que te traicionó a ti también era así?

Ness: Muy parecido, solo buscaba su propio provecho. Me dijo que me amaba y era mentira. Buscaba algo.

Zac vio en los ojos de ella el dolor que aquella experiencia le había causado. Y también vio miedo. ¿Estaba preguntándose si él sería capaz de hacer lo mismo?

Zac: ¿Qué pretendía?

Ness: Hacer daño a mi familia -él enarcó una ceja-. ¿La amabas, Zac?

Zac: Estaba convencido de hacerlo, pero era fácil rendirse a sus encantos.

Ness: ¿Y lo has superado?

Zac: No te habría besado si no fuera así.

Ness: Ah, un hombre de honor.

Zac: Eres muy desconfiada, ¿lo sabías?

Ness: Forma parte de mi terapia diaria. Eso y las dos sonrisas por jornada.

Zac la abrazó.

Zac: He podido ver ese par de sonrisas esta misma tarde -dijo soltándole el cabello mientras ella volvía a sujetárselo rápidamente-. Eres preciosa, Ness. Deja de esconderte y ábrete a mí -añadió mirándola a los ojos. Sabía que había algo más en su pasado y se merecía saberlo-.

Ness: Zac, no sabes lo que me estás pidiendo.

Zac: ¿Tan malo es tu pasado?

Ness: No. Sí, es difícil de explicar.

Zac: ¿No has descubierto todavía que yo no pienso hacerte daño? ¿Qué yo no soy como él?

Ness: Yo tampoco soy como ella.

Zac: Eso ya lo sé.

Pues recuérdalo, recuérdalo.




¡Sí, Efron! ¡Más te vale recordarlo! Cuando te enteres de la verdad no será tu miembro el único que se quedará de piedra XD.

¡Eh! Guay el capi, ¿no? ¡Ya lo hicieron! Y no una vez, sino dos. Y todavía queda esa noche, no os digo más XD.

Claudix, bienvenida a mi club de lectura XD. Me alegro de que te gusten las novelas que publico aquí, pero te aclaro que son adaptadas, de ahí el nombre del blog XD, no son mías y, por lo tanto, no puedo hacerlas ni más largas ni más cortas XD. Bueno, recuerda eso: que ninguna de las noves que pongo aquí son mías. Porque no me gusta atribuirme ni que me atribuyan el mérito de otros.

Lau, no sabes lo que me río con tus comentarios XD. ¡A carcajadas, me río!
Sobre todo porque, así como comentas, parece que pones un comentario cada dos líneas que lees XD. En cada comentario me hablas de una cosa diferente del capi XD. Y otra cosa que me hace gracia es que, como escribes rápido, pones cosas como "chicha" en lugar de "chica" XD XD. Y también cuando me pones treinta veces "Publica". Te aburres mucho, ¿no? XD XD XD. Y tú tranqui que no me aburro de ti. Si me río un montón siempre. Bueno, una última cosita: si ya as publicado un comentario, cuenta siempre XD.

¡Mil gracias por los coments a todas!
Bye!
Kisses!


P.D.: ¡Dos capis y epílogo!


martes, 19 de marzo de 2013

Capítulo 8


A Zac le bombeaba el corazón de tal manera que casi le hacía daño. El torrente de sangre le bloqueaba los oídos y sabía que en aquel momento estaba cruzando una delicada frontera con Ness. No se detuvo. Se sentía conectado a esa mujer y todos sus sentidos le avisaban de que podía enamorarse de ella. Y la tenía en sus brazos.

Ella se arrebujó contra él y Zac introdujo ligeramente los dedos entre sus muslos y la besó con más profundidad. Ness cambió de postura y se montó sobre el muslo de él, con la falda por la cintura. Y Zac se dio cuenta de que estaba temblando. Interrumpió el beso y la miró, pero ella gimió su nombre, suplicante.

Él introdujo un dedo más hondo y ella cerró los ojos con un suspiro tan ronco que la sorprendió. Acababa de dejar de ser la mujer precavida que se escondía de todos. El centro de su placer estaba caliente y húmedo, y al notarlo, Zac gimió. Empujó más fuerte y ella soltó un sollozo de placer. Él sacó y metió el dedo varias veces y ella se quedó paralizada por la pasión contra la pared.

Ness: Me encanta lo que me haces -susurró-.

Zac la hizo recorrer el camino hacia el éxtasis, haciendo caso omiso a su propia necesidad, concentrado solamente en dar placer, en observar sus facciones y sentir su pulso. Era consciente de su aroma y de sus estremecimientos, de una forma más lúcida e intensa que con cualquier otra mujer. Ella echó la cabeza hacia atrás y se lamió los labios, aún húmedos por el beso. Su rostro expresaba calma mientras las sensaciones crecían y se arremolinaban en su interior. No tenía prisa y se acomodó al ritmo de Zac. El contacto era primitivo y erótico. Cuando ella bajó las manos hacia la entrepierna de él y las amoldó a su enhiesto bulto, Zac estuvo a punto de depositarla en el suelo, muerto de ganas por penetrarla. Pero se contuvo y volvió a apretar los dedos en la cavidad de ella, sin querer pensar en nada más que en dar placer.

Su erección era tan potente que le dolía mientras ella llegaba a su clímax con los ojos llameantes. Él sonrió al sentir las primeras contracciones de los músculos de su feminidad.

Zac: Llega hasta el final, preciosa, quiero verlo. Un poco más.

Ella volvió a estremecerse, alcanzando finalmente un éxtasis total.

Ness: ¡Qué bueno!

Zac: Ha sido precioso de ver -dijo mientras contenía la presión de sus hormonas, a las que no pensaba dar rienda suelta.

Esa noche no.

Ella lo besó en el cuello.

Ness: No puedo creerme lo que acabamos de hacer.

Zac: Yo sí. Me has dado vía libre, Ness. No sé de qué te escondes, pero me doy cuenta y soy capaz de llegar al fondo de tu alma. Se ha realizado uno de mis mejores sueños.

Ella debería haberse tomado esas palabras como una advertencia, pero hizo caso omiso, aún flotando en una nube de emociones.

Ness: ¿Sueñas conmigo? ¿Con nosotros?

Zac: Desde luego, y si antes era malo, a partir de ahora va a ser una tortura.

Ness estaba sorprendida y halagada. Ella no le había dado ninguna esperanza y, sin embargo, ahí estaba él, paciente y persistente, haciéndola sentirse más deseada que en toda su vida. Lo besó con suavidad.

Zac la levantó en brazos y la llevó a la sala de estar, depositándola con cuidado sobre el sofá mientras él tomaba asiento en una esquina. Ella yacía con expresión turbada y la blusa abierta mostrando unos pechos llenos y perfectos. Esa era una de las cosas que escondía: su cuerpo.

Zac: No voy a quedarme, así que quita esa expresión de pánico -ella enarcó una ceja-. No me interpretes mal, bonita. Me encantaría desnudarte del todo y saborear cada lugar de tu cuerpo, pero no lo haré. No lo haremos. No esta noche.

Ness: Eso implica que habrá otra noche.

Zac: Estaba esperando que lo adivinaras -sonrió. Ella lo besó, pensando en estar con él desnuda, recorriendo todos los rincones de su cuerpo-. Ven conmigo al Baile de Invierno.

Ness: Pídemelo mañana por la mañana.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Porque ahora sería capaz de concederte cualquier deseo.

Él sonrió contra su boca, pasando las manos primero por su cintura y luego por sus costillas hasta que alcanzó los pechos. Ella se arqueó y él maniobró para meter las manos por debajo del sostén. Ness musitó su nombre mientras él acariciaba sus pezones. Estaba presa de una oleada de calor y pasión y lo deseaba. Lo hubiera dado todo por hacer cualquier cosa si él no hubiera decidido dar el tema por concluido.

Zac: Tengo que irme -dijo después de mirarla durante unos instantes-.

Ness: Zac.

Zac: Sshh. No digas nada -pidió levantándose con los puños apretados, luchando entre el deseo y el sentido común. Ninguno de los dos estaba preparado para pasar la noche juntos-. Quiero más cosas de ti, Ness, no solo compartir la cama.

¿Durante cuánto tiempo?, se preguntó ella. Cuando se enterara de que había estado mintiendo, la abandonaría, estaba segura de ello.

Ness: No puedo ofrecerte eso, Zac.

Zac: No sé qué es lo que ocultas, pero no me importará -dijo mirándola intensamente-.

Ness: No oculto nada -dijo sin aliento-.

Zac: Mentirosa.

Ness: ¿Cómo te atreves a decirme eso?

Zac: No te indignes tanto. Si no ocultaras nada, yo sabría más cosas sobre tu vida. Dime quién te llamó hace un rato, esa persona con la que hablaste en italiano. Podría enterarme por mi cuenta, pero no lo haré. Quiero que confíes en mí lo suficiente como para contármelo tú misma.

Ness no dijo nada porque no estaba preparada para confiar tanto en él. Permitirle jugar con su cuerpo era una cosa, pero dejarle conocer su intimidad significaba llegar demasiado lejos.

Zac: Te advertí que era un hombre paciente, Ness -dijo antes de girarse hacia la puerta-.

Ella no corrió detrás de él, manteniendo sabiamente la distancia. Sonaron sus pisadas en la escalera y luego oyó cómo se abría y cerraba la puerta.

Ness se dejó caer en el sofá. ¿Estaba preparada para confiar en él? ¿Cómo reaccionaría él cuando se enterara de todas las mentiras que le había contado? Tener una aventura con Zac Efron sonaba divertido, pero ella no sabía que llegaría más allá. Sospechaba que alguien había hecho daño a Zac, igual que Drake Bell a ella. Y ninguno de los dos estaba preparado para saltar entre las llamas de nuevo.

A la mañana siguiente, Ness consiguió levantarse a tiempo de hacer la limpieza del local. Pero sus pensamientos no estaban centrados en los beneficios del día anterior, sino en la intimidad con Zac y en cómo la había hecho sentir. También pensó en cómo él parecía saber que ella ocultaba algo.

Vio riadas de gente por la ventana del escaparate que se dirigían a presenciar la regata. Y, de pronto, deseó participar en las actividades de la ciudad y dejar de tener secretos. Investigó en el armario, dispuesta a cambiar las faldas largas y los jerséis anchos por algo más en consonancia con el evento. Finalmente sacó un par de pantalones azul marino, una camiseta naviera a rayas y una chaqueta cómoda que hacía juego con los pantalones. Era un atuendo clásico, pero tampoco quería revelar su personalidad como usuaria de grandes marcas tan deprisa. Se iría mostrando al mundo poco a poco. Aún no estaba preparada para reconvertirse en la verdadera Vanessa. Pero quería llegar a tiempo de ver la salida de la regata.

Zac miró a Mike.

Zac: Estoy tratando de mostrarme comprensivo...

Mike: Pues sigue intentándolo. Yo tampoco pensaba caerme del caballo -había estado en el rodeo a primera hora de la mañana, había sufrido una caída y tenía el brazo en cabestrillo-. Supongo que esto acaba con nuestras posibilidades de participar en la regata.

Zac se frotó la nuca.

Zac: No se trata de la regata, sino de la tradición.

Miley: Zac, yo puedo navegar contigo.

Zac: Gracias, cariño, pero sé que no estarías cómoda. Puede ser peligroso.

Ella tenía una familia en la que pensar y una regata implicaba ciertos riesgos.

Lily: Mira a quién me he encontrado.

Zac miró a su madre y a la mujer que la acompañaba. Tardó unos segundos en reconocerla y pasó la mirada por su cuerpo antes de detenerse en sus ojos.

Zac: No estoy seguro de que me guste verte así vestida -comentó, acercándose a ella y dejando a la familia detrás-.

Ness se sonrojó.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Porque todos los hombres de la ciudad se van a dar cuenta del cuerpo que tienes y antes solo lo sabía yo.

Ness: ¿De veras? -dijo halagada-.

Zac: De veras. A no ser que estén completamente ciegos.

Ella se había arreglado el pelo en una coleta y él se dio cuenta de que era más largo de lo que había supuesto. Zac la tomó de las manos y le dio un ligero beso en los labios.

Zac: He estado pensando en ti durante toda la noche -le susurró-.

Ness: Debes estar muy cansado, entonces.

Zac: No, he dormido como un bebé soñando con tu cuerpo estremecido bajo mis caricias.

Ness: Zac, calla. Tu familia está ahí al lado, pueden oírnos.

Zac: Me alegro de que hayas venido. Aunque puede ser en vano.

Ness: ¿Por qué? ¿Qué pasa?

Zac: Mike se ha roto un brazo en el rodeo.

Ness: Eso es terrible, pero... ¿qué tiene que ver contigo?

Zac: Siempre navegamos juntos. Necesito la ayuda de alguien. Rick está fuera de la ciudad y a Miley le da miedo el agua, aunque se resista a reconocerlo. Y mi madre... bueno, es algo mayor.

Él se giró, le pasó un brazo por la cintura, y se dirigió con ella hacia su familia. Estaban en el borde del muelle, mirando el barco de vela que probablemente tendría que quedarse amarrado.

Lily: ¿Por qué no le preguntas a Jake Adkins? -propuso-.

Zac: Él también compite este año con su propio barco. Creo que deberíamos recoger las velas y buscar un sitio entre la multitud.

Mike: Lo siento mucho, Zac -se disculpó-.

Zac: No te preocupes. Es solo una regata -a pesar de su decepción, no quería que su hermano se sintiera aún peor-.

Ness: Estás deseando participar, ¿no?

Zac: Es una tradición. Los Efron no se han perdido ni una sola regata desde hace más de cien años.

Ness: Yo sé navegar -dijo en un impulso-.

Zac: No pasa nada, Ness -repuso con una sonrisa-. Solo es una competición.

Ness dio un paso adelante.

Ness: Efron, ¿quieres participar o no?

Zac: Sí, pero necesito a alguien que sepa de veras.

Ness: Te aseguro que yo sé, capitán -dijo señalando las partes del barco y diciendo sus nombres antes de explicarle con qué velas plantearía ella cada momento de la regata-.

Zac sonrió.

Mke: Creo que habla en serio, hermano -intervino-. Yo aceptaría la oferta.

Zac la miró a los ojos.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Porque significa mucho para ti.

Algo se abrió dentro de él y supuso que era una parte de su corazón que había permanecido oculta durante demasiado tiempo. Sonrió y la invitó a subir a bordo.

Zac: Gracias, cariño. ¿Estás preparada?

Ness: Desde luego, capitán.

Él sonrió y se dirigió hacia la proa mientras sonaba la señal para que todos los barcos se situaran en la línea de salida. Desatracaron y se colocaron en su puesto.

Ness estaba un poco nerviosa, hacía tiempo que no navegaba a vela y no quería decepcionar a Zac.

Él se hizo con el timón.

Zac: Vas a tener que moverte rápido, cariño.

Ness: No te preocupes, Zac, lo conseguiremos.

Sonó el disparo de salida y Zac desplegó la vela principal. El viento, frío y fuerte, la hinchó y comenzaron a moverse, ganando velocidad. Zac gritaba las órdenes y ella obedecía. La regata tenía una hora de duración y el punto de retorno estaba situado debajo del puente elevado. En ese momento probablemente se sabría ya quién iba a ser el vencedor.

Zac tenía unos de los barcos más grandes y Ness estaba entusiasmada. Hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan bien. Iban adelantando posiciones. Cuando llegaron al punto de regreso, Ness soltó una vela y recogió otra, haciendo oscilar peligrosamente al barco.

Zac: ¡Ness, por favor, sujétala fuerte!

Ella estaba de pie sobre la quilla del barco con el cuerpo tenso a poca distancia del agua, tirando de una cuerda con todas sus fuerzas.

Ness: ¡La tengo, Zac! ¡Vira! -él lo hizo con soltura y volvieron a enderezar el rumbo de regreso en primera posición-. ¡Eh, Efron! ¿Quieres ganar esta regata?

Zac: ¡Me encantaría! Vamos, preciosa, hagamos una auténtica demostración.

Trabajaron a dúo como si llevaran haciéndolo toda la vida. Ness era rápida manejando la botavara y las velas, estirando los músculos hasta el límite. La multitud rugía.

Otro barco se les acercó, acortando distancias. Zac levantó la mirada: era su amigo Jake. Ness tensó con todas sus fuerzas la vela mayor y entraron limpiamente en primera posición por la línea de meta.

Los espectadores soltaron alaridos y risotadas.

Ness plegó rápidamente la vela.

Zac: ¡Lo hemos conseguido! -gritó abrazándola-. ¡Has estado magnífica!

Ness: Nada como superar una centenaria racha de mala suerte, ¿eh?

Zac: Gracias, Ness -dijo dándole un fuerte beso y dejándola sin aliento-.

Ness: Tú tampoco has estado mal.

Zac: Sí, pero ese momento final en el que parecía que Jake nos adelantaba... Ha sido fantástico. -Jake pasó de largo, saludándolos con la mano. Ellos correspondieron al saludo, sonriendo ampliamente. Luego Zac volvió a mirarla a los ojos-. Hoy ya es mañana, ¿lo recuerdas? ¿Vas a acompañarme al Baile de Invierno?

Ella lo miró y supo que no podía decepcionarlo. Él estaba tan contento en ese momento y ella tenía tantas ganas de seguir divirtiéndose que...

Ness: Sí, iré contigo.

Él sonrió encantado.

Zac: De acuerdo, lo has prometido, recuérdalo.

Ness: Supongo que podré encontrar algún vestido adecuado.

Él apoyó su frente en la suya.

Zac: Gracias, preciosa. ¿Qué opinas de que atraquemos y dejemos que nos felicite todo el mundo?

Ness palideció mirando hacia el muelle. Había olvidado que los ganadores aparecerían en la prensa. En portada. En todo el estado.

¿Cómo iba a protegerse ella sin hacer daño a Zac?




"Prensa-Portada- Estado". ¡La cosa va de mal en peor! ¡Ness, quien te mandaba a ti a participar en la estúpida regata! Ahora sí que estás jodida XD.

Lau, no hace falta que me digas que eres tú. Leyendo el comentario se nota XD.
Por cierto, que os dado ahora por que publique corriendo si hace apenas un par de capis tenía uno o dos tristes comentarios. En los coments se os ve desesperadas XD. ¡Pero eso es lo que quiero! XD
Así que, ¡seguid así!

Bye!
Kisses!


lunes, 18 de marzo de 2013

Capítulo 7


Ashley tenía razón.

El Aniversario de la Fundación de Bradford era pura fantasía. El Ayuntamiento había adornado el centro histórico de la ciudad con multitud de luces de colores y la gente iba vestida de época. Ness había engalanado su escaparate, al igual que el resto de los comerciantes, y todos ofrecían bebidas y aperitivos a los viandantes. Esa noche cerrarían muy tarde, cuando diera comienzo el concierto nocturno en los muelles.

Ness estaba sorprendida de la cantidad de gente que había acudido al evento y sintió un momento de pánico al darse cuenta de que su local se atiborraba. No había creído necesario contar con la ayuda de Penny, y empezaba a sentirse desbordada, sirviendo cafés y bollos sin descanso, cuando vio a Zac, que se habría paso entre la multitud.

Miley: Madre mía, mira qué cantidad de gente -dijo su hermana, que lo acompañaba-.

Zac: Me temo que Ness no se lo esperaba -repuso dándose cuenta de que la propietaria de la librería parecía tener los nervios de punta-. Hola, Ness.

Ella marcó unos números en la caja registradora y le dirigió una breve mirada mientras la máquina escupía la cuenta.

Ness: Hola... me gustaría que pudiéramos charlar, pero... -metió los libros en una bolsa y se los entregó al cliente-. Gracias, ya le llamaré por teléfono cuando encuentre esa novela.

Ness se fue inmediatamente a la barra y empezó a preparar cafés para toda la gente que hacía cola.

Zac se acercó a ella.

Zac: ¿Necesitas ayuda?

Ness: No. Sí, gracias...

Zac se metió detrás de la barra y se puso a repartir tazas y servilletas a medida que ella preparaba los cafés.

Zac: Ha venido mi hermana conmigo.

Ness: ¡Tu hermana! -se sorprendió-.

Miley: Hola, soy Miley -se presentó la aludida-.

Ness: Hola -dijo sin separarse de la cafetera-. Gracias por venir a verme.

Miley: Justo lo que necesitabas, ¿no? Otro cliente -bromeó-.

Ness: Es increíble, ¿verdad?

Miley: Podemos ayudarte un poco.

Ness: No, jamás me atrevería a...

Zac: Ya nos hemos ofrecido -intervino-. ¿Por qué no has avisado a Penny?

Ness: Nunca pensé que habría tanta gente...

Miley: Bien, yo puedo manejar esta cosa -dijo colocándose delante de una de las máquinas de café expreso-.

Ness: ¿De veras? Gracias a Dios... Pero... ¿estás segura? Es imposible que hubieras previsto pasar así la tarde.

Miley: No te preocupes. Si no estuviera aquí, estaría cuidando de mis hijos, que deben estar volviendo loco a su padre. Luego me hubiera ido a casa a ocuparme de la lavadora, las cenas, y finalmente de la lucha diaria para meter a los niños en la cama. ¿Y qué prefiero? ¿Eso o estar aquí haciendo cafés? Ni lo dudes -dijo con una espléndida sonrisa, atándose a la cintura un delantal-. Además, tengo experiencia. Trabajé en una cafetería italiana mientras estudiaba en la universidad.

Ness le dio las gracias efusivamente y regresó rápidamente al mostrador, donde se agolpaban los clientes que deseaban comprar libros, haciendo caso omiso de Zac.

Él la miró mientras ella escogía libros de las estanterías, sonreía y charlaba con el público.

Miley: Parece simpática, Zac -dijo mientras servía un café y se daba la vuelta para preparar otro-.

Zac: Solo cuando baja la guardia.

Miley: Cielo santo, la estás analizando... buena señal.

Zac echó una ojeada a su hermana, que se movía por detrás de la barra como un relámpago.

Zac: ¿Vas a opinar sobre ella nada más conocerla?

Miley: En parte. A mamá y a Diana les gusta. No se parece en nada a la bruja con la que estuviste a punto de casarte.

Zac le dio a su hermana un rápido abrazo, sonriendo. Miley podía parecer una mujer insignificante, pero se convertía en una fiera cuando se trataba de defender a su familia.

Zac: Lo sé, cariño.

Miley: ¿Pero...? -preguntó dándole un codazo en las costillas-. Siempre hay un «pero» cuando se trata de ti, Zac.

Zac: Creo que oculta algo, puedo percibirlo en el ambiente.

Miley: ¿Estará casada?

Zac: No, pero hay algo en ella que me resulta muy familiar.

Miley: Tómatelo con calma -recomendó-. Mira, ahí están mamá y Mike.

Zac gimió y se lanzó a invitarlos a un café para evitar que molestaran a Ness. Su madre tenía espías en todas partes y él estaba seguro de que sabía en cuántas ocasiones habían estado juntos. Pero no quería presionar a Ness con la presencia de su familia casi al completo.

Lily: Bueno, esto es interesante -dijo su madre, mirándolo como si fuera un adolescente que regresara a casa borracho después de un partido de fútbol, intentando disimular-.

Zac: Dame un respiro, madre.

Mike: ¿Por qué estás tan a la defensiva?

Zac: Más de la mitad de mi familia está en este local vigilando a la mujer con la que estoy saliendo y... ¿aún me lo preguntas?

Lily: Estamos de compras -dijo con una sonrisa pícara-.

Zac: Si os queréis quedar, lo mejor será que colaboréis un poco -dijo dándose cuenta de que Ness desarrollaba una actividad frenética-.

Decidió acercarse al mostrador para ayudarla y atendió a una mujer que buscaba una novela que le rompiera el corazón. Si le iba a romper el corazón, ¿para qué leerla?, se preguntó. Él ya sabía lo que era tener el corazón destrozado.

Ness alzó la vista y vio a la madre de Zac sirviendo bollería a los clientes. Mortificada, se excusó un momento y se dirigió hacia ella.

Ness: Señora Efron, realmente no puedo permitirlo.

Lily: Te dije que me llamaras Lily -repuso agarrando firmemente la bandeja que Ness había tratado de quitarle-. Y estoy perfectamente. Fui camarera en mi juventud, ¿no lo sabías?

Ness: ¿De veras? -no podía ni imaginárselo-.

Lily: Me echaron a los tres días -le confesó en un susurro-. Aparentemente mi destino en la vida era otro y mi jefe se dio cuenta. Pero creo que después de haber criado a cuatro hijos, soy capaz de servir bollos durante un rato.

Ness: Me horroriza que se sienta obligada a ayudar.

Lily: Cariño -repuso poniéndole una mano sobre el brazo-, necesitas ayuda, eso está claro. Además, para mí es divertido. No todos los días se presenta una oportunidad como ésta.

Ness: Si está segura... -repuso sobrecogida por la simpatía que estaba demostrando la familia de Zac-.

Lily: Venga, vete, haz las cosas que no podemos hacer los demás -dijo indicando la máquina registradora del mostrador de libros y la cola de gente que había detrás-.

Ness dudó un instante y finalmente se rindió, yéndose a atender a un nuevo cliente.

Tres horas más tarde, la afluencia de gente había empezado a remitir. Antes de irse, Lily Efron la había invitado a una barbacoa familiar al día siguiente, por la noche, después del partido de fútbol americano cuyos ingresos iban a destinarse a diversas causas de caridad. El marido de Miley había aparecido con unos niños exhaustos y toda la familia se había ido a casa. Solo quedaba Zac.

Zac: Bravo -la felicitó cuando finalmente cerraron la tienda-.

Ness se dejó caer en un cómodo sillón y se deshizo del calzado.

Ness: Estoy rendida.

Zac: Hoy has hecho un gran negocio, ¿eh?

Ness: No me lo esperaba. Estoy impresionada -dijo pensando en cómo devolver el favor a Lily y Miley. Zac se colocó en el borde del sillón para poder alcanzar el tobillo de Ness y darle un masaje-. Zac...

Zac: Calla y relájate.

Ella gimió con cansancio, cerrando los ojos, mientras Zac acababa con un pie y empezaba con el otro. Ella sintió un alivio inmenso. Pensó en la familia Efron. Sin duda formaban un grupo amable y persuasivo.

Ness: Tengo que ponerme a limpiar -dijo de pronto, echando un vistazo al desorden reinante-.

Zac: Déjalo para mañana por la mañana -repuso sin querer soltarle el pie-. La noche aún no ha acabado.

Ness: Para mí sí.

Zac: Tenemos que asistir al concierto.

Ness: Creo que me lo voy a perder.

Zac: Ya había reservado un sitio para nosotros -dijo con una sonrisa adorable, mientras deslizaba sus manos por las piernas de ella hasta llegar a los muslos, lo que provocó en Ness un súbito acceso de deseo que se situó en el centro mismo del placer-.

Ness: Zac, ¿pretendes provocarme?

Zac: Tienes unas piernas preciosas. -Siguió acariciándola y ella se preguntó por qué no se quejaba y cómo podía sentirse tan tranquila. En realidad, lo sabía: se estaba enamorando de ese hombre-. Ven aquí -dijo inclinándose para besarla-.

Deseaba saber todo lo que tuviera que ver con ella, intuía que ocultaba algo, además de un poderoso fuego interior.

Ella puso las manos sobre los muslos de él y supo que había dado un paso adelante. Él reaccionó al contacto con un fogonazo de deseo. Estaba a punto de levantarla en brazos para sentarla sobre su regazo cuando sonó el teléfono en la trastienda.

Ness: Tengo que contestar -dijo levantándose-.

Zac se dejó caer en el sillón, disfrutando de las sensaciones de los últimos momentos. Tenía una erección y estaba dispuesto a hacer el amor con ella. Pensó que jamás había deseado a una mujer de esa forma.

El sonido de la voz de Ness llegó hasta él y algo le hizo fruncir el ceño. Ella hablaba con alguien... en italiano. Aunque no podía entender ni una palabra, por su tono de voz dedujo que estaba enfadada, incluso furiosa ¿Quién se hubiera imaginado que esa mujer podría tener tanto genio? Nunca había perdido la compostura delante de él, pero podía verla a través de la puerta entreabierta de la oficina y allí estaba ella, casi gritando y gesticulando apresuradamente con la mano que le quedaba libre. Quienquiera que estuviera al otro lado del hilo telefónico estaba recibiendo una buena reprimenda.

Ness: No, papá -dijo en italiano-, no puedo olvidarme de todo y regresar tranquilamente a casa. Ahora tengo una nueva vida.

Esa misma conversación se había repetido numerosas veces en los últimos meses.

PV: Mio cuore, piénsalo despacio.

Ness: Hasta que Drew deje de andar con malas compañías y vaya al FBI a contar todo lo que sabe, no pienso ni plantearme la cuestión. Ya lo sabes. No quiero volver.

PV: No puedo creerme que seas feliz en esa pequeña ciudad.

Ness: Pues el caso es que, precisamente hoy, estoy encantada -dijo pensando en Zac-.

PV: ¿Piensas abandonar tu carrera de diseñadora para siempre?

Ness: No puedo predecir el futuro, papá. Pero sé que Drake Bell aún anda detrás de mí. Tú mismo me dijiste el mes pasado que seguía entrometiéndose en la vida familiar.

PV: Piensa que las cosas ya se han calmado por completo, hemos dejado de ser el centro de atención.

Ness: Pero volveremos a serlo si yo regreso y no estoy preparada para soportar de nuevo el fuego enemigo -dijo con los ojos ardiendo y mesándose los cabellos-.

Estaba enfadada con su padre porque siempre la llamaba para decirle lo mismo.

PV: Andrew está avergonzado. No ha querido explicarme nada, pero insiste en que siente mucho el daño que ha hecho a la familia y me pide que confíe en él.

Ness: Y tú confías. No te lo reprocho; si fuera mi hijo yo también le otorgaría el beneficio de la duda. Debo dejarte, papá, tengo un invitado.

PV: ¿Un hombre? Pórtate bien con él, hija, tienes que darme muchos nietos.

Ella sonrió.

Ness: ¿Qué quiere decir eso de que me porte bien, papá?

Él rió suavemente y Ness supo que su humor había mejorado.

PV: Me encanta el sarcasmo de mi niña.

Ness: Tengo que dejarte, papá. Te quiero.

PV: Yo también te quiero, cariño.

Ness: Y...

PV: ¿Sí?

Ness: Por favor, no me insistas en que vuelva a casa. Tengo una nueva vida. -Oyó cómo su padre soltaba un suspiro lastimero antes de asentir y colgar el teléfono. Ness soltó el auricular con nerviosismo. Echaba de menos a su padre y a sus hermanos. Volvió junto a Zac-. Lo siento.

Zac: No importa. No sabía que hablaras italiano tan bien.

Ness: ¿Lo entiendes? -preguntó presa del pánico-.

Zac: Ni una palabra.

Ness: Uno de los colegios a los que fui estaba en Italia -dijo aliviada-.

No era una mentira.

Zac: ¿Quieres ir al concierto? Está a punto de empezar.

Ness: Me parece que no tengo ganas. -Seguía pensando en Drake Bell y en la vida que había tenido que abandonar por su culpa, y no se dio cuenta de que Zac la llevaba hacia la escalera de su apartamento, después de haber apagado todas las luces de la tienda-. ¿Qué haces?

Zac: Reconozco el sabor de la derrota. Estás medio dormida.

Ness: Puedo hacer el resto del camino sola.

Zac: Lo sé. Solo pienso acompañarte hasta la puerta.

Ness meneó la cabeza sintiendo el cansancio del día en todas las células de su cuerpo. Necesitaba irse a dormir, después de tomar un baño de agua caliente.

Una vez en el rellano superior, Zac miró a su alrededor. Había una pequeña sala de estar al fondo del vestíbulo y una ventana cubierta de plantas para tapar las vistas exteriores. La decoración parecía de revista, las telas eran de buena calidad y había objetos de cristal y antigüedades sobre las mesas de roble. El ambiente era agradable y cómodo.

Zac: Me gusta. ¿Te atreverías a decorar mi casa?

Ness: No -repuso con una sonrisa-. Y ahora vete, por favor.

Zac: ¿No me vas a enseñar la casa?

Ness: Sala de estar, comedor, cocina, dormitorio y cuarto de invitados -dijo señalando diversas direcciones-.

Él chasqueó la lengua y se acercó.

Zac: ¿No te alegras de que mañana sea domingo?

Ness: Mucho, no te lo imaginas -estaba cansada del día y de la semana-.

Zac: ¿Vas a asistir a la regata de vela?

Ness: No lo había pensado.

Zac: Mike y yo competiremos.

Ness: ¿Por qué será que eso no me extraña nada?

Zac: Es una tradición. Los Efron hemos competido en todas las regatas desde su inicio. Nunca hemos salido victoriosos, pero hemos participado.

Ness: ¿Quieres que vaya a verte navegar? -preguntó a pesar de lo cansada que estaba-. ¿No tienes suficientes admiradoras?

Zac: No, ninguna que importe más que tú -repuso jugando con un mechón de pelo negro que se le había soltado-.

Ness: Durante unos días.

Zac: ¿De verdad piensas eso de mí?

Ness: Lo intento con todas mis fuerzas. Pero no es fácil resistirse a ti, Zac Efron.

Zac: Pues deja de hacerlo -dijo rozando levemente entre sus muslos con la rodilla antes de presionarla contra la pared-.

La boca de él cayó sobre la de Ness antes de que ésta tuviera tiempo de decir palabra, tanteando, acariciando, haciendo crecer la intensidad del beso. Ella se sintió derretir por dentro y estuvo a punto de desvanecerse, por lo que se agarró a la cintura de Zac, tirando de él hasta que ambos cuerpos se juntaron. La boca de él iba de un lugar para otro: labios, rostro, cuello. Y cuando siguió descendiendo, Ness no protestó.

Los botones de la blusa se fueron desabrochando solos y un segundo más tarde la boca de él navegaba por el borde de sus pechos. Ness gimió deseando deshacerse de la blusa y el sostén para sentir su caricia por todas partes.

Zac: Te deseo. Te deseo locamente.

Ness: Zac.

Él la miró.

Zac: Lo sé. Sé que no estás preparada aún. Pero, maldita sea, Ness, necesito tocarte.

La boca de él volvió a caer sobre la suya y ella respondió al beso mientras introducía una mano por debajo de su chaqueta de ante. Él bajó la mano hasta la cadera de ella, luego hasta el muslo, tirando de la falda hacia arriba, sin dejar de besarla.

A Ness se le quedó la mente en blanco mientras su cuerpo hervía de sensaciones. Cuando la mano de él llegó hasta el límite de una de sus medias, él se echó hacia atrás.

Zac: Estás llena de sorpresas.

Ella llevaba medias y liguero. Zac apostó a que era negro y lo recorrió con la mano, rozando ligeramente el centro de su feminidad. El deseo asaltó a Ness, debilitando su resistencia. Se le escapó en un susurro el nombre de él.

Zac: Puedo sentir tu calor -dijo con voz profunda-. ¿Sabes lo que me provoca?

Él la embistió para que entendiera. A Ness se le subió el corazón a la garganta mientras lo agarraba del pelo y le devolvía el empujón.

Zac metió un dedo en una de sus medias y recorrió la circunferencia del muslo desde detrás hasta el centro de su placer. Era la sensación más erótica que ella había conocido jamás.

Zac: Ábrete para mí, cariño.

Y, al instante, ella se abrió.




¡Wow!
Sin comentarios...

Eso sí, vosotras sí que tenéis que comentar XD.
Me preguntaron que cuánto faltaba para que Zac descubriera la verdad, pero no lo diré XD. ¡Surprise!
Lau, tienes razón, usar Internet en BlackBerry es un asco. Yo no tengo, pero tiene que ser un asco XD.
Y no te preocupes, en todas las noves Ashley va a tener el mismo papel. Pero no la encasilléis que no le gusta XD.

¡Gracias por los coments!
Bye!
Kisses!


sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 6


Daba la impresión de que toda la ciudad vibraba con el bajo de la banda de música instalada delante del muelle. Sonaban viejos éxitos y olía a bollería recién horneada, manzanas asadas, perritos calientes, algodones de azúcar y cerveza. La mezcla era interesante y festiva, se dijo Ness mientras salía del porche de su casa.

Todas las calles estrechas del casco viejo de la ciudad estaban cerradas al tráfico y las multitudes bailaban por doquier para entrar en calor en la fresca noche. Había agentes de policía por todas partes y hombres como Zac portaban focos de luz fluorescente e indicaban a la gente cuál era el camino. Parecía divertido. Él parecía divertirse y estaba estupendo con sus vaqueros negros y una chaqueta de ante tan desgastada que parecía de su abuelo. Ness se estremeció: si lo encontraba tan atractivo vestido, ¿qué sentiría cuando lo viera desnudo?

En vez de negarse a la evidencia, en vez de pensar que no le convenía tener una relación con alguien tan famoso, Ness se dejó llevar por la fantasía y lo imaginó sin ropa, lleno de músculos morenos, con un trasero terso...

Como si hubiera presentido su presencia, Zac se dio la vuelta y la miró con una sonrisa. A pesar de la distancia que los separaba, Ness pudo observar cómo su mirada se hacía más profunda. En ese momento volvió a percibir una señal de advertencia ante el peligro procedente de su cerebro. Sin embargo, cuando él la llamó con la mano, ella se acercó.

Zac: Hola -dijo con suavidad-.

Ness: Hola -contestó con el corazón encogido por la proximidad-.

Aunque Ness no era una mujer baja, se sintió de pronto delicada y vulnerable.

Zac: Baila conmigo.

Ella se puso tensa y Zac lo notó.

Ness: Realmente debería volver a la tienda.

Zac: Ciérrala y pon un cartel en la puerta.

Ness: Zac, es mi negocio, no puedo abandonarlo.

Zac: ¿Quién va a ir a comprar libros allí cuando hay aquí todo este jaleo montado?

En eso llevaba razón.

Ness: Tengo que traer más material para Penny Adkins, está atendiendo mi caseta.

Zac: Lo sé -dijo con una sonrisa-. Ve a por ello y cierra la tienda. Bailaremos.

Ness: ¿No estás de servicio?

Zac: Pues sí, pero eso no quiere decir que no pueda divertirme un poco. Venga, vete.

Mientras él seguía orientando a la gente, ella corrió hacia la tienda y pronto regresó con una caja llena de bollos. Zac tomó la caja y juntos se abrieron paso entre la multitud hasta llegar a la caseta de Ness que estaba situada debajo de un viejo olmo.

Penny estaba sirviendo un café con nata. Había un joven apoyado contra el poste de la caseta.

Penny: Hola, señorita Ness. Hola, hermano.

Ness: ¿Hermano? -preguntó mirando a Zac-.

Él se encogió de hombros, depositando la caja sobre el mostrador.

Zac: Conozco a Penny desde que nació -explicó-. Su hermano mayor, Jake, es de mi edad.

Ness: Oh, parece que la vida ha tratado muy bien a Diana Adkins, no da la impresión de que pueda tener un hijo de tu edad.

Penny: Mis padres se casaron muy pronto -explicó mientras Zac observaba en silencio, primero al joven del poste y luego a Penny-. ¿Podrías dejar de mirarme de esa manera, Zac? Me estás haciendo sentirme incómoda -dijo al cabo de unos momentos-. Papá siempre dice que él no hubiera logrado nada en la vida sin el apoyo de mamá -continuó antes de volverse hacia el joven y hacer las presentaciones-. Éste es Dean Parker, acaba de terminar el doctorado en la universidad.

Ness: Encantado de conocerte -dijo estrechándole la mano mientras Zac se limitaba a observarlo con detenimiento. Ness le dio un codazo. Zac reaccionó y estrechó la mano del joven-. ¿Por qué no te tomas un descanso, Penny? Yo me quedaré a cargo de la caseta.

Penny: ¿Estás segura? ¿Y qué pasa con la tienda?

Ness: Está cerrada.

Penny: ¿En serio?

Ness: Claro, vamos, id a dar una vuelta. Ha sido un placer conocerte, Dean.

Dean: Gracias, señora -repuso dedicando una breve mirada a Zac-.

La pareja se alejó, tomada de la mano.

Zac: No vayáis muy lejos -gritó-.

Ness: ¡Zac, por Dios! Tiene diecinueve años, ya es una mujer, no una niña -protestó-.

Zac: Y él es un hombre. Sé cómo piensan los hombres -explicó malhumorado-.

Ness: Bueno, no creo que Dean se atreva a hacer nada indecente después de haber visto la forma en que lo mirabas.

Zac: Me ha causado una impresión desagradable.

Ness empezó a tomárselo a broma. Zac se estaba comportando como el típico padre que aún se empeñaba en defender a su hija del efecto de las hormonas masculinas.

Ness: ¿Porque lleva un pendiente en la oreja?

Zac: En parte.

Ness: Mi hermano también lleva un pendiente -él enarcó una ceja-. Y Penny me ha contado que Dean es un estudiante brillante. No creo que sea un vago peligroso. Además, se conocen desde hace tiempo, ¿sabes?

Zac: No sabía de su existencia.

Ness: ¿Y te duele porque creías conocer todos los secretos de la vida de Penny?

Zac: Algo por el estilo. Es como si fuera mi hermana pequeña.

Ness: Penny y Dean fueron al colegio juntos y están saliendo desde hace un año.

Zac: No lo sabía. ¿Cómo te has enterado?

Ness: Ella me lo ha contado. Ha estado trabajando en la tienda durante un par de días.

Zac: Creía que no te importaban los cotilleos.

Ness: Eso no significa que no tenga orejas. Y, al contrario que tú, no he estado enfrascada por completo en documentos y reuniones, haciendo caso omiso del resto del mundo.

Zac: Con excepción de ti.

Ness: ¿Vas a culparme por eso?

Zac: No, pero me estás dando mucho trabajo.

Ness: ¿De veras?

Zac sonrió mientras Ness servía cafés a un par de clientes. Luego miró a la multitud. Había representantes de todos los comercios y la radio local estaba cubriendo el evento. Luego miró a Ness, que seguía muy atareada. Las luces brillaban sobre su cabello lanzando reflejos violetas. Recordó la silueta de piernas largas que había visto en la playa. Al principio no había sabido que era ella, estaba demasiado oscuro, pero cuando la había visto dirigirse hacia su casa después del ejercicio, no le había cabido la menor duda de que había un cuerpo espectacular debajo de todas esas capas de ropa. Además, nadie caminaba tan erguida como ella, sus movimientos tenían un aire regio.

Se dio cuenta de que lo que sentía por ella no era solo atracción sexual, sino que existía otro tipo de conexión. Admiraba su ingenio y su destreza.

Zac: ¿Cómo se llama tu hermano?

Ness: Drew.

Zac: Qué nombre tan curioso.

Ness: En realidad su nombre es Andrew.

Zac: ¿Andrew Montez?

Ness: Háblame de tus hermanos -pidió rápidamente-.

Zac: Somos cuatro. Ya has conocido a Mike y entre nosotros está Rick. Tenemos una hermana, Miley, que está casada y con hijos.

Ness: ¿Y también miraste a su marido como acabas de mirar a Dean?

Zac: Tuve que ponerlo en su lugar en cierta ocasión.

Ness: ¿Y eso?

Zac: Intentó arrebatarme a la chica con la que había quedado para el baile de fin de curso.

Ness: Ah -dijo forzando una sonrisa-.

Zac: ¿Tienes más hermanos?

Ness: Richard, Mark y Sarah.

Al menos, ésas eran las versiones inglesas de los nombres de sus hermanos. Deseó poder decirle «y yo soy Vanessa, Vanessa Anne». Montez era el apellido de su abuela irlandesa.

Ness siguió sirviendo cafés y le cedió el puesto a Penny cuando ésta regresó. Dean se metió también detrás del mostrador para ayudar. Y Ness se vio obligada a tirar de Zac para dejarlos solos.

Ness: Vamos, perro guardián. -Zac lanzó su taza de cartón a la basura y tomó a Ness entre sus brazos, iniciando unos pasos de baile-. Zac, ¿qué estás haciendo? -preguntó perdiendo el paso por completo-.

Zac: Es una danza tradicional sureña. No te integrarás de verdad con nosotros hasta que no aprendas a bailarla.

Ness: Eso parece -dijo observando cómo todo el mundo a su alrededor bailaba con entusiasmo-.

Zac: Relájate, Ness, estás tan rígida como una tabla.

Ness: Vaya, gracias por el piropo, Fred Astaire -dijo esforzándose en seguir el ritmo-.

Zac era un gran bailarín y enseguida consiguió que ella se adaptara. Al cabo de un rato de baile, Ness descubrió que se lo estaba pasando realmente bien. La gente se sabía la letra de la canción y coreaba a la banda. Perdió el paso, pero él la estrechó contra sí y el resto del mundo dejó de tener importancia.

Zac la oyó reír y supo que estaba disfrutando de veras. Había adquirido soltura con los pasos del baile y se estaba dejando llevar de manera casi irracional. El gentío formó un círculo en torno a ellos y él deseó que la música no cesara jamás. Se sentía elevado a las alturas.

La canción terminó por fin y mientras la gente les aplaudía, Ness enterró su rostro en el pecho de Zac.

Ness: Lo he pasado muy bien -dijo al fin, separándose de él para mirarlo a los ojos-. Gracias.

Zac: ¿Hace mucho tiempo que no te diviertes?

Ness: Supongo que sí. Vamos, tengo que volver a mi puesto hasta medianoche. ¿O prefieres quedarte aquí?

Zac: No, iré contigo.

A Zac se le encogió el corazón de puro placer cuando le pasó un brazo por los hombros y ella no se resistió. Volvieron a la caseta de Ness mientras veían cómo la gente empezaba a marcharse a sus casas.

Ness: ¿Te apetece otro café?

Zac: No, gracias.

Ness: ¿Una cerveza, un vino?

Zac: Imposible, estoy de servicio, cariño.

Ness: Gracias, Zac -dijo sentándose en una silla-.

Zac. ¿Por qué?

Ness: Por convertirme oficialmente en una sureña.

Él le guiñó un ojo.

Zac: De todas maneras, tienes que seguir practicando. Podemos repetirlo durante el Baile de Invierno que clausura la feria al final de la semana.

Ness: Gracias por la invitación, pero no puedo aceptarla.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: Se supone que un caballero no debe poner en cuestión la negativa de una dama.

Él hizo una mueca.

Zac: ¿Fuiste a una escuela de ésas que enseñan buenos modales, o qué?

Ness: Mi madre era muy estricta en ese tema.

Zac: A mí me parece una tontería. ¿Por qué no quieres bailar conmigo esa noche?

Ness: Creo que la gente empezará a murmurar sobre nosotros infundadamente si lo hago.

Zac: ¿Infundadamente?

Ness: Pensarán que nos acostamos juntos.

Zac: Todavía no lo hemos hecho, pero lo haremos -añadió con una profunda mirada-.

Ness: ¿Te das cuenta de por qué tienes tan mala reputación, Zac? No pienso dormir contigo.

Zac: Yo no estaba pensando en dormir, precisamente, estaba pensando en hacer todo tipo de cosas en la cama menos dormir.

Ness se incendió interiormente, sus palabras habían generado en ella una corriente de sensaciones cálidas, fundentes, con la fuerza de un terremoto centrado entre sus muslos. Se sintió acalorada y húmeda al pensar en dejarse tocar por él, en estar juntos en una cama grande haciendo... cualquier cosa menos dormir.

Ness: ¿Y qué pasa si simplemente resulta que no tengo ganas de asistir al Baile de Invierno?

Zac: Nada, no asistas.

Ness: Bien, entonces podemos dar la discusión por terminada, ¿no?

Zac: Eso nunca.

Ness: ¿Vas a seguir insistiendo?

Zac: Hasta que me des una buena razón para negarte.

Ness: Eso no es necesario.

Zac: Sí lo es.

Ness: ¿Por qué? -preguntó lastimeramente-.

Zac: Porque llevas más de dos años en la ciudad y solo conoces a Ashley y a algunos clientes. Por que la gente de la ciudad necesita saber que estoy contigo -ella se sintió hervir por dentro-. Y porque el Baile de Invierno es como un cotillón. Todos nos vestimos con nuestras mejores galas y fingimos pertenecer a la alta sociedad.

Y eso era precisamente lo que ella no quería. Estaba segura de que allí habría cámaras y fotógrafos.

Zac: Es una noche divertida -prosiguió-, como de cuento de hadas. Y si tú no vienes conmigo, tendré que ir solo.

Zac era concejal del ayuntamiento y sabía que no sería políticamente correcto faltar a ese evento.

Ness: Podrías ir con otra persona.

Zac: ¿Quieres que lo haga?

Ness: No me importa... -mintió antes de rectificar-, aunque, bueno, tendré que pensarlo...

Zac: Supongo que eso es mejor que un no.

Ness: He dicho que lo pensaré, no que acepto -advirtió-.

Zac. Comprendo -la tranquilizó-. ¿Sabes una cosa, Ness? Jamás he tenido que esforzarme tanto para conseguir una cita.

Ness: No lo dudo.

Zac: Quizá en una ocasión. Con Mary Standford.

Ness: ¿Mary?

Zac: Sí, llevaba un aparato dental y era pelirroja.

Ness: Supongo que al final lograste convencerla.

Zac: Qué va, me dio un puñetazo en un ojo y me tiró al suelo mientras me gritaba que los chicos éramos todos unos estúpidos.

Ness rió imaginándose la escena infantil.

Ness: ¿Confías en que siempre vas a conseguir lo que te propones?

Zac: Si no confiara, nunca emprendería nuevos proyectos -dijo después de pensárselo durante un momento-. Mi madre siempre me dice que me comporto como un perro con un hueso. Jamás me rindo. Es bueno que lo sepas.

Ness: Cielos, gracias por la información, Zac, no se me había ocurrido pensarlo antes. Me adulas.

Él hizo una mueca.

Zac: No quiero que te sientas adulada, quiero que te rindas.

Ness: Ya, y después... ¿qué?

Zac: Después... ¿qué de qué?

Ness: ¿Qué pasará después, Zac? Supón que me entrego a ti, que compartimos una cama y lo pasamos bien. ¿Qué pasará a partir de ese momento?

Zac: No busco un compromiso para toda la vida, Ness.

Ness: Entonces... ¿te estás tomando todo este trabajo para un simple Baile de Invierno? -preguntó procurando no mostrar su decepción-.

Zac: No, claro que no.

Ness se calmó y suspiró mirando hacia la calle. La gente estaba en plena retirada.

Ness: Zac, creo que ya te lo he dicho en alguna ocasión, pero te lo repito: no estoy preparada para ser el objeto del mayor cotilleo de la ciudad, y tampoco quiero convertirme en una de tus conquistas para, a continuación, quedarme abandonada y hecha trizas. Créeme cuando te digo que ya he pasado por eso y no pienso reincidir -dijo cerrando con llave la puerta de la caseta-.

Zac: ¿Ness?

Ness: Buenas noches, Zac.


Ashley Tisdale era una mujer de una belleza deslumbrante. Ness la admiraba por la forma en que se tomaba la vida, llena de intensidad. Aunque su restaurante era pequeño, estaba estratégicamente situado en el muelle. Sus clientes, acudían tanto por la buena cocina como por las espectaculares vistas y la tranquilidad. El piso de arriba estaba reservado para las comidas y las cenas elegantes, y el de abajo era un simple bar, más ruidoso, en el que estaba permitido tirar las cáscaras de los mariscos al suelo. Todo el restaurante tenía la huella de su dueña, que se sentía tan cómoda con unos vaqueros como con un traje de fiesta.

A esa hora estaba cerrado, pero eran precisamente esos momentos los que Ness aprovechaba para ir a probar las novedades del menú.

Ash: Sé que no vas a mentirme -dijo mientras su amiga probaba unos pastelillos de hojaldre-.

Ness: Demasiada sal. No realza el sabor del hojaldre, lo mata.

Ash: De acuerdo, lo intentaré mañana de nuevo. Gracias por darme tu opinión, eres la única persona de la que me puedo fiar. Mis empleados piensan que los despediré si se atreven a criticar mis creaciones -abrió una botella de vino, llenó dos copas y le entregó una a Ness-. Estaremos mejor en el piso de arriba, la brisa marina sienta de maravilla a esta hora del día. -Ness subió las escaleras y siguió a Ashley hasta la terraza-. Venga, háblame de Zac -la animó, una vez se hubieron acomodado en unos sillones de caña-.

Ness: Zac está en plena persecución y no va a aceptar un no por respuesta. Quiere que sea su pareja en el Baile de Invierno.

Ash: ¿Y no quieres ir con él?

Ness: Claro que sí. Pero hay dos problemas: el primero es qué él no busca una relación estable; y el segundo, que no puedo arriesgarme a ponerme delante del objetivo de un fotógrafo. Y teniendo en cuenta que Zac tiene que cenar con el gobernador del Estado, el peligro aumenta. No puedo permitir que Drake Bell, o cualquier otro reportero avieso, me vea en las páginas de sociedad de algún periódico nacional. Mi padre es la única persona que sabe dónde estoy y me ha prometido guardar el secreto.

Ash: Creo que debes contárselo. Zac puede protegerte.

Ness: Pero llevo demasiado tiempo mintiendo y él odia las mentiras.

Ash: No, simplemente te estás protegiendo. Hay una diferencia. Estoy segura de que en cuanto Zac se entere de lo que te hizo Drake Bell, hará todo lo posible por defender tu honor.

Ness: No puedo contar con eso. No sé cómo reaccionaría si se enterara de mi verdadera identidad.

Ash: Te estás enamorando de ese hombre, ¿no, Vanessa?

Ness: Creo que sí -aceptó saboreando el sonido de su propio nombre-.

Ash: ¿Quieres acostarte con él?

Ness: Por supuesto.

Ash: A lo mejor no es el acoso de la prensa lo que realmente te preocupa. Creo que si decides tener una relación amorosa con Zac dejarás de sentirte tan sola. Estás ya tan acostumbrada a ello, que temes el cambio.

A Ness se le inundaron los ojos de lágrimas mientras se quitaba las pinzas del recogido. Su cabello suelto ondeó con la brisa.

Ness: No puedes ni imaginarte el tormento al que me sometió la prensa...

Ash: Es cierto, eso solo lo sabes tú. Pero puedo hacerme a la idea de lo que supone perderlo todo... el hombre al que amabas, la reputación, el desfile, el contrato con una cadena de grandes almacenes... Tuvo que ser devastador. Pero... ¿estás preparada para seguir escondiéndote de por vida? Yo creo que si lo haces le estarás otorgando la victoria a la prensa. Si yo fuera tú, lucharía por mi libertad.

Ness: Lo intenté -suspiró recordando cómo todas sus palabras aparecían tergiversadas al día siguiente en la prensa-.

Nadie había querido escucharla porque Drake Bell era del gremio y gozaba de credibilidad. El hecho de que ella y su familia hubieran entregado los libros de contabilidad al FBI nunca apareció en titulares.

Ash: No, no me refiero a luchar por tu carrera o por tu familia, sé que lo intentaste, me refiero a luchar por ti misma. Si Drake Bell vuelve a aparecer, échalo a los perros de Zac. O mejor aún, échalo a los perros de todos los Efron.

Ness tomó un sorbo de vino. Estaba cansada de mentir y esconderse. Y, al igual que la Cenicienta, realmente deseaba ir al baile.

Ash: Piénsalo, ¿de acuerdo? -insistió-. Aún nos quedan las regatas de vela, los rodeos y las exposiciones de artesanía. Y no te olvides de la celebración del Aniversario de la Fundación de Bradford, es como un cuento de hadas, con concierto incluido.

Ness: Cielo santo -se sorprendió-.

El año anterior no había prestado demasiada atención a todas esas actividades porque estaba demasiado ocupada creándose una nueva personalidad.

Ash: Vamos, Ness, reconócelo, necesitas divertirte, ponerte otra ropa..., relajarte un poco -dijo con los ojos brillantes-.

Ness: ¿Cómo piensas ir vestida al Baile de Invierno?

Ash: Con un fabuloso vestido de seda azul que me he comprado con los ahorros de un año entero.

Ness: Debe haberte costado una fortuna. Me encantaría verlo.

Ash: Ya lo has visto -vio cómo Ness fruncía el ceño-, es uno de tus diseños.




Ness, haz caso a Ashley. Sabe lo que dice. Ves problemas por todas partes y yo no veo ninguno. Le gustas, te gusta. Se quiere acostar contigo y tú también. ¡Te ha tocado la lotería! ¡De qué te quejas! XD XD

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