skip to main |
skip to sidebar
Amanda:
Pareces agotada -comentó al entrar en la casa-.
Ness:
A Michael le están saliendo los dientes -la excusa era lo suficientemente
válida, aunque el nerviosismo del niño no era lo único que mantenía a Vanessa despierta-.
Lleva durmiendo diez minutos, con un poco de suerte no se despertará por lo
menos en una hora.
Amanda:
Entonces, ¿por qué no estás tumbada?
Amanda
entró en el salón, y Vanessa la siguió.
Ness:
Porque me has llamado para decirme que venías.
Amanda:
Vaya, es verdad -esbozó una sonrisa, se sentó y dejó su bolso encima de la mesa-.
No te entretendré demasiado. ¿Zac no está?
Ness:
No, me ha dicho que tenía que salir a hacer algo -se sentó en una butaca frente
a su suegra, y apoyó la cabeza en el respaldo. A veces, los pequeños placeres
parecían un regalo divino-. ¿Quieres algo para beber?, ¿un café?
Amanda:
Por tu aspecto, me sorprendería que pudieras levantarte de esa butaca. No, no
quiero nada. ¿Cómo está Zac?
Ness:
Tan cansado como yo, ninguno de los dos hemos podido descansar demasiado.
Amanda:
No me extraña. ¿Aún no se sabe nada de Lorraine Eagleton ni de su abogado?
Ness:
No.
Amanda:
¿Crees que eso es bueno, o malo?
Ness:
No lo sé, pero cuanto más se alarga la espera, más fácil es imaginarse lo peor.
Amanda:
¿Y qué pasa si decide llevar el caso a los tribunales?
Ness:
Que nos enfrentaremos a ella -a pesar de lo cansada que estaba, sintió la
fuerza del valor que había encontrado recientemente dentro de sí misma-. Hablé
muy en serio con ella, y voy a cumplir con todo lo que le dije.
Amanda:
Eso es exactamente lo que quería oír.
Amanda
se reclinó en el sofá y se colocó bien el broche que llevaba en la solapa. Al
observar a su nuera con atención, pensó que estaba bastante pálida y delgada,
pero que parecía estar soportando bien la presión.
Amanda:
Cuando esto termine, Zac y tú podréis zanjar algunos asuntos pendientes.
Vanessa
dio un respingo, ya que había estado a punto de quedarse adormilada.
Ness:
¿A qué te refieres?
Amanda:
A pequeños detalles, como decidir lo que queréis hacer con el resto de vuestras
vidas.
Ness:
No te entiendo.
Amanda:
Zac tiene su arte, y los dos tenéis a Michael... y a todos los niños que
decidáis tener en un futuro.
Aquellas
palabras hicieron que Vanessa se irguiera en su butaca. Zac y ella nunca habían
hablado de tener más hijos, pero en ese momento se preguntó cuál sería la
opinión de él al respecto... y la suya propia. Se llevó la mano a su vientre
plano, y se imaginó a otro bebé creciendo allí, un niño que sería el hijo de Zac
desde el primer momento. Sí, no tenía ninguna duda de que quería tener más
hijos con él. Al levantar la vista, se dio cuenta de que Amanda la estaba
mirando con una expresión comprensiva.
Ness:
Es difícil tomar decisiones con tantas cosas pendientes.
Amanda:
Claro, pero todo acabará tarde o temprano, y entonces ¿qué vais a querer hacer?
He vivido bajo el mismo techo que Zac durante más de dos décadas, y sé que si
está inspirado, puede pasarse horas y días metido en su estudio.
Ness:
Eso no me importa. ¿Cómo va a importarme, al ver los cuadros tan fantásticos
que hace?
Amanda:
Pero una mujer también necesita sentirse realizada. Los hijos pueden ayudarla a
conseguirlo, pero... -agarró su bolso, lo abrió y sacó una tarjeta-. Hay una
clínica para víctimas de maltratos en el centro de la ciudad. Es bastante
pequeña, y por desgracia no tiene demasiados fondos... aún -pensaba solucionar
eso-. Necesitan voluntarias, mujeres que entienden lo que es pasar por algo
así, y que saben que puede existir una vida normal después de ese infierno.
Ness:
Yo no soy terapeuta.
Amanda:
No se necesita tener un título para dar apoyo.
Ness:
No -miró la tarjeta que Amanda había dejado sobre la mesa, mientras la idea
empezaba a enraizar-. No lo sé. Es...
Amanda:
Piénsatelo.
Ness:
Amanda, ¿has ido a ver la clínica?
Amanda:
Sí, Cliff y yo estuvimos allí ayer, y nos sentimos muy impresionados.
Ness:
¿Por qué fuisteis?
Amanda
enarcó una ceja, en un gesto que Zac había heredado.
Amanda:
Porque queríamos entender mejor a alguien que es muy importante para nosotros.
Bueno, será mejor que te deje descansar -dijo, mientras empezaba a levantarse-.
No hace falta que me acompañes a la puerta. Dale a Zac un beso de mi parte, y
dile que su padre quiere saber si va a volver a jugar al póquer con él algún día
de estos. A ese hombre parece que le guste perder dinero.
Ness:
Amanda -se quitó los zapatos, y encogió las piernas sobre la butaca-. Nunca
tuve una madre, y la que siempre me imaginé no se te parecía en nada -sonrió
mientras se le empezaban a cerrar los ojos, y añadió adormilada-: pero no estoy
decepcionada.
Amanda:
Estás progresando -dijo, y la dejó durmiendo en la butaca-.
Vanessa
aún seguía allí cuando Zac llegó a casa.
Cuando
apoyó contra una pared el voluminoso paquete que llevaba, ella no se despertó
con el ruido del papel, así que fue al sofá. Ni siquiera tuvo la energía de
desear tener su cuaderno de esbozos mientras estiraba las piernas, y se quedó
dormido de inmediato.
El
niño los despertó. Zac se limitó a soltar un gemido y a taparse la cara con un
cojín, pero Vanessa se incorporó desorientada, parpadeó confundida, y después
se obligó a dar un paso tras otro para subir las escaleras.
Poco
tiempo después, Zac subió también.
Zac:
Veo que llego justo a tiempo -comentó, al ver que ella estaba acabando de
ponerle un pañal limpio a Michael-.
Ness:
Estoy empezando a sospechar que has esperado a propósito. -Sonriendo, levantó
al niño sobre su cabeza para hacerlo reír-. ¿Cuánto tiempo llevas en casa?
Zac:
El tiempo suficiente para ver que mi mujer no tiene nada mejor que hacer que
pasarse el día durmiendo -tomó al niño en sus brazos, y lo miró con fingido
enfado-. ¿Crees que se dormiría esta noche si lo mantenemos despierto y jugamos
con él hasta que se agote?
Ness:
Estoy dispuesta a probar lo que sea.
Zac
se sentó en el suelo, y empezó a jugar con el niño a juegos absurdos como «el
niño saltarín», «el niño avioncito», o «el niño con cosquillas».
Ness:
Se te da muy bien cuidarlo, parece mentira que seas nuevo en esto -comentó mientras
se sentaba en el suelo con ellos-.
Zac:
Nunca me había planteado ser padre, y la verdad es que tiene sus compensaciones
-se puso a Michael en la rodilla, y le dio un suave meneo-.
Ness:
Sí, como pasearse de un lado a otro de la habitación a las dos de la madrugada.
Zac:
Exacto.
Ness:
Zac, tu madre se ha pasado por casa.
Zac:
¿Debería sorprenderme?
Vanessa
sonrió al inclinarse un poco para dejar que Michael le estirara del pelo.
Ness:
Me ha dejado una tarjeta... de una clínica para víctimas de maltratos.
Zac:
Ya veo -dijo mientras intentaba hacer que Michael soltara el pelo de su madre-.
¿Quieres volver a terapia?
Ness:
No... al menos, no lo creo -los miró, divertida. Mientras contemplaba a Michael
mordisqueándole la barbilla a su padre, supo que toda la terapia que necesitaba
estaba sentada delante suyo-. Tu madre ha comentado que a lo mejor me gustaría
trabajar allí como voluntaria.
Zac
frunció el ceño, mientras dejaba que Michael le mordisqueara un nudillo.
Zac:
Pero entonces recordarás lo que pasó día tras día, ¿no?
Ness:
Sí, recordaré lo que he podido cambiar.
Zac:
Pensaba que algún día querrías volver a trabajar de modelo.
Ness:
Ni hablar. Creo que el trabajo de voluntaria es algo que se me puede dar bien,
y me gustaría intentarlo.
Zac:
Sabes que no necesitas mi aprobación.
Ness:
Aun así, me gustaría tenerla.
Zac:
Entonces la tienes, a menos que vea que te empieza a afectar o que te cansa
demasiado.
Vanessa
sonrió. Zac aún la consideraba más frágil de lo que era.
Ness:
Sabes, he estado pensando... con todo lo que ha pasado, y con todas las preocupaciones
y los asuntos que han ido surgiendo, la verdad es que no hemos tenido demasiado
tiempo para llegar a conocernos de verdad.
Zac:
Sé que te pasas un siglo en la bañera, y que te gusta dormir con la ventana
abierta.
Vanessa
agarró el conejito de trapo de Michael, y empezó a pasárselo de una mano a la otra.
Ness:
Pero hay otras cosas importantes.
Zac:
¿Como cuáles?
Ness:
La otra noche, te dije que podías preguntarme algo, y que después yo haría lo mismo.
¿Te acuerdas?
Zac:
Sí.
Ness:
Yo no tuve mi turno.
Zac
apoyó la espalda en el sofá cama, mientras Michael seguía mordisqueándole los
nudillos. Era obvio que ambos estaban evitando deliberadamente hablar de la
llamada de teléfono que esperaban, y quizás fuera lo mejor.
Zac:
¿Quieres que te lo cuente todo sobre mi juventud disipada?
Aunque
Vanessa estaba tirando nerviosamente de las orejas del conejo, esbozó una sonrisa.
Ness:
¿Tenemos suficiente tiempo?
Zac:
Aduladora.
Ness:
La verdad es que me gustaría hablar de otra cosa. Hace un par de días, cuando
llovió, fui a tu estudio para cerrar las ventanas, y les eché un vistazo a los
cuadros que tienes allí. A lo mejor no habría debido hacerlo.
Zac:
No pasa nada.
Ness:
Hubo uno que me impactó en particular, el de tu hermano Michael. Me gustaría que
me hablaras de él.
Zac
permaneció callado durante tanto tiempo, que Vanessa estuvo a punto de decirle
que se olvidara del asunto, que no tenía importancia; sin embargo, tenía
demasiada. Estaba segura de que la muerte de su hermano había sido lo que le había
impulsado a irse a Colorado, y lo que le impedía, incluso en ese momento,
organizar una exposición con sus obras.
Ness:
Zac -dijo, al posar una mano sobre su brazo-: Me pediste que me casara contigo
para poder hacerte cargo de mis problemas. Querías que confiara en ti y lo
hice, pero hasta que tú hagas lo mismo, seguiremos siendo como desconocidos.
Zac:
Tú y yo dejamos de ser desconocidos desde el primer momento en que nos vimos, Vanessa.
Te habría pedido que te casaras conmigo aunque no hubieras tenido ningún problema.
Vanessa
se quedó muda de sorpresa, y sintió una punzada de esperanza.
Ness:
¿Lo dices en serio?
Zac
se puso al bebé contra el hombro.
Zac:
No siempre digo todo lo que quiero, pero siempre hablo en serio -cuando Michael
empezó a gimotear, Zac se levantó para pasearlo-. Tú necesitabas a alguien, y
quise ser esa persona. Y yo también necesitaba tener a alguien, aunque no me di
cuenta hasta que entraste a formar parte de mi vida.
Vanessa
quiso preguntarle cómo la necesitaba, por qué, y si la clase de amor con el que
ella siempre había soñado formaba parte de esa necesidad. Pero sabía que tenían
que remontarse más atrás para poder avanzar.
Ness:
Por favor, háblame de él.
Zac
no sabía si era capaz, si podría hablar sin tropezarse con el dolor y las
palabras. Hacía mucho que no hablaba de su hermano.
Zac:
Tenía tres años menos que yo -empezó a decir-. Nos llevábamos bastante bien de
pequeños, porque Michael no solía sacar el genio a menos que se viera
acorralado. El único interés compartido que teníamos era el béisbol, y me
enfadaba mucho porque él siempre me ganaba. Cuando fuimos creciendo, yo me
decanté hacia el arte, y Michael hacia el Derecho. Ése era un ámbito que lo
fascinaba.
Ness:
Ahora me acuerdo -murmuró-. Lo mencionaban en un artículo que leí sobre ti...
trabajaba en Washington, ¿verdad?
Zac:
Sí, como abogado de oficio. Muchos desaprobaron su decisión, pero a Michael no le
interesaban ni el Derecho de sociedades ni los sueldos astronómicos. Muchos
dijeron que eso era porque pertenecía a una familia millonaria, pero lo que no
entendían era que él habría hecho lo mismo, con o sin su fortuna. No era un
santo, pero era el mejor de todos nosotros -metió al niño en la cuna, y le dio
cuerda al móvil-. Mi padre solía decir que era el mejor y el más brillante.
Vanessa
se había levantado, pero no sabía si él querría que se le acercara.
Ness:
Eso se reflejaba en el retrato. Debías de quererlo muchísimo.
Zac:
Uno no se plantea si quiere o no a su hermano, es algo que simplemente está o
no está. Y tampoco es algo que uno piense en decirle, porque cree que no hace
falta. Y entonces, todo lo que queda es tiempo para arrepentirse.
Ness:
Michael tenía que saber que lo querías, sólo tenía que mirar el retrato para darse
cuenta.
Zac
fue hacia la ventana con las manos en los bolsillos. Hablar con Vanessa de
aquello era mucho más fácil de lo que había imaginado.
Zac:
Hice apuestas con él durante años para conseguir que posara para mí, toda la familia
bromeaba sobre el tema. En una partida de póquer, le gané cinco sesiones posando.
Yo tenía escalera de color, y él un trío -sintió de nuevo aquel intenso dolor
que le resultaba tan familiar-. Ésa fue la última vez que jugamos juntos.
Ness:
¿Qué le pasó?
Zac:
Tuvo un accidente. Nunca he creído en los accidentes, sino en la suerte, en el destino.
El estaba recabando información en Virginia para uno de sus casos, y tomó un
pequeño avión regional que se estrelló minutos después del despegue. Iba a Nueva
York, porque yo iba a inaugurar una exposición allí.
Vanessa
sintió que el corazón se le rompía por él. Sin dudarlo ni un segundo más, fue a
abrazarlo.
Ness:
Te has culpado a ti mismo de lo que pasó, pero eso no es justo.
Zac:
Iba a Nueva York por mí, para apoyarme. Vi a mi madre derrumbarse por primera
vez en su vida, a mi padre andando por su casa como si fuera la primera vez que
la veía, y yo no sabía qué decir ni hacer.
Ella
le acarició la espalda, consciente de que era inútil decirle que, a veces, la
única cosa que se podía hacer por los seres queridos en momentos así era estar
junto a ellos.
Zac:
Nunca he perdido a ningún ser querido, pero ahora que os tengo a Michael y a
ti, me imagino lo terrible que sería. A veces las cosas pasan sin que nadie
tenga la culpa, pero no sé si puede considerarse un accidente o el destino.
Zac
apoyó la mejilla en su pelo, y contempló por la ventana las flores que ella había
plantado.
Zac:
Me fui a Colorado para aislarme durante algún tiempo, para estar solo y ver si
podía volver a pintar. Aquí era incapaz de hacerlo. Cuando te encontré había
empezado a recuperarme, podía trabajar otra vez y me estaba planteando volver a
casa y reanudar mi vida, pero me faltaba algo -se echó ligeramente hacia atrás,
y le enmarcó la cara entre sus manos-. Tú llenaste el vacío que había dentro de
mí.
Ella
le agarró las muñecas, y dijo:
Ness:
Me alegro.
Cuando
él la abrazó con fuerza, Vanessa cerró los ojos y se dijo que iban a salir
adelante, pasara lo que pasase. A veces, la necesidad desesperada de conseguir
algo era suficiente empuje.
Ness:
Zac, respecto a los cuadros que hay en tu estudio... su sitio no es ése -le
aferró los brazos antes de que él pudiera hablar o alejarse, y añadió-: no está
bien tenerlos ahí, de cara a la pared, y fingir que no existen. Si tu hermano se
sentía tan orgulloso de ti para querer estar en la inauguración de tu
exposición, es hora de que organices una y se la dediques. Aunque no dijeras
las palabras, no hay mejor manera de mostrar lo mucho que lo querías.
Zac
había empezado a apartarse de ella, a inventarse excusas, pero sus últimas
palabras dieron de lleno en la diana.
Zac:
Le habrías caído bien.
Vanessa
sonrió.
Ness:
¿Vas a hacerlo?
Zac:
Sí -besó sus labios sonrientes-. Sabía que había llegado la hora de hacerlo,
pero no podía dar el paso. Le diré a Marion que lo prepare todo -al notar que Vanessa
se tensaba ligeramente, la observó con atención y le preguntó-: ¿hay algún
problema?
Ness:
No, claro que no.
Zac:
Ángel, se te dan bien un montón de cosas, pero mentir no es una de ellas.
Ness:
Zac, estoy muy contenta de que hayas decidido organizar la exposición, de
verdad.
Zac:
¿Pero...?
Ness:
Pero nada. Vaya, se ha hecho muy tarde y tengo que bañar a Michael.
Zac:
Eso puede esperar un minuto -la convenció de que no se moviera de donde estaba
con sólo deslizar las manos por sus brazos-. Sé que entre Marion y tú las cosas
están un poco tensas, pero ya te dije que mi relación con ella es estrictamente
profesional.
Ness:
Lo entiendo, y yo ya te dije lo que haría si pensara que no es así.
Zac:
Sí, es verdad -dijo divertido. Aunque ella hubiera hecho las maletas, no habría
llegado ni al recibidor-. Entonces, ¿qué problema hay?
Ness:
No hay ningún problema.
Zac:
Preferiría no tener que preguntárselo a Marion.
Ness:
Lo mismo digo -levantó la barbilla, y le dijo con voz firme-: Zac, no insistas.
Y no me presiones.
Zac:
Vaya, vaya -le puso las manos en los hombros, y a continuación hizo un gesto
afirmativo con la cabeza-. He visto muy pocas veces esa expresión en tu cara, y
siempre me despierta un deseo incontenible de tumbarte en el suelo y hacer el
amor contigo apasionadamente -al ver que ella se ruborizaba, se echó a reír y
la abrazó con fuerza-.
Ness:
No te rías de mí -quiso apartarse de él, pero Zac no se lo permitió-.
Zac:
Lo siento. No me estaba riendo de ti, sino de la situación -pensó que a lo
mejor debería mostrar algo más de delicadeza, pero rechazó la idea-. ¿Es que
tienes ganas de pelea?
Ness:
Ahora no.
Zac:
Si no puedes mentir mejor, vas a tener que mantenerte alejada de las partidas
de póquer -murmuró. Al ver que ella se relajaba un poco, añadió-: oí tu conversación
con Marion en la galería.
Ness:
Entonces, no tengo que deletrearte las cosas. Ella cree que voy a ser una carga
para ti, que voy a impedirte que alcances todo tu potencial, así que decidió
intervenir. Sé que probablemente los Eagleton nos habrían encontrado en
cuestión de días, pero no le perdonaré nunca que los llamara para decirles
dónde estamos. Como tú tienes una relación de negocios con su galería, la
trataré con educación en público, pero nada más.
Las
manos de Zac se habían tensado sobre sus hombros conforme iba hablando, y en su
rostro no quedaba ni rastro de diversión.
Zac:
¿Me estás diciendo que Marion llamó a los Eagleton?
Ness:
Acabas de decir que nos oíste, así que...
Zac:
No llegué a oír tanto -relajó las manos con un esfuerzo consciente, y retrocedió
un paso-. ¿Por qué no me explicaste esto antes, para poder mandarla al infierno?
Ness:
No creí que... -se detuvo en seco, y se lo quedó mirando con expresión de sorpresa-.
¿Lo habrías hecho?
Zac:
Maldita sea, Vanessa, ¿qué más tengo que hacer para convencerte de que Michael
y tú sois lo más importante para mí?
Ness:
Pero ella dijo que...
Zac:
¿Qué importa lo que ella dijera?, lo que cuenta es lo que diga yo, ¿no?
Ness:
Sí -entrelazó las manos, pero no bajó la mirada. Lo que contaba era lo que él
dijera, pero Zac no le había dicho nunca que la amaba-. No quería interferir en
tu trabajo.
Zac:
Y yo no voy a permitir que Marion interfiera en mi vida. Yo me ocuparé de esto.
Ness:
¿Qué vas a hacer?
Exasperado,
Zac se pasó la mano por el pelo.
Zac:
Hace un minuto estabas hablando de mi trabajo como si tuviera la obligación de
compartirlo con el mundo por el bien de la humanidad, y ahora te comportas como
si fuera a tener problemas para encontrar otra galería.
Ness:
No he querido decir que... ¿vas a sacar tus cuadros de la galería de Marion?
Zac:
Madre de Dios -murmuró. Fue de un lado a otro de la habitación para intentar
calmarse, y finalmente dijo-: está claro que tenemos que hablar... o quizás lo
que necesitamos es otra cosa -dio un paso hacia ella, pero soltó un juramento
cuando empezó a sonar el teléfono-. No te muevas de aquí -sin más, salió de la
habitación-.
Vanessa
soltó un largo suspiro, y fue a la cuna para darle a Michael su conejito de
trapo. Zac había hablado de tumbarla en el suelo y hacerle el amor, y por el
brillo de sus ojos justo antes de irse, estaba claro qué era lo que tenía en
mente, pero eso sólo habría probado algo que ella ya sabía: que él la deseaba y
la necesitaba.
Se
dijo que era normal que la sorprendiera saber que estaba dispuesto a cortar su
relación profesional con Marion; sin embargo, mientras se inclinaba para darle
un beso al niño, pensó que en realidad él no iba a hacerlo por ella, sino por
sí mismo. Marion había cometido el error de interferir.
Pero
lo importante no eran las razones, sino los resultados, y esa tarde habían
avanzado mucho. Él había confiado en ella lo suficiente para hablar de sus
sentimientos hacia su hermano, ella le había convencido de que mostrara su
trabajo al público, y Marion estaba fuera de sus vidas.
Ness:
Eso debería ser suficiente por hoy -le dijo a Michael en un murmullo, aunque
seguía sintiendo un profundo dolor-.
Se
negó a pensar en los Eagleton.
Ness:
Michael, tu papá nos necesita -aquello también debería ser suficiente-.
Quizás
eran sólo unos sustitutos de un ser querido al que él había perdido, pero Zac
le había dado al niño su amor incondicional, y a ella le había prometido
fidelidad. Eso era más de lo que había tenido nunca, más de lo que había
pensado que llegaría a tener. Y sin embargo, no era suficiente.
Zac:
Vanessa.
Ella
se volvió hacia la puerta, enfadada consigo misma porque tenía ganas de echarse
a llorar y se sentía rechazada.
Ness:
¿Qué pasa?
Zac:
Era Quartermain -vio el miedo en sus ojos-: pero la emoción fue rápidamente
reemplazada por una determinación férrea. Antes de que ella pudiera preguntarle
nada, le dijo-: se ha acabado. El abogado de los Eagleton se ha puesto en
contacto con él hace unos minutos.
Ness:
¿Qué quiere decir que se ha acabado?
Zac:
Que se han echado atrás. No va a haber ningún pleito por la custodia, ni ahora
ni nunca. No quieren tener nada que ver con el niño.
Ness:
Dios mío... -se cubrió la cara con las manos. Se echó a llorar, pero no se
sintió avergonzada por ello, ni siquiera cuando Zac la abrazó con fuerza-.
¿Está Quartermain seguro de que es algo definitivo?, si cambian de idea...
Zac:
Está completamente seguro. Escúchame -la apartó ligeramente para poder mirarla,
sin saber cómo iba a reaccionar ante lo que le iba a contar-. Van a empezar las
gestiones para alegar que Michael no era el hijo biológico de Tony. Quieren cortar
legalmente todo lazo con el niño, para que en el futuro no pueda reclamar su
parte de la herencia de los Eagleton.
Ness:
Pero Lorraine sabe que eso no es verdad.
Zac:
Quiere creer que es verdad.
Vanessa
cerró los ojos, sintiendo una mezcla de alivio, y de pena.
Ness:
Habría hecho un esfuerzo por ser justa con ellos, por dejar que vieran a Michael.
Al menos, quiero creer que lo habría intentado.
Zac:
Perderá su parte de la herencia.
Ness:
¿Te refieres al dinero? -abrió los ojos. Se habían oscurecido, y estaban húmedos
de lágrimas-: No creo que eso le importe a él en el futuro, y a mí me trae sin
cuidado. Y en cuanto a la familia, ya tiene una. Zac, no sé cómo agradecértelo.
Zac:
Entonces, no lo hagas. Tú fuiste la que te enfrentaste a ella.
Ness:
Sí, es verdad -se secó las lágrimas, y se echó a reír mientras le rodeaba el
cuello con los brazos-. Lo hice, me enfrenté a ella. Nadie va a quitárnoslo.
Quiero celebrarlo... ir a bailar, organizar una fiesta -volvió a reír, y lo
apretó con fuerza-. Después de dormir una semana seguida.
Zac:
Trato hecho -encontró sus labios con los suyos, y los mantuvo cautivos mientras
ella parecía derretirse contra su cuerpo. Aquél era un nuevo comienzo, y esa
vez iban a dar el primer paso de forma adecuada-. Tengo que llamar a mis padres
para decírselo.
Ness:
Sí, ve a hacerlo -lo abrazó durante unos segundos más, y finalmente le dijo-:
bajaré con Michael después de bañarlo.
Una
hora después, Vanessa bajó las escaleras con el niño, que estaba completamente
despierto y con ganas de jugar. Había tenido que cambiarse de ropa después de
bañarlo, ya que se le habían mojado los vaqueros, y se había puesto una camisa
de un suave tono lavanda y unos pantalones. Se había dejado el pelo suelto, y tanto
Michael como ella olían a jabón y a polvos de talco.
Zac
fue hasta el pie de las escaleras, y de inmediato tomó en brazos al niño.
Zac:
Trae, ya lo llevo yo -dijo, mientras le hacía cosquillas en la barriguita a su
hijo-. Parece que aún te queda mucha energía.
Ness:
Lo mismo digo -ahogó un bostezo-. Has dormido tan poco como yo en estos últimos
días, ¿cómo es posible que estés tan bien?
Zac:
Yo diría que se lo debo a tres décadas de vida sana... y a que mi cuerpo está
acostumbrado a partidas de póquer que duran toda la noche.
Ness:
Tu padre quiere jugar contigo, Michael podría mirar.
Zac:
Ya veremos -le alzó la barbilla con un dedo, y comentó-: la verdad es que estás
a punto de caerte de agotamiento, ¿no?
Ness:
Qué va, nunca me había sentido mejor en toda mi vida.
Zac:
Y apenas puedes mantener los ojos abiertos.
Ness:
No es nada que no pueda arreglarse con cinco horas seguidas de sueño.
Zac:
Quiero enseñarte algo, y después podrías dormir una siesta mientras Michael y
yo jugamos -dijo, mientras le acariciaba la mandíbula con el pulgar. Con Vanessa,
había descubierto que el olor del jabón y los polvos de talco podía ser excitante-.
Cuando hayas descansado, podremos tener nuestra propia celebración privada.
Ness:
Ahora mismo me voy a dormir.
Zac
se echó a reír, y la agarró del brazo antes de que pudiera empezar a subir las
escaleras.
Zac:
Antes, quiero que veas una cosa.
Ness:
Vale, estoy demasiado débil para ponerme a discutir.
Zac:
Lo tendré en cuenta para después -con un brazo alrededor de Vanessa y el niño
en el otro, Zac fue hacia el salón-.
No
era la primera vez que Vanessa veía aquel cuadro; de hecho, había presenciado
desde la primera pincelada hasta la última de su creación. Sin embargo, parecía
diferente allí, colgado encima de la chimenea. En la galería, lo había visto
como una hermosa obra de arte, como algo que podrían contemplar los estudiantes
de arte y los coleccionistas, como algo destinado a ser objeto de comentarios,
discusiones, disecciones y críticas.
Pero
allí en el salón, al atardecer, era una declaración personal, una parte de
ellos tres.
Hasta
ese momento, no se había dado cuenta de lo mucho que la había molestado verlo
expuesto en la galería de Marion. Y tampoco había sabido que verlo allí en ese
momento haría que sintiera que por fin había llegado a casa.
Ness:
Es precioso -murmuró-.
Zac
entendió lo que quería decir, sin vanidad ni aires de grandeza.
Zac:
No he hecho nada en mi vida que pueda compararse a esto, y dudo que vuelva a
hacer algo que se le acerque siquiera. Por favor, siéntate.
Algo
en el tono de su voz hizo que Vanessa se volviera a mirarlo antes de sentarse en
el sofá.
Ness:
No sabía que pensabas traerlo a casa, sé que te habían hecho ofertas por él.
Zac:
Nunca tuve ninguna intención de venderlo, supe dónde iba a ponerlo desde el
principio -apoyó al niño en su cadera, y se acercó al retrato-. En todo el
tiempo que llevo viviendo en esta casa, no he encontrado nada ni he pintado
nada que quisiera colgar en ese lugar en concreto. Supongo que es algo que tiene
que ver también con el destino. Si yo no hubiera estado en Colorado, si no
hubiera nevado, si tú no hubieras huido... lo que nos había sucedido en el
pasado fue lo que hizo que nos encontráramos, y lo que posibilitó que creáramos
esto.
Ness:
Cuando lo estabas pintando, me preguntaba por qué parecías tener tanta prisa en
acabarlo, y ahora lo entiendo.
Zac:
¿De verdad? -esbozó una sonrisa, y se volvió hacia ella-. Me pregunto qué es lo
que entiendes, ángel. Hace poco me di cuenta de que no tienes ni idea de lo que
siento por ti.
Ness:
Sé que nos necesitas a Michael y a mí. Los dos hemos sufrido mucho, y nos
ayudamos mutuamente.
Zac:
¿Y eso es todo? -se preguntó si la estaba presionando demasiado, pero sabía
que, si no lo hacía en ese momento, quizás después sería demasiado tarde-. Me
dijiste que me querías. Sé que gran parte de lo que sientes es gratitud, pero
quiero saber si hay algo más.
Ness:
No sé lo que quieres que te diga.
Zac:
Lo que quiero es que lo mires -alargó una mano hacia ella, pero al ver que se
quedaba donde estaba, fue hasta el sillón y la hizo levantarse-. Mira el retrato,
y dime lo que ves.
Ness:
A mí misma.
Al
parecer, aquél era el día de los enfrentamientos. Como Michael se había quedado
dormido, Zac lo llevó al piso de arriba y lo metió en su cuna. Se apresuró a
volver junto a Vanessa, la tomó de los hombros y, manteniéndola delante de sí,
hizo que se volviera hacia el retrato.
Zac:
Dime lo que ves.
Ness:
Me veo a mí misma, desde tu punto de vista en aquel momento -dijo con el corazón
martilleándole en el pecho-. Parezco demasiado vulnerable y triste.
Impaciente,
Zac le dio una suave sacudida.
Zac:
No ves lo suficiente.
Ness:
Quiero ver fuerza... y creo que realmente está ahí -admitió al fin-. Y veo a
una mujer sola, dispuesta a proteger lo que es suyo.
Zac:
Cuando la miras a los ojos. Vanessa, míralos y dime lo que ves.
Ness:
Una mujer que se está enamorando -cerró los ojos-. Entonces, ya lo sabías.
Zac:
No -no hizo que se volviera a mirarlo, sino que la rodeó con los brazos
mientras los dos continuaban de cara al retrato-. No lo sabía, porque me dije
una y otra vez que estaba pintando lo que quería ver. Y lo que yo mismo sentía.
El
corazón de Vanessa se aceleró aún más, ya que ella sabía que Zac podía expresar
sobre un lienzo cualquier emoción que hubiera experimentado.
Ness:
¿Qué es lo que sientes?
Zac:
¿Es que no lo ves?
Ness:
No quiero verlo -se volvió hacia él, y le agarró la camisa-. Quiero oírlo.
Zac
no sabía si podía decirlo, ya que expresar las cosas en palabras era mucho más
difícil que sentir las emociones. Podía pintar sus estados de ánimo y podía
dejarlos claros a gritos, pero le costaba mucho expresar algo tan importante
con palabras.
Le
acarició la cara y el pelo, y finalmente tomó su mano antes de decir:
Zac:
Me atrajiste casi desde el primer momento como nadie más podría llegar a hacerlo
jamás, ni en el pasado ni en el futuro, y pensé que estaba loco. Estabas
embarazada, dependías de mí, y te sentías agradecida por mi ayuda.
Ness:
Claro que sí, siempre te estaré agradecida.
Zac:
Maldición -no pudo decir otra cosa, y apartó la mirada-.
Ness:
Siento que no te guste -dijo disfrutando de lo tranquila que se sentía a pesar
de lo enfadado que parecía él-.
Jamás
olvidaría la imagen de Zac en ese momento; tenía el pelo despeinado de tanto
pasarse las manos por él, llevaba una camisa gris con las mangas enrolladas
hasta los codos, y su expresión reflejaba una gran impaciencia.
Ness:
Zac, he sido completamente sincera contigo, y ahora quiero que tú hagas lo mismo.
¿Lo que sientes por mí está ligado a ese retrato, a esa imagen?, ¿tus sentimientos
son el resultado de tu amor por Michael, o son por mí?
Zac:
Sí a todo -dijo mientras le tomaba una mano-. Estoy enamorado de la mujer que pinté,
de la madre de mi hijo, y de ti. De forma separada y conjunta. Me habría enamorado
de ti sin importar dónde nos hubiéramos conocido, ni bajo qué circunstancias. A
lo mejor no habría pasado todo tan rápido ni habría sido tan complicado, pero
habría pasado igualmente -cuando Vanessa intentó apretarse contra él, Zac la
detuvo-. Las razones que tuve para casarme contigo fueron totalmente egoístas,
no fue por hacerte ningún favor.
Ness:
Entonces, no te estaré agradecida -dijo con una sonrisa-.
Zac:
Gracias -levantó sus manos hasta sus labios; primero la que tenía el anillo de
boda sencillo, y después la que tenía el nuevo-. Quiero volver a pintarte.
Vanessa
se echó a reír, y él cubrió sus labios sonrientes con su boca.
Ness:
¿Ahora? -consiguió decir-.
Zac:
Pronto.
Las
manos de él se deslizaron hasta su pelo, y el beso se volvió apasionado y profundo
mientras ella lo rodeaba con los brazos. El amor que ambos sentían, y que por
fin se habían confesado abiertamente, añadió una intensidad sobrecogedora al
abrazo.
Vanessa
soltó un murmullo de placer, y otro de protesta cuando él la tumbó en el suelo.
Su risa se convirtió en un gemido cuando Zac empezó a desabrocharle la camisa.
Ness:
Michael...
Zac:
Está durmiendo -le echó el pelo hacia atrás para dejar su rostro completamente
despejado, y contempló en sus ojos todo lo que había ansiado ver-. Eres mía hasta
que se despierte. Te quiero, Vanessa. Podrás verlo cada vez que mires el
retrato. Fuiste mía desde la primera vez que te toqué.
«Soy
tuya», pensó ella mientras él la apretaba contra su cuerpo. El ángel de Zachary
era más que un retrato, y por fin había encontrado el lugar al que pertenecía.FIN