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jueves, 30 de mayo de 2019

Capítulo 16


Vanessa abrió la puerta de la librería temprano, por segunda vez en dos días. Pero esta vez lo hizo con el rostro sonriente.

Ness: Hola. Acabo de llegar. El café aún tardará unos minutos.

Zac: No he venido para eso.

Una vez dentro, Zac cerró la puerta.

Ness: Ay, pasa algo. -Instintivamente, le cogió la mano-. ¿Problemas en el hotel?

Zac: No. Quiero saber por qué no me has contado lo de Austin Freemont.

Maldita sea, Ashley. Un rencor teñido de irritación se apoderó de ella primero.

Ness: No es algo de lo que quisiera hablar.

Pasó tras el mostrador. Aunque él no quisiera café, ella sí. Además, le ofrecía cierta distancia y algo que hacer con las manos.

Zac: Querrás decir que no es algo de lo que quisieras hablar conmigo.

Ness: Ni con nadie. Fue una situación incómoda. Trabajar de cara al público implica enfrentarse a situaciones incómodas de cuando en cuando.

Zac: ¿Cuántos clientes te atrapan aquí dentro y te ponen las manos encima?

Ness: No estaba atrapada. -Se negaba a verse así. Atrapada o indefensa-. Además, fue culpa mía, por abrirle la puerta.

Zac: ¿Por qué narices lo hiciste?

Dado que ella misma se había reprendido una decena de veces desde entonces, aquella pregunta hiriente le dolió como una bofetada. Se la devolvió.

Ness: Mira, Zac, fue instintivo. Un cliente a la puerta, y alguien a quien conocía.

Zac: Alguien que sabes que se te ha estado insinuando, acosándote.

Ness: Sí, y ahora sé que no debería haberlo dejado entrar. Confío en que entiendas que no volveré a cometer ese error. Se lo dejé claro a él, y a Ashley. Esto es asunto mío.

Zac: ¿Eso es lo que quieres? ¿Que no me meta en tus asuntos?

Ella resopló nerviosa.

Ness: No me refería a eso.

Zac: Eso es lo que has dicho, y eso me ha parecido, desde el principio.

Volvió a sentirse atrapada, esta vez por una preocupación a su juicio excesiva y lo que a su modo de ver era un enfado desmedido.

Ness: Estás sacando las cosas de quicio.

Zac: No lo creo. Cada vez que quiero echarte una mano, tengo que convencerte para que me dejes hacerlo.

Ness: No quiero aprovecharme de…

Zac: ¿Por qué narices no? Nos acostamos juntos… cuando tenemos ocasión.

Ness: Eso no implica que quiera o espere que te ocupes de lo que puedo hacer yo. Aprecio tu ayuda, y tú lo sabes, pero eso no significa que vaya a contar con que siempre estés pendiente de mí.

El silencio que se hizo a continuación resonó como una campanada.

Zac: Las parejas se cuidan, Vanessa, por eso son pareja. Y se lo cuentan si les pasa algo que les asusta.

Ness: En serio, Zac, en serio, estás haciendo una montaña de un grano de arena. Ashley…

Zac: No metas a Ashley en esto. ¿Se fue Freemont cuando le pediste que lo hiciera?

Ness: No.

Zac: ¿Dejó de tocarte cuando se lo pediste?

Ness: En realidad no me… -Sí, claro que sí, reconoció en su interior. Por qué complicar la estupidez con la obcecación-. No. No volverá a entrar aquí. No se lo permitiré. Ya se lo he dicho a mis empleadas.

Zac notó que aquello le escocía. También.

Zac: Se lo has contado a tus empleadas pero a mí no.

Ness: Oh, Zac -exclamó alzando las manos, frustrada y sintiéndose cada vez más culpable, a su pesar-. Les he dicho que fue grosero y se puso pesado esa mañana, y que no lo dejen entrar en la tienda. No se lo he contado todo con pelos y señales. Además, sabes qué, en realidad, esto es cosa mía, no tuya.

Zac: Es cosa nuestra. Es cosa de confianza.

Ness: Yo confío en ti, claro que sí. Supongo que el caso es que no te lo he contado porque sabía que te disgustarías y te cabrearías y me montarías el dramón. Y así ha sido: te has cabreado y me has montado el dramón, pero eso no cambia el hecho de que Austin sea un capullo integral y yo lo echara de mi tienda.

Zac: ¿Habrías podido echarlo si Ashley no hubiera venido a tu puerta?

Ness: Vino, así que…

Zac: Eso no es respuesta. Concédeme eso al menos, Vanessa. Concédetelo a ti misma.

Vanessa se angustió, porque no lo sabía, no estaba segura de la respuesta.

Ness: Creo… creo que la cosa se habría puesto difícil y… y tensa, pero…

Zac: Tensa. -Mirándola, asintió despacio con la cabeza-. Esa es la palabra.

Ness: Habría conseguido que se fuera, Zac. Siempre lo hago.

Zac: ¿Siempre? -apoyó las manos en el mostrador que los separaba-. Esa es otra. Ya lo ha hecho antes.

Ness: No, eso exactamente, no. Se pone pesado, sí, y resulta insufrible y molesto… y a veces me da un poco de miedo, vale. Se le ha metido en la cabeza que, si insiste, conseguirá que salga con él. Algo que no va a suceder jamás.

Zac: ¿Se ha presentado también en tu casa?

Vanessa pensó en el fin de semana de gastroenteritis y críos aburridos. Y esa no había sido la primera vez.

Ness: Sí, pero…

Zac: Maldita sea.

Ness: Zac…

Zac: Ese tío es más que un pesado, Vanessa. Te está acosando, y eso no puede ser. Tienes que ir a la policía.

Ness: No quiero hacer eso. Me niego.

Zac: No me creo que seas tan ingenua. -Se apartó y se dirigió a las pilas de libros. Vanessa notaba que se esforzaba con controlarse, pero aún había mucha rabia en sus ojos cuando volvió a ella-. A ver si me explico. Viene aquí cuando estás sola.

Ness: Yo le dejé entrar. El error fue mío.

Zac: Me da lo mismo. Te presiona, y no es la primera vez, para que salgas con él. Tú declinas la oferta. Le pides que se vaya. No se va. Entonces te asusta y te intimida acorralándote contra este mostrador. Le pides que pare, no para. Le dices que se largue, no se larga. Te pone las manos encima y no sabes qué habría pasado si no llega a venir Ashley oportunamente. ¿No es así?

Ness: Zac… -Algo en la expresión de Zac hizo que dejara de justificarse. Porque él tenía razón, lo reconocía. Y ella no era tan ingenua-. Sí, así es. Pero no me hizo daño, ni nada parecido.

Zac: Si no hubiera aparecido Ashley, posiblemente sí lo habría hecho. Viene aquí, se planta en tu casa. Piénsalo bien, después piensa en tus hijos y en lo que habría sido de ellos si el episodio de la tienda se te hubiera ido de las manos, si te hubiera pasado algo.

Ness: Eso no es justo. No es justo que metas a los niños en esto.

Zac: Desde luego que no lo es. Si esto es cosa tuya, también es cosa de ellos. Llama a la policía, cuéntale lo que pasó. Así queda registrado. ¿Quieres acabar con esto? Pues esa es una forma de acabar con ello. Es evidente que él no te hará caso. Puede que la próxima vez no venga por la tienda. Puede que decida pasarse por tu casa. A tus hijos les gusta abrir la puerta. Piensa en qué pasaría si uno de ellos lo deja entrar.

Ness: Ahora eres tú quien quiere asustarme. Lo estás consiguiendo -masculló-. Muy bien, llamaré a la policía, le contaré lo que ocurrió. Más que nada porque tienes razón: no me va a hacer caso. No se toma en serio mis negativas, mi desinterés. Supongo que, si hago esto, sí.

Zac: Bien, tengo la sensación de que a mí me tomará más en serio.

Ness: Lo sabía. -Lo señaló con un dedo-. Tenías que ir a plantarle cara. Convertirlo en un problema.

Zac: Vanessa, por el amor de Dios.

El tono, una especie de cansancio que a menudo percibía en su propia voz cuando los niños se portaban mal, le habría hecho gracia en cualquier otra circunstancia.

Zac: Es que es un problema. ¿Qué crees, que voy a desafiarlo? ¿Darle una paliza?

Ness: ¿No lo vas a hacer?

Zac: Me encantaría, y reconozco que fue mi primera reacción instintiva. Pero no, no es lo que voy a hacer. Voy a hablar con él, dejarle claro que, si vuelve a molestarte, sufrirá las consecuencias.

Ness: Vamos, que si vuelve a molestarme, le darás una paliza, ¿no?

Zac tuvo que sonreír.

Zac: Es entre posible y probable. Hay algo entre tú y yo. Tú me importas. Yo te cuento lo que voy a hacer porque, cuando hay algo entre dos personas, cuando dos se importan, se cuentan las cosas.

Algo de lo que dijo le llegó muy hondo y le produjo una sensación de vacío. Luego lo piensas, se dijo. Primero, el presente.

Ness: No veo que iniciar una disputa con él sea una solución.

Zac: Vanessa -le envolvió las manos con las suyas-, no he empezado yo. Ni tú. Haz lo que te toca. Llama. Yo haré lo que me toca. Si Austin tiene algo de sentido común, o instinto de supervivencia, te dejará en paz. -Le apretó las manos antes de soltarlas-. Quizá estés cabreada conmigo un tiempo. Yo todavía estoy un poco cabreado contigo. Lo superaremos.

Ness: ¿Sabes qué he observado siempre en ti y tus hermanos? Lo cabezotas que sois, y lo convencidísimos que estáis de que siempre tenéis la solución.

Zac: Cuando uno tiene la solución, eso no es ser cabezota. Es tener la razón, punto. -Se encaminó a la puerta y la abrió-. Tú eres la mujer de mi vida. ¿Otra cosa que tenemos mis hermanos y yo? Que siempre cuidamos de la mujer de nuestra vida. No sabemos hacerlo de otro modo.

Salió, se metió las manos en los bolsillos y cruzó la calle. Estaba algo más que cabreado, lo reconocía. Con ella, con el puto Austin Freemont, con toda aquella jodida situación.

Sabía fingirse sereno cuando era necesario. Sabía hacer uso de cierto autocontrol aun cuando no le apetecía.

Recorrió el hotel en busca de alguno de sus hermanos, o de los dos. El placer de ver y oler la pintura, a los hombres ocupados trabajando, no logró deshacer la rabia que todavía le roía las entrañas.

Percibió el olor a madreselva al llegar al segundo piso, y oyó que se abría de repente la puerta del balcón de la E y D.

Zac. Ahora no -masculló, y siguió hacia el tercero-.

Encontró a Alex en la cocina de la gerente, instalando los primeros armarios.

Alex: Bien, échame una mano.

Zac: Me voy a Hagerstown.

Alex: Échame una mano de todos modos. Ayúdame a colgar este. ¿Cómo te ha ido con Vanessa?

Zac: No conoces a alguien hasta que lo conoces. ¿No era eso lo que solía decir papá? -Sostuvo el mueble en vilo a la altura de las marcas mientras Alex cogía el taladro-. Es bastante más cabezota de lo que yo pensaba.

Alex: Dime una cosa, ¿cuántas mujeres has conocido que no fueran cabezotas?

Zac se lo pensó.

Zac: Buena observación. Pero va a llamar a comisaría. No quiere, y se ha cabreado porque he dado con una razón sólida para que lo haga.

Alex metió el primer tornillo.

Alex: Has usado a los niños, ¿a que sí?

Zac: Pues sí; son su punto débil. Además, no le he dicho nada que no fuera cierto. También le ha cabreado que vaya a hablar con Freemont.

Alex: Te advertí que no se lo dijeras.

Zac: No es así como hago las cosas. No es así como se construye una relación.

Alex: Construir una relación -se mofó, poniendo en marcha el taladro-. Has estado leyendo otra vez.

Zac: Que te den.

Se volvió cuando oyó entrar a David.

David: Los tíos de abajo dicen que has entrado como una exhalación, así que supongo que has hablado con Vanessa.

Zac: Sí, he hablado con ella. Me voy a hablar con Austin.

David: Bien. ¿Seguro que no necesitas refuerzos?

Zac: Puedo con Freemont yo solo.

Alex: Ha estado entrenándose con Vanessa -dijo al tiempo que comprobaba que el armario estuviese nivelado-.

David: Bueno, ella se equivoca -opinó encogiéndose de hombros-.

Alex: No sé qué parte del manual no habéis entendido, tíos, pero, cuando una mujer se equivoca, más vale no meter la pata. Flores -le dijo a Zac-.

Zac: No voy a comprarle flores. Tendría que comprármelas ella a mí. Ha sido ella quien se ha equivocado, y me importa bien poco lo que diga el manual.

Zac salió airado y Alex negó la cabeza.

Alex: Mira, con veinte pavos de margaritas o lo que sea, podría arreglarlo un poco.

David: Se aferra a sus principios.

Alex: Sí, y el tío que se aferra a sus principios no pilla. -Acabó el primer armario y dio un paso atrás para echarle un vistazo-. Vamos a colgar el resto de los altillos.

David: En teoría, he quedado con Brittany en Vesta a las diez. Ashley nos va a dejar usar el cuartito para empezar a revisar el software de reservas.

Alex: Podrá esperar unos minutos. No estarás pensando en tirártela, ¿no?

David: Joder, tío, no me voy a tirar a la gerente de nuestro hotel.

Alex: Entonces no tendrás que comprarle flores si llegas tarde. Vamos a colgar esto.


De camino a Sharpsburg Pike, Zac recobró la calma. Por experiencia, sabía que se consigue más con el diálogo sensato que con el enfrentamiento furioso. Solo tenía que seguir recordándose que buscaba resultados y no la satisfacción de una pelea.

No era que no pudiese con el pringado de Austin Freemont, pues ya lo había hecho en una ocasión en el segundo año de instituto, no, el tercero, recordó, cuando el capullo había intentado que el pequeño Denny Moser devolviera sobre sus deberes, zarandeándolo por los pies.

Y aquella vez, recordó, le había bastado con un puñetazo.

Recordó también que Freemont había ido a llorarle al subdirector Klein, pero, como Denny lo había apoyado, Zac no se había metido en ningún lío.

Freemont solía evitar a los Efron, se dijo, aparcando en el concesionario.

Dudaba que le hiciera gracia verlo allí, en su terreno.

Entró derecho en la exposición, con sus coches estrella, nuevos y relucientes. Antes de que hubiera echado siquiera un vistazo, uno de los vendedores se acercó veloz.

**: ¡Buenos días! Hoy es el día perfecto para comprar un coche. ¿Qué le interesa?

Zac: No busco coche. Busco a Austin Freemont.

El vendedor no perdió la sonrisa, pero su mirada se apagó.

**: Estará al fondo, en su despacho. Puedo pedirle que salga.

Zac: No, no es necesario. Ya voy yo. ¿Dónde está el despacho?

El hombre hizo un gesto.

**: Allí, al fondo, a la izquierda. Al final del pasillo, el del rincón.

Zac: Gracias.

Se abrió camino por un pasillo sembrado de despachos vacíos, otros ocupados por vendedores que manejaban teléfonos u ordenadores. Encontró a Austin con los pies plantados en el escritorio, hojeando un ejemplar de GQ.

Típico.

Zac: Siento interrumpir, ya veo que estás muy liado.

Austin alzó la vista. Lo primero fue la expresión de desdén, una simple torsión de la boca mientras bajaba despacio los pies al suelo.

Austin: ¿Buscas una camioneta nueva? Tenemos un modelo básico muy económico que te vendría de perlas. Sin adornos, para el proletario.

Zac: Buen eslogan.

Zac entró y cerró la puerta.

Austin: Deja la puerta abierta.

Zac: Estupendo, si prefieres que se entere todo el mundo.

Obediente, volvió a abrir la puerta. Pensó en quedarse de pie, luego optó por una pose desenfadada, despreocupada incluso, y se sentó.

Austin: Salvo que hayas venido a comprar un coche, estoy ocupado.

Zac: Sí, mirando las corbatas de moda. No te voy a entretener, luego puedes seguir. Ayer te pasaste de la raya con Vanessa.

Austin: No sabes de qué estás hablando.

Zac: Sé que has estado… digamos que dándole la lata. -Una expresión insultante, se dijo. Un acto propio de un niño, no de un hombre-. Y que no aceptas un no por respuesta. No está interesada en ti.

Austin: ¿Ahora hablas por ella?

Zac: Hablo por mí. Ella ya ha hablado por sí misma. Hablo por mí cuando te digo que la dejes en paz.

Austin: ¿Y, si no, qué? -se toqueteó la solapa-. ¿Has venido a amenazarme? ¿Crees que me asustas?

Zac: Sí, creo que te asusto. Creo que eres lo bastante listo para eso. Es muy simple. Has estado acosando a Vanessa. A ella no le gusta. Y vas a dejar de hacerlo.

Austin: Tú no me das órdenes.

Para probarlo, Zac se revolvió en el asiento y lo vio apartarse de un brinco.

Zac: Te expongo los hechos. Vanessa está prohibida. Punto.

Austin: ¿Porque tú lo digas? ¿Porque le haya dado por tontear con chusma como tú? -Acalorado, le aparecieron unas manchas rojas en las mejillas que no combinaban para nada con su corbata-. No es asunto tuyo si Vanessa y yo tuvimos un pequeño malentendido ayer.

Algunas personas nunca cambian, observó Zac. Estaba convencido de que Austin se había servido de esa táctica del «pequeño malentendido» para justificar su acoso a Denny Moser ante el subdirector, el señor Klein.

Zac: Por supuesto que es asunto mío, y le está contando ese pequeño malentendido a la policía en este preciso instante.

Las mejillas de Austin se encendieron todavía más y luego volvieron a apagarse.

Austin: Ella jamás haría algo así.

Zac. No vuelvas a acercarte a ella. Tú no vives en el pueblo, Austin. No tienes razón para pisar Boonsboro.

Austin: ¿Ahora te crees el dueño del pueblo?

Zac: Lo que creo es que Vanessa me importa más que Denny Moser. No es que a él no lo apreciara -dijo con tranquilidad-. Y aún lo aprecio. Pero como vuelvas a intentar algo con Vanessa, sabrás cuánto más me importa ella.

Zac se levantó.

Austin: Vas a arrepentirte de haberme amenazado.

Zac: Yo no te he amenazado. Ni lo voy a hacer. Confiemos en que no me obligues a actuar. Bonita corbata -añadió, y salió despacio-.

No le compró flores, habría sido capitular demasiado ante Alex. Le compró una planta. Una planta no eran flores, aunque las tuviera.

Le escribió una tarjetita.

No ha llegado la sangre al río.

EFRON

No era una disculpa, decidió. Era un alegato y un detalle. No tenía sentido que ninguno de los dos se cabreara cuando ambos habían hecho lo que había que hacer.

Se lo llevó a la librería, más que nada, reconoció, para que sus hermanos no lo vieran y se lo refregaran.

Cassie: Vanessa está al fondo con un cliente. Le diré que has venido.

Zac: No, solo he venido a traerle esto. Tengo que volver al trabajo.

Cassie: Qué bonita. Me encantan las violetas africanas. ¿Qué celebráis?

Zac: Nada.

Cassie: ¿Porque sí? Esa es la mejor celebración.

Zac: Sí, bueno… Tengo que irme.

Se escabulló.

Cuando volvió a la tercera planta, Alex casi había terminado. Le pareció surrealista, como si hubiera pasado por una especie de salto en el tiempo.

Alex: ¿Y bien?

Zac: Ha reaccionado como el gilipollas que es. Pero ha pillado el mensaje.

Alex: Estupendo, a ver si ahora podemos centrarnos en el trabajo.

Zac: Por mí, bien.

Trabajaron toda la mañana, hasta bien entrada la tarde. Zac dejó de instalar barras y ganchos en los armarios del dormitorio del apartamento al oír voces femeninas.

Cuando asomó la cabeza, vio a Brittany, Ashley y Vanessa reunidas en la cocina.

Zac: Señoras.

Brtt: David nos ha dicho que probablemente habríais terminado con los armarios -cerró la puerta del armario en el que curioseaba-. Han quedado muy bien.

Ash: Nos la íbamos a llevar a mirar muebles después, pero hemos oído decir que las baldosas del Ático van a buen ritmo. Queremos verlas.

Zac: Están trabajando en ello ahora, pero podéis subir a echar un vistazo.

Ness: Id vosotras -miró fijamente a Zac-. Enseguida subo yo.

Ashley le hizo un gesto de pulgar arriba a Zac a espaldas de Vanessa, luego sacó a Brittany del apartamento.

Zac: ¿Ashley y tú estáis bien?

Ness: Brittany y ella se han confabulado contra mí. «Estábamos preocupadas por ti» y todo eso. Cuesta rebatir una preocupación real y sincera. He decidido darles una oportunidad, como hice contigo.

Zac: ¿Qué te ha dicho la policía?

Ness: He hablado con Charlie Reeder. Le ha gustado tan poquito como a ti. Aun así, no pueden hacer mucho. Como dije, lo dejé entrar, y no me hizo daño. No me amenazó. Pero han tomado nota y, si se repite, puedo pedir orden de alejamiento. Hablarán con él si es necesario. De hecho, tengo la sensación de que Charlie va a hablar con él de todos modos. Parece que provoco eso en la gente.

Zac: Una preocupación real y sincera.

Ness: Ajá. ¿Tú has hablado con Austin?

Zac: Hemos tenido una charla, y ya sabe lo que hay. Ha sido rápida, clara y directa.

Ness: Y no ha llegado la sangre al río, según la violeta africana.

Zac: No.

Ness: ¿Me has regalado la planta para ablandarme?

Dejó la herramienta y se acercó a ella.

Zac: Te la he regalado para que entiendas que no tenemos por qué discutir.

Ness: Ha funcionado. Como algo que me dijiste cuando me estabas sermoneando.

Zac: Yo no te estaba… vale, igual sí.

Ness: Dijiste que las parejas se cuentan sus problemas. He tenido que preguntarme si ya he olvidado cómo era ser pareja. Pero lo cierto es que Cody estuvo ausente la mitad de nuestro matrimonio. Y, cuando no estaba, se jugaba la vida a diario. Perdí la costumbre de contarle mis cuitas domésticas. ¿Por qué preocuparlo, con lo que llevaba ya encima, si uno de los niños tenía fiebre, se atascaba el váter o aparecía una gotera en el tejado?

Zac: Te acostumbraste a ocuparte sola de las cosas.

Ness: ¿Qué iba a hacer él desde Irak si el coche se estropeaba en Kansas?

Zac la miró fijamente, en silencio.

Zac: Yo no estoy en Irak.

Ness: No, y tampoco yo estoy en Kansas ya. -Alzó las manos y luego las bajó-. No es que haya olvidado cómo ser pareja, solo que mi experiencia como parte de una es distinta de la tuya. De la de la mayoría de la gente, quizá. Y llevo sola mucho tiempo.

Zac: Ahora ya no lo estás. Yo no estoy combatiendo en ninguna guerra, estoy aquí. -Necesitaba estar ahí, con ella, observó-. Me imagino que sabes usar un desatascador si rebosa el váter.

Vanessa rió un poco.

Ness: Te lo aseguro.

La cogió de la barbilla.

Zac: Pero si tienes una gotera en el tejado, no hace falta que te subas tú a arreglarla.

Ness: Entonces, hay grados. Puede que me lleve un tiempo descubrirlos.

Zac: Tenemos tiempo. Además, parece que vamos bien.

Ness: Bastante bien, al menos. Las peleas me dejan algo nerviosa una temporada. ¿Por qué no vienes a cenar esta noche? Mi versión de la preciosa plantita de interior.

Zac: Me encantaría. -Le posó las manos en los hombros-. Voy a estar pendiente de ti. Espero que, aunque no quieras darlo por sentado, sepas aceptarlo. Incluso que te guste un poquito.

Ness: Me gustas tú. -Se aupó para besarlo-. Me gusta lo nuestro.

Zac. Ese es un buen comienzo.

Ness: Te veo esta noche -volvió a besarlo-. Gracias por la preocupación real y sincera, y por la planta.

Zac: No hay de qué -fue a terminar los armarios y sonrió un poco al oler a madreselva-. ¿También entras aquí? No me importa estar acompañado. Al menos, ahora no. Todo vuelve a ir bien. -De mejor humor, le dio un buen meneo a la barra del armario para asegurarse de que había quedado bien sujeta-. De maravilla.


Su buen humor se mantuvo durante toda la jornada, incluso en la reunión de después, a la que su hermano se presentó con Caroline para comprobar los progresos del suelo y la pintura. Lo animó oír sus voces resonar por el edificio mientras iban de una habitación a otra.

Tenía el tiempo justo para ir corriendo a casa y darse una ducha antes de salir para casa de Vanessa.

Había pocas cosas mejores que tres niños ansiosos por jugar y una mujer bonita que le hiciera a uno la cena. Y, se dijo mientras volvía a casa esa noche, si a eso añadía el poder pasar un rato con esa mujer bonita una vez acostados ya los niños, se convertía en la forma perfecta de terminar el día.

Vanessa y él habían superado los baches, decidió, y era consciente de que habían aprendido cosas el uno del otro, cosas que quizá ninguno de ellos había considerado.

Vanessa ya no era la chica despreocupada de cuando él se había enamorado por primera vez en el instituto. Eso lo sabía, claro, ¿cómo iba a serlo? Pero, mientras subía las escaleras a su piso, entendió que saber -saber de verdad- quién era esa chica en la que se había convertido hacía que ese segundo enamoramiento -suponía que podía llamarlo así- fuera mucho más hondo.

A los dieciséis, había sufrido el dolor de enamorarse de Vanessa, una chica que pertenecía a otro, que lo veía como a cualquier otro amigo. Había experimentado una gran confusión de sentimientos por la joven viuda que había vuelto con dos niños y otro en sus entrañas. Sentimientos a los que no podía dar forma más que de amistad, algo que ella había aceptado y a lo que había correspondido.

Y de pronto, descubría el gozo y la frustración de pasar de aquellos sentimientos cautelosos y seguros, de ir más allá del simple deseo al mismo estallido de emoción de su adolescencia.

Era extraño, pensó, que esos sentimientos pudieran perdurar más de un decenio. Sentimientos que había descuidado, ignorado, reprimido. Supuso que los cimientos de esos sentimientos siempre habían estado ahí, esperando quizá. Daba igual lo mucho que los dos hubieran cambiado, evolucionado, reestructurado sus vidas; en el fondo, seguían siendo quienes habían sido.

Se quedó de pie un rato, mirando por la ventana al hotel. Perdurando, pensó. Algunas cosas estaban destinadas a hacerlo. Necesitaban cuidados, comprensión, respeto, y muchísima dedicación. Cambiara lo que cambiase, el corazón perduraba.

Se fue a la cama ansioso por trabajar en esos cambios -en el hotel, con Vanessa y con los niños- y ver lo que pasaba.

Y se levantó con el mismo optimismo. Hasta el instante en que salió al aparcamiento de detrás de casa con su segundo café y vio las cuatro ruedas de su camioneta rajadas y los arañazos malintencionados del lado del conductor.




Pues yo sí quiero que Zac le de una paliza a Austin 😆


martes, 28 de mayo de 2019

Capítulo 15


Vanessa apenas había empezado el café y arrancado el ordenador en su rutina preapertura cuando oyó agitarse ruidosamente el pomo de la puerta de la librería. Volvió la cabeza y vio a Austin Freemont a través del panel de cristal. Demasiado tarde para esconderse, decidió, dado que ya la había visto y le sonreía con uno de sus guiños de ojo lascivos.

Se planteó la posibilidad de negar con la cabeza, pero él se limitaría a llamar, guiñarle el ojo y sonreír. No acababa de entender por qué Austin se creía tan encantador.

Abriendo la puerta, se interpuso en la estrecha ranura.

Ness: Lo siento, Austin. Aún no he abierto.

Austin: Huelo a café.

Ness: Sí, acabo de arrancar la máquina, pero no voy a abrir hasta dentro de una hora. De verdad, tengo que…

Austin: No me vendría mal una taza. Le puedes servir un café a un amigo, ¿no?

No es que se colara por la fuerza exactamente, pero Vanessa terminó apartándose. Le costaba menos servirle un puñetero café, se dijo, y se deslizó tras el mostrador.

Austin le había dado un poco de grima desde la preadolescencia.

Ness: ¿Cómo te gusta?

Austin: Caliente y dulce. Solo tienes que meterle el dedo. Con eso me basta para endulzarlo. -Últimamente quizá algo más que un poco, decidió-. He visto tu coche en la parte de atrás y me he dicho: Vanessa madruga hoy. Trabajas demasiado, cielo.

Ness: No se puede llevar un negocio sin trabajar. -Salvo que tu padre sea el dueño del concesionario de coches donde pasas un rato cuando te apetece. Dejó el vaso de café para llevar en el mostrador-. El azúcar está en el estante de allí.

Él la ignoró y se inclinó sobre el mostrador.

Austin: ¿Qué tal te va todo, preciosa?

Ness: Ando liada. De hecho, tengo que ponerme a trabajar, de modo que…

Austin: Tienes que buscar tiempo para tus cosas. ¿No es eso lo que te digo siempre?

Ness: Sí, así es. Pero ahora mismo…

Austin: ¿Has visto el coche de exposición que llevo? Es una delicia.

Ness: Seguro que sí.

Austin: Vente a echarle un vistazo. Mejor aún, déjame que te lleve a dar una vuelta.

Volvió a guiñarle el ojo de aquella manera.

Ness: Tengo mucho que hacer. -Le tapó el café, en vista de que él no lo hacía-. Al café invita la casa.

Austin: Si lo regalas, ya no podrás comprarte cosas bonitas.

Con esa mirada lasciva, se llevó la mano al bolsillo interior de la chaqueta del traje gris de raya diplomática, luciendo los gemelos de oro y los puños franceses con las iniciales bordadas.

Sacó un billete de veinte de la cartera y lo dejó sobre el mostrador.

Austin: Quédate con el cambio, y cómprate algún capricho.

Ella rodeó el mostrador con la intención de dirigirse a la puerta, de sacarlo fuera. Pero él lo calculó bien y le bloqueó el paso, dejándola atrapada entre él y el mostrador.

Se acabó, decidió Vanessa. Ya estaba harta.

Ness: Aparta, tienes que marcharte.

Austin: Te diré lo que vamos a hacer. Esta noche iremos a dar un paseo en coche.

Ness: No, ni hablar.

Austin: Un paseo largo y delicioso -añadió acariciándole el cuello con un dedo, hasta que se lo quitó de encima de un manotazo-. Te invitaré a cenar a un sitio bonito y luego…

Ness: Ya no sé cómo decírtelo para que te quede bien claro. Tengo un negocio del que ocuparme. Tengo unos hijos a los que educar. Y no me interesa ir de paseo contigo, ni a cenar. O comer. O merendar. -Ya está, se lo había soltado, se dijo viendo desaparecer la sonrisa de su rostro-. Y ahora sal de mi tienda.

Austin: Deberías ser más amable conmigo, Vanessa. Deberías dejar de jugar conmigo. Yo podría hacer cosas por ti.

Ness: Las puedo hacer yo misma.

Vanessa quiso dar un paso a un lado, pero él estiró el brazo y, con una fuerte palmada en el mostrador, le impidió el paso.

La primera punzada de miedo arañó la superficie de la mera indignación.

Ness: Basta ya. ¿Qué demonios te ocurre?

Austin: Siempre estás demasiado ocupada para pasar un rato conmigo, pero no estás demasiado ocupada para pasar muchos ratos con Zac Efron.

Ness. Eso es asunto mío.

Austin: Estás perdiendo el tiempo con él. Los Efron no son más que gañanes. Le doy mil vueltas a Zac Efron. -Se arrimó, le puso una mano en la cadera y le produjo sendas punzadas de rabia y miedo cuando la deslizó por detrás y le agarró con fuerza el trasero-. Solo quiero que des una vuelta en coche conmigo. Que pasemos un buen rato juntos.

Ness: Quítame las manos de encima. -Le molestó que le temblara la voz, pero se esforzó por evitarlo-. No pienso ir a dar una vuelta contigo. Tú no me interesas, ni me interesa lo que compres o vendas con tu dinero. Lo que quiero es que salgas de mi tienda ahora y que no vuelvas por aquí nunca más.

Su falso encanto mudó en una furia aguda e intensa que le puso a mil el corazón.

Austin: Esa no es forma de dirigirte a mí. Va siendo hora de que una mujer como tú se dé cuenta de que debe ser agradecida, demostrar aprecio.

Pensó en el café que tenía a la espalda, plantó una mano en el pecho a Austin y alargó la otra para coger el vaso.

Alguien aporreó la puerta.

Ash: ¡Vanessa! -enfurecida al otro lado del cristal, volvió a aporrearla-. ¡Ábreme! -Giró la cabeza y levantó una mano-. ¡David! ¡Ven aquí!

Austin retrocedió y se estiró los puños.

Austin: Piénsate lo que te he dicho.

Como le temblaban las piernas, se apoyó en el mostrador.

Ness: No vuelvas por aquí. Ni te acerques por mi casa. Mantente alejado de mí.

Austin se dirigió a la puerta y giró la llave que Vanessa no le había visto echar.

Ashley entró como un rayo en cuanto él salió.

Ash: ¡Friqui! -le gritó, luego cerró la puerta de golpe y volvió a echar la llave-. ¿Estás bien?

Ness: Eh… sí. Sí, sí.

Ash: ¿Se te estaba insinuando ese capullo trajeado? ¿Cuántas veces tienes que rechazarlo para que se entere?

Ness: Por lo visto aún no he alcanzado la cifra mágica.

Ash: Vanessa, estás temblando -se acercó de inmediato a abrazarla, y le frotó los brazos al notárselos helados-. Maldita sea, ¿qué te ha hecho? Te ha asustado de verdad.

Ness: Un poco. Vale, mucho. No se lo digas a David… ¿dónde está David?

Ash: ¿Cómo diablos quieres que lo sepa? Solo lo he usado como amenaza. Austin siempre les ha tenido miedo a los Efron. ¿Qué demonios hacía aquí dentro?

Ness: Si es que soy boba. Soy idiota. -Pasó detrás del mostrador y cogió una botella de agua del pequeño frigorífico-. Me ha dicho que le apetecía un café y he pensado que era más fácil servírselo que empeñarme en que estaba cerrado. Normalmente se pone plasta. Hoy ha sido distinto. Se ha cabreado, y se ha puesto violento. -Recordó el tacto de las manos de Austin en su cuerpo y se estremeció, asqueada-. Sabe que estoy saliendo con Zac, y parece que no le ha sentado muy bien.

Ash: El friqui de Austin Freemont siempre tiene lo que quiere, y tú eres una mancha en su historial. Su madre se lo consiente todo, desde niño. Ya sabes lo que se dice de una mujer con la que estuvo saliendo hace unos años.

Vanessa asintió con la cabeza y se suavizó la garganta con un trago de agua.

Ness: Que le hizo un bombo y la madre se la quitó de en medio a golpe de talonario. Pensé que era solo un chisme. Ahora… me inclino a creer que fuera cierto.

Ash: Deberías haberle dado un rodillazo en las pelotas.

Ness: He sido una idiota. Me ha pillado por sorpresa. Iba a tirarle el café a la cara, cosa que no habría servido de mucho, porque estaba tapado.

Ash: ¿Quieres que llamemos a la policía?

Ness: No. No, solo se ha puesto asqueroso y prepotente. Estará muerto de vergüenza por haberse asustado de ti. Además, le he dicho que no volviera por aquí. Tendrá que comprarse el café y los libros en otro puñetero sitio.

Ash: Como si leyera.

Vanessa destapó el vaso y tiró el café con saña por el desagüe de la pila que había debajo del mostrador.

Ness: Se ha dejado el maldito dinero. «Quédate con el cambio, cómprate algún capricho», me dice, el muy gilipollas.

Ash: Rómpelo.

Ness: No pienso romper un billete de veinte dólares.

Ash: Pues lo rompo yo.

Ness: No -riendo, le echó el guante al billete, y Ashley quiso quitárselo-. Se lo voy a mandar por correo.

Ash: Ni hablar. -Con el rostro encendido de irritación, le agarró la mano-. Ningún contacto. En serio, Vanessa. Eso no hará más que inflar su obsesión, o lo que sea.

Ness: ¿De dónde sacas eso?

Ash: Veo muchas series policíacas desde que no salgo ni tengo sexo con nadie. De verdad, Vanessa, rómpelo, dáselo a alguien, gástatelo, pero no se lo devuelvas.

Ness: Vale, a lo mejor tienes razón. Lo daré a la iglesia, o algo. -Se lo guardó-. No sabes cuánto me alegro de que anduvieras por aquí.

Ash: Y yo.

Ness: ¿A qué venías?

Ash: He visto el coche del tío capullo cuando iba para el restaurante. Ostentoso, con la etiqueta del concesionario, ¿de quién más podía ser? Se me ha ocurrido pasarme, para evitarte un aburrimiento mortal. No esperaba encontrármelo casi encima de ti.

Ness: Gracias. Muchas gracias.

Ash: ¿A qué hora entran las chicas?

Vanessa se miró el reloj.

Ness: Estarán al caer. Dios, qué retraso llevo.

Ash: Eso lo arreglas en nada. Va, ponte al tajo. Yo, aprovechando que estoy aquí, voy a curiosear un ratillo.

Ness: Ashley, no va a volver, y si lo hiciera, no le dejaría entrar.

Ash: Me obligas a recordarte que, como ahora no salgo ni tengo sexo, no me viene mal un buen libro.

Con las manos en los bolsillos, Ashley escudriñó las estanterías de novedades.

Vanessa suspiró y sacó dos tazas. Ya que su amiga se empeñaba en ser su escudero, lo mínimo que podía hacer era tomarse un café con ella.


Zac se lo había montado bien. Según lo había previsto, llegaría a casa de Vanessa justo después de los deberes y antes de la cena. Así que quizá lo invitara a quedarse a dormir. La cosa tenía buena pinta. El sábado por la noche lo habían pasado bien y había estado un rato en el parque con los niños el domingo por la tarde.

La semana, por el momento, había sido tranquila, sin dificultades en el trabajo, así que supuso que llevaba la suerte de cara… hasta que llegó a casa de Vanessa y vio que el coche no estaba allí. Pero Luke andaba por el porchecito, con su cinta métrica.

Bajó de la camioneta y cargó con la caja que traía.

Luke: Estoy midiendo, a ver lo grande que tiene que ser la calabaza de Halloween. La ponemos en el poste.

Zac: Buena idea. ¿Tú de qué vas a ir?

Luke: Yo, o de Lobezno o de Joker.

Zac: Héroe o villano. Difícil elección.

Luke: Tenemos un catálogo con montones de disfraces, pero hay que elegir pronto. Mamá reparte caramelos en la tienda la noche de Halloween.

Zac: ¿Ah, sí? Pues me pasaré por unos cuentos. ¿Dónde está tu madre?

Luke: Ha tenido que volver al trabajo a buscar algo. La señora Ridenour se queda aquí hasta que vuelva. ¿Qué llevas en la caja?

Zac: Algo para vosotros que hemos hecho mis hermanos y yo.

Luke: ¿Para nosotros? ¿Qué es?

Zac: Vamos dentro y os lo enseño.

Luke salió disparado hacia la puerta, gritando mientras la abría.

Luke: ¡Ha venido Zac! Trae algo para nosotros en una caja.

Aquello fue una estampida. Cuando Aly salió de la cocina los críos lo rodeaban desde distintas direcciones.

Aly: ¡Qué agradable sorpresa! Niños, bajad la voz. Vanessa ha tenido que ir corriendo a la librería. Se acaba de marchar.

Zac: Solo he venido a traerles una cosa a los críos.

Luke: Lo ha hecho con sus hermanos. ¿Qué es?

Zac: Vamos a verlo.

Se acuclilló, dejó la caja en el suelo y le quitó la tapa.

Liam: Uau -exclamó admirado-.

Aly: Si parecen… -miró extrañada a Zac-.

Luke: ¿Nos has hecho ataúdes?

Zac: Sí. -Sonrió a Luke-. Héroes y villanos merecen un entierro decente, ¿no os parece, chicos?

Liam: ¿Y esto qué es? -cogió una lápida en miniatura-. ¿Los escudos?

Zac: No exactamente. Eso son las lápidas. Se marca la tumba con eso para saber dónde está enterrado cada uno.

Liam miró a Zac con un fervor casi religioso.

Liam: Qué pa-sa-da.

Christopher: Llevan los símbolos y todo -sacó un ataúd, lo abrió y lo cerró levantando la tapa por sus diminutas bisagras-. Este es el de Batman.

Luke: Y este el de Hulk. Mira, es más grande, como él -dijo examinándolo; luego lo hizo Zac-. ¿Cómo has sabido el tamaño?

Zac: Lo medí.

Le dio un golpecillo cariñoso en la tripa.

Liam: Esto es lo más guay del mundo -excitado, se lanzó sobre Zac-. Nunca hemos tenido nada así. ¿Podemos enterrarlos? ¿De verdad?

Zac: De eso se trata.

Aly: En el cajón de arena, de momento. No cavéis en el patio.

Luke: Vamos a buscar a los muertos.

Luke fue corriendo a la sala de juegos.

Liam: Tenemos más arriba -espetó trotando por la escalera-.

Christopher fue sacando los ataúdes y las lápidas, examinándolos uno a uno.

Christopher: Aquí está el de Caballero Luna, el de Capitán América, el de Linterna Verde.

Liam: Los malos ahí también.

Luke: ¿Señora Ridenour? -asomó de la sala de juegos-. ¿Podemos coger algo para llevárnoslos todos? Los que no están muertos tienen que ir al entierro.

Aly: Sí, estoy convencida de que querrán presentarles sus respetos. Voy a buscar algo.

Miró a Zac negando con la cabeza, y volvió a la cocina.

Christopher apilaba los ataúdes, levantaba y bajaba las tapas.

Christopher: Hay que ver quién murió en la guerra y quién no. Mi papá murió en la guerra.

Zac: Lo sé. -¿Qué le decía, cómo? Cielo santo, ¿cómo se le ocurría hacer ataúdes para unos niños que habían perdido a su padre?-. Lo siento.

Christopher: Fue un héroe.

Zac: Sí, lo fue.

Christopher: No llegó a conocerme porque yo todavía no había nacido, pero mamá dice que me quiere de todas formas.

Zac: Por descontado. Yo conocía a tu padre.

Un interés sombrío asomó a los ojos de Christopher.

Christopher: ¿Lo conociste?

Zac: Íbamos juntos al colegio.

Christopher: ¿Eras amigo suyo?

En realidad, no salían juntos, pero Zac recordó la noche en que envolvieron con papel higiénico la casa del señor Schroder y la noche en que lo celebraron.

Zac: Sí.

Christopher: ¿Fuiste a su entierro?

Zac: Sí, fui.

Un día horrible, recordó Zac. En todos los sentidos imaginables.

Christopher: Eso está bien, porque los amigos deben ir. -Sonrió, angelical, y se alzó-. Me los llevo al cajón de arena. -Intentó levantar la caja y lo miró con carita de pena-. Pesa demasiado.

Zac: Yo la llevo.

Liam: ¡Ya los tengo, Luke! -bajó corriendo, cargado con una cestita roja llena de muñecos de acción-.

Aly: Poneos las chaquetas -dijo a la puerta de la sala de juegos-. Hace fresco.

Christopher: ¡Zac nos trae los ataúdes! -corrió detrás de sus hermanos-. ¡Quiero cavar! ¡Yo cavo!

Zac cogió la caja.

Zac: Supongo que lo ha oído.

Aly: Le parte a una el corazón.

Zac: Cuando los hicimos no se me ocurrió que le recordaría lo que le pasó a Cody. Debí haberlo pensado.

Aly: Bobadas. Esos niños sienten una fascinación normal por la guerra, la muerte, la maldad. Saben bien que es todo de mentirijillas. Son unos niños sanos y equilibrados. Vanessa es una madre estupenda.

Zac: Lo sé. Verdaderamente lo es.

Aly: Como es una madre estupenda, procura que esos niños crean que su padre era un buen hombre, un padre cariñoso, y que sirvió al servicio de su país. Y ahora Christopher sabe que estabas ahí cuando dieron sepultura a su papá, que el amigo de papá también es su amigo. Eso es bueno, Zac.

Zac: No quiero cometer un error.

Aly: Hasta los superhéroes los comenten, o no habría que enterrarlos en ataúdes de madera en el cajón de arena. ¿Tienes pensado esperar a Vanessa?

Zac: Sí, ya que estoy aquí, había pensado esperarla.

Aly: También eso es bueno. Entonces, yo me voy a casa y te dejo a cargo de los críos y de los preparativos del funeral. -Le dio una palmada en la mejilla camino de la puerta-. Tiene pollo descongelándose. Yo diría que hay de sobra para uno más.

Zac: Gracias, señora Ridenour.

Aly: Va siendo hora de que me tutees. Hace muchos años que dejé de darte clases.


Ashley estuvo rumiando el episodio con Freemont durante todo el día, y cuanto más lo rumiaba, más se preocupaba.

Ash: Siempre ha sido un arrogante -le dijo a Brittany-. Incluso de niño.

Tendiéndole la mano, Brittany le pidió otro clavo para colgar un cuadro.

Britt: Debería haberlo denunciado.

Tras colocarlo sobre la marca que había hecho, Brittany lo clavó en la pared.

Ash: Es posible. Sí, cuanto más lo pienso, más claro lo tengo. Aunque entiendo que no lo haya hecho, que no haya querido hacerlo. -Inquieta, se acercó a la ventana justo cuando Brittany le pedía el cuadro que iba a colgar-. Se hace raro llamar a la policía por un tío al que conoces de casi toda la vida. Aunque sea un capullo integral.

Brittany se bajó del taburete, cogió el cuadro y volvió a subirse para colgarlo.

Britt: Por lo que me has contado, tiene toda la pinta de acoso.

Ash: No sé, eso me parece exagerado.

Pero la preocupación se hizo tan punzante que le arañaba las entrañas.

Brittany cogió un pequeño nivel. Lo colocó sobre el marco y le dio unos golpecitos al lado derecho hasta que quedó centrada la burbuja.

Britt: Dices que le pide salir a todas horas, que se pasa por su casa, por la tienda cuando ya está cerrada. ¿Qué más? Ah, sí, flores por su cumpleaños, y andaba cerca muy oportunamente un par de veces cuando llegaba a casa cargada con la compra.

Ash: «Permítame que la ayude, jovencita». Eso sí es cierto. Pero no es que tenga un santuario dedicado a ella en el armario de su cuarto.

Britt: ¿Cómo lo sabes?

Ash: Si tiene algún santuario, créeme, será a sí mismo. Aun así, hoy la ha asustado, y lo que yo he visto desde luego pasaba de la raya. -Se frotó los brazos, paseando-. ¿En serio crees que intentaría algo? ¿Aparte de molestarla, aburrirla y agobiarla, digo?

Britt: No entiendo por qué arriesgarse. Si no lo denuncia, al menos que se lo cuente a Zac.

Ash: Dudo que lo haga. Le preocuparía que hiciera algo. Zac no tiene la mano tan larga como Alex, pero tampoco se queda corto.

Britt: Pues cuéntaselo tú.

Ash: Madre mía, eso sería como traicionarla.

Britt. ¿Te ha pedido ella que no le digas nada a Zac?

Ash: No, pero se sobreentiende.

Britt: Ashley, tú piensa en cómo te sentirías si pasara algo. Si ese tío le hiciese daño… o algo peor.

Ashley se llevó una mano al estómago revuelto.

Ash: Me estás poniendo mala.

Britt: Estás preocupada. No solo cabreada, sino preocupada de verdad por esto. Confía en tu instinto. Y en el mío. Porque me estás asustando.

Ash: Tengo que contárselo a Zac. Ven conmigo.

Britt: Claro.

Ash: No dejes que me distraiga cuando pasemos por la tienda.

Cogió su chaqueta.

Britt: Podemos dar un rodeo y entrar por detrás.

Ash: No, debo asegurarme de que todo va bien. Me volvería loca si viviera aquí. Estaría todo el rato mirando por la puñetera ventana a ver quién entra y sale de la tienda.

Britt: Ya bajaré las persianas cuando vengas.

Cuando salían, Ashley enhebró el brazo de Brittany.

Ash: Me encanta tenerte cerca. Y he estado tan obsesionada con Vanessa y el capullo de Austin Freemont que no te he preguntado cómo han ido las cosas hoy.

Britt: Lo tenían todo más o menos organizado.

Ash: Pero no «Brittany-organizado».

Brittany sonrió.

Britt: Ya lo estará. Me he pasado casi todo el tiempo en la unidad de almacenaje. Aquello ya está en marcha. Igual que la instalación de los azulejos. He ido a verlo hoy. -Volvió la vista atrás, contenta de ver las luces exteriores encendidas-. Ahora están trabajando en el Ático. Tienes que ver los azulejos del lado de la bañera de la pared flotante. Han acabado ya la planta baja, menos los azulejos de la cocina. La semana que viene montarán los armarios. Ha habido retraso.

Ash: ¡Mírala, lo puesta que está ya!

Britt: David me tiene al día. A Alex no le saco más que algún gruñido.

Ash: Hombre de pocas palabras.

Britt: Derecha al asunto -le dijo una vez en la puerta de entrada de Vesta-. Si tienes que encargarte de algo, puedes hacerlo después de hablar con Zac.

Ash: Cierto, derecha al asunto.

Tenían bastante gente, se dijo Ashley, y le hizo al encargado de noche una seña de «ahora vengo». Al verla mirar a la cocina, Brittany la redirigió a la puerta de la escalera.

Britt: Luego.

Ash: No se me ocurriría siquiera echar un ojo si no fuera porque estoy aquí mismo. -Salieron y subieron la escalera-. No sé ni qué decirle. Debería haber ensayado algo.

Britt: Venga ya… -llamó enérgicamente a la puerta-.

Ash: Sabes que Vanessa se va a enfadar conmigo… no, con nosotras, porque le pienso decir que te has empeñado tú.

Britt: Lo hacemos porque nos importa, porque nos preocupa. No le durará el cabreo.

Ash: Dudo que esté en casa. Tal vez está en la de su madre, o trabajando en el taller… ¡Dios, hasta puede que esté en casa de Vanessa! A lo mejor ella se desmorona y se lo cuenta y ya no tenemos que hacerlo nosotras. Quizá debería…

Se calló al oír unos pasos.

Britt: Parece que ha vuelto.

Le dio la vuelta a sus pensamientos y a su actitud cuando vio a Alex.

No entendía por qué siempre parecía mosqueado con ella.

Alex: ¡Hola! Zac ha organizado una fiesta y no me ha invitado.

Ash: No -quiso reír, pero su risa le sonó falsa y patética incluso a ella-. Solo… es que… Brittany quería preguntarle una cosa de… una cosa. Como andábamos por aquí… -Le fastidiaba mentir, se dijo, porque se le daba realmente mal-. De todas formas, no está en casa.

Alex: Me preguntaba si podría buscar una cafetera de filtro rápido para el comedor. Y calientaplatos. Me harán falta dos -miró a Brittany-. A ti se te da bien, a ella no.

Ash: ¿Cómo dices?

Alex: Que se te da bien inventar chorradas. Lo de la cafetera háblalo con mi madre. Bueno, ¿qué pasa? -le preguntó a Ashley-.

Ash: Nada.

Alex: ¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos?

Ash: Mira, es que…

Britt: Ay, por Dios -la interrumpió impaciente, luego se dirigió a Alex-. ¿Tienes llave?

Alex: Sí.

Britt: Si crees que a Zac no le importaría, ¿te parece que entremos? Esto no es algo que deba hablarse en la escalera.

Alex se abrió paso y sacó el llavero.

Alex: ¿Os apetece una birra?

Ash: No.

Ashley lo siguió dentro, cruzándose de brazos.

Alex: Yo me voy a tomar una. -Como si estuviera en su casa, encendió las luces y entró en la cocina-. Vamos, soltadlo.

Britt: ¿Quieres que se lo cuente yo? -propuso al ver que Ashley callaba-.

Ash: No. -Se pasó una mano por el pelo-. Ya lo hago yo. Vale, mira, se trata de Austin Freemont.

Alex: ¿Ese gilipollas?

Ash: Sí, ese gilipollas. Esta mañana he visto su coche a la puerta de PLP, antes de que abriera la tienda.

Brittany escudriñó a Alex mientras Ashley le contaba lo ocurrido. Él no reaccionó, se limitó a asentir y a sorber su cerveza. Salvo mirándolo con atención, apenas se apreciaba lo tensa que se le estaba poniendo la mandíbula, lo fría que se volvía su mirada.

Lo esperaba encendido -explosivo-, pero aquella frialdad le resultó más letal.

Ash: Y he pensado que Brittany tenía razón. Si… en el caso, caso remoto, creo yo, de que pasara algo, no lo soportaría. Íbamos a decírselo a Zac.

Alex: Vale, ya nos ocupamos nosotros.

Ash: ¿No irás a darle una paliza? -se tiró del pelo-. No es que no merezca que le zurren bien por asustarla, pero, si lo hacéis, solo conseguiréis que ella se mosquee. Además, la gente se enterará y hablará de ello. Hablará de ella. Eso le reventará.

Britt: A él le da lo mismo. Lo único que le preocupa es zurrar a ese capullo por asustar a Vanessa. Y yo estoy de acuerdo con él, por principios.

Alex: Sentido común y un don para decir chorradas. No está mal.

Ash: En principio. Lo que me preocuparía a mí, pese a que no conozco a ese tipo, sería que la tomara con Vanessa. Que la somanta pudiera empeorar la situación para ella. Que tú te dieras el gustazo de hacerle pagar y te arriesgaras a que ella recibiese más.

Pensativo, Alex dio un sorbo largo a su cerveza.

Alex: Ya nos ocupamos nosotros, de un modo o de otro.

Ash: Alex…

Alex: Ashley. Eres una buena amiga, y has hecho lo que debías, lo más prudente. Deja de preocuparte ya. Nosotros protegeremos a Vanessa.

Lo harían, se dijo Ashley. Desde luego que sí.

Ash: Si te detienen por agresión, yo te pago la fianza.

Alex: Está bien saberlo. ¿Por qué no pides que me suban una pizza del guerrero?

Ash: Claro. Bueno, vale.

Alex esperó a que salieran para sacar el móvil.

Alex: Necesito que vengas a casa de Zac -le dijo a David-. No, me da igual lo que estés haciendo.

Colgó y se dispuso a esperar.


Zac subió corriendo la escalera, ligero como una pluma. Un día fantástico, se dijo, y un funeral extraordinario. Cuando Vanessa había llegado, había llamado a los ataúdes «espantosas obras de arte en miniatura» y lo había invitado a cenar un pollo delicioso. Decidió rematar aquel día extraordinario con un poco de trabajo y algo de tele. Nada más abrir la puerta olió la pizza.

Zac: Joder, nada, vosotros como en casa. ¿Esa cerveza es mía?

Alex: Ahora es nuestra. Queda una porción -le señaló la caja de la pizza-. Si la quieres.

Zac: Ya he cenado en casa de Vanessa. ¿Qué pasa?

David: ¿Por qué no te sientas?

Lo hizo.

Zac: Si le hubiera ocurrido algo a mamá, no estaríais comiendo pizza y bebiendo, pero es evidente que ocurre algo.

Alex: Pasa esto: me he encontrado a Ashley y a la rubia delante de tu puerta hace un rato. Después de algunos rodeos, Ashley me ha contado lo que había venido a decirte a ti: Austin Freemont se ha colado en la librería esta mañana antes de que abriera al público. Se ha puesto pesadito.

Zac frunció los ojos.

Zac: ¿Cómo que «se ha puesto pesadito»? Concreta.

Alex: Yo no estaba allí, pero, según Ashley que, al parecer, ha visto su coche fuera y ha decidido echar un vistazo, cuando ella se ha asomado, la tenía acorralada contra el mostrador.

Zac se levantó, despacio.

Zac: ¿Le ha puesto las manos encima?

David: La ha asustado. No ha querido irse cuando ella se lo ha pedido ni apartarse cuando se lo ha ordenado. Luego Ashley ha empezado a aporrear la puerta, ha fingido que me llamaba y él se ha largado. ¡Espera! -le ordenó al ver que Zac se dirigía a la puerta-. ¿Sabes siquiera dónde vive?

Zac no podía pensar, se lo impedía la bruma roja que le envolvía los ojos.

David: Tengo su dirección -añadió señalando su móvil-. Pero no creo que ir a ponerle la cara como un cromo sea la mejor idea.

Alex: Yo sí.

David: Tú lo harías. Y, si eso es lo que quiere Zac cuando terminemos de hablar, bueno, como la mayoría manda, me apunto.

Zac: Dame la puta dirección.

David: Te doy la puta dirección si tú me das cinco minutos. Como le partas la cara, ese tío es de los que te denuncia por agresión.

Alex: Ashley me ha dicho que ella paga la fianza.

David: Cállate, Alex. A ti eso te resbala porque lo que quieres es darle una paliza. Y no me extraña -añadió con un brillo en los ojos que contradecía su tono sereno-. Pero estarás en la cárcel o en libertad con cargos, y eso disgustará más a Vanessa. Y a los críos. Además, es de los que… ¡cómo he odiado siempre a ese cabrón engreído! Es de los que lo pagarían con ella. Volvería a acosarla, la amenazaría, o hablaría pestes de ella como hizo con Darla en su día.

Zac: Alex le dio una paliza por eso, ¿no?

Alex: Sí, pero Darla no tenía hijos que acabarían oyendo esa mierda sobre su madre. Sabes que eso es precisamente lo que haría ese tío.

Zac: ¿Y esperas que me quede de brazos cruzados?

David: Espero que le hagas una visita al concesionario de su padre mañana y hables con él. Si no consigues intimidar a ese maldito hijo de puta, es que no eres mi hermano. Si lo acojonas, igual se deja de mamonadas. Si no, como nosotros, y nuestros hombres, estaremos protegiendo a Vanessa, ya nos encargaremos de él.

Alex: Es una forma discreta de darle una paliza. Cuando hay testigos.

David: Si hace algo y lo resolvemos en público, delante de gente, lo humillamos. Ventaja para nosotros.

Zac: Tal vez. -Más sereno, cogió la cerveza a medias de David-. Tal vez.

David: Tienes que hablar con Vanessa.

Resurgió la rabia.

Zac: Voy a hablar con Vanessa, claro que sí. ¿Por qué narices no me lo ha contado ella?

Alex: Eso digo yo. Y coincido con David: debería presentar una denuncia, un informe o lo que sea en comisaría, para que quede constancia. Entonces, ¿qué, hablamos con él o le partimos la cara?

Zac entendió aquel «nosotros», aunque sería él quien tomara medidas.

Zac: Primero hablamos, luego le damos.

David: Bien. Pues cógete otra cerveza -dijo recuperando la suya-.


sábado, 25 de mayo de 2019

Capítulo 14


Al entrar, Brittany no dijo nada. Vanessa empezó a hablar, pero Ashley negó con la cabeza. Captando el mensaje, Vanessa optó por callar.

Había pilas de cajas por todas partes, apenas un pasillo entre ellas. Los armarios de cocina, se dijo Vanessa. Así que la instalación empezaría pronto, pero temió que Brittany no pudiera apreciar el bonito suelo de baldosas porque las cajas y las lonas lo ocultaban casi todo.

Fueron abriéndose paso hasta la amplia arcada, serpenteando.

Britt: Los colores son buenos -señaló evasiva, pero se quedó entre las cajas un rato antes de seguir por el corto pasillo hasta la zona del vestíbulo. Allí hizo un ruidito, de placer y de sorpresa-. Precioso. Elegante y exclusivo sin llegar a ser recargado. ¿Sabéis si esta parte se puede pisar también?

Ash: David me ha dicho que, si había algún sitio por donde no pudiéramos pasar, estaría cortado el paso -queriendo verlo por sí misma, cruzó el embaldosado y encendió la luz de obra de uno de los baños-. Madre mía.

Britt: ¿Qué? Oh -entró y acarició el dibujo estilizado de los azulejos-. Fijaos en cómo recoge los detalles del mosaico de baldosas sin duplicarlos. Me encanta.

Ash: ¿Lo quieres?

Brittany miró a Ashley con las cejas arqueadas.

Britt: Estoy segura de que hay mucho más que ver.

Siguió hasta la primera habitación y se paró ante la cinta que cruzaba el umbral de la puerta del baño.

Habían puesto el suelo, vio Vanessa, y recordó aquel primer momento con Zac, allí mismo. La súbita y asombrosa sensación de una presencia. El aroma a madreselva.

Retrocedió, dejó a sus amigas comentando admiradas los colores, los detalles de los azulejos y se fue al comedor.

Britt: Tiene un aspecto estupendo -dijo al unirse a Vanessa-.

Siguió escudriñando el techo y al poco se acercó a las ventanas de la fachada.

Ness: ¿De verdad no estás segura?

Sin dejar de mirar por la ventana, Brittany alzó los hombros.

Britt: Supongo que me siento fuera de mi elemento, y eso me inquieta. Todo esto es un cambio tan grande… y es lo que quiero… creo que lo necesito… pero ahora que lo he hecho me pregunto si estoy preparada para este gran cambio. -Se dio la vuelta-. Aun así, este sitio tiene algo. Me habla, y me hace pensar que quizá este sea mi elemento ahora. Cuando estoy aquí, me siento bien. Probablemente me volverá a dar el ataque de pánico en cuanto cruce la calle, pero aquí me siento bien. -Volvió a alzar la vista al artesonado del techo. Entonces oyó unos pasos arriba-. Ashley debe de haber subido sin nosotras.

Ash: No, no he subido.

Alzó la vista también, según entraba.

Ness: Serán Alex o David.

Ash: A lo mejor, pero no he visto sus camionetas fuera, ni a la entrada ni detrás.

Britt: Pues arriba hay alguien y, teniendo en cuenta que las puertas están cerradas con llave, tiene que ser alguien que tenga llave. -Para resolver el misterio, salió al pasillo y se detuvo al pie de la escalera-: ¡Hola!

El eco devolvió su voz; luego se hizo el silencio.

Ash: Será el fantasma -sonrió divertidísima-. Vamos a ver.

Ness: Ashley…

Pero ya subía con brío la escalera. Resignada, Vanessa la siguió acompañada de Brittany mientras Ashley seguía llamándola.

Ash: ¿No es alucinante? -se encontraba a la puerta de E y D-. ¿Lo oléis? -Inspiró hondo-. Huele a verano. A madreselva.

Ness: Imaginaciones tuyas.

Pero Vanessa cruzó los brazos, helada, porque también ella lo olía.

Britt: Pues entonces la mía va por el mismo camino. Fascinante -entró-. ¿Ha investigado alguien de quién se trata? Sería… -Dio un respingo al ver que se abría la puerta del balcón-. ¡Eh, mirad eso!

Ness: La puerta no estaba bien cerrada. Por eso ha entrado alguien -insistió-.

Ash: ¿Cargado con un buen montón de madreselva? No lo creo -se acercó a la puerta y la abrió un poco más. Volvió a cerrarla-. Además, tampoco es fácil acceder al porche desde fuera, no habiendo luz por encima.

Britt: No parece triste, ¿no? -recorrió la estancia, volvió a abrir la puerta y salió-. Lo que sea parece cordial.

Ness: No puede parecer nada, porque es piedra, ladrillo y madera -espetó súbitamente furiosa-.

Ash: También lo era Hill House -añadió con voz más baja y profunda-: Y lo que fuera que rondaba por allí lo hacía solo.

Ness: Bueno, ya vale. -Esta vez se volvió contra ella-. Déjalo de una vez. No es más que un edificio antiguo. Los suelos crujen. Tienen que arreglar esa puerta. Nada más.

Ash: Cielo… -le cogió la mano-, ¿por qué te enfadas?

Ness: ¿Estáis aquí las dos intentando hacer de esto el hotel encantado y todavía me preguntas por qué me enfado?

Ash: Sí. -Agarró a Vanessa más fuerte-. Si fuera solo que no crees en fantasmas, pensarías que es una gilipollez, pero no te cabrearías.

Ness: No estoy cabreada. Solo cansada de verme obligada a hablar de fantasmas como si existieran.

Ash: Vale. A mí no me molesta que tú no creas. ¿Por qué te molesta a ti que yo sí?

Ness: Tienes razón. Toda la razón. He tenido un día espantoso, y aún he de hacer la cena. Debería irme a casa.

Britt: Venga, vámonos.

Ness: No, no, quedaos vosotras, ved el resto. Lo siento. Estoy rendida, de verdad. Yo no… -Se le quebró la voz, desarmándola-. Yo no creo en todo esto.

Ash: Bien, no pasa nada -se encogió de hombros, irritada-. Vamos arriba para que Brittany vea su apartamento.

Ness: No quiero creer en todo esto. -Se le hizo un nudo en la garganta, los ojos se le llenaron de lágrimas-. Si es posible, ¿por qué Cody no vino a mí?

Ash: Vanessa. -Antes de que Vanessa pudiera escaparse, Ashley ya la tenía abrazada-. Lo siento. No se me había ocurrido.

Ness: Es una bobada. Soy boba. -Cediendo, rindiéndose, Vanessa se echó a llorar-. Y es una bobada que me cabree, pero ¿por qué ella sí que puede volver? ¿Por qué ella sí que puede quedarse?

Ash: Ojalá lo supiera.

Ness: Christopher la vio.

Ashley se apartó de golpe.

Ash: ¿Qué? ¿Cuándo?

Ness: Cuando estuvimos aquí con Zac. Me asusté al verlo subir la escalera, sonriéndole… a esa mujer. Y me enfureció. ¿Por qué la ve a ella, Ashley? ¿No debería haber tenido la oportunidad de ver a su padre? Aunque solo fuera una vez. Una vez. Dios. -Salió al porche, para que le diera el aire. Mientras estaba junto a la barandilla, Brittany le puso un pañuelo en la mano. Luego la abrazó por un lado, Ashley por el otro-. No tiene sentido que me cabree. -Suspiró trémula, secándose las lágrimas-. No sirve de nada que pregunte por qué. Todo eso ya lo he hecho, y ya lo he superado. Cuando empezaron a hablar de que había fantasmas, no lo creí, pero sí que era interesante. Como puede serlo una novela. Una buena historia, nada más. Pero con lo de Christopher…

Britt: Tienes derecho a preguntar -susurró-. Aunque no haya respuesta.

Ness: No sabía por qué me afectaba tanto, hasta ahora. Quizá no podía admitirlo.

Ash: Venga, salgamos de aquí. Vamos al piso de Brittany y nos sentamos a hablar un rato.

Ness: No, ya estoy bien. Es mejor saberlo, reconocerlo, superarlo -se volvió y vio que la puerta se abría más. Y suspiró hondo-. Más vale que lo supere, porque me parece que ella no se va a mover de aquí.


Al día siguiente, Zac se reunió con sus hermanos en la pequeña lavandería. Si David no hubiera convocado la reunión, habría dormido una hora más -dos, quizá-, teniendo en cuenta que había previsto trabajar en casa toda la mañana.

Pero David era David, decidió, y las reuniones y los planes eran su perdición.

David: El electricista va a venir esta mañana a instalar las luces exteriores de aquí y las nuevas luces interiores de la tienda de regalos. Aunque las cajas están marcadas, comprueba varias veces los apliques, Zac. Y, como sé que vas a preguntarme por qué, te explicaré que, entre las de aquí y las del otro lado de la calle, debe de haber cerca de doscientas luces. No nos conviene perder tiempo, dinero y mano de obra haciendo cambios por un error de rotulación.

Zac. Bien. Lo haré antes de irme a mi oficina. Y, como sé que me vas a preguntar, sí, tengo mi lista de comprobación.

David: Pues ya que estás…

Le añadió media docena de tareas y llamadas a la lista.

Zac: ¿Y qué coño vas a hacer tú mientras yo estoy colgado del puto teléfono?

David le dio la vuelta a su portapapeles de clip. La longitud de la lista enmudeció a Zac.

Alex: ¿Por qué no le encasquetas una parte a la gerente?

David: Porque le vamos a dar un par de días para que se instale, por el amor de Dios. Ya se ganará el alquiler la próxima semana, créeme -pasó una página del clip-. He empezado esta lista para ella. ¿Qué vas a hacer tú mientras yo instalo el mostrador de la tienda?

Alex: Tengo a dos hombres allí, perforando -comprobó su propia lista-. Cuando abran el mercadillo, irán a recoger el escritorio que escogió mamá y lo subirán al despacho de la tienda. Aún están con la pintura del exterior, que se está eternizando, así que voy a pedirles que empiecen dentro, con el Vestíbulo, ahora que el suelo ya está puesto.

David lo localizó en la lista mientras Zac se tomaba el café y en la radio empezaba a sonar country rock con la llegada de los operarios.

David: Mamá tiene una cita en Hagerstown -les recordó David-, de modo que se pasará por aquí de camino a casa. Dile a los trabajadores que viene la jefaza. Eso es todo.

Zac: Alabado sea el Señor.

Al ver a Zac bostezar, Alex esbozó una sonrisa pícara.

Alex: La noche de canguro te dejó hecho polvo, ¿eh?

David: ¿Estás hablando en clave? Si habláis en clave, necesito que me pongáis al día.

Zac: No, no hablamos en clave, y no, no me dejó hecho polvo. Lo que pasa es que no he dormido mucho. A lo mejor porque hacer de canguro no implica tener sexo.

Alex siguió sonriendo con picardía.

Alex: ¿Tenía jaqueca?

Zac: Qué gilipollas eres -dijo a media voz-. No era el momento… habría resultado violento que me acostara con ella con los niños al final del pasillo. Todavía no están listos para eso; lo vi cuando Luke me abroncó por besar a su madre.

Alex: ¿No jodas? -La sonrisita se volvió sonrisón-. Qué tío más grande.

Zac: Sí, es digno de admiración, cómo cuida de su madre. Son unos críos geniales. Christopher quiere que le haga ataúdes para meter a sus muñecos de acción cuando mueran en combate. ¿A quién se le ocurre?

David: Ojalá se nos hubiera ocurrido a nosotros -musitó-. Habría sido guay. Podríamos haberlos enterrado a todos, hacerles sus lapiditas con los emblemas labrados.

Qué gran idea, pensó Zac.

Zac: Luego resucitarían, revividos por alguna fuerza sobrenatural, para vengarse.

David: Se podrían pirograbar los emblemas en las tapas de los ataúdes. Cada hombre debería tener el suyo. Aún tienes el estuche de pirografía, ¿no?

Zac: Claro. Tío, eso le encantaría.

Alex: Mientras vosotros jugáis, yo me voy a trabajar -se enganchó el cinto de herramientas-. Hay muchos restos de contrachapado por la obra -añadió al salir-.

David esperó a que Alex se hubiera alejado y estuviera gritándole a los trabajadores.

David: Que sepas que, si los haces, querrá participar, y se va a pedir a Lobezno y Veneno, como siempre.

Zac: Seguro. ¿Y tú?

David: Claro que quiero. Me pido a…

Zac: Me pido a Spidey y al Caballero Luna.

David: Joder. A Spiderman lo quería yo.

Zac: Demasiado tarde.

David: Batman y Joker.

Zac: Es un comienzo.

Tenía pensado ir derecho a casa, derecho a su despacho, pero lo pillaron para que se calzara unos guantes y ayudara a quitar la valla antigua. Luego lo llamaron de la tienda de regalos para que le preguntara a Madeline qué expositores quería poner en la pared izquierda de la tienda.

Cuando salía de allí, vio al peluquero sentado en el banco de la puerta del salón de belleza de Sherry y se paró a hablar con él.

Derek: Está quedando genial. -Juntos vieron cómo el electricista instalaba uno de los grandes faroles que flanqueaban las puertas-. He oído decir que haréis una fiesta cuando esté terminado.

Zac: Eso he oído yo también.

Derek: La gente que pasa por aquí en coche se desnuca mirando.

Zac: No tienen tus vistas, Derek. -Le sonó el móvil en el bolsillo-. Hasta luego. -Lo sacó mientras caminaba-. ¿Qué pasa, Alex, me echabas de menos?

Alex: Como un grano en el culo. Los de los azulejos tienen una duda sobre el diseño de la pared de aquí. Mamá está en Hagerstown, así que te toca resolverla a ti.

Zac: Voy para allá.

Al final, llegó al despacho más cerca de las diez que de las nueve, como pretendía. Pero no le importaba. Cada paso que daban -pensó mientras se servía en una taza lo que quedaba del café de por la mañana- era un paso más.

Se encargó de las llamadas primero porque era lo que más odiaba, y luego se puso a actualizar los planos de ubicación de los muebles con unas adquisiciones nuevas.

Una vez enviada la actualización por correo electrónico a todos, abrió el archivo. Se proponía rematar la rotulación ese mismo día, y más valía que les gustase.

Lo habían dejado en tres fuentes posibles porque nadie quería decidirse por una. Pues bien, él lo decidiría por todos ellos.

Jugueteó con los tres tipos, con el espaciado, el tamaño, los colores. Se levantó, dio una vuelta, se acercó a la ventana y contempló el edificio, buscando inspiración. Volvió a su mesa, verificó de nuevo las medidas, hizo cálculos y jugueteó un poco más.

Necesitaba comer algo, decidió, y pidió que le subieran una calzone de Vesta.

Ya está, se dijo, e imprimió una copia. Se la llevó a la ventana y la sostuvo en alto con un ojo cerrado. Sonrió.

Y vio que lo que había hecho era bueno.

Para darle fuerza y convicción, volvió a sentarse e hizo un rótulo para la tienda de regalos con la misma paleta y la misma fuente.

Zac: Adelante, está abierto -gritó al oír que llamaban a la puerta. Se levantaba ya, buscándose la cartera, cuando apareció Vanessa con una caja de pizza y terminó de alegrarle el día-. ¿Sacándote un plus en Vesta? Seguro que te dan buenas propinas.

Ness: Ahorro para comprarme un coche nuevo. -Le ofreció la caja y una sonrisa-. Estaba abajo cuando te preparaban el pedido, así que he dicho que te la subía yo porque quiero hablar contigo. Te la han anotado en tu cuenta.

Zac: Bien hecho. -La dejó a un lado-. Nos la partimos.

Ness: Gracias, pero voy a pillarme una ensalada, luego estaré como una hora ayudando a Brittany. Pero antes quería…

Zac: No te he dado propina. -Ancló las manos a sus caderas y la atrajo hacia sí-. Hueles genial.

Y estaba genial, se dijo, mucho más relajada y contenta de lo que había estado desde su «conversación» sobre Lizzy.

Ness: He estado probando unas nuevas lociones corporales que estamos pensando en vender. Esta es de melocotón y miel.

Zac: Vendida.

Se inclinó hacia delante y se diluyó en un beso, en melocotones y miel, en Vanessa. Demasiado tiempo, pensó, cuando ella se le colgó del cuello. Demasiado sin abrazarla, sin tenerla de verdad.

Ness: Das unas propinas estupendas.

Zac: Eso solo es la entrada. -La hizo retroceder hacia la puerta-. Para el resto, tienes que venir conmigo.

La instó a salir del despacho y la guió al interior de su apartamento.

Ness: Zac -rió, pero él detectó el pero en su aliento, notó que temblaba cuando le mordió el labio inferior-. No puedo. No podemos. Así, en mitad del día.

Zac: El descanso del almuerzo.

Ness: Sí, pero…

Zac: Pienso en ti a todas horas. -Siguió haciéndola recular, deslizando los labios por su cuello para capturar los de ella-. En volver a estar contigo así. Es muy duro verte y no poder tocarte.

Ness: Lo sé. Yo…

Zac: Déjame acariciarte.

Ya lo hacía, sus manos la recorrían, moldeándola, propagando un deseo que le embotaba el sentido común.

Ness: Supongo que no pasará nada porque llegue un poco tarde.

Zac le metió la mano por debajo de la falda del vestido, le acarició la pierna, la entrepierna y la pierna de nuevo.

Ness: Decididamente, no, no pasará nada porque llegue tarde.

Vanessa cayó de espaldas en la cama, con el corazón acelerado, el cuerpo agitado. Loco, insensato, maravilloso, pensó cuando la boca de él se instaló en ella y sus dientes le mordisquearon el pecho de una forma tan increíblemente sexy a pesar del tejido que se interponía entre los dos.

Soltó un débil grito de asombro cuando los dedos de él culebrearon de nuevo por debajo de su vestido y se introdujeron en ella.

Ness: Dios. Ay, Dios.

Zac: Déjate llevar. -Desbocado, la estimuló todavía más al tiempo que devoraba la piel caliente de su cuello-. Déjate llevar.

Vanessa corcoveó debajo de Zac, agarrándose fuerte a la maraña de sábanas, con la mirada ida. Al llegar al clímax, profirió un gemido largo y trémulo que, como una flecha, le acertó de pleno a él en la entrepierna.

Cuando ella se quedó saciada, cuando cerró los ojos, Zac se bajó los vaqueros, le subió la falda del vestido y la penetró.

Volvió a oírse el grito de asombro, y Vanessa se agarró a sus caderas, clavándole las uñas.

Mirándolo a los ojos, pronunció estremecida su nombre.

Luego enroscó las piernas en su cintura y lo siguió, igualando su frenesí.

Agotados, se quedaron tendidos el uno junto al otro, aún medio desnudos, respirando con dificultad.

Ness: Debería traerte yo siempre la calzone.

Zac: Por mí, genial.

Vanessa cerró los ojos, para saborear aquello un instante más.

Ness: Lo anotaré en mi lista de prioridades.

Él levantó la cabeza.

Zac. Durante el día, querrás decir.

Ness: No, a media mañana de un día laborable, y aún llevo la ropa puesta. Casi toda.

Zac: Tenía algo de prisa. -Se inclinó y acarició los labios de ella con los suyos-. Pero, si quieres, te puedo desnudar ahora y volvemos a empezar.

Ness: No sé si mi organismo o mi horario podrían con otra propina. Pero agradezco mucho tu mecenazgo.

Zac: Las mejores calzone del condado. Mierda, ya voy yo -espetó al oír que llamaban a la puerta del apartamento-.

Que, por supuesto, no estaba cerrada con llave, recordó tras oír la voz de Ashley. Se calzó deprisa los vaqueros mientras Vanessa se levantaba como un resorte e intentaba alisarse el vestido.

Ness: ¡Un momento! Enseguida salgo.

Pero ella ya había llegado a la puerta y estaba allí, boquiabierta, señalando.

Ash: ¡Habéis echado un polvo! Miraos, con esa cara de gusto y de culpa. Mi cuerpo ya no puede soportar más tanta envidia. Voy a tener que buscarme un tío de alquiler. ¿Cuánto cobras?

Zac: ¡Qué graciosa!

Vanessa se quitó el coletero, después cayó en la cuenta de que había dejado el bolso -con el cepillo dentro- en el despacho de Zac.

Ness: Estábamos a punto de…

Ash: Todo parece indicar que más bien ya habéis acabado.

Zac: Qué chispa tiene -dijo volviéndose hacia Vanessa y señalando a Ashley con el pulgar-.

Luego los dos se sonrieron como… como dos personas que acababan de echar un polvo, se dijo Ashley.

Ash: He llamado a la puerta. Del despacho primero, que era adonde habías pedido que te subiéramos la calzone… y adonde Vanessa me ha dicho que te la traía porque «quería hablar contigo» -añadió dibujando las comillas con los dedos-.

Ness: Y quería, pero no lo he hecho. Oye, voy a cepillarme… el pelo. En un rato estoy en casa de Brittany.

Ash: No, no os vais a echar otro. Me niego. Como lo hagáis, me pongo a llorar y me corto el pelo yo misma. ¿No querréis ser responsables de eso?

Ness: Solo voy a arreglarme un poco. Enseguida voy. Te lo prometo.

Ashley no dijo nada, se limitó a señalarlos, los miró con los ojos fruncidos y después se fue.

Zac: Creía que no se iría nunca. ¿Por qué no…?

Ness: No -alzó una mano para interrumpirlo-. Ni hablar. Lo he prometido. Tengo que ir por mi bolso. Quería hablar contigo, disculparme.

Zac: ¿Por qué?

La siguió al despacho.

Ness: Por no haberte dado ni siquiera las gracias por encargarte de los niños ayer, por ponerme borde cuando me arreglaste el lavabo y cabrearme la noche que fuimos al hotel y luego a cenar… que es el motivo de todo lo demás. -Cogió el bolso y miró alrededor-. Creo que no había estado nunca aquí, en tu despacho. Qué bonito. Muy tuyo. ¿Eso es un baño?

Zac: Sí.

Ness: Necesito el espejo. -Entró, dejó la puerta abierta y se cepilló el pelo-. Ashley, Brittany y yo fuimos al hotel mientras estabas con los chicos. Y, bueno, oímos algo arriba, como pasos. Y la olimos allí arriba. La puerta del balcón se abrió. -Se quitó el coletero de la muñeca y se hizo una coleta-. Me puse superborde con ellas, igual que contigo. No -decidió-, peor aún. Me cabreé muchísimo.

Sacó el lápiz de labios y se los retocó.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Esa es la cuestión. Y entonces caí en la cuenta de por qué. O quise caer al fin. Entendí que estaba enfadada porque, si es posible, si de verdad sucede, si realmente es posible volver, entonces…

Zac: Mierda. Cody. No se me había ocurrido, no había pensado en él. Lo siento.

Ness: No, lo siento yo. Tú no tenías por qué caer en eso. Ni yo tenía por qué pagarlo contigo, ni con ellas. Claro que es lo que tiene enfadarse, que al final siempre lo pagas con quienes se preocupan por ti.

Para rematar la faena, sacó la polvera.

Zac: Yo te hice daño, y no puedo pasarlo por alto.

Ness: Tú no, la situación. Además, ahora que sé por qué me sentí de ese modo, ya no me dolerá.

Zac: ¿Así, sin más?

Ness: Me pasé un buen rato llorando después de acostar a los críos, y estuve dándole muchas vueltas. No, ya no me dolerá. -Volvió a guardar la polvera en el bolso mientras salía del baño-. No sé por qué algunas personas vuelven… o eso se cuenta. Así que no puedo saber por qué Cody no volvió. O tal vez sí y yo no estaba preparada o no era lo bastante abierta, y no lo vi ni lo sentí. Lo que sé es que se ha ido, y no puedo cabrearme por eso con él, ni contigo, ni… con lo que sea que haya allí arriba. Lo siento, y te agradezco que les enseñaras el hotel a los niños, que me arreglaras el lavabo y que te ocuparas de ellos ayer para que yo pudiera solucionar esto.

Zac: De nada.

Ness: Bueno, ahora sí que me tengo que ir.

Zac: Quiero verte este fin de semana.

Ness: Y yo quiero que me veas este fin de semana. -Se refugió en los brazos de él y lo abrazó un instante-. Deja que le eche un vistazo a mi agenda.

Zac: Te llamo luego.

Ness: Vale. -Se acercó a la puerta y la abrió-. Otra cosa… gracias por la propina.

Zac se dirigió a la ventana y esperó a verla cruzar la calle. Lo hizo corriendo, con las faldas al vuelo, las piernas al descubierto. Al llegar a la esquina de enfrente, Vanessa se volvió, lo vio allí y saludó con la mano antes de salir hacia la parte posterior del edificio, a toda prisa.

Pensó en ella, en el amor. Lo que costaba, lo que ofrecía. Luego se llevó la caja de la calzone gélida al microondas del despacho para recalentársela.


No fue hasta el final de la jornada laboral cuando volvió al hotel. Con la cabeza en otras cosas, olió la pintura antes de verla.

Haría falta otra mano, pero el sereno color paja de las paredes ya captaba la luz y jugaba con los tonos de las baldosas. Oyó el intenso chirrido de la sierra de diamante y los golpes de los martillos. Al llegar al pie de la escalera, lo alcanzó la voz de su madre.

Perfecto, así los tendría a todos de golpe.

Encontró a su madre y a Caroline en la segunda, en la habitación Eve y Roarke.

Zac: ¡Hola! Confiaba en encontrarte por aquí.

Pasó al baño.

July: ¡Mira esto! -le tendió una ficha técnica-. El toallero eléctrico perfecto para este baño.

Zac: Pero si ya has…

July: No, el otro no lo pedí porque no estaba segura del todo. Con este sí lo estoy. Vidrio térmico.

Zac: Es un poco…

July: Cariño, lo sé, pero es ideal. Parece futurista.

Zac: Es muy moderno, sí. -Mientras lo estudiaba, recordó el resto de los accesorios-. Queda bien con las luces y el equipamiento que vamos a poner aquí.

July: Bien, porque ya lo he pedido. Pero esa no es la gran noticia.

Zac: No estarás embarazada, ¿verdad?

Su madre le dio una palmada en el brazo.

July: Caroline…

Zac: ¿Caroline está embarazada?

July: ¿Qué, hoy estás de buen humor? Pues no, y mejor así, porque Caroline va a ser la ayudante de la gerente.

Zac: Grande, sí. -Atónito, miró a su tía-. No sabía que quisieras trabajar aquí.

Caroline: Me muero de ganas -le brillaron los ojos solo de pensarlo-. Adoro este sitio, y dejar mi trabajo a tiempo parcial en la tienda no me va a doler nada. Se me da bien la gente, y ya sabes que me gusta entretener. Me he hecho un currículum.

July: Venga ya.

July le dio un codazo a su hermana.

Caroline: Son negocios, July. Familiares, pero negocios al fin y al cabo.

Zac: Por mí, estás contratada. Lo harás de miedo.

July: ¿Ves? Por unanimidad.

Caroline: ¡Qué emoción! Es que me encanta este sitio, de verdad. Así podré venir a pie en lugar de tener que coger el coche hasta… -Se interrumpió y negó con la cabeza-. Pero aún tenemos que ver qué tal nos llevamos Brittany y yo -alzó las manos y cruzó los dedos-. Luego lo haremos oficial.

Zac: Bueno, esto echa por tierra mi noticia.

July: Vanessa está embarazada.

Zac se quedó boquiabierto.

Zac: Cielo santo, mamá.

July: Ojo por ojo, cielo. ¿Qué noticia?

Zac: ¿Dónde están los demás?

July: Arriba, en el apartamento de Brittany. Como es fácil, han decidido subir a poner los azulejos del baño y la cocina.

Zac: Pues vamos a llamarlos, para poder hacer esto todos juntos. Salió y gritó al piso de arriba-: Reunión familiar, YA. En Eve y Roarke.

July: ¿De qué va esto, Zac?

Zac: Una cosa que he terminado hoy. Ah, y voy a tener que usar el taller un rato, que lo sepáis. Necesito hacer unos ataúdes.

July Efron no era fácil de asombrar, sobre todo cuando se trataba de sus chicos, pero aquello la dejó perpleja.

July: ¿Ataúdes?

Zac: Para los niños, para los muñecos de acción caídos en combate. Seguramente me vaya para allá cuando… Vale, ya están aquí.

David: ¿Qué pasa? Estábamos terminando.

Alex: Y yo quiero una birra.

Bobo entró despacio detrás de él y rodeó la estancia olisqueando a todos a modo de saludo.

Zac: Pues cómprame una a mí también -abrió su carpeta y sacó el modelo del rótulo-. Aquí lo tenéis. Como a alguien no le guste, me lo cargo de un martillazo. Me dolerá más si se trata de mamá o de Caroline, pero lo haré igual.

Alex lo escudriñó.

Alex: Ah.

David: ¿Qué fuente es esa?

Zac: La que he elegido yo -le dijo a David-. Te puedo liquidar. Tengo hermano de recambio.

Caroline: July, mira los colores.

Caroline agarró a Zac por el brazo a la vez que se inclinaba.

July: Son exactamente lo que quería, ese marrón intenso sobre canela claro.

Zac: Está hecho a escala. Hay espacio de sobra para la página web y los teléfonos sin que el nombre quede aprisionado.

Alex: No está mal -asintió con la cabeza, rascándole las orejas a Bobo mientras sonreía a Zac-. No está nada mal.

David: En todo caso, necesito la fuente. Si nos quedamos con esta…

Zac: Nos quedamos con esta.

David: La necesito para el membrete del papel, las tarjetas de empresa, las placas de las habitaciones, los llaveros…

Zac: Vale, calla ya -sacó un disco de la carpeta y se lo dio a David-. Está todo aquí.

July: Perfecto, como el toallero -le pasó el brazo por la cintura a Zac-.

Zac: He hecho uno para la tienda de regalos, he supuesto que ese iría en vertical, colgado de una escuadra, con la impresión a ambos lados.

July: ¡Me encanta! -lo cogió-. Caroline, vamos a ver si Madeline aún sigue ahí. Querrá ver esto. Buen trabajo. -Estrujó a Zac-. Muy bueno.

Alex: Me parece que te voy a invitar a una birra.

Zac: Me parece que sí.

Alex: Te veo allí. Tengo que recoger, que yo no he estado sentado a un escritorio todo el día.

David: ¿Me has dado el tamaño de la…?

Zac: Está todo ahí, David.

David: Ahora lo compruebo. Después de que Alex me invite a una birra.

Alex: ¿Y por qué te voy a invitar yo?

David: Porque te toca.

Alex: Y una mierda…

Lo discutieron por el camino.




De este capítulo me encantó lo educativo que es Zac con los niños: "lápidas para los superhéroes" 😆
Y lo buena amiga que es Vanessa: "te prometo que no echaré otro polvo" 😆


jueves, 23 de mayo de 2019

Capítulo 13


Vanessa entró de mala gana en la librería agotada, irritable y ansiando diez minutos de tranquilidad. Se concedió un instante de ineludible autocompasión.

Era la dueña de la puñetera tienda, ¿no? Tendría que poder tomarse un día libre, salir a divertirse un rato haciendo… no se le ocurría nada.

Porque no estaba de humor para diversiones. Estaba de humor para estar sola, gozosamente sola en una habitación silenciosa, mirando al infinito un par de horas.

Miley: ¡Buenos días! -estaba sentada, feliz, al ordenador. Su sonrisa amplia y luminosa le produjo a Vanessa un dolor de cabeza instantáneo-. ¿Qué tal todo?

Ness: Como sería de esperar después de llevar a rastras a tres niños al dentista, oírlos reñir y lloriquear todo el camino, a la ida y a la vuelta. Seguían haciéndolo cuando los he soltado en el colegio. No me extrañaría que sus profesores me mandaran una orden de arresto.

La sonrisa de Miley se transformó en cara de pena.

Miley: No es buena forma de empezar el día.

Ness: Ni para ellos ni para mí -soltó el bolso y el maletín en la escalera. Como lo de pasarse el día en silencio mirando al infinito no iba a poder ser, al menos necesitaba un café antes de ponerse a trabajar. Y la verdad, trabajar le apetecía aún menos que aguantar las riñas de tres críos-. Voy a enfurruñarme un rato arriba -dijo, sirviéndose el café-. E intentaré no pensar en que la semana que viene tienen revisión con el pediatra. Tal vez me largue de casa.

Miley: Trabajas demasiado.

Ness: No estoy de humor para disentir. Ni para recordarme que dentistas y pediatras exigen el pago de sus servicios.

Miley: Siento decirte que tienes tres mensajes.

Ness: ¿Tres? -Eso pedía un chorro de caramelo en el café-. Si hace media hora que hemos abierto.

Miley: Lo siento. Eh… además, tenemos una especie de escape en el baño del almacén. Lo siento mucho, de verdad.

Factura del fontanero en potencia. No había caramelo que aliviara ese dolor.

Ness: Oh, bien.

Miley: Igual te estás quitando toda la porquería de en medio de golpe.

Ness: Cuanta más quito, más sale. Como lo de los panes y los peces. Así que más vale que me ponga a ello.

Miley agitó el taco amarillo de los mensajes y sonrió expectante.

Ness: Me encargaré de esto primero. Estaré arriba por si me necesitas y aunque espero que no durante la próxima hora. -Alargó la mano para coger los mensajes y se vio de pronto en medio de un pequeño tira y afloja-. Lo necesito para devolver las llamadas.

Miley: Ya, pero…

Revolviéndose nerviosa en la silla, Miley empezó a tirar del taco, ladeando la cabeza bruscamente.

Ness: Miley, por Dios. ¿Qué te pasa? Te prohíbo que tomes más cafeína hasta… ¡Oh! ¡Oh, Dios mío!

Vanessa soltó el taco para cogerle la mano a Miley. En la que lucía un bonito y resplandeciente anillo de compromiso.

Miley: ¡Me caso!

Ness: Ya lo veo. Oh, Miley, qué anillo tan bonito.

Miley: ¿Verdad? No puedo parar de mirarlo. Me encanta. ¡Me encanta! Pensé que no ibas a verlo nunca.

Ness: Me cegaban la autocompasión y las cosas de la fontanería. ¿Cuándo ha sido?

Miley: Will me lo pidió anoche. Había estado tan raro durante esta última semana que me preocupaba que quisiera cortar.

Ness: Si está loco por ti, Miley. Obviamente -añadió volviéndole la mano a Miley para estudiar el anillo desde otro ángulo-.

Miley: Sí, pero, como había estado tan raro… Entonces anoche, lo encontré muy serio y me dijo que teníamos que ir a dar un paseo por el parque. No sabía qué pasaba.

Ness: Me alegro muchísimo por ti -soltó el café para poder abrazarla-. ¿No tenías ni idea?

Miley: Cero. Es decir, llevamos juntos dos años y la posibilidad estaba en el aire, claro. Pero no me lo esperaba. -En sus ojos pardos brillaron lágrimas de felicidad-. Se puso de rodillas, Vanessa, allí en el quiosco de música de Shafer Park.

Ness: ¿En serio? Uau, Miley.

Miley: ¡Lo sé! ¿Quién lo habría pensado? Lo quiero tanto, y me iba a cabrear mucho que quisiera romper conmigo. ¡Y ahora mira! -Agitó la mano en el aire de nuevo-. Nos vamos a casar. Casi reviento esperando a que llegaras para poder enseñártelo.

Ness: Déjame verlo otra vez.

Encantada de complacerla, Miley le tendió la mano.

Miley: Lo ha elegido él mismo.

Ness: Es precioso. Perfecto. ¿Cuándo os…? -Sonó la puerta y entraron dos clientes-. Luego seguimos hablando.

Aún tardó media hora en subir, organizarse e instalarse. Devueltas las llamadas, se acordó del escape y bajó corriendo a echarle un vistazo.

Estaba acuclillada en el baño, con un cubo bajo la gotera, cuando entró Ashley.

Ash: Te he mandado tropecientosmil mensajes esta mañana.

Ness: Dentista, trauma, compromiso, trabajo. Y ahora fontanería. Dios, qué día, y aún no son ni las doce.

Ash: Miley me ha contado lo suyo con Will… y le salían arcos iris luminosos de los ojos. Ah, y es casi la una.

Ness: No puede ser.

Ash: Es, y solo tengo un minuto. Brittany está aquí.

Ness: ¿Qué? ¿Cuándo?

Ash: Ha llegado hacia las once, algo que sabrías si miraras el móvil. Un par de tíos de los que trabajan en el hotel le han subido los muebles que se ha traído. ¡Ya está aquí!

Ness: ¿Necesita ayuda con el resto de las cosas?

Ash: Todavía no he podido hablar con ella. Quiero acercarme, ayudarla a instalarse, deshacer el equipaje y todo eso cuando pase el jaleo de la comida. ¿Puedes venirte?

Ness: Pues… -Ya era la una de la tarde-. A ver si Mazie puede quedarse un rato con los niños después del colegio.

Ash: Si ella no puede, seguro que Zac sí. Salvo que aún sigáis con vuestra riña de tortolitos.

Ness: ¿Riña de tortolitos?

Ash: Eso me han dicho. Que hace un par de noches estuvisteis en mi restaurante, discutiendo.

Ness: No estábamos discutiendo. Por Dios. -Aunque Zac no tuviera razón-. Pero no le voy a pedir a Zac que me cuide a los críos después de trabajar todo el día.

Ash: Sí, bueno. Intenta venir, aunque no puedas quedarte mucho. A fin de cuentas, es una extraña en tierra extraña.

Ness: Ya se me ocurrirá algo.

Ash: Guay -estudió la gotera que golpeteaba musical el fondo del cubo-. Deberías pedirle a Zac que te arregle ese escape.

Vanessa miró ceñuda a Ashley, cuyo color de pelo se aproximaba ya más al granate con gruesas mechas doradas.

Ness: ¿Qué pasa, que ahora es mi manitas particular?

Ash: Oye, una de las ventajas de acostarte con un manitas al que le gustan tus hijos es que puedes tirar de él cuando lo precises. Tengo que irme. Te veo en el piso de Brittany.

Ella no iba a «tirar de Zac». Llevaba seis años apañándoselas sin la ayuda de ningún hombre, manitas o no. Que hubiera empezado a salir con Zac no significaba que de pronto se hubiera vuelto inútil.

Molesta, corrió arriba, donde guardaba un juego básico de herramientas. No tenía más que coger una llave inglesa y apretar la junta. Eso lo hacía cualquiera.

Ness: Voy a arreglar la gotera -le dijo a Miley al volver a bajar-. Si me llaman, coge el recado. No tardaré mucho.

Miley: ¿Estás segura? Puedo llamar y nos mandarán a alguien de la obra.

Ness: Te voy a regalar tu propio juego de herramientas por tu compromiso.

Miley: Prefiero un picardías.

Ness: Herramientas. -Agitó las que llevaba-. No siempre tienes un hombre cerca. Las mujeres tenemos que saber hacer pequeñas reparaciones domésticas.

Miley: Si tú lo dices.

Ness: Lo digo.

Más decidida que antes, se dirigió al baño. Se sentó en el suelo, y abrió el estuche. No era la primera vez que arreglaba una tubería, una puerta que chirriaba, un cajón que se atascaba. Había hecho frente a la máxima frustración de todo progenitor: los juguetes que necesitaban montaje. Estando casada, como pasaba tanto tiempo sola, había tenido que aprender a hacer lo que se terciara. Luego, había seguido aprendiendo.

No podía permitirse llamar al fontanero cada vez que tuviera alguna gotera. Como mucho, llamaba a su padre cuando se le atascaban los desagües o el cortacésped empezaba a renquear -que ya lo hacía- o se le presentaba algún otro problemilla.

Podía perfectamente arreglar una gotera sin la ayuda de ningún profesional. Cogió la llave inglesa y se puso manos a la obra.

En cuestión de diez frustrantes minutos, la gotera se convirtió en un chorro lento pero constante de agua.

Pero daba igual, no pasaba nada. Sabía dónde había metido la pata. Solo tenía…

Zac: ¿Tienes licencia para eso?

Colorada y esforzándose por no ponerse furiosa, miró a Zac.

Ness: Ya casi lo tengo.

Zac: Déjame echar un vistazo.

Ness: Ya casi lo tengo -repitió-.

Zac se agachó sin más y le quitó la llave inglesa de la mano.

Zac: Parece que necesitas una junta nueva. Probablemente tenga algo que te valga en el camión. Voy a tener que cortar el agua unos minutos.

Ness: Sé cortar el agua yo sola.

Zac: Vale, pues hazlo mientras yo voy a por la junta.

Se irguió y la ayudó a ponerse de pie.

No se había afeitado esa mañana, observó ella, y necesitaba un corte de pelo. Y olía a serrín. Todo eso junto le sonó a sonrisita de macho déjame-a-mí-preciosa.

Ness: ¿Te ha llamado Miley?

Zac: No. ¿Por qué?

Vanessa negó con la cabeza y salió a cortar el agua.

Así que necesitaba una junta nueva, se dijo mientras lo veía hacer el arreglo de forma rápida y competente. Habría terminado averiguándolo, y sabía dónde comprar la puñetera junta de la puñetera tubería.

Zac: Bueno, yo creo que ya está. Voy a dar el agua otra vez a ver si…

Ness: Ya la doy yo.

Al verla dar media vuelta y salir airada, Zac arqueó las cejas.

Dejó correr el agua del lavabo, comprobó las tuberías y guardó las herramientas de Vanessa.

Zac: Esto me lo cobro. -Con desenfado, le alzó la cara por la barbilla y la besó-. Pagado. ¿Por qué no me has llamado?

Ness: Porque lo estaba arreglando yo.

Zac estudió su rostro, sus intensos ojos marrones perplejos y pacientes.

Zac: ¿Estás cabreada conmigo o con la tubería?

Ness: Estoy… -Prefirió poner freno a la nueva diatriba que le nacía en la garganta. No era culpa de Zac-. He tenido un día horrible, eso es todo. Agradezco la ayuda.

Zac: Encantado. Por cierto, puedo quedarme con los niños después del colegio para que le eches una mano a Brittany con la mudanza.

Ness: ¿Qué pasa, acaso tenemos escuchas en la tienda? -inquirió-. ¿O es que hay un interfono de largo alcance entre mi librería y el hotel?

Zac: Que yo sepa, no, pero he visto a Ashley cuando he ido a Vesta a por un panini para almorzar.

Ness: Le he dicho que iba a llamar a Mazie.

Zac: Y ahora tengo que volver a preguntarte si estás cabreada conmigo.

Ness: No, ¿por qué iba a estarlo? -Pero lo dijo furibunda, porque sí lo estaba, aunque ignoraba por qué-. No quiero que creas que te tengo fichado como chapuzas, canguro o lo que surja. Sé cómo arreglar estas cosas. Llevo años haciéndolo.

Zac: No lo pongo en duda -le dijo con frialdad, mirándola-. ¿Hay alguna razón por la que no puedas aceptar ayuda si se te ofrece, o es solo la que te ofrezco yo?

Ness: No. Sí. Ay… -Se apretó los ojos con los dedos-. Dios, qué porquería de día, empezando por la visita al dentista con los tres niños.

Zac: ¿Caries?

Ness: No, habría sido aún peor. Perfecto, seguro que a los chicos les encantará verte, si estás seguro de que tienes tiempo.

Zac: Puedo hacerme un hueco en mi apretada agenda.

Ness: Eh… los recogeré yo y empezaremos a hacer los deberes. Les he prometido que les prepararía unos tacos si se portaban bien en el dentista, y aunque no ha sido así, lo pasaré por alto porque son fáciles y rápidos de preparar.

Zac: ¿Qué tal si voy hacia las cuatro? ¿Te parece bien así?

Ness: Sí, gracias.

Zac: Pues luego nos vemos.

Ness: Zac… Siento haber sido tan borde contigo. Te agradezco de verdad que me hayas arreglado el escape.

Zac: No pasa nada. -Se dispuso a salir, y luego se detuvo-. Sabes qué, Vanessa, el hecho de que sepas hacerlo todo no significa que tengas que hacerlo.

Puede que no, se dijo ella. Pero no quería olvidarse de cómo se hacía.


Alex vio a Zac recoger sus cosas. Sabía que su hermano no estaba de buen humor y decidió indagar y llegar al fondo del asunto.

Alex: Oye, no nos vendría mal que nos echaras una mano en el taller.

Zac: Se requieren mis servicios en otra parte.

Alex: De niñera. Te tiene pillado por los huevos, hermano.

Zac le hizo un gesto obsceno con el dedo.

Alex: Supongo que tienes que hacer méritos si quieres camelártela después de la pelotera que tuvisteis en Vesta.

Zac: ¿Qué pelotera? -Lo miró, ceñudo-. No tuvimos ninguna pelotera.

Alex: No es eso lo que me han contado.

Zac: Fue una «conversación». Si la gente no distingue… ¡Mierda! -Dio una patada a una de las ruedas delanteras del camión-. Tal vez es ella la que no distingue. ¿Qué sé yo?

Alex: Tu primer error es intentar entenderla. Nadie entiende a las mujeres.

Zac: Le pasa algo. Casi me arranca la cabeza por arreglarle una gotera en el baño de PLP. Es por Lizzy, es eso.

Alex: ¿Vanessa piensa que se la pegas con tu fantasma?

Zac: No es mi fantasma. Vanessa se asustó la otra noche cuando les estuve enseñando a ella y a los niños el hotel, y Christopher vio a Lizzy.

Alex: Vaya, ¿ya has conseguido que el niño comparta tus delirios?

Zac: No es delirio, y lo sabes de sobra. -Le hizo a Bobo un gesto de pulgar arriba, al verlo hacer pis en el neumático que él acababa de patear-. Si no, ¿por qué tu perro se sube a esa habitación y se queda ahí todo el día?

Alex: Es un perro, Zac. Tampoco pretendo entenderlo a él. -Pero debía reconocer que aquello era interesante-. El crío dijo que la vio.

Zac: Y la vio. Yo nunca les había hablado de ella a los niños. -Le contó a Alex el incidente-. Entonces Vanessa se puso nerviosa y se cabreó. Por lo visto, sigue así.

Alex: Se le pasará. Llévale flores o algo.

Zac: No tengo tiempo de comprar flores. Además -pateó el neumático otra vez-, yo no he hecho nada.

Alex: Sí, eso es importante -meneó la cabeza compasivo. Cuando Zac se metió en el camión, se asomó por la ventanilla-. Siempre creerá que has hecho algo, así que lo mejor es que la confundas con flores. Así es más fácil que termines pillando.

Zac: Eres un cabronazo.

Alex: Soy realista, hijo. Ve a hacer de niñera, a lo mejor eso equivale a las flores para una mujer como Vanessa.

A lo mejor, pensó mientras se alejaba. Pero él no se quedaba con los niños porque hubiera hecho algo. Solo le echaba una mano.

Le gustaba echarle una mano. Quería echarle una mano. Tarde o temprano Vanessa tendría que acostumbrarse.

Cuando llegó a la casa, los niños se volvieron locos. Le subió el ego y el ánimo al verlos revolotear a su alrededor, disputándose su atención, asaltándolo con preguntas y suplicándole que jugara con ellos.

Ness: Tranquilizaos un poco -ordenó, luego le puso una mano en el hombro a Luke mientras se volvía hacia Zac-. Hay que terminar unos ejercicios de mates.

Zac: ¿De mates? Mira, lo que mejor se me da.

Luke: Llevamos una eternidad con los deberes -protestó-.

Ness: Desde luego lo parece. Solo nos queda esta ficha y ya eres libre.

Zac: Vete ya. Esto ya lo hacemos nosotros.

Ness: Oh, pero…

Zac: Aquí no tenemos tiempo para las mujeres.

Christopher: ¡Noche de tíos! -apretó sus pequeños bíceps como Zac le había enseñado a hacerlo-.

Ness: ¡Hora y media de tíos! -lo corrigió, luego miró la bolsa que Zac dejaba sobre la encimera-.

Zac: Eso no es asunto tuyo. Son cosas de hombres.

Volvió a cogerla enseguida, le dio un beso suave que hizo que Liam fingiera arcadas mientras Luke miraba la ficha y Christopher intentaba trepar por la pierna de Zac como un mono.

Ness: Estupendo -se quedó mirando a Luke, después le acarició el pelo-. No le hagas tú las operaciones. Y vosotros estad calladitos para que vuestro hermano pueda terminar. Luego jugáis todos juntos. No vendré muy tarde.

Zac: Pásalo bien -se sentó a la mesa-. A ver qué tenemos aquí…

Vanessa volvió a mirar a Luke, luego los dejó.

Luke: Hay que hacer las sumas de tres números y luego escribir aquí el resultado. No entiendo por qué ponen tantas.

Zac: Vas bien.

Liam: ¿Nos das lo de la bolsa ahora? ¿Son galletas?

Zac: No y no. A la sala de juegos, los dos. Quiero que separéis todos los muñecos de acción en buenos y malos, y que forméis equipos con ellos.

Christopher: ¿Para qué?

Zac le apretó la tripita a Christopher con un dedo.

Zac: Para la guerra.

La perspectiva de la guerra los hizo salir escopeteados entre alaridos atronadores.

Zac: A ver, cincuenta más ocho más doscientos.

No tardaron mucho y descubrió que, más que ayuda, lo que Luke necesitaba era alguien que lo tuviera centrado.

Liam: Toma. Te has cargado a ese pringado.

A juzgar por los gritos procedentes de la sala de juegos, habían empezado la guerra sin él. Cogió la bolsa y la llevó a la mesa.

Zac: Y por los deberes de matemáticas, completados con honores, un regalo oportuno. -Sacó la cinta métrica-. Está es de verdad, no de juguete. Una de las mías. Habrá montones de cosas que medir por aquí.

Luke tiró de la cinta, la soltó y esta se enroscó de nuevo.

Zac: Si quieres que se quede fuera, aprietas aquí y se fija. Para soltarla, aprietas otra vez.

Sin decir nada, Luke lo probó unas cuantas veces. Luego miró a Zac.

Luke: ¿Por qué me regalas esto?

Zac: Cuando estuvimos en el hotel, me pareció ver que te interesa cómo se fabrican las cosas, y cómo se arreglan, cómo funcionan. Mi padre me regaló una cinta métrica cuando…

Luke: Tú no eres mi padre.

Zac: No -contestó, y se dijo «huy»-. Pero me he acordado de que a mí me la regalaron cuando era niño y he pensado que te gustaría tener una.

Luke: Te he visto besar a mi madre. Y también te he visto hacerlo antes.

Zac: Sí.

Luke dejó la cinta métrica en la mesa y se cruzó de brazos.

Luke: ¿Por qué la besas?

Zac: Porque me gusta. A lo mejor deberías hablarlo con ella.

Luke: Lo estoy hablando contigo.

Zac: Vale, perfecto. -Así que la respuesta, se dijo, también debía serlo-. Me gusta mucho tu madre. Besarla es una forma de demostrárselo.

Luke: ¿Os vais a casar?

¡Uau! ¿Cómo se le explica a un niño de ocho años el largo y peliagudo trecho que separa los besos del matrimonio?

Zac: Nos gustamos, Luke, y nos gusta estar juntos, hacer cosas juntos.

Luke: Miley se va a casar, me lo ha dicho mamá.

Zac: Sí, pero…

Luke: No te puedes casar con ella sin preguntármelo primero. Soy el mayor.

Zac: Vale.

Luke: Ni puedes besarla si ella no quiere.

Zac: Muy bien.

Luke: Me lo tienes que jurar.

Aunque lo dijo con mirada y voz fieras, Zac vio que le temblaba un poco el labio inferior.

Un chico valiente, pensó. Valiente de narices.

Zac: Sabes, yo también perdí a mi padre.

Luke asintió con la cabeza.

Luke: Lo siento.

Zac: Sí, es duro. Los hijos debemos cuidar de nuestras madres. Es nuestro deber. Tú lo haces muy bien, Luke. No besaré a tu madre si ella no quiere. Tampoco le pediré que se case conmigo sin preguntártelo a ti primero. -Le tendió la mano-. Te lo juro.

Luke se quedó mirando la mano un instante, escudriñó el rostro de Zac. Luego se la estrechó.

Zac: ¿Todo arreglado entre tú y yo?

Luke alzó un hombro.

Luke: Supongo. ¿Vienes a jugar con nosotros para poder besar a mamá?

Zac: Bueno, no me viene mal, pero vengo porque es divertido, y me caéis bien. Pero a vosotros no os voy a besar.

El comentario le provocó una carcajada a Luke, que volvió a coger la cinta.

Luke: ¿Has traído una cinta para cada uno?

Zac: No, he traído algo distinto para cada uno.

Luke: ¿Puedo verlo?

Zac: Claro. He traído este pequeño nivel para Christopher. Ves, cuando lo pones encima de una superficie, miras las burbujas del centro. ¿Ves que las burbujas quedan entre esas rayas? Eso es porque la mesa está nivelada. En cambio… -Elevó un extremo del nivel para que las burbujas se ladearan-. ¿Ves?

Luke: Sí. -Fascinado, lo probó-. Flipante.

Zac: Y esto es un destornillador de estrella.

Luke: ¿De qué estrella?

Zac: Buena pregunta. No tengo ni idea. -Tendría que investigarlo-. Lo llaman de estrella porque, ves, tiene esos picos en la punta en vez de ser plano como los otros. Este es lo bastante pequeño para que Liam pueda desatornillar los compartimientos de las pilas de vuestros juguetes cuando haya que cambiarlas.

Luke: Es muy guay.

Zac: Con más herramientas y algunos materiales, podríamos construir algo un día.

El niño se animó de pronto.

Luke: ¿Como qué?

Zac: Ya pensaremos en algo.

Luke: Vale. Me gusta la cinta métrica. Y que sea de verdad y eso. Voy a enseñársela a Liam y a Christopher, y a medir algo.

Zac: Buena idea. Enseguida voy para allá.

Cuando el niño se fue, Zac se quedó un rato sentado. Confiaba en haber manejado correctamente el espinoso asunto. Le daba la impresión de que sí, pero, ufff, se alegraba una barbaridad de que el mal trago hubiera pasado.


Vanessa sorbió el champán que Ashley le había ofrecido y estudió el apartamento de Brittany. Limpio, pensó, práctico, y provisional. Obviamente Brittany pensaba igual, porque había reducido la mudanza a lo esencial.

Britt: He vendido muchas cosas y le he regalado algunas a mi hermana. Mi hermano se ha quedado con la cama. Yo no la quería, y él no tenía ningún reparo en dormir donde yo solía acostarme con Jonathan. -Se encogió de hombros-.

Ash: Mejor para ti. Comenzar de cero, sitio nuevo, todo nuevo.

Britt: He decidido que no voy a comprarme una hasta que me mude al apartamento del otro lado de la calle. De momento, me apañaré con el colchón nuevo.

Ash: Muy inteligente -brindó con ella-. Mira en Bast, al final de Main. Casi todos los muebles del hotel vienen de allí. Y David me dijo que retendrían todo lo que fuera llegando hasta que empiecen a amueblar. Harán lo mismo con lo de la gerente.

Britt: Puede. Echaré un ojo de todas formas -examinó las cajas de mudanza, las paredes y los suelos desnudos-. Ay, Dios, ¿qué he hecho? -Se volvió de pronto, con los ojos como platos, algo desquiciada-. He vendido la mitad de mis cosas, tengo cosas guardadas con las que no sé qué hacer, he dejado una ciudad que me chifla y no volveré a tener un empleo decente en Dios sabe cuánto tiempo. ¿Por qué lo he hecho?

Ness: Lo que pasa es que estás agobiada.

Britt: ¿Agobiada? El agobio ni siquiera se aproxima a mi auténtico estado actual. Esto es una locura. Yo no soy así. Ni siquiera sé dónde estoy.

Ash: En Boonsboro -se volvió hacia la ventana que daba a Main Street-. Has estado aquí decenas de veces. Ves, ahí está mi restaurante.

Britt: Ya sabes a qué me refiero.

Ash: Lo que sé es que estás a punto de ocupar un puesto ideal para ti en un lugar donde tienes amigas. Las mejores amigas posibles, listas y sensuales, guapas y sabias.

Ness: Y modestas y encantadoras -añadió, pero Brittany no rió-.

Britt: ¿Cómo sé yo que es el puesto ideal para mí? Aún no lo he ocupado.

Ashley la achuchó con un solo brazo.

Ash: Sé lo que necesitas.

Britt: Tenéis razón. Sois sabias. Necesito un poco más de champán.

Ash: No… bueno, eso luego. Ahora -se metió la mano en el bolsillo-. David me ha dado la llave. Tu llave del hotel. Vamos a ir ahora para que te acuerdes de por qué estás aquí.

Britt: Aún no he terminado de deshacer el equipaje. A lo mejor no lo hago nunca. Aquí no hay sitio suficiente para toda mi ropa. -Se apretó la cabeza con las manos-. ¿Qué voy a hacer con mi ropa?

Ash: Ya se nos ocurrirá algo. Pero ahora vamos a explorar tus futuros dominios.

Ness: Ashley tiene razón. -Pese a que el hecho de que entraran en el edificio ellas tres solas era algo que inquietaba un poco a Vanessa, puso todo el entusiasmo de que fue capaz-. Has dicho antes que no has pasado por allí desde que llegaste.

Britt: He estado intentando organizarme.

Ash: Luego te ayudo.

Ness: Yo vendré a ayudarte mañana -le prometió-. Al menos un ratito.

Britt: Vale, perfecto. Pues vámonos.

Ness: Seguro que viste la entrada -cogió su chaqueta al salir, bajaron por las escaleras de servicio-.

Britt: Sí, es preciosa. El edificio es estupendo, no os lo discuto. Lo que no entiendo es qué me ha hecho pensar que yo podría llevarlo.

Ash: Que eres lista, tienes conciencia de ti misma, que es lo mismo que ser sabia, en realidad, y esta es la clase de reto con el que disfrutas.

Brittany se quedó mirando a Ashley y resopló mientras cruzaban al otro lado de la calle.

Britt: Bonitas palabras. Se te ha olvidado decir que soy guapa y sexy.

Ash: Cuesta decirlo, Miss Condado de Filadelfia.

Britt: Guapa y sexy siempre hay que decirlo.

Ash: Van a adoquinar ya el suelo -dijo señalándolo-. Tendríais que echar un vistazo a la parte de atrás de la tienda de regalos y veríais lo que han hecho allí. Fabuloso. Toma -le dio la llave a Brittany-. Abre tú.

Allá va, se dijo, introduciendo la llave en la cerradura.


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