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miércoles, 1 de mayo de 2019

Capítulo 6


Ness: Te agradezco que me acerques -le dijo mientras se dirigían al camión-. Sobre todo con lo cansado que pareces.

Zac: No estoy cansado. Solo que he tenido un asco de día.

Ness: ¿Problemas con el hotel?

Zac: Cabreos que han hecho que deseara haber estado dándole al martillo en lugar de hablando por teléfono. Más vale que merezca la pena al final -añadió mirando de reojo el hotel-.

Ness: Verás como sí. Y ahora la tienda de regalos. Qué ilusión.

Zac: Me hará más ilusión dentro de seis meses.

Abrió la puerta del copiloto y quitó del asiento un portapapeles, un cuaderno gordo y una toalla vieja y sucia.

Ness: Más que nada es cuestión de pintura, ¿no? -Zac se volvió y la miró fijamente-. ¿Qué?

Zac: Primero, nunca es solo cuestión de pintura, y menos aún con mamá. Segundo, hueles fenomenal.

Se oyó un claxon. Zac se volvió y vio que uno de sus carpinteros pasaba por delante; lo saludó con la mano. Vanessa se metió corriendo en la cabina.

Zac: ¿Sigue en pie lo del viernes por la noche?

Ness: Aly está libre para cuidar de los niños.

Zac: Bien. -Se quedó allí de pie un minuto, saboreando el que Vanessa fuera sentada en su camión y los dos estuvieran haciendo planes para verse el viernes por la noche-. ¿Te va bien a las siete?

Ness: Sí, a las siete es perfecto.

Zac: Bien. -Cerró la puerta y se dirigió al asiento del conductor, rodeando el vehículo-. Entonces, ¿los chicos están contentos de que empiece el colegio?

Ness: Liam no habla de otra cosa. Christopher está como loco, sobre todo con su fiambrera de los Power Rangers. Y Luke igual, aunque finja lo contrario.

Zac salió del aparcamiento, pilló el semáforo en verde y giró a la izquierda.

Zac: ¿Y tú?

Ness: Ha habido que comprar zapatos, mochilas, fiambreras, pinturas, lápices, cuadernos. El Mad Mall Safari ha terminado ya, y eso es un alivio. Ahora que Christopher estará en el cole a jornada completa, me libraré de un montón de quehaceres infantiles, y eso me facilita mucho la vida.

Zac: Intuyo un pero.

Ness: Pero… mi peque empieza Infantil. Hasta hace nada lo llevaba en una mochila, ahora será él quien lleve una. Luke ya está en el ecuador de Primaria. Parece imposible. Así que el lunes por la mañana los dejaré en el cole y me iré a casa a llorar un buen rato. Y arreglado.

Zac: Siempre he creído que mi madre se ponía a bailar de contenta cuando nos veía enfilar la calle rumbo al autobús escolar.

Ness: El baile viene después de la llantina.

Zac: Ah, ya entiendo.

Zac condujo el vehículo por el camino de gravilla que conducía a la casa de Vanessa y se detuvo detrás del monovolumen de ella.

Ness: No puedo pedirte que te quedes a cenar. Vienen Ashley y Brittany.

Zac: No pasa nada. Mamá va a sobornarnos con una cena en su casa.

Vanessa titubeó y lo miró de reojo.

Ness: Puedes pasar un minuto, a tomarte algo frío.

Zac: Tengo un minuto. -Poniéndolos a prueba a los dos, se inclinó sobre Vanessa para abrir la puerta sin moverse del sitio, mirándola a los ojos, contemplando el destello de dorado sobre marrón-. Me gusta. Acercarme a ti sin tener que fingir que no pretendo acercarme a ti.

Ness: Se me hace raro saber que quieres hacerlo.

Zac: ¿Raro bueno o raro malo?

Ness: Bueno y raro -se bajó-.

En realidad, él no conocía su casa, a pesar de que había estado dentro unas cuantas veces. Vanessa había contratado a Alex para que le hiciera unos trabajos al poco de comprarla, y Zac lo había ayudado.

Cualquier excusa era buena.

Ella había organizado un par de barbacoas en esos años, por lo que había estado en el patio y también en la cocina.

Pero ignoraba cómo funcionaba aquel lugar a diario. Era algo que le interesaba de los edificios y de la gente que vivía o trabajaba en ellos. Y sobre todo de Vanessa.

Tenía flores plantadas a la entrada, un surtido bonito y bien cuidado aquejado de lo que su madre llamaba los rigores de final del verano. Su césped diminuto necesitaba que alguien lo cortara.

Habría de ayudarla con eso.

Había pintado la puerta de un azul intenso, y tenía una aldaba de bronce de nudo celta en el centro.

La abrió y entraron directamente al salón, con un sofá pequeño de franjas azules y verdes y un par de sillas también de color verde. Se veían los restos de una colisión múltiple de cochecitos Matchbox esparcidos por el suelo de madera noble.

Las librerías que él mismo había ayudado a construir ocupaban una pared entera. Le complació ver que hacía buen uso de ellas abarrotándolas de libros, fotos familiares y cachivaches varios.

Ness: Vamos a la cocina.

Zac se detuvo a la puerta de una habitación pequeña con las paredes forradas de mapas y pósters. En cubos de colores vivos había juguetes, los que no estaban tirados por el suelo. Estudió los puf de tamaño infantil, las mesitas y el caos que originaban tres niños pequeños.

Zac: Qué bonito.

Ness: Así tienen un sitio para ellos, y me dejan sitio a mí.

Ella siguió hacia el fondo, pasó por el aseo oculto en el hueco de la escalera y entró en la cocina comedor.

Electrodomésticos blancos y mobiliario de roble oscuro. Fruta fresca de verano en un cuenco de madera sobre el pequeño trozo de encimera entre la cocina y el frigorífico, decorado con dibujos de los niños y un calendario planificador mensual. Cuatro sillas alrededor de la mesa de madera cuadrada.

Ness: Los niños deben de estar en el patio. Dame un segundo. -Se acercó a la puerta y los llamó por la mosquitera-. ¡Hola, chicos!

Oyó gritos y chillidos y, desde donde estaba, Zac vio iluminarse su rostro.

Aly: ¡Vanessa! ¿Por qué no me has llamado para que fuera a buscarte?

Ness: Me han traído. Tranquila.

Sintió un arrastrar de silla, luego vio a Aly Ridenour acercarse a la puerta.

Ridenour le había dado álgebra en su primer año de instituto y cálculo en el último. Como entonces, llevaba gafas plateadas al borde de la nariz y el pelo -ahora platino- peinado hacia atrás y recogido en un práctico moño.

Aly: Vaya, Zac Efron. No sabía que llevaras un servicio de taxis.

Zac: A donde quiera, señora Ridenour. Para usted no corre el taxímetro.

Abrió la mosquitera y los críos entraron deprisa a contarle a Vanessa sus aventuras del día, a asaltarla con preguntas, súplicas, protestas.

Aly los rodeó por detrás y le dio un empellón a Zac en el hombro.

Aly: ¿Para cuándo estará terminado ese hotel?

Zac: Aún tardará un poco, pero, en cuanto esté, se lo enseñaré en exclusiva.

Aly: Más te vale.

Zac: ¿Necesita ayuda con el coche?

Aly: No, mi marido ha conseguido que se lo cojan en el taller. ¿Qué tal tu madre?

Zac: Liada, y liándonos a nosotros.

Aly: Como debe ser. Quién quiere una panda de vagos en casa. Vanessa, me voy ya.

Zac: La llevo a casa, señora Ridenour.

Aly: Estoy a dos manzanas de aquí, Zac. ¿Me ves impedida?

Zac: No, señora.

Aly: Niños -dijo con su antigua voz de profesora, y los tres enmudecieron-, dadle un respiro a vuestra madre. Quiero que me contéis con detalle vuestro primer día de colegio la próxima vez que nos veamos. Ah, Liam: recoge esos coches del salón.

Liam: Pero si ha sido Christopher…

Aly: Tú los has sacado, tú los recoges. -Le guiñó un ojo a Vanessa-. Yo me voy.

Ness: Gracias, Aly.

Aly: Ah, les he prometido leche con galletas si no se peleaban durante media hora. Lo han conseguido.

Ness: Pues leche con galletas les voy a dar.

Aly: ¿Tú te has peleado hoy con tus hermanos? -le preguntó a Zac-.

Zac: En la última media hora, no.

Soltó una carcajada mientras se iba. Christopher le tiró de la mano a Zac.

Christopher: ¿Quieres ver mis Power Rangers?

Zac: ¿Tienes el Ranger rojo de la saga Mystic Force?

Christopher abrió mucho los ojos. Asintió enérgicamente con la cabeza y salió corriendo de la habitación.

Ness: Lávate las manos -le gritó-. Ya la has liado -le susurró a Zac-. A lavaros si queréis galletas -les dijo a los otros-.

Y las querían, porque salieron escopeteados.

Ness: Los Power Rangers son la obsesión de Christopher. Tiene figuras de acción, DVD, pijamas, camisetas, disfraces, vehículos. En abril le organizamos una fiesta de cumpleaños temática, de los Power Rangers.

Zac: Yo los veía en la tele. Tenía unos doce años, supongo, así que decía que eran una horterada. Pero me los tragaba. -Mientras hablaba, la vio sacar unos platitos del armario y ponerlos en la mesa. De los Power Rangers, Spiderman y Lobezno-. ¿Cuál es el mío?

Ness: ¿Perdona?

Zac: ¿A mí no me toca leche con galletas en un plato de superhéroe?

Ness: Ah, claro.

Visiblemente sorprendida, volvió al armario y sacó otro plato. De Han Solo.

Zac: Perfecto. Me disfracé de Han Solo en Halloween.

Ness: ¿Con cuántos años?

Zac: Veintisiete.

Le encantaba su risa, y cuando llevó a la mesa el plato y cuatro tazas de plástico de colores vivos, le cogió la mano.

Zac: Vanessa…

Christopher: Los tengo todos. -Entró cargado con una cesta de plástico blanca repleta de figuras de acción-. Ves, tenemos los Mighty Morphin y los Jungle Fury, y mira, hasta tengo el Power Ranger rosa, aunque sea una chica.

Zac se puso en cuclillas y sacó uno de los Rangers verdes.

Zac: Oye, campeón, tienes una colección alucinante.

Christopher, con los ojos como platos y una seriedad pasmosa, asintió con la cabeza.

Christopher: Lo sé.


Zac se quedó casi una hora. Vanessa lo habría besado solo por lo bien que lo habían pasado los niños gracias a él. En ningún momento había parecido cansado o molesto de una conversación dominada por los superhéroes, sus poderes, sus aliados, sus enemigos.

Pero no lo besó.

Claro que él tampoco la había besado a ella, se dijo mientras metía en el horno unas patatas a trozos cubiertas de aceite de oliva y hierbas para asarlas. Habría resultado violento con tres niños colgados de él todo el rato.

Puso la tabla de cortar sobre el fregadero -el mejor sitio para ver a los niños, que habían vuelto a salir a jugar en el pequeño parque infantil de jardín que sus padres les habían regalado- y picó ajo para marinar el pollo.

Les había encantado tener un hombre con quien jugar.

Tenían a su padre, claro, y al de Cody cuando iba a visitarlos, y a Joe, el marido de Aly.

Pero, en realidad, no tenían a nadie, digamos, de la edad de su papá.

Así que había sido una hora fantástica.

Ahora iba retrasada con la cena, pero daba igual. Comerían un poco más tarde de lo previsto. Con la noche tan buena que hacía, podían cenar en el porche, luego los críos podían volver a salir al patio un rato antes de irse a la cama.

Mezcló los ingredientes, vertió el adobo en las pechugas de pollo, tapó el cuenco y lo apartó.

Vanessa disfrutaba desde el jardincito de su cocina de las voces de sus hijos que le traía la brisa cálida, del ladrido del perro del vecino y el aroma del horno. Lo que le recordó que debía desherbarlo y segarlo un poco durante el fin de semana.

Y la colada, se dijo; la había dejado pasar porque la noche anterior se habían quedado en Vesta hasta muy tarde.

Cuando había besado a Zac entre las sombras del hotel.

Qué boba era obsesionándose con eso, se dijo. Había besado a otros hombres desde la muerte de Cody.

Bueno, que pudieran llamarse «hombres» solo dos. El hijo de la vecina de su madre, un contable encantador que vivía y trabajaba en Brunswick. Tres citas, dos besos bastante agradables. Y nada de interés ni química por ninguna de las dos partes.

Y el amigo de tía Miley, abogado inmobiliario de Hagerstown. Un tío guapísimo, recordó. Interesante, pero resentido con su reciente divorcio y su ex. Cita, beso tenso de buenas noches. Hasta le había enviado flores, acompañadas de una disculpa por haberse pasado la velada hablando de su ex.

¿Cuánto hacía de eso?, pensó. Calculó distraída mientras pelaba zanahorias. Luke se había caído del triciclo y se había partido una de las palas de leche la mañana del día en que ella había salido a cenar con el contable, así que tenía cinco años.

Dios, más de tres años, observó. Y había salido con el abogado un día después de pasar a Christopher de la cuna a la cama, de modo que tenía tres. Hacía unos dos de eso.

¿Qué resultaba más revelador: que midiera el tiempo por los pequeños sucesos de la vida de sus hijos o que llevara dos años sin pensar en salir con nadie?

Supuso que era lo mismo lo uno que lo otro.

El pollo se hacía a fuego lento en vino y hierbas cuando oyó la puerta principal y el saludo de Ashley.

Ash: ¡Traemos regalos!

Ness: ¡Aquí, al fondo! -echó un último vistazo por la ventana antes de salir corriendo hacia la entrada de la casa-. Brittany. -Envolvió a la mujer en un abrazo-. Estás impresionante.

Era cierto, como siempre. Irradiaba elegancia con un falda informal de verano y su top de volantes color rojo guindilla.

Britt: Qué alegría verte -le devolvió el abrazo con un apretón adicional-. Cuánto tiempo. Dios, huele de maravilla.

Ness: La cena, que lleva un poco de retraso. Oh, girasoles.

Britt: No he podido resistirme.

Ness: Me encantan. Venid dentro.

Britt: ¿Y mis hombrecillos? -agitó las tres bolsas de regalo que llevaba-.

Ness: No tenías por qué traerles nada.

Britt: A mí me divierte tanto como a ellos.

Ash: Oye, yo he traído el vino -le dio una palmada a la bolsa que le colgaba del brazo-. Que también me divierte. Lo abrimos y que empiece la fiesta.

Brittany se fue directa a la parte de atrás, riendo al tiempo que los niños salían en estampida hacia ella, y los regalos. Vanessa miró por la mosquitera mientras Ashley abría el vino.

Los críos la adoraban, pensó, con o sin regalos. Y en serio estaba impresionante. Un aire sensual y una voz aterciopelada, el pelo rubio cortísimo con las puntas disparadas, perfecto para sus pómulos afilados, y esos ojos de largas pestañas y mirada ardiente.

El cuerpo que Vanessa sabía que entrenaba vigorosamente a diario lograba parecer a un tiempo atlético e intensamente femenino.

Ness: Dios, qué guapa es.

Ash: Lo sé. Sería facilísimo odiarla -le pasó a Vanessa una copa de vino-. Pero nosotras estamos por encima de eso. La queremos igual, a pesar de su belleza. Debemos convencerla para que acepte ese empleo.

Ness: ¿Y si decide que no le interesa…?

Ash: Tengo una corazonada -se señaló el vientre-. La de los Tisdale. Nadie se atreve a ignorar la corazonada de los Tisdale. No es feliz en D. C.

Ness: No sé por qué no me extraña -le susurró calentándose al pensar de nuevo en el desgraciado del ex de Brittany-.

Ash: Algo ha dicho de volver a Filadelfia, o probar en Chicago, y sé… Vanessa, sé que no es eso lo que debería hacer. Debería estar aquí, con nosotras.

Ness: Yo puedo ayudar algo haciendo propaganda del hotel, y de los Efron. Pero, al final, va a ser ella quien decida. -Le pasó el brazo por la cintura a Ashley-. En cualquier caso, estoy encantada de teneros a las dos conmigo, eso seguro.

Encantadísima, pensó Vanessa durante la cena mientras disfrutaban de la comida que había preparado y los girasoles resplandecían en la cabecera de la mesa.

Dejó que los críos quemaran la cena y la excitación hasta que anocheció.

Ness: Voy a acostar a las fieras.

Ash: ¿Te ayudamos a amarrarlos?

Ness: No, ya me apaño.

Ash: Mejor así, porque después de la comida, el helado y las fresas frescas, no sé si voy a poder moverme.

Los llamó para que entraran, con los gimoteos y las protestas que esperaba.

Ness: Hemos hecho un trato -les recordó-. Dad las buenas noches.

Obedecieron, la cabeza gacha y arrastrando los pies, como un trío de condenados a trabajos forzados.

Cuando volvió, sus amigas ya habían recogido la mesa.

Ness: Os diría que no teníais por qué hacerlo, pero me alegra que lo hayáis hecho. -Se dejó caer de nuevo en la silla y cogió el vino que Ashley remató-. Ay, qué bien. Sería estupendo que pudiéramos hacer esto siempre que quisiéramos.

Britt: Ashley lleva dándome la vara con ese hotelito rural desde que llegué.

Ness: Vale, entonces ahora me toca a mí. -Preparada, se irguió y se inclinó hacia delante-. Es más que eso. Yo creo que tendrá esa clase de atractivo y encanto, pero con el estilazo de un hotel boutique. He visto algunas zonas, me he hecho una idea de la distribución, he hojeado las fichas y las fotos de los muebles y los accesorios. Todavía estoy deslumbrada.

Britt: Vivir donde trabajas tiene sus pros y sus contras -alzó los hombros-.

Ness: Venga ya, Brittany, si casi vivías en el Wickham.

Britt: Puede. -Incapaz de negar ese dato, suspiró-. El Capullo y la señorita Tetas se han prometido oficialmente.

Ash: Son tal para cual -masculló-.

Britt: Huy, sí. Bueno, la semana pasada se plantó como si nada en mi despacho, para hablar de la boda, porque como van a celebrarla en el hotel…

Ash: Zorra.

Britt: Otro «huy, sí» -brindó con Ashley-. Ayer, va y me llama a su despacho el superjefe. Quería hablar de mi contrato porque estaba a punto de terminar. Me ofreció un aumento de sueldo, que rechacé con la excusa de que pensaba presentar mi dimisión. Se quedó de piedra, en serio.

Ness: ¿De verdad creía que ibas a quedarte allí después de cómo te ha tratado su hijo?

Britt: Por lo visto. Al ver que no bromeaba, me dobló el sueldo. -Con una ceja arqueada, levantó de nuevo la copa para brindar-. Dobló la oferta sin pestañear. Eso me produjo una enorme satisfacción. Casi tanto como decirle «gracias, pero no». Conseguí cabrearlo, lo bastante para que me eximiera del resto del contrato.

Ness: ¿Te ha despedido?

Britt: No, no me ha despedido. -Rió ante la indignación de Vanessa-. Solo acordamos que, dado que, de todas formas, iba a marcharme en cuestión de semanas, podía dejar las oficinas de inmediato. Así que se acabó.

Ness: ¿Estás bien? -se inclinó y le apretó la mano-.

Britt: Sí, estoy bien. En serio. Tengo una entrevista en Chicago la próxima semana, otra pendiente en Filadelfia y otra más en Connecticut.

Ness: Quédate con nosotras.

Brittany le apretó también la mano a Vanessa.

Britt: No lo descarto del todo, si no, no habría venido. Me tiene intrigada, lo admito, lo que está haciendo esta gente. Quiero verlo, sentirlo. El estar tan cerca de vosotras es un gran aliciente, pero el puesto tiene que venirme bien.

Ash: Tanto como uno de tus trajes Akris. Tú no te fíes de mí -se encogió de hombros, se recostó en la silla como si nada, y esbozó una sonrisa de satisfacción-. Ya lo verás por ti misma.

Britt: Me gusta el sitio, o al menos siempre me ha gustado pasar uno o dos días aquí cuando vengo de visita. Así que, habladme de los Efron. Ashley me ha contado un poco por encima. La madre, tres hijos. Perdieron al padre, que empezó el negocio de la construcción hace unos diez años. Poseen varias fincas en el pueblo y alrededores.

Ness: Salvaron el hotel. Se rumoreaba que lo iban a demoler, de lo mal que estaba. Habría sido un crimen.

Britt: Recuerdo cómo estaba las últimas veces que vine. Recuperarlo no debe de haber sido fácil.

Ness: Tienen buen ojo, y talento. Los tres son unos carpinteros increíbles, y estupendos ebanistas. Me hicieron este porche.

Ash: Alex, el mayor, es el responsable de este proyecto. David se encarga de los detalles, de los cálculos, de las llamadas, asiste a las reuniones. A casi todas. Zac es arquitecto. Vanessa te contará más cosas de él, que lo tiene tontito.

Britt: ¡Vaya! -exclamó con la ceja de nuevo arqueada-. ¿En serio?

Ash: En serio -dijo antes de que Vanessa pudiera pronunciarse-. Se dieron un besazo de los buenos en los oscuros pasillos encantados del hotel.

Britt: ¿En serio? Un momento, ¿has dicho «encantados»? No, no, vamos por partes -agitó las manos en el aire como si borrara una pizarra-. A ver, cuéntamelo todo de Zac Efron. Lo conocí brevemente en tu local, Ashley, pero lo único que recuerdo es que está como un queso.

Ash: En efecto, como un queso, pero Vanessa te dará más detalles, por lo del besazo.

Ness: No debería haberte contado lo de anoche -le dijo a Ashley-.

Ash: Ya ves. Es guapísimo… los tres lo son. Tiene su despacho-apartamento encima del restaurante.

Britt. Ah, cierto, cierto. Ahora me acuerdo. Conocí a David ahí lo justo para saludarte. Dos de los tres, por lo menos, están como un queso.

Ash: Alex sigue la tradición. A lo que íbamos, Zac -sonrió a Vanessa- estudió la carrera en la Universidad de Maryland, trabajando en el negocio familiar los veranos, luego hizo las prácticas en una empresa de Hagerstown durante un par de años. Ahora trabaja solamente para Efron Family Contractors, gestiona las cuestiones arquitectónicas y aún se cuelga el cinto de herramientas cuando hace falta. Que le queda muy bien.

Britt: A lo mejor deberías salir tú con él.

Ashley siguió sonriendo a Vanessa por encima de su copa de vino.

Ash: A mí nunca me ha mirado con ojos de cordero degollado. Lleva colgado de Vanessa desde el instituto. Se lo dijo.

Britt: Oooh.

Ashley le dio a Brittany una palmadita en el brazo.

Ash: Lo sé. Van a salir el viernes por la noche.

Britt: ¿Adónde?

Vanessa se revolvió en el asiento.

Ness: No sé. A cenar, supongo. Viene a recogerme a las siete. Será para cenar, imagino.

Britt: ¿Qué te vas a poner?

Ness: No lo sé. Dios, no lo sé. Ya no me acuerdo de cómo se hacían estas cosas.

Britt: Estamos aquí para ayudarte -la tranquilizó Brittany-. Vamos arriba a buscar algo.

Ness: Ni siquiera sé si tengo algo que me valga para una cita. Todo es ropa de mamá o de trabajo.

Ash: A mí me encanta tu ropa.

Britt: A ver qué tienes, y si no encuentras nada que te complazca, vamos de compras.

Ness: No tengo tiempo para…

Britt: Vanessa, tú has venido de compras conmigo -dijo alzando un dedo-. Sabes que puedo encontrarte un conjunto, con zapatos, accesorios y lencería incluidos, en menos de veinte minutos.

Ash: Tiene ese don. ¡Ves, qué divertido! Podemos hacer esto a todas horas cuando Brittany viva aquí. ¡Ya sabes lo que tienes que hacer! ¡Mudarte ya! Te vienes a casa hasta que terminen el hotel. Volveríamos a ser compañeras de cuarto. Conocerás la zona, a la gente, te familiarizarás con el hotel antes de entrar a trabajar ahí.

Britt: Y adelantarte a los acontecimientos siempre ha sido uno de los tuyos, Ashley. Ni siquiera he visto el sitio. Además, aunque decidiera que me apetece tanto el puesto como un par de Manolos, no hay garantía de que vayan a contratarme. Por lo que sé, igual les caigo mal a la mamá y a sus niños.

Ash: Qué va; son demasiado astutos. Sobre todo July. Por cierto -agitó la copa de vino-. ¿Te has enterado de lo de la tienda de regalos?

Ness: He estado esta mañana. El edificio contiguo a la librería -le explicó a Brittany-. La arrendataria se ha mudado y lo van a convertir en una tienda de regalos, especializada en arte y artesanía locales. La vincularán al hotel.

Britt: ¡Qué gran idea!

Ash: Las tienen a montones -le dijo a Brittany-.

Britt: Ajá. ¿Y qué es eso de que el sitio está encantado?

Ash: Se trata de una mujer a la que le entusiasma la madreselva. Es todo lo que sé -se encogió de hombros-. La parte original del edificio es la casa de piedra más antigua del pueblo. ¿Sabéis qué? David debería investigarla. A él se le da bien… eso de investigar.

Britt: David es el hermano con el que hablé. El detallista. Y este fantasma amante de la madreselva ¿ha dado algún problema?

Ash: Que yo sepa, no. Y me habría enterado, o lo sabría Vanessa. Los trabajadores comen con frecuencia en mi local, y compran café o libros en PLP. Hablarían de ello, créeme. Igual la presientes tú cuando hagamos mañana la visita. Vanessa, tienes que venir.

Vanessa volvió de su ensueño, dejó de mirar al patio en penumbra, que debía segar.

Ness: Dudo que a los Efron les apetezca tener a tres críos corriendo por allí. Además, no es seguro.

Ash: No tardaremos mucho. Puedo pedirle a Franny que los cuide media hora. Mañana trabaja.

Ness: No sé… Tengo que verlo. Quizá pueda dejárselos a mi madre un rato. Ratito -rectificó-. Aún nos quedan muchas cosas que preparar para la vuelta al cole, y tengo cosas que hacer en el patio y en casa.

Ash: La visita es a las diez.

Vanessa repasó mentalmente la agenda del día siguiente.

Ness: Puede. Me pasaré si me viene bien.

Britt: Perfecto. Bueno… -se frotó las manos-. Vamos a ver ese armario.


2 comentarios:

Maria jose dijo...

La cita del viernes esta cerca
Ya quiero saber que pasara
Siguela pronto que esta muy buena

Saludos!!!

Caromi dijo...

Ya se acerca la cita!!
Se nota que Zac quiere a los niños
Me encanta lo bueno que es con ellos
Ya quiero saber como resulta todo
Pública pronto

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