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lunes, 29 de abril de 2019

Capítulo 5


Zac la condujo a la parte trasera del hotel y se dispuso a abrir la puerta, procurando mantenerse a medio metro de distancia y con las manos en los bolsillos.

Aquella noche de finales de verano se había vuelto sombría, de modo que fue encendiendo a su paso bombillas y luces de obra. Resplandor y sombras, se dijo, paredes desnudas y suelos de hormigón. No era precisamente un nido de seducción. Vanessa tendría que sentirse a salvo.

Zac: ¿Quieres que terminemos con la planta baja?

Ness: Quisiera ver más habitaciones. ¿Y si echamos un vistazo a la segunda planta? No quiero encasquetarles a los niños mucho rato a Ashley y a tus hermanos.

Zac: No se los has encasquetado. Ashley se ha ofrecido voluntaria.

Ness: Sí, es cierto, ¿verdad?

Zac arqueó las cejas, sorprendido por lo apagado de su tono.

Zac: ¿Va todo bien?

Ness: ¿Por qué no iba a ir bien?

Zac: De acuerdo. -Se dirigió a la escalera-. Ya hemos visto la T y O y la E y D. Supongo que es hora de pasar a la N y N: Nick y Nora.

Ness: La cena de los acusados -ordenó sus ideas, se centró en el archivador que él le había prestado-. Me gustan las lámparas que habéis elegido para esa estancia, y la cama y la cómoda son preciosas, muy déco.

Zac: Algo elegante, algo glamuroso. -Giró por el pasillo de la segunda planta-. A ver… la Biblioteca estará ahí, y…

Ness: Ah, la Biblioteca. Eso quiero verlo.

Zac: Desde luego. -Giró a la izquierda por otro breve pasillo y pulsó un interruptor para encender la luz de obra-. Ahora está bastante oscuro. Solo cuenta con la ventana que da a la fachada. Ahí habrá un escritorio. Estanterías empotradas en esos huecos, chimenea con marco en medio, sofá de piel marrón enfrente.

Vanessa se paseó por la estancia. Había visto su boceto de las estanterías, recordó, y le habían parecido una gozada.

«¡Déjate de gozadas!»

Ness: Ah, tus hermanos y tú estáis haciendo las estanterías.

Zac: Sí, y el marco de la chimenea. Y algunas cosas más.

Ness: Debe de ser muy satisfactorio poder construir algo.

Zac: Tú deberías saberlo. Has construido una familia -repuso cuando se volvió para mirarlo-.

Ness: Eso es muy bonito.

Lo estudió: él en el umbral de la puerta, ella en el centro de la habitación. Aquello, decidió, aquel espacio que los separaba era demasiado raro, demasiado incómodo.

Era hora de arreglarlo, se dijo.

Ness: No acabo de entenderlo.

Zac: ¿Entender el qué?

Ness: Si estás enfadado conmigo, si me evitas, o si son imaginaciones mías: lo uno, lo otro o ambas cosas.

Zac: No sé a qué te refieres.

Ness: No has vuelto por la librería desde… desde la última vez que yo estuve aquí. Además, como ahora, te quedas lo más lejos posible si estamos en la misma habitación. Mira, Zac, siento lo que pasó, aunque no pasara.

Zac: Sientes lo que no pasó -dijo despacio-.

Ness: Por el amor de Dios, Zac, me dejé llevar por la estancia, la luz… lo que sea. Fue solo un momento, así que…

Zac: El Momento.

Ness: ¿Cómo?

Zac: Da igual. ¿Te estás disculpando conmigo por lo que sucedió?

Ness: Y no sé por qué debería hacerlo si no sucedió. -Le salió el genio, que no hizo sino recalcar su bochorno-. No sé por qué dos adultos no pueden hacer frente a algo que no sucedió sin actuar como si hubiera sucedido. Y aunque hubiera sucedido, ¿qué? Ay, da igual -espetó al ver que la miraba sin más-. Enséñame la siguiente habitación. -Se dirigió con paso airado hacia la puerta-. Tengo que volver.

Zac: Espera un momento. -La cogió del brazo, lo que oportunamente los juntó a ambos en el marco de la puerta abierta-. ¿Sientes que no pasara?

Ness: No me gusta ponerme en evidencia.

Zac: ¿Yo te puse en evidencia?

Ness: No -negó con la cabeza-. Me estás confundiendo.

Puede. Pero ella le estaba aclarando las cosas a él.

Zac: ¿Por qué no empezamos desde el principio?

Se vio un relámpago, una enérgica descarga de azul por la ventana enlonada. Vanessa dio un respingo en sus brazos cuando el trueno soltó su cañonazo.

Zac: Solo es un trueno.

Ness: Me ha asustado -mirándolo-. No me dan miedo las tormentas.

Zac: Veamos.

Aun así, se movió muy despacio, tomándose su tiempo tanto para prolongar aquel nuevo momento como para calibrar su reacción. Apoyó las manos en sus caderas mientras la lluvia salpicaba la lona, fue deslizándolas por su cuerpo, suave, lentamente, al tiempo que bajaba la cabeza, se detuvo, respiró hondo, y ancló su boca a la de ella.

Esto, pensó él envolviéndole la cara con las manos. Solo esto merece la espera. Suave, dulce, un tierno estremecimiento, y los brazos de ella rodeándole la cintura, atrayéndolo hacia sí.

El siguiente relámpago no la sobresaltó. Se dejó arrastrar por el trueno, sumergiéndose en tan deliciosa oleada de placer.

Sentirse abrazada, acariciada. Catar y dejarse catar. La sensibilidad adormecida por las circunstancias, las obligaciones, encendida y devuelta a la vida.

Se aferró con ganas a su camiseta y tomó lo que él le ofrecía. No, nunca le habían dado miedo las tormentas.

Aun cuando empezó a retirarse despacio, ella se sintió gozosamente zarandeada por aquel torbellino.

Zac: He querido hacer esto desde que tenías dieciséis años -masculló-.

Ella sonrió y luego soltó una media carcajada.

Ness: Venga ya.

Zac: Vale, desde que tenías quince, pero eso me parecía patético.

Vanessa frunció el cejo.

Ness: No sé qué decir.

Zac: ¿Y si te doy más tiempo para que lo pienses?

Volvió a besarla, robándole el aliento, atravesando con punzadas de calor y frío esa sensibilidad recién despertada.

¿Pensar? Imposible.

Ness: Zac -lo apartó, pero solo un poco-. Estoy desentrenada. Probablemente necesite, no, mejor dicho, debería pensar de verdad, pero me cuesta hacerlo aquí y ahora.

Zac: ¿Qué tal en cualquier parte y a cualquier hora?

Ella volvió a reír, menos rotunda.

Ness: Tal vez si… -Se retiró, y frunciendo el ceño se inclinó para olerle el hombro-. No eres tú.

Zac: ¿El qué?

Ness: Juraría que huele a madreselva.

Zac: Le gusta la madreselva.

Le acarició la coleta, otra cosa que llevaba años queriendo hacer. Le rozaba la piel como una seda dorada.

Ness: ¿A quién?

Zac: A Elizabeth. Yo la llamo Elizabeth porque la primera vez que estuve seguro de su presencia me encontraba en la E y D… Elizabeth y Darcy.

Ness: De verdad me estás hablando de un fantasma.

Zac: Este edificio, o al menos parte de él, lleva aquí dos siglos y medio. Lo raro sería que no hubiera fantasmas. No todo, todos se van.

Eso le llegó al alma, pero no hizo sino negar con la cabeza.

Ness: Todo esto se me hace muy raro. Mis niños por allí, jugando a videojuegos y yo aquí, contigo. Debería volver. A este paso, me llevará un año ver el edificio entero.

Zac: El tiempo que quieras. Sal conmigo mañana por la noche.

Ness: No… no puedo. Vienen Ashley y Brittany a cenar. Y antes de que me preguntes, porque confío en que ibas a hacerlo, el sábado prometí a los niños un maratón de cine. El lunes empiezan el cole, y Christopher, la guardería. No puedo fallarles.

Zac: Desde luego. Pronto entonces. Dime cuándo.

Ness: Quizá el viernes que viene. Si consigo una canguro.

Zac: El viernes. -La besó, suave, para sellar el trato-. No cambies de opinión.

Vanessa se apartó porque quería acercarse.

Ness: Lo siento, los niños. Ni sé cuánto rato llevamos fuera. He perdido la noción del tiempo.

Zac: No ha sido tanto.

La cogió de la mano mientras enfilaba el pasillo.

Ness: Esto es mágico. Si me lo propongo, puedo superponer las imágenes, una encima de otra. Es rarísimo cómo imaginé las estancias según me hablabas de ellas, incluso antes de haber hojeado el archivador. Por cierto, tendría que habérmelo traído. Lo tengo en la librería.

Zac. Pues no me vendría mal. ¿Y si vamos corriendo a por él?

Ness: Mmm…

Zac: Espera.

Sacó el móvil mientras cruzaban la planta baja hacia la puerta de atrás. Salieron, echó la llave y permanecieron a cubierto bajo el suelo del porche del primero, mientras él llamaba a Alex.

Zac: Hola, ¿los niños están bien?

Alex: Sí, sí, tú tranquilo. Hemos vendido a los dos mayores a un circo ambulante por veinte pavos cada uno. Al enano lo hemos cambiado por un pack de siete cervezas. Un chollazo.

Zac: Vamos a tardar unos cinco minutos más.

Alex: Por mí, vale. Se han zampado tu pizza, tío. El enano engullía los jalapeños como si fueran caramelos.

Zac: Un segundo. ¿Qué pizza te gusta?

Ness: Iba a pedirme ensalada. -Al ver que la miraba fijamente con esos ojos azules, suspiró-. Me gusta la de pepperoni solo.

Zac: Pídeme una de pepperoni -le dijo a Alex-. Cinco. -Colgó, volvió a cogerla de la mano-. Te invito a pizza, primera cita en toda regla. Tus hijos se han comida la mía.

Ness: Ay, lo siento.

Zac: Yo no. Así puedo invitarte. Ahora llueve menos. Dame las llaves de la tienda y vete ya para la pizzería.

Ness: No me importa mojarme. Además, será más fácil y rápido si voy yo a buscarlo. Sé exactamente dónde está.

Rodearon el edificio.

Zac: ¿Sabías que a Christopher le gustan los jalapeños?

Ness: Se come lo que sea. -Rió cuando Zac salió pitando y la arrastró consigo. Rió cuando la lluvia le mojó la piel, le empapó el pelo-. ¿Zac? Para mí, esto ya es una primera cita preciosa.


Zac dudaba que una primera cita en toda regla incluyera un trío de niños pidiendo dinero para la maquinita, a sus hermanos y a la dueña del Vesta haciéndoles de carabina -y jugando a videojuegos- y a un montón de gente dejándose caer por aquella mesa cada vez más concurrida para ponerse al día o preguntar por el hotel.

Pero a él le valía así.

Además, el ambiente distendido y la concurrencia evitarían que se especulara. Le daban igual los cotilleos del pueblo; diablos, era parte del combustible que alimentaba aquella maquinaria. Solo que preferiría que no se hablara de su vida privada delante de un desayuno en Crawford’s o con un postre en La Heladería.

Sus hermanos y él aparcaron el trabajo hasta que Vanessa se llevara a los niños.

Liam: Una partida más. ¡Porfa! -elegido negociador, puso carita de pena-. Solo una más, mamá. No estamos cansados.

Ness: Yo sí estoy cansada. Y ya no me queda suelto; además, tenéis que pagar lo que debéis limpiando vuestro cuarto mañana. -Lo vio desviar la mirada hacia los Efron y frunció los ojos-. Ni se te ocurra probar suerte por ahí otra vez.

Zac: Lo siento, chaval -levantó las manos en señal de rendición-. Cuando mamá dice que no es que no.

Liam: Venga ya -saltó antes de que su madre frunciera los ojos aún más-.

Ness: Me parece que no era eso lo que ibas a decirles a Zac, a Alex, a David y a Ashley.

Suspiró, muy hondo.

Liam: Gracias por las monedas, la pizza y eso.

Alex: La próxima vez voy a tumbarte con los marcianitos, enano.

A Liam le entusiasmó el desafío.

Liam: ¡Ni lo sueñes! Te voy a tumbar yo.

Ash: Vamos, tropa -se puso en pie-. Os acompaño fuera.

Con un coro de adioses y gracias, y cierto arrastrar de pies, Vanessa consiguió llevarse a los niños hasta la puerta de la escalera.

En cuanto disminuyó el nivel de ruido, David cogió su maletín, donde había vuelto a guardar rápidamente las carpetas.

Alex: Espera. Nos llevamos esto a casa de Zac. Dios sabe quién más podría aparecer y retarnos a unas partidas de Monster Bash.

David: Buena idea -se levantó y señaló a Zac-. Paga tú.

Zac: ¡Eh!

David: Yo lo he pedido primero. Te vemos arriba.

Cuando llegó a su piso, sus hermanos -los dos tenían llave- le habían saqueado la cocina en busca de cerveza y patatas fritas antes de ponerse cómodos en el salón.

Bobo ganduleaba en el suelo, disfrutando de los restos de la pizza. Alex le dedicó una sonrisa pícara a Zac.

Alex: Así que te estás tirando a Ness.

Zac: No me la estoy tirando. Exploro la posibilidad de vernos civilizadamente.

David. Se la está tirando -sentenció con la boca llena-. Aún estás coladito por ella como en el instituto. ¿Sigues escribiendo esas canciones espantosas de desamor?

Zac: Chúpamela. Y no eran tan espantosas.

Alex: Sí, sí lo eran. Pero al menos ahora no tenemos que oírte por toda la casa aullándolas mientras aporreas el teclado. No sé si te habrás percatado, pero Ness viene con tres regalitos.

Zac: Estoy al tanto. ¿Y qué?

Alex: Yo solo te lo advierto. A mí me gustan. No son niñatos malcriados ni robots.

Zac se dejó caer en una silla y cogió la cerveza que sus hermanos le habían preparado.

Zac: Voy a salir con ella la semana que viene. Supongo que a cenar y quizá al cine.

Alex: A la vieja usanza. Predecible.

Zac: Puede, pero me parece que la vieja usanza y lo predecible es lo que toca. Tengo la impresión de que no ha salido mucho desde que volvió a Boonsboro.

David: Pregúntale a Ashley. Son como uña y carne.

Zac respondió a David con un gesto de la cabeza, meditabundo.

Zac: Quizá lo haga.

David: Yo pasaría del cine y me la llevaría solo a cenar, a un sitio donde no quieran largarte en una hora. Más contacto visual.

Zac: Tal vez sea mejor.

Alex: Y ahora que hemos dado un empujoncito a la vida amorosa de Zac, ¿podríamos volver a lo nuestro?

En respuesta a Alex, David volvió a sacar las carpetas con el dossier de Brittany.

David: Podéis echarle un ojo cuando queráis, pero poneos al día antes de que quedemos con ella. Si es tan espectacular como dicen, será un verdadero fichaje. Siguiente asunto. -Les pasó unos folletos-. Hay que decidirse con los leños de gas de la Recepción, y las chimeneas de gas de J y R, W y B y la Biblioteca. Los de Thompson van a venir a echar un vistazo, y hablaremos de dónde enterrar el depósito, de cómo tirar las tuberías. Eso será el lunes. También tenemos reunión para lo del Patio: los adoquines, el diseño, y cómo organizar el acceso al depósito, el vallado, las plantas, etcétera. Para el martes.

Zac: Yo he estado trabajando un poco en eso.

David: Por ese motivo tendrás que estar presente. Martes, a las cuatro. Mamá y Caroline también vendrán.

Alex: Hay que tratar algunas cuestiones prácticas. Por ejemplo, cómo vamos a disponer las unidades de calefacción, ventilación y aire acondicionado, y cómo haremos para tenerlas todas instaladas, revisadas y autorizadas antes de que llegue el frío.

David: Exacto. Y por eso tienes que ver a Mike, de Care Services, la próxima semana. Disponemos de todos los datos necesarios para empezar. Yo quedaré con Luther para lo de las barandillas. Pero tenemos que ponernos de acuerdo sobre el diseño y el acabado. También está el diseño de las puertas de entrada.

Repartieron las áreas de trabajo, y fusionaron algunas. Una larguísima discusión sobre mecánica los llevó luego al despacho de Zac, donde estudiaron los planos.

Cuando Zac los echó de su casa, supuso que podía recrear los planos, estructurales y mecánicos, hasta en sueños.

Y, en realidad, por una noche, lo único que quería hacer era pensar en Vanessa.

La había besado. Algo que llevaba casi quince años queriendo hacer. Y ahora, en aproximadamente una semana, la tendría toda para él solo por una noche. Una cena tranquila y agradable, en eso David tenía razón. Un poco de vino, algo de conversación.

¿De qué hablaban dos personas que se conocían casi de toda la vida? Por otro lado, había muchas cosas de ella que no sabía.

Se quedó mirando por la ventana el oscuro hotel escondido y se preguntó qué descubriría. Y qué sucedería después.


Los dolores de cabeza provocados por el trabajo dominaron el día siguiente, empezando por la visita del inspector de obra, que, según Alex, con una reinterpretación arbitraria de la normativa, exigía el cambio de las puertas exteriores ya instaladas.

Después de pasar medio día en Hagerstown solucionándolo, al volver a la obra, Zac se encontró con que el proveedor de baldosas se había equivocado en el pedido del suelo del baño de una de las habitaciones y, por lo visto -¡vaya!-, había olvidado pedir otro lote entero de un diseño distinto. Y ahora les salía con que su instalador no podía empezar el trabajo hasta dentro de seis semanas.

Le habría encasquetado esa pesadilla a David, pero su hermano ya andaba liado: había quedado con los mecánicos para ultimar el sistema de aspersores contra incendios del edificio.

Se retiró a su despacho de casa y pasó la siguiente hora provocándole al vendedor que había metido la pata un dolor de cabeza aún mayor que el suyo.

Por lo menos con eso se quedó un poco más a gusto.

Cuando terminó, cogió una Coca-Cola, se tomó una aspirina y volvió a la obra. Pilló a David en el aparcamiento.

Zac: ¿Adónde vas?

David: Voy un rato al taller. Oye, Alex me ha contado el problema con las baldosas. Mañana les echaré la bronca.

Zac: Ya lo he hecho yo. Reunión de emergencia. ¿Dónde se ha metido Alex?

David: En el tercer piso, la última vez que lo he visto. Creo que deberías saber lo de la galería que hay al lado de la librería, y la última idea genial de mamá.

Zac: Aún no. Vamos.

Encontraron a Alex en el tercer piso, instalando uno de los paneles a medida del hueco de la ventana.

Alex: Encaja como un guante y queda cojonudo.

Bobo asintió meneando la cola, probablemente con la confianza de que alguno de ellos llevara consigo algo de comida.

Zac: Por lo menos una cosa ha salido bien hoy -afirmó con resignación-.

Alex: Dímelo a mí -respondió mirando a sus hermanos-. ¿Te lo ha contado David?

Zac: Ya se lo he dicho a David, y te lo digo a ti. Ante todo, no le toquéis las narices al inspector de obra aunque sea un capullo.

Alex: Oye, espera… -intentó añadir-.

Zac: No. Tienes razón, pero si te pones chulo con el Condado, nos pueden reventar el proyecto entero. Las puertas exteriores cumplen la normativa, ya fueron aprobadas. Se quedan como están. Pero deja que seamos David o yo quienes hagamos el trabajo sucio, si la cosa se pone fea. Más…

Alex dejó la pistola de clavos en el suelo.

Alex: Dame esa Coca-Cola. -Se la quitó de las manos a Zac-. Si vas a sermonearme, me merezco una recompensa.

Al oír la palabra «recompensa», Bobo empezó a menear la cola más deprisa. Alex se limitó a mirarlo.

Alex: Mía.

Zac: Más. Le he puesto las pilas al vendedor. El muy capullo intentaba convencerme de que tenía intención de completar el pedido, que solo tardaría una semana en llegar. Una gilipollez -dijo antes de que pudiera hacerlo cualquiera de sus hermanos-. Todo lo que les pedimos tarda semanas en llegar.

David le quitó la Coca-Cola a Alex y añadió:

David: Venían recomendados, los ponían por las nubes, y juraron que podían afrontar el encargo. Lección aprendida.

Zac: No te culpo… mucho -bromeó-. El proveedor ha metido la pata, pero bien. Nos van a enviar de inmediato las baldosas correctas y las que no nos han llegado, de su bolsillo, y nos van a hacer un diez por ciento de descuento por las molestias. He hablado con el dueño.

David: Buen trabajo.

Zac: Aprendí de papá, también. El culo del vendedor está en el punto de mira, donde merece estar, la empresa está sobre aviso, y le vas a hacer un seguimiento diario para asegurarte de que no se equivocan de nuevo.

Alex: Estoy en ello.

Zac: Y no van a hacernos la instalación.

David: Espera, espera…

Zac: No has estado dos horas al teléfono oyendo excusas, zalamerías y chorradas, y viendo cómo el dueño intentaba escaquearse y darte largas. No tratamos con esa clase de empresas. Seguimos con ellos para las baldosas porque empezar desde el principio con lo que nos falta nos daría aún más quebraderos de cabeza, pero te aseguro que no vuelven a trabajar para nosotros.

Alex: Yo estoy con Zac.

David: Pero vamos a ver… Tenemos un montón de baldosas y azulejos exclusivos: de vidrio, importados, de diseño intrincado. Necesitamos instaladores con experiencia en esa clase de trabajo, y un buen número de trabajadores.

Zac: Le he pedido al dueño de otra empresa que venga a inspeccionar el trabajo. Uno de los que nos dejaron tarjeta. De la zona, necesitado, me ha dado tres referencias. Verificadas. Está de camino. Habla tú con él -le dijo a David-. Si te parece que no va a saber hacerlo, busca otro. Es una cuestión de principios.

Alex: Ya sabes cómo se pone cuando se le cruzan los cables. Además, tiene razón.

David: Genial. Estupendo -se frotó la cara con la base de las manos-. Jodeeer.

Zac sacó el frasco de aspirinas que se había metido en el bolsillo al salir y se lo tendió.

David: Gracias.

Zac: Bueno, ¿qué decíais de mamá y sus ideas geniales?

David se tragó una aspirina con un trago de Coca-Cola.

David: Toma, puede que te hagan falta. Ahora que la Galería ha dejado el local, mamá quiere montar ahí una tienda de regalos y anexarla al hotel.

Zac: Lo sé.

David: Lo que no sabes es que la quiere para ya.

Zac: ¿Cómo que «ya»? No puede tenerla ya.

David lo miró apiadándose de él.

David: Díselo a ella. Está allí ahora mismo con un muestrario de colores, un cuaderno y una cinta métrica.

Zac: No fastidies -se frotó la nuca. Ahora que empezaba a dolerle menos la cabeza-. Venid vosotros también. No me voy a enfrentar a ella yo solo.

Alex: Yo prefiero quedarme donde estoy. Haciendo carpintería. Me gusta la tranquilidad.

Zac: Pues tráete el martillo. Puede que lo necesitemos.

Desde hacía unos años, eran dueños del local comercial contiguo a la librería. Con el tiempo, había sufrido múltiples reencarnaciones. La última, una pequeña galería de arte y tienda de enmarcación, se había mudado a un local mayor, al otro lado del río.

En ese momento, como pudo ver claramente a través del escaparate que había junto a la puerta, su madre se encontraba en el espacio casi desierto, sosteniendo un muestrario de colores delante de la pared.

Mierda.

Al verlos entrar, ella se los quedó mirando.

July: Hola, chicos. ¿Qué os parece este amarillo? Es bonito, cálido, pero lo bastante sereno como para no distraer del arte.

Zac: Escucha, mamá…

July: Ah, y esa pared de ahí… esa hay que dejarla en media pared. Así el espacio será más diáfano y se abrirá un acceso precioso a la pequeña zona de cocina. Eso podría quedarse como está y allí dejaríamos los utensilios de cocina. Vajilla, tablas de cortar, ese tipo de cosas. También dejaremos abierta esa puerta, la que baja a la oficina. Podríamos poner una cortina de cuentas o algo así, para animarlo un poco. Luego, arriba…

Zac: Mamá. Mamá. Vale, todo eso está muy bien, pero igual no te has dado cuenta de que ya estamos hasta arriba con lo del otro lado de la calle.

Su madre le sonrió y le dio una palmadita en la mejilla.

July: Esto no es mucho. Más que nada es una cuestión estética.

Zac: Tirar un tabique…

July: No es más que una pared. -Se inclinó para acariciar a Bobo cuando el animal se recostó cariñoso en su pierna-. Solo necesita una manita de pintura, y al baño de ahí le hace falta un lavabo nuevo, cosas de esas. Un poco de aire fresco. Podéis prescindir de un par de hombres mientras ponéis los suelos.

Zac: Pero…

July: No querréis dejar esto vacío, ¿no? -Puso los brazos en jarras mientras se daba la vuelta-. Hará falta un mostrador allí, para la caja. Algo pequeño, nada espectacular. Lo puedes hacer tú, ¿verdad, David?

David: Eh… claro.

Zac: Cobarde -masculló mientras su madre se iba al fondo para examinar el diminuto aseo-.

David: Desde luego, hermano.

July: Un lavabo pequeñito sujeto a la pared, un váter nuevo, un espejito mono, luz, y listo. Pintura y luces bonitas aquí fuera y arriba. Ah, y pintura exterior. Escogeremos algo que complemente lo que estamos haciendo en el hotel.

Zac: Mamá, aunque pudiéramos dividir al equipo para terminar esto, necesitaríamos a alguien que lo llevara, que lo abasteciera y…

July: Ya he pensado en ello. No os preocupéis. He hablado con Madeline, de nuestro club de lectura. Ya conocéis a Madeline Cramer -prosiguió arrollando con su entusiasmo cualquier objeción-. Dirigía una galería de arte en Hagerstown.

Zac: Sí, claro, pero…

July: Conoce a toda clase de artistas y artesanos de la zona. Nos especializaremos en eso, expondremos lo que tenemos, lo que somos. -Con las gafas de sol en la cabeza y el muestrario de colores en ristre, contempló emocionada el local-. Será genial.

No podía discutírselo. No podía discutírselo en absoluto, se dio cuenta Zac. Lo había vencido.

Zac: No podremos traer aquí a ninguno de los obreros hasta que acaben en el hotel.

July: Sí, claro, cielo. Alex, ¿tienes un momento para ayudarme a diseñar la pared?

Alex: Desde luego.

July: ¿Verdad que será genial? -Los miró a todos con esa sonrisa ilusionada-. Aportaremos un negocio nuevo y fresco al pueblo, ofreceremos un espacio maravilloso a los artistas locales y tendremos un pequeño anticipo del hotel antes de que esté listo. -Se llevó las manos a las caderas-. ¿Alguno de vosotros va a salir esta noche?

David: ¿Quién tiene tiempo? -masculló-. No, señora, yo no.

Los otros dos negaron con la cabeza, ella suspiró hondo y se dirigió a Bobo.

July: ¿Cómo voy a tener nueras y nietos si no empiezan a salir con alguna ya? Bueno, ¿por qué no os venís a cenar? Compraré un poco de maíz fresco por el camino y os prepararé un banquete.

Y los engancharía para ultimar los detalles de su idea genial, pensó Zac. Pero qué más daba.

Zac: Me apunto.

Se volvió y vio que Vanessa asomaba la cabeza por la puerta.

Ness: Hola. ¿Reunión familiar?

July: Acabamos de disolverla.

Ness: Ay, qué tristón está todo esto ahora. Me da pena que desaparezca la Galería, aunque sé que ella estará encantada con un espacio mayor en Shepherdstown.

July: No lo verás tristón por mucho tiempo. Tú eres precisamente lo que necesito -volvió a sostener en alto el muestrario de colores-. ¿Qué te parece este color para las paredes?

Ness: Me encanta. Alegre. Cálido, pero sin ser chillón. ¿Ya tenéis nuevo arrendatario?

July: Nosotros somos el arrendatario. Supongo que no has hablado con Madeline últimamente.

Ness: No desde la última reunión del club de lectura.

Mientras su madre ponía al día a Vanessa -satisfecha por su jovial entusiasmo-, Zac salió fuera y se sentó en las escaleras del porche de la librería.

Ellas lo organizarán, se dijo. A los obreros, el trabajo, los materiales. Tal vez pudiera sacar tiempo si era preciso rediseñar alguna cosa. No hacía falta ningún permiso mientras no hubiera cambios estructurales, y como seguiría siendo un local comercial…

David se encargaría de la licencia de apertura, del papeleo y de lo demás. Pero, por Dios, qué inoportuno. Remate espantoso para un día espantoso. Al menos, le sacaría una comida casera a todo aquello.

Su madre salió con Vanessa, repitió el proceso, esta vez alzando un color distinto del muestrario junto al muro exterior antes de mirar ceñuda a Zac.

July: Pareces agotado, cielo.

Zac: Un día difícil en el rancho. Todo resuelto -añadió antes de que ella le diera un beso-. Luego te contamos.

July: Me encargaré de que así sea. De momento, ¿por qué no llevas a Vanessa a casa?

Ness: Oh, no, no hace falta. No es más que un paseíto.

Zac: ¿Por qué vas andando? Son casi dos kilómetros.

Ness: No llega ni a uno, y me gusta caminar. El coche de mi canguro no iba bien, así que le he dejado el mío por si acaso. No quiero que tenga que pasar por los niños y venir a buscarme.

Zac: Yo te llevo.

Ness: En serio, no te molestes.

Zac: A mí me lo puedes discutir -le dijo, levantándose-, pero con ella no podrás. -Se acercó, besó a su madre en la mejilla-. Recuérdales a Alex y a David que hoy viene el instalador de las baldosas y los azulejos.

July: Lo haré.

Zac: Hasta luego, tirana.


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Ya hay un beso!!!!
Crei que se tardarían un poco mas
Pero me alegra que ya hubo beso
Siguela pronto
Esta muy buena


Saludos

Caromi dijo...

Awww, Zac es demasiado tierno
Los niños se comieron todo XD
y bueno tienen razón sus hermanos porque Ness viene con 3 regalitos XD
Aunque se nota que Zac los quiere como si fueran suyos :')
Pública pronto porque quiero saber como les va en la cena

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