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miércoles, 24 de abril de 2019

Capítulo 3


Vanessa entró en el aparcamiento de gravilla de detrás de Pasar la página a las nueve. Como los niños se quedaban en casa de su madre ese día -bendita sea-, Vanessa tenía tiempo para trabajar con tranquilidad antes de que llegara Miley para abrir la tienda. Con el bolso y el maletín en bandolera, se acercó a la puerta de atrás, cerrada con llave, y la abrió. Fue encendiendo luces al tiempo que subía el corto tramo de escaleras, pasaba por la sala en la que almacenaban los extras y llegaba a la estancia principal de la tienda. Le encantaba el ambiente, el hecho de que cada sección fluyera hasta la siguiente sin mezclarse.

En cuanto había visto el viejo ayuntamiento en los límites de la Plaza, había sabido que ese era su sitio. Aún recordaba la emoción y los nervios de aquella profesión de fe. Sin embargo, al invertir buena parte de la suma que el ejército concedía a las viudas de los caídos, había implicado, de algún modo, a Cody en lo que había hecho.

En lo que había tenido que hacer, por sí misma y por los niños.

Adquirir la propiedad, elaborar un plan de negocio, abrir cuentas bancarias, comprar suministros… y libros, libros, libros. Entrevistar a posibles empleados, organizar el espacio. Tanta intensidad, tanta tensión, la cantidad de tiempo y esfuerzo invertidos la habían ayudado a superar su desgracia. La habían ayudado a sobrevivir.

Pensó entonces que la tienda la salvaría, y así había sido. Sin ella, sin la presión, el trabajo, el enfoque, se habría derrumbado en los meses siguientes a la muerte de Cody y previos al nacimiento de Christopher.

Había tenido que ser fuerte por los niños, por sí misma. Para ser fuerte, debía tener un propósito, un objetivo… y unos ingresos.

Ahora ya lo tengo, pensó mientras se instalaba detrás del mostrador para preparar la primera cafetera del día. La mamá, la esposa de militar, y viuda, se había convertido en mujer de negocios, propietaria y jefa.

Entre sus hijos y la tienda apenas le quedaba tiempo, el trabajo era constante. Pero me encanta, musitó mientras se hacía un café con leche desnatada. Le encantaba estar ocupada, tenía la honda satisfacción de saber que podía mantenerse y mantener a sus hijos, y así lo hacía, a la vez que aportaba un negocio sólido a su pueblo natal.

No habría podido hacerlo sin sus padres, o sin el apoyo y cariño de los de Cody. Tampoco sin amigas como Ashley, que le había facilitado útiles consejos comerciales y un hombro en el que llorar.

Se llevó el café arriba y se sentó a la mesa. Arrancó el ordenador, y como había estado pensando en los padres de Cody, antes de actualizar la web de la tienda les envió un correo electrónico rápido con nuevas fotos de los niños adjuntas.

Cuando llegó Miley, le dio los buenos días desde arriba. Dedicó unos minutos más a la web antes de encargarse del resto del correo. Tras añadir algunos artículos más a un pedido pendiente, bajó y se acercó a Miley, sentada al ordenador tras el murete.

Miley: Nos han hecho algunos pedidos por internet esta noche. He… -arqueó las cejas por encima de sus ojos marrón chocolate-. Oye, hoy estás estupenda.

Ness: Vaya, gracias. -Complacida, dio un pequeño giro para lucir su vestido veraniego de color verde hierba-. Pero no puedo subirte el sueldo.

Miley: En serio. Estás resplandeciente.

Ness: ¿Quién no, con este calor? Voy a salir a echar un vistazo al hotel, pero llevo el móvil encima por si me necesitas. Si no, seguramente estaré de vuelta en media hora.

Miley: Tranquila. Y quiero detalles. Ah, no has hecho aún el pedido de Penguin, ¿no?

Ness. No, pensaba hacerlo a la vuelta.

Miley: Perfecto. Con algunos de estos pedidos, nos vamos a quedar con una copia de un par de títulos. Te paso todos los datos antes de que lo envíes.

Ness: Muy bien. ¿Quieres que te traiga algo?

Miley: ¿Podrías empaquetarme a uno de los Efron?

Vanessa sonrió mientras abría la puerta principal.

Ness: ¿Alguna preferencia?

Miley: Confío en tu criterio.

Vanessa salió de la tienda riendo. De camino, mandó un mensaje a Ashley: «Voy para allá». Casi al instante, Ashley salió por la puerta del restaurante.

Ash: Y yo -le gritó-.

Estaban cada una en una esquina, esperando el semáforo… Vanessa con su vestido vaporoso, Ashley con sus pantalones pirata y una camiseta.

Se encontraron a medio camino de Main Street.

Ash: Sé de buena tinta que llevas media mañana batallando con tres niños, preparando desayunos, resolviendo disputas sin importancia…

Ness: Esa es mi vida, sí -coincidió-.

Ash: ¿Cómo puedes estar como si nada?

Ness: Es un don. -Enfilaron la calle, agachándose por debajo de los andamios-. Siempre me ha encantado este edificio. A veces, lo veía por la ventana de mi despacho y lo imaginaba como solía ser.

Ash: Estoy impaciente por ver cómo será. Si consiguen sacarlo adelante, tu negocio y el mío, nena, van a dar un buen salto, te lo aseguro. Como los demás del pueblo.

Ness: Crucemos los dedos. No nos va del todo mal, pero si hubiera un buen sitio donde alojarse aquí mismo… ¡madre mía! Podría atraer a más autores a mi tienda, organizar eventos mayores. Los huéspedes del hotel irían a comer o a cenar a tu local.

Se detuvieron un instante en la parte posterior y examinaron el suelo irregular, los tablones y los escombros.

Ash: Me pregunto qué planearán hacer aquí. Con esos porches, tendrá que ser algo fabuloso. Abundan los rumores. Desde un aparcamiento más grande hasta un cuidado jardín.

Ness. Yo he oído hablar de una fuente y una pequeña piscina de entrenamiento.

Ash: Preguntémosle a quien sabe.

Cuando entraron, al ruido, al traqueteo de herramientas, Ashley miró a Vanessa.

Ash: El nivel de testosterona acaba de subir de golpe quinientos puntos.

Ness: Y lo que subirá aún. Han mantenido las arcadas. -Se acercó más, estudiando las anchas y curvadas aberturas que se abrían por delante y a la izquierda-. Me preguntaba si podrían, o si lo harían. Son casi lo único que recuerdo de cuando había una tienda de antigüedades aquí. Mi madre venía a veces. -Atravesó la bóveda central y observó las burdas escaleras temporales que llevaban al piso superior-. Nunca he estado arriba. ¿Tú?

Ash: Me colé un día cuando estábamos en el instituto -estudió los peldaños-. Con Travis McDonald, una manta y una botella de Boone’s Farm Apple. Nos liamos allí arriba.

Ness: Qué pendón.

Ash: Mi padre me habría matado si llega a enterarse, aún lo haría, así que guárdame el secreto. De todas formas, tampoco duró mucho. Antes de llegar al segundo piso, se asustó. Las puertas y las tablillas del suelo chirriaban. Yo quería echar un vistazo, pero él era un cagueta. No consiguió llegar al segundo. -Rió al tiempo que empezaba a subir-. Tampoco olió la madreselva, o al menos jamás lo reconoció.

Ness: ¿La madreselva?

Ash: Un olor fuerte, embriagador, de hecho, como si tuviera la nariz enterrada en una mata. Supongo que con la que hay montada aquí ahora, quienquiera que vagara aquí de noche ya se habrá ido a otro sitio.

Ness: ¿Tú crees en esas cosas, en fantasmas?

Ash. Desde luego. En teoría, la madre de mi tatarabuela aún ronda su mansión cerca de Edimburgo -se detuvo y se puso en jarras-. Uau. Te aseguro que no tenía esta pinta cuando yo besé a Travis McDonald.

Unas puertas apenas enmarcadas conducían a un pasillo en el segundo nivel donde olía a polvo de madera y de yeso laminado. Oyeron a los obreros trabajar arriba, en el tercero, y abajo, en la planta principal. Vanessa entró en la habitación de su izquierda. La luz, tenue y levemente teñida de azul de la lona que tapaba las ventanas principales, inundaba el suelo sin terminar.

Ness: Qué habitación será esta. Igual deberíamos buscar a uno de los Efron. Oh, mira, habrá una puerta que lleve al porche. Me encanta.

Ash: A propósito de encantar -hizo un gesto-, échale un ojo al tamaño de este baño. A juzgar por las tuberías -añadió cuando entró Vanessa-, aquí irá la bañera, allí la ducha, ahí el lavabo doble.

Ness: Es mayor que mi baño y el de los niños juntos. -Una envidia pura y absoluta la poseyó-. Podría vivir aquí. ¿Serán todos así de grandes? Tengo que enterarme de qué habitación es esta.

Cruzó deprisa el dormitorio, volvió al umbral de la puerta. Y se topó con Zac.

Él levantó las manos para estabilizarla. Ella se preguntó si estaría tan asombrada y nerviosa como él. Probablemente más, imaginó, porque a él no se le estaría clavando en la cadera el martillo que llevaba en el cinto de herramientas.

Zac y Ness: Perdona -dijeron al unísono, y ella rió-.

Ness: Perdona tú. No miraba por dónde iba. El tamaño de ese baño me ha cegado. Iba a buscarte.

Zac: ¿A buscarme?

Ness: Seguramente deberíamos haberlo hecho antes de subir, pero todo el mundo parecía muy ocupado. Necesito saber qué habitación es esta para cuando me mude.

Zac: Para cuando… Ja. -Dios, el cerebro se le atrofiaba con el aroma de ella, con el tacto de su cuerpo bajo sus manos, con el marrón chocolate de sus ojos-. Te gustará mucho más cuando esté terminada.

Ness: Píntamela.

Por una milésima de segundo, la interpretó literalmente y se preguntó si David habría elegido ya la pintura. Se apartó intencionadamente. Era obvio que su coeficiente intelectual descendía cincuenta puntos cuando la tocaba.

Zac: Bueno…

Ness: La has diseñado tú.

Zac: Casi toda. Ah, hola, Ashley.

Una sonrisa brilló en sus ojos.

Ash: Pensaba que me había tragado una píldora de la invisibilidad. Es asombroso cómo habéis cambiado esto, Zac. La última vez que vine solo había cristales rotos, ladrillos rotos, palomas y fantasmas.

Zac: Los cristales y los ladrillos no fueron tanta complicación como las palomas, créeme. El fantasma sigue aquí.

Ash: ¿En serio?

Zac hizo una mueca y se recolocó la gorra polvorienta.

Zac: No lo divulguéis, ¿vale? Al menos hasta que sepamos si nuestra ocupante es una ventaja o un inconveniente.

Ash: Vuestra ocupante. Madreselva.

Zac arqueó las cejas.

Zac: Sí. ¿Cómo lo sabes?

Ash: Un breve encuentro, hace años. Esto cada vez está más chulo.

Al decir esto, Ashley se cerró primero la cremallera ficticia de la boca, luego la del corazón.

Zac: Se agradece. Bueno, esta habitación es Titania y Oberón.

Ness: La bañera de cobre.

Con un frufrú de faldas, Vanessa fue directa al baño.

Zac: La colosal bañera de cobre -confirmó siguiéndola-. En esa pared. Los azulejos, en tonos cobrizos y terrosos, la realzarán, la resaltarán. Suelos térmicos. Todos los baños tendrán suelos térmicos, de baldosa.

Ness: Voy a echarme a llorar de un momento a otro.

Más relajado, sonrió a Vanessa.

Zac: La ducha va ahí. Puertas de vidrio sin marco, grifería de bronce ennegrecido. Un toallero eléctrico allí, también lo colocaremos en todos los baños. Dos lavabos bol de cobre, ambos con esta clase de pie de aire forestal y la encimera tambor de cobre entre medias. La luz reproduce ese ambiente orgánico con un diseño de enredadera. El váter va ahí.

Ash: El famoso sanitario. Ya he oído hablar mucho de esos. Son váter y bidé en uno -le dijo a Vanessa-, cisterna automática. Y la tapa se levanta sola cuando te acercas. Lárgate.

Zac: Como mandes. -Sonriente, salió al dormitorio-. La cama va ahí, presidiendo la estancia. Dosel abierto de hierro, en tono cobrizo o bronce con diseño de enredadera o de hojas. Una preciosidad.

Ness: A modo de cenador -murmuró-.

Zac: Esa es la idea. Vamos a vestirlo un poco, bueno, lo harán nuestros tapiceros. La cómoda va ahí, el televisor de pantalla plana encima. Mesillas con efecto envejecido y lamparitas de esas rústicas con motivos forestales. Faltará un banco bajo las ventanas, creo yo. Paredes de color verde claro, algo vaporoso en las ventanas… Pondremos persianas de madera oscura en todo el edificio para más intimidad, y buscaremos unas cortinas. Con unos cuantos accesorios, listo.

Vanessa suspiró.

Ness: Un cenador romántico para dos, en pleno verano o en pleno invierno.

Zac: ¿Quieres redactar nuestro folleto? No lo digo en broma -añadió al verla reír-.

Ness: Oh. -Visiblemente sorprendida, repasó la estancia vacía-. Podría echar una mano si…

Zac: Contratada.

Ella titubeó, luego sonrió.

Ness: Entonces más vale que nos hagas la ronda completa. Por etapas -matizó, mirando su reloj-. Ahora mismo no tengo más que unos minutos.

Ash: A mí me encantaría ver la zona de cocina. No puedo evitarlo. Es como una enfermedad.

Zac: Os llevaré abajo. Ya seguiremos por arriba cuando puedas -le dijo a Vanessa-.

Ness: Perfecto. ¿Cuál es esta?

Él echó un vistazo mientras salían.

Zac: Elizabeth y Darcy.

Ness: Ah, me encanta Orgullo y prejuicio. ¿Qué vais a…? No, no, no me lo cuentes, que si no hoy no trabajo.

Zac: Lo principal -dijo mientras bajaban-: cabecero y pie de cama tapizados, lavanda y marfil, bañera retro blanca, azulejos en crema y dorado claro.

Ness: Mmm -opinó-. Elegante y seductor. Bennett y Darcy lo aprobarían.

Zac: Nos vas a escribir el folleto, ya no te escapas.

Al final de la escalera, giró a la izquierda, pero se detuvo en seco al oír a Alex despotricar desde la lavandería.

Alex: Maldita sea.

David: Tenemos un problema. Ya me encargo yo.

Zac: ¿Qué problema?

David se metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros de carpintero.

David: Karen Abbott está embarazada.

Ash: ¿No os ha hablado nunca vuestra madre del sexo seguro? -preguntó asomando por detrás del brazo de Zac-.

David le lanzó una mirada displicente.

David: ¡Qué graciosa! Es de Jeff Corver. Se han estado viendo desde que Chad se fue a la universidad el año pasado.

Alex: Habrán hecho algo más que verse. Joder, ella debe de tener unos cuarenta y dos, ¿no? ¿Cómo se deja hacer un bombo a sus años?

Ash: Veo que no te extraña que Jeff Corver le haya hecho un bombo con los suyos.

David: Ella ya tiene cuarenta y tres -lo corrigió encogiéndose de hombros-. Lo sé porque estuvimos hablando con ella del puesto de gerente del hotel. Lo teníamos casi decidido. Ahora Jeff y ella van a casarse y ya están pensando el nombre del bebé.

Zac: Qué faena. Bueno, para nosotros -añadió al ver que Vanessa lo miraba con desaprobación-. Conocemos a Karen, y mamá, David y ella estaban ultimando todos los detalles. Mierda, hasta había elegido el color de la pintura del apartamento del gerente en la tercera planta.

David: Además tenía experiencia en hoteles. Había trabajado ya en el Clarion. Tantearé un poco por ahí.

Ash: Yo conozco a alguien -levantó un dedo-. A la persona perfecta. Brittany -dijo, volviéndose hacia Vanessa-.

Ness: ¡Sí! Desde luego, es la persona perfecta.

David: ¿Brittany qué? Conozco a todo el mundo, y no sé de qué Brittany habláis.

Ash: Snow, y la viste una vez, creo, cuando vino de visita, pero no la conoces. Fuimos juntas a la universidad, y seguimos siendo buenas amigas. Vive en D. C. y está pensando en mudarse.

Alex: ¿Qué la hace tan perfecta?

Ash: Un título en dirección de hoteles y siete años de experiencia en el Wickham, un hotel boutique de lujo de Georgetown. Los tres últimos como directora.

Alex: Demasiado perfecta -negó con la cabeza-. ¿Dónde está el truco?

Ash: No hay truco. Su problema es el impresentable con el que estaba liada: sus padres son los dueños del Wickham. La dejó por una barbie con pedigrí y tetas artificiales.

Ness: Le está buscando las vueltas a su contrato, y para eso hace falta valor. Valor profesional. Quiere mudarse, está estudiando sus posibilidades.

Alex: ¿De Georgetown a Boonsboro? -se encogió de hombros-. ¿Por qué iba a hacerlo?

Ash: ¿Por qué no? -contraatacó-.

Ness: Ashley y yo hemos estado intentando convencerla de que se mudara aquí, o por aquí cerca. Le gusta la zona. -Cuanto más lo pensaba Vanessa, más le apetecía-. Viene de vez en cuando a ver a Ashley y nos hemos hecho amigas. El año pasado organizamos un fin de semana de chicas en el Wickham y puedo dar fe de que a Brittany no se le escapa una.

David: ¿En serio creéis que aceptará cambiar la dirección de un hotel urbano de lujo por la gerencia de un hotelito familiar de pueblo?

Ashley sonrió a David.

Ash: Me temo que sí, sobre todo si el resto del hotel va a ser tan impresionante como Titania y Oberón.

David: Dame más datos.

Ash: Enséñame la cocina, luego te vienes conmigo a la tienda y te cuento lo demás, y la llamo si quieres.

David: Hecho.

Alex: ¿Qué aspecto tiene?

Ash: ¿Sabes por qué, entre otras muchas razones, Jonathan Wickham es un impresentable? Por dejar a alguien como Brittany, con su inteligencia y su energía, por una piraña social de nariz mal operada y tetas descomunales.

Ness: Confirmado: debo volver. Ya me contarás qué dice Brittany. Sería genial que aceptara. -Sonrió a Zac-. ¿Vas a estar por aquí? Podría pasarme otra vez a las dos o dos y media.

Zac: Claro.

Ness: Te veo luego, entonces. Ah, menuda suerte tendréis si lo de Brittany sale bien. De verdad que es perfecta.

Alex la miró ceñudo mientras salía a toda prisa.

Alex: No me gusta lo perfecto, porque luego nunca lo es, solo que no lo descubres hasta que es demasiado tarde.

Zac: Siempre he admirado y envidiado tu desbordante optimismo.

Alex: Los optimistas nunca ven la patada hasta que les saca los huevos por la boca. El optimismo es lo que hace que una mujer de cuarenta y tres tacos termine con un hijo en la universidad y otro en el horno.

Zac: David lo arreglará. Se le da bien.


Vanessa se reunió con un representante, luego charló con el tío de UPS mientras le firmaba un envío. Le encantaba recibir paquetes, abrirlos y encontrar libros, las cubiertas que encerraban todas esas historias, todas esas palabras, todos esos mundos.

Cuando los colocaba en las estanterías, la interrumpió una alerta de su móvil, luego sonrió a ver el mensaje de Ashley.

“B hablará con D mñna. Si le gusta, B vendrá prxm finde xa entrevista. :)”

Le contestó.

“Cruza ls dedos.”

¿No sería genial?, se dijo. No solo por Brittany, sino por todos. Tendría una amiga al final de la calle y otra justo enfrente. Podría pasarse por el hotel de cuando en cuando a ver esas preciosas habitaciones. Serían preciosas. Ahora lo sabía con certeza.

¡Ay! Reservaría la habitación Titania y Oberón para el aniversario de sus padres en primavera. O quizá la Elizabeth y Darcy. Un regalo perfecto, romántico y especial. Los Efron tenían que insinuar eso, con sutileza, en su folleto.

Debería ir tomando notas.

Sacó el móvil para ponerse a ello, luego volvió a guardárselo al ver que entraba una de sus clientas habituales con su pequeña a remolque.

Ness: Hola, Leslie; hola, Susi.

Susi: Quiero libro.

Ness: ¿Y quién no?

Encantada, como de costumbre, Vanessa cogió en brazos a Susi y se la plantó en la cadera.

Leslie: Estaba a una manzana de aquí y no pensaba venir, pero la niña se ha puesto nerviosísima, dando botes en la sillita del coche.

Ness: Te juro que la contrato en cuanto la ley me lo permita -besó los rizos oscuros de Susi y se la llevó dentro, a la sección infantil-.

Cuando se marcharon -con dos libros para Susi, otro para su mamá y un bolsito de gatito de peluche para el cumpleaños de su sobrina-, Vanessa ya se había puesto al día de cotilleos de famosos, cotilleos del pueblo, del reciente aumento de peso de la madre de la sobrina y de la última dieta de la mamá.

Tan pronto como se cerró la puerta con el consiguiente tintineo de campanillas, Miley se asomó desde el anexo.

Miley: He desertado.

Ness: Ya lo he visto.

Miley: Tú la manejas mejor que yo. A mí me da dolor de oídos.

Ness: A mí no me importa. Necesita hablar con adultos de vez en cuando. Además, se ha gastado más de cincuenta dólares. ¿Tú has comido ya? Si te apetece salir un rato, ya me encargo yo de todo.

Miley: Me he traído algo. Leslie no es la única que está a dieta. Voy a la trastienda a comerme mi triste ensalada. Cloe acaba de llegar. Está preparando unos pedidos de internet para su envío.

Ness: Yo me quedo al frente. Tengo que volver a salir hacia las dos, pero volveré antes de que termines tu jornada.

Miley: Danos una voz si tienes mucho lío. Una de las dos saldrá a ayudarte.

Qué más quisiera. La tienda no había bullido de actividad precisamente ese día. No le vendrían mal unas cuantas Leslie antes de cerrar, pensó Vanessa mientras cogía una bebida fría del frigorífico.

Se la llevó a la sección de niños, ordenó los juguetes con los que había jugado Susi durante la visita de su madre, y recordó los suaves rizos oscuros de la niña.

Vanessa no cambiaría a sus chicos por nada del mundo, nada de nada, pero siempre había deseado secretamente tener una niña. Vestidos bonitos, cintas y lazos, barbies y bailarinas.

Y, de haber tenido una niña, seguramente habría sido un muchachote, tan aficionada a las figuras de acción y las peleas por el suelo como sus hermanos.

Quizá Ashley se enamorara y terminara teniendo una nena. Entonces sería su amantísima tía honoraria y podría comprarle todas esas cursiladas.

Eso sí que sería divertido, decidió mientras ordenaba los libros y reorganizaba los animales de peluche. Ver a Ashley enamorarse -de verdad-, ayudarla a planificar su boda y luego compartir la emoción del recién nacido. Sus hijos podrían crecer juntos. Bueno, sus hijos les llevarían ventaja, pero aun así. Después, al cabo de los años, la hija de Ashley y… quizá Christopher, por la edad… se enamorarían, se casarían y les darían unos nietos preciosos.

Vanessa rió para sí, acariciando el lomo de un libro infantil.

Cuentos de hadas, musitó. Siempre le habían gustado. Y los finales felices, cuando todo quedaba tan bien como un lazo en el pelo de una niñita.

Quizá ahora le gustarían más que nunca, reconoció. Después de haber sufrido una auténtica pérdida. Quizá por eso necesitaba creer en esa cinta lustrosa y luminosa atada en un lazo alrededor del «fueron felices y comieron perdices».

Austin: ¿Fantaseabas conmigo?

La sobresaltó la voz a su espalda, se volvió y procuró no hacer una mueca al ver a Austin Freemont en la puerta.

Ness: Poniendo orden -dijo con amabilidad, recordándose que a veces le compraba algo, no solo la agobiaba para que saliera con él-. No he oído la campanilla.

Austin: He entrado por detrás. Tendrías que montar algún sistema de seguridad, Vanessa. Me preocupa que trabajes en este sitio.

Captó el tono condescendiente de sus últimas palabras y se esforzó por seguir siendo amable.

Ness: Miley y Cloe están en la trastienda… y hay una cámara. De hecho -añadió a propósito-, nos están viendo ahora mismo. ¿Qué puedo hacer por ti, Austin?

Austin: Qué puedo hacer yo por ti, más bien. -Se apoyó en el marco de la puerta. Posando, observó Vanessa, con su traje de color crudo y la corbata azul eléctrico elegida, supuso, para resaltar sus ojos-. Llevo un bonito y sustancioso talón extra en el bolsillo. -Se dio una palmadita y añadió un guiño-. Te invito a cenar en mi club. Así podremos celebrarlo juntos.

Como trabajaba -cuando quería- en el concesionario de su padre, y su madre era rica de nacimiento, imaginaba que llevaba talones sustanciosos a menudo.

Desde luego presumía de dinero con frecuencia.

Ness: Enhorabuena, y gracias por la oferta, pero una cena en el club no va conmigo.

Austin: Te encantará. Tengo la mejor mesa de la casa.

Siempre lo mejor, pensó ella. Lo más grande, lo más caro. No cambiaba.

Ness: Y yo estaré sentada a la mesa de mi cocina, convenciendo a mis tres hijos de que se coman el brécol.

Austin: Lo que necesitas es una au pair. Mi madre podría ayudarte a encontrar una.

Ness: Puede que sí, si me interesara, pero no es el caso. Bueno, debo…

Austin: Tengo tiempo. Te invito a un almuerzo con champán.

Ness: Yo no… -Sonó la campanilla de la entrada- ...tengo tiempo. Obviamente. Discúlpame.

En lugar de pasar delante de él, salió a la estancia principal por la otra puerta, dispuesta a besar a quienquiera que hubiese interrumpido la molesta campaña de Austin.

Ness: ¡July! He estado en el hotel esta mañana. Caroline. Cuánto me alegro de veros a las dos.

July se quitó las gafas de sol de montura roja y se abanicó la cara con la mano.

July: Venimos andando desde Bast. ¡Dios mío, qué calor! Y tú aquí, tan fresca como un helado, no, como un sorbete de lima, con ese vestidito.

Caroline se dejó caer en una silla de la mesita que había junto al escaparate.

Caroline: Madre mía, no me vendría nada mal un sorbete de lima. Vamos a darnos un homenaje con uno de tus estupendos cafés helados.

Ness: Nuestro especial de esta semana es el Cookie Dough Jo… un pecado.

July: Que sean dos -soltó el bolso en la mesa, luego se paseó hasta la pila de novedades-. No sabía que hubiera salido ya -dijo, cogiendo un libro-. ¿Es tan bueno como el último?

Ness: La verdad es que me parece que es aún mejor.

July: Huy, esta paradita me va a costar algo más que un café pecaminoso -arqueó las cejas al oír que se cerraba de golpe la puerta trasera-.

Ness: Austin Freemont, manifestando su enfado. Al café invito yo en señal de gratitud por librarme de su acoso para que vaya con él a cenar al club.

Caroline: Austin es un capullito convertido en capullazo -sus preciosos ojos avellana se oscurecieron-. ¿Recuerdas los rumores que hizo correr sobre mi Darla? Andaba empeñado en llevarla al baile de graduación, y viendo que no le valía con «no», ella terminó mandándolo a hacer puñetas.

July: O con otras palabras -añadió, e hizo que su hermana sonriera a gusto-.

Caroline: Así es mi niña. Por eso él se dedicó a decir que estaba embarazada y no sabía quién era el padre.

July: Y Alex le dio una buena, aunque jamás lo reconocerá, y mis chicos les guardaron el secreto a los hermanos. Pero yo me enteré, y le compré ese reproductor de CD para el que estaba ahorrando. Para que supiera que lo sabía.

Caroline: Son de sangre Riley, y los Riley cuidan de los suyos. Como los Efron -agitó un dedo en el aire-. Es por la educación que le han dado a ese chico de los Freemont. Supermimado. Su madre es insoportable, nunca he aguantado a esa mujer, pero el padre es peor aún por dejarse arrastrar. Por darle siempre lo que ha querido cuando lo ha querido. Y el niño siempre mangoneando a todo el mundo.

July: Esa mujer tiene lo que se merece, ¿no? -se encogió de hombros-. Un capullo de hijo.

Vanessa sonrió mientras ponía en marcha la picadora. July Efron era exactamente como Vanessa quería ser cuando se hiciera mayor. Inteligente, fuerte, segura de sí misma, una madre excelente y cariñosa para sus hijos. Una mujer atractiva con su pelo oscuro en una cola desenfadada; el cuerpo, en plena forma, vestido con unos pantalones pirata elegantes pero informales y una fina blusa blanca.

Caroline, que se había levantado para curiosear con su hermana, tenía el pelo de un dorado claro, y era casi tan alta y de constitución tan delicada como ella.

Eran inseparables, Vanessa lo sabía.

July se acercó y dejó dos libros en el mostrador.

July: Cielo, Alex, de hecho cualquiera de los tres, te libraría de Austin si se lo pidieras.

Ness: Gracias, de verdad, pero puedo apañármelas.

July: Bueno, tú guárdatelo en la reserva. Oye, me ha dicho David que Ashley y tú podríais tener una candidata a gerente ahora que Karen va a empezar a comprar patucos.

Ness: Brittany lo haría de maravilla. Creo que el lugar merece alguien con tanto talento como ella. Solo he visto por encima una habitación, Zac nos ha contado los detalles de la Titania y Oberón esta mañana, pero, ay, me he enamorado. Puedo imaginármela.

July: Ashley y tú lleváis la cabeza bien puesta sobre los hombros, así que me tomo muy en serio vuestras recomendaciones. Ese lugar… -Se acercó a mirar por el cristal del escaparate-. Me tiene cautivada. A ambas, ¿verdad, Caroline?

Caroline: En mi vida me había divertido tantísimo como ayudando a elegirlo todo, desde las camas con dosel hasta los platos soperos. La semana que viene vamos a organizar un concurso de olores.

Vanessa hizo una pausa mientras añadía la nata montada al café helado.

Ness: ¿Cómo?

July: De aromas -le explicó riendo-. Fuiste tú quien nos habló de Joanie, de Cedar Ridge Soaps.

Ness: Ah, es estupenda, ¿verdad? Cierto, me dijo que os haría los artículos de baño, todos de fabricación local. Me parece una idea estupenda.

July: Cada habitación tendrá su propio aroma particular.

Ness: ¡Una idea fabulosa! Jabones, champú, loción. ¿Habéis pensado en difusores?

July frunció los ojos.

July: Hasta este preciso instante, no. ¿Podría hacerlos?

Ness: Puede. Yo los uso en casa.

July: Caroline…

Caroline: Tomo nota.

July: Sí que parece pecado -cogió ambas tazas y le llevó una a su hermana-. ¿Tienes un minuto, Vanessa?

Ness: Por supuesto.

July: Quisiera hablar contigo de la Biblioteca. Tiraremos de la librería de antiguo para el grueso de los libros, me parece, pero también quiero algunos ejemplares nuevos. Quiero novela romántica, de suspense, de misterio. La clase de libro que a alguien podría apetecerle leer en un día lluvioso o acurrucado ante la chimenea en una noche fría. ¿Podrías hacernos una lista de recomendaciones?

Ness: Naturalmente.

July: Tanto de bolsillo como de tapa dura. Y algunos libros locales. Guías de la zona. Nadie tiene más variedad de esos que tú. Podrías prepararnos unos ahora, otros tantos para primeros de año. Añádelo a los libros de cada habitación. Zac nos ha dicho que también puedes conseguirnos DVD.

Ness: Desde luego.

July: Bueno, pues quiero DVD de todos los libros en que se inspiran los nombres de habitaciones, y también te haré una lista de lo que me gustaría tener a mano para los huéspedes. Añade además lo que se te ocurra sobre eso, si se te ocurre algo.

Ness: Lo haré. -Sonrió a Caroline-. Será divertido. Voy a volver luego, para hacerme una idea mejor. Zac me ha pedido que os escriba el folleto.

Caroline: ¿Ah, sí?

Ness: Si os parece bien.

July: Por mí, perfecto -sonrió lamiéndose la nata de la yema del dedo-.




Espero que os esté gustando la novela 😊
He publicado también en mi otro blog. Espero que lo sigáis leyendo las que lo conozcáis y, para quien no lo conozca, espero que os guste.

¡Gracias por leer y comentar!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Se gustan mucho
Pero no dicen nada
Espero y rompan el hielo
Y se digan lo qie sienten
Siguela pronto
Saludos!!!

Recuerdo que leí algo de tu novela
Echaré un vistazo

Carolina dijo...

Zac la sique queriendo, y ella tambien aunque aun no lo menciona, por que si no fuera por eso no hubiera accedido a hacer el folleto XD
Espero que Zac le diga algo pronto
Pública pronto please

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