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viernes, 26 de abril de 2019

Capítulo 4


Vanessa cruzó Main Street armada con un cuaderno que ya había organizado y dividido. Echar una mano con las descripciones de las habitaciones no le llevaría mucho tiempo ni le supondría ningún problema, al contrario, la hacía sentirse parte del proyecto. Un papel menor. Además, colaboraría seleccionando y facilitando algunos de los libros y DVD.

Se preguntó cómo sería la biblioteca del hotel. ¿Habría chimenea? Ay, esperaba que tuviera chimenea. Quizá, si lograba ir metiéndose en el proyecto, la dejaran organizarla.

Entró por la puerta de atrás y se vio envuelta en porrazos, zumbidos y retumbos. Oyó una voz que decía «que te jodan, Mike» con ligereza y desenfado, y la respuesta: «Ya lo hizo tu hermana anoche, y bastante bien».

Las carcajadas precedieron a Zac.

Se detuvo, la miró fijamente, luego respiró hondo.

Zac: Hay señoras en casa -gritó-. Lo siento.

**: Tranquilo. Pensaba que ya había otras señoras en casa.

Zac: Mamá y Caroline están echando un ojo a la tercera planta. Y, de todos modos, ya están acostumbradas, no hay problema. Mmm…

Parece distraído, observó Vanessa, y liado. Y un poquito confundido.

Ness: Si no he venido en buen momento, ya…

Zac: No, no, estoy cambiando el chip, eso es todo. Podemos empezar aquí mismo.

Aliviada de no tener que reservar su ilusión para luego, Vanessa dio una vuelta en círculo.

Ness: ¿Dónde es aquí?

Zac: Estás en el Vestíbulo, doble puerta de vidrio por donde has entrado, que dará al Patio. Suelo de gres, de bonito diseño, con un mosaico de baldosas en el centro para resaltar la gran mesa redonda que habrá bajo la lámpara de araña. La luz, más bien contemporánea y fría, y orgánica. Que parezcan pedazos de vidrio blanco derretido. Mamá quiere flores grandes y vistosas en la mesa. Un par de sillas bajas, respaldo alto, sin brazos, tapizadas, allí.

Ness: Dime que vais a mantener la pared de ladrillo visto.

Zac: Sí. Las sillas y el mosaico son de aire francés; tapicería verde hierba y ribetes de bronce en las sillas, de forma que resulta una mezcla de rústico y francés. Mamá aún no se ha decidido por una mesa para las sillas. Puede que vaya otra silla en el rincón, y me parece que necesitaremos algo para la pared de enfrente.

Ella la estudió, intentando imaginársela.

Ness: Un pequeño aparador, quizá.

Zac: Quizá. Las obras de arte aún están por determinar, pero queremos que sea todo local, e incluiremos una lista de obras y artistas en los paquetes de las habitaciones, con los precios.

Ness: Esa es una idea estupenda. -Se lo explicaba todo tan deprisa que Vanessa supuso que tenía prisa. Ella lo iba anotando todo lo más rápido que podía, procurando seguirle el ritmo-. Entonces, ¿esto será un lugar de paso? ¿Un sitio en el que sentarse a tomar una taza de café o de té, tal vez una copa de vino? No me has hablado de un mostrador de recepción, así que…

Zac: La Recepción es eso de ahí. La entrada estará a pie de acera. Ven, te lo enseñaré. Sigues un poco a la izquierda, y entras en el Salón. -Con un gesto impreciso, le señaló un pasillo corto-. Ahora mismo está a rebosar de herramientas y materiales. Es largo, un poquito estrecho. Solía ser un paso de carruajes.

Ness: Un salón… ¿para relajarse?

Zac: Para pasar el rato. Con ambiente de bar de copas contemporáneo, supongo. Habrá sofás de piel y sillas. Otomanas de ruedas, grandes, cómodas, para los orejeros. Mamá ha optado por el amarillo -sonrió por primera vez, parecía relajarse-. Pensé que Alex le iba a parar los pies.

Ness: Amarillo pastel, piel blanda -intentó imaginar un sofá de piel amarilla en casa, luego pensó en los niños. Imposible-. Apuesto a que quedará fabuloso.

Zac: Caroline y ella aseguran que eso le dará cierto aire de local de copas sofisticado. Alguna que otra mesa de cartas o de juego, con sillones de cuero clásicos, color verde lima -prosiguió-. Televisor de pantalla plana de 32”. Tres plafones, motivo orgánico también, tipo hojas de roble. Aún estamos ultimando los detalles.

Ness: Me asombra lo mucho que habéis avanzado ya, y que podáis decorar un lugar que aún está en construcción. -Garabateó algo en su cuaderno mientras hablaba-. Debí haber supuesto que July no se conformaría con cretona y algodón barato.

Zac: Quiere una joya, pulida y resplandeciente por todos lados. Se la vamos a dar.

Impresionada, Vanessa alzó la vista.

Ness: Me gusta cómo sois. Todos vosotros. Eso es lo que quiero para mí y mis hijos. El afecto, el trabajo en equipo, la comprensión.

Zac: Te he visto con tus hijos. Yo diría que ya tienes lo que quieres.

Ness: Algunos días me veo como el maestro de ceremonias de un circo de tres pistas habitado por demonios. Imagino que vuestra madre se sentiría igual.

Zac: Creo que, si le preguntaras, te contestaría que aún se siente así.

Ness: Reconfortante y espeluznante a la vez.

Sí, lo veía liado, distraído, y muy sexy. Pero se equivocaba en lo de confundido.

Conocía bien todas las caras de la resplandeciente joya que estaban creando.

Recordó que había soñado con él una noche, no hacía mucho y, abochornada, dio media vuelta.

Ness: ¿Qué hay ahí al fondo?

Zac: La habitación para discapacitados y la entrada principal al comedor.

Ness: ¿Cuál es la habitación para discapacitados?

Zac: Marguerite y Percy.

Ness: La pimpinela escarlata. De tema francés. -Pasó las hojas de su cuaderno. Zac ladeó la cabeza y vio que Vanessa había encabezado apartados con los nombres de las habitaciones-. ¿Puedo verla?

Zac: Inténtalo. Hay materiales apilados dentro también. Es la más pequeña -dijo mientras la conducía por el breve pasillo-. Hemos tenido que estudiar el plano del edificio y la normativa de accesibilidad. Contará con dos camas grandes, separadas por una mesilla, y esta extraordinaria lámpara antigua que era de mi abuela.

Ness: ¿Estás utilizando bienes de la familia?

Zac: De vez en cuando, cuando encajan. Mamá lo quiere así.

Ness: Me parece precioso, y especial. ¿Las camas van delante de las ventanas?

Zac: Correcto. Los cabeceros de mimbre, y algún elemento decorativo por detrás, para que quede más elegante y más íntimo. Bancos de mimbre, almohadillas de fantasía a los pies, faldones de fantasía. Algún tipo de espejo grande e historiado para esa pared, nada más entrar. Paredes de color crema y techos azul claro con molduras.

Ness: Un techo azul.

Por alguna razón, le resultó muy romántico. Se preguntó por qué nunca se le había ocurrido pintar sus techos de otro color que no fuera blanco.

Supuso que había olvidado cómo ser romántica.

Ness: Suena muy francés. No te he preguntado cómo pensáis vestir las camas.

Zac: Tras un debate considerable, a veces acalorado, hemos optado por las sábanas de calidad, blancas o crudas, según la habitación. Cobertura alternativa, edredón nórdico cuatro estaciones, con funda en lugar de colcha, acolchado o similar. Muchas almohadas con fundas de lino de tono neutro, alguna almohada cilíndrica, chales de cachemir.

Ness: ¿Chales de cachemir? Que sepas que voy a reservar. Plumas de pavo real.

Zac: ¿Qué es eso, alguna maldición?

Ness: Debería haber plumas de pavo real en algún sitio. En teoría traen mala suerte, lo sé, pero dan un aire tan francés, y tan opulento…

Zac: Lo apunto. Plumas de pavo real. Este está siendo el espacio más problemático, pero quedará muy bien.

Ness: A mí ya me encanta. ¿Dónde está el baño?

Logró entrar, por encima de unos cubos y unas planchas de madera.

Zac: Cuidado -la advirtió, cogiéndola del brazo-. Sin bañera, solo una gran ducha de lujo. La grifería y los inyectores superiores y laterales irán en BE.

Ness: ¿BE?

Zac: Sí, bronce envejecido. Todas las zonas comunes tienen ese rasgo distintivo. Lavabo de bol de cristal sobre soporte de hierro. Grande y bonito. Azulejos color crema y dorado claro, con motivos de flor de lis.

Ness: Mais oui -le hizo sonreír-.

Zac: Ya he encontrado unos estantes de hierro, con volutas. La normativa y el espacio imponen algunas limitaciones.

Ness: No quedaría bien en el folleto. Mejor algo como «las necesidades especiales combinadas con un confort espectacular. El esplendor de una época pasada con todas las comodidades -no, los placeres…-, con todos los placeres de hoy».

Vanessa volvió a anotar algo, retrocedió y se topó con una pila de latas de pintura.

Zac: Ten cuidado.

Le pasó un brazo por la cintura para sujetarla y ella se agarró a él para no perder el equilibrio.

Por segunda vez en ese día, estaban muy cerca, sus cuerpos se tocaban, sus ojos se miraban. Pero esta vez la luz era tenue, filtrada por la lona azul de polipropileno. Algo parecido a la luz de la luna.

Alguien la sujetaba, pensó Vanessa, algo aturdida. La sujetaba un hombre, Zac, y de una forma que no le parecía amistosa ni cortés. De una forma que despertaba algo en su interior, una fuerza lenta y sólida que le trepaba por las entrañas.

Algo que era idéntico al deseo.

Lo inundó todo como una ola gigante cuando lo vio deslizar la mirada a su boca, y posarla ahí. Olió a madreselva. A luz de luna y a madreselva.

Con un deseo vehemente, se acercó más, imaginó ese primer contacto, ese primer sabor, ese primer…

Los ojos de él volvieron de golpe a los suyos, la sacaron bruscamente de algo que parecía un extraño sueño.

Dios santo, había estado a punto de…

Ness: Debo regresar. -No chilló, pero casi-. Tengo que… que trabajar.

Zac: Yo también -se retiró como quien se aparta con cautela de la corriente de un cable pelado-. También tengo que trabajar.

Ness: Vale, muy bien. -Salió, salió de aquella habitación con su falsa luz de luna y aquel aire que tan de repente olía a flores silvestres de verano-. Pues eso.

Zac: Pues eso.

Zac se metió las manos en los bolsillos.

Allí estaba más segura, imaginó, o terminaría abalanzándose sobre él otra vez.

Ness: Le daré una vuelta a las ideas que he pensado para las habitaciones que he visto.

Zac: Estupendo. Escucha, puedo prestarte el archivador. Tenemos un archivador con fichas y fotos de la iluminación y el mobiliario, el equipamiento de los baños y demás. El de aquí tiene que quedarse en la obra, pero tengo otro en casa que puedo prestarte un par de días.

Ness: Vale. -Respiró hondo y se tranquilizó un poco más-. Me encantaría echarle un vistazo.

Zac: Te lo puedo llevar a la librería, o acercártelo a casa en algún momento.

Ness: Cualquiera de las dos opciones me va bien.

Zac: Y tú puedes volver, cuando tengas tiempo, para ver el resto de las habitaciones. Si yo no estoy, pueden enseñártelas David o Alex.

Ness: Genial, estupendo. Bueno, más vale que me vaya. Mi madre dejará a los niños en la tienda en un ratito y aún tengo… lío.

Zac: Nos vemos.

Ness: Sí.

La vio marcharse y esperó a que la puerta se cerrara a su espalda, con las manos en los bolsillos, apretando los puños.

Zac: Imbécil -masculló-. Eres un condenado imbécil.

La había asustado tanto que apenas podía mirarlo, estaba deseando alejarse de él. Todo porque él había querido… solo porque había querido.

Su madre solía decirle, a él, a sus hermanos, que ya eran lo bastante mayorcitos para que sus deseos no les dolieran.

Pero dolía. Aquella clase de deseo le había dejado un socavón en las entrañas.

Se mantendría alejado de ella unos días, hasta que la herida se cerrase un poco. Hasta que ella volviera a sentirse a gusto a su lado. Le pediría a uno de los muchachos que le acercara el archivador a su casa, se quedaría al margen.

Quizá sus deseos le dolieran, pero era lo bastante mayorcito para controlarlos.

Percibió de nuevo el aroma a madreselva y, lo habría jurado, el levísimo susurro de una risa de mujer.

Zac: No empieces a machacarme.

Contrariado, subió con furia al piso de arriba a hostigar a los trabajadores.


Vanessa, que no estaba preparada para hacer frente a la librería y a su personal, se desvió hacia la pizzería. Detrás del mostrador, Franny, la mano derecha de Ashley, que cubría de queso una pizza, le lanzó una sonrisa.

Franny: Hola, Vanessa. ¿Dónde están mis novios?

Ness: Con mi madre. ¿Ashley anda por aquí?

Franny: En la trastienda. ¿Ocurre algo?

Dios, ¿se le notaba?

Ness: No, nada. Solo… solo quería hablar un segundo con la jefa.

Procurando fingir normalidad, Vanessa rodeó el mostrador hasta la zona cerrada de la cocina donde Ashley cortaba masa y la ponía en bandejas de estaño para que subiera. Steve, el lavaplatos, cacharreaba en el gran fregadero doble, y uno de los camareros cogía vasos y copas de las estanterías de aluminio.

Ness: Necesito hablar contigo cuando tengas un minuto.

Ash: Habla. No tengo los oídos ocupados ahora mismo. -Entonces levantó la vista y le vio la cara a Vanessa-. Ah. «Hablar.» Dame cinco minutos. Coge algo frío de la nevera para las dos. De todas formas, tenía que bajar a por existencias.

Ness: Bajo y te espero allí.

Cogió un par de gingerales y salió por la puerta al hueco de la escalera trasera. De nuevo fuera, bajo el edificio -donde oía hablar y reír a la gente del porche-, entró en el sótano destartalado de techo bajo, donde se apilaban las cajas de refrescos, botellines de cerveza, botellas de vino.

Más fresco, se dijo. Aquí se está más fresco. Abrió el gingerale y le dio un trago largo y hondo.

Luz de luna y madreselva, pensó asqueada. Otro cuento de hadas en su situación. Era una mujer adulta, madre de tres hijos. Sabía lo que le convenía.

Pero, en serio, ¿había reparado alguna vez, de verdad, en lo sólida y perfectísima que era la boca de Zac? Preciosa, eso ya lo sabía. Todos los Efron lo eran, pero ¿había reparado alguna vez en lo azulísimos que eran sus ojos a la luz de la luna?

Ness: No había luz de luna, idiota. Era una habitación sin acabar, atestada de latas de pintura, madera, lonas. Por el amor de Dios.

Se había dejado llevar por el aire romántico del lugar, eso era todo. La piel blanda, los techos azules, las plumas de pavo real y los chales de cachemir.

Todo era tan fantástico, tan distinto de su propia realidad de cosas prácticas, asequibles, a prueba de niños. Y, en el fondo, no había hecho nada. Desearlo un minuto no era hacerlo.

Paseó nerviosa de un lado a otro, y se volvió de pronto cuando se abrió la puerta.

Ash: ¿Qué pasa? Parece que la policía del pueblo te siguiera la pista.

Ness: Casi he besado a Zac.

Ash: No pueden arrestarte por eso -cogió la lata de gingerale sin abrir-. ¿Cómo, dónde y por qué casi?

Ness: He ido a ver algunas habitaciones más, estábamos en Marguerite y Percy…

Ash: Olalá.

Ness: Corta el rollo, Ashley. Te hablo en serio.

Ash: Ya lo veo, cielo, pero casi besar a un hombre atractivo y disponible que bebe los vientos por ti no entra en la categoría de desastre.

Ness: No bebe los vientos por mí.

Ashley dio un trago y meneó la cabeza.

Ash: Siento discrepar, por completo. Pero sigue.

Ness: Pues… con todos los bártulos que hay allí, he topado con algo, he tropezado y él me ha agarrado.

Ash: ¿Por dónde?

Vanessa echó la cabeza hacia atrás y miró al techo.

Ness: ¿Para qué te contaré yo nada?

Ash: ¿A quién si no? Pero, di, ¿por dónde? ¿Te ha cogido de la mano, del brazo, del culo?

Ness: De la cintura. Me ha rodeado la cintura con el brazo, y yo… no sé bien cómo, pero de pronto estábamos allí, y su boca ahí mismo, y esa luz tan rara, y la madreselva.

Ash: ¿Madreselva? -su rostro se iluminó-. ¿Has visto al fantasma?

Ness: No, para empezar porque los fantasmas no existen.

Ash: Has sido tú la que ha olido a madreselva.

Ness: Solo me ha parecido olerla. Me he dejado llevar. La habitación romántica, o que lo será por cómo me la ha descrito, la luz y… me he sentido como no me había sentido en mucho, mucho tiempo. No he pensado, me he lanzado.

Ash: Me has dicho que casi.

Ness: Porque cuando nuestros labios estaban a punto de tocarse, él me ha mirado como si le hubiera dado una patada en sus partes. Atónito. -Aun entonces, con Ashley, la vergüenza y aquella traviesa oleada de deseo se apoderaron de ella-. Y he parado, y los dos nos hemos excusado. Luego, se ha hecho a un lado, como yo si fuera radiactiva. Lo he avergonzado, y me he avergonzado a mí misma.

Ash: Te diré lo que pienso. Si hubierais seguido, ninguno se habría avergonzado y, en vez de venir corriendo como si hubieras asaltado a una anciana, lo habrías hecho cantando y bailando.

Dios, Dios, ¿por qué le contaba todo aquello a Ashley?

Ness: Primero, Zac es un amigo, solo… No, primero, no tengo espacio para cantar y bailar. Mi prioridad son mis hijos y mi negocio.

Ash: Y así es como debería ser y, como ya he dicho antes, no impide en absoluto que «cantes y bailes». -Ya sin esa sonrisa traviesa, acarició el brazo de Vanessa-. Vaya, Vanessa, esa parte de tu vida no ha terminado. Tienes derecho a cantar y bailar, sobre todo con alguien que te gusta y en quien confías. Has sentido algo, y eso significa algo también.

Ness: Puede. Pero, pensándolo bien, me parece que ha sido ese falso aire romántico. La habitación que he imaginado, la luz, el aroma, y el hecho de que me tocara. Todo se arreglará -decidió-. Zac no es de los que se toman las cosas muy en serio. Ha sido todo tan rápido que probablemente ya lo haya olvidado.

Ashley abrió la boca para hablar, luego decidió callarse su opinión. De momento.

Ness: En cualquier caso, las habitaciones van a quedar fabulosas, y va a prestarme el archivador con las fichas y las fotos. Así podré informar a Brittany cuando llegue. Sinceramente, Ashley, estaría loca si desaprovechara la ocasión de trabajar allí.

Ash: Desde luego -confirmó, y pensó que tenía un par de amigas locas-.


Zac decidió darle a Vanessa algo de tiempo, algo de espacio, para que no creyera que le preocupaba lo que había dado en llamar «el Momento». Envió a la librería su copia del archivador del proyecto con uno de los chicos del equipo y el recado de que pasaría a recogerlo en un par de días, sin prisa.

Prescindió algunas mañanas de su habitual paso por la librería en busca de café y dividió su semana de trabajo entre el hotel y otro proyecto en el vecino Sharpsburg. Cuando regresaba a Boonsboro, los trabajadores habían terminado su jornada y sus hermanos estaban cerrando.

Alex: Justo a tiempo -se acercó despacio con Bobo pisándole los talones-.

David: Tenemos una reunión enfrente con pizza y cerveza.

Zac: Precisamente las que más me gustan. ¿Has hablado con la amiga de Ashley? -le preguntó a David-.

David: Sí. Si quieres saber los detalles, pagas tú la cerveza.

Zac: Yo pagué la cerveza la última vez.

Alex: La última vez la pagué yo -lo corrigió-.

David: La última vez la pagó él -intervino señalando a Alex con el pulgar-.

Zac: Puede que sí -intentó hacer memoria mientras caminaban por debajo del andamio-. ¿Cuándo fue la última vez que la pagaste tú?

David le dedicó una sonrisa de satisfacción y se bajó un poco las gafas de sol.

David: Estoy exento durante seis rondas, porque conseguí al tío del ascensor. Me quedan dos.

Recordó lo que habían acordado cuando David había hecho un trato excelente para la compra de un ascensor usado. Se ahorraron el tiempo y las molestias de solicitar la autorización de la máquina. Iba a ponerlo en duda, pero lo dejó estar. Si David decía que aún le quedaban dos rondas sin pagar, es que le quedaban dos rondas sin pagar.

Zac desvió la mirada hacia Pasar la página mientras cruzaban la calle, medio escuchando a sus hermanos hablar de los calentadores de agua. Lo mejor sería esperar un día más, consideró. Que siguiera al margen, que le diera tiempo para revisar el archivador, de buen rollo, como amigos.

Como si el Momento nunca hubiera ocurrido. Aunque sí. Maldita sea, sí.

Alex: ¿Te parece mal el sistema?

Zac: ¿Qué? No.

Alex: Pues no pongas esa cara de cabreo -ató al perro junto al porche principal del restaurante-. Ahora te traigo la cena -le dijo, luego abrió la puerta-.

Llegaban a la hora del primer turno. Llenaban los cubículos familias y pequeños grupos de adolescentes, algunas parejas diseminadas por las mesas para dos, enroscando pasta o estudiando la carta, y dos habituales sentados en taburetes a la barra tomándose la cervecita de después del trabajo.

Zac y sus hermanos saludaron a varios comensales.

David: Pídeme una Heineken -se largó a la parte cerrada de la cocina-.

Alex: Vámonos al fondo. Si nos sentamos aquí, terminaremos hablando con todo el mundo.

Zac: Vale -pilló a una camarera, pidió la cerveza y luego siguió el pasillo hasta el fondo del comedor-.

Un par de chicos de instituto competía a los videojuegos con los imprescindibles insultos.

Alex: Las baldosas están en camino -dijo cuando Zac se sentó a la mesa con él-. Casi todas. Aún hay pendientes un par de diseños. La entrega está prevista para dentro de dos semanas. David les ha preguntado por la instalación. Pueden empezar a finales de la semana que viene si lo que están haciendo no se retrasa. A principios de la siguiente en caso contrario.

Zac: Nos va bien así.

Alex: Quiero programar la instalación del resto para inmediatamente después. Pronto dejará de hacer calor. Podemos poner a los hombres a trabajar en los puntales, que empiecen a pintar el exterior.

David se sentó con ellos justo cuando llegaba la cerveza.

**: ¿Sabéis ya qué vais a pedir? -preguntó la camarera-.

Alex: La pizza del guerrero.

David: Yo no quiero tanta carne -negó con la cabeza y sorbió su cerveza-.

Alex: Llorón.

Zac: Tú pídete la bomba de colesterol -intervino, luego miró a David-. ¿Nos partimos una de pepperoni y jalapeños?

David: Hecho. Y unas bolas de cangrejo.

**: Muy bien. ¿Cómo van las cosas por el hotel?

David: Vamos avanzando.

La camarera lo señaló con el lápiz.

**: ¿Descolgaréis pronto esa lona?

David: Tarde o temprano.

**: Es una gran provocación.

Puso los ojos en blanco y fue a pasar su comanda.

Zac: La lona está generando mucha expectación que quizá no podamos satisfacer.

Alex respondió a Zac encogiéndose de hombros.

Alex: También está impidiendo que los escombros caigan a la calle, y está librando a los hombres de lo peor del calor. Háblale de la Princesa Urbana.

David: Brittany Snow. Es lista, astuta. Hizo las preguntas lógicas, incluidas algunas en las que yo no había pensado o no nos habíamos planteado aún. Tiene una voz sexy, una de esas oscuras y aterciopeladas. Me gusta.

Alex: Voz sexy. Contratada -se recostó en el asiento, cerveza en mano-.

David: Estás jodido porque quizá haya que buscar a alguien de fuera para el puesto.

Zac: Sería genial que todo quedara en casa -musitó-. Pero necesitamos a alguien que encaje en el perfil. Además, si ella acepta el trabajo y se traslada aquí, será de los nuestros en diez o veinte años.

David: Sabremos más después del sábado. Hemos quedado el sábado por la mañana. Para enseñarle un poco el sitio. La he investigado en internet. -Sacó unas carpetas del maletín y le pasó una a cada uno-. Ecos de sociedad de Washington: ella aquí y allá con el tío que la ha dejado. Un artículo bien documentado sobre el hotel en el Washingtonian, con comentarios sobre ella, alguna cita. Alex la ha apodado la Princesa Urbana porque es original de Filadelfia y ganó un par de concursos de belleza allí.

Zac se disponía a abrir la carpeta para echar un vistazo cuando el sonido de unos piececitos que corrían retumbó por el pasillo. Los tres hijos de Vanessa irrumpieron en el local como fugitivos de la justicia. Sin aliento, con los ojos como platos, charlaban del Mega-Touch hasta que Luke divisó a los hermanos.

Luke: ¡Hola! ¡Hola! Tenemos un dólar cada uno.

Zac: ¿Me hacéis un préstamo?

Liam se tronchaba de risa con la propuesta de Zac.

Liam: Es para tomarnos una pizza y jugar a videojuegos.

Christopher se acercó a la mesa y estudió a los tres hombres.

Christopher: Tú también puedes jugar si tienes un dólar. O pídeselo a mamá.

Aquel crío era para partirse; Zac subió a Christopher a su regazo.

Zac: Apuesto a que David tiene un dólar. ¿Por qué no…?

Se interrumpió en seco al ver entrar a Vanessa.

La encontró acalorada, algo angustiada.

Ness: Lo siento. Son escurridizos como el jabón. Estás hablando de trabajo -dijo, al ver las carpetas-. Me los llevo hasta que…

Luke: ¡Mamá! -protestó como si fuera víctima de una horrenda traición-.

Alex: Cuando uno se instala aquí, espera un poco de ruido -los disculpó-. No pasa nada. Siéntate.

David: Ahora mismo le contaba a Zac que hemos quedado con tu amiga el sábado.

Ness: Ashley me lo acaba de decir en el lapso de dos segundos en que se me ha escapado el trío.

David: ¿Cómo va el folleto?

Ness: Tengo algunas ideas.

Ash: Tiene unas ideas estupendas -acababa de entrar-. A mí ya me ha comentado algunas.

Ness: Son solo pinceladas. Me gustaría ver un poco más, empaparme del ambiente.

Ash: Deberías ir ahora. Zac, ¿por qué no la llevas ahora?

Ness: Ashley -masculló procurando disimular su conmoción-.

Ash: No, en serio. Ahora está vacío. Tiene que resultar más fácil y más productivo echarle un vistazo sin todo ese estruendo. -Sonrió, cautivadora-. ¿No te parece?

Zac: Claro. -Christopher abandonó a Zac para unirse a sus hermanos en un juego de tres. Y de pronto Zac ya no sabía qué hacer con las manos-. Sí, desde luego.

Ness: Estoy interrumpiendo, y tengo a los niños.

Ash: Nosotros los vigilamos. Yo les pido la pizza -la echó con un gesto-. Así podemos exponerle tus ideas a Brittany cuando venga mañana. Déjame tu sitio, Zac. A la cerveza invita la casa. Ya me la termino yo. -La cogió, le dio un sorbo y sonrió-. Esta noche no trabajo.

No pudiendo elegir, Zac se levantó.

Zac: ¿Vamos?

Ness: Eso parece -le dedicó una mirada fría a Ashley antes de volverse-. Me voy con Zac un momento -les dijo a sus hijos-. Os quedáis con Ashley, Alex y David. Portaos bien.

Luke: Vale, mamá, vale -miraba con fiereza la pantalla-.

Zac y ella salieron juntos del restaurante. El viento le alborotó el pelo mientras alzaba la vista a las nubes que cubrían el cielo.

Ness: Se acerca una tormenta.


2 comentarios:

Maria jose dijo...

El capitulo quedo listo para seguir
Ya quiero saber que pasará
Me encanta la novela
Son tan tiernos
Siguela pronto
Saludos!!!

Carolina dijo...

Indeed se acerca una tormenta xD
Yo quiero una amiga como Ashley que me impulse a momentos románticos
Me encanta, se nota que se gustan, y el aire francés de la habitación
Pública pronto mon cheri

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