topbella

miércoles, 29 de febrero de 2012

Capítulo 9


Tanto Zac como Steve se habían ido para cuando Vanessa se marchó a su casa. Al aparcar, vio que Steve tenía las luces encendidas y se preguntó si su hermano estaría con él.

Vanessa pasó el resto de la tarde pensando en excusas para bajar. Y cuando ya se acostó, se esforzó por oír voces en el piso de abajo. Al menos una voz. Harta de sí misma y de su comportamiento, se volvió hacia la pila de manuscritos que solían acumularse en su mesilla, con tan mala suerte que el primero que cogió fue el de Sara Hardy.

Lo primero que hizo a la mañana siguiente fue llamar a Ashley.

Ness: Ya que eres mi amiga tengo que advertirte que no es agradable enfrentarse a Efron. ¿Cómo está Scar?

Ash: Está ayudándome en la tienda. Si quieres que te diga la verdad, dudo que vaya a casarse.

Vanessa sintió que se le encogía el estómago.

Ness: Claro que sí -dijo, en tono neutro-. Aunque me encantaría que lo dejara plantado en el altar.

Ash: No eres demasiado considerada con el hombre que te ha salvado la vida.

Vanessa se arrepintió de inmediato. La deuda que tenía con él estaba por encima de su comportamiento. Más tarde, cuando salió a regar antes de vestirse para ir al trabajo, intentó recordarlo. Delante de la casa, estaba aparcada una furgoneta roja, estropeada y salpicada de barro, que no había estado allí al volver de su clase de aerobic, por la mañana.

Regó unas margaritas sin apartar la vista del vehículo y el corazón le dio un vuelco cuando miró en torno en busca del conductor. Estaba apoyado en la puerta del piso de abajo, observándola de brazos cruzados.

Una vez más, a Vanessa le irritó que él la hubiera visto antes que ella a él.

Zac
se apartó para no mojarse y ella cerró el agua de la manguera. Le daba rabia no estar vestida para ir al trabajo. Al volver del gimnasio se había puesto un jersey grande y una falda larga, y no llevaba ropa interior.

Zac se apoyó contra la pared. Llevaba las gafas en el bolsillo de la camisa, y bajo los ojos se veían unas ojeras pronunciadas. Estaba pálido y sin afeitar, y daba la sensación de no haber dormido durante días. Vanessa supuso que por culpa de Scar.

Ness: Tienes muy mal aspecto -dijo con frialdad, apartando los ojos de él-.

Zac: En cambio tú estás muy guapa -dijo dirigiéndole una cálida mirada-.

Después de cómo la había tratado el día anterior, Vanessa se sintió desconcertada. Zac no tenía derecho a mirarla así, ni ella a que le alegrara.

Ness: Steve ya se ha marchado, así que no vale la pena que llames -dijo, para salir de su turbación-.

Zac: ¿Tiene una entrada independiente?

Ness: Una entrada, una vida y una cama -replicó-. Es un apartamento separado del mío. Llevo años alquilándolo. Mi inquilino se marchó justo cuando Steve estaba buscando casa, así que... -se encogió de hombros, molesta consigo misma por sentir que tenía que dar explicaciones y por la satisfacción que ésta parecía deparar a su oyente-.

Zac: ¿Cuál es tu puerta?

Ness:
¿Crees que te voy a invitar a entrar, Efron? -el corazón le latía a toda velocidad-.

Zac la miraba de una forma que no era capaz de interpretar y, para intentar ignorarla, se esforzó por imaginar a Scar vestida de novia. Y a Zac junto ella, de esmoquin.

Zac: Espero que sí. Vengo a pedirte un favor.

Vanessa se tensó. Debía un favor a Zac y estaba segura de que él le iba a pedir que le dijera dónde estaba Scar.

Ness: Comprendo.

Zac: Podría haber ido a alguna otra parte...

Ness: Pero has pensado que yo te debía un favor -dijo brevemente. Al menos Scar había tenido un par de días para pensar-.

Zac: ¿No te has olvidado?

Ness: No -lo miró con gesto arrogante-. Supongo que no puedo negarme.

Zac: Me alegro -se separó de la pared e hizo girar los hombros con gesto cansado-. Dime donde está.

Ness: ¿El qué?

Zac: La ducha.

Vanessa tardó unos segundos en comprender, pero al hacerlo no pudo evitar sonreír.

Ness: ¿Ese es el favor? ¿Quieres usar mi ducha?

Él sonrió a su vez.

Zac: Y una toalla, por favor.

Vanessa rió.

Ness: Creía que ibas a exigirme que te dijera dónde estaba Scar.

Zac
le acarició la mejilla con el dorso de la mano con tanta delicadeza, que Vanessa sintió que las rodillas le flaqueaban. Para no dejarse llevar por el impulso de apoyar el rostro en su mano y prolongar el contacto, tuvo que invocar otra escena de la boda: yo os declaro marido y mujer…

Zac: Ya te dije que salvarte de las llamas era mi trabajo. En cambio, dejarte usar mi ducha fue todo un sacrificio... y merece ser correspondido.

Ness: ¿Un sacrificio? No usé demasiada agua -protestó-.

Zac:
Sacrifiqué mi paz de espíritu -dijo en tono solemne-.

¿Por qué tenía Vanessa la sensación de que algo había cambiado en él? Parecía más relajado, más dispuesto a bromear.

Zac
fue hasta su furgoneta para sacar la bolsa de viaje. Cuando abrió la puerta con la mano izquierda, Vanessa vio que llevaba la derecha cubierta con un pañuelo ensangrentado.

Ness: Estás herido.

Zac se miró la mano con indiferencia.

Zac: He sufrido un pequeño accidente esta noche. Me choqué contra la valla de un parque.

Vanessa se fijo en una abolladura de la furgoneta.

Ness: Eres un idiota, Efron. No es extraño, teniendo en cuenta que llevas conduciendo dos días seguidos. ¿Por qué no has venido en avión?

Pero antes de que él respondiera, Vanessa supo la respuesta. Porque si iba en coche, podría de paso ver si encontraba una motocicleta. Vanessa sintió pena por él, imaginándose lo solo que debía haberse sentido, preocupado por Scar y angustiado por la ausencia de su hermano.

Zac: ¿Estás leyendo mi mente una vez más, Vanessa? -dijo secamente, volviendo la vista hacia ella y adivinando sus pensamientos-.

La situación empezaba a resultar demasiado íntima y Vanessa sacudió los hombros.

Ness: Además, no deberías haber conducido ayer por la noche. Olías a alcohol. Has tenido suerte de que no te pasara nada grave -cuando Zac la miró con expresión divertida al verla reaccionar como una esposa preocupada, Vanessa le dio la espalda y se encaminó hacia la casa-. No creo que a Scar le guste que su novio aparezca con muletas.

Zac: Scar no quiere ningún novio.

Vanessa se paró en seco y miró por encima del hombro.

Ness: ¿Qué?

Zac: No quiere casarse. Me ha dejado plantado, Vanessa -dijo con expresión entristecida-.

El corazón de Vanessa latió de forma errática. No habría boda. Scar no se vestiría de blanco, ni Zac de esmoquin. Zac estaba libre. De pronto la fotografía de la boda se quedó en blanco, sin personajes para llenarla. Una parte de Vanessa se alegró. Otra, sintió una extraña aprensión. Irguiéndose, continuó andando, subió los peldaños que conducían a la puerta y abrió.

Ness: Siento que no hayan salido bien las cosas -dijo, con gesto grave-. Debe de haber sido una desilusión para todos: el padre de Scar, Joyce...

Zac: Joyce abrirá una botella de champán en cuanto se entere -dijo con amargura-. Desde que nos encontró juntos en mi oficina, ha iniciado una campaña de boicoteo.

Ness: Bueno, al menos así sabrás que no fui yo quien lo contó -dijo vagamente. No sabía qué otra cosa decir.
Llevó a Zac al cuarto de baño, sacó una toalla del armario y se la dio-. Cuando te hayas duchado, te vendaré la herida -Zac se quedó mirándola sin coger la toalla. Parecía aturdido-. ¿Te has dado un golpe en la cabeza? -Zac no contestó. Siguió mirándola con una extraña expresión, como si hubiera perdido la facultad de hablar-. ¿Efron?

Zac: Un golpe en la cabeza -balbuceó-.

Su comportamiento era tan poco propio de él que Vanessa le miró las pupilas. Parecían normales. Azules, como siempre, aunque con una fragilidad que no había visto hasta entonces. Parte de su arrogancia había desaparecido en aquel viaje. Parecía inseguro por primera vez, y algo más que Vanessa no lograba identificar. No podía dejar de mirarlo a los ojos. Para conseguirlo, le entregó la toalla con brusquedad.

Ness: ¿Qué estabas haciendo en un parque por la noche?
Supongo que no pensabas encontrar allí a Scar -lo miró con ojos entornados-. ¿Dónde has pasado la noche?

Zac: Al lado del parque, en la furgoneta. Es tan incómoda como la tuya -dijo quitándose el pañuelo de la mano-. Se me olvidó reservar habitación. Cuando dejé el teatro, fui a localizar a las amigas de Scar -miró a Vanessa con resentimiento-. Podrías haberme ahorrado una noche espantosa.


Vanessa lo miró con ojos muy abiertos. Era evidente que si sabía cuál era la decisión de Scar era porque había dado con ella.


Ness: La has encontrado, ¿verdad?

Zac se quitó la americana.

Zac: Esta mañana. Me he acordado de que me hablaste de tu amiga Ashley Tisdale. Al ver que había una Ashley Tisdale en la guía bajo el encabezamiento de materiales teatrales he supuesto que sería ella. Scar estaba en la tienda, con un ojo morado y varios cortes en el brazo -contó-.

Ness: Ashley hace los mejores cortes de la ciudad -dijo sonriente-.

Zac parecía triste y Vanessa supuso que debía de haberse dado un buen susto hasta darse cuenta de que las heridas no eran reales.

Ash: Tu amiga es toda una mujer -continuó desabrochándose la camisa con expresión distraída-. ¿Todas tus amigas tienen tanto carácter como tú?

Vanessa rió. Sabía que Ashley no cedería fácilmente a las exigencias de Zac.

Ness: Ya te dije que éramos como hermanas.

A la vez que contestaba, Vanessa recordó que a Andrew no le gustaba el carácter de Ashley y que, durante dos años, apenas la había.visto.

Cuando Zac se descubrió por completo, Vanessa pudo apreciar que todavía no le había vuelto a crecer el vello del torso y que el corte de la cintura le había dejado una cicatriz rosa. Tiró la camisa al suelo y miró a
Vanessa a los ojos, con la irónica sonrisa de un hombre que supiera que había ganado la aprobación de su público. «Evidentemente, pensó Vanessa, la arrogancia no le había abandonado del todo».

Ness: ¿Recordabas el nombre de Ashley? Solo había hablado de ella de pasada.

Zac: ¿Te sorprende? -preguntó a su vez, dándose un masaje en la nuca-.

Vanessa no pudo evitar admirar sus musculosos brazos y la forma perfecta de sus pectorales.

Ness: No especialmente -mintió, distraída-.

Para recordar un nombre que solo había oído una vez, Zac tenía que haber estado escuchando atentamente. Y eso era excepcional en un hombre. Andrew siempre le había hecho creer que la escuchaba, y ella le había creído hasta el día en que lo vio todo claro y se encontró con un mechero para encender los cigarrillos que ya no fumaba.

Vanessa salió del cuarto de baño, fregó los platos del desayuno y preparó dos tazas de té. No podía dejar de pensar en qué haría Zac cuando acabara de ducharse, y su mente se pobló de imágenes de él quitándose la ropa y quedándose desnudo en medio del cuarto de baño.

En una ocasión Zac le había dicho que para iniciar un fuego se necesitaban tres cosas: calor, oxigeno y combustible. Y en ese momento Vanessa se preguntaba cuál de los tres era Zac. Ella solo sabía qué, cuando él no estaba, no se sentía rodeada de chispas. Se llevó a la cara las manos y le sorprendió lo caliente que tenía la piel. Maldijo a Scar por haberlo dejado plantado y, por tanto, disponible. ¿Llevaría los calzoncillos con estampado de sombrillas?

Ness: ¡Por Dios! -masculló, indignada consigo misma-.

Dadas las circunstancias, se arrepentía de haberse ofrecido a vendarle la mano. Y cuando llamó a la puerta del baño y él la abrió, su angustia se multiplicó. Llevaba
una toalla a la cintura, estaba aún húmedo y todavía le quedaba espuma de afeitar en la barbilla.

Zac:
No me gustan la máquinas de afeitar -comentó al ver que Vanessa le miraba aclarar la navaja bajo el grifo con curiosidad-. Soy muy anticuado.

Ness: Sí,
ya me lo has dicho. Siéntate en el borde de la bañera para que te ponga una venda en el arañazo. -Más que un arañazo era un corte suficientemente profundo como para necesitar puntos. Vanessa se inclinó hacia adelante para desinfectar la herida-. Esto va a arder.

Zac le dedicó una sonrisa débil y sensual que le produjo un escalofrío.

Zac: Ya me ardió la última vez.

Ness: ¿Cuándo? -preguntó desconcertada por el estado de ánimo que Zac le mostraba-.

Zac: La última vez que curaste mis heridas.

Su voz acariciadora hizo estremecer a Vanessa. Para disimular su turbación, fue hasta un armario en busca esparadrapo.

Ness: Llamarlas heridas es una exageración -dijo intentando aparentar frialdad-. Estáte quieto -añadió, acabando la cura-.

Zac: Ayer no tenía intención de ir al teatro -comentó-. Me dije que ir allí a preguntar por Scar no era más que una ridicula excusa para volver a verte. Tiene gracia.

Vanessa no respondió.

Una
ridícula excusa para volver a verte...

Saber que él quería volver a verla hizo que su corazón se acelerara. Pero Zac parecía considerarlo más bien un fracaso: había intentado ser valiente y resistirse a aquella mujer diabólica, pero había fallado.

Ness: Ya está -dijo incorporándose. Al hacerlo vio una mancha roja en su pelo y, cuando se la tocó, Zac protestó-. Tienes una herida -cogió el alcohol una vez más y él gimió-. No seas tan quejica. Piensa en otra cosa.

Zac:
Ya estoy pensando en otra cosa -dijo con una voz tan extraña que Vanessa miró hacia abajo y vio que su rostro estaba justo a la altura de sus senos y su aliento la acariciaba a través del jersey. Como iba sin sujetador, cualquier movimiento hacía que sus pechos se movieran y el tejido de la prenda se pegaba a su piel de forma que los pezones se marcaban con toda claridez. Zac tenía una expresión divertida. Levantó los ojos y dijo, en tono solemne-: Estoy pensando en la ley del perpetuo movimiento.

Ness: No seas crío, Efron -dijo sonrojándose al tiempo que le aplicaba alcohol a la herida-.

Zac: Cena conmigo esta noche, Vanessa.

Su mundo empezaba a desmoronarse. Todas las defensas que había levantado a su alrededor, incluida Scar, le fallaban. Vanessa no quería verse implicada con un hombre al que le gustaba mandar. Si aceptaba la invitación, ¿qué ocurriría? Ya no estaba Scar para establecer el límite. Ni Zac se sentía culpable. El corazón le latió erráticamente al imaginar a Zac sin barreras. Metió el alcohol en el armario con un movimiento tan brusco que estuvo a punto de caérsele.

Ness: El pobrecito novio -dijo irónicamente-. Un día estás a punto de decir
sí, quiero, y al siguiente todo ha pasado y estás dispuesto a invitar a cenar a otra mujer.

Zac se incorporó. Su mirada se había endurecido instantáneamente.

Zac: No es así, y tú lo sabes.

Ness:
Lo único que sé es que no quiero acercarme a un hombre que considera a las mujeres como objetos intercambiables -dijo en tono airado-.

Zac: ¿Cómo? -preguntó incrédulo-. ¿Intercambiables?

Adoptó su postura de jefe, con los brazos en jarras, y a Vanessa le dio rabia comprobar que, a pesar de lo ridículo de su indumentaria, seguía transmitiendo fuerza y poder. Y sus musculosos hombros y las cicatrices del torso
recordaban que combinaba la fuerza física con la mental.

Ness: Deberías mostrar más entereza, Efron -le atacó, recogiendo la ropa del suelo, con gesto desaprobador-. Al menos podrías tener la decencia de fingir que te importa que te hayan dejado.

Zac: Te he invitado a cenar. No a ir a la cama -dijo sarcástico-. Al menos, no inmediatamente. -Vanessa se sonrojó y le tiró la ropa encima-.
Scar me importa, pero desde hace un tiempo noté que no estamos hechos el uno para el otro. Desde noviembre -hizo una pausa para dar tiempo a que Vanessa comprendiera. Vanessa recordaba perfectamente el mes de noviembre y tuvo la extraña sensación de que el destino empezaba a mostrarle su rostro-. Pero no podía romper mi compromiso. Sin embargo, no me ha extrañado que Scar huyera. Es cierto que podía haber sido de otra manera, pero no puedo negar que estoy aliviado -concluyó-.

Ness: Así que después de advertirme que no estabas disponible, ahora me anuncias que vuelves a estar en circulación, ¿es eso lo que quieres decir? -preguntó con sarcasmo-. ¿Se te ha ocurrido pensar que después de cinco meses soy yo quien no está interesada en ti?

Se separó de él bruscamente y se puso a ordenar los objetos que estaban en el borde el lavabo: el jabón, la pasta dientes, el cepillo... Zac se colocó detrás de ella, de cara al espejo, y, apoyándose en el lavabo, la atrapó entre sus brazos.

Ness: Efron -musitó-, no.

Zac: ¿No qué? -la miró en el espejo con ojos ensoñadores. Se inclinó sobre ella y aspiró su aroma-.

Ness: Lo que sea que estás pensando... No -dijo entrecortadamente-.

Zac: Ah, debes referirte a esto -susurró agachándose para besarle el hombro sin dejar de mirarla en el espejo. Vanessa cerró los ojos y entreabrió los labios-. O tal vez esto -le musitó al oído, y lentamente le puso
las manos en la cintura y fue subiéndolas hacia sus senos-.

Vanessa se adelantó y se los cubrió con las manos. Pero Zac se limitó a poner las suyas sobre las de ella y a presionarla y acariciarla a través de sus palmas. Tomando una bocanada de aire, Vanessa quitó sus manos y él sonrió maliciosamente a través del espejo, masajeando sus voluptuosas formas con delicadeza. Vanessa nunca había experimentado una sensación tan erótica como aquélla. Sus párpados se cerraron y sus pezones se endurecieron bajo el magistral tacto de los dedos de Zac. Éste subió las manos de nuevo hasta sus hombros y, después de besárselos, le colocó bien el jersey.

Zac: Claro que he pensado que podrías haber perdido interés en estos meses -dijo, observándola como un águila-. Pero ahora que te he vuelto a ver... -la miró con picardía en el espejo-. Y que tú me has vuelto a ver... -dijo, dulcemente-.

Ruborizándose, Vanessa le dio un empujón y salió precipitadamente, pero Zac la siguió. Cuando fue a cerrar la puerta de su dormitorio para quedarse a solas, él se lo impidió. Por encima de Vanessa, miró hacia la cama con una expresión que no necesitaba palabras para ser interpretada.

Ness: Ni lo sueñes -dijo sin titubear-.

Zac:
No puedo evitarlo -dijo optando por la interpretación literal-. Demasiado a menudo. ¿Nunca has tenido la sensación de que hemos dejado algo a medias? -su voz sonaba grave y aterciopelada. Se pasó la mano por los ojos como si tratara de borrar una imagen-.

Vanessa fue hasta el armario, sacó un par de perchas y las colgó en el pomo. Vio el encendedor de oro sobre la mesilla y lo tocó, con la esperanza de que, como siempre que lo tocaba, le recordara cuánto le había gustado Andrew en un principio y lo dispuesta que había estado a abandonar su vida para dejarse absorber por la de él. Comparado con Zac, Andrew era un niño. Y Andrew nunca le había hecho sentir como él lo hacía. Se
puso a sudar. Había vivido con Andrew, había sido su esposa y su amante, pero en ese instante supo que nunca había estado tan implicada emocionalmente con él como lo estaba Zac. Se quedó mirando la inscripción y tuvo que enfrentarse a un pensamiento qué había tratado de ignorar. No podía ser amor. No podía amar a un hombre al que apenas conocía. Un hombre que la deseaba a su pesar, que la consideraba una tentación que debía combatir. Al menos hasta ese momento. Probablemente al verse libre, prefería poseerla para librarse de su fantasma, para poner un poco de orden en la confusión de sus emociones. Ella no se enamoraría de un hombre así. Dejó el encendedor con expresión triunfal y dijo:

Ness: Qué pena que no pudieras darle esto a la policía
como prueba número uno.

Zac frunció el ceño.

Zac: ¿De qué estás hablando?

Ness: ¿Te limitaste a darles mi nombre o les diste el mapa con las anotaciones para que ellos mismos establecieran la conexión?

Zac la miró desconcertado, pero no sorprendido.

Zac: ¿La policía ha ido a verte?

Ness: No te hagas el inocente -dijo despreciativamente-. Claro que han ido a verme, para interrogarme y husmear por el teatro.

Zac no parecía avergonzado.

Zac: ¿Te han causado algún... problema?

Ness: Suficientes -dijo cortante-. ¿Te importaría esperar en el salón? Quiero vestirme.

Zac seguía en el salón cuando Vanessa salió de su dormitorio. Estaba frente al estante y sostenía en la mano un gran cuarzo. Al oírla, se volvió hacia ella y la observó detenidamente.

Zac: Me habías comentado que coleccionabas cosas -dijo, dejando el cuarzo junto a la roca que Vanessa había recogido estando juntos-. Pero no me dijiste que eras una fanática. Tienes de todo aquí: piedras, restos de cerámica, conchas, hojas secas... ¿Intentas crear tu propio mundo, Vanessa?

Ness: Es un entretenimiento.

Zac: ¿Tienes pensado coleccionar algo más en el futuro?

Ness: No he planeado nada. Lo hago espontáneamente.

Zac: ¿Y alguna vez tiras algo de lo viejo?

Vanessa se puso a la defensiva. Miró al estante con expresión posesiva y la idea de librarse de alguna de sus piezas le produjo angustia.

Ness: ¿Por qué iba a hacerlo?

Zac: Por si te quedas sin espacio.

Ness: Siempre puedo mudarme a una casa más grande.

Zac:
Serías capaz de abandonar tu casa por unas piedras y no por un hombre -dijo con desdén, recordándole su promesa de no cambiar ni de nombre, ni de trabajo, ni de casa por un hombre-.

Ness: Lo haría si ese hombre me ofreciera más de lo que me dan las rocas.

Zac: ¿Y qué te dan?

Ness: Les hablo y nunca me interrumpen -dijo animada-. No me dice que estoy guapa cuando estoy enfadada, en lugar de tomarme en serio. Solo tengo que quitarles el polvo, nunca tengo que lavarles los calcetines, o prepararles cenas especiales, ni aguantar su mal humor. Nunca me exigen saber dónde he estado ni me dicen: «si me quisieras lo bastante, pensarías más en mí y dejarías tu trabajo» -ya había dicho suficiente y veía a Zac rápidamente uniendo las piezas e imaginándose cómo había sido su relación con Andrew. Y era una visión en la que ella solo podía aparecer como una estúpida-. Voy a hacer té -dijo, en el mismo tono que si hubiera dicho que iba a preparar un veneno-.

Zac la siguió a la cocina y observó los numerosos cacharros y utensilios antiguos que decoraban las paredes. Vanessa tuvo la sensación de que la inspección
le estaba descubriendo secretos de su personalidad que ella hubiera preferido no desvelar.

Ness: Bueno, ¿qué te parece? -preguntó, en tono retador-.

Zac dirigió la mirada hacia un plato con restos de bizcocho de chocolate y cuando volvió los ojos
hacia Vanessa, habían adquirido una nueva calidez. Ella recordó el modo en que él la había mirado en el espejo y se ruborizó.

Zac: ¿Sabes que estás muy guapa cuando te ruborizas? -se limitó a preguntarle. Vanessa resopló y puso agua a calentar-.
También coleccionas gente -comentó mientas ella ponía las bolsas de té en las tazas-.

Ness: ¡Qué tontería!

Zac: Tu admirador te ha seguido de pueblo en pueblo. Steve..., Scar..., yo.

Ness: Tú solo estás aquí buscando a los demás.

Zac:
¿Tú crees? -aceptó la taza de té que Vanessa le ofrecía-. Se me olvidaba que eras capaz de leer los posos del té.

Vanessa le pasó el azúcar.

Ness: Imposible -dijo, haciendo una mueca-. Lo hago siempre con bolsas.

Llamaron por teléfono y Vanessa resolvió el problema para el que la contactaban sin dificultad. Para cuando colgó, Zac había desaparecido. En la cocina, solo quedaba su taza vacía.

Pero no se había marchado. Estaba tumbado en la cama de Vanessa, completamente dormido. Vanessa se aproximó a él pensando que debía despertarlo y decirle que no podía quedarse allí. Le tocó el hombro, pero él no se movió. Parecía exhausto y Vanessa, apiadándose de él, se marchó.

En el trabajo, cumplió con sus deberes automáticamente, pero nadie pareció notarlo. Todo estaba preparado para la última función y no se habían presentado mayores problemas.

Steve parecía de mal humor. Su único comentario
respecto a la escena del día anterior había sido de sorpresa.

Steve: Es la primera vez que le oigo decir a Zac que no sabe qué hacer -le comentó a Vanessa-.

Ness: Quizá cree que solo debe mostrarte su fortaleza.

Steve: Puede que sí. Me preguntó por qué Scar le ha dejado -dejó escapar un silbido-. ¡Es increíble, Zac humillado!

Ness: No me puedo creer que te alegre su desgracia.

Steve: No me alegra. Pero me gusta comprobar que es humano. ¿Por qué le defiendes? -preguntó dirigiéndole una mirada curiosa-.

Vanessa le dio un plano del teatro.

Ness:
Demuéstrame que no eres solo un chico guapo y comprueba el estado del sistema eléctrico. No quiero tener ningún problema.

También Vanessa se preguntaba por qué Scar había dejado a Zac y una conversación con Ashley no le aclaró nada.

Ash: No me ha dado explicaciones. Su padre vino a buscarla y ella, después de darme las gracias muy educadamente, se ha marchado. Me ha dicho que te iría a ver.

Y así fue. Scar apareció cuando faltaba media hora para empezar la función y aunque era el momento en el que Vanessa estaba más ocupada, la condujo a su despacho. Al entrar, vio con desconfianza un ramo de claveles rosas sobre su escritorio. Parecía imposible librarse de los recuerdos de la gira.

Hizo una señal a Scar para que se sentara, pero la joven prefirió quedarse de pie.

Scar: He roto mi compromiso con Zac -le anunció de improviso-.

Ness:
Oh -exclamó fingiendo que no lo sabía y esforzándose por mostrar un rostro compasivo-.

Scar: Papá lleva bastante tiempo enfermo y solo ahora me han dicho que tiene un cáncer terminal.

La compasión de Vanessa fue natural

Ness: Scar..., lo siento.

Los ojos de la joven se humedecieron, pero contuvo las lágrimas.

Zac: No me lo ha querido decir porque... siempre he sido su niñita -recorrió la habitación, mirando las fotografías que colgaban de las paredes-. Siempre ha querido protegerme, igual que Zac. Él sí sabía que a mi padre solo le quedaba un año de vida. Papá confió en él, no en mí -inclinó la cabeza para observar una escultura-. Si las cosas hubieran salido tal y como ellos querían, me habría casado con Zac antes de averiguar la verdad. -A Vanessa no le extrañaba que Zac se hubiera sentido comprometido, y no con Scar, sino con su viejo amigo John Crawford-.
Ellos me quieren a su manera -continuó-. Y yo quería hacer feliz a papá. Además, sabía que más tarde o más temprano tendría que casarme con alguien, y me resultó sencillo creer que estaba enamorada de Zac.

Ness: ¿Qué vas a hacer ahora?

Scar:
Papá tenía pensado ir a Escocia para visitar la tierra de sus antepasados y voy a acompañarle. No quiero separarme de él -dijo, echándose la melena hacia atrás-. El preferiría que lo recordara fuerte y lleno de salud. Los hombres pueden ser tan estúpidos... -En ese momento, entró John-. Papá, ¿te acuerdas de Vanessa Hudgens?

Él respondió con una inclinación cortés y pasó un brazo por el hombro de su hija.

Ness: Siento mucho lo de... su enfermedad.

John hizo un gestocon la mano para quitarle importancia.

John:
Supongo que Scar le ha dicho que ha roto su compromiso con Zac y que viene conmigo a Escocia para cuidar de mí -le dio una palmadita cariñosa a su hija-. Pero yo no quiero. No voy a perder la esperanza de que se reconcilie con Zac. Es un hombre entre un millón -cogiendo a Scar del brazo la condujo hacia la puerta-. Me pregunto dónde se ha metido -añadió pensativo-. Me gustaría verlo antes de irnos.

Estrechó la mano de Vanessa y salió con su hija al pasillo. Scar se separó de él y volvió al lado de Vanessa.

Scar: Supongo que no necesitas que te lo diga, pero no me besó ni una sola vez desde que te fuiste de Catastrophe -dijo, mirando a Vanessa fijamente-. Solo me besó cariñosamente, en la mejilla y en la frente -ladeó la cabeza-. Sé que piensas que soy una frivola, pero si me hubiera casado con él, le habría hecho feliz.

Vanessa rió.

Ness: Adiós, Scar -dijo, fríamente-. Mándame una postal desde Escocia.

No me besó ni una sola vez desde que te fuiste...

La idea la animó y estaba aún dándole vueltas cuando las llamadas de Will la sacaron de su ensimismamiento.

Sabía que estaba loca y que por su propio bien debía correr tras Scar y rogarle que se casara con Zac en lugar de dejarlo libre.

Al salir del despacho, se chocó con otro ramo de claveles rosas y sus fatales premoniciones se vieron convertidas en realidad cuando el ramo se desplazó a un lado y un rostro sonriente apareció detrás de él.

Wayne: Buenas noches, Vanessa -le saludó Wayne Sweet-.


domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 8


Estaba en casa. Vanessa respiró profundamente el olor a sal y contaminación del aire de Sydney y sintió un ataque de nostalgia. El incesante rodar del tráfico, las bocinas de los coches, los chirridos de los frenos. Música familiar y enloquecedora que nunca callaba. Vanessa aireó la casa y fue a hacer la compra, peleándose para conseguir un aparcamiento y teniendo que esquivar otros carros en el supermercado. Se cortó el pelo y fue al gimnasio. Al atardecer, descansó en el porche de su casa, tomando una copa mientras contemplaba la puesta de sol. «Casa»..., se dijo, dando un sorbo y pensando con afecto en aquel conjunto de belleza y fealdad creada por el hombre.

Y sin embargo, algo había cambiado. Una parte de ella tenía otra imagen de lo que era un verdadero hogar: un espacio abierto y silencioso bajo un cielo inmenso. Un lugar en el que la gente medía el tiempo de otra manera, sabiendo que no podían hacer nada por adelantar las cosechas o el nacimiento de los corderos. Permaneció inmóvil, con una calma que nunca había experimentado, contemplando el descenso del sol tras las palmeras y los bloques de oficinas. El campo se había metido en sus entrañas. El campo de Zac. Zac.

Pasaron los días. Vanessa tuvo que ocuparse del trabajo que se había acumulado en su ausencia. Ashley insistió en que fuera a verla a su oficina de materiales teatrales.

Ash: Tengo una colección de efectos especiales fantástica -le dijo, enseñándole un moretón en la mejilla y una
herida de navaja en la mano. Al ver la expresión de Vanessa, añadió-: Hablame de él.

Vanessa rió.

Ness: Sabía que estarías intrigada. Era un verdadero Adonis. Pelo negro y rizado, pestañas larguísimas, ojos azules...

Ashley hizo un gesto de desinterés con la mano.

Ash: No me refiero a él. Me refiero al Jefe.

Vanessa compuso una mueca.

Ness: Ah, él. Ya conoces el tipo: alto, fuerte, machista y nada comparado con su hermano -pasó la hoja de un folleto informativo con gesto distraído-. Uno de esos pretenciosos y arrogantes machos.

Ash: Mi intuición me dice que debía de tener algo más -comentó sirviendo un café a su amiga-.

«Ojos azul cielo. Una voz que producía escalofríos. Una masculinidad capaz de dejar sin aliento...».

Ness: Bueno, me salvó la vida -dijo en cambio-.

Ash: Eso no me lo dijiste en las postales -dijo con gesto preocupado-.

Vanessa sonrió.

Ness: No se suelen escribir esas cosas.
Por cierto, me he quedado atrapada en un incendio y he saltado a través de las llamas con el Jefe. Ojala estuvieras conmigo.

Ash: ¿A través?
-Vanessa le resumió lo ocurrido. El incendio, la confusión, la cría de canguro-. ¿Ibas persiguiendo un canguro? -repitió-.

Ness: Sé que fue una locura -admitió-. Pero acababa de atropellar a uno y no podía dejar morir a otro.

Ash: Por supuesto -dijo con indiferencia-.

Ness: Efron vino a buscarme. Los dos frentes de llamas nos rodearon. Podríamos haber muerto -miró en la distancia. Había soñado con el episodio muy a menudo. Pero en sueños, Zac no llegaba a tiempo-. Me pregunto si el pelo le volverá a crecer.

Ash: ¿Se quemó el pelo?

Ness: Me dio su casco, me roció con agua y avanzó de lado para protegerme del fuego -no se había dado cuenta de ese detalle hasta más tarde-. Y se metió el canguro en el mono.

Ash: ¿Cómo se llama?

Ness: Zac -recordó la única ocasión en la que le había llamado por su nombre y tragó saliva-. Todo el mundo le llama Jefe.

Ash: Mi intuición...

Ness: Supongo que su esposa también lo hará, a no ser que prefiera llamarlo papi -era tan poco propio de Vanessa ser tan sarcástica que se ruborizó-. Se casarán pronto.

Ash: ¿Hay algo que quieras contarme, Vanessa? -preguntó mirándola con interés-.

Ness:
Esa herida de navaja de la que me has hablado...

Ashley suspiró.

Ash: Está bien, sé cuando no debo seguir preguntando.

Ness:
¿Te lo dice tu intuición? -bromeó sonriendo a su amiga-.


Pasó un mes. Noviembre fue seguido del diciembre más caluroso en muchas décadas. Pero los sacrificados Papá Noel se paseaban delante de las puertas de los comercios, mientras los escaparates se llenaban de bikinis y trajes de baño. Era la contradicción propia de las Navidades en el hemisferio Sur. Vanessa fue a pasarlas con sus padres a Melbourne.

A la vuelta, pintó su dormitorio, se apuntó a una clase de aerobic y plantó unas flores. La lluvia había llegado a la costa Oeste y la sequía se había dado por concluida. Catastrophe probablemente estaría celebrándolo. Empezarían los festivales. Tal vez las bodas. Y la vida volvería a la normalidad. Estaba segura de que la gente del pueblo no habría vuelto a pensar en ellos. Especialmente Zac. ¿Pensaría en ella alguna vez? Lo más seguro era que ni siquiera recordara su nombre. Pero ella no podría olvidar el de él. ¿Quién podía olvidar el
apellido de un hombre que no necesitaba ponerlo delante de su propiedad?

El día de Nochevieja vio anunciado el compromiso entre Scarlett Jane Crawford y Zackary David Efron en la columna de sociedad del periódico. Y ese mismo día, cuando estaba agotada con los preparativos de un concierto para el día siguiente,
Steve Efron apareció.

El corazón le latió con fuerza al verlo. No se dio cuenta de que miraba por detrás de él, hasta qué Steve le dijo que había ido solo.

Steve: Mi hermano no está conmigo. -Vanessa se preguntó hasta qué punto todo el mundo asumía que nada de lo que hiciera el Efron pequeño podía suceder sin que lo supiera el mayor-. ¿Puedes darme trabajo, Vanessa? Solo para una temporada, hasta que me establezca. Esta vez me he marchado para siempre.

Ness: ¿Ha sido la perspectiva de la boda lo que te ha hecho decidirte?

Steve se encogió de hombros.

Steve: En parte. Ahora que Zac va a casarse es seguro que jamás me dejará intervenir en la dirección de la granja. Así que ha llegado el momento de irme.

Ness: ¿Has pensado alguna vez que se marcharía?

Steve: Solía hablar de ello. De cuando yo fuera suficientemente responsable como para ocuparme de todo. Pero luego se acostumbró a ser el jefe y nunca querrá dejar de serlo.

A pesar de que no le parecía una buena idea, Vanessa acabó contratando a Steve. Después de todo, le debía un favor, le tenía afecto, y ella necesitaba ayuda.

Ness: Pero hasta que entres en el sindicato lo único que puedes hacer en el teatro es mi café.

Pero a medida que pasaban los días, Vanessa volvió a tener la sensación de haber dejado algo a medias y se preguntó si aquella aparición en su vida de un trocito de
Catastrophe no sería la premonición de que no podía comenzar de cero.

Tres meses más tarde, la premonición pareció haberse cumplido para bien. Steve formaba parte del equipo del teatro y era un trabajador incansable, divertido y servicial. Y Vanessa se dio cuenta de cuánto había echado de menos contar con alguien así durante los años de duro trabajo. Cuando tuvo dificultades para encontrar casa, Vanessa le alquiló el piso de abajo de la suya. Estaba segura de que cuando Zac lo averiguara, pensaría lo peor, pero no estaba dispuesta a preocuparse por la opinión de Zac cuando ya habían llegado a finales de marzo y no parecía haber mostrado el mínimo interés en saber qué estaba haciendo su hermano menor.

Ness: ¿Qué dijo Efron..., quiero decir, tu hermano, cuando le dijiste que estabas trabajando conmigo? -le preguntó a Steve en una ocasión-.

Steve le dirigió una rápida mirada y se encogió e hombros.

Steve Nada.

Vanessa no volvió a preguntar. Era demasiado tentador pronunciar su nombre y averiguar pequeños detalles sobre él. La primera semana de abril, llegó a Sydney otro trocito de Catastrophe.

Una noche fría y ventosa, Vanessa abrió la puerta pensando que se trataría de Steve pidiendo un poco de leche o pan, pero se encontró con una mujer con una enorme maleta.

Ness: ¿Scar? -exclamó sorprendida-.

Abrió los ojos desmesuradamente y trató de encontrar una figura detrás de la de la joven. Se pasó una mano por la cara, convencida de que sufría alucinaciones.

Scar: Espero que me invites a pasar -La miraba con la barbilla levantada y su característica expresión de niña mimada y arrogante, pero Vanessa vio que sus ojos brillaban angustiados y percibió el temblor en su voz. Con un gesto le indico que entrara y Scar lo hizo sin dejar de hablar-. Me he ido a toda prisa y he
olvidado mis tarjetas de crédito -comentó-, y sin tarjetas no se puede hacer nada. Papá tiene cuentas en varíos hoteles, pero estoy segura de que ha hecho correr la voz de alarma.

Ness: ¿Alarma? -preguntó intranquila-.

Scar: Supongo que soy una caradura viniendo aquí, teniendo en cuenta que Zac y tú... -hizo un gesto con la mano y Vanessa se ruborizó-. Lo cierto era que tenía que marcharme y estar sola. Al menos una semana. No es demasiado pedir, ¿no te parece?

Ness: Pero... ¿no te vas a casar dentro de una semana? -preguntó a su vez-.

Scar: Ese es el problema -exclamó-.

Eran los nervios típicos previos a la boda. ¿Significaba eso que no se casaría con Zac? Vanessa se enfado consigo misma por sentir que su corazón se alegraba al considerar esa posibilidad. Claro que lo haría. Todas las mujeres se ponían nerviosas antes de la boda. Lo sabía por propia experiencia. Pero muy pocas la anulaban. Para una joven ambiciosa como Scar, Zac era un trofeo. Vanessa recorrió la habitación con expresión confusa. ¿Por qué la novia de Zac acudía a ella? Era una situación absurda y de pronto se sintió vieja y deprimida.

Scar: Si me cobijaras esta noche y me ayudaras a encontrar un lugar barato en el que alojarme... -retorció la tela del sofá entre los dedos. Una sortija de zafiros y diamantes brillaba en su dedo anular-. Tengo amigos en Sydney, pero ninguno se atrevería a enfrentarse a papá o a Zac y me harían volver -se apoyó en el respaldo y miró a Vanessa con expresión angustiada-. Eres la única persona que conozco que no se hundiría en cuanto la presionaran.

Vanessa no estaba segura de poder considerar eso un halago. Tuvo una visión de sí misma como una heroína de novela, defendiendo a Scar de un Zac furioso. Sacudió la cabeza. No tenía el mínimo interés en volver a ver a Zac. Miró a Scar enfadada. ¿Cómo podía
ser tan insensible y egoísta como para cargarla con sus problemas?

Scar: Sé que no te gusto -dijo leyendo su expresión correctamente-. Pero eres el tipo de persona que no necesita que alguien le guste para ayudarlo.

Ness: ¿Eso crees? -dijo secamente-. ¿Crees que soy la madre Teresa?

Scar sonrió y acabó conquistando a Vanessa. Estaba mucho más asustada de lo que demostraba y en el fondo tenía razón: Vanessa no iba a dejarla recorrer las calles de Sydney de noche.

Ness: Espero que hayas dejado una nota. No querrás que todos se mueran de preocupación por ti.

Scar se incorporó y palideció.

Scar: Saben por qué me he ido pero no a dónde. Ya me siento bastante culpable, especialmente porque mi padre... -tuvo que contener las lágrimas-. Pero no puedo pensar cuando estoy en casa. Lo organizan todo por mí. Y están tan seguros de que lo hacen por mi bien, que es difícil no seguirles la corriente. Están obsesionados con cuidar de mí y, cuando yo no estoy de acuerdo, parece que soy una desagradecida. Estoy segura de que tú no te has sentido así nunca.

Vanessa recordó cómo Andrew le hacía sentir desleal y egoísta cuando no estaba de acuerdo con sus planes. «¿Ya no me quieres, Vanessa?», solía preguntarle. O: «Creía que realmente podía contar contigo».

Al ver las lágrimas en los ojos de Scar, le dio un pañuelo y fue a hacer café, con la esperanza de que Steve no apareciera antes de que hubiera hecho algo por Scar. Lo último que necesitaba era tener una reunión de Catastrophe en el salón de su casa. Llamó a Ashley y le preguntó si podía tener una invitada en su casa durante unos días.

Ness: Estoy segura de que se marchará para el fin de semana porque tiene que volver a tiempo para la boda. Ya se le pasarán los nervios.

Ashley guardó un silencio significativo.

Ash: ¿Es la novia del Jefe? Vanessa, ¿qué estás haciendo? Ya tienes a su hermano pequeño en el piso de abajo.

Ness: Está muy angustiada -dijo riendo quedamente ante el tono preocupado de su amiga-. Por favor, Ashley, hazme este favor.

Ashley accedió, tal y como Vanessa suponía. Pero incluso después de que se fuera, Vanessa se sintió inquieta y desconcertada al darse cuenta que le iba a ser imposible romper los lazos que la unían a Catasfrophe.

Tres días más tarde, nadie había preguntado por una hija ni por una futura novia. Era evidente que ni se acordaban de Vanessa y que, por tanto, no se les ocurría preguntar allí por ella.

Pero Zac no se había olvidado de ella. Era ella quien había olvidado convenientemente que había una razón por la que no la olvidaría. Y una visita del inspector de policía Wilson se lo hizo recordar.

Vanessa fue cordial y amable con él, pues estaba acostumbrada a tratar con la policía, dado que muchos muchachos que huían de sus casas se refugiaban en el teatro.

Wilson: Estamos llevando a cabo una investigación conjunta con varias comisarías provinciales en relación a los incendios del verano -dijo el policía, logrando que Vanessa perdiera la sonrisa-.

Ness: ¿Fuegos? -repitió mirándolo fijamente-.

Wilson: Necesitamos que nos ayude con la investigación. -¿No era eso lo que siempre decían a los sospechosos? Vanessa palideció-.
Me gustaría que echara una ojeada a esto -el policía puso delante de ella varias fotografías-.

Vanessa vio que eran fotos tomadas desde detrás del escenario en distintos momento de de la gira.

Ness: Esta es mi compañía -señaló-. Estábamos tomando un té con el público después de la función. ¿Qué relación tiene esto con los incendios, inspector? -Él sonrió para tranquilizarla y señaló a distintas figuras para que Vanessa las identificara-.
Ese es Alex, con Brittany. Otra vez Brittany con el alcalde. Wayne Sweet, nuestro más devoto admirador. En ésta no se le ve porque tiene el rostro tapado por las flores -añadió, mirando al policía con impaciencia-. Podría darle más información si me dijera qué busca.

Wilson: ¿Esas flores son para usted, señorita Hudgens? -dijo en tono indiferente, recogiendo la fotografías-.

Ness: Me temo que sí.

Él esbozó una sonrisa.

Wilson: Creía que a las señoras les gustaba recibir flores, y más a las actrices.

Vanessa hizo una mueca al darse cuenta de la distinción entre señoras y actrices, y recordó el comentario sarcástico que Zac le había dirigido al hablar de ese tema.

Ness: Pues a esta señora no le gusta recibir flores de ese hombre, inspector. Empezó trayendo un ramo de violetas y acabó convirtiéndose en un estorbo -señaló otra fotografía-. Este es Will. ¿Le importaría decirme por qué me interroga en relación con este caso?

Pero ya lo sabía. Zac le había dicho que no había hablado de sus sospechas con nadie, pero era evidente que mentía. Vanessa enrojeció. Se sentía herida y humillada. Las manos le temblaron levemente y el inspector la miró fijamente. Vanessa tuvo ganas de reír. Estaba segura de que daba la sensación de ser culpable.

Ness: Efron le ha dado información para que viniera a interrogarme, ¿verdad? -dijo apretando los dientes-. Zac Efron, con su mapa lleno de marcas rojas y sus brillantes hipótesis. -El inspector la miró desconcertado por un instante y Vanessa supo que había acertado. Tras despedirlo en la puerta, la cerró de un portazo-. ¡Maldito Efron! -exclamó-.

Después de varios minutos sentada ante su escritorio hizo dos llamadas. Una a la granja Falkner y la otra al ayuntamiento de Catastrophe, pero no contestaron en ninguno de los dos sitios. Vanessa colgó el auricular bruscamente.

Ness: Si supiera
dónde estás, jefe Efron... -masculló, ensayando las palabras que le dedicaría-.

Esa misma tarde descubrió dónde estaba. Pero como de costumbre, él la vio primero a ella. Eran pasadas las once y acababa de terminar la actuación del grupo de folk sudamericano. Se oían las voces de dos bailarines discutiendo sobre política y los acordes de una guitarra española. En el teatro resonaban apagados los distintos ruidos y Vanessa estaba subida a un andamio encima del escenario, revisando con Steve un foco que no funcionaba. Había muy poco espacio y tenía un codo apoyado en el hombro de Steve para poder ver la conexión que parecía fallar.

Ness: De acuerdo, bájalo. Tendremos que cambiarlo -estaba diciéndole cuándo oyeron pisadas abajo-.

Zac estaba en el escenario, con los brazos en jarras y expresión sombría. El corazón de Vanessa dio un salto, pero la altura le dio cierta sensación de superioridad respecto a él. Zac los miró alternativamente.

Zac: ¿Vais a bajar o voy a tener que subir? -su voz ascendió con claridad y se reflejó en la sala vacía-.

Vanessa vio que la idea de enfrentarse a su hermano, ponía nervioso a Steve. Zac parecía estar furioso y sus ojos brillaban con un resplandor difícil de identificar: ¿Ira, celos, deseo de venganza?

Ness: Estamos ocupados, Efron -dijo disfrutando del placer de hacerle esperar-. Por favor, siéntate.

Zac se cruzó de brazos e ignoró la oferta.

Vanessa le hizo esperar unos minutos antes de bajar al escenario.

Zac: Podrías haberme comunicado que estabas bien -dijo a su hermano, y volviendo la mirada hacia Vanessa, añadió con sarcasmo-: Y asumo que tú también lo estás.

A Vanessa le hubiera gustado darle un puñetazo. Steve no pareció darse cuenta del doble sentido de las palabras de Zac.

Steve: ¿Has venido a pedirme que sea tu padrino, Zac? preguntó cruzándose de brazos como su hermano mayor. Zac lo miró con el ceño fruncido. La desaparición de su prometida debía de haber sido un golpe para su autoestima y Vanessa sintió compasión por él-.
Solo era una broma -siguió sonriendo con desprecio-. Sé que jamás me nombrarías tu padrino.

Zac: Ni siquiera sabía que estabas aquí, Steve -dijo ásperamente-. He venido por si...

Zac miró a Vanessa, pero pareció no poder pronunciar su nombre.

Ness: Vanessa -le ayudó-. Vanessa Hudgens. ¿Has visto algún buen incendio últimamente, Efron?

Su voz sonó con más aspereza de la que había calculado y en el silencio del escenario resonó con un dramatismo excepcional.

Zac se volvió hacia su hermano.

Zac: ¿Estás trabajando aquí o..., de visita?

Steve: Vanessa me ha contratado. Es mejor jefa que tú. Podrías aprender unas cuantas lecciones de ella.

Zac: Supongo que eso significa que te deja hacer lo que te da la gana -dijo arrogante-. Siempre has sido un mimado y, con tu aspecto, nunca te costará encontar alguna mujer dispuesta a mimarte.

Vanessa contuvo la respiración para no responder al insulto. Steve palideció.

Steve: ¿Quieres saber por qué es mejor jefe que tú? -preguntó, furioso-. Porque me pide mi opinión y me deja tomar decisiones. Porque sabe delegar y se puede hablar con ella. No como tú.

A Zac no le gustó oír aquellas palabras, pero mantuvo el dominio de sí mismo.

Zac: Veo que la señorita Hudgens ejerce una gran influencia sobre ti. Lo que me pregunto es hasta dónde llega esa influencia.

Steve lo miró con un brillo malicioso en los ojos.

Steve: Vivo en su casa, si es a eso a lo que te refieres.

Zac echó la cabeza hacia atrás, como si quisiera esquivar un golpe. Vanessa se puso entre los dos hermanos.

Ness: ¡Ya basta! -les gritó-. Este es mi teatro. Si queréis demostrar lo hombres que sois, id a pelearos al callejón. Y no me utilicéis como moneda de cambio -miró furiosa a Efron-. No es de tu incumbencia qué tipo de relación mantenemos tu hermano y yo, pero voy a decírtelo. Soy su jefa y su casera, y espero que su amiga. Deberías tener más fe en tu hermano. Sería una pena que pasaras por la vida como un misógino
y un cínico. -Ante la desdeñosa risa de Steve, se vlolvió hacia él-. ¿Y tú de qué te ríes? Durante todo este tiempo me has hecho creer que tu hermano sabía dónde estabas. No comprendo cómo has podido ser tan desconsiderado cuando no te hubiera costado nada mandar una postal y librarle de la preocupación. Puede que no sea capaz de demostrarlo, pero...

Zac: No necesito que intercedas por mí -la interrumpió-.

Ness: ¿No? ¿Tienes todo bajo control? Tu hermano se escapa de casa, tu novia huye... -se mordió el labio, maldiciéndose por no haberse dominado-.

Desde los camerinos, llegó el sonido de una guitarra. Zac tomó a Vanessa del brazo y la sacudió.

Zac: ¡La has visto! -exclamó, mirándola a los ojos. Su aliento rozó el rostro de Vanessa. Olía a whisky-. Veo que éste es un departamento de objetos perdidos. Y yo que creía que venía desencaminado... -sacudió a Vanessa una vez más-. ¿Dónde está?

Ness: Tu prometida está a salvo. Pero necesita un poco de tiempo para pensar.

Zac: ¿Para pensar en qué?

Ness:
Os vais a casar la semana que viene ¿No se te ocurre nada?

Zac le dirigió una mirada amenazadora.

Zac: Dime dónde está.

Ness: Me ha pedido que no lo haga. -Zac parecía dolido y turbado, y Vanessa sintió el impulso de consolarlo-.
Solo necesita un poco de tiempo -dijo dulcemente-.

Zac: No te apiades de mí -dijo apretando los dientes-.

Ness:
¿Apiadarme de ti? -se soltó de su mano con un movimiento brusco y rió fríamente-. Me compadezco de Scar por pasar de un padre autoritario a un marido autoritario. Solo ha pedido una semana a solas, y, si de mí depende, la tendrá.

Zac: Ya la encontraré -dijo con aspereza-. Su padre no va a descansar hasta dar con ella. No se encuentra bien.

Ness: Scar dejó una nota diciéndole por qué se iba.

Zac: Si lo quisiera, no le preocuparía de esta manera.

Ness: Si él la quisiera a ella, le dejaría estar sola -y con la mirada le indicó que él haría lo mismo-.

Zac recorrió el escenario a grandes zancadas, apretando y relajando los puños.

Zac: ¿Por qué? -gritó de pronto, parándose en seco con los brazos en cruz y echando la cabeza hacia atrás en un gesto de desesperación-. ¿Qué puedo hacer? -se peinó el cabello con las manos-. No sé qué hacer -aunque era una exclamación de frustración, se repuso y, poniendo los brazos en jarras, miró a Vanessa con aire retador-. Todo iba bien hasta que aparecisteis tú y tu gente. De pronto, todo el mundo toma decisiones dramáticas. Y todos acaban viniendo a ti.

Ness: Ya que asumes que no puede deberse a que tú estés haciendo algo mal, será cosa de brujería.

Zac: No me extrañaría -dijo entre dientes-.

Ness: Creerías cualquier cosa de mí. Al principio me consideraste una mujer malvada, dispuesta a seducir a tu hermano pequeño. Luego pensaste que había roto tu noviazgo. Y por último, crees que soy una pirómana. Espero que tengas un buen abogado porque....

Steve: Preferiría que no me llamaras su hermano pequeño -intervino-.

Ni Vanessa ni Zac le prestaron atención.

Ness:
Si alguien te dijera que por las noches me dedico a robar casas, le creerías. Ten cuidado, Efron. Si no dejas de ser tan suspicaz, la gente va a acabar creyendo que me tienes miedo.

Zac: Y tendrían razón -replicó-. ¿Por qué has mencionado a un abogado?

Ness: Porque voy a recurrir a uno, si tus sospechas perjudican mi reputación o la del teatro -bajó el tono-. Te lo prometo.

Zac: Me muero de miedo, lady Macbeth -se burló-.

Desde detrás del escenario, Will hizo bajar un telón azul celeste, parecido al cielo de Catastrophe.

Will: ¡Jefe! -llamó-.

Vanessa y Zac contestaron simultáneamente.

Ness:
Se refiere a mí -dijo con una inmensa satisfacción, al tiempo que se marchaba del escenario, dejando a los dos Efron solos-.

Toda su rabia desapareció al darse cuenta de que solo conseguiría hacerse daño a sí misma. Volver a verlo la había sumido en un estado de confusión, produciéndole más desolación que enfado, y había acentuado su sensación de carencia. Pero, ¿carencia de qué?

Entre ellos solo había química. Pero no podía evitar estar desconcertada. Como si se hubiera olvidado de algo, o lo hubiera guardado en el lugar equivocado y no lograra recordar qué era, ni dónde encontrarlo.


Perfil