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lunes, 31 de agosto de 2015

Capítulo 4


Vanessa se echó para atrás al darse cuenta de la pasión que reflejaron los ojos de Zac.

Ness: Tal vez tú debas concentrarte en los documentos mientras yo reviso los diarios, ¿no te parece? -sugirió con la voz entrecortada-.

Zac: Está bien -concedió bruscamente-.

Ella continuó mirándolo con cautela, consciente de la gran tensión que se respiraba en el ambiente.

Zac se dio cuenta del pánico que sentía Vanessa. Se preguntó cuál sería el problema con que un hombre encontrara suficientemente atractiva a una mujer como para querer besarla, incluso como para querer hacerle el amor. Tal vez le habían hecho tanto daño en el pasado que no se fiaba de ningún hombre. O quizá solo desconfiaba de él… Era cierto que los periódicos se habían esmerado en publicar cuantas más fotografías habían podido de sus romances con las bellas actrices con las que había salido durante los últimos diez años, pero, en realidad, estas no habían sido tan numerosas. Incluso muchas de las fotografías publicadas habían sido fotogramas publicitarios de las películas en las que había estado trabajando en aquellos momentos.

Aun así, no creía que aquello fuera razón suficiente para que Vanessa lo mirara de aquella manera tan extraña y llena de sospecha. ¡Parecía como si temiera que en cualquier momento fuera a quitarle la ropa y a hacerle el amor sobre el escritorio! Aunque era una idea digna de sopesar, no era algo que él pensara que fuera a ocurrir durante los siguientes minutos…

Zac: ¿Entonces empezamos…? -sugirió, más relajado-.

Ness: ¿Por qué no? -respondió forzándose a utilizar un tranquilo tono de voz-.

A continuación lo ignoró para centrarse en los documentos de su abuela.

Se preguntó si se había imaginado la tensión sexual que se había apoderado del ambiente hacía tan solo unos minutos. O, peor aún, quizá había sido ella sola la que la había sentido.

Pero no, estaba segura de que no había sido algo unilateral por su parte. Aunque sabía perfectamente que no debía involucrarse con un hombre que solo iba a estar allí una semana. Después se marcharía a rodar su película de piratas y seguramente se olvidaría de que ella siquiera existía.


Zac: Cuando hace un rato hablé por teléfono con tu abuelo, parecía reacio a contarme las razones por las que ha contratado seguridad extra -comentó mientras cenaba con Vanessa-.

El mayordomo les había servido el primer plato antes de volver a dejarlos solos en el pequeño y alegre comedor de la mansión.

Ella estaba realmente bella aquella velada. Se había puesto un vestido rojo que le llegaba a la altura de la rodilla y que resaltaba su precioso cabello negro azabache. Llevaba unas sandalias rojas de tacón que lograban resaltar sus largas piernas y no se había maquillado su bronceado rostro… salvo los labios, que se había pintado de rojo.

Nada más haberla visto en el salón, donde se habían encontrado, Zac se había vuelto a excitar… al mismo tiempo que se había dado cuenta de que sufrir aquel tormento durante una semana podría acabar con él.

Ness: Intenté advertirte de que hasta que mi abuelo no crea que debemos saber algo, no dará muchos detalles al respecto -respondió con indiferencia-.

Zac: Parece que la situación no te altera en absoluto, ¿no es así? -dijo mientras observaba como ella seguía comiendo-.

No solo había visto miembros de seguridad en la puerta principal, sino también patrullando la propiedad, algunos incluso con perros.

Ella se encogió de hombros.

Ness: He vivido aquí con mis abuelos durante casi diez años.

Zac: ¿Y en otras ocasiones habéis tenido tanta seguridad?

Ness: En un par de ocasiones, sí.

Zac: Pero…

Ness: Zac, si estás tan preocupado por ello, siempre puedes marcharte -razonó en voz baja-.

Zac: Estoy bien aquí, gracias -aseguró pensando que lo estaría si no estuviera constantemente excitado cuando se encontraba en compañía de su anfitriona-.

Ella era guapa, pero no tanto como algunas de las mujeres con las que había estado él en el pasado. Y no se molestaba en ocultar la desconfianza que sentía hacia él, sino todo lo contrario.

Aunque tal vez precisamente aquello contribuía a la fuerte atracción que sentía por ella.

Lo cierto era que Vanessa era completamente distinta a cualquier otra mujer que hubiera conocido. Incluso no parecía ser consciente de su propia belleza. Aquel hecho combinado con su obvia inteligencia creaba una mezcla muy potente.

Él jamás se había sentido atraído por ninguna mujer simplemente por su aspecto físico, sino que le gustaba poder hablar con su amante y no solo hacerle el amor. Y Vanessa Hudgens parecía cumplir todos los requisitos para despertar su libido.

Ella no estaba segura de si le molestaba la manera en la que Zac estaba mirándola… como si estuviera pensando en comérsela a ella en vez de la cena que tenía en el plato.

Se había puesto a propósito su vestido favorito para lograr ganar la confianza en sí misma que había sentido que le había faltado. Tras la tensa situación que había vivido en la biblioteca de su abuelo, había requerido utilizar todas las armaduras posibles en lo que a Zac Efron se refería. Y sentirse bien con su aspecto físico era sin duda un buen comienzo. O, por lo menos, lo habría sido si en el momento de volver a verlo no se hubiera dado cuenta de lo peligrosamente atractivo que estaba él aquella velada, vestido con una bonita camisa de seda blanca y aquellos pantalones vaqueros negros que marcaban sus musculosas piernas.

Llevaba la camisa desabotonada por el cuello y pudo ver el tentador vello oscuro que sin duda cubriría parte de su pecho. Y más abajo también… Maldijo y pensó que aquella no era ella. Las dos experiencias sentimentales que había tenido, aparte de haber resultado insatisfactorias, habían terminado con cualquier ilusión que hubiera tenido de encontrar el amor. Cuanto antes regresara su abuelo de Londres y pusiera fin a la intimidad que estaban compartiendo, mejor.

Zac: Entonces… -dijo una vez que el mayordomo entró y se llevó los platos de los primeros- ¿te he dicho ya lo guapa que estás esta noche?

La intimidad entre ambos pareció hacerse incluso más intensa…

Ness: No, no lo habías hecho… y preferiría que no lo hicieras -espetó-.

Él pareció realmente impresionado.

Zac: Pensaba que me habías pedido que fuera sincero…

Ness: ¡No me refería a esa clase de sinceridad! -exclamó con la desaprobación reflejada en los ojos-. Somos compañeros de trabajo, Zac, y los compañeros de trabajo no comentan la apariencia del otro si quieren mantener una agradable atmósfera laboral.

Zac: Parece que estuvieras hablando desde la experiencia…

Vanessa se ruborizó.

Ness: Tal vez.

Zac: ¿Te apetece hablar de ello?

Ness: No -contestó esbozando una mueca-.

Él pensó que era una pena ya que le habría gustado saber más, mucho más, de la vida personal de Vanessa.

Zac: La mayoría de las actrices con las que trabajo se sentirían insultadas si no mencionara su apariencia por lo menos una vez al día.

Ella lo miró mientras fruncía el ceño.

Ness: Bueno… pues te aseguro que en mi caso no es necesario… ni apreciado.

Zac: Pensaba que a todas las mujeres les gustaba que les hicieran cumplidos -dijo sonriendo-.

Ness: Yo prefiero que me hagan cumplidos sobre mi carrera profesional y no sobre mi aspecto.

A él le habría convencido más aquella afirmación si a Vanessa no le hubiera temblado la mano al tomar su vaso y dar un sorbo de vino tinto.

Zac: Pero eso me resultaría un poco difícil de hacer ya que no sé casi nada de tu carrera laboral… aparte de que obviamente eres buena en lo que haces… pero puedo ver claramente lo bella que estás con ese vestido rojo.

Los marrones ojos de ella reflejaron un oscuro brillo.

Ness: No tenemos una cita, Zac, y ningún tipo de cumplido por tu parte va a lograr que ambos terminemos en la cama al finalizar esta velada… ¡maldita sea! -dijo justo cuando Little volvió a entrar en el comedor-.

Zac tuvo que contener la risa al ver como Vanessa evitaba mirarlo mientras el mayordomo les servía los segundos y se retiraba a toda prisa a continuación.

Zac: Adivina sobre qué van a cotillear esta noche en la cocina… -murmuró-.

Ness: Esto no tiene gracia, Zac -protestó acaloradamente-. Little lleva trabajando muchos años para mi abuelo. Yo lo conozco desde pequeña. Y ahora va a pensar que yo… que nosotros…

Zac: Oh, anímate, Vanessa. Mira el lado positivo; por lo menos ahora sé las posibilidades que tengo de compartir tu cama esta noche. Con suerte, tras oír tu último comentario, Little decidirá colocar velas en la mesa para la cena de mañana, ¡para intentar avivar el amor!

Por mucho que odiara reconocerlo, ella sabía que no necesitaba que nadie avivara la pasión que sentía por aquel hombre… aunque la preciosa puesta de sol que se divisaba por los ventanales del comedor en aquella bonita tarde de julio parecía añadir cierto aire de romanticismo a la atmósfera.

Little regresó entonces con una bandeja para reponer las bebidas y se marchó de inmediato.

Ness: Estás divirtiéndote mucho, ¿no es así? -le dijo a Zac al verle sonreír-.

Zac: Tú también lo harías si te animaras un poco. Oh, venga, Vanessa… piénsalo un segundo y admite que ha sido gracioso -la cameló mientras ella continuaba frunciendo el ceño-.

Ness: ¡No voy a admitir nada parecido! Tú…

Zac: ¿Alguna vez has oído el dicho de la señorita que protestaba demasiado? -interrumpió levantando las cejas de manera burlona-. Dicen que cuando una señorita hace eso es porque normalmente quiere que hagas lo contrario de lo que dice.

Ness: ¡Eso es una estupidez! -aseguró negando con la cabeza-. ¡Si no fueras el invitado de mi abuelo te pediría que te marcharas!

Zac: Es una pena, ¿no te parece? -murmuró con sequedad-.

Ella tiró su servilleta sobre el mantel antes de levantarse y alejarse de la mesa.

Ness: Si me perdonas…

Zac: No.

Ante aquella inesperada respuesta, Vanessa se quedó paralizada.

Ness: ¿Cómo que no?

Zac: Pues eso, que no -insistió sin ningún tipo de humor reflejado en la voz-.

Frunció el ceño al tirar a su vez su servilleta sobre el mantel. Entonces se levantó y se acercó a ella.

Instintivamente, Vanessa alzó una mano y dio un paso atrás… con la mala suerte de que chocó con una vitrina llena de figuras de porcelana y en unos segundos lo tuvo a él delante.

Ness: Déjalo ya, Zac…

Zac: Créeme, ni siquiera he empezado -gruñó-. ¡De hecho, creo que deberíamos terminar con esto y entonces tal vez podamos seguir adelante!

Impresionada, ella lo miró.

Ness: ¿Terminar con…?

Zac levantó los brazos para colocarlos a ambos lados de la cabeza de Vanessa. Apoyó las manos en la vitrina que había detrás de ella mientras casi la tocaba con su cuerpo.

Zac: Por alguna razón que desconozco, parece que has decidido que durante mi visita a Hudgens House voy a intentar llevarte a la cama, ¡así que he pensado que podíamos empezar ahora!

Ness: Eres…

Comenzó a protestar, pero dejó de hacerlo al darse cuenta de que levantar las manos y colocarlas en el pecho de él con la intención de separarlo había sido una mala idea. Una idea realmente mala… No apartó las manos de sus pectorales, que desprendían una gran calidez a través de la delicada tela de su camisa… parecía acero envuelto en terciopelo. Le abrumó el aroma de su perfume combinado con su intensa y caliente masculinidad.

Al mirarlo con unos grandes y aprensivos ojos, le faltó el aliento. Se preguntó si, en realidad, había deseado que aquello ocurriera.

¡Sí…! Por mucho que le doliera reconocerlo, sabía que había estado pensando en Zac en demasiadas ocasiones durante las anteriores semanas. Incluso había fantaseado con cómo sería estar desnuda con él y hacer el amor con él… Pero querer algo y conseguirlo no era lo mismo.

No podía permitir que Zac Efron la besara.

Necesitaba que su vida estuviera ordenada, estructurada, ¡segura! Sobre todo segura.

Había aprendido a una edad muy temprana que preocuparse por alguien, amar a alguien, necesitar a alguien especial en la vida, era garantía de sufrimiento cuando esa persona se marchara o, peor aún, cuando muriera. Como les había ocurrido a sus padres. Y a su abuela.

Y como le ocurriría a su abuelo en un futuro no muy lejano.

No deseaba querer a nadie más ni necesitar a nadie más. No podría soportar más pérdidas en su vida.

Zac: ¡No hagas eso! -se quejó con la voz ronca-.

Ness: ¿Que no haga el qué? -preguntó impresionada-.

Zac: No te lamas los labios -respondió observando como ella continuaba haciendo precisamente aquello-. Llevo deseando hacerlo yo desde el momento en el que nos conocimos.

Ness: ¿Ah, sí…? -dijo con los ojos como platos-.

Zac apoyó la frente en la de ella.

Zac: Tienes la boca más sexy que jamás he visto…

Ness: Pensaba que era universalmente sabido que la boca más sexy es la de Angelina Jolie -bromeó-.

Zac: Eso pensaba yo hasta hace seis semanas -reconoció ansioso por saborearla-. Voy a besarte.

Ness: ¡Zac… no! -protestó-.

Zac: ¡Zac, sí! -la contradijo con firmeza antes de bajar la cabeza para tomar aquellos suculentos y exuberante labios con los suyos-.

Gimió al comprobar que ella tenía un sabor tan exquisito como se había imaginado.

Vanessa deseaba poder resistirse, pero él estaba besándola con una delicadeza exquisita que suponía toda una tortura para sus sentidos.

En un momento dado, Zac apretó el cuerpo sobre el suyo, por lo que pudo sentir lo excitado que estaba.

Decidió subir las manos por su pecho hasta sus hombros, donde entrelazó los dedos con su denso cabello castaño.

Él se echó ligeramente para atrás y Vanessa se sintió angustiada sin el calor que desprendían sus labios.

Zac: Si quieres que pare, dímelo ahora…

Ness: No -respondió volviéndolo a besar mientras lo sujetaba con firmeza-.

Aquello fue toda la invitación que necesitó él. Apretó el torso con firmeza sobre la cálida suavidad que desprendía el cuerpo de Vanessa mientras le tomaba la cara entre las manos para poder explorar con más detenimiento su deliciosa boca. Introdujo la lengua entre sus labios y disfrutó de su embriagador sabor. Ya solo pudo pensar en la increíble sensación de besarla y sentirla bajo su cuerpo.

Sintió como ella lo abrazaba aún más estrechamente por los hombros y como arqueaba el cuerpo sobre el de él… presionando las caderas contra su excitado miembro. Sin pensarlo dos veces, la agarró con fuerza por el trasero y la besó apasionadamente.

Vanessa le devolvió el beso con la misma pasión y sintió la necesidad de que ambos cuerpos estuvieran más cerca, más unidos… Tal y como había esperado, y temido, el autocontrol que normalmente ejercía sobre sus emociones la había abandonado por completo en el momento en el que Zac la había besado. Se le habían endurecido los pezones, que se habían convertido en un punto extremadamente sensible de su cuerpo. El calor que desprendían sus besos estaba apoderándose de su entrepierna… una sensación que no había experimentado ni siquiera cuando había hecho el amor con aquellos dos hombres en el pasado.

No quería que Zac parara. Cuando él acercó la mano a uno de sus pechos para acariciarle el pezón, sintió como un intenso placer se apoderaba de su cuerpo. Apretó el seno contra su mano, quería más, necesitaba más, y en ese momento él la levantó por completo del suelo para colocarle las piernas alrededor de su cadera.

A ella ya no le importaba que estuvieran en el comedor de la casa de su abuelo ni que Little pudiera volver a entrar en la sala en cualquier momento para retirar los platos de la cena.

Tenía toda su atención puesta en Zac, en la manera en la que estaba incitándole el pezón, en el calor que desprendía su sexo… Gimoteó a modo de protesta al romper él el beso, pero de inmediato gimió de placer al comenzar a besarle Zac la garganta, el cuello y los hombros mientras presionaba su sexo contra ella.

En ese momento fue consciente de que deseaba a aquel hombre con locura, deseaba aquello, deseaba ardientemente estar con él y que lo que estaban compartiendo no terminara… Pero Zac se apartó de ella repentinamente.

Zac: Dios sabe que no quiero que paremos, pero seguramente Little regrese en pocos minutos…

Aturdida, Vanessa se quedó mirándolo durante varios segundos, tras lo que se quedó pálida. Al darse cuenta de la enorme trascendencia de lo que acababa de ocurrir, sus ojos reflejaron una gran consternación.

Ness: ¡Oh, Dios mío! -exclamó con una afligida expresión reflejada en la cara mientras intentaba poner los pies de nuevo en el suelo y apartarse de Zac-.

Zac: Vanessa…

Ness: Creo que será mejor si no vuelves a tocarme de nuevo -advirtió una vez en el suelo-.

A Zac le impactó el desconcierto que reflejaron los ojos de Vanessa.

Zac: Mira, lo que acaba de ocurrir es perfectamente normal… -intentó razonar-.

Ness: Tal vez es «normal» para ti, Zac, ¡pero desde luego que no lo es para mí!

Zac: ¡Maldita sea, te pregunté si querías que parara!

Ness: ¡Lo sé…! -gruñó-. Simplemente… esto no debe volver a ocurrir.

Zac: ¿Por qué no? -exigió saber-.

Ness: No puede ser -espetó con determinación-.

Zac: Eso no es una razón.

Ness: Me temo que es la única que vas a obtener por el momento -insistió con frialdad antes de mirarlo con la súplica reflejada en los ojos y marcharse del comedor a continuación… cerrando la puerta firmemente tras de sí-.

A Zac no le quedó ninguna duda de que la apasionada Vanessa, la mujer que había abrazado hacía tan solo unos minutos, estaría enterrada bajo la fría doctora Vanessa Hudgens durante el tiempo que tuvieran que pasar juntos…




¿Que no volverá a ocurrir...? Eso no te lo crees ni tú, Vanessa XD

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sábado, 29 de agosto de 2015

Capítulo 3


Zac: ¿A qué se debe toda esa seguridad extra en la puerta principal? -preguntó tras llegar a Hudgens House seis semanas después-.

Vanessa lo había estado esperando, nerviosa. En vez de en el deportivo negro con el que él había aparecido en la propiedad por primera vez, en aquella ocasión lo había hecho en una potente motocicleta. Y completamente vestido de negro, desde las botas hasta el casco. Llevaba su castaño pelo algo más largo y alborotado. Un impresionante contraste con el acicalado hombre vestido de traje y corbata que les había visitado hacía un mes y medio. Al verlo, se había quedado completamente impresionada… Su abuelo se había ocupado de todos los detalles de la visita de Zac. Ella había llegado el día anterior de Londres.

Desde que había visto a Zac por última vez no había podido dejar de pensar en él, en el aspecto que tenía, en el aura de masculinidad que le rodeaba, en el fascinante azul de sus ojos, en sus sensuales labios, en el profundo y sexy tono de su voz… Pero su aura era incluso más impactante aquel día. Cuando Little lo había acompañado al salón, ella se había quedado literalmente boquiabierta ante tanta belleza.

Ness: Buenas tardes a ti también, Zac.

Zac: ¿Esta vez vamos a jugar a ser agradables? -dijo con el humor reflejado en los ojos-.

Ness: Pensé que podíamos intentarlo, sí -contestó con gran aspereza-.

Él sonrió mientras admiraba lo hermosa que estaba ella vestida con una ceñida blusa blanca y unos pantalones vaqueros desgastados que parecían su segunda piel. Le encantaron sus delgadas y largas piernas, así como su escultural trasero. Sus seductores ojos marrones brillaban como dos esmeraldas en su bella y bronceada cara. Parecía mucho más joven de su edad. Pensó que si cualquiera de sus profesoras universitarias hubiera tenido aquel aspecto, le habría resultado imposible concentrarse en obtener su licenciatura.

Zac: En ese caso, buenas tardes, Vanessa.

Ella lo miró de la cabeza a los pies de manera crítica.

Ness: ¿Vas a alguna fiesta de disfraces?

Zac: Tengo un apartamento en Londres, en cuyo garaje guardo el deportivo y la motocicleta -contestó, que se había dado cuenta de la manera en la que Vanessa lo había mirado al verlo aparecer y no le convencía la condescendencia que mostraba acerca de su forma de vestir-. Como hace un día tan bonito y he estado tantas horas metido en un avión, pensé que me vendría bien venir en motocicleta -añadió, sonriendo-. ¿Has montado alguna vez en motocicleta, Vanessa?

Ness: No -respondió ruborizándose al pensar en subirse a aquella monstruosa máquina y sentir su vibración entre las piernas mientras abrazaba a Zac por la cintura y presionaba los pechos en su espalda…-

Zac: ¿Te gustaría…?

Vanessa se puso erguida abruptamente, completamente desconcertada ante la manera en la que sus pensamientos estaban encaminados a un aspecto sensual totalmente ajeno a ella.

Ness: No, gracias -contestó fríamente-.

Zac: Si cambias de idea, dímelo…

Ness: No lo haré -aseguró firmemente-. ¿Es la motocicleta también la razón por la que llevas el pelo más largo? -quiso saber, luchando contra el inusitado anhelo de acariciarle el cabello-.

No había salido con muchos hombres durante los últimos once años y con los pocos que lo había hecho habían tenido más cerebro que músculos. Nunca le había gustado el pelo muy largo en el sexo opuesto, le había parecido afeminado. ¡Pero Zac era tan increíblemente masculino que no podía aplicársele aquel calificativo!

Zac: Llevo el pelo más largo porque el próximo mes voy a rodar una película de piratas.

Ella no pudo evitar fantasear con ser capturada por el pirata Zac… ¡Estaba perdiendo la cabeza! ¡No sabía qué le ocurría! Pero la respuesta la tenía delante de sí…

Zac: No me has contestado… -dijo entonces- ¿por qué hay más seguridad en la puerta principal?

Ness: Me temo que hay más seguridad por toda la propiedad, no solo en la puerta principal -comentó-. Mi abuelo la ha contratado.

Zac: ¿Para mantenernos a nosotros dos dentro o para evitar que entre gente de fuera?

Ness: Muy gracioso. Mi abuelo recibió una llamada telefónica muy tarde ayer por la noche y los miembros de seguridad llegaron casi de inmediato. Te telefoneó para ver si querías posponer tu visita, pero no pudo contactar contigo en ninguno de los números que le diste…

Zac: Como te he dicho antes, he llegado a Inglaterra hace tan solo unas horas. Probablemente estaba viajando cuando tu abuelo me telefoneó. ¿Sabes cuál es el problema?

Ness: Mi abuelo jamás comparte conmigo los asuntos de seguridad. Desafortunadamente, tampoco podrás hablarlo con él ya que ha salido para Londres muy temprano esta mañana.

Aquello significaba que, aparte del personal de servicio de la mansión, estaban los dos solos.

Zac pensó que probablemente no era muy buena idea ya que la feminidad que desprendía Vanessa aquel día le tenía aturdido. Le estaba costando mucho controlarse para no acariciar su glorioso cabello.

Incluso fantaseó con sentir el pelo de ella sobre sus muslos al tenerla desnuda y arrodillada entre sus piernas mientras le agarraba su erección y se agachaba para saborearlo…

Ness: Pero me dijo que intentaría telefonearte hoy mismo para explicarte la situación -añadió-.

Zac: Está bien -aceptó lacónicamente, consciente de que los pantalones de cuero que llevaba no podían ocultar lo excitado que estaba-.

Ness: Seguro que, dadas las circunstancias, mi abuelo comprenderá si decides marcharte y regresar en otro momento…

Zac: Siento decepcionarte, Vanessa, pero no tengo más tiempo libre -respondió dolido ante la esperanza que había percibido en la voz de ella-.

Ness: Te garantizo que me es indiferente si te vas o te quedas -afirmó-.

Zac: En ese caso, me quedo -dijo consciente de que a ella no le hacía gracia que estuviera allí-.

Ness: Mi abuelo ha dejado en la biblioteca todos los documentos necesarios para que los analicemos. ¿Te gustaría empezar ahora?

Zac negó con la cabeza.

Zac: Llevo viajando casi veinticuatro horas. Lo que realmente me gustaría hacer es ducharme y cambiarme de ropa -contestó, esperando que su díscola erección se apaciguase al hacerlo-.

Desafortunadamente aquello provocó que Vanessa se imaginara a un desnudo Zac bajo el agua de la ducha…

Ness: ¿Te gustaría tomar un té antes de subir al cuarto de baño? -sugirió abruptamente, muy excitada-.

No comprendía qué le ocurría.

Jamás había tenido aquel tipo de reacciones.

Zac: No, gracias. Solo quiero ducharme y cambiarme de ropa.

Ness: Le diré a Little que te acompañe a la suite que mi abuelo ordenó preparar para ti.

Zac: ¿Por qué vas a molestar al mayordomo cuando tú ya estás aquí…?

Ness: Está bien -concedió tras darse cuenta de la burla que reflejaban los ojos de Zac-.

Zac: Espero que no hayas tenido muchos problemas al cambiar tu viaje a Iraq para la semana que viene -dijo para intentar mantener una conversación cordial mientras subían por las escaleras hacia la planta de arriba-.

Ness: ¿Te importaría si los hubiera tenido? -respondió mirándolo fugazmente-.

Zac: ¿Sinceramente? No -confesó esbozando una mueca-.

Ella se rió y un cálido brillo se reflejó en sus preciosos ojos. A continuación esbozó una sonrisa que marcó un hoyuelo en su mejilla izquierda.

Durante las anteriores seis semanas, él había estado pensando en aquellos sensuales labios más tiempo del que le habría gustado. Eran la clase de labios que sería delicioso besar y saborear… y que a su vez sería delicioso que lo besaran y saborearan a él… Debía dejar de pensar en aquello ya que sentía como si su erección estuviera a punto de estallar.

Zac: Lo que no implica que no aprecie que…

Ness: Oh, no lo estropees con una disculpa, Zac -dijo girando a la derecha al llegar a lo alto de las escaleras-. Yo valoro mucho más la sinceridad que la falsa educación.

Zac: Mi educación nunca es falsa -espetó irritado-.

Ness: ¿Nunca? ¡Te advierto que soy culpable de haber visto entregas de premios cinematográficos en el pasado!

Zac: ¿Culpable…?

Ness: Oh, vamos, Zac… es todo tan exageradamente deslumbrante, ¿no es así?

Zac: Creo que este año los periódicos alabaron la brevedad de mi discurso -comentó-.

Ness: No me sorprende; pensé que tu compañera de reparto nunca iba a bajarse del pódium.

Zac: Puede llegar a… emocionarse un poco -concedió de mala gana-.

Ness: ¿Un poco…? -repitió con burla-. ¡Le dio las gracias a todo el mundo presente en la celebración!

Él frunció el ceño.

Zac: Realmente puedes llegar a ser… -comenzó a decir. Pero entonces negó con la cabeza- no importa -farfulló lacónicamente-.

En ese momento ella abrió la puerta de la habitación de invitados que su abuelo había mandado preparar para Zac. La suite tenía una impresionante cama de matrimonio, un cuarto de baño y un salón.

Ness: La sala de estar está por aquí -comentó mientras andaba hacia el salón de la habitación-.

Al llegar, él pudo ver un escritorio de madera frente a un gran ventanal desde el que se divisaban los jardines traseros de la vivienda. Incluso podía verse el mar por encima de la gran cerca que rodeaba la propiedad.

Zac: Es muy bonito -murmuró sin alterarse-.

Ness: Pareces un poco… tenso -comentó-.

Zac: ¡Me pregunto por qué!

Ness: ¿Qué puedo hacer yo si el muy reconocido encanto de Zac Efron no funciona sobre mí?

Él esbozó una mueca ante aquel insulto.

Zac: ¡No deberías creer todo lo que lees en las revistas basura!

Ness: Jamás he leído una revista basura en mi vida.

Zac: ¿Son demasiado populares para ti?

Vanessa respiró profundamente.

Ness: Antes de marcharse, mi abuelo me dejó claro que esperaba que durante su ausencia fuera educada con su invitado…

Zac: Siento tener que ser yo quien te lo diga… pero hasta el momento has fracasado. ¡De manera espectacular! -espetó-.

Ness: Ser educada no implica que tenga que ser falsa -respondió dirigiéndole una fría mirada-.

Zac: Si no te importa… -comenzó a decir mientras se bajaba la cremallera de la cazadora- ahora me gustaría ducharme.

Ness: Baja a la planta de abajo cuando estés preparado y te enseñaré la biblioteca donde vamos a trabajar -dijo con poca naturalidad-.

Entonces se giró y se dirigió a la puerta… a la vez que escuchaba la risa de Zac tras de sí…


Ness: ¿Por dónde quieres empezar?

Zac: No tengo ni idea -contestó mirando con cierta consternación la gran cantidad de documentos que Geoffrey Hudgens había dejado muy bien ordenados sobre el escritorio de la biblioteca-.

No creía que fuera a ser capaz de analizarlos todos en tan solo una semana.

Se sentía mucho mejor tras haberse duchado y cambiado de ropa.

Afortunadamente había logrado apaciguar su erección bajo la fría agua que había utilizado. Pero no iba a lograr mantener calmado su sexo durante mucho tiempo si Vanessa continuaba apoyándose sobre el escritorio de la manera tan provocativa en la que estaba haciéndolo.

Zac: Tal vez hoy debamos ordenarlos por años y mañana podremos comenzar a analizarlos con calma -sugirió-.

Ness: Me parece lógico -concedió-.

Zac: ¿Son estos los diarios de Anastasia? -preguntó entonces, acariciando una docena de pequeños cuadernos-.

Ness: Eso parece, sí -respondió mirando los cuadernillos como si fueran una bomba a punto de estallar-.

Al percibir su tensión, Zac la miró.

Zac: ¿No sabías que había diarios?

Ness: No -reconoció esbozando un gesto de dolor-.

Zac: Vanessa, por mucho que te hayas convencido de lo contrario, sé que nada de esto debe ser fácil para ti…

Ness: ¡Dudo que puedas comprender lo mucho que odio todo esto!

Zac: Obviamente Anastasia era tu abuela y solo la conociste durante su vejez, pero…

Ness: ¡Pero incluso entonces habría sabido cómo tratar a alguien como tú! -espetó enojada-.

Zac: ¿Como yo? -dijo en voz baja-.

Ness: ¡Ya sabes a lo que me refiero!

Zac: Lo sé -reconoció-. Simplemente me gustaría oírte decirlo -añadió a modo de reto-.

Frustrada, ella lo miró fijamente.

Ness: ¡Desde el principio has sabido que no hay nada que vaya a lograr que me caigas bien o que me guste tu maldita película!

Zac: ¿Nada…?

Vanessa se puso tensa. Se fijó en que él todavía tenía el pelo húmedo y en que se había afeitado. Así mismo, se había cambiado de ropa.

Llevaba una ceñida camisa blanca y unos pantalones vaqueros negros.

Estaba arrebatadoramente guapo. Era todo un sex-simbol.

Ness: Siento decepcionarte, Zac, pero no tengo ningún tipo de interés en… en proveerte una romántica diversión para que te diviertas durante la semana que vas a pasar aquí -aseguró-.

Zac: ¿Qué te hace pensar que yo estaría interesado en tenerte como «romántica diversión»… ahora o en cualquier otro momento…? -respondió con la burla reflejada en los ojos-.

Ella se ruborizó intensamente. ¡Obviamente Zac no estaba interesado en tener algo con ella!

Zac: Pero para quedarme tranquilo, por si las cosas transcurren por ese camino entre nosotros, me interesaría saber si mantienes alguna relación sentimental en este momento…

A Vanessa le impresionó ver que Zac estaba a tan solo unos centímetros de ella… y ni siquiera se había dado cuenta de que se había movido. Ante el intenso escrutinio al que estaba sometiéndole él con la mirada, se humedeció los labios con la punta de la lengua.

Ness: No comprendo qué tiene eso que ver con nada…

Zac: Compláceme, hmm -la animó-.

El principal problema que tenía Vanessa era que desde el primer momento en el que había conocido a Zac, se había dado cuenta de que el magnetismo de este era tal que quería hacer muchas más cosas con él que simplemente complacerlo. Era algo ilógico. Ridículo. Pero no solo eso, sino que iba en contra de todo lo que había dicho y pensado acerca de él.

Aun así, estaba deseando echarse sobre su cuerpo y acariciarle su musculoso pecho y sus anchos hombros antes de entrelazar los dedos con su precioso pelo castaño, echarle la cabeza para atrás y besar sus sensuales labios… Aquello no solo era ridículo, sino que era peligroso. Aquel tipo de pensamientos le resultaban tan ajenos que apenas se reconocía a sí misma.

A sus veintinueve años, solo había tenido dos amantes. El primero había sido uno de sus profesores de universidad, veinte años mayor que ella, con el que había pasado solo una noche hacía diez años. El segundo había sido un hombre al que había conocido en una excavación en Túnez hacía cuatro años… un hombre con esposa e hijos en Inglaterra. Ella lo había descubierto tras pasar la noche con él… ¡cuando su mujer lo había telefoneado para informarle de que uno de sus tres hijos estaba ingresado en el hospital y decirle que debía regresar de inmediato! Ninguna de aquellas experiencias le había aportado calidez ni le había hecho sentir un orgasmo. ¡No la habían preparado en absoluto para el seductor encanto e increíble físico de Zac Efron!

Ness: No tengo ninguna relación con nadie en este momento. Ni deseo tenerla -dijo con frialdad-.

Al darse cuenta de lo agitada que tenía la respiración Vanessa y del intenso brillo que reflejaron sus ojos, Zac deseó tomarla en brazos y demostrarle lo equivocada que estaba.

Tuvo que controlarse para no besarla con pasión cuando ella levantó la barbilla a modo de reto. Se preguntó si no estaría deseando que la besara…




Aquí está empezando a haber tensión sexual no resuelta XD

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Pasaos por mi otro blog que hay capi nuevo.

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martes, 25 de agosto de 2015

Capítulo 2


Vanessa fue la primera que logró decir algo.

Ness: No puedes estar hablando en serio, abuelo…

Geoffrey: Te aseguro que estoy hablando muy en serio -afirmó-.

Incrédula, ella negó con la cabeza.

Ness: ¡No puedo tomarme vacaciones en la universidad cuando quiera!

Geoffrey: Estoy seguro de que a Zac no le importará esperar unas semanas hasta que tomes tus largas vacaciones estivales.

Ness: Pero me han invitado a una excavación en Iraq este verano…

Geoffrey: Dudo que ninguno de esos artefactos que ha estado en el mismo lugar durante cientos, o incluso miles de años, vaya a desaparecer repentinamente simplemente porque llegues una semana más tarde de lo esperado -razonó utilizando un agradable tono de voz-.

Vanessa se quedó mirándolo, completamente frustrada. Era consciente de que les debía tanto a su abuela como a él mucho más que una semana de su tiempo. Si no hubiera sido porque hacía catorce años ambos le habían dado un giro de ciento ochenta grados a sus vidas, ella no habría podido soportar el fallecimiento de sus padres tan bien como lo había hecho. Así mismo, había sido el apoyo y ánimos que le habían ofrecido sus abuelos lo que la había ayudado a superar su difícil carrera universitaria y a doctorarse.

Dejó de pensar en todo aquello al darse cuenta del poco natural silencio que estaba guardando Zac Efron. Este tenía los ojos posados en su abuelo y estaba frunciendo el ceño. Parecía muy tenso.

Incluso tenía los puños apretados.

Obviamente tampoco estaba muy contento.

Pero no pudo sentir ningún tipo de satisfacción ante la angustia del actor ya que la sensación de horror que se había apoderado de ella era demasiado intensa; estaba aturdida.

Ness: Me parece que el señor Efron es tan reacio ante tu idea como yo, abuelo -comentó con burla-.

Geoffrey se encogió de hombros.

Geoffrey: Entonces no podrá dirigir correctamente la película y estaremos perdidos.

Vanessa respiró profundamente al recordar el escándalo que se había desatado tras la publicación de aquella biografía no autorizada de su abuela hacía seis meses. La prensa había acosado a su abuelo durante semanas y este se había visto obligado a contratar los servicios de un equipo de seguridad para que protegiera Hudgens House y su casa de Londres. Había sufrido un infarto debido al estrés emocional que había soportado.

Incluso un periodista se había sentado en una de sus clases de la universidad sin haber sido descubierto…. y al finalizar la lección la había acorralado con mil preguntas que la habían enfurecido y avergonzado.

La sola idea de tener que volver a pasar por aquello provocó que unos intensos escalofríos le recorrieran la espina dorsal.

Ness: Tal vez podrías convencer al señor Efron para que no haga la película, ¿no crees, abuelo?

Tras decir aquello, se dio cuenta de que quizá debía haber pensado en ello con anterioridad. El comportamiento que había tenido hacia Zac Efron dejaba mucho que desear. Su abuela había creído firmemente que uno recoge lo que siembra.

El desprecio con el que la miró él pareció dejar claro que era consciente de su arrepentimiento tardío.

Zac: ¿Qué forma de persuasión tenía exactamente en mente, doctora Hudgens? -preguntó burlonamente-.

Ella sintió cómo se ruborizaba.

Ness: Me refería al poder de persuasión de mi abuelo, no al mío -contestó irritada-.

Zac: Es una pena -murmuró mirando a Vanessa de la cabeza a los pies de manera especulativa-.

Frunciendo el ceño, ella se forzó a ignorar aquella abiertamente sensual mirada.

Ness: Seguro que sabe que el rodar esta película va a disgustar mucho a mi abuelo, ¿verdad?

Zac: Todo lo contrario -respondió molesto ante el tono de voz de Vanessa-. Creo que una película que exponga los verdaderos acontecimientos que se desarrollaron hace setenta años solo podrá beneficiar la memoria de su abuela.

Ness: Oh, por favor, señor Efron -dijo mirándolo con desdén-. ¡Ambos sabemos que el único interés que le mueve para rodar esta película es el poder obtener numerosos premios más!

Él tomó aire profundamente.

Zac: Usted…

Geoffrey: ¡Ya basta! -espetó repentinamente antes de que Zac pudiera terminar su virulenta respuesta. A continuación se levantó de la mecedora y miró a ambos con sus azules ojos-. Creo que ya he oído suficiente sobre este asunto… por parte de los dos -añadió, negando con la cabeza impacientemente-. Espero que te quedes a cenar, Zac.

Zac: Si piensa que podemos progresar si lo hago… desde luego, sí, me quedaré a cenar -contestó con la tensión reflejada en la voz-.

El anciano esbozó una burlona sonrisa.

Geoffrey: Me parece que el que progresemos o no depende de Vanessa y de ti -dijo secamente-. Voy a subir a mi dormitorio para echarme una cabezadita antes de cenar. Vanessa, ¿qué te parece si mientras me ausento llevas al señor Efron a dar un paseo por el jardín? -le pidió a su nieta-. Mis rosas están particularmente bellas este año, Zac, y su perfume es más fuerte a esta hora de la tarde.

Aquello logró silenciar a Vanessa, que contuvo su obvia intención de protestar.

En ese momento Zac recordó que el señor Hudgens había estado al control de toda la Inteligencia británica durante muchos años… ¡por lo que controlar a su terca nieta debía resultarle fácil!

Zac: Un paseo por el jardín me parecería… agradable -respondió sin comprometerse-.

Geoffrey: ¡Estupendo! -exclamó con entusiasmo-. Anímate, cariño -le aconsejó a Vanessa, dándole un beso en la frente-. Os veré a ambos en un par de horas -añadió justo antes de darse la vuelta y salir de la sala-.

Dejó un tenso e incómodo silencio tras de sí… Vanessa era muy consciente del poder que desprendía el hombre que caminaba a su lado por el cuidado césped del jardín bajo la calidez que ofrecía el sol de la tarde. Casi podía sentir la acalorada energía que desprendía el cuerpo de Zac Efron. Aunque tal vez solo era enfado contenido. Ambos habían comenzado muy mal aquella reunión… ¡y la situación no había hecho otra cosa que empeorar! Sobre todo gracias a su poco agradable actitud. ¿Pero qué otra cosa había esperado él? ¿Que ella se hubiera quedado apartada de todo aquello y hubiera observado como tal vez su abuelo enfermaba de nuevo?

Ness: Quizá deberíamos volver a empezar, ¿no le parece, señor Efron?

Él pareció impresionado.

Zac: Tal vez sí, doctora Hudgens.

Ness: Vanessa -dijo abruptamente-.

Zac: Zac -respondió entonces-.

Impaciente, Vanessa se dio cuenta de que Zac no iba a ponerle las cosas fáciles.

Ness: Estoy segura de que sabes lo que ocurrió hace cinco meses y comprendes por qué ahora siento un gran afán protector sobre mi abuelo.

Zac: Desde luego -concedió esbozando una compungida sonrisa mientras se agachaba bajo las ramas de un sauce. Descubrió que debajo de las brillantes hojas verdes del árbol había un columpio de madera-. ¿Nos montamos…? -sugirió-. Me molesta… -continuó una vez que ambos estuvieron sentados en el columpio- que pienses que tu abuelo necesita protección de mí.

Ness: Mi abuela y él estuvieron completamente enamorados hasta el final… -comentó, que creía firmemente que el actor se encontraba en posición de causarle a su abuelo una angustia innecesaria-.

Zac: No voy a hacer nada que dañe los recuerdos que Geoffrey y tú tenéis de tu abuela -aseguró con voz ronca-.

Ness: ¿No?

Zac: No -insistió-. Todo lo contrario; espero que mi película ayude a que se reconozcan los muchos logros de Anastasia. No creo en ganar dinero o premios a costa del sufrimiento de los demás -añadió, lanzándole a Vanessa una clara indirecta-.

Ella se ruborizó ante aquella discreta reprimenda.

Ness: Podríamos intentar olvidar nuestra previa conversación, Zac.

Zac: Tal vez deberíamos hacerlo, sí -respondió riéndose entre dientes irónicamente-.

A Vanessa se le quedaron los ojos como platos al ver que, al sonreír, a Zac se le marcaba un hoyuelo en la mejilla izquierda y sus azules ojos reflejaban una gran calidez.

Ella había pasado los últimos diez años obteniendo su licenciatura, su doctorado y dando clases… así como visitando todos los yacimientos arqueológicos alrededor del mundo que había podido durante sus vacaciones. No había tenido mucho tiempo libre para dedicarse a actividades tan frívolas como asistir al cine. Aun así, había visto varias de las películas de Zac Efron y podía apreciar que este era mucho más atractivo en persona que la sexy imagen que proyectaba en las pantallas. Su piel desprendía un intenso aroma masculino… Durante los años había evitado mantener relaciones sentimentales para poder concentrarse en su carrera, ¡y aquel no era el momento para que se enamorara de una estrella de cine! Ni siquiera de una tan sexy y bella como Zac.

¡Especialmente no de una tan sexy y bella como Zac! ¿Qué podrían tener en común un ídolo de Hollywood y una profesora universitaria de Londres? Nada.

No sabía si aquella obvia respuesta le había decepcionado. Pero se aseguró a sí misma que no, que desde luego que no. Incapaz de controlarse, se levantó del columpio.

Ness: ¿Continuamos con nuestro paseo? -sugirió antes de comenzar a dirigirse hacia el estanque de los peces-.

No se detuvo para comprobar si él la seguía.

Despacio, Zac se levantó y comenzó a andar tras Vanessa. No estaba seguro de qué había provocado que ella se alejara tan abruptamente, pero algo había ocurrido. Después de pasar mucho tiempo con mujeres que estaban completamente centradas en sus carreras profesionales y en su apariencia… ¡y no necesariamente en ese orden! sabía que Vanessa Hudgens era muy compleja. Era todo un enigma, uno que estaba empezando a interesarle a pesar de sus intenciones. La manera en la que el perfectamente redondo trasero de ella se movía sensualmente debajo del negro vestido que llevaba puesto le tenía cautivado.

Incluso la defensa resueltamente que hacía de sus abuelos y la forma en la que había puesto en entredicho su carrera, aunque lo irritaban, eran unos rasgos de su personalidad dignos de admirar. La mayoría de las mujeres que conocía venderían su alma al diablo, por no hablar de la reputación de sus abuelos, si al hacerlo pudieran obtener un poco de publicidad de ellas mismas.

Pero Vanessa Hudgens obviamente hacía todo lo contrario. Incluso tras la publicación de aquella desafortunada biografía de su abuela, jamás había realizado ninguna declaración pública al respecto.

Zac: Entonces… -comenzó a decir al alcanzarla justo cuando llegaron a un estanque lleno de grandes peces dorados- ¿qué te parece la idea de tu abuelo de que investiguemos juntos los documentos personales de Anastasia…?

Ness: Si no supiera que no es el caso, ¡pensaría que es el comienzo de la senilidad! -Zac se rió, divertido-. Pero como ambos sabemos que no es así… -Se encogió de hombros-. ¿Realmente no hay nada que pueda persuadirte de que abandones la idea de rodar la película?

Zac: Vanessa, aunque te dijera que sí, sé con seguridad que hay por lo menos otros dos directores más interesados en escribir y llevar al cine su propia versión de lo que ocurrió.

Ella se giró para mirarlo inquisitivamente. La franqueza de la expresión de la cara de él le dejó claro que estaba diciendo la verdad.

Ness: Directores que tal vez no sean tan íntegros como tú, ¿no es así? -preguntó sin rodeos-.

Zac: Probablemente no -contestó esbozando una mueca-.

Ness: Así que lo que estás diciendo es que es una cuestión de quedarse con lo malo conocido antes que permitir que cualquier otro director manche el nombre y la reputación de mi abuela, ¿verdad?

Él asintió con la cabeza.

Zac: Más o menos es eso, sí.

Ness: ¿Te das cuenta de que si accedo a hacer esto sería en contra de mi voluntad?

La mueca que esbozó Zac reflejó una gran ironía.

Zac: Oh, creo que has dejado más que clara tu posición al respecto, Vanessa -aseguró-.

Irritada, ella lo miró antes que, de nuevo, comenzara a alejarse de él. En aquella ocasión se dirigió hacia unos caballos que estaban pastando en una esquina del prado que había junto al jardín. Uno de los equinos, un precioso semental castaño, se acercó a la valla para estirar el cuello y que Vanessa lo acariciara.

Mientras ella lo hacía, pensó en las opciones que tenía… y se dio cuenta de que, en realidad, no tenía ninguna. Si no ayudaba a Zac, este rodaría igualmente su película, pero sin ningún tipo de aportación por parte de su abuelo o de los documentos de Anastasia.

La inusitada atracción que sentía por aquel hombre no solo era inaceptable, sino también desconcertante.

Incluso en aquel momento, mientras continuaba acariciando la cabeza de Copper, su presencia le resultaba completamente perturbadora. Sabía perfectamente que pasar una semana en su compañía le traería consecuencias.

Él la miró y vio en su cara reflejada la impaciencia, frustración, enfado y consternación que sentía.

Le impresionó mucho su consternación ya que aunque sabía que Vanessa prefería que aquella situación no existiera, no parecía la clase de mujer que permitía que nada le agobiara tanto. Molesto consigo mismo, se preguntó por qué estaba siquiera planteándose qué clase de mujer era ella.

El parecido físico que tenía con su abuela había despertado su interés inicialmente, pero los insultos que le había dirigido desde el primer momento habían terminado con aquella primera chispa de apreciación.

Analizó a Vanessa con la mirada. Su maravilloso cabello desprendía un intenso brillo oscuro bajo el sol, sus sensuales ojos tenían un bonito color marrón y sus mejillas estaban levemente enrojecidas.

Estaba esbozando una afectuosa sonrisa ya que el semental se había apoyado en su hombro para captar su atención.

Zac: Tras la muerte de tus padres debiste pasarlo muy mal…

Ness: Si no te importa, preferiría no hablar de mi vida privada contigo -interrumpió tensamente-.

Zac: Solo iba a decir que este debió ser un lugar maravilloso en el que pasar tus años de juventud -murmuró apoyándose en la valla del prado y mirando la maravillosa casa de la propiedad-.

Ness: Lo fue… sí -confirmó con voz ronca-. ¿De qué parte de Inglaterra eres?

Zac: De Cambridgeshire.

Ness: ¿Todavía sigues visitando tu casa? -preguntó curiosa-.

Zac: Cuando puedo -confesó asintiendo con la cabeza-. Lo que probablemente no sea tan frecuentemente como a mi familia le gustaría. Mis padres y mi hermano pequeño todavía viven en el pequeño pueblo en el que crecí. Pero no es tan bonito como esto.

Hudgens House realmente estaba enclavada en un lugar idílico. El paisaje era espectacular, los pájaros cantaban en los árboles y la costa estaba a pocos metros de la propiedad. Se podía oler el salado aroma del mar y ver como las olas rompían en la arena.

Zac: Había olvidado que lugares como este existían -añadió con añoranza-.

Ness: ¿No hay nada parecido en Los Ángeles, eh? -se burló girándose para mirarlo-.

Zac: La verdad es que no -respondió esbozando una atribulada sonrisa. La casa que había comprado hacía varios años en la costa de Malibú era demasiado grande y moderna para ser hogareña-. Aunque tengo una propiedad en Nueva Inglaterra, muy rústica y en medio del bosque, que es donde voy en cuanto tengo una oportunidad. -En aquel momento se dio cuenta de que no había tenido muchas oportunidades de hacerlo durante los últimos años. Su ajetreada agenda laboral se lo había impedido-. Por el bien de tu abuelo, ¿no podríamos por lo menos…? -comenzó a sugerir. Pero dejó de hablar al reírse ella de manera burlona-. ¿Qué? -exigió saber, irritado-.

Ness: ¡Mi abuelo me enseñó que jamás confíe en ninguna frase que comience por «por el bien de…»! -reveló-. ¡Cree que normalmente es la manera en la que muchas personas comienzan a imponer su voluntad mediante la utilización del chantaje emocional!

Zac: ¡Pensaba que eras lo suficientemente mayor como para juzgar por ti misma las intenciones de otras personas!

Ella sintió como se ruborizaba ante aquel obvio reto.

Ness: Oh, lo soy -aseguró burlonamente-.

Zac: Pero incluso antes de haberme conocido decidiste que yo iba a causar problemas.

Ness: Sí -confesó abiertamente, más convencida aún de aquello debido a la intensa atracción física que sentía por él-. ¿Regresamos ya? -preguntó de manera retórica antes de darle a Copper una última caricia en el hocico y comenzar a alejarse. Zac la alcanzó unos segundos más tarde-. Que no te engañe lo sociable que es mi abuelo, ni su edad, Zac. Si vienes a pasar una semana a Hudgens House para realizar tu investigación, ¡descubrirás que él siempre tiene la última palabra! -advirtió mientras andaban-.

Zac: Entonces supongo que el resultado de todo esto se encuentra por completo en las manos de tu abuelo -comentó encogiéndose de hombros-.

Ness: Así es -concedió consciente de que su abuelo le había dejado claro lo que ya había decidido…-.


Cuando poco tiempo después Geoffrey bajó a la planta principal de Hudgens House, estaba tan amable como de costumbre. Fue el que llevó la voz cantante en la conversación que mantuvieron mientras cenaban.

Pero tras las formales apariencias, las cosas eran muy distintas.

Vanessa seguía sospechando de Zac Efron. ¡Y no le cabía ninguna duda de que él estaba divirtiéndose a su costa!

Geoffrey: Entonces… -dijo cuando sirvieron los cafés- ¿lograsteis llegar a algún tipo de acuerdo en mi ausencia?

Zac sonrió burlonamente al ver la terquedad que reflejó la mueca que esbozó Vanessa.

Zac: Creo que nada de lo que hablemos su nieta y yo podrá suponer ningún tipo de diferencia cuando es usted el que tiene la última palabra.

Geoffrey: ¿Eso crees? ¿Tú crees lo mismo, Vanessa?

Ella se encogió de hombros.

Ness: Sabes que haré lo que tú decidas, abuelo.

Geoffrey: Preferiría tener tu cooperación, cariño -pronunció con delicadeza-.

Zac observó a Vanessa mientras le daba un trago a su brandy, consciente de que la animadversión que sentía hacia él no había disminuido durante las últimas horas. Incluso parecía más recelosa de su presencia que al principio de la tarde; durante la última media hora más o menos ni siquiera lo había mirado y lo había ignorado en la conversación.

¿Podría ser porque se sentía tan atraída por él como él por ella…?

Ness: El señor Efron me ha comentado muy amablemente que no es el único director interesado en rodar una película sobre la abuela -contestó con frialdad-.

Geoffrey: Eso tengo entendido, sí -comentó-.

Ness: ¿Lo sabías? -preguntó impresionada-.

Geoffrey: Desde luego, cariño. Todavía me preocupo por saber todo lo que concierne a mi familia.

Zac: Quiero que sepa que tengo la intención de relatar fielmente lo acontecido hace setenta años -terció-.

Geoffrey: No estarías aquí si no lo supiera, Zac. Jamás habría hablado contigo por teléfono ni te habría invitado a mi casa si creyera que no eres un hombre íntegro.

Zac: Gracias -ofreció sintiendo como aumentaba su respeto por el anciano-.

Geoffrey: Oh, no me des las gracias demasiado pronto -dijo sonriendo-. ¡Todavía tienes que convencer a mi nieta!

Zac: Tal vez la situación cambie una vez que trabajemos juntos… -reflexionó-.

Geoffrey: ¿Vanessa…? -provocó-.

Ness: Está bien -concedió tras unos segundos, consciente del enorme daño que podría causarle a su abuelo el que otro director hiciera una película difamatoria sobre su adorada Anastasia-. Te otorgaré exactamente una semana al principio de mis vacaciones de verano -añadió, mirando a Zac-. Con una condición.

Zac: ¿Otra condición? -protestó esbozando una mueca-.

Ness: Sí. Mi abuelo debe darle el visto bueno al guión una vez que esté escrito.

Zac: Está bien -accedió consciente de que no tenía otra alternativa-.

Geoffrey: En ese caso, ¿esperamos verte por aquí durante la primera semana de julio? -comentó-.

Zac: Sí.

Regresaría a Hudgens House aunque tuviera que reorganizar toda su agenda para coincidir con las vacaciones de Vanessa.

Pero ella seguía pareciendo muy descontenta acerca de todo aquello.

Ness: Tengo que advertirte una cosa, Zac -dijo a los pocos segundos-. ¡Si le ocurre algo a mi abuelo debido a esta película, tú serás el único responsable!




Una semana juntos... Me pregunto qué pasará... XD

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Por cierto, hay nuevo capi en mi otro blog. ¡Pasaos, porfa!

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sábado, 22 de agosto de 2015

Capítulo 1


Ness: Parece que tu invitado por fin ha llegado, abuelo -dijo de pie junto a una de las ventanas del salón de Hudgens House, la propiedad que su abuelo poseía en Hampshire-.

Estaba observando como un deportivo negro se acercaba a la entrada de la vivienda.

Le resultó imposible ver la cara del conductor del vehículo ya que los cristales de este eran ahumados pero, aun así, estaba segura de que se trataba de Zac Efron, el actor y director inglés que durante los últimos diez años había tenido al caprichoso mundo de Hollywood en la palma de su elegante mano.

**: No seas tan dura con él, Vanessa. ¡Solo llega cinco minutos tarde y ha tenido que venir conduciendo desde Londres! -la reprendió su abuelo indulgentemente desde su mecedora-.

Ness: Entonces quizá hubiera sido buena idea por su parte tener en cuenta la distancia que iba a tener que recorrer y haber planeado mejor el tiempo.

No había ocultado su desagrado ante la visita del actor. La idea de que este quisiera escribir y dirigir una película sobre la vida de su difunta abuela le resultaba inaceptable.

Desafortunadamente, no había sido capaz de convencer a su abuelo de que rechazara aquella proposición… razón por la que en aquel momento Zac Efron estaba aparcando su lujoso deportivo negro en la entrada para vehículos de Hudgens House.

Se apartó de la ventana antes de ver al hombre en cuestión salir del deportivo; ya sabía qué aspecto tenía. Probablemente el mundo entero reconocería a Zac Efron después de que, a principios de aquel mismo año, hubiera tenido un éxito rotundo en los festivales de cine con su película más reciente en la que, aparte de ser el director, tenía un papel protagonista.

De treinta y tantos años, era alto y esbelto, tenía unos anchos hombros, un poco largo el cabello castaño y unos penetrantes ojos azules, así como una nariz aristocrática. Su boca era realmente sensual y se sabía que el profundo timbre de su voz provocaba que a las mujeres de todas las edades les recorriera el cuerpo un intenso escalofrío. Zac Efron era el actor y director de cine mejor pagado a ambos lados del océano.

Su apariencia y encanto habían sido la causa de que en innumerables ocasiones hubiera salido fotografiado en revistas y periódicos con la última mujer que había compartido su vida… ¡y su cama! Y la razón que tenía para haber ido allí aquel día era utilizar dicho encanto para convencer a su abuelo de que le diera permiso y lo ayudara a escribir un guión sobre la emocionante vida de su abuela, Anastasia Romanski. De pequeña, esta había huido de la revolución rusa junto a su familia, que había viajado hasta Inglaterra. De adulta se había convertido en una de las muchas secretas y olvidadas heroínas de su país de adopción.

Anastasia había fallecido hacía tan solo veinticuatro meses, con noventa y cuatro años. Su necrológica en un periódico había atraído la atención de un entrometido periodista, que tras haber ahondado más profundamente en la vida de la anciana había descubierto que la existencia de Anastasia Hudgens era mucho más interesante de lo que se había revelado. El resultado había sido la publicación hacía seis meses de una biografía sensacionalista sobre Anastasia… biografía que había provocado que su abuelo sufriera un leve ataque al corazón.

Dadas las circunstancias no era de extrañar que Vanessa se hubiera quedado horrorizada al enterarse de que Zac Efron quería rodar una película sobre su abuela. Y, peor todavía, al descubrir que el actor y director tenía una cita con su abuelo para discutir el proyecto.

¡Había decidido que era una discusión de la que formaría parte!

Zac: Señor Hudgens -dijo acercándose con cuidado a estrechar la mano del anciano tras haberle acompañado Little, el mayordomo, al salón de Hudgens House-.

Geoffrey: Señor Efron.

A juzgar por la firmeza con la que le devolvió el apretón de manos al actor, era difícil creer que tenía noventa y cinco años. Su oscuro cabello solo tenía algunas canas.

Estaba muy erguido vestido con un traje de chaqueta azul.

Zac: Llámeme Zac, por favor -pidió-. Debo decirle que es todo un placer que haya accedido a verme hoy…

Ness: ¡Entonces el placer es solo suyo!

Geoffrey: ¡Vanessa! -reprendió a su nieta de manera afectiva-.

Zac se giró para mirarla. Ella todavía estaba junto a la ventana y el sol que se colaba a través del cristal le hacía imposible ver las facciones de su cara. Pero la hostilidad que había reflejado su voz había dejado claro que no estaba en absoluto de acuerdo con su visita.

Geoffrey: Señor Efron, le presento a mi nieta, Vanessa Hudgens -continuó-.

Zac, que aquella misma mañana antes de salir de su hotel londinense se había puesto al día acerca de todos los miembros de la familia Hudgens, sabía que el nombre de Vanessa era el segundo nombre de Anastasia. Ella se llamaba como su abuela.

En ese momento Vanessa se apartó de la ventana y pudo verla con claridad. Le causó un gran impacto el gran parecido que guardaba con su antecesora. Era bastante alta y tenía el pelo color azabache… resultado de una impresionante mezcla entre cabello negro y moreno. Su piel era ligeramente morena, parecía porcelana, y sus ojos marrón chocolate. Tenía la nariz pequeña y muy recta, así como unos carnosos labios.

Obviamente su estilo de peinado era diferente al de su abuela, que había tenido el cabello arreglado en un clásico corte a la altura de los hombros, mientras que Vanessa lo llevaba por la cintura. El vestido negro que había elegido ponerse añadía el toque final a su elegante imagen.

Aparte de esas pequeñas diferencias, Zac sabía que era como si estuviera delante de Anastasia Romanski cuando esta había tenido veintinueve años.

Ella lo miró con desprecio.

Ness: Señor Efron.

Él inclinó la cabeza.

Zac: Señorita Hudgens.

Ness: Soy la doctora Hudgens -corrigió con frialdad-.

Zac pensó que ella tenía la gracia y belleza de una supermodelo en vez de la anodina apariencia de una doctora en arqueología.

Geoffrey: Vanessa, quizá debas ir a informar a la señora Little de que vamos a tomar el té ahora… -sugirió dulce pero firmemente-.

Los carnosos y sensuales labios de ella esbozaron una mueca.

Ness: ¿Es una indirecta poco sutil para que te deje unos minutos a solas con el señor Efron, abuelo? -supuso con sequedad, todavía mirando a Zac con la desaprobación reflejada en los ojos-.

Geoffrey: Creo que es lo mejor, cariño -la animó con detenimiento-.

Ness: ¡No permitas que el señor Efron utilice su conocido encanto para persuadirte de que estés de acuerdo con algo o de que firmes cualquier documento antes de que yo regrese! -advirtió-.

Zac: No se me ocurriría hacer algo así, doctora Hudgens -aseguró-. ¡Aunque me halaga mucho que piense que tengo encanto!

Sabía que quizá no debería utilizar su sentido del humor en aquella situación. Obviamente el tema del pasado de su abuela afectaba mucho a Vanessa Hudgens.

Ness: Todavía no lo conozco bien como para haber decidido qué es exactamente, señor Efron -comentó con frialdad-.

Él se dio cuenta de que Vanessa no consideraba su encanto como un atributo. Era una pena ya que el parecido físico de ella con su abuela había despertado en él una gran intriga. Aunque Vanessa parecía querer restar importancia a aquella semejanza con su falta de maquillaje y el peinado en el que había arreglado su preciosa melena.

Pero no podía ocultar el hecho de que sus seductores ojos marrones y su carnosa boca eran verdaderamente atractivos… ¡y su escultural figura increíble! Antes de aquel día, Vanessa solo había visto a Zac Efron en la gran pantalla, donde siempre aparecía alto, moreno y muy poderoso. Era una imagen que había creído magnificada por el tamaño de la pantalla.

Pero había estado equivocada. Incluso vestido de manera formal con un traje de chaqueta negro, camisa de seda blanca y corbata gris, Zac Efron seguía siendo igual de carismático en carne y hueso.

Geoffrey: Ya basta, cariño -la reprendió seriamente-. No me cabe la menor duda de que el señor Efron y yo nos las arreglaremos estupendamente durante el corto espacio de tiempo que estés ausente -añadió, lanzándole una clara indirecta-.

Ness: Por supuesto, abuelo -contestó con un tono de voz más dulce mientras sonreía a Geoffrey afectivamente-.

A continuación se marchó.

Su abuelo era la única familia que le quedaba. Sus padres habían fallecido hacía catorce años cuando la avioneta en la que habían viajado había caído al mar en la costa de Cornwall.

A pesar de que ya tenían más de ochenta años, Anastasia y Geoffrey se habían hecho cargo de su traumatizada nieta y la habían acogido en su casa sin pensarlo dos veces. Como resultado, Vanessa era mucho más protectora de sus abuelos de lo que hubiera sido bajo otras circunstancias… hasta tal punto que consideraba los planes de Zac Efron de hacer una película sobre su difunta abuela como sensacionalismo hollywoodiense. Sin duda, también le había influido la espantosa biografía que se había publicado sobre Anastasia, en la que se le había representado como el equivalente ruso de Mata Hari trabajando para los servicios de Inteligencia británicos.

Obviamente Zac Efron veía el proyecto como un medio para ganar numerosos premios más que añadir a su considerable colección de ellos. Era una pena, por él… ¡ya que Vanessa estaba decidida a impedir que la película se rodara!

Geoffrey: Me temo que Vanessa no aprueba la idea de que hagas una película sobre mi difunta esposa, Zac -murmuró tuteando a su invitado-.

Zac: ¡Nunca lo habría adivinado! -respondió con una compungida sonrisa reflejada en los labios-.

El señor Hudgens sonrió a su vez levemente.

Geoffrey: Por favor, siéntate y dime qué es exactamente lo que quieres de mí -dijo, sentándose de nuevo en su mecedora-.

Zac: ¿No deberíamos esperar a que regrese su nieta antes de discutir nada al respecto? -preguntó esbozando una mueca al sentarse en la silla que había delante de la mecedora-.

Era consciente de que la actitud de Vanessa Hudgens iba a suponer un problema que no había previsto cuando el día anterior había viajado a Inglaterra con el propósito de discutir los detalles de la película con Geoffrey Hudgens.

Había escrito al anciano por primera vez hacía unos meses… le había enviado una carta en la que le había explicado resumidamente su idea sobre la película. La misiva que había recibido dos semanas después de Geoffrey Hudgens había sido cautelosamente esperanzadora. Ambos habían hablado varias veces por teléfono antes de que el señor Hudgens le hubiera sugerido que se vieran en persona para hablar más en profundidad del tema.

Pero en ninguna de aquellas comunicaciones le había comentado Geoffrey la resistencia de su nieta a que se realizara la película.

Geoffrey: Te aseguro que finalmente Vanessa estará de acuerdo con lo que sea que yo decida -declaró-.

A Zac no le cabía ninguna duda de que cuando era necesario el anciano podía ser tan persuasivo como su difunta esposa había tenido fama de ser… pero de una manera totalmente diferente; el papel que Geoffrey Hudgens había jugado en los acontecimientos sucedidos en el siglo anterior estaba incluso más rodeado de misterio que el de Anastasia. El anciano había ocupado un puesto muy importante y de mucha responsabilidad en la seguridad de Inglaterra antes de haberse jubilado hacía ya veinticinco años.

¿Podía sorprenderle que Vanessa Hudgens tuviera la misma fuerte determinación que sus abuelos? ¡O que su visita prometiera desencadenar una guerra de voluntades entre ambos! Una guerra que tenía toda la intención de ganar…

Ness: No habréis discutido nada de importancia durante mi ausencia, ¿verdad? -preguntó en voz baja al volver a entrar en el salón, seguida de cerca por Little-.

El mayordomo llevaba en las manos una bandeja de plata cuyo contenido colocó en la mesa de café que había delante del sofá en el que ella se sentó.

Vanessa miró de manera interrogante a su abuelo y a Zac, que estaban sentados delante de ella.
Geoffrey volvió a censurarla con la mirada mientras Zac respondía.

Zac: Ninguno de los dos nos habríamos atrevido a hacerlo, doctora Hudgens…

¡Pero Vanessa estaba segura de que Zac Efron se atrevería a hacer cualquier cosa!

Ness: ¿Quiere su té con leche y azúcar, señor Efron? -ofreció, acercándole el azucarero-.

Zac: Solo quiero leche, gracias.

Ella asintió con la cabeza mientras echaba dos cucharadas de azúcar en la taza de su abuelo justo antes de comenzar a servir el té.

Ness: Sin duda, a medida que nos hacemos mayores es más difícil mantener el peso ideal.

Geoffrey: Cariño, realmente creo que esta constante animosidad contra Zac no es necesaria -la amonestó al levantarse Vanessa para darle su taza de té después de haberle ofrecido la suya a Zac-.

Ness: Tal vez no -concedió ruborizándose levemente-. Pero estoy segura de que el señor Efron puede defenderse solo si siente que es necesario.

Lo cierto era que Zac estaba perdiendo la paciencia ante los maliciosos comentarios de Vanessa. En apariencia era una mujer bella y delicada, pero según lo que había experimentado él, su delicadeza no iba más allá de su aspecto físico.

Zac: Desde luego -espetó-. Ahora, si pudiéramos volver a hablar de Butterfly

Ness: ¿Butterfly…? -repitió al sentarse en el sofá y cruzarse de piernas-.

Zac: Era el nombre en clave de su abuela…

Ness: Eso ya lo sé, señor Efron -interrumpió resueltamente-.

Zac: También va a ser el título de mi película -explicó lacónicamente-.

Ness: ¿No es algo impertinente por su parte? -preguntó frunciendo el ceño-. Por lo que sé… -continuó con cautela- no se ha acordado siquiera que vaya a haber una película, ¡por no hablar de que ya tenga un título!

Tras decir aquello miró a su abuelo de manera interrogante. Su tensión era palpable.

Geoffrey: No creo que haya ninguna manera en la que podamos evitar que el señor Efron ruede esta película, Vanessa -comentó encogiéndose de hombros-.

Ness: Pero…

Geoffrey: Con o sin nuestra cooperación -añadió con firmeza-. Personalmente, después de la publicación de aquella espantosa biografía, preferiría que se me permitiera decir algo sobre el contenido de la película a no poder opinar.

Los ojos de Vanessa reflejaron un gran enfado al dirigir su mirada hacia Zac.

Ness: Si se ha atrevido a amenazar a mi abuelo…

Geoffrey: Zac no me ha amenazado, cariño -aseguró-.

Zac: ¡Y a Zac le ha ofendido mucho que se haya insinuado que lo ha hecho! -exclamó mirando a Vanessa con frialdad-.

Afortunadamente ella se dio cuenta de que tal vez se había excedido con aquel último comentario. No era excusa que hubiera estado predispuesta en contra de Zac desde antes de siquiera conocerlo, solo se había basado en las cosas que había leído sobre él, sobre todo ya que Zac había sido encantador desde que había llegado a Hudgens House. Pero estaba segura de que tras sus obvias indirectas, el antagonismo entre ellos sería recíproco.

Se preguntó qué habría esperado el actor y director que ocurriera cuando había organizado una cita con su abuelo… ¿haberse visto solo con un hombre de noventa y cinco años que había sufrido un ataque al corazón recientemente, que ambos habrían sido muy educados y que él se habría marchado habiendo obtenido la completa cooperación de Geoffrey? Si eso era lo que había esperado, obviamente no conocía a su abuelo. Incluso veinticinco años después de su supuesta jubilación, Geoffrey seguía siendo un peso pesado. Y ella consideraba que solo estaba un paso por detrás de su abuelo.

No solo era una reconocida profesora universitaria londinense, sino que corría el rumor de que iba a convertirse en la jefa de su departamento cuando en un par de años su maestro se jubilara… y no había llegado a esa situación con solo veintinueve años siendo tímida y retraída.

Ness: Me disculpo si me he equivocado -murmuró-. Al decir el señor Efron que Butterfly era el título de su película, me dio la impresión de que las cosas ya habían sido acordadas entre ambos.

Zac: Disculpas aceptadas -respondió con la voz crispada. Sus anchos hombros no parecían menos tensos-. Obviamente preferiría seguir adelante con su consentimiento, señor Hudgens -añadió, asintiendo con la cabeza ante el anciano-.

Ness: ¿Y con su cooperación? -terció secamente-.

Unos fríos ojos azules la miraron.

Zac: Desde luego.

Ella contuvo el escalofrío que amenazó con recorrerle la espina dorsal… escalofrío de cautela y no de placer, que sería lo que seguramente sentiría la mayoría de mujeres cuando Zac Efron posaba sus ojos en ellas. Al mirarla él de arriba abajo, supo lo que estaría pensando; que era una mujer que prefería una apariencia austera. Sus pestañas eran naturalmente largas y oscuras, por lo que no necesitaba ponerse rímel. De hecho, no iba maquillada en absoluto… salvo un leve toque de brillo de labios. No llevaba anillos, ni pulseras, ni pendientes.

Sabía muy bien que no tenía nada que ver con las bellas y esbeltas actrices en cuya compañía había sido visto y fotografiado Zac frecuentemente durante los últimos diez años. Dudaba que él supiera qué hacer con una mujer inteligente… Se reprendió a sí misma y se preguntó por qué debería importarle lo que Zac Efron pensara de ella. No había ninguna razón para que ambos volvieran a verse después de aquel día… y no debía preocuparse en absoluto por lo que pensara de ella como mujer.

Ness: Creo que no está perdiendo solo su tiempo, señor Efron, sino también el de mi abuelo y el mío…

Geoffrey: Cariño, voy a ofrecerle a Zac mi apoyo y cooperación. Voy a permitir que lea cartas y papeles personales de Anastasia -dijo con firmeza-. Pero solo bajo ciertas condiciones.

Vanessa se giró para mirar a su abuelo con los ojos como platos.

Ness: ¡No puedes estar hablando en serio!

Geoffrey: Es lo mejor para poder controlar una situación que sé que es inevitable, en vez de intentar emprender una inútil lucha contra ello.

Zac no sintió la euforia que hubiera esperado que se apoderara de él ante el hecho de que el señor Hudgens le hubiera dado la bendición a su idea de rodar una película sobre Anastasia y le hubiera otorgado acceso a algunos de los documentos personales de su difunta esposa. Tuvo la impresión de que fueran cuales fueran aquellas condiciones, no iban a gustarle.

Obviamente Vanessa se sentía igual de intranquila y no pudo evitar levantarse abruptamente. Se quedó mirando a su abuelo durante varios segundos mientras fruncía el ceño. Pero entonces la expresión de su cara se suavizó ligeramente.

Ness: Recuerda lo que ocurrió después de la publicación de aquel terrible libro…

Zac: ¡Me ofende que siquiera piense en comparar la película que pretendo rodar con esa basura sensacionalista! -espetó levantándose bruscamente a su vez-.

Ella se giró para mirarlo con gran frialdad.

Ness: ¿Cómo puedo pensar otra cosa?

Zac: Tal vez si me diera una oportunidad…

Geoffrey: Ya es suficiente -dijo riéndose entre dientes-. No es un buen presagio si los dos no podéis estar en la misma sala sin discutir.

La inquietud que había sentido Zac aumentó al mirar al anciano.

No le engañó en absoluto la inocente expresión que este tenía reflejada en la cara.

Zac: ¿Le importaría explicarme cuáles son sus condiciones? -provocó con cautela-.

Geoffrey se encogió de hombros.

Geoffrey: Mi primera condición es que no se haga ninguna copia de los documentos personales de Anastasia. De hecho, no podrán salir de esta casa.

Aquello iba a complicar un poco las cosas. Significaba que Zac tendría que pasar varios días, quizá incluso una semana, en Hudgens House para poder leer los citados documentos y tomar notas antes de comenzar a escribir el guión de su película. Pero aunque tenía una agenda muy ocupada, no había ninguna razón que le impidiera hacerlo. ¡En numerosas ocasiones a lo largo de los años se había hospedado en lugares mucho menos recomendables que la elegante y cómoda Hudgens House!

Geoffrey: Mi segunda condición… -comenzó a decir-.

Zac: ¿Exactamente cuántas condiciones hay? -quiso saber-.

Geoffrey: Solo dos -aseguró con sequedad-. Y la primera condición solo se aplicará si accedes a la segunda.

Zac: Está bien -respondió asintiendo con la cabeza-.

Geoffrey: Oh, no daría mi consentimiento todavía, Zac -advirtió con ironía-.

A Vanessa no le gustó en absoluto el calculador brillo que vio reflejado en los ojos de su abuelo.

Ness: Adelante, explica tu segunda condición… -animó a Geoffrey-.

Geoffrey: Tal vez ambos debáis sentaros primero…

Ella se sintió muy tensa y pudo notar como aumentaba la cautela en Zac.

Ness: ¿Es necesario que nos sentemos?

Geoffrey: Oh, creo que sería aconsejable -confirmó-.

Zac: Si no le importa, yo me quedaré de pie -espetó-.

Geoffrey: Como quieras -contestó riéndose-. ¿Vanessa?

Ness: También prefiero quedarme de pie -murmuró con recelo-.

Geoffrey: Muy bien -dijo mirándolos a ambos-. La conversación que habéis mantenido me ha resultado muy… amena, por decirlo de alguna manera. ¡Y os aseguro que hay muy pocas cosas que un hombre de mi edad encuentre divertidas!

Frustrada, Vanessa se dio cuenta de que su abuelo estaba riéndose de ellos. Estaba entreteniéndose a su costa.

Ness: ¡Explica cuál es la segunda condición, abuelo!

Geoffrey esbozó una leve sonrisa mientras reposaba los codos en los apoyabrazos de la silla.

Geoffrey: Vanessa, obviamente tienes reservas sobre el contenido de la película de Zac…

Ness: ¡Con toda la razón!

Zac: En absoluto -la corrigió en tono grave-. Yo no soy el responsable de aquella terrible biografía… y jamás he escrito o protagonizado ninguna película que tergiverse la realidad.

Ness: ¡Dudo que la mayoría de actores de Hollywood reconociera la verdad aunque la tuviera delante de la cara! -espetó con el desprecio reflejado en los ojos-.

Él no supo quién había acortado la distancia entre ambos, pero en aquel momento se encontraban tan cerca el uno del otro que sus narices estaban casi rozándose. Vanessa lo miró y él frunció el ceño.

Repentinamente se dio cuenta del leve toque insidioso del perfume de ella; una embriagadora combinación de canela, limón y… mucho más perturbador… una ardientemente enfurecida mujer.

Al tenerla tan cerca pudo ver que sus increíbles ojos marrones tenían un círculo negro alrededor del iris, círculo que les otorgaba una extrañamente luminosa cualidad que era casi fascinante combinada con las pestañas más largas y oscuras que jamás había visto. Su piel era como de porcelana fina, tenía la misma delicada apariencia.

Pero era una delicadeza en completa contradicción con la sensualidad de su carnosa boca. Tenía los labios ligeramente separados, labios tras los que podían entreverse unos blancos y perfectamente alineados dientes. Imaginó que estos podrían morder con pasión a un hombre tan fácilmente como... ¿Qué demonios? Se echó hacia atrás abruptamente al darse cuenta de que había permitido que sus pensamientos divagaran sin sentido… debido al antagonismo que obviamente había entre ambos. Además, Vanessa Hudgens era el prototipo de mujer retraída centrada en su carrera profesional del que él siempre había huido.

Se relajó ligeramente antes de girarse para mirar al todavía divertido Geoffrey.

Zac: Estoy de acuerdo con Vanessa…

Ness: ¡Qué alentador! -lo interrumpió con sequedad-.

Zac: Es mejor que explique cuanto antes sus términos -terminó-.

Geoffrey: Esperemos que los dos estéis también de acuerdo sobre mi segunda condición -dijo dejando de sonreír-. He estado pensando y dada la falta de entusiasmo de Vanessa sobre tu película y tu propia determinación de demostrarle que se equivoca, Zac, creo que lo más adecuado sería que mi nieta te ayudara a investigar y recopilar los documentos personales de Anastasia.

Ness: ¿Qué…? -espetó impactada-.

Zac compartía el obvio horror de ella ante la mera sugerencia de que trabajaran juntos aunque fuera un minuto, ¡por no hablar de los días o semanas que tardaría en analizar todos los documentos de Anastasia Hudgens!




Me encantan las relaciones amor-odio. Y la de estos dos la va a ser XD

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¡Lau, vaya surprise! Creí que te había tragado la tierra. Me alegro de que sigas leyendo las novelas aunque no vea comentarios tuyos. Espero que te estén gustando. Esta es muy chula, seguro te gusta.

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miércoles, 19 de agosto de 2015

Pasiones de cine - Sinopsis


Luces… cámara… ¡cama! Desde su último coche deportivo hasta la última rubia con la que había salido, las habladurías rodeaban al famoso actor y director hollywoodiense Zac Efron. Fuentes desconocidas estaban especulando de manera escandalosa sobre una desconocida belleza a la que Zac estaba decidido a conocer… ¡íntimamente! Pero Vanessa no se parecía en nada a las habituales conquistas de Zac… Y, a pesar de la indignación de este, ¡iban a tener que trabajar juntos en su nuevo proyecto! Zac accedió a trabajar con Vanessa… consciente de que, por mucho que ella intentara resistirse, finalmente no podría evitar caer rendida a sus pies…




Escrita por Carole Mortimer.




¡Esta novela me encanta! Es una de mis favoritas. Me encantó mucho y espero que a vosotras os guste también. Tiene 13 capítulos.

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domingo, 16 de agosto de 2015

Capítulo 10


Antes de que Vanessa pudiera decir nada, Zac la tomó en brazos. Ella pensó que se dirigiría a la casa, pero, para su sorpresa, la llevó en volandas hasta la torre sin el menor esfuerzo. Lo había visto escalar y aquello lo hacía con idéntica destreza, dando la impresión de que fuera fácil.

Una vez dentro, volvió a sorprenderla, pues no la llevó a la cama, como ansiaba, sino que la depositó sobre el sillón y le ayudó a quitarse la chaqueta. Pero Vanessa había aprendido la lección y no cuestionó sus acciones.

Zac le quitó los zapatos y las medias, como había hecho la semana anterior, desdobló el edredón blanco y la tapó con él. Sus ojos se buscaron con un deseo febril, anticipando lo que iba a suceder.

Zac: Voy a encender la chimenea -murmuró inclinándose y besándola ligeramente en los labios-. No te muevas de ahí.

Ness: No lo haría ni en sueños -respondió con voz trémula-.

Vanessa lo observó acuclillarse frente a la chimenea, admirando cada centímetro de su musculoso cuerpo. Movida por la impaciencia, le acarició la espalda mientras él disponía los troncos en la chimenea. Al cabo de unos minutos, un agradable fuego calentaba la estancia. Zac se volvió y besó la palma de la mano que había estado prodigándole caricias.

Zac: Necesito darme una ducha.

Ness: No tardes -le rogó-.

Los ojos de él brillaban de deseo. Alargó la mano y la deslizó sobre el vientre henchido de su esposa. Un gozo inexpresable se extendió por su rostro antes de dejarla y desaparecer tras la puerta del baño.

Fuera había oscurecido y soplaba un fuerte viento, cuyos lamentos se colaban por las rendijas de la torre. La luz de las llamas bailoteaba sobre los muros. No cabía imaginar un lugar más romántico, pensó Vanessa.

En ese momento podía verdaderamente decir que no se había sentido tan feliz en toda su vida. Volvía a estar junto al hombre que amaba y, unos minutos después, le demostraría cuánto significaba para ella.

Su corazón palpitó apresuradamente cuando volvió a entrar llevando tan solo una toalla alrededor de la cintura. Era tan perfecto que casi le cortaba la respiración.

Zac retiró el edredón y se arrodilló junto al sillón para admirarla, deteniendo su mirada en los cambios que se habían producido en su figura. Vanessa cerró los ojos cuando sintió esos labios besar su vientre y subir después hasta su boca. Ambos gimieron extasiados y Zac la tomó en brazos para llevarla a la cama.

Hicieron el amor una y otra vez toda la noche, con renovada intensidad cada vez, como si fuera la primera. Sentían una pasión tan desbordante el uno por el otro, que sobraban las palabras. Tenían mucho que decirse, pero aquella noche era demasiado sagrada como para malgastarla hablando. Primero satisfarían la necesidad largo tiempo reprimida. Las palabras vendrían después.


Vanessa abrió los ojos al sentir un tímido pero cálido rayo de sol sobre su mano. La pierna derecha de su marido estaba entrelazada con su pierna izquierda. «¡Qué maravilloso despertar!»

Giró la cabeza hacia él, deseosa de sentirlo de nuevo dentro de sí.

Ness: Zac...

Zac: ¿Mmm?

Ness: ¿Estás despierto?

Zac: ¿Quieres que lo esté? -su voz le indicó que aún estaba medio dormido-.

Decepcionada, se mordió el labio inferior.

Ness: No, yo solo quiero lo que tú quieres.

Zac se rió y la atrajo hacia sí. ¡De modo que estaba haciéndose el dormido!

Zac: Mi insaciable esposa... El embarazo te ha hecho aún más excitante.

Vanessa besó sus irresistibles labios.

Ness: Espero que sigas diciendo lo mismo cuando esté de ocho o nueve meses.

Zac: Cuando te fuiste a Washington -confesó poniéndose serio de repente-, me di cuenta de hasta qué punto te quería. El dolor que sentía por tu pérdida era tan intenso, que me convertí en una persona horrible, de lo cuál me avergüenzo. Es un milagro que volvieras a mí, y más el que aún tenga amigos.

Vanessa se estremeció.

Ness: No, fue todo culpa mía. Perdona por el daño que te hice, perdóname.

Zac suspiró atormentado.

Zac: Soy yo quien debe pedirte perdón. Vanessa... No soy el hombre que tú piensas.

Ness: Sí que lo eres. Yo estaba ayer en el juzgado, y lo que hiciste llenó a todos de admiración.

Zac: Precisamente a eso me refiero, mi amor. He mentido y amañado tantas situaciones... Tengo que contarte la verdad. -Estaba realmente serio-. Para empezar, nunca tuve intención de contarte lo de Amber.

Sorprendida, Vanessa se incorporó, sentándose en la cama. Zac se incorporó también, quedándose apoyado sobre la almohada.

Zac: Mi plan era decirle, cuando llegáramos a su apartamento, que se entendiera con mi abogado hasta que se hicieran las pruebas de paternidad. Si el resultado era positivo, tenía intención de ocuparme de sus necesidades y tratar de ser un buen padre. Me dije que solo si eso ocurría te lo contaría. Estaba tan agitado porque hubiera aparecido justo el día en que cumplíamos un mes de casados, que no vi venir al otro coche. Y el accidente descolocó todos mis planes. Cuando llegaste al hospital eras como una aparición que atormentaba mi conciencia. Pensé en ocultártelo, pero ¿cómo podría con Amber en la misma sala? Sentí que debía sincerarme, rogando por que me quisieras lo suficiente como para perdonarme. ¿Qué podría ser peor? ¿Una mentira que apenas podría mantener más allá de aquella noche que nunca me perdonarías... o el dolor que te ocasionaría al decirte la verdad? Escogí lo segundo, aferrándome a la creencia de que, tras la angustia inicial, serías capaz de otorgarme tu perdón.

Vanessa sacudió la cabeza.

Ness: ¿Cómo podía dejar de quererte? En mi carta te decía que los motivos de mi marcha eran otros.

Zac tomó su mano, apretándola con fuerza entre las suyas.

Zac: ¿Sabes que antes de que todo esto ocurriera apenas podía contener la emoción porque tenía un regalo especial para ti? -Vanessa lo miró inquisitivamente-. Era la escritura de la casa. Andrew me dio el Château des Fleurs como agradecimiento por mi pequeña intervención para romper su compromiso con la princesa Sophie. Me la entregó antes de que nos casáramos.

Entonces Vanessa cayó en la cuenta:

Ness: ¡Espera un momento! O sea, que todas esas casas que fuimos a ver con el señor Payne...

Zac: Fue todo un montaje -admitió-. Le pagué para que fingiera delante de ti.

Ness: ¡Zac!

Zac: Y hay más, pero primero deja que me disculpe por acusarte de utilizar a Andrew. Siento haber pensado mal de ti. Cuando me dieron el alta tras la operación, volví al apartamento, acompañado de Mike. Al entrar, vi todo lo que habías preparado por nuestro aniversario. Después abrí el regalo y, al ver los gemelos, quise morir, porque imaginé el daño que te había hecho. Pero fue al encontrar tu carta cuando perdí la razón, Vanessa. Me volví loco. Mike llamó al médico y me administró un sedante. Cuando me desperté estaba solo, y no me importaba seguir viviendo o morir. Me negué a ver a nadie. Pero Andrew insistió hasta que lo dejé entrar. El resto ya lo conoces. -Vanessa lo rodeó con sus brazos, y se acunaron el uno al otro, consolándose-. Ayer supe que él mismo había mandado a Brittany a Washington para traerte de vuelta.

Ness: Sí, ¡me alegré tanto de que viniera! Tu pobre hermana había tratado de impedir que te mandara los papeles del divorcio, pero yo estaba tan cegada por lo que creía que debías hacer, que no la escuché. Fue Brittany quien me abrió los ojos. Solo entonces tuve conciencia de lo horriblemente mal que me había portado contigo. Entonces me faltó tiempo para regresar. Estoy en deuda con los dos.

Zac: ¡Dios mío! Cuando me encontré contigo en el chalet casi me dio un ataque.

Ness: A mí también, estabas tan cambiado que temí no poder atravesar esa coraza que habías forjado.

Zac: ¡Ya lo creo que la atravesaste! -exclamó sonriendo-. Si subí corriendo esas escaleras, fue porque necesitaba tiempo para pensar. Por desgracia mi pierna tardó más que yo en reaccionar.

Ness: Te perdono -dijo bajando la cabeza para besarlo-. Tus maquinaciones «maquiavélicas» solo me demuestran lo mucho que me quieres.

Zac: Aún hay más... -admitió avergonzado-.

Ness: Continúa -le instó conmovida-.

¿Cómo no querer al hombre que estaba allí confesándole sus faltas?

Zac peinó con sus dedos el cabello de Vanessa.

Zac: No debería haber hecho pasar al doctor Barker por ese juicio, no cuando estaba seguro de que Brad no era mío.

Ness: ¿Cómo podías saber eso si no te habías hecho la prueba?

Zac: Soborné a una de las enfermeras del pabellón de pediatría para que me dejara ver al bebé, ya que Analise no me lo permitía.

Ness: ¡Oh, cariño! -exclamó entre risas-.

Zac esbozó una sonrisa arrepentida.

Zac: Lo examiné cuidadosamente. Tenía un cierto parecido con Amber, pero no veía ningún rasgo de mi familia, ninguno... No me interpretes mal, yo adoro a ese bebé, y lo habría seguido queriendo si hubiese sido de mi sangre. Pero fue entonces cuando ideé todo el asunto del pleito por la custodia, para que volvieras a vivir conmigo. Estaba convencido de que te había hecho tanto daño en Zermatt, que te había perdido para siempre. Y necesitaba un motivo para retenerte a mi lado.

Ness: Nada de eso era necesario -le aseguró-. Estaba dispuesta a aferrarme a la más mínima esperanza de poder volver contigo.

Zac: Cuanto más se acercaba la fecha del juicio -prosiguió-, más miedo tenía. Había planeado retirar la demanda durante la vista, y temía que te marcharas cuando supieras que ya no había motivo para que te quedaras. Por eso, pensé que podía sobornarte a ti también con la idea de convertir el invernadero en tu restaurante francés. Creí que así te quedarías el tiempo suficiente como para conseguir que te enamoraras de mí otra vez.

Vanessa tomó su rostro entre las manos y lo miró fijamente.

Ness: Fui yo la que fallé. Te casaste con una chica muy inmadura. La llegada de Amber me obligó a examinar mi vida y a crecer a costa de nuestro matrimonio. En el hospital me dijiste algo que nunca olvidaré: «Cuando nos casamos, prometimos amarnos en lo bueno y en lo malo». Y entonces me tomaste de la mano y me aseguraste que nunca pretendiste que hubiera nada «malo» en nuestro matrimonio. Y yo te pregunté: «¿Y lo hay?».

Zac: Lo recuerdo -dijo muy serio-.

Los ojos cafés de Vanessa se miraron en los suyos.

Ness: Aquella fue una pregunta tan ingenua por mi parte... Quienquiera que inventase esa «cláusula» matrimonial, sabía que no hay tiempos fáciles sin tiempos difíciles. Y al mes de casados, tuvimos que experimentar ya los difíciles. Yo no estaba preparada para eso, pero ahora volvemos a estar juntos. Y aunque no queramos pensarlo, me temo que habrá otros momentos oscuros en medio de nuestra felicidad. Pero quiero hacerte una promesa, Zac, que mantendré siempre, porque te quiero: Pase lo que pase, no volveré a alejarme de ti -le dijo sin apartar la mirada de él-.

Emocionado, Zac la atrajo hacia sí recostándose en la cama.

Zac: Vanessa, tengo otra confesión que hacerte.

Ness: Zac, ¿cuánto más va a durar esto? -bromeó mirándolo con adoración-.

Zac: Es la última, lo juro.

Ness: Está bien.

Zac: Ayer, cuando me dijiste que estabas embarazada, no pude evitar salir corriendo, como hice en las escaleras del chalet. Aquella noticia, con nuestro matrimonio en la cuerda floja, me llenó de alegría. Fue una emoción demasiado fuerte para mí, y necesitaba tiempo para pensar. Cuando llegué a casa de Andrew y le dije que íbamos a tener un hijo, me felicitó, y me dijo: «Pero, ¿te has vuelto loco? ¿Qué haces aquí sentado? Ve con tu mujer». Y entonces supe que lo único que quería era volver a tu lado. Dispuesto a suplicarte, de rodillas si era necesario, que me perdonaras, me levanté de la silla como un rayo, pero, antes de llegar a la puerta, Andrew me alcanzó para decirme que habían dado aviso de una fuerte tormenta. Nos fuimos juntos a asegurar nuestras embarcaciones. Yo tenía planeado retenerte en la torre hasta que aceptaras volver a ser mi esposa, pero nos aguardaba otra pesadilla cuando aparcamos junto a la casa. No te encontrábamos por ningún lado, y el yate no estaba. Imaginamos que habías salido a navegar por el lago, y cuando vi aquel tifón pensé... -comenzó a temblar, y Vanessa se acurrucó entre sus brazos para calmarlo-. Si os hubiera perdido a ti y al bebé, no habría querido seguir viviendo, Vanessa...

Ness: No pienses más en eso, Zac. Ya se acabó.

Zac: Fui un tonto al no rendirme a tus pies al encontrarte en el chalet. Por mi estúpido orgullo, me he perdido el vivir contigo los primeros meses del embarazo. Pero, a partir de ahora, voy a ocuparme de ti, iré al médico contigo... Quiero volver a ser tu esposo, te he echado tanto de menos, mi amor... -susurró con emoción-.

Ness: No volveremos a separarnos más -asintió-. Lo que debemos hacer es ir pensando un nombre para el bebé... Si es un niño, yo ya tengo uno pensado.

Zac: Yo también -sonrió-.

Ness: Digámoslo a la vez. -Zac se rió-. A la de tres, ¿de acuerdo?

Zac: Lo que tú digas -claudicó-.

Y la besó en cierto lugar, haciendo que casi olvidara de lo que estaban hablando.

Ness: Un, dos, tres...

Zac y Ness: ¡Andrew! -exclamaron al unísono, y se echaron a reír a continuación-.

Zac acurrucó el rostro en el hueco de su cuello.

Zac: ¿Has pensado en algún nombre si es una niña?

Ness: Sí, pero tengo el presentimiento de que será niño.

Al decir esto, sonó el teléfono. Zac se inclinó por encima de ella para contestarlo.

Zac: ¿Sí?... Ah, hola, Ashley. -Vanessa le susurró que le dejara hablar con ella, pero él se limitó a besarla en el hombro-. Estábamos discutiendo nombres para el bebé. ¿Quieres proponer uno por si fuera una niña? -bromeó. Ashley le respondió algo que lo hizo reír-. Espera, te paso con Vanessa -dijo dando a su esposa el teléfono-.

Ness: ¿Ashley?

Ash: Hola, perdona que os interrumpa en vuestra segunda luna de miel, pero no soy la única aquí que está deseando saber si es oficial que estáis juntos de nuevo.

Ness: La respuesta es sí.

Ash: Gracias a Dios. Bueno, ahora ya podré llamar a la familia. Está todo el mundo esperando mis noticias. Hasta nuestro intrépido Henry estaba preocupado.

Ness: Di a todo el mundo que jamás hemos sido tan felices como lo somos en este momento.

Ash: Sí, ya oigo vuestra felicidad.

Ness: Gracias por haber estado a mi lado -le dijo con voz emocionada-.

Ash: Bueno, siempre puedes mostrarme tu gratitud poniéndole mi nombre al bebé si es niña...

Ness: Es lo que pensaba hacer -se rió-. Mi abuelo te adora. Le encantaría tener una nieta con el nombre de su francesa favorita. Pero aún se pondrá más contento el día que lo llames y le digas que vas a casarte.

Ash: Pues tendrá que esperar sentado, pero ya discutiremos eso otro día, cuando mi hermano no esté reclamándote para él solo como ahora. Y me temo que eso tardará en ocurrir... -añadió-.

Vanessa se sintió enrojecer. Zac lo notó y le quitó el auricular.

Zac: Nos ha encantado hablar contigo, Ashley, pero tenemos que dejarte. Te llamaremos pronto, ¡adiós! -y le colgó. Miró a su esposa y apartó un mechón de su frente-. ¿Qué te ha dicho para hacerte sonrojar de ese modo?

Ness: Pues la clase de cosas que solo puede decir una hermana que conoce muy bien a su hermano.

Zac: ¿No me lo vas a decir?

Ness: No -respondió juguetona-.

Zac: ¿Quieres apostar algo?

Ness: Ni hablar.

Zac: Sabes que perderías, ¿eh? -respondió con una sonrisa traviesa-.

Ness: Creo que es la hora del desayuno... O quizá del almuerzo -dijo tratando de levantarse, pero Zac fue más rápido-.

Zac: No tan deprisa, mi amor -murmuró besándola en la nuca-. Vas a quedarte en la cama hasta que me respondas.

Era lo que esperaba que dijera.

Ness: Entonces -respondió sonriente- estaremos aquí muuucho tiempo.

Zac la rodeó con sus brazos, y susurró su nombre antes de hacerle otra vez el amor.


FIN




Y vivieron felices para siempre ^_^
Qué final más bonito y lleno de sorpresas.

Espero que os haya gustado la novela y que disfrutéis de la próxima tanto como esta.

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