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martes, 4 de agosto de 2015

Capítulo 6


Los labios de Zac se curvaron en una desagradable sonrisa.

Zac: No. ¿Por qué no empiezas por decirme qué le prometiste a Analise para que cambiara radicalmente de opinión en un abrir y cerrar de ojos?

Ness: Felicidad.

Le costaba respirar.

Zac se acercó a ella.

Zac: Explícate -le ordenó entre dientes-.

Ness: Le dije que necesitabas a tu hijo, que si te daba una oportunidad, su nieto sería el chico más afortunado del mundo. Le aseguré que, si lo hacía, llegaría a comprender por qué Amber se enamoró de ti... y porqué yo te quiero desesperadamente... Porque yo te quiero, Zac. ¡Te quiero más de lo que nunca podrás imaginar! -exclamó antes de apretar sus labios contra los de él-.

Había perdido todo el control y echó los brazos al cuello de su marido para atraerlo hacia sí. ¡Lo deseaba tanto!

Sin embargo, Zac despegó sus labios violentamente de los de ella sin responder al beso y la apartó.

Nunca hasta ese momento la había rechazado. Vanessa dio un paso atrás, confusa, mientras escuchaba en su cabeza las palabras de Brittany una y otra vez: «Zac ha cambiado... Ahora sí quiere el divorcio...».

Ness: Perdóname -musitó con voz atormentada-, no volverá a ocurrir.

Zac: En eso tienes razón.

Aquella críptica respuesta la sacudió por dentro y sembró el temor en su interior.

Ness: ¿Qué quieres decir? -inquirió-.

Zac se frotó el pecho con aire distraído.

Zac: Supongo que después de todo debería darte las gracias. Me has sido de ayuda y no tendré que llevar a Analise a los tribunales. Mañana volverás a Washington y daremos esto por terminado.

Sus palabras la llenaron de pánico.

Ness: Pero me necesitas para ayudarte a criar a Brad.

Zac: No. Analise ha resultado ser la candidata perfecta para ese puesto. A ti te necesito tanto como una dosis diaria de veneno.

Vanessa nunca había imaginado que pudiera llegar a ser tan cruel. Aquella pulla estuvo a punto de romper su corazón en mil pedazos. Lo observó cojear hasta donde estaba el pequeño, que había empezado a llorar.

Ness: Zac, por favor... Sé que te hice mucho daño cuando solicité el divorcio. No debí hacerlo jamás, por más que entonces me pareciera que era lo correcto.

Su marido se sentó en el borde de la cama con el bebé y le frotó la espalda suavemente a este hasta que se calmó. Vanessa sabía que no había modo humano de lograr que la escuchara, pero no podía detener las palabras, porque salían de su corazón.

Ness: Ahora me doy cuenta de que mi comportamiento no tenía nada que ver con mi amor por ti. Fui una egoísta, estaba tan dolida porque mi padre me hubiera abandonado, que no pensé en el daño que te estaba haciendo -las lágrimas en sus ojos pugnaban por salir-. Cariño... Yo te quiero..., haría lo que fuera para que nuestro matrimonio funcionara. La semana que viene pensaba buscar un psicólogo, es algo que debí haber hecho hace tiempo.

El bebé se había quedado dormido y Zac volvió a ponerlo en el capazo antes de girarse hacia Vanessa.

Zac: ¿Ya has terminado?

Ness: ¡No! -exclamó en voz baja, con las mejillas húmedas por el llanto-. Te estoy suplicando que me des una segunda oportunidad.

Zac: ¿Acaso me la diste tú en los cientos de veces que te llamé desde el hospital?

Ness: ¡Lo sé, y lo siento! Pero tú eres un hombre noble, Zac, es una de las cualidades que siempre he admirado en ti, lo que te diferencia de la mayoría de la gente. Después del accidente, muy pocos hombres habrían dicho la verdad a su esposa como hiciste tú.

Zac: Sí, algo que tú no haces, ir con la verdad por delante.

Ness: Diste la cara -prosiguió-, porque creías que nuestro amor era lo bastante fuerte como para superar aquella situación. Sé que no merezco una segunda oportunidad, pero quisiera que volviéramos a empezar, para poder demostrarte que puedo ser una esposa digna de ti.

Zac: Es demasiado tarde para eso.

La convicción con que él pronunció aquellas palabras hizo que algo se rompiera en el interior de Vanessa.

Ness: Por favor, no digas eso... -le suplicó-.

Zac: Yo también quisiera que las cosas no fueran así. Vendería mi alma por volver a sentir lo que sentí una vez por ti, pero todo ha cambiado. Regresa a Washington, Vanessa. Para cuando termine la semana serás de nuevo una mujer libre y, por tu bien, espero que busques la ayuda psicológica que necesitas. Por lo que respecta a Brad, yo me ocuparé de él esta noche. Necesitas irte a la cama y descansar. Pareces exhausta y el viaje en avión será largo.

Vanessa no sabría nunca de dónde sacó las fuerzas para ir hasta la habitación de invitados y cerrar la puerta antes de dejarse caer en la cama. «Ahora ya sabes cómo se sintió Zac cuando te negaste a dejarle abierta una sola puerta».

Quería morir. Allí tendida, recordó a Amber diciendo esas misma palabras a la doctora, y la respuesta de esta: «Debe usted vivir, por su bebé. Piense en la dicha de criar a su hijo».

Pasaron varias horas y Vanessa escuchó al bebé empezar a llorar, y cómo Zac iba a la cocina para preparar el biberón de las cuatro. Después todo quedó en silencio.

No podía soportarlo más, estar en el mismo apartamento que él, sin poder compartir su vida ni su cama... Se vistió e hizo la maleta. A las seis de la mañana el aspecto que ofrecían la habitación y el cuarto de baño, era el mismo que si nadie hubiera estado en ellos.

Zac no la quería allí, así que no había de importarle si la escuchaba irse; sin embargo, fue de puntillas hasta la puerta y, ya en el vestíbulo, llamó para pedir un taxi.

Bajó a la calle, pero no tuvo que esperar demasiado, a horas tan tempranas apenas había tráfico. Entró en el automóvil y ordenó al taxista que la llevara a la estación.

Compró un billete para Nyon, una ciudad en la región del lago Ginebra. Brittany le había dicho que había ido a un colegio femenino en esa ciudad, y que había estado trabajando allí antes de casarse. Según le había contado, había innumerables internados en la zona, desde Montreux hasta Ginebra, en los que siempre necesitaban cocineras internas. Seguramente pagaban bien.

Vanessa no había explorado aún aquellas ciudades, y ahora que no le quedaba otro remedio que buscar un trabajo, tendría la oportunidad. La idea de cocinar para adolescentes representaba todo un reto, pero era exactamente lo que Vanessa necesitaba para acallar su dolor.

Empezaría por solicitar empleo en el antiguo colegio de Brittany, que se hallaba a una hora de Neuchâtel. Así no tendría que preocuparse por tropezarse con Zac en la calle.

Cuando el bebé hubiera nacido, se lo comunicaría. Para entonces ya habría reunido el dinero suficiente para contratar a una mujer que se ocupase de su bebé mientras trabajaba, y para alquilar un pequeño apartamento en la misma Neuchâtel. Así Zac podría ver al bebé cuando quisiera. Y ella quería que fuera así, quería que tuviese un padre de verdad, un padre cariñoso, el padre que ella no tuvo.

Al bajarse del tren en Nyon tenía ya muy claros los pasos a seguir, pero estaba hambrienta y necesitaba desesperadamente descansar, así que se dirigió al hotel que había frente a la estación. Desayunó algo y reservó una habitación.

Unas horas más tarde, levantaba la cabeza de la almohada, tan mareada como si la hubieran noqueado en una pelea. Miró su reloj: las tres de la tarde. Hacía ya nueve horas que había salido del apartamento.

¿Habría llevado Zac al bebé al hospital para la prueba de ADN? ¿Estaría Brad con él o se lo habría devuelto a Analise? Apartando aquello de su mente, recordó que su familia debía estar preocupada, así que levantó el auricular del teléfono y marcó el número de su casa.

Aunque quería muchísimo a sus abuelos, se alegró inmensamente de que fuera su madre quien contestara.

**: ¡Vanessa, cariño! ¡Me has tenido tan preocupada, llevaba tanto tiempo esperando tener noticias tuyas! ¿Ha ocurrido algo malo? ¿Es el bebé finalmente hijo de Zac?

Vanessa se incorporó para sentarse en la cama.

Ness: No lo sabrá hasta que no le den los resultados de la prueba de paternidad.

**: Estamos rezando para que no lo sea y Zac y tú podáis seguir con vuestra vida.

Ness: Me temo que eso no va a suceder, mamá. Cometí el imperdonable error de abandonar a mi esposo a su suerte en el hospital cuando más me necesitaba. Eso ha destrozado nuestro matrimonio, y no me quiere a su lado. El divorcio estará formalizado hacia finales de semana.

**: ¿Cómo se atreve a echarte la culpa de todo? -exclamó su madre, enojada-. Claro, ¡él puede ir y acostarse con cualquier mujer sin preocuparse de las consecuencias, pero su mujercita no puede ni pestañear!

Ness: No es eso, mamá -la interrumpió-, y el bebé no es la razón por la que lo abandoné.

**: ¿Después de todo aún lo defiendes? ¡Cielo santo, Vanessa, ese hombre te tiene comiendo en la palma de la mano! Seguramente incluso te ha convencido de que perdones a tu propio padre...

Vanessa inspiró profundamente.

Ness: Yo ya lo he perdonado, mamá. El me dio la vida, pero no tenía lo que hacía falta para ser padre. Por eso se marchó. Algunas personas son así. Estoy segura de que mi vida no hubiera sido tan maravillosa como lo ha sido hasta hace unos meses si él se hubiera quedado.

**: No puedo creer que me estés diciendo esto, hija...

Ness: ero es la verdad, mamá... No se puede forzar a una persona a amar, el amor es algo que se da libremente. Y si una persona no puede dártelo, debes dejarla marchar y seguir tu camino.

**: Vanessa, cariño, nunca te había oído hablar así.

Ness: No, creo que por primera vez en mi vida estoy siendo yo en realidad.

Hubo una pausa.

**: ¿Cuándo vas a volver a casa?

Ness: No voy a volver, excepto para visitaros. Voy a quedarme aquí en Suiza, solo que no con Zac.

**: ¿Por qué?

Vanessa volvió a inspirar con fuerza. Desde su inesperada partida con Brittany, no había tenido aún oportunidad de comunicar su embarazo a su familia.

Ness: Porque voy a tener un bebé dentro de siete meses.

Su madre dejó escapar un gemido.

**: ¿Cuánto hace que lo sabes?

Ness: Unas semanas.

**: ¿Te ha visto un médico?

Ness: Sí, y está todo bien, no te preocupes...

**: ¡No me digas que Zac se niega a hacerse cargo del niño!

Ness: Él no lo sabe.

**: Oh, Vanessa...

Ness: Cuando nazca, me pondré en contacto con él a través de su abogado. Sé que Zac insistirá en ser parte de la vida de su hijo, porque no es la clase de hombre que descuida sus obligaciones. Por eso quiero permanecer cerca de él, para que pueda compartir conmigo la crianza del niño.

**: Cariño... -la voz de su madre sonaba desgarrada-.

Ness: Todo irá bien, no te preocupes, mamá -le aseguró-. Estoy en Nyon, y en cuanto tenga un trabajo y un lugar donde vivir, os invitaré para que paséis conmigo una temporada, tú, el abuelo y la abuela.

**: Está bien, ya hablaremos de eso más adelante. Lo que me preocupa ahora es de qué vas a vivir. Necesitarás dinero...

Ness: Tengo algún dinero mío en el banco, y será suficiente para apañármelas hasta que reciba la primera paga.

**: Pero no quiero que estés de pie todo el día, cocinando para otra gente... Es un trabajo duro y tienes que cuidarte ahora que estás esperando un bebé.

Ness: Lo sé, encontraré algo que no sea muy pesado, tranquila.

**: Vanessa, si quieres puedo ir allí contigo, saldría hoy mismo.

Ness: No, mamá, agradezco tu ofrecimiento, de veras, pero esto es algo que debo hacer por mí misma. Ya soy mayor, y pronto voy a ser madre. Es hora de hacerme cargo de mi vida en vez de seguir dependiendo de otras personas.

**: Pero no conoces a nadie, te sentirás muy sola.

No era del todo cierto, Vanessa había conocido a una buena amiga en Brittany. En caso de emergencia podía contar con ella. Y Andrew también estaría dispuesto a ayudarla en lo que fuera, pero Vanessa no quería que Zac pensara que se estaba aprovechando de sus influencias.

Ness: En cuanto encuentre un trabajo eso no será problema. Mamá, ¿puedo pedirte solo un favor? Bueno, esto va también por los abuelos... Sé que Zac no volverá a intentar ponerse en contacto conmigo de nuevo, pero es posible que recibáis alguna llamada de Ashley... o incluso de los Mertier. Si alguien llama desde Europa preguntando por mí, no digáis que no he regresado a Washington. Decidle simplemente que, desde el divorcio, he estado buscando un buen trabajo. Eso al menos no es una mentira... Si tuvieran algún mensaje para mí, decid a esa persona que os lo dé a vosotros, y que yo me pondré en contacto en cuanto pueda.

Madre e hija se quedaron en silencio un largo rato.

**: Guardaremos el secreto -prometió su madre-, pero, Vanessa, espero que me llames a menudo para saber que sigues bien; si no, no tendré un momento de descanso.

Ness: Tienes mi palabra, mamá. Te quiero. Da al abuelo y la abuela un beso de mi parte.

Vanessa colgó el teléfono aliviada de saber que Ashley nunca sabría que no había abandonado Suiza. A pesar de lo mucho que quería a la hermana de Zac, sería mejor que permaneciera al margen de todo aquello.

Lo principal en aquel momento para ella era encontrar un trabajo. Quería dar buena impresión, así que se puso un traje azul marino de falda y chaqueta, y se recogió el cabello con una pinza de carey.

Unos minutos más tarde, mientras atravesaba en taxi la pequeña ciudad llena de edificios y monumentos históricos, comprendió que Brittany guardase tan gratos recuerdos del tiempo que había trabajado allí, y se sintió afortunada.

Al tomar el taxi el camino de grava que entraba en el recinto del internado, por fin pudo divisar Vanessa el edificio del colegio. Resultó ser una imponente mansión de estilo francés construida frente a un lago y rodeada de una vasta extensión boscosa.

Pagó al taxista, subió la escalinata de la entrada y llamó al timbre. Una doncella uniformada le abrió la puerta. Vanessa le indicó que deseaba ver a la directora y fue conducida a un elegante salón donde se le rogó que esperara.

Diez minutos después, cuando ya empezaba a pensar que se habían olvidado de ella, entró una elegante mujer de unos setenta y cinco años. Vanessa se puso de pie.

**: Soy la señora Simon, la directora del centro. ¿Deseaba verme? -le preguntó en francés-.

Ness: Sí, madame. Mi nombre es Vanessa Hudgens -respondió. No se atrevió a dar su nombre de casada, el apellido Efron era conocido en todas partes-. Estoy buscando un trabajo temporal.

La anciana sacudió la cabeza.

Sra. Simon: Lo siento, pero si busca un puesto de profesora, nuestra plantilla ya está completa. Además, solo contratamos a personas de lengua materna francesa, licenciadas en las universidades de la zona.

Ness: Perdone, tenía que haber empezado por decirle qué puesto buscaba. Soy chef y he trabajado en el restaurante de mi abuelo desde que era una niña. Estudié francés en la universidad y, más adelante, realicé un curso de cocina francesa en el Instituto Maison Pierre, en California. Después estuve viviendo, en Francia, pero me casé y nos trasladamos aquí a Suiza, a Neuchâtel. Ahora estoy divorciada y querría encontrar un empleo y establecerme aquí hasta que nazca mi hijo. Se me da bien tratar con adolescentes, y pensé que un internado sería un cambio maravilloso después de un restaurante.

Cuando Vanessa hubo terminado su retahíla, la señora Simon se rió.

Sra. Simon: Bueno, su currículum suena muy impresionante, pero me ha impresionado mucho más lo directa que ha sido. ¿Cómo oyó hablar de Beau Lac, nuestro internado?

Ness: Pues... -mintió- estos días los periódicos dedican páginas y páginas a ese cuento de hadas moderno que es el matrimonio del príncipe Andrew con una joven estadounidense, y en algún artículo mencionaban que había estudiado aquí. Creo que incluso enseñó aquí un tiempo... El caso es que me llamó la atención.

La mujer la miró un buen rato con cierta suspicacia.

Sra. Simon: Lo pensaré y le daré una respuesta. Antes de marcharse, pase a la sala que hay junto a mi despacho. Mi secretaria le facilitará un impreso para que lo rellene. Asegúrese de dejar un número de contacto.

Ness: Mañana por la mañana iré a Lausanne para otras entrevistas, ¿le importaría que la llame desde allí, digamos por la tarde, a la hora del té?

Sra. Simon: Por mí no hay inconveniente.


Aquella noche tendría lugar una cena especial y Vanessa había comenzado a prepararla, cuando escuchó a la secretaria de la directora llamarla desde la puerta de la cocina.

***: La señora Simon me manda decirle que un tal señor Dawson la está esperando en el saloncito.

El cuchillo resbaló de su mano. «¿Henry?» Su madre le había prometido que no revelaría a nadie su paradero y, si el abogado de Zac había ido allí en persona, eso solo podía significar una cosa... Empezó a temblar por dentro sin poder controlarse.

Ness: Gracias, Fiona. Iré enseguida.

La otra cocinera, que estaba repartiendo el preparado del soufflé de espinacas en cuencos de barro individuales, la miró.

*: Tómate el tiempo que haga falta, Vanessa, yo terminaré de hacer el pescado.

Ness: Gracias, Lucie, eres un ángel. -Se quitó el delantal, se lavó las manos un par de veces y corrió por toda la mansión olvidándose de su estado. Al llegar a la puerta del saloncito, giró el pomo con mano temblorosa-. ¡Henry! -exclamó al verlo-. ¿Es Zac? ¿Le ha ocurrido algo?

Henry: Vanessa... -dijo yendo a su lado y abrazándola. Era un hombre de aspecto noble y pelo entrecano-. No, cálmate, si le hubiera pasado algo a tu marido, tu madre te lo habría dicho antes de presentarme yo aquí -le aseguró besándola en ambas mejillas-. Pero Zac sí necesita tu ayuda, si es que estás dispuesta a prestársela...

Aliviada tras la honda preocupación de los minutos anteriores, otras emociones la sacudieron.

Ness: ¡Pero si ya no soy su esposa! -gimió llena de aflicción-. Y él ya no quiere que sea parte de su vida en ningún sentido, Henry, tú mejor que nadie deberías saberlo.

Henry: Han pasado muchas cosas desde que te fuiste, Vanessa -la interrumpió-. Corre a recoger tus cosas. En cuanto estés lista partiremos para Neuchâtel. No hay tiempo que perder.

Ness: Pero mi trabajo...

Henry: La directora ya ha dado su permiso -intervino-, comprende que esto es una emergencia.

Henry era capaz de mover montañas.

Ness: Dime solo una cosa, Henry. ¿Te pidió Zac que vinieras a buscarme?

Henry: No, todo esto ha sido idea mía.

Vanessa sintió que se le encogía el corazón. Claro, ¿por qué iba a querer verla?

Ness: Él pensará que me valí de ti para volver a verlo. Yo... no puedo ir contigo.

Henry: Pensé que habías aprendido algo tras tu primera huida -le espetó-.

Había pronunciado aquellas palabras en un tono suave, pero no por ello dejó de sentir Vanessa el aguijón que las acompañaba.

Henry: Por favor, ten un poco de fe en mí -insistió-. Te lo explicaré todo a su debido tiempo.

Un escalofrío la recorrió de arriba abajo.

Ness: Está bien -capituló-, dame unos minutos y espérame en el coche.

Una hora más tarde llegaban a la oficina de Zac. Henry se había puesto en contacto con Mike para asegurarse de que su jefe estaría solo cuando llegaran. Vanessa no podía dejar de preguntarse qué estaría tramando Henry. Si había aceptado confiar en él, había sido únicamente porque le constaba que sentía un gran aprecio por su esposo.

Henry: No te preocupes por nada, déjame a mí este asunto. Vamos, entremos.

La emoción de ver a Zac de nuevo se vio menguada por el pensamiento de que, nada más verla, le diría que se marchara por donde había llegado.

Cuando Mike vio a Vanessa entrar con Henry, dio un respingo, pero rápidamente se puso de pie para besarla en ambas mejillas.

Mike: Me alegra volver a verte -Miró a Henry-. ¿Quieres que le diga que estáis aquí?

Henry: No te preocupes, nosotros mismos nos anunciaremos. Vete a casa, Mike.

Mike: Bien, buenas noches entonces.

Henry dio unos golpes con los nudillos en la puerta del despacho de Zac. A Vanessa le pareció que el corazón se le había subido a la garganta.

Zac: Adelante.

Cuando entraron, Zac estaba sentado de lado en su escritorio, estudiando algo en la pantalla del ordenador. No subió la vista de inmediato, y ello dio a Vanessa un momento para observarlo, embelesada. Por bien que conociera sus facciones, nunca dejaría de sorprenderla lo apuesto que era.

Ese día llevaba el traje de seda gris que ella le había regalado por su cumpleaños.

Se acomodaron en las sillas que había frente a la mesa de Zac. Este se había cortado el pelo y no parecía que estuviera más delgado, pero tampoco que hubiera recuperado el peso que había perdido.

Zac: Un momento, Mike.

Henry: Tómate tu tiempo.

Zac giró la cabeza y, al verla, sus penetrantes ojos azules se fundieron con los de ella en una mirada de estupefacción.

Zac: ¡Dios mío! ¿Qué estás haciendo aquí? -inquirió más sorprendido que enfadado-.

Henry: Vanessa ha venido aquí a petición mía. Le he explicado que estás luchando por obtener la custodia de Brad. Lo único que no le he dicho aún es que la prueba del ADN ha demostrado que el doctor Barker, el veterinario, es el padre del niño.

Ness: ¿Cómo? -balbuceó sintiendo que las fuerzas la abandonaban-.

Zac parecía estar luchando por apartar los ojos de ella para mirar a Henry.

Zac: Ya hemos discutido esto. Es casi un imposible, aunque aún tuviera esposa.

Henry: Preveía que habría una batalla legal por la custodia -dijo mirándolo fijamente a los ojos-, así que no llegué a presentar en el juzgado los papeles que firmasteis.

Vanessa gimió y apartó la vista de Zac, temiendo ver el disgusto en sus ojos. De pronto, él se puso de pie y rodeó el escritorio. Ya no cojeaba, y a Vanessa le recordó al Zac de los viejos tiempos, con total control sobre su vida. Sus ojos entrecerrados pasaron de Henry a ella.

Zac: ¿Estarías dispuesta a tomar parte en un juicio que aparecerá en todos los periódicos, del que probablemente no saldrá nada, excepto críticas y habladurías?

Ness: Por supuesto -exclamó sin alzar la voz. ¿Es que no comprendía que aquella era la segunda oportunidad que le había estado suplicando?-. Sé lo mucho que quieres a ese bebé. Aunque perdieras el juicio, quiero que tengas la conciencia tranquila por haber hecho todo lo que estaba en tu mano.

Zac parecía hallarse atrapado por una emoción que ella no sabría definir. Vanessa vio cómo su pecho subía y bajaba apresuradamente mientras ella apenas podía respirar. Solo unas horas antes estaba a kilómetros de allí limpiando pescado y de pronto...

Henry: Bien -dijo dando unas palmadas en el brazo a Zac-, os dejo. Yo he de tomar un avión. Mañana tengo una cita muy temprano. Estaremos en contacto, y no os preocupéis, procuraré que se fije la fecha del juicio lo antes posible.

Henry besó a Vanessa en la mejilla y se marchó.

Los ojos de Zac la estudiaron un momento que pareció eterno. Estaba tan cerca de él que Vanessa sentía el calor de su cuerpo y no podía dejar de temblar por dentro.

Zac: Te llevaré al apartamento, debes estar cansada después del vuelo.

No lo estaba. Volver a estar con él le había devuelto a la vida. Lo duro sería decidir hasta qué punto podía revelarle la verdad.

Ness: No he venido en avión, Zac.

Zac: ¿No estabas en Washington cuando Henry te telefoneó? -inquirió frunciendo las cejas-.

Ness: No -dijo sintiendo cómo se aceleraban los latidos de su corazón-. Cuando te dejé decidí quedarme en Suiza. -Él echó la cabeza hacia atrás-. No con los Mertier -se apresuró a aclarar antes de que pudiera acusarla de utilizar a sus amigos-.

Zac: ¿Dónde has estado todo este tiempo, entonces?

Ness: He estado trabajando como cocinera en el internado Beau Lac, en Nyon. -Su marido no movió ni un músculo. Lo había dejado estupefacto de nuevo-. Y por si estuvieras pensando mal de mí, no di ni el nombre de Brittany ni el tuyo para conseguir el empleo. Me presenté como Vanessa Hudgens, divorciada, y confié en que mi experiencia hablara por sí sola.

Se sostuvieron la mirada largo rato.

Zac: ¿Estás viviendo allí? -preguntó en tono irritado-.

Ness: Sí. Precisamente estaba preparando la cena cuando llegó Henry. Obviamente había llamado a mi madre, y ella le dijo dónde estaba. Incluso consiguió que la directora me concediera un permiso para venir.

Un fulgor brilló en los ojos azules de su marido.

Zac: ¿No estarás mintiéndome, verdad?

Ness: Huele mis manos si quieres, el olor del pescado no se va fácilmente -dijo levantando las palmas-.

Zac le agarró la muñeca y la olisqueó. Vanessa vio cómo se quedaba mirando su dedo anular antes de soltarle la mano. ¡Qué no daría ella por volver a ponerse el anillo de casada!

Zac: ¿Por qué, Vanessa? -murmuró, incrédulo-.

Ness: Porque ya no sentía que Washington fuera mi hogar -mintió-. Adoro Suiza, y pensé que siempre podría buscar otra ciudad donde no tuviéramos que encontrarnos -trató de tragar saliva, pero tenía un nudo en la garganta-. ¿Estás muy enfadado?

Zac: ¡Dios mío, vaya una pregunta!

Ness: Yo no quería que lo supieras -dijo rehuyendo su mirada-. Lucie, la otra cocinera, me está enseñando cocina suiza. Me será muy útil para ampliar mi currículum. Las chicas son estupendas y mi francés mejora día a día. Pero es solo un trabajo temporal, tengo planeado dejarlo cuando acabe el curso escolar. Claro que, si Nyon es demasiado cerca para ti, buscaré otro empleo más lejos.

Zac la observaba con los brazos en jarras.

Zac: Si queremos parecer una pareja creíble en el juicio, no tendrás tiempo de trabajar.

Ness: ¿Te ha permitido Analise tener contigo a Brad todo este tiempo?

Zac parecía estar concentrado en sus labios. Por primera vez desde que volviera de Washington, sintió que la miraba a ella, no a través de ella.

Zac: No, en el hospital me dijo que se había puesto en contacto con el hombre que había estado saliendo con Amber antes de su viaje a Chamonix. Cuando le preguntó si pensaba que podía ser el padre, él le dijo que sí, y le pidió que le dejara ver al bebé. Analise no esperaba esa respuesta. La visitó, vio al bebé y se hizo la prueba de paternidad. Sin embargo, después de eso, ella pensó que sería mejor que ninguno de los dos viéramos al niño hasta que supiéramos los resultados de las pruebas.

Ness: Lo siento muchísimo, Zac. No debió ser fácil para ti.

Zac: No lo fue, pero ahora las cosas están peor, porque se ha demostrado que el niño es de él y quiere su custodia.

Ness: ¿Qué opina Analise, le parece sincero su interés por el pequeño?

Zac: No sabe qué pensar. No está casado y su carrera profesional no ha hecho más que comenzar, pero es el padre biológico de Brad. No creo que yo tenga ninguna posibilidad.

Ness: Mientras haya una posibilidad, por pequeña que sea, debemos aprovecharla -dijo tan resuelta que su voz resonó en la habitación-.

Zac: En ese caso, tendrás que dejar tu trabajo.

Ness: ¿Cuándo quieres que se lo comunique a la señora Simon?

Zac: Esta noche.

Vanessa detestaba la idea de disgustar a la directora, pero su esposo necesitaba su ayuda. Era su última oportunidad de salvar su matrimonio.

Zac: Dile que vamos a buscar una casa este fin de semana.

Ness: ¿Es eso cierto?

¿Estaría soñando?

Zac: El tribunal enviará a un asistente social para ver qué clase de hogar podríamos ofrecer a Brad. Y el apartamento de la empresa no es un lugar adecuado para que crezca un niño. Espero encontrar una vivienda unifamiliar con un alojamiento independiente para cuando contrate una niñera.

«Una niñera...» Vanessa se apartó de él, desolada. «Sigue pensando igual...»




Ay, pobre Ness. Zac sigue siendo muy frío ¬_¬
A ver si cambia pronto de actitud...

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2 comentarios:

Maria jose dijo...

Pobre Vanessa, espero que zac no tarde en cambiar
Intento hacer las cosas bien pero todo
Le salió mal y el lo mal interpreto
Sigue la novela esta muy buena
Cada vez es mas interesante y triste para vienesa
Que ya cambie zac!!!!

Saludos

Unknown dijo...

Pobre Ness, no se merce que Zac la trate tan mal, ella hizo todo pensando en el!
Y no me parece bueno que sufra tanto cuando esta embarazada, debería decirle ba Zac.
Ojala Zac cambie su actitud con Ness.
Me encanto el capitulo



Sube pronto

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