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sábado, 8 de agosto de 2015

Capítulo 7


La amarga ira y el desprecio con que Zac la había obsequiado anteriormente habían desaparecido. Parte del antiguo Zac había resurgido. La trataba con respeto y cortesía, como lo haría con un conocido o un cliente al que estaba mostrando la sala donde se exponían los vehículos de la fábrica. Sin embargo, era como si bajo la superficie no albergara emoción alguna.

Tras dos días viendo casa tras casa con él, Vanessa se dijo que casi prefería al Zac irascible, porque al menos aquello demostraba que tenía sentimientos.

Mientras iban en el coche, dirigiéndose a otra casa que iba a mostrarles el agente inmobiliario, le lanzó una mirada furtiva por el rabillo del ojo. Aparentemente estaba muy relajado y, viéndolo subir y bajar las escaleras, o entrar y salir del coche, nadie diría que había sufrido una lesión en la rodilla. Para su disgusto, la sorprendió mirándolo.

Zac: ¿Qué te ha parecido la última casa? -quiso saber-.

Vanessa se preguntó cuál sería su reacción si le dijera que cualquiera de las más de veinte casas que habían visto le parecería una buena elección. Después de todo, ¿qué le importaba su opinión? Debía estar contando los días para poder contratar a una niñera y deshacerse de ella. Ya no la necesitaba.

Ness: Era preciosa, todas las que hemos visto lo eran. Si a ti te ha gustado alguna en particular, yo no tengo nada que objetar -respondió al fin-.

No quería sentirse en modo alguno ligada a la casa que comprara.

Si perdían el juicio, él la echaría de su lado mucho antes, pues ya no haría falta buscar una niñera. De cualquier forma, Vanessa esperaba que la dejara ir antes de que su embarazo empezara a evidenciarse. La ropa ya le quedaba algo más ajustada alrededor de la cintura, pero esperaba que no se le notase hasta pasados dos meses más.

Al menos era un alivio no tener náuseas por las mañanas. Estaba un poco más cansada de lo normal, pero por lo demás se encontraba perfectamente, y había conseguido poner a raya su descontrol alimentario.

Si se ponía ropa más amplia, Zac no notaría diferencia alguna. De hecho, se dijo recordando que apenas la miraba, para eso tendrían que tener algún tipo de contacto físico. Y, desde que le mandara aquellos odiosos papeles del divorcio, su deseo por ella se había esfumado.

Zac: Después de ver esta casa, pararemos a cenar en algún sitio y tomaremos una decisión al respecto.

Vanessa observó que Zac tomaba la carretera del lago. Unos minutos después, pasaban por delante del fabuloso castillo D’Arillac. Le habría encantado haber parado a verlos, pero eso no iba a suceder. Zac no había vuelto a mencionarlo, pero ella sabía que seguía enfadado por haberse «servido» de los Mertier para acercarse a él. No la perdonaría nunca.

Zac paró el coche. Habían llegado. El agente inmobiliario ya estaba allí esperándolos.

Ante sus ojos apareció una encantadora villa del siglo XIX oculta entre castaños. Vanessa no pudo reprimir una exclamación de deleite.

Zac: Al fin una reacción... -murmuró saliendo del coche y abriéndole la puerta-.

Ness: Es preciosa, parece que hubieran traído aquí un pedazo del valle del Loira.

El agente miró su reloj.

**: Tengo que hacer algunas llamadas -les dijo-. ¿Por qué no echan un vistazo a los terrenos? Estaré aquí si quieren ver el interior de la casa.

Vanessa se alegró de que los dejara a su aire por un rato. De pronto ella se detuvo, maravillada.

Ness: ¡Fíjate! ¡Hay una torre al fondo! Ya me imagino a Brad y sus amigos jugando en ella a los caballeros medievales...

Una leve sonrisa se asomó a los labios de Zac. Aquella reacción evidenciaba cómo se había encariñado con el pequeño... Hasta el punto de pensar en él como su propio hijo. «Si quieres de ese modo a Brad, cariño, espera a que nazca nuestro bebé...»

Zac: Sigamos andando, ¿quieres?

Vanessa asintió. No hacía falta que lo sugiriera, estaba deseando explorar todo el lugar. Había vastas extensiones de césped, pero la mayor parte del terreno estaba cubierta por arbolado. Entre las ramas, divisó un embarcadero; allí amarraría Zac su yate.

En la parte trasera los aguardaba otra sorpresa. Había una parcela de tierra que debió haber sido jardín, junto a la cuál se levantaba un invernadero. El aspecto asilvestrado de la vegetación indicaba que el lugar llevaba años descuidado, pero no era difícil imaginar lo hermoso que debía haber sido en todo su esplendor.

Tomaron un camino de grava que salía del invernadero y lo siguieron hasta llegar al lugar donde habían aparcado el coche. Entre los árboles, casi oculto, había un garaje.

Zac: ¿Quieres que entremos a ver la casa? -inquirió en voz baja llevándola aparte-.

Ness: Si tú quieres... -susurró tratando de no mostrar su entusiasmo-.

Él asintió con la cabeza al agente, que les abrió la puerta delantera. El vestíbulo era enorme, con una elegante escalera de caracol. Subieron al segundo piso. Había cinco dormitorios, cada uno con su cuarto de baño.

El piso de abajo se componía de un salón, una salita, otra habitación que podía haberse empleado como biblioteca o sala de música, la cocina, un baño, una despensa y una bodega.

Vanessa estaba encantada. Había muchas ventanas y cada rincón estaba bañado por luz natural.

Zac: Es magnífica -comentó-; grande sin resultar excesiva. Y la torre es una vivienda en sí misma.

La angustia invadió a Vanessa al pensar que él estaría dispuesto a comprarla solo por ese último detalle: la vivienda separada de la niñera...

Cuando volvieron con el agente, casi podía ver el símbolo del dólar en sus ojos. Sin duda aquella propiedad debía llevar mucho tiempo a la venta, y haría falta una fortuna para arreglarla. Solo alguien con el poder adquisitivo de Zac podía permitirse comprar una casa así, y el agente lo sabía. Pero Vanessa no iba a permitir aquel robo, aunque fuera lo último que hiciese.

Ness: Es encantadora, pero está muy descuidada, y sería necesario hacer muchas reparaciones -el exterior más que el interior, se dijo-. Muchas gracias por su tiempo, señor Payne -se volvió hacia Zac-. Te espero en el coche.

Salió de la casa y, al poco, los dos hombres la siguieron. Vanessa estaba sentada en el coche cuando oyó a su marido despedirse del agente. Después entró en el vehículo, pero no arrancó.

Zac: Sé que la casa te encantó en cuanto la viste. ¿A qué ha venido eso?

Ness: No quería que el agente pensara que la prefería a las otras, por temor a que quisiera cobrarte por ella un precio aún más exorbitante.

Él la miró divertido. Hacía tanto que no le veía una expresión semejante que Vanessa se preguntó si no necesitaría gafas.

Zac: Te agradezco que te preocupes tanto por mis intereses, pero a mí el sitio me ha gustado muchísimo y estoy decidido. Ya no buscaremos más. Pero has hecho bien. No daré una respuesta al señor Payne hasta mañana. Entonces le haré una oferta y, si tus artimañas han funcionado, creo que la aceptará sin regatear -concluyó poniendo el motor en marcha-. ¿Dónde te gustaría cenar?

Hacía semanas que no eran un matrimonio enamorado. No podía soportar la idea de salir a cenar con él y tener que fingir que eran felices. No cuando él parecía dispuesto a aprovechar la primera oportunidad que se presentase de echarla de su vida.

Ness: ¿Por qué no llamas a uno de tus amigos y cenáis juntos mientras yo regreso a Nyon? La directora ha estado muy comprensiva por teléfono, pero me gustaría ir a despedirme como es debido, y a recoger mis cosas.

La sonrisa se borró del rostro de Zac.

Zac: Había pensado llevarte allí otro día y darle las gracias personalmente por haberte permitido venir. Pero, si tantos deseos tienes de verla, podemos ir juntos ahora.

De camino, pararon junto a un supermercado y Zac salió cargado con empanada de carne, una baguette, queso, chocolate y zumo de uva, el preferido de Vanessa. Era casi como en los viejos tiempos, en que iban de picnic a la campiña suiza. Casi, porque él ya no la amaba. Ya no volvería a darle de comer mientras él conducía ni él la haría reír a ella, pensó Vanessa con los ojos brillantes y llenos de amor, haciendo que le mordía los dedos. Ya no habría más besos robados, ni se susurrarían tiernas palabras. No recobrarían la intimidad que habían compartido ni él peinaría sus cabellos.

Aquellos días no volverían. ¡Qué tonta había sido al rechazar su invitación a cenar!

Llegaron a Beau Lac en un tiempo récord. Zac estuvo charlando con la directora mientras ella recogía sus cosas y, unos momentos más tarde, Vanessa se unió a ellos. La mujer le dio un afectuoso abrazo de despedida. Con la promesa de que seguirían en contacto, Vanessa siguió a su marido al coche.

Zac: ¿Te gustaría saber qué me ha dicho de ti? -preguntó cuando salían del recinto-. Me ha contado que han pasado por él docenas de excelentes cocineras, pero ninguna que preparara comidas como las tuyas ni que se llevara tan bien con las alumnas.

Ness: ¡Qué amable! Pero me temo que exageraba.

Las mejillas le ardían por el inesperado cumplido.

Zac: Al contrario -replicó lanzándole una mirada penetrante e inescrutable-. No quería que te marcharas. Quería ofrecerte el salario que pagarían a un chef de prestigio internacional para que reconsideraras tu marcha.

Ness: Vaya, me siento halagada... -musitó-.

La señora Simon era la bondad personificada. Estaba enterada de su situación, y aquella era su manera de hacerle saber que tendría un puesto asegurado cuando hubiera nacido el bebé. ¡Si Beau Lac estuviera en Neuchâtel...! De buen grado aceptaría volver a trabajar allí, pero la felicidad del bebé estaba por encima de cualquier otra consideración. No podía permitir que Zac hiciera una hora de viaje para ver a su hijo cada día.

Zac: Si te digo lo que dijo -aclaró-, es únicamente porque considero que es lo justo. Debes ser consciente de que es muy probable que perdamos la demanda por la custodia de Brad. Y como me dijiste que tenías intención de quedarte en Suiza, me ha parecido que no deberías dejar pasar una oportunidad como esta. Beau Lac es el colegio privado con mayor prestigio del país.

Al oír estas palabras, el corazón de Vanessa dio un vuelco. ¿Tan deseoso estaba de alejarla de sí que ya daba por perdido el juicio? Y sin embargo..., si iba a comprar una casa en la que criar a Brad, ¿no quería decir eso que esperaba ganarlo?

Ness: Yo... estoy de acuerdo en que es una oferta muy generosa, pero estoy resuelta a ayudarte. Ya encontraré otra cosa que me guste cuando llegue el momento.

Zac: Creo que es mejor que lo pienses.

Ness: ¡No necesito hacerlo! -le replicó destrozada al ver cómo quería alejarla de él a toda costa-.

Zac: Bueno, veo que lo tienes decidido -respondió con un tono despreocupado-.

Ness: Sí, lo tengo decidido -insistió deseosa de no volver sobre el tema-.

Zac: Claro, porque... preferirías dirigir tu propio restaurante, ¿no es eso?

Ness: Bueno, sí... Algún día...

«Algún día, porque con un bebé en camino, ese sueño no se realizará en un futuro cercano... Quizá nunca.»

El resto del viaje lo hicieron en silencio. Zac parecía tan absorto en sus pensamientos como ella. Al llegar, Vanessa se fue directamente a la habitación de invitados y se preparó para acostarse. Después de lavarse los dientes, fue a buscar las vitaminas prenatales que le había recetado el doctor Cutler. Había escondido el frasco dentro de unas medias de satén dobladas, para que Zac no lo viera.

Para su consternación, descubrió que solo quedaban cinco pastillas. Tendría que ver a un ginecólogo para que le extendiese otra receta lo más pronto posible. Tal vez Brittany pudiera recomendarle uno bueno. La llamaría cuando Zac se hubiera marchado por la mañana a trabajar. Con el deseo en su corazón de que Brittany pudiera ir a verla, apagó la luz y se metió bajo las mantas. Pero, justo cuando acababa de cerrar los ojos, oyó unos golpes en la puerta.

Zac: ¿Vanessa?

Su corazón se desbocó al instante.

Ness: Es... estoy despierta, p... pasa.

Al abrir él la puerta, su silueta apareció recortada por la luz del pasillo.

Zac: Acabo de hablar con Mike por teléfono para decirle que voy a tomarme dos semanas para reformar la casa. He pensado que mañana por la mañana llamaré al señor Payne para cerrar la venta y, cuando me dé las llaves, pasaremos el día allí. Tendremos que hacer una lista de las cosas que hay que arreglar con más urgencia.

Un día entero con Zac en su futuro hogar... No importaba que fuera solo un día, aquella perspectiva la llenó de emoción. Tendría que posponer un poco su llamada a Brittany, pero aun así no debía olvidar llamarla para preguntarle por el ginecólogo.

Ness: ¿Quieres que prepare algo de comida para llevarnos?

Zac: No, ya compraremos algo por el camino. Llevaré el yate al embarcadero, así sabremos si necesita alguna reparación. Y, cuando tengamos hambre, podemos comer en el lago. Creo que mañana todavía tendremos buen tiempo.

Ness: Eso suena maravilloso -asintió con voz temblorosa-.

Zac: Querría que saliésemos temprano. ¿Crees que estarás lista a las ocho?

Ness: Claro.

Le pareció verlo vacilar.

Zac: Vanessa, tengo la intención de compensarte por el sacrificio que estás haciendo por Brad.

Ness: No supone ningún sacrificio para mí, Zac.

«¡No quiero ninguna compensación! ¡Solo quiero que vuelvas a ser mi marido! Nada me gustaría más que ser la madre de ese precioso bebé...»

Zac estaba a contraluz, así que no pudo ver la expresión en su rostro.

Zac: No olvides que las probabilidades de que el juez falle a mi favor son mínimas.

Ness: Bueno, siempre puede ocurrir un milagro...

Zac: Ya veremos -susurró-. Buenas noches.

Zac cerró la puerta y la dejó en la oscuridad.


A la mañana siguiente, la alarma del despertador sonó a las siete. Se sorprendió de lo bien que había dormido. Tras desperezarse, se dio una ducha y se puso unos vaqueros que había comprado en Nyon, de una talla mayor para que le quedasen holgados. Encima se echó una amplia sudadera azul marino y se calzó unas zapatillas de deporte. Así estaría más cómoda.

Cuando Zac entró en la cocina vestido también de manera informal, Vanessa ya tenía listo el desayuno sobre la encimera. Su marido alcanzó un brioche caliente y se lo tomó en dos bocados.

Zac: Bueno -la informó con un matiz de satisfacción en su voz y una sonrisa-, la casa ya está a nombre de los Efron.

Ness: ¿Cuánto te ha costado?

Zac: Digamos que no puedo quejarme -tenía un extraño brillo en los ojos-. He quedado con el agente allí dentro de media hora para que nos entregue las llaves.

Ness: Entonces será mejor que nos demos prisa.

Vanessa echó yogurt sobre los cereales con rodajas de plátano en su cuenco, y Zac se puso una taza de café.

Zac: ¿Te sirvo?

Ness: No, gracias -la cafeína no era buena para el bebé-. Cuando hice los menús para las chicas del internado les dije que, a partir de ese momento, iban a comer sano. Nada de vino ni de estimulantes. Y aquello implicaba que yo tenía que dar ejemplo. Y, después de tres semanas de abstinencia, he perdido el hábito de tomar café, té y vino. Pero me encuentro tan bien, que estoy pensando en suprimirlos de forma definitiva de mi dieta.


Cuando llegaron a la casa, el señor Payne los estaba esperando con una sonrisa en el rostro.

Sr. Payne: Los felicito por la magnífica compra que han hecho. Espero que sean muy felices aquí.

Vanessa se temía que para eso haría falta un milagro.

Sr. Payne: Tenga, en este sobre van las llaves -dijo entregándoselas-. Las he etiquetado todas. Si tienen algún problema, no duden en llamarme.

Como Vanessa se había temido, cuando el agente se hubo marchado, no había ni rastro en el apuesto rostro de su marido de la sonrisa con que antes la había obsequiado.

Zac: Como ayer no vimos la torre, si te parece, empezaremos por allí.

Esforzándose por no dejar que su actitud la hiriese, Vanessa lo acompañó, atravesando la vasta extensión de césped. Cuando llegaron a la torre, ella rebuscó entre el manojo de llaves hasta encontrar la correcta. La metió en la cerradura y, tras varias vueltas, descorrió el cerrojo. Zac empujó la puerta. Al entrar, contemplaron una habitación circular con suelo de losas, una chimenea y un cuarto de baño. Había una ventana rectangular con asiento, que se asomaba a los bosques colindantes y llenaba la sala de luz.

Fascinada, Vanessa subió los amarillentos escalones de piedra, cuyo borde estaba redondeado por el uso. El piso superior era idéntico, solo que no tenía chimenea ni baño. Fue hasta la ventana y la abrió de par en par. Desde allí podía ver, más allá de los árboles, el lago, resplandeciente como una joya. Grupos de chalets salpicaban el verde paisaje. Ser niño en esa casa debía ser como vivir en un país de fantasía.

Zac: ¿Qué opinas? -inquirió la profunda voz de Zac a su lado-.

Su proximidad la hizo temblar. Cerró la ventana.

Ness: Creo que la niñera estará encantada, no querrá salir de la torre. Ahora solo hay que decidir qué habitación de la casa será la del bebé -respondió, y bajó las escaleras casi corriendo-.

Cuando salió de la torre, buscó la llave de la puerta principal de la casa.

Zac la alcanzó cuando ya estaba en la entrada. Rehuyendo su mirada, Vanessa metió la llave en la cerradura. La puerta se abrió.

Los suelos eran de parqué color miel, con un diseño en mosaico del siglo XIX. Una vez más, la impresionó el aspecto irreal que la luz otorgaba a todo.

Sin esperar a su marido, subió al piso de arriba. Frente al rellano, en lo alto de las escaleras, una puerta de doble hoja daba acceso al dormitorio principal, que también disponía de chimenea. Lo flanqueaban cuatro habitaciones, dos a cada lado. Todas las paredes estaban cubiertas con papel estampado del siglo XIX, ajado y descolorido.

Vanessa entró en la primera habitación a mano derecha.

Ness: Podrías poner a Brad en esta habitación, pero debería haber una puerta que la conectara con el dormitorio principal.

Zac: Eso no supondrá ningún problema. ¿Has pensado en la decoración?

Ness: Si pintamos las paredes en un tono color hueso y ponemos una moqueta a juego con las molduras, podríamos comprar mobiliario infantil para completarlo.

Zac: Bien pensado. Vamos a ver qué arreglos hay que hacer en la cocina.

Vanessa no quería cambiarla ni un ápice. Le encantaba tal y como estaba, y así se lo dijo tras echar un vistazo a los electrodomésticos y los armarios.

Zac: Tú eres la experta -murmuró-.

Ness: En esto puede, pero no tengo la menor idea de por dónde empezar con el exterior.

Zac: Eso es fácil. Contrataré a unos jardineros para que devuelvan al lugar el diseño paisajístico original.

Vanessa salió de la casa y caminó hasta las puertas de cristal del invernadero. Le recordaba al Malmaison, en las afueras de París, otro lugar donde Zac la había llevado. Estaban entonces tan enamorados el uno en el otro, que apenas habían apreciado la belleza de las plantas exóticas que la emperatriz Josefina había cultivado allí.

Vanessa apretó la frente contra el cristal. Los recuerdos la estaban haciendo sentirse sofocada. Había pensado que podría hacer aquello, que podría ayudar a Zac, pero cada minuto que pasaba con él solo hacía que su corazón se rompiese más y más.

Zac: Es casi la hora del almuerzo. ¿Quieres venir conmigo a comprar la comida?

Ness: Si no te importa -respondió sin mirarle-, prefiero quedarme y explorar un poco más.

Hubo un breve silencio.

Zac: Como quieras. Comeremos en el yate. Espérame en el embarcadero dentro de una media hora.

Con la casa a su entera disposición, Vanessa se entretuvo imaginando a su propio hijo, o hija, correteando por las habitaciones y jugando en las escaleras.

**: ¿Vanessa? ¿Estás ahí?

Era una voz de mujer.

Ness: ¡Brittany!, ¿eres tú?

Brittany: ¡Si!

Vanessa fue corriendo hasta el recibidor.

Ness: ¡No puedo creerlo! Iba a llamarte hoy -le dijo, y se abrazaron emocionadas-.

Brittany: No te imaginas cuántas veces nos hemos preguntado Andrew y yo qué estaría pasando, pero no hemos querido intervenir.

Ness: ¿Es que Zac ni siquiera ha intentado ponerse en contacto con él?

Brittany: No, tu marido no ha llamado en todo este tiempo a ninguno de sus amigos.

Ness: Pero entonces... ¿cómo has sabido que estaba aquí?

Brittany: Andrew iba de camino a la ciudad, se cruzó con Zac en la carretera del lago... Y una cosa llevó a la otra. Mi esposo me llamó para decirme que estabas aquí. Vamos a almorzar con vosotros en el yate. Espero que no te importe -sus ojos violeta buscaron la aprobación en los de Vanessa-.

Ness: ¡Oh, Brittany! ¿Cómo va a importarme? ¡Eso significa que podemos volver a ser amigas! -exclamó abrazándola de nuevo-.

Brittany: ¡Pues claro que sí! -asintió-.

Ness: He querido llamarte, pero Zac está todavía tan enfadado por la estratagema del chalet que tenía miedo de contactar contigo.

Brittany: Espera, antes de que me lo cuentes todo con detalle, dime una cosa...

Ness: No, todavía no lo sabe -respondió adivinando lo que le iba a preguntar-. Solo estoy aquí para ayudarlo a conseguir la custodia de Brad. Si gana el juicio, quiere contratar a una niñera interna para poder prescindir de mí; y si pierde, naturalmente, tendré que marcharme.

Brittany se quedó mirándola fijamente.

Brittany: Bueno, lo importante es que sigues aquí. Que tolere tenerte a su lado, después del estado emocional en que quedó cuando lo abandonaste, debe significar algo.

Ness: Ojala sea cierto lo que dices -sollozó-. Brittany..., ¿podrías ayudarme a encontrar un buen ginecólogo aquí en Neuchâtel?

Brittany: Puedes ir al mío.

Había un brillo en sus ojos que la delató.

Ness: ¡No me digas que estás embarazada! -La abrazó de nuevo-. ¿Lo sabe ya Andrew?

Brittany: No, me enteré ayer por la tarde y él estaba en Ginebra, así que se lo diré esta noche.

Ness: Vas a hacer a Andrew el hombre más feliz del mundo. ¿Para cuándo lo esperas?

Brittany: Junio.

Ness: Entonces nuestros hijos solo se llevarán un mes.

Brittany: Vanessa... -le dijo sacando la tarjeta de su ginecólogo del monedero-. ¿A qué esperas para decírselo a Zac?

Ness: Está pendiente del juicio, y no quiero darle más preocupaciones de las que ya tiene. No te imaginas cómo se ha estado comportando conmigo.

Aliviada de poder tener allí a su amiga, Vanessa le contó todas sus penalidades desde el principio. Cuando terminó su relato, Brittany sacudió la cabeza.

Brittany: La señora Simon es una persona excelente, siempre dispuesta a ayudar a quienes están en apuros, pero, ¿por qué no me llamaste? Podías haberte quedado con nosotros.

Ness: Oh, no, no podía. Zac nunca me lo hubiera perdonado.

Brittany: Pues ahora no pienso permitir que nos separe. ¡Si supieras lo mucho que Andrew ha echado de menos a Zac!

Ness: Yo también os he echado mucho de menos -murmuró con los ojos llenos de lágrimas-.

Mientras se los secaba con el dorso de la mano, escucharon la sirena del yate. Brittany volvió su cabeza rubio platino hacia Vanessa.

Brittany: Ya han atracado en el embarcadero. Estamos todos juntos. Vanessa, no me negarás que es un buen augurio.




Bueno, bueno... Parece que van mejorando las cosas, ¿no? Ya por los menos Zac no es tan frío.

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2 comentarios:

Maria jose dijo...

Zac ya se comporta un poco mejor
Con Vanessa
Espero que las cosas sigan así
Vanessa se merece que zac la ame
Ella ha echo mucho por el
Sigue la novela
Esperare mucho para este capítulo
Saludos

Unknown dijo...

Que capitulo!
Yo también pienso que Zac se esta comportando mejor con Ness, aunque me da miedo su reacción cuando se entere que Ness esta embarazada y Ness no le ha dicho nada.
Y Ness se merece estar mejor y que alguien la ame, dio todo por amor..


Me encanto el capítulo.
Sube pronto :)

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