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domingo, 16 de agosto de 2015

Capítulo 10


Antes de que Vanessa pudiera decir nada, Zac la tomó en brazos. Ella pensó que se dirigiría a la casa, pero, para su sorpresa, la llevó en volandas hasta la torre sin el menor esfuerzo. Lo había visto escalar y aquello lo hacía con idéntica destreza, dando la impresión de que fuera fácil.

Una vez dentro, volvió a sorprenderla, pues no la llevó a la cama, como ansiaba, sino que la depositó sobre el sillón y le ayudó a quitarse la chaqueta. Pero Vanessa había aprendido la lección y no cuestionó sus acciones.

Zac le quitó los zapatos y las medias, como había hecho la semana anterior, desdobló el edredón blanco y la tapó con él. Sus ojos se buscaron con un deseo febril, anticipando lo que iba a suceder.

Zac: Voy a encender la chimenea -murmuró inclinándose y besándola ligeramente en los labios-. No te muevas de ahí.

Ness: No lo haría ni en sueños -respondió con voz trémula-.

Vanessa lo observó acuclillarse frente a la chimenea, admirando cada centímetro de su musculoso cuerpo. Movida por la impaciencia, le acarició la espalda mientras él disponía los troncos en la chimenea. Al cabo de unos minutos, un agradable fuego calentaba la estancia. Zac se volvió y besó la palma de la mano que había estado prodigándole caricias.

Zac: Necesito darme una ducha.

Ness: No tardes -le rogó-.

Los ojos de él brillaban de deseo. Alargó la mano y la deslizó sobre el vientre henchido de su esposa. Un gozo inexpresable se extendió por su rostro antes de dejarla y desaparecer tras la puerta del baño.

Fuera había oscurecido y soplaba un fuerte viento, cuyos lamentos se colaban por las rendijas de la torre. La luz de las llamas bailoteaba sobre los muros. No cabía imaginar un lugar más romántico, pensó Vanessa.

En ese momento podía verdaderamente decir que no se había sentido tan feliz en toda su vida. Volvía a estar junto al hombre que amaba y, unos minutos después, le demostraría cuánto significaba para ella.

Su corazón palpitó apresuradamente cuando volvió a entrar llevando tan solo una toalla alrededor de la cintura. Era tan perfecto que casi le cortaba la respiración.

Zac retiró el edredón y se arrodilló junto al sillón para admirarla, deteniendo su mirada en los cambios que se habían producido en su figura. Vanessa cerró los ojos cuando sintió esos labios besar su vientre y subir después hasta su boca. Ambos gimieron extasiados y Zac la tomó en brazos para llevarla a la cama.

Hicieron el amor una y otra vez toda la noche, con renovada intensidad cada vez, como si fuera la primera. Sentían una pasión tan desbordante el uno por el otro, que sobraban las palabras. Tenían mucho que decirse, pero aquella noche era demasiado sagrada como para malgastarla hablando. Primero satisfarían la necesidad largo tiempo reprimida. Las palabras vendrían después.


Vanessa abrió los ojos al sentir un tímido pero cálido rayo de sol sobre su mano. La pierna derecha de su marido estaba entrelazada con su pierna izquierda. «¡Qué maravilloso despertar!»

Giró la cabeza hacia él, deseosa de sentirlo de nuevo dentro de sí.

Ness: Zac...

Zac: ¿Mmm?

Ness: ¿Estás despierto?

Zac: ¿Quieres que lo esté? -su voz le indicó que aún estaba medio dormido-.

Decepcionada, se mordió el labio inferior.

Ness: No, yo solo quiero lo que tú quieres.

Zac se rió y la atrajo hacia sí. ¡De modo que estaba haciéndose el dormido!

Zac: Mi insaciable esposa... El embarazo te ha hecho aún más excitante.

Vanessa besó sus irresistibles labios.

Ness: Espero que sigas diciendo lo mismo cuando esté de ocho o nueve meses.

Zac: Cuando te fuiste a Washington -confesó poniéndose serio de repente-, me di cuenta de hasta qué punto te quería. El dolor que sentía por tu pérdida era tan intenso, que me convertí en una persona horrible, de lo cuál me avergüenzo. Es un milagro que volvieras a mí, y más el que aún tenga amigos.

Vanessa se estremeció.

Ness: No, fue todo culpa mía. Perdona por el daño que te hice, perdóname.

Zac suspiró atormentado.

Zac: Soy yo quien debe pedirte perdón. Vanessa... No soy el hombre que tú piensas.

Ness: Sí que lo eres. Yo estaba ayer en el juzgado, y lo que hiciste llenó a todos de admiración.

Zac: Precisamente a eso me refiero, mi amor. He mentido y amañado tantas situaciones... Tengo que contarte la verdad. -Estaba realmente serio-. Para empezar, nunca tuve intención de contarte lo de Amber.

Sorprendida, Vanessa se incorporó, sentándose en la cama. Zac se incorporó también, quedándose apoyado sobre la almohada.

Zac: Mi plan era decirle, cuando llegáramos a su apartamento, que se entendiera con mi abogado hasta que se hicieran las pruebas de paternidad. Si el resultado era positivo, tenía intención de ocuparme de sus necesidades y tratar de ser un buen padre. Me dije que solo si eso ocurría te lo contaría. Estaba tan agitado porque hubiera aparecido justo el día en que cumplíamos un mes de casados, que no vi venir al otro coche. Y el accidente descolocó todos mis planes. Cuando llegaste al hospital eras como una aparición que atormentaba mi conciencia. Pensé en ocultártelo, pero ¿cómo podría con Amber en la misma sala? Sentí que debía sincerarme, rogando por que me quisieras lo suficiente como para perdonarme. ¿Qué podría ser peor? ¿Una mentira que apenas podría mantener más allá de aquella noche que nunca me perdonarías... o el dolor que te ocasionaría al decirte la verdad? Escogí lo segundo, aferrándome a la creencia de que, tras la angustia inicial, serías capaz de otorgarme tu perdón.

Vanessa sacudió la cabeza.

Ness: ¿Cómo podía dejar de quererte? En mi carta te decía que los motivos de mi marcha eran otros.

Zac tomó su mano, apretándola con fuerza entre las suyas.

Zac: ¿Sabes que antes de que todo esto ocurriera apenas podía contener la emoción porque tenía un regalo especial para ti? -Vanessa lo miró inquisitivamente-. Era la escritura de la casa. Andrew me dio el Château des Fleurs como agradecimiento por mi pequeña intervención para romper su compromiso con la princesa Sophie. Me la entregó antes de que nos casáramos.

Entonces Vanessa cayó en la cuenta:

Ness: ¡Espera un momento! O sea, que todas esas casas que fuimos a ver con el señor Payne...

Zac: Fue todo un montaje -admitió-. Le pagué para que fingiera delante de ti.

Ness: ¡Zac!

Zac: Y hay más, pero primero deja que me disculpe por acusarte de utilizar a Andrew. Siento haber pensado mal de ti. Cuando me dieron el alta tras la operación, volví al apartamento, acompañado de Mike. Al entrar, vi todo lo que habías preparado por nuestro aniversario. Después abrí el regalo y, al ver los gemelos, quise morir, porque imaginé el daño que te había hecho. Pero fue al encontrar tu carta cuando perdí la razón, Vanessa. Me volví loco. Mike llamó al médico y me administró un sedante. Cuando me desperté estaba solo, y no me importaba seguir viviendo o morir. Me negué a ver a nadie. Pero Andrew insistió hasta que lo dejé entrar. El resto ya lo conoces. -Vanessa lo rodeó con sus brazos, y se acunaron el uno al otro, consolándose-. Ayer supe que él mismo había mandado a Brittany a Washington para traerte de vuelta.

Ness: Sí, ¡me alegré tanto de que viniera! Tu pobre hermana había tratado de impedir que te mandara los papeles del divorcio, pero yo estaba tan cegada por lo que creía que debías hacer, que no la escuché. Fue Brittany quien me abrió los ojos. Solo entonces tuve conciencia de lo horriblemente mal que me había portado contigo. Entonces me faltó tiempo para regresar. Estoy en deuda con los dos.

Zac: ¡Dios mío! Cuando me encontré contigo en el chalet casi me dio un ataque.

Ness: A mí también, estabas tan cambiado que temí no poder atravesar esa coraza que habías forjado.

Zac: ¡Ya lo creo que la atravesaste! -exclamó sonriendo-. Si subí corriendo esas escaleras, fue porque necesitaba tiempo para pensar. Por desgracia mi pierna tardó más que yo en reaccionar.

Ness: Te perdono -dijo bajando la cabeza para besarlo-. Tus maquinaciones «maquiavélicas» solo me demuestran lo mucho que me quieres.

Zac: Aún hay más... -admitió avergonzado-.

Ness: Continúa -le instó conmovida-.

¿Cómo no querer al hombre que estaba allí confesándole sus faltas?

Zac peinó con sus dedos el cabello de Vanessa.

Zac: No debería haber hecho pasar al doctor Barker por ese juicio, no cuando estaba seguro de que Brad no era mío.

Ness: ¿Cómo podías saber eso si no te habías hecho la prueba?

Zac: Soborné a una de las enfermeras del pabellón de pediatría para que me dejara ver al bebé, ya que Analise no me lo permitía.

Ness: ¡Oh, cariño! -exclamó entre risas-.

Zac esbozó una sonrisa arrepentida.

Zac: Lo examiné cuidadosamente. Tenía un cierto parecido con Amber, pero no veía ningún rasgo de mi familia, ninguno... No me interpretes mal, yo adoro a ese bebé, y lo habría seguido queriendo si hubiese sido de mi sangre. Pero fue entonces cuando ideé todo el asunto del pleito por la custodia, para que volvieras a vivir conmigo. Estaba convencido de que te había hecho tanto daño en Zermatt, que te había perdido para siempre. Y necesitaba un motivo para retenerte a mi lado.

Ness: Nada de eso era necesario -le aseguró-. Estaba dispuesta a aferrarme a la más mínima esperanza de poder volver contigo.

Zac: Cuanto más se acercaba la fecha del juicio -prosiguió-, más miedo tenía. Había planeado retirar la demanda durante la vista, y temía que te marcharas cuando supieras que ya no había motivo para que te quedaras. Por eso, pensé que podía sobornarte a ti también con la idea de convertir el invernadero en tu restaurante francés. Creí que así te quedarías el tiempo suficiente como para conseguir que te enamoraras de mí otra vez.

Vanessa tomó su rostro entre las manos y lo miró fijamente.

Ness: Fui yo la que fallé. Te casaste con una chica muy inmadura. La llegada de Amber me obligó a examinar mi vida y a crecer a costa de nuestro matrimonio. En el hospital me dijiste algo que nunca olvidaré: «Cuando nos casamos, prometimos amarnos en lo bueno y en lo malo». Y entonces me tomaste de la mano y me aseguraste que nunca pretendiste que hubiera nada «malo» en nuestro matrimonio. Y yo te pregunté: «¿Y lo hay?».

Zac: Lo recuerdo -dijo muy serio-.

Los ojos cafés de Vanessa se miraron en los suyos.

Ness: Aquella fue una pregunta tan ingenua por mi parte... Quienquiera que inventase esa «cláusula» matrimonial, sabía que no hay tiempos fáciles sin tiempos difíciles. Y al mes de casados, tuvimos que experimentar ya los difíciles. Yo no estaba preparada para eso, pero ahora volvemos a estar juntos. Y aunque no queramos pensarlo, me temo que habrá otros momentos oscuros en medio de nuestra felicidad. Pero quiero hacerte una promesa, Zac, que mantendré siempre, porque te quiero: Pase lo que pase, no volveré a alejarme de ti -le dijo sin apartar la mirada de él-.

Emocionado, Zac la atrajo hacia sí recostándose en la cama.

Zac: Vanessa, tengo otra confesión que hacerte.

Ness: Zac, ¿cuánto más va a durar esto? -bromeó mirándolo con adoración-.

Zac: Es la última, lo juro.

Ness: Está bien.

Zac: Ayer, cuando me dijiste que estabas embarazada, no pude evitar salir corriendo, como hice en las escaleras del chalet. Aquella noticia, con nuestro matrimonio en la cuerda floja, me llenó de alegría. Fue una emoción demasiado fuerte para mí, y necesitaba tiempo para pensar. Cuando llegué a casa de Andrew y le dije que íbamos a tener un hijo, me felicitó, y me dijo: «Pero, ¿te has vuelto loco? ¿Qué haces aquí sentado? Ve con tu mujer». Y entonces supe que lo único que quería era volver a tu lado. Dispuesto a suplicarte, de rodillas si era necesario, que me perdonaras, me levanté de la silla como un rayo, pero, antes de llegar a la puerta, Andrew me alcanzó para decirme que habían dado aviso de una fuerte tormenta. Nos fuimos juntos a asegurar nuestras embarcaciones. Yo tenía planeado retenerte en la torre hasta que aceptaras volver a ser mi esposa, pero nos aguardaba otra pesadilla cuando aparcamos junto a la casa. No te encontrábamos por ningún lado, y el yate no estaba. Imaginamos que habías salido a navegar por el lago, y cuando vi aquel tifón pensé... -comenzó a temblar, y Vanessa se acurrucó entre sus brazos para calmarlo-. Si os hubiera perdido a ti y al bebé, no habría querido seguir viviendo, Vanessa...

Ness: No pienses más en eso, Zac. Ya se acabó.

Zac: Fui un tonto al no rendirme a tus pies al encontrarte en el chalet. Por mi estúpido orgullo, me he perdido el vivir contigo los primeros meses del embarazo. Pero, a partir de ahora, voy a ocuparme de ti, iré al médico contigo... Quiero volver a ser tu esposo, te he echado tanto de menos, mi amor... -susurró con emoción-.

Ness: No volveremos a separarnos más -asintió-. Lo que debemos hacer es ir pensando un nombre para el bebé... Si es un niño, yo ya tengo uno pensado.

Zac: Yo también -sonrió-.

Ness: Digámoslo a la vez. -Zac se rió-. A la de tres, ¿de acuerdo?

Zac: Lo que tú digas -claudicó-.

Y la besó en cierto lugar, haciendo que casi olvidara de lo que estaban hablando.

Ness: Un, dos, tres...

Zac y Ness: ¡Andrew! -exclamaron al unísono, y se echaron a reír a continuación-.

Zac acurrucó el rostro en el hueco de su cuello.

Zac: ¿Has pensado en algún nombre si es una niña?

Ness: Sí, pero tengo el presentimiento de que será niño.

Al decir esto, sonó el teléfono. Zac se inclinó por encima de ella para contestarlo.

Zac: ¿Sí?... Ah, hola, Ashley. -Vanessa le susurró que le dejara hablar con ella, pero él se limitó a besarla en el hombro-. Estábamos discutiendo nombres para el bebé. ¿Quieres proponer uno por si fuera una niña? -bromeó. Ashley le respondió algo que lo hizo reír-. Espera, te paso con Vanessa -dijo dando a su esposa el teléfono-.

Ness: ¿Ashley?

Ash: Hola, perdona que os interrumpa en vuestra segunda luna de miel, pero no soy la única aquí que está deseando saber si es oficial que estáis juntos de nuevo.

Ness: La respuesta es sí.

Ash: Gracias a Dios. Bueno, ahora ya podré llamar a la familia. Está todo el mundo esperando mis noticias. Hasta nuestro intrépido Henry estaba preocupado.

Ness: Di a todo el mundo que jamás hemos sido tan felices como lo somos en este momento.

Ash: Sí, ya oigo vuestra felicidad.

Ness: Gracias por haber estado a mi lado -le dijo con voz emocionada-.

Ash: Bueno, siempre puedes mostrarme tu gratitud poniéndole mi nombre al bebé si es niña...

Ness: Es lo que pensaba hacer -se rió-. Mi abuelo te adora. Le encantaría tener una nieta con el nombre de su francesa favorita. Pero aún se pondrá más contento el día que lo llames y le digas que vas a casarte.

Ash: Pues tendrá que esperar sentado, pero ya discutiremos eso otro día, cuando mi hermano no esté reclamándote para él solo como ahora. Y me temo que eso tardará en ocurrir... -añadió-.

Vanessa se sintió enrojecer. Zac lo notó y le quitó el auricular.

Zac: Nos ha encantado hablar contigo, Ashley, pero tenemos que dejarte. Te llamaremos pronto, ¡adiós! -y le colgó. Miró a su esposa y apartó un mechón de su frente-. ¿Qué te ha dicho para hacerte sonrojar de ese modo?

Ness: Pues la clase de cosas que solo puede decir una hermana que conoce muy bien a su hermano.

Zac: ¿No me lo vas a decir?

Ness: No -respondió juguetona-.

Zac: ¿Quieres apostar algo?

Ness: Ni hablar.

Zac: Sabes que perderías, ¿eh? -respondió con una sonrisa traviesa-.

Ness: Creo que es la hora del desayuno... O quizá del almuerzo -dijo tratando de levantarse, pero Zac fue más rápido-.

Zac: No tan deprisa, mi amor -murmuró besándola en la nuca-. Vas a quedarte en la cama hasta que me respondas.

Era lo que esperaba que dijera.

Ness: Entonces -respondió sonriente- estaremos aquí muuucho tiempo.

Zac la rodeó con sus brazos, y susurró su nombre antes de hacerle otra vez el amor.


FIN




Y vivieron felices para siempre ^_^
Qué final más bonito y lleno de sorpresas.

Espero que os haya gustado la novela y que disfrutéis de la próxima tanto como esta.

¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Maria jose dijo...

Lindo final!!!!!
Gran novela
Espero la otra con muchas ansias
Sube pronto
Extrañare esta novela
Saludos

Unknown dijo...

Ay que lindo final!
Me ha encantado, lo ame demasiado.
Es lindo ver que todo termino bien.


Sube pronto

Lau B. dijo...

No te puedes ni imaginar la sonrisa que tengo en este momento!
Fue de lo mas dulce!
Después de tanta locura se lo merecían!
Xx

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