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viernes, 27 de septiembre de 2013

Capítulo 7


Will: De modo que tenemos un puñado de gente que se enriquece considerablemente con cada muerte -dijo mientras se dirigían al coche. Intentaba concentrarse en el caso y no pensar en la desconfianza que le mostraba Miley-. Eso aparta las sospechas de la hija de la señora Phillipp y las centra de nuevo en el grupo. ¿Quién es lo bastante avaricioso como para querer quedarse con todo?

Miley: Pero ¿y si murieran todos? ¿Y si la hija no está en realidad de viaje de negocios, sino que se está ocultando para vengarse por haber sido desheredada?

Will: Si todos mueren, ¿qué pasará con el dinero? Tal vez la herencia revierta automáticamente en la hija.

Miley: Y, si no es así, siempre podría recurrir a los tribunales y exigir el dinero. Tenemos que encontrarla.

Will: Tienes razón. No podemos descartarla. Necesitamos una fotografía suya.

De camino a la comisaría, compraron algo de comida rápida en un restaurante de carretera. Mientras se comía sus patatas fritas con salsa picante, William llamó al Departamento de Tráfico para ver si la ficha de Doris Alger incluía una fotografía, pero antes de que tuviera oportunidad de volver a guardar el teléfono recibió una llamada de Zac.

Zac: Han intentando matar a Lisa Collins, pero se encuentra bien. Ahora mismo se la llevan al hospital.

Will: ¿Qué ha pasado?

Zac: Iba a salir a hacer unos recados antes de irse a la ceremonia vudú y la agredieron por la espalda. Al parecer, los perros de la vecina, que no paraban de ladrar, la salvaron. Dice que alguien la ha estado siguiendo desde que recibió el amuleto vudú. Quienquiera que sea le dio un buen susto la otra noche, en el cementerio..., la noche que murió Tony Fortune. Dice que el asesino iba tras ella.

Will: ¿Le vio la cara a su atacante?

Zac: No. Pero jura que es una mujer. Dice que olía a un perfume exótico, a bergamota mezclada con jengibre. Dice que reconoció el olor porque huele así cada vez que entra en la tienda de Odette.

William le contó las noticias a Mile, quien pactó en que no tenían tiempo de volver a la comisaría. Tenían que asistir a aquella ceremonia vudú.

Will: Pero primero tenemos que encontrar el sitio. Tal vez Helen pueda sernos de ayuda -sugirió-. Puede llevamos hasta allí sin saberlo.

Mile condujo de vuelta a casa de la anciana y aparcó a media manzana de distancia, donde pudieran verla marchar. William se metió la última patata en la boca mientras Miley le daba un mordisco a su hamburguesa y un largo trago a su refresco.

Miley: Un terreno que heredó Odette... -dijo en voz alta-.

Will: ¿Formará parte de la herencia de Janet Phillipp?

Miley: Yo me estaba preguntando lo mismo. No me gusta pensar que Odette pueda ser culpable de asesinato. La conozco de toda la vida y diría que, aunque sea una sacerdotisa vudú, no es capaz de hacerle daño a nadie.

Will: El vudú no significa automáticamente magia negra.

Miley: Lo sé. Pero ahora Lisa dice que reconoció el olor de Tabú, la tienda de Odette. ¿Quién si no...?

Will: ¿No tiene Odette a alguien trabajando para ella?

Miley: Sí, pero Mandy Gray es nueva. Yo la vi por primera vez hace un par de semanas, cuando me pasé por la tienda para recoger unas sales de baño. ¿Cuál podría ser su móvil?

Will: ¿Estamos seguros de que se llama realmente Mandy Gray?

Miley: ¿Insinúas que podría ser...?

Will: ¿Doris Alger? ¿Por qué no?

Guardaron silencio mientras acababan de comer. William intentaba concentrarse en la posibilidad de que la ayudante de Odette fuera la hija perdida de Janet Phillipp, pero le resultaba difícil teniendo a Mile a su lado. No lograba olvidar la noche que habían pasado juntos.

Así pues, cuando ella dijo que odiaba esperar, él contestó:

Will: Odias muchas cosas.

Miley: ¿Qué quieres decir?

Will: A mí, por ejemplo.

Miley: Yo no te odio, Will. Yo...

Miley guardó silencio. Pero Will no estaba dispuesto a olvidarse del tema.

Will: Odias mi modo de hacer las cosas, entonces.

Miley: Está bien. No siempre estoy de acuerdo con tu modo de hacer las cosas.

Will: Dime qué he hecho en este caso que estuviera fuera de lugar.

Ella lo miró a los ojos.

Miley: Mentir a la gente.

Will: Todos los polis utilizan la astucia para obtener información, Mile -dijo acercándose un poco más a ella-. Ni tú puedes negarlo.

William notó que la respiración de Miley se agitaba. Tal vez su cercanía la afectaba. Bien.

Sin embargo, ella dijo:

Miley: Tú te pasas de la raya.

Will: No, qué va, ya no. Cuando pasó aquello y te perdí, querida, reconsideré mi modo de hacer las cosas. Lo que pasa es que tú ya no estabas y no lo has notado.

Cuando ella abrió la boca como si se dispusiera a protestar, William aprovechó la ocasión para besarla suavemente en los labios. Ella se quedó rígida, pero no se apartó. Animado, él lo intentó de nuevo. Suspirando esta vez, como si no pudiera resistirse, Miley se inclinó hacia él. William la besó apasionadamente, intentando transmitirle cuanto sentía por ella. El beso fue lento y húmedo, y tan erótico que William tuvo una erección.

Pero antes de que pudiera hacer nada, Miley lo apartó. Se miraron el uno al otro un momento antes de que William se retirara hacia su lado del coche. Miley se había rendido un momento, pero parecía haber interpuesto de nuevo entre ellos una especie de escudo.

Will: ¿Cuál es el problema, Mile? ¿Por qué no te fías de mí?

Ella apartó la mirada de él y se puso tensa.

Miley: Helen está saliendo de la casa -encendió el motor-.

Y así acabó la conversación que ella obviamente intentaba evitar.


Aficionados al vudú de toda Nueva Orleáns se reunían para celebrar el solsticio de verano. La noche de san Juan era desde siempre la fecha más importante de los practicantes del vudú para celebrar sus fiestas y lanzar hechizos. A pesar de que no era creyente, Miley no podía evitar sentirse afectada por la atmósfera cargada de presagios a medida que caía la noche sobre las ciénagas y la luna decreciente se alzaba para presidir el espectáculo.

De pie bajo un sauce cubierto de musgo, al borde de un claro, Miley y Will observaban los movimientos de los celebrantes. Había docenas de ellos y seguían llegando otros. Algunos, vestidos con ropa de calle, echaban leña a la hoguera que se alzaba junto a la orilla del río. Otros, vestidos con ropa ligera y máscaras, tocaban los tambores o daban palmas rítmicamente para los danzantes. Varios hombres con taparrabos y algunas mujeres con mantos blancos y turbantes del mismo color se agachaban y giraban alrededor de las llamas mientras bebían de una botella que iban pasándose.

Contemplando la celebración desde una silla semejante a un trono, colocada sobre un cajón, Odette iba envuelta en lo que parecían pañuelos blancos y llevaba al cuello una boa constrictor. Acariciaba a la serpiente como si fuera una mascota a la que le tuviera cariño.

Miley: Nunca había estado en una de estas ceremonias -dijo con un leve escalofrío-.

Will no dijo nada.

Miley tenía los nervios crispados por lo que había ocurrido en el coche y estaba segura de que él retomaría aquella conversación en cuanto tuviera ocasión. Ella observó la multitud buscando caras conocidas. Encontró a los de siempre: Helen, Lisa y la señorita Lulú vestidas con ropa de calle; pero de Mandy, la ayudante de Odette, no había ni rastro. Quizá fuera una de las que iban enmascaradas y no se la reconocía.

Los danzantes se apartaron de la hoguera para rodear a Odette mientras seguían pasándose la botella. La bebida parecía estar afectándolos, y sus movimientos y gestos eran cada vez más salvajes.

Miley: Me pregunto qué estarán bebiendo -murmuró mientras el resto de los celebrantes se movía hacia Odette-.

Will: Según la tradición, tendría que ser tafia, un aguardiente de caña -dijo acercándose tanto a ella que Miley se estremeció-. Pero puede que sea simplemente ron.

La música se hizo más alta y más rápida y de los danzantes pareció apoderarse un frenesí.

Miley sintió que sus nervios se crispaban un poco más. ¿Por qué no se fiaba de Will? Él merecía una respuesta y ella sabía que insistiría hasta que se la diera. Tal vez porque su estilo de investigar era más tramposo que el de ella y temía que a ella la tratara del mismo modo.

Will: Tal vez deberíamos separarnos, buscar algo sospechoso -sugirió y Miley sintió que su tensión se disipaba en parte-.

Miley: Yo buscaré a Mandy Gray -asintió-.

Will se acercó a la gente que rodeaba la hoguera mientras ella se dirigía sigilosamente hacia los danzantes. La luz de la luna proyectaba sobre la piel de éstos, mojada por el sudor y la humedad, una capa brillante. De pronto, una mujer pareció poseída por un espíritu. Su cuerpo se convulsionó y tembló, y empezó a girar en círculos cada vez más aprisa. Otro danzante se unió a ella y luego otro. Otros, hombres y mujeres, se quitaron la ropa y se lanzaron desnudos hacia el río, donde, a pesar de la presencia de caimanes, comenzaron a agitarse y a chillar y a salpicarse con el agua fresca del Mississippi.

Un grito agudo hizo girarse a Miley. Justo detrás de ella, una mujer se convulsionaba en el suelo. Tenía los ojos vueltos del revés. Al parecer, estaba siendo poseída por los Loa. Miley sintió que se le erizaba la piel. Tal vez hubiera más de cierto en el vudú de lo que siempre había creído.

Miley retrocedió, apartándose de lo que no comprendía... y cayó entre unos brazos que la esperaban. Un manto de tela la envolvió, y un paño con un dulce olor pegajoso le cubrió la boca y la nariz antes de que pudiera defenderse. Abrió la boca, pero no podía respirar.

Sus sentidos parecieron debilitarse, y el sonido y la energía que la rodeaban se disiparon hasta convertirse en un murmullo lejano.


¿Para qué estaban peinando la zona?, se preguntaba William. Allí no había nada abiertamente sospechoso.

La infructuosa búsqueda pronto empezó a causarle frustración. Necesitaban la maldita fotografía. Cada vez estaba más convencido de que la hija de Janet Phillipp era la persona a la que buscaban.

Intentó encontrar a Mile, pero parecía que se la había tragado la tierra. Había rodeado dos veces la zona cuando Odette se levantó de su trono y alzó la boa con ambas manos. Los celebrantes se arremolinaron alrededor de Will, lo dejaron atrás y observaron ansiosamente a su sacerdotisa, como esperando una señal. Y, al igual que zombis obedientes a su ama, aquellos que estaban chapoteando en el río salieron del agua.

Odette: Esta noche nos hemos reunido aquí para ahuyentar el mal de entre nosotros -entonó con voz potente-. ¡Fuera el mal!

**: ¡Fuera el mal! -repitieron los congregados-.

*: ¿Agente Hemsworth?

Will se volvió y vio a Lisa Collins. Esta se abrió paso entre el gentío, pero cuando casi estaba a su lado alguien la empujó, haciéndolos chocar. Se sujetaron el uno al otro un momento, intentando recuperar el equilibrio entre la multitud entusiasmada. Luego, William ayudó a Lisa a ponerse derecha.

Will: ¿No es peligroso que esté aquí? Tengo entendido que la han atacado.

La voz de Odette se hacía cada vez más poderosa.

Odette: Hay un asesino entre nosotros, un asesino que quiere ver muertos a los verdaderos creyentes. Debemos protegernos.

**: Protegernos... protegernos... protegernos...

Lisa les dio la espalda a los otros y agarró a William del brazo.

Lisa: Esta es una ceremonia de venganza. Después de lo que me ocurrió, tenía que venir. Pero eso no importa ahora. La detective Cyrus...

Will: ¿Qué pasa con ella?

La voz de Odette retumbaba en la noche.

Odette: Tenemos que parar esos asesinatos. ¡Hay que hacer justicia!

Distraída, Lisa miró a los demás celebrantes mientras éstos repetían:

**: Justicia... justicia...

Luego señaló por encima del hombro de William y dijo:

Lisa: He visto a alguien llevarse a rastras a la detective Cyrus por ahí.

William sintió un nudo en el estómago y miró hacia una parte de la orilla en la que los caimanes se habían reunido, molestos por el ruido. Mientras miraba, uno de ellos se tiró al agua.

Will: ¿Quién se la llevó? -le preguntó a Lisa-.

Lisa: Llevaba una capa y una máscara.

Will echó a correr.

La voz de Odette resonaba tras él, empujada por la brisa.

Odette: Convoco a los Loa a guiarme, a darme su poder, a dejarme usar la fuerza reunida de esta congregación para acabar con el mal esta noche.

Entonces empezaron los cánticos: docenas de voces masculinas y femeninas se alzaron juntas entonando un extraño texto francés que William ni siquiera intentó descifrar. Vio una figura oscura a la orilla del río, casi escondida entre los altos hierbajos. ¿Mile?

Mientras corría hacia ella, vio que yacía boca abajo, con las piernas medio metidas en el agua y las manos atadas a la espalda. Un caimán se deslizaba por el agua hacia ella. Los caimanes eran rápidos, pero las balas lo eran más. William echó mano a la espalda para sacar la pistola, pero la funda estaba vacía.

Will: ¡Qué demonios...!

El caimán estaba casi encima de Mile. William agarró la rama caída de un árbol y golpeó al caimán en el morro. El animal, que era joven, se apartó lo suficiente para que William pudiera apartar a la mujer que amaba de la orilla.

Will: ¡Mile! ¡Mile! ¡Despierta! -gritó por encima de la cacofonía de los cánticos-.

Le desató las manos y la zarandeó suavemente.

Ella abrió los ojos y escupió agua mientras gemía:

Miley: Will...

Iba a ponerse bien.

Will: Espera, deja que te ayude a sentarte.

No era tan fácil como parecía. Miley intentaba luchar para recuperar la conciencia. Tal vez la hubieran drogado. William se las ingenió para incorporarla y ella le rodeó el cuello con los brazos, estremeciéndose contra su pecho.

Miley: Me has encontrado -murmuró-. Pensaba que estaba perdida.

Will: No permitiría que me dejaras -dijo apasionadamente, pero en ese momento oyó un ruido a su espalda-.

**: Vaya, vaya, qué bonito.

Sin dejar de abrazar a la mujer que amaba, William se volvió para mirar cara a cara a la asesina que momentos antes se había tropezado a propósito con él.

Lisa Collins les estaba apuntando con su pistola.




Pues ya está. Ya tenemos a la culpable. La que también casi mata a Ness en la primera parte.

¡Solo un capi, chicas!
Gracias por el coment y por las visitas.

¡Un besi!


martes, 24 de septiembre de 2013

Capítulo 6


Miley se abrió paso trabajosamente hasta un estado de vigilia y al instante se arrepintió de ello, al verse rodeada por una mosquitera... y por Will. Él tenía el brazo apoyado sobre su cintura.

Espantada, recordó cómo había acabado en la cama de Will y cómo él la había despertado cada hora para asegurarse de que estaba bien. Estaba perfectamente gracias a él. Pero la luz fría de la mañana llevaba consigo un poco de sentido común. ¿Acaso había perdido el juicio? ¿Por qué se había acostado con William Hemsworth?

Salió sigilosamente de la cama para no despertarlo, se vistió en el cuarto de estar y se acercó de puntillas a la puerta. Allí dudó. ¿Debía despertarlo, decirle que se iba? ¿Y si no la dejaba irse, y si volvía a seducirla y la llevaba de vuelta a la cama? Le flaquearon las piernas al pensarlo y escapó. Necesitaba estar sola. Necesitaba tiempo para pensar en lo ocurrido. Ellos siempre habían tenido formas distintas de hacer las cosas, y no estaba segura de ser capaz de aceptar el modo de hacerlas de Will.

Recorrió a buen paso el camino que habían hecho en coche la noche anterior. Al acercarse al río, vio un taxi y le hizo señas. Pensando en ir a buscar su coche, masculló:

Miley: Al distrito de Garden.

Y procuró relajarse recostándose en el asiento de atrás.

Sabía que Harris tenía el día libre y decidió hacer algunas investigaciones aprovechando su ausencia. Estaba segura de que Will querría acompañarla, pero ella no quería esperar a que él saliera de trabajar esa noche. No, a decir verdad, ése no era el problema. Ignoraba si quería pasar más tiempo en su compañía hasta que tuviera las cosas claras.

Una vez en casa, se duchó rápidamente y se lavó el pelo, dándose cuenta de que, mientras tanto, esperaba oír sonar el teléfono. Pero no sonó. ¿Estaría durmiendo Will? Recordando el ajetreo que habían tenido toda la noche, concluyó que probablemente sí. En parte se alegró; pero otra parte de ella se sintió desilusionada porque él ni siquiera hubiera notado que se había ido de su cama.

Tras tomar un desayuno apresurado, se pasó por la comisaría y luego se dirigió a la tienda de Odette. El local se encontraba en una zona muy concurrida del Barrio Francés, y ese día los turistas habían salido en manada. Sin embargo, la tienda estaba vacía cuando Miley entró.

Vestida con una túnica amplia púrpura y azul, con sus diminutas trenzas enrolladas alrededor de la cabeza formando un intrincado dibujo, la sacerdotisa en persona se hallaba sentada tras el mostrador de los cosméticos. Al oír sonar la campanilla de la puerta, alzó la mirada del gran libro de tapas de cuero que estaba leyendo y al instante lo guardó. Miley pensó que su amiga de la infancia no parecía muy contenta de verla. La expresión de Odette era distante, casi desconfiada.

Odette: ¿Qué puedo hacer por ti, Miley?

Nada de cumplidos, de modo que tampoco quedaba espacio para evasivas.

Miley: Puedes decirme la verdad.

Odette: ¿Qué verdad es ésa?

Miley: Sobre el asesino vudú. Tú sabes tan bien como yo que David Efron es inocente. La muerte de Tony Fortune lo demuestra.

Odette: Sí. Pero ¿por qué no han soltado a David?

Miley: Una formalidad -mintió-. ¿Qué me dices de la gente que solía asistir a tus ceremonias? ¿Hasta qué punto los conoces? ¿Crees que uno de ellos podría ser el asesino?

Miley percibió un movimiento y miró hacia la parte de atrás de la tienda, una sala pintada de rojo y oro y dedicada al vudú. Mandy Gray estaba atareada allí, guardando mercancías en una vitrina de cristal, pero Miley se dio cuenta de que la nueva ayudante de Odette estaba escuchándolas. Veía una expresión de desaprobación en el rostro de la mujer.

Odette: Esperas mucho de mí, Miley.

Miley: No creo que quieras ver morir a nadie más. Nunca he sospechado de ti -añadió por si su vieja amiga tenía alguna duda. Odette asintió, sacó un mazo de cartas del tarot y le indicó a Miley que lo cortara. Ella dudó-. ¿Crees que encontrarás la respuesta en esa baraja? Si es así, los detectives perdemos el tiempo yendo por ahí y haciendo preguntas cuando un adivino podría darnos todas las respuestas.

Odette esbozó una sonrisa irónica.

Odette: No todos los adivinos tienen la misma habilidad que yo para interpretar las cartas -esperó a que Miley hiciera el siguiente movimiento. Esta apretó la mandíbula, cortó el mazo de cartas y la sacerdotisa vudú empezó a colocar seis cartas sobre el mostrador-. El asesino nació en el descenso de la luz a la oscuridad -entonó. Miley miró fijamente las cartas: el Ahorcado, el cinco de espadas, la Fortuna, el diez de picas, la dama de espadas y el cinco de copas-. El asesino es listo, un maestro del disfraz, se esconde para que no lo reconozcan.

Impaciente, Miley dijo:

Miley: Dime algo que no sepa.

Tras tomarse un momento para contemplar las cartas, Odette la miró a los ojos:

Odette: El asesino -dijo finalmente- es el que tiene más que ganar.

Miley suspiró.

Miley: Apropiadamente críptico.

¿Y qué esperaba?

Odette: El tarot no es una ciencia exacta.

El tarot no era una ciencia de ninguna clase, pero Miley no iba a decírselo. Odette ya estaba bastante irritada. Sería mejor halagarla un poco.

Miley: El que tiene más que ganar -repitió en voz alta-. Eso podría significar cualquier cosa.

Odette: El diez de picas indica riqueza.

Miley: El dinero siempre es un posible móvil para el asesinato. Pero ¿quién obtendría beneficio económico de las muertes de esas personas del grupo vudú?

Odette: De eso no tienes que preocuparte más.

Miley: Tengo que preocuparme. Es mi trabajo. Y encontrar al verdadero asesino.

Odette: Yo me aseguraré de que el asesino se detenga. Con la ayuda de los Loa.

Miley miró fijamente a la sacerdotisa. Odette hablaba en serio. Creía que podía hacerlo. Miley sintió que se le erizaba la piel de los brazos. Tal vez Odette pudiera impedir futuros asesinatos..., si era que el vudú funcionaba de veras.

Miley: Tengo entendido que estás preparando una ceremonia.

Odette: Será mañana por la noche -admitió-. La noche de san Juan tiene poderosas virtudes mágicas. Mañana por la noche todo estará resuelto.

Una tos procedente del cuarto dedicado al vudú hizo que Miley girara la cabeza a tiempo de ver a Mandy escabullirse por la salida de atrás. Al parecer, algo la había molestado. Debía de ser una creyente.

Miley sintió un escalofrío en la espalda y se preguntó hasta qué punto creía ella también.


Will estaba rellenando el papeleo de una detención cuando Mile entró en la comisaría. Al verlo, le dirigió un breve saludo con la mano, como si su relación no hubiera dado un giro de ciento ochenta grados la noche anterior, y enseguida se fue a su mesa. Él decidió concederle cinco minutos, pero Miley ni siquiera lo miró.

¿Qué esperaba, después de que ella se largara esa mañana sin siquiera despertarlo? Enfadado porque ella fuera capaz de actuar como si no hubiera pasado nada, decidió que él también podía jugar a aquel juego y se acercó a su mesa.

Will: ¿Alguna noticia? -preguntó en voz baja, con tono impersonal-.

Miley: Esta mañana le hice una visita a Odette. Las cartas del tarot le han dicho que el asesino es el que más tiene que ganar.

Parecía indiferente, pero William sentía gran respeto por las artes paranormales. Casi todos los que las practicaban no eran más que unos charlatanes. En Nueva Orleáns, había montones de personas que se ganaban la vida procurando a los turistas emociones de las que pudieran hablar cuando volvieran a casa. Pero Odette LaFantary era otra cosa. Ella tenía fama de ser auténtica.

Will: “El que tiene más que ganar”. Podía ser la señorita Lulú, que va a heredar la fortuna de Daniels -había llamado a Zac la noche anterior, después de que Mile se quedara dormida, se preguntó si su medio hermano habría hecho algún progreso con los hijastros de la señorita Lulú-. Pero no creo que debamos descartar todavía a Helen Giles o a Lisa Collins.

Miley: Yo no estoy descartando a nadie.

Will: ¿Ah, no? -a él parecía haberlo descartado muy pronto-. ¿Y si empezamos por Lisa? ¿Después del trabajo?

Ella dudó. ¿Sería porque no quería trabajar con él?, se preguntó William. ¿O porque se arrepentía de lo de la noche anterior? Procurando que ella no notara su irritación, adoptó la expresión neutra que había desarrollado desde muy niño. Protección emocional. Por fin ella asintió, y él dijo que la recogería en su casa a la hora acordada. Regresó a sus papeles y procuró quitarse a Mile de la cabeza el resto del día. Pero no lo logró.


Cuando llegaron a casa de Lisa Collins, el sol se había puesto y William tenía los nervios de punta.

Y, por la tensión que parecía emanar de ella, le pareció que a Miley le pasaba lo mismo. Entraron por una abertura de la valla en un patio interior y buscaron el apartamento. William llamó a la puerta. Dentro se oyó un estruendo que le hizo pensar que otro asistente a las ceremonias vudús se encontraba en apuros. A fin de cuentas, Lisa también había recibido un amuleto maléfico. William sacó su pistola.

Will: ¡Policía! ¡Abran!

Unos segundos después, la puerta se abrió y apareció Lisa, atemorizada y con aspecto de haber estado tirándose del cabello. Y destrozando su apartamento, a juzgar por el desorden que se veía a su espalda. Por todas partes había cojines tirados y revistas destrozadas, y en el suelo había un jarrón hecho añicos.

Lisa: Ya tengo suficientes problemas -masculló dándoles la espalda-.

Miley: ¿Qué ocurre? -preguntó entrando en el apartamento-. ¿Qué ha pasado aquí?

Lisa sacó el cajón de una mesa y volcó encima de ella su contenido.

Lisa: ¡Tengo que encontrarlo!

Empezó a rebuscar entre aquella maraña de objetos sin dejar de protestar.

Will: ¿Tiene algo que ver con los asesinatos?

Lisa: ¿Asesinatos? -alzó la mirada-. ¡No! El hechizo de Odette para atraer la buena suerte dio resultado. Compré un billete de lotería premiado y ahora no sé dónde demonios lo he puesto -sacó otro cajón y empezó a rebuscar en su interior-. Ese billete vale casi cuatro mil dólares y, créanme, me vendría muy bien ese dinero.

William se llevó a Mile a un lado.

Will: Creo que de aquí no sacaremos nada claro esta noche.

Miley: Tal vez deberíamos ir a casa de Helen.

Al menos estaban de acuerdo en algo. William le deseó a Lisa buena suerte y Mile le dijo que se pasarían a verla en otro momento.

Lisa no pareció oírlos, ni notar que se iban.

Will: Esperemos que Helen Giles nos sea de más ayuda.

Odiaba tener que molestar a la anciana después de la muerte de su hermana Sally, y de camino a su casa procuró armarse de valor. Pero no tenía que preocuparse por molestarla.

Helen pareció muy contenta de verlos y se mostró habladora, como si le agradara tener compañía.

Helen: ¿Puedo ofrecerles algo de beber? -preguntó después de que se sentaran en su barroco salón-. ¿Limonada, quizá?

Will: Nada. Solo queremos hablar con usted de los asesinatos, por si recuerda algo que pueda ayudarnos a atrapar al asesino.

Helen: Sabía que no era David Efron, ese joven tan agradable. Pero creo que a partir de mañana por la noche ya no tendremos que preocuparnos más de este asunto.

Miley: ¿Lo dice por la ceremonia vudú?

Helen asintió.

Helen: Los hechizos de Odette son tan poderosos... Pueden hacer andar a los que van en silla de ruedas, ayudar a ganar la lotería, conectar con el pasado...

Miley: Nosotros no podemos dejar esto en manos del azar. Antes de su muerte, Sally llamó a Brittany Snow y le dijo qué sabía algo sobre el asesinato de Daniels, pero su hermana fue asesinada antes de que Brittany hablara con ella. ¿Tuvo Sally ocasión de hablar con usted de lo que se proponía contarle a Brittany?

Helen alzó sus cejas pintadas y dijo de mala gana:

Helen: Sally confiaba más en su diario que en su propia hermana.

Miley: ¿Su diario? -repitió-. No había mencionado usted ningún diario hasta ahora.

Helen: Oh, sí que lo hice. Se lo dije al detective Harris, pero no pareció interesado.

Harris otra vez.

Will: A nosotros sí que nos interesa, Helen. ¿Podríamos echarle un vistazo?

Helen: Claro.

Unos minutos después, Mile y William se pusieron a revisar el diario con las cabezas muy juntas. A William le costaba concentrarse en el contenido del diario. Notaba demasiado la presencia de Mile y los recuerdos de la noche anterior le asaltaban continuamente. Se preguntaba cómo acabaría esa noche. Entonces ella masculló:

Miley: Esto es muy raro. Mira, justo después de la muerte de Janet Phillipp, Sally escribió: «Lástima que la hija de Janet no crea que el grupo vudú ayudó mucho a su madre. Se siente estafada».

William sintió que se le ponía el pelo de punta.

Sabía que Janet Phillipp, muerta por causas naturales un mes antes, había sido uno de los primeros miembros del grupo vudú. Luego, uno a uno, los otros miembros del grupo habían empezado a morir. Él no creía en las coincidencias.

Will: La hija de Janet -repitió-. Nunca había oído hablar de ella.

Miley: Yo tampoco. ¿Y usted, Helen?

La anciana sacudió la cabeza y sus rizos plateados se agitaron.

Helen: Janet no se llevaba bien con la chica. Su hija decía que no creía en el vudú, que todo eso no eran más que patrañas. No creo que Sally llegara a conocerla. Seguramente estaba repitiendo algo que le dijo la propia Janet.

Miley: Entonces, ¿su hija nunca asistió a las ceremonias de Odette?

Helen: No, que yo sepa.

¿Otro callejón sin salida?


Después de la visita a Helen Giles, Miley se halló de nuevo en el coche, con Will al volante.

Miley: Esta vez me llevarás a mi casa, ¿no?

Will: Si eso es lo que quieres -al ver que ella no respondía, añadió-: Creo que deberíamos añadir a la hija de Janet a la lista de sospechosos. Habrá que averiguar su nombre, para empezar.

Miley: Puede que Odette sepa quién es -sacó su teléfono y marcó, pero le salió el buzón de voz de Odette. Dejó un mensaje y luego dijo-: En fin, supongo que ya es suficiente por hoy.

Will: Si eso es lo que quieres -repitió-.

Ella sintió un cosquilleo en el estómago. ¿Cómo podía responder a las insinuaciones de Will? Él no la engañaba. Llevaba todo el día haciéndose el duro. Al principio, a ella le había irritado que fuera capaz de actuar con normalidad, como si nada hubiera pasado entre ellos. Luego se había dado cuenta de que estaba tomando ejemplo de ella. Eso estaba bien, se decía ella. No, estaba muy bien. Era un alivio. Nada de presión. Así tendría tiempo para pensar.

Will: Mile, tenemos que hablar.

Miley: Si tuviéramos algo concreto... -dijo a pesar de que sabía que él no se refería al caso. Sin embargo, necesitaba mantener la distancia-. Tal vez si Odette me llama y me da el nombre de esa mujer, y Zac averigua algo del clan de los Daniels...

Le pareció notar que Will chirriaba los dientes, pero por suerte él no volvió a hacer ninguna referencia a lo ocurrido. Permaneció en silencio el resto del camino. Cuando llegaron a su casa, Miley saltó del coche diciendo:

Miley: Avísame si te enteras de algo. Yo haré lo mismo.

Will murmuró algo y salió del coche. Oh oh. Desalentada, Miley se puso rígida y echó a andar por el caminito que llevaba a la casa que compartía con su madre, quien en ese momento estaba fuera de la ciudad, visitando a su hermana. Seguramente Will no se empeñaría en entrar.

Will: Eh, ¿qué es eso?

Ella siguió su mirada y vio en el porche una bonita caja forrada de lentejuelas cuyas cuencas relucían seductoramente bajo la suave luz del porche.

Miley: Odette vende esas cajas en su tienda. Esta mañana estuvo muy fría conmigo. A lo mejor ha traído esto para disculparse.

Miley extendió las manos hacia la caja, pero oyó sobresaltada que Will gritaba:

Will: ¡No!

Y se la quitaba de las manos.

Miley: Eh, ¿por qué has hecho eso?

Antes de que él pudiera responder, la tapa de la caja se abrió de pronto. Will dejó escapar un gemido y tiró la caja. Miley vio el destello de algo que se movía.

¡Otra serpiente!

Con el corazón acelerado, Miley apenas vio a la víbora antes de que ésta se alejara reptando.

Miley: Odette usa serpientes en sus ceremonias. Esta era una víbora cabeza de cobre -se volvió hacia Will y se dio cuenta de que él se estaba sujetando la mano-. ¡Oh, no! ¡Te ha mordido!

Will: Sí, ya me he dado cuenta.

Aunque la mordedura de una cabeza de cobre no era mortal si se trataba a tiempo, Miley sintió una oleada de pánico. Si algo le pasaba a Will... No podía soportar aquella idea.

Will: Justo lo que me hacía falta -se quejó como si no estuviera preocupado-. Un viajecito a la sala de urgencias.

Quizá solo estuviera intentando no asustarla.

Miley: No puedes ir solo.

Will: ¿Por qué no?

Miley: No te hagas el héroe. Y estate quieto. No muevas el brazo -dijo flexionándole el codo y apretándoselo contra el pecho-.

Will: ¿Eres una experta en serpientes?

Miley: Aprendí unas cuantas cosas cuando iba de campamento de pequeña -masculló mientras empezaba a quitarle el cinturón-.

Will: Ejem, ¿no te parece que éste no es lugar apropiado, querida?

Will: No te hagas ilusiones -le sacó el cinturón, luego se quitó el suyo y los abrochó unidos. A continuación los utilizó para inmovilizarle el brazo contra el pecho-. Ya está -dijo, y respiró hondo-. Dame las llaves del coche.

Will no dijo nada y se sentó dócilmente en el asiento del pasajero. Miley se preguntó si el hecho de que Will aceptara órdenes de ella no sería motivo de preocupación. Le temblaba la mano cuando encendió el motor, y sintió una incómoda opresión en el pecho. Pero seguramente Will se pondría bien.

Se dirigió directamente hacia el hospital más cercano. Mientras conducía, charlaba con Will de cosas insignificantes para asegurarse de que estaba bien. Cinco minutos después, estaban en la sala de urgencias y él se hallaba en buenas manos, de modo que Miley pudo respirar más tranquila.

Mientras atendían a Will, ella llamó para informar del incidente y le dijo al sargento de guardia que mandara a alguien a recoger la caja, que seguía en su porche. Luego comprobó su buzón de voz para ver si Odette le había dejado algún mensaje, pero se llevó una desilusión. Intentó hablar de nuevo con Odette y le dejó otro mensaje urgente.

¿Y si la caja procedía de la tienda de Odette? ¿Y si la serpiente le pertenecía a ella? Harris había sospechado de la sacerdotisa hasta que había fijado su atención en David, pero Miley nunca había creído que su vieja amiga fuera capaz de matar a nadie. ¿Se habría equivocado?

Cuando el agente encargado del servicio llegó al hospital, le dijo que había registrado los alrededores de su casa, pero que no había encontrado la caja. Bueno, pensó Miley, o alguien que pasaba por allí se la había quedado, o el asesino los había estado vigilando y se había llevado la prueba del delito.

De pronto comprendió lo que significaba aquel incidente. Will no era el objetivo del asesino. Era ella. Se le quedó la boca seca y el pulso se le aceleró. El asesino vudú iba tras ella otra vez. ¿Por qué? ¿Porque estaba investigando el caso? Pero ¿por qué no iba por Harris? El mensaje estaba claro: el asesino estaba intentando matarla porque ella no seguía la misma línea de investigación que Harris. Porque se estaba acercando demasiado. Pero ¿a quién? ¿A Odette?

**: Perdone, ¿la detective Cyrus?

Miley: Sí -se levantó de la silla y se acercó a la enfermera-. ¿Will está...? ¿El agente Hemsworth está bien?

**: Sí, está bien, pero el médico quiere que pase aquí la noche, en observación.

Miley respiró hondo y sintió que la presión de su pecho se disipaba.

Miley: ¿Puedo verlo?

**: Desde luego.

Will era el único paciente de una habitación semiprivada. Miley se quedó en la puerta y dejó que el agente le tomara declaración primero. Will la miraba de cuando en cuando, y Miley se sentía enferma al verlo en la cama, tan desvalido, con un brazo vendado y el otro conectado al suero. Esperó hasta que la enfermera le tomó las constantes vitales antes de entrar en la habitación.

Will: Pareces cansada, querida -dijo en tono más íntimo del que había usado durante toda la noche-. Deberías irte a casa y dormir un poco.

Miley: Todavía no.

Miley se sentía culpable porque a Will le hubiera mordido una serpiente que iba dirigida a ella, y sabía que no podía dejarlo solo. No quería enfrentarse a las otras emociones que se agitaban dentro de ella. Había sentido un peso aplastante en el pecho al ver la víbora, un peso que iba más allá del miedo por un amigo. Era hora de admitir que nunca había superado lo que sentía por Will.

Miley: Tú sí que pareces cansado -dijo, acercando una silla a la cama-. Me sentaré aquí un momento mientras cierras los ojos y te duermes.

Él cerró los ojos, sonriendo, y murmuró:

Will: Cada vez que me duermo, sueño contigo.

Ella sintió un estremecimiento.

Miley: Eres un adulador.

¿Le estaría diciendo la verdad? ¿Podía significar ella tanto para él como él para ella?

La respiración de Will se hizo más pausada y profunda. Miley se relajó y observó su rostro tranquilo. Amaba cada rasgo de aquella cara y le costaba un gran esfuerzo no extender la mano para tocarlo.

Estaba enamorada de él. Sintió una opresión en el corazón al afrontar la verdad inevitable, una verdad que llevaba evitando desde esa mañana: quería a William Hemsworth desde que habían trabajado juntos, y no sabía qué hacer al respecto. Apoyó la cabeza contra la silla y siguió mirando a William hasta que el cansancio la venció y sus ojos se cerraron.

Despertó una vez en mitad de la noche y vio que sus dedos y los de Will estaban entrelazados. Él se había girado dormido y le había dado la mano. Suspirando, Miley le apretó la mano levemente y cerró los ojos de nuevo. La siguiente vez que despertó vio a Will tendido de lado, mirándola fijamente con ojos francos y vulnerables. Por un instante, ella reconoció en aquella mirada algo que le produjo el deseo de decirle lo que sentía por él. Luego, una llamada a la puerta separó sus miradas.

Miley miró hacia la puerta. Zac estaba allí y, por un segundo, antes de que él pudiera componer su semblante, Miley advirtió los verdaderos sentimientos del hermano de Will. Ver a Will en el hospital turbaba a Zac más de lo que éste se atrevía a admitir.

Tal vez no odiara a su hermano, después de todo.

Sorprendido de ver a Zac, William dijo:

Will: Pasa. Siéntate.

Zac se acercó, pero permaneció al otro lado de la cama, frente a Mile.

Zac: En la comisaría dicen que anoche intentaste hacerte amigo de una serpiente. Pero la enfermera me ha dicho que sobrevivirás.

Will: Eso dicen.

Zac y William se sostuvieron la mirada un momento, y William creyó ver algo en los ojos de su medio hermano que antes nunca había notado. Luego Zac apartó la mirada y la fijó en Mile.

Zac: Gracias por ir más allá de la llamada del deber.

Preguntándose si se refería al hecho de que ella estuviera intentando ayudar a David o a que hubiera pasado con él toda la noche, William dijo en tono suavemente burlón:

Will: Es mi heroína.

Zac se aclaró la garganta.

Zac: Hablé con el hijo y la hija mayor de Daniels.

Aquello atrapó la atención de William.

Will: ¿Y?

Zac: Y, como cabía esperar, están enfadados por que la señorita Lulú les haya estafado su herencia. Piensan recurrir a los tribunales.

Will: Estafada -repitió-. Eso es lo que dijo Sally acerca de la hija de Janet Phillipp. Que se sentía estafada por el grupo vudú.

Zac: ¿Sally? ¿Cuándo?

Miley: Lo pone en su diario. Anoche le hicimos una visita a Helen y nos dejó echarle un vistazo. Al parecer, le hizo la misma oferta a Harris.

Zac: Seguramente Harris la rechazó porque no quería saber nada que pudiera exculpar a David.

Will: Pero ¿quién es la hija de Janet?

Zac se encogió de hombros.

Zac: Ni idea. Pero Janet no fue asesinada. Ray Becket jura que murió de vieja, de un fallo cardiaco. Ray solo hizo la autopsia porque la hija estaba convencida de que la anciana había muerto asesinada. Naturalmente también dijo que era culpa del vudú. Pero al final la autopsia no reveló nada sospechoso.

Will: Con que el vudú, ¿eh? -dijo en voz alta-. Aun así, la hija sospechaba que pasaba algo raro. Tal vez deba hablar con ella cuando me dejen salir de aquí. Puede que Ray tenga su nombre y su dirección.

Zac: Eh, tómatelo con calma. Las mordeduras de serpiente no hay que tomárselas a la ligera -frunció el ceño-. Creo que iré a preguntarle a Odette por la serpiente y tal vez le pregunte si Janet le pagó para que le hiciera un amuleto, un embrujo o algo así.

Miley: Si es que la encuentras. Yo he intentado hablar con ella un par de veces, pero parece que está ilocalizable.

Will: Tal vez deberías ir con Zac -sugirió-.

Miley: Odette es amiga mía, pero no pienso dejarte solo.

Will sintió una opresión en el pecho.

Will: ¿Me lo prometes? -preguntó suavemente-.

Sus miradas se encontraron. Él sintió que la boca se le quedaba seca y, luego, como si saliera de un trance, ella parpadeó y apartó la mirada.

Miley: No te dejaré solo hasta que hayan pasado veinticuatro horas y me asegure de que estás bien -se encogió de hombros como si no fuera nada, diciendo-: Alguien tiene que vigilarte.

Aquella sensación agradable se disipó. ¿De modo que ella pensaba que alguien tenía que vigilarlo? Estaba claro que aún no se fiaba de él.


Miley llevó a Will al trabajo, deseando que nada se interpusiera en sus investigaciones. Mañana podría ser demasiado tarde. ¿Quién sabía qué podía ocurrir esa noche en la ceremonia de Odette? No podían permitir que muriera nadie más.

En cuanto entraron en la comisaría, Tom Harris salió a su encuentro.

Harris: ¿Dónde demonios te has metido, Cyrus? ¿Sabes qué hora es?

Miley: Llamé y hablé con el teniente. ¿No te lo ha dicho?

Harris: Sí, me lo ha dicho -se tiró de los puños de su americana de color verde lima-. También me han dicho otras cosas, como que sigues investigando el caso del asesino vudú a pesar de que ya tenemos al culpable entre rejas.

Will: No es cierto.

Harris: ¿Y a ti quién te ha dado vela en este entierro, Hemsworth? Ah, sí, ese asunto de la sangre. No metas las narices en mi caso.

Will se tensó a su lado, pero Miley extendió un brazo para refrenarlo.

Miley: ¿Tienes alguna información para mí? -le preguntó a Harris-.

Él apretó la mandíbula.

Harris: No.

Y se alejó.

Asombrada de que hubiera abandonado la lucha tan fácilmente, Miley se quedó mirándolo.

Miley: Bueno, no ha sido para tanto.

Will: Ese hombre es una vergüenza para el departamento.

Miley: Ojala todos pensaran lo mismo.

Will: No hace más que perder el tiempo. Vamos a fichar y a ver a Ray.

La morgue no era el sitio predilecto de Miley, de modo que se alegró de que encontraran al ayudante del forense en su despacho. La habitación estaba decorada con pósters de anatomía. En un rincón había un esqueleto humano.

Ray: William Hemsworth y Miley Cyrus juntos otra vez -no pudo ocultar su sorpresa-. ¿Qué os trae por aquí?

Will: El asesino vudú.

Ray: Debí imaginarlo -miró a Miley-. ¿Harris te ha dicho lo de Doris Alger?

Miley: ¿Quién?

Ray: La hija de Janet Phillipp, la que se empeñó en que le hiciéramos la autopsia a la vieja.

Miley: ¿Qué hay de la hija? ¿Has vuelto a saber algo de ella?

Ray: No, pero después de hablar con Zac y Vanessa Hudgens empecé a preguntarme por qué estaba tan convencida esa mujer de que su madre había sido asesinada. Luego me enteré de que la señorita Alger había sido desheredada.

Will: ¿Qué tiene eso que ver con el asesino vudú?

Ray: Si Doris Alger ha sido desheredada, ¿quién ha heredado en su lugar?

Miley: Oh, Dios mío. El diario. La hija de Janet se sentía estafada por el grupo vudú. Uno de ellos debe de figurar en el testamento. ¿Y esto se lo has contado a Harris?

Ray: Me dijo que lo tomaría en consideración.

Miley: ¡Me ha mentido! -exclamó-. Le pregunté si había averiguado algo más y me dijo que no. Pero ¿cómo averiguamos quién es el heredero de la señora Phillipp?

Ray: La hija lo sabe.

Ray les dio su dirección y se marcharon.


Doris Alger vivía en el segundo piso de un moderno edificio de apartamentos en el barrio de Metarie. Al llamar al timbre, no obtuvieron respuesta.

Miley: Tal vez deberíamos haber telefoneado primero -miró su reloj-. Seguramente estará trabajando.

**: ¿Buscan a Doris? -preguntó una mujer negra saliendo del apartamento de al lado-.

Miró el uniforme de Will y pareció lamentar haber preguntado.

Él le lanzó una de aquellas dulces sonrisas que hacía que a Miley le flaquearan las rodillas y dijo:

Will: No se preocupe, no está metida en ningún lío. Tenemos que darle buenas noticias acerca del testamento de su difunta madre -Miley se puso rígida-. Hay una gran herencia esperándola. Lo único que tiene que hacer es presentarse a reclamarla. Tal vez usted pueda decirnos dónde encontrarla, querida.

William estaba haciéndolo otra vez: estaba mintiendo a aquella mujer para obtener información. Miley tragó saliva. La vecina pareció ablandarse y dijo:

**: Doris dijo que iba a salir de viaje de negocios, pero hace semanas que no viene por aquí.

Will: ¿Viaja mucho?

**: Desde que se mudó hace un par de meses, apenas aparece aquí. Pero esta vez es como si... Bueno, como si se la hubiera tragado la tierra.

Por desgracia, aquello era todo lo que sabía la mujer. No tenía ni idea de dónde trabajaba Doris.

De vuelta al coche, Miley se sentó tras el volante y Will dijo:

Will: Necesitamos una fotografía de Doris Alger. Tal vez la señorita Lulú, Lisa Collins o Helen la reconozcan.

Aunque estaba de acuerdo, Miley preguntó:

Miley: ¿Qué te propones ahora? ¿Hacer recaer en ella todas las sospechas para obtener la información que necesitas?

Miley sintió la mirada de Will fija en ella antes de que él preguntara:

Will: ¿Tienes algún problema conmigo?

Miley: ¿Por qué nunca juegas limpio?

Will: ¿Vas a decirme que tú nunca estiras la verdad para obtener información? -ella se quedó callada, con la mandíbula tensa, incapaz de negarlo, y él añadió-: Ajá -y guardó silencio-.

Miley agarró con fuerza el volante y se dijo que estaba siendo injusta. Sabía que los polis mentían a menudo para hacer hablar a los sospechosos. Ella misma había estirado la verdad un par de veces, pero nunca cruzaba ciertos límites.

¿Qué pasaba ahora? ¿Quién más sabía lo del testamento y lo de Doris Alger aparte de Odette? Odette seguía siendo sospechosa... y seguramente seguía desaparecida, sin duda preparando la ceremonia de esa noche.

Will: Tenemos que hablar con alguien sobre el testamento. Con alguien a quien le guste hablar. Helen -dijeron los dos al mismo tiempo-. Bueno, ¿vas a dejar que me ocupe de esto a mi manera o hay que hacerlo conforme a las reglas?

Miley respiró hondo y dijo:

Miley: A tu manera.

Tal vez hubiera exagerado respecto a cómo había tratado Will a la vecina de la señorita Alger. Y, además, él tenía buena mano con Helen. Seguramente, con la mayoría de las mujeres. Todas las pistas contaban, y con suerte Helen se mostraría más dispuesta a colaborar que la noche anterior. Pero cuando llegaron a su casa, la anciana estaba como loca pensando qué iba a ponerse esa noche para la ceremonia vudú. De pie en el salón, sostenía un vestido rojo en una mano y uno negro de lentejuelas en la otra.

Helen: ¿Cuál me pongo? -le preguntó a Will-.

Will: Cierre los ojos y elija, querida. Estará igual de guapa con los dos.

Helen soltó una risita infantil, para desconcierto de Miley.

Miley: Pero antes de que empiece a prepararse, tal vez pueda contestar a un par de preguntas.

Helen suspiró.

Helen: La verdad es que no es necesario, porque esta noche Odette va a crear un hechizo tan poderoso que parará los asesinatos.

Miley: Sí, pero hasta que eso ocurra, nosotros tenemos que seguir investigando -dijo para aplacarla-. ¿Dónde va a celebrarse la ceremonia?

Helen: No puedo decírselo.

Miley: ¿En el restaurante de Brittany Snow?

Helen: ¡No!

Will: Nadie se va a meter en un lío -dijo suavemente-. Esto es el Profundo Sur, querida. Cualquiera que no crea en el vudú... -sacudió la cabeza-.

Helen: ¿Usted cree?

Will: Yo aprendí a creer en las rodillas de mi madre. Me encantaría asistir a la ceremonia de esta noche.

Helen: Bueno, pues, la ceremonia será... fuera, junto al río.

Miley: ¿No será en la ciénaga de Saint John, donde María Larson solía celebrar sus ceremonias? -preguntó agresivamente-. Eso ya no es posible.

Helen: No, no es allí. Será en un terreno salvaje que heredó Odette fuera de la ciudad... -se detuvo y frunció los labios como si hubiera hablado más de la cuenta-.

Al parecer, la anciana no iba a desvelarles dónde estaba aquel terreno, de modo que Miley cambió de tema.

Miley: ¿Quién es el beneficiario del testamento de Janet Phillipp?

Helen palideció y dio un paso atrás.

Helen: Yo... yo no he matado a nadie.

Miley: ¿Usted heredó el dinero?

Helen los miró a ambos.

Helen: Lo heredamos todos. Odette y el resto de nosotros. Janet se acordó de todos sus amigos en el testamento. Bueno, de todos los que aún sigamos vivos cuando se ejecute el testamento, claro.

Will: ¿Qué hay del dinero que les dejó a Smith Daniels, a Tony Fortune y a su hermana? ¿También lo recibirá el resto del grupo?

Helen se encogió de hombros y evitó sus ojos.

Helen: Yo no he matado a nadie.

Preguntándose qué más podía estar ocultando aquella mujer, Miley preguntó:

Miley: ¿Por qué no nos habló del testamento anoche?

Helen: Ustedes no preguntaron.




¡Solo dos capis!

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sábado, 21 de septiembre de 2013

Capítulo 5


A Miley, el viaje en ferry se le hizo muy corto. Pronto estarían solos. Mientras bajaban aprisa la calle en el coche de Will, ella miraba por la ventanilla. El barrio de Algiers Point le era desconocido. Solo había estado en aquel lado del Mississippi un par de veces. Lo cual no tenía nada de raro si se consideraba que los residentes del Algiers Point se pasaban la vida a aquel lado del río, sin aventurarse jamás en el Barrio Francés o en el centro de la ciudad.

Luego el río se convirtió en un recuerdo cuando William y ella entraron en una calle con casas de madera alineadas a ambos lados. En la siguiente manzana, mansiones imitando el estilo victoriano o el estilo griego se embutían entre casas más pequeñas con frisos de fantasía. Will redujo la velocidad y aparcó frente a una casita de estilo criollo.

El lugar donde ella pasaría la noche. Con él.

Una parte de Miley quería huir. El pasado se interponía entre Will y ella, y probablemente así sería siempre. Pero otra parte de ella deseaba tener acceso a la vida privada de Will. Sin embargo, y a pesar de que él le estaba mostrando su lado más amable, ella sabía que nunca olvidaría su traición ni la perdonaría.

Will abrió la puerta del coche y le tendió la mano. Ella le dio la suya con temor. Al primer contacto sintió una descarga eléctrica.

Will: Ten cuidado -dijo mientras la ayudaba a salir. Y cuando ella intentó acelerar el paso, él la sujetó y dijo-: No hace falta apresurarse, querida.

Miley: Tampoco hace falta que te preocupes por mí.

Will: A mí no tienes que demostrarme nada.

Ella achacó su confusión al golpe de la cabeza.

Dejó que Will la ayudara a subir por los escalones del porche, pero mientras esperaba a que él abriera la puerta, se le quedó la boca seca y el pulso se le aceleró. Nunca habían estado juntos así, y no sabía qué podía esperar. Él sostuvo la puerta abierta para que ella entrara.

Will: Lo siento, no dejé el aire acondicionado encendido -se acercó a un aparato de aire acondicionado que había en la ventana y lo encendió-. Esto tardará un poco en refrescarse.

Ella asintió y miró a su alrededor. La casa le pareció muy bonita. Las paredes amarillas y los muebles antiguos, que realzaban el sofá y las sillas, más modernos, brillaban suavemente. Will se acercó a ella por detrás, tanto que Miley sintió su calor.

Will: ¿Quieres irte a la cama ya? -preguntó, y su aliento rozó la oreja de ella-. ¿O quieres beber algo fresco primero? ¿Un té helado?

Ella se imaginó con él en la cama y dejó escapar un rápido suspiro.

Miley: Té, por favor.

Will: Querrás quitarte esa ropa mojada.

En efecto, la humedad de la camisa y los pantalones le estaba calando la piel. Pero la idea de quitarse la ropa y ponerse una camisa o una bata de Will le parecía demasiado turbadora.

Miley: Ya se secará.

Will: Como quieras -pasó junto a ella, rozándola, y se dirigió a la puerta que llevaba a la cocina-. No quiero que estés incómoda.

A ella le dieron ganas de preguntarle por qué, entonces, seguía insinuándose, pero se mordió la lengua. En la casa de los Daniels había ocurrido algo que trascendía sus antiguos resentimientos. Will se sentía atraído por ella, tal vez incluso tanto como ella. De momento, al menos, parecía haber abandonado todo sentimiento negativo hacia ella. Pero ¿qué iba a hacer ella al respecto?

Miley no dejaba de preguntárselo mientras se paseaba por la habitación buscando algo con lo que distraerse. Se acercó a la pared del fondo, cubierta de fotografías de personas que se parecían vagamente a Will. La parte materna de su familia, supuso. Pero luego se encontró con una fotografía que atrajo poderosamente su atención: un hombre y dos chicos, David y Zac. Will le había dejado entrever en el pasado sus desilusiones, pero nunca se había abierto a ella completamente.

Al oír sus pasos tras ella, Miley se volvió para mirarlo. Él le dio un vaso alto lleno de té con hielo. Ella bebió un largo trago antes de referirse a la foto.

Miley: ¿Saben Zac y David que tu padre te dio esta foto suya?

Él se encogió de hombros.

Will: En realidad, no me la dio. Y, si lo supieran, me daría lo mismo lo que pensaran.

Miley advirtió en su voz su antiguo resentimiento y pensó que mentía.

Miley: Si no te la dio tu padre, ¿quién te la dio?

Will: La hice yo mismo. De niño solía jugar a los espías. Me gustaba fingir que...

Al ver que dudaba, Miley acabó por él.

Miley: ¿Que formabas parte de la familia Efron?

Will: La familia es importante para mí, Mile, y aunque Zac no lo acepte, somos de la misma sangre.

Miley: Puede que acabe aceptándolo.

Will: Yo no cuento con ello. Ahora solo me habla porque quiere ayudar a David.

Miley: Pero el hecho de que ayudes a David tiene que significar algo para él. Para todos ellos -añadió, pensando en el padre de los tres-.

Will: Resulta irónico que haya tenido que pasarle esto a uno de sus otros hijos para que el viejo se fije en mí -sacudió la cabeza-. Desde que era un niño he intentado que se sienta orgulloso de mí.

Miley: Estoy segura de que lo has conseguido.

Will: Pues él nunca me lo ha demostrado.

Miley: Eso les pasa a muchos padres.

Will: ¿Se niegan muchos padres a reconocer a sus hijos?

Miley: Oh, vamos, Will...

Will: Lo digo en serio. Yo soy el primogénito, pero ¿de qué me sirve? Por el tiempo que he pasado con mi padre, nadie adivinaría que somos parientes. A mi madre no la tomaba en serio, ni a mí tampoco. Nos traicionó a los dos.

Miley no sabía qué decir para que William se sintiera mejor. Oscar Efron debía avergonzarse de sí mismo, no por haber engendrado a Will, sino por hacer que su hijo sintiera que no estaba a la altura, que no tenía valor, que era menos que los demás como hijo, como hermano, como policía y como hombre.

Sabiendo que aquella actitud tenía que afectar a Will, Miley apoyó impulsivamente una mano sobre su brazo. Él puso su mano encima de la de ella, y Miley sintió una extraña conexión con él. Al fin comprendía por qué era tan poco escrupuloso con los sospechosos, porqué le había resultado tan duro que ella corroborara la acusación y por qué su honestidad le había causado tanta amargura.

Traicionado por su padre, por su hermano Zac, y por su compañera. Siempre traicionado por la gente que más significaba para él.

Sin embargo, en ese momento Will no la miraba con rencor.

Will: A mi modo de ver, la sangre es lo más poderoso del mundo. Salvo, quizá, el amor.

Miley sintió que su corazón se aceleraba y que sus últimas barreras defensivas caían. Nunca se había sentido tan cerca de Will. Habían compartido muchas cosas en el pasado. Ahora, ella quería compartir más.

Dejó el té y se acercó a él. Siempre había querido tocar su cara de rasgos ásperos, ver cambiar su expresión de la sorpresa a la comprensión y luego al deseo como ahora, al acariciar su mandíbula con la punta de los dedos. Él la agarró de la mano y, sin apartar la mirada de ella, le besó la palma, le chupó la yema del dedo índice y luego se lo metió en la boca.

Miley dejó escapar un gemido. Sintió una oleada de calor. No era ninguna tonta. Sabía lo que estaba pasando entre ellos. Hacer realidad sus sueños, aunque fuera solo por una noche, estaba al alcance de su mano. Aprovechando la oportunidad antes de que se le escapara, murmuró:

Miley: Tenías razón en lo de la ropa. Está mojada y me incomoda. ¿Por qué no me la quitas?

Él bajó los párpados, pero ella siguió viéndole las pupilas de un azul hipnótico a la luz tenue de la habitación.

Will: Ese golpe en la cabeza te está afectando. Te hace decir tonterías.

Anhelando sus caricias, ella dijo:

Miley: Puede que el golpe me esté afectando, sí, pero no como tú imaginas. Hace falta rozarse con la muerte para darse cuenta de lo corta que es la vida y del tiempo que malgastamos por no pedir lo que deseamos.

Se acercó a Will y esta vez se lo pidió con los labios. Él la atrajo hacia sí y la hizo sentir como si se ahogara en aquel beso. De pronto, a ella empezó a darle vueltas la cabeza, y vio que Will la llevaba girando hacia la pared. Él empezó a besarla y a acariciarla, apretándola contra la pared. Le desabrochó la blusa, le bajó la cremallera de los pantalones y, después de quitarle la ropa, se desnudó él. Le besó la mandíbula y el cuello. Tomó uno de sus pezones entre los dientes y luego se lo metió en la boca. La sensación era tan dulce que un gemido de placer escapó de la garganta de Miley. Pero aquel pequeño placer fue fácilmente superado cuando Will siguió besándola más y más abajo, hasta que empezó a lamer la carne húmeda y caliente de entre sus muslos.

Ella frotó las caderas contra él y, echando la cabeza hacia atrás, apretó los hombros contra la pared. Él le abrió más las piernas, pasó un brazo bajo su muslo y le alzó la pierna.

Will la llevó al borde del éxtasis y luego se apartó de ella. Comenzó a ascender, depositando besos sobre su vientre, su ombligo, sus pechos, su boca. Cambió de postura ligeramente y ella sintió que la punta dura de su miembro presionaba contra su sexo. Él se detuvo allí, como si esperara permiso para entrar. Ella se abrió para él y empujó para que entrara. Luego se aferró a él, rodeándole el cuello con los brazos. Will se hundió en ella, la agarró por el muslo de la otra pierna y la alzó. Ella le rodeó las caderas con las piernas. Will la sostuvo contra la pared con su cuerpo. La agarró de las muñecas, tiró de sus brazos y se los sujetó contra la pared por encima de la cabeza.

La besó con dureza, moviendo la lengua a la misma velocidad que las caderas, entrando y saliendo con el mismo ritmo seductor. Con una mano le sujetó las dos muñecas mientras deslizaba la otra entre sus cuerpos unidos. En cuanto la tocó, ella llegó al borde del éxtasis, pero siguió moviéndose y la sensación siguió creciendo hasta que no pudo aguantar más.

Ola tras ola de placer sacudió el mundo, y ella dejó escapar un grito, solo para oír que Will lo repetía al llegar al orgasmo. Con las manos liberadas, Miley se abrazó a su cuerpo estremecido y se aferró a él como si le diera miedo soltarlo.




Solo tres capis más y nueva nove de Zanessa.

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martes, 17 de septiembre de 2013

Capítulo 4


William sintió una punzada de inquietud al ver que los faros del coche de Miley no aparecían tras los suyos. Dio la vuelta a la manzana. Su coche aún seguía allí. Ella, no.

¿Dónde demonios se había metido? William no podía verla desde su coche, de modo que aparcó y salió con intención de buscarla. El instinto le decía que algo iba mal. Rodeó la casa Daniels y vio que el cobertizo del fondo estaba en llamas. Echó a correr y gritó:

Will: ¡Mile!

Buscó una manguera y la abrió del todo; luego avanzó y empezó a rociar con agua el edificio en llamas. Al acercarse a la puerta abierta, el humo lo envolvió, haciéndole daño en los ojos. Entrecerró los párpados y vio algo en el suelo. Unas piernas... Un cuerpo...

Will: ¡Mile! -frenético, la roció de agua como medida de precaución-. ¿Puedes oírme?

Ella no contestó. No hizo ningún ruido. No se movió. Sintiendo una opresión en el pecho, William dirigió el chorro de agua hacia las llamas que se acercaban al cuerpo inerte de Mile. Contuvo el aliento al aproximarse a ella. Pero ella estaba tan quieta que Will temió que el humo la hubiera matado. Mientras apagaba las últimas llamas, enganchó la mano libre en la cinturilla de los pantalones de ella y la arrastró fuera del cobertizo. Luego tiró la manguera y se agachó en el suelo, junto a ella.

¿Respiraba? De su pelo mojado caían chorros de agua sobre su frente y sus mejillas. William puso una mano detrás de su cuello y la incorporó. La boca de Mile se abrió. Él acercó su cara a la de ella. El roce leve de su aliento en la piel lo convenció de que estaba viva.

Will: Mile, despierta -dijo, zarandeándola suavemente-.

Ella gimió de pronto y sus ojos se abrieron.

Miley: Will -musitó, y su tono y su expresión le hicieron pensar que se alegraba de verlo-. Gracias a Dios que eres tú.

William se sentía exactamente del mismo modo. Antes de que pudiera pensarlo, la besó suavemente en los labios. Los de ella se abrieron ligeramente. Una invitación a la que Will no podía resistirse. Deslizó un brazo bajo la espalda de Mile y la incorporó de modo que quedaron sentados frente a frente. Ella se removió y le rodeó el cuello con los brazos. Esta vez, cuando sus labios se encontraron, también se encontraron sus vidas. Y la de Will hizo implosión.

Olvidándose de todo salvo de la mujer que tenía entre sus brazos, la besó dulce y apasionadamente, como siempre había soñado. Porque había soñado con tener a Miley Cyrus en sus brazos, en su cama, más veces de las que estaba dispuesto a admitir. Su pulso vibraba, su sangre fluía más aprisa, su corazón palpitaba como un tambor, retumbando en su cabeza. La deseaba muchísimo, y Mile se aferraba a él como si fuera un salvavidas.

Will no supo cuánto tiempo permanecieron entrelazados, pero la humedad de la ropa de ella penetró finalmente en la suya, haciéndolo volver en sí. Se apartó de ella. ¿En qué estaba pensando? El asesino podía estar allí, vigilando, esperando una oportunidad para rematar el trabajo.

Will agudizó el oído y miró a su alrededor, pero no oyó nada ni distinguió movimiento alguno, ni siquiera en el interior de la casa. Nadie parecía haber notado lo que ocurría fuera. Mile balbuceó avergonzada:

Miley: Mi pistola. Se me cayó en el cobertizo.

Will: Iré por ella.

Miley: Y la linterna también.

Segundos después, Will le devolvió ambas cosas.

Will: ¿Cómo empezó el fuego? ¿Por qué estabas aquí?

Miley: Vi que algo se movía al fondo del jardín y vine a investigar.

Will: ¿Sin refuerzos?

Ella no le hizo caso.

Miley: Olí a gasolina y luego alguien me golpeó -se frotó la parte de atrás de la cabeza-. Será mejor que informemos.

Will: Sí -mientras sacaba su radio, ella intentó levantarse. Él la agarró del brazo para detenerla-. Eh, estate quieta. Espera a que llegue la ambulancia.

Miley: Estoy bien.

Will: Hazme caso.

Miley: No necesito ninguna ambulancia.

Will: Pues va a venir una de todos modos. Podrías tener una conmoción cerebral. ¿Qué tal tu cabeza?

Miley: Me duele.

Will: Ya me lo imagino.

Mientras William llamaba a comisaría, ella permaneció sentada en silencio, encendió la linterna y la movió a su alrededor. No vio ni rastro de la persona que la había atacado, pero en el suelo, cerca de ella, distinguió un bulto y se lo indicó a William en cuanto él apagó la radio.

Will: Ya lo veo -tomó la linterna y se acercó para inspeccionar más de cerca aquel objeto. Un amasijo negro de plumas-. Sí, es uno de esos amuletos vudús, como los que recibieron Daniels y Sally.

Miley: Y Tony Fortune.

Will: Habrá que avisar a la señorita Lulú.

Miley: Si es que era para ella.

Will: ¿Qué quieres decir?

El modo en que lo miraba Mile hizo que se le helara la sangre en las venas.

Miley: ¿Y si iba dirigido a mí? -musitó-.

William sintió una punzada de pánico al pensar que Mile pudiera estar amenazada de muerte.


Miley se sentía enloquecida por haber cedido a lo que sentía por Will. ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué lo había besado así?

Las autoridades llegaron tan rápidamente que no tuvo tiempo de meditar acerca de la vergüenza que sentía. La siguiente media hora transcurrió entre una cacofonía de preguntas formuladas primero por el agente uniformado que hizo el atestado, luego por el investigador de la escena del crimen, después por los sanitarios y finalmente, una vez alertados los moradores de la casa, también por la señorita Lulú.

Mientras a Miley le tomaban la tensión por tercera vez, la señorita Lulú gimió:

Lulú: Ahora el asesino vudú va a por mí.

Y Miley sintió que el estómago se le encogía.

Un agente escoltó a la viuda de regreso a la casa, diciendo:

Agente: Tal vez debería avisar a alguien para que pase la noche con usted, señora.

Lulú: ¡Exijo protección policial!

Por lo menos Harris no había aparecido, pensó Miley, aliviada. De algún modo logró pasar el mal trago, y no gracias a Will, que revoloteaba a su alrededor sin descanso, crispándole los nervios.

Will: La detective Cyrus debería ir al hospital, ¿no? -le preguntó a uno de los sanitarios-.

Miley dijo:

Miley: Nada de hospitales.

Will: Tú no eres médico -se volvió hacia el joven, que estaba recogiendo sus cosas-. ¿Usted qué opina?

**: No hay síntomas de conmoción. Puede irse a casa, pero no debe conducir. Y alguien tiene que despertarla cada hora para comprobar que está bien.

Will: Pero en casa no tienes a nadie -le dijo a Miley-.

Miley: Ya encontraré a alguien.

Él apenas esperó a que se cerrara la puerta de la ambulancia.

Will: Puedes dejar tu coche aquí hasta mañana. Yo te llevaré a casa.

Miley: Pero...

Antes de que ella pudiera acabar, Will añadió:

Will: Dame una alternativa. ¿A quién quieres avisar a estas horas? ¿A tu madre? ¿A tu hermana?

Miley: A una amiga.

Él sacó su móvil.

Will: Dime su nombre y su número.

Miley, que no quería involucrar a sus amigos en aquel lío, cedió al fin.

Miley: Está bien, llévame a casa.

Estaba segura de que se arrepentiría de aquella decisión, pero no comprendió hasta qué punto, hasta un cuarto de hora después, cuando se hallaron en el muelle de la calle Canal, en la cola para tomar el ferry. Dándose cuenta de dónde pensaba llevarla Will, Miley se puso tensa.

Miley: Yo no vivo a este lado del Mississippi.

Will: Lo sé.

Miley: Pensaba que ibas a llevarme a casa.

Will: Y eso voy a hacer. A la mía. A Algiers Point.

Ella se quedó muda por primera vez en su vida. Will iba a llevarla a su casa, y ella no podía hacer gran cosa al respecto. Y, en realidad; tampoco quería hacerla.

Will: ¿Qué tal te sientes, querida?

Miley: Un poco cansada -admitió-.

Will: Podemos quedarnos aquí sentados, en el coche, y relajarnos -dijo mientras entraban en el ferry-. Cierra los ojos y descansa. Yo te vigilaré.

Ella no deseaba admitir delante de él que estaba asustada. Con los años se había ido acostumbrando al miedo. Por muy bien entrenada que estuviera, siendo policía nunca sabía cuándo un sospechoso podía volverse contra ella y herirla en un forcejeo. Así había muerto su padre. Pero ese miedo era distinto. Ella era capaz de sublimarlo, porque no era personal. Este, en cambio, sí lo era. Alguien había intentando matarla a ella. El o la que había encendido aquella cerilla no lo había hecho en defensa propia. De pronto, le pareció inevitable que el asesinó vudú intentara matarla otra vez.

Estremeciéndose, cruzó los brazos como si así pudiera contener su miedo y evitar que Will lo notara. Él siempre decía que olía el miedo en un sospechoso a un kilómetro de distancia, así que ¿por qué no iba a olerlo en ella? Tal vez ya lo hubiera hecho y por eso se mostraba tan amable e insistía en cuidarla.

Miley se removió, inquieta. Ella quería de Will algo más que amabilidad. Quería su respeto. Y también quería que la abrazara, que la besara, que...

El golpe que le habían dado en la cabeza la hacía sentirse débil, pero por la mañana se encontraría bien, pensó esperanzada.

Will: Descansa tranquila; querida -murmuró acariciándole suavemente la mejilla-.

Ella se negó a abrir los ojos y tragó saliva. Pero su mente la traicionaba. No podía evitar que los recuerdos la persiguieran: el recuerdo de cuánto había deseado siempre a Will, y, sobre todo, de cómo había terminado su relación de trabajo.




Por el número de visitas y por el número de comentarios, intuyo que no os gusta mucho esta segunda parte.
Pero por lo que queda de novela, no la voy a cortar. Así que os aguantáis XD. No os preocupéis, que la próxima seguro que os encanta.
Y si me equivoco y os gusta la novela, ¡pues decídmelo! XD

¡Comentad!
¡Un besi!


sábado, 14 de septiembre de 2013

Capítulo 3


Miley paró el coche y aparcó junto a la acera delante de la mansión de la señorita Lulú en el distrito de Garden, donde debía encontrarse con Will, como habían acordado esa mañana. Llegaba directamente de comisaría, donde había tenido que aguantar a Harris más de lo que podía soportar. Solo esperaba que Will no le hiciera pasar también un mal rato.

Cuando cerraran aquel caso, estaba decidida a solicitar un cambio de compañero, siempre y cuando a Harris no lo ascendieran por arruinarle la vida a David y quizá también a Zac. Pero no, seguramente Will y ella conseguirían exculpar a David.

El sol ya se había puesto y las sombras que se proyectaban sobre la fachada de la casa volvían malva la pintura color lavanda de las paredes. La propiedad estaba rodeada por una intrincada verja de hierro forjado, parecida a la barandilla del balcón del segundo piso. Miley salió del coche y miró a su alrededor. La parte lateral de la parcela había sido transformada en uno de los floridos jardines que daban nombre a aquel barrio y un edificio más pequeño pero de diseño y color similar se alzaba en la parte de atrás del frondoso jardín.

Mientras el perfume de las gardenias la envolvía, creyó notar que algo se movía, y se preguntó si sería simple coincidencia o si alguien la estaría observando. Observó la oscuridad. Nada. Luego un coche dobló la esquina y se detuvo, desviando su atención. El vehículo aparcó junto a la acera y de él salió Will.

Miley observó su ropa de calle mientras se acercaba a ella. Aquellas prendas parecían hechas expresamente para su cuerpo: pantalones gris pálido y una camiseta de seda más oscura que realzaba la musculatura de los hombros y los brazos de Will e insinuaba sus abdominales. Irritada consigo misma por fijarse en aquellas cosas, dijo:

Miley: Te has cambiado de ropa. ¿Lo has hecho para que la señorita Lulú crea que eres detective?

La expresión franca de William pareció cerrarse.

Will: Yo nunca finjo ser lo que no soy. Pensé que me vendría bien darme una ducha y cambiarme. No estoy de servicio, puedo ponerme lo que quiera.

William pasó a su lado y abrió la puerta de la verja, adornada con la D de Daniels. Al hacerla, rozó el brazo de Miley. Ella sintió un estremecimiento y se sonrojó. Intentando disimular, echó a andar por el camino. Consciente de que Will iba detrás de ella, muy cerca, respiró hondo y procuró calmarse antes de subir los dos escalones del porche y llamar al timbre.

Una joven doncella les abrió la puerta.

Doncella: Lo siento, pero la señorita Lulú no recibe visitas esta noche.

Will: Con nosotros querrá hablar -le aseguró con voz baja y dulce-.

Miley procuró ignorar la emoción que bullía en su interior y le mostró su placa a la doncella.

Miley: Tenemos que hablar con la señora Daniels acerca de los asesinatos.

La joven inclinó la cabeza, abrió mucho los ojos y los dejó pasar. Se apartó a un lado del espacioso vestíbulo de dos pisos, coronado por una elaborada araña de cristal, y descolgó un teléfono que al parecer servía como intercomunicador. A pesar de que hablaba en voz baja, Miley oyó las palabras «policía» y «asesinato». La joven colgó y dijo:

Doncella: La señorita Lulú bajará enseguida.

Y desapareció por el pasillo.

Will esperó hasta que se perdió de vista para decir suavemente:

Will: ¿Por qué crees que se estará haciendo la reclusa?

Miley: Es posible que la muerte de Fortune la haya afectado más que la de su marido.

Antes de que pudieran seguir adelante con sus especulaciones, oyeron el sonido de unos zapatos de tacón de aguja en la escalera. Miley alzó la mirada y vio aparecer a la señorita Lulú. La no tan desconsolada viuda vestía una sencilla túnica negra. Se había recogido su pelo rojo hacia atrás, dejando la cara despejada, y llevaba un pañuelo con borde de encaje en la mano enjoyada. Mientras bajaba las escaleras, miró a Miley y luego a Will, y de pronto sus ojos brillaron como los diamantes de sus anillos y su brazalete.

Lulú: Vaya, alguien nuevo. ¿Han relevado al detective Harris del caso?

Miley: No, en absoluto. Sencillamente, quería hablar con usted a solas. Éste es el agente William Hemsworth, que ha tenido la amabilidad de acompañarme.

La señorita Lulú ladeó la cabeza y batió sus pestañas falsas mirando a Will.

Lulú: Agente Hemsworth, es un placer conocerlo -dijo acercándose a él y dándole el brazo-. Vamos al salón. ¿Quieren beber algo?

Will: No, gracias.

Miley no dijo nada, pues al parecer el ofrecimiento de la señorita Lulú no la incluía a ella.

Una vez se pusieron cómodos, con la señorita Lulú arrellanada en una silla frente a Will y a ella, Miley dijo:

Miley: Sabe lo de Tony Fortune, ¿verdad?

La señorita Lulú trató de ocultar su semblante apoyando la cara en la mano en la que sostenía el pañuelo, pero aquel gesto era un claro síntoma de nerviosismo.

Lulú: Sí, he oído que el pobre Tony se ha convertido en la última víctima del asesino del vudú -se mordió el labio y sus ojos se humedecieron un poco. Se los limpió-. Tony era muy amigo de Smith y mío. Estoy rodeada por la tragedia -dijo con el mentón tembloroso-.

«Buena actuación», pensó Miley mientras preguntaba:

Miley: Entonces sabrá usted si tenía enemigos.

Lulú: ¿Enemigos? ¿Quién? ¿Tony?

Miley: Sí. Gente que quisiera verlo muerto.

Lulú: ¿Cree usted que yo sé quién podía tenérsela jurada a Tony? -pareció sorprendida-. No, desde luego que no. Yo no sé quién mató a Tony, ni sé quién mató a mi marido. Ni a la pobre Sally. No sé nada sobre esos horribles asesinatos, excepto que... Odette prometió celebrar una ceremonia para encontrar al responsable antes de que hubiera más muertes.

William miró a Mile. A pesar de que ésta alzó las cejas, William supuso que no iba a hacer preguntas relativas a su amiga. Pero Miley lo sorprendió.

Miley: ¿De veras cree que Odette LaFantary es tan poderosa?

Lulú: Por supuesto que sí.

Miley: Pues es una pena que aún no haya descubierto al verdadero asesino.

Lulú: Yo... no creo que el vudú funcione de esa manera.

Miley: ¿Y cómo funciona? ¿Puede matar?

La señorita Lulú se puso colorada y perdió su expresión inocente y ligeramente desconcertada. Will comprendió que ya estaba harta. Pero, antes de que pudiera pedirles que se marcharan, él extendió el brazo, la tomó de la mano y sonrió.

Will: Estos asesinatos han sido terribles para todos los implicados, pero especialmente para un espíritu delicado como el suyo. Me alegra ver que su difunto marido se aseguró de que quedara usted en buena posición -indicó lo que los rodeaba-. Debe de ser una gran tranquilidad para usted.

Ella sonrió tristemente y murmuró:

Lulú: Sí, lo es, por suerte.

William miró las fotografías que había en la habitación. En algunas aparecían la señorita Lulú y Daniels juntos; en otras, separadas de éstas, se veía a varios jóvenes. Imaginando que aquellos jóvenes no tenían nada que ver con la señorita Lulú, William preguntó:

Will: ¿Qué me dice de los hijos del primer matrimonio de su marido? Espero que sus hijastros no intenten arrebatarle su preciosa casa.

Lulú: No podrían hacerlo. Mi querido Smith se aseguró el año pasado de que todo estuviera a nombre de los dos, por si algo le ocurría...

Como si recordara que debía mostrarse más afectada, pues, en efecto, a su marido le había ocurrido algo, la señorita Lulú parpadeó rápidamente y usó el pañuelo de encaje para limpiarse unas lágrimas inexistentes. Will intercambió una mirada con Mile, que no parecía impresionada.

Lulú: Tendrán que perdonarme -dijo con la voz quebrada-. Ha sido un golpe terrible para mí.

Miley: Sí, claro.

La señorita Lulú advirtió su tono irónico y se puso muy derecha.

Lulú: Estoy tan agotada por los trágicos acontecimientos recientes que necesito echarme un poco.

Unos minutos después, Mile y William estaban de nuevo en la calle.

Miley: ¿Son imaginaciones mías o esa mujer tiene un móvil? -preguntó dándose la vuelta para mirar la casa-.

Will estudió su perfil, suavizado por la luz tenue de la calle, y sintió una opresión en el pecho.

Will: El dinero siempre es un móvil posible. No me extrañaría que la señorita Lulú hubiera convencido a Daniels para hacer esos cambios en sus títulos de propiedad y luego hubiera preparado su muerte. Le diré a Zac que siga esa línea de investigación. Puede hablar con los hijos mayores de Daniels, a ver qué piensan ellos.

Mile asintió y lo miró a los ojos.

Miley: Tal vez Fortune fuera su cómplice y la señorita Lulú se libró de él porque era el único que podía hablar.

Aquella conversación le recordó a Will que, cuando trabajaban juntos, formaban un gran equipo. Parecían leerse el pensamiento, como las dos mitades de un todo. Él nunca había experimentado aquella conexión con nadie más.

Will: Interesante teoría. Pero ¿y Sally Meadows? ¿Por qué matarla a ella?

Miley: Tal vez averiguó lo que pasaba. Quizás oyera a la señorita Lulú y a Fortune hablar de ello.

Will: Ahora lo único que tenemos que hacer es probarlo, querida.

Miley: Tú ve a decirle a Zac que vaya a hablar con los hijos de Daniels. Yo pensaré qué hacemos ahora.

Mile se había puesto al mando, pensó Will mientras la miraba alejarse hacia su coche. No sabía qué sentía él al respecto. En cierto modo, le gustaba más cuando era joven e inexperta y lo necesitaba. Profesionalmente, al menos.


Miley acababa de encender el motor de su coche cuando, al mirar hacia la propiedad de Daniels, vio un movimiento furtivo entre las sombras, junto al edificio más pequeño del fondo. ¡Allí había alguien! Se había dado cuenta antes, pero la llegada de Will la había distraído.

Apagó el motor, pero antes de que pudiera hacerle señas, Will arrancó y se alejó rápidamente. Ella agarró su linterna y salió sigilosamente del coche con intención de ver qué estaba pasando.

¿Y si se habían equivocado respecto a la señorita Lulú? ¿Y si estaba a punto de recibir un amuleto maléfico ¿Y si el asesino se proponía golpear de nuevo?

La verja se abrió con un chirrido y Miley volvió a entrar en el jardín. Al doblar la esquina de la casa oyó un ruido que procedía del cobertizo del fondo. Se mantuvo pegada al lateral de la casa, sacó la pistola y avanzó de puntillas por el jardín. Se paró en la esquina posterior de la casa, miró hacia el cobertizo y agudizó el oído. Nada. Sin embargo, no eran imaginaciones suyas: había visto a alguien. Tenía la boca seca. Empezó a avanzar muy despacio, paso a paso. De pronto se halló frente a la puerta abierta del cobertizo. Agarró la pistola con una mano, encendió la linterna con la otra y alumbró el interior con el áspero resplandor de la luz de magnesio.

Las herramientas de jardinería relumbraron. No había nadie allí dentro, pero un fuerte olor a gasolina la hizo torcer el gesto. Entonces lo oyó. Pasos. Con el corazón acelerado, se dio la vuelta...

¡Demasiado tarde!

Algo duro le golpeó el cráneo. Las manos se le quedaron flojas y el arma y la linterna cayeron al suelo mientras ella se tambaleaba hacia delante. Dos manos la empujaron con fuerza por la espalda. Se tambaleó y cayó de rodillas.

¡Crack!

Esta vez, su cabeza se deshizo en un estallido de resplandores y ella cayó de cara al suelo. Todo se oscureció mientras Miley oía el raspón y el siseo de una cerilla al encenderse...




Se pone interesante la nove, chicas. Así que comentad más, porfis.
¡Un besi!


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Capítulo 2


En Tante Lucy, William empezó su tercera taza de café y miró de nuevo la hora, preguntándose si Mile aparecería después de todo. Miró a su alrededor la vieja casa criolla convertida en restaurante, con sus tres pequeñas habitaciones transformadas en comedores. Era un lugar acogedor y lleno de colorido, con mesas y sillas de segunda mano pintadas con dibujos decorativos. La propia Lucy se encargaba de la cocina, y no había comida criolla ni cajún que pudiera compararse con la suya. La gente de la ciudad guardaba como un secreto la existencia de aquel restaurante que, situado fuera de la zona turística, estaba a menudo lleno hasta reventar.

Ahora, sin embargo, la hora del desayuno ya había pasado, y estaba medio vacío. William miró de nuevo el reloj, pero no bastaba con desear que Mile apareciera. Tal vez se le habían complicado las cosas en la escena del crimen. O quizá hubiera cambiado de idea.

William no podía reprocharle que no quisiera tener nada que ver con él. Cuando dejaron de ser compañeros, una parte importante de él se había derrumbado, y de pronto se había sentido completamente solo. Su madre estaba muerta, con su padre tenía una relación impredecible y en cuanto a sus medio hermanos... Bueno, al menos David era amable. Pero Zac era otra historia. De él no se fiaba ni un pelo.

Con todo, el hecho de que Mile perdiera su fe en él había sido mucho peor que todo aquello. Peor de lo que estaba dispuesto a admitir. Aquella policía idealista y de cara lavada se le había metido bajo la piel como ninguna otra mujer ni antes ni después. Había confiado en ella, tanto en el trabajo como cuando simplemente necesitaba que alguien lo escuchara. Había buscado su respeto, y no se había dado cuenta de lo importante que era para él hasta que era ya demasiado tarde. Y se había sentido tan atraído por ella que no había salido con nadie durante el año que habían sido compañeros. Aunque había pensado muchas veces en decirle lo que sentía por ella, nunca lo había hecho porque era su compañera.

William oyó la musiquilla metálica de las campanillas de encima de la puerta y, al alzar la mirada, la vio acercarse a él y una oleada de amargura y deseo le golpeó las entrañas. Había hecho bien al mantenerse alejado de ella; de otro modo, su traición lo habría destruido por completo.

Ella se detuvo al otro lado de la mesa. William la miró con los párpados entrecerrados para que no pudiera adivinar sus pensamientos.

Will: Al final has podido venir -dijo con indiferencia, como si no sintiera un enorme alivio-.

Miley: Dije que vendría.

Will: Siéntate.

Ella se sentó.

William la miró ansiosamente mientras ella bebía un sorbo de agua y utilizaba la carta para abanicarse. Algunos mechones sueltos se le pegaban al largo cuello, húmedo de sudor. Tenía también la blusa mojada: una mancha de sudor descendía por su centro, pegándole la camisa a la piel y acentuando la redondez de sus pechos. William apartó la mirada y la fijó en su carta, como si no hubiera tenido tiempo suficiente para aprenderse de memoria el maldito menú mientras la esperaba.

Mile le dio la vuelta a su taza, indicando que quería café, y luego tomó su carta.

Miley: Siento llegar tarde -murmuró, y de pronto pareció que se disculpaba por muchas más cosas que un simple retraso-. Gracias por esperar.

Will: ¿Adónde iba a ir? -se recostó en el asiento y la miró directamente-. Sabes que a ti te esperaría eternamente, querida.

Ella alzó una ceja y miró su uniforme.

Miley: ¿Este pequeño descanso no te causará problemas con el teniente Bennigan?

Will: He llamado a comisaría -se limitó a decir-.

A veces había que arriesgarse para que se hiciera justicia, y a él nunca le había dado miedo el riesgo.

Tante Lucy se acercó a su mesa y llenó la taza de Mile de café humeante. Con la piel de ébano, vestida con una túnica de alegres dibujos púrpuras y naranjas y el pelo recogido en intrincadas trenzas con cuencas de color violeta, Lucy era una mujer corpulenta, pero de porte regio. Su cara siempre parecía iluminada por un fino sentido del humor.

Lucy: Hola, chicos, ¿ya sabéis lo que queréis? -preguntó con una sonrisa que los incluía a ambos-.

William le guiñó un ojo.

Will: Tú ya sabes lo que quiero, Lucy, querida.

Riendo, la propietaria del restaurante dejó la cafetera sobre la mesa y sacó su cuaderno.

Lucy: Lo de siempre, ¿eh? Huevos revueltos y un panecillo de maíz. ¿Y tú, cielo?

Mile frunció el ceño y siguió mirando la carta.

Miley: Un gofre con pacana y un sándwich Benedict de beicon. Y una tostada con mermelada de fresa, pasas y queso rayado. Ah, y un zumo de naranja.

Lucy siguió garabateando la comanda y dijo:

Lucy: ¿A cuántos piensas dar de comer?

Miley: A mí sola.

Will: Mile siempre ha tenido muy buen apetito.

Aquella era una de las muchas cosas que recordaba de cuando eran compañeros.

Miley Cyrus era, en efecto, una mujer asombrosa en muchos aspectos, pensó William.

Como si se sintiera obligada a explicarse, ella dijo:

Mile: No he desayunado y es casi la hora de comer. Y no me gusta saltarme las comidas.

Will: A mí me gustan las mujeres con buen apetito.

Ella se sonrojó, se aclaró la garganta y comenzó a juguetear con su cruz de oro.

Miley: Deberíamos ponernos manos a la obra, ¿no crees?

William pensó en devolverle una respuesta lasciva, pero luego se lo pensó mejor. El motivo de su encuentro era serio. Estaba muy interesado en discutir el caso con ella. Además, seguía estando enfadado con su ex-compañera y no debía olvidarlo. Tenía que concentrarse.

Will: ¿Qué tiene Harris contra David? -preguntó, viendo cómo ella le ponía crema a su café-.

Miley: Nada, que yo sepa.

Will: Cualquiera lo diría.

Miley: David era simplemente el sospechoso más evidente.

Will: Me pregunto si no habrá algo más.

Mile se encogió de hombros.

Miley: A mí Harris casi no me cuenta nada, ¿sabes? Pero sé que no le gusta tu padre. Creo que tiene que ver con un ascenso que perdió antes de que tu padre se retirara del cuerpo. Cualquiera pensaría que a estas alturas ya lo habría superado, pero tal vez esté descargando en los hijos el odio que sentía por el padre. De lo único que estoy segura es que pretende conseguir un ascenso con este caso.

Will: A costa de otro poli.

Miley: Eso es lo peor.

Al menos estaban de acuerdo en algo. William no soportaba que un policía pisara la espalda de otro para trepar a la cumbre. Y la espalda que Harris estaba pisando era la de su hermano, por más que él no se llamara Efron.

William preguntó:

Will: ¿Quién crees que es el verdadero asesino?

Ella no dudó.

Miley: Uno de los seguidores de Odette.

Will: ¿Sospechas de alguno?

Miley: Aún no, pero no quedan muchos, ¿no? La lista de sospechosos ha quedado reducida a tres. La señorita Lulú, la desconsolada viuda; Helen Giles, la no tan desconsolada hermana de Sally Meadows; y Lisa Collins, esa solterona arruinada.

Las sospechas de William apuntaban en una dirección bien distinta: hacia la sacerdotisa vudú, más que hacia alguno de sus seguidores.

Will: ¿Y Odette LaFantary?

Miley: No.

Will: Pareces muy segura.

Miley: La conozco, eso es todo. Odette tal vez sea ambiciosa y tal vez abuse un poco del teatro para ganarse la vida, pero eso no la convierte en una asesina.

Will: ¿La conoces personalmente?

Miley: Desde que éramos niñas. Su padre era albañil. Después de que muriera mi padre, él venía de vez en cuando a casa a hacer alguna chapuza, y Odette solía ir con él cuando no estaba en el colegio. Nos caímos bien enseguida.

William sabía que el padre de Mile había sido poli, como el suyo, y que ella se había unido al cuerpo para que él se sintiera orgulloso. Igual que él, suponía. Lo cual era algo más que tenían en común. Ninguno de los dos había obtenido la aprobación que esperaba, pero al menos el padre de ella tenía una excusa: había muerto en acto de servicio cuando ella era aún una niña. William recordó de pronto las cosas que ella le había contado cuando eran compañeros. Removiéndose incómodo en la silla preguntó:

Will: Así que, ¿Odette y tú sois amigas?

Miley: Bueno, no nos vemos con frecuencia, pero suelo ir a su tienda y, naturalmente, sigo considerándola mi amiga.

Will: Entonces tal vez te estés dejando influir. Tal vez deberías tomar un poco de distancia y reconsiderar su implicación en el caso. Puede que no estés viendo lo que no quieres ver.

Mile lo miró un momento con sorpresa y luego dijo secamente:

Miley: Yo no hago esas cosas, Will.

Su respuesta golpeó a William como una bofetada, y comprendió que decía la verdad:

Will: No, claro.

¿Cómo podía haber olvidado que ella jamás pasaba nada por alto, ni siquiera cuando la carrera de un compañero estaba en juego? La integridad lo era todo para Mile.

Por suerte en ese momento les llevaron la comida y William dispuso de algún tiempo para rehacerse. Comieron en silencio un rato. A Mile parecía habérsele quitado el apetito. Apenas probó la comida antes de apartar el plato.

Will: Lucy se va a llevar una desilusión.

Ella ignoró su comentario y dijo:

Miley: En fin, comprendo que no quieras que le carguen el muerto a otro poli, pero ¿qué me dices del hecho de que ese poli sea tu hermano? ¿Desde cuándo os lleváis tan bien David y tú?

Will: No nos llevamos tan bien. Nos mantenemos en terreno neutral. Procuramos ser imparciales, mantener una especie de relación cordial. Si Zac no se metiera siempre de por medio...

Miley: Con él siempre has tenido más problemas.

Will: No, yo no. Es él el que tiene problemas conmigo.

Seguramente porque Zac había pensado que era el primogénito hasta que, a los diecisiete años, su padre les había presentado a su medio hermano, menos de un año mayor que él.

Miley: Ah, ya. El gran William Hemsworth nunca tiene problemas. Es demasiado frío. A él no lo afecta en absoluto que su padre estuviera saliendo con su madre mientras estaba comprometido con otra mujer.

Will: Sí, mi padre era muy macho -dijo con ironía-.

Le había dicho a su padre lo que pensaba de él, y no precisamente con admiración. Pero Mile tenía razón. Él también tenía problemas. Era el primogénito, pero apenas gozaba de reconocimiento. Solo hacía una década que Zac y David sabían de su existencia. Él, en cambio, sabía de la familia legítima de su padre desde que tenía memoria.

Miley: ¿Has intentado hablar con Zac?

Él parpadeó y sus ojos volvieron a enfocar a Mile.

Will: ¿Con Zac? -sacudió la cabeza-. Ya sabes cómo es... O era, hasta el otro día.

Miley: ¿Qué paso el otro día?

Will: Me pidió ayuda para demostrar que David es inocente.

Miley: Eso es un gran paso.

Will: Zac quiere a David y haría cualquier cosa por él. Hasta pedirme ayuda a mí.

Zac hasta había admitido que William era su hermano delante de Vanessa Hudgens, la abogada de David. Que William supiera, era la primera vez que hacía algo así.

Mile extendió un brazo por encima de la mesa.

Miley: Es un principio, Will. Aprovecha la ocasión y sigue adelante.

Will: ¿Por qué iba á hacerlo?

Miley: Porque es lo que siempre has querido -respiró hondo y preguntó-: ¿Qué quieres de mí?

A decir verdad, todo, pensó él, sintiendo que su antigua atracción por Miley crecía. Sentir su mano le hizo desear todas las cosas que nunca había tenido, y ella estaba la primera en la lista.

William apartó la mano, tomó su taza y bebió un sorbo de café para distraerse de sus pensamientos.

Will: Quiero encontrar al verdadero asesino, lo cual significa investigar a los supervivientes del grupo vudú. Quizá debamos hacerle una visita a la señorita Lulú. Zac la vio con Tony Fortune y cree que tal vez eran amantes cuando Smith todavía vivía -dijo, recordando de nuevo que él era fruto de una relación adúltera-. Engañar a tu cónyuge, ser descubierto...

Miley: Buen motivo para un asesinato -concluyó por él-.




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¡Un besi!


sábado, 7 de septiembre de 2013

Capítulo 1


La aurora hundía sus dedos fantasmales entre las sombras de los mausoleos del cementerio de Saint Louis Número 1 y un viento cálido arrastraba el hedor de la muerte.

El agente William Hemsworth, que había oído el aviso a través de su radio, se presentó extraoficialmente poco después de que llegaran el juez y el equipo forense, pero a tiempo aún de ver cómo rodeaban con cinta policial el cuerpo de Tony Fortune, junto al cual había otro de aquellos amuletos vudús. Otro miembro del grupo asesinado. William observó la escena del crimen como si, analizando sus pormenores, pudiera descubrir la identidad del asesino. Fortune yacía con los ojos abiertos entre restos de velas consumidas y ofrendas a los dioses vudús. William no comprendía para qué quería un dios una botella de bourbon y un buen puro. Seguramente los dioses tenían deseos más elevados.

Quizás esta vez los forenses tuvieran suerte y encontraran huellas en la botella, o saliva en el puro. Sí, seguro..., como si el asesino cometiera aquellos descuidos. Sin embargo, todos los criminales cometían errores, y William habría dado casi cualquier cosa por resolver el caso y exculpar a David. Pensando en la imposibilidad de hacerlo, apretó la mandíbula. A un simple agente de policía no le permitían ni acercarse a un caso de homicidio.

No, aquello era competencia de un equipo de detectives dirigido por Tom Harris y Miley Cyrus. William los vio a un lado de la cripta de Daniels. Ese día, Harris llevaba un chaleco bordado debajo de la americana color amarillo canario. Miley parecía tranquila, pero William advirtió enseguida que estaba enfadada. Su cuerpo delgado y ágil estaba tan erguido y tieso que parecía tener una barra de acero en lugar de columna vertebral.

Dejándose llevar por la curiosidad, rodeó la cripta por el otro lado y agudizó el oído.

Miley: Esto demuestra que David Efron no es el asesino -decía en voz baja e impulsivamente-.

William la observó un momento. Mientras discutía con su compañero, su piel tostada por el sol se oscureció levemente y sus ojos azules se ensombrecieron hasta volverse casi negros.

Harris: ¿Cómo lo sabes?

Miley: David está entre rejas -dijo con aspereza-. Y si sus poderes vudús fueran lo bastante fuertes como para sacarlo de la cárcel para matar a Tony Fortune sin que nadie se entere, seguramente a estas alturas ya habría desaparecido, o habría creado un hechizo para confundirnos completamente y evitarse un juicio.

Harris: O puede que su hermano haya hecho un pequeño truco de magia.

William se puso tenso y ya se disponía a salir para enfrentarse con Harris cuando Mile dijo:

Miley: Será mejor que te expliques, Harris.

Harris: No me extrañaría que Zac Efron estuviera amañando pruebas para demostrar que su hermano es inocente.

Miley: ¿Estás diciendo que Zac también es un asesino?

Harris: La sangre tira mucho.

Will: ¿Y tú qué sabes de sangre, Harris? -preguntó saliendo a la luz-. ¿Tienes algo en las venas? -antes de que Harris pudiera contestar, añadió-: Zac no ha amañado ninguna prueba y tú lo sabes.

Harris: No, eso puede dejártelo a ti -replicó agriamente, refiriéndose al pasado de William, y se alejó para dar instrucciones al equipo forense-.

Mile se quedó mirándolo, atónita.

William la observó, admirando como siempre la contradicción que encarnaba Miley Cyrus: una exótica belleza en un envoltorio de papel corriente. Miley llevaba el pelo castaño claro, con mechas rubias, recogido hacia atrás en una trenza francesa, dejando al descubierto su cara redonda. Llevaba sin pintar sus ojos claros y su boca carnosa. Sus esbeltas curvas permanecían ocultas bajo una amplia camisa azul pálido y unos pantalones de pinzas marrones oscuros. Pero nada de eso importaba. William veía a través del disfraz.

Los largos dedos de Miley, de uñas cortas pintadas de color burdeos, jugueteaban con la pesada cruz de oro que colgaba de una cadena alrededor de su fino cuello. La misma cruz que llevaba años antes cuando, poco después de graduarse en la academia de policía, se había convertido en su compañera. Aquel modo de juguetear con la cruz era una señal inequívoca.

Miley estaba nerviosa.

Por culpa suya.

William le lanzó una sonrisa irónica.

Will: Ha pasado mucho tiempo, Mile.

Miley: Nuestros caminos ya no se cruzan a menudo -admitió-. Bueno, al menos hasta este caso.

Se habían encontrado un par de días antes, después de que Zac sufriera un intento de atropello. Él había acudido al aviso, pero los detectives habían aparecido casi de inmediato.

Antes de eso, William había visto a Mile por la comisaría, pero no se habían encontrado cara a cara en un caso desde que a ella la habían ascendido a detective. Antes, en realidad. Desde que ella se había puesto en su contra porque William había querido asegurarse de que un delincuente no entraba en su apartamento antes de que llegara la orden de registro. Una herramienta asombrosa, una ramita: atascaba una cerradura con un mínimo esfuerzo. Pero el traficante de medio pelo se había enterado de lo que William había hecho. Y, cuando le habían preguntado, Miley se había apresurado a declarar lo que le había visto hacer a su compañero.

Miley Cyrus era una agente intachable dentro de un cuerpo de policía en el que había suficiente corrupción como para hacer insalivar a cualquier periodista de investigación. William comprendía qué la había impulsado a decir la verdad, a pesar de que el resultado no le hubiera hecho ninguna gracia. A causa de aquel incidente, no lo habían ascendido a detective. Por culpa de Miley tal vez llevara el mismo uniforme azul el resto de su vida.

No pudo evitar decir:

Will: Parece que te sigue costando ponerte de acuerdo con tus compañeros.

Miley: ¿Qu... qué? -tartamudeó-.

¿Iba Will a sacar a relucir el pasado? Ella dio un paso atrás. William dio dos pasos hacia ella, acercándose tanto que a Miley le pareció notar su aliento en la cara. Sintió una opresión en el pecho y un nudo en el estómago.

Will: No estás de acuerdo con Harris en que David sea el asesino. Claro que tampoco has hablado en su favor. Eso es muy poco propio de ti, querida. ¿O es que ahora te dedicas a la política?

Ella se puso colorada.

Miley: Hasta ahora, las pruebas sugerían que fue David.

A pesar de su sentido ético, Miley no parecía tan dispuesta a acusar a un compañero como en otro tiempo.

Will: Entonces, ¿qué vas a hacer?

Ella tragó saliva.

Miley: Aún no lo sé.

Will: Pues hablemos de ello. De los asesinatos -explicó-.

Miley tomó aliento.

Miley: Es demasiado pronto para tener que vérmelas contigo, Will. Todavía no me he tomado ni el primer café.

Will: Eso se arregla fácilmente.

Ella frunció el ceño.

Miley: No puedo marcharme de la escena del crimen para tomarme un café contigo...

Will: No estoy sugiriendo que lo hagas. Pero aquí acabarás pronto y tienes que desayunar. Podemos vernos en el Tante Lucy. Te acuerdas del sitio, ¿no?

Miley: Sí, me acuerdo.

Ella se acordaba de muchas cosas, sobre todo de cómo solía acelerársele el corazón cuando Will le sonreía así. Igual que se le aceleraba ahora. Recordaba cuánto deseaba pasar los dedos por su pelo rubio y cómo a veces se quedaba sin aliento cuando él la miraba fijamente con los ojos azules entornados, como si estuviera pensando en ella.

Will: ¿Eso es una cita?

Miley: Pensaba que era un desayuno.

Él sonrió y echó a andar hacia atrás.

Will: Entonces, irás.

Ella lo miró fijamente.

Miley: ¿Por qué, Will? ¿Por qué tienes tanto interés?

Quería que lo dijera. Por un momento, pensó que no lo haría. Él apretó la mandíbula y bajó los párpados como si pudiera ocultarle la verdad. Luego la miró fijamente y su parecido con los hermanos Efron se hizo evidente. Todos ellos tenían aquellos preciosos ojos azules.

Will: A pesar de las diferencias familiares, David sigue siendo mi hermano. Y es un buen poli... igual que tú. No permitiré que acabe en el corredor de la muerte por culpa de Harris.

Miley no necesitaba oír nada más. Las palabras salieron de su boca sin que pudiera evitarlo.

Miley: Dame una hora. Nos veremos dentro de una hora.

La sonrisa de William se hizo más amplia, marcando el hoyuelo de su mejilla derecha. Luego se dio la vuelta y se fue.

Miley lo miró mientras se alejaba. Bajó la mirada hacia su trasero prieto y sus muslos duros como el acero, y le dieron ganas de abanicarse. ¿Qué le pasaba? Estaba trabajando en un caso de asesinato y debía mantener la concentración. Dejó escapar un áspero suspiro y se fue en busca de Harris, preguntándose cómo iba a seguir trabajando con él si estaba empeñado en cargarle el muerto a un hombre inocente. A otro poli. La horrorizaba que también estuviera dispuesto a acusar a Zac de asesinato solo para preservar su teoría. Teoría que, al parecer, Will estaba dispuesto a echar por tierra.

Miley había visto a David hablando con Will más de una vez y entendía por qué éste daba la cara por el menor de los Efron. No ocurría lo mismo con el hermano mediano. Teniendo en cuenta los desplantes que Zac le había hecho todos aquellos años, le extrañaba que Will también se mostrara dispuesto a defender a Zac.

Miley sabía que había toda clase de policías. Algunos eran entregados y honestos, como David y Zac; y otros, como Will, eran capaces de cualquier cosa para meter a un auténtico criminal entre rejas. Will a veces trabajaba con prisas, chapuceramente, bordeando el límite de los procedimientos legales, pero nunca se equivocaba de hombre. Y luego estaban los que eran como Harris. Afortunadamente de éstos no había muchos, pero un solo poli dispuesto a pisar a otro para conseguir un ascenso hacía que a Miley se le retorcieran las tripas como ninguna otra cosa.

De modo que no le hacía mucha gracia tener que vérselas otra vez con Will, pero iría al Tante Lucy. Dejaría a un lado la incomodidad que sentía para salvar la vida de un compañero. Solo esperaba que Will hubiera aprendido algo desde la última vez que habían trabajado juntos; que no se le ocurriera volver a saltarse aquel límite traicionero, tal vez arrastrándola con él.

Miley sabía que la esperaban días difíciles si aceptaba colaborar con Will a espaldas de Harris. Ya había arruinado la carrera de Will, además de su amistad. Lástima que aquello no hubiera supuesto el fin de sus sentimientos hacia él.

Los trabajos en la escena del crimen le llevaron más tiempo del que esperaba, pero al fin acabó. Podía alejarse del olor a muerte que, con el bochorno creciente de la mañana, impregnaba el cementerio. El sudor le corría por el centro de la espalda y entre los pechos y, a pesar de que su blusa era ancha, empezaba a pegársele a la piel.

Miley: Tengo que hacer un recado -le dijo a Harris-, así que te dejo en la comisaría y nos vemos allí más tarde -por suerte, ese día conducía ella-.

Harris: Puedo decirle a un agente que me lleve -dijo sacando pecho y quitándose un hilo invisible de la chaqueta de color amarillo-. Vete, si quieres.

El pequeño pavo real se mostraba tan agradable que Miley dijo:

Miley: Estupendo.

Y se dirigió hacia su coche antes de que Harris cambiara de idea.

Estaba claro que el detective quería contarle su rocambolesca teoría a otro. Por lo menos ella podría librarse de él un rato y pensar en qué podía hacer para ayudar a David. Miró su reloj. Hacía casi una hora y media que Will se había ido del cementerio. ¿La habría esperado?

Con una mezcla de nerviosismo y expectación que no quería detenerse a analizar, Miley encendió el motor y puso rumbo al vecindario que lindaba con el Barrio Francés.




Bueno, ya me iréis diciendo que os parece la segunda parte.

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