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viernes, 27 de septiembre de 2013

Capítulo 7


Will: De modo que tenemos un puñado de gente que se enriquece considerablemente con cada muerte -dijo mientras se dirigían al coche. Intentaba concentrarse en el caso y no pensar en la desconfianza que le mostraba Miley-. Eso aparta las sospechas de la hija de la señora Phillipp y las centra de nuevo en el grupo. ¿Quién es lo bastante avaricioso como para querer quedarse con todo?

Miley: Pero ¿y si murieran todos? ¿Y si la hija no está en realidad de viaje de negocios, sino que se está ocultando para vengarse por haber sido desheredada?

Will: Si todos mueren, ¿qué pasará con el dinero? Tal vez la herencia revierta automáticamente en la hija.

Miley: Y, si no es así, siempre podría recurrir a los tribunales y exigir el dinero. Tenemos que encontrarla.

Will: Tienes razón. No podemos descartarla. Necesitamos una fotografía suya.

De camino a la comisaría, compraron algo de comida rápida en un restaurante de carretera. Mientras se comía sus patatas fritas con salsa picante, William llamó al Departamento de Tráfico para ver si la ficha de Doris Alger incluía una fotografía, pero antes de que tuviera oportunidad de volver a guardar el teléfono recibió una llamada de Zac.

Zac: Han intentando matar a Lisa Collins, pero se encuentra bien. Ahora mismo se la llevan al hospital.

Will: ¿Qué ha pasado?

Zac: Iba a salir a hacer unos recados antes de irse a la ceremonia vudú y la agredieron por la espalda. Al parecer, los perros de la vecina, que no paraban de ladrar, la salvaron. Dice que alguien la ha estado siguiendo desde que recibió el amuleto vudú. Quienquiera que sea le dio un buen susto la otra noche, en el cementerio..., la noche que murió Tony Fortune. Dice que el asesino iba tras ella.

Will: ¿Le vio la cara a su atacante?

Zac: No. Pero jura que es una mujer. Dice que olía a un perfume exótico, a bergamota mezclada con jengibre. Dice que reconoció el olor porque huele así cada vez que entra en la tienda de Odette.

William le contó las noticias a Mile, quien pactó en que no tenían tiempo de volver a la comisaría. Tenían que asistir a aquella ceremonia vudú.

Will: Pero primero tenemos que encontrar el sitio. Tal vez Helen pueda sernos de ayuda -sugirió-. Puede llevamos hasta allí sin saberlo.

Mile condujo de vuelta a casa de la anciana y aparcó a media manzana de distancia, donde pudieran verla marchar. William se metió la última patata en la boca mientras Miley le daba un mordisco a su hamburguesa y un largo trago a su refresco.

Miley: Un terreno que heredó Odette... -dijo en voz alta-.

Will: ¿Formará parte de la herencia de Janet Phillipp?

Miley: Yo me estaba preguntando lo mismo. No me gusta pensar que Odette pueda ser culpable de asesinato. La conozco de toda la vida y diría que, aunque sea una sacerdotisa vudú, no es capaz de hacerle daño a nadie.

Will: El vudú no significa automáticamente magia negra.

Miley: Lo sé. Pero ahora Lisa dice que reconoció el olor de Tabú, la tienda de Odette. ¿Quién si no...?

Will: ¿No tiene Odette a alguien trabajando para ella?

Miley: Sí, pero Mandy Gray es nueva. Yo la vi por primera vez hace un par de semanas, cuando me pasé por la tienda para recoger unas sales de baño. ¿Cuál podría ser su móvil?

Will: ¿Estamos seguros de que se llama realmente Mandy Gray?

Miley: ¿Insinúas que podría ser...?

Will: ¿Doris Alger? ¿Por qué no?

Guardaron silencio mientras acababan de comer. William intentaba concentrarse en la posibilidad de que la ayudante de Odette fuera la hija perdida de Janet Phillipp, pero le resultaba difícil teniendo a Mile a su lado. No lograba olvidar la noche que habían pasado juntos.

Así pues, cuando ella dijo que odiaba esperar, él contestó:

Will: Odias muchas cosas.

Miley: ¿Qué quieres decir?

Will: A mí, por ejemplo.

Miley: Yo no te odio, Will. Yo...

Miley guardó silencio. Pero Will no estaba dispuesto a olvidarse del tema.

Will: Odias mi modo de hacer las cosas, entonces.

Miley: Está bien. No siempre estoy de acuerdo con tu modo de hacer las cosas.

Will: Dime qué he hecho en este caso que estuviera fuera de lugar.

Ella lo miró a los ojos.

Miley: Mentir a la gente.

Will: Todos los polis utilizan la astucia para obtener información, Mile -dijo acercándose un poco más a ella-. Ni tú puedes negarlo.

William notó que la respiración de Miley se agitaba. Tal vez su cercanía la afectaba. Bien.

Sin embargo, ella dijo:

Miley: Tú te pasas de la raya.

Will: No, qué va, ya no. Cuando pasó aquello y te perdí, querida, reconsideré mi modo de hacer las cosas. Lo que pasa es que tú ya no estabas y no lo has notado.

Cuando ella abrió la boca como si se dispusiera a protestar, William aprovechó la ocasión para besarla suavemente en los labios. Ella se quedó rígida, pero no se apartó. Animado, él lo intentó de nuevo. Suspirando esta vez, como si no pudiera resistirse, Miley se inclinó hacia él. William la besó apasionadamente, intentando transmitirle cuanto sentía por ella. El beso fue lento y húmedo, y tan erótico que William tuvo una erección.

Pero antes de que pudiera hacer nada, Miley lo apartó. Se miraron el uno al otro un momento antes de que William se retirara hacia su lado del coche. Miley se había rendido un momento, pero parecía haber interpuesto de nuevo entre ellos una especie de escudo.

Will: ¿Cuál es el problema, Mile? ¿Por qué no te fías de mí?

Ella apartó la mirada de él y se puso tensa.

Miley: Helen está saliendo de la casa -encendió el motor-.

Y así acabó la conversación que ella obviamente intentaba evitar.


Aficionados al vudú de toda Nueva Orleáns se reunían para celebrar el solsticio de verano. La noche de san Juan era desde siempre la fecha más importante de los practicantes del vudú para celebrar sus fiestas y lanzar hechizos. A pesar de que no era creyente, Miley no podía evitar sentirse afectada por la atmósfera cargada de presagios a medida que caía la noche sobre las ciénagas y la luna decreciente se alzaba para presidir el espectáculo.

De pie bajo un sauce cubierto de musgo, al borde de un claro, Miley y Will observaban los movimientos de los celebrantes. Había docenas de ellos y seguían llegando otros. Algunos, vestidos con ropa de calle, echaban leña a la hoguera que se alzaba junto a la orilla del río. Otros, vestidos con ropa ligera y máscaras, tocaban los tambores o daban palmas rítmicamente para los danzantes. Varios hombres con taparrabos y algunas mujeres con mantos blancos y turbantes del mismo color se agachaban y giraban alrededor de las llamas mientras bebían de una botella que iban pasándose.

Contemplando la celebración desde una silla semejante a un trono, colocada sobre un cajón, Odette iba envuelta en lo que parecían pañuelos blancos y llevaba al cuello una boa constrictor. Acariciaba a la serpiente como si fuera una mascota a la que le tuviera cariño.

Miley: Nunca había estado en una de estas ceremonias -dijo con un leve escalofrío-.

Will no dijo nada.

Miley tenía los nervios crispados por lo que había ocurrido en el coche y estaba segura de que él retomaría aquella conversación en cuanto tuviera ocasión. Ella observó la multitud buscando caras conocidas. Encontró a los de siempre: Helen, Lisa y la señorita Lulú vestidas con ropa de calle; pero de Mandy, la ayudante de Odette, no había ni rastro. Quizá fuera una de las que iban enmascaradas y no se la reconocía.

Los danzantes se apartaron de la hoguera para rodear a Odette mientras seguían pasándose la botella. La bebida parecía estar afectándolos, y sus movimientos y gestos eran cada vez más salvajes.

Miley: Me pregunto qué estarán bebiendo -murmuró mientras el resto de los celebrantes se movía hacia Odette-.

Will: Según la tradición, tendría que ser tafia, un aguardiente de caña -dijo acercándose tanto a ella que Miley se estremeció-. Pero puede que sea simplemente ron.

La música se hizo más alta y más rápida y de los danzantes pareció apoderarse un frenesí.

Miley sintió que sus nervios se crispaban un poco más. ¿Por qué no se fiaba de Will? Él merecía una respuesta y ella sabía que insistiría hasta que se la diera. Tal vez porque su estilo de investigar era más tramposo que el de ella y temía que a ella la tratara del mismo modo.

Will: Tal vez deberíamos separarnos, buscar algo sospechoso -sugirió y Miley sintió que su tensión se disipaba en parte-.

Miley: Yo buscaré a Mandy Gray -asintió-.

Will se acercó a la gente que rodeaba la hoguera mientras ella se dirigía sigilosamente hacia los danzantes. La luz de la luna proyectaba sobre la piel de éstos, mojada por el sudor y la humedad, una capa brillante. De pronto, una mujer pareció poseída por un espíritu. Su cuerpo se convulsionó y tembló, y empezó a girar en círculos cada vez más aprisa. Otro danzante se unió a ella y luego otro. Otros, hombres y mujeres, se quitaron la ropa y se lanzaron desnudos hacia el río, donde, a pesar de la presencia de caimanes, comenzaron a agitarse y a chillar y a salpicarse con el agua fresca del Mississippi.

Un grito agudo hizo girarse a Miley. Justo detrás de ella, una mujer se convulsionaba en el suelo. Tenía los ojos vueltos del revés. Al parecer, estaba siendo poseída por los Loa. Miley sintió que se le erizaba la piel. Tal vez hubiera más de cierto en el vudú de lo que siempre había creído.

Miley retrocedió, apartándose de lo que no comprendía... y cayó entre unos brazos que la esperaban. Un manto de tela la envolvió, y un paño con un dulce olor pegajoso le cubrió la boca y la nariz antes de que pudiera defenderse. Abrió la boca, pero no podía respirar.

Sus sentidos parecieron debilitarse, y el sonido y la energía que la rodeaban se disiparon hasta convertirse en un murmullo lejano.


¿Para qué estaban peinando la zona?, se preguntaba William. Allí no había nada abiertamente sospechoso.

La infructuosa búsqueda pronto empezó a causarle frustración. Necesitaban la maldita fotografía. Cada vez estaba más convencido de que la hija de Janet Phillipp era la persona a la que buscaban.

Intentó encontrar a Mile, pero parecía que se la había tragado la tierra. Había rodeado dos veces la zona cuando Odette se levantó de su trono y alzó la boa con ambas manos. Los celebrantes se arremolinaron alrededor de Will, lo dejaron atrás y observaron ansiosamente a su sacerdotisa, como esperando una señal. Y, al igual que zombis obedientes a su ama, aquellos que estaban chapoteando en el río salieron del agua.

Odette: Esta noche nos hemos reunido aquí para ahuyentar el mal de entre nosotros -entonó con voz potente-. ¡Fuera el mal!

**: ¡Fuera el mal! -repitieron los congregados-.

*: ¿Agente Hemsworth?

Will se volvió y vio a Lisa Collins. Esta se abrió paso entre el gentío, pero cuando casi estaba a su lado alguien la empujó, haciéndolos chocar. Se sujetaron el uno al otro un momento, intentando recuperar el equilibrio entre la multitud entusiasmada. Luego, William ayudó a Lisa a ponerse derecha.

Will: ¿No es peligroso que esté aquí? Tengo entendido que la han atacado.

La voz de Odette se hacía cada vez más poderosa.

Odette: Hay un asesino entre nosotros, un asesino que quiere ver muertos a los verdaderos creyentes. Debemos protegernos.

**: Protegernos... protegernos... protegernos...

Lisa les dio la espalda a los otros y agarró a William del brazo.

Lisa: Esta es una ceremonia de venganza. Después de lo que me ocurrió, tenía que venir. Pero eso no importa ahora. La detective Cyrus...

Will: ¿Qué pasa con ella?

La voz de Odette retumbaba en la noche.

Odette: Tenemos que parar esos asesinatos. ¡Hay que hacer justicia!

Distraída, Lisa miró a los demás celebrantes mientras éstos repetían:

**: Justicia... justicia...

Luego señaló por encima del hombro de William y dijo:

Lisa: He visto a alguien llevarse a rastras a la detective Cyrus por ahí.

William sintió un nudo en el estómago y miró hacia una parte de la orilla en la que los caimanes se habían reunido, molestos por el ruido. Mientras miraba, uno de ellos se tiró al agua.

Will: ¿Quién se la llevó? -le preguntó a Lisa-.

Lisa: Llevaba una capa y una máscara.

Will echó a correr.

La voz de Odette resonaba tras él, empujada por la brisa.

Odette: Convoco a los Loa a guiarme, a darme su poder, a dejarme usar la fuerza reunida de esta congregación para acabar con el mal esta noche.

Entonces empezaron los cánticos: docenas de voces masculinas y femeninas se alzaron juntas entonando un extraño texto francés que William ni siquiera intentó descifrar. Vio una figura oscura a la orilla del río, casi escondida entre los altos hierbajos. ¿Mile?

Mientras corría hacia ella, vio que yacía boca abajo, con las piernas medio metidas en el agua y las manos atadas a la espalda. Un caimán se deslizaba por el agua hacia ella. Los caimanes eran rápidos, pero las balas lo eran más. William echó mano a la espalda para sacar la pistola, pero la funda estaba vacía.

Will: ¡Qué demonios...!

El caimán estaba casi encima de Mile. William agarró la rama caída de un árbol y golpeó al caimán en el morro. El animal, que era joven, se apartó lo suficiente para que William pudiera apartar a la mujer que amaba de la orilla.

Will: ¡Mile! ¡Mile! ¡Despierta! -gritó por encima de la cacofonía de los cánticos-.

Le desató las manos y la zarandeó suavemente.

Ella abrió los ojos y escupió agua mientras gemía:

Miley: Will...

Iba a ponerse bien.

Will: Espera, deja que te ayude a sentarte.

No era tan fácil como parecía. Miley intentaba luchar para recuperar la conciencia. Tal vez la hubieran drogado. William se las ingenió para incorporarla y ella le rodeó el cuello con los brazos, estremeciéndose contra su pecho.

Miley: Me has encontrado -murmuró-. Pensaba que estaba perdida.

Will: No permitiría que me dejaras -dijo apasionadamente, pero en ese momento oyó un ruido a su espalda-.

**: Vaya, vaya, qué bonito.

Sin dejar de abrazar a la mujer que amaba, William se volvió para mirar cara a cara a la asesina que momentos antes se había tropezado a propósito con él.

Lisa Collins les estaba apuntando con su pistola.




Pues ya está. Ya tenemos a la culpable. La que también casi mata a Ness en la primera parte.

¡Solo un capi, chicas!
Gracias por el coment y por las visitas.

¡Un besi!


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