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sábado, 14 de septiembre de 2013

Capítulo 3


Miley paró el coche y aparcó junto a la acera delante de la mansión de la señorita Lulú en el distrito de Garden, donde debía encontrarse con Will, como habían acordado esa mañana. Llegaba directamente de comisaría, donde había tenido que aguantar a Harris más de lo que podía soportar. Solo esperaba que Will no le hiciera pasar también un mal rato.

Cuando cerraran aquel caso, estaba decidida a solicitar un cambio de compañero, siempre y cuando a Harris no lo ascendieran por arruinarle la vida a David y quizá también a Zac. Pero no, seguramente Will y ella conseguirían exculpar a David.

El sol ya se había puesto y las sombras que se proyectaban sobre la fachada de la casa volvían malva la pintura color lavanda de las paredes. La propiedad estaba rodeada por una intrincada verja de hierro forjado, parecida a la barandilla del balcón del segundo piso. Miley salió del coche y miró a su alrededor. La parte lateral de la parcela había sido transformada en uno de los floridos jardines que daban nombre a aquel barrio y un edificio más pequeño pero de diseño y color similar se alzaba en la parte de atrás del frondoso jardín.

Mientras el perfume de las gardenias la envolvía, creyó notar que algo se movía, y se preguntó si sería simple coincidencia o si alguien la estaría observando. Observó la oscuridad. Nada. Luego un coche dobló la esquina y se detuvo, desviando su atención. El vehículo aparcó junto a la acera y de él salió Will.

Miley observó su ropa de calle mientras se acercaba a ella. Aquellas prendas parecían hechas expresamente para su cuerpo: pantalones gris pálido y una camiseta de seda más oscura que realzaba la musculatura de los hombros y los brazos de Will e insinuaba sus abdominales. Irritada consigo misma por fijarse en aquellas cosas, dijo:

Miley: Te has cambiado de ropa. ¿Lo has hecho para que la señorita Lulú crea que eres detective?

La expresión franca de William pareció cerrarse.

Will: Yo nunca finjo ser lo que no soy. Pensé que me vendría bien darme una ducha y cambiarme. No estoy de servicio, puedo ponerme lo que quiera.

William pasó a su lado y abrió la puerta de la verja, adornada con la D de Daniels. Al hacerla, rozó el brazo de Miley. Ella sintió un estremecimiento y se sonrojó. Intentando disimular, echó a andar por el camino. Consciente de que Will iba detrás de ella, muy cerca, respiró hondo y procuró calmarse antes de subir los dos escalones del porche y llamar al timbre.

Una joven doncella les abrió la puerta.

Doncella: Lo siento, pero la señorita Lulú no recibe visitas esta noche.

Will: Con nosotros querrá hablar -le aseguró con voz baja y dulce-.

Miley procuró ignorar la emoción que bullía en su interior y le mostró su placa a la doncella.

Miley: Tenemos que hablar con la señora Daniels acerca de los asesinatos.

La joven inclinó la cabeza, abrió mucho los ojos y los dejó pasar. Se apartó a un lado del espacioso vestíbulo de dos pisos, coronado por una elaborada araña de cristal, y descolgó un teléfono que al parecer servía como intercomunicador. A pesar de que hablaba en voz baja, Miley oyó las palabras «policía» y «asesinato». La joven colgó y dijo:

Doncella: La señorita Lulú bajará enseguida.

Y desapareció por el pasillo.

Will esperó hasta que se perdió de vista para decir suavemente:

Will: ¿Por qué crees que se estará haciendo la reclusa?

Miley: Es posible que la muerte de Fortune la haya afectado más que la de su marido.

Antes de que pudieran seguir adelante con sus especulaciones, oyeron el sonido de unos zapatos de tacón de aguja en la escalera. Miley alzó la mirada y vio aparecer a la señorita Lulú. La no tan desconsolada viuda vestía una sencilla túnica negra. Se había recogido su pelo rojo hacia atrás, dejando la cara despejada, y llevaba un pañuelo con borde de encaje en la mano enjoyada. Mientras bajaba las escaleras, miró a Miley y luego a Will, y de pronto sus ojos brillaron como los diamantes de sus anillos y su brazalete.

Lulú: Vaya, alguien nuevo. ¿Han relevado al detective Harris del caso?

Miley: No, en absoluto. Sencillamente, quería hablar con usted a solas. Éste es el agente William Hemsworth, que ha tenido la amabilidad de acompañarme.

La señorita Lulú ladeó la cabeza y batió sus pestañas falsas mirando a Will.

Lulú: Agente Hemsworth, es un placer conocerlo -dijo acercándose a él y dándole el brazo-. Vamos al salón. ¿Quieren beber algo?

Will: No, gracias.

Miley no dijo nada, pues al parecer el ofrecimiento de la señorita Lulú no la incluía a ella.

Una vez se pusieron cómodos, con la señorita Lulú arrellanada en una silla frente a Will y a ella, Miley dijo:

Miley: Sabe lo de Tony Fortune, ¿verdad?

La señorita Lulú trató de ocultar su semblante apoyando la cara en la mano en la que sostenía el pañuelo, pero aquel gesto era un claro síntoma de nerviosismo.

Lulú: Sí, he oído que el pobre Tony se ha convertido en la última víctima del asesino del vudú -se mordió el labio y sus ojos se humedecieron un poco. Se los limpió-. Tony era muy amigo de Smith y mío. Estoy rodeada por la tragedia -dijo con el mentón tembloroso-.

«Buena actuación», pensó Miley mientras preguntaba:

Miley: Entonces sabrá usted si tenía enemigos.

Lulú: ¿Enemigos? ¿Quién? ¿Tony?

Miley: Sí. Gente que quisiera verlo muerto.

Lulú: ¿Cree usted que yo sé quién podía tenérsela jurada a Tony? -pareció sorprendida-. No, desde luego que no. Yo no sé quién mató a Tony, ni sé quién mató a mi marido. Ni a la pobre Sally. No sé nada sobre esos horribles asesinatos, excepto que... Odette prometió celebrar una ceremonia para encontrar al responsable antes de que hubiera más muertes.

William miró a Mile. A pesar de que ésta alzó las cejas, William supuso que no iba a hacer preguntas relativas a su amiga. Pero Miley lo sorprendió.

Miley: ¿De veras cree que Odette LaFantary es tan poderosa?

Lulú: Por supuesto que sí.

Miley: Pues es una pena que aún no haya descubierto al verdadero asesino.

Lulú: Yo... no creo que el vudú funcione de esa manera.

Miley: ¿Y cómo funciona? ¿Puede matar?

La señorita Lulú se puso colorada y perdió su expresión inocente y ligeramente desconcertada. Will comprendió que ya estaba harta. Pero, antes de que pudiera pedirles que se marcharan, él extendió el brazo, la tomó de la mano y sonrió.

Will: Estos asesinatos han sido terribles para todos los implicados, pero especialmente para un espíritu delicado como el suyo. Me alegra ver que su difunto marido se aseguró de que quedara usted en buena posición -indicó lo que los rodeaba-. Debe de ser una gran tranquilidad para usted.

Ella sonrió tristemente y murmuró:

Lulú: Sí, lo es, por suerte.

William miró las fotografías que había en la habitación. En algunas aparecían la señorita Lulú y Daniels juntos; en otras, separadas de éstas, se veía a varios jóvenes. Imaginando que aquellos jóvenes no tenían nada que ver con la señorita Lulú, William preguntó:

Will: ¿Qué me dice de los hijos del primer matrimonio de su marido? Espero que sus hijastros no intenten arrebatarle su preciosa casa.

Lulú: No podrían hacerlo. Mi querido Smith se aseguró el año pasado de que todo estuviera a nombre de los dos, por si algo le ocurría...

Como si recordara que debía mostrarse más afectada, pues, en efecto, a su marido le había ocurrido algo, la señorita Lulú parpadeó rápidamente y usó el pañuelo de encaje para limpiarse unas lágrimas inexistentes. Will intercambió una mirada con Mile, que no parecía impresionada.

Lulú: Tendrán que perdonarme -dijo con la voz quebrada-. Ha sido un golpe terrible para mí.

Miley: Sí, claro.

La señorita Lulú advirtió su tono irónico y se puso muy derecha.

Lulú: Estoy tan agotada por los trágicos acontecimientos recientes que necesito echarme un poco.

Unos minutos después, Mile y William estaban de nuevo en la calle.

Miley: ¿Son imaginaciones mías o esa mujer tiene un móvil? -preguntó dándose la vuelta para mirar la casa-.

Will estudió su perfil, suavizado por la luz tenue de la calle, y sintió una opresión en el pecho.

Will: El dinero siempre es un móvil posible. No me extrañaría que la señorita Lulú hubiera convencido a Daniels para hacer esos cambios en sus títulos de propiedad y luego hubiera preparado su muerte. Le diré a Zac que siga esa línea de investigación. Puede hablar con los hijos mayores de Daniels, a ver qué piensan ellos.

Mile asintió y lo miró a los ojos.

Miley: Tal vez Fortune fuera su cómplice y la señorita Lulú se libró de él porque era el único que podía hablar.

Aquella conversación le recordó a Will que, cuando trabajaban juntos, formaban un gran equipo. Parecían leerse el pensamiento, como las dos mitades de un todo. Él nunca había experimentado aquella conexión con nadie más.

Will: Interesante teoría. Pero ¿y Sally Meadows? ¿Por qué matarla a ella?

Miley: Tal vez averiguó lo que pasaba. Quizás oyera a la señorita Lulú y a Fortune hablar de ello.

Will: Ahora lo único que tenemos que hacer es probarlo, querida.

Miley: Tú ve a decirle a Zac que vaya a hablar con los hijos de Daniels. Yo pensaré qué hacemos ahora.

Mile se había puesto al mando, pensó Will mientras la miraba alejarse hacia su coche. No sabía qué sentía él al respecto. En cierto modo, le gustaba más cuando era joven e inexperta y lo necesitaba. Profesionalmente, al menos.


Miley acababa de encender el motor de su coche cuando, al mirar hacia la propiedad de Daniels, vio un movimiento furtivo entre las sombras, junto al edificio más pequeño del fondo. ¡Allí había alguien! Se había dado cuenta antes, pero la llegada de Will la había distraído.

Apagó el motor, pero antes de que pudiera hacerle señas, Will arrancó y se alejó rápidamente. Ella agarró su linterna y salió sigilosamente del coche con intención de ver qué estaba pasando.

¿Y si se habían equivocado respecto a la señorita Lulú? ¿Y si estaba a punto de recibir un amuleto maléfico ¿Y si el asesino se proponía golpear de nuevo?

La verja se abrió con un chirrido y Miley volvió a entrar en el jardín. Al doblar la esquina de la casa oyó un ruido que procedía del cobertizo del fondo. Se mantuvo pegada al lateral de la casa, sacó la pistola y avanzó de puntillas por el jardín. Se paró en la esquina posterior de la casa, miró hacia el cobertizo y agudizó el oído. Nada. Sin embargo, no eran imaginaciones suyas: había visto a alguien. Tenía la boca seca. Empezó a avanzar muy despacio, paso a paso. De pronto se halló frente a la puerta abierta del cobertizo. Agarró la pistola con una mano, encendió la linterna con la otra y alumbró el interior con el áspero resplandor de la luz de magnesio.

Las herramientas de jardinería relumbraron. No había nadie allí dentro, pero un fuerte olor a gasolina la hizo torcer el gesto. Entonces lo oyó. Pasos. Con el corazón acelerado, se dio la vuelta...

¡Demasiado tarde!

Algo duro le golpeó el cráneo. Las manos se le quedaron flojas y el arma y la linterna cayeron al suelo mientras ella se tambaleaba hacia delante. Dos manos la empujaron con fuerza por la espalda. Se tambaleó y cayó de rodillas.

¡Crack!

Esta vez, su cabeza se deshizo en un estallido de resplandores y ella cayó de cara al suelo. Todo se oscureció mientras Miley oía el raspón y el siseo de una cerilla al encenderse...




Se pone interesante la nove, chicas. Así que comentad más, porfis.
¡Un besi!


1 comentarios:

Unknown dijo...

UUUUUUUUH.. DIOS MIO!
QUE HA PASADOOO??


EXELENTE CAPI!!



SUBE PRONTO.

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