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lunes, 29 de junio de 2020

Capítulo 20


Nevó, y cayó una nieve preciosa y esponjada. A mediodía Vanessa ya tenía despejados el aparcamiento y los caminos de acceso, y la novia estaba echada arriba, disfrutando del masaje de piedras calientes que sus amigas le habían regalado para el día de su boda.

La entrada y la escalera resplandecían gracias al trabajo realizado por Ashley y su equipo. Unos cirios inmensos agrupados de tres en tres flanqueaban la amplia entrada al salón principal, con multitud de flores en ricas tonalidades a sus pies, de blanco marfil.

Al anochecer, parpadearon y se encendieron miles de luces en el exterior de la casa y en el bosquecillo de pinos diminutos, alineado en macetas plateadas a lo largo del sendero. Las velas iluminaban las ventanas, de las que colgaban guirnaldas de flores rematadas en largas cintas blancas.

Esta casa, pensó Vanessa mientras daba una vuelta para comprobar todos y cada uno de los detalles, era una celebración que brillaría y centellearía durante toda la noche.

Ashley se había superado y, con el factor añadido de la nieve, los invitados pasearían por ese país de las maravillas invernal y entrarían por el porche ornamentado con guirnaldas donde unas poinsettias blanco nupcial se arracimaban en unos elegantes árboles flanqueando la escalera.

Vanessa fue poniendo en práctica el programa matinal como un general avezado que se preparara para la campaña más importante de su carrera militar, recorriendo en zapatillas de deporte estancia por estancia, piso por piso, alabando, levantando la moral y dando órdenes.

Drew: Cuando empiece la fiesta estarás agotada -la detuvo en plena marcha poniéndole las manos en los hombros-. Tómate un respiro. Pensé que Mónica, la chica de la tienda de vestidos de novia, te sustituía hoy.

Ness: Llegará con Susan dentro de media hora. ¿Cuál es la situación de Liam?

Drew: Firme y en su puesto, capitana.

Ness: Hablo en serio, Drew. ¿Necesita algo? Si habéis estado despiertos hasta la madrugada bebiendo y jugando al póquer...

Drew: A las doce y media ya lo habíamos metido en la cama, como nos ordenaste. Los demás nos quedamos hasta las tantas bebiendo y jugando al póquer.

Vanessa entrecerró los ojos y se fijó en que su hermano tenía la mirada despierta y descansada.

Ness: Ve a comprobar qué tal está. No quiero que se acerque por aquí hasta las tres y media.

Drew: Su padrino lo tiene controlado. Bob es peor que tú con las listas y los horarios. Irá al estudio y recogerá al novio a las tres y cuarto.

Ness: Entonces ven a ayudarnos. El equipo de Ashley está trabajando en el solárium con la segunda unidad, que está montando la cena.

Drew: Chris está a las órdenes de Ashley.

Ness: ¿Chris está aquí? ¿Y Zac?

Drew: Acompañando a Liam. Hemos pensado que alguien debía hacerle compañía, por si se le ocurre salir corriendo.

Ness: Muy gracioso, pero está bien que alguien acompañe a Liam. Ahora iba a acercarme para comprobar qué tal estaba, pero si Zac está con él, iré a ver a Miley. Ve a decirle a Brittany que tiene una hora y veinte minutos, y que luego se presente en la suite de la novia.

Drew: Si la pillo en plena faena se abalanzará sobre mí con el cortador de la pasta en la mano.

Ness: Quien no arriesga no gana.


Zachary estaba tumbado en una butaca con una Coca-Cola y una bolsa de patatas fritas y seguía una carrera de motocross que daban por la cadena de televisión ESPN.

Liam andaba arriba y abajo.

Se habían acostumbrado a ese ritmo. Liam andaba arriba y abajo, se sentaba, miraba la televisión fijamente y comprobaba la hora. Luego se levantaba y volvía a andar arriba y abajo.

Zac: ¿Te lo estás replanteando, profesor? Tengo órdenes de atarte con una cuerda si intentas salir corriendo.

Liam: ¿Qué? No. Ja, ja. No. ¿De verdad solo es la una y media? A lo mejor me he quedado sin batería -frunció el ceño al mirar el reloj y dio unos golpecitos a la esfera-. ¿Qué hora tienes?

Zachary le mostró la muñeca desnuda.

Zac: Hora de relajarte. ¿Te apetece un trago?

Liam: No, no, no. Quizá. No. Es que... siento como si hubiera entrado en otra dimensión donde cinco minutos equivalen a una hora y media. Deberíamos haber elegido casarnos por la tarde. Si hubiéramos elegido casarnos por la tarde, ahora ya estaríamos en el altar.

Zac: ¿Tienes prisa?

Liam: Creo que sí -fijó la mirada sin ver nada-. Hay días en que no entiendo lo que ha pasado, y otros en que siento como si esto fuera lo más natural del mundo. Estoy... es... somos...

Zac: Habla ya.

Liam: Cuando descubres que amas completamente a alguien y esta persona te ama a ti... aun con tus debilidades y tus defectos, todo empieza a encajar. Y si puedes hablar con ella, y ella te escucha, si te hace reír, y te hace pensar, te hace querer, te hace ver quién eres en realidad, y esa persona que eres es mejor, mucho mejor cuando está con ella, estarías loco si no quisieras pasar el resto de tu vida a su lado -se interrumpió y esbozó una sonrisa tímida-. Estoy desvariando.

Zac: No -al notar que esas palabras le habían revuelto por dentro, sacudió la cabeza-. Me alegro por ti, Liam. Eres un cabrón con suerte.

Liam: Hoy soy el cabrón con más suerte del planeta.

Zachary apagó la televisión.

Zac: Ve a buscar las cartas. Jugaremos a la canasta, a ver si se traduce esa suerte.

Liam: Vale -volvió a mirarse el reloj-. ¿De verdad solo es la una treinta y cinco?


Miley entró en la suite de la novia, se detuvo y, alegre, dio unos pasos de baile.

Miley: Mira, mira, es mía. Hoy es mía. Champán, frutas deliciosas, flores y velas. Oh, Ash, las flores.

Ash: Para nuestras novias lo mejor. Esto es Votos, a fin de cuentas.

Britt: Primero el champán -se acercó a ella para servirle una copa-.

Ness: A mí ponme media copa. Todavía me quedan unas cosas por…

Miley: Vanessa, no -la agarró de las manos-. A partir de ahora y hasta el último baile, eres mi amiga, una de mis maravillosas, hermosas y súper necesarias damas de honor. Mónica se encargará de lo demás. Te necesito conmigo... y la novia es quien manda en Votos.

Ness: De acuerdo. Lléname la copa, Brittany.

Miley: Karen, quizá podrías hacer una toma general de...

Ness: Ni hablar -movió un dedo en señal de advertencia-. Si voy a ser una de tus DDH, tú serás estrictamente la novia, no la fotógrafa.

Karen: Te tenemos cubierta, Miley -le guiñó el ojo y cambió la lente-.

Miley: Ya lo sé, lo siento -respiró hondo y tomó la copa de champán-. Vale. Por el «día de boda». Esta vez de verdad. -Tras el primer sorbo, levantó la mano-. Y otra cosa, porque si no, igual me olvido luego. Ashley, gracias por hacer que todo sea tan bonito, y Brittany, gracias por el pastel, absolutamente espectacular. Y Ness, por todos los detalles, pequeños y grandes, muchas gracias. Pero sobre todo, gracias por ser mías.

Britt: Vale, basta ya. Bebe -parpadeó-. Hoy, de llorar ni hablar.

Ash: Un poquito sí. Todavía no nos han maquillado.

Ashley pasó su brazo por la cintura de Miley y Vanessa repartió unos pañuelos.

En ese momento la puerta se abrió y apareció la señora Grady sonriendo.

Grady: Han llegado los de la peluquería y el maquillaje.

Ness: Vale, fuera lágrimas. Pongámonos a trabajar.

Siempre le había gustado esta parte, a pesar de que solo entraba y salía cuando se la necesitaba.

Ahora, en cambio, estaba sentada y atendida por la peluquera, con una copa de champán en la mano y contemplando cómo trabajaba la maquilladora con Miley.

Una nueva perspectiva, pensó disfrutando de la entrada apresurada de la madre de Liam para ponerse a charlar y a reír o a llorar un poco, satisfecha de la eficacia con que Mónica o Susan iban comprobando todos los pasos. Se propuso permanecer sentada cuando Mónica informó de que el novio y su cortejo estaban en la casa, convencida de que todo saldría conforme al plan trazado.

Y así fue.

Siguiendo el programa, Ashley, Brittany y Vanessa se pusieron sus vestidos de ceremonia. Miley había acertado con los colores, con los tonos, pensó. El calabaza intenso daba luz a la piel de Brittany, mientras que el rojizo hacía resaltar la belleza de Ashley. Y el dorado viejo le favorecía a ella, decidió.

Las tres juntas parecían unas radiantes flores otoñales.

Britt: Estamos de bandera.

Miley: Chicas, estáis asombrosas. -Vestida solo con el corsé y el liguero, hizo un gesto con el dedo para que sus amigas se dieran la vuelta-. Oh, sí, asombrosas. Y, oh, señora G., mírese...

Grady: No está mal para un vejestorio como yo.

La señora Grady giró sobre sí misma luciendo un vestido azul medianoche.

Ness: Tu turno.

Miley: Ay, ay, ay...

La ayudaron a ponerse el vestido de boda, a alisar y esponjar la capa de organza que lo recubría, a abrochar la coqueta espalda con su cola de volantes. Vanessa observó la transformación de Miley mientras esta seguía delante del espejo de cuerpo entero.

Miley: Soy una novia -murmuró con los ojos nublados por el asombro-. Y estoy preciosa.

Grady: Toma -se acercó a ella para ponerle en la mano los pendientes de diamantes que Liam le había regalado-. La pequeña Miley... la rubit flacucha que no tiene culo... la novia más bonita de todas las que han estado en esta habitación.

Miley: Señora G.... -bajó la cabeza y apoyó la frente en la del ama de llaves-. ¿Me ayuda con la cinta del pelo?

Coronar a la novia, pensó Vanessa, era el privilegio reservado a las madres. Y resultaba conmovedor ver a la señora Grady poner la flamante cinta en el reluciente pelo de Miley.

Grady: Te queda bien. Tenías razón, Ashley, le queda bien. -Dando un paso atrás, se enjugó unas lágrimas-. Estás perfecta.

Ness: Todavía no -abrió un cajón del pequeño escritorio y sacó un estuche-. Sé que contabas con llevar otra cosa prestada, pero me gustaría que aceptaras esto a cambio.

Abrió el estuche y sacó un delicado collar de diamantes, de tres finas y llamativas vueltas.

Miley: Vanessa -apenas logró articular la palabra-. Es el collar de tu madre.

Ness: Mi padre se lo regaló por su aniversario. Sé que a ellos les habría gustado que lo llevaras hoy, y para mí será como si estuvieran presentes. En parte. Te querían.

Miley: Oh, Dios mío...

Ness: De llorar, ni hablar.

Miley: Pues... lo estás haciendo imposible. Me encantará llevarlo. Me encantará... -La voz se le quebró, y sacudió la cabeza-. No puedo decir nada más, porque si no, no podré. . .

Ness: Toma -le puso el collar de vueltas y se lo abrochó-. Es perfecto.

Miley levantó la mano y tocó el collar.

Miley: Me gusta que hoy estén conmigo, con todas nosotras.

Mónica entró.

Mónica: Oh, Miley, estás espectacular. Liam va a necesitar oxígeno cuando te vea. Aunque a lo mejor tú también. Está guapísimo. Quería decirte, Karen, que deberías empezar con las fotos oficiales. ¿Puedo hacer algo por todas vosotras, por alguna de vosotras?

Miley: ¿Ha llegado mi madre?

Mónica: Todavía no.

Miley: Igual es mejor así. Bien, Karen, soy toda tuya.

Karen: Quiero hacerte unas cuantas aquí dentro, otras en la terraza y luego unas con el ramo antes de que nos pongamos con tus damas.

Ash: Las flores estarán aquí cuando estés lista.

Ness: Voy a ver qué tal andan los chicos -dijo a Brittany-. Y no te metas conmigo.

Britt: Me asombra que hayas aguantado tanto. Anda, ve.

Vanessa se escabulló de la habitación, se recogió las faldas y salió disparada hacia la suite del novio. Llamó a la puerta con los nudillos y la abrió.

Ness: Alarma. Fémina a la vista.

Drew: Todo despejado -anunció en voz alta-.

Vanessa entró.

Ness: Monica tenía razón. Liam, estás guapísimo. -Y adorable cuando se le pusieron rojas las puntas de las orejas-. Todos estáis estupendos. Solo quería... -Cuando Chris fue al espejo a arreglarse la corbata, vio a Zac, con tejanos y una camiseta, bebiendo una cerveza-. No sabía que estabas aquí. ¿Pasando el rato con los chicos?

Zac: ¿Qué? Ah... oh, sí.

Tenía los ojos un poco vidriosos, pensó, pero cuando iba a sugerirle que aflojara con la cerveza, vio que él la dejaba.

Ness: Karen ha empezado con las fotos oficiales de la novia, o sea que estará lista para sacar las vuestras dentro de unos quince minutos. Liam, necesitarás a tu padre. Enviaré a tu madre cuando sea el momento. Oh, y...

Drew: Fuera -se la llevó a la puerta-. Hoy eres una DDH, no una organizadora de bodas.

Ness: Llevo escuchando eso todo el día. Supongo que os veré cuando sea la hora. Zac, espero que hayas traído un traje.

Zac: ¿Crees que soy imbécil? Me queda mucho tiempo.

Chris: Le meteremos prisa -dijo a Vanessa-. Estás muy guapa, Vanessa. Guapísima.

Vanessa se rió, y se volvió como si estuviera desfilando por una alfombra roja.

Ness: Eso es verdad.

Bob: Y no te preocupes. -Bob, padrino y compañero de Liam, le mostró su miniportátil-. Lo controlo todo desde aquí y he memorizado los votos por si necesita que le haga de apuntador.

Ness: Eres un cielo, Bob.

Vanessa esperó a quedar fuera del alcance de sus oídos para estallar en carcajadas.

Ash: Justo a tiempo.

Ness: No ha pasado tanto tiempo como para...

Ash: El ramo. Quería que todas estuvierais aquí. Miley -lo sacó de la caja-. El toque final.

Miley: Oh, Ashley, oh, uau... lo vi mientras lo hacías, pero... es que... uau.

Miley cogió la cascada de rosas y lirios, colores intensos, colores atrevidos a los que unas cuentas de cristal y unas perlas diminutas añadían un sutil centelleo. El ramo en cascada le caía desde la cintura hasta la rodilla.

Miley: Es... -se quedó mirando fijamente la composición y luego levantó los ojos y miró a Ashley-. La mariposa azul. Hay una mariposa azul en el ramo.

Ash: Para que te dé suerte y amor.

Britt: No nos dijiste que ibas a hacer eso -se acercó para fijarse-. Ashley, eres una tonta sentimental. Es magnífico.

Ash: Liam también lleva una... una pequeñita, en la flor de ojal.

Britt: Yo también te diré que he puesto una en el pastel... como en el juego de buscando a Wally.

Miley: Brittany -dijo riendo entre lágrimas-. Eres una tonta sentimental.

Ash: Y si sumas la mariposa que Vanessa ha puesto en la liga azul de Miley, ya somos tres.

Ashley sacó los otros ramos de la caja.

Miley: Justo cuando pensaba que el día de hoy no podría ser más perfecto...

Miley se calló cuando la puerta se abrió de golpe y su madre hizo una entrada teatral con un vestido corto de un rojo matador.

Linda: Vaya, estáis todas... tan dulces... Unos colores muy interesantes. He dejado a Ari abajo. Quería subir un momento y...

Su sonrisa irónica se desdibujó cuando sus ojos buscaron y encontraron a Miley. Vanessa tuvo el inmenso placer de ver la estupefacción y el asombró en su rostro.

Eso es, zorra egoísta e interesada. Está espectacular. Y nada de lo que puedas decir o hacer va a estropear ni un solo momento del día.

Linda: Miley, estás preciosa. Lo digo de verdad. ¡Oh, mi niña va a casarse! -levantó las manos al aire y atravesó corriendo la suite para abrazar a Miley-. Nunca pensé que llegaría este día.

Por encima de la cabeza de Linda, Miley alzó los ojos al cielo y sonrió.

No, nada va a estropear ni un solo momento del día, pensó Vanessa, y sonrió a su vez.


Zachary caminaba arriba y abajo frente a la suite de la novia.

¿Cómo había sucedido? En fin, no lo sabía, pero había sucedido y... así estaban las cosas. En cualquier caso, se aseguraría de que así siguieran. Si es que Vanessa salía de una vez de esa condenada habitación.

Si llevara reloj, ahora estaría dando golpecitos a la esfera para ver si la batería funcionaba.

¿Por qué diablos tardaban tanto? ¿Qué estaba ocurriendo exactamente detrás de esa maldita puerta?

Al final se abrió y salieron las mujeres, todo color, fragancia y brillos. Se apartó de en medio, listo para intervenir en el momento en que viera a Vanessa.

Cuando la vio, como era de esperar, estaba junto a la mujer que ese día dirigía el acto.

Zac: Eh.

Vanessa se volvió, inclinó la cabeza sorprendida, se concedió un minuto para volver a comprobar lo que seguramente ya había comprobado cinco veces con su sustituía y se acercó a él con un vestido fino y vaporoso del color de la luz de las velas.

Ness: ¿Por qué no estás abajo? Tendrías que estar sentado. Vamos a...

Zac: Necesito hablar contigo un momento. Un par de minutos.

Ness: Zac, la boda. Ahora no puedo... Ay, Dios mío... ¿hay algún problema? Sabía que tendría que haber bajado a comprobar que...

Zac: No hay ningún problema. Todo va bien. Ya veo que esto es la boda del siglo. Lo mío puede esperar. Seguro, no te preocupes.

Ness: Ve abajo -se acercó a él y le besó en la mejilla-.

Y se volvió cuando Miley apareció en el umbral de la puerta.

Miley: Bien, ya estoy lista. ¿Zachary? ¿Por qué no estás abajo?

Zac: Ahora mismo voy. Pero deja que diga uau, un uau en mayúsculas. Buen trabajo. Liam se va a atragantar de la impresión.

La sonrisa de Miley refulgió con mayor luminosidad que sus diamantes.

Miley: Voy a casarme.

Zac: Eso me han dicho. Te veo luego, señora Hemsworth.

Miley: Señora Hemsworth. ¡Qué bien suena, tío! -Con sus refulgentes zapatos de boda y tacón alto, dio unos pasos de baile-. Vamos, Vanessa.

Vanessa dedicó a Zachary una última sonrisa y precedió a la novia por el pasillo.

Ness: Recuerda, la cabeza alta, sonríe. Tómate tu tiempo, es tu momento. Bajaremos en orden alfabético, como hemos decidido, después de la sobrina y el sobrino de Liam.

Miley: ¿Verdad que están monos?

Ness: Mucho. Cuando suene la música de tu entrada, recuerda que tienes que esperar, contar hasta cinco para que todos se levanten y te contemplen. Y entonces...

Miley: Vanessa, no te preocupes. Mi padre está al pie de la escalera, y me acompañará por el pasillo central -sus ojos estaban serenos, además de secos, aunque resplandecientes por la alegría-. Seguramente nunca me contarás lo que tuviste que hacer para conseguir que mi padre viniera, pero me parece bien. Ha venido, y para mí es más importante de lo que creía... o estaba dispuesta a admitir. Pero como dijiste ayer, lo más importante de todo es que Liam está abajo. Me tiemblan las rodillas, pero no son los nervios, es la excitación, es... jo, esto es la repera. No olvidaré mis frases.

En lo alto de la escalera, Ashley, Brittany y Vanessa le arreglaron la cola, entregaron a Miley el ramo y, por unos instantes, se quedaron como cuando eran niñas, sonriendo y mirando la mariposa azul.

Ness: La MDNO entra acompañada -murmuró-.

Britt: ¿Llevas un auricular en el oído?

Ness: No, pero lo sé. Liam y Bob están delante de la chimenea, y la MDNO y el PDNO ocupan sus asientos. Ahora Linda entra acompañada. Sé que te encuentras bien, Miley, pero ahora haz unas cuantas respiraciones de yoga. La MDNA entra acompañada -dijo refiriéndose a la señora Grady, y Miley le apretó la mano-. Y la música cambia, entra el niño de los anillos, y luego la niña de las flores, adorables los dos -echó un vistazo para ver cómo empezaban a bajar los escalones a la señal de Mónica-. Adorables, de verdad.

Miley: Karen está haciendo fotos, ¿verdad?

Ness: Chiton. Cállate ya. Vale. Ashley.

Miley: Allá vamos.

Ness: Cinco, cuatro, tres, dos. Y Brittany.

Miley: Allá voy.

Vanessa volvió a estrechar por última vez la mano de Miley.

Ness: Hoy es el día de tu boda -dijo, y bajó la escalera-.

Dejó de preocuparse cuando vio la sala llena de invitados, de flores, de velas y la luz del fuego. Cuando vio a Liam, parecía el hombre más feliz del mundo. Miró a Zachary y se quedó atónita ante la intensa mirada de sus ojos, y entonces ocupó su lugar, al lado de sus amigas.

La música ha cambiado, pensó, y todos se pusieron en pie.

Ahí estaba Miley, radiante del brazo de su padre, avanzando como si flotara. Y los diamantes de la madre de Vanessa atrapando la luz, chispeando.

Miley besó a su padre en la mejilla. Liam tendía ya las manos para recibirla. Miley dio un paso hacia él y las tomó.

Miley: Hola, cariñito. -Tiró de él y lo besó con glotonería-. No he podido resistirme -dijo en voz alta para que todos la oyeran-.

Y se casaron al son de las carcajadas.


No había manera de estar con ella a solas, al menos como él quería. Tuvieron que hacerse las fotos, y luego vino la cena y había gente por todas partes. Todos querían hablar con todos.

Kay: ¿Qué te pasa? -Su madre le dio una patada por debajo de la mesa-. No paras de moverte.

Zac: No me pasa nada. Solo quiero quitarme este traje agobiante.

Kay: Cena -le ordenó, pero por suerte se volvió para hablar con el padre de Ashley y dejó de atormentarlo-.

Intentó acercarse a Vanessa al terminar la cena, pero se lleva¬ron a todo el cortejo nupcial en una dirección y a los invitados en otra.

En el salón de baile Miley y Liam salieron a la pista. Observándolos se dio cuenta de que el momento oportuno había pasado para él. Hacía rato. Ese día estaba dedicado a ellos, el resto podía esperar.

Fue a buscar una cerveza y se obligó a relajarse.

Chris: Una fiesta cojonuda, ¿eh? -se dejó caer en una butaca que había a su lado-.

Zac: Estas mujeres lo hacen bien, y por lo que se ve se superan cuando se trata de una de ellas. -Brindó con Chris-. Tú eres el próximo, chaval.

Chris: Me muero de ganas.

Zachary ladeó la cabeza y estudió la expresión de Chris.

Zac: ¿Lo dices en serio?

Chris: Más en serio cada día. ¿Quién iba a decirlo? ¿La fiesta? Será la hostia, pero de lo que me muero de ganas es de pasar el resto de mi vida con ella. Ashley es... Ashley. No necesita nada más. Ahora iré a buscarla para bailar. Tendrías que agenciarte a Vanessa.

Zac: Sí, eso tendría que hacer.

Se quedó sentado un momento, luego se levantó y empezó a sortear mesas y personas. La música, con su ritmo caliente, atraía a los invitados a la pista de baile.

Se detuvo para observar la escena y Drew se puso a su lado.

Drew: Voy a buscar un poco de champán para mi futura novia. ¿Te has fijado en Bob? Es un salvaje en la pista.

Zac: Es imposible no fijarse.

Drew: Es un día fantástico -puso la mano en el hombro de Zac y ambos sonrieron a Bob-. Ya sé que estaban viviendo juntos, Miley y Liam, pero esto cambia las cosas.

Zac: ¿Qué cambia?

Drew: Las vuelve más sólidas, más reales, más importantes. He estado en innumerables bodas, pero no comprendí eso hasta lo de Brittany, hasta que quise convertir nuestra relación en algo más sólido y real, algo importante. En fin, si estás buscando a Vanessa, anda por allí.

Zac: Gracias.

Que le den al momento oportuno, decidió, y salió a encontrarse con Vanessa.

La distinguió, a ella y a Brittany. Estaban bailando juntas. Cuando cambió la música se acercaron a él cogidas del brazo.

Zac: ¿Por qué las mujeres pueden bailar juntas y cuando bailan los hombres parecen estúpidos?

Britt: No parecéis estúpidos, solo creéis que lo parecéis.

Zac: Drew ha ido a por tu...

Y Zachary hizo como si bebiera.

Britt: Iré a buscarlo, se le hará más corta la espera. ¿Te apetece? -preguntó a Vanessa-.

Ness: Sí, gracias.

Cuando estuvieron a solas, por decirlo de algún modo, Zachary la cogió por el brazo.

Zac: Escucha, ¿podemos salir un momento? Quiero...

Linda: Vanessa -con una copa de champán en la mano, se deslizó hacia ellos-. Has organizado un acto precioso. Debes de haber trabajado día y noche, semana tras semana para conseguirlo. No me extraña que se te vea tan cansada.

Ness: ¿Ah, sí? -exclamó con gélida dulzura-. Deben de ser las luces del salón. Precisamente estaba pensando que este tono de rojo, con esta luz, te sienta mal, muy mal. Zac, conoces a la madre de Miley, ¿verdad?

Zac: Sí. ¿Qué tal va?

Linda se echó hacia atrás la exuberante melena rubia y clavó en él sus ojos azul celeste con lujuria.

Linda: Muy bien, gracias. ¿Nos conocemos? Créeme que nunca olvido a un hombre guapo. -Le dio la mano y acercó su cuerpo a él-. ¿Cuándo nos conocimos?

Zac: Cuando me propusiste una mamada a cambio de mi trabajo.

A su lado, Vanessa ahogó unas risas. Linda se echó hacia atrás y lanzó una mirada asesina a Vanessa.

Linda: Tendrías que pensar mejor a quién invitas a tu casa.

Ness: Eso ya lo he hecho. Hoy tienes entrada libre. Disfrútalo. Vamos a bailar, Zac. Me hace mucha ilusión bailar contigo en la boda de mi amiga -se lo llevó a la pista, y dejó caer la cabeza sobre su hombro partiéndose de risa-. Oh. Oh. Te voy a recompensar muy bien en cuanto pueda. Ha sido... -levantó la cabeza, le cogió por las mejillas y lo besó hasta que a Zachary empezó a darle vueltas la cabeza-.

Zac: Vámonos.

Zachary la arrastró para alejarla de la música.

Ness: Pero quiero...

Zac: Cinco minutos, maldita sea.

Había gente en cada maldito rincón, observó Zachary. La sacó del salón de baile y la obligó a bajar la escalera ignorando sus protestas. Valoró la situación, se encaminó hacia las dependencias de Vanessa y, de un tirón, la hizo entrar en el gimnasio.

Nadie entraría ahí durante la boda.

Ness: ¿De qué va todo esto, si puede saberse?

Zac: Escúchame.

Ness: Te estoy escuchando.

Zachary respiró hondo.

Zac: Sí, tú me escuchas, y por eso termino diciéndote cosas que nunca había dicho a nadie, que nunca había tenido la intención de decir a nadie. Entras muy adentro, eso es lo que haces, entras muy adentro, ves lo que hay ahí y te parece bien.

Ness: ¿Por qué no tendría que parecerme bien? Zac, ¿has bebido mucho?

Zac: Probablemente no lo bastante. Nunca había llegado hasta aquí con nadie. Creía que no sabría hacerlo lo bastante bien y... en fin, joder, para mí es importante hacer bien las cosas -se volvió y caminó unos pasos intentando recuperar el aliento y el equilibrio-. Pasé mis primeros diez años yendo de un sitio a otro y estuvo bien, así estaban las cosas. Los diez siguientes los pasé en guerra con el mundo viviendo en el infierno. Luego intenté mejorar, a mi manera -se pasó la mano por el pelo-. Mejoré, y luego me jodieron de verdad. El destino, la mala suerte, lo que sea. Aproveché una segunda oportunidad, y cambié varias cosas. Y mientras duró todo eso, solo una persona siguió a mi lado.

Ness: Tu madre es una mujer increíble.

Zac: Tienes toda la razón. Tengo un buen negocio. Sé llevarlo, sé organizarlo, me gusta dedicarme a lo que me dedico. No, me encanta.

Ness: Por eso eres bueno en tu trabajo. Ojalá te decidas a contarme qué es lo que hay de malo en todo esto.

Zac: No he dicho que haya nada malo. Es que... -se quedó inmóvil, mirándola-. No tenías que ser tú, eso seguro.

Ness: ¿De qué estás hablando?

Zac: Me dijiste que me querías.

Ness: O sea, que sí me oíste.

Vanessa se volvió y fue al minifrigorífico en busca de agua.

Zac: Claro que te oí. A mi oído no le pasa nada.

Ness: Elegiste ignorarme.

Zac: No. Me cogiste por sorpresa, Vanessa, me dejaste fuera de combate. Nunca imaginé que sentirías por mí lo que yo siento por ti.

Vanessa bajó el botellín y su mirada se posó en la de él.

Ness: ¿Qué sientes por mí?

Zac: Es como si... ¿cómo diablos lo dijo Liam? Él conoce las palabras.

Ness: No quiero las palabras de Liam. No estoy enamorada de Liam.

Zac: Siento como si tú fueras la razón por la que estuve yendo de un sitio a otro, viviendo en el infierno. La razón por la que no morí, por la que estoy aquí. Siento como... -Se le quebró la voz y maldijo al quedarse sin aliento mientras ella seguía frente a él, hermosa, perfecta y resplandeciente-. Escucha, tendré que usar las palabras de Liam. Es como... Cuando amas a alguien y ese alguien te ama a ti, aunque estés jodido, todo encaja. Todo ha encajado, Vanessa. Eso es.

Vanessa dejó el botellín encima de una banca para levantar pesas.

Ness: Siempre imaginé que cuando a mí me llegara el momento, sería muy diferente.

La irritación se plasmó en el rostro de Zachary.

Zac: Ya ves, no hay poesía ni luz de luna. Y además llevo puesto un maldito traje.

Vanessa estalló en carcajadas.

Ness: Estoy tan contenta de que me haya llegado el momento exactamente así, contigo, aquí y ahora...

Vanessa se acercó a él.

Zac: No he terminado.

Ella se detuvo.

Ness: Ah, lo siento.

Zac: Bien. Tenemos que hacerlo.

Vanessa puso unos ojos como platos.

Ness: ¿Perdón?

Todos sus músculos se relajaron. Le encantó cómo había pronunciado esa palabra.

Zac: Oye, Piernas, a ver si dejas de pensar en el sexo. Me refiero a que tenemos que...

Zachary trazó un círculo en el aire señalando al techo.

Ness: Me temo que no sé descifrar tu ingenioso código.

Zac: Tenemos que casarnos.

Ness: Tenemos que... -dio un paso atrás y fue a sentarse junto al botellín que había dejado encima de la banqueta-. Ya. Ah…

Zac: Mira, si me conoces y aun así me quieres, ya sabrás que no voy a arrodillarme y a recitarte algo que un tío que la palmó escribió hace doscientos años. Maldita sea -se acercó a ella y la puso en pie-. Seguramente lo haré mejor que él. Ahora ya sé cómo funcionas. Sé que no solo cuentan los detalles, sino lo que hacen esos detalles. Lo que está pasando ahí arriba... es una fiesta magnífica, pero lo que cuenta es lo que viene después. Y tú quieres lo que viene después.

Ness: Tienes razón -dijo con voz queda-. Así funciono yo. Pero no solo se trata de lo que yo quiera.

Zac: Si buscas el lote completo, aquello de hasta que la muerte os separe, piensa en mí. Nadie te querrá jamás, te apoyará jamás y entenderá mejor que yo cómo funcionas. Nadie, Vanessa.

Vanessa notó que las manos estaban a punto de empezarle a temblar, las puso sobre las mejillas de Zachary durante unos instantes y le miró a los ojos.

Ness: Dime qué es lo que quieres.

Zachary la cogió por la muñeca y entrelazó los dedos con ella.

Zac: Quiero pasar la vida contigo y ahora estoy copiando a Chris y a Drew... más o menos. Quiero empezar una nueva vida porque se trata de ti, Vanessa. Eres tú, tú lo eres todo. Quiero que lo nuestro sea sólido. Quiero, y ahora esto es de mi cosecha, hacerte promesas y mantenerlas. Te amo y prometo amarte durante toda mi vida -soltó el aire-. ¿Qué dices a eso?

Ness: ¿Qué digo a eso? Digo que sí. -Mareada de felicidad, Vanessa rió a carcajadas y le apretó las manos-. Sí, Zac, tenemos que hacerlo -exclamó lanzándole los brazos al cuello-. Oh, eres perfecto. No sé por qué, pero eres perfecto.

Zac: Creía que Liam era hoy el hombre con más suerte del mundo. Pero acaba de bajar al segundo puesto. -La apartó un poco, la besó en los labios y, recreándose en el beso, se balanceó con ella-. No he traído un anillo ni nada parecido.

Ness: Vale más que consigas uno muy deprisa.

Zac: Hecho -la tomó de las manos, se las llevó a los labios y los ojos de Vanessa brillaron cuando empezó a cubrirlas de besos-. Te debo un baile.

Ness: Sí, es cierto y tengo muchas ganas de bailar contigo. Hay que volver. Es la noche de Miley.

Zac: A los demás se lo contaremos mañana, para no empañar el brillo de esta noche.

Sí, pensó Vanessa, Zachary sabía cómo funcionaba ella. Volvió a acercar su cara y besó al hombre que amaba. El hombre con el que se casaría.

Ness: Mañana me parece perfecto.

Con él de la mano, se incorporó de nuevo a la música, las flores y el destello de las luces. Esta noche, pensó, es la noche de Miley. Y el comienzo de su propio felices para siempre.


sábado, 27 de junio de 2020

Capítulo 19


Prefirió pensar que las cosas se habían calmado. No recordaba haber cometido jamás un tropiezo parecido, y todavía menos dos seguidos, con una mujer.

Aunque Vanessa era una fuera de serie en todos los aspectos.

Zachary comprendió que un par de pifias monumentales exigían un esfuerzo en forma de regalo, un símbolo, algo que oliera bien o brillara. Incluso a la chica que lo tenía todo o podía comprárselo todo sin problemas le gustarían los regalos tipo «he sido un idiota».

Pensó en regalarle flores, pero su casa ya estaba llena de ellas. Aunque las flores probablemente ocupaban el último puesto de la escala de valoración de idiotas.

Dio vueltas a la idea de comprarle una joya, pero le pareció excesivo.

Y entonces se acordó de su debilidad.

¡Qué diablos! Como su madre no paraba de pincharlo para que se comprara un traje nuevo, tenía que ir de compras de todos modos.

Zachary odiaba ir de compras, le parecía que era una especie de penitencia. Peor aún, tenía que soltar dinero para comprarse unas prendas que le hacían sentirse como si fuera un paquete de regalo. Todo eso implicaba demasiado tiempo y tomar decisiones molestas o desconcertantes, con el agravante de terminar con dolor de cabeza.

Sin embargo, cuando hubo terminado, tenía el traje y un regalo bien envuelto en su correspondiente caja y se prometió que nunca más, ni en esta vida ni en otra, volvería a pasar por esa experiencia.

Le envió dos mensajes con el móvil, pese a que nunca lo hacía, los odiaba. Tenía los dedos demasiado grandes para las teclas y eso hacía que se sintiera torpe y estúpido. De todos modos, imaginó que su estrategia de distanciamiento durante unos días tenía que incluir un contacto mínimo.

El lunes calculó que ya se había alejado lo suficiente y la llamó. Le salió el contestador, otra tecnología que odiaba, aun cuando incluyera su fantástica voz.

Zac: Eh, Piernas. Quería saber si te apetecería salir a dar una vuelta esta noche. Podríamos ir a comer una pizza. Tengo ganas de verte -añadió sin pensarlo demasiado-. Dime algo.

Se echó sobre la camilla para mecánico, se deslizó por debajo del cacharro que un cliente le había pedido que recompusiera y empezó a desmontar el silenciador del tubo de escape, que no funcionaba.

Estaba a punto de colocar el nuevo cuando su teléfono sonó. Se golpeó en los nudillos, soltó un taco al ver que el rasponazo sangraba y logró sacar el móvil del bolsillo.

Soltó otro taco cuando se dio cuenta de que era un mensaje de texto.

Me apetece mucho, pero esta noche no puedo salir. Estamos a tope hasta el día de Acción de Gracias. Me encantará verte ese día, y a tu madre también. PB.


Miley: ¿PB? ¡Menuda idiotez!

Britt: ¿Lo has despachado con un mensaje de texto? Qué fría... -se incorporó-. Eso es darse aires.

Ness: No lo he despachado. Teníamos programada una reunión general.

Que, pensó, había terminado hacía un momento con muy buenos resultados. Por eso podía estar ahora relajándose y tomando una copa de vino con sus amigas.

Ash: Por lo que nos has contado, Zac intentaba capear una situación complicada. -La compasión asomó a sus grandes ojos castaños-. Hay gente que necesita refugiarse en sí misma para eso.

Ness: Sí, es verdad. Por eso le he dado el tiempo y el espacio que me ha pedido.

Miley: Y solo porque él lo dé por terminado no quiere decir que el asunto esté terminado. Por otro lado, estás cabreada.

Ness: En realidad, no. O solo un poco -rectificó-. Prefiero que él, o quien sea, explote y grite, aunque yo esté a tiro, a que calle y se encierre en sí mismo. Lo que ocurre es que Zac no quiere aceptar mi apoyo sincero, mi comprensión. Y eso me cabrea. Un poco.

Miley: Bien, te diré lo que pienso -respiró hondo-. Mi madre nunca me puso las manos encima, o sea que no puedo culparla de ese tipo de maltrato. Pero me manipuló, me despreció y me abofeteó emocionalmente -dedicó a Ashley una sonrisa de agradecimiento cuando su amiga le rozó la pierna con afecto-. Os tenía a las tres para hablar, pero aun así a veces me derrumbaba... o me encerraba en mí misma. Y a veces también, aun teniéndoos a todas, a la señora Grady, a Liam a mi lado, necesito encerrarme en mí misma, o al menos estoy acostumbrada a ello, y es lo que hago.

Ash: Ojalá no fuera así.

Miley: Ya sé lo que pensáis, y como lo sé, me siento un poco culpable cuando le doy tantas vueltas. Entiendo bastante bien a lo que se enfrenta Zac. Mi padre no murió, pero me abandonó, y desde entonces nunca ha estado allí cuando yo quería o lo necesitaba de verdad. Y a mí me abandonaron y me dejaron con alguien que, con mucha menos violencia que el cabrón de Artie, hizo que me sintiera inferior -tomó un sorbo de agua para aclararse la garganta-. Y a veces, aun cuando parece que ya lo he superado, vuelvo a sentir toda esta mierda y miro a Ash, con esa familia increíble; a Brittany, capaz de decir «que os den» y decirlo de verdad; a Vanessa, tan equilibrada... y siento que no podéis entenderlo. ¿Cómo diablos vais a entender una cosa así? Y eso te pone a la defensiva y se suma a la culpabilidad y al ir dándole vueltas al tema. Por eso a veces no quiero hablar de esta mierda porque... porque, bueno, soy yo quien tiene que tragársela.

Britt: Piquito de oro -sentenció brindando por ella-. De todos modos, nosotras conocemos varias maneras de hacerte hablar.

Miley: Sí, y después siempre me siento mejor. No solo sabéis las teclas que hay que tocar para que me abra, sino que además termino abriéndome y sé que aceptaréis mis problemas porque me queréis.

Britt: Yo no -dijo sonriendo-. Solo me das pena porque soy un pozo inagotable de compasión.

Miley asintió.

Miley: La madre Teresa era una zorra desalmada comparada contigo.

Ness: Le he dicho que le quiero -murmuró-.

Brittany, como activada por un resorte, se volvió para mirarla.

Britt: ¿Qué? Buena manera de desviar la atención. ¿Cuándo?

Ness: Cuando estaba cabreadísima. Cuando me dijo que yo no entendía nada y que eso no tenía nada que ver conmigo. Le dije que era un imbécil y que sí tenía que ver conmigo, porque le quería. Luego volví a entrar en casa para seguir trabajando en la boda, que es lo que debería estar haciendo ahora mismo.

Ash: ¿Qué dijo él? -preguntó con la mano en el corazón-. ¿Qué hizo?

Ness: Ni dijo ni hizo nada. Estaba demasiado ocupado mirándome fijamente, como si acabara de recibir una patada en los huevos. Eso habría sido lo mejor.

Ash: ¿El viernes? Se lo dijiste el viernes -hizo aspavientos-. ¿Hemos estado trabajando juntas todo el fin de semana y no nos lo has dicho hasta ahora?

Miley: No nos lo ha dicho porque cada cual se traga su propia mierda.

Vanessa desvió la mirada hacia Miley.

Ness: Si tenemos que seguir con este latiguillo, sí, supongo que es verdad. Necesito pensarlo un poco. Porque absolutamente nada está yendo como pensaba, como siempre había pensado. Yo tengo que enamorarme de un hombre sensato y brillante a la vez, con un gran sentido del humor y aficionado al arte. Ya sé que has puesto los ojos en blanco, Brittany, o sea que corta el rollo.

Britt: Ha sido por el gran sentido del humor.

Ness: Como quieras. Este era el plan a largo plazo que me había ido trazando con sumo cuidado a lo largo de toda una década.

Miley: ¿De verdad?

Ness: Cállate, Miley. -Pero sonrió tímidamente-. Este hombre, sensato y brillante a la vez, y yo saldríamos tranquilamente durante unos meses, para ir conociéndonos, gustándonos, y luego haríamos un viajecito romántico... destino optativo. Podría ser una suite maravillosa de un hotel de Nueva York, una casita en la playa o un hotel rural en el campo. Cenaríamos a la luz de las velas o quizá haríamos un picnic. Y después, el sexo sería fantástico.

Britt: ¿Eso incluiría también follar en el lavadero?

Ness: Tú cállate también o no oirás el resto del plan.

Adoptando un aire de mortificación, Brittany imitó el gesto de coserse los labios.

Ness: Bien. -Satisfecha, se quitó los zapatos y puso los pies encima de la mesa-. Seríamos amantes y viajaríamos cuando nuestras obligaciones nos lo permitieran. Discutiríamos de vez en cuando, claro, pero siempre lo hablaríamos... de una manera razonable, racional -miró de repente a Ashley-. Estás callada, pero puedo oír que estás pensando «¡Qué aburrido!». De todos modos, esta parte te gustará. Él me diría que me quiere. Me cogería de las manos, me miraría a los ojos y me lo diría. Y un día, volveríamos a esa suite maravillosa, o a esta casita, o a ese hotel rural, y cenando a la luz de las velas, me diría otra vez que me quiere, que soy todo lo que siempre ha querido. Y me pediría que nos casáramos. Yo le diría que sí, y así es como se haría realidad el felices para siempre.

Britt: Más le vale llevar en el bolsillo un anillo de diamantes enormes. Mínimo cinco quilates.

Miley: Típico -comentó ahogando una carcajada-.

Ash: A mí me parece muy bonito -terció fulminando a Brittany con una mirada-.

Ness: Es muy bonito, y puede que sea ridículo, pero es mi plan -decidida, se dio unos golpecitos en el corazón-. Soy capaz de ajustar mis planes según las circunstancias y las necesidades.

Miley: Nadie mejor que tú para eso.

Ness: Pero lo que está pasando con Zac se sale absolutamente del guión. Ni siquiera se le parece, y aun así, estoy enamorada de él. Además, ahora ya se lo he dicho, y con eso he roto otra página más del guión.

Britt: Ya sé que sabes, y que todas sabemos, que el amor no se ajusta a ningún guión. Si fuera así, ahora estaría besuqueándome con un artista cachondo llamado Luc en nuestro estudio de París en lugar de casarme con tu hermano, un abogado cachondo llamado Andrew.

Ness: Claro que lo sé, pero eso no significa que la idea me entusiasme.

Miley: No solo le estás dando a Zac tiempo y un poco de espacio. Tú también te lo estás dando.

Ness: Lo necesito, porque hay algo en el guión que no puede cambiarse ni reescribirse. La persona de quien te enamores tiene que corresponderte, si no las cosas terminan por torcerse.

Ash: Si ese hombre no te quiere es un imbécil.

Ness: Gracias, Ash.

Ash: Lo digo en serio. Eres perfecta... en el buen sentido de la palabra, no en el sentido qué repelente es esa tía.

Britt: A veces es repelente -sonrió a Vanessa-. Pero de todos modos la queremos.

Comprendiendo, Vanessa levantó la copa en honor de sus amigas.

Ness: Yo también os quiero, repelentes mías.

Drew: Mis mujeres favoritas -entró en la habitación, examinó a las chicas y sacudió la cabeza-. Si esta es una de vuestras charlas solo para chicas, ya podéis ir terminando. He convencido a la señora G. para que nos prepare sus chuletas de cordero al romero, y acaba de avisarme de que faltan dos minutos. Chris y Liam vienen de camino.

Miley: ¿Comemos aquí? -brincó de su asiento y levantó el puño al aire-. ¡Uau! Tenemos el mejor montaje de todos los montajes.

Britt: Iré a echarle una mano -se levantó y miró a Drew, que arqueó las cejas y asintió-. Vamos, Ash.

Las chicas se fueron y Drew, sentándose en el borde de la mesita de centro, impidió la salida a su hermana.

Drew: Dime, ¿qué pasa entre Zac y tú? ¿Tengo que atizarle? -Al ver la cara de Vanessa, le dio una palmada en la rodilla-. Creo que puedo con él, pero me llevaría a Chris y a Liam por si las moscas.

Ness: Muy amable de tu parte, pero no es necesario.

Drew: Algo se cuece. El domingo no pasó por casa para ver el partido de los Giants y hace días que no viene por aquí.

Ness: Estamos... evaluando la situación.

Drew: ¿Y eso, traducido, quiere decir que os habéis peleado?

Ness: No, no nos hemos peleado. Y si nos hubiéramos peleado, creo que sabes que puedo defenderme sola.

Drew: Sin duda, pero si algún tío te hace daño, aunque sea amigo mío, precisamente si es amigo mío, se va a enterar. Son las normas del Gran Hermano.

Ness: Sí, pero tú siempre estás cambiando las normas del Gran Hermano.

Drew: Eso son enmiendas, apéndices, el codicilo ocasional.

Ness: No nos hemos peleado. Y si me siento herida en mis sentimientos, y eso vas a tener que asumirlo, es porque estoy enamorada de él.

Drew: Ah… -se sentó con las manos encima de los muslos-. Voy a necesitar un minuto.

Ness: Tómate el tiempo que quieras, yo me estoy tomando el mío. Porque todos vamos a tener que asumirlo, Drew. Tú, yo... y Zac -le apartó la rodilla con un codazo afectuoso y se levantó-. Vamos a comer antes de que la señora Grady envíe una patrulla de búsqueda.

Drew: Quiero que seas feliz, Vanessa.

Ness: Drew -dijo cogiéndolo de la mano-. Yo también quiero ser feliz.


Como habían hablado, Zachary se desvió hacia casa de Ashley para recoger las flores que quería regalar a la señora Grady.

Zac: Ahora mismo vuelvo -le dijo a su madre-.

Kay: Más te vale. Es de mala educación llegar tarde.

Zac: Ashley dijo que nos presentáramos sobre las cuatro, ¿no? Son las cuatro, más o menos.

Para evitarse más preguntas molestas, Zachary salió del coche y fue caminando hasta la puerta de Ashley. Tal como le había dicho ella, encontró los girasoles en un jarrón de cobre encima de la mesa, en la habitación delantera. Los cogió y regresó al coche.

Zac: Tú llevarás esto, ¿vale? -dijo pasándoselos a su madre-.

Kay: ¡Qué bonitos! Cuando quieres, eres un buen chico, Zachary.

Zac: Me he puesto el traje, ¿no? Eso cuenta.

Kay: Estás muy guapo. Qué casa... -añadió mientras su hijo maniobraba con el coche para girar hacia el edificio principal-. Chico, recuerdo la primera vez que la vi de cerca, conduciendo con mi uniforme almidonado y muerta de miedo. -Se pasó la mano por la falda del vestido verde claro, que había comprado especialmente para ese día. Era su color preferido y sin almidón, pensó feliz-. Cuando llegué y vi la casa, pensé que era preciosa y que no daba miedo. La vieja señora Hudgens, en cambio… esa sí que daba un susto al miedo, te lo aseguro. Pero valió la pena verla por dentro y pasearme por ella sirviendo manjares deliciosos a gente sofisticada. Y el ama de llaves de entonces... ¿cómo se llamaba? Oh, bueno, no importa. La cocinera y ella nos dieron de comer en la cocina. -Cuando Zachary aparcó, ella se volvió para sonreírle-. Supongo que he ascendido en la escala social. ¿Qué tal me queda el pelo?

Zachary le sonrió a su vez.

Zac: Como a nadie.

Kay: Entonces me gusta.

Zachary sacó del asiento trasero el hojaldre de carne y especias que había hecho su madre y una caja envuelta en papel de regalo. Todavía no habían alcanzado la puerta cuando esta se abrió de golpe.

Drew. Feliz día de Acción de Gracias -besó a Kay en la mejilla y se fijó en la caja que Zac llevaba bajo el brazo-. Ah, no era necesario que trajeras nada.

Kay: Entonces menos mal que no lo he hecho.

Drew: El hojaldre tiene una pinta sensacional. ¿Lo has hecho tú, mamá K.?

Kay: Claro. Si Maureen está en la cocina, iré a dárselo.

Drew: Las mujeres están en la cocina, el lugar al que pertenecen -dijo guiñando un ojo-. Los hombres están en la sala mirando el partido por la tele, como corresponde a la tradición familiar de los Hudgens. Pasa y déjame que te ofrezca una copa.

Kay: Esta casa es la más bonita de Greenwich. Lo pensé la primera vez que la vi, y no he cambiado de idea.

Drew: Gracias. Para nosotros significa mucho.

Kay: Eso espero. Esta casa tiene una larga historia. Trabajé en alguna de las fiestas que dio tu abuela, y también cuando tu madre asumió el mando. Me gustaba más tu madre.

Drew soltó una carcajada y, poniéndole la mano en la cintura, la hizo pasar.

Drew: La abuela Hudgens era una tirana.

De la cocina escapaban fragantes aromas y varias voces femeninas. Zachary distinguió la de Vanessa y notó que se le hacía un nudo insospechado en el estómago.

La encontró sentada al lado de la encimera, pelando judías. Intentó recordar cuándo fue la última vez que había visto a alguien pelar judías, pero se le fue el pensamiento de la cabeza cuando ella le miró y sus ojos se encontraron.

¡La había echado tanto de menos! Tanto que casi le dolía. Habría preferido que esa visión le molestara, que le hubieran entrado ganas de largarse. Pero ella sonrió y se levantó del taburete.

Ness: Feliz día de Acción de Gracias.

Saludó primero a su madre dándole un beso en la mejilla, como había hecho Drew. A él le rozó los labios con un beso. El nudo del estómago cedió.

Todos se pusieron a hablar de nuevo, pero Zachary apenas los oía. Estático. Movimiento y color; alguien le cogió el pastel de hojaldre de las manos. Y quedó atrapado, prisionero de su mirada, de su cuerpo, de su voz.

Drew sustituyó el pastel por una cerveza.

Drew: Vayámonos como los hombres antes de que nos pongan a trabajar. Créeme, son capaces y lo harán.

Zac: Sí, solo necesito un minuto.

Drew: Allá tú. De todos modos, estarás muy guapo con el delantal puesto.

Zac: Que te den -contestó, y se ganó un capón de su madre-.

Kay: ¿Qué son estos modales? A mí no me importaría ponerme un delantal. Lo más divertido del día de Acción de Gracias es preparar la comida.

Vanessa iba a sentarse otra vez, pero Zachary la cogió por el brazo.

Zac: Dame cinco minutos.

Ness: Tengo trabajo -le dijo mientras Zachary se la llevaba fuera de la cocina-.

Zac: Las judías no se van a marchar -entró en la sala de música-. Te he comprado una cosa.

Ness: ¡Oh, qué sorpresa!

Zachary le dio la caja.

Zac: Cuando un tío mete la pata, tiene que pagar.

Ness: No te discutiré eso porque me gustan los regalos. Veo que tu madre ha ganado la batalla del traje.

Zac: Mi madre siempre gana.

Ness: Es muy bonito -dejó la caja sobre una mesa auxiliar y la desenvolvió-. ¿Qué tal va el negocio?

Zac: Marcha bien. Un conocido de Channing me ha traído un Caddy del 62 para restaurar.

Ness: Eso es fantástico.

Observó, sin sorprenderse, que Vanessa desenvolvía el paquete con esmero. Nada de arrancar y rasgar, eso no estaba hecho para Vanessa Hudgens. Imaginó que Vanessa guardaría el papel misteriosamente para el futuro, como también hacía su madre.

Zac: ¿Y el tuyo?

Ness: Siempre andamos muy atareadas por vacaciones. Además de las bodas, hay fiestas. Y la boda de Miley es dentro de dos semanas, aún no me lo creo. Estaremos a tope hasta después del día de Año Nuevo, y luego...

Vanessa se quedó sin palabras cuando vio la caja de zapatos; abrió la tapa con aire reflexivo.

Se quedó boquiabierta. Zachary no podría haberse quedado más satisfecho con la reacción.

Ness: ¿Zapatos? ¿Me has comprado unos zapatos? Oh, son fabulosos. -Sacó un zapato de salón con un tacón alto y fino y lo sostuvo entre las manos como una mujer sostendría una piedra preciosa y frágil-.

Zac: Te gustan los zapatos.

Ness: «Gustar» es una palabra muy inconsistente para expresar lo que siento por los zapatos. Oh, son magníficos... Mira cómo se armonizan todos esos tonos ricos e intensos. Y la textura. -Se quitó los zapatos que llevaba y se calzó los nuevos. Y luego se quedó sentada, admirándolos-. ¿Cómo sabías mi número?

Zac: He estado en tu armario.

Vanessa siguió sentada, examinando a Zachary.

Ness: Tengo que decir, Zac, que me dejas perpleja. Me has comprado unos zapatos.

Zac: No esperes que vuelva a hacerlo. Ha sido... agotador. Pensé en ir a comprarte ropa interior sexy, pero recordé que el regalo era para ti. Habría sido mucho más fácil y menos extraño, pero como las mujeres tenéis obsesión con los zapatos...

Ness: Pues... a mí me encantan -se levantó y echó lo que a él le pareció una carrerilla. Giró sobre sí misma. Sonrió-. ¿Qué tal me quedan?

Zac: No puedo apartar los ojos de tu cara. La he echado muchísimo de menos.

Ness: Vale -soltó el aire y se acercó a él-. Me halaga -murmuró abrazándose a él-. Yo también he echado de menos la tuya.

Zac: Quiero que estemos bien. Me cabrearía mucho que el asunto de Artie nos fastidiara la vida.

Ness: El cabrón de Artie no va a fastidiar nada.

Zac: ¿El cabrón de Artie? -exclamó apartándose un poco de ella-.

Ness: Así es como lo llamamos por aquí.

Zachary dejó escapar un amago de carcajada.

Zac: Me gusta. Quiero estar contigo, Vanessa.

Ness: Me parece muy bien, porque ya estás conmigo.

Zachary apoyó la frente en la de ella.

Zac: Escucha, yo... -No tenía palabras, no estaba seguro de sus movimientos-. Joder. Digamos que eres la primera mujer a quien le compro unos zapatos. -De nuevo volvió a apartarse un poco y la miró a los ojos-. Y la última.

Ness: Eso significa mucho para mí -le puso las manos en las mejillas y lo besó-. O sea que hoy dedicaremos el día a dar las gracias por estar tan bien.


Una semana antes de la boda de Miley implicaba salón de belleza: manicuras, pedicuras y tratamientos faciales. Implicaba incluir en el archivo las confirmaciones y las excusas de última hora y retocar la distribución de los asientos.

Implicaba realizar las pruebas finales, abrir los regalos, actualizar la hoja de cálculos que Vanessa había creado para seguir la pista del regalo, del remitente, de la relación del remitente con la novia o el novio y la dirección de correo para enviar las notas de agradecimiento.

Implicaba recados y llamadas telefónicas, confirmaciones y reuniones finales.

Si se añadía a ello planificar y preparar otros actos, implicaba locura.

Miley: ¿Por qué pensamos que diciembre era una buena época para casarnos? -preguntó con la mirada extraviada-. Estamos hasta el cuello, estamos enloquecidas. No nos vamos de viaje de novios hasta el mes que viene, ¿por qué no aproveché la temporada baja para casarnos? ¡Dios mío, me caso...! Mañana.

Ness: Y será perfecto -dijo con determinación férrea sin dejar de trabajar en su ordenador portátil-. ¡Ja! El tiempo será perfecto. Por la mañana, frío y nieve en polvo, de tres a cinco centímetros, y por la tarde, despejado. Por la noche, vientos suaves y uno o dos grados bajo cero. Justo lo que quería.

Miley: A veces dicen unos centímetros de nieve en polvo y terminamos enterradas. ¿Y si...?

Ness: No vamos a terminar enterradas -enseñó los dientes como si estuviera desafiando a los dioses del tiempo-. Por la mañana nos obsequiarán con unos pocos centímetros de una nieve preciosa y esponjada y por la noche disfrutaremos de una maravillosa boda de diciembre. Ve a prepararte para el ensayo.

Miley: Me da miedo el ensayo, me quedaré sin voz. Creo que me saldrá un grano en la barbilla. Tropezaré cuando camine por el pasillo central. Si Liam tropieza, no pasa nada. Es lo que espera la gente. Pero yo...

Ness: No te quedarás sin voz, no te saldrá un grano y desde luego no vas a tropezar -sacó un antiácido. Uno para ella y otro para Miley-. ¿Crees que no sé lo que me hago?

Miley: Tú sí, pero yo...

Ness: Confía en mí. Será perfecto, será precioso y será el día más bonito de tu vida.

Miley: Soy como un dolor de muelas.

Ness: No, cariño. Eres una novia. Ahora ve a darte un baño calentito y relajante. Tienes una hora.

Miley: Liam no está nervioso -entrecerró los ojos furiosa-. Podría odiarle por eso.

Ness: Miley -apartó la vista del ordenador-. Esta mañana me encontraba en la cocina y he visto que la señora G. le ha obligado a sentarse y a desayunar. Se ha puesto jarabe de arce en el café.

Miley: ¿Ah, sí? -levantó los brazos al aire de la alegría-. Está nervioso. Ahora me siento mejor. Quiero que él también se ponga nervioso, y quiero que se le pongan rojas las orejas como le pasa siempre, y quiero que... Como soy la novia, puedo ir pidiendo, ¿verdad?

Ness: Por supuesto.

Miley: Vale, bien. Entonces quiero agradecerte que hayas levantado la prohibición a mi madre temporalmente.

Ness: Miley…

Miley: Lo digo en serio. Deja que hable claro y así me lo saco de encima.

Ness: Vale. Habla claro.

Miley: Es importante que ella esté aquí mañana, aunque sea un coñazo impresionante para mí y para los demás.

Ness: Pero sigue siendo tu madre.

Miley: Sí, para bien y para mal. En fin, sé que has hablado con ella de esto y que le diste instrucciones.

Ness: Solo hice una llamada y fue muy breve. No pasa nada.

Una llamada breve y desagradable. Vanessa sonrió.

Miley: Para mí no. ¿Te ha hecho sufrir con todo esto? -Lo intentó y fracasó. Su poder ha disminuido mucho en este terreno y eso le da rabia -se le marcaron los hoyuelos-. Soy tan mezquina que disfruto con eso.

Ness: En mi opinión, serías tonta si no lo hicieras.

Miley: Bien, digamos entonces que no soy tonta -suspiró y cruzó las manos sobre el regazo-. Si quiero que mi madre esté aquí es porque llevamos mucho tiempo en este negocio y sabemos que es bueno recordar el día más importante de tu vida sin tener que reprocharte nada. Además... qué diablos... como mi padre parece no ser capaz de incluir la boda en su apretada agenda de festejos y cruzar el mar Jónico para ir a verme, al menos estará presente uno de mis progenitores.

Ness: Sabemos muy bien, a pesar de que en esto consiste nuestro trabajo, que una boda no se basa solamente en las luces, la música y el espectáculo. Se basa en los sentimientos. Tu familia estará aquí, Miley.

Miley: Sí -se inclinó y cogió las manos de Vanessa-. La familia que cuenta.

Ness: Y más aún. Liam estará ahí, esperándote, mirándote y prometiéndote.

Miley: Ay, sí... estoy lista. Nerviosa, pero lista.

Ness: Ve a darte ese baño, hay que remojar esos nervios,

Miley: Allá voy -se levantó y se dispuso a salir-. Ness, le quiero tanto que siento como si hubiera algo más dentro de mí, algo que me convierte en mejor persona. No estoy nerviosa porque vaya a casarme con él. Estoy nerviosa por... bueno... por el espectáculo. Por olvidar mis frases, por si olvido lo que tengo que decir.

Ness: Eso déjamelo a mí. Tú piensa en que vas a casarte con Liam.

Miley: Sabré hacerlo. -En un impulso, volvió sobre sus pies y dio un abrazo a Vanessa-. A ti también te quiero mucho.

Mientras seguían abrazadas, Vanessa tomó un pañuelo y se lo puso en la mano.

Miley: Gracias. Mañana no pienso llorar, así que esta noche voy a llorar a lo bestia.

Ness: Un plan perfecto. Asegúrate de sellar la máscara de pestañas para que no se te corra.

Veinte minutos después, Vanessa bajó corriendo la escalera para comprobar el trabajo de Brittany.

Y tuvo que detenerse en seco porque se había quedado sin aliento.

Ness: Oh, Brittany.

Drew: Exige que la llamemos Súper Brittany -dijo a Vanessa sentado frente a la encimera de la cocina y comiendo una galleta-.

Ness: ¿Quién va a culparla por eso? Ella es Súper Brittany. Y este es el pastel más bonito que he visto en mi vida.

Britt: Todavía no está terminado -musitó mientras iba colocando flores de pasta de azúcar-.

Drew: El de Liam, sí -le señaló con el pulgar el reformado cuarto de los abrigos que ahora servía de cocina auxiliar de Brittany-.

Vanessa entró y abrió el frigorífico.

Ness: ¡Me encanta! Supera al dibujo incluso. El libro abierto, la escena de Como gustéis. Os juro que parece que se pueda pasar la página.

Britt: Si lo intentas, te mato -dijo arqueando los hombros y viendo acercarse de nuevo a Vanessa-. ¡Ay, tontita, no llores ahora!

Ness: Sigo el plan de Miley -se sacó varios pañuelos del bolsillo-. Esta noche, a llorar, y mañana, ni hablar. En la nevera principal he puesto a enfriar mascarillas de gel para que mañana no aparezcamos con los ojos hinchados.

Drew: Gracias a Dios. Me preocupaba mucho aparecer mañana con los ojos hinchados.

Ness: Coge tu galleta y ve a ver cómo está Liam. De paso, ve a buscar a Ashley, o rescátala si es necesario, y dile que no tiene permiso para llegar tarde. Si es preciso, que Chris la traiga en volandas.

Drew: Bien. Sé comprender cuándo no soy bienvenido.

Britt: Esta noche había pensado dejar que te colaras en mi habitación, pero como no me has comprado un par de zapatos fabulosos...

Drew: Zac tendrá que pagar por jodernos el listón a los demás.

Cuando se quedaron a solas, Brittany miró los pies de Vanessa.

Britt: Son fabulosos, de verdad. ¿Todo bien?

Ness: Muy bien. Tengo la previsión del tiempo para mañana y...

Britt: No estoy hablando de la boda de Miley, para variar un poco la conversación de toda la semana. Hablo de Zachary y de ti.

Ness: Eso también va bien -abrió la nevera para coger una botella de agua y suspiró cuando se volvió y vio que Brittany no le quitaba el ojo de encima-. No, no ha mencionado el hecho de que le dije que le quería, y yo tampoco. Y no, no me ha correspondido en eso. Pero estoy bien.

Britt: Mentirosa.

Ness: Intento estar bien, y estoy a punto de conseguirlo. Además, tengo muchas cosas en las que pensar -dijo tocándose el pelo que se había recogido en un estiloso moño para la fiesta de ensayo-. Estamos bien como estamos, y eso es... bueno. No me obligues a decir bien o bueno otra vez. Concentrémonos en Miley y en Liam.

Britt: Vale. ¿Dónde está la azorada novia?

Ness: Tomando un baño para calmarse los nervios. Va a tener que empezar a vestirse -observó al consultar su reloj-. Comenzaremos dentro de...

Britt: Vanessa, relájate. Hacemos la cena de ensayo aquí. Afloja en el tema del horario, al menos un poco. ¿Sabe ya que Linda no vendrá esta noche?

Ness: Sí. Y creo que para ella es un alivio. Dijimos que solo mañana, y está contenta de que su madre venga a la boda. O sea que, con lo de mañana, Linda tendrá más que suficiente.

Britt: ¿Y si...? -se interrumpió al ver que Zachary entraba-. Yo tengo un treinta y ocho y medio, igual que Vanessa. Lo decía por si acaso.

Zac: Solo regalo zapatos a las mujeres con las que me acuesto -tomó una galleta de la bandeja que había en la encimera-. Y si me acostara contigo, Drew se cabrearía.

Britt: Drew tiene muy poca imaginación.

Ness: ¿Has...?

Zac: Recogido y entregado en casa de Liam, como me habías ordenado.

A Vanessa se le quitó un peso de encima.

Ness: Vale. Mil gracias de verdad.

Se le acercó y lo besó.

Britt: Zachary está aquí -dijo apartándose del pastel-. Lo has conseguido.

Con la mano en la cadera, Vanessa adoptó una pose afectada.

Ness: ¿Dudabas de mí?

Britt: Estoy avergonzada. Puedes ser Súper Vanessa. Tengo que ir a ponerme otros zapatos, que por desgracia no son estos -dijo mirando con envidia los pies de Vanessa-. A retocarme el maquillaje, etcétera. Movilizaré a Miley si veo que se ha dormido en los laureles. Lo has hecho bien, Vanessa -la abrazó y las lágrimas asomaron a sus ojos-. Ella no paraba de decir que no importaba, pero sí importaba, sí. -Sorbió con la nariz y sonrió a Vanessa-. Sabemos que importaba. Vuelvo en quince minutos.

Ness: Esta noche vamos a llorar todos a mares.

Zac: Menos mal. Me está costando mucho aguantarme.

Ness: Muy gracioso... -le acarició el vientre con un dedo-. Tengo que ir a comprobar qué tal van los del catering, qué hacen en la sala, en el salón principal y...

Zachary cogió otra galleta y salió con ella.


Antes de un evento siempre había cierta electricidad en el aire, pensó Zac, pero esta electricidad era distinta, casi impactaba en la piel. Miley, la fotógrafa, había confiado su boda a su ayudante, había trabajado con ella y ahora esta iba sacando instantáneas mientras la familia de Liam llegaba y el bullicio aumentaba.

Observó a Vanessa moviéndose entre ellos, ofreciendo bebidas, agachándose para hablar con los niños. Al cabo de muy poco la sala cobró vida por el movimiento de tanta gente. Las flores (imaginó que serían un tímido preludio a los arreglos del día siguiente) perfumaban el aire.

Probó el champán y vio que Vanessa estaba hablando con el hombre que iba a recoger a los invitados al aeropuerto. Cuando se dirigía hacia ellos, Miley bajó volando por la escalera.

Miley: ¡No llego tarde! -exclamó riendo y buscando a Liam entre el gentío. Su sonrisa se volvió más luminosa-. Solo quería...

De repente, Zachary vio que le cambiaba la cara y, por un momento, el profundo asombro que detectó en ella le hizo cuestionarse si Vanessa no habría cometido un error.

Y entonces a Miley se le llenaron los ojos de lágrimas.

Miley: ¿Papá?

Billy Ray, guapo, encantador y testigo ausente de la mayor parte de la vida de su hija, caminó hacia ella con los brazos abiertos.

Billy: Mi niña...

Miley corrió hacia él y hundió la cabeza en su hombro.

Miley: Pensaba que no podrías venir.

Billy: ¿Tú crees que iba a perderme la boda de mi niña? -la sostuvo por los hombros y besó sus húmedas mejillas-. ¡Qué guapa estás!

Miley: Papá -se apoyó en su hombro, vio a Vanessa y parpadeó para librarse de las lágrimas mascullando «gracias»-.

No ha sido un error, pensó Zachary, y tomando una segunda copa de champán fue a ofrecérsela.

Zac: Buen trabajo, Piernas.

Vanessa aceptó la copa y se sacó un pañuelo del bolsillo para enjugarse las lágrimas.

Ness: Me dedico a esto.


jueves, 25 de junio de 2020

Capítulo 18


Zac pensó en inventarse una urgencia, pero sería una cobardía. Y se quedaría sin salsa de caramelo.

Además, tenía que admitir que Vanessa le había manipulado y le resultaba inevitable admirar su estrategia. Es más, la ejecución del plan lo mantuvo estimulado durante todo el día.

Terminó de trabajar en el jeep, recompuso un carburador, comprobó algunas revisiones de rutina y atendió un par de llamadas de asistencia en carretera, ya que cambiaría el turno de noche con Bill.

Revisó por encima el papeleo, que tenía la intención de pasar a su madre, y terminó una lista de piezas de recambio que necesitaba que ella le localizara para restaurar un Mustang del 67.

Echó un vistazo al balance general. Siempre le embargaba una extraña sensación cuando constataba que andaba bien de dinero.

Lo bastante bien para invertir un poco en el negocio, dar un aumento sustancioso a su madre y al resto del personal y quizá tomarse unos días de descanso en invierno, después de las fiestas.

Una semana fuera, en alguna playa de aguas azules. En enero el ritmo de Votos era más tranquilo, según Vanessa. Ella ya sabría cómo organizarse para tomarse una semana de descanso. Nadie como Vanessa sabría hacer eso.

Le enseñaría a practicar surf.

A lo mejor ella ya sabía. Tenía que preguntárselo.

Y entonces se dio cuenta de que estaba planificando unas vacaciones con Vanessa. ¿Cuándo había sucedido eso?

Se quedó inmóvil durante unos instantes, escuchando los sonidos que provenían del taller, intentando asimilar esa idea. Cuando se le calmaron los nervios dejó escapar un «ah».

¡Qué más daba cuándo o cómo había sucedido! Había sucedido y le parecía bien.

Mejor que bien, admitió, porque podía verse con ella en esa playa de aguas azules, bebiendo algún combinado de ron de la región y aparcando el trabajo durante unos días.

O bien... podrían tomarse ese descanso en su casa de los Hamptons. Las playas en invierno tenían un no sé qué especial: soledad, sexo junto a la chimenea...

Le propondría el plan, a ver qué le parecía a ella.

Recogió los documentos y cruzó el taller para entrar en la oficina.

Zac: Tengo unas cuantas cosas -dijo repasando las listas y los pedidos mientras su madre, con sus gafas de montura verde, revisaba los documentos-.

Kay: ¿Te marchas?

Zac: Eso iba a hacer, tengo un asunto pendiente. Si no pueden con todo, lo terminaré yo el lunes.

Kay: No he dicho que no pueda hacerlo. Ven aquí.

Zachary se inclinó sobre el mostrador. Y ella le acarició el pelo.

Zac: Eh.

Kay: ¿Por qué no me dijiste que los Hudgens nos habían invitado a la cena de Acción de Gracias?

Zac: Porque salió así... -Dolido como solo su madre podía hacer que se sintiera, se rascó la cabeza-. Además, Vanessa dijo que ya te llamaría ella, cosa que supongo que ya ha hecho, ¿Qué problema hay?

Kay: Si me lo hubieras dicho, no me habría sorprendido. Y si ella no me hubiera llamado, yo habría comprado un maldito pavo al volver a casa del trabajo. Y entonces tendría un pavo que no necesito.

Zac: Bueno, ella te llamó, tú no has comprado el pavo y ya no lo comprarás.

Kay: Has tenido suerte -le dedicó esa mueca suya que a él le hacía desear encogerse-. Irás con traje.

Lo sabía.

Zac: Vanessa me ha dicho que no es necesario.

Kay: Me da igual lo que haya dicho Vanessa. Yo te digo que irás con traje. Tendrías que comprarte uno nuevo. ¿Cuándo fue la última vez que te compraste uno?

Estuvo a punto de encogerse físicamente. Por suerte sus operarios estaban demasiado lejos para oír la conversación.

Zac: Yo qué sé. Buf...

Kay: No me hables en ese tono -lo apuntó con un dedo como si fuera una navaja-. Te comprarás un traje nuevo, una corbata y unos zapatos decentes.

Zac: Jo...

Kay: Si estás saliendo con una mujer como Vanessa Hudgens vas a necesitar un traje, porque otras cosas harás aparte de ir a bodas y entierros. Y eres un empresario de éxito, no lo olvides. Un empresario de éxito tiene más de un traje en su armario. También te iría bien cortarte el pelo.

Zac: ¿Algo más? A lo mejor tendría que aprender francés.

Su madre le hizo un signo de advertencia con el dedo, aunque con una sonrisa en los labios.

Kay: Podrías parler si quisieras. Eres muy inteligente, lo heredaste de mi familia. La constitución, de tu padre. Por eso tienes estilo para llevar un traje. Anda, márchate para que pueda sacarme de encima el trabajo que me acabas de dar.

Zac: Si hubiera sabido que me tenías preparada una emboscada, te habría dado más -se dirigió a la puerta y se volvió para mirarla. Y notó que él también esbozaba la mueca que ambos compartían-. Como tendré que gastarme mucha pasta en ropa, supongo que no podré darte el aumento que planeaba. Qué pena...

La mirada furiosa que su madre le dirigió quitó hierro a la idea de tener que salir de compras.


Cuando llegó a casa de Vanessa, la finca estaba en plena vorágine preparando la boda. Ashley y su equipo de floristas ya habían decorado la entrada con numerosos maceteros enormes color paja llenos de flores. Habían intercalado alguna que otra calabaza diminuta y lo que parecían varias calabazas grandes.

No recordaba haber visto nunca calabazas en una boda, pero tuvo que admitir que quedaban bien.

En el interior habían forrado la escalera con metros y más metros de la tela blanca y translúcida que solían utilizar, flores y lucecitas. Y más flores aún en macetas, cestos y jarrones.

Era como pasear por un paisaje otoñal de cuento de hadas. Y ese, imaginó, debía de ser el objetivo.

Oyó que había alguien trabajando en la sala de estar y en lo que ellas llamaban el salón principal, pero no se dejó vencer por la curiosidad y no se asomó. Podrían obligarlo a presentarse de voluntario.

Estaba valorando hacer una entrada tranquila, ir a ver a la señora Grady y comer un bocadillo antes de dedicarse a lo que tuviera que hacer arriba cuando, en el momento en que torcía hacia la cocina, Vanessa apareció ante su vista en lo alto de la escalera.

Esa mujer, pensó, tiene un radar más potente que los de la NASA.

Ness: En el momento oportuno -le lanzó una sonrisa asesina mientras bajaba-. El cortejo del novio ha empezado a arreglarse. Ni te imaginas el peso que les has quitado de encima, a ellos y a mí. -Se pegó a él como una lapa y lo condujo hacia arriba-. Todo va según lo previsto.

Zac: He estado preocupado todo el día.

Vanessa le dio un codazo afectuoso.

Ness: Sé que te he pedido más de lo que debía, pero esto te ha convertido en un héroe. La madre de Justin ha salido de la operación con éxito y todos estamos celebrándolo.

Zac: Qué bien... lo de la madre.

Ness: Es verdad. Te presentaré a Channing y a sus amigos y te ayudaré a ubicarte. Regresaré dentro de una hora para darte instrucciones porque no estuviste en el ensayo -golpeó con los nudillos la puerta de la suite del novio-. Soy Vanessa -dijo alzando la voz-. ¿Se puede entrar?

El hombre que abrió la puerta llevaba puestos los pantalones del esmoquin y tenía una cerveza en la mano.

**: No puedo decir que estemos presentables, pero al menos vamos tapados.

Ness: Entonces ya me vale. Zachary, te presento a Darrin, recientemente ascendido a padrino.

Darrin: Le he dicho a Channing que me siento como si siempre hubiera sido el padrino. Tú debes de ser el sustituto. Encantado.

Se estrecharon la mano, y luego Vanessa le indicó con un codazo que entrara en la suite, donde las botellas de cerveza asomaban sus helados cuellos de unas cubiteras y una botella de champán se enfriaba en otra. Había varias bandejas de bocadillos y montaditos, y los hombres se paseaban por la estancia a medio vestir. Eran cinco. Seis contando al recién nombrado padrino.

Uno de ellos, alto, rubio y con unos músculos trabajados en el gimnasio, se acercó a él.

Channing: ¿Zachary? Soy Channing, y hoy me toca ser el novio.

Zac: Te deseo suerte.

Channing: No sé cómo darte las gracias por lo que vas a hacer por mí. Te parecerá extraño, pero... te conozco de no sé dónde.

Zac: He vivido en varios lugares, pero tu cara no me resulta familiar.

Channing: Juraría que…

**: Eh. -Uno de los hombres se detuvo cuando estaba a punto de servir una copa de champán-. Te llamas Efron, ¿verdad?

Zac: Sí -entornó los ojos mirando al tipo del champán-. Mercedes SL600. Rotación de neumáticos, limpieza y encerado.

**: Eso es. La mejor limpieza y encerado que me han hecho jamás.

Channing: Claro... -chasqueó los dedos-. Sabía que te había visto antes. Tú restauraste el T-Bird de mi padre. Yo estaba allí cuando viniste a entregarlo. Tuve que secarle las lágrimas de alegría.

Zac: Un coche sensacional. Entonces tú debes de ser Channing Tatum.

Channing: Sí. Pensé que mi padre se había vuelto loco cuando compró ese coche. Luego, después de que te hicieras cargo de él, vi cómo había quedado y pensé, ¿por qué no me compro yo uno? ¿Quieres champán, cerveza?

Zac: Cerveza.

Ness: Te dejo en buenas manos -le dio unos golpecitos en el brazo-. Tu esmoquin está allí. La fotógrafa vendrá dentro de unos quince minutos.

Aquello no estaba tan mal, decidió Zachary. Comida, cerveza, y los tíos estaban tan animados que a duras penas tenía la sensación de que estaba allí de relleno.

Al menos eso pensó hasta que Miley entró y lo apuntó con la cámara.

Zac: Oye, que yo solo soy el sustituto.

Miley: Y quieren un documento gráfico de eso. Olvídate de que estoy aquí -dijo con un aspaviento, y empezó a moverse por la habitación como una serpiente bermeja, resbaladiza y silenciosa-.

Sintió un profundo alivio cuando Miley separó a Channing del grupo para hacerle las fotos oficiales.

Aprovechando que ella había salido, se cambió y se puso los pantalones del esmoquin y la camisa. Vanessa había dado en el clavo una vez más. Eran de su talla, como también lo era la chaqueta color granate.

La mitad de los hombres querían hacerle preguntas sobre sus coches, pero Zachary ya estaba acostumbrado. Un mecánico es un médico de automóviles, y la gente siempre quiere algún consejo médico gratis. Y como los consejos podían ayudarlo a ganar nuevos clientes, no le importaba darlos.

Cuando Vanessa regresó, lo encontró batallando con la corbata.

Ness: Ven, deja que lo haga yo.

Zac: Cuando alquilas un esmoquin, lo único que tienes que hacer es abrochar el botón de la maldita corbata.

Vanessa sonrió.

Ness: Creo que en parte la razón por la que los hombres se la ponen es para que las mujeres se les acerquen y les hagan el nudo. ¿Qué tal vas?

Zac: Bien. -Por encima del hombro de Vanessa, miró a sus compañeros de ceremonia-. Son buena gente.

Ness: El nombre de tu pareja es Astoria.

Zachary desvió la mirada hacia ella.

Zac: ¿De verdad?

Vanessa carraspeó para disimular una carcajada.

Ness: La llaman Asti. Es guapa, un poco tímida... y está casada, así que nada de ideas raras.

Zac: Y yo que pensaba en un polvete en la habitación de los abrigos...

Ness: En eso piensan todos. Asti trabaja en Chicago con niños con necesidades especiales. Conoció a Leah en la universidad. Ya está -dio un paso atrás y ladeó la cabeza-. Cumple con tu parte del trato y diviértete. Estás guapísimo.

Miley entró en la suite.

Miley: Bueno, chicos, todos a la terraza para hacer las fotos oficiales. Es un poco arriesgado, no sé si mi cámara podrá aguantar tanta belleza.

Vanessa ayudó a Zachary a ponerse la chaqueta y le alisó la manga.

Ness: Volveré para darte esas instrucciones cuando Miley haya terminado con vosotros.

Zac: ¿Conmigo también? Yo no quiero salir en las fotos de grupo. No formo parte de este grupo. Soy el sustituto.

Ness: Channing quiere que salgas. Solo serán unos minutos.

Zac: Escucha, Vanessa...

Ness: Oh, perdona -se tocó los auriculares-. Tengo que irme corriendo.

Es escurridiza, pensó Zachary mientras ella se escabullía como una anguila.

Iba a tener que ofrecerle una gran cantidad de salsa de caramelo.

Zachary cumplió con su papel y acompañó a los invitados a sus asientos bajo las refulgentes luces del salón principal, además de las velas y la chimenea.

Brittany apareció para comprobar la situación sobre el terreno y le guiñó el ojo.

Britt: ¿Cómo lo llevas?

Zac: ¿El pastel es tan bueno como promete?

Britt: Mejor aún.

Zac: Entonces habrá valido la pena.

Britt: Y habrá mares de salsa de caramelo.

Zachary captó su sonrisa irónica, una más entre las muchas que le estaban dirigiendo, mientras ella desaparecía.

¿Se lo contarían todo esas mujeres?

Muy bien, entonces se aseguraría de que tuvieran muchas cosas que contarse durante el desayuno. Podría conseguir una botella de champán para acompañar la...

**. Vaya, vaya... ¿Ahora te dedicas al pluriempleo como acomodador?

Zachary enderezó la espalda con tensión antes incluso de volverse hacia su tío.

Envejecemos mal, ¿eh, Artie?, pensó Zachary con una cierta satisfacción. El hombre conservaba todavía el pelo, motivo de orgullo y alegría para él, pero había engordado, y sobre todo se le notaba en la cara y en la panza. Los ojos, de un engañoso azul tierno, parecían haber encogido en medio de una cara en forma de plato.

A ella la había tratado mejor la vida, decidió Zachary mirando a la esposa de su tío. Conservaba la figura, quizá se había hecho un par de retoques. Pero la mirada de asco restaba atractivo a su rostro.

Zac: Supongo que sabréis encontrar vuestros asientos.

Artie: Galante como siempre. He oído decir que andas tras el dinero de la chica de los Hudgens.

Marge: Nunca supiste cuál era tu lugar -le soltó Marge Frank con desprecio-. Y ahora parece que Vanessa Hudgens ha olvidado el suyo. Su abuela debe de estar revolviéndose en su tumba.

Zac: Sentaos o marchaos.

Artie: No parece que se te haya pegado nada de su educación. Vanessa no tardará mucho en verte tal como eres. ¿Cómo has conocido a los novios? ¿Les cambiaste los neumáticos?

Jódete, pensó Zachary. Jódete.

Zac: Exactamente.

Artie: Por mucho que te quites la grasa de las uñas, Zachary, sigues siendo un paleto apestoso. Y la gente como los Hudgens siempre terminan con los de su clase. Vamos, Marge.

Necesitaba cinco minutos, pensó Zachary. Cinco minutos para respirar y tranquilizarse. Sin embargo, en el momento en que salía de la sala en dirección al vestíbulo entró Brittany.

Britt: Queda menos de una docena de invitados por sentar. Dentro de dos minutos los testigos y tú tendréis que estar en posición. ¿Tienes...? ¿Qué te pasa?

Zac: Nada.

Britt: Muy bien. Puedes animar a los rezagados a que se sienten y luego podrías ir a... Vanessa te ha enseñado cómo funciona esto, ¿verdad?

Zac: Sí. Lo he entendido.

Britt: Estaré cerca de ti para hacerte de apuntadora. No te preocupes. No sentirás dolor.

No sentía ningún dolor, sino una rabia que amenazaba con salirle por la garganta. No quería estar allí, con el esmoquin de otro frente a un grupo de gente, en una habitación llena de flores y velas viendo cómo se casaban unas personas a las que no conocía.

Y sintiendo, impotente, el profundo desprecio de su tío reptando desde el otro extremo de la sala hasta agarrarlo por el cuello y cebarse en su rabia.

Una vez, queriendo librarse de eso, viajó casi cinco mil kilómetros. Había vuelto convertido en un hombre, pero todavía quedaba algún rescoldo en él, odiaba reconocerlo, de esa amargura.

Y se esforzaba, incluso en ese preciso instante, por superar los ecos de la humillación.

Posó para las fotos tras la ceremonia sobre todo como una vía de escape. Escuchó al padre de Channing hablar con entusiasmo de su T-Bird e hizo todo lo que pudo para estar a la altura de lo que se esperaba de él.

Luego desapareció hacia el jardín adyacente en busca de algún lugar tranquilo donde sentarse y respirar el frío aire de la noche.

Fue allí donde Vanessa lo encontró. Llegó sin aliento, sin chaqueta y sin su habitual compostura.

Ness: Zac.

Zac: Mira, como no me necesitan para la cena, me estoy tomando un merecido descanso.

Ness: Zac -se sentó junto a él y lo cogió de la mano-. No lo sabía. No sabía que venían los Frank. No los he visto hasta que he pasado revista durante la cena. Lo siento. Lo siento mucho.

Zac: Podrías sentirlo si los hubieras invitado tú. Como no ha sido así, no tienes por qué sentirlo.

Ness: Yo te he metido en esto. Ojalá no...

Zac: No pasa nada.

Ness: Lo arreglaré. Daré una excusa a Leah y a Channing para que tú...

Zac: ¿Y darles otra vez la satisfacción de volver a echarme? Eso no va a pasar, ni hablar. Me estoy tomando un merecido descanso, Vanessa. Dame un poco de tiempo.

Vanessa le soltó la mano y se levantó.

Zac: No todos queremos que te ocupes de los detalles, que arregles todas y cada una de las cosas que pasan.

Ness: Tienes razón.

Zac: Y no seas siempre tan agradable. Sé cuándo me paso, y ahora me estoy pasando.

Ness: Estás disgustado. Entiendo que...

Zac: No quiero que entiendas nada. Tú no entiendes nada. ¿Cómo vas a entender? Esto no tiene nada que ver contigo. ¿Alguna vez te han molido a palos cuando no podías defenderte?

Ness: No.

Zac: A mí sí, sin parar, hasta que empecé a creérmelo, a creer que era un inútil, un imbécil y que no valía nada. ¿Sabes qué es que te digan que, si no obedeces, te pondrán de patitas en la calle?

Ness: No.

Pero eso no significaba que a Vanessa no se le partiera el corazón, que se le encendiera la sangre por el niño que había sufrido esa desgracia.

Zac: Por eso digo que no lo entiendes. Mierda, y lo que yo no entiendo es por qué intenté superarlo haciendo todo lo posible por empeorar las cosas, por buscarme problemas y por echarle la culpa a mi madre, que no sabía lo que estaba pasando porque yo tenía demasiado miedo, era demasiado orgulloso, o ambas cosas a la vez, para contárselo.

Vanessa no dijo nada. Comprendió, o creyó comprender, que en ese momento presionarle implicaría que él se cerrara en banda, por lo que no dijo nada y se limitó a escuchar.

Zac: Compliqué la vida a mi madre cuanto pude y durante todo el tiempo que pude. Y cuando no era yo quien le daba disgustos, se los daba él o la bruja de su esposa. Ella aguantaba porque intentaba darme un techo, darme una familia, porque intentaba superar el dolor por la pérdida de mi padre. Y yo la culpaba también por eso. Le eché toda la mierda encima. ¿Qué derecho tenía ella a tener una vida propia? Artie la trataba como a un perro, porque podía. Su propio hermano, el muy cabrón. Y se suponía que teníamos que estarle agradecidos. Dos largos años así, de desgracia en desgracia, un día tras otro. Yo esperaba con ilusión ser lo bastante mayor, lo bastante fuerte, para patearle el culo y sacarme la rabia de encima. Y, entonces, ella lo hizo por mí. Después de todo, fue ella quien hizo eso por mí. Una noche salió antes del trabajo y vino a casa. Se encontraba mal. Él la obligaba a hacer doble turno y la mujer estaba agotada. Artie me tenía contra la pared, con su mano en mi garganta, y me abofeteaba. Le gustaba abofetearme porque es más humillante que un puñetazo y no deja marca.

Alguien salió por una de las terrazas y el trino de unas risas flotó en el aire fresco.

Zachary miró hacia la casa, hacia las luces y las risas, aunque Vanessa dudó que viera el resplandor u oyera la alegría.

Zac: La vi entrar. Estaba blanca como la pared, hasta que nos vio y entonces montó en cólera. Nunca la había visto moverse tan deprisa. No sé si habré visto jamás a alguien moverse tan deprisa. Me lo quitó de encima. Ella estaba en los huesos. Él debía de pesar unos treinta kilos más, pero mi madre se abalanzó sobre él, lo tumbó y él aterrizó en el suelo cuan largo era. Le dijo que, si se atrevía a levantarse, si se atrevía a intentar ponerme las manos encima otra vez, se las cortaría y luego le obligaría a comérselas -se detuvo y sacudió la cabeza-. Ya ves, éste es mi pasado, y no me digas que lo entiendes.

Ness: No voy a discutir contigo ahora, pero te diré que, si crees que voy a echarles la culpa a un niño y a su pobre madre por haberse visto atrapados en esa situación, será porque tienes una triste opinión de mí.

El tono de voz de Zachary era tan frío como la brisa.

Zac: Ya te he dicho, Vanessa, que esto no tiene nada que ver contigo.

Ness: Claro que tiene que ver conmigo, idiota. ¡Serás idiota! ¿No ves que te quiero?

Vanessa captó la profunda estupefacción de su rostro antes de marcharse furiosa.

Volvió a verlo durante la recepción, hablando con los recién casados y, un poco más tarde, sentado en el bar con el PDN, enfrascados ambos en la conversación.

No perdió de vista a los Frank, preparada para intervenir si decidían acercarse a Zachary. Quizá él pensara que no era asunto suyo, quizá pensara que ella no entendía nada o que era imbécil, pero no permitiría que nada ni nadie creara problemas en una de sus bodas.

Casi le decepcionó que eso no sucediera.

Miley: ¿Te has peleado con Zac? -apareció a su lado cuando la gente empezaba a dispersarse-.

Ness: ¿Por qué lo dices?

Miley dio unos golpecitos a su cámara.

Miley: Sé interpretar las caras y sé interpretar la tuya.

Ness: Yo no diría que nos hemos peleado, pero parece que nuestra definición de relación no coincide, salvo que él no reconoce que tengamos una relación. Dice que estamos viviendo una historia.

Miley: Los hombres pueden llegar a ser muy tontos.

Ness: Eso es cierto.

Miley: Las mujeres deberíamos mudarnos a Amazonia o al menos ir allí de vacaciones cuatro veces al año.

Ness: ¿Amazonia?

Miley: Es un mundo imaginario donde solo hay chicas. Voy a menudo cuando me enfado con Liam o con los hombres en general. Hay cinco zapaterías per cápita, no existen las calorías y todos los libros y las películas terminan con un final feliz.

Ness: Me gusta Amazonia. ¿Cuándo vamos?

Miley le pasó un brazo por los hombros.

Miley: Amazonia, amiga mía, siempre está presente en el pensamiento de todas y cada una de nosotras. Cierra los ojos: piensa en Manolo Blahnik y habrás llegado. Tengo que ir a hacer más fotos, luego vuelvo.

Divertida, Vanessa se puso a imaginar un mundo femenino tranquilo, relajante y poblado de zapaterías, pero tuvo que admitir que no querría vivir allí. Ir unos días de vacaciones, de vez en cuando, sí. Eso sonaba bien.

Se quedó contemplando a los novios cuando estos volvieron a la pista para bailar la última pieza de la velada.

Muy enamorados, pensó. En la misma onda. Listos para iniciar una vida juntos, como pareja, como amantes, como amigos y compañeros.

Para caminar juntos haciendo realidad el felices para siempre.

Y eso, admitió, era lo que ella siempre había querido.

Destacar en la vida, sí, hacer un buen trabajo, ser una buena amiga, una buena hermana, construir algo y compartirlo. Y además de todo eso, amar y ser amada, hacer una promesa y aceptarla. Encontrar a alguien y caminar juntos de la mano para que se hiciera realidad el felices para siempre.

No podía conformarse con menos.

No volvió a ver a Zachary hasta que salió a despedir a los recién casados.

Observó que se había cambiado de ropa y se le veía considerablemente más tranquilo y dueño de sí mismo.

Zac: ¿Tienes un momento?

Ness: Sí, ahora tengo un rato.

Zac: Antes he reaccionado mal contigo, algo que empieza a convertirse en una costumbre que no me gusta.

Ness: De acuerdo.

Zac: Creía que lo había superado y que nunca más reaccionaría así por culpa de Artie, pero estaba equivocado -se metió las manos en el bolsillo-. No me apetece retroceder hasta ese estado, así que no lo haré. No tiene ningún sentido. Comprendo que intentabas ayudarme.

Ness: Pero tú no quieres que te ayuden.

Zac: Lo que no quiero es necesitar ayuda. Creo que no es exactamente lo mismo. Aunque eso no es excusa para emprenderla contigo.

Ness: No pido que te disculpes, Zac. No necesito tus disculpas porque conozco la razón.

Zac: Supongo que todavía estoy trabajando en ello. En fin... me marcho. Así nos daremos un poco de tiempo hasta que las cosas se calmen.

Ness: Mientras se calman, pregúntate si de verdad crees que voy a pensar mal de un niño que está de luto por la muerte de su padre, que quiere defenderse y que busca escapar de un maltratado. O si voy a pensar mal del hombre en el que se convirtió por esa razón. Cuando estés seguro de que conoces la respuesta, dímelo -abrió la puerta-. Buenas noches, Zac.

Zac: Vanessa... sea cual sea la respuesta, sigo queriendo estar contigo.

Ness: Ya sabes dónde encontrarme -cerró la puerta a su espalda-.


martes, 23 de junio de 2020

Capítulo 17


Zachary purgó los cables, nuevos y más largos, de unos frenos de un jeep que un cliente le había pedido que cambiara. Sospechaba que el chico quería modificarlos más por una cuestión de apariencia y estatus ante sus amigos que por mejorar el agarre del automóvil.

Fuera cual fuese la razón, pensó Zachary, él iba a cobrar igualmente.

Mientras el iPod reproducía a todo volumen la lista de canciones desde el altavoz, encima de la mesa del taller, Zachary sustituía metódicamente los amortiguadores delanteros y los muelles de compresión por otros más grandes. La petición del cliente implicaba cambiar los brazos de control y las barras estabilizadoras, además de poner unos cables de freno más largos.

El chico rozaría los límites de la legalidad... por decirlo de alguna manera.

No era una tarea que pudiera abordarse a tontas y a locas, un trabajito en el que enfrascarse después de echar el cierre. Aunque tampoco lo era cambiar el aceite que, en lugar de pasárselo a Glen por ser algo sencillo, Zac se había propuesto hacer a continuación.

Un trabajo entretenido, admitió mientras atronaba la música de The Killers. Bueno, quería mantenerse ocupado.

Tanto el tiempo que dedicara a aumentar las prestaciones del automóvil del chico como a hacer un cambio de aceite y reponer un freno, no lo dedicaría a pensar.

Mayormente.

Pensar en lo mal que estaba el mundo, y en concreto su vida, no arreglaría nada. El mundo seguiría estando mal por muchas vueltas que le diera.

En cuanto a su vida... tomarse un poco de tiempo y darse un margen de espacio probablemente sería lo mejor. El tema de Vanessa se había vuelto demasiado intenso, quizá un poco asfixiante... y eso le afectaba, sin duda.

Había alentado la carrera, la había trazado y se había mantenido en ella. De alguna manera él... ella... ellos, no estaba muy seguro, habían participado en esa carrera a mayor velocidad de la esperada y adentrándose en terrenos mucho más profundos de lo previsto.

Habían pasado juntos prácticamente todo su tiempo libre, e incluso ciertos momentos que no formaban parte precisamente del tiempo libre. Y entonces, ¡bum!, va y se plantea pasar la semana próxima con ella, los próximos meses y... sí, incluso en ir más lejos. Con eso no había contado.

Más aún, antes de saber lo que está pasando, la lleva a cenar a casa de su madre y le pide que se quede a pasar la noche con él, en su cama.

Ambos sucesos carecían de todo precedente. No porque sus normas fueran rígidas en ese tema, sino más bien porque evitaba poner las cosas demasiado fáciles.

De todos modos, Vanessa no era una persona fácil, pensó mientras instalaba una placa antideslizante para proteger el cárter. Eso lo había ido descubriendo.

Era complicada y en absoluto predecible como parecía por fuera. Había sentido curiosidad por saber cómo funcionaba esa mujer, eso era innegable. Y cuanto más examinaba sus componentes, más prendado se quedaba.

Ahora ya conocía esos componentes y su modo de funcionamiento. Era una mujer que cuidaba los detalles, un poco... no, ni hablar, extremadamente obsesiva y centrada en el objetivo. Y, combinado con todo eso, tenía el don y la necesidad de empaquetar todos esos detalles en un envoltorio perfecto y ponerle un lacito.

Si eso, añadido al dinero y al pedigrí, hubiera sido todo, probablemente Vanessa habría sido la típica guapa repelente. Pero en su interior sentía una profunda necesidad de disfrutar de una familia, de una estabilidad, de crear un hogar (quién mejor que él para comprender eso), y valoraba lo que le había sido dado. Era leal hasta las últimas consecuencias, generosa y, como estaba educada para ser productiva y útil, tenía una ética profesional fuera de toda sospecha.

Vanessa era complicada y real, y como la imagen que él tenía de su madre en la cuneta de la carretera con un hermoso vestido veraniego, parecía la encarnación de la belleza. Por dentro y por fuera.

Por eso había roto esa especie de normas no escritas, porque, cuantas más cosas conocía de ella, más prendado se quedaba y más seguro estaba de que ella era exactamente lo que quería.

Zachary sabía controlar sus deseos. Había deseado muchas cosas. Algunas las había conseguido, otras no. Y siempre había dado por sentado que al final todo se compensaba. Pero la noche anterior, cuando había ido a su casa porque se había sentido inquieto, intranquilo y terriblemente triste, se había dado cuenta de que en su caso el deseo iba unido a la necesidad.

Necesitaba estar con ella, tan solo estar con ella en ese cosmos que Vanessa había creado y donde de alguna manera todo cobraba sentido.

Y ese necesitar algo, a alguien, era como saltar al vacío desde lo alto de un edificio sin llevar arnés de seguridad. A las malas había aprendido que era mejor cuidar de sí mismo, ocuparse de sí mismo y de lo que era suyo. Punto final.

Salvo que había empezado a pensar en ella como algo suyo. Le había contado ya ciertas cosas que jamás había contado a na¬die y que tampoco consideraba que valiera la pena replantearse.

O sea que...

Mejor que se hubiera enfadado con él, decidió. Mejor que le hubiera echado. Los dos se tomarían un respiro y dejarían reposar las cosas. Reconsiderarían las cosas.

Comprobó los cambios desplazándose hacia la parte trasera del automóvil.

Y entre la música de los Foo Fighters oyó el sonido distintivo de unos tacones altos pisando el suelo de hormigón.

Solo tuvo que ladear la cabeza para verla. Ahí estaba, con uno de sus trajes chaqueta tan sexis que se ponía para trabajar, con su cautivador rostro despejado y un bolso del tamaño de un Buick colgado al hombro.

Ness: La puerta no estaba cerrada.

Zac: No.

Zachary sacó un trapo del bolsillo trasero para limpiarse las manos.

Ella no debería estar aquí, pensó. El taller olía a grasa, a motor, a sudor. Y, supuso, él también.

Zac: Pensaba que hoy tenías un acto.

Ness: Sí, pero ha terminado -le lanzó una mirada géli¬da-. Aunque nosotros no. ¿Te importaría apagar eso?

Zac: Tengo que poner las ruedas y los neumáticos a este coche.

Ness: Muy bien. Esperaré.

Y esperaría, adivinó Zachary. Eso se le daba bien.

Supuso que los Foo Fighters tendrían que aprender a volar sin él. Guardó las herramientas, desconectó el iPod, abrió la nevera que había puesto sobre el banco de al lado y sacó de su interior una de las dos cervezas que se había traído.

Zac: ¿Quieres una?

Ness: No.

Zachary abrió la botella y bebió un largo trago mientras la observaba.

Zac: ¿Qué se te ha metido ahora en la cabeza, Piernas?

Ness: Muchas cosas, en realidad. He oído lo del accidente, lo de esas tres chicas. ¿Por qué no me lo contaste anoche?

Zac: No quería hablar de eso. -La imagen... los cristales rotos, la sangre, el metal ennegrecido sobre la carretera resbaladiza por la lluvia... le vinieron a la memoria-. Y sigo sin querer hablar.

Ness: Prefieres que siga reconcomiéndote por dentro.

Zac: No me está reconcomiendo por dentro.

Ness: Creo que esta es la primera mentira que me dices, y hablo en serio.

Le enfureció, de una manera absurda, que ella tuviera razón.

Zac: Sé lo que me pasa por dentro, Vanessa. Y hablar de eso no cambia nada. No cambia que estas chicas estén muertas, ni salva a la pareja del otro coche de tener que soportar una vida llena de dolor. La vida sigue, hasta que se acaba.

El ardor con que le espetó esas palabras no alteró la frialdad de Vanessa.

Ness: Si creyera de verdad que eres tan fatalista, insensible y cruel, sentiría lástima por ti. Pero no lo creo. Anoche viniste a verme porque estabas triste, pero no pudiste o no quisiste contarme el porqué. A lo mejor enfadarte conmigo te ha servido de algo, a lo mejor has podido sustituir la tristeza por la rabia. Pero yo no merezco esto y tú tampoco, Zac.

Había que anotar un tanto en la columna «Ella tiene razón». La puntuación, Hudgens 2 - Efron 0 le irritó.

Zac: Anoche, cuando estaba de mal humor, no debería haber ido verte. ¿Quieres que me disculpe? Lo siento.

Ness: ¿Todavía no me conoces, Zac?

Zac: Por Dios... -musitó dando otro trago de cerveza cuando en realidad no le apetecía-.

Ness: Y no adoptes esta actitud masculina y despreciativa conmigo.

Zac: Soy un hombre, Vanessa -le soltó, complacido por haber arañado esa capa de tranquilidad y ansioso por arañar nuevas capas-. Me comporto como un hombre.

Ness: Entonces métete esto en la cabeza. Si estoy contigo, lo estoy tanto cuando das saltos de alegría como cuando estás de mal humor.

Zac: ¿Ah, sí? -Algo se le atragantó, y se le revolvió el estómago-. Anoche no lo parecía.

Ness: No me diste la…

Zac: ¿Qué fue lo que no entendiste cuando te dije que no quería hablar de esto? ¿Y por qué extraña razón esto ha terminado siendo algo que ha pasado entre tú y yo? Tres chicas están muertas y tuvieron suerte si murieron en el acto. Aun así, las cosas no debieron de suceder tan rápidamente. Cinco o diez segundos siendo consciente de lo que va a pasar es una eternidad. Eso y no poder crecer, no poder apretar la tecla de retroceso y decir «espera, que voy a hacerlo de otra manera» es un precio terriblemente alto para una chica que apenas hacía un año que tenía el carnet de conducir y dos amigas suyas, solo por el hecho de haber sido unas estúpidas.

Vanessa no se sobresaltó cuando la botella que Zachary lanzó se estrelló contra la pared, más bien dejó escapar un sonido a medio camino entre una carcajada y un murmullo de compasión.

Ness: Anoche, cuando te fuiste, estuve a punto de hacer lo mismo. Luego pensé que no serviría de nada y que encima tendría que limpiarlo. ¿Te ha servido a ti de algo?

Zac: Vanessa, eres una pasada. No todo tiene una respuesta directa y práctica. No todo encaja siempre. Si fuera así, tres chicas no estarían muertas por conducir demasiado deprisa y enviar mensajes de texto a sus amigos.

A Vanessa le dolieron en el alma esas vidas echadas a perder.

Ness: ¿Fue eso lo que ocurrió? ¿Cómo lo sabes?

Zac: Conozco a las personas. -Maldita sea, pensó echándose el pelo hacia atrás mientras se esforzaba por controlar la rabia que lo había cegado-. Escucha, todo eso está bajo secreto de sumario hasta que cierren la investigación.

Ness: No diré nada. La señora Grady conoce a la madre de la chica que conducía y está muy afectada. Quizá el hecho de que yo la escuchara, le preparara un té y la cogiera de la mano no le ha servido de gran cosa. Quizá no le he dado una respuesta directa y práctica, y quizá no todo encaja siempre. Pero tenía que hacer algo. Cuando las personas a quienes quiero tienen un disgusto, tengo que hacer algo.

Zac: Tanto si esas personas quieren como si no.

Ness: Sí, supongo que sí. A mi modo de ver, ayudarnos los unos a los otros no resta importancia a lo que les pasó a esas chicas, ni alivia el dolor que podamos sentir por ellas o por sus familias. De todos modos, tomo nota. Tú no quieres que te escuche. No quieres que te coja de la mano. Eso quiere decir que la única que necesita hacer ambas cosas soy yo, no tú.

Suspiró hondo, y Zachary notó que su respiración era irregular. Eso, más que cualquier otra cosa que ella hubiera dicho o hecho, fue lo que le impresionó.

Ness: Tú lanzas la botella contra la pared, luego recoges los cristales y los tiras. Esa es tu manera de ser práctico, Zac.

Zac: A veces una botella rota tan solo es eso, una botella rota. Oye, tengo que volver a poner las ruedas al jeep.

No fue rabia lo que vio en su rostro, cuando el objetivo había sido hacerla rabiar. Fue dolor. Fue su respiración irregular.

Vanessa asintió.

Ness: Que te vaya bien.

Por un momento, mientras ella se daba la vuelta para marcharse, Zachary deseó tener todavía la botella en la mano para poder estrellarla contra la pared.

Zac: Pensé que había muerto.

Vanessa se detuvo, se volvió y esperó.

Zac: Cuando se torcieron las cosas, cuando supe que todo se iba al traste, pensé que podría salir de aquello. Pero el tema era muy jodido. Un problema técnico, un error de cálculo y unos recortes presupuestarios que nadie comunicó a los que podíamos correr peligro. Alguien de arriba tomó una decisión equivocada, no importa el motivo. Ese motivo hizo que al final me dieran un talón muy sustancioso.

Ness: Ese fue el motivo de que terminaras herido.

Zac: Era un tema muy jodido y eché tierra encima.

Eso era lo que había hecho, lo que había tenido que hacer para superarlo.

Zac: En fin, en un primer momento pensé que esto se iba a la mierda; en el minuto siguiente, pensé que podría controlarlo. Y luego... luego fue cuando supe que no podía y que iba a morir. Estamos hablando de segundos, pero es que todo pasa muy despacio. Oyes ruidos, de arañazos, de reventones, y fuera del túnel en el que has entrado todo se difumina. En cambio, por dentro todo va a cámara lenta, por eso los segundos son eternos. Y es terrorífico. Eso primero, luego viene el dolor.

Zachary se detuvo para tomar aliento y calmarse un poco. Mientras tanto, Vanessa se acercó a la mesa del taller y cogió la botella de agua que él había lanzado junto con la cerveza.

La destapó y, mirándole fijamente a los ojos, se la dio.

Dios mío, pensó él, esa mujer es una pasada. Una pasada increíble.

Zac: Bien -se refrescó la garganta-. Tras el dolor sabes que no estás muerto, pero quieres estarlo. Por dentro estás gritando y tus gritos no parecen humanos. Ni siquiera puedes sacar fuera el sonido porque te estás ahogando en tu propia sangre. No puedes respirar porque tus pulmones han empezado a paralizarse. Esos segundos es más de lo que puedes soportar atrapado en el dolor y queriendo morir, queriendo que todo eso acabe. ¿Te hace algún bien saber todo eso?

Ness: Forma parte de ti. No somos un libro en blanco, Zachary. Lo que hemos hecho, aquello a lo que hemos sobrevivido, forma parte de nuestra identidad. Lo que les pasó a esas chicas, tu reacción...

Zac: No sé por qué me afectó tanto. Quizá porque había tenido una jornada muy larga, quizá porque fue cerca de casa. No revivo mi accidente cada vez que me llaman para que me ocupe de uno. No lo vivo así.

Ness: ¿Cómo lo vives entonces?

Zac: Pensando que eso ya ha terminado. Si no, ya no estaría aquí. Eso terminó cuando me desperté en el hospital. No estaba muerto. Es algo muy importante, no estaba muerto, y así quería seguir -dejó la botella de agua y fue a buscar la escoba y el recogedor para barrer los cristales rotos-. Si tenía que dolerme como si estuviera cruzando el infierno, de acuerdo. Había sobrevivido al accidente y había pasado por eso. ¿Tenían que coserme por todos lados? Adelante, siempre y cuando pudiera salir de ahí por mi propio pie. Me propuse conseguirlo y tenía un largo trecho por recorrer. Se acabó el ver pasar un día tras otro.

Ness: Apretaste la tecla de retroceso.

Zachary la miró.

Zac: De alguna manera, sí. O quizá apreté la contraria. Lo que sí supe cuando me desperté, y vi la cara de mi madre sentada a mi lado, es que no volvería a irme. No quiero decir con eso que solo me tuviera a mí, que solo me tenga a mí, en su vida hay otras cosas. Pero supe que esa vida que yo llevaba ponía en peligro la poca familia que le quedaba y decidí terminar con eso. Tenía la oportunidad de hacer algo por ella y de seguir adelante por mí mismo -suspiró y, con un ruido de vidrios rotos, tiró el cristal a la basura-. No quiso regresar a casa. Ni siquiera cuando recuperé las fuerzas y me vi capaz de gritarle y enfurecerla conseguí que regresara.

Ness: ¿Era eso lo que querías? -preguntó con voz queda-. ¿Querías que se marchara?

Zac: Yo... no, claro que no. Pero tampoco quería que se quedara tal y como estaban las cosas. Mi madre dejó su empleo y aceptó algunos trabajos de camarera sirviendo mesas. Me marché de casa cuando cumplí los dieciocho, eso fue básicamente lo que hice. Le envié dinero, por supuesto, pero podrían contarse con los dedos de una mano las veces que fui a verla. Sin embargo, ella no quiso dejarme solo. Se me presentó la oportunidad de cambiar las cosas y la aproveché. Eso es todo.

Ness: Tienes suerte de contar con tu madre.

Zac: Lo sé.

Ness: Y ella es muy afortunada por tenerte a ti.

Zac: Nos va bien.

Ness: Zac, ¿cómo explicarías lo que hay entre tú y yo? ¿Qué nos está pasando?

Zac: ¿Cómo lo explicarías tú?

Ness: No, no, siempre sales con esas. Las cartas, sobre la mesa. Tienes que jugar.

Zac: Por Dios, Vanessa... a veces cuesta seguirte. Ya me he disculpado por lo de anoche y te he explicado los motivos. Te he explicado mucho más de lo que suelo hacerlo.

Ness: ¿Debo interpretar que no puedes explicar lo que hay entre tú y yo?

Zac: No pretendo explicar nada -tomó la botella y volvió a dejarla sobre la mesa-. Si tuviera que hacerlo, diría que estamos viviendo una historia.

Ness: Una historia. -El suspiro de Vanessa se convirtió en una risa-. Vale. ¿Crees que quiero vivir una historia contigo y no saber cómo gestionaste ese trauma, cómo te afectó, cómo cambió eso el rumbo de tu vida, o cómo cambiaste tú por culpa de eso?

Zac: No. Eso lo has dejado muy claro,

Ness: Para ti es importante saber cómo funcionan las cosas. Y yo soy incapaz de saber cómo funcionas tú, o cómo podríamos funcionar nosotros dos, si no tengo todas las piezas.

Eso le llegó al alma.

Zac: Lo entiendo, pero había varias piezas que no me gustaban, por eso, como estoy haciendo con este jeep, las cambié. No funciono de la misma manera que antes del accidente. De lo contrario, no estaría viviendo esta historia.

Ness: Eso nunca lo sabremos, pero me gusta cómo eres, Zac, y eso incluye tu pasado. No quiero tener la sensación de que me estoy metiendo donde no me llaman cada vez que te hago una pregunta sobre tu pasado.

Zac: Y no quiero que tengas esa sensación. Lo que pasa es que no me gusta escarbar. El pasado, pasado está.

Ness: No estoy en absoluto de acuerdo. ¿No recuerdas la primera vez que montaste en una bicicleta, besaste a una chica o condujiste un coche?

Zac: Recuerdo la primera vez que te besé, salvo que fuiste tú quien me besó a mí. Fue el Cuatro de Julio.

Bueno, pensó Vanessa, por hoy basta. Dejémoslo correr.

Ness: Eso fue para hacer rabiar a Drew.

Zac: De todos modos, el beneficiado fui yo -se miró las manos-. No estoy en condiciones de tocarte sin dejarte hecha un asco. Y ese traje chaqueta que llevas es bonito.

Ness: Entonces estate quieto y aparta de mí esas manos.

Vanessa se acercó a él y le besó en los labios.

Zac: Espero que no creas que con este beso me vas a compensar por haberme dejado sin sexo.

Ness: No vas a conseguir nada más en estas circunstancias.

Zac: A lo mejor podrías quedarte por aquí un rato más. A los tíos les encanta que las mujeres se queden a mirarlos mientras arreglan un coche.

Ness: Eso lo hacemos para calmaros.

Zachary bajó tres palmos el jeep.

Zac: ¿Cuándo has salido tú con alguien que se mete bajo los coches?

Ness: Antes de ahora, nunca, pero Miley sí. O sea que sé de lo que hablo, lo sé de buena tinta.

Relajado, habiendo soltado lo que se le había atravesado en la garganta y el estómago, Zachary le sonrió.

Zac: Eso es sexista. He conocido a muchas mujeres apasionadas por la mecánica.

Ness: Pero a esas no se les pide que se queden a mirar.

Zac: Bueno, veamos. ¿Llegas al volante?

Ness: Supongo que sí, pero...

Zac: Hazme un favor. Sube ahí y gíralo todo hacia la derecha. Luego gíralo todo hacia la izquierda.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Porque al elevar la suspensión hay que modificar muchas cosas, y quiero asegurarme de que no haya interferencias antes de poner las ruedas.

Ness: ¿Qué habrías hecho si no llego a venir?

Zac: Seguir cabreado, más o menos. Al final se me habría pasado -añadió al tiempo que se echaba en una camilla para mecánico y se metía debajo del jeep-.

Ness: Me refería al jeep, pero en realidad prefiero esa respuesta -se asomó al interior del automóvil y giró el volante- ¿Así?

Zac: Sí, se ve bien. Desde aquí abajo la vista es fantástica.

Ness: Se supone que tienes que mirar lo que hay debajo del jeep, no debajo de mi falda.

Zac: Puedo hacer las dos cosas. A la izquierda, Piernas.

Ness: ¿Crees que a tu madre le gustaría venir a la cena del día de Acción de Gracias? -Al ver que él no decía nada, alzó los ojos al techo-. ¿O la cena de Acción de Gracias está fuera de lugar en nuestra historia?

Zac: Espera un momento.

Zachary hizo rodar la camilla hacia fuera, cogió una herramienta y volvió a rodar bajo el coche.

Vanessa oyó unos golpes metálicos.

Zac: Vuelve a girarlo. Eso es.

Zachary volvió a salir, se levantó y fue a buscar un neumático enorme. ¿Por qué había dicho que era una rueda? Quizá la rueda era lo que debía de ir dentro del neumático, encajada en... ¿sería eso un eje?

¿Qué demonios le importaba a ella?

Zac: Nunca he vivido una historia como esta.

Ness: Lo entiendo.

Zac: No, no lo entiendes -usó una especie de herramienta de aire que tras un fuerte siseo soltó un ruido seco-. He vivido otras historias, pero esta es diferente.

Ness: Lo entiendo, de verdad, Zachary. Para mí esta historia también es diferente. Y entiendo que en ella no encaje una fiesta familiar tradicional.

Zac: Eso ya lo veremos. Sé que a ella le gustaría ir, pero me bombardeará con toda clase de preguntas, como si hay que ir bien vestido o…

Ness: De etiqueta -mantuvo una expresión anodina durante unos cinco segundos mientras él se esforzaba por no sudar-. Oh, por el amor de Dios, Zac... -Y se le escapó una carcajada-. No hay normas de etiqueta. Piensa que, durante buena parte del día, como en la mayoría de los hogares estadounidenses, los hombres estarán pegados al televisor viendo el partido de fútbol.

Zac: Apuesto a que la salsa de frambuesas no será de lata, como en la mayoría de los hogares estadounidenses.

Ness: Ahora me has pillado. Hablaré con tu madre y así te evitaré el interrogatorio.

Zac: Que te crees tú eso... Te lo agradezco, pero seguirá bombardeándome con preguntas, y me perseguirá para que me ponga un traje.

Ness: El traje te sienta bien. ¿Por qué son tan grandes estos neumáticos?

Zac: Porque al chico del jeep le gusta fardar. -Le dio al botón de elevación hasta que los neumáticos estuvieron en el suelo-. Tengo que volver a comprobar la dirección y luego levantar al máximo ambos lados con el gato. Tendré que ocuparme de la alineación delantera -Estudió el jeep y luego a esa mujer-. Pero haré eso por la mañana. ¿Por qué no me lavo, cierro y te llevo a cenar por ahí?

Ness: Es un poco tarde para cenar.

Como él no llevaba reloj, señaló el de Vanessa e inclinó la cabeza para ver la hora.

Zac: Sí, es tarde, a menos que uno no haya cenado todavía.

Ness: Te propongo una cosa. ¿Por qué no te lavas, cierras y me sigues con el coche a casa? Te prepararé unos huevos revueltos. Es el plato del día.

Zac: Me parece muy bien. Vanessa, me alegro de que hayas venido.


Vanessa cogió el teléfono y rodó fuera de la cama. Echando un vistazo al reloj comprobó que, aunque apenas eran las cinco, la novia del viernes por la noche ya estaba levantada.

Ness: Buenos días, Leah. ¿Cómo…? -se interrumpió y fue a la pequeña sala contigua mientras la novia le exponía su crisis-. Oh, lo siento mucho. No, escucha, no te preocupes por la hora. Hoy te dedico todo el día. No quiero que te preocupes por nada que tenga que ver con la boda. Dile a Justin que su madre estará en nuestros pensamientos. Lo demás ya lo arreglaremos, Leah, déjamelo a mí. Permite que te haga una pregunta: ¿uno de los testigos podría hacer de padrino?

Vanessa escuchó, agradecida de que la novia mantuviera la sangre fría a pesar de que el padrino estuviera viajando a Seattle el día de su boda.

Ness: Eso está bien. Sí sólo que nos faltará un testigo. ¿Channing o tú no conocéis a alguien que pueda hacer el papel? Sí, comprendo que no queda tiempo y que luego está la cuestión de que le vayan bien el traje y la camisa que habéis elegido.

Torciendo el gesto, abrió la puerta con sigilo y entornó los ojos mirando a Zachary, que había aprovechado su ausencia para estirarse en diagonal sobre la cama.

Ness: Creo que tengo a la persona que encajaría. Ya sé que ni Channing ni tú lo conocéis, pero… No, eso ni lo pienses. Déjame ver si puedo solucionarlo y luego te llamo. Te lo prometo, nos ocuparemos de todo. Dame una hora.

Vanessa volvió a entrar en el dormitorio y empezó a montar la estrategia.

¡No había nada de malo en dorar un poco la píldora!

Se metió en la cama con cuidado y se acurrucó contra la espalda de Zachary. Era un arduo trabajo, mientras le acariciaba el costado y con los labios le rozaba la escápula. Pero alguien tenía que hacerlo.

Su cuerpo estaba caliente y firme. Cuando le pasó la mano por la cintura, por el vientre, y siguió bajando, sonrió y pensó: muy firme.

Recorrió con los dedos su muslo y volvió a subir. Y entonces se tomó en serio la tarea que tenía entre manos. Con las manos y los labios hizo que él se moviera y se despertara, lo invitó a ponerse boca arriba y vio que sus soñolientos ojos resplandecían en la oscuridad.

Ness: Buenos días -musitó depositando un beso tras otro en su pecho-.

Zac: Eso parece.

Se recreó en su cuello, con unos mordiscos suaves y juguetones.

Ness: Como estaba despierta, y tú también... -fue acercándose a su oreja mientras las manos de él empezaban a moverse por su cuerpo-. Espero que no te importe que me sirva yo misma.

Zac: Haz lo que tengas que hacer.

Vanessa rió y se puso a horcajadas encima de él. Se inclinó y le ofreció los pechos entregándose al lento placer. Había tantas cosas de él que todavía ignoraba... tantas cosas que quizá nunca llegaría a entender.

Sin embargo, allí, en la oscuridad, se conocían.

Vanessa se incorporó y tomó a ese hombre.

Lo envolvió, cuerpo y aroma, el sonido de su respiración susurrante, el sabor de ella todavía en su lengua. Se movió encima de él, pálida sombra, dulce fantasía, cálida mujer. Antes de que despuntara la mañana, tomó a ese hombre, lo dirigió, lo poseyó.

Se arqueó, cediendo a ese ansioso descenso, y lo atrajo hacia sí.

Dejó escapar un sonido que podría equipararse al de un gato lamiendo la última gota de leche y luego se estiró sobre él cuan larga era.

Ness: Eso es… -repitió el sonido-. Una manera perfecta de empezar el día.

Zac: Un desayuno de campeones.

Ness: Mmm. ¿A qué hora tienes que ponerte a trabajar?

Zac: A las siete o siete y media. Con esta especie de arranque en segunda podría ahorrarme media hora de gimnasio. ¿Qué hora debe de ser?

Ness: Te quedan un par de horas. ¿Volverás más tarde?

Zac: Sí, volveré. -Sus dedos le recorrieron perezosos la columna-. Creo que podré salir a las cuatro si necesitas ayuda esta noche.

Ness: Fantástico -sonrió y se volvió para besarle en el cuello-. Porque la llamada que nos ha brindado este hermoso despertar era de la novia de esta noche, y hay una complicación.

Zac: Me aseguraré de estar aquí. Supongo que se lo debo.

Estaba resultando demasiado fácil, pensó Vanessa.

Ness: De hecho, tú eres el único que puede solucionar esta complicación.

Zac: ¿Qué? ¿La limusina necesita una puesta a punto? ¿La carroza de Cenicienta necesita un cambio de rueda?

Ness: Te llamaría a ti para eso, pero no -le besó en una mejilla notando que ya le asomaba la barba-. El mejor amigo del novio, y padrino de la boda, ha tenido que coger un avión hacia Seattle esta mañana. -Y luego le besó en la otra-. A su madre tienen que operarla de urgencia.

Zac: Mal tema. ¿Es grave?

Ness: Una peritonitis. Les preocupa una posible septicemia y que haya otras complicaciones. Es más, la mujer se encontraba cuidando de su madre, a la que acaban de operar de la cadera, y eso ha complicado mucho las cosas para todos. Leah y Channing están preocupados por su amigo, por la madre de su amigo, y además se han quedado sin padrino. Uno de los testigos ocupará su lugar, pero entonces les faltará un testigo.

Zac: Ajá.

Ness: Es decir, que necesitaremos un sustituto que tenga la misma constitución que Justin, el padrino, para que el esmoquin le entre.

Zac: Claro.

Ness: Tú tienes una talla cuarenta y ocho de pantalón, ¿verdad? Una cuarenta y dos de cintura... y diría que, de camisa, una XXL.

Zac: Supongo que sí. No he... uau. Espera.

Cuando Zachary la cogió por los hombros e hizo ademán de apartarla, Vanessa se apretujó contra él.

Ness: Me harías un gran favor. Te gustará Channing, es un encanto. Leah y él crecieron juntos, por decirlo de algún modo. Fueron uña y carne en el instituto, luego perdieron el contacto, durante los años de la universidad, hasta que...

Zac: Tú estás de broma. -Esta vez la empujó con más ímpetu y se zafó de ella-. No esperarás en serio que me ponga el esmoquin de otro tío y...

Ness: Estoy segura de que te irá bien. Drew necesita una cincuenta, y a Chris le quedaría grande. Y no pueden ponerse uno de sus trajes, porque los miembros del cortejo van a conjunto.

Zac: De ninguna manera voy a...

Ness: Considera que haces una sustitución. De eso se trata en realidad -se dio la vuelta y se deslizó sobre su pecho-. Estuviste en otra boda, ¿no?

Zac: Sí, pero...

Ness: Lo único que tienes que hacer es acompañar a los invitados a sus asientos, quedarte de pie con los otros testigos del novio y luego ser la pareja de una dama muy atractiva en el desfile final. Sacarías de un gran apuro a Leah y a Channing.

Zac: Eso sería importante si conociera a Leah y a Channing.

Ness: Pero me conoces a mí. Me harías un gran favor personal, Zachary -le besó en la mandíbula-. Y yo te estaría muy agradecida.

Zac: Tengo que trabajar.

Ness: Pero llegarás aquí con tiempo de sobra. De verdad, si vienes a las cinco cuarenta y cinco, podré arreglarlo. Me ocuparé de los detalles. Lo único que tienes que hacer es ponerte el esmoquin... ah, y los zapatos del día de la boda de Sherry irían muy bien.

Zac: Menos mal.

Ness: Tomo nota del sarcasmo, y lo ignoraré. Tú ven, pon buena cara y acompaña a la gente a sus asientos. Será una boda preciosa. El pastel es increíble. Mármol de chocolate con cobertura cristalizada sobre crema de mantequilla. Brittany lo servirá en un mar de salsa de caramelo.

Zac: ¿Crees que puedes sobornarme con un pastel?

Ness: Es un pastel excepcional -se dedicó a mordisquearle suavemente la barbilla-. Y seguro que podré confiscar una cantidad para... luego.

Zac: ¿Ahora me sobornas con sexo en salsa de caramelo?

Ness: Sí.

Zac: Eres absolutamente diabólica, Piernas.

Ness: Gracias.

Zac: ¿Y tu manera de despertarme? ¿Querías prepararme para esto?

Ness: Desde luego.

Zac: Bien pensado.

Ness: ¿Lo harás?

Zac: Me gustaría saber quién es el hombre capaz de resistirse a una salsa de caramelo.

Ness: Gracias -le plantó un beso fuerte y sonoro en los labios-. Te lo digo en serio, gracias. Tengo que llamar a Leah para contárselo. -Saltó de la cama y agarró el teléfono-. No te preocupes por nada. Lo único que tienes que hacer es estar aquí, yo ya te guiaré en todo lo demás.

Zac: Sí, sí...

Y mientras ella llamaba a la novia, Zachary se tapó la cara con la almohada.


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