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jueves, 11 de junio de 2020

Capítulo 11


Tras la última reunión de la tarde, Brittany puso los pies en alto y se desperezó.

Britt: Creo que esta hace méritos para Novia Tonta del Bote. No solo quiere que su dama de honor desfile por el pasillo central con sus dos gatos siameses en lugar de con un ramo, sino que también pretende incluirlos en la lista de invitados.

Miley: Lo que significa que tendremos que preparar la comida de estos dos animales (que, por cierto, tomarán salmón), y ella pagarla -comentó poniendo los ojos en blanco-.

Ash: Más las flores de ojal -solo tuvo fuerzas para reírse-. Y una cuidadora de gatos para la recepción. ¿Dónde vas a conseguirla? -preguntó a Vanessa-.

Ness: Hablaré con su veterinario. Al menos no insistió en sentarlos a la mesa presidencial durante la cena.

Britt: Pero faltó poco. Bueno, ese problema lo dejaremos para otro día. Lo que ahora quiero es una copita de vino antes de ver qué hay para picotear en la cocina de la señora Grady, porque Drew ha llamado para decirme que tiene una reunión a última hora.

Ness: Tendrás que cambiar de planes. Tenemos que ir arriba a hacer una cosa.

Britt: Ni hablar, Vanessa, no podría enfrentarme ahora a una reunión. Me siento agotada.

Ness: No es esa clase de reunión -se puso en pie-. Y creo que te recuperarás cuando veas de qué se trata.

Britt: No entiendo lo que... -sus ojos expresaron claramente que la había cogido al vuelo-. Has encontrado un vestido para mí.

Ness: Vayamos a verlo.

Sonriendo a sus amigas, Brittany dio un salto en la silla.

Britt: ¡Es mi turno! ¿Hay champán?

Miley: ¿Tú qué crees? -preguntó levantándola de la silla-.

Ness: Las mismas normas de siempre -dijo cuando todas ellas iban a salir de la sala-. Si no es el definitivo, no lo es. Sin acritud.

Britt: Todavía no he decidido el estilo que me apetece. No paro de darle vueltas. Aunque estoy segura de que no quiero velo, es tan medieval... Disculpa -dijo a Ashley-. Quizá me decante por algún adorno en el pelo o por unas flores, por eso creo que el vestido no tendría que ser demasiado tradicional, aunque tampoco quiero ir ultramoderna, o sea que...

Miley: O sea que vamos a empezar -le pasó el brazo por la cintura y la abrazó-. Tienes la fiebre de la novia, cariño. Me ha pasado a mí, lo he vivido.

Britt: Me parecía imposible que me sucediera algo así, pero me rindo. ¿Por eso Drew me ha dicho que llegaría tarde?

Ness: Lo llamé cuando encontré el vestido -se detuvo ante la puerta cerrada de la suite de la novia-. Ha salido con Chris y Liam. ¿Lista?

Brittany se recogió el pelo detrás de las orejas y fingió estremecerse. Rió.

Britt: Totalmente.

Como habían hecho con Miley y luego con Ashley, el vestido de Brittany colgaba expuesto para ser contemplado. Una botella de champán se enfriaba en una cubitera de plata junto a una preciosa bandeja de fruta y queso.

La señora Grady estaba de pie, con la cámara y el alfiletero preparados.

Britt: Es precioso, Vanessa. -Con la mirada atenta, se acercó a él-. Dudaba en ir sin tirantes, pero me encanta la manera en que el escote se curva, suavemente, tan solo un poquito, y los fruncidos y la pedrería del cuerpo contribuyen a darle textura y brillo. -Rozó la falda tan solo con la punta de los dedos-. No estaba tan segura con los brillos.

Miley: Me gusta cómo la tela se recoge en la cintura, con suavidad, se confunde delicadamente con el bordado central en hilo de plata y desciende en un drapeado -ladeó la cabeza, giró alrededor de Brittany y asintió-. Quedará fantástico en las fotos.

Ash: La caída y los pliegues de la parte central de la falda. Con sus cuentas plateadas a ambos lados. Le añade interés pero sin recargarlo. Y el modo en que esas líneas y texturas se reflejan en la espalda. Es maravilloso, Vanessa, de verdad. Buen trabajo.

Grady: Eso lo veremos cuando se lo haya probado la novia -dijo la señora Grady con un aspaviento-. Vamos, a moverse. Serviré el champán.

Miley: No vale mirar -advirtió a Brittany girándola para que quedara de espaldas al espejo-.

Ness: Por suerte es de tu talla, o sea que no habrá que hacer muchos arreglos. He traído unos alfileres. Aunque no te guste el vestido, los alfileres servirán para darle forma a lo que decidas.

Miley asió la cámara cuando volvieron a tener vestida a Brittany y captó unas instantáneas de Vanessa y de Ashley alisándole la falda y abrochándole la espalda.

Miley entrechocó su copa con la de la señora Grady.

Miley: ¿Qué le parece?

Grady: Labios sellados hasta que la novia dé su opinión.

Sus ojos, sin embargo, se humedecieron.

Ness: Vale, puedes darte la vuelta y mirarte.

Ante la señal de Vanessa, Brittany se volvió. Permaneció impasible mientras se examinaba a sí misma.

Britt: A ver...

Seria, se volvió hacía uno y otro lado y sacudió levemente la cabeza, lo suficiente para que a Vanessa se le cayera el alma a los pies.

Ness: A lo mejor no es lo que tenías pensado -empezó a decir-. Lo que habías imaginado que te gustaría llevar. Es tu día. Tiene que ser perfecto.

Britt: Sí. No estoy segura... -se volvió de lado para verse y entonces se dedicó a estudiar la espalda-. ¡Es que no sé... cómo lo consigues! ¡Vidente! -Estalló en carcajadas y estrechó a Vanessa entre sus brazos-. Tendrías que haber visto la cara que ponías. Tan seria. Te quiero. Os quiero, chicas. Oh, es fabuloso. Es de una perfección perfecta. Tengo que volver a mirarme.

Mientras Brittany se puso a girar delante del espejo, Vanessa, con los ojos en ascuas, se limitó a exclamar «buf».

Ash: Tres de tres -entrechocó las copas-. Y aunque iba a discrepar en una cosa, tienes razón con lo del velo, Brittany.

Ness: Pensando en eso he traído estos tocados -fue al otro extremo de la habitación y abrió una caja que contenía dos peinetas de bisutería fina-. Se me ha ocurrido una idea. Si puedes dejar de contemplarte durante un par de minutos, quiero probar una cosa.

Britt: ¿No puedo contemplarme mientras tú haces la prueba? Mírame. -Levantándose las faldas, giró una vez más-. ¡Soy una novia!

Ness: Pues entonces estate quieta. Estaba pensando que podrías recogerte el pelo desde la sien con estas peinetas, y luego le diríamos a la peluquera que te hiciera algo divertido por detrás.

Ash: Podríamos añadirle unas flores... el pelo le da para trenzárselo desde arriba -calculó-, y el resto lo dejamos suelto. Le pasamos una cinta fina y con perlitas por la trenza y le ponemos una pequeña horquilla de flores. Alverjillas, dijiste que querías alverjillas y peonías fundamentalmente.

Britt: Me encantan las alverjillas -confirmó mientras se tocaba los brillantitos del pelo-. Me encantan las peinetas, Vanessa. Es exactamente lo que estaba intentando visualizar. Oh, el vestido. El vestido. Es un poco años treinta. Clásico, pero sin ser tradicional. Es mi vestido de boda.

Grady: A ver, todas juntas -ordenó la señora Grady-, antes de que la alegría y el champán se os suban a la cabeza. Estas son mis niñas -murmuró mientras las chicas se ponían en fila para la foto-.


Miley examinó el enorme armario de Vanessa, tan organizado que daba miedo.

Miley: Quizá con un armario de este tamaño podría guardar mis cosas bien ordenadas y tenerlo todo organizado.

Vanessa descartó una blusa roja y siguió buscando.

Ness: No podrías.

Miley: Eso es cruel. Verdad, pero cruel.

Ness: Si organizaras bien tu armario, no te comprarías otra blusa blanca solo porque es mona, porque serías perfectamente consciente de que ya tienes una docena de blusas blancas.

Miley: Eso es cierto, pero hay que reconocer que es importante saber dónde está tu cinturón de cuero rojo cuando lo necesitas desesperadamente -abrió uno de los cajones de los diversos compartimientos empotrados que contenían su colección de cinturones, perfectamente enrollados por colores-. Si sabes dónde lo guardas todo y tienes una lista detallada en el ordenador del contenido de tu armario y del lugar específico donde se encuentran tus cosas, ¿por qué tardas tanto en elegir un conjunto?

Ness: Porque no sé adonde vamos ni cómo iremos hasta allí. -La irritación asomó en la voz de Vanessa mientras descartaba otra blusa-. Y porque es importante que no parezca que para mí es importante.

Comprendiéndolo perfectamente, Miley asintió.

Miley: Un jersey de cachemira, de color intenso. Escotado en uve o en redondo, con una camiseta blanca, unos pantalones negros o grises. Botines tacón, de un color que combine con el del jersey. Esta noche refrescará, o sea que ponte ese excelente chaquetón de napa, el que te llega a medio muslo y hace ese frufrú cuando caminas.

Vanessa se volvió hacia su amiga.

Ness: Tienes toda la razón del mundo.

Miley: Me dedico a la imagen. Ponte unos pendientes grandes y déjate el cabello suelto.

Ness: ¿Suelto?

Miley: Suelto es más sexy, menos estudiado. Ponte sombra de ojos y píntate los labios de color claro. No hace falta que te diga que lleves ropa interior de primera por si acaso, porque tú solo llevas ropa interior de primera. No sabes cuántas veces he envidiado tu ropa interior.

Vanessa consideró el punto de vista de Miley.

Ness: No he decidido si Zachary va a tener la oportunidad de ver mi ropa interior.

Miley: Sí lo has hecho.

Ness: No he decidido si va a tener la oportunidad de verla esta noche.

Miley: Eso solo añade un toque más sexy.

Ness: Eso me pone más nerviosa, y no me gusta estar nerviosa -abrió otro cajón. Hizo un gesto de negación y abrió otro-. ¿Y este? Color ciruela intenso, escote en pico, pero con el cuello Mao, no está mal.

Miley: Fabuloso. Si tienes una camiseta de un tono ciruela más claro, que seguro que la tienes, elige esa en lugar de una blanca. Y los pantalones gris, lavados a la piedra, los pitillo. Y luego... -se dirigió al compartimiento de los zapatos, ordenados por estilos y agrupados según el color-. Luego tienes estos botines de ante que son una monada y tienen un fantástico tacón ancho. Los colores y los tejidos son suaves y de calidad y la combinación, aunque desenfadada, tiene ese toque arreglado del estilo Vanessa.

Ness: Queda bien.

Miley: Ah, y ponte esos aros enormes de plata repujada. Casi nunca te los pones, y van de fábula con el conjunto.

Ness: Es demasiado.

Miley la apuntó con el dedo.

Miley: Confía en mí.

Ness: ¿Por qué nos tomamos tantas molestias? Si los hombres no se dan cuenta...

Miley: Porque lo que llevamos influye en cómo nos sentimos, actuamos y nos movemos. Y de eso sí se dan cuenta. Sobre todo de cómo nos movemos. Vístete, ponte sombra de ojos. Sabrás que estás guapa y te sentirás bien. Lo pasarás mejor.

Ness: Lo pasaría mejor si supiera a qué atenerme.

Miley: Oye, Vanessa -le acarició la cola de caballo y sus miradas se encontraron en el espejo-. Con los hombres con quienes sales sabes a qué atenerte desde el primer momento. No te ponen nerviosa. No he visto que te tomaras ninguna relación en serio o, digamos, con un sano interés desde la universidad.

Ness: Justin Blake -esbozó una tímida sonrisa-. Pensé que estaba enamorada de él...

Miley: Y el mundo se hundió -dijo pensando en la época en que murieron los Hudgens-. Justin no supo estar ahí y darte apoyo, no tenía lo necesario para estar ahí.

Ness: Y se acabó.

Miley: Y desde entonces, nada. Te diré que creo que Zac es el primer hombre con quien te arriesgas desde Justin Cabrón Egoísta Blake.

Ness: Qué bien te ha quedado...

Miley se volvió y cogió a Vanessa por los hombros.

Miley: Te quiero, Ness. Date una oportunidad.

Ness: Yo también te quiero -respondió con un suspiro-. Me pondré los aros grandes de plata.

Miley: No lo lamentarás. Tengo que irme. Diviértete esta noche.

Claro que se divertiría. ¿Por qué no habría de hacerlo?, pensó Vanessa mientras descolgaba el chaquetón de piel que con tanto acierto le había aconsejado Miley.

Sabía divertirse.

Para ella no todo consistía en trabajar, como la mayoría de sus clientas, por no decir todas, podrían confirmar. De acuerdo, divertirse con las clientas formaba parte de su trabajo, pero no por eso quedaba eliminado el factor diversión.

Sabía que le estaba dando demasiadas vueltas al asunto y de tantas vueltas como le estaba dando, le estaban entrando ganas de darse una buena bofetada.

Nada pudo aliviarla más que oír el timbre de la puerta principal. Al menos ahora podría empezar lo que fuera que iban a hacer esa noche.

Ness: Informal -se dijo a sí misma mientras se dirigía a la puerta-. Natural. Sin agobios, sin presiones.

Abrió la puerta y ahí estaba él, con una chaqueta de piel, una camisa suelta de un color azul tejano descolorido y los pulgares metidos en los bolsillos de unos pantalones oscuros.

Informal, volvió a pensar. Sin duda a este hombre se le daba bien el estilo informal.

Zac: ¡Qué guapa estás!

Vanessa salió de la casa.

Ness: Gracias.

Zac: Guapísima -no se apartó, sino que se acercó a ella-.

Con un movimiento suave, pensaría Vanessa después, le acarició el pelo y la besó en los labios.

Ness: No me dijiste adonde iríamos -logró articular-. Ni cómo...

En ese momento vio el coche, un deportivo negro y resplandeciente de chasis bajo.

Ness: Menudo coche...

Zac: Esta noche refrescará. Me ha parecido que no te apetecería ir en moto.

Vanessa bajó del porche y no pudo evitar admirar su línea. Drew tenía razón. Era muy elegante.

Ness: Parece nuevo, pero no lo es.

Zac: Tiene más años que yo, pero sirve para dar un paseo -le abrió la portezuela-.

Vanessa subió al coche. Olía a cuero y a hombre, una combinación que le hizo ser muy consciente de su feminidad. Cuando él se sentó a su lado y dio la vuelta a la llave de contacto, el motor le hizo pensar en un puño, listo para golpear.

Ness: Háblame de este coche.

Zac: Es un Corvette del 66.

Ness: ¿Y?

Zac la miró y salió disparado por el caminito de entrada.

Zac: Circula.

Ness: Eso ya lo veo.

Zac: Cuatro marchas cortas, 427 CID, cambio de marchas corto y dos tubos de escape dobles.

Ness: ¿Por qué razón las marchas son cortas? He supuesto que te referías al cambio y que al decir marchas cortas te referías a que no hay mucha diferencia entre una marcha y otra.

Zac: Supones bien. Es para los motores tuneados a su máxima potencia, para los coches deportivos, por eso las velocidades de marcha son cortas. Eso obliga al conductor a mantener el control.

Ness: No tendría ningún sentido tener un coche así si uno no mantuviera el control.

Zac: En eso coincidimos.

Ness: ¿Desde cuándo lo tienes?

Zac: ¿En total? Desde hace unos cuatro años. Terminé de restaurarlo hace unos meses.

Ness: Debe de dar mucho trabajo eso de restaurar coches.

Zachary la miró de soslayo mientras cambiaba de marcha.

Zac: Podría objetar que es irónico oírte decir que algo da mucho trabajo. Además, es una buena publicidad para el negocio. La gente se fija en un coche como este y entonces te pregunta. Luego entra en juego el boca-oreja. Y quizá un crío, que vive de sus fondos de inversión y tiene el Coupe de Ville del abuelo aparcado en el garaje decide restaurarlo, o algún tío con un buen fajo de billetes quiere volver a ser joven y me contrata para que le encuentre y le restaure un Porshe 911 del 72 porque en él perdió la virginidad, cosa que requiere habilidad en un 911.

Ness: Confío en tu palabra.

Zachary sonrió.

Zac: ¿Dónde perdiste tú la tuya?

Ness: En Cabo San Lucas.

Zac estalló en una carcajada.

Zac: Vaya, ¿cuántos son los que podrían decir algo así?

Ness: Todos los que viven en Cabo San Lucas, supongo. Pero volviendo al coche, muy astuto por tu parte. Me refiero a la idea de convertirlo en una buena publicidad para el negocio.

El Corvette se movía bien, sin duda, pensó Vanessa. Se aferraba a las curvas de la carretera como una lagartija a una roca. Y como la moto, demostraba su potencia con sutiles rugidos, con suaves carraspeos.

En absoluto práctico, nada de eso. El coche de ella era práctico. Pero…

Ness: Me encantaría conducirlo.

Zac: No.

Vanessa ladeó la cabeza, sintiéndose retada por su tajante negativa.

Ness: Mi historial de tráfico es impecable.

Zac: Apuesto a que sí. Pero no. ¿Cuál fue tu primer coche?

Ness: Un pequeño BMW descapotable.

Zac: ¿El 328i?

Ness: Si tú lo dices. Era plateado. Me encantaba. ¿Y el tuyo?

Zac: Un Camaro Z28 del 82 con cinco marchas, la versión cross-fire injection del modelo V8. Corría bien, al menos después de que me ocupara de él. Tenía ciento doce mil kilómetros cuando se lo compré a un tipo de Stamford. En fin. -Aparcó el Corvette frente a un restaurante de comida casera-. He pensado que podríamos ir a cenar.

Ness: Muy bien.

La tomó de la mano para cruzar la calle y su gesto, se dijo Vanessa, hizo que se estremeciera de una manera ridícula.

Ness: ¿Cuántos años tenías cuando te compraste el coche?

Zac: Quince.

Ness: No tenías edad para conducirlo.

Zac: Esa fue una de las muchas cosas que me dijo mi madre cuando descubrió que me había pulido una gran parte del dinero que tenía que ahorrar para la universidad en un cacharro de segunda mano listo para el desguace. Me habría dado un buen cachete y me habría obligado a venderlo otra vez si Pañales no la hubiera convencido de lo contrario.

Ness: ¿Pañales?

Zachary levantó dos dedos al entrar, y la encargada asintió y le indicó con un gesto que esperaran un minuto.

Zac: Pañales dirigía el taller por aquel entonces, el que ahora es mío. Yo trabajaba para él los fines de semana, en verano y cada vez que podía saltarme la escuela. Convenció a mi madre de que restaurar el coche sería educativo, que estaba aprendiendo un oficio y eso me ayudaría a mantenerme alejado de los problemas, cosa que resultó cierta. A veces.

Siguieron a la encargada y Vanessa pensó en los veranos de su adolescencia. Solía trabajar en la Fundación Hudgens para aprender, junto a Drew, a ser responsables y a respetar su legado... pero el grueso de sus vacaciones transcurría en los Hamptons, junto a la piscina de su propiedad, con los amigos y en Europa, adonde iban un par de semanas para redondear el verano.

Zac pidió una cerveza y ella una copa de vino tinto.

Ness: Dudo que tu madre aprobara que te saltaras la escuela.

Zac: No cuando me pillaba, y eso pasaba la mayoría de las veces.

Ness: Ayer me tropecé con ella. Tomamos un café.

Vanessa vio lo que raras veces había visto. A Zachary Efron tomado completamente por sorpresa.

Zac: Un café... No me ha dicho nada.

Ness: Ah, son cosas que pasan. -Con aire despreocupado, abrió la carta-. Tendrás que invitarme a cenar.

Zac: Ahora vamos a cenar.

Ness: A cenar un domingo -sonrió-. ¿Quién tiene miedo ahora?

Zac: Miedo es una palabra muy fuerte. Considérate invitada, ya decidiremos cuándo nos conviene. ¿Habías comido aquí alguna vez?

Ness: Mmm. Tienen unas patatas asadas del tamaño de una pelota de fútbol. Creo que pediré una -dejó la carta a un lado-. ¿Sabías que tu madre había trabajado de vez en cuando para la mía... como personal de refuerzo, en las fiestas?

Zac: Sí, eso lo sabía -entornó los ojos-. ¿Crees que algo así puede perjudicarme?

Ness: No. De ninguna manera. Para algunos quizá sí, pero tú no eres de esos. No lo decía en ese sentido. Es solo que me ha sorprendido...

Zac: ¿Qué?

Ness: Esta conexión del pasado, cuando tú y yo éramos pequeños.

El camarero les llevó las bebidas y tomó nota.

Zac: Una vez cambié una rueda a tu madre.

Vanessa sintió una opresión en el pecho.

Ness: ¿De verdad?

Zac: La primavera antes de que me marchara. Creo que ella volvía a casa después de haber estado en el club o no sé dónde -se puso a recordar y tomó un sorbo de cerveza-. Llevaba un vestido de esos que tienen vuelo y hace que los hombres deseen que el invierno no llegue nunca. Era de flores, capullos de rosas rojas por todas partes.

Ness: Recuerdo ese vestido -susurró-. Es como si la viera.

Zac: Había circulado con la capota bajada, tenía el pelo revuelto por el viento y llevaba unas gafas de sol muy grandes. Pensé que parecía una estrella de cine. En resumen, no había pinchado. El neumático había ido perdiendo aire poco a poco sin que ella se diera cuenta y cuando lo hizo, se detuvo en la cuneta y llamó al servicio técnico. Nunca había visto una mujer como ella. Ninguna tan hermosa. Hasta que te vi a ti. Estuvo hablando conmigo todo el rato. Me preguntó a qué escuela iba, a qué me gustaría dedicarme… y cuando se enteró de que era el hijo de Kay Efron, me preguntó por ella, quiso saber qué tal estaba. Me dio diez dólares de propina y un cachetito en la mejilla. Y mientras la veía alejarse pensé, recuerdo que pensé, ahí va una mujer hermosa. Hermosa de verdad. -Alzó la cerveza y se fijó en la mirada de Vanessa-. No quería ponerte triste.

Ness: No lo has hecho -respondió a pesar de que los ojos le escocían-. Me has contado una anécdota que no sabía. A veces los echo tanto de menos y es tanto el dolor que me consuela enterarme de estas cosas, imaginar estas escenas. La veo con el vestido veraniego de los capullos de rosa, hablando con el chico que le está cambiando la rueda, un chico que está esperando que le llegue el momento de poder irse a California. Y deslumbrándolo -apoyó la mano en la de él-. Háblame de California, de lo que hiciste al llegar.

Zac: Tardé seis meses en llegar.

Ness: Cuéntame eso.

Se enteró de que había vivido bastante tiempo en su coche y aceptado trabajos esporádicos para pagarse la gasolina, la comida y alguna que otra habitación de motel.

Zachary se lo contó en clave divertida y aventurera, y mientras comían, Vanessa pensó que así debía de haber sido. Aunque imaginaba lo duro y terrible que debía de haber sido también para un chico de esa edad estar lejos de casa y vivir de su ingenio y de lo que pudiera meterse en el bolsillo trabajando en lo que le salía por el camino.

Fue empleado de una gasolinera en Pittsburgh, se dedicó a trabajos de mantenimiento en el oeste de Virginia y se mudó a Illinois, donde trabajó de mecánico a las afueras de Peoria. Así había ido abriéndose camino por el país, conociendo regiones que Vanessa desconocía y que probablemente nunca llegaría a conocer.

Ness: ¿Nunca te planteaste regresar? ¿Dar media vuelta y volver a casa?

Zac: No. Tenía que llegar a donde me había propuesto, hacer lo que quería hacer. Cuando tienes dieciocho años te mantienes a base de tozudez y orgullo durante mucho tiempo. Además, me gustaba estar solo, sin nadie que me vigilara esperando para decirme «Sabía que no lo conseguirías», «Sabía que no valías para nada».

Ness: Tu madre nunca haría...

Zac: No, mamá no.

Ness: Ah.

Su tío, pensó Vanessa, y guardó silencio.

Zac: Es una larga y desagradable historia. Mejor vayamos a dar una vuelta.

Por la concurrida calle principal se encontraron con varios conocidos de ella y con otros de él. En ambos casos a Zachary le divirtió la sorpresa y la curiosidad que despertaron.

Zac: La gente se pregunta qué estás haciendo conmigo o qué estoy haciendo yo contigo.

Ness: La gente debería dedicarse a sus propios asuntos en lugar de imaginarse cosas sobre los demás.

Zac: En Greenwich todos se imaginan cosas sobre los Hudgens. Lo que sucede es que van con cuidado cuando se trata de ti.

Ness: ¿De mí? -Francamente sorprendida, frunció el ceño-. ¿Por qué?

Zac: En tu profesión terminas conociendo muchos secretos. En la mía también.

Ness: ¿Y eso?

Zac: Por ejemplo, hay quien quiere que le hagan la puesta a punto del coche, y no siempre se asegura de sacar todo aquello que no quiere que vean los demás.

Ness: ¿Por ejemplo?

Zac: Eso sería revelar un secreto.

Vanessa le dio un codazo.

Ness: No si no me entero de quién ha sido el que se ha dejado lo que se haya dejado en el coche.

Zac: En el taller hacemos un concurso. Quien encuentre el mayor número de ropa interior de mujer al mes ganará de premio media docena de cervezas.   

Ness: Oh. Mmm.

Zac: No haberlo preguntado.

Vanessa hizo memoria.

Ness: Te gano -decidió-. En eso puedo ganarte.

Zac: A ver.

Ness: Una vez encontré un sujetador Chantelle de media copa, encaje negro y talla 95C colgando de la rama de un sauce llorón que hay junto al estanque y unas medias enteras flotando en el agua.

Zac: ¿Chantelle qué?

Ness: Es la diseñadora de lencería. Tú sabes de coches. Yo sé de moda.

Zac: Debe de haber algo en los coches y en las bodas que hace que las mujeres quieran quitarse la ropa interior -dijo abriéndole la portezuela del coche. Y le sonrió cuando ella subió-. O sea que no te cortes.

Ness: Muy amable por tu parte.

Cuando volvió a encontrarse en el interior del automóvil, Vanessa pensó que la velada había sido todo un éxito. Lo había pasado bien, le había divertido la compañía de Zachary y se había enterado de varias cosas, aunque hubiera tenido que provocarlo y forzarlo para sonsacarle.

Y solo había tenido que excusarse dos veces para contestar a las llamadas de las clientas.

Zac: Este fin de semana hay una gran boda.

Ness: Dos grandes, dos medianas y una fiesta mixta para entregar los regalos a la novia el jueves por la tarde, justo después del ensayo. Y luego dos actos externos.

Zac: Mucho trabajo. ¿Por qué va a querer un tío ir a la fiesta de regalos?

Vanessa iba a darle una respuesta profesional y diplomática, pero se rió.

Ness: Porque su novia le obliga. Montamos una barra de puros en la terraza. Le ayuda a soportarlo.

Zac: A mí no me serviría ni la morfina. Volvamos al tema de la boda. Me refiero a la hermana de Liam.

Ness: Ah, sí. Nos hace mucha ilusión. Ha sido divertidísimo trabajar con Sherry. No solemos trabajar con novias como ella. Tú estarás en la mesa doce. Lo pasarás muy bien.

Zac: Me lo había propuesto.

Cuando Zachary giró para enfilar el camino de entrada a la finca, Vanessa lamentó que la velada terminara con la misma intensidad con que le había inquietado que comenzara.

Ness: Se acabó el verano -dijo saliendo al aire fresco de la noche-. Me encanta el otoño, su color, su olor, el cambio de luz... Pero siempre lamento tener que despedirme del verdor y de las flores estivales. Supongo que tú también lamentarás tener que despedirte de la moto hasta el año que viene.

Zac: La usaré unas cuantas veces más. Tómate un día libre y saldremos a pasear.

Ness: Es tentador. -Y lo era-. Pero iremos a tope durante las dos próximas semanas.

Zac: Puedo esperar, aunque preferiría no hacerlo -se acercó a ella y aunque no la tocó, Vanessa sintió una punzada de excitación-. ¿Por qué no me pides que entre, Vanessa?

Su intención era decir que no, su intención había sido decir que no desde que empezó a vestirse para salir. Demasiado pronto, demasiado intenso, demasiado arriesgado.

Vanessa abrió la puerta y le tendió la mano.

Ness: Entra, Zachary.

Él la tomó de la mano y cerró la puerta a su espalda. Clavó su mirada en ella, incitándola, el único contacto era el de sus palmas.

Zac: Pídeme que suba. Pídeme que me meta en tu cama.

Vanessa sintió los latidos de su corazón, unas rápidas sacudidas en la base de su garganta. Sé sensata, se ordenó a sí misma. Sé prudente.

En lugar de eso, fue ella la que se acercó a él, la que aprovechó el momento para buscar sus labios.

Ness: Sube, Zachary. Quiero que te metas en mi cama.




Seguro que solo van a dormir 😆


Respecto a mi otro blog, tengo la intención de continuar hasta acabar la novela. Pero me resulta difícil inspirarme para sacar capítulos decentes 😅😆
A parte de que ahora tengo menos tiempo.

¡Muchas gracias por seguir leyendo y por comentar!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encanto me encanto!!
Son tan lindos juntossss!!

Sube pronto :)

Anónimo dijo...

Se viene lo mejor...

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