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viernes, 27 de mayo de 2011

Capítulo 11


Brittany caminaba de un lado a otro sobre la vieja alfombra persa de su dormitorio, tratando de pensar en lo que debía hacer. Su tía se había retirado a dormir, pero ella no tenía sueño. Estaba preocupada. Y asustada.

Habían transcurrido poco más de dos meses desde que había abandonado el barco. Abril estaba mediado y Brittany sabía que algo iba mal. Lo supo a las pocas semanas de su llegada a Scarborough. Su cuerpo estaba cambiando, se sentía extrañamente llena, los pechos empezaban a hinchársele. Había tenido una falta en su periodo mensual, y era la primera vez que eso le sucedía. Además, por las mañanas sentía mareos.

«¡Santo cielo!»

Ni en sus peores pesadillas imaginó que podría quedar embarazada tras una sola noche de amor apasionado. Ella creía que hacía falta más de una vez.

Pero ahora sabía que estaba muy equivocada. Llevaba en su vientre un hijo de Andrew, y antes o después el hecho resultaría evidente. Debía contárselo a su tía, pero no se veía capaz. Tía Matilda había sido su salvación. Como prometían las cartas de su padre, la mujer había ayudado a Brittany en los momentos más difíciles de su vida.

Le parecía imposible pedirle más, esperar que permitiera que una madre soltera siguiera residiendo en su casa, que consintiera en que ella y el bebé permanecieran allí tras el nacimiento. Si lo hacía, la alta sociedad la señalaría con el dedo y la criticaría. Brittany no podía consentir que tal cosa sucediera.

Tampoco podía recurrir a su madre. Si algo temía Amanda Snow eran los cotilleos. La simple idea de un escándalo bastaba para que se desmayara. Eso por no hablar de su padrastro, al que nada gustaría más que ver la caída en desgracia de Brittany, la confirmación de lo que llevaba todos esos años sosteniendo.

A decir verdad, su madre se había mostrado aliviada cuando le informó de su intención de pasar una larga temporada con su tía. Al irse de casa, desaparecía también el recordatorio del lejano desliz de aquella mujer, desliz que, en parte, explicaba que su madre tuviera tanta prisa por casarla.

Se lamentaba al pensar en lo lejos que estaba de complacerla.

Cada vez más desesperada, Brittany caminaba de un lado a otro. Miró un instante por la ventana sin ver más que oscuridad, y regresó de nuevo a la chimenea. Sobre el tocador, algo llamó su atención. Se trataba del pequeño joyero con incrustaciones de marfil que su tía le había regalado para que guardara en él el Collar de la Novia.

Levantó la tapa y vio la elegante sucesión de perlas tendidas sobre la tela de seda azul, los diamantes que la deslumbraban con sus guiños, le pedían que los acariciara. Sus dedos rozaron las perlas, comprobaron su esférica perfección, su suavidad cremosa, comprobaron la belleza de las facetas de los blancos diamantes.

A su amiga Ness aquel collar le había traído gran felicidad, pero a Brittany sólo le había causado dolor.

Se llevó la mano al vientre, que seguía casi plano del todo, y pensó en la leyenda. Al parecer, su corazón no era tan puro como ella misma creyó en otro tiempo.

Bajó la tapa del joyero recordando a la amiga que le había regalado el collar, la única persona en el mundo en la que estaba segura de poder confiar. Ness le había escrito en varias ocasiones a Humphrey Hall y, en sus respuestas, ella le había contado parte de lo que le había ocurrido durante su arriesgado viaje al norte. Sin embargo, no había entrado en detalles, se había limitado a trazar una descripción general, y le había contado solamente que se había producido una confusión y que había llegado a Scarborough a bordo de otro barco.

Al parecer, el relato de su secuestro no había llegado a oídos de su amiga. Casi todos los pasajeros del Lady Anne siguieron rumbos distintos una vez que el barco atracó, y Brittany dudaba de que el capitán Chambers fuera de los que se iban de la lengua. Adam le había dicho que informaría al capitán de que había llegado sana y salva, pero antes o después se correría la voz y se sabría que había viajado sola, sin carabina, en compañía del capitán Seeley.

Intentaba no pensar en qué diría su madre y el doctor Snow cuando eso sucediera.

Pensando de nuevo en Ness, Brittany se acercó al escritorio portátil que había en la esquina y la llevó hasta la mesa antes de sentarse.

No estaba segura de hallar las palabras para explicar lo que le había sucedido en realidad durante el viaje hacia Scarborough, para contarle que un hombre llamado Andrew Seeley, capitán de otro barco llamado Diablo de los Mares, la había sacado por la fuerza del Lady Anne. El capitán Seeley deseaba interrogarla en relación con la fuga de la cárcel del vizconde de Forsythe, pero al final la había devuelto a casa de su tía.

Era guapísimo y muy convincente. En ocasiones parecía duro, incluso cruel, pero también era amable, y sabía ser dulce cuando quería. Tenía algo que me atraía como nada me había atraído jamás en otro hombre. Me enamoré de él, Ness. Y ahora estoy embarazada.

Le daba algunos otros detalles sobre lo sucedido y concluía su carta con un «Dios mío, ojala supiera qué hacer».

Firmó «tu querida compañera» y se secó las lágrimas de los ojos antes de devolver el escritorio a su lugar. La carta se selló al día siguiente.

Brittany rogaba a Dios por que Ness, al leer la carta, comprendiera los padecimientos por los que había pasado y le ayudara a pensar en algún plan.


La tarde estaba avanzada y Zac trataba de ponerse al día con unos documentos que había arrinconado un tiempo para que Vanessa y él pudieran trasladarse unos días a Windmare, la finca familiar que su esposa tenía en el campo.

Sonrió al pensar en su escapada, al recordar las horas que habían pasado junto a la chimenea del salón, que chasqueaba con fuerza. Era una casa encantadora. Todavía le costaba creer que había estado a punto de perder a su mujer por culpa de su intento ridículo de mantenerla a distancia, de su necesidad de protegerse para que ella no lograra abrirse camino hasta su corazón.

Pero eso era precisamente lo que Ness había hecho.

Zac se echó a reír. Lo cierto era que no lo lamentaba lo más mínimo.

Ahora estaba ahí, sentado a su escritorio de caoba, pensando en ella y en el hijo que esperaba. Oyó que la puerta se abría con alboroto, alzó la vista y vio que su esposa entraba como un torbellino. Unos mechones de pelo negro se le habían soltado de los pasadores, y en la mano sostenía un papel, que agitaba sin cesar.

Ness: ¡Zac! ¡Dios mío! ¡No vas a creer lo que ha ocurrido!

Él se puso en pie y, preocupado, frunció el ceño. Vanessa estaba embarazada de seis meses, y no le gustaba verla tan disgustada.

Zac: ¿Qué ocurre? Dime qué ha sucedido.

Ness se acercó a él hecha un manojo de nervios, encantadora y radiante incluso así, el vientre hinchado por su estado de buena esperanza. Cuando le mostró la carta, Zac vio que le temblaba la mano.

Ness: Es de Brittany. Tiene problemas. ¿Recuerdas los rumores que nos llegaron de que su honor se había visto comprometido durante su viaje a Scarborough? ¿De qué había sido obligada a abandonar su barco, el Lady Anne? En sus cartas aseguraba que se había tratado de una equivocación que se rectificó enseguida, y que se encontraba sana y salva en la residencia de su tía, en Scarborough. Decía que, simplemente, había llegado a esa ciudad a bordo de otro barco. -Agitó la carta-. ¡Acabo de recibir esta otra! Y al fin me cuenta la verdad sobre lo sucedido. ¿Adivinas cuál era el nombre del barco que la llevó hasta Scarborough? -Zac trató de hacerse con la carta, pero ella seguía agitándola frente a sus narices y no permitió que se la arrebatara-. ¡El Diablo de los Mares! Así se llama. ¿Y sabes de quién es ese barco?

Zac frunció aún más el ceño.

Zac: Por supuesto que lo sé. Ese es el barco de Andrew. ¿Qué narices hacía Brittany a bordo del Diablo de los Mares?

Ness: Ya te lo digo yo. Tu primo la secuestró. La raptó y la dejó sin reputación, e hizo que se enamorara de él. ¡Y ahora está embarazada!

Zac: ¿Qué? -Ahora sí, le arrebató la carta y la leyó por encima-. ¡Por el amor de Dios!

Ness: Brittany no sabe qué hacer. Parece evidente que no se lo ha comunicado a Andrew, ni a nadie más. Debes hablar con él, Zac. Ha comprometido a una joven inocente. No tiene más salida que casarse con ella.

Por la expresión con que lo dijo, parecía creer que el destino al que se enfrentaba su amiga era peor que la misma muerte.

Zac: Andrew es buena persona, y hará lo que deba hacer.

Ness: He de ir a visitarla -dijo dirigiéndose a la puerta-. Me necesita.

Zac la sujetó por la muñeca, obligándola a retroceder.

Zac: Ni hablar. Esperas un hijo mío. No permitiré que viajes hasta tan lejos. Deja que hable con Andrew y veamos qué dice.

Ness: Todavía me faltan varios meses para dar a luz. El viaje no…

Zac: De ninguna manera. Tú no sales de la ciudad. Si para ello tengo que encerrarte en nuestro dormitorio, lo haré.

Ness frunció el ceño.

Ness: No te atrevas a amenazarme, Zac Efron.

Zac: Soy tu esposo y velo por tu seguridad. -Suavizó el tono de voz y dejó de apretarle la muñeca con tanta fuerza-. Brittany también es mi amiga, Vanessa. No vamos a abandonarla, y tampoco lo hará Andrew. Dame la ocasión de hablar con él.

Vanessa suspiró, y parte de la tensión acumulada abandonó sus hombros.

Ness: Tienes razón, claro. Lo siento, cariño. Es que me pareció que el collar le traería… -Negó con la cabeza-. Ya está, no importa. Estoy segura de que Andrew hará lo que es debido.

Zac: Por supuesto que lo hará.

Agarró la chaqueta que colgaba en el respaldo de la silla y se la puso sobre el chaleco de terciopelo marrón. Sin soltar la carta, bajó la cabeza para besarla.

Zac: No tardaré. Entretanto tú no te preocupes. Con tu hermana todo salió bien, ¿no es cierto?

Ella se tranquilizó un poco y asintió.

Ness: Gracias a ti Alysson es la mujer más feliz del mundo.

Zac: Brittany también va a solucionar sus problemas, ya lo verás.

O eso esperaba. Zac no creía que Andrew fuera a mostrarse complacido con esa boda forzosa. No tenía la menor idea de lo que sentía por Brittany Snow.

Pero era un hombre de honor.

Y su primo estaba seguro de que haría lo debido.

Andrew: Lo siento, Zac, pero no. No pienso casarme con Brittany Snow.

Zac apenas podía creer que el joven alto y de pelo castaño que se encontraba en el salón de la residencia que los Belford tenían en la ciudad fuera su primo.

Zac: ¿Pero qué dices? Has comprometido el honor de la chica. Hasta que le pusiste la mano encima, era inocente. Tú mismo me lo has dicho.

Andrew: También es la hija de un traidor.

Zac: ¿Te lo dijo ella? ¿Te dijo ella que Forsythe es su padre?

Andrew: No te preocupes. No pienso decírselo a nadie. Pero los hechos son los hechos. Su padre es culpable de la muerte de la tripulación del Bruja de los Mares. Ese hombre vendió al enemigo una información que destruyó mi barco, a mis hombres, y que a mí me llevó a una cárcel francesa durante casi un año.

Zac: Brittany no es Víctor Vennet -objetó-.

Andrew: ¿Ah, no? La sangre de Vennet corre por sus venas. Y ayudó a ese cabrón a escapar de la horca. Le permitió salir inmune del asesinato de más de veinte hombres. Me niego a convertirla en marquesa de Belford.

Zac: ¿Y qué hay del hijo que espera, Andrew? Es tu hijo. ¿No te importa lo que pueda sucederle?

Él se encogió de hombros, aunque su gesto se alejaba bastante de resultar frío.

Andrew: Al niño no le faltará nada. Le enviaré dinero, velaré por que sea educado en las mejores condiciones.

Zac: Las mejores condiciones… exceptuando el amor de su padre.

Andrew se dio la vuelta y se acercó al gabinete de la esquina, se sirvió un generoso coñac en la copa que ya había vaciado una vez y dio un trago largo, reparador.

Andrew: No sabía que Brittany fuera amiga de tu esposa. Siento que todo esto haya ocurrido.

Zac: Brittany es una joven de impecable educación. Pertenece a una familia respetada, por el amor de Dios. Se verá marginada, excluida, humillada. ¿Tanto detestas a esa joven?

La piel morena de Andrew pareció palidecer bajo sus pómulos.

Andrew: No la odio. Odio lo que es…, lo que ha hecho. No voy a casarme con ella, Zac.

Zac removió el coñac de su copa y dio un trago.

Zac: Jamás lo habría creído. Sabía que la guerra te había cambiado, Andrew, pero no sabía hasta qué punto.

Dio media vuelta, dejó la copa sobre el aparador y abandonó la sala. Temía enfrentarse a Vanessa, tener que contarle la triste verdad, que su amiga iba a tener que sufrir sola las consecuencias de sus actos. No se veía capaz. Al menos, de momento. Antes hablaría con Will y le contaría lo que había sucedido.

Will era el mejor amigo de Zac, y también lo era de Brittany. Tal vez el duque pudiera hacer entrar a Andrew en razón. Ojala así fuera.

Andrew seguía con la vista clavada en el punto que hasta hacía un instante había ocupado Zac. No daba crédito a lo que acababa de oír. Brittany esperaba un hijo suyo.

Se rió amargamente. Ironías del destino. El hombre al que más odiaba sería el abuelo de su hijo.

Trataba de no pensar en Brittany, soltera, ángel caído, rechazada por la sociedad. Ella se lo había buscado, pensó con crueldad, por haber ayudado a escapar a un hombre que debía haber muerto ahorcado.

Pero en un rincón de su mente la veía sonreír, recordaba sus mejillas sonrosadas cuando hacían el amor. La veía embarazada, llevando a su hijo en el vientre, la veía sosteniendo al bebé en sus brazos, queriéndolo como tal vez, con el tiempo, habría llegado a quererlo a él.

Andrew meneó la cabeza para apartar las imágenes de su mente y dejar paso a otras: la sangre en las cubiertas del Bruja de los Mares, el sonido de cañones y mosquetes, los gritos de los hombres que morían. La tripulación del Bruja de los Mares había combatido a su lado con audacia y valor, todos sus hombres habían muerto como héroes. Y el culpable de su desaparición era Víctor Vennet.

Aunque en algunos momentos, cuando se encontraba encerrado en la apestosa cárcel francesa, deseó haber muerto con los demás, Andrew había sobrevivido. Pero día y noche, sin descanso, la culpa de vivir le reconcomía como un animal voraz.

Se negaba a traicionar, casándose con Brittany, a los hombres que habían muerto a su lado.

Andrew se emborrachó y siguió ebrio el resto del día, así como el día siguiente. El tercero lo pasó durmiendo hasta mediodía, y despertó con un dolor de cabeza insoportable. Pasó un rato hasta que comprendió que los golpes que oía no eran producto de su resaca, sino de alguien que llamaba a la puerta.

Cuando ésta se abrió apareció William Hemsworth, duque de Sheffield.

Will: Vístete, tenemos que hablar.

El camarero de Andrew, Samuel Henderson, apareció tras el duque.

Will: Le hace falta darse un baño -informó al sirviente delgado y algo estrecho de hombros, haciéndose cargo de la situación como si el dueño de la casa fuera él-.

Samuel: Sí, excelencia.

Will observó a Andrew, despeinado y con barba de tres días.

Will: Te espero en el estudio.

Andrew no había visto nunca a su amigo entrometerse de ese modo. Que estaba disgustado por algo resultaba evidente. Andrew sospechaba cuál era el motivo. No le apetecía hablar de Brittany Snow con el duque, pero no parecía quedarle otra opción.

Will le esperaba cuando entró en el estudio repleto de libros alineados. Era un hombre alto de pelo rubio, casi castaño, y con ojos de un azul más intenso que el de los de Andrew. Sus mandíbulas dibujaban un gesto de dureza del que carecían cuando era más joven, pero que ahora parecía no abandonarle nunca.

Will: Sobre el aparador tienes café y galletas -le informó-. La cocinera servirá el desayuno en la salita cuando hayamos terminado.

Andrew: No tengo apetito.

Will: Ya lo supongo. Yo también tendría náuseas si hiciera algo tan vil como lo que tú estás a punto de hacerle Brittany Snow.

Andrew se puso tenso.

Andrew: De este asunto ya he hablado con Zac. La joven es hija de Víctor Vennet. No pienso casarme con ella.

Will: Pues ese parentesco no pareció importarte cuando te la llevaste a la cama.

Andrew: ¡Entonces no lo sabía! De haberlo sabido, nada de todo esto habría sucedido.

Will: Entonces, al parecer, no la forzaste.

Andrew: Por supuesto que no.

Will se había olvidado del café que acababa de servirse, y que reposaba, intacto, en una esquina del escritorio.

Will: Brittany es joven e impresionable. Pero no es tonta. Vio algo en ti, Andrew, algo que tal vez ni tú mismo eres capaz de ver. De no haber sido así, no te habría entregado su inocencia. No la decepciones. Sé el hombre que ella creía que eras cuando te permitió entrar en su cama.

Andrew: Esto no tiene nada que ver con Brittany… ni conmigo. Esto tiene que ver con el hecho de que es la hija de un traidor. Ella no puede hacer nada para cambiar eso. Del mismo modo que yo no puedo hacer nada para borrar lo que ese traidor nos hizo a mí y a mis hombres.

Will apretó los dientes.

Will: Tu necesidad de venganza te ha cegado. Y te destruirá si no haces nada por impedirlo. Jamás creí que llegaría un día en que me avergonzaría de tenerte como amigo, pero déjame decirte que si te niegas a darle tu nombre a ese hijo, si obligas a la chica a pasar por todo eso sola, no eres el hombre que yo creía, y daré nuestra amistad por terminada.

Andrew tensó mucho los hombros, y el duque dio media vuelta y abandonó el estudio.

Cuando la puerta se cerró y se quedó solo, Andrew se dejó caer en una de las butacas de cuero que había frente a la chimenea.

Dos de los hombres a los que más respetaba creían que obraba mal.

Zac y él se habían criado como hermanos. La familia de Will poseía una finca cerca de Riverwoods. Will los visitaba con frecuencia, también él era como un hermano más. Y los dos creían que su actitud no era honrosa.

Pero sus amigos no iban en aquel barco cuando él y sus hombres libraban una batalla inútil contra un buque de guerra francés de treinta y cinco cañones, cuando su tripulación era aniquilada sin piedad, cuando los que sobrevivieron acabaron cautivos, golpeados, torturados, asesinados.

Andrew pasó el día como pudo, y de noche no podía dejar de dar vueltas a lo que le habían dicho sus amigos. En cierto modo, sabía que tenían razón, que, en lo relativo a Brittany, sus actos eran del todo deshonrosos.

Aunque, en otro sentido más perverso aún, ¿acaso lord Forsythe no se había comportado también deshonrosamente?

No había amanecido todavía cuando despertó. Cuando al fin le había vencido el sueño, durmió profundamente. Y cuando las primeras luces del día asomaron por el horizonte, se bajó de la cama y empezó a caminar de un lado a otro del dormitorio. Aunque la moda en la ciudad era dormir hasta tarde, él no se acostumbraba. Hizo sonar la campana para llamar a su camarero -algo a lo que tampoco terminaba de habituarse- y en ese instante a su mente acudió la imagen de Brittany, una imagen que llevaba dos meses haciendo esfuerzos por olvidar.

Brittany había tenido el valor de salvar, ella sola, a su padre. Y lo había hecho, sencillamente, porque había considerado que ése era su deber. Un acto estúpido y al mismo tiempo valiente como pocos.

Ahora se enfrentaba a una prueba mucho más dura, y estaba seguro de que también se enfrentaría a ella con audacia. Y sola.

La pregunta que le atormentaba era ésta: ¿Era él la clase de hombre que se mantendría al margen y no haría nada para ayudarla? ¿Consentiría que diera a luz a un hijo ilegítimo, a sabiendas de que ese hijo era suyo?

Andrew aspiró hondo. Acercó la mano a la cinta e hizo sonar la campana con más fuerza de la que pretendía, mientras una curiosa sensación de estar obrando bien se apoderaba de él. Por primera vez desde que abandonó el Diablo de los Mares su mente albergaba un objetivo. Debía ocuparse de algunos asuntos, organizar cosas, planear un viaje.

Sí, era todo lo contrario de lo que esperaba de sí mismo, pero iba a casarse con Brittany Snow.

2 comentarios:

TriiTrii dijo...

Ya iba a insultar a drew!! Pero ahora cambio d opinión!!
Pobre britt pero vendrá drew a pedirle q se case cn el!
Aunque creo q ella no se lo hará fácil..
Siguelaa
Me encanto el capii
Esperare el otro!!!
Muaak
Byeee

caromix27 dijo...

Osea tu! bien gracias! te largas y la dejas a lo pobre chica con tu hijo!
desgracio hijo puta!!
pero mas te vale q se te pase esa stupida colera y te des cuenta q brittany es para ti!
tarado ¬¬!
bueno sigan comentando!! q no les cuesta nada!
y please si alguien puede arreglar mi blogger comuniquese conmgio
agrengueme al face "Carolina Herrera Baños"
tkm mucho mi loki!

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