topbella

domingo, 29 de mayo de 2011

Capítulo 16


Pasaron varias semanas y mayo cedió el testigo a junio. Los jardines estallaban con los rosas, amarillos y rojos de las flores, mientras entre Kate y Brittany florecía la amistad. La joven viuda era dulce y amable, y Brittany se mostraba agradecida por su compañía.

El tiempo se extendía ante ellas, y juntas habían pensado en el mejor modo de restaurar Belford Park. Una semana después de la partida de Andrew se pusieron manos a la obra, recurriendo a los fondos de Andrew, al parecer ilimitados. Como una flor en primavera, la mansión se abrió a la vida, y los salones otrora vacíos se llenaron de carpinteros, marmolistas, escayolistas, tapiceros y empapeladores. El trabajo ocupaba casi todo el tiempo de Brittany, y le ayudaba a no pensar en el hombre que dominaba sus pensamientos.

Por las noches, compartía con Kate su interés por las estrellas, y las dos pasaban las horas solitarias que se extendían tras la cena hablando de las constelaciones, de los mitos griegos y romanos que las acompañaban.

Kate: A veces creo que nosotras somos como Géminis -dijo agachándose para mirar por el pequeño telescopio de latón de Brittany que habían montado en la terraza enlosada-.

Britt: Quieres decir como los gemelos Dióscuros… Los entregados hermanos de la mitología griega.

Kate: Sí. Casi nunca discutimos. Coincidimos casi siempre sobre la mayoría de los asuntos.

Britt: Lo que, según el mito, fue lo que llevó a Zeus a situar a los gemelos en el mismo lugar del firmamento.

Kate sonrió, algo que en los últimos tiempos parecía hacer con mayor frecuencia.

Kate: Exacto.

Las obras de renovación seguían en la casa, e incluso el servicio parecía contagiarse del torbellino de actividad en que vivían inmersos. Con ocasión del vigésimo séptimo cumpleaños de Kate, la cocinera insistió en preparar una comida especial y, para dar más prestigio a la celebración, Brittany se puso el collar.

La joya tenía algo especial. Cada vez que se la ponía se sentía reconfortada, salía de la desesperación en la que con frecuencia se hallaba sumida. Temiendo que Kate echara de menos a su esposo en una fecha tan señalada, Brittany deseaba mostrarse de muy buen humor.

Descendió por la amplia escalera de mármol, camino del comedor, que era la siguiente habitación de la casa que pensaba reformar. Aunque la tapicería de las veinticuatro sillas que se alineaban a la larga mesa de caoba se veía algo estropeada, acababan de limpiar los prismas de las lámparas de araña, así como los macizos candelabros dorados de las paredes.

Llevaba un vestido turquesa con sobrefalda de seda rosa bordada con motivos griegos, y llegó al comedor casi al tiempo que Kate, que también se había arreglado más esa noche, con un vestido de seda azul celeste adornado con bordado rosa.

Britt: Feliz cumpleaños -la saludó antes de estamparle un beso en la mejilla-.

Kate: Gracias. Es curioso, pero no me siento ni un día más vieja.

Britt: La verdad es que no se te nota la edad.

Kate sonrió. Últimamente parecía más alegre, volvía a ver el mundo con esperanza. Sus ojos color avellana se posaron en el collar.

Kate: Qué joya tan preciosa.

Brittany alzó la mano para rozar las perlas que brillaban a la luz de las velas colocadas en los candelabros de las mesas.

Britt: Me lo regaló mi amiga Vanessa Efron. Me lo entregó con la esperanza de que me diera buena suerte.

Trató de apartar a Andrew de su mente, pero no pudo evitar desear que les hubiera dado suerte a los dos en su relación.

Tras tomar asiento en un extremo de la mesa, Brittany siguió contando a su cuñada la historia del collar, el gran amor de lord Fallon y lady Ariana de Merrick, la leyenda que acompañaba el precioso regalo que había recibido.

Britt: Claro que todo eso son bobadas -concluyó-. Yo no creo en leyendas, aunque lo cierto es que estas perlas parecieron llevar la felicidad a mi amiga.

Kate: A pesar de todo, se trata de una leyenda interesante. Y más teniendo en cuenta que el castillo de Merrick se halla a pocas millas de aquí. El mundo es un pañuelo, ¿verdad?

Britt: ¿El castillo de Merrick está cerca de Belford? -preguntó alzando la cabeza-.

Kate: Sí, muy cerca de Alterton. El castillo se encuentra en ruinas, claro, pero tiene algo fascinante. Tal vez algún día, si quieres, podamos visitarlo.

Britt: Me encantaría. -Se llevó de nuevo la mano a las perlas, que parecían calentarse al contacto con sus dedos-. He estado conversando con uno de los carpinteros, el señor Jefferson, y me ha dicho que le duele un dedo del pie. Según él, tal vez llueva un par de días, pero a finales de semana el tiempo mejorará. Quizá podríamos ir entonces.

Kate: Oh, sí, vayamos y pasemos el día fuera. Me encantará que conozcas el castillo.

Aunque la dureza del tiempo se prolongó más de lo anticipado por el señor Jefferson -al que probablemente seguiría doliéndole el dedo del pie-, la excursión al castillo de Merrick se organizó de todos modos. Un viento helado azotaba el camino y retorcía las ramas de los árboles al paso del carruaje. Con todo, Brittany estaba tan emocionada que apenas si se daba cuenta. ¡Qué suerte haber acabado viviendo tan cerca de ese lugar!

Britt: ¿Falta mucho? -le preguntó a Kate, impaciente por llegar, como una niña-.

Kate: No mucho, una milla o poco más. En cuanto doblemos la siguiente curva lo verás en lo alto de una colina.

Desafiando el frío, Brittany levantó la ventanilla de cola de pescado hasta el techo y la fijó en su sitio antes de asomar la cabeza por la abertura. Las pieles del forro de su capa se agitaban al viento y el aire gélido le enfriaba las mejillas, pero ella no apartaba la vista de los restos del castillo que se alzaban en la distancia.

El edificio descansaba en lo alto de una colina, aunque todo lo que quedaba en pie de lo que en otro tiempo fue una imponente fortaleza de piedra era la alta torre circular, que de todos modos se había desmoronado por uno de sus lados. Su coronamiento de piedra seguía rodeando la parte alta en casi su totalidad. Sobre ella, suspendidos, unos negros nubarrones parecían formar parte permanente del paisaje; Brittany no era capaz de imaginar el lugar iluminado por el sol.

Kate: El foso ya no existe -comentó-, pero aún puede verse la marca hundida de la tierra que indica dónde se encontraba.

Y sí, al fijarse vio una profundidad que correspondía a lo que había sido una amplia zanja envuelta por piedras que rodeaba el perímetro del castillo y servía de protección contra los invasores. Alzó la vista para admirar de nuevo la torre y un escalofrío recorrió todo su ser. Lady Ariana había subido hasta el coronamiento y se había arrojado desde ella a las piedras del foso, causándose la muerte.

Britt: Deténgase, cochero -ordenó entonces, y éste hizo que los dos caballos idénticos que tiraban del carruaje pararan a un lado. Miró a Kate, que estaba sentada frente a ella-. Voy a subir a echar un vistazo. ¿Te apetece acompañarme?

Kate se estremeció y negó con la cabeza, mientras se cubría un poco más con la manta forrada.

Kate: Esperaba que hiciera mejor tiempo. Creo que me quedaré aquí, si no te importa.

Britt: No, en absoluto -la tranquilizó, que en secreto se alegraba de poder explorar el castillo a solas. Bajó del moderno carruaje de los Belford, se colocó la capucha para protegerse del viento e inició el ascenso colina arriba-.

Cuando alcanzó el borde del foso, se detuvo y alzó la vista. El coronamiento se alzaba sobre ella, y el viento helado se colaba por entre las piedras y emitía un curioso lamento. Atravesó el foso, ahora lleno de polvo, y no de agua, y se detuvo de nuevo al llegar al otro lado.

Los muros del castillo eran de piedra gris, áspera, fría y húmeda al tacto, cubierta de musgo verde.

En el pasado, la entrada al torreón se encontraba elevada sobre el suelo para protegerla de visitas no deseadas. Una escalera habría conducido a una pesada puerta de madera que a su vez daría a un gran salón, pero hacía mucho tiempo que se había podrido. Brittany prosiguió hacia la parte trasera de la torre, encontró un lugar en que las piedras se habían desmoronado casi por completo y, pasando sobre los bloques caídos, entró en el castillo.

Los muros que quedaban en pie formaban una barrera que la protegía del viento, y en el interior del gran salón el aire parecía curiosamente detenido. Lejano, se oía el lamento sordo de las alturas, así como el crujido ocasional de alguna madera antigua. La inmensa chimenea de piedra permanecía en su sitio, en un extremo de la habitación, aunque de las brasas que en otro tiempo la calentaron no hubiera ni rastro, apagadas por el tiempo y la desfavorable fortuna.

Brittany permaneció en silencio largo rato, hasta que un sonido nuevo alcanzó sus oídos; se trataba de un crujido sordo que parecía hacerse más perceptible. Brittany se giró para ver de qué se trataba.

***: Bienvenida al castillo de Merrick.

Ante sus ojos apareció una anciana muy arrugada, flaquísima y encorvada, que caminaba apoyándose en un bastón de madera, que sostenía con mano huesuda. Vestida de negro de los pies a la cabeza, una capucha le ocultaba la mitad del rostro surcado de arrugas. Parecía un personaje extraído de alguna leyenda medieval.

Britt: Lo siento -se disculpó-. No pretendía molestar.

***: No molesta, querida.

Brittany miró a su alrededor, pero sólo vio los muros desnudos, un montón de vigas consumidas, y una estrecha escalera de piedra que se retorcía en su ascenso.

Britt: Soy… lady Belford. ¿Y usted es…?

***: Melinda Merrick. Hace muchos años, mi familia vivía en este lugar.

«Merrick.» La mujer debía de ser descendiente de lady Ariana.

Britt: Sí, conozco algo de la historia del castillo.

Melinda: Ya lo veo. Lleva usted el collar de perlas.

Le había parecido oportuno ponérselo para visitar el lugar del que procedía. Ahora se preguntaba si habría cometido un error.

Britt: En otro tiempo perteneció a su familia.

Melinda: Hace muchos, muchos años…

Britt: Era de lady Ariana.

La anciana asintió.

Melinda: Su prometido, lord Fallon, se lo regaló. Lo encargó especialmente para ella. El conde escogió personalmente todos y cada uno de los diamantes, un regalo muy especial para la novia. Lo llevaba puesto el día en que murió.

Brittany observó los peldaños que ascendían siguiendo la curva de la pared, camino del coronamiento.

Britt: Se quitó la vida al descubrir que a lord Fallon lo habían asesinado unos ladrones cuando se dirigía a la iglesia, camino de la boda. Debía de amarlo mucho.

Melinda: Sí. Para Ariana no podía haber ningún otro, jamás. Ni para él otra mujer.

Se le encogió el corazón.

Britt: Según la leyenda que he oído, ella estaba… embarazada de él.

La anciana asintió muy seria.

Melinda: Es cierto. Eran amantes ya antes de comprometerse. Ella lo amó desde el primer instante en que lo vio.

Britt: ¿Y él? ¿Sentía lo mismo lord Fallon por Ariana?

Melinda Merrick negó con la cabeza.

Melinda: Al principio sólo la deseaba. Así sucede con la mayoría de los hombres. Pero pasó el tiempo y llegó a conocerla bien, a admirar su valentía y su bondad. Su amor por ella crecía día a día, y con el tiempo se dio cuenta de que la amaba profundamente, que no podría ser feliz con nadie más.

La anciana rozó las perlas con sus dedos artríticos.

Melinda: Estas perlas habían de ser para usted. Estaba destinada a llevarlas, lo mismo que ella.

Brittany meneó la cabeza; una extraña sensación de irrealidad la envolvía.

Britt: Me las regalaron, nada más. Y si he venido hasta aquí hoy ha sido por casualidad. Sólo por azar las llevo.

La anciana sonrió y Brittany se fijó en sus dientes ennegrecidos.

Melinda: Piense así si lo desea.

Britt: Mi amiga quería que me trajeran felicidad, como se la habían traído a ella.

Melinda: Felicidad… o desgracia. Eso todavía está por determinar.

Brittany hizo gesto de salir de allí. Nada de todo eso era real. Había descubierto por azar que el castillo se encontraba ahí, y el simple deseo de verlo la había llevado hasta él.

Britt: Me temo que debo irme. Mi cuñada me espera en el carruaje. La llevaremos con gusto hasta su casa.

La anciana soltó una carcajada seca más parecida a un cacareo.

Melinda: Me temo que eso no sería posible.

Britt: ¿Qué quiere decir?

Melinda: Vaya, joven. Confíe en las perlas… y en su corazón. Haga lo que éste le dicte, y si los Hados coinciden con él, todo saldrá bien.

La anciana se volvió y comenzó a alejarse apoyándose en su retorcido bastón. Al abandonar la protección de la torre el viento comenzó a azotar sus ropas negras, a pegárselas a las huesudas piernas. Jorobada, contra la brisa helada, Melinda Merrick seguía avanzando.

Brittany la vio desaparecer tras una colina y se dio cuenta de que el corazón le latía con fuerza y de que las palmas de sus manos temblorosas le sudaban ligeramente.

Dios mío, ¿qué acaba de suceder?

«Un encuentro raro con una vieja misteriosa, eso es todo. » Y sin embargo, en lo más hondo de su corazón, algo le decía que no se trataba sólo de eso. Era una sensación que se hacía cada vez mayor, un conocimiento del que estaba cada vez más convencida, convencida como no lo había estado de nada hasta ese instante.

Brittany contempló el cielo cada vez más negro sobre los ruinosos muros del torreón, y buscó el cielo con la mirada. Se levantó un poco el vestido, se volvió y se alejó corriendo del castillo. El viento le retiró la capucha de la cara y le azotó el pelo, pero ella siguió corriendo colina abajo, en dirección al carruaje. Estaba helada y sentía los huesos paralizados, pero no le importaba.

Pensó en Andrew, en el hijo que esperaba, y el corazón le dio un vuelco.

Era la primera vez en varias semanas que sabía qué debía hacer.

Iría a Londres.

Y nada iba a impedírselo.

Se estremeció. Ojala los Hados fueran más bondadosos con ella de lo que lo habían sido hasta ese momento.

1 comentarios:

TriiTrii dijo...

Siii!!!
Britt ira a Londres!!
Ya quiero ver q pasara cuando llegue
Y cuando vería a drew!!
Esto se pone cada vez mas interesante!!
Siguelaaaaa
Bye byeee ;)

Publicar un comentario

Perfil