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viernes, 6 de mayo de 2011

Capítulo 12


El viento soplaba con fuerza en el exterior de la casa de ladrillo, pero aun así Ness oyó los pasos en el pasillo, unos pasos que ya le resultaban familiares. Pegó el oído a la puerta y escuchó cómo la del dormitorio de su hermana se cerraba con sigilo. El corazón le retumbaba en sus oídos.

Zac: No tienes escapatoria -susurró con voz amortiguada-.

Alysson estaría mejor con el conde. Con él se sentiría a salvo. Ness creía que era un hombre bueno, que sería tierno y paciente con ella, que le daría tiempo para adaptarse al matrimonio. Recordó lo dulce que había sido con ella la noche que habían hecho el amor.

El dolor le llenaba el pecho, pero Ness hacía como si no existiera. Zac se pondría furioso cuando descubriera el engaño, pero no creía que lo pagara con Alysson.

Y, como para casi todos los hombres de su clase, tener esposa no le supondría necesariamente cambiar de vida. El conde disponía de varias propiedades. Tal vez él permanecería en la ciudad mientras su esposa se quedaba en el campo. Ness podría ir a pasar largas temporadas con Alysson, que allí viviría feliz.

Pensaba en todo aquello cuando salió al pasillo. Se lo repitió sin cesar mientras avanzaba sosteniendo una pequeña lámpara de bronce para alumbrar el camino. La habitación del barón se encontraba al fondo. No le costaría mucho despertarle.

Inspiró hondo, abrió la puerta del dormitorio de Alysson y empezó a gritar.

¡Por todos los demonios! Zac se apartó de la silueta que dormía en la cama y se volvió. Vanessa estaba en el quicio de la puerta, en camisón y con el pelo recogido en una trenza. Gritaba como una posesa y le señalaba con el dedo, y la mitad de los criados se acercaban velozmente por el pasillo, encabezados nada menos que por el mismísimo barón.

Zac se volvió hacia la cama. No acababa de comprender qué sucedía. Alysson, soñolienta, se incorporó de repente con gesto de perplejidad.

«Si deseas casarte con alguien, hazlo con Alysson. Es ella la que necesita tu ayuda.» Al instante se dio cuenta de lo que Vanessa había tramado.

Apretó la mandíbula, tan furioso que le pareció que la cabeza iba a estallarle. Habría estrangulado a Ness. La habría zarandeado hasta hacerle castañetear los dientes. Le habría chillado hasta quedarse afónico.

El barón había llegado ya a la puerta. Y detrás tenía a media docena de criados.

Ness: Oh, Dios mío… no puedo creerlo -exclamó, llevándose teatralmente la mano a la garganta-. Oí ruidos en la habitación de Alysson, acudí aquí y… el conde estaba inclinándose sobre la cama de mi hermana. -No le miraba, mantenía los ojos fijos en el rostro furioso de su padrastro-. La ha comprometido, señor, ha arruinado su reputación.

Alysson: ¿Ness? -susurró con voz temblorosa-.

Vanessa trató de calmarla.

Ness: No te preocupes, cielo, todo se arreglará.

Zac miró a Vanessa y de pronto lo comprendió. Notó la desesperación en su rostro, el temor que sentía por su hermana menor. Y había algo más, un dolor muy profundo. Estaba claro que intentaba salvar a su hermana a cualquier precio. Era mejor no pensar qué haría el barón si descubría sus maquinaciones.

Zac recordó en un instante todo lo sucedido desde su llegada a la casa. Él había hecho un movimiento calculado al obligarla a casarse con él, y Vanessa había contraatacado a la perfección, desarmándolo por completo. No pudo evitar sentir cierta admiración por ella.

En sus manos estaba ponerle las cosas fáciles o difíciles. La miró, miró al barón, vio el brillo despiadado de sus ojos, su furia apenas contenida.

Zac: La señorita Whiting tiene toda la razón. He entrado en el dormitorio de su hermana de modo totalmente accidental, se lo aseguro. Simplemente olvidé cuáles eran mis aposentos. Aun así, el mal ya está hecho. Y no le quepa duda de que haré lo que el honor dicta.

El barón se estremeció.

Harwood: No creo que sea necesario.

Zac: Se equivoca, lo es. Me casaré con Alysson en vez de con Vanessa. El resultado será el mismo. En tanto que conde, y como cuñado de Vanessa, la reputación de su hija mayor también estará a salvo.

Harwood: No… no puedo consentirlo. Alysson es demasiado joven, demasiado inocente. Además, no ha sucedido nada, usted mismo lo ha dicho. Vanessa ha llegado a tiempo.

Zac miró más allá del barón y vio que los criados lo observaban con gesto de desaprobación. Se le había abierto el batín y había dejado el torso al descubierto, las piernas y los pies desnudos.

Zac: Me temo, barón, que no tiene usted alternativa. -El barón lo miró, cara vez más enrojecido. Zac le dedicó a Vanessa una sonrisa tan fría que a ella le temblaron los labios-. Habrá que iniciar los preparativos. Déjelos de mi cuenta. Buenas noches, miladies.

Pasó junto al barón, hizo una pequeña reverencia a los criados y siguió hasta su habitación. Sintió de nuevo la ira apoderarse de él, tan intensa que le costaba pensar. Vanessa lo había engañado, había vuelto a ponerlo en evidencia.

No pensaba tolerarlo. Si él había caído en la trampa, también caería ella.

Su mente era un remolino de ideas, de posibles soluciones. Entre todas, una empezaba a cobrar fuerza. Se aferró a ella, decidido. Ella creía que había ganado, pero todavía no habían llegado al final de la partida. Sonrió.

Tal vez tendría que hacer alguna que otra trampa, pero cuando el juego terminara, Zac pensaba poseer a la reina.

El tiempo se volvió húmedo y nublado, y Londres se cubrió de un espeso manto de niebla. Zac sabía que no disponía de demasiado tiempo. Mientras permanecieran en Harwood Hall, Ness y Alysson estarían en peligro. Rogaba que las amenazas más o menos claras que había declarado contra el barón sirvieran para mantenerlo a raya hasta el momento de la boda.

Zac se paseaba por el gabinete del duque de Sheffield, que en realidad era una biblioteca con una altura de dos plantas, forrada de arriba abajo de libros encuadernados en piel. Dos enormes lámparas de bronce y cristal colgaban sobre una larga mesa, abundantemente tallada, a lo largo de la cual se alineaban varias sillas de altos respaldos. El escritorio de Sheffield se encontraba en una esquina, rodeado de cómodas butacas de cuero.

Zac: ¿Qué hora es? -preguntó consultando el reloj que descansaba sobre la repisa de la chimenea-.

Will: Diez minutos más tarde que la última vez que lo has preguntado. Tranquilo. El chico no tardará en llegar.

Pareció que transcurrían horas, pero al final apareció. Rubio, de piel blanca, con las mejillas sonrosadas, algo nervioso, larguirucho y muy tímido. A sus veintiún años, John Chezwick aún no se había desprendido por completo de sus rasgos juveniles, pero Zac creía que, cuando lo hiciera, se convertiría en un hombre extraordinariamente apuesto.

El duque le dio la bienvenida.

Will: Buenas tardes, John. Gracias por venir.

John: Buenas tardes, excelencia… milord.

En las semanas posteriores a la cena celebrada en casa de Zac, John había vuelto a ella con excusas, aunque con la intención oculta de ver a Alysson, aunque fuera sólo un instante.

En una ocasión Zac los había descubierto hablando, ambos ruborizados y con gesto tímido. Al chico no le había pasado por alto la mirada de advertencia del conde. Incluso ahora el joven parecía nervioso, como si Zac le hubiera mandado llamar simplemente por haber albergado pensamientos dudosos respecto a Alysson.

Zac: Sí, gracias por venir, Chez.

El uso del diminutivo pareció relajarlo.

John: Siempre es agradable reunirse con ustedes.

Sheffield le invitó con un gesto a acercarse más.

Will: En realidad, nuestra invitación va más allá de una mera visita de cortesía. Hay un asunto que Zac desearía tratar contigo. Le ha parecido que tal vez te haría falta algo de apoyo moral, razón por la cual nos hemos reunido aquí, y no en su casa. En su opinión, una vez oigas lo que tiene que decirte, tal vez te decidas a ayudarle.

John: Por supuesto, si está en mi mano.

Zac: No tan deprisa -le advirtió-. Se trata de una cuestión que podría afectarte el resto de tu vida.

El chico arqueó una ceja delgada.

John: Sin duda ha despertado mi curiosidad.

Zac: Me alegra oírlo… pues tiene que ver con cierta chica que conoces. Se llama Alysson. Creo que sabes de quién hablo.

El leve rubor que cubría sus mejillas se acentuó.

John: ¿Su doncella?

Zac: Sí. Bueno, en realidad, Chez, resulta que no es una criada, sino la hija de un barón. Ése es precisamente el problema.

Al rostro del joven asomó una repentina preocupación.

John: ¿Ha sucedido algo? ¿Le ha sucedido algo a Alysson?

Zac: Todavía no -prosiguió-. Pero si no procedemos con rapidez, es posible que le suceda. -Se dirigió hacia las butacas agrupadas frente al escritorio-. ¿Por qué no nos sentamos y te lo cuento todo?

Will: Te serviré una copa -ofreció Sheffield-. Me parece que la necesitarás.

John tragó saliva, con un movimiento visible de la nuez.

John: Gracias. Sí, tal vez me venga bien.

Casi dos horas después, Zac y Will se encontraban de nuevo solos en el espacioso gabinete.

Will: Bueno, creo que podemos dar el asunto por zanjado.

Zac: Sí, eso parece.

Will ahogó una risa.

Will: Se notaba que el chico estaba radiante. Sin duda se ha encariñado con la chica. Parecía no dar crédito a su buena suerte cuando le sugeriste un enlace entre ellos. Por un momento me pareció que iba a saltar de la silla cuando le contaste las intenciones de Harwood para con ella.

Zac: Chez tendrá que hablar con su padre, pero con tu apoyo y el mío, no creo que Kersey se oponga.

Will: ¿Y la chica? ¿Aceptará?

Zac: Es inocente en extremo, pero no tonta. Entenderá que no tiene opción. No puede permanecer en esa casa, no sin Vanessa. Además, parecía que John le gustaba.

Will: No se impacientará con ella.

Zac: No.

Zac le había explicado con todo detalle al joven lo inocente que era Alysson, y él había acordado en darle todo el tiempo que necesitara, una vez casados, para que ella llegara a aceptar su papel de esposa.

Will sonrió.

Will: Con lo tímida que es, tal vez nunca llegue a consumar el matrimonio. -Zac rió meneando la cabeza. Conversaron un rato más y luego se pusieron en pie-. Will: Bien, creo que todavía tengo algunas cosas que hacer.

Zac asintió.

Zac: Ashley se hará cargo de los detalles. Una boda íntima en Forest Glen, con la familia y los amigos más cercanos. Asistirás, ¿no?

Will: No me lo perdería por nada del mundo -sonrió-. Casi no me creo que te hayan cazado por fin.

Parte de la satisfacción que Zac sentía se esfumó.

Zac: No -replicó con gesto sombrío-. Yo tampoco acabo de creérmelo.

El día era horrendo. Así había sido toda la semana: el cielo estaba encapotado y el viento no amainaba. Los estallidos de ira del barón eran continuos, acusaba a lord Brant de ser un pervertido y no dejaba de tirarse de sus escasos cabellos. Por lo menos no había descubierto la verdad, no sabía que había sido Ness la que había manipulado lo ocurrido aquella noche.

Ojala pudiera abrir y cerrar la puerta de los recuerdos a su antojo, pero no lo lograba. Tras llegar a lo alto de la escalera que conducía a la tercera planta, iluminada por una lámpara de bronce que sostenía en la mano, prosiguió por otra más pequeña que finalizaba en el desván, decidida a concluir la tarea que se había asignado a sí misma.

La boda tendría lugar en dos días. Al pensarlo, se le hizo un nudo en el estómago. Alysson había llorado y suplicado que no quería casarse con el conde, pero Ness había acabado convenciéndola.

Ness: Alysson, cielo, debes hacerlo. Es la única manera de que estés a salvo. Sé que sabes muy poco de… muy poco de lo que sucede entre un hombre y una mujer, pero acuérdate de lo que ocurrió la noche en que el barón entró en tu dormitorio. Ya sabes que su intención era hacerte daño. Es un hombre malo, Alysson. Y por eso le tienes miedo.

Los preciosos ojos azules de su hermana se llenaron de lágrimas.

Alysson: Le odio. Ojala mamá no se hubiera casado nunca con él.

Ness: Ya, tesoro, pero una vez te alejes de él, el conde te cuidará. Será bueno contigo. -Zac tenía un temperamento de mil demonios, pero ella nunca le había tenido miedo. Y creía que jamás haría daño a Alysson. Se le hizo un nudo en la garganta. Le amaba, pero él se veía obligado a casarse con Alysson-.

Alysson: ¿Y tú, Ness? ¿Qué sucederá contigo si te quedas aquí?

Se estremeció. No tenía ni idea de qué sería capaz de hacer Harwood. Se trataba de un ser malvado e impredecible. Pero ella sabía defenderse mucho mejor que su hermana.

Ness: No te preocupes por mí. Con el tiempo, conseguiré hacer mi vida.

Habían mantenido aquella conversación hacía apenas un día, pero a Vanessa le parecía que habían transcurrido semanas. Se veía incapaz de concentrarse, de controlar el tiempo.

Con la lámpara aún en la mano, llegó al desván y abrió la puerta. La leve luz de la tarde se filtraba entre los estrechos ventanucos. Al entrar, la luz de la lámapra otorgó un brillo fantasmagórico a las paredes, reflejándose en el polvo que había levantado con los pies.

Había acudido a aquel lugar en busca de los baúles de su madre, que usaba cada año cuando, junto con su padre, se trasladaba a Londres. A su vuelta, los baúles solían regresar llenos de regalos y juguetes para sus hijas.

Tras el funeral de su madre, la intención de Ness había sido inspeccionarlos, revisar la ropa que las criadas habían guardado en paquetes para dar parte de ella al párroco, que a su vez la distribuiría entre los pobres. Pero en aquel momento la simple idea de rebuscar entre las pertenencias de su madre le resultaba demasiado dolorosa, y hasta ahora no se había sentido con fuerzas de emprender la tarea.

Pero ahora Alysson iba a casarse. En el día de su boda, toda novia debía llevar alguna prenda que hubiera pertenecido a su madre. De modo que Ness no hizo caso del dolor que sentía y siguió adentrándose en el desván.

Las joyas de su madre seguían guardadas en uno de los baúles. Su padrastro se había apropiado de las de valor, pero no se había molestado en llevarse algunos broches y pasadores muy bonitos que a su madre le gustaba llevar. Ness pensó en aquel collar de perlas y diamantes, e imaginó lo precioso que habría lucido en el cuello de Alysson. Aunque el collar ya no estaba, confiaba en encontrar alguna otra pieza que su hermana pudiera ponerse.

Intentaba no pensar en el futuro esposo de Alysson. Prefería no recordar la rapidez con la que Zac había aceptado la situación en que se vio inmerso y que le llevaba a unirse con Alysson en matrimonio. Trataba de ignorar el sentimiento de traición que la embargaba.

Después de todo, la culpa de todo era suya, era ella la única responsable, no el conde. Pero igualmente le dolía. Había creído que significaba algo para Zac, y ahora veía que no era así.

Suspiró en la oscuridad del desván, decidida a no pensar en él. Se arrodilló frente al primer baúl, levantó la tapa y empezó a revisar su contenido, en su mayor parte vestidos y guantes, además de un sombrero con pluma de avestruz, un turbante de tela de pliegues y un precioso manguito de armiño. Los vestidos se veían algo anticuados, pero en cualquier caso seguían siendo muy bonitos.

El segundo baúl contenía una variedad de zapatos de piel de cabritilla, medias, ligas, y una bella enagua con lazos rosados que se abrochaban por delante. Ness pasó los dedos por la prenda, pensando en su madre, y al instante sintió el aguijonazo de la soledad que había tratado de evitar durante todos aquellos años.

«Oh, mamá, cómo te echo de menos.»

Ojala su madre estuviera con ellas, ojala su padre siguiera vivo. De ser así, nada de todo aquello estaría sucediendo. Cerró el baúl, consciente de que desear lo imposible carecía de sentido. Sus padres estaban muertos. No había nadie que velara por ellas y debían cuidarse solas.

Abrió el tercer baúl y encontró un pequeño abanico de encaje negro, una chaquetilla de terciopelo con pompones y varios mantones de vistosos colores. Apartando con sumo cuidado aquellos objetos, encontró el joyero de su madre, de laca negra y con incrustaciones de madreperla, que se hallaba en el fondo del baúl. Rozó con las yemas de los dedos su superficie brillante, lo agarró y lo depositó en el suelo.

La mano le temblaba al levantar la tapa. Recordaba varias de las piezas que reposaban sobre el forro de terciopelo azul: el camafeo de azabache; un pequeño broche de falsos brillantes con que su madre solía adornar las solapas de sus abrigos; una gargantilla de pedrería; un collar de cuentas diminutas, de un rosa muy pálido, con unos pendientes a juego.

Por debajo, algo llamó su atención. Levantó el collar y descubrió un objeto envuelto en una tela de seda que parecía oculto a propósito. Retiró el envoltorio y se quedó sin aliento.

Sostuvo, con mano temblorosa, el pesado anillo de granate que reconoció al instante, pues había pertenecido a su padre. Lo llevaba el día de su muerte. Los salteadores de caminos que lo asesinaron se lo habían robado, junto con su monedero y los demás objetos de valor que llevaba encima. A su padre se lo había dado su abuelo, y era una joya de extraordinario valor sentimental. Su madre había lamentado mucho la pérdida de un objeto tan precioso.

¿Dónde lo habría encontrado el barón? ¿Por qué no se lo había contado nunca? ¿Por qué lo había escondido?

Un escalofrío le recorrió la espalda mientras crecían sus sospechas. Miró en todas direcciones, buscando desesperadamente el diario de su madre. Tal vez en sus páginas hallara la respuesta.

Pero el diario no aparecía por ninguna parte.

Ness recordó que su madre escribía en él casi todos los días, pero no tenía la menor idea de dónde había ido a parar tras su muerte.

La luz de la tarde, que se filtraba por los ventanucos, era cada vez más débil. El día terminaba y Alysson no tardaría en preocuparse. Envolvió de nuevo el anillo con la tela de seda y se lo metió en el bolsillo de la falda, cogió también el precioso collar rosado y los pendientes a juego y cerró el joyero. Volvió a esconderlo en el fondo del baúl, bajo la ropa, los chales y el abanico de encaje negro. Mientras bajaba la estrecha escalera, se metió la mano en el bolsillo. Aun a través de la tela de seda, el anillo parecía arder entre sus dedos.


4 comentarios:

Alice dijo...

ni un comentario ¬¬
ke tengo ke hacer, dejarmelo a mi misma?
bueno pondre el siguiente de todos modos, aunke no ahora
lo pondre luego por la noche, ora español
espero ke entonces haya algun coment, ke hasta ahora estaba muy contenta
y la historia esta cada vez mas interesante
asi ke comentad porfiis
bye!
kisses!

Natasha dijo...

cuando lo lea te digo xD ando retrasaaadaaa
hoy en la noche los leo.. horario Venezolano xD

pero tranquila.. aqui tienes el primer coment
de verdad esta historia me atrapó!!!

siguelaaa

Carolina dijo...

hoy es mañana, horario peruano xD!
se q siempre te comento 1° loki!
pero no pude ayer ¬¬!
bueno si q se viene lo mejor!!
mucho mejor (muahaha)!!
sigan comentando!!

TriiTrii dijo...

Esta superrrr!!!!!!!
Me encanta!!!! Espero el otro capi...!!
Ojalá y encuentre el diario para q se sepa q fue el padrastro quien mato al papa!!!! Cdt tkm
Pasate x la mía ;)

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