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jueves, 5 de mayo de 2011

Capítulo 11


Zac: De modo que es cierto.

Zac caminaba de un lado a otro, sobre la alfombra oriental del salón Chino, en casa del duque de Sheffield, una residencia real situada en Hanover Square que ocupaba casi en su totalidad un lado de la plaza. La habitación era también espaciosa, con techos pintados en negro y dorado, mullidos sofás tapizados con ricas sedas orientales, muebles de laca negra y jarrones de cinabrio abundantemente tallados.

Will se encogió de hombros, y al hacerlo se movió la tela de su chaqueta azul marino.

Will: No podemos tener la certeza absoluta, pero madame Fontaneau suele ser una fuente de información muy fiable en estos casos.

Zac: Y ella dice que, cuando se trata de asuntos lujuriosos -añadió-, los apetitos de Harwood lo incluyen todo, desde chicas a jovencitos, pasando por todas las gamas intermedias. Además, se sabe que tiene algo de sádico. Y ése es el hombre que ejerce el control sobre Vanessa y Alysson.

Will bebió un sorbo al coñac.

Will: ¿Qué piensas hacer?

Zac se tiró del cabello, acariciando unos mechones claros.

Zac: Lo que mi honor me obliga a hacer desde que estuve con ella en el camarote del barco. Yo me llevé su inocencia. Vanessa es hija de aristócrata. Así que tendré que casarme con ella.

Will lo observó por encima del borde de la copa.

Will: No creo que ella espere tal cosa. Tengo la impresión de que se trata de una joven bastante independiente.

Zac: Tal vez sea precisamente el matrimonio lo que espera de mí. Quizá por ese motivo atrajo mis atenciones, para escapar del control de su padrastro. Una vez casada conmigo, habrá logrado el fin que se proponía.

Will: Pero ¿y su hermana? Me has hablado en alguna ocasión de lo mucho que la protege. ¿Crees de verdad que planeó casarse contigo y dejar a Alysson a merced de un depredador como Harwood?

Lo cierto era que no.

Zac: No, no creo que hiciera nada que perjudicara a su hermana. -Suspiró mientras levantaba su copa y se dirigió al aparador-. Me parece que tomaré otra.

Will: Sí, creo que te la has ganado.

Zac quitó el tapón del escanciador de cristal y se sirvió un generoso chorro de coñac.

Zac: Ya he ido a ver al juez y me ha dicho que estoy atado de pies y manos. Harwood es su tutor legal y yo no puedo hacer nada.

Will: Excepto proponerle matrimonio.

Zac dio un sorbo al coñac.

Zac: Exacto. Esperaba ampliar la fortuna familiar. Últimamente había empezado a considerar la conveniencia de un enlace con Samantha Fairchild.

Will: La pequeña Fairchild es una niña recién salida del colegio. Te aburrirías muy pronto de ella.

Zac: Hay modos de entretenerse más allá del hogar. -Miró por la ventana-. No puedo creer que vuelva a fallarle a mi padre. El pobre debe de estar revolviéndose en la tumba.

Will se limitó a sonreír.

Will: Por lo que he visto, creo que tu padre alabaría tu decisión.

Zac se encogió de hombros.

Zac: Vanessa no aportará un penique. Carece de tierras y de herencia. -Soltó una carcajada-. Por los clavos de Cristo, jamás pensé que acabaría casándome con mi ama de llaves.

Will ahogó una risita.

Will: En realidad no lo es, amigo mío. -Plantó su manaza en el hombro de Zac-. A mí me parece que puede venirte muy bien. Tenga dinero o no lo tenga, tu vida con ella nunca será aburrida.

Zac no respondió. Vanessa le había mentido, le había engañado y había echado a perder sus planes de futuro. Él tenía la esperanza de pagar a su padre la deuda que había contraído con él. Se lo había prometido, y ahora volvería a faltar a su palabra.

Estaba condenado al fracaso.

Una vez más.

La puerta de la habitación se abrió con un crujido.

Alysson: ¿Ness? -Vestida con camisón y una bata acolchada, entró con sigilo en el dormitorio de su hermana. La lámpara que descansaba en la mesilla de noche proyectaba su delgada sombra en la pared. Las arrugas que atravesaban la frente de la joven indicaban preocupación-. ¿Estás bien?

Habían partido de Londres por la noche y habían llegado a Harwood Hall a última hora de la tarde del día siguiente. Después de cenar, el barón había exigido a Ness que acudiera a su gabinete, donde la había castigado brutalmente por el robo del precioso collar de perlas y por todos los problemas que le había ocasionado.

Vanessa se incorporó en la cama y esbozó una mueca de dolor.

Ness: Estoy bien, y mañana estaré mejor aún.

Pero en la espalda le ardían las marcas rojas de los azotes que su padrastro le había atizado. Aquellos varazos no la habían sorprendido, pues los esperaba, y se enorgullecía de haberlos soportado sin un grito. No había intentado resistirse; ya sabía que él disfrutaba más cuando ella forcejeaba. No pensaba consentir que la humillara.

Alysson: Te he traído un poco de ungüento. -Cerró la puerta-. La cocinera dice que te borrará las marcas y te aliviará un poco el dolor.

Ness se sentó más derecha, se desanudó el lazo del camisón y dejó los hombros al descubierto, mostrando las marcas. Al verlos, Alysson no pudo disimular la impresión. Se sentó en la cama, a su a su lado, y empezó a extender con delicadeza el bálsamo sobre las heridas.

Alysson: ¿Por qué siempre te azota a ti y no a mí?

Alysson seguía sin entender. No comprendía que era su belleza perfecta lo que le atraía de ella. Su padrastro no haría nada que la desluciese, al menos de momento.

Ness: No te ha azotado porque sabe que no lo mereces. Fui yo quien me llevé el collar. Fui yo quien te convencí para que huyéramos.

Alysson: Tengo miedo, Ness.

También ella estaba asustada, aunque no por lo que pudiera sucederle.

Ness: Tal vez… tal vez el conde encuentre el modo de ayudarnos.

No dejaba de rezar para que así fuera. Aunque en el fondo no creía que lo consiguiese.

El rostro de Alysson se iluminó.

Alysson: Sí, estoy segura de que lo hará -dijo con convicción, y su mente, como de costumbre, se evadió de la realidad inmediata hasta un lugar donde reinaba la luz y la esperanza, en el que no existía el dolor-. Lord Brant es un hombre de grandes recursos.

A la mente de Ness regresó la imagen de Zac, fuerte, extraordinariamente apuesto. Luchó por apartar los recuerdos de los besos voraces, la carne ardiente, el deseo feroz, la embriagadora pasión.

Forzó una sonrisa.

Ness: Sí, lo es, y estoy segura de que se le ocurrirá algo.

Tal vez así fuera, pero ¿cuánto tiempo le llevaría? ¿Cuánto tiempo tardaría Harwood en acosar a su hermana? Una vez finalizada la sesión de azotes, se había marchado de la casa, tras informar al mayordomo de que se ausentaba por negocios el resto de la semana. Pero cuando regresara… Dios, no se atrevía ni a pensarlo.

Alysson terminó de aplicar el ungüento en los hombros.

Ness: Gracias, cielo, ya me siento mucho mejor. -Se subió el camisón y se ató la cinta al cuello-. ¿Por qué no regresas a tu habitación y duermes un poco? Por el momento estamos a salvo, lord Harwood se ha ido.

Su hermana asintió. Había cambiado bastante desde su huida de Harwood Hall. Había perdido parte de su inocencia, y si el barón se salía con la suya, no tardaría en perderla toda.

Ness oyó que la puerta se cerraba con suavidad y que Alysson se alejaba con sigilo. Allí, en la oscuridad, se tendió de lado y empezó a contar las sombras que se proyectaban en la pared. Al otro lado de la ventana, las hojas de un gran sicomoro rozaban los cristales con chasquidos secos.

Cerró los ojos, pero no logró conciliar el sueño.

Mayordomo: Disculpe, señorita.

El mayordomo, un hombrecillo de unos setenta años que veía peligrar su empleo y trabajaba por menos dinero del estipulado, se acercaba a ella a toda prisa, y se detuvo al llegar junto al armario del vestíbulo donde se guardaba la ropa de cama, que en aquel momento la joven revisaba. Aunque ya no era ama de llaves, sus obligaciones apenas habían cambiado.

Mayordomo: Tiene visita, señorita. El conde de Brant. Le he conducido al salón.

El corazón le dio un vuelco y empezó a latirle con fuerza. Zac estaba ahí. No había llegado a creer del todo que aparecería.

Ness: Gracias, Pierce. El viaje desde Londres es largo. Pida a alguna doncella que prepare un cuarto de invitados para su uso.

Después de quitarse el delantal que protegía su vestido de tela verde manzana, atravesó el vestíbulo en dirección al salón. Se detuvo junto a la puerta, se alisó los cabellos, lamentándose por llevar un peinado tan poco favorecedor. Ojala sus manos dejaran de temblar de una vez.

El conde estaba de espaldas a ella, frente a la chimenea, con las piernas algo separadas. Por un instante, ella se limitó a disfrutar de aquella visión, de sus anchos hombros, de su estrecha cintura, de su cabello castaño bien peinado.

Entonces se giró y, al momento, surgieron en ella todas las emociones que había luchado por contener. Los ojos le ardían, y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no arrojarse en sus brazos.

Ness: Milord -murmuró con voz dulce pero más firme de lo que creía, ocultando el torbellino que se había apoderado de su alma-.

Zac: ¿Te encuentras bien? -le preguntó acercándose, con los ojos llenos de preocupación y de algo que ella no habría sabido describir-.

Ness tragó saliva. Todavía caminaba algo tensa y le dolían los azotes recibidos, aunque el barón se ocupaba siempre de que su castigo no resultara visible.

Ness: Estoy bien. Las dos estamos bien. Un día después de llegar, lord Harwood tuvo que ausentarse.

Zac: ¿Y cuándo regresará? -Sus ojos eran de un azul más oscuro, ocultaban algún secreto que ella ignoraba-.

Ness: Debería estar de vuelta hoy mismo.

Zac asintió.

Zac: Bien. Entretanto, tú y yo debemos hablar.

Ella se alisó el vestido y aspiró hondo.

Ness: ¿Quieres que pida té?

Zac: Tal vez más tarde tome algo.

Se acercó a ella, que con un gesto le indicó que tomaran asiento en el sofá de terciopelo verde. Lo hicieron, manteniendo una distancia prudencial.

Con todo, lord Brant no estaba para formalidades y fue directo al grano.

Zac: En primer lugar, quiero decirte que he consultado con un juez. Por desgracia, me ha informado de que, respecto a tu custodia, no puede hacerse nada. -Ness no pudo evitar un suspiro de decepción, y Zac le cogió la mano con gran ternura-. Eso no quiere decir que debamos rendirnos. Estoy contemplando diversas opciones. Encontraremos el modo de ayudar a Alysson.

Ness deseaba mantener el optimismo, pero sentía una opresión en el pecho.

Ness: ¿Cómo?

Zac: Todavía no estoy seguro, pero no he venido por eso.

Ella frunció el ceño.

Ness: ¿Y por qué has venido, entonces?

Zac le soltó la mano y se movió ligeramente en el sofá.

Zac: He venido a pedirte.

Ness: ¿A pedirme? -Su mente parecía no funcionar del todo-. Supongo que comprendes que ya no puedo convertirme en tu amante. Ahora no.

Zac esbozó una tímida sonrisa.

Zac: Mi propuesta no es indecente, señorita Whiting. Vengo a pedirte en matrimonio.

Ness se apoyó ligeramente en el cojín, algo mareada. El conde le proponía matrimonio. Por el amor del cielo. Hasta entonces no se había percatado de lo mucho que había deseado ese momento.

Y entonces cayó en la cuenta: él le había robado la inocencia y ella era la hija de un barón. Es decir, estaba obligado a casarse con ella. La decepción se instaló en su corazón, aunque rogó que no se le notara.

Ness: No se me escapa que, dadas las circunstancias, consideras un deber proponérmelo. Te aseguro que yo jamás esperaba matrimonio cuando nosotros… cuando te acompañé a tu camarote. Los dos sabemos que no soy lo que buscas en una esposa.

Zac: Lo que busco ya no es importante. El destino ha intervenido y ya no nos queda otro remedio que casarnos.

Ness negó con la cabeza.

Ness: Tú planeabas casarte con una heredera. Incluso en el caso de que el barón se sintiera obligado a proporcionarme una asignación, ésta sería insignificante en grado superior, y en ningún caso lograrías aumentar con ella tus posesiones familiares.

Zac: Sea como sea, nuestro futuro ya está escrito. He obtenido una licencia especial. Nos casaremos mañana.

Ness no dio crédito a sus oídos. ¿Acaso creía que aceptaría la propuesta, sin más, sabiendo que él no la quería como esposa? Alzó los hombros y se puso en pie.

Ness: No he respondido afirmativamente a tu proposición, y no es mi intención hacerlo. Mi respuesta es no. No me casaré con un hombre que no me quiere.

Zac se levantó y se acercó a ella.

Zac: Claro que te quiero. De eso estoy seguro, cariño, con la noche que pasaste en mi cama tuve suficiente para saberlo.

La atrajo hacia sí, inclinó la cabeza y la besó con pasión. Ness intentó apartarse, pero él la abrazó con más fuerza. Le dolía la espalda, pero el deseo se apoderaba de ella por momentos y se olvidaba de las heridas. Sus defensas caían, cada vez estaba más cerca de entregarse a aquel beso.

Se acercó mucho a él, abandonándose a su cuerpo, y sintió una punzada de decepción cuando Zac la apartó de su lado. Al abrir los ojos, vio que en los del conde brillaba un destello de triunfo.

Zac: Vamos a casarnos, así que será mejor que te acostumbres a la idea.

Ness buscó las palabras, pero acabó negando con la cabeza.

Ness: No pienso casarme contigo.

Los ojos de Zac se encendieron de ira.

Zac: ¡Lo harás, maldita sea! -Volvió a agarrarla por los hombros-. Escúchame bien, Vanessa. Tienes que salir de esta casa antes de que tu padrastro te haga más daño. Además… ¿has pensado que podrías estar esperando un hijo?

Ness parpadeó. Jamás se le había pasado por la cabeza.

Ness: Seguro que hay que hacerlo más de una vez para quedar embarazada.

El conde no pudo evitar una sonrisa.

Zac: No sé si lo recuerdas, pero lo hicimos en más de una ocasión, y aunque no hubiera sido así, la posibilidad siempre existiría.

Ella pensó en aquellas palabras. Si las cosas fueran distintas, le encantaría tener un hijo de Zac. Si él la amara, si no se sintiera obligado a casarse por un estúpido código de honor…

Ness: No importa. No me casaré contigo. No creo estar embarazada, y hay otras cosas que debemos tomar en consideración.

Zac: ¿Como cuáles?

Ness alzó la vista al techo, pensando en las habitaciones de la planta superior

Ness: Mi hermana. Si… si deseas casarte con alguien, hazlo con Alysson. Es ella la que necesita tu ayuda.

El conde carraspeó.

Zac: No fue la inocencia de tu hermana la que arrebaté aquella noche en el barco. No era el cuerpecillo ardiente de tu hermana el que temblaba por mí, el que gemía por mí, el que susurraba por mí. ¡Y no es con Alysson con quien quiero casarme, sino contigo!

Ness tragó saliva, pero no añadió nada. Estaba claro que Zac no iba a aceptar un no por respuesta. Tanto deseaba casarse con él que el corazón le dolía. Pero, al mismo tiempo sabía que acababa de dar con la respuesta a la salvación de su hermana.

Ness: Está bien, tú ganas -aceptó al fin-. Si estás seguro de que quieres eso, me casaré contigo.

La expresión del conde reflejó una emoción contenida. De no haberlo conocido mejor, ella habría jurado que se trataba de un gesto de alivio.

Zac: Hablaré con Harwood apenas regrese. Una vez solucionados los detalles, nos casaremos.

Ness lo observó retirarse. En sus pasos había decisión y confianza en sí mismo. A la mente le vinieron las partidas de ajedrez que habían jugado. En el juego que ahora libraban, ella había hecho el primer movimiento cuando decidió acostarse con él en aquel camarote. Hoy él había movido ficha. Y ahora volvía a tocarle a ella.

En todo juego, había ocasiones en que debían hacerse sacrificios, aunque ella habría preferido que aquél no le doliera tanto.

En los últimos días, Zac se había mantenido muy ocupado. Tras su conversación con Will, había acudido a un segundo e inútil encuentro con el juez, y había vuelto a reunirse con Justin McPhee, a quien ordenó que consiguiera cualquier información que pudiera usarse en contra del barón, con la esperanza de liberar a Alysson de sus garras.

Había contratado al mejor abogado de Londres para que determinara de qué manera podía beneficiarse su futura cuñada tras la boda. Había logrado una licencia especial para que el matrimonio se celebrara de inmediato, y le había comprado un regalo a Ness. Un regalo muy especial.

Boda. Zac frunció el ceño al pensar en ella. Su intención había sido casarse con una heredera, y ahora iba a hacerlo con una joven humilde, su ama de llaves, para más señas. Una parte de él no podía evitar cierta sensación de enfado y frustración. Pero lo hecho, hecho estaba. Y no había modo de cambiarlo.

Por ello había regresado a Harwood Hall, pues aunque la idea le repugnaba debía reunirse con el barón. Suspiró al acercarse a la puerta del dormitorio que le habían asignado, mientras revivía mentalmente la conversación que habían mantenido aquella misma tarde.

Se habían reunido en el gabinete de Harwood. Zac había empezado por exponerle su intención de casarse con Vanessa, lo que al parecer había sorprendido al barón.

Harwood: Cuando solicitó una entrevista, pensé que tal vez iba a pedirme en matrimonio a Alysson -admitió-.

Zac: Su hija menor es preciosa en extremo, como sabe bien, pero es joven y muy ingenua. Es la mayor la que ha atraído mi interés.

Harwood levantó una jarrita de porcelana que decoraba una de las mesas Sheraton y la examinó con atención. Como en la anterior ocasión en que se habían visto, llevaba una chaqueta azul de seda que le quedaba algo grande, y una corbata negra arrugada. Era evidente que, por mala que fuera la imagen que de él tuviera Zac, él se veía a sí mismo como un hombre elegante.

Harwood: No estoy seguro de que sea buena idea. Vanessa es joven y no está del todo preparada para convertirse en esposa.

Sus palabras, traducidas, significaban: «Se encarga de la casa sin que deba pagarle por ello, y me gusta tenerla bajo mi control.»

Zac: Sí, bueno, ya tiene diecinueve años, y los dos sabemos que existen circunstancias especiales. Una mujer joven que ha vivido sin carabina en casa de un soltero… tarde o temprano los rumores acaban por producirse. Si los cotillas se dedican a difundir sus murmuraciones, sin duda su reputación se echará a perder. Y tanto la suya como la mía también se verán perjudicadas. Nuestro matrimonio reduciría cualquier posible escándalo.

Harwood dejó la jarra en la mesa. Los dos hombres estaban en pie, pues ninguno quería sentirse en desventaja.

Harwood: Debo meditarlo.

Zac: Hágalo. Y mientras lo piensa, considere también que tiene otra hija. En mi condición de conde, y como cuñado de Alysson, la reputación de la joven también estaría a salvo.

Harwood se acariciaba la manga de su chaqueta de seda.

Harwood: El asunto del collar sigue pendiente. Vanessa debe permanecer conmigo hasta que repare el daño que me causó.

Zac sabía que el asunto surgiría, y había ido con la respuesta preparada.

Zac: Gustoso pagaré por el collar. Como esposo, sin duda asumiré todas sus deudas.

El rostro del barón se iluminó, como Zac esperaba. Durante la media hora que siguió, se dedicaron a discutir sobre su valor, y el conde acabó por ceder a la suma que Harwood le proponía.

Harwood: El valor de una joya como ésa es incalculable -insistía el barón-. Y se trata de una pieza irremplazable.

No del todo, pensó Zac, que ya había dado con el collar y había conseguido comprarlo. Vanessa le había hablado del prestamista de Dartfield que se lo había quedado por una suma insignificante. Como en la localidad no había otros que se dedicaran a ese oficio, no le había resultado difícil dar con la joya. Tras pagar mucho más de lo que el prestamista había desembolsado por ella, logró recuperar el objeto de la discordia.

Como futuro esposo de Vanessa, el honor le obligaba a enmendar el robo, y en un principio Zac pensó, sencillamente, en devolver el collar al barón. Pero al final, sin saber bien por qué, había decidido quedárselo.

Al ver la avaricia en los ojos oscuros de Harwood, se alegró de haber tomado esa decisión. Aquella pieza antigua tan bonita no merecía pertenecer a un hombre como él.

Harwood: Veo que está dispuesto a pagarme por el collar. ¿Acepta también llevarse a Vanessa sin asignación?

Zac tensó la mandíbula. Económicamente las cosas le habían ido bien en los últimos años, pero había prometido incrementar la fortuna familiar, y le dolía el recordatorio de su fracaso.

Zac: No se la pido.

Al fin, Harwood aceptó aquel matrimonio casi de buen grado. Zac suponía que su alegría se debía más al hecho de que, una vez la chica se hubiera ido, se libraría del perro guardián que custodiaba a Alysson, y no tanto a la protección de la reputación de las hermanas.

Zac se paseaba por su habitación, bebiendo el coñac que le habían dejado sobre una mesita, en una bandeja de plata, y el recuerdo de aquella conversación se difuminaba. El dormitorio que habían preparado para él era sorprendentemente agradable, aunque las cortinas verdes de damasco no se vieran precisamente nuevas y la colcha pareciera gastada. Aun así, todo estaba limpio y abrillantado. Suponía que era obra de Vanessa.

Retiró el edredón y parte de la sábana, que olía a limpio, y descubrió con sorpresa una pequeña nota, cuidadosamente doblada y sellada, que reposaba sobre la almohada. Rompió el sello y ante sus ojos apareció una letra femenina y delicada.

Mientras la leía imaginaba a Vanessa desnuda, retorciéndose bajo su cuerpo… La excitación lo embargó y tuvo una inicial erección.

Querido Zac:

Lamento mi desconfianza de esta tarde. Estoy en deuda contigo por todo lo que estás haciendo. Y además está la atracción mutua que sentimos. Has dicho que me deseas, y la verdad es que yo también te deseo. Ven esta noche a mi habitación, que está a dos puertas de la tuya, a la izquierda. Te estaré esperando en mi cama.

Tuya,

VANESSA

¡Dios del cielo! Por fin había aceptado casarse con él. Sabiendo lo testaruda que era, le sorprendía aquel cambio de actitud tan repentino, pero no cabía en sí de alegría. Además, por el modo en que le había devuelto el beso, sabía que el deseo que sentía por él no había disminuido. Lo deseaba. Y él la deseaba a ella como jamás había deseado a nadie.

Estaba haciéndose tarde. Zac apagó la lámpara de su mesilla de noche y se aproximó a la puerta, pisando con sigilo la alfombra Aubusson. Descalzo y vestido sólo con su batín, miró a ambos lados para asegurarse de que nadie le veía, antes de salir al pasillo. El corazón le latía con fuerza y su excitación le resultaba casi dolorosa.

En un momento se plantó frente al dormitorio de Vanessa y abrió la puerta.


4 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Omg..
se van a casar??
O_o
y ahora alysson??
Que pasara ahora..
hay que angustia, como la dejas asiiii
hahaha
estare esperando el capi de mañana
:D

Carolina dijo...

eres cruel ¬¬! lo dejas ahi!
con zac en batin y con mi imaginacion volando xD!
me ha encntando!!!
sigan comentando!!
tkm loki!!

Natalia dijo...

Y que pasará con Alysson? ahora se quedará sin su hermana si se casa con Zac..
uiiis, siguela que está muy interesanteee!
muackkk

Natasha dijo...

Holaaaa
te comento porque te debo 11 comentarios xD
PERO LA VERDAD es que he estado leyendo tu nove
resulta que me quede sin inter y voy a el cyber a buscar los capis de las noves que sigo y ponerlos en mi telefono y leerlos cuando pueda.. asique ya me he leido la mitad, y me encaaaantaaaa

espero poder leer la nove al dia y no 2 dias mas tarde.. aunque, la intencion es lo que cuenta
y yo adoro la trama!!

gracias por pasarte por la mia ;)

mas tarde leo los capis que me faltan
dioosss.. que larguito comentario no? jeje byeee

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