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jueves, 19 de mayo de 2011

Capítulo 25


Ness: ¡Ahí está! -Señaló hacia lo alto de la colina-. En la colina.

Pero en lugar de agitar las riendas para que los caballos fueran más deprisa, Griggs tiró de ellas y detuvo el carruaje a un lado del camino.

Ness oyó que el cochero maldecía entre murmullos.

Griggs: Tenemos un problema, milady.

Ness: ¿Qué clase de problema? -preguntó, y en ese mismo momento oyó el chasquido de unos radios al romperse. El vehículo se volcó hacia un lado-.

Griggs: Se ha roto una rueda. -bajó a examinar los daños-. Se ha salido la cobertura de hierro. Creo que tiene que repararla un herrero.

Ness volvió a contemplar la casa en lo alto de la colina. Las noticias no eran buenas, pero no podía decirse que se tratara de un problema insuperable.

Ness: En el pueblo hay uno. Y yo puedo llegar a pie hasta la casa sin dificultad. Una vez reparada la rueda, vaya a recogerme. Seguramente pasaré un buen rato ocupada, de modo que no hay prisa.

Evan: Será mejor que yo la acompañe -dijo, y bajó del banco dando un salto-.

Ness pensó en las horas que probablemente llegaría a pasar en la casa.

Ness: Como ya he dicho, seguro que voy a tardar un buen rato. El jardinero y su esposa viven en la propiedad, así que estaré perfectamente a salvo. Estoy segura de que Griggs va a necesitar ayuda, y en el pueblo hay una taberna. Mientras el herrero repara la rueda, pueden ir a comer algo.

Evan la ayudó a bajar y se giró para mirar la casa de piedra que se alzaba en lo alto de la colina. El peligro estaba en los caminos, no en la casa donde la señora había pasado su infancia.

Evan: Como desee, milady.

Mientras los hombres empezaban a enderezar la rueda, ella inició el ascenso por la pendiente. No tardó en alcanzar la casa y, cuando lo hizo, entrar en ella no le fue difícil.

La señora Riddle, que vivía con Joseph, su esposo, en la casa de los guardas junto a la verja de entrada, se acordó de ella y de la última vez que había estado allí, junto a su madre y su hermana, tras la muerte de su padre.

Riddle: ¡Vaya! ¡Bendito sea el Señor! ¡Lady Vanessa ha vuelto a casa, a Windmere!

La señora Riddle era una irlandesa corpulenta de cabellos rojizos ya entrecanos, y tenía una sonrisa que mostraba una dentadura perfecta. Ella y su esposo trabajaban en Windmere desde los tiempos de su abuelo.

Ness: Buenas tardes, señora Riddle. Me alegro de verla.

La mujer miró en dirección al camino vacío que llevaba a la puerta principal.

Riddle: ¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Ha venido sola?

Ness: Hemos tenido un problema con una rueda. El cochero ha llevado el carruaje al pueblo para repararla.

Riddle: ¿Y qué le trae por aquí, niña, después de tantos años?

Ness: Acabo de saber que mi padrastro va a vender la casa. Quería verla por última vez.

Riddle: Windmere es un lugar muy especial, claro que sí. Es la reina del valle, y siempre lo será. -Meneó la cabeza-. Pero ya no es como antes, como cuando sus padres vivían.

Ness: Por eso he venido, en parte. Creo que tal vez mamá dejo algunas cosas en esta casa.

Riddle: Bueno, pues ya iba siendo hora de que vinieras por ellas. -La condujo por el camino de grava hasta la entrada de piedra y abrió el portón-. Yo me voy a pasar la tarde al pueblo. Y Joseph está trabajando en el campo. Tómese el tiempo que necesite.

Ness vio alejarse a la mujer y se giró para inspeccionar el interior de la casa. Al instante, los recuerdos se apoderaron de ella. Le parecía oír risas provenientes del piso de arriba, la voz grave de su padre, la respuesta chispeante de su madre. Decidió apartar aquellos pensamientos, pues no tenía tiempo para el pasado; debía encontrar el diario.

Se quitó el gorro forrado de piel y lo dejó en la puerta de la entrada, junto con la capa. La residencia llevaba dos años cerrada. Las butacas y los sofás estaban cubiertos con sábanas, y casi todas las cortinas corridas, pero las mesas de roble macizo las habían abrillantado hacía poco, y las vigas de madera tallada y los aparadores de cristal emplomado daban a la casa un aire familiar.

Teniendo en cuenta el tamaño de la casa, y consciente de que su búsqueda podía llevarle un buen rato, Ness se puso manos a la obra. Pero dos horas después, seguía buscando. Encontró ropa de su madre en el armario, varias labores de costura con los hilos de colores algo descoloridos, algunos juguetes con los que Alysson jugaba de niña, y varias prendas que habían sido suyas.

Pero ni rastro del diario.

Revisó los aparadores del comedor, aunque sin demasiadas esperanzas de encontrarlo ahí.

«Si el diario está aquí, mamá debió esconderlo en algún lugar en el que creyera que se encontraría a salvo.» Pero ¿qué sitio podía ser ése? Regresó al dormitorio de su madre. Cuando su padre vivía, los dos dormían en la suite principal. Tras el segundo y desastroso matrimonio de su madre, ésta se había trasladado a la habitación contigua. Si hubiera guardado ahí el diario, el barón podría haberla descubierto mientras lo escondía.

En cualquier caso, realizó otra inspección detallada, que tampoco dio resultado.

Ya había revisado dos veces el cuarto de costura de su madre, pues le parecía el escondite más probable. Pero de todos modos volvió a bajar la escalera principal y fue a la salita que tanto gustaba a su madre. Frente a la chimenea de piedra se encontraba un pequeño tresillo de palisandro y, junto a él, el balancín en el que cosía, bordaba o leía.

Sobre la mesa de la esquina seguía su escritorio portátil de roble. Cuando el padre de Ness vivía, ella guardaba el diario allí. Pero ya lo había abierto y comprobado que no contenía nada.

«¿Dónde lo guardaste, mamá?»

Entonces se le ocurrió que si se había tomado tantas molestias para esconderlo era porque tal vez esperara que, algún día, sus hijas lo encontraran.

Abandonó el cuarto de costura y cruzó el vestíbulo. Durante los últimos días de su vida, su madre había suplicado al barón que llevara a sus hijas a Windmere. Ness se encontraba ausente, interna en el colegio, e ignoraba el grave estado de su madre. Y allí había muerto, sin que Ness tuviera tiempo de regresar. Si su madre hubiera querido que ella encontrara el diario…

Entró a toda prisa en el que había sido su dormitorio. Ella misma había escogido la colcha, de un tono rosado claro, para que combinara con el más oscuro de las cortinas de damasco que enmarcaban las ventanas. Todavía recordaba lo bien que lo habían pasado su madre y ellas el día que fueron a comprarlas, pero se obligó a no recrearse en la memoria.

Se abalanzó hacia la cama, levantó el colchón de plumas, inspeccionó debajo y después rebuscó en los cajones del armario de la esquina.

Nada.

En el ropero de palisandro había aún algunas prendas suyas. Y en el último cajón, debajo de un chal que su madre le había regalado por Navidad, estaba el diario.

A Ness le temblaron las manos cuando apartó el chal y pasó los dedos por la piel roja, lisa, de la cubierta desgastada por los años y el uso. ¡Gracias a Dios! Al fin lo había encontrado. Tragó saliva, pero el nudo que sentía en la garganta no desapareció. Al sacarlo del cajón se le cayó al suelo y se abrió al azar, revelando la caligrafía de su madre.

No leyó el principio, que correspondía a los años posteriores a la boda de Charlotte Hudgens con el apuesto joven de quien se había enamorado profundamente. Los sentimientos de su madre eran suyos.

Pasó las páginas hasta llegar a los últimos días en la vida de su madre, las últimas semanas de su grave enfermedad. Y en ellas la encontró. Tal como había imaginado, ahí se hallaba la prueba que buscaba.

Hoy he encontrado el anillo de Henry. Estaba en el joyero de Jack, envuelto en una tela de gasa blanca, oculto, un trofeo, el premio irresistible que demostrara lo listo que fue.

Ness dejó de leer y aspiró hondo, en un intento inútil de tranquilizar los latidos de su corazón. «¡Oh, mamá!» Pasaba las páginas y confirmaba las crecientes sospechas de su madre, y sus propios temores.

Creo que sabe que he descubierto su implicación en el asesinato de Henry. Amado Henry, ¿cómo pude estar tan ciega para no ver qué clase de hombre era Jack? Mi desprecio por él es infinito. Y me da miedo, temo por las niñas.

Lo que Ness leía iba llenándola de ira y de dolor.

Me provoca siempre que tiene ocasión, me advierte con su mirada de lo que sucederá si le delato.

¿Cómo podía su madre haberse casado con aquel malvado? ¿Cómo no había intuido la clase de hombre que era en realidad? Lo cierto era que se encontraba tan sola, tan desesperadamente sola y hundida en el dolor… Al menos, al final de su vida, había visto la luz.

Mi enfermedad empeora con cada día que pasa. Estoy segura de que Jack está envenenándome, pero no sé cómo lo hace. Cada vez me siento más débil, demasiado enferma para impedirle que siga adelante con su plan.

Las lágrimas empezaron a nublarle la vista. Parpadeó para aclarársela, y las sintió resbalar por las mejillas.

¡También había matado a su madre!

Se pasó la mano por la cara para secarse el llanto. Sentía un desprecio infinito por Jack Whiting, y se juró que no pararía hasta verlo en la horca.

Se obligó a seguir leyendo, aunque en los días siguientes su madre apenas había escrito nada. Y entonces:

El fin se acerca. Temo por mis hijas. De algún modo debo encontrar la manera de protegerlas. Dios santo, ¿qué he de hacer?

Aquélla era la última entrada. Había fallecido ese mismo día. Sin embargo, de algún modo, su madre había sacado fuerzas para esconder el diario en un lugar en el que creía que Ness lo encontraría. Tal vez quiso advertirla. O que se hiciera justicia.

Harwood: Vaya, vaya, veo que al fin lo has encontrado. -La voz de Jack Whiting resonó en el dormitorio y un escalofrío recorrió a Ness. Se volvió y le vio en el umbral-. Habría sido mucho mejor que no hubieras dado con él… pero en fin… nunca has sido una joven sensata.

Ness: ¡Usted la mató! ¡Los mató a los dos!

Harwood: Vaya, así que eso es lo que tu madre quiso contarte. Hacia el final, tu madre deliraba, no sé si lo sabes… Nadie creerá una palabra de lo que escribió.

Ness: ¡Pues yo creo que sí, una vez les enseñe el anillo de mi padre! En teoría lo robaron los hombres que lo asaltaron y mataron. Pero mamá lo encontró en su joyero, y ahora quien lo custodia soy yo.

Los rasgos angulosos de Whiting se endurecieron.

Harwood: ¿Ah, sí?

Ness vio que se llevaba la mano al interior del abrigo y, un instante después, empuñaba una pistola. ¡Dios! Enfrentarse a él había sido lo peor que podía haber hecho.

Harwood: Un anillo no basta para que la justicia me lleve a la horca, pero tus acusaciones sí me causarían ciertos problemas que juzgo innecesarios.

Ness: ¿Cómo ha sabido que me encontraría aquí? -preguntó, tratando de controlar el temblor de su voz, intentando ganar tiempo para pensar-. ¿Cómo ha sabido que estaba en Windmere?

Whiting esbozó una sonrisa forzada.

Harwood: La señora Rathbone me ha sido de ayuda en ese aspecto. No te tiene mucho aprecio, no sé si lo sabes.

Ness pensó en huir por la puerta, pero Harwood estaba plantado en el umbral, y al encontrarse en una segunda planta la ventana no establecía una vía de escape posible. Debía pensar en el hijo que esperaba, de modo que no podía saltar.

Él dio un paso al frente, apuntándola con la pistola.

Harwood: Vamos. Tú empezaste este jueguecito. Ya va siendo hora de que termine.

Se retiró de la puerta para dejarle paso, y se colocó un paso por detrás de ella, lo bastante cerca para no fallar el tiro.

Ness: ¿Adónde vamos?

Harwood: ¿No estabas buscando el diario de tu madre? Seguro que irías a ver si lo encontrabas en el sótano.

Otro estremecimiento de temor le recorrió la espalda. En un acto reflejo se llevó la mano a la ligera hinchazón de su vientre. No debería haber venido. No había nada por lo que mereciera poner en peligro la vida del futuro bebé.

Ness: Al sótano no bajo.

Se detuvo en el pasillo e hizo gesto de girarse, pero él le hincó la pistola entre las costillas.

Harwood: Si lo prefieres, te disparo aquí mismo.

Ness sabía bien que era capaz de hacerlo. La mataría a ella y mataría al niño.

Ness: No he venido sola. Si aprieta el gatillo, uno de mis hombres oirá el disparo. Vendrán a buscarme.

No era cierto, claro, pues sus acompañantes se encontraban en el pueblo.

Harwood: Tal vez, pero tú ya estarás muerta. Como nadie sabe que estoy aquí y desapareceré en cuestión de segundos, no importa que me oigan disparar.

Ness: Mi esposo lo sabrá. Le he dejado una nota explicándole adónde me dirigía y por qué. Zac sabrá que me ha matado usted, y entonces le matará.

Harwood soltó una carcajada.

Harwood: La carta no existe. Ordené a la señora Rathbone que la quemara. Tu esposo creerá que has ido a encontrarte con tu amante, como ya hiciste antes. Tal vez crea que el culpable de tu muerte es él. Sí… creo que eso es exactamente lo que pensará.

El pánico se apoderaba de ella por momentos. ¡Dios! Parecía saberlo todo de ella. ¡Y había destruido la carta! Si no llegaba a casa antes de que Zac regresara de su viaje, él creería que se había marchado con Jesse.

Whiting volvió a pincharla entre las costillas, obligándola a avanzar, y ella obedeció con paso tembloroso. Evan y Griggs todavía no habían llegado. Joseph se encontraba trabajando en el campo, pero incluso si él oía el disparo, ya sería demasiado tarde.

Harwood: Date prisa, por favor. Tengo planes para esta noche.

Aquellos planes serían los que demostrarían que se encontraba en Londres la noche de la desaparición de su hijastra.

Al otro lado de las ventanas había empezado a caer la noche, y una ligera niebla flotaba sobre el paisaje. Ness creía que la escasa iluminación podía jugar a su favor, pero Harwood se detuvo al llegar al rellano y le ordenó que prendiera la pequeña lámpara que descansaba sobre la repisa.

La sujetó con las dos manos. Al encenderla, la llama parpadeó y al instante iluminó su expresión de temor. Siguieron avanzando, mientras ella estudiaba sus posibilidades, que parecían ser nulas. Hacía esfuerzos por controlar el pánico creciente.

Tal vez la señora Riddle o su esposo entraran en la casa. Quizás Evan y Griggs hubieran reparado ya la rueda y regresaran a buscarla. Pensó en pedir auxilio, pero no había nadie cerca, y Harwood podía disparar en cualquier momento. Aun así, no podía abandonar toda esperanza. No estaba dispuesta a permitir que él volviera a salirse con la suya.

Sostuvo la lámpara en alto y siguió caminando. Descendieron por la amplia escalera, atravesaron el vestíbulo y llegaron al corto tramo de peldaños que conducían a la cocina espaciosa, de techo bajo. Olía a leña quemada hacía tiempo, a polvo y levadura rancia. Al entrar, miró en dirección a la pared del fondo, donde una escalera de caracol conducía al almacén que ocupaba el sótano.

Harwood: Deja la lámpara sobre la mesa.

Pensó en arrojársela a la cara, pero Harwood le apuntaba directamente con el arma, y ella sabía que si intentaba cualquier cosa, él apretaría el gatillo. De modo que obedeció y puso la lámpara en la mesa.

Harwood: Muy bien. Ahora abre la puerta de la despensa.

Ness se fijó en su cara y vio impaciencia mal disimulada. Deseaba librarse de ella desde hacía años.

Ness: ¿Por qué?

Harwood: Porque vas a sufrir un accidente. Te vas a caer, pobrecita. Te vas a abrir la cabeza. Qué adecuado, ¿no crees? Eso es precisamente lo que me hiciste a mí en aquella ocasión, abrirme la cabeza. La única diferencia es que yo no voy a dejarte con vida.

De nuevo el miedo comprimió sus miembros. Su padrastro iba a matarla, y de paso al hijo que esperaba, y ella seguía sin saber cómo impedírselo. Miraba en todas direcciones en busca de algo que pudiera servirle de arma. Descubrió una hilera de cuchillos de cocina sobre un estante de madera. Si lograra llegar hasta ellos de algún modo…

Hizo gesto de moverse en aquella dirección, pero los largos dedos del barón le agarraron el pelo. Se le soltaron los pasadores y sintió un intenso dolor en el cuello. Harwood tiraba y la hacía retroceder hacia la puerta que llevaba al sótano.

Harwood: Preferiría no tener que dispararte, querida. Todo se pone perdido, ¿sabes? Pero te juro que lo haré si no me dejas otra salida.

Una voz profunda resonó junto a la puerta.

Zac: No se lo recomiendo. Si hace algo que no sea soltar a mi esposa, me dará un gran placer asesinarlo. Será una muerte lenta y dolorosa.

Ness: Zac… -susurró, con los ojos llenos de lágrimas. ¡Dios! Creía que no volvería a verlo más-.

Su marido ni siquiera le dedicó una mirada fugaz. Su concentración la reservaba para el hombre que apuntaba a su esposa con una pistola. A la pálida luz de la lámpara, brillaba el arma que él mismo empuñaba.

Zac: Aléjese de ella, Harwood. Muévase muy despacio.

Harwood: De modo que ha leído la carta. Qué lástima. La señora Rathbone ha sido toda una decepción.

Pero no sólo no se separó de Vanessa, sino que la colocó delante de él para usarla como escudo, y la encañonó en la sien.

Harwood: ¿Ve lo deprisa que puede cambiar el juego? Me parece que ahora me toca mover ficha a mí. Y le aconsejo que haga exactamente lo que le ordene. -Sin mover la pistola, pasó un brazo por el cuello de Vanessa y lo dobló, como asfixiándola-. Deje el arma en el suelo y empújela hacia mí de una patada.

Ness: ¡No lo hagas, Zac! ¡Nos matará a los dos!

Harwood: ¡Cállate! -gritó el barón apretándole más la garganta, dificultando su respiración-.

Zac apretó la mandíbula mientras se agachaba para dejar el arma en el suelo y le daba un puntapié.

Zac: Hay un hombre trabajando en los campos. Acudirá tan pronto oiga un disparo.

Harwood se rió, dejó de apuntar a Ness y levantó el arma contra Zac.

Harwood: En ese caso, creo que tendré que escapar por la despensa. Hay una puerta que comunica con las caballerizas. Es imposible que nadie me vea. -Los miraba alternativamente, meneando la cabeza-. Qué terrible lo que sucedió aquí esta noche… La esposa infiel rodó escaleras abajo, empujada por su celoso marido, que a continuación se quitó la vida. ¡Qué idiotas pueden llegar a ser los hombres!

Ness oyó el sonido del gatillo al retroceder y supo que a Zac le quedaba un segundo de vida. Apretó los dientes con todas sus fuerzas y mordió el brazo de Harwood al tiempo que se echaba hacia atrás con todo el peso de su cuerpo.

El arma se disparó y la detonación resonó en el espacio cerrado de la cocina. Ness gritó al ver que Harwood salía disparado hacia la puerta. Zac le agarró del abrigo y el barón cayó al suelo, seguido por él. Los dos hombres iniciaron un forcejeo.

Las maldiciones que pronunciaba su esposo indicaron a Ness que se le había abierto la herida del pecho. Lanzó un par de puñetazos al rostro de Harwood, pero el barón logró soltarse y, a tropezones, llegó hasta la puerta. Zac fue tras él, y los dos empezaron a subir la escalera que conducía a la planta superior.

Ness cogió la lámpara de bronce y corrió tras ellos, con la esperanza de que Joseph hubiera oído el disparo, aunque temía que se encontrara demasiado lejos cuando éste se produjo.

Miró alrededor y vio que el barón se metía en el salón principal. Zac le pisaba los talones. Sobre la chimenea, cruzados, colgaban juntos los dos sables de duelo que habían pertenecido a su abuelo. Al entrar en la habitación con la lámpara en la mano, sus filos brillaron.

Harwood sonreía mientras se hacía con uno de ellos y se lo lanzaba a Zac, antes de bajar el otro y empuñarlo ante sí.

Harwood: ¿No cree que soy todo un caballero? Aquí estoy, dándole una oportunidad. Quién sabe, tal vez logre sobrevivir.

Pero Jack Whiting era un espadachín magnífico, y Zac era zurdo, por lo que el combate resultaría muy desigual.

Haciendo caso omiso de su dolor, Zac pasó el dedo por el filo.

Zac: Acaba usted de cometer su segundo error, Harwood. Y va a ser el último.

El barón soltó una carcajada que destelleó por toda la casa desierta. Ness sintió un escalofrío. Los dos hombres tomaron posiciones el uno frente al otro, levantaron los brazos e hicieron entrechocar los sables. En el salón resonaba el chasquido del acero contra el acero. Harwood atacaba y Zac paraba los golpes, primero en un sentido, después en otro. Los ataques del barón apuntaban al corazón del conde.

Pero Ness descubrió con cierto alivio que la destreza de su esposo con la espada era muy superior a la que había supuesto, aunque no superaba la de Harwood.

En cierto sentido, podía decirse que se estaba disputando un duelo, aunque para Ness se trataba de una simple excusa de Harwood para cometer otro asesinato. Ya había matado a sus padres. No iba a permitir que acabara también con la vida de su marido.

El corazón le latía con fuerza cuando bajó el corto tramo de escaleras que conducía a la cocina. Había pensado en la posibilidad de ir en busca de Joseph, pero incluso si lo encontraba, Zac ya estaría muerto cuando regresaran a la casa. Se arrodilló y, palpando, empezó a buscar el arma de Zac. Con dedos temblorosos, palpaba el suelo de tarima en la zona de la cocina en que creía que había ido a parar.

«Por favor, Dios mío…» Cada vez más impaciente en la oscuridad, metió las manos debajo de la mesa y rozó la empuñadura de la pistola. La agarró y se puso en pie.

Cuando volvió al salón descubrió que los dos hombres ya se habían deshecho de sus chaquetas y chalecos. Avanzaban en círculos en el centro de la habitación, y un hilo de sangre manchaba una de las mangas de la camisa blanca de Zac. Al verlo, a Ness le dio un vuelco el corazón.

Harwwod: Me sorprende usted, Brant -dijo el barón, mostrando apenas señas de fatiga-. Tal vez, con el tiempo, podría convertirse en experto espadachín. Por desgracia, tiempo es precisamente lo que no tiene.

Zac: Yo diría que precisamente es usted quien está a punto de quedarse sin él.

Zac venció la resistencia de su oponente y rajó la espada en el hombro del barón, que ahogó un grito de dolor. Furioso, empezó a atacar en serio. Zac retrocedió, mientras Harwood agitaba su espada en círculos. En una embestida, golpeó el sable de Zac cerca de la empuñadura y se lo arrancó de la mano.

Ness soltó un grito al ver que el arma de Harwood se posaba sobre el corazón de su esposo.

Harwood: Lo ha hecho usted muy bien, teniendo en cuenta las circunstancias. Por desgracia, como ya he comentado, tengo planes para esta noche. Y todavía no he resuelto el problema de cómo deshacerme de su mujer.

El barón tensó los brazos, preparándose para la estocada final… y Ness disparó.

El sable tembló en las manos de Harwood. En su rostro delgado y pálido apareció una expresión de incredulidad. Finalmente, el arma se separó de sus dedos inertes y cayó al suelo.

Ness permanecía inmóvil y temblorosa. Al soltar de su mano el arma, que se desplomó sobre una alfombra persa, estalló en sollozos.

Zac se alejó del barón y de sus ojos sin vida, y corrió hacia su esposa. Las lágrimas resbalaban por las mejillas de Ness, y al sentir el abrazo de Zac se deshizo en llanto.

Zac: Ya está, mi amor, ya pasó. -La estrechó con fuerza, intentando calmar los temblores que la recorrían-. Ahora ya estás conmigo y todo irá bien.

Ness: Nunca pensé que vendrías.

Zac: No tuve opción. Temía por ti. Temía que algo así pudiera suceder. Él te habría… te habría matado.

Ness: Sí, pero tú llegaste a tiempo. -Hablaba entre sollozos-. Harwood me dijo que la señora Rathbone había quemado la carta que te escribí. Creía que tal vez no creerías lo que te decía en ella, aunque llegaras a leerla.

El abrazo de Zac se hizo más fuerte. Pensó en la carta y en que había estado a punto de ignorarla. En lo cerca que había estado de dar rienda suelta a sus celos y a sus temores, de escapar de los poderosos sentimientos que albergaba hacia ella.

Ness: Voy a tener un hijo -susurró alzando los ojos llorosos-.

Zac: Lo sé.

Ness: El niño es tuyo, te lo juro por mi vida.

Zac: No importa -Y era cierto. Ahora no le importaba de quién fuera, lo sabía desde lo más hondo de su alma. Desde el momento en que había puesto los pies en aquella cocina y había visto el peligro que corría su esposa, entendió lo profundo del amor que sentía. A ella y al hijo que llevaba en su interior-. Sólo doy gracias a Dios de que estés bien.

Las lágrimas volvieron a resbalar por las mejillas de Ness.

Ness: Te quiero. Te quiero tanto…

Zac contempló a su guapísima y valiente esposa, y cogió entre sus manos aquel rostro húmedo de llanto.

Zac: Y yo te quiero a ti, Vanessa. Dios es testigo de que te quiero.




Interesante eh...
Estoy convencida de que este es uno de los caps que mas os deben de haber gustado.
Por lo menos a mí, si. Cuando lo leí por primera vez el corazón me iba a mil por hora. Y el famoso nudo en la garganta que tanto tienen estos personajes XD, yo también lo tenía XD XD.
Bueno espero que os haya gustado tanto como a mí y que comentéis mucho.
Nos acercamos al esperado final...
¡Jo macho! Menudo año de finales estoy teniendo. Se acaba la nove, se acaba Hannan Montana y se acaba ¡Se lo Que Hicisteis! ¡¡Mi programa favorito y el más divertido!! Y se acaba mañana, así que estaré triste :'( :'(
Pero bueno, ya no os aburro más.
¡Comentad!
¡Bye!
¡Kisses!


5 comentarios:

Natasha dijo...

esta es definitivamente una de las novelas que mas amo, y se me hace un nudo en la garganta que se acabe...

creo que la leere dos veces jajaja

si... se acaban las series y programas y tambien zack y cody, pronto icarly, y los hechiceros se acaban para el 2012 ... ando mas triste :(

buee te dejo, amo esta novelaaaa me atrapo desde el inicio... me duele que se acabe :( besitoss byee

Natasha dijo...

esta es definitivamente una de las novelas que mas amo, y se me hace un nudo en la garganta que se acabe...

creo que la leere dos veces jajaja

si... se acaban las series y programas y tambien zack y cody, pronto icarly, y los hechiceros se acaban para el 2012 ... ando mas triste :(

buee te dejo, amo esta novelaaaa me atrapo desde el inicio... me duele que se acabe :( besitoss byee

TriiTrii dijo...

OMG!!!!!
definitivamente este capi es una de las mejoress!!!
AMO ESTA NOVE!!!!!
ES UNA DE MIS FAVORITAS!!
EN SERIOO!!!
AHHHHH ESTARE ESPERANDO EL PROX CAPI MAÑANA!!!!!
Y SI AKA SE ACABO HANNAH MONTANA Y YA MISMO ZACK Y CODY :(
PERO BUENOO Q PODEMOS HACER??
LA VIDA SIGUE...
byee te quierooo

Carolina dijo...

y tb se acaba lso hechiceros de waverly place )': pero... todo tiene su final, nada dura para siempre (8)
y se viene lo mejor aun :D
io tb la 1° vez q lo lei me senti ness atrapada xD
sigan comentando!!1
tkm mucho mi loki!

Natalia dijo...

Pues llevas razon con que es unos de los capitulos que más nos gustan, al menos a mi!
Cuando termines esta novela empezarás otra verdad?:D
Bueno pues te digo lo mismo qe siempre, que tu novela es espectacular, que la sigas pronto y que me alegro mucho por ti por tener tantas seguidoras:)
Muackkkk

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