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jueves, 26 de mayo de 2011

Capítulo 10


Unos nubarrones bajos y grises encapotaban el puerto de Scarborough. Brittany, escoltada por Adam Cross, observaba desde la barandilla y sentía el azote de un viento que hacía que la falda del vestido azul turquesa se le pegara a las piernas y la despeinara.

Adam: ¿Y dice que está muy lejos la casa de su tía?

Britt: No, en lo alto de la colina, hacia el este. En su carta, mi tía me indicaba que se podía llegar caminando desde el muelle o alquilar un coche, pero que si le enviaba una nota, mandaría un carruaje.

Adam: Seguramente sus baúles ya habrán llegado. El capitán Chambers se habrá ocupado de ellos.

Britt: Tal vez mi doncella también se encuentre ya en casa.

Adam: Sí, es muy posible.

Alan apareció en ese momento, apoyándose en la muleta, y sujetando a Buffy debajo de un brazo.

Alan: Hemos venido a despedirnos, señorita. Buffy y yo.

Ella se echó hacia delante y acarició el grueso pelaje del animal, que empezó a ronronear casi al instante. Brittany logró esbozar una sonrisa.

Britt: Te echaré de menos, Alan. Os echaré de menos a los dos.

Alan pareció alegrarse.

Alan: Tal vez volvamos a encontrarnos.

Poco probable, pensó ella, aunque deseaba que así fuera. Como acababa de decir, añoraría al pequeño y a la gata rubia.

Britt: Tal vez.

Adam: Vete ahora, chico -le ordenó con un movimiento de cabeza-. En la cocina necesitan ayuda.

Alan agitó la mano y se alejó cojeando, y Adam empezó a dar órdenes a la tripulación. El barco varió ligeramente el rumbo y Brittany vio aparecer el pequeño puerto en la distancia, bajo la ladera de una colina. A medida que se aproximaban, iba haciéndose mayor. En el acantilado que separaba dos playas se alzaban los restos de un antiguo castillo medieval, con sus murallas derribadas y el foso seco.

Sin darse cuenta, Brittany se llevó la mano a la garganta. Andrew le había quitado el collar y no sabía si iba a devolvérselo. Llevaba varios días sin verlo. Sabía que la evitaba, y tal vez fuera mejor así.

Pensar en él fue como invocar su presencia, pues al momento le vio avanzar a grandes zancadas por la cubierta, en dirección a ella, y se le hizo un nudo en la garganta. Iba vestido como de costumbre, con sus pantalones oscuros metidos por dentro de las botas de caña alta y su abrigo de lana ondeando al viento. Su cojera parecía algo más pronunciada, aunque tal vez fueran imaginaciones suyas.

Se detuvo al llegar junto a ella, y aunque hacía esfuerzos por controlar su expresión, no había duda de que a sus ojos asomaba el dolor. Brittany se preguntó qué le pasaría por la mente.

La suya era un torbellino.

Sentía ira por la dureza con que la trataba. Y estaba indignada consigo misma por haber sido tan estúpida. Lamentaba todo lo que había sucedido. La invadía la inseguridad. Le dolía el corazón.

Con todo, se negaba a entretenerse en ese dolor. Debería haber sido consciente del peligro que corría, haber comprendido mejor qué sentiría cuando él la abandonara.

Debería haber sabido que seguiría amándolo.

A su alrededor, los marineros subían y bajaban de las cuerdas como simios, tensando las velas, manejando los mástiles, pues el barco se acercaba ya al muelle, pero Brittany apenas se fijaba en ellos. Su atención seguía centrada en el hombre que tenía delante, alto, decidido, un hombre al que jamás olvidaría. Sus ojos, de un azul pálido, se clavaban en ella, y ahora se daba cuenta de que eran unos ojos preciosos, unos ojos que alojaban un pozo de dolor.

Andrew: Una vez que hayamos atracado, Adam la acompañará a tierra y velará por que llegue sana y salva a casa de su tía.

Ella asintió.

Britt: Creo que Humphrey Hall no está lejos.

Él extrajo algo del bolsillo interior de su abrigo y ella entrevió el resplandor de los diamantes.

Andrew: Creo que esto es suyo -dijo, poniéndole el collar y abrochando el cierre. El corazón se le encogió al sentir el roce de sus dedos contra la nuca-.

Britt: Gracias.

Entonces le tomó la mano, le dio la vuelta y, tras abrírsela, le colocó un saquito de monedas en la palma.

Andrew: También quiero que se lleve esto.

Britt: ¿Dinero? Supongo que no pretende pagarme por…

Andrew: ¡Por el amor de Dios, Brittany! Esto no tiene nada que ver con lo que ocurrió entre los dos. Quiero, simplemente, que cuente con algo de dinero por si lo necesita.

Ella se limitó a negar con la cabeza y a devolverle el pesado monedero.

Britt: No quiero su dinero, Andrew. No quiero nada de usted, nada en absoluto.

Él se elevó un poco, lo que le hizo parecer aún más alto, aún más distante.

Andrew: Entonces esto es un adiós. Cuídese, Brittany.

Britt: Usted también, capitán Seeley.

Durante unos instantes que se hicieron eternos, él permaneció de pie, mirándola. Brittany jamás sabría qué la impulsó a acercarse a él, ponerse de puntillas y besarle suavemente en los labios. Por los ojos de Andrew pasó una sombra fugaz. La tomó por los hombros y le dio un beso largo y brusco, antes de dar media vuelta y alejarse por cubierta a paso ligero. A Brittany se le llenaron los ojos de lágrimas.

Aquello era ridículo. Ese hombre era un canalla que no se preocupaba lo más mínimo por ella. Era de locos lamentar en modo alguno que no hubiera de verlo más.

Se giró al oír una voz ronca, masculina, y vio que Adam Cross se plantaba a su lado.

Adam: Es hora de partir, joven.

En la mano sostenía el hatillo con sus ropas, sus únicas posesiones a bordo.

Brittany trató sin éxito de esbozar una sonrisa.

Britt: Sí…, hace ya tiempo que llegó mi hora.

Tragó saliva, tratando de deshacer el nudo que oprimía su garganta, y dejó que el escocés corpulento y de cabellos grises la condujera hasta la escalerilla.

No miró atrás. Sabía que, si lo hacía, no encontraría a Andrew.

Al oír que el mayordomo anunciaba la llegada de visitas, la baronesa viuda de Humphrey soltó la lente que llevaba atado a una cadena de plata, que fue a reposar sobre su generoso busto. Apartó el periódico en cuya lectura llevaba un rato concentrada y se levantó del sofá de la sala.

***: La señorita Snow ha llegado, milady. En compañía de un hombre que dice llamarse Adam Cross.

Matilda: ¡Dios mío! -Buscó con la mirada a su amiga Catherine Smith, que se encontraba al otro lado de la habitación-. Brittany está aquí, apenas puedo creerlo.

Cath: Mejor será que empieces a acostumbrarte y salgas a recibirla -respondió que, corpulenta, hacía esfuerzos por ponerse en pie-. No puedes dejarla toda la vida esperándote en el vestíbulo.

Las dos señoras abandonaron la sala y se dirigieron a la entrada tras Harrison Parker, el mayordomo de Matilda, hombre alto de algo más de treinta años.

Cuando la baronesa se acercó al arco que enmarcaba el vestíbulo vio al fin a su sobrina nieta y se detuvo un momento, no demasiado sorprendida, al comprobar su deslumbrante belleza. Víctor era un hombre muy guapo, y aunque su hija llevaba un vestido de seda arrugado que había conocido mejores tiempos, la joven era alta, y había heredado de su padre la estructura esbelta y sus mismos ojos azules, brillantes, así como unos cabellos rubios, claros, los más extraordinarios que Matilda había visto en su vida.

Matilda: Mi querida niña, qué preciosa visión para mis envejecidos ojos. Me alegra tanto ver que estás aquí al fin, sana y salva. -Estrechó a la joven en sus brazos y sintió la tensión de sus músculos, que en parte desapareció ante la calidez de su abrazo. La baronesa le guiñó un ojo, y las lágrimas que asomaban a sus ojos no llegaron a rodar por sus mejillas-. Tranquila, querida. Ahora que estás aquí, todo irá bien. -Alzó la vista para concentrarse en el hombre alto, de barba entrecana, que acompañaba a su sobrina-. ¿Debemos darle las gracias, señor Cross, por haber traído a Brittany sana y salva hasta nuestra casa?

Adam: Eso debe agradecérselo al capitán, milady. Al capitán Seeley, del Diablo de los Mares.

Matilda: ¿Y dónde se encuentra ahora? Si no recuerdo mal, él es el responsable del rapto de Brittany, ¿no es cierto? Sin duda me gustaría intercambiar unas palabras con él.

Matilda vio que su sobrina daba un ligero brinco.

Britt: El capitán Seeley es un hombre muy ocupado, milady -intervino-. Me temo que es una larga historia, que le contaré con gusto una vez que el señor Cross nos haya dejado.

La baronesa esbozó a duras penas una sonrisa.

Matilda: Llámame tía Matilda. Y ésta es mi buena amiga, lady Smith.

Brittany hizo una reverencia.

Britt: Encantada de conocerla, milady.

Matilda volvió a concentrarse en el fornido escocés.

Matilda: Gracias por devolverme a mi sobrina. Estoy en deuda con usted, señor.

Adam inclinó ligeramente la cabeza y observó a la chica.

Adam: Cuídese, joven.

Britt: Usted también, Adam.

Adam: El capitán no es mal hombre -zanjó-.

«No, no es mal hombre.» Lo que le sucedía era que se sentía atrapado en las arenas movedizas de su pasado. ¿Pero acaso ella no sufría un poco del mismo mal? En parte, por eso se había visto obligada a ayudar a un padre al que apenas conocía.

Britt: Cuide de él, Adam. ¿Lo hará?

Adam: Sí, señorita, lo haré -respondió, sonriendo, y la barba se le separó en dos mitades-. Es usted una joven encantadora, y a este viejo escocés le costará olvidarla.

Se volvió, hizo una cortés reverencia a las damas, bajó la cabeza y se dirigió a la puerta.

Matilda: Bueno… -se acercó de nuevo a Brittany y le tomó la mano-. Lo primero que vamos a hacer va a ser subir para que te acomodes. Tus baúles llegaron antes que tú, y con ellos tu doncella. Seguro que querrás darte un baño después de tanto tiempo en un barco.

Britt: Me encantaría bañarme…, tía Matilda.

Matilda: Después baja y hablaremos de lo que ha ocurrido. -El rostro de Brittany palideció ligeramente, y Matilda pensó con preocupación qué podría haberle sucedido durante su cautiverio en el barco del capitán Seeley-. No te preocupes, querida. Eres una joven muy valiente y nos sentimos muy orgullosas de ti. -Miró a su amiga-. ¿No es cierto, Catherine?

Cath: Por supuesto que sí.

Brittany se tambaleó un poco y Matilda se dio cuenta de que apenas la sostenía en pie su escasa voluntad. Fuera lo que fuese lo que le había sucedido a bordo de aquel barco, la había afectado demasiado. Y la baronesa no estaba segura de querer saber de qué se trataba.

Brittany dejó que su tía la condujera escaleras arriba y le mostrara su dormitorio, una habitación espaciosa y aireada con dos cristaleras que daban a un balcón con vistas al mar, en la que una cama con dosel mostraba una colcha de raso azul cielo algo descolorida, lo mismo que las cortinillas a juego, y en la que la alfombra oriental parecía algo gastada en los bordes, a pesar de lo cual el conjunto resultaba alegre y acogedor. La joven se sintió a gusto al momento.

No tardó en llegar Phoebe, con el pelo negro recogido en un moño bajo, el sencillo vestido gris recién lavado. La doncella, seis años mayor que Brittany, se acercó corriendo a su señora, le tomó la mano y se la apretó con fuerza. Al parecer, había perdido la esperanza de volver a verla con vida.

Phoebe: Gracias a Dios que está a salvo, señorita. Me enteré de todo. ¡Decían que el capitán Seeley era un pirata que la había raptado y se la había llevado del barco!

Brittany, no sin esfuerzo, esbozó una sonrisa.

Britt: Hubo una confusión, eso es todo. Al final el capitán se dio cuenta de que había cometido un grave error y me trajo hasta aquí. Eso es todo lo que sucedió.

Phoebe: ¿Y no le… no le hizo daño, señorita? La señora Derrick decía que lo vio esa noche y que era el diablo en persona, muy apuesto, sí, pero con los ojos más fríos que había visto en su vida.

Brittany tragó saliva al recordar cómo aquellos ojos gélidos se habían vuelto de fuego y la habían derretido.

Britt: El capitán fue un caballero en todo momento. -Eso era mentira, ese hombre era un pirata, un canalla de la cabeza a los pies. Y le había roto el corazón-

El agua para el baño llegó en ese instante, y Phoebe empezó a ir de un lado a otro, desdoblando toallas y buscando una pastilla de jabón al perfume de lavanda. Esa fragancia le trajo al recuerdo otro baño más íntimo, aunque se obligó a apartarlo de su mente.

La doncella ayudó a Brittany a bañarse, le lavó el pelo y se lo desenredó frente al pequeño fuego de carbón que ardía en la chimenea. Cuando hubo terminado se lo peinó en una trenza.

Britt: Gracias, Phoebe. Y ahora, si no te importa, estoy muy cansada. Querría descansar un rato. Te llamaré cuando esté lista para vestirme y bajar.

Phoebe: Por supuesto, señorita.

Phoebe abandonó el dormitorio, y tan pronto como la puerta se cerró, Brittany se hundió en la cama y rompió a llorar. Tendida en el colchón, se dio la vuelta y enterró la cara entre las sábanas, sollozando contra la almohada para que nadie la oyera.

Brittany siguió durmiendo cuando su tía llamó a la puerta y se asomó para ver cómo estaba.

Matilda: Agotada está, la criatura. -oyó su respiración profunda y bajó de nuevo para cenar con su amiga-. Espero que esté bien.

Catherine alzó la cuchara con la sopa de ostras.

Cath: Está aquí, está a salvo y te tiene a ti. Lo demás se irá solucionando.

Matilda dejó su cubierto junto al plato; se le había quitado el apetito. Empezaba a ser demasiado vieja para enfrentarse a esa clase de problemas, y aun así se alegraba de que Brittany hubiera venido.

Matilda: Me habría gustado conversar con el capitán. No sé qué tendrá que contarnos Brittany sobre él.Cath: Yo tampoco. Al menos logró convencerle para que la trajera hasta aquí en vez de llevarla a Londres.

Matilda: Sí, supongo que eso ya es algo.

Pero Matilda no podía evitar preguntarse qué le habría exigido a cambio ese capitán Seeley para dejarla volver sana y salva.

Andrew iba al timón. El mar se había irritado desde que habían abandonado la protección de la bahía de Scarborough, y grandes y gélidas olas rompían contra el casco y bañaban la cubierta. El viento helado del norte levantaba vapor de agua salada, y el impermeable apenas lo protegía de él.

Llevaba horas ahí fuera. Adam se había acercado en dos ocasiones para hacerse cargo del timón, pero él se había negado a cedérselo. Prefería enfrentarse al viento y al frío que al silencio de su camarote, donde la presencia de Brittany parecía rodearlo allá donde mirara. Le había dicho la verdad. Jamás había conocido a una mujer como ella. Y ya la echaba muchísimo de menos.

Era imposible. Ridículo. Brittany era sólo una mujer, y él las había conocido a puñados a lo largo de su vida.

Adam: Ned el Largo viene a gobernar el timón -informó acercándose a él-. Ya han apagado los fogones en la cocina, pero todavía se conserva el calor. -Andrew hizo gesto de protestar, pero Adam le tiraba de la manga. Ned el Largo se acercó al timón y Adam asintió-. Sé en qué piensa, joven -prosiguió el escocés mientras apartaba a Andrew del puesto de mando-. Era una joven encantadora, y yo también la echo de menos. Tal vez con el tiempo su mente se calme y vuelva a ver a la chica.

Andrew negó con la cabeza.

Andrew: Yo soy quien soy, y ella es la hija de Vennet. Eso no cambiará.

Adam suspiró.

Adam: Era una chica encantadora.

Andrew esbozó media sonrisa triste.

Andrew: Sí, amigo, lo era.

Brittany pasó durmiendo todo ese día y parte de la mañana siguiente. Incluso entonces, sentía los miembros lentos a causa de la fatiga. Sabía que tenía que levantarse, que ya era hora de enfrentarse a su tía, pero no parecía decidirse. Cuando Phoebe llegó con una bandeja que contenía una taza pequeña de chocolate y un plato con pasteles bañados en miel, Brittany se obligó a comer algo, aunque no tenía el más mínimo apetito.

Phoebe: Señorita, he aireado los vestidos del baúl. Me ha parecido que tal vez hoy le apetecería ponerse el de merino, rosa palo entretejido con hilo azul marino. Siempre que se lo pone se ve preciosa.

Britt: Gracias, Phoebe, sí, ése está bien.

Poseía un baúl lleno de ropas bonitas. Su madre siempre había insistido en que vistiera a la última moda, sin importar el precio; estaba decidida a ver a Brittany casada con un aristócrata. Sólo después de leer las cartas de su padre, ocultas bajo llave en uno de los baúles de su madre, Brittany supo que el coste de sus preciosos vestidos corría a cuenta del vizconde, su verdadero padre.

Brittany frunció el ceño al pensar en todo ello. Los sueños de grandeza de su madre de casarla con un miembro de la nobleza habían acabado convertidos en una farsa. Ni el más bajo de los hijos del más bajo de los terratenientes se casaría con ella, no después de la ruina que había recaído sobre ella cuando Andrew Seeley la raptó.

Eso sin contar que, además, le había entregado su virginidad.

Con ayuda de Phoebe, Brittany se puso el vestido de lana merina color rosa palo, de talle alto, y se calzó con unas zapatillas de cabritilla a juego. Se sentó, ausente, frente al espejo mientras Phoebe la peinaba con una trenza que le montaba en espiral sobre la cabeza.

Lista al fin, Brittany bajó al salón, dispuesta a hablar con su tía.

Matilda: ¡Pero si estás aquí! -Se acercó a ella a toda prisa. Era una mujer sana, bajita y robusta, con el pelo entrecano y mejillas sonrosadas. De una cadena que llevaba al cuello colgaba una lente-. ¿Cómo te sientes, querida? Espero que mejor.

Britt: Mucho mejor, gracias, tía Matilda.

Matilda: Entonces ven. Diré a Parker que nos sirva el té en la galería.

Brittany la siguió, pues sabía que su tía estaba impaciente por formularle toda clase de preguntas, preguntas a las que ella esperaba poder responder.

Matilda: He estado leyendo el Post -le dijo mientras se sentaban en unos sofás algo envejecidos, colocados uno frente a otro junto a la chimenea, en la que ardía un pequeño fuego que suavizaba el frío de finales de febrero-. Cada vez se escribe menos sobre la fuga de tu padre. Parece que nuestro plan se ha desarrollado exactamente como esperábamos. -Pues debía de ser lo único, pensó Brittany amargamente, recordando la noche en que se la habían llevado del Lady Anne y todo lo que le había sucedido desde entonces-. Al menos eso es algo por lo que podemos sentirnos agradecidas.

En efecto, no habían encontrado al vizconde, pero Brittany seguía sin saber si era inocente o culpable. Miró a su tía.

Britt: ¿No creerá usted que lord Forsythe, es decir, mi padre, ha traicionado a su país?

Matilda: Por supuesto que no, querida. Si lo hubieras conocido mejor, te darías cuenta de que mi Víctor sería incapaz de algo así. Recuerdo que en una ocasión…

Brittany pasó la siguiente media hora escuchando historias sobre la infancia de su padre, lo mucho que le había afectado la muerte de sus padres, lo asustado que estaba y lo tímido que se mostraba cuando se trasladó a vivir a Humphrey Hall.

Matilda: Se hizo soldado, ¿sabes? Se alistó en el ejército cuando tenía apenas diecinueve años. Yo traté de disuadirle, lo mismo que mi difunto marido, Jeffrey, que Dios lo tenga en su gloria. Pero Víctor insistió. Tenía un deber que cumplir, decía. Y debía cumplir con él.

Terminaron el té y siguieron conversando, y a la hora de almorzar Brittany ya contaba con un retrato más aproximado de su padre, además de sentirse cada vez más próxima a su tía.

Esa misma tarde creyó haber reunido valor para hablarle de Andrew. Incluso entonces, las palabras que salieron de sus labios no fueron las que habría querido pronunciar.

Britt: El capitán cree que mi padre es culpable. Cree que Víctor Vennet le delató a los franceses y que, por haberlo hecho, es responsable de la muerte de los hombres que comandaba al frente de su barco.

Relató a su tía que a Andrew lo habían capturado y encarcelado, que en prisión había sido golpeado y torturado, que todavía le quedaban cicatrices, tanto en el cuerpo como en el corazón. Debía de haber algo en su voz, cuando hablaba de Andrew, que alertó a su tía de los sentimientos que todavía sentía por él.

Matilda: Ese capitán… ha llegado a significar mucho para ti. Se te nota en los ojos, cuando hablas de él.

Britt: El capitán Seeley… no es como los demás. En ocasiones puede ser dulce y amable, pero también tremendamente despiadado. Con todo, en cierto sentido, creo que lo comprendo. -Alzó la vista y miró a su tía-. Me he enamorado de él, tía Matilda. No sé cómo sucedió, pero sucedió. Sé que no volveré a verlo nunca, pero jamás lo olvidaré.

Matilda: Oh, querida niña. -La estrechó entre sus brazos y a Brittany se le formó un nudo en la garganta. Las lágrimas le quemaban los ojos, y no pudo evitar que se le escapara un sollozo-. No te preocupes, cielo. A veces, en la vida suceden cosas que escapan a nuestro control. Con el tiempo lo superarás.

Britt: Ya lo sé.

Pero Brittany estaba convencida de que no sería pronto.

Andrew completó su misión, su rastreo de las costas francesas y españolas, que le llevó hasta Cádiz. Parecía haber bastante actividad en los astilleros, pero no logró obtener ninguna información concreta que le dijera qué pensaban hacer los franceses con su creciente flota. Por el momento, el bloqueo inglés había logrado contenerlos. Andrew rogaba a Dios que las cosas continuaran de ese modo.

Había regresado a Londres y vivía en la residencia que poseía en la ciudad. Así, una vez concluida oficialmente la misión que le había encomendado el Ministerio de la Guerra, había asumido al fin sus deberes como marqués de Belford. Se encontraba en casa, en el inicio de una nueva vida. Se había resignado al cambio y estaba decidido a seguir adelante, aunque a decir verdad el pasado seguía persiguiéndole.

Todos los días repasaba los periódicos londinenses -el Chronicle, el Whitehall Post, el Daily Gazeeter- en busca de noticias acerca de Víctor Vennet, de cualquier información sobre el paradero del vizconde. Justin McPhee seguía a su servicio. El investigador de Bow Street era del todo discreto y parecía casi tan decidido como él a llevar al traidor ante el criminal que de momento había logrado evitar.

Por desgracia, al pensar en Forsythe, Andrew también pensaba en Brittany y, cada vez que lo hacía, algo le oprimía el pecho. Una parte de él seguía culpándose por haber dejado libre a una traidora, mientras otra entendía sus motivos. Andrew había perdido a su padre siendo niño. Aunque había sido criado con amor por sus tíos, los condes de Brant, había añorado a sus padres todos los días de su vida. Andrew, su hermano Charles y su hermana Ashley habían vivido en Riverwoods con su primo, Zac Efron, el actual conde de Brant, y habían llegado a estar muy unidos. Con todo, él no había olvidado nunca al hombre que lo engendró ni a la madre que lo amó, y siempre le parecía como si le faltara alguna parte de sí mismo.

Con todo, su padre no había sido un traidor, y comprender por qué Brittany se había comportado como lo había hecho no la exculpaba del todo.

A pesar de todo, la echaba de menos. Jamás pensó que le sucedería algo así, jamás se imaginó que una vez que se hubiera ido, seguiría pensando en ella cien veces al día. Jamás pensó que recordaría lo valiente y lo fuerte que había sido, jamás consideró que tras una única noche de amor, ella quedaría grabada en su mente, anulando su deseo por otras mujeres, dejándolo aprisionado entre los recuerdos de la única mujer que no podía ser suya.

Su primo vino a visitarle. Zac había empezado a preocuparse al comprobar que él rechazaba sus invitaciones, que se negaba a frecuentar los actos de sociedad y asumir su papel de marqués de Belford. No importaba que hubiera heredado el título a la muerte de su hermano mayor, él no encajaba en ese mundo, no albergaba deseos reales de pertenecer a él.

Lo que sí había hecho era zambullirse en la administración de sus fincas y en los problemas familiares de los Belford. Ya tenía bastante con ignorar la imagen de Brittany que no dejaba de asomar a su mente. Y así debería seguir haciéndolo.

Hasta que llamaron por segunda vez, Andrew no se dio cuenta de que había alguien al otro lado de la puerta con la intención de entrar. Separó los labios para responder, pero la puerta se abrió de par en par sin su permiso, y Zac entró.

Zac: Me ha parecido que tal vez interrumpía algo -dijo el conde mirando a su alrededor, como si esperara encontrar a alguien más en el estudio-. Pero veo que no es así.

Era viernes por la noche. Zac y su esposa lo habían invitado a cenar con ellos, pero él se la había rechazado.

Andrew: Me disponía a repasar los libros de Belford Park. La viuda de Charles sigue viviendo ahí, y dice que a la casa le hacen falta reparaciones urgentes.

Zac: Apasionante -respondió arrastrando mucho las letras-. ¿Y esa fascinante tarea no podría esperar hasta mañana?

Andrew: Me gusta estar pendiente de las cosas.

Zac no pudo reprimir una risita.

Zac: Sí, claro. Yo también cometía el mismo error. Pero en la vida hay más cosas, primo, que enterrarse de trabajo sin descanso.

Llamaron de nuevo a la puerta. En esa ocasión fue William Hemsworth, duque de Sheffield, quien entró en el estudio.

Will: Tal como te temías -le dijo a Zac-. Sentado ahí, como un pasmarote. De pésimo carácter, amigo. Pero no temas. Hemos venido a rescatarte.

Andrew: Siento decepcionarle, pero no necesito que me rescate nadie.

Will: Eso dices tú. -Se plantó al otro lado del escritorio-. Hemos venido a sacarte de aquí. Iremos al club y echaremos unas partidas de cartas.

Andrew se quedó unos instantes pensativo. «¡Al diablo!» No tenía nada mejor que hacer, y quedarse en su estudio empezaba a deprimirle.

Andrew: Está bien, me habéis convencido.

Se puso en pie, pensando que no le vendría mal un poco de diversión.

Will sonrió.

Will: Y después, tú y yo podemos pasarnos por la casa de madame Fontaneau, a ver si encontramos un poco de compañía femenina. Zac no se unirá a nosotros, claro. En casa ya se ocupan de sus necesidades, pero nosotros, siendo solteros, debemos ocuparnos de nosotros mismos.

Sí, jugar a cartas le haría bien. Pero la idea de pasar la noche con una mujer le dejaba indiferente. Se decía que con el tiempo las cosas cambiarían. Los recuerdos de aquellos cabellos salvajes y aquellos ojos azules, brillantes, se irían difuminando. Las imágenes de aquellos labios de rubí, de aquel cuerpo elegante y delgado que parecía encajar a la perfección con el suyo se alejarían.

Pero esa noche no.

Andrew: Primero las cartas. Después ya veremos.

Pero mientras subía a cambiarse de ropa, Andrew sabía ya que esa noche no acudiría a la elegante casa de placer de madame Fontaneau.

3 comentarios:

TriiTrii dijo...

Aaawwww :( se estrañan muchooooo
:( siguelAaa pliiss
Ya quiero saber q pasaraa!!!
Quiero saber si se encuentran d nuevo
Y si se dicen las cosas d frente!!
:D me encanto aunq fuera muy trizte
Byee kiiiss

Anónimo dijo...

Brittany esta embarazada...creo xq en el otro cap pusistes que Andrew tiene buena punteria & en este que fuera lo que fuera que habia pasado en el barco la baronesa no estaba segura de si queria saberlo asi que es mas que obvio que esta embarazada...asi que siguela plis quiero saber que pasa

LaLii AleXaNDra dijo...

Que idiota el la quiere pero no lucha por ella..
pero sea como sea, espero que se encuentre..
siguela..
me ha encantado..
hoy me adelante en los capitulos..
y me encanta...
esperare el otro capi
:D

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