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domingo, 8 de mayo de 2011

Capítulo 14


Alysson se movió en el asiento del carruaje y despertó lentamente. Dio un brinco al darse cuenta de que había apoyado la cabeza en el hombro de lord John, y de que éste la rodeaba con un brazo. Se dirigían a Gretna Green, al otro lado de la frontera con Escocia. Ni en mil años habría podido imaginar que estaba a punto de casarse con un hombre al que apenas conocía.

Avergonzada, se incorporó en el asiento y él la soltó deprisa.

John: Disculpa. Sólo… sólo quería que durmieras cómoda un rato.

Alysson lo miró a los ojos, de un azul muy pálido, y en ellos intuyó preocupación y cansancio.

Alysson: ¿Y tú? Llevas tanto tiempo de viaje como yo.

John negó con la cabeza. Tenía el cabello rubio, aunque no tan claro como el de ella, de un tono dorado, como un tesoro pirata.

John: Estoy bien. Yo también me he quedado un poco adormilado mientras descansabas.

Le había pedido que lo llamara John. Y a ella le había parecido bien, ya que iba a convertirse en su esposa.

Esposa. Sintió un ligero escalofrío. Apenas comprendía qué significaba la palabra. De niña imaginaba que un día se casaría, un día distante, en un futuro lejano. Pero sin saber bien cómo ese día había llegado, se sentía como una hoja al viento, sin nada firme a lo que agarrarse.

Intentó no tener miedo.

Ojala Ness se encontrara a su lado. Ella le explicaría cuáles eran las obligaciones de las esposas, le diría qué esperaba de ella John Chezwick.

Al menos su hermana estaba a salvo. Y Alysson creía que Ness sentía algo por el conde. Había visto cómo lo miraba, con una mirada en la que había algo especial, algo que Alysson jamás había visto en los ojos de su hermana. El conde también acabaría sintiendo algo por ella, y la mantendría a salvo de lord Harwood.

John: ¿Alysson?

Ella parpadeó, miró de nuevo al hombre que tenía a su lado, y puso freno a su divagación. Su futuro esposo era sin duda apuesto, alto y delgado, con aquellos ojos de un azul tan pálido y el cabello dorado impecable, peinado con su raya al lado.

Alysson: ¿Señor?

John: John, recuérdalo.

Ella se ruborizó.

Alysson: Ah, sí, claro, John.

John: Te preguntaba si tenías apetito. Llevamos toda la noche viajando. Estamos acercándonos a una aldea. Creo que tal vez te iría bien descansar un poco y romper tu ayuno.

El rubor de sus mejillas aumentó. Se removió en el asiento. Hacía horas que no se detenían y necesitaba ir al lavabo con urgencia.

Alysson: Gracias, sí. La verdad es que estoy hambrienta. Aprecio tus atenciones… John.

Él asintió y dio unos golpes en la capota del carruaje, un vehículo lujoso para cubrir largos trayectos y tirado por cuatro resistentes caballos color avellana. John le había contado que su hermano mayor, el conde de Louden, se lo había prestado al saber de su intención de fugarse con ella, con el consentimiento de su padre, por supuesto.

«Cuando lleguemos a casa nos casaremos como Dios manda», le había prometido John, aunque Alysson no quería una gran boda. En realidad, no deseaba casarse. Pero lord Brant le había explicado que debía casarse con lord John para que ambas hermanas estuvieran a salvo del barón, y ella confiaba en que el conde decía la verdad.

Además, lord John le gustaba, eso era cierto. Le recordaba al príncipe que había escalado la torre del castillo para salvar a la damisela del cuento que su madre les leía cuando eran niñas.

El carruaje se detuvo frente a una posada. Lord John alquiló una habitación para que ella se refrescase antes de desayunar. Siempre se mostraba complaciente a sus deseos, y siempre actuaba con gran amabilidad. Con frecuencia se descubría sonriendo ante algún comentario suyo, o cuando él la miraba de aquel modo tan tierno.

Cuando reemprendieron la marcha, tomaron asiento uno frente a otro y, aunque sabía que era correcto hacerlo así, Alysson no pudo evitar echar de menos aquella tranquilizadora presencia a su lado.

Lord John se removió en su asiento y ella se dio cuenta de que la observaba. Cuando sus miradas se encontraron, él carraspeó, tímido, y se ruborizó.

John: Me alegro de que vayamos a casarnos, Alysson -le confió con dulzura-.

A ella se le encendieron las mejillas.

Alysson: Intentaré ser una buena esposa, John.

Lo pretendía de verdad, quería hacer feliz a su marido, que era lo que debían hacer las esposas. Tan pronto regresaran, le pediría a Ness que le explicara cuáles eran sus deberes conyugales. Para algo su hermana había asistido a la academia privada de la señorita Thornhill. Además, a esas alturas, ya debía de haberse casado y, por tanto, se habría convertido también en esposa. Sí, pensó Alysson, su hermana se lo explicaría todo.

Ness: ¿Crees que estará bien?

Era la tercera vez que le formulaba la misma pregunta. Sentado a su escritorio, Zac frunció el ceño.

Zac: Estará muy bien. Lord John me dio su palabra, y es un caballero. No se aprovechará de ella. No intentará nada hasta que ella esté preparada, por más que sea su esposo y tenga derecho a ello.

Ness: Pero es que Alysson no es como yo. Ella no… -Zac alzó la vista de los papeles que consultaba y arqueó una ceja. Ness se ruborizó-. Me refiero a que es más… más reservada que yo.

Zac se levantó y fue hacia ella.

Zac: No es tan apasionada como tú. ¿A eso te refieres? -Le cogió suavemente los hombros-. En ese sentido eres una delicia, y apenas transcurre un instante sin que desee hacerte el amor. Por tanto, si no me dejas trabajar, ahora mismo te llevo a rastras al piso de arriba y te obligo a comportarte como la mujercita apasionada que eres.

El rubor se intensificó en las mejillas de Ness, que dio un paso atrás. No sabía si sentirse halagada u ofendida por aquellas palabras.

Ness: En ese caso, supongo que tendré que marcharme. No quiero interferir en tus obligaciones.

Zac esbozó una sonrisa, aunque ya estaba pensando en la montaña de papeles que cubrían su escritorio. Con un suspiro, regresó a la silla y se centró de nuevo en su tarea.

Ness permaneció observándolo en silencio, pero él ni siquiera notó que ella seguía ahí. Después de la noche de bodas, Zac pasaba la mayor parte del tiempo en el gabinete, revisando papeles. Una vez resignado a convivir con una esposa pobre, en vez de con una rica heredera, parecía decidido a compensar la pérdida trabajando más duramente que antes.

Ness se alejó por el pasillo entre suspiros, camino del vestíbulo. Físicamente su unión era satisfactoria. Bastaba que él le dedicara una mirada para que ella se derritiera. Si la besaba, ella siempre quería más. Su esposo parecía sentir lo mismo, y le hacía el amor varias veces cada noche. Pero nunca entraba en su dormitorio antes de las doce, y siempre se iba antes del amanecer. Según le había explicado, tenía deberes y responsabilidades que no podía ignorar.

Además, proseguía la búsqueda incansable de su primo. Aún no se había determinado el paradero del capitán Seeley. Aunque se creía que seguía con vida, se desconocía en qué cárcel lo retenían. Y tampoco se sabía cuánto tiempo más podría resistir en las duras condiciones de las cárceles francesas.

El tiempo jugaba en su contra, y la necesidad de encontrar al capitán pesaba cada vez más en el conde. Tenía cosas importantes que hacer y, por lo que se veía, pasar tiempo con su esposa no era una de ellas.

Al pensarlo, a Ness se le encogió el estómago. Si no podía pasar tiempo con él, ¿cómo lograría que se enamorara de ella? Y si no la amaba, ¿cuánto tiempo tardaría en cansarse y buscarse a otra mujer?

Simon: Disculpe, señora. -Ness se giró al oír la voz del mayordomo, que la esperaba en el vestíbulo-. Tal como ha solicitado, su carruaje le espera en la entrada.

Ness: Gracias, Simon.

Se disponía a visitar a su hermana. Alysson había regresado a Londres sana y salva. Su esposo y ella ocupaban una casa pequeña pero elegante cerca de Portman Square. Ness sabía que Alysson se sentía sola y desorientada en relación con su nueva vida. Esperaba que las cosas mejoraran con el tiempo.

Siguió a Simon hasta el vestíbulo, cogió el bolso que descansaba en el velador y esperó a que le abriera la puerta. Desde que había regresado a la casa, convertida en esposa del conde, el servicio se había mostrado curiosamente cordial con ella. Una vez al corriente de que no era una sirvienta, sino la hija de un barón, parecieron admirarse de que, mientras desempeñó sus funciones como ama de llaves, hubiera trabajado tanto como los demás, por más sangre azul que tuviera.

La única excepción era la señora Rathbone, que seguía mostrándose arisca y a duras penas respetuosa. Con todo, llevaba bastantes años al servicio de Zac, y ella se negó a despedirla.

Su hermana ya la estaba esperando en el porche cuando llegó. Apenas había bajado del carruaje cuando Alysson, avanzando por el sendero empedrado, se arrojó en sus brazos.

Alysson: ¡Oh, Ness! ¡Me alegro tanto de verte!

Ness: Si sólo han pasado unos días, cielo.

Alysson: Lo sé, pero se me han hecho largos sin ti.

La cogió de la mano y la condujo al interior de la casa, moderna y elegante. El suelo de la entrada era de mármol, y el salón estaba decorado en tonos marfil y dorado.

Apareció un mayordomo alto y delgado. Alysson lo miró sin comprender y él esbozó una sonrisa.

Stephen: Tal vez la señora desee un té para compartirlo con su invitada -sugirió-.

Alysson: ¡Sí, gracias, Stephen, eso estaría muy bien!

Stephen: Por supuesto, señora.

Esbozó otra sonrisa cómplice, ya entregado a su nueva señora.

Entraron en el salón, pequeño pero decorado con estilo. La repisa de la chimenea era de mármol rosado, y sobre diversos veladores reposaban lámparas con prismas de cristal y relojes de porcelana.

Alysson sonrió de manera algo forzada.

Ness: Pareces algo pálida, tesoro ¿Te sientes bien?

Su hermana apartó la vista.

Alysson: Estoy bien.

El peso de la preocupación era evidente en sus ojos.

Ness: ¿Todo… todo va bien entre lord John y tú?

Alysson: Supongo que sí. -Suspiró y se dejó caer en el sofá-. Es sólo que…

Ness: ¿Qué, cariño? ¿No disfrutas con la compañía de lord John?

Ella asintió, y su sonrisa pareció natural.

Alysson: Sí, sí. Me gusta mucho. Pero…

En ese momento apareció Stephen arrastrando el carrito con el té.

Ness: ¿Por qué no lo sirves tú? -sugirió-. Y después me lo cuentas.

El mayordomo dejó el carrito junto a ellas y cerró las puertas del salón para que tuvieran absoluta privacidad. Ness se sentó en el sofá, junto a Alysson, que se alisaba las faldas de su precioso vestido de tela verde claro, de pliegues y de talle alto. Ness también llevaba un vestido de la misma tela, color azafrán, con el corpiño ajustado y bordado en seda.

Alysson se había casado con el hijo de un marqués; Ness era la esposa de un conde. Tanto Zac como John habían gastado bastante dinero para que sus mujeres vistieran como su rango exigía.

Alysson dio un sorbo al té.

Alysson: A veces, cuando estoy con él… no sé… de un modo extraño me hace sentir inquieta. Es muy apuesto, claro, y todo un caballero. Sin embargo, cuando me coge las manos, noto que me sudan las palmas. Me besa, y a mí me gusta mucho, pero entonces se detiene y yo quedo muy confusa, pues desearía que continuara.

Ness se mordió el labio. Sabía bien qué sentía su hermana. Zac le hacía sentir esas cosas y muchas más. Pero ¿cómo haría para explicarle qué era el deseo entre un hombre y su mujer?

Ness: Lo que sientes es natural, Alysson. Cuando una mujer admira a un hombre, suele sentir esa clase de cosas. Tú limítate a seguir a John allá donde te lleve y, con el tiempo, todo saldrá bien. -Al menos eso esperaba-.

Alysson: Esta noche va a llevarme a la ópera. Es mi primera vez y estoy impaciente. Ha planeado algo para todas las noches de la semana. Es todo tan emocionante…

«La está conquistando», pensó Ness, complacida con la idea.

Alysson: John me ha pedido que te pregunte si a lord Brant y a ti os apetecería acompañarnos. El marqués posee un palco y John opina que disfrutaríais mucho con la actuación.

A ella le encantaría asistir a la ópera. Y más sabiendo que ocuparía un palco privado. Pero Zac estaría muy ocupado, trabajaría hasta altas horas, como de costumbre, y no querría que lo interrumpieran. Ella intentaba no pensar mucho en ello, pero debía reconocer que últimamente le irritaba que fuera así.

Ness: Creo que Zac tendrá trabajo, pero intentaré convencerle.

Alysson: Si el conde no puede, tal vez puedas acompañarnos tú. Me gustaría mucho que vinieras.

A ella también le gustaría, aunque preferiría asistir acompañada de su esposo, por supuesto.

Cuando varias horas más tarde regresó a casa, fue derecha al gabinete de Zac.

Ness: Siento interrumpir.

Él se apoyó en el respaldo y se masajeó la frente.

Zac: No pasa nada. Me hará bien descansar un poco. ¿Cómo estaba tu hermana?

Ness: Se va adaptando. Lord John la trata muy bien. Sabes, nos han invitado a ir con ellos a la ópera. Y creo que tal vez…

Zac suspiró, fatigado.

Zac: Lo siento, cariño. Por desgracia, esta noche tengo una cita con el coronel Pendleton. Estoy seguro de que a lord John no le importará escoltar a dos preciosas mujeres en vez de a una sola.

El asunto del rescate del capitán Seeley era algo más importante, por supuesto. Pero si de todos modos él iba a estar ausente aquella noche, ¿qué importaba que ella acompañara a su hermana al teatro?

Ness: ¿Seguro que no te importa?

Zac: No -la tranquilizó-. Te hará bien salir un poco de casa.

No le apetecía ir sin él, pero quedarse en casa sola todas las noches tampoco era de lo más divertido.

De modo que así empezó todo, de manera inocente. Era una manera de salir de casa mientras Zac se encontraba ocupado, trabajando. Tres o cuatro noches a la semana, Ness acompañaba a su hermana y al marido de ésta a los muchos actos sociales a que asistían. A diferencia de Zac, John Chezwick tenía pocas responsabilidades. Contaba con una asignación nada despreciable, que combinaba con una pequeña herencia recibida de su abuelo. Además, era joven y estaba lleno devida.

Se sentía orgulloso de su guapísima mujer, y aprovechaba cualquier ocasión para mostrarla en sociedad.

La noche que debían asistir a la fiesta que el conde de Marley celebraba en su residencia, Jesse Leal, primo de John, los acompañó por vez primera.

Jesse era hijo de un vizconde, unos años mayor que John, y se encontraba en Londres para asistir a los eventos de la temporada. Moreno y de ojos azules, era más sofisticado que su primo y nada tímido. Se trataba de un hombre apuesto y encantador.

A Ness le cayó bien desde el instante en que lo conoció, y el sentimiento, por lo visto, era mutuo. A lo largo de la velada, varias mujeres se acercaron a saludar a Jesse, pero aunque él se mostró amable con ellas, no les prestó apenas atención, y no se separó de Ness y del grupo con que había ido a la fiesta.

Al día siguiente fueron al teatro. Representaban El rey Lear, de Shakespeare, y una vez más Jesse les acompañó. Si hubiera dado algún paso impropio, y hubiera hecho la menor insinuación, tal vez ella se habría sentido incómoda, pero en todo momento se comportaba como un perfecto caballero.

En el transcurso de las semanas siguientes, los cuatro asistieron al teatro, a la ópera y a una serie de actos sociales y fiestas. Aquella noche irían a un baile por el cumpleaños del alcalde. En alguna ocasión Vanessa se había fijado en la mirada de alguien, pero nunca le había pasado por la cabeza que pudieran estar hablando mal de ellos.

No fue sino más tarde cuando entendió que avanzaba por un camino muy espinoso.

John se encontraba junto a su mujer, en el salón de baile.

John: ¿Dónde está Ness?

Alysson la buscó con la mirada.

Alysson: No la veo por ninguna parte.

John: Debe de haber ido a la sala de juegos con Jesse. O tal vez estén bailando.

Alysson: Tu primo y mi hermana se han hecho muy buenos amigos. Pero sé que a ella le encantaría que lord Brant la acompañara. Quizá tú podrías hablar con él, decirle lo feliz que haría a su esposa si saliera con nosotros alguna noche.

Lo miró con sus preciosos ojos azules y a John se le aceleró el corazón. Asintió sin mucho entusiasmo y no dijo nada. No era su intención interferir entre un hombre y su mujer. Además, él ya tenía bastantes problemas en su propio matrimonio.

Alysson le cogió de la mano.

Alysson: ¿Bailamos? ¡Por favor, John!

John: Tus deseos son órdenes, querida.

Sonrió y la condujo hacia la pista de baile. Siempre se mostraba de acuerdo con todo lo que su esposa proponía, le daba todo lo que quería, aunque rara vez pidiera algo. Estaba loco por ella, absorbido por ella. Y eso que todavía no era su mujer en sentido estricto. El matrimonio aún no se había consumado, y aunque él casi no pensaba en nada más, todavía no había llegado el momento de plantear la cuestión.

Su esposa no sabía nada de los aspectos físicos del matrimonio, aunque si el beso se considerara un arte, a ella podría llamársela con justicia el Miguel Ángel femenino. Lo cierto era que besaba tan bien que él no se atrevía a besarla demasiado rato, pues temía perder los papeles y acabar abalanzándose sobre ella.

Apartó aquella idea perturbadora y le sonrió. La tomó de la mano y dejó que le condujera al centro del corro de baile, donde iniciaron una contradanza. Le encantaba la dulce sonrisa que Alysson esbozaba cada vez que sus manos se unían. Cuando eso sucedía, John sentía un escalofrío en la entrepierna y un calor particular inundaba su rostro. Le daba vergüenza que su bragueta lo delatase e intentaba pensar en algo que no fuera la curva de sus senos, que su vestido de seda malva realzaba.

La vio componer una ligera pirueta, se fijó en el roce suave del vestido sobre sus pantorrillas. Por un instante, los dos se sostuvieron la mirada, y ella se ruborizó. John se obligó a apartar los ojos, y pidió a Dios que le diera valor para seguir controlándose.

La velada avanzaba. Ness abandonó la sala de juegos, preguntándose dónde se habría metido su hermana.

Jesse: Por fin te encuentro. Te he buscado por todas partes.

Jesse Leal le tomó la mano y sonrió. Era de la misma estatura que Zac, de pelo negro abundante y seductores ojos azules. Se veía muy elegante con su chaqueta color borgoña, de corte impecable, y sus pantalones gris perla.

Jesse: Empieza el espectáculo en el jardín. Me pareció que tal vez querrías venir a verlo.

Ness: Estaba jugando al whist, y no muy bien, por cierto. Prefiero ir a ver el espectáculo que perder dinero.

Jesse: Actúan los bailarines cosacos de los páramos de Rusia. -se inclinó para susurrarle al oído-. Seguramente no son más que cíngaros ambulantes, pero ¿qué más da? -Se incorporó-. Vamos, si nos damos prisa, todavía encontraremos asientos.

La condujo a través de las cristaleras que daban a la terraza. Ness sabía que él la usaba para evitar el acoso de todas las mujeres que reclamaban su atención. Además de su elegancia y encanto, Jesse tenía dinero y posición social. Todas las jovenes casaderas lo consideraban un buen partido, pero él no parecía mostrar demasiado interés. Ella se preguntaba si alguna mujer habría herido sus sentimientos en el pasado, si ésa era la razón por la que ahora protegía su corazón con tanto empeño.

Era evidente que tampoco mostraba esa clase de interés por ella, por eso precisamente Ness se sentía también a salvo con él. Eran amigos, nada más; de hecho, ella habría preferido encontrarse acompañada por su esposo.

Sin embargo, su matrimonio con Zac se alejaba mucho de parecerse a lo que había soñado, al tipo de unión que habían compartido sus padres, que hacían cosas juntos y disfrutaban más de su compañía mutua que de la de cualquier otra persona.

Suspiró mientras Jesse encontraba asientos para los dos en el extremo de una fila. No era Zac, de acuerdo, pero con él lo pasaba bien. Se apoyó en el respaldo y se dispuso a disfrutar del espectáculo.

Zac se levantó de la silla. Ya pasaba de la una y Vanessa todavía no había llegado. Aquellas salidas nocturnas empezaban a irritarle.

Sin embargo, muchas mujeres casadas asistían a aquellas veladas de sociedad sin sus esposos, y no era culpa de Ness que él no tuviera tiempo para acompañarla. Debía agradecer que su cuñado se hubiera prestado a hacer de carabina. Por suerte, al joven John le gustaban esa clase de tareas.

En cuanto a él, estaba muy ocupado, a punto de cerrar un trato para la compra de un edificio en Threadneedle Street, una construcción vacía en una zona prestigiosa de oficinas. Con unas pocas reformas, la estructura alcanzaría el doble del valor de su inversión.

Era muy infrecuente que un miembro de la aristocracia realizara cualquier tipo de trabajo, pero Zac había descubierto que le gustaba. Para no escandalizar a la buena sociedad, había hecho pasar por afición su interés en el mundo financiero, y al parecer le habían creído. Con todo, su mente seguía ocupada en gran parte con el nuevo intento por liberar a Andrew.

Hacía un par de noches, el coronel Pendleton había recibido noticias de que su primo había sido trasladado a una cárcel del interior cercana a Nantes. Aquel lugar no resultaba tan accesible como la prisión de Calais, pero superando el Loira desde Saint Nazarie se podía llegar a Nantes. El coronel creía que si la liberación de Andrew se preparaba con inteligencia, Max Bradley podría intentar llevarla a la práctica.

Como en la ocasión anterior, Zac pretendía tener un barco esperando para traer a Andrew de vuelta a casa.

Se sacó el reloj del bolsillo del chaleco, levantó la tapa y volvió a mirar la hora. La una y media. La cerró con un chasquido y dejó que su vista vagara hasta el tablero de ajedrez, que seguía en el mismo rincón del gabinete. No había jugado con Vanessa desde su boda. No tenía tiempo.

O tal vez se tratara de una excusa.

Mantenerse ocupado le evitaba pensar en su esposa, enamorarse de ella más de lo que ya estaba. Le había atrapado desde el principio, aunque no creía que ella lo supiera. No le apetecía nada hundirse todavía más en la trampa femenina que ella representaba.

Por nada del mundo le gustaría acabar como aquel jovencito necio, lord John.

A Zac le gustaba que las cosas fueran como eran en ese momento: Vanessa le complacía en la cama conyugal, pero las vidas de los dos seguían rumbos paralelos, separados.

Oyó movimiento en el vestíbulo y se acercó a la puerta. Por fin había llegado Vanessa. Ya era hora. Cruzó el pasillo y la encontró junto a la entrada, esbelta, femenina, vestida con seda azafrán y encajes color marfil.

Zac: Te esperaba más temprano -dijo secamente mientras se acercaba. Ella se volvió al oír su voz-.

Ness: Alysson y lord John han decidido quedarse un poco más esta noche. Siendo su invitada, no me quedó otro remedio que permanecer con ellos en el baile. Tal vez si hubieras venido conmigo…

Zac: Estaba ocupado, como sabes muy bien, maldita sea.

Ness: En ese caso, me parece que el problema es tuyo y no mío.

Zac entrecerró los ojos. Abrió la boca para añadir algo, aunque en cierto modo sabía que ella tenía razón; además, se veía tan apetecible con las mejillas encendidas y la barbilla levantada, que al momento sintió la llamada del deseo.

Ella soltó un gritito de sorpresa cuando Zac la levantó en brazos y empezó a subir la escalera.

Ya hablarían por la mañana de si aquellas eran o no eran horas de llegar. Esa noche necesitaba a su mujer, y pensaba hacerla suya.

Ness le rodeó el cuello con los brazos y presionó sus suaves pechos contra el torso de su esposo, que se moría de ganas de penetrarla. Estar casado tenía sus ventajas. Siempre y cuando se mantuviera a cierta distancia, siempre que pensara con la cabeza y no con el corazón, podría seguir divirtiéndose.

Se prometió que eso era exactamente lo que haría




Anda con la Alysson, y parecía tonta XD XD
Espero que os haya gustado
Muchas muchas gracias por los coments
Cada vez tengo mas coments y mas seguidoras también ¡Yuju! XD
De la otra no nove no os preocupéis, la seguiré haciendo hasta acabarla. Solo que no pudo seguirla tan rápido porque la inspiración no viene siempre y no siempre tengo tiempo de escribir.
Pero la acabaré, lo prometo.
Bueno seguid comentando.
¡Thank You!
¡Bye!
¡Kisses!


4 comentarios:

Carolina dijo...

ala ps si!!
q te digo q tu me recuerdas a alysson, pareces trankila e inocente pero... xD
tu sabes q te kiero loki!! xD!
sigan comentando!!

TriiTrii dijo...

Supeeeerrrrrr
Me encantooo
Adivina q paso ayer x la noche!??
Ps mi tía-abuela (estaba en su casa) estaba recogiendo su closet y yo ps la estaba ayudando cuando d pronto veo una caja la abro y veo mucho libros pero había una q me llamo la atención x su titulo la abro y leo x encimita y descubro q es la misma q estaaa!!!!!! Obviamente con otros personajes el autor es Kat Martin.!!! No lo pude creer pero mi tía no quiso prestarmelo :( en fi. Solo vi q en vez de llamarse jesse se llama Julián fox
Pero bueno obviamente seguiré leyendo el tuyo ps en zanessa es mejorr
Y grax x responder a la preg d la otra nove
Jaja tqmmm byeee

LaLii AleXaNDra dijo...

waooo
zac esta alejando a vanessa...
el que se descuida pierde..
siguela pronto..
:D

Natalia dijo...

Valla, abandonó unos días esto y mira todo lo que avanza..espero que sigá asi y avance rapido, porque esta super interesante, aunque un poco triste al saber que Zac tiene a Vane alejada..:(
Pero bueno, espero que vallan cambiando las tornas.
Por ultimo digo que espero que siga pronto y que me alegro por ti por tener tantas seguidoras y lectoras..espero yo llegar algun día a tener tambien tantas como tú :)

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