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martes, 3 de mayo de 2011

Capítulo 9


La cena había terminado. Ness acompañó a su hermana al camarote que compartirían durante el viaje de regreso. Una vez el barco abandonó el refugio del puerto, Alysson había vuelto a sentirse indispuesta y el señor Jenkins le había proporcionado una dosis de láudano. Tan pronto se puso el camisón y se metió en la litera, se quedó dormida casi al instante.

Ness, en cambio, no tenía sueño. Antes, su hermana y ella habían cenado en la mesa del capitán con Brant y su amigo, el duque. Después, el conde le había pedido que se reuniese con él en cubierta.

Durante toda la velada, para su asombro, él se había mostrado muy amable con ella. Suponía que sentía lástima por su situación, aunque lo que menos quería ella era su compasión. Lo que necesitaba era su ayuda, y él ya había aceptado ofrecérsela.

Ojala cumpliera con su palabra.

Ness creía que lo haría. Había algo en Zac Efron, algo que sugería honor y deber, algo que le hacía tener fe en él. Lo encontraba en sus ojos cada vez que él la miraba, acompañado de otra cosa, de una necesidad, de un anhelo imposible que se le clavaba en el corazón. La deseaba como ningún otro hombre la había deseado jamás.

Y ella lo deseaba a él.

Sabía que estaba mal. La habían educado para reservarse, para entregarse sólo a su futuro esposo. Pero incluso si él supiera que en realidad era hija de un barón, si de algún modo llegaba a averiguar su apellido, él ya le había expuesto con claridad con qué clase de mujer pensaba casarse. Y si había algo que ella no sería jamás era una rica heredera.

Brant no era para ella, lo sabía, y aun así, al pronunciar aquellas palabras para sus adentros, se sorprendió descolgando su capa, cubriéndose con ella y abriendo la puerta del camarote.

Sería fuerte, se prometió, ignoraría el deseo que leía en sus ojos. Y el intenso dolor que el anhelo clavaba en su propio corazón.

Pasaba ya de la medianoche y todavía no se veía ni rastro del bote que traería a Andrew. Alysson estaba dormida en el camarote que compartían las dos hermanas, pero Vanessa permanecía junto al conde, en cubierta. Como había espiado la conversación que había mantenido con Will la noche anterior, sabía que había acudido a ayudar a su primo, que debía escapar de la cárcel donde se encontraba recluido. Curiosamente, Zac se alegraba de que ella estuviera al corriente de la situación. Tener a alguien a su lado que lo entendía le hacía más soportable la espera.

Los ojos del conde se posaron en ella, que seguía apoyada en la barandilla. La brisa nocturna enredaba sus cabellos, que brillaban con los destellos que provenían de la lámpara colgada en el mástil.

Zac: ¿Seguro que no prefiere retirarse? Se hace tarde y esto está muy húmedo.

Ella se abrigó más con su capa de lana.

Ness: No hace tanto frío, y el mar está en calma. Prefiero quedarme.

A él le pareció que ella quería hacerle compañía, ayudarle a pasar aquel rato interminable hasta que apareciera el bote. Nunca hasta entonces había tenido amistad con una mujer. De no ser por el acuciante deseo que sentía por ella, la consideraría una amiga.

Ness: ¡Mire! -exclamó señalando al agua-. Alguien rema desde la orilla.

Él se volvió hacia el agua justo cuando Sheffield aparecía en cubierta y se acercaba a ellos a grandes zancadas, haciendo resonar sus botas negras sobre los tablones.

Will: Parece que ya llegan -dijo, haciéndose eco de las palabras de Vanessa-.

Zac examinó la oscuridad.

Zac: No distingo si Andrew viene en el bote.

Will: A bordo veo dos hombres.

El corazón de Brant empezó a latir con fuerza al ver que el bote se aproximaba al barco. Cuando llegó junto a ésta, lanzó la pesada escala de cuerda y rezó por ver aparecer el rostro de Andrew.

La decepción le embargó al comprobar que el remero no se movía del bote y que otro hombre, un desconocido, subía por la escala y alcanzaba la cubierta.

***: Soy Max Bradley -dijo. Se trataba de un hombre flaco, de rostro moreno y rasgos duros, dedos largos y llenos de cicatrices. Sobre el cuello cerrado de su abrigo azul de lana sobresalía una poblada barba negra-. Me temo que traigo malas noticias.

A Zac le dio un vuelco el corazón.

Zac: ¿Está… está muerto?

Max: No lo creo. Pero lo han trasladado a otro lugar.

Zac: ¿Cuándo?

Max: Hace menos de dos días.

Una plancha de plomo oprimió el pecho de Zac. Habían perdido su oportunidad: Andrew seguía encarcelado. Tragó saliva, intentando no ceder a la desesperación.

Will: Ya sabíamos que era demasiado fácil. Ahora prepararemos una segunda expedición.

«Una segunda expedición.» Claro. Las palabras de Sheffield rescataron el hilo de esperanza que aún quedaba en su corazón y lo devolvieron a la vida.

Zac: Sí, claro -dijo el conde-. Tendremos que volver. ¿Adónde lo han llevado?

Max: No estoy seguro -respondió Bradley-. Pero lo averiguaré. Esto no es el fin, señor. El capitán Seeley es uno de nuestros mejores hombres. Lo queremos en casa sano y salvo casi tanto como usted.

Tanto no, pensó Zac, que notaba que la tensión acumulada de los últimos días afloraba por fin y se traducía en un cansancio infinito.

Bradley se volvió para contemplar el mar.

Max: Le sugiero que aprovechen la oscuridad para alejarse de la costa. Cuando localice al capitán Seeley, mandaré una carta a Pendleton, como hice en la ocasión anterior.

Zac: Permaneceremos a la espera. Buena suerte.

Max: Gracias.

Bradley se acercó a la barandilla y descendió por la escala de cuerda con una destreza que indicaba que el mar no tenía secretos para él. Zac lo vio desaparecer en el bote en dirección al puerto, engullido por la oscuridad que les rodeaba.

A su alrededor, los marineros regresaban a los cabos y desplegaban las velas. La cadena del ancla chasqueaba al enrollarse en el cabrestante. Transcurridos unos minutos, el barco puso proa a mar abierto. Zac se dirigió a su camarote.

Ness: ¿Señor?

La voz de Vanessa. Por un momento había olvidado que estaba a su lado.

Zac: Lo siento. No sé en qué estaba pensando.

Ness: Estaba pensando en su primo -dijo con voz dulce-.

Zac volvió a mirar hacia la costa, pero si el bote había llegado no logró distinguirlo.

Zac: Ojala hubiéramos llegado unos días antes.

Ness: La próxima vez lo rescatará -lo animó-.

Brant asintió.

Zac: La próxima vez, sí. ¿Dónde estará esta noche?

Ness: Allá donde esté, rezo por que se encuentre a salvo.

Zac aspiró hondo.

Zac: Venga conmigo, la acompaño hasta su camarote.

Aunque en realidad no deseaba separarse de ella, le insistió a moverse poniéndole una mano en la cintura. Pero Vanessa permaneció en el mismo sitio, mirándolo, y él se preguntó si en su rostro leería su abatimiento, la profunda decepción que lo invadía.

Ness: Me preguntaba si…. Bien, he pensado que tal vez pueda ir a su camarote en vez de al mío.

Hubo un largo silencio, al menos doce latidos de corazón. Zac bajó la mirada, incrédulo; no era posible que hubiera oído esas palabras.

Zac: ¿Sabe lo que está diciendo? ¿Sabe qué sucedería si usted fuese a mi camarote?

Ness: Sé lo que digo. -Alargó una mano y le acarició la mejilla-. Le estoy pidiendo que me haga el amor.

Zac se quedó pasmado, como un colegial tímido en su primer día de clase.

Zac: Vanessa, ¿está segura? ¿Está segura de que quiere eso?

Ness: He intentado convencerme de lo contrario, pero no lo consigo. Quiero que me haga el amor. Estoy segura.

Entonces Zac se acercó lo bastante para acariciarle la cara.

Zac: Cuidaré de usted… de ti, de vosotras. Te prometo que no lo lamentarás…

Ella le puso el índice en los labios para hacerle callar.

Ness: No digas nada más, por favor, No sabemos qué nos deparará el futuro, a qué problemas tendremos que hacer frente, tal vez mañana mismo. Sólo tenemos esta noche, pero es nuestra. Si tú también lo quieres.

Por los clavos de Cristo, nunca había deseado algo con tanta pasión. La atrajo hacia sí y le dio un beso apasionado. Sabía a miel y rosas. A continuación la levantó en brazos y la llevó por la cubierta hasta la escalera que descendía a su camarote.

Ness no había dejado de temblar mientras el conde la llevaba en brazos por el pasillo. La locura la había arrastrado hasta ese momento, pero ahora se encontraba en el camarote, y no había marcha atrás. Había intuido la gran necesidad que él tenía esa noche, y había decidido responder a ella. Además, lo que le había dicho era verdad. Deseaba que le hiciera el amor. Lo deseaba más que nada en el mundo.

Zac cerró la puerta, se quitó la capa y el abrigo, se acercó a la mesa y encendió una lamparilla de latón.

La delicada luz iluminó su rostro, trazando su perfil masculino, la suavidad y los hoyuelos que le otorgaban carácter. Parecía tan fuerte, tan irresistiblemente apuesto… y, sin embargo, cuando se acercó a ella, un destello de inseguridad cruzó sus ojos azules. Entonces él dijo:

Zac: No haces esto sólo para asegurarte mi ayuda en Londres, ¿verdad? Supongo que no se trata de una especie de pago, ¿no?

En el corazón de Ness se mezclaron la ofensa y la ira. De modo que él creía que ella vendería su cuerpo para obtener protección. Su primer impulso fue marcharse de allí, y lo habría hecho de no haber visto ansia en el rostro del conde.

Ness: Me ayudes o no, una cosa no tiene que ver con la otra.

El alivio que sintió Zac fue tan inmenso que el dolor que le oprimía desapareció al instante. Parecía imposible, pero tal vez no era ella sola la que temía que le hicieran daño.

Zac: Me llamo Zac. Quiero oírte pronunciar mi nombre.

Ness se ruborizó. Así lo había llamado en sueños.

Ness: Es un nombre muy bonito, Zac…

Él se inclinó y le acarició los labios con un beso suave como una pluma.

Zac: ¿Y tu hermana? Te echará en falta si te quedas conmigo.

Ness: Cuando el barco zarpó, Alysson volvió a marearse y el señor Jenkins le proporcionó una dosis de láudano. Dice que dormirá hasta que lleguemos a Londres.

El conde le pasó un dedo por la mejilla.

Zac: Entonces esta noche eres mía.

Ness cerró los ojos y él la abrazó y la besó. No fue un beso suave, dulce, seductor, sino ardiente y profundo, un beso apasionado que la llenó de excitación. Sintió que las piernas le temblaban, y rodeó su cuello con los brazos para evitar caer derretida a sus pies.

Zac: Pronuncia mi nombre…

Ness: Zac…

Otro beso más profundo, húmedo, entregado. Ness seguía temblando y todo le daba vueltas.

Zac: Sé que debería proceder más despacio -admitió-. Pero ya no aguanto más.

Ella sonrió y se puso de puntillas para besarle. A cambio recibió otro beso apasionado que se deslizó de los labios a la oreja, descendió por el cuello y regresó a la boca. Mientras, le desabrochaba los botones del vestido, que se abrió y dejó al descubierto sus pechos.

Ness gimió cuando Zac cubrió uno de ellos con su mano y le acarició un pezón con el pulgar. Al instante se irguió y empezó a dilatarse, y ella sintió un deseo desbocado de frotarse contra él.

Casi por arte de magia, el vestido se abrió por completo y él lo hizo resbalar por sus hombros y caderas hasta el suelo, a sus pies. Lo siguiente en caer fue la enagua; ya sólo llevaba puestos los ligueros y las medias, y debió reprimir su impulso de cubrirse para ocultar su cuerpo de la ardiente mirada de aquel hombre.

Zac: He soñado tantas veces con este momento -susurró separándose un poco para acariciarle un pecho con suavidad, haciendo que el pezón palpitase de placer-.

La respiración de Ness se aceleraba por momentos; se sentía algo confusa, no sabía exactamente qué debía hacer. Se acercó a él, que se agachó y empezó a besarle un seno.

Ness: Aaah…

Ness le hundió los dedos en el pelo, sin saber si apartarlo o acercarlo más. El conde recorría el pezón con la lengua, lo lamía, lo saboreaba, se quedaba en la punta, y una cantidad de sensaciones recorría a Vanessa, estallidos de calor que se concentraban en su vientre y sus muslos.

Con la mano, Zac le acarició el vientre, y seguidamente su feminidad. Le lamía los pezones mientras con los dedos avanzaba un poco más. Los gemidos de Ness se hacían más rítmicos.

Ella se aferró a sus hombros, tan temblorosa que él tuvo que sostenerla entre sus brazos.

Zac: No tengas miedo, no voy a hacerte daño.

Ness: No… no tengo miedo. -En realidad, lo que sentía era un fuego interior desconocido-.

Deseaba más besos apasionados, más caricias atrevidas e íntimas. Deseaba que Zac la tocara, la saboreara, conociera la textura de su piel. Deseaba aspirar su perfume.

Al ponerla en pie, junto a la cama, ella se pegó a él y empezó a sacarle del pantalón los faldones de la camisa. Zac, impaciente, se la quitó por encima de la cabeza. Entonces se agachó para sacarse las botas y comenzó a desabotonarse la portañuela de los boxers.

Alzó la vista un instante y vio que Ness contemplaba sus anchos hombros. Él le cogió la mano, le dio la vuelta y le besó la palma, antes de llevársela al corazón. Ella sintió su latido fuerte y vital, como el hombre a quien pertenecía.

Despacio, Ness exploró la textura del vello pectoral, la suavidad de su piel, el abdomen, la llanura de su vientre. Zac no hacía nada por detenerla, pero ella percibía la tensión de aquel cuerpo que bajo su mano vibraba de deseo, de impaciencia por tomarla.

Zac: Te deseo -le susurró al oído. Ella le desabrochó los últimos botones, le pasó la mano por la mata de vello que ascendía por el vientre y oyó el rápido suspiro de placer-. Mi pequeña Vanessa, tan valiente…

Pareció alegrarse incluso cuando ella se retiró para permitir que acabara de quitarse la ropa. Cuando se bajó los pantalones, ella admiró la proporción de su cuerpo, su torso fuerte y poderoso, sus piernas largas y bien formadas.

Cuando sus ojos se posaron en el grueso mástil que se alzaba entre sus piernas, la curiosidad se mezcló con el temor.

Zac: No te preocupes -la tranquilizó-, no tenemos ninguna prisa. Vamos a tomárnoslo con mucha calma. -La besó entonces, un beso tierno, embriagador con el que le transmitió toda su confianza-.

La excitación recorrió a Ness como un torbellino, deslizándose como una niebla sobre su piel. Zac la recostó sobre la cama y se echó sobre ella, apoyando el peso en los codos, besándola mencionando lo que hacía. La acariciaba por todas partes, le recorría la piel con los dedos, vencía sus resistencias y se colaba en su interior. Oleadas de placer inundaban a Vanessa.

Cuando al fin Zac se instaló entre sus piernas, ella apenas se dio cuenta. Notaba, sí, su poderosa erección, y la embargó una expectación salvaje. Era lo que deseaba. Lo quería a él. Lo que sucediera después no le importaba.

Su lugar más secretó estaba caliente y húmedo, y palpitaba de un modo que jamás había experimentado. Zac avanzó con cautela, preparándola para recibir en su seno su duro miembro. La besaba apasionadamente, a conciencia, mientras ella, debajo, se excitaba más y más, susurraba su nombre, intentaba unirse a él. Entonces Zac la penetró profundamente.

Por un momento se sintió atravesada por el dolor. Acababan de desflorar su inocencia. A partir de ese momento todo sería distinto. Pero esa idea no tardó en desaparecer y, con ella, desapareció el dolor. Estaba llena de él, unida a él de un modo que jamás había imaginado.

Zac: Lo siento -musitó incorporándose, muy rígido, por encima de ella-. He intentado no hacerte daño.

Pero en sus ojos latía una expresión de triunfo, una mirada fiera de posesión. A decir verdad, se había cobrado aquella pieza. Ella no era capaz de expresarle hasta qué punto había logrado lo que se había propuesto.

Ness: El dolor ya pasa.

Pero el placer permanecía, el dulce escozor, el deseo que apenas podía soportar. Inexperta, alzó las caderas para que la penetrara más y más. Él empezó a embestirla, despacio al principio, cada vez menos cauteloso, provocándole una excitación que la hacía temblar.

Ness se sumó al ritmo, empezó a moverse con él, que cada vez la penetraba más deprisa, con más dureza. Ella sentía que algo iba creciendo en su interior, algo ardiente, incontrolable, algo que le desgarraba las entrañas, y sólo logró pronunciar el nombre del conde, arqueándose, con los dedos clavados en sus hombros, antes de que el mundo estallara en mil pedazos.

Los músculos de Zac se tensaron unos segundos después, y gimió con la embestida del último placer.

Todavía unidos, se desplomaron sobre la cama, mientras el placer iba abandonándolos, lentamente. Durante unos segundos más, Ness permaneció inmóvil, tratando de abrirse paso entre las emociones que sentía.

Ness: No ha estado mal -dijo al fin, y oyó la risa maliciosa de Zac-.

Zac: No, nada mal.

Ella se volvió para mirarlo y copmrobó que en sus ojos brillaba una remolona satisfacción.

Ness: No sabía que…

Zac: Y por eso te estaré eternamente agradecido.

Ness no estaba segura de qué había querido decir con eso, pero antes de poder preguntárselo, él le cubrió la boca con otro beso. El calor regresó a su piel y, sin darse cuenta, él ya la había penetrado de nuevo. Esta vez todo fue más fácil para Ness. Jamás habría imaginado lo delicioso que era hacer el amor con él.

Pasara lo que pasase a la mañana siguiente, sabía que nunca lo lamentaría.



Este seguro que os a encantado XD XD
Ya a partir de aquí se pondrá todo mas interesante
¡Seguid leyendo y comentando!
Que ya tengo 7 seguidores, ¡yuju! Bueno 6, porque yo no cuento XD XD
Y también tengo un coment más en el cap anterior, mi meta es tener un coment por seguidora, sin contarme a mi claro.
Bueno, ¡comentad!
¡Thank you!
¡Bye!
¡Kisses!


4 comentarios:

Natalia dijo...

Por dios, que bonito está el capitulo..no me dejes por mucho tiempo con la intriga que está muy interesante..siguela prontico eh? un besazo

Carolina dijo...

ala!!! lo han hecho! y q manera de hacerlo! xD!!
stoy en la faku y tengo comoa 3 amigas con cara de "wow" xD
me ha encantado loki!!
q si q se viene lo mas interesante!
sigan con la fundacion!!
tkm loki!! y tb a zac xD (perve)

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwwwwwwwwwww
:D
Estoy en shock
el capi estuvo superrrrrrrrr
lo ameeeeee
me reencanto...
porfin se entregaron..
ahora que va pasar??
O.o
no la dejes asi..
siguela pronto..
muaccc

TriiTrii dijo...

OMG!!!!!!!
se entregaronnn x fiiinnn!!!!!!!!!!!
Heaaa ya quiero saber q pasara después!!!!!
Siguelaaaaa nunca la dejess
Byeee tkm

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