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jueves, 29 de diciembre de 2022

Capítulo 10


En la estación de bomberos, Zac Efron estaba sentado a solas, en la cocina, tomándose otra taza de café. Hasta aquel momento, la única llamada de emergencias había sido la de aquella joven embarazada que se había desmayado en la biblioteca. Y, por algún motivo, él no había podido quitársela de la cabeza desde entonces.

Como no estaba casado, Zac se había ofrecido voluntario para trabajar en Nochebuena y parte de la Navidad, para que los demás sanitarios pudieran pasar las fiestas con sus familias. Por desgracia, su propia madre no estaba muy contenta con el hecho de que tuviera que trabajar aquellos días.

Los padres de Zac vivían en Cedar Cove, y su hermana también había vivido allí hasta varios meses antes. Un vaquero que trabajaba para Cliff Harding le había roto el corazón y Linnette se había marchado sin plan ni destino, y había terminado en un pueblecito de Dakota del Norte. Parecía que le gustaba mucho su nuevo hogar en medio de ninguna parte. Zac no lo entendía, pero no era su vida.

Se alegraba mucho por Linnette, al saber que ella había encontrado su lugar en el mundo. Siempre había dicho que quería vivir y trabajar en un pueblo pequeño. Era una enfermera con experiencia, y tenía mucho que ofrecer en una comunidad como Buffalo Valley, en Dakota del Norte.

Grace, la hermana mayor de Zac, fue dada en adopción de bebé, y habían descubierto su parentesco pocos años antes. Zac estaba empezando a conocerla, y se había quedado sorprendido al comprobar que tenían muchas cosas en común, pese a que se hubieran criado separados y de una manera tan diferente. Ella había dicho que iba a pasar por casa de sus padres el día de Navidad, pero aquella noche también estaba de guardia en el trabajo.

Cuando Grace se había mudado a vivir en aquella zona, con el objetivo de conocer a su familia biológica, había comenzado a trabajar para la policía de Bremerton. Sin embargo, finalmente había aceptado un trabajo en el departamento del sheriff, en Cedar Cove.

De repente sonó el teléfono de Zac, y él no se molestó en mirar quién llamaba. Ya lo sabía.

Zac: Hola, mamá.

**: Feliz Navidad -dijo su madre-.

Zac: Gracias. Lo mismo para ti y papá.

**: ¿Cómo va todo?

Su madre estaba apagada. El hecho de no tener a ninguno de sus hijos en casa durante las fiestas era duro para ella.

Zac: Esta tarde ha estado todo muy tranquilo.

Cindy exhaló un suspiro.

Cindy: Ojalá no te hubieras ofrecido voluntario para trabajar en Navidad. Tu padre y yo vamos a estar muy solos.

Zac: Vamos, mamá, vais a pasar una Navidad estupenda.

Cindy: Sí, claro que sí. Este año he decidido cocinar un jamón, en vez de pavo. Es mucho menos trabajoso, y ya tomamos pavo en Acción de Gracias. Por supuesto, también voy a hacer el estofado de patata favorito de tu padre, y el plato de judías verdes que a todo el mundo le gusta tanto.

Zac no entendía el motivo por el que su madre quería hablar con él del menú de Nochebuena, pero dejó que siguiera hablando, porque sabía que así, ella se sentiría mejor.

Cindy: Estaba pensando que deberías casarte -dijo de repente-.

Zac: ¿Cómo?

Cindy: Te vas a quedar aquí, en Cedar Cove, ¿verdad?

Zac: Bueno, todavía no lo sé…

Cindy: Yo sí. Ya tienes un trabajo fijo.

Su madre no añadió que aquél era, tal vez, su décimo cambio de profesión durante los últimos seis años. Zac se aburría fácilmente, y tenía tendencia a cambiar de trabajo a menudo. Había trabajado en correos, en la construcción, en un servicio de paquetería, y en media docena de trabajos más desde que había salido de la universidad. También había reformado una casa vieja y la había vendido con un buen beneficio.

Aquella inquietud de Zac había influido mucho en el hecho de que tuviera una relación difícil con su padre. Roy Efron no entendía la necesidad de cambio de su hijo. Pensaba que su hijo era irresponsable y no se tomaba la vida en serio. En algunas cosas, Zac suponía que su padre tenía razón. Sin embargo, aquel trabajo nuevo de técnico de emergencias médicas en el departamento de bomberos encajaba perfectamente con él, le proporcionaba variedad, emociones y camaradería. Además hacía que se sintiera realizado, algo que nunca le había sucedido.

Su padre y él se llevaban mejor últimamente. Roy se había disculpado por su actitud hacia Zac, lo cual había sido toda una sorpresa. Eso había marcado una gran diferencia en su relación, y Zac se lo agradecía mucho.

Zac: Crees que debería casarme -repitió como si aquellas palabras fueran de un idioma extranjero-.

Cindy: Tienes veintiocho años.

Zac: Sé cuántos años tengo, mamá.

Cindy: Ya es hora.

Zac: ¿De verdad?

Cindy: ¿No has conocido a nadie especial?

Zac: ¡Mamá! 

Sin embargo, la imagen de Vanessa Hudgens se le apareció al instante en la mente.

Cindy: No quiero presionarte, pero sería agradable tener nietos algún día.

Zac se echó a reír.

Zac: Si quieres, puedo ponerme a ello rápidamente.

Cindy: Zac -le reprendió-. Ya sabes a qué me refiero.

Lo sabía perfectamente, pero disfrutaba tomándole el pelo.

De repente, tomó la decisión de averiguar lo que pudiera sobre el padre del bebé de Vanessa. En la biblioteca había sabido que era Dave Rhodes, pero que no estaba casado con ella.

Zac: ¿Sabes algo de un tal Dave Rhodes?

Cindy: Dave Rhodes -repitió lentamente-. ¿Tiene algo que ver con Ben Rhodes?

Zac: Creo que es su hijo.

Cindy: Voy a preguntárselo a tu padre.

Zac: No te preocupes, mamá, no tiene importancia.

Cindy: Entonces, ¿por qué me lo has preguntado?

Zac: Oh, porque alguien me lo mencionó, nada más.

Cindy: Zac, vamos. Dímelo.

Zac: Esta mañana he atendido a una embarazada muy joven en la biblioteca.

Cindy: ¿A la chica embarazada? -preguntó con emoción-.

Claramente, las noticias corrían rápidamente en un pueblo tan pequeño como Cedar Cove, algo a lo que Zac todavía no se había acostumbrado del todo.

Zac: ¿Cómo te has enterado de lo de Vanessa?

Cindy: Vanessa -dijo melancólicamente-. Qué nombre tan bonito.

Y también tenía una cara muy bonita, pensó Zac, y se contuvo. Ella no era asunto suyo, en absoluto.

Cindy: Hoy me he encontrado con Shirley Bliss en el supermercado. Yo no quería ir al supermercado hoy, de ninguna manera. Ya sabes que los días de fiesta se pone hasta la bandera por las compras de última hora. Sin embargo, me quedé sin leche en polvo, y la necesitaba para la ensalada de gelatina verde que hago todas las Navidades.

Zac recordaba bien aquella ensalada. Era una de sus favoritas. Su madre se había empeñado en hacerla aunque él no iba a cenar con la familia.

Cindy: Podía haber usado leche normal, pero no tendría el mismo sabor. No me gusta usar sustitutos si es posible evitarlo.

Zac: Shirley Bliss, mamá -le recordó-.

Cindy: Oh, sí. Shirley. Me la encontré en el supermercado. Estaba con su hija, Tanni.

Zac: ¿Y Tanni fue la que te habló de Vanessa? 

Cindy: No. Fue Shirley. Bueno, mejor dicho, fue el novio de Tanni, Shaw, quien se lo contó a ella, así que en realidad fue la hija de Shirley la que lo sabía.

Zac: ¿Y cómo se enteró Shaw? -ya había perdido el hilo de los nombres-.

Cindy: Creo que Vanessa entró en el Mocha Mama's esta mañana, y se puso a preguntarle cosas.

Zac: Ah.

Cindy: Y él le sugirió que le preguntara a Grace Harding por Dave Rhodes.

Zac: Entiendo.

Al menos, estaba empezando a entenderlo.

Cindy: Shirley me contó que Shaw le dijo que parecía que Vanessa iba a dar a luz en cualquier momento.

Zac: No sale de cuentas hasta dentro de dos semanas.

Cindy: ¡Dios Santo! Entonces, ¿tú crees que Dave Rhodes es el padre del bebé? -susurró como si de repente hubiera establecido la conexión-. Tiene lógica, ¿no te parece?

Él ya lo sabía, pero prefería no contribuir a la cadena de chismorreos que se estaba formando. De todos modos, Zac no conseguía quitarse de la cabeza a Vanessa.

Zac: ¿Y te dijo Shirley dónde está Vanessa ahora mismo?

Tal vez alguien debiera comprobar su estado. Zac le había recomendado que descansara durante el resto del día, pero a él no le gustaba la idea de que estuviera sola.

Cindy: No. Pero estará bien, ¿no?

Zac: Supongo.

Cindy: Bueno.

Zac: ¿Dónde está papá?

Su madre se echó a reír.

Cindy: ¿Tú qué crees?

Zac: De compras -dijo con una sonrisa-.

Cindy: Exacto. Tu padre, tan eficiente para todo lo demás, siempre se deja los regalos para el último minuto.

Zac: Me acuerdo de aquel año en que sólo estaba abierta la farmacia. A ti te regaló un rompecabezas de la Torre de Londres, dos novelas románticas y un frasco de laca de uñas.

Cindy: Y se sentía muy orgulloso de sí mismo -dijo con cariño-.

Zac: Nos lo pasamos muy bien haciendo el rompecabezas, ¿a que sí?

Fue una de sus mejores Navidades, y la familia seguía haciendo rompecabezas a menudo durante las fiestas. Era una pequeña tradición familiar que se había establecido por la costumbre de su padre de comprar los regalos a última hora.

Cindy: ¿Vas a llamar por la mañana? 

Zac: Claro. Y me pasaré por allí en cuanto acabe mi turno. Será mañana por la tarde, así que guárdame las sobras, ¿de acuerdo?

Cindy: Claro -murmuró-. Grace tiene el horario al contrario que tú, así que ella va a venir por la mañana. Por lo menos, os veré a los dos durante un rato.

Después de unas palabras de despedida, Zac cerró su teléfono móvil y se lo prendió al cinturón.

Estaba empezando a hacer la cena de aquella noche cuando Brandon Hutton entró en la cocina.

Brandon: Tienes visita.

Zac: ¿Yo?

Brandon: Sí. Una pareja.

Zac: ¿Y no te han dicho quiénes son?

Brandon: Lo siento, no.

Zac caminó hacia la parte delantera del edificio. Oyó unas voces, y distinguió rápidamente la de su hermana.

Zac: ¡Linnette! 

Linnette: Zac -se lanzó a darle un abrazo-.

Zac: ¿Qué haces aquí? 

Lo último que había sabido de ella era que estaba en Buffalo Valley y que tenía intención de quedarse allí para las vacaciones.

Ella le pasó un brazo por la cintura.

Linnette: Es una sorpresa. Pete me lo sugirió y se ofreció a traerme, así que aquí estoy.

Zac se volvió hacia Pete. En una conversación telefónica, un mes antes, Linnette le había dicho que había conocido a un granjero y que estaban saliendo juntos.

Zac: Zac Efron -dijo, tendiéndole la mano-.

Pete se la estrechó con firmeza.

Pete: Encantado de conocerte, Zac.

Zac: Lo mismo digo -se giró hacia su hermana-. ¿Mamá sabe que estás aquí?

Linnette se echó a reír.

Linnette: No tiene ni idea. Papá tampoco. Les voy a dar una sorpresa.

Zac: ¿Cuándo has llegado?

Linnette: Hace cinco minutos. Hemos decidido venir a verte a ti primero, y después vamos a ir a casa.

Zac: Papá ha salido a hacer sus compras.

Linnette se rió de nuevo y miró a Pete.

Linnette: ¿Qué te dije?

Pete: Que tu padre estaría de compras -respondió lacónicamente-.

Linnette: Y mamá está cocinando, seguro.

Zac: Sí. Está haciendo mi ensalada favorita. Ya estoy deseando comerme las sobras. Y este año ha decidido asar un jamón.

Linnette volvió a reírse.

Linnette: ¿Te ha contado el menú de Navidad?

Zac: Con todo detalle.

Linnette: Pobre mamá -murmuró-.

Zac: Ojalá pudiera ver la expresión de su cara cuando entréis por la puerta.

Linnette: Me encanta darle esta sorpresa.

La enorme sonrisa de su hermana era el mejor regalo de Navidad que podía haber recibido. Su hermana, feliz otra vez.

Zac no había visto aquella sonrisa desde hacía… casi un año.

Zac: Llámame luego y cuéntame cuánto tarda mamá en dejar de llorar.

Linnette: De acuerdo.

Su hermana y Pete se marcharon, y Zac volvió a la cocina del parque de bomberos para cumplir con su deber de cocinar aquella noche. Mientras cortaba cebolla, se dio cuenta de que lamentaba no poder estar en casa de sus padres aquella noche, después de todo. Aunque acababa de conocer a Pete, le había parecido que era un hombre sólido y trabajador. Exactamente lo que necesitaba Linnette, y alguien a quien Zac quería conocer mejor.

Parecía que Linnette había encontrado a la persona que necesitaba, pero, ¿y él? Zac cabeceó.

No podía quitarse de la cabeza a Vanessa.

Lo cual no era lógico, teniendo en cuenta que la única relación que había tenido con ella era tomarle la tensión.

Y, sin embargo…

martes, 27 de diciembre de 2022

Capítulo 9


Vanessa se despertó con un sentimiento de desconcierto. Se incorporó, se sentó en la cama y miró a su alrededor por la habitación hasta que recordó dónde estaba. Grace Harding la había llevado a su casa e iba a dejarle pasar la noche en el apartamento que tenía sobre el establo. Era algo muy amable, porque, después de todo, ella era una extraña, una persona extraña con problemas, que había aparecido de repente el día de Nochebuena.

Vanessa se estiró y bostezó. Pese a la siesta, todavía estaba cansada. Miró el reloj y comprobó que había dormido más de dos horas. ¡Dos horas!

Rápidamente, apartó las mantas y se levantó. Se puso los zapatos y salió del apartamento. La escalera bajaba hasta el interior del establo.

En cuanto ella bajó el último escalón, los animales se asomaron por las puertas de los compartimentos para observarla con curiosidad. Lo primero que vio fue una yegua preciosa, que Grace le había presentado como Funny Face.

Ness: Hola, bonita -le dijo mientras se acercaba lentamente a la puerta-. ¿Te acuerdas de mí?

La yegua movió la cabeza como si asintiera, y Vanessa le acarició la cara. Tenía un anillo blanco alrededor de uno de los ojos. Al ver su mirada oscura y llena de inteligencia, Vanessa recordó un viejo cuento de la niñez, en el cual, los animales podían hablar durante unas horas después de las doce de la noche el día de Nochebuena, y se preguntó qué diría Funny Face. Seguramente, algo muy sabio.

La dromedaria la miró con curiosidad, pero Vanessa no se acercó a ella, pese a que el animal intentó atraerla con sus enormes ojos marrones rodeados de pestañas rizadas. Visitó a las ovejas, a otra pareja de caballos y al burro, y después salió del establo. Bajo una ligera nevada, recorrió el corto camino hacia la casa, y antes de que llegara al umbral de la puerta, alguien abrió. Era un caballero mayor, muy atractivo.

**: Tú debes de ser Vanessa -le tendió la mano-. Yo soy Cliff Harding.

Ness: Hola, señor Harding -respondió con una sonrisa-. 

Estaba a punto de agradecerle su hospitalidad, cuando él la interrumpió.

Cliff: Llámame Cliff, por favor. Y pasa, pasa.

Ness: De acuerdo, Cliff.

Vanessa entró en la casa y percibió un delicioso olor a pavo asado y a tarta de manzana.

Grace: ¡Ya estás despierta! -exclamó en el vestíbulo, y condujo a Vanessa hacia la cocina-. 

Llevaba un delantal y tenía manchadas las mejillas de harina.

Ness: Estoy asombrada de haber dormido tanto.

Grace: Es obvio que necesitabas descansar. Veo que has conocido a mi marido.

Ness: Sí -dijo sonriendo de nuevo. Se frotó las palmas de las manos nerviosamente, y los miró-. No sé cómo daros las gracias por todo lo que habéis hecho por mí.

Grace: Oh, tonterías. Es lo menos que podíamos hacer.

Ness: Soy una extraña, y me habéis acogido sin reservas y… bueno… yo no pensaba que este tipo de cosas pasaran en los tiempos que corren.

Al oír aquel comentario, Grace frunció el ceño.

Grace: ¿De verdad? Aquí, en Cedar Cove, sí. Supongo que es la forma de comportarse de la gente de los pueblos pequeños. Tendemos a ser más confiados.

Cliff: Yo tuve una experiencia parecida cuando llegué aquí. No estaba acostumbrado a que la gente prestara atención a alguien a quien no conocía. Charlotte Jefferson, ahora Charlotte Rhodes, cambió mi forma de ver las cosas rápidamente.

Pese a todo, Vanessa tenía ganas de conocer a la madre de Dave. La conversación iba a ser difícil, pero saber que Charlotte era tan amable como el resto de la gente la tranquilizaba.

Grace: De veras, Vanessa. Lo único que necesitabas era que alguien te echara una mano. Cualquiera de este pueblo lo habría hecho. Olivia también quería que te alojaras en su casa.

Ness: Todo el mundo ha sido maravilloso -dijo con un nudo en la garganta-. 

Con dificultad, se agachó para acariciarle la cabeza a un golden retriever que había tumbado en una alfombra, junto a la estufa.

Grace: Se llama Buttercup -dijo afectuosamente, mientras el animal movía la cola, aunque sin levantarse-. Se está haciendo vieja, como todos nosotros.

Cliff: ¿Un café? -preguntó acercándose a la cafetera-. Es descafeinado. ¿O prefieres una infusión? Una manzanilla, o un té de menta.

Ness: Té, por favor. Si no es molestia.

Grace: En absoluto. Yo también voy a tomar una taza. -Comenzó a prepararlo, y de repente dijo-: No has comido nada, ¿no?

Ness: No, pero no tengo hambre.

Grace: Tal vez tú no, pero tu bebé seguro que sí, Cliff ha hecho una sopa de almejas deliciosa. Voy a calentarte un poco.

Al oír a Grace mencionarlo, Vanessa se dio cuenta de que sí le iría bien comer algo. Se estaba mareando de nuevo.

Ness: ¿Cliff sabe cocinar? 

Sus hermanos eran prácticamente inútiles en la cocina, y para ella siempre era una sorpresa conocer a un hombre que disfrutara cocinando.

Cliff: Soy un hombre con muchos talentos. Fui soltero durante muchos años, antes de conocer a Grace.

Ness: Si yo no hiciera la comida, mis hermanos tendrían que sobrevivir a base de comida preparada -dijo sonriendo-. 

Gracias a que su madre la había enseñado a cocinar un poco antes de morir. Sus hermanos siempre habían dependido de Vanessa para las comidas.

Al pensar en Mike, Chris y George se puso nerviosa. Quería haberlos llamado, pero se había quedado dormida, y en aquel momento… ya podían estar en cualquier parte. Estarían enfadados y muy asustados. Sintió una punzada de culpabilidad. Tal vez sus hermanos estuvieran confundidos, pero la querían.

Ness: Si me disculpáis un momento, tengo que hacer una llamada de teléfono.

Cliff: Por supuesto. ¿Quieres usar el teléfono fijo?

Ness: No, muchas gracias. Tengo el teléfono móvil en el apartamento. Sólo tardaré unos minutos.

Cliff: Tal vez no tengas cobertura. Inténtalo. Cuando vuelvas, tendrás la sopa y el té esperando.

Vanessa volvió al establo y subió al pequeño apartamento. Le faltaba el aliento al llegar, y tuvo que detenerse a respirar profundamente. Tenía el pulso acelerado. Aquello no le había sucedido nunca. Intentó calmarse, entró en el dormitorio y sacó el móvil del bolso.

Sin embargo, no consiguió hacer la llamada, porque, efectivamente, en aquella zona no había cobertura. No tendría más remedio que pedirles a los Harding que le permitieran usar su teléfono fijo, y llamar al móvil de Mike. Se puso el abrigo y los guantes y volvió a la casa.

Minutos después estaba de nuevo en la cocina. Tal y como Grace le había prometido, el té y la sopa estaban en la mesa, calientes, esperándola.

Vanessa titubeó. No quería tener que pedirles otro favor más, pero no podía hacer otra cosa.

Ness: Si no os importa, necesitaría usar vuestro teléfono.

Grace: Claro.

Ness: Tengo que llamar a un móvil, pero yo pagaré la llamada. Podéis decirme cuánto…

Grace: Bobadas -la interrumpió-. Una sola llamada no va a representar ninguna diferencia en nuestra factura.

Ness: Gracias.

Entonces, buscó el número de Mike en la agenda del móvil y marcó el número en el teléfono fijo. Después de unos segundos, oyó la voz del contestador. Parecía que su hermano había decidido apagar su teléfono. Intentó dejarle un mensaje, pero su buzón de mensajes estaba lleno. Típico de Mike, el no escuchar los mensajes. Seguramente, ni siquiera sabía cuántos tenía acumulados.

Ness: Mi hermano tiene el móvil apagado -dijo encogiéndose de hombros con una expresión de derrota-.

Grace: Tal vez esté en una zona sin cobertura. ¿No merece la pena que le llames a su casa?

Vanessa lo dudaba, pero marcó el número. Tal y como esperaba, allí tampoco respondió nadie. Al oír la voz de su hermano en el contestador, cerró los ojos.

Ness: Soy yo -dijo con la voz temblorosa, como si temiera que Mike fuera a aparecer de repente gritándole. Grace había salido de la cocina para darle intimidad, y ella se lo agradecía mucho-. Estoy en Cedar Cove -continuó-. Volveré a casa el día de Navidad, después de haber hablado con los padres de Dave. Seguramente, llegaré por la tarde. Por favor, no intentéis encontrarme. Estoy con… amigos. No os preocupéis por mí. Sé lo que estoy haciendo -y con eso, colgó el teléfono. Entonces, vio que Grace estaba en el salón, poniendo la mesa-. Gracias

Grace: De nada. ¿La sopa todavía está caliente?

A Vanessa se le había olvidado eso.

Ness: Lo miraré.

Grace: Si se ha enfriado, dímelo y volveré a calentarla en el microondas.

Ness: Seguro que estará perfectamente -murmuró-.

Y aunque estuviera helada, ella no lo diría, y menos después de todo lo que había hecho Grace por ella.

Sin embargo, al probar la primera cucharada, Vanessa comprobó que estaba a una temperatura perfecta. Se terminó el cuenco entero, y después se comió unas rebanadas de pan tostado y se bebió el té. Cuando estaba llevando los platos a la pila, Grace volvió a la cocina.

Grace: Mis hijas llegarán a las seis -le dijo, mirando el reloj-. Y mi nuera y su familia volverán pronto. Vamos a cenar todos juntos y después iremos a misa.

Ness: Qué agradable.

Grace: ¿Te gustaría cenar con nosotros y acompañarnos a misa?

La invitación era tan genuina que, por un instante, Vanessa lo pensó seriamente.

Ness: Gracias por el ofrecimiento, pero creo que no debería.

Grace: ¿Por qué no? A nosotros nos encantaría que nos acompañaras.

Ness: Muchas gracias, pero creo que debería descansar, como me dijo el voluntario de emergencias.

Grace asintió.

Grace: Sí, deberías seguir su consejo, aunque a mí me encantaría que, por lo menos, cenaras con nosotros.

Aquella invitación la conmovió tanto que a Vanessa se le llenaron los ojos de lágrimas. Los Harding no sólo la habían acogido en su casa, sino que querían incluirla en la celebración de Nochebuena.

Ness: No puedo creer que queráis que esté aquí, con vuestra familia.

Grace: ¿Y por qué no íbamos a querer? Tú eres nuestra invitada, y a nuestra familia le encantará conocerte.

Ness: Pero éste no es un momento para estar con extraños.

Grace: Vamos, vamos, ¿es que no te acuerdas de la historia de la Navidad?

Ness: Claro que sí.

Grace: José y María tampoco tenían dónde quedarse, y unos extraños les ofrecieron un sitio. Un establo, precisamente -añadió con una sonrisa-.

Ness: Pero dudo que esa gente tan generosa los invitara también a cenar -bromeó-.

Grace: Esa parte no la conocemos, porque la Biblia no la cuenta, pero yo creo que quienes les ofrecieran su establo a los jóvenes viajeros se ocuparían también de sus otras necesidades -dijo con una sonrisa amable que le dio calidez al corazón de Vanessa-. Cena con nosotros esta noche, ¿quieres? A mí me encantaría que conocieras a las chicas, y sé que a ellas les gustaría mucho conocerte a ti.

Vanessa no respondió inmediatamente. Aunque quería conocer a la familia de Grace, no se sentía del todo bien.

Ness: ¿Puedo pensármelo?

Grace: Claro. Haz lo que sea mejor para ti.

Vanessa se inclinó hacia delante en la silla y se agarró la parte baja de la espalda con ambas manos para intentar calmar el dolor persistente que sentía. Le resultaba difícil permanecer sentada, últimamente. Era como si el bebé hubiera enganchado los pies en sus costillas y estuviera colgado. Vanessa estaba empezando a preguntarse si alguna vez volvería a encontrar una posición cómoda.

Ness: ¿Puedo ayudarte en algo? 

Grace miró por la cocina.

Grace: No, lo tengo todo bajo control. Creo que voy a sentarme unos minutos a tomar una taza de té contigo.

Vanessa asintió.

Ness: Sí, por favor. Me encantaría.

Grace: A mí también. Bueno, voy a hacer más té. ¿Y te apetece un poco de pudin de Navidad para acompañarlo?


domingo, 25 de diciembre de 2022

Capítulo 8


Olivia estaba impaciente por ver a su marido. Para empezar, quería hablarle de su hermanastro y pedirle consejo.

Dave Rhodes… aquel… aquel… No se le ocurría palabra adecuada para describir lo odioso que era. Quería exponerlo a la luz pública, que fuera humillado, avergonzado, castigado. Sólo se contenía al pensar que el pobre Ben también iba a sentirse humillado y avergonzado.

Olivia entró en casa por la puerta de la cocina y dejó sobre la encimera la compra de último momento que acababa de hacer.

Olivia: ¡Jack!

Jack: ¿Qué sucede? -preguntó su marido, que entró en la cocina y se detuvo en seco-. Alguien te ha enfadado mucho.

Olivia: ¿Por qué dices eso?

Jack: Porque echas chispas por los ojos. Bueno, ¿qué he hecho esta vez?

Olivia: No eres tú, tonto.

Ella colgó el abrigo en el perchero de la entrada, junto a la bufanda, y metió los guantes y el gorro en uno de los bolsillos. Después, le dio un beso a Jack en la mejilla.

Mientras llenaba el hervidor eléctrico, Jack comenzó a guardar la compra.

Jack: ¿Me lo vas a contar, sí o no? -le preguntó con cautela-.

Olivia: Es por Dave Rhodes. Ese hombre es peor que un gusano.

Jack: Eso no es nada nuevo. ¿Qué ocurre? ¿Está en el pueblo? 

Sacó dos tazas de uno de los armarios y las puso sobre la encimera. Olivia puso dos sobrecitos de té Earl Grey en la tetera.

Olivia: No, o por lo menos que yo sepa. Y me alegro de que no esté aquí.

Jack: Estoy de acuerdo contigo, pero, ¿por qué estás enfadada?

Olivia: Ha dejado embarazada a una chica muy joven.

Jack arqueó las cejas.

Jack: ¿Y cómo lo sabes?

Olivia: La he conocido hace dos horas. Es joven, seguramente tiene veinte años menos que él, e inocente. O lo era, hasta que se cruzó con Dave. ¡A ese hombre deberían pegarle un tiro!

Jack: ¡Olivia! -se había quedado asombrado por la reacción de su mujer-. Eso no es propio de ti.

Olivia: Bueno, tal vez sea un poco drástico. Es que estoy tan furiosa que no puedo soportarlo.

Jack sonrió.

Olivia se puso en jarras y le lanzó una mirada fulminante.

Olivia: ¿Es que te parece divertido?

Jack: Bueno, lo de esa muchacha no, pero me alegra ver que tienes color en las mejillas, y que te brillan los ojos, aunque sea de indignación. -Entonces la abrazó y la besó. Cuando por fin la soltó, apoyó la frente en la de ella y susurró-: Y es un gran placer saber que tu indignación no va dirigida a mí.

Olivia: Yo nunca he estado tan enfadada como ahora contigo, Jack Griffin.

Jack: Bueno…

Olivia: ¿Cuándo?

Jack: Me acuerdo de una vez que quisiste echarme de casa…

Olivia: Yo nunca habría hecho tal cosa -afirmó cruzándose de brazos-. 

Entre los dos habían encontrado el modo de que funcionara su matrimonio, el modo de alcanzar un compromiso entre la naturaleza de Jack, que era un perezoso, y la de ella, activa y ordenada.

Jack: Tienes suerte de que te quiera tanto -susurró-.

Olivia: ¿Y eso por qué?

Jack: Porque estarías perdida sin mí.

Olivia: Jack…

El hervidor comenzó a hervir, y su silbido agudo hizo que los perros de la casa de al lado se pusieran a aullar. Ella intentó zafarse de él, pero Jack la sujetó con fuerza.

Jack: Admítelo -insistió-. Estás loca por mí.

Olivia: Muy bien, de acuerdo, estoy loca por ti.

Jack: Y estarías perdida sin mí.

Olivia: ¡Jack!

Él sonrió como un colegial y la soltó. Entonces, ella apagó el hervidor y vertió agua en la tetera. Después puso en un plato dos de las galletas que había hecho con Leif, su nieto, unos días antes. Una tenía forma de árbol de Navidad, y la otra era una estrella.

Justo cuando estaba a punto de servir el té, sonó el teléfono.

Jack: ¿Quieres que responda yo? -le preguntó desde la habitación contigua-.

En la pantalla del teléfono vio que era Grace.

Olivia: Yo lo haré. Feliz Navidad -dijo cuando descolgó el auricular-.

Grace: Feliz Navidad. Te llamo para contarte las novedades.

Olivia: Muy bien. Vamos, ponme al día.

Grace: Todo va perfectamente.

Olivia: ¿Vanessa está descansando?

Grace: La última vez que la vi estaba dormida, y eso fue hace cinco minutos. Debe de estar agotada. Me dijo que no había dormido demasiado ayer.

Olivia: Entonces, ¿está en el apartamento, o en casa?

Grace: En el apartamento. La hija de Cliff y su familia ya están aquí, así que…

Olivia no estaba del todo cómoda con la idea de dejar sola a Vanessa, pero seguramente era lo mejor. Así, la muchacha podría descansar con tranquilidad.

Grace: Hay algo raro…

Olivia: ¿Qué? 

Grace: Bueno, sin motivo, ayer se me ocurrió hacer limpieza en el apartamento. Cal se fue hace unas semanas, así que puse sábanas limpias en la cama, y toallas recién lavadas en el baño. Era como si… como si estuviera esperando a Vanessa.

Aquello era demasiado místico para Olivia.

Olivia: Me alegro muchísimo de que las cosas vayan bien -murmuró-.

Grace: A ella también le gustan mucho los animales.

Aquello no sorprendió a Olivia. Tenía la sensación de que Vanessa era sensible, de buen corazón, interesada por los demás.

Grace: En cuanto entró en el establo, quiso ver a todos los animales del belén.

Olivia: No permitiste que se acercara a la dromedaria, ¿verdad?

Grace: No, y yo tampoco lo hice. Esa bestia va a tener que morderle el brazo a otro.

Olivia: Sí, estaría muy bien que mordiera a Dave -murmuró-.

Grace se echó a reír, pero rápidamente volvió a ponerse seria.

Grace: Escucha, Vanessa está preocupada por algo, y me gustaría contártelo.

Olivia: Claro, dime.

Grace: Tiene tres hermanos mayores que seguramente están de camino hacia aquí, para buscarla.

Olivia: ¿Y ella quiere que la encuentren?

Grace: Creo que sí, pero también quiere hablar con Ben y Charlotte antes que ellos.

Olivia: No estará intentando proteger a Dave, ¿verdad?

Grace: No, no creo. Tiene miedo de que sus hermanos se empeñen en que se case con Dave, porque no quiere hacerlo. A estas alturas, ya se ha dado cuenta de que está mejor sin él.

Olivia: Sabia decisión.

Grace: Sí, pero ha tenido un precio alto, ¿no te parece?

Olivia: Pues sí. Ha sido una lección con consecuencias de por vida.

Grace: Parece que todos aprendemos las cosas del modo más duro.

Olivia: Yo sí.

Y sus hijos también, pensó Olivia. Justine y James. Como siempre, sobre todo en aquellas fiestas, pensó en Jordan, el hijo a quien había perdido aquel verano de tantos años atrás. El mellizo de Justine.

Olivia: ¿A qué hora van a ir a tu casa Maryellen y Kelly? -preguntó, cambiando de tema-.

Aunque Vanessa iba a alojarse en el establo de Grace, Olivia pensó que tal vez debiera invitarla a cenar, para que la muchacha se sintiera bien acogida por la familia de Ben. La hija de Cliff, Lisa, su marido y su niña, April, habían ido a hacer unas compras de última hora, y no iban a aparecer hasta más tarde.

Grace: Mis hijas vendrán sobre las seis.

Olivia: ¿Y vas a ir directamente a la iglesia después de cenar?

Grace: Ése es el plan. Iba a invitar a Vanessa a que se uniera a nosotros.

Olivia: ¿A la cena o a la misa?

Grace: A las dos cosas, en realidad. Aunque ahora tengo mis dudas.

Olivia: ¿Por qué?

Grace: Porque no sé si será demasiado para ella. Tengo cinco nietos que van a estar pululando por toda la casa. Ya sabes que los niños forman mucho alboroto, y sobre todo en Nochebuena.

Olivia: ¿Puedo hacer algo por ella? ¿Crees que debería pedirle que viniera a cenar aquí?

Grace: No sé… Hablaré con ella cuando se despierte, y te llamaré.

Olivia: Gracias. Y dile que no se preocupe por sus hermanos.

Grace: Lo haré.

Olivia: Nos vemos esta noche.

Grace: Sí, hasta luego.

Después de colgar, Olivia sirvió el té y las galletas y llamó a Jack. Él abrió unos ojos como platos al entrar en la cocina.

Jack: ¿Galletas? ¿Para mí? No tenías que haberte molestado.

Olivia: Todavía puedo guardarlas en la lata otra vez.

Jack: Oh, no, no -atrapó la estrella y le mordió una punta-. ¿A qué se debe el honor?

Olivia: He comido empanada y tarta, así que estaba intentando ser justa.

Sabiendo que su mujer era muy disciplinada con las comidas, Jack se llevó otra sorpresa.

Jack:¿Tú has comido empanada y tarta?

Olivia: Goldie me obligó.

Jack: Goldie. ¿Quieres decir que Will te llevó a comer al Pancake Palace?

Olivia: Sí, porque yo se lo pedí.

Jack se recostó en el respaldo de la silla y tomó también la galleta del árbol.

Jack: Invitarte a salir resulta muy barato.

Olivia: No necesariamente.

Jack: Bueno, ¿lo has pasado bien con Will? -le dio un sorbito a su té-. 

Jack sabía que la relación de Olivia con Will había sido difícil algunas veces.

Olivia: Sí, aunque estoy un poco preocupada. Está interesado en Shirley Bliss, una artista de la zona.

Jack: No está casada, ¿verdad?

Olivia: Es viuda.

Jack se encogió de hombros.

Jack: Entonces, no pasa nada porque salga con ella.

Olivia: Estoy de acuerdo, pero no sé si puedo fiarme de mi hermano. Me duele reconocerlo, pero… Quiero que le salgan bien las cosas aquí. Está empezando de nuevo, y a estas alturas de su vida, eso no puede ser fácil.

Jack: Me imagino que no. A propósito, ¿quién ha llamado?

Olivia: Grace. Ha telefoneado para ponerme al día con respecto a Vanessa.

Jack: ¿Algún problema?

Olivia: No, pero me dijo que estuviéramos sobre aviso, porque tiene tres hermanos que están muy enfadados con todo este asunto y que a lo mejor aparecen en el pueblo. No estaría mal que se encontraran con Dave.

Jack: Dudo que él permita que lo encuentren. Y creo que deberíamos concentrarnos en esa joven, ¿no te parece?

Él lo dijo en un tono suave, pero Olivia se sintió reprendida.

Olivia: Sí. Y también en su bebé.




🎄🎅MERRY CHRISTMAS🎅🎄


viernes, 23 de diciembre de 2022

Capítulo 7


Mike apretó los dientes. Eran más de las dos, y en Tacoma, los coches iban pegados los unos a los otros.

Chris: Ahí está la salida -dijo señalando el cartel que avisaba de la salida para la Autopista 16-.

Mike exhaló un suspiro de alivio. Se estaban acercando, y cuando encontraran a Vanessa, él pensaba decirle cuatro cosas. No podía marcharse de aquella manera, y menos a dos semanas del parto. No era seguro.

Apretó los dientes al darse cuenta de que con quien estaba molesto de verdad era con Dave Rhodes y no con su hermana. Si Mike pudiera estar cinco minutos a solas con aquel desgraciado…

Mike: Seguro que está casado -murmuró-.

Chris: ¿Quién? -preguntó mirándolo con curiosidad-.

Mike: Dave Rhodes. ¿Quién iba a ser?

La salida se aproximaba rápidamente, y aunque todavía les quedaban treinta kilómetros para llegar, el tráfico sería más fluido cuando hubieran salido de la carretera nacional.

George: No, no lo está -dijo desde el asiento trasero-.

Mike: ¿Cómo lo sabes? -preguntó mirando hacia atrás, brevemente, por encima del hombro-.

George: Me lo dijo Vanessa.

Chris: Seguramente le mintió, como en todo lo demás.

George: No.

Chris: ¿Por qué estás tan seguro?

George: Porque lancé una búsqueda sobre él en Internet. Es todo información pública: Dave Rhodes vive en California, y se ha divorciado dos veces. Sus dos matrimonios y sus dos divorcios están recogidos en el Departamento de Archivos de California.

Chris: Entonces, ¿ha estado casado más de una vez? 

George asintió.

George: Sí, según lo que yo he leído. Aunque no creo que Vanessa sepa nada de la segunda vez.

Aquello era interesante, y Mike lamentó no haberse enterado antes.

Chris: ¿Encontraste algo más? -le preguntó mientras tomaba la salida a la autopista-. 

Tal y como esperaba, el tráfico era más fluido en aquella vía.

George: Su primera ex mujer, que ahora vive en Florida, ha tenido problemas para cobrar la manutención de su hija.

Mike cabeceó.

Mike: No me sorprende. ¿Cuántos hijos tiene?

George: Sólo esa niña.

Chris: ¿Y Vanessa sabe que es un desgraciado? 

George: Yo no se lo he contado. No veía ningún motivo para entristecerla más todavía.

Chris: Buena idea. -Se inclinó hacia delante y miró hacia el cielo por el parabrisas-. Está empezando a nevar otra vez. Dijeron por la radio que va a caer diez centímetros.

Mike: Nieve -murmuró-.

George: Nieve -repitió con entusiasmo-. Va a hacer felices a muchos niños.

Chris asintió.

Chris: Sí, vamos a tener una blanca Navidad.

George: ¿Qué le vas a decir a Vanessa cuando la encontremos? -le preguntó a Mike-.

Mike: No nos preocupemos de eso ahora. Lo principal es que vamos a llevarla a casa.

George: ¿Y si no quiere volver con nosotros?

Mike: ¿Y por qué no iba a querer? Somos su familia, y es Nochebuena. Vanessa tiene que estar con nosotros. Además, el bebé puede nacer en cualquier momento -miró a George por el retrovisor-. ¿Desde hace cuánto sabías que Vanessa iba a tener un hijo?

George apartó la mirada y se encogió de hombros.

Mike: Te lo dijo en cuanto lo supo, ¿verdad? 

George carraspeó.

George: Tal vez.

Mike: ¿Y cuándo fue eso?

George: Pronto. Yo me enteré antes que Dave.

Chris: ¿Te lo dijo tan pronto? -preguntó indignado-. ¿Y por qué te lo dijo a ti y a mí no?

George: Porque tú se lo dirías a Mike. Ella quería mantenerlo en secreto tanto como fuera posible.

Mike no entendía aquello. ¿Por qué no había confiado Vanessa en él como había confiado en George? Aunque él se enorgullecía de su estoicismo, aquello le dolía.

Chris tamborileó los dedos sobre el salpicadero.

Chris: ¿Te contó cómo se tomó Dave Rhodes la noticia?

George: Sí. Me dijo que aparentemente se había alegrado.

Mike: Claro, ¿por qué no? -preguntó con sarcasmo-. Después de todo, a él no iba a causarle ningún inconveniente este embarazo.

George: Creo que por eso ha podido engañar a Vanessa durante todo este tiempo.

Mike: Sí. Seguramente tienes razón.

George: Yo se lo advertí, ¿sabéis? -dijo pensativamente-.

Mike: ¿Cuándo?

George: Cuando empezó a salir con ese tipo.

Mike: ¿Sabías lo de Dave Rhodes antes de que Vanessa se quedara embarazada? -preguntó sin dar crédito-. 

Era evidente que Vanessa se lo había contado todo a George, y George se lo había callado. Si él no tuviera tanta curiosidad por saber todo lo que sabía su hermano, se habría enfadado.

Chris: ¿Y cuándo lo conoció? 

George: Rhodes trabajaba en la misma compañía de seguros que ella, pero en la sede principal de la empresa, que está en San Francisco. En algo relacionado con las finanzas.

Su hermana trabajaba en el departamento contable, así que eso tenía sentido.

Mike: Debería haberse puesto a trabajar en la oficina de nuestro taller, tal y como yo le pedí -dijo no por primera vez-. 

Aquello era lo que le había sugerido a su hermana cuando ella había dejado los estudios.
Aunque, por su reacción, cualquiera habría pensado que le había propuesto a Vanessa que fuera una esclava. Él nunca había entendido sus objeciones. Mike estaba dispuesto a pagarle un buen sueldo, a darle vacaciones pagadas y días de asuntos propios y bajas por enfermedad. Además, el trabajo en sí no era exactamente agotador.

Sin embargo, Vanessa lo había rechazado de plano. Ni siquiera había pensado en trabajar en el taller de sus hermanos. Mike lamentaba no haberse impuesto en aquel asunto, después de ver todo lo que había sucedido. Tal vez ella tuviera casi veinticuatro años, pero todavía necesitaba su protección.

A medida que se acercaban a Narrows Bridge, comenzó a ponerse de buen humor. Sí, Vanessa lo necesitaba, y él estaba seguro de que, a aquellas alturas, estaría dispuesta a admitirlo. Ella dependía de sus tres hermanos mayores.

La idea de George de llevarle regalos había sido muy buena, porque seguramente la aplacaría y le demostraría que ella significaba mucho para los tres. Las mujeres, al menos por su experiencia, respondían bien a los regalos.

Salvo que seguramente aquélla era la misma técnica que había usado Dave Rhodes.

Mike: ¿Él le hizo regalos? -preguntó con el ceño fruncido-.

George: Si te refieres a Rhodes, entonces sí, le hizo unos cuantos.

Mike: ¿Como por ejemplo?

George: Le envió flores un par de veces.

Mike: ¡Flores! 

George: Al principio, sí. Y después, cuando se quedó embarazada, unos pendientes -explicó con una carcajada seca-. Le dijo que eran de brillantes, pero se soltó uno y yo se los llevé a Fred para que se los arreglara. Le pedí que comprobara si eran buenos.

Fred's era la joyería donde la familia Hudgens había comprado durante años.

Mike: Y eran falsos, ¿verdad?

George: Claro, como el mismo Dave Rhodes.

Chris se dio la vuelta y miró a George.

Chris: No se lo dirías a Vanessa, ¿verdad?

George: No. No quería causarle más pena.

Mike: Tal vez ella ya lo sabe. 

Tal vez su hermana fuera ingenua, pero no era estúpida.

George: Creo que pensó en empeñarlos -murmuró bajando la voz-. Al final no lo hizo, así que tal vez se lo imaginó…

La idea de que su hermana entrara en una casa de empeños con aquellos patéticos pendientes le causó una punzada de dolor en el estómago a Mike.

Mike: Si necesitaba dinero, ¿por qué no me lo pidió?

George: Eso tendrás que preguntárselo tú.

Mike: Pienso hacerlo. ¿Y para qué necesita dinero, de todos modos?

George: Quiere su propio apartamento.

Nadie tenía que recordárselo a Mike. Vanessa se lo decía a la menor oportunidad. Sin embargo, ya no iba a suceder. Con un bebé en camino, ella no iba a marcharse de la casa familiar en un futuro próximo.

A Mike le gustaba aquella idea. Así podría cuidarla a ella y al bebé, también. Aunque se casara con Jillian, algo que no era del todo seguro, la casa era lo suficientemente grande para todos. Su sobrino necesitaría influencia masculina, y él tenía intención de dársela.

Chris: ¿Cuánto queda para llegar? -preguntó por enésima vez-.

George señaló al cielo.

George. Eh, mirad. Está nevando cada vez más.

Mike: ¿Es que crees que no me había dado cuenta? 

A él no le preocupaba mucho conducir con mal tiempo. El problema eran los demás conductores. En Seattle no nevaba a menudo, y mucha gente no sabía cómo arreglárselas en la carretera.

Chris: Eh -dijo cuando se acercaban a la primera salida para Cedar Cove-. Ya estamos aquí.

Mike: Muy bien -como no tenía información específica sobre a qué lugar debían ir, tomó aquella salida-.

Chris: Y ahora, ¿adónde vamos?

Mike: Sé lo mismo que tú. Haremos lo que ha debido de hacer Vanessa. Buscaremos a la familia de Dave. Seguramente, nuestra hermana estará con ellos.

Chris asintió.

Chris: Está claro que nosotros no necesitamos una estrella que nos guíe.


miércoles, 21 de diciembre de 2022

Capítulo 6


Olivia salió de la biblioteca, sola, de mala gana. Aquellos días andaba muy débil, y tenía más sentido que Vanessa se alojara en casa de Grace. Sin embargo, Olivia sentía ciertas obligaciones hacia aquella joven vulnerable.

Olivia nunca había sentido nada positivo hacia su hermanastro, y aquella situación no mejoraba su opinión de él. El hijo de Ben podía ser mentiroso y cruel. Ella sabía muy bien que Dave le había mentido a Vanessa Hudgens. Ciertamente, se necesitaban dos personas para que una mujer quedara embarazada, pero Olivia también sabía que Dave se habría presentado de una manera muy distinta a como era en realidad, y peor todavía, que finalmente había huido de cualquier responsabilidad hacia Vanessa y su hijo. No era de extrañar que la familia de la chica estuviera alterada. Olivia también lo estaría.

Aparcó junto a la galería de arte que su hermano había comprado y estaba reformando. Olivia había sido quien le había sugerido que la comprara, y parecía que había sido una buena decisión para él.

Will la estaba esperando en la puerta.

Will: ¡Liv! -exclamó, y acudió hacia ella con los brazos abiertos-. ¡Feliz Navidad!

Olivia: Lo mismo digo -respondió sonriéndole-.

Su hermano, aunque tuviera más de sesenta años, seguía siendo un hombre guapísimo. Se había divorciado y estaba jubilado, y había dejado atrás su antigua vida en Atlanta para reinventarse a sí mismo. Al principio, Olivia no había tenido fe en sus motivaciones, pero, poco a poco, él se había hecho valorar y se había convertido en un miembro activo de la comunidad, y de su familia una vez más.

Will: Quería darte un tour por la galería -la condujo al interior-.

La última vez que Olivia había visitado la galería de arte del pueblo, la directora era Maryellen Bowman, la hija de Grace. Maryellen había tenido que dejar el puesto debido a un embarazo complicado, y con su marcha, el negocio había decaído rápidamente, y la galería se había puesto a la venta.

Olivia miró a su alrededor y apenas pudo creer que hubiera cambiado tanto.

Olivia: ¿Has hecho todo esto tú solo en menos de un mes?

Aquel lugar ya no se parecía nada a la vieja Harbor Street Gallery. Antes de que Will se hiciera cargo del local, las obras de arte estaban dispuestas de un modo sencillo y directo. Las pinturas y las fotografías en las paredes, las esculturas sobre mesas.

Will había instalado vitrinas de cristal y las había iluminado con un sistema cuidadosamente diseñado. Una de las paredes estaba cubierta por una enorme colcha, distinta a cualquier cosa que Olivia hubiera visto antes. A primera vista, le transmitió la sensación de que era de fuego.

Desde cerca parecía abstracta, con colores fuertes y formas surrealistas, arremolinadas. Sin embargo, al alejarse, Olivia distinguió la imagen que se formaba de repente. Era un dragón fiero, furioso, rojo, que expulsaba llamaradas de color dorado, morado y naranja, de satén, contra un fondo de árboles, agua y carreteras serpenteantes.

Will: Es de Shirley Bliss. Tardé meses en convencerla para que me permitiera exponerla aquí. Sólo la tengo hasta Año Nuevo.

Olivia: Es magnífica -no podía apartar los ojos de la colcha-.

Will: Pero no se vende.

Olivia: Es una pena.

Will asintió.

Will: Ella la ha bautizado como Muerte. La creó poco después de que su marido muriera en un accidente de moto -le explicó a Olivia, y la tomó del brazo-. ¿Sientes la ira y el dolor que transmite?

Parecía que la colcha vibraba de emociones que Olivia reconocía, porque las había sentido en su propia vida. Veinte años antes, su hijo de trece años se había ahogado, y sólo unas semanas antes, le habían diagnosticado un cáncer. Cuando había oído al médico pronunciar aquella palabra, había sentido el impulso de contradecirle. Aquello no podía estar sucediéndole a ella. Debía de haber algún error.

La incredulidad se había transformado en ira ante la injusticia de todo aquello. Después llegó una especie de entumecimiento, y después el dolor, y finalmente la resignación. Con la muerte de Jordan y con su cáncer, había experimentado una tremenda pérdida, que le había causado miedo a perder más cosas.

En aquel momento, luchando contra su cáncer, había encontrado cierta serenidad, cierta paz. Aquella aceptación la había conseguido con el amor y la ayuda de su marido, Jack, de su familia y de su mejor amiga de toda la vida, Grace.

Después de darle una vuelta rápida por la galería para admirar las piezas que se exhibían, Will la llevó hacia la puerta.

Will: ¿Dónde quieres ir a comer? A cualquier sitio del pueblo. Te invita tu hermano mayor.

Olivia: Bueno, pues como tienes tanto dinero en los bolsillos, llévame al Pancake Palace.

Will arqueó las cejas.

Will: ¿De veras?

Olivia: Sí, de veras.

El Pancake Palace era uno de sus locales favoritos, y durante aquellos dos últimos meses lo había echado de menos. Grace y Olivia siempre se habían reunido allí, y Goldie, su camarera favorita, les había servido patatas fritas y refrescos desde que eran adolescentes. Algunos de sus momentos más importantes habían sucedido en el Pancake Palace. Allí, Grace había admitido a los dieciocho años que estaba embarazada, poco antes de su graduación.

Años después, con un café y entre lágrimas, Olivia había confesado que Stan le había pedido el divorcio después de la muerte de Jordan. Y más tarde, Olivia le había dicho que la habían nombrado juez. El Pancake Palace tenía muchos recuerdos para ellas, buenos y malos.

Will: ¿Al Pancake Palace? Puedo invitarte a un sitio mejor, ¿eh?

Olivia: Tú me has preguntado, y ésa es mi elección.

Will asintió.

Will: Entonces, vamos allá.

Will llevó el coche hasta el Pancake Palace, y allí, le abrió la puerta a Olivia para que bajara. Cuando ambos entraron en la cafetería, Goldie apareció rápidamente y abrazó cariñosamente a Olivia.

Goldie: Dios mío, qué alegría me da verte -dijo la mujer, que debía de tener más de setenta años y podía ser descrita como «malhumorada»-.

Olivia: Feliz Navidad, Goldie -murmuró asombrada por aquella exhibición de afecto-. 

Goldie se sacó un pañuelo del bolsillo del uniforme rosa y se secó los ojos.

Goldie: No estaba segura de si volvería a verte.

Olivia: Oh, Goldie…

Goldie: No sé qué habríamos hecho Grace y yo sin ti. -Después de sonarse la nariz, volvió a guardarse el pañuelo, tomó la cafetera del mostrador e hizo un gesto que abarcó todo el local-. Podéis sentaros donde queráis.

Olivia: Gracias, Goldie.

Se sentía verdaderamente conmovida, porque Goldie mantenía un control estricto sobre los sitios y quién se sentaba en ellos.

Olivia eligió la mesa que ocupaba siempre con Grace, y se sintió bien al notar que el vinilo rojo del asiento crujía bajo su peso. Cerró los ojos e inhaló el aroma del sirope de arce y del café que todavía permanecía en el ambiente, aunque ya hubiera pasado la hora del desayuno.

Goldie les llenó las tazas de café automáticamente.

Goldie: Tenemos pavo con toda la guarnición, si os interesa.

Olivia todavía no tenía demasiado apetito.

Olivia: ¿Cuál es la sopa del día?

Goldie frunció el ceño.

Goldie: No vas a tomar sólo sopa.

Olvia: Pero…

Goldie: Mírate. Estás muy delgada. Si no quieres comer demasiado, entonces te sugiero la empanada de pollo estofado.

Will: A mí me parece bien.

Olivia: De acuerdo. Yo también tomaré la empanada.

Goldie: Buena elección -dijo mientras lo anotaba en su libreta-.

Olivia: Me alegra que la apruebes.

Goldie: También vas a tomar tarta de manzana con helado.

Olivia: ¡Goldie!

Goldie se puso una mano en la cadera y la miró con cara de pocos amigos.

Goldie: Después de tantos años, deberías saber que no hay que discutir conmigo -sentenció, y se giró hacia Will-. Y eso va también por ti, jovencito.

Will alzó las manos en señal de rendición y Olivia tartamudeó.

Olivia: Muy bien -dijo, sonriendo, a pesar de que estaba haciendo esfuerzos por mantenerse seria-.

Goldie se marchó a pedir la comida y Will sonrió también.

Will: Me parece que te han puesto en tu sitio.

Olivia: A mí también.

Sin embargo, era muy agradable saber que la habían echado de menos. A Grace le encantaría oír aquella historia, y Olivia tomó nota de que debía contársela aquella tarde, cuando salieran de la misa de Nochebuena.

Mirando por la ventana, Olivia observó el muñeco de nieve pintado a mano, rodeado de copos de nieve que caían del cielo. Will estaba sentado junto a un cristal con un reno de enormes ojos. Había una pequeña flor de Pascua en cada mesa, y la cafetería estaba llena de detalles y sonidos navideños, como O, Little Town of Bethlehem, cuya melodía se oía suavemente de fondo.

Olivia: ¿Estás seguro de que no quieres venir a comer con nosotros mañana? -le preguntó a su hermano-.

Will: Te lo agradezco mucho, pero tú todavía no estás lista para tener invitados.

Olivia: Esta noche van a venir Justine y su familia. Mañana sólo vamos a estar Jack y yo.

Will: Exacto. No necesitáis una carabina.

Olivia: No sería así -protestó-. Detesto la idea de que pases solo la Navidad.

Will se apoyó en el respaldo.

Will: ¿Y por qué crees que la voy a pasar solo?

Olivia: ¿Quieres decir que no la vas a pasar solo? -Él se encogió de hombros-. Will… Estás saliendo con alguien, ¿verdad? -El hecho de que su hermano fuera tan misterioso no era un buen presagio-. Vamos. Cuéntamelo.

Will: No es lo que estás pensando.

Olivia: No estará casada, ¿verdad?

Will: No.

Aquello, al menos, era un alivio.

Will: He hecho borrón y cuenta nueva, Liv, y voy a seguir así.

Olivia lo esperaba con toda su alma.

Olivia: Dime quién es -insistió-.

Su hermano se relajó y apoyó ambas manos sobre la mesa.

Will: He salido con Shirley Bliss unas cuantas veces.

Shirley Bliss. Era la artista que había creado el dragón que escupía fuego, dolor e ira.

Olivia: Shirley -susurró-. La dama dragón.

Will: Exacto. Sólo nos estamos conociendo, pero estoy muy impresionado con ella. Es alguien a quien me gustaría conocer mucho mejor.

Olivia: ¿Te ha invitado a pasar la Navidad en su casa?

Will: Bueno, no exactamente.

Olivia frunció el ceño.

Olivia: O te ha invitado o no te ha invitado.

Will: Digamos que todavía no me ha invitado.

Olivia: ¡Por Dios, Will! Hoy es Nochebuena. Si quisiera invitarte, ya lo habría hecho.

Will: Tal vez -dijo con una sonrisa-. En realidad, había pensado en pasarme mañana por su casa, a la hora de comer, con un regalito.

Olivia: ¡Will!

Will: Eh, no me regañes por intentarlo.

Olivia: ¿Va a estar sola?

Will hizo un gesto negativo.

Will: Tiene dos hijos adolescentes, una hija que tiene mucho talento para el arte y un chico que está en la universidad. A él no lo conozco todavía.

Antes de que Will pudiera continuar, apareció Goldie con dos empanadas de pollo. Les sirvió los platos, y después volvió con dos raciones de tarta de manzana con helado.

Goldie: Dejad sitio para esto.

Olivia: Me gustaría recordarte que no he pedido tarta -dijo fingiendo que no estaba de acuerdo-.

Goldie: Ya lo sé -respondió malhumoradamente-. Invita la casa. Considérame como tu elfo particular. Feliz Navidad.

Olivia: Feliz Navidad para ti también, Goldie la elfa.

Will tomó su tenedor y sonrió a Olivia.

Will: Me da la sensación de que van a ser unas Navidades muy alegres para todos nosotros.

Olivia tuvo la misma sensación, a pesar de, o tal vez, a causa, de su visitante inesperada.


domingo, 18 de diciembre de 2022

Capítulo 5


Vanessa no quería volver a Seattle sin ver a Dave ni a su familia, pero él no estaba en Cedar Cove, ni su familia tampoco. Ben y Charlotte Rhodes iban a llegar al día siguiente, por la tarde, pero mientras…

La idea de que sus hermanos fueran a ver a aquella pareja mayor y les dieran aquella noticia, les hicieran exigencias indignantes, hacía palidecer a Vanessa. Su situación ya era lo suficientemente incómoda sin que sus hermanos acudieran en su rescate como si fueran superhéroes. Y seguramente, ya estaban de camino hacia Cedar Cove…

Vanessa miró a su alrededor y se dio cuenta de que la biblioteca estaba a punto de cerrar. Lo único que podía hacer era despedirse amablemente de Grace Harding y volver a Seattle. La bibliotecaria se estaba acercando a ella, y Vanessa comenzó a levantarse de la silla.

De repente, la habitación comenzó a girar. Había tenido más mareos, pero no como aquél. Le daba vueltas la cabeza, y tenía la sensación de que iba a desmayarse. Intentó aferrarse a algo ciegamente para no caer al suelo.

Grace: ¡Vanessa!

De no haber sido porque Grace la sujetó a tiempo, se habría desplomado. Grace la ayudó a sentarse de nuevo, lentamente.

Grace: ¡Laurie -gritó-, llama a emergencias!

Ness: Por favor… no -susurró-. Estoy bien. De verdad, estoy bien.

Grace: No, no estás bien.

Un momento más tarde, la ayudante se acercó a ellas.

Laurie: Ya vienen para acá.

Totalmente mortificada, Vanessa inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Lógicamente, se había convertido en el centro de atención de toda la biblioteca. Todo el mundo la estaba mirando.

Grace le dio un vaso de agua, y ella lo aceptó con gratitud, porque tenía la garganta seca. Entonces oyó las sirenas que se acercaban a la biblioteca, y tuvo ganas de que se la tragara la tierra. Unos minutos después entraron dos sanitarios en la biblioteca, portando equipo médico. Al instante, uno de los hombres se arrodilló junto a ella.

**: Hola -le dijo el sanitario con calma-.

Ness: Hola -respondió débilmente-.

**: ¿Puedes decirme lo que ha pasado?

Ness: Me he mareado un poco. No era necesario que vinieran. Estoy bien.

Él hizo caso omiso de su comentario.

**: ¿Se puso en pie?

Ness: Sí. La habitación comenzó a dar vueltas y tuve la sensación de que me desmayaba.

Grace: Creo que se desmayó -dijo arrodillándose junto al hombre-. Yo la senté en la silla. Si no, se habría caído al suelo.

El sanitario miró fijamente a Vanessa. Tenía una mirada muy amable y, pese a la situación, ella se dio cuenta de que era un hombre atractivo, muy masculino, curtido. Debía de tener sólo unos cuantos años más que ella.

Zac: Me llamo Zac Efron. Y mi compañero es Brandon Hutton.

Ness: Yo soy Vanessa Hudgens.

Zac sonrió.

Zac: ¿Cuándo va a nacer tu bebé?

Ness: El siete de enero.

Zac: Más o menos dentro de dos semanas.

Ness: Sí.

Zac: ¿Has tenido otros mareos como éste?

Vanessa no quería confesar que sí los había tenido. Después de un momento, asintió.

Zac: ¿Hace poco?

Ella suspiró.

Ness: Sí.

Zac: Eso es común, ¿sabes? Tu cuerpo soporta mucha tensión por el bebé. ¿Has tenido algún estrés adicional?

Ness: Un poco.

Zac: ¿Por las fiestas?

Ness: No, en realidad no.

Zac: Soy nuevo en el pueblo. Creo que no te he visto por aquí -abrió el maletín de emergencia que había llevado a la biblioteca-.

Grace: Vanessa vive en Seattle -ahora estaba detrás de Zac, junto al otro sanitario-.

Zac: ¿Tienes familia en la zona?

Ness: No. Esperaba encontrarme con el padre de mi hijo, pero él no está aquí.

Zac: ¿Está en el ejército?

Ness: No. Yo entendí que su familia vivía en Cedar Cove, pero creo que ellos también están fuera del pueblo en este momento.

Grace: Ben y Charlotte Rhodes -murmuró-.

Zac se dio la vuelta para mirarla.

Zac: La madre de la juez, ¿no? Y su marido. Militar retirado.

Grace: Sí.

Ness: Dave Rhodes es el padre del niño. Ya no estamos juntos.

Dave le había dicho demasiadas mentiras, y Vanessa sabía por intuición que él no querría formar parte de la vida del bebé.

Zac no dijo nada mientras sacaba el tensiómetro y le ponía el manguito alrededor del brazo.

Zac: ¿Cómo te encuentras ahora?

Ness: ¿Aparte de mortificada?

Él sonrió.

Zac: Aparte.

Ness: Mejor.

Zac: Bien.

Entonces, él le tomó la tensión arterial.

Grace: ¿Cómo está? -preguntó con preocupación-.

Zac: No está mal. Sólo ligeramente elevada -se dirigió a Vanessa-. Lo mejor será que te relajes durante el resto del día. Guarda reposo y no hagas esfuerzos.

Ness: Lo intentaré.

Grace: ¿No tiene que ir al médico? Yo la llevaré a la clínica.

Ness: ¡No, no es necesario! Siento mucho causar tantas molestias. Me encuentro perfectamente.

Zac la miró, y debió de percibir la angustia que sentía.

Zac: Si descansas y te relajas, no tienes por qué ir al médico.

Ness: Gracias -susurró-.

Aunque la biblioteca estaba cerrando, de repente se abrieron las puertas y entró una mujer alta y majestuosa. Llevaba un abrigo de lana y una bufanda de punto roja, con gorro y guantes a juego.

Grace: Olivia. ¿Qué haces aquí?

Olivia: ¿Por qué está el coche de emergencias ahí fuera? -preguntó la recién llegada, y miró a Vanessa. Entonces, su expresión se volvió de alarma-. ¿Estás de parto?

Ness: No, no, sólo estoy un poco mareada -le aseguró-.

La mujer sonrió.

Olivia: Ya sabía quién eras, Vanessa. ¿Estás bien?

Grace: Te presento a Olivia, la hija de Charlotte Rhodes. Ella es la persona a la que llamé para que me dijera cuándo volvían Ben y Charlotte de vacaciones.

Ness: Ah -se encogió en la silla-.

Olivia: Dave Rhodes es mi hermanastro -sonrió comprensivamente a Vanessa-. Aunque, hasta el momento, no ha causado otra cosa que vergüenza a la familia. Ya veo que continúa igual. Aunque no pienses que te culpo a ti. Conozco demasiado bien a Dave.

Vanessa asintió sin decir nada, pero no pudo reprimir un sentimiento de culpabilidad y se ruborizó. Sí que tenía la culpa, por ser ingenua y enamorarse de un hombre como Dave, por ser descuidada y quedar embarazada, por permitir que las cosas llegaran tan lejos.

Grace: ¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó a su amiga por segunda vez-.

Olivia: He quedado con Will en la galería. Vamos a comer juntos. Vi el coche de emergencia aparcado aquí fuera y paré -se volvió hacia Vanessa de nuevo-. Temía que ocurriera algo así. Gracias a Dios, tenemos al joven Zac, aquí, y a su compañero -añadió, mirando a Brando, que estaba ayudando a una pareja mayor con las bolsas de la compra y un montón de libros-.

Vanessa no se sintió menos mortificada.

Ness: No debería haber venido -gimió-.

Olivia: Yo me alegro de que lo hayas hecho -dijo con firmeza-. Ben querrá saber que tiene un nieto.

Vanessa no se había esperado que todo el mundo fuera tan… agradable, tan amistoso. Ni que todos estuvieran tan dispuestos a aceptarla, a ella y a su dilema.

Ness: Es sólo que mis hermanos están disgustados, y empeñados en defender mi honra. A mí me parecía que era yo la que debía decírselo a la familia de Dave.

Olivia: Claro que sí.

Zac terminó de recoger sus cosas. Le puso una mano en la rodilla a Vanessa para llamar su atención. Cuando lo miró, ella se quedó asombrada de la preocupación que vio en sus ojos.

Zac: ¿Vas a hacer lo que te he dicho? Debes descansar, y procura no excitarte.

Vanessa asintió.

Zac: Si tienes algún otro problema, llama a emergencias. Estoy de guardia todo el día.

Ness: Lo haré, de veras. Muchísimas gracias.

Zac se puso en pie.

Zac: Ha sido un placer. Vas a ser una buena madre.

Vanessa tuvo que contener las lágrimas. Aquello era lo que más deseaba en el mundo: ser la mejor madre que pudiera. Su hijo iba a llegar al mundo con una desventaja de partida: su padre no tenía ningún interés en él, o en ella. Vanessa tendría que compensar a la criatura por aquella falta.

Ness: Gracias -susurró-.

Zac: Feliz Navidad -dijo antes de darse la vuelta para marcharse-.

Ness: Feliz Navidad.

Olivia: Tienes que descansar. ¿Cuándo comiste algo por última vez?

Ness: He tomado un descafeinado en Mocha Mama's antes de venir a la biblioteca.

Olivia: Tienes que comer.

Ness: Comeré en cuanto llegue a Seattle, de veras.

Tenía que resolver el problema de sus hermanos, pero llamaría enseguida a Mike y le diría que estaba de camino a casa.

Grace: ¿Has venido en coche? 

Ness: No, tomé el ferry.

Grace y Olivia se miraron.

Olivia: Creo que lo mejor sería que vinieras a casa conmigo. No sería ninguna molestia, y me encantaría tenerte de invitada.

Vanessa negó inmediatamente con la cabeza.

Ness: Yo… no puedo.

Aunque Olivia era pariente política de Dave, ella no quería inmiscuirse en sus Navidades. Olivia y su familia no necesitaban compañía inesperada. Olivia había dicho que Dave era una vergüenza para la familia, y la presencia de Vanessa sólo iba a empeorar las cosas. Olivia debía de tener planes de celebración, y Vanessa no quería estropeárselos.

Grace: No. Vas a venir conmigo. Ya lo he organizado todo.

Aquella invitación era igualmente agradable, y también innecesaria.

Ness: Gracias a las dos -dijo mientras se ponía en pie con dificultad-. No puedo imponerme de esa manera. Se lo agradezco muchísimo, pero voy a volver a Seattle.

Grace: Tonterías. Ya he hablado con mi marido, y él está de acuerdo conmigo.

Ness: Pero…

Grace la interrumpió.

Grace: No vas a molestar, te lo prometo. Van a venir mi nuera y su familia, pero tenemos un apartamento sobre el establo, completamente amueblado. En este momento está vacío, y puedes alojarte en él. Debes pensar en lo que te ha dicho Zac; es importante que estés tranquila, relajada.

Ness: Sí, lo sé, pero…

Olivia: ¿Estás segura? -le preguntó a Grace-. Porque también puede dormir en mi sofá cama.

Grace: Claro que estoy segura.

Ness: No quiero molestar en Navidad.

Grace: No vas a molestar, de verdad. Tú tendrás tu intimidad, y nosotros la nuestra. El establo está muy cerca de la casa, por si necesitas algo, y tiene teléfono.

La idea iba ganando aceptación por parte de Vanessa.

Ness: Tal vez pudiera quedarme… -murmuró-.

En cuanto estuviera instalada podría llamar a sus hermanos, y les explicaría que había decidido quedarse en Cedar Cove a pasar la noche. Además, estaba cansada y deprimida, y no le apetecía celebrar nada. Lo que de verdad quería era estar sola.

Por otra parte, sus hermanos necesitaban un descanso de ella y de sus problemas. Durante las últimas semanas, Vanessa sólo había sido una carga para ellos, y había causado tensión en la familia. Debido a ella, los tres habían estado peleándose constantemente.

Al día siguiente, por la noche, ella ya se habría reunido con Ben y Charlotte, y tal vez con Olivia y con el resto de los parientes de Dave. Ellos la ayudarían a resolver aquella situación sin la participación de sus hermanos.

Grace: Una cosa. Sólo hay una pequeña complicación.

Vanessa debería haber sabido que todo aquello era demasiado bueno para ser cierto.

Grace: El establo está ocupado, en este momento, por un variado grupo de animales. Hay un buey, varias ovejas, un burro y una dromedaria.

Ness: ¿Una dromedaria? 

Olivia: Una dromedaria con muy malas pulgas.

Grace asintió y señaló su brazo vendado.

Grace: Lo mejor es que no te acerques a ella.

Ness: Eh… son unos animales muy extraños para tener en un establo.

Grace: Oh, no nos pertenecen. Son para el belén viviente, que terminó anoche. Estamos guardándoselos a la iglesia.

Ness: Los animales no me molestan -dijo con una sonrisa-. Y yo no los molestaré a ellos.

Sonrió todavía más al pensar en que iba a pasar la Navidad en un establo, algo que otra Mary ya había hecho antes que ella.


viernes, 16 de diciembre de 2022

Capítulo 4


Chris: Mike -gritó desde la cocina-. 

El garaje, Automotor Hermanos Hudgens, había cerrado pronto aquel día, debido a que era fiesta.

Mike: Un minuto. ¿Dónde está Vanessa?

Habían buscado por la casa, y no la habían encontrado. Sabían que ella se había tomado aquel día libre. ¿Tal vez había ido a los grandes almacenes? ¿O a visitar a su amiga Brittany?

Chris: ¡Si vienes a la cocina, lo averiguarás!

Mike y George siguieron la recomendación de su hermano y entraron en la cocina. Chris le entregó un papel a Mike.

Chris: Toma. Estaba detrás de la cafetera. Debe de haberse caído.

Cuando leyó la nota, Mike la tiró al suelo y apretó los puños.

Mike: Es lo más estúpido que podía haber hecho.

George: ¿Qué? 

Chris: Vanessa ha decidido ir a Cedar Cove sola.

Mike: ¿Sola?

Chris: ¿No has oído lo que te he dicho?

Mike: Es cierto -le dijo a su hermano menor-. No puedo creer que haya cometido semejante tontería.

George: Nosotros somos los que la hemos empujado a hacerlo. 

Se dejó caer en una de las sillas de la cocina y se pasó los dedos entre el pelo negro.

Chris: ¿Qué quieres decir? 

Mike: Explícate.

Chris: ¿Es que no lo entendéis? Con todo lo que le hemos dicho acerca de enfrentarse a Dave y obligarle a hacer lo correcto, lo honorable. Ese hombre no tiene nada de honorable. ¿En qué estábamos pensando?

Mike: Lo que estábamos pensando -respondió con ira- es que ese tal Dave Rhodes va a pagar lo que le ha hecho a nuestra hermana pequeña —después miró a sus hermanos fijamente, y se aseguró de que lo entendieran.

Cuando sus padres murieron, Vanessa sólo tenía diecisiete años. Mike, el mayor, había pasado a ser su tutor legal, porque no tenían más familia en la zona. En aquel momento, la responsabilidad le había pesado mucho sobre los hombros. Había hablado con sus dos hermanos y les había pedido ayuda para criar a su hermana pequeña. O al menos, para terminar el trabajo que habían comenzado sus padres.

Los dos hermanos estuvieron de acuerdo en cuidar de Vanessa. Todo había salido bien. Vanessa se había graduado en el instituto en mayo de aquel año, y los tres hermanos habían ido a la ceremonia. Incluso le habían hecho una fiesta.

En otoño, Mike había ido con Vanessa a la escuela universitaria de la comunidad y la había matriculado. Ella no se había tomado muy bien que la acompañara, pero Mike no estaba dispuesto a permitir que fuera al campus ella sola. ¿Una chica tan mona como ella? ¿Con todos aquellos universitarios lujuriosos sueltos? No. Él sabía cómo eran los chavales de dieciocho años. Y además, se había empeñado en que Vanessa se matriculara en cursos prácticos, no en las cosas divertidas que enseñaban ahora.

Todos los hermanos se habían sentido orgullosos de lo bien que iba Vanessa en los estudios. Y todos habían desaprobado que dejara la escuela y se pusiera a trabajar en una compañía de seguros. Mike se había tenido que morder la lengua más de una vez. Le había dicho que de aquel trabajo no iba a sacar nada en claro.

El problema con Vanessa era que estaba ansiosa por marcharse. Ya no quería vivir en la casa familiar. Durante todo el año anterior había hablado incesantemente de ir a vivir a un sitio nuevo.

Mike no entendía aquello, tampoco. Aquélla era su casa. Mike se ocupaba de que Vanessa no tuviera que hacer todo el trabajo doméstico. Cada uno hacía su parte para mantener el funcionamiento de la casa, así que ése no era el motivo por el que ella quería irse de allí.

No. Vanessa tenía un intenso deseo de independencia. De ellos.

Tal vez se hubieran pasado un poco de la raya en lo concerniente a las citas de su hermana. En realidad, Mike no creía que existiera un hombre lo suficientemente bueno como para estar con su hermana. Vanessa era especial.

Entonces, ella había conocido a aquel Dave Rhodes. Mike nunca había podido averiguar lo que había ocurrido exactamente. Vanessa no había mencionado a aquel tipo ni una sola vez durante los seis meses que había estado saliendo con él. Lo único que había notado Mike era que Vanessa estaba muy feliz, y que de repente se había deprimido. Entonces había empezado a tener cambios de humor. Se ponía contenta, y luego triste, y después contenta otra vez. Nada de aquello tenía sentido, hasta que habían sabido que había un hombre de por medio.

Y, aunque Vanessa fuera a tener un hijo de aquel hombre, Mike no lo había conocido todavía. Pensándolo bien, tal vez aquello fuera lo mejor, porque a Mike le encantaría romperle la cara.

Chris: ¿Qué vamos a hacer ahora? 

Mike: Tenemos que ir a buscarla a Cedar Cove.

George: Espera un momento -dijo alzando la mano-.

Mike: ¿Qué?

George: Vanessa se marchó porque estaba enfadada.

Mike: Bueno, pues que lo esté. Cuando nosotros lleguemos a Cedar Cove, tal vez las cosas sean muy distintas. A mí me parece que a lo mejor se alegra mucho de vernos.

George: Tal vez. ¿Pero y si no se alegra? ¿Qué hacemos?

Mike frunció el ceño.

Mike: La traeremos a casa de todos modos.

George: Tal vez no quiera venir.

Mike: Vendrá. 

No estaba dispuesto a permitir que su hermana pasara la Navidad con unos extraños.

George: Si vamos a verla con exigencias, se empeñará más en quedarse allí.

Chris: ¿Y se te ocurre alguna otra idea? 

George: Deberíamos llevarle regalos.

Mike: ¿Por qué? 

George: Ella tiene que saber que la queremos, y que estamos muy contentos de que vaya a nacer el bebé.

Mike: Claro que estamos muy contentos por el bebé. Es de nuestra sangre, nuestro sobrino.

Chris: Espera un minuto -murmuró pensativamente-. George tiene razón. Tal vez si le llevamos regalos, sabrá que estamos preocupados por ella y por el niño. Sabrá que nos importa mucho. Queremos que esté con nosotros en Navidad, ¿no?

Mike asintió.

Mike: De acuerdo. A todas las mujeres les gustan los regalos. Cada uno le comprará uno.

Los tres fueron a sus habitaciones después de haber acordado que volverían a reunirse en la cocina cinco minutos más tarde. Mike había pedido por Internet, semanas antes, unas pelotas de fútbol, baloncesto y béisbol en miniatura para su sobrino. Al principio pensó que iba a llevarle la pelota de fútbol, pero después lo pensó mejor. Le había estado diciendo a Vanessa que ahorrara, y para animarla, le había comprado una moneda de oro que pensaba regalarle en su cumpleaños, en febrero. Perfecto. Se metió la moneda en el bolsillo y bajó a la cocina.

Mike: ¿Estáis listos? -les preguntó a sus hermanos-.

Chris: Sí.

George: Yo también.

Los tres salieron de casa y subieron al pick-up de Mike.

Mike: ¿Tenéis los regalos?

Chris: Sí. Yo le voy a regalar un perfume.

Mike: Buena idea. ¿De dónde lo has sacado?

Chris: Lo había comprado para Annie, pero como lo hemos dejado…

Mike: ¿George? 

George: Incienso.

Mike: ¿Qué?

George: Incienso. A ella le gustan esas cosas. De todos modos, iba a ser parte de su regalo de Navidad.

Mike: De acuerdo. 

Agitó la cabeza y no hizo más preguntas. Lo que sus hermanos quisieran regalarle a Vanessa era cosa suya.
Arrancó el motor y salió marcha atrás a la carretera. Cuando llegó al stop del final de la calle, preguntó:

Mike: ¿Por dónde?

Chris: Hacia el norte.

George: Cedar Cove está al sur.

Mike: Por Dios -murmuró, y subió a la acera. Se inclinó hacia la guantera, sacó el mapa de carreteras del estado de Washington y se lo entregó a Chris, que iba sentado a su lado-. Vamos, encuéntrame Cedar Cove.

Chris le dio el mapa a George, que iba en el asiento trasero.

Chris: Toma, George. Parece que tú sabes dónde está.

George: Sólo era una suposición -protestó, pero comenzó a desplegar el mapa-.

Mike: Bueno, no tenemos tiempo para suposiciones. Búscalo.

Volvió a poner el pick-up en marcha y se dirigió hacia la salida de la autopista. Para cuando tuviera que decidir qué camino debía seguir, George ya habría encontrado Cedar Cove y le habría dicho si estaba al norte o al sur.

Estaba casi en la salida cuando George exclamó triunfalmente:

George: ¡Lo encontré!

Mike: Muy bien. ¿Hacia dónde tengo que ir?

Mike observó a su hermano a través del espejo retrovisor, mientras George le daba una vuelta al mapa.

No hubo respuesta.

Mike: ¿Hacia dónde? -repitió con impaciencia-.

George: Hacia el sur -murmuró-. Está un poco lejos. A unas dos horas.

Mike gruñó. Había mucho tráfico, como era de esperar en el día de Nochebuena. Al ritmo al que se movían, iban a tardar más de dos horas en llegar, lo cual convertía su misión en algo mucho más urgente.

Chris: ¿Creéis que lo primero que deberíamos hacer es ir a ver a la familia Rhodes? 

Mike: Sí. Iremos directamente. Ellos tienen que saber lo que ha hecho su hijo.

George carraspeó.

George: ¿Y no creéis que sería mejor buscar primero a Vanessa?

Mike asintió.

Mike: Sí, supongo que sí.

Siguieron en silencio durante unos minutos.

George: Eh -dijo de repente, apoyándose en los respaldos de los asientos de sus hermanos-.

Mike: ¿Qué? -preguntó frustrado por el tráfico, que seguramente iba a empeorar cuando llegaran a Tacoma-.

George: ¿Cómo iría Vanessa a Cedar Cove? 

Mike: Buena pregunta.

George volvió a apoyarse en su respaldo y, de nuevo, estudió el mapa.

George: Cedar Cove está en la Kitsap Península. Debió de tomar el ferry.

Mike: ¿Qué ferry? 

George: Seguramente tomó el que sale del puerto de Seattle a Bremerton.

Mike asintió. Continuaron el trayecto en silencio durante otros quince minutos antes de que alguien volviera a hablar.

George: ¿Creéis que está bien? 

Mike: Claro que sí. Es una Hudgens, ¿no? Somos duros.

George: Quiero decir físicamente. Anoche estaba tan cansada que parecía que ya estaba lista.

Chris: ¿Lista para qué? 

Mike: Para tener el bebé, claro -le dijo con una mirada fulminante-.

Chris: Eh, no tienes por qué hablarme en ese tono. -Se giró y se quedó mirando por la ventanilla.. Yo nunca he convivido con una mujer embarazada. Además, ¿por qué os habéis convertido de repente en expertos en embarazo y parto?

George: Yo he leído un libro.

Mike: No me lo creo.

George: Sí. Me pareció que alguno debería hacerlo, por el bien de Vanessa.

Chris: Así que, con un solo libro, te has convertido en un experto -le recriminó-.

George: Por lo menos me he convertido en alguien más listo que tú.

Chris: No, claro que no.

Mike: Ya está bien -se había pasado la vida mediando en peleas entre sus hermanos pequeños-. Tú -le dijo a George-, llámala a su móvil.

George lo hizo.

George: Ha salido el contestador. Debe de tenerlo apagado.

Mike: Pues déjale un mensaje -respondió preguntándose si iba a tener que explicárselo todo-.

George: De acuerdo. Aunque no sé si lo va a escuchar.

Después, hubo cinco minutos más de silencios.

Chris: Se me acaba de ocurrir una cosa -gruñó con frustración-. Si Vanessa tomó el ferry, ¿no deberíamos haber hecho lo mismo nosotros?

Buena observación, pero ya era demasiado tarde. Estaban atrapados en el horrible tráfico de Seattle, y no iban a llegar a ningún sitio en un buen rato.


miércoles, 14 de diciembre de 2022

Capítulo 3


Grace Harding observó a la joven embarazada que estaba sentada a su lado. Así que Dave Rhodes era el padre de su bebé. No era sorprendente, pero sí empeoraba la opinión que Grace ya tenía de él. Olivia le había contado muchas cosas, sobre sus engaños, sobre los préstamos, que eran como robos, porque nunca había pensado en devolverle el dinero a su padre, y sobre los rumores de las mujeres a las que había engañado. Grace no le encontraba explicación al hecho de que Ben Rhodes, uno de los hombres más decentes y honorables que había conocido, tuviera un hijo como Dave. Dave no sólo era el padre de aquel niño, cosa que Grace no dudaba ni por un instante, sino que además le había mentido a Vanessa.

Así pues, ella haría todo lo posible por echarle una mano a la muchacha. Sabía que Charlotte y Ben también lo harían.

Grace: Voy a buscar la lista de alojamientos -le dijo a Vanessa, y se puso en pie-.

En la biblioteca había un listado de pensiones y hoteles de la zona. El mejor alojamiento de todo el pueblo era Thyme y Tide Bed & Breakfast, regentado por Bob y Peggy Beldon. Sin embargo, la pareja había salido de viaje durante las vacaciones. Así pues, Vanessa no podría quedarse allí. Sin embargo, había algunos hoteles junto a la carretera principal.

Ness: Tengo que estar a poca distancia de casa de los Rhodes -dijo cuando Grace le entregó la lista-. No he traído coche.

Grace: No te preocupes. Si hay alguna habitación que esté lejos, yo iré a buscarte y te llevaré a casa de Charlotte mañana por la tarde.

Vanessa la miró con los ojos muy abiertos, de asombro.

Ness: ¿De veras haría eso?

Grace: Claro. No será ningún problema. Yo voy en esa dirección.

Ness: Gracias.

Grace se encogió de hombros ligeramente.

Grace: Estoy encantada de hacerlo. -El ofrecimiento era muy sencillo, y sin embargo, parecía que Vanessa estaba muy agradecida-. Discúlpame un momento, ahora tengo que hacer otra llamada.

Ness: Claro. 

Ella ya había sacado su teléfono móvil, sin duda para empezar a buscar habitación.

Grace volvió a su despacho, se sentó en el escritorio, descolgó el auricular del teléfono y marcó el número de Olivia. Su querida amiga estaba en casa aquel día, pero, desafortunadamente, no porque fuera Nochebuena. A la juez Olivia Griffin le habían diagnosticado un cáncer de mama y ya había sido operada. Iba a empezar las sesiones de quimioterapia y de radiación a principios de año. Tenía una baja por enfermedad y no estaba en el juzgado. El mes anterior había sido muy difícil, sobre todo cuando Olivia había sufrido una infección que había estado a punto de terminar con su vida. Grace se estremeció al pensar en lo cerca que había estado de perderla.

Olivia respondió al teléfono rápidamente.

Olivia: Has tardado muchísimo en volver a llamar. ¿Sigue la muchacha en la biblioteca?

Grace: Sí. Ha decidido quedarse en el pueblo esta noche para hablar con Ben y con Charlotte mañana por la tarde.

Olivia: Oh, no…

Grace: ¿Quieres que le diga que es mejor esperar? 

Como Olivia, detestaba la idea de que Ben y Charlotte recibieran aquella noticia nada más llegar a casa.

Olivia: No lo sé. Supongo que estarán cansados…

Grace: Lo cierto es que no creo que esto deba esperar. Es evidente que Vanessa va a dar a luz muy pronto.

Olivia: Percibo un titubeo en tu voz, Grace Harding. Hay algo más, y te estás preguntando si deberías decírmelo.

Olivia tomó aire.

Grace: Parece que Dave le dijo a Vanessa que iba a pasar las fiestas con Ben y Charlotte.

Olivia: ¡Lo sabía! Es mentira. Ben y Charlotte llevaban planeando este crucero durante meses, y Dave lo sabía muy bien. ¿Por qué ha hecho esto?

Grace no tenía la respuesta, aunque sí tenía una opinión clara sobre Dave y sus motivaciones.

Olivia: Seguramente, lo ha hecho para librarse de la chica. Me enfurece el modo en que Dave manipula a la gente y después desecha a todo el mundo como si fuera basura.

Grace: Parece que es exactamente lo que ha hecho en esta ocasión. 

Ella recordaba bien que Dave había intentado sacarle a Charlotte varios miles de dólares unos años antes. Aquel hombre no tenía conciencia.

Olivia: ¡Pobre muchacha! Sola en Navidad. Es horrible. Si pudiera, le retorcería el cuello a Dave con mis propias manos.

Grace: Me parece que tendríamos que hacer cola para conseguirlo -dijo irónicamente-.

Olivia: Pues sí. Bueno, ahora que me has explicado el asunto de esta Vanessa, cuéntame qué te ha pasado en el brazo.

Instintivamente, Grace se llevó la mano al brazo derecho.

Grace: Te vas a reír -le dijo, sonriendo, aunque cuando había sucedido no había sido muy gracioso-.

Olivia: Grace, por lo que he oído, te hiciste mucho daño.

Grace: ¿Quién te lo ha dicho?

Olivia: Justine. Se encontró con Cliff en la farmacia cuando él iba a recoger lo que te habían recetado.

Grace: Ah, sí.

Los pueblos pequeños eran así. Todo se sabía inmediatamente, no había nada privado. En ocasiones, eso podía ser beneficioso, pero también muy embarazoso. La hija de Olivia, Justine, lo sabía, así que el marido de Olivia, que casualmente era el editor del periódico local, también lo sabía. A Grace no le sorprendería que escribiera un artículo humorístico sobre su percance.

Olivia: ¿Qué pasó? 

Grace no vio ningún motivo para ocultarle la verdad a su amiga.

Grace: Me mordió el dromedario.

Olivia: ¿Cómo? ¿El dromedario? ¿Qué dromedario?

Grace sonrió. Olivia había reaccionado del mismo modo que el doctor Timmons. Según el médico, aquélla era la primera vez que trataba a alguien por la mordedura de un camélido.

Grace: Cliff y yo estábamos guardando a los animales del belén viviente -le explicó-. ¿No te acuerdas? La iglesia metodista nos los trajo.

Grace no sabía de dónde había salido aquel dromedario, pero por ella podía irse rápidamente a su casa. E iba a hacerlo. El día anterior había sido el último con apariciones de animales. Volverían a su sitio después de Navidad. Ella iba a echar de menos al burro, porque se había encariñado con él. Pero, ¿al dromedario? ¡Adiós, Bella Durmiente! Grace estuvo a punto de soltar un resoplido al recordar el nombre del animal.

Olivia: Claro. El belén viviente. No he podido verlo. Así conociste al dromedario.

Grace: Sí. Fui a darle de comer al dichoso bicho. Cliff me había advertido de que los dromedarios pueden tener muy mal humor, y yo creía que estaba teniendo cuidado.

Olivia: Pues parece que no tuviste el cuidado suficiente -dijo riéndose-.

Grace: Eh, no tiene gracia -dijo un poco molesta por el hecho de que su amiga no le demostrara comprensión-. Te diré que duele.

Olivia: ¿El muy bestia te atravesó la piel?

Grace: Es una hembra, y sí, me atravesó la piel. Bella Durmiente me atravesó dos capas de ropa.

Olivia: ¿Tuvieron que darte puntos? -preguntó con cierta preocupación-.

Grace: No, pero el doctor Timmons me recetó antibióticos y me vendó el brazo. Cualquiera diría que me lo han amputado. Esta mañana no encontraba ropa que pudiera ponerme sobre el vendaje.

Olivia: Pobrecita.

Grace: Así está mejor -respondió en un tono satisfecho-.

Olivia: Que Cliff le dé de comer a la dromedaria de ahora en adelante.

Grace: Eso tenlo por seguro.

Olivia: Bien.

Grace: Y eso no es todo.

Olivia: ¿Qué ha pasado? ¿También te ha mordido el burro?

Grace: No, pero me pisó una oveja.

Olivia: Pobre Grace.

Grace: Gracias.

Olivia: Una oveja no puede pesar tanto.

Grace: Esta sí. Tengo un moretón en todo el empeine del pie.

Olivia: Oh, pobrecita Grace.

Grace: No parece que lo sientas mucho.

Olivia: Oh, claro que sí, claro que sí.

Grace: Bueno, está bien. No hemos hablado mucho estos últimos días, así que cuéntame qué vais a hacer en Navidad.

Olivia: Nada del otro mundo. Esta noche van a venir a cenar Justine, Seth y Leif, y nos daremos los regalos. Después iremos a misa, a las ocho. ¿Y tú y Cliff?

Grace: Lo mismo. Vendrán Maryellen, Kelly y los nietos. También va a venir la hija de Cliff, Lisa, y su familia. Mañana iremos todos a comer a casa de Maryellen y Jon.

Olivia: Jack y yo vamos a cenar solos mañana. Le ha dicho a todo el mundo que va a cocinar él, pero entre tú y yo, creo que va a pedir la cena a D.D's -dijo con una carcajada, divertida por los recursos de su marido-. Justine nos invitó, pero hemos decidido quedarnos en casa. Iremos el año que viene -pareció una promesa-.

En la Navidad del año siguiente, todo habría vuelto a la normalidad. Olivia habría terminado con el tratamiento en primavera. El valor y la fuerza con que Olivia encaraba todo lo que iba a suceder impresionaban a Grace, y hacían que se sintiera humilde. Como todas las mujeres de su edad, habían sufrido, y habían superado tragedias y penas. Y ahora, Olivia tenía que vérselas con un cáncer.

Grace se puso en pie y se acercó a la ventana de su despacho, que ofrecía una vista de toda la biblioteca. Vanessa seguía sentada, pero tenía la espalda encorvada, y el teléfono colgando de una mano.

Grace: Tengo que dejarte.

Olivia: ¿Problemas?

Grace: Tengo que ir con Vanessa.

Olivia: Mantenme informada, ¿de acuerdo? 

Grace: En todo lo que pueda, sí.

Olivia: Bueno, gracias. Y oye, Grace, ¡no te acerques a la dromedaria! -añadió con una carcajada-. 

Después, colgó.

Cuando volvieran a quedar en el Pancake Palace, Grace iba a obligar a Olivia a que la invitara a su tarta de crema y coco.

Grace llamó a su marido rápidamente. Después salió de su despacho y se acercó a Vanessa.

Grace: ¿Cómo van las cosas?

Ness: Me temo que no muy bien. He intentado llamar a Dave. Tengo su número de teléfono móvil, y creía que iba a responder. Es Nochebuena, y tiene que saber que estoy esperando a tener noticias suyas.

Grace le tomó la mano a Vanessa.

Grace: ¿Y no ha respondido?

Ness: No. Es más, ha cambiado de número. La semana pasada… intenté ponerme en contacto con él en su oficina de California, y me dijeron que ha dejado el trabajo. Los dos trabajábamos para la misma empresa de seguros. Así nos conocimos.

Grace: Oh, vaya.

Ness: No me atrevo a decírselo a mis hermanos.

Grace: ¿Cuántos hermanos tienes?

Ness: Tres. Yo soy la menor. Esperaba que Dave estuviera aquí con sus padres, pero sabía que no había muchas posibilidades de que me hubiera dicho la verdad.

Grace asintió para animarla a que continuara.

Ness: Creo que ya le he contado que mis hermanos quieren obligar a Dave a que se case conmigo. O por lo menos, obligarle a pagar todas las mentiras que me ha dicho. Decidieron que iban a venir a Cedar Cove a enfrentarse a él, y si no lo encontraban, a hablar con su familia.

Grace se imaginó lo angustioso que habría sido para Ben y para Charlotte volver de vacaciones y encontrarse a los tres hermanos de Vanessa, enfadados, esperándolos. Y además, el día de Navidad.

Ness: Por eso es importante que yo hable con Ben y Charlotte.

Grace: Creo que sí.

Ness: Salvo que…

Grace: ¿Sí?

Ness: Salvo que parece que tengo que volver a Seattle hoy mismo.

Grace: ¿Por qué?

Ness: He llamado a todos los sitios de la lista, y no hay ninguna habitación libre.

Grace: ¿En ningún sitio? ¿Ni siquiera en Comfort Inn?

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: Nada.

Grace: ¿Quieres decir que todo está reservado?

Ness: Sí. No hay sitio en la posada.


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