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viernes, 16 de diciembre de 2022

Capítulo 4


Chris: Mike -gritó desde la cocina-. 

El garaje, Automotor Hermanos Hudgens, había cerrado pronto aquel día, debido a que era fiesta.

Mike: Un minuto. ¿Dónde está Vanessa?

Habían buscado por la casa, y no la habían encontrado. Sabían que ella se había tomado aquel día libre. ¿Tal vez había ido a los grandes almacenes? ¿O a visitar a su amiga Brittany?

Chris: ¡Si vienes a la cocina, lo averiguarás!

Mike y George siguieron la recomendación de su hermano y entraron en la cocina. Chris le entregó un papel a Mike.

Chris: Toma. Estaba detrás de la cafetera. Debe de haberse caído.

Cuando leyó la nota, Mike la tiró al suelo y apretó los puños.

Mike: Es lo más estúpido que podía haber hecho.

George: ¿Qué? 

Chris: Vanessa ha decidido ir a Cedar Cove sola.

Mike: ¿Sola?

Chris: ¿No has oído lo que te he dicho?

Mike: Es cierto -le dijo a su hermano menor-. No puedo creer que haya cometido semejante tontería.

George: Nosotros somos los que la hemos empujado a hacerlo. 

Se dejó caer en una de las sillas de la cocina y se pasó los dedos entre el pelo negro.

Chris: ¿Qué quieres decir? 

Mike: Explícate.

Chris: ¿Es que no lo entendéis? Con todo lo que le hemos dicho acerca de enfrentarse a Dave y obligarle a hacer lo correcto, lo honorable. Ese hombre no tiene nada de honorable. ¿En qué estábamos pensando?

Mike: Lo que estábamos pensando -respondió con ira- es que ese tal Dave Rhodes va a pagar lo que le ha hecho a nuestra hermana pequeña —después miró a sus hermanos fijamente, y se aseguró de que lo entendieran.

Cuando sus padres murieron, Vanessa sólo tenía diecisiete años. Mike, el mayor, había pasado a ser su tutor legal, porque no tenían más familia en la zona. En aquel momento, la responsabilidad le había pesado mucho sobre los hombros. Había hablado con sus dos hermanos y les había pedido ayuda para criar a su hermana pequeña. O al menos, para terminar el trabajo que habían comenzado sus padres.

Los dos hermanos estuvieron de acuerdo en cuidar de Vanessa. Todo había salido bien. Vanessa se había graduado en el instituto en mayo de aquel año, y los tres hermanos habían ido a la ceremonia. Incluso le habían hecho una fiesta.

En otoño, Mike había ido con Vanessa a la escuela universitaria de la comunidad y la había matriculado. Ella no se había tomado muy bien que la acompañara, pero Mike no estaba dispuesto a permitir que fuera al campus ella sola. ¿Una chica tan mona como ella? ¿Con todos aquellos universitarios lujuriosos sueltos? No. Él sabía cómo eran los chavales de dieciocho años. Y además, se había empeñado en que Vanessa se matriculara en cursos prácticos, no en las cosas divertidas que enseñaban ahora.

Todos los hermanos se habían sentido orgullosos de lo bien que iba Vanessa en los estudios. Y todos habían desaprobado que dejara la escuela y se pusiera a trabajar en una compañía de seguros. Mike se había tenido que morder la lengua más de una vez. Le había dicho que de aquel trabajo no iba a sacar nada en claro.

El problema con Vanessa era que estaba ansiosa por marcharse. Ya no quería vivir en la casa familiar. Durante todo el año anterior había hablado incesantemente de ir a vivir a un sitio nuevo.

Mike no entendía aquello, tampoco. Aquélla era su casa. Mike se ocupaba de que Vanessa no tuviera que hacer todo el trabajo doméstico. Cada uno hacía su parte para mantener el funcionamiento de la casa, así que ése no era el motivo por el que ella quería irse de allí.

No. Vanessa tenía un intenso deseo de independencia. De ellos.

Tal vez se hubieran pasado un poco de la raya en lo concerniente a las citas de su hermana. En realidad, Mike no creía que existiera un hombre lo suficientemente bueno como para estar con su hermana. Vanessa era especial.

Entonces, ella había conocido a aquel Dave Rhodes. Mike nunca había podido averiguar lo que había ocurrido exactamente. Vanessa no había mencionado a aquel tipo ni una sola vez durante los seis meses que había estado saliendo con él. Lo único que había notado Mike era que Vanessa estaba muy feliz, y que de repente se había deprimido. Entonces había empezado a tener cambios de humor. Se ponía contenta, y luego triste, y después contenta otra vez. Nada de aquello tenía sentido, hasta que habían sabido que había un hombre de por medio.

Y, aunque Vanessa fuera a tener un hijo de aquel hombre, Mike no lo había conocido todavía. Pensándolo bien, tal vez aquello fuera lo mejor, porque a Mike le encantaría romperle la cara.

Chris: ¿Qué vamos a hacer ahora? 

Mike: Tenemos que ir a buscarla a Cedar Cove.

George: Espera un momento -dijo alzando la mano-.

Mike: ¿Qué?

George: Vanessa se marchó porque estaba enfadada.

Mike: Bueno, pues que lo esté. Cuando nosotros lleguemos a Cedar Cove, tal vez las cosas sean muy distintas. A mí me parece que a lo mejor se alegra mucho de vernos.

George: Tal vez. ¿Pero y si no se alegra? ¿Qué hacemos?

Mike frunció el ceño.

Mike: La traeremos a casa de todos modos.

George: Tal vez no quiera venir.

Mike: Vendrá. 

No estaba dispuesto a permitir que su hermana pasara la Navidad con unos extraños.

George: Si vamos a verla con exigencias, se empeñará más en quedarse allí.

Chris: ¿Y se te ocurre alguna otra idea? 

George: Deberíamos llevarle regalos.

Mike: ¿Por qué? 

George: Ella tiene que saber que la queremos, y que estamos muy contentos de que vaya a nacer el bebé.

Mike: Claro que estamos muy contentos por el bebé. Es de nuestra sangre, nuestro sobrino.

Chris: Espera un minuto -murmuró pensativamente-. George tiene razón. Tal vez si le llevamos regalos, sabrá que estamos preocupados por ella y por el niño. Sabrá que nos importa mucho. Queremos que esté con nosotros en Navidad, ¿no?

Mike asintió.

Mike: De acuerdo. A todas las mujeres les gustan los regalos. Cada uno le comprará uno.

Los tres fueron a sus habitaciones después de haber acordado que volverían a reunirse en la cocina cinco minutos más tarde. Mike había pedido por Internet, semanas antes, unas pelotas de fútbol, baloncesto y béisbol en miniatura para su sobrino. Al principio pensó que iba a llevarle la pelota de fútbol, pero después lo pensó mejor. Le había estado diciendo a Vanessa que ahorrara, y para animarla, le había comprado una moneda de oro que pensaba regalarle en su cumpleaños, en febrero. Perfecto. Se metió la moneda en el bolsillo y bajó a la cocina.

Mike: ¿Estáis listos? -les preguntó a sus hermanos-.

Chris: Sí.

George: Yo también.

Los tres salieron de casa y subieron al pick-up de Mike.

Mike: ¿Tenéis los regalos?

Chris: Sí. Yo le voy a regalar un perfume.

Mike: Buena idea. ¿De dónde lo has sacado?

Chris: Lo había comprado para Annie, pero como lo hemos dejado…

Mike: ¿George? 

George: Incienso.

Mike: ¿Qué?

George: Incienso. A ella le gustan esas cosas. De todos modos, iba a ser parte de su regalo de Navidad.

Mike: De acuerdo. 

Agitó la cabeza y no hizo más preguntas. Lo que sus hermanos quisieran regalarle a Vanessa era cosa suya.
Arrancó el motor y salió marcha atrás a la carretera. Cuando llegó al stop del final de la calle, preguntó:

Mike: ¿Por dónde?

Chris: Hacia el norte.

George: Cedar Cove está al sur.

Mike: Por Dios -murmuró, y subió a la acera. Se inclinó hacia la guantera, sacó el mapa de carreteras del estado de Washington y se lo entregó a Chris, que iba sentado a su lado-. Vamos, encuéntrame Cedar Cove.

Chris le dio el mapa a George, que iba en el asiento trasero.

Chris: Toma, George. Parece que tú sabes dónde está.

George: Sólo era una suposición -protestó, pero comenzó a desplegar el mapa-.

Mike: Bueno, no tenemos tiempo para suposiciones. Búscalo.

Volvió a poner el pick-up en marcha y se dirigió hacia la salida de la autopista. Para cuando tuviera que decidir qué camino debía seguir, George ya habría encontrado Cedar Cove y le habría dicho si estaba al norte o al sur.

Estaba casi en la salida cuando George exclamó triunfalmente:

George: ¡Lo encontré!

Mike: Muy bien. ¿Hacia dónde tengo que ir?

Mike observó a su hermano a través del espejo retrovisor, mientras George le daba una vuelta al mapa.

No hubo respuesta.

Mike: ¿Hacia dónde? -repitió con impaciencia-.

George: Hacia el sur -murmuró-. Está un poco lejos. A unas dos horas.

Mike gruñó. Había mucho tráfico, como era de esperar en el día de Nochebuena. Al ritmo al que se movían, iban a tardar más de dos horas en llegar, lo cual convertía su misión en algo mucho más urgente.

Chris: ¿Creéis que lo primero que deberíamos hacer es ir a ver a la familia Rhodes? 

Mike: Sí. Iremos directamente. Ellos tienen que saber lo que ha hecho su hijo.

George carraspeó.

George: ¿Y no creéis que sería mejor buscar primero a Vanessa?

Mike asintió.

Mike: Sí, supongo que sí.

Siguieron en silencio durante unos minutos.

George: Eh -dijo de repente, apoyándose en los respaldos de los asientos de sus hermanos-.

Mike: ¿Qué? -preguntó frustrado por el tráfico, que seguramente iba a empeorar cuando llegaran a Tacoma-.

George: ¿Cómo iría Vanessa a Cedar Cove? 

Mike: Buena pregunta.

George volvió a apoyarse en su respaldo y, de nuevo, estudió el mapa.

George: Cedar Cove está en la Kitsap Península. Debió de tomar el ferry.

Mike: ¿Qué ferry? 

George: Seguramente tomó el que sale del puerto de Seattle a Bremerton.

Mike asintió. Continuaron el trayecto en silencio durante otros quince minutos antes de que alguien volviera a hablar.

George: ¿Creéis que está bien? 

Mike: Claro que sí. Es una Hudgens, ¿no? Somos duros.

George: Quiero decir físicamente. Anoche estaba tan cansada que parecía que ya estaba lista.

Chris: ¿Lista para qué? 

Mike: Para tener el bebé, claro -le dijo con una mirada fulminante-.

Chris: Eh, no tienes por qué hablarme en ese tono. -Se giró y se quedó mirando por la ventanilla.. Yo nunca he convivido con una mujer embarazada. Además, ¿por qué os habéis convertido de repente en expertos en embarazo y parto?

George: Yo he leído un libro.

Mike: No me lo creo.

George: Sí. Me pareció que alguno debería hacerlo, por el bien de Vanessa.

Chris: Así que, con un solo libro, te has convertido en un experto -le recriminó-.

George: Por lo menos me he convertido en alguien más listo que tú.

Chris: No, claro que no.

Mike: Ya está bien -se había pasado la vida mediando en peleas entre sus hermanos pequeños-. Tú -le dijo a George-, llámala a su móvil.

George lo hizo.

George: Ha salido el contestador. Debe de tenerlo apagado.

Mike: Pues déjale un mensaje -respondió preguntándose si iba a tener que explicárselo todo-.

George: De acuerdo. Aunque no sé si lo va a escuchar.

Después, hubo cinco minutos más de silencios.

Chris: Se me acaba de ocurrir una cosa -gruñó con frustración-. Si Vanessa tomó el ferry, ¿no deberíamos haber hecho lo mismo nosotros?

Buena observación, pero ya era demasiado tarde. Estaban atrapados en el horrible tráfico de Seattle, y no iban a llegar a ningún sitio en un buen rato.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me divierten estos hermanos😅 espero sigas pronto con esta historia!!!

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