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miércoles, 21 de diciembre de 2022

Capítulo 6


Olivia salió de la biblioteca, sola, de mala gana. Aquellos días andaba muy débil, y tenía más sentido que Vanessa se alojara en casa de Grace. Sin embargo, Olivia sentía ciertas obligaciones hacia aquella joven vulnerable.

Olivia nunca había sentido nada positivo hacia su hermanastro, y aquella situación no mejoraba su opinión de él. El hijo de Ben podía ser mentiroso y cruel. Ella sabía muy bien que Dave le había mentido a Vanessa Hudgens. Ciertamente, se necesitaban dos personas para que una mujer quedara embarazada, pero Olivia también sabía que Dave se habría presentado de una manera muy distinta a como era en realidad, y peor todavía, que finalmente había huido de cualquier responsabilidad hacia Vanessa y su hijo. No era de extrañar que la familia de la chica estuviera alterada. Olivia también lo estaría.

Aparcó junto a la galería de arte que su hermano había comprado y estaba reformando. Olivia había sido quien le había sugerido que la comprara, y parecía que había sido una buena decisión para él.

Will la estaba esperando en la puerta.

Will: ¡Liv! -exclamó, y acudió hacia ella con los brazos abiertos-. ¡Feliz Navidad!

Olivia: Lo mismo digo -respondió sonriéndole-.

Su hermano, aunque tuviera más de sesenta años, seguía siendo un hombre guapísimo. Se había divorciado y estaba jubilado, y había dejado atrás su antigua vida en Atlanta para reinventarse a sí mismo. Al principio, Olivia no había tenido fe en sus motivaciones, pero, poco a poco, él se había hecho valorar y se había convertido en un miembro activo de la comunidad, y de su familia una vez más.

Will: Quería darte un tour por la galería -la condujo al interior-.

La última vez que Olivia había visitado la galería de arte del pueblo, la directora era Maryellen Bowman, la hija de Grace. Maryellen había tenido que dejar el puesto debido a un embarazo complicado, y con su marcha, el negocio había decaído rápidamente, y la galería se había puesto a la venta.

Olivia miró a su alrededor y apenas pudo creer que hubiera cambiado tanto.

Olivia: ¿Has hecho todo esto tú solo en menos de un mes?

Aquel lugar ya no se parecía nada a la vieja Harbor Street Gallery. Antes de que Will se hiciera cargo del local, las obras de arte estaban dispuestas de un modo sencillo y directo. Las pinturas y las fotografías en las paredes, las esculturas sobre mesas.

Will había instalado vitrinas de cristal y las había iluminado con un sistema cuidadosamente diseñado. Una de las paredes estaba cubierta por una enorme colcha, distinta a cualquier cosa que Olivia hubiera visto antes. A primera vista, le transmitió la sensación de que era de fuego.

Desde cerca parecía abstracta, con colores fuertes y formas surrealistas, arremolinadas. Sin embargo, al alejarse, Olivia distinguió la imagen que se formaba de repente. Era un dragón fiero, furioso, rojo, que expulsaba llamaradas de color dorado, morado y naranja, de satén, contra un fondo de árboles, agua y carreteras serpenteantes.

Will: Es de Shirley Bliss. Tardé meses en convencerla para que me permitiera exponerla aquí. Sólo la tengo hasta Año Nuevo.

Olivia: Es magnífica -no podía apartar los ojos de la colcha-.

Will: Pero no se vende.

Olivia: Es una pena.

Will asintió.

Will: Ella la ha bautizado como Muerte. La creó poco después de que su marido muriera en un accidente de moto -le explicó a Olivia, y la tomó del brazo-. ¿Sientes la ira y el dolor que transmite?

Parecía que la colcha vibraba de emociones que Olivia reconocía, porque las había sentido en su propia vida. Veinte años antes, su hijo de trece años se había ahogado, y sólo unas semanas antes, le habían diagnosticado un cáncer. Cuando había oído al médico pronunciar aquella palabra, había sentido el impulso de contradecirle. Aquello no podía estar sucediéndole a ella. Debía de haber algún error.

La incredulidad se había transformado en ira ante la injusticia de todo aquello. Después llegó una especie de entumecimiento, y después el dolor, y finalmente la resignación. Con la muerte de Jordan y con su cáncer, había experimentado una tremenda pérdida, que le había causado miedo a perder más cosas.

En aquel momento, luchando contra su cáncer, había encontrado cierta serenidad, cierta paz. Aquella aceptación la había conseguido con el amor y la ayuda de su marido, Jack, de su familia y de su mejor amiga de toda la vida, Grace.

Después de darle una vuelta rápida por la galería para admirar las piezas que se exhibían, Will la llevó hacia la puerta.

Will: ¿Dónde quieres ir a comer? A cualquier sitio del pueblo. Te invita tu hermano mayor.

Olivia: Bueno, pues como tienes tanto dinero en los bolsillos, llévame al Pancake Palace.

Will arqueó las cejas.

Will: ¿De veras?

Olivia: Sí, de veras.

El Pancake Palace era uno de sus locales favoritos, y durante aquellos dos últimos meses lo había echado de menos. Grace y Olivia siempre se habían reunido allí, y Goldie, su camarera favorita, les había servido patatas fritas y refrescos desde que eran adolescentes. Algunos de sus momentos más importantes habían sucedido en el Pancake Palace. Allí, Grace había admitido a los dieciocho años que estaba embarazada, poco antes de su graduación.

Años después, con un café y entre lágrimas, Olivia había confesado que Stan le había pedido el divorcio después de la muerte de Jordan. Y más tarde, Olivia le había dicho que la habían nombrado juez. El Pancake Palace tenía muchos recuerdos para ellas, buenos y malos.

Will: ¿Al Pancake Palace? Puedo invitarte a un sitio mejor, ¿eh?

Olivia: Tú me has preguntado, y ésa es mi elección.

Will asintió.

Will: Entonces, vamos allá.

Will llevó el coche hasta el Pancake Palace, y allí, le abrió la puerta a Olivia para que bajara. Cuando ambos entraron en la cafetería, Goldie apareció rápidamente y abrazó cariñosamente a Olivia.

Goldie: Dios mío, qué alegría me da verte -dijo la mujer, que debía de tener más de setenta años y podía ser descrita como «malhumorada»-.

Olivia: Feliz Navidad, Goldie -murmuró asombrada por aquella exhibición de afecto-. 

Goldie se sacó un pañuelo del bolsillo del uniforme rosa y se secó los ojos.

Goldie: No estaba segura de si volvería a verte.

Olivia: Oh, Goldie…

Goldie: No sé qué habríamos hecho Grace y yo sin ti. -Después de sonarse la nariz, volvió a guardarse el pañuelo, tomó la cafetera del mostrador e hizo un gesto que abarcó todo el local-. Podéis sentaros donde queráis.

Olivia: Gracias, Goldie.

Se sentía verdaderamente conmovida, porque Goldie mantenía un control estricto sobre los sitios y quién se sentaba en ellos.

Olivia eligió la mesa que ocupaba siempre con Grace, y se sintió bien al notar que el vinilo rojo del asiento crujía bajo su peso. Cerró los ojos e inhaló el aroma del sirope de arce y del café que todavía permanecía en el ambiente, aunque ya hubiera pasado la hora del desayuno.

Goldie les llenó las tazas de café automáticamente.

Goldie: Tenemos pavo con toda la guarnición, si os interesa.

Olivia todavía no tenía demasiado apetito.

Olivia: ¿Cuál es la sopa del día?

Goldie frunció el ceño.

Goldie: No vas a tomar sólo sopa.

Olvia: Pero…

Goldie: Mírate. Estás muy delgada. Si no quieres comer demasiado, entonces te sugiero la empanada de pollo estofado.

Will: A mí me parece bien.

Olivia: De acuerdo. Yo también tomaré la empanada.

Goldie: Buena elección -dijo mientras lo anotaba en su libreta-.

Olivia: Me alegra que la apruebes.

Goldie: También vas a tomar tarta de manzana con helado.

Olivia: ¡Goldie!

Goldie se puso una mano en la cadera y la miró con cara de pocos amigos.

Goldie: Después de tantos años, deberías saber que no hay que discutir conmigo -sentenció, y se giró hacia Will-. Y eso va también por ti, jovencito.

Will alzó las manos en señal de rendición y Olivia tartamudeó.

Olivia: Muy bien -dijo, sonriendo, a pesar de que estaba haciendo esfuerzos por mantenerse seria-.

Goldie se marchó a pedir la comida y Will sonrió también.

Will: Me parece que te han puesto en tu sitio.

Olivia: A mí también.

Sin embargo, era muy agradable saber que la habían echado de menos. A Grace le encantaría oír aquella historia, y Olivia tomó nota de que debía contársela aquella tarde, cuando salieran de la misa de Nochebuena.

Mirando por la ventana, Olivia observó el muñeco de nieve pintado a mano, rodeado de copos de nieve que caían del cielo. Will estaba sentado junto a un cristal con un reno de enormes ojos. Había una pequeña flor de Pascua en cada mesa, y la cafetería estaba llena de detalles y sonidos navideños, como O, Little Town of Bethlehem, cuya melodía se oía suavemente de fondo.

Olivia: ¿Estás seguro de que no quieres venir a comer con nosotros mañana? -le preguntó a su hermano-.

Will: Te lo agradezco mucho, pero tú todavía no estás lista para tener invitados.

Olivia: Esta noche van a venir Justine y su familia. Mañana sólo vamos a estar Jack y yo.

Will: Exacto. No necesitáis una carabina.

Olivia: No sería así -protestó-. Detesto la idea de que pases solo la Navidad.

Will se apoyó en el respaldo.

Will: ¿Y por qué crees que la voy a pasar solo?

Olivia: ¿Quieres decir que no la vas a pasar solo? -Él se encogió de hombros-. Will… Estás saliendo con alguien, ¿verdad? -El hecho de que su hermano fuera tan misterioso no era un buen presagio-. Vamos. Cuéntamelo.

Will: No es lo que estás pensando.

Olivia: No estará casada, ¿verdad?

Will: No.

Aquello, al menos, era un alivio.

Will: He hecho borrón y cuenta nueva, Liv, y voy a seguir así.

Olivia lo esperaba con toda su alma.

Olivia: Dime quién es -insistió-.

Su hermano se relajó y apoyó ambas manos sobre la mesa.

Will: He salido con Shirley Bliss unas cuantas veces.

Shirley Bliss. Era la artista que había creado el dragón que escupía fuego, dolor e ira.

Olivia: Shirley -susurró-. La dama dragón.

Will: Exacto. Sólo nos estamos conociendo, pero estoy muy impresionado con ella. Es alguien a quien me gustaría conocer mucho mejor.

Olivia: ¿Te ha invitado a pasar la Navidad en su casa?

Will: Bueno, no exactamente.

Olivia frunció el ceño.

Olivia: O te ha invitado o no te ha invitado.

Will: Digamos que todavía no me ha invitado.

Olivia: ¡Por Dios, Will! Hoy es Nochebuena. Si quisiera invitarte, ya lo habría hecho.

Will: Tal vez -dijo con una sonrisa-. En realidad, había pensado en pasarme mañana por su casa, a la hora de comer, con un regalito.

Olivia: ¡Will!

Will: Eh, no me regañes por intentarlo.

Olivia: ¿Va a estar sola?

Will hizo un gesto negativo.

Will: Tiene dos hijos adolescentes, una hija que tiene mucho talento para el arte y un chico que está en la universidad. A él no lo conozco todavía.

Antes de que Will pudiera continuar, apareció Goldie con dos empanadas de pollo. Les sirvió los platos, y después volvió con dos raciones de tarta de manzana con helado.

Goldie: Dejad sitio para esto.

Olivia: Me gustaría recordarte que no he pedido tarta -dijo fingiendo que no estaba de acuerdo-.

Goldie: Ya lo sé -respondió malhumoradamente-. Invita la casa. Considérame como tu elfo particular. Feliz Navidad.

Olivia: Feliz Navidad para ti también, Goldie la elfa.

Will tomó su tenedor y sonrió a Olivia.

Will: Me da la sensación de que van a ser unas Navidades muy alegres para todos nosotros.

Olivia tuvo la misma sensación, a pesar de, o tal vez, a causa, de su visitante inesperada.


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