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martes, 27 de diciembre de 2022

Capítulo 9


Vanessa se despertó con un sentimiento de desconcierto. Se incorporó, se sentó en la cama y miró a su alrededor por la habitación hasta que recordó dónde estaba. Grace Harding la había llevado a su casa e iba a dejarle pasar la noche en el apartamento que tenía sobre el establo. Era algo muy amable, porque, después de todo, ella era una extraña, una persona extraña con problemas, que había aparecido de repente el día de Nochebuena.

Vanessa se estiró y bostezó. Pese a la siesta, todavía estaba cansada. Miró el reloj y comprobó que había dormido más de dos horas. ¡Dos horas!

Rápidamente, apartó las mantas y se levantó. Se puso los zapatos y salió del apartamento. La escalera bajaba hasta el interior del establo.

En cuanto ella bajó el último escalón, los animales se asomaron por las puertas de los compartimentos para observarla con curiosidad. Lo primero que vio fue una yegua preciosa, que Grace le había presentado como Funny Face.

Ness: Hola, bonita -le dijo mientras se acercaba lentamente a la puerta-. ¿Te acuerdas de mí?

La yegua movió la cabeza como si asintiera, y Vanessa le acarició la cara. Tenía un anillo blanco alrededor de uno de los ojos. Al ver su mirada oscura y llena de inteligencia, Vanessa recordó un viejo cuento de la niñez, en el cual, los animales podían hablar durante unas horas después de las doce de la noche el día de Nochebuena, y se preguntó qué diría Funny Face. Seguramente, algo muy sabio.

La dromedaria la miró con curiosidad, pero Vanessa no se acercó a ella, pese a que el animal intentó atraerla con sus enormes ojos marrones rodeados de pestañas rizadas. Visitó a las ovejas, a otra pareja de caballos y al burro, y después salió del establo. Bajo una ligera nevada, recorrió el corto camino hacia la casa, y antes de que llegara al umbral de la puerta, alguien abrió. Era un caballero mayor, muy atractivo.

**: Tú debes de ser Vanessa -le tendió la mano-. Yo soy Cliff Harding.

Ness: Hola, señor Harding -respondió con una sonrisa-. 

Estaba a punto de agradecerle su hospitalidad, cuando él la interrumpió.

Cliff: Llámame Cliff, por favor. Y pasa, pasa.

Ness: De acuerdo, Cliff.

Vanessa entró en la casa y percibió un delicioso olor a pavo asado y a tarta de manzana.

Grace: ¡Ya estás despierta! -exclamó en el vestíbulo, y condujo a Vanessa hacia la cocina-. 

Llevaba un delantal y tenía manchadas las mejillas de harina.

Ness: Estoy asombrada de haber dormido tanto.

Grace: Es obvio que necesitabas descansar. Veo que has conocido a mi marido.

Ness: Sí -dijo sonriendo de nuevo. Se frotó las palmas de las manos nerviosamente, y los miró-. No sé cómo daros las gracias por todo lo que habéis hecho por mí.

Grace: Oh, tonterías. Es lo menos que podíamos hacer.

Ness: Soy una extraña, y me habéis acogido sin reservas y… bueno… yo no pensaba que este tipo de cosas pasaran en los tiempos que corren.

Al oír aquel comentario, Grace frunció el ceño.

Grace: ¿De verdad? Aquí, en Cedar Cove, sí. Supongo que es la forma de comportarse de la gente de los pueblos pequeños. Tendemos a ser más confiados.

Cliff: Yo tuve una experiencia parecida cuando llegué aquí. No estaba acostumbrado a que la gente prestara atención a alguien a quien no conocía. Charlotte Jefferson, ahora Charlotte Rhodes, cambió mi forma de ver las cosas rápidamente.

Pese a todo, Vanessa tenía ganas de conocer a la madre de Dave. La conversación iba a ser difícil, pero saber que Charlotte era tan amable como el resto de la gente la tranquilizaba.

Grace: De veras, Vanessa. Lo único que necesitabas era que alguien te echara una mano. Cualquiera de este pueblo lo habría hecho. Olivia también quería que te alojaras en su casa.

Ness: Todo el mundo ha sido maravilloso -dijo con un nudo en la garganta-. 

Con dificultad, se agachó para acariciarle la cabeza a un golden retriever que había tumbado en una alfombra, junto a la estufa.

Grace: Se llama Buttercup -dijo afectuosamente, mientras el animal movía la cola, aunque sin levantarse-. Se está haciendo vieja, como todos nosotros.

Cliff: ¿Un café? -preguntó acercándose a la cafetera-. Es descafeinado. ¿O prefieres una infusión? Una manzanilla, o un té de menta.

Ness: Té, por favor. Si no es molestia.

Grace: En absoluto. Yo también voy a tomar una taza. -Comenzó a prepararlo, y de repente dijo-: No has comido nada, ¿no?

Ness: No, pero no tengo hambre.

Grace: Tal vez tú no, pero tu bebé seguro que sí, Cliff ha hecho una sopa de almejas deliciosa. Voy a calentarte un poco.

Al oír a Grace mencionarlo, Vanessa se dio cuenta de que sí le iría bien comer algo. Se estaba mareando de nuevo.

Ness: ¿Cliff sabe cocinar? 

Sus hermanos eran prácticamente inútiles en la cocina, y para ella siempre era una sorpresa conocer a un hombre que disfrutara cocinando.

Cliff: Soy un hombre con muchos talentos. Fui soltero durante muchos años, antes de conocer a Grace.

Ness: Si yo no hiciera la comida, mis hermanos tendrían que sobrevivir a base de comida preparada -dijo sonriendo-. 

Gracias a que su madre la había enseñado a cocinar un poco antes de morir. Sus hermanos siempre habían dependido de Vanessa para las comidas.

Al pensar en Mike, Chris y George se puso nerviosa. Quería haberlos llamado, pero se había quedado dormida, y en aquel momento… ya podían estar en cualquier parte. Estarían enfadados y muy asustados. Sintió una punzada de culpabilidad. Tal vez sus hermanos estuvieran confundidos, pero la querían.

Ness: Si me disculpáis un momento, tengo que hacer una llamada de teléfono.

Cliff: Por supuesto. ¿Quieres usar el teléfono fijo?

Ness: No, muchas gracias. Tengo el teléfono móvil en el apartamento. Sólo tardaré unos minutos.

Cliff: Tal vez no tengas cobertura. Inténtalo. Cuando vuelvas, tendrás la sopa y el té esperando.

Vanessa volvió al establo y subió al pequeño apartamento. Le faltaba el aliento al llegar, y tuvo que detenerse a respirar profundamente. Tenía el pulso acelerado. Aquello no le había sucedido nunca. Intentó calmarse, entró en el dormitorio y sacó el móvil del bolso.

Sin embargo, no consiguió hacer la llamada, porque, efectivamente, en aquella zona no había cobertura. No tendría más remedio que pedirles a los Harding que le permitieran usar su teléfono fijo, y llamar al móvil de Mike. Se puso el abrigo y los guantes y volvió a la casa.

Minutos después estaba de nuevo en la cocina. Tal y como Grace le había prometido, el té y la sopa estaban en la mesa, calientes, esperándola.

Vanessa titubeó. No quería tener que pedirles otro favor más, pero no podía hacer otra cosa.

Ness: Si no os importa, necesitaría usar vuestro teléfono.

Grace: Claro.

Ness: Tengo que llamar a un móvil, pero yo pagaré la llamada. Podéis decirme cuánto…

Grace: Bobadas -la interrumpió-. Una sola llamada no va a representar ninguna diferencia en nuestra factura.

Ness: Gracias.

Entonces, buscó el número de Mike en la agenda del móvil y marcó el número en el teléfono fijo. Después de unos segundos, oyó la voz del contestador. Parecía que su hermano había decidido apagar su teléfono. Intentó dejarle un mensaje, pero su buzón de mensajes estaba lleno. Típico de Mike, el no escuchar los mensajes. Seguramente, ni siquiera sabía cuántos tenía acumulados.

Ness: Mi hermano tiene el móvil apagado -dijo encogiéndose de hombros con una expresión de derrota-.

Grace: Tal vez esté en una zona sin cobertura. ¿No merece la pena que le llames a su casa?

Vanessa lo dudaba, pero marcó el número. Tal y como esperaba, allí tampoco respondió nadie. Al oír la voz de su hermano en el contestador, cerró los ojos.

Ness: Soy yo -dijo con la voz temblorosa, como si temiera que Mike fuera a aparecer de repente gritándole. Grace había salido de la cocina para darle intimidad, y ella se lo agradecía mucho-. Estoy en Cedar Cove -continuó-. Volveré a casa el día de Navidad, después de haber hablado con los padres de Dave. Seguramente, llegaré por la tarde. Por favor, no intentéis encontrarme. Estoy con… amigos. No os preocupéis por mí. Sé lo que estoy haciendo -y con eso, colgó el teléfono. Entonces, vio que Grace estaba en el salón, poniendo la mesa-. Gracias

Grace: De nada. ¿La sopa todavía está caliente?

A Vanessa se le había olvidado eso.

Ness: Lo miraré.

Grace: Si se ha enfriado, dímelo y volveré a calentarla en el microondas.

Ness: Seguro que estará perfectamente -murmuró-.

Y aunque estuviera helada, ella no lo diría, y menos después de todo lo que había hecho Grace por ella.

Sin embargo, al probar la primera cucharada, Vanessa comprobó que estaba a una temperatura perfecta. Se terminó el cuenco entero, y después se comió unas rebanadas de pan tostado y se bebió el té. Cuando estaba llevando los platos a la pila, Grace volvió a la cocina.

Grace: Mis hijas llegarán a las seis -le dijo, mirando el reloj-. Y mi nuera y su familia volverán pronto. Vamos a cenar todos juntos y después iremos a misa.

Ness: Qué agradable.

Grace: ¿Te gustaría cenar con nosotros y acompañarnos a misa?

La invitación era tan genuina que, por un instante, Vanessa lo pensó seriamente.

Ness: Gracias por el ofrecimiento, pero creo que no debería.

Grace: ¿Por qué no? A nosotros nos encantaría que nos acompañaras.

Ness: Muchas gracias, pero creo que debería descansar, como me dijo el voluntario de emergencias.

Grace asintió.

Grace: Sí, deberías seguir su consejo, aunque a mí me encantaría que, por lo menos, cenaras con nosotros.

Aquella invitación la conmovió tanto que a Vanessa se le llenaron los ojos de lágrimas. Los Harding no sólo la habían acogido en su casa, sino que querían incluirla en la celebración de Nochebuena.

Ness: No puedo creer que queráis que esté aquí, con vuestra familia.

Grace: ¿Y por qué no íbamos a querer? Tú eres nuestra invitada, y a nuestra familia le encantará conocerte.

Ness: Pero éste no es un momento para estar con extraños.

Grace: Vamos, vamos, ¿es que no te acuerdas de la historia de la Navidad?

Ness: Claro que sí.

Grace: José y María tampoco tenían dónde quedarse, y unos extraños les ofrecieron un sitio. Un establo, precisamente -añadió con una sonrisa-.

Ness: Pero dudo que esa gente tan generosa los invitara también a cenar -bromeó-.

Grace: Esa parte no la conocemos, porque la Biblia no la cuenta, pero yo creo que quienes les ofrecieran su establo a los jóvenes viajeros se ocuparían también de sus otras necesidades -dijo con una sonrisa amable que le dio calidez al corazón de Vanessa-. Cena con nosotros esta noche, ¿quieres? A mí me encantaría que conocieras a las chicas, y sé que a ellas les gustaría mucho conocerte a ti.

Vanessa no respondió inmediatamente. Aunque quería conocer a la familia de Grace, no se sentía del todo bien.

Ness: ¿Puedo pensármelo?

Grace: Claro. Haz lo que sea mejor para ti.

Vanessa se inclinó hacia delante en la silla y se agarró la parte baja de la espalda con ambas manos para intentar calmar el dolor persistente que sentía. Le resultaba difícil permanecer sentada, últimamente. Era como si el bebé hubiera enganchado los pies en sus costillas y estuviera colgado. Vanessa estaba empezando a preguntarse si alguna vez volvería a encontrar una posición cómoda.

Ness: ¿Puedo ayudarte en algo? 

Grace miró por la cocina.

Grace: No, lo tengo todo bajo control. Creo que voy a sentarme unos minutos a tomar una taza de té contigo.

Vanessa asintió.

Ness: Sí, por favor. Me encantaría.

Grace: A mí también. Bueno, voy a hacer más té. ¿Y te apetece un poco de pudin de Navidad para acompañarlo?


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