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martes, 29 de noviembre de 2011

Capítulo 30


17.15

Leaf Brook Memorial


El proceso ya había sido puesto en marcha.

Patricia Avalon había respondido al mensaje inmediatamente y había devuelto la llamada telefónica de Ness (o, mejor dicho, de Meredith Hudgens). Ness había utilizado el nombre de su madre para proteger el hecho de que se suponía que ella seguía en coma. Por no hablar de que la agente especial Avalon conocía mejor a Meredith que a Ness y, por lo tanto, así era más probable que contestara antes.

Escuchó lo que Ness tenía que contarle, hizo unas cuantas preguntas breves y luego le dijo que se mantuviera localizable y esperara una llamada suya.

Se encargó de todo lo demás.

Se puso en contacto con el NCAVC de Quantico, Virginia, y también con la jefatura del FBI en Nueva York. Juntos, organizaron una respuesta inmediata y se puso en marcha un equipo entero. Se asignó a varios agentes especiales para trabajar con la policía de Leaf Brook, y entre ellos estaba Patricia Avalon, que sería el principal contacto de los Efron. La habitación de Ness, en el hospital, se propuso como punto de encuentro.

El plan era que Patricia se hiciera pasar por la hermana mayor de Ness. Sería lógico y natural que se la permitiera visitar a su hermanita, en coma, y prestar también apoyo y compañía a su madre. Era una situación fácilmente creíble. Ahora, Walker ya no prestaría demasiada atención a Ness. Gracias a la información que Zac había facilitado a la prensa, Walker sin duda consideraba que Ness ya no era una amenaza. Y también lo creían sus cómplices.

En cuanto a las autoridades locales, para cuando la jefatura del FBI se hubo puesto en contacto con Marty Hart, Stephen ya había hablado con éste y el jefe de policía estaba listo para emprender, con todo el peso de su departamento, la investigación.

Así que los contactos estaban hechos, a todas bandas: Patricia Avalon ya iba de camino al hospital y los agentes del FBI habían salido a buscar a Brian.

Eran las cinco y veinte cuando sonó el teléfono en la habitación de Ness. Ella y Zac intercambiaron una mirada de esperanza y súplica.

Zac descolgó.

Zac: ¿Sí?

Stephen: Soy yo -dijo simplemente-. Nancy está conmigo. Se encuentra bien.

Zac: Gracias a Dios. -Lanzó un lento y silencioso suspiro y le hizo a Ness un gesto con el pulgar hacia arriba, al que ella respondió con un también mudo agradecimiento, aliviada-.

Stephen: Escucha, Zac. Nancy dice que está bien. Pero me gustaría que lo confirmara un profesional de la medicina. ¿Puedes preguntarle a Meredith Hudgens si cree que debería llevarla al hospital? Ha estado dos días maniatada y la drogaron.

Zac oyó la voz de Nancy al fondo.

Nancy: Estoy bien, Stephen.

Pero, de todos modos, se volvió hacia la puerta y, con una señal, le pidió a Meredith Hudgens, al otro lado del cristal, que se acercara. Ésta entró en la habitación y escuchó atentamente la explicación de Zac. Luego, cogió el teléfono.

Después de hacer varias preguntas y escuchar las respuestas tranquilizó a Stephen: Nancy estaba probablemente un tanto deshidratada y aturdida a causa de las drogas que le habían suministrado. Le aconsejó que Nancy bebiera mucha agua y que descansara durante el trayecto de vuelta.

Meredith: Tráela directamente aquí -concluyó-. Ya será de noche cuando lleguéis, así que los pasillos del hospital estarán relativamente despejados. El doctor Tillerman le hará un reconocimiento a Nancy. Eso os dejará más tranquilos. Y, de paso, ambos podréis seguir los acontecimientos de cerca. Han escogido esta habitación como principal punto de encuentro de las autoridades al frente del caso. Patricia viene ya hacia aquí. De hecho... -Levantó la vista y saludó con un gesto de su mano a una delgada mujer de cabellos oscuros y cortos que intercambiaba unas palabras con el doctor Tillerman-. Acaba de llegar.

Stephen: ¿Tiene alguna novedad?

Nancy: ¿Está ahí la agente del FBI? -intervino-. Quiero hablar con ella.

Meredith oyó la petición, y la secundó.

Meredith: Ella también querrá hablar contigo. Te la paso. -Le ofreció el teléfono a Patricia, que cruzó con paso enérgico la habitación-. Son los padres -informó a la agente especial-. Stephen acaba de rescatar a su esposa del refugio de montaña en Stowe. No está herida.

Patricia asintió con la cabeza y se llevó el auricular al oído.

Patricia: ¿Alcalde Efron? Me han dicho que su esposa está con usted. Me gustaría hablar con ambos.

Stephen: Conectaré la opción de manos libres -Así lo hizo-. ¿Puede usted oírnos?

Patricia: Con claridad, sí. ¿Se encuentra usted bien, señora Efron?

Nancy: Estoy bien. Todo lo que me importa es Brian. ¿Han encontrado ustedes algo ya?

Patricia se desabrochó el abrigo y lo dejó sobre una silla.

Patricia: No, pero no hace siquiera una hora que estamos en ello. Pronto sabremos algo.

La habitual discreción emocional de Nancy se vino abajo y con ella, su acostumbrada serenidad. Emitió un ahogado sollozo.

Nancy: Está en primaria. Es solo un niño... nuestro niño. Por favor, tienen que encontrarlo.

Patricia: Nuestros agentes ya están en ello, señora Efron. -Por debajo del tono neutro, profesional, de la agente Avalon se notaba su compasión-. Y el jefe de policía Hart está cooperando con total entrega. Confíe en nosotros, cumpliremos nuestro trabajo. Llevaremos a Brian de vuelta a casa.


Stephen: ¿Cuál es su plan? ¿Cómo podemos ayudar?

Patricia: Respondiendo a unas cuantas preguntas. Señora Efron, ¿puede describir algunos rasgos de la persona que secuestró a su hijo?

Nancy: Puedo hacer más que eso. Le puedo dar su nombre. Es el regidor de Leaf Brook, Andrew Matthews.

Patricia enarcó las cejas.

Patricia: ¿No hizo nada para disfrazar su identidad?

Nancy: Llevaba un pasamontañas. Pero tenía unas ranuras para los ojos. Los reconocí. Él y Stephen han trabajado juntos durante una legislatura y media, todo el tiempo que mi esposo lleva como alcalde. Era Andrew, sin duda.

Patricia: Entiendo. Bien, dos detectives de paisano ya han registrado la casa y el despacho de Andrew Matthews. Y lo mismo han hecho con los de Philip Walker. Como era de esperar, ni el uno ni el otro han sido localizados en ninguna parte. De todos modos, sabemos dónde estará Walker mañana al mediodía.

A Nancy se le escapó un grito ahogado.

Nancy: Dígame que no tienen la intención de esperar hasta entonces para encontrar a Brian. Por favor, dígame que no van a dejar el rescate de mi hijo pendiente de su encerrona en el aeropuerto, con la esperanza de que, al verse atrapado, Walker les confesará...

Patricia: Por supuesto que no -la interrumpió-. Encontrar a Brian es nuestra prioridad número uno. Jamás hemos contemplado la posibilidad de esperar. El proceso ya está en marcha.

Stephen: ¿Qué significa eso exactamente? -insistió-. Usted no responde claramente cuando le pregunto por su estrategia.

Patricia: Hay una razón por la que no entro en detalles sobre el procedimiento. Dos razones, de hecho. Y ambas son para proteger a Brian. La primera: esta conexión telefónica no tiene suficiente garantía de seguridad. Sería una estupidez hablar de detalles confidenciales por teléfono. Y en segundo lugar: sinceramente, cuanta menos información táctica conozcan ustedes, mejor. Es bastante probable que Walker vuelva a ponerse en contacto con ustedes. Y ya están ambos bajo suficiente presión. No hay por qué añadir la preocupación de que pudieran revelar algo sin querer. Tranquilícense, estamos tomando toda clase de precauciones. Sabemos lo que hacemos, por eso tomaron ustedes la decisión correcta de acudir a nosotros, a pesar de las amenazas de Walker. Les doy mi palabra de que no haremos ningún movimiento importante sin consultarles antes, y tampoco les ocultaremos ningún descubrimiento significativo.

Nancy tragó saliva.

Nancy: Lo dice de un modo que... ¿acaso cree que Walker le ha hecho daño a Brian... o algo peor?

Patricia: Walker no encaja en ese perfil. No es un asesino; es un extorsionador. Además, no tiene móvil alguno. Todo lo que quiere es coger el dinero y salir del país. Pero si les llama mañana, lo que creo que hará, para fijar los detalles de la entrega, intenten entretenerlo. Pidan pruebas de que Brian está bien. Y propongan trazar un plan acerca de cómo pueden verificar el paradero de Brian antes de que su avión despegue. Es una petición lógica. Walker sabe perfectamente que, una vez que haya abandonado el país, encontrará un modo de evitar la entrega y ustedes se quedarán sin nada, ya no habrá remedio. Así que es normal que quieran estar seguros de que Brian está sano y salvo y que pueden encontrarlo pronto. Creo que escucharán ustedes a un hombre cuya única meta es desaparecer rico.

Nancy: ¿Podemos pedirle hablar con Brian?

Patricia: Desde luego, pero Walker probablemente se negará. No querrá estar al teléfono durante demasiado rato, por si ustedes están intentando localizar la llamada. Tampoco querrá correr el riesgo de que Brian diga algo que descubra su paradero. Y también existe la posibilidad de que Walker y Brian no se encuentren en el mismo lugar. Probablemente, Walker se esconde en algún motel y tener a un niño consigo solo le dificultaría pasar desapercibido. Así que no se preocupen si se niega a poner a Brian al teléfono. Piensen solo en lo que les he dicho acerca de su meta: las menores molestias, el máximo de dinero y una huida rápida. Hacerle daño a Brian no forma parte del plan.

Nancy: De acuerdo. -Se sentía vieja, cansada y a punto de estallar y perder los nervios-. Mientras, no podemos hacer nada. Nada excepto rezar.

Patricia: Señora Efron, sé lo difícil que resulta todo esto -dijo muy serena-. Pero se acabará pronto.

Nancy cerró los ojos con fuerza.

Nancy: Por mi cabeza siguen pasando las preguntas más horribles. ¿Qué pasa si Walker decide matar a Brian para que no pueda identificarle? ¿Qué pasa si consigue escapar sin devolvernos a nuestro hijo o decirnos dónde está? ¿Qué pasa si se lleva a Brian consigo como garantía?

Patricia permaneció en silencio hasta que Nancy hubo terminado. Luego, repuso:

Patricia: Hablaremos de sus temores en persona. Si le sirve de alguna ayuda, le diré que yo no creo posible ninguna de esas perspectivas. Ahora, conduzcan con prudencia. Les veré aquí dentro de poco.

Nancy: ¿Y si mientras hay nuevas noticias?

Patricia: Me pondré en contacto con ustedes de inmediato. -Colgó y se quedó con la mirada fija en el teléfono durante unos momentos, antes de volverse a los ocupantes de la habitación del hospital-. Ness -dijo para empezar-, ¿cómo te encuentras?

Ness: ¿Físicamente? Mejor. Emocionalmente... -Se encogió de hombros con un visible temblor-. Todo esto es muy angustioso.

Patricia asintió con la cabeza, luego, se dirigió a Zac, con la mano extendida:

Patricia: Señor Efron, es un placer conocerle. Siento que tenga que ser bajo estas circunstancias.

Él le devolvió el apretón de manos.

Zac: Lo mismo digo. Pero Meredith y Ness hablan maravillas de su capacidad y su preparación. -Tragó saliva con dificultad-. Brian es un muchachito especial. Lo es todo para nosotros. Tráigalo de vuelta a casa.

Patricia: Lo haremos. -Cogió una silla y se sentó-. Antes de que les pida más detalles, ¿saben de alguna otra persona implicada? ¿Alguien con quien deberíamos hablar?

Ness levantó la cabeza:

Ness: Cliff Henderson.

Zac: Por supuesto. -Le explicó a Patricia dónde encajaba Cliff en aquel asunto-. No creo que tenga más culpa que esa. Pero, dado su contacto con Matthews, sin duda querrán ustedes hablar con él. Puede que sepa algo sin siquiera darse cuenta, algo que solo un profesional detectaría. Lo único que pido es que no le interroguen aquí. No quiero que nadie más sepa que Ness ha recobrado la conciencia... por mera precaución.

Patricia: Estoy de acuerdo -asintió-. Que el menor número de personas sepa que Ness está despierta y puede hablar. Por otro lado, quiero, desde luego, que Cliff Henderson sea interrogado. El lugar más indicado y lógico para ello es la comisaría de policía, donde Marty Hart puede manejar el asunto. -Una mirada interrogativa-. ¿Accederá el señor Henderson a ello?

Zac: ¿Por Nancy? Puede apostar lo que quiera a que sí. -Sacó su móvil-. Voy a llamarlo. Quiero que sepa que Nancy está bien, de todos modos. -La llamada duró dos emotivos minutos-. Va de camino para hablar con Marty -anunció colgando. Frunció el ceño al ver lo absorta que parecía Patricia-. ¿Qué sucede?

Patricia: ¿Cómo dice? Ah, nada. Tan solo estaba pensando en el hecho de que fue el propio Matthews quien llevó a cabo el secuestro. Eso conlleva unas cuantas preguntas.

Zac: Explicaría cómo llegó la pata de conejo de Brian hasta el coche de Andrew -observó-. Y por qué éste informó a Walker con tanta rapidez después de que Ness lo oyera planear el viaje de Walker por teléfono. Quería que ella no pudiera hablar, está claro.

La expresión meditabunda de Patricia se hizo aún más intensa.

Patricia: Eso significa una gran implicación personal para alguien que solo está contratado. Por no hablar ya del riesgo que corre. ¿Con qué garantías? Matthews parece un hombre inteligente. Tiene que habérsele pasado por la cabeza que se lo relacionaría directamente con el secuestro. Henderson y Nancy son amigos. Es obvio que Henderson sabía que Matthews trabajaba para Walker. Y es obvio también que Nancy tuvo un contacto directo con el secuestrador de Brian. Pudo ver su estatura, su corpulencia, sus ojos. Si se unen todas esas piezas, es más que posible que Henderson se sincerara con Nancy y ésta adivinaría quién secuestró a su hijo. El secuestro es un delito mayor. Walker planeó una huida. Se iría a Suiza, libre como un pájaro. Pero, ¿qué hay de Matthews? ¿Qué salida tendría? ¿Planeó acaso cambiar de lugar con una nueva identidad? ¿Con qué contactos? Es un simple regidor, no un importante personaje del mundo de la mafia. Pero, ¿qué otra cosa podría hacer? Tuvo que darse cuenta de que le imputarían cargos criminales.

Ness se incorporó en la cama hasta quedar sentada.

Ness: ¿Qué es, entonces, lo que nos estás diciendo? ¿Que crees que Andrew va a huir con Walker? Eso no tiene sentido. La reserva que le oí confirmar era para una sola persona.

Patricia: Dime exactamente lo que oíste.

Volviendo a los acontecimientos del sábado, Ness le proporcionó a Patricia hasta el último detalle. Estaba terminando su relato cuando sonó el móvil de Zac.

Zac: ¿Y ahora qué pasa? -murmuró. Pulsó el botón para hablar-. ¿Sí?

Harrison: Soy tu padre. -Su tono de sonaba más tenso de lo que Zac jamás recordaba haberlo oído-. ¿Tienes noticias de Stephen?

Zac: Sí, papá -repuso cauto-. Ha encontrado a Nancy. Ella está bien. Deshidratada y dolorida, pero bien. Stephen va a traerla al hospital para que la reconozcan.

Harrison: Bien. -Tragó saliva con dificultad-. Zac, escucha, estoy en el lago George.

Zac frunció el ceño:

Zac: ¿Y qué estás haciendo tú en el lago George?

Harrison: Estoy con Philip Walker.

A Zac casi se le cae el teléfono de las manos.

Zac: ¿Qué? -Miró fijamente a Patricia, mientras le indicaba con una señal que se acercara. Cuando ella estuvo junto a él, Zac puso el teléfono en ángulo para que Patricia pudiera escuchar-. ¿Has dicho que estás con Philip Walker?

Harrison: Sí. Tiene un chalet aquí, en las Adirondacks. Eso no importa, ahora. Lo que sí es importante es que niega haber organizado el secuestro de Brian. Insiste en que no sabía nada de ese asunto. Estoy empezando a creerle. Una cosa sí es segura: no tuvo nada que ver con el robo de tu coche o con el accidente de tu amiga. Eso tienes que agradecérselo a Andrew Matthews.

Lentamente, Zac digirió aquella información.

Zac: A ver si lo entiendo bien. ¿Walker dice que es inocente, que no está implicado?

Harrison: Oh, sí, está implicado. Solo que no con los monstruosos hechos de secuestro e intento de asesinato. Tan solo es el simple ladrón y extorsionador que buscáis. -Refirió el asunto de las cintas que Walker tenía y también la llamada que había hecho Walker para ofrecérselas a cambio de dinero-.

Zac: ¿O sea que, según dices, la llamada exigiendo rescate no fue hecha por Walker?

Harrison: No, no lo creo. Mira, he venido hasta aquí para negociar con este hijo de puta... con mi dinero o con mis puños, no me importaba. Cuando se ha dado cuenta de lo en serio que yo hablaba y lo muy negro que él lo tenía, ha aceptado cooperar. Ahora mismo está a mi lado, sudando tinta ante la perspectiva de pasar el resto de sus días en la cárcel. Ha hecho unas cuantas llamadas, con el modo manos libres, para que yo también pudiera escuchar. Ha localizado a uno de sus simpáticos ladrones de coches. Al parecer, Andrew Matthews llamó a ese tipo el sábado por la mañana y le ordenó ir al centro comercial y robar tu coche, supuestamente siguiendo instrucciones de Walker. El tipo hizo todo lo que le habían ordenado. Solo que después de colarse en el aparcamiento, entrar en el coche y hacer el puente al vehículo, apareció Matthews y le dijo que él mismo se lo llevaría de allí. Supongo que el sistema de alarma de un Mercedes era demasiado complicado para que Matthews lo desconectara él solito, porque no es un genio de la electrónica. Pero atropellar a una mujer que podría descubrirle, eso sí está dentro de sus capacidades.

Zac: Mierda -murmuró-. ¿El atropello de Ness fue un intento de asesinato a sangre fría?

Harrison: Ella sin duda descubrió algo que no debería haber descubierto.

Zac se abstuvo de confirmar las sospechas de su padre, pero su mirada se cruzó con la de Patricia, muy seria y grave.

Harrison: En cuanto al secuestro, Walker jura que no sabe nada de nada -continuó-. Tampoco ninguno de sus matones tenía ni idea. Y tengo otra persuasiva noticia aún. No veo la menor evidencia de que Walker tenga la intención de salir del país. Pero sí la tiene su piloto. Cree a pies juntillas que va a llevar a Walker a Suiza... ¿y adivinas por orden de quién?

Zac: De Andrew.

Harrison: Exacto.
Matthews hizo todas las gestiones y le prometió al piloto una suculenta propina por el trabajo, otra vez en nombre de Walker, claro.

Las piezas encajaban... demasiado bien.

Zac: Papá, ¿no habrás deshecho el entuerto con el piloto, verdad? Necesitamos que siga las instrucciones que le dieron, para que Andrew no sepa que vamos tras él. Por el bien de Brian.

Harrison: No soy estúpido. Le he dicho a Walker que mantuviera la boca cerrada. Le ha dicho al piloto que tan solo confirmaba el plan. En este momento, Philip tiene tantas ganas como nosotros de agarrar a Matthews antes de que suba a ese avión.

Zac: No somos los únicos que participaremos en atraparlo.

Harrison: ¿Qué significa eso?

Zac: Espera un momento. -Cubrió con una mano el micrófono del móvil y miró interrogativamente a Patricia mientras enarcaba una ceja-. ¿Cuánto puedo decir?

Patricia: Desde luego, dile a tu padre que el FBI está metido en esto -le aconsejó-. Asustará a Walker lo suficiente para que cumpla sin rechistar con su reciente propuesta de cooperación. Pero, antes, consigue la dirección de Walker en el lago George. Enviaré un coche no-oficial hasta allí. Luego, dile que no se muevan de ese lugar. Repítele que no debe de poner a absolutamente nadie sobre aviso acerca de la triquiñuela de Matthews. Vamos a ganar a Andrew Matthews a su propio juego.

Zac asintió.

Zac: Papá -dijo de nuevo al teléfono-, ¿cuál es la dirección de Walker ahí? -Escuchó el garabateó en un papel y se lo pasó a Patricia. Ella, a su vez, sacó su móvil y se dirigió al otro extremo de la habitación para realizar la pertinente llamada-. Ya la tengo -confirmó a su padre-. Ahora, mantén a Walker ahí. Dile que si intenta escapar va a pasar más años en la cárcel que si coopera. El FBI ya se ha puesto en contacto con la policía del lago George. Y un coche no-oficial va para allá.

Harrison: ¿Habéis llamado al FBI? -estalló justo como Zac sabía que haría-. ¿Sabes qué tipo de publicidad se desprenderá de eso?

Zac: Pues sí. Y me importa un comino. Al igual que a Stephen. Lo único que nos importa es Brian. Encontrarlo pronto y llevarlo a casa sano y salvo. -Una significativa pausa-. Déjalo ya, papá. Esta vez no vas a ganar tú. Dudo que realmente lo quieras así. No se trata de un escándalo político o social. Se trata de tu nieto. ¿Estarías de veras dispuesto a arriesgar su vida solo por no manchar tu imagen? La respuesta es no. Porque si algo le sucediera a Brian, ni siquiera tú podrías seguir viviendo en paz contigo mismo.

Hubo un denso y pesado silencio, después del cual Harrison se aclaró la garganta.

Harrison: Me quedaré aquí hasta que lleguen los agentes. Luego, volveré. Llámame al móvil si hay alguna noticia.

Zac: Lo haré. -Colgó y se volvió hacia Patricia, que acababa de hacer otras dos rápidas llamadas-. Las preguntas y sospechas sobre las lagunas en la estrategia de Andrew, que la tenían a usted intrigada, estaban claramente fundadas.

Patricia: Esas lagunas acaban de desaparecer. -Frunció la boca-. Es evidente que Matthews es mucho más astuto de lo que creíamos. No solo planeó el secuestro de Brian y atropelló personalmente a Ness, sino que también lo dispuso todo para que las sospechas apuntaran hacia Walker y éste cargara con todas las consecuencias. Era una pequeña protección añadida para sí mismo. De ese modo, huiría como cómplice, dejando que cayeran sobre Walker las acusaciones de secuestro e intento de asesinato. Bueno, no va a salirle la jugada como espera. Ya he notificado a la jefatura y al jefe de policía Hart. Haremos los arreglos necesarios en nuestra investigación. A Andrew Matthews le esperan unas cuantas sorpresas.


19.15


Andrew entró en la destartalada habitación del motel, cerró la puerta con llave, se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó la micrograbadora.

El miedo era un gran motivador. Brian Efron había hecho exactamente lo que él le había dicho.

Las cosas empezaban a ponerse en su sitio con rapidez. El improvisado plan de Andrew, ideado por él mismo, a solas y en el último momento, estaba a punto de dar unos inmejorables frutos.

Con el crío retenido en uno de los solares de Construcciones Walker, y teniendo en cuenta que todas las gestiones habían sido realizadas a nombre de Walker también, éste tenía unas perspectivas absoluta y merecidamente negras. Iban a cargarle el secuestro y todos los delitos que tuvieran que ver con ello.

Y la única persona que había oído la suficiente porción de los versos para estropear el plan estaba en coma, incapaz de compartir sus sopechas.

Andrew frunció el ceño al recordar la expresión de pánico en el rostro de Ness cuando él había dirigido el convertible de Efron hacia ella y la había atropellado. Aquel recuerdo aún lo perseguía. Él no era un asesino. Y desde luego no había sido su intención matar a Ness. Pero, ¿qué otra salida le quedaba? Tenía que impedir que hablara, antes que ella le contara a cualquiera de los Efron lo que había oído.

Bueno, los hados se habían mostrado amables... tanto con su conciencia como con la de Ness. Ella estaba en coma, lo que dejaba una puerta abierta a la esperanza de recuperación. Al mismo tiempo, el informe del hospital decía que no iba a volver en sí a corto plazo. Y eso iba totalmente a favor de Andrew. Éste no necesitaba más que diecisiete horas. Después, él ya habría desaparecido y ella ya podría recuperar el conocimiento y exponer sus sospechas ante los Efron y ante la maldita policía de Leaf Brook en peso. Andrew ya estaría en Suiza. Ya habría renunciado a su ciudadanía americana y no habría posibilidad alguna de vuelta.

Para él, todo iría viento en popa.

Su optimismo se renovó casi con euforia.

Ya tenía hecha la reserva para el reactor de Construcciones Walker y estaría perfectamente listo y con el depósito lleno, a punto para despegar, al mediodía. Andrew ya había hecho las gestiones necesarias para iniciar una nueva vida en Lucerna. Tan solo una noche lo separaba de una existencia acomodada y libre.


Haría su segunda llamada a Stephen Efron al día siguiente por la mañana, a las nueve en punto. Reiteraría sus peticiones: cinco millones de dólares en la bolsa de deporte de Brian, que tendrían que ser depositados en el aeropuerto exactamente a las once y media. Pero habría un ligero cambio en las instrucciones, por si el alcalde había decidido interpretar el papel de héroe y organizar algún tipo de emboscada en el lugar designado en un principio. No habría ocasión de ello, no con las nuevas indicaciones que iba a darle. No. Los cinco millones estarían en el parking, perfectamente guardados en el Explorer del alcalde, a tan solo un salto del avión privado de Walker. Andrew tendría tiempo de sobras para detenerse en la sala de embarque y pasarle a un empleado del aeropuerto, ansioso de hacerse con veinte pavos fáciles, el sobre que llevaría, antes de recoger el dinero y volar hacia la libertad.

Pero no había que adelantar acontecimientos. Lo primero era realizar la llamada de mañana. Tenía que estar bien seguro de que los Efron estaban a punto. Y tenía que poner la guinda del pastel haciéndoles escuchar una cinta.

Se dejó caer sobre la rechinante cama del motel y echó un vistazo a su aparato para distorsionar la voz, mientras recordaba el terror que se desprendía de la voz de Stephen en la primera llamada. La segunda sería aún más angustiosa.

La sensación de poder era algo maravilloso. Y también los pensamientos sobre la nueva vida que le esperaba.

Esbozó una sonrisa de autosatisfacción. Él siempre había sido un as a la hora de hacer dinero. Pero esta vez, realmente se había superado a sí mismo.


viernes, 25 de noviembre de 2011

Capítulo 29


16.45

Lago George, Nueva York


Philip Walker se había ido a su chalet en las Adirondacks. Era el lugar perfecto para esconderse a esperar, porque nadie sabía de él. Así que se quedó perplejo al oír que un coche entraba en su propiedad y frenaba con un chirrido frente a la puerta de la casa.

Hubo unos enérgicos golpes en la puerta, seguidos de:

***: Walker, abre esta maldita puerta. Sé que estás ahí. La echaré abajo, si es necesario.

Walter enarcó las cejas. ¿Cómo demonios había conseguido localizar Efron aquel lugar con tanta rapidez? Sorprendente y satisfactorio. Evidentemente, el ultimátum había causado un efecto aún más contundente de lo que él había previsto. Vaya, jamás había oído al imperturbable y frío Harrison Efron en un tono tan colérico.

Se acercó a la puerta y la abrió.

Philip: Pero bueno, qué agradable sorpresa. Debe de haberte costado un buen esfuerzo descubrir el paradero de este escondite. No lo compré a mi nombre o al de mi empresa.

Harrison: Lo sé todo sobre ti, bastardo engreído. -Entró con una gran zancada y cerró de golpe la puerta tras él-. Excepto que eras lo suficientemente estúpido para intentar algo semejante. ¿De veras creías que ibas a conseguir obtener algo de mí por medios tan sucios?

Philip: De hecho, sí. Y aún más, debo de haberlo logrado porque de lo contrario, no habrías venido tras de mí como un sabueso. -Señaló con un vago gesto hacia el salón-. ¿Quieres pasar o prefieres que lo discutamos en el recibidor?

Harrison observó a Walker con los ojos entornados, antes de pasar, decidido, junto a él y entrar en el salón.

Philip: ¿Te apetece beber algo? -preguntó siguiéndole-.

Harrison: ¿Cuánto quieres? -repuso yendo al grano-. Y no me contestes que cinco millones. Eso es absurdo. Sobre todo ahora, que sé dónde estás. Una llamada por teléfono y la policía te meterá entre rejas durante tanto tiempo que cuando salgas serás demasiado viejo para poder siquiera andar.


Philip empezó a reír.

Philip: ¿Ah sí? En ese caso, ¿por qué no los has llamado antes de presentarte aquí? ¿O no hace falta que lo pregunte? Eres un bastardo muy duro, Efron, pero tienes un punto débil: tu familia. Irías hasta el fin del mundo para protegerlos... o, al menos, para proteger su reputación y posibilidades de ascenso social. Eso es lo que puso toda esta bola de nieve en marcha, para empezar. Y es precisamente con lo que yo cuento ahora. ¿Acaso crees que no sabía que me encontrarías? Sabía que sí, tarde o temprano. Lo dispuse todo muy bien por si se daba el caso de que no pudiera llevar a cabo mi cometido. Así que, adelante, haz tu llamada. En cuanto la hayas hecho, la guillotina caerá. -Se acercó al teléfono, levantó el auricular y se lo ofreció a Harrison-. Es tu funeral. O, mejor dicho, el de los Efron.

Un franco y total estupor se reflejó en el habitualmente indescifrable semblante de Harrison.

Harrison: Por Dios -murmuró, sin demostrar la menor intención de tocar el teléfono-. ¿Qué clase de animal eres? No estamos hablando de juego sucio en los negocios, ni siquiera de prácticas ilegales. Estamos hablando de vidas humanas.

Philip: Te estás poniendo un poco melodramático, ¿no te parece?

Dejó el teléfono sobre la repisa de la chimenea y miró a Harrison con curiosidad. Había esperado que Efron se pusiera furioso al ser chantajeado, pero aquella reacción era muy extraña. De acuerdo, le estaba ganando a su propio juego, pero jugar al gato y el ratón no era nada nuevo para Harrison. Desde luego, no era algo que no pudiera controlar... y darle la vuelta, con el incentivo correcto. Hablando de incentivos, ¿por qué demonios había mencionado Efron una cantidad tan obscena como cinco millones? Aquel hombre era un negociador brillante. Comenzaría por una oferta baja luego la mejoraría en la medida necesaria, y más que nada con promesas de futuro. No pondría inconvenientes a la naturaleza del acuerdo. ¿Favores políticos a cambio de silencio? Por supuesto que sí. Nada de lo que estaba pasando tenía sentido, pues.

Harrison: Mira, Walker. -Se frotó la nuca, sopesando su siguiente movimiento-. Te prometí un cuarto de millón de dólares, además de los cien mil que invertiste en la campaña de Stephen, si conseguías que los periódicos publicaran el asunto de tu contrato municipal en primera plana. Lo lograste. Acabo de averiguar la asquerosa táctica que has utilizado para salirte con la tuya. Mi primera reacción ha sido querer destruirte y arruinar tu empresa. En lugar de eso, te pagaré la cantidad al completo y otro millón más para que puedas comenzar tu nueva vida. Pero quiero pruebas de que él está bien. De lo contrario, no hay trato.

Ah. O sea que Efron se había enterado de algunos de los detalles de las últimas semanas. Al parecer, era eso lo que le molestaba. Aunque el muy arrogante hijo de puta había dejado claro desde el principio que no le preocupaba pasar por encima de lo que fuera necesario para conseguir el objetivo, incluso si ello significaba poner el cuello de su hijo en un torno y girar el mango. Quizás había cambiado de opinión. Quizá se estaba reblandeciendo en su vejez.

Philip: ¿Con quién has hablado, con Henderson? ¿O quizás uno de tus hijos ha decidido apostar en este asunto? -Soltó una risita-. No es mi intención hacer un juego de palabras.

Harrison: Un millón más, Walker. ¿Sí o no?

Philip: Cálmate, ¿quieres? -repuso muy tranquilo, apoyando la cadera contra el sofá-. No se trata tan solo de dinero. Tu hijo es un muchachito con problemas. Y un tramposo, también. Veamos: apropiación indebida de fondos, ocultación de información a la policía… por no mencionar que las apuestas son ilegales. No es precisamente un tipo ejemplar para el Senado de Nueva York, y mucho menos para la Casa Blanca. Y yo estoy en situación de evitar que llegue allí. -Se encogió de hombros en un gesto despreocupado-. Por otro lado, yo podría hacer la vista gorda. Si decido eso te costará mucho más que un simple pago al contado. El millón está bien por ahora. En cuanto al futuro, quiero una recompensa, y no me refiero solo a ese maldito contrato municipal. Cuando la jurisdicción del alcalde se expanda desde Leaf Brook a todo el estado de Nueva York, quiero mi parte del pastel. Quiero un senador que haga lo que sea necesario para apoyar mis proyectos, que retuerza el pescuezo de quien sea para conseguirme los votos que me hagan falta. A cambio, destruiré mis colecciones de cintas... todas, menos dos. Te daré a ti una de éstas y la otra la guardaré bajo llave en un lugar seguro. Si, por algún motivo, Stephen llega a olvidar a quién debe ser fiel, la otra colección de cintas será entregada inmediatamente a esa arpía de Cheryl Lager, con una transcripción para publicar.

Harrison: ¿De qué demonios estás hablando? -estalló-. ¿Qué cintas? ¿Qué transcripción? ¿Acaso has perdido tu maldito juicio?

Walker tensó la mandíbula.

Philip: No intentes tomarme el pelo. No dará resultado. Estoy hablando de las cintas donde están grabadas mis conversaciones con Stephen. Cintas que lo incriminan, en las que yo pongo todas mis cartas sobre la mesa y él acepta burlar la ley para evitar que sus apuestas sean de conocimiento público. Las cintas que enviarán a tu hijo a la cárcel y destruirán tu familia. Tendrías que haber escuchado con más atención mi mensaje telefónico. Era críptico, pero descifrable.

Harrison: ¿Qué mensaje telefónico?

Philip: El que te he dejado esta mañana.

Harrison: No has dejado ningún mensaje. Has hablado directamente con Stephen. Y él no ha mencionado que unas cintas sean parte de este perverso plan tuyo. Probablemente, ni siquiera le ha importado. No cuando está en juego la vida de su hijo.

Philip frunció el ceño.

Philip: ¿La vida de su hijo? Envié a uno de mis socios para que robara su gorra de béisbol y asustara a su madre dejándola en la puerta de su casa.

Harrison: ¿El mismo socio que atropelló a Vanessa Hudgens ayer? ¿A qué fue debido eso, al despecho? ¿Porque sabes que Zac sale con ella? Se que fue eso lo que te impulsó a escoger el Mercedes de Zac para que lo robaran y lo desmontaran en cualquier taller ilegal con el que mantienes tratos. Pero ahora me pregunto si ese asunto tenía que ver solo con el coche. Después de lo que le has hecho a Brian, es obvio que eres capaz de cualquier cosa. Así que dudo que ese atropello fuera un accidente.

Philip: Espera. -Interrumpió el discurso de Harrison meneando la cabeza, con expresión de total asombro-. Ahora sí que no entiendo nada. ¿Crees que estoy detrás de ese atropello? Olvídalo, Harrison. Si yo estuviera organizando robos estratégicos de coches, y con esto no digo que lo esté haciendo, no contrataría a tipos que atropellan a la gente. Ni accidentalmente ni, por supuesto, a propósito. Y tampoco los mandaría robar de sitios que me perjudicaran. Por si no lo sabías, he invertido un importante montón de dinero en ese centro comercial. La mala publicidad que se desprende de que una mujer sea atropellada allí el día de la inauguración es lo último que quiero.

Harrison: ¿Y qué te importa? De todos modos, te vas del país.

Philip miró fijamente a Harrison.

Philip: ¿De dónde has sacado esa información? No me voy a ninguna parte, jamás le he tocado ni un cabello a tu nieto, no estoy detrás del atropello sufrido por Vanessa Hudgens y no tengo ni idea de quién se llevó el coche de Zac. Ah, y no he hablado con Stephen esta mañana. He dejado un mensaje en tu móvil.

Ahora le tocó el turno a Harrison y también miró fijamente a Philip. Lentamente, sacó su móvil, que había permanecido desconectado desde que Efron había mantenido aquella desastrosa reunión en casa de Stephen. Lo conectó.

Un mensaje. Recibido a las once y veintisiete de la mañana.

Casi a la misma hora que Stephen había recibido la llamada exigiendo el rescate.

Harrison escuchó la voz de Walker, que le decía que ambos tenían que encontrarse para hablar del futuro político del alcalde y de cómo Construcciones Walker podía contribuir en él. Luego, mencionaba algo sobre unas estupendas cintas que quería que Harrison escuchara, porque (seguía Walker) sin duda después de oírlas Efron querría una copia. Estaba dispuesto a apostarlo todo a que sí. Exasperado y confuso, Harrison desconectó de nuevo el móvil.

Harrison: ¿Y qué me dices de la llamada a Stephen?

Philip: ¿Qué llamada a Stephen?

Harrison: Walker, estoy a punto de saltarte al cuello. -Tenía los puños cerrados con fuerza y parecía lo suficientemente furioso para hacer lo que decía-. El único motivo por el que me controlo es por el bien de Brian. Dime ya dónde está. ¿Dónde demonios lo has escondido? Porque si no me lo dices...

Philip: Espera un momento -lo interrumpió en seco- ¿Me estás diciendo que alguien ha secuestrado a tu nieto?

Harrison: ¿Me estás diciendo que no has sido tú?

Philip: Por supuesto que no he sido yo, maldita sea.

Harrison avanzó con paso firme, agarró a Walker por el cuello y lo empujó contra la pared sin soltarlo. Era más alto y corpulento que Philip, una ventaja que aún se veía incrementada por el hecho de que a Efron lo movía la ira.

Harrison: ¿No has exigido un rescate de cinco millones para irte del país? ¿No le has dicho a Stephen dónde y cuándo dejar el dinero en metálico mañana? ¿No has hecho nada de eso?

Philip: No -graznó-.

Harrison: Entonces, ¿quién ha sido?

Philip: No lo sé. -Tragó saliva con gran dificultad-. Pero no he visto a tu nieto desde que él y su madre se fueron a Stowe.

Harrison apretó un poco más la garganta de Walker.

Harrison: ¿Cómo sabías que Nancy se lo había llevado allí?

Philip: Por Andrew Matthews.

Harrison: Exactamente, el otro sincero colega de mi hijo. Trabaja para ti. -Walker asintió con la cabeza-. Y tú lo contrataste para que raptara a Brian.

Philip: No. -Empezaba a marearse-. Efron, por el amor de Dios... -Agarró las manos de Harrison y tiró de ellas, suplicante-. Suéltame. Haré unas llamadas y averiguaré qué ha sucedido. Si no lo consigo, podrás estrangularme.

Harrison: Lo que haré será peor que eso. -Aflojó las manos y empujó a Walker hacia un lado-. Tenías razón acerca de que soy capaz de cualquier cosa por proteger a mi familia. De cualquier cosa. Así que no me pongas a prueba. O te mataré. Ahora, coge ese teléfono y encuentra a mi nieto.


16.57

Stowe Vermont


A Nancy le dolía el costado. Y el hombro. Cambió de postura e hizo una mueca de dolor, el suelo era muy duro. Ella llevaba una eternidad yaciendo allí, desde que había conseguido volcar la silla. El golpe le había dolido, pero al menos ahora Nancy disponía de cierta movilidad. Incluso con las muñecas y los tobillos atados, podía arrastrarse lentamente hacia el teléfono.

Por fin había podido librarse de la mordaza. Gracias a Dios. La droga le había provocado unas horribles náuseas y mareos, y ella había temido que, de vomitar, pudiera ahogarse con su propia regurgitación.

De vez en cuando, estaba sutil. Otras veces, se sentía entre neblinas, sin conciencia de tiempo y movimiento. Estaba en un lugar, su mente se desvanecía y, luego, Nancy recobraba el conocimiento y se daba cuenta de que había avanzado unos centímetros, aunque no recordaba cómo.

Pero en todo momento lo que la movía era el temor por Brian.

Tenía que encontrarle. Tenía que llegar hasta el teléfono. Acababa de detenerse para tomar aire y recuperar un poco de fuerza cuando oyó unas pisadas.

Se quedó helada.

¿Debía intentar gritar pidiendo ayuda? Ahora mismo, su voz no era más que un mero graznido. Además, ¿qué pasaría si se trataba de aquel hombre otra vez? Se pondría furioso y Dios sabe qué le haría. Nancy tenía que correr ese riesgo, intentarlo, por Brian.

Haciendo
de tripas corazón, reunió hasta el último gramo de fuerza y emitió un ronco gruñido.

El sonido fue literalmente tragado por el ruido de la puerta de entrada al abrirse de golpe. Unos apresurados pasos, seguidos de un grito ahogado.

Stephen: ¡Nancy!

Aquel sonido le resultó tan familiar... el más maravilloso del mundo.

Las lágrimas, que Nancy daba por agotadas desde hacía tiempo, acudieron a sus ojos y resbalaron por sus mejillas.

Nancy: Stephen -susurró-.

Posiblemente, él ni la oyó. Pero eso no importaba. Estaba junto a ella, fuera como fuera.

Stephen: Oh, Dios mío. Cariño, ¿estás bien?

No esperó una
respuesta. Ya estaba desatando las cuerdas, liberando los brazos y piernas de Nancy de la horrible tortura a la que se habían visto sometidos durante los dos últimos días.

La recostó contra su torso y le hizo unas friegas en pies y manos para activar la circulación de la sangre. Nancy estaba tan desfallecida como una muñeca de trapo, incapaz de hacer nada excepto apoyarse en Stephen y sollozar.

Stephen: ¿Estás herida? -preguntó levantándole la barbilla-. ¿Quieres que te lleve al hospital?

Nancy meneó débilmente la cabeza.

Nancy: Brian -susurró-.

Stephen: Lo sé. No hables. -Se puso en pie y la levantó en brazos-. Voy a sacarte de aquí. Hay agua en el coche. Podemos contar con una enfermera excepcional tan solo llamándola por teléfono. Ella nos dirá qué tenemos que hacer. Ahora mismo nos vamos a casa.

Nancy: Stephen. -Lo agarró de la camisa y lo miró con ojos suplicantes-. Dime qué pasa.

Él expulsó el aire de sus pulmones con un ronco sonido.

Stephen: Walker tiene a Brian consigo.
Quiere cinco millones de dólares mañana al mediodía. Zac está reuniendo el dinero. Él y Ness se han puesto en contacto con el FBI. Los agentes especiales trabajan ahora con Marty. Lo encontraremos, Nancy.

Ella notaba en sus labios el salado sabor de sus propias lágrimas.

Nancy: Debe de estar aterrorizado. Me vio inconsciente y luego se lo llevó un hombre con un pasamontañas.

Stephen: ¿Ese bastardo te tiró?

Nancy: Usó cloroformo, creo. Y unas píldoras que disolvió en agua y me hizo beber. He estado muy aturdida. -Frunció el ceño al ver el cielo de última hora de la tarde a través de la ventana de la cocina-. ¿Qué día es hoy?

Stephen: Domingo. ¿Cuándo se llevo ese hombre a Brian?

Nancy: El viernes. Justo antes del mediodía.

Stephen: Todo encaja. Sin duda, Andrew siguió a Cliff hasta aquí el miércoles y luego informó de vuestro paradero. Y Walker envió a uno de sus matones a primera hora del viernes.

Nancy meneó la cabeza.

Nancy: No era un matón. Era Andrew.

La ira tensó el semblante de Stephen:

Stephen: ¿Estás segura?

Nancy: Sí. El pasamontañas no le cubría los ojos. Y los reconocí. Era Andrew.

Stephen: En ese caso, que Dios se apiade de él cuando lo encontremos.

Hubo algo en el tono de Stephen que sobrecogió a Nancy, una convicción que salía desde sus mismísimas entrañas. Y su comportamiento... había en él una sólida fortaleza a la que Nancy no estaba acostumbrada. Observó atentamente el rostro de su esposo.

Nancy: Pareces... distinto.

Stephen: Vuelvo a ser yo. O quizá lo soy por primera vez en mi vida. No lo sé. -Acarició la mejilla de Nancy con los nudillos-. De lo que sí estoy seguro es de que te quiero. Y si lo que dice Cliff es cierto, si aún tengo la gran suerte de contar contigo, jamás volveré a abusar de tu amor. Te doy mi palabra.

Nancy: Hablas muy en serio, ¿verdad?

Él tragó saliva con dificultad.

Stephen: Más en serio de lo que jamás he hablado. Vamos a empezar de nuevo, Nancy. Tú, yo y Brian. Voy a dejar que me ayuden. Voy a tener el control sobre mi vida. -Apoyó la frente contra la de Nancy y ella percibió la emoción que lo sacudía-. Voy a abandonar la política de una vez por todas -dijo entusiasta-. Que se presente mi padre a las elecciones, si eso es lo que quiere. Me importa un rábano. Quiero volver a ejercer la abogacía. Y quiero ser un esposo y un padre. Si tú aún me lo permites. -Se calló, con los ojos llorosos, mientras esperaba una respuesta-.

Ésta le llegó sin titubeos y las lágrimas de Nancy humedecieron su camisa.

Nancy: ¿Si aún te lo permito? -sollozó entrecortadamente-. Sí, claro que sí. Eso es lo que siempre he deseado... construir una vida contigo y con Brian.

Stephen: Entonces, hagámoslo. -Se dirigió hacia la puerta-. Y empezaremos por encontrar a nuestro hijo.


martes, 22 de noviembre de 2011

Capítulo 28


Cliff se volvió hacia Zac en cuanto quedaron a solas.

Cliff: ¿Cómo puedo ayudar?

El pobre parecía estar tan abatido que Zac se descubrió sintiendo compasión por él.

Zac: No lo sé, Cliff. Ahora mismo, ya tengo bastante con lo mío. Cinco millones es mucho dinero. Por no hablar ya de que hoy es domingo y los bancos están cerrados. Tendré que pedir un montón de favores para poner el asunto en marcha. Será mejor que me ponga a ello, no podemos permitirnos perder ni un solo minuto.

Cliff: Yo no tengo tus contactos. Así que no voy a poder acceder a mis cuentas hasta mañana por la mañana. Pero puedes disponer de todo lo que tengo. -Se agitó, inquieto-. ¿Qué hay de Andrew? ¿Crees que ha desaparecido? Porque si Brian estaba en su coche...

Zac: Buena idea. Intenta localizarle, aunque estoy seguro de que hace tiempo que debe de haberse escondido. Conoce el plan de Walker. Y sabe que tú jamás te quedarías de brazos cruzados si Nancy y Brian estuvieran en peligro. Así que debe de haberse imaginado que nos darás su nombre. Y que nosotros le seguiremos la pista como cazadores de recompensas.

Cliff: El secuestro es delito grave en todo el país. Si Andrew está involucrado, le espera una larga condena en prisión.

Zac: Quizá no lo haya cometido él. Quizá Walker contrató a uno de sus matones para que usara el coche de Andrew. Desde luego, fueron ellos los que utilizaron el mío. No lo sé. Ahora mismo, todo lo que quiero es ver a Nancy y Brian de vuelta.

Cliff asintió.

Cliff: Te llamaré si encuentro algo

Zac: Hazlo, sí. Ah, y, Cliff...

Cliff: ¿Sí? -repuso volviéndose-.

Zac: Si por un milagro localizas a Andrew, no le comentes que la pata de conejo apareció en su coche. Él no sabe que yo poseo esa parte de la información. Y no quiero que lo sepa. Cuando llegue el momento, ya la utilizaremos... a fondo.

Una vez que Cliff se hubo marchado, Zac pasó las tres horas siguientes al teléfono, persiguiendo a los administradores de varias instituciones financieras importantes y haciendo gestiones para liquidar sus activos. Explicó que era una emergencia y alteró la naturaleza de la crisis diciendo que tenía que ver con el estado de coma en que Ness se encontraba aún. Declaró abiertamente que, aunque no se produciría ningún anuncio oficial hasta que ella saliera de aquella grave situación, Vanessa Hudgens era su futura esposa y su vida pendía de un hilo. Había que tomar medidas drásticas. Zac no iba a proporcionar más detalles... para proteger a todo el mundo de la posibilidad de procesamiento criminal.


La primera parte era la verdad. La segunda era una manipulación de los hechos. La combinación funcionaba. Y aquello era lo único que importaba.

Desde la perspectiva de los negocios, Zac actuaba con el piloto automático, llevando a cabo las gestiones pertinentes, con la esperanza de que concentrarse en la logística le evitaría tener que lidiar con las emociones. Era un hombre que hacía que las cosas fueran hacia delante. Ahora, más que nunca, tenía que confiar en su aguda inteligencia y en su habilidad para resolver problemas. Si se detenía, si se permitía pensar en lo que Brian quizás estaba pasando... Zac no podía. Simplemente, no podía.

Aquella estrategia le fue muy útil hasta que sonó su teléfono móvil. Era Ness.

Ness: Sé que no debería llamarte -susurró-. Hazte la idea de que soy otra persona. Pero tenía que saber si todo va bien.

El muro protector se vino abajo y el dolor se desbordó. Sacudido por su intensidad, Zac dejó escapar el aire de sus pulmones con un ronco sonido.

Zac: No, no va bien. -Oyó el temblor de su propia voz-. Walker tiene a Brian consigo. Ha llamado pidiendo un rescate. Yo estoy intentando reunir el dinero. Stephen ha ido a buscar a Nancy. Está en un refugio de montaña, en Vermont. No sabemos lo que Walker puede haberle hecho. Tengo mucho miedo por ellos, Ness. ¿Qué pasa si...?

Ness: Zac, cálmate. -Su voz estaba llena de horrorizadas lágrimas, pero las palabras salían serenamente de sus labios-. Quiero saberlo todo. Pero antes, escúchame. Brian y Nancy están bien. Tienen que estarlo. Stephen encontrará a Nancy. En cuanto a Brian, tendréis a la policía a vuestro lado. Ellos averiguarán dónde está y lo traerán de nuevo a casa.

Zac: No. No podemos llamar a la policía. Walker ha dicho que matará a Brian si lo hacemos.

Ness: Oh, Dios mío. -Un miedo crudo y total la invadió. Al mismo tiempo, su mente se aceleró hasta alcanzar la máxima velocidad. Zac no pensaba con racionalidad. Ness sabía más de aquel tema que él. Y Zac no iba por el buen camino. Dependía de ella solventar el error-. Zac, quiero que vuelvas al hospital y que me cuentes todos los detalles. Necesito compartir esto contigo... y no tan solo el dolor, sino el plan de acción. Si confías en mí, sé que puedo ser de ayuda.

Zac: ¿Cómo?

Era la primera prueba de confianza de Zac hacia Ness y ella cruzó los dedos hasta que le dolieron.

Ness: Confía en mí -repitió calladamente-. Por favor.

Zac: Voy para allá.

«Gracias a Dios», pensó Ness, «por el bien de Brian». Colgó y se volvió hacia su madre con la mirada perdida.

A Meredith no le hizo falta preguntar nada. Ness la había informado de absolutamente toda la situación. Ahora, al ver la reacción de su hija, al haber escuchado su parte de la conversación con Zac, supo inmediatamente la cruda realidad.

Meredith: Brian ha sido secuestrado -declaró con expresión grave-.

Ness asintió con angustia.

Ness: Mamá, necesito un número de teléfono. El de nuestra conferenciante, la que no pudo venir el viernes pasado y que es experta en crímenes cometidos contra niños.

Meredith: La agente especial del FBI, Patricia Avalon -repuso ya rebuscando en su bolso-. Es la coordinadora del CAC, Crímenes Contra Menores en la jefatura de Nueva York. Es muy buena especialista.

Ness: Lo sé. La he oído hablar en varias ocasiones. -Le dirigió a su madre una mirada interrogativa-. Y tú has hecho aún más que eso. Recuerdo que trabajaste con ella.

Meredith: Fue en un caso de secuestro en la misma familia -confirmó-. Un padre abusivo que se llevó a su hija y desapareció sin dejar ningún rastro. Yo conocía bien los abusos que habían conducido a que se le denegara el derecho de visita y el impacto que eso tuvo en su hija. Así que me consultaron durante la investigación. Patricia y su equipo eran increíbles. Devolvieron a la niña sana y salva a su madre en tan solo un día. -Abrió su agenda de teléfonos-. Tengo su número anotado aquí.

Ness: Tengo que hablar con Zac antes de ponerme en contacto con ella -reflexionó en voz alta-. Necesito su permiso y el de Stephen. -Se estremeció-. Philip Walker ha amenazado con matar a Brian si los Efron llaman a la policía.

Meredith: Los agentes como Patricia están entrenados para hacer su trabajo sin alertar a los secuestradores. Ese Walker ni siquiera se dará cuenta de que interviene el FBI. -Anotó el número de teléfono en un pedazo de papel-. Toma.

Agradecida, Ness lo cogió.

Ness: Ahora, reza por que la emergencia para la que la requirieron el otro día se haya resuelto y esté disponible. Reza también por que yo pueda convencer a los Efron para que sigan mi propuesta. -Se le quebró la voz-. Y, sobre todo, ruega que no esté equivocándome y que mi decisión logre traer a Brian a casa, sano y salvo.


15.45

Leaf Brook Memorial


Zac entró en la habitación de Ness, en el hospital, y apoyó la espalda contra la puerta. Su aspecto era, decididamente, ojeroso.

Zac: Hola. -Miró a Ness con expresión preocupada-. Louis dice que estás mejor. ¿Es la verdad o solo intenta tranquilizarme?

Ness: Es la verdad. Me siento mucho más fuerte y mi dolor de cabeza se ha reducido a una ligera molestia.

Ness se incorporó hasta quedar sentada.

Meredith se levantó de la silla junto a la cama.

Meredith: Creo que voy a ir a por otra taza de café. Si me disculpáis... -Se dirigió hacia la puerta-.

Zac: Gracias -le dijo quedamente cuando ella pasó junto a él-. Es usted un ángel.

La madre de Ness posó suavemente una mano sobre el brazo de Zac.

Meredith: Siento muchísimo lo que estáis pasando. Pero a Brian no le sucederá nada. Ya lo verás. -Y salió de la habitación-.

Zac se acercó a la cama, se inclinó y abrazó a Ness. Ella lo estrechó también, con fuerza, y apoyó la cabeza en su hombro.

Zac: Qué bien está poder tenerte entre mis brazos... -murmuró besándole los cabellos-. Me sentía tan condenadamente desamparado...

Ness: Saldremos de ésta -le prometió-. Y Brian también. Mi muchachito es un valiente.

Zac: ¿Cuál de los dos? -Aunque su pregunta intentaba ser graciosa, se notaba dolor en su tono-.

Ness: Los dos. -Se echó hacia atrás hasta que su peso descansó totalmente sobre la cama-. Ahora, siéntate y cuéntamelo todo.

Asintiendo con gesto cansado, Zac se dejó caer en el sillón. Le relato los eventos del día, empezando por la confrontación que él y Stephen habían tenido con su padre, siguiendo por la visita de Cliff y la consecuente declaración, y finalizando por la llamada telefónica que exigía un rescate.

Ness: ¿Sabéis desde dónde llamaba Walker?

Zac: No. Desde luego, no era desde su casa o su despacho, seguro. Ha utilizado un aparato para distorsionar la voz. Es obvio que no querría que descubriéramos su paradero.

Ness: Lo que significa que tanto él como Andrew han desaparecido. -Frunció el ceño-. Hoy es domingo. ¿Has conseguido reunir el dinero?

Zac: Tengo muchos contactos en el mundo bancario -repuso frotándose los ojos-. Eso incluye varios administradores. Están haciendo lo posible por ayudarme. Tengo que haber reunido los cinco millones en efectivo para mañana a las once de la mañana.

Ness asintió lentamente. Alargó el brazo y tomó a Zac de la mano.

Ness: Te quiero. Pero también quiero a Brian. Lo sabes, ¿verdad?

Zac: Por supuesto.

Ness: Entonces, no lo olvides. Y escúchame bien. Ya sé que soy maestra, no un miembro de la policía o un legado. Pero tú también sabes lo implicada que estoy en esfuerzos de todo tipo para evitar los abusos a menores. Gracias al trabajo que mi madre y yo realizamos con la APSAC, hemos conocido a profesionales de diferentes campos. Vienen y hablan en las charlas que organizamos. Una de las conferenciantes es agente especial del FBI, entrenada en el NCAVC, el Centro Nacional de Análisis del Crimen Violento. Se llama Patricia Avalon y es coordinadora de Crímenes Contra Menores en la jefatura de Nueva York. Mi madre colaboró en una de las investigaciones de la agente especial Avalon y la vio en acción. Opina que es muy buena, muy hábil. Quiero que me ayudes a persuadir a Stephen para que me deje llamarla.

Los labios de Zac se transformaron en una fina línea.

Zac: ¿Cómo quieres que haga eso? Walker ha dicho que...

Ness: Ya sé lo que ha dicho. Pero, piénsalo, Zac. Vais a darle el dinero; él se meterá en un avión. ¿Cómo sabes que va a devolveros a Brian? ¿Cómo sabes que Walker no va a despegar antes de que averigüéis dónde está Brian? -Se estremeció al ver la expresión de Zac-. Además, ¿podéis estar seguros de que Walker no se llevará a Brian con él, como garantía, cuando huya del país? -Notó que la ira y el temor le hacían un nudo en la garganta, pero se tragó ambos sentimientos y se obligó a exponer en voz alta la peor de las posibilidades-. Y, por último, ¿os ha dado Walker alguna prueba determinante de que Brian sigue vivo? ¿Ha dejado que Stephen hablara con él?

Sin decir nada, Zac negó con la cabeza.

Zac: He supuesto que, llamara desde donde llamara Walker, Brian no estaba con él. ¿No creerás que...?

Ness: No, no lo creo. -Sus dedos se entrelazaron fuertemente con los de Zac-. Mi corazón me dice que Brian está vivo. Seguro. Por no mencionar que no creo que Walker sea un asesino. Pero tenía que comentar todas las posibilidades para hacerte ver que estáis dejando que el miedo nuble vuestra razón. Stephen y tú no sois profesionales. No tenéis ni idea de cómo manejar este asunto. Creéis que, simplemente, vosotros le daréis el dinero a Walker y él os devolverá a Brian. Quizá pase esto exactamente. Pero, ¿de veras quieres arriesgarte? ¿Quiere Stephen? Patricia Avalon es un agente federal. Está entrenada para esto. Y también la unidad con la que trabaja. Dejemos que nos ayuden. Por el bien de Brian.

Zac se quedó pensativo durante un largo y difícil momento. Luego, asintió con la cabeza.

Zac: Llamemos a Stephen al móvil. Debe de estar llegando a Stowe ahora mismo.


16.35


Stephen acababa de pasar Burlington a toda velocidad y estaba en la carretera U.S.2, dirección oeste, hacia Stowe, cuando su móvil sonó.

Le temblaban tanto las manos, que apenas sí pudo pulsar la tecla para contestar la llamada.

Stephen: ¿Sí?

Zac: Soy yo. No hay novedades -añadió rápidamente-.

Stephen: Ya casi estoy llegando. Dios mío, Zac, Nancy tiene que estar bien.

Zac: Lo está. -Sintió que un músculo de su mejilla se agitaba ligeramente-. Estoy reuniendo el dinero. Estará listo en una hora escasa.

Stephen: Gracias.

Zac: Stephen, estoy en el hospital, en la habitación de Ness. Voy a pasarle el teléfono a ella. Sé que estás aturdido y confuso, pero escucha atentamente lo que Ness tiene que decirte. Es una propuesta sensata.

Frunciendo el ceño, Zac le pasó el teléfono a Ness. Stephen sonaba totalmente destrozado. Era el peor momento para explicarle aquello y que tomara una decisión. Pero el tiempo era lo único de lo que no podían disponer.

Ness: Hola, Stephen -lo saludó suavemente. Una pausa-. Sí, estoy bien. Pero es de Brian de lo que quiero hablarte. Solo tenemos diecinueve horas para encontrarlo. Y no creo que podamos asumir esa responsabilidad nosotros solos y estar seguros de que lo consigamos. -Siguió, muy serena, explicándole a Stephen exactamente lo mismo que le había expuesto a Zac-. La agente especial Avalon actuará como enlace entre el NCAVC, la jefatura del FBl en Nueva York y las autoridades locales de Leaf Brook -concluyó-. Lo que me lleva a hablar de Marty Hart. Él ya sabe que sucede algo. Lleva esperando desde ayer para interrogarme y, según Zac, pasó por tu casa para interrogarte a ti también. Zac dice que confías en él. ¿Es así? -Ness escuchó, asintiendo con la cabeza-. Muy bien. En ese caso, sugiero que se lo contemos todo desde el principio, al tiempo que nos ponemos en contacto con la agente especial Avalon. Eso nos ahorrará un tiempo precioso. -Otra pausa-. Ya sé que estás asustado. Tienes todo el derecho a estarlo. Brian es tu hijo. Pero precisamente por eso tienes que hacer todo lo posible para traerlo de nuevo a casa, sano y salvo, y rápidamente. Estoy convencida de que se encuentra bien, pero debe de tener mucho miedo. Por no hablar de lo mucho que os estará echando de menos a ti y a su madre. He oído a la agente especial Avalon describir sus operativos y su entrenamiento. Están acostumbrados a actuar con más sagacidad y astucia que los delincuentes profesionales. Y Walker tan solo es un aficionado notable. Confía en mí, los agentes del FBI son expertos. No van a dejarse descubrir y no van a permitir que Walker le haga daño a Brian. -Otra pausa-. No. Atrapar a Walker es algo secundario. Al igual que recuperar cualquier pago de rescate. Los agentes están entrenados para concentrarse ante todo en la víctima del secuestro. Detener a Walker será una propina, pero no una prioridad. -Dicho esto, Ness esperó la respuesta de Stephen. Y la obtuvo. Echó la cabeza hacia delante y cerró fuertemente los ojos mientras lágrimas de alivio escapaban de debajo de sus párpados-. Gracias. Sí, lo comprendo. La llamaré ahora mismo. Te paso a Zac.

Exhausta, le devolvió a Zac el teléfono. Éste lo cogió.

Zac: ¿Stephen?

Stephen: Sí, sigo aquí. -Su tono era agitado, pero no sonaba tan aturdido como unos minutos antes-. Ness tiene razón.

Zac: Lo sé, sí. -Acariciaba la nuca de Ness mientras hablaba, intentando calmar su tensión emocional lo mejor que podía. Se preguntaba cómo había podido pensar alguna vez que ella era demasiado cándida y sobreprotegida. Ness era fuerte, valiente y él tenía suerte al contar con ella-. Nos encargaremos de todo.

Stephen: Todavía me quedan unos veinte minutos hasta el refugio -replicó-. De todos modos, me estoy volviendo loco. Así que aprovecharé el tiempo para llamar a Marty y contarle lo que está pasando. La próxima vez que aparezca por el hospital y vaya a la habitación de Ness para informarse de los detalles del accidente, dejadle entrar, le diré que finja que va a interrogarte a ti, ya que necesitamos seguir simulando que Ness está todavía en coma. Mientras, ruega por que Ness pueda localizar a la agente especial Avalon.

Zac miró con ternura a Ness.

Zac: Lo hará. Cuando Ness se propone algo, consigue que suceda. Llámanos cuando llegues al refugio.

Stephen: Os llamaré. En cuanto encuentre a Nancy y esté seguro de que está bien... -Se calló de golpe, luchando por mantener su autocontrol-. Será mejor que llame a Marty. Mientras, rezad.


domingo, 20 de noviembre de 2011

Capítulo 27


15 de abril

8,05


La luz del sol se paseaba por el rostro de Ness, y ésta se desperezó y abrió los ojos.

Por primera vez desde ayer, se sentía completamente despierta y la cabeza no le retumbaba. Recordó haberse despertado varias veces durante la noche. También la vaga imagen del doctor Tillerman acudiendo a comprobar su estado en dos ocasiones, o quizá tres, y un par de manos (que no eran las del médico) que atentamente le cambiaban las vendas y la ayudaban a beber un poco de zumo. Cada vez que Ness había abierto los ojos, Zac estaba allí, vigilándola como un protector perro guardián.

Ahora, sin embargo, no la miraba.

Ella echó una mirada alrededor y sonrió al verle en el silloncito. Profundamente dormido, con la cabeza apoyada en una mano y el periódico arrugado en el regazo. Con la ropa igualmente arrugada Y barba de un día, el aspecto de Zac era aún peor que ayer. El pobre hombre llevaba dieciocho horas anclado en aquella habitación.

Zac debió de notar que era observado, porque parpadeó y se incorporó de un brinco al ver que Ness estaba despierta.

Zac: Hola. -Se inclinó hacia ella y contempló su rostro-. Tienes mejor cara. ¿Cómo te encuentras?

Ness: Debería ser yo la que te hiciera esa pregunta -bromeó suavemente-. Estás horrible.

Él sonrió de medio lado.

Zac: Acostúmbrate. Vas a despertarte junto a mí cada mañana del resto de tu vida.

Ness: Creo que podré soportarlo. -Le acarició tiernamente la mejilla-. Incluso la barba de un día.

Zac: Perfecto. -La besó en la palma de la mano-. Porque éste es el aspecto que presento después de una noche sin dormir. Y tú y yo vamos a compartir varias. Solo que no las pasaremos en una cama de hospital.

Ness: Tengo muchas ganas. -Emitió una leve risita e hizo una mueca de dolor-. Odio estar aquí. Quiero ponerme bien para poder irme.

Zac: Eso suena prometedor. Sacas tu genio. Lo que debe de significar que te encuentras mejor.

Ness: Sí, estoy mejor, pero preocupada. No he dejado de tener pesadillas sobre Brian. Zac, tenemos que terminar la conversación de ayer por la noche.

Zac: Estoy de acuerdo. Pero antes... -Buscó en el periódico la sección de noticias locales y señaló un titular bastante grande en la primera página-. Echa un vistazo a esto.

Ness leyó rápidamente el artículo y los ojos se le fueron transformando en dos enormes platos a medida que avanzaba la lectura.

Bajo el titular, firmado por Cheryl Lager, se desarrollaba la exhaustiva historia acerca de cómo la tragedia había ensombrecido la inauguración del centro comercial, el día anterior, cuando Vanessa Hudgens (la profesora de segundo ciclo de Brian Efron) fue atropellada por un coche robado que se dio a la fuga. La señorita Hudgens, ahora (según las fidedignas y exclusivas fuentes de información de la periodista, directamente del hospital Leaf Brook Memorial), permanecía en coma. Su vida pendía de un hilo y el pronóstico era muy grave.

Ness parpadeó, y miró fijamente a Zac.

Ness: Esto es una mentira descarada.

Él se encogió de hombros.

Zac: De hecho, se ajusta bastante a la realidad. Bueno, ella la ha adornado un poquito, pero el sensacionalismo es el sello personal de Cheryl Lager. En conjunto, se parece mucho a lo que yo le dije ayer por la noche.

Ness: No te entiendo.

Zac acarició la mejilla de Ness.

Zac: Era el único modo de mantenerte a salvo. Walker debe de haber estado esperando oír noticias sobre tu estado. Ahora ya las tiene. Creerá que estás a las puertas de la muerte. Eso evitará que lo intente de nuevo.

Ness: Oh. -Una repentina nueva preocupación la invadió-. Zac, mis padres. Si leen esto o alguien se lo dice, pensarán que...

Zac: No, no lo pensarán. Hablé con tu padre ayer. Tenías razón: es un gran tipo. Por cierto, quiere que le llames tan pronto como tengas ánimos suficientes. En cuanto a tu madre, creo que estabas demasiado aturdida para reconocer a tu enfermera privada.

Ness abrió la boca, sorprendida.

Ness: ¿Mi madre?

Zac: Así es. -Señaló hacia la puerta-. Ha estado ahí fuera toda la noche. Excepto cuando ha entrado a cuidar de ti. Cuando, hace una media hora, he ido a buscar el periódico, le he dicho que se tomara una taza de café. Debo de haberme quedado dormido justo después. Le diré que te has despertado en cuanto tú y yo hayamos acabado de hablar.

Saber que Zac había hecho aquello por Ness significaba para ella mucho más de lo que podía decir.

Ness: Zac, gracias.

Zac: Ha sido un placer. Sé lo unidos que estáis tus padres y tú. Por cierto, son lo únicos que conocen tu verdadero estado, además de Louis y Stephen. -Lanzó un pequeño resoplido-. Lo que me lleva a cómo están las cosas.

Ness: ¿Ha habido alguna nueva noticia?

El meneó la cabeza.

Zac: Todavía no tenemos ningún indicio importante que confirme nuestro miedo de que Brian esté en manos de Walker. Lo que es bueno y malo a la vez. Bueno, porque puede indicar que el plan de Walker quizá no tiene que ver con Brian. Y malo porque, hasta que estemos seguros, no podemos hacer ningún movimiento visible. Si Walker descubre que vamos tras él y tiene a Brian... -Se le quebró la voz-. En cualquier caso, hacer que lo detengan ahora sería del todo inútil. No tenemos pruebas. Pero disponemos de tiempo extra. Según lo que escuchaste de la conversación telefónica de Andrew, Walker saldrá del país mañana al mediodía. Estamos reteniendo esa información. A los ojos de las autoridades, eso es ocultación de pruebas. No puedo pedirte que hagas eso.

Ness levantó la barbilla.

Ness: No me lo pides. Yo me ofrezco. Si crees que hablar con la policía pondrá en peligro a Brian, no les diré nada. Seguiré en coma, como Cheryl Lager tan detalladamente ha informado.

Zac: Gracias -repuso simplemente. Luego, frunció el ceño-. No se trata solo de ti. Louis también se está arriesgando por nosotros. Solo puedo pedirle que siga cooperando un poco más. Lo mires como lo mires, tengo que darle a Marty tiempo suficiente para vigilar el aeropuerto del condado de Westchester y atrapar a Walker antes de que suba a ese avión. Lo que significa que debo encontrar a Brian antes de ese momento. -Se echó hacia atrás y se pasó una mano por el pelo-. Es el momento de asumir riesgos. Tengo que fiarme de mi instinto y rogar por que tú te hayas equivocado con respecto a Cliff. Porque si alguien sabe dónde está Nancy, es él.

Ness: ¿Por qué estás tan seguro de ello?

Zac: Porque ambos están muy unidos. Ella confía en él cuando no puede acudir a Stephen. -Una expresión de apenada resignación cruzó su rostro-. Ahora viene la confianza que me pedías. ¿Estás segura de que la quieres? Los Efron son una tribu bastante lamentable.

Estaba claro que aquella iba a ser una revelación muy dura. Y Ness se sintió un tanto culpable al pensar que había puesto a Zac en la posición de tener que mostrar su parte más íntima. Fuera lo que fuera lo que pasaba con Stephen Efron, era obviamente una cuestión grave y personal.

Haciendo caso omiso de su propia incomodidad, Ness se incorporó hasta quedar sentada y cogió la mano de Zac.

Ness: No estás obligado a airear los trapos sucios de tu hermano... no si te hace daño o te sientes desleal.

Zac: Ni lo uno ni lo otro. -Entrelazó sus dedos con los de ella-. El dolor que siento es por Stephen y los demonios con los que siempre está en lucha. En cuanto a la lealtad, él sabe que te lo voy a contar. Hablamos de ello ayer por la noche. Está muy agradecido hacia ti, Ness. Pusiste en peligro tu vida por Brian. Mi hermano se ha convertido en una persona muy distinta en estas últimas semanas. Sus prioridades han cambiado. Y las mías también, ya puestos a decir. Hasta ahora... como he dicho, mi familia es bastante lamentable. Las emociones nunca han aparecido como puntitos brillantes en nuestros radares y mucho menos han sido un motor importante. Al nacer Brian, eso cambió. Pero no lo suficiente. Y ahora... bueno, supongo que tanto Stephen como yo estamos experimentando sensaciones fuertes al mismo tiempo. El miedo a perder a la gente que amas produce eso

Ness: La gente... en el caso de Stephen, ¿estamos hablando de Brian o de Nancy?

Zac: De ambos. -No le sorprendió la percepción de Ness-. El meollo de todo el asunto es éste: Stephen es un jugador compulsivo. Hace apuestas en deportes. Lleva enganchado desde que estaba en el instituto. Su adicción pasa altibajos. Ciertos tipos de presión la acentúan. Por otro lado, he visto a mi hermano mantener su compulsión bajo control durante largas temporadas. Tú te graduaste en psicología, no hace falta que te cuente qué puede provocar la carencia de autoestima. Lo que sí puedo decirte es que eso es el obsequio por ser el primogénito de Harrison Efron y tener un padre que te empuja continuamente hacia la Casa Blanca. Le ha pasado una importante factura al matrimonio de Stephen. Cliff siempre ha estado ahí cuando Nancy lo ha necesitado. Estoy convencido de que ahora no ha sido una excepción.

Ness: Ya veo. -Se sintió invadida por una oleada de compasión-. ¿Así que Cliff sabe de las apuestas de Stephen?

Zac: Cliff es un tipo muy brillante. La amistad entre él y Stephen se remonta a hace casi veinte años. O sea que, sí, yo diría que lo sabe. Además de él, las únicas personas que también estamos al corriente somos Nancy y yo. Y ahora tú. -Una pausa llena de amargura-. Ah, y Walker.

Ness: Walker. -Más piezas del puzzle encajaron en su sitio-. Así que con eso presionaba a Stephen para obtener el contrato. Lo estaba chantajeando.

Zac: Exacto. Puso a Stephen entre la espada y la pared. Mandó que le dieran una paliza y amenazó a Brian. Ahí es donde tuvo lugar el capítulo de la gorra de béisbol. Cuando Nancy abrió el paquete que le habían enviado y leyó la nota que lo acompañaba, perdió los nervios. No pudo soportarlo más. Cogió a Brian y desapareció.


Ness: No la culpo por ello. Está aterrorizada por lo que le pueda pasar a su hijo. La pregunta siguiente es: ¿cómo descubrió Walker la adicción de Stephen al juego? Tuvo que ser mediante Cliff.

Zac: Quizás. Es curioso que Stephen se devanara los sesos intentando averiguar quién era el topo que Walker tenía infiltrado. Y a mí jamás se me ocurrió la posibilidad de que podría ser Cliff. Estaba demasiado obsesionado por una posibilidad todavía más desagradable.

Ness: ¿Cuál?

Zac: Que fuera mi padre.

Ness: ¿Tu padre? -repitió casi ahogando un grito-.

Zac: Su idea de la motivación. -Con asumida resignación, informó a Ness acerca de la relación entre su padre y Walker, y de la reacción de Harrison cuando Zac se enfrentó a él-.

Ness: No es de extrañar que tu hermano tenga problemas. Con un padre así... -Se calló de repente-. Lo siento.

Zac: No hace falta. Es un bastardo sin corazón.

Ness: De acuerdo pero, ¿cómo iba a ser él el chivato de Walker? Por lo que dices, he entendido que no estaba enterado de las apuestas de Stephen.

Zac se encogió de hombros, con expresión ambigua.

Zac: He intentado por todos los medios mantenérselo oculto. Eso no significa que lo haya conseguido. Es un tipo rematadamente listo. ¿Quién sabe de lo que está enterado, y qué haría en el caso de estarlo?

Ness sintió una náusea que no tenía nada que ver con la conmoción sufrida en el accidente.

Ness: Volvamos a Cliff. Es el mejor amigo de Stephen. No se me ocurre ninguna razón por la que lo traicionaría de ese modo.

Zac: Estoy de acuerdo. Excepto por una cosa: Cliff está enamorado de Nancy. Lo ha estado desde el principio. Yo creía que habría asumido y aceptado el hecho de que ella se casó con su mejor amigo, pero siempre hay una posibilidad de que no haya sido así. Ese es el riesgo del que te hablaba. Cliff es nuestra única respuesta. Tengo que hablar con él. No mencionaré lo que tú viste y oíste ayer en el Ayuntamiento, porque no quiero que sepa que has recuperado la conciencia. Por si trabaja para Walker.

Un denso silencio.

Ness: ¿Realmente le haría daño a Stephen? -susurró-.

Zac: No me atrevo a imaginarlo. Pero aún tenemos la pregunta, sin respuesta, sobre cómo tu pata de conejo llegó hasta el coche de Andrew. Es posible que éste diga la verdad acerca de eso. Si es así, y si Brian está a salvo con su madre, Cliff podría haber cogido sin darse cuenta la pata de conejo cuando visitó a Nancy... si es que realmente sabe dónde está. Todo son suposiciones. Lo cierto es que no podemos descartar nada. Ni a nadie. No cuando la vida de Brian está en juego.

Ness: De acuerdo. -No quería ni pensar en algunas de las posibilidades. Eran, simplemente, demasiado horribles-. Stephen querrá estar presente cuando interrogues a Cliff.

Zac asintió con la cabeza, cansado.

Zac: No va a gustarle, precisamente, tener que sacarle información a Cliff. Se pondrá enfermo cuando le diga por qué lo hacemos. Y se pondrá hecho una furia cuando le cuente la relación que hay entre mi padre y Walker, y lo que puede significar. Pero no puedo ocultarle nada. Ya no. Tengo que poner todas las cartas sobre la mesa. Lo único que importa es encontrar a Brian.

Ness: Ve. -Hizo un vago gesto señalando la puerta-. No puedes mantener esa conversación por teléfono. Ve a casa de Stephen y cuéntaselo todo. Luego, habla con Cliff. Solo disponemos de hoy. Tenemos que encontrar a Brian.

Zac vaciló, claramente contrariado por tener que dejar a Ness sola. Una ola de alivio se reflejó en su rostro cuando la puerta se abrió y Meredith Hudgens entró en la habitación y sus ojos se iluminaron al ver a su hija incorporada y hablando.

Ness: No te preocupes, Zac -dijo indicando cariñosamente a su madre que se acercara-. Estoy en buenas manos.


10.25

Philip Walker releyó el artículo del periódico tres veces.

Vanessa Hudgens seguía estando en coma. Era posible que jamás volviera en sí. Zac Efron la velaba a todas horas, junto a su cama.

Parecía un guión digno de Hollywood.

Seguro que Cheryl Lager tenía la historia en exclusiva. Probablemente, habría acampado en la sala de espera del hospital hasta que los Efron estuvieron a punto de explotar. Y seguramente le habían facilitado el material para la noticia solo para librarse de aquella mujer.

Aun así, a él lo tenía bastante escamado que ningún otro periódico dijera ni una sola palabra acerca del accidente de Vanessa Hudgens. No parecía que la policía sospechara juego sucio. Estaban muy ocupados intentando localizar el Mercedes plateado de Zac Efron, que suponían que había sido robado por ladrones profesionales-. Entonces, ¿por qué guardaban los Efron tanto silencio sobre aquel asunto?

Sí, de acuerdo, Zac Efron mantenía una relación con la maestra de escuela que había sido atropellada. Pues, vaya. Todo lo que tenía que ver con los Efron era merecedor de titulares.

¿Por qué esta vez la cuestión se mantenía tan en secreto? ¿Y de quién era la idea de que fuera así... del alcalde, de su hermanito o del padre de ambos?

Quizá le estaba dando demasiada importancia.

Pero... era justo después de que Ashley Tisdale se lo sacara a él de encima... Y le parecían demasiadas coincidencias.

Miró hacia el teléfono.

Quizás estaba esperando demasiado tiempo. Quizá debía acelerar las cosas un poquito, poner en marcha su plan antes de que todo se desmandara y se precipitara sin control.

Buena idea. Jugaría estratégicamente sus últimas cartas. Y luego dejaría caer la bomba. Una desagradable sonrisa curvó sus labios.

Aquella llamada tan solo podía confiársela a sí mismo. Era la jugada final, el potente remate.

Y tan solo le pertenecía a él.


10.35


Zac se había propuesto encontrar a Stephen a solas. No había sido así. Al entrar en la sala, comprobó que Stephen tenía otra visita: su padre.

Era obvio que Harrison Efron acababa de llegar. Estaba dejando el abrigo sobre el sofá cuando Zac cruzó el umbral.

Harrison: Perfecto -saludó a Zac, mientras cierto temblor agitaba un músculo de su mejilla-. Puedo teneros a los dos juntos. Ahora, quizás obtenga algunas respuestas claras y directas. -Hizo una pausa, como recordando las circunstancias y el modo en que éstas afectaban la vida de Zac-. La profesora de Brian... ¿cómo está?

Zac: Igual -repuso con cautela-. Su estado es muy delicado.

Harrison: Lo siento.

Zac: ¿De veras?

Harrison entornó los ojos.

Harrison: ¿Qué demonios quiere decir eso?

Zac agarró al toro por los cuernos.

Zac: Una de las razones por las que estoy aquí es para averiguar por qué y quién atropelló a Ness. ¿Alguna sugerencia?

Harrison: Supongo que te refieres a Walker.

Stephen volvió la cabeza como movido por un muelle y su mirada se dirigió de su padre a Zac y otra vez a su padre.

Stephen: ¿Qué es lo que sabes de Walker?

Harrison: No has informado tu hermano -observó dedicándole a Zac una mirada de disgusto-. ¿Lo proteges de nuevo, como siempre?

Zac: Ya no. Él podrá resistirlo. La pregunta es: ¿podrás tú? Creo que te sorprenderá el desenlace.

Stephen: ¿De qué estáis hablando los dos? -inquirió. Zac se volvió hacia su hermano-.

Zac: ¿Recuerdas mi reunión de negocios del martes por la tarde? Pues bien, era con papá. Yo acababa de descubrir que él y Walker hicieron un par de inversiones juntos hace años. Fui a averiguar detalles. Y, oh, sorpresa, me enteré de quién le metió a Walker en la cabeza la idea del contrato del aparcamiento municipal.

Stephen: Bromeas. -Su tono no era en absoluto divertido, sino furioso-.

Zac: No. Al parecer, es de gran ayuda para dar publicidad cuando tu hijo está preparando su candidatura al Senado -explicó-. Y Para fortalecer el carácter, también. Vamos, papá, explícale a Stephen cómo estás consiguiendo que su espinazo sea mucho más duro para afrontar su futuro político.

Harrison: No es necesario. Acabas de hacerlo tú por mí. -Con calma, echó un vistazo alrededor de la sala, divisó una jarra llena de café, se dirigió hacia ella y se sirvió una taza-. No has mencionado la parte que me soltaste justo antes de irte: la teoría de que Walker estaba detrás de los robos de los coches. Dijiste que no tenías ninguna prueba. ¿Lo has cotejado con Walker, de todos modos? Porque, si es así, has realizado una mala jugada. Walker es justo el tipo de hombre al que tus fisgoneos estimularían a robarte el coche. Es su idea del castigo. Lástima que Vanessa Hudgens se haya visto atrapada en medio del fuego cruzado.

Zac reprimió su ira. La de Stephen llamaba más su atención. Su hermano se había quedado rígido de pies a cabeza.

Stephen: ¿Sabías lo de los robos de coches? -preguntó, en tono inquietantemente sereno-. ¿Y conocías a Walker? ¿Sabías que me estaba chantajeando?

Harrison enarcó una de las cejas.

Harrison: ¿De veras? ¿Y qué es lo que podría utilizar contra ti para que tú le permitieras el chantaje?

Un silencio sepulcral.

Y, en ese mismo instante, Zac tuvo su respuesta. Stephen también.

Stephen: Así que lo sabes -declaró secamente-. Estabas enterado de la contribución de Walker a la campaña. Sabías que yo me la había jugado y que luego sableé a Zac para recuperar la cantidad. Sabías perfectamente lo que Walker podía utilizar contra mí.

Harrison: ¿Lo que solo Walker podía utilizar contra ti? -Dejó la taza sobre la mesa con un ruido sordo-. Lo que todo el mundo podría utilizar contra ti, si tu hermano no se ocupara de reparar tu chanchullo. Corrijo: tus chanchullos. Llevas trece años yendo de un embrollo a otro por culpa de tus estúpidas apuestas. A Walker se le puede controlar. Yo me ocuparé de ello. Pero dime, Stephen: ¿acaso no es ya hora de que madures y te enfrentes a la vida, en lugar de dejar que otro la dirija por ti?

Stephen: Tienes razón, papá, ya es hora. -Miró fijamente a su padre con una nueva clase de convicción emanando de él. Era como si hubiera llegado al borde de un profundo abismo y hubiera saltado otro lado-. Me estoy enfrentando a la vida ahora mismo. Mi mujer se ha ido. Mi hijo está siendo amenazado. Una mujer extraordinaria, cuyo único crimen ha sido preocuparse por el bienestar de Brian, yace en la cama de un hospital. Eso es todo lo que me importa. No tú. No unas insignificantes elecciones. No todos lo planes que tú has ideado para mi futuro y que nunca llegarán a realizarse. Soy el responsable de esta pesadilla que estamos viviendo ahora mismo. ¿Y por qué? Porque me he pasado treinta años como un pedazo de barro a la espera de que tú me moldearas. Treinta años dándome con la cabeza contra la pared, intentando cumplir con tus expectativas. Pues bien, se acabó. Es hora de que me espabile; es hora de que me mire al espejo y reconozca quién soy en realidad. Y, si tengo suerte, quizás algún día me guste lo que vea.

Harrison no parecía impresionado. Sorprendido, sí, pero no impresionado.

Harrison: ¿Ah, sí? ¿Y qué te gustaría ver, a un abogado de empresa? Los hay a patadas, incluso si son brillantes. Mira a tu amigo Cliff. Se pasa la vida recogiendo cualquier migaja que se le eche y luego espera pacientemente por si puede quedarse con las sobras. Y me refiero tanto a esposas como a casos legales... ¿o acaso creías que tampoco estaba al corriente de eso?

Stephen: Me importa un rábano lo que sabes o no.

Harrison: De acuerdo, juguemos con tus reglas. ¿Quieres ver lo que eres por ti mismo? Eres débil. Yo te he creado. Tienes encanto, intuición e inteligencia. Pero careces de agallas.

Stephen no se asustó.

Stephen: Probablemente. Pero tengo un hijo que sabe que puede contar conmigo, que sabe que le quiero pase lo que pase. Y eso es mucho mejor que tener un imperio industrial, al menos para mí. -Al oír sus propias palabras, hizo una pausa y en sus ojos destelló una chispa de satisfacción-. Quizás esté más cerca de recuperar mi vida de lo que pensaba.

Harrison: Lo dudo. Sobre todo con gente como Walker agarrándote por el cuello.

Zac: Y, hablando de Walker, ¿cómo consiguió la munición para hacer precisamente eso, papá? -intervino con dureza-. Muy poca gente sabe del problema de Stephen con las apuestas. Tú eres una de esas personas, según acabamos de descubrir. ¿Por casualidad le pasaste esta información a tu colega para ayudarlo a fortalecer el carácter de Stephen? ¿Es ese el motivo por el que crees que es fácil de mantener controlado?

Harrison: Tus acusaciones están empezando a ponerme furioso -contestó agresivo-.

Zac: En ese caso, responde a ellas.

Harrison: No.

Zac: ¿No le dijiste nada, o no piensas contestar?

Harrison: Escoge tú mismo.

Stephen emitió una especie de sordo rugido al caer brutalmente en la cuenta.

Stephen: Eres un perverso bastardo -bramó, avanzando hacia su padre con los ojos desorbitados-. Le diste a Walker lo que necesitaba para destrozar mi familia. Es por tu culpa que la vida de mi hijo está en peligro.

Cliff: No, Stephen, no es culpa suya. -Estaba en el umbral de la puerta y su rostro reflejaba culpabilidad y arrepentimiento-. El culpable soy yo. -Todos se volvieron a mirarlo-. El cerrojo no estaba echado. He entrado sin llamar. Y, según veo que están las cosas, me alegro de haberlo hecho. -Avanzó hacia ellos, con un sobre en la mano, en el que había escrita la palabra «confidencial». Se detuvo al llegar junto a Stephen-. Esto lo explicará todo. -Dejó caer el sobre en la mesa del café-. Antes de que lo abras, tengo unas cuantas cosas que decir. Te pido que me escuches. Luego, puedes echarme. -Le dirigió a Harrison una rápida mirada-. Los dos podéis.

Stephen se había quedado con la boca abierta.

Stephen: ¿Tú informaste a Walker sobre mí? ¿Por qué? ¿Para que él consiguiera meterme en la cárcel y tú pudieras quedarte con Nancy?

Cliff hizo una mueca de aflicción.

Cliff: No. Porque fui un cobarde. Y, sí, por mis sentimientos hacia Nancy. Pero no para quedarme con ella, sino para protegerla.

Con voz queda, Cliff le contó cómo Walker había obtenido unas fotos comprometedoras en las que él aparecía con una mujer que se parecía tanto a Nancy que, con un ligero retoque, podría pasar por ella. Acambio de su silencio, todo lo que Walker le había pedido era una pista... cualquier cosa que pudiera usar como fuerza contra el alcalde.

Cliff: Yo sabía que él iba detrás del contrato del aparcamiento municipal. Pero no sabía nada más. Jamás se me ocurrió que... -Tomó aire-. Tenía miedo de que, si aquellas fotos salían a la luz, destrozaran la vida de Nancy. Y no creía que a ti te supusiera nada grave apoyar la propuesta de Walker. Sabía que considerarías que su oferta de contrato tenía mérito. Porque lo tenía, sobre todo con el aumento de robos de coches que Leaf Brook ha sufrido.

Stephen: Robos que organizó Walker -puntualizó-.

Cliff: En aquel momento, yo no sabía eso. No sabía un montón de cosas. Estaba acorralado y me aferré al salvavidas que Walker me ofrecía. Después, la situación me estalló en las narices. No estoy justificando mis actos. Fueron deplorables. Me comporté corno un bastardo y un estúpido. Te traicioné. Lo que creo importante que sepas es que Nancy no lo ha hecho jamás. En ningún sentido. Incluso cuando yo creí... y, sí, esperé que vuestro matrimonio había terminado, ella se mantuvo fiel a ti. En cuanto a Brian, cuando Nancy me contó lo que Walker había hecho con aquella gorra de béisbol, me puse hecho una fiera. Le dije a Andrew que si se atrevía a...

Stephen: ¿A Andrew? -interrumpió, cuya serenidad ahora estaba empezando a resquebrajarse-. ¿Dónde encaja Andrew en todo esto?

Cliff: Es el contacto de Walker. No sé a qué acuerdo han llegado ni hasta qué punto está involucrado, pero fue él quien me chantajeó con esas fotos y a quien yo llamé para que le dijera a Walker que abandonara el asunto. Creí que mi presión había hecho efecto, porque Andrew me entregó los negativos. Supuse que era el ofrecimiento de paz de Walker. Me equivoqué. Cuando fui al despacho, ayer, Andrew me dio una carta. Era de Walker. Utilizaba un lenguaje que la hacía aparecer como un documento referido a un asunto legal pendiente en un contrato urbanístico. No escribía ni una sola palabra que pudiera incriminarle. Pero el mensaje se recibía alto y claro. Yo debía dejar de meter las narices, mantenerme al margen y dejar que las cosas llegaran a su fin para evitar daños en mi bando. Había una instantánea de Brian sujeta a la carta. Y eso dejaba muy claro quién saldría perjudicado.

La velada amenaza de Walker provocó un escalofrío de temor en el espinazo de Zac. Pero Zac se obligó a concentrarse en Cliff y en la explicación Que éste les acababa de ofrecer.

Y que provocaba, a su vez, más alivio que furia. Todo lo que Cliff había dicho verificaba lo que Ness le había contado, lo que insinuaba que Cliff tenía solo la parte de la culpa que acababa de admitir.

Zac: ¿Te entregó Andrew los negativos en mano? -preguntó intentando esclarecer el misterio de la pata de conejo-.

Cliff: ¿Que si me los dio en mano? No, pero seguro que venían de él, si es eso lo que me preguntas. Andrew salió a mi encuentro cuando yo dejaba el despacho de Stephen el jueves. Me dijo que los negativos estaban en su coche. Bajé hasta el aparcamiento y los recogí yo mismo.

Bien, así que Cliff había estado, efectivamente, en el coche de Andrew. Eso podía ser una buena noticia. Podía significar que Brian seguía aún con Nancy, sano y salvo, y que tan solo la pata de conejo había llegado a otras manos... e inadvertidamente.

Antes de que Zac pudiera preguntarle a Cliff, sin rodeos, acerca del paradero de Nancy, tenía otro punto que tocar.

Zac: Ayer era sábado. Y la gran inauguración del centro comercial. Sabías que Stephen estaría allí. Entonces, ¿por qué fuiste a su despacho?

Cliff señaló con el dedo el sobre que había dejado sobre la mesita del café.

Cliff: Fui a dejar esto. Mira, Zac, me sentía como un animal herido... furioso con el destino por ponerme en esta situación, con Nancy por amar a Stephen y con Stephen por abusar del amor de Nancy y, sin embargo, seguir gozando de él. Quería explotar, exponer mi dolor ante las narices de Stephen. Al mismo tiempo, ya no podía soportar ni un minuto más mi sentimiento de culpabilidad. Había traicionado a mi mejor amigo, por no mencionar mi amor por su esposa y, por primera vez, mi intenso deseo de que ella lo abandonara por mí. No podía mirarle a los ojos. Así que iba a tomar de nuevo el camino más cobarde y dejar las fotos y los negativos sobre la mesa del despacho de Stephen, con una nota explicativa. Empecé a escribirla y luego cambié de opinión. Habíamos sido amigos durante casi veinte años. Le debía una explicación cara a cara. Stephen se lo merecía. -Se pasó una nerviosa mano por el pelo-. Después, todo sucedió muy rápido. Andrew me entregó la carta de Walker. Apenas había acabado de leerla cuando Ness apareció por allí. Yo estaba tan destrozado que casi no recuerdo lo que me dijo. Algo acerca de que se había acercado a ver a Andrew. Supongo que, luego, ella se marchó directamente al centro comercial. Y debió de ser entonces cuando la... -En su rostro brilló un destello de comprensión y apoyo-. Lo siento, Zac. Espero que se ponga bien.

Zac: Lo hará. -Ya tenía suficiente explicación. Así que decidió pasar a la pregunta directamente a Cliff-: ¿sabes dónde está Nancy?

Una mueca de incomodidad.

Cliff: Le dije a Nancy desde el primer momento que Stephen merecía saber dónde estaba, que se desesperaría. Pero me hizo jurar que mantendría el secreto. No puedo...

Zac: ¿Ni siquiera si te digo que ella y Brian están en peligro? Porque tenemos motivos para creer que así es. Creemos que Walker está planeando algo realmente perverso. Como raptar a Brian.

Cliff: ¿Cómo va a poder hacerlo? No sabe dónde está. Nadie lo sabe.

Zac: Excepto tú.

Por primera vez, Cliff pareció enfurecerse.

Cliff: Si de algo puedes estar completamente seguro, Zac, es de que yo jamás le haría daño a Nancy. O a Brian, ya puestos. No le he dicho a nadie dónde se fueron.

Zac: ¿Has ido a verlos en alguna ocasión?

Una pausa de duda.

Cliff: Sí. Una vez. Les llevé el antibiótico de Brian.

Zac: En ese caso, alguien podría haberte seguido.

Cliff recordó algo y sintió cierta aprensión.

Cliff: Es posible. Fui a visitarlos el miércoles por la mañana, después de verme con Andrew. El único lugar donde me detuve fue la farmacia. Andrew pudo haberme seguido.

Zac: Y contárselo a Walker. -Se inclinó hacia delante-. Dime una cosa, Cliff. Y piénsalo bien antes de responder. Durante tu única visita a Nancy, ¿viste por casualidad una pata de conejo roja por allí?

Cliff: No hace falta que lo piense mucho. Brian la llevaba en la mano. No la soltó en ningún momento, ni siquiera para tomarse la medicina. Dijo que era su amuleto de la suerte.

A Zac se le hizo un nudo en la boca del estómago.

Zac: ¿O sea que no pudiste, de ningún modo, habértela llevado sin querer cuando te fuiste?

Cliff: De ninguna manera. -Meneó la cabeza-. Brian pasó todo el rato que estuve allí en su habitación. Le había disgustado mucho que fuera yo el que le había llevado su medicina. Quería ver a Stephen. Ni siquiera salió a despedirse.

Zac: Mierda -murmuró-.

Cliff: ¿Por qué has preguntado eso?

Stephen: Exacto, Zac, esa sí es una buena pregunta -intervino mostrando visibles signos de pánico-. Está claro que te refieres a la pata de conejo que Ness te pidió que le entregaras a Brian. Me dijiste que se la habías dado el martes. Así que, ¿por qué sacar ese tema ahora?

Zac: Porque Brian ya no la tiene consigo. Y el viernes, ese amuleto estaba en el coche de Andrew.

Stephen: Dios mío... no. -Palideció cual hoja de papel-.

El aspecto de Cliff no era mucho mejor.

Cliff: ¿Estás seguro?

Zac: Segurísimo. Y eso significa que quien sea que perdió esa pata de conejo tuvo contacto con Brian. O peor aún: que el propio Brian estuvo en el coche de Andrew.

Stephen cruzó la habitación con tres largas zancadas y agarró a Cliff por las solapas.

Stephen: ¿Adónde demonios se llevó Nancy a Brian? ¿Dónde están?

Esta vez, no hubo vacilación.

Cliff: Se fueron a mi refugio de montaña, en Stowe.

Stephen: Tú los viste el miércoles. Hoy es domingo. ¿Por qué no has vuelto a ir? -Sacudió a Cliff-. Eres el único que sabías que estaban allí, el único que podía haberlos protegido. Si tanto quieres a Nancy, ¿por qué no has vuelto para ver si están bien?

Cliff: Porque Nancy me dijo que no volviera. -Ni siquiera intentaba soltarse o resistirse. Parecía estar destrozado-. No quería que yo albergara ni una sola esperanza de futuro con ella. Está enamorada de ti. Y vio cómo mi visita afectaba a Brian. El chaval ya se sentía bastante abatido por estar lejos de ti. Y mi visita empeoró su estado anímico.

Stephen: Pero los has llamado, ¿verdad? -preguntó en tono lastimero-. Has hablado con Nancy; ¿no es así?

La frente de Cliff empezó a cubrirse de sudor.

Cliff: La última vez fue el jueves por la noche. Nancy me dijo que no volviera a llamar. Así que no lo hice más. Luego, ayer, después de que Andrew me diera la carta de amenaza de Walker, intenté llamar. Quería estar seguro de que Brian estaba bien.

Stephen: ¿Y?

Cliff: No me contestaron. Pero eso no me sorprendió. Nancy me había dejado muy claro que no quería que yo interrumpiera su tiempo de reflexión. Y, puesto que nadie más sabía dónde estaba ella, supuse que Nancy sabía que era yo y que decidía no responder.

Stephen: O sea que no has hablado con ella desde el jueves por la noche. -Ya se dirigía hacia el teléfono-. Eso significa que puede que Walker lleve dos días y medio reteniendo a mi esposa e hijo. ¿Cuál es el número de tu refugio de montaña? -Cliff se lo dijo. Stephen marcó los dígitos y esperó. Tres timbrazos. Cuatro. Cinco-. No contestan. -Colgó con fuerza-. Voy hacia allí ahora mismo.

Cliff: Voy contigo.

Stephen: Ni lo sueñes. -Se volvió hacia él, lanzando fuego por los ojos-. Son mi esposa y mi hijo. Míos. Si vuelves a olvidar eso, te partiré la cara.

El teléfono sonó.

Zac: Stephen -intervino mirando fijamente la lucecita parpadeante-. Es tu línea privada.

Stephen: Quizá sea Nancy. -Agarró rápidamente el auricular y se lo llevó al oído-. ¿Sí? -Se quedó callado durante largo rato, mientras palidecía y su semblante reflejaba cada vez más pavor-. Lo he oído perfectamente -respondió al fin, con la voz tan tensa que parecía que iba a estallar de un momento a otro-. ¿Cómo sé yo que él está bien? -Otro angustioso silencio-. ¿Y qué hay de mi esposa? Hijo de puta, si le has tocado un solo cabello... -Se forzó a no perder el control, y agarró un bolígrafo y un bloc de notas-. ¿Dónde y cuándo? -Garabateó algo-. Lo tendrás. No, no habrá policía. Ahora, déjame hablar con Bri... -Apartó el auricular de su oído y lo miro con abatimiento-. Ha colgado.

Zac lo agarró por el brazo.

Zac: ¿Walker tiene a Brian?

Stephen asintió con la cabeza.

Stephen: Quiere cinco millones en metálico. Tengo que meterlos en la bolsa de deporte de Brian y dejarlos en una consigna, cerca de uno de los accesos del aeropuerto del condado de Westchester. Mañana, a las siete y media de la mañana.

Harrison: ¿Estás seguro de que era Walker? -Hablaba por primera vez desde la llegada de Cliff. Parecía atónito y furioso-.

Stephen: ¿Qué? -Estaba claramente aturdido-. Ah, sí. Ha usado uno de esos aparatos que distorsionan la voz por si yo estaba grabando la conversación. Pero lo que ha dicho... Era él.

Zac: El horario que propone encaja -añadió con tono grave-. Ha llegado a mis oídos que Walker va a irse a Suiza mañana al mediodía. Ahora ya sabemos por qué.

Stephen: Mierda. -Se pasó ambas manos por el pelo, nervioso, intentando pensar con claridad. De repente, levantó la cabeza-. Nancy, me ha dicho que no tiene a Nancy. Eso significa que la ha dejado en Stowe. Y allí nadie contesta al teléfono. Ella podría estar... -Cruzó la habitación con solo cinco zancadas-. Tengo que reunirme con ella. -Se volvió-. Zac...

Zac: Yo reuniré el dinero -lo tranquilizó mientras un músculo de su mejilla se agitaba-. Tú ve con Nancy.

Stephen: Y nada de policías. Walker ha dicho que si ve a un solo agente... -Emitió un sonido ahogado-. Matará a Brian.


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