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viernes, 28 de febrero de 2020

Capítulo 1


**: ¡Chico, menuda fiesta!

Zac Efron hizo un esfuerzo para sonreír al alegre invitado que lo saludaba levantando su vaso de whisky.

Zac: Gracias. Me alegro de que lo estés pasando bien.

Todo el mundo parecía disfrutar de aquella ruidosa fiesta. Todo el mundo excepto el anfitrión. Zac estaba aburrido y deseaba que sus invitados se fueran a casa.

Especialmente la voluptuosa pelirroja que, diez minutos antes, se había pegado a él como si fuera un pulpo. Zac hizo otro esfuerzo para despegarse de los tentáculos de… ¿cómo se llamaba? ¿Melissa, Clarissa, Alexa?

Zac: Cariño. Tendrás que perdonarme, pero creo que está sonando el teléfono -murmuró, intentando zafarse. Sin hacerle caso, la pelirroja deslizó las manos por debajo de la cinturilla de su pantalón y, con el mayor descaro, le sacó los faldones de la camisa-. Perdona, Melissa -insistió apartándola-. Tengo que atender el teléfono… podría ser una llamada importante, algo de mi empresa.

Alexa: ¡Me llamo Alexa! -dijo cuando él le dio la espalda-.

Zac levantó los ojos al cielo y entró en su despacho, cerrando la puerta tras él. Había mentido, por supuesto. No había sonado ningún teléfono. Además, Jerry Macinaw, el gerente de la compañía electrónica Efron nunca llamaba a su jefe a casa.

Pero alguien había dejado un mensaje en el contestador porque la lucecita roja estaba encendida.

Donna: Señor Efron, mi nombre es Donna. Son las cinco y media, jueves, diecisiete de diciembre. Llamo de parte de Tyler Braddock del bufete de abogados Braddock y Black. El señor Braddock querría entrevistarse con usted mañana a las once en su despacho para un asunto urgente. ¿Podría dejarnos un mensaje confirmando que puede asistir? Muchas gracias.

Después de eso, la mujer daba un número de teléfono y las instrucciones para llegar a las oficinas de Braddock y Black.

¿Tyler Braddock? Nunca había oído hablar de aquel hombre.

Zac se pasó una mano por el cabello castaño mientras con la otra marcaba un número de teléfono.


Los ojos chocolate de Vanessa Efron brillaban de satisfacción mientras entraba en el lujoso vestíbulo de su apartamento.

Una hora antes le habían ofrecido un ascenso en la empresa. Además, su jefe, Jack Perrini, de Seguros Perrini, le había dado dos semanas de vacaciones para pensarse la oferta. ¡Como si necesitara pensárselo! Pero él había insistido.

Jack: No has tomado vacaciones en tres años -le había dicho-. Y, después de Navidad, serás la nueva directora de nuestras oficinas en Toronto.

Vanessa Efron no había tenido el ascenso asegurado hasta el último minuto porque el puesto se barajaba entre ella y Ángela Marwick. Aunque los porcentajes de venta de la otra candidata eran tan buenos como los suyos, Ángela tenía un hijo de dos años y Jack Perrini había planteado en el Consejo de Administración que sería mejor contar para ese puesto con una mujer que pudiera dedicarle a la empresa todas las horas del día.

Y Vanessa había sido la elegida.

Vanessa se quitó el abrigo y entró alegremente en la cocina para sacar de la nevera una botella de champán que había comprado especialmente para la ocasión.

Ness: ¡Por el éxito! -brindó, mirando el espumoso líquido que burbujeaba en su copa de cristal-.

El brindis sonaba hueco en aquella solitaria cocina de paredes blancas.

Vanessa apartó aquel pensamiento de su cabeza y, con la copa en la mano, empezó a pasear por el apartamento, disfrutando de la paz y el silencio que se respiraban, admirando la sofisticada decoración, disfrutando de la vista panorámica de Vancouver.

Cuando volvía a la cocina, observó que la lucecita del contestador estaba encendida y pulsó el botón.

Donna: Señorita Efron, mi nombre es Donna. Son las cinco y media, jueves, diecisiete de diciembre. Llamo de parte de Tyler Braddock del bufete de abogados Braddock y Black. El señor Braddock querría entrevistarse con usted mañana a las once en su despacho para un asunto urgente. ¿Podría dejarnos un mensaje confirmando que puede asistir? Muchas gracias.

Después de eso, la mujer daba un número de teléfono y las instrucciones para llegar a las oficinas de Braddock y Black.

Tyler Braddock. Nunca había oído hablar de aquel hombre.

Vanessa se pasó una mano por el cabello negro mientras con la otra marcaba un número de teléfono.


A las once menos cinco del viernes, dieciocho de diciembre, Zac Efron llegaba con su Porsche metalizado al aparcamiento de las oficinas de Braddock y Black. A su izquierda, un Mercedes blanco que había aparcado diez segundos antes que él.

Mientras apagaba el motor, la conductora del Mercedes salía del coche y se dirigía con paso seguro a la puerta del edificio.

Zac solo tuvo oportunidad de ver un cabello negro ébano sujeto severamente en un moño, un abrigo negro y unas medias de color claro antes de salir del coche y dirigirse con tranquilidad hacia las oficinas, disfrutando del aire helado que golpeaba su cara.

El vestíbulo del edificio estaba desierto. Zac se dirigió hacia el grupo de ascensores y, cuando volvió la cabeza, vio la espalda de la morena desaparecer en el servicio de señoras.

Probablemente para comprobar que no se le había movido un pelo de su sitio, pensó. Por su arrogante forma de caminar podía imaginar que era una estirada. Y no había nada que molestase más a Zac que una mujer estirada.

Impaciente, esperaba que algún ascensor se dignase a bajar y, cuando por fin se abrieron las puertas frente a él, Zac entró y pulsó el botón del piso diecinueve.

Las puertas se estaban cerrando cuando escuchó el ruido de unos tacones por el pasillo.

**: ¡Espere! -escuchó la voz de una mujer-.

Zac obedeció y pulsó el botón de apertura de puertas. La morena entró en el ascensor como una exhalación, murmurando unas palabras de agradecimiento.

Zac: ¿A qué piso va? -preguntó sin mirarla-.

**: Al diecinueve.

De modo que iban al mismo piso. ¿Sería abogada? ¿Trabajaría para Braddock y Black?, se preguntaba Zac.

El perfume femenino flotaba en el ascensor. El aroma era sofisticado y caro.

Muy adecuado para una mujer como aquella.

De repente, Zac sintió la tentación de mirarla. Pero se resistió. La morena no era su tipo, lo sabía por el perfume. Demasiado fría, demasiado distante… a él le gustaban las mujeres más apasionadas, más románticas.

Metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta, se apoyó en la pared del ascensor y mantuvo la mirada fija en el panel de botones… cinco, seis, siete…

Vanessa miraba la espalda de su marido. Su antiguo marido, se corrigió a sí misma.

Habían pasado más de tres años desde que ella lo había abandonado. Más de tres años sin verlo. ¿Qué perverso giro del destino los había juntado en aquel momento?, se preguntaba.

Zac no se había dado cuenta de que era ella. Aún. Pero la vería cuando se abrieran las puertas del ascensor.

Vanessa intentaba apartar la mirada del hombre, pero sus ojos parecían clavados en los rasgos que tan bien recordaba, desde el cabello castaño hasta las anchas espaldas, las largas y poderosas piernas o los zapatos del número cuarenta y dos. La chaqueta de cuero negro era nueva, los vaqueros, usados, y los zapatos de ante, impecables. El paquete completo era la fantasía de cualquier mujer.

Él estaba silbando bajito, un hábito por el que ella lo había regañado muchas veces. Los recuerdos llenaban su corazón, pero Vanessa intentaba alejarlos.

En ese momento, se abrieron las puertas del ascensor.

Con las piernas temblorosas, Vanessa se adelantó intentando ocultar la cara. Cuando vivían juntos, nunca se recogía el pelo en un sofisticado moño, ni vestía de forma tan elegante. Con un poco de suerte, podría…

Zac: ¿Vanessa?

Tenía que escapar. Pero aquel, obviamente, no iba a ser su día de suerte.

Las puertas del ascensor se cerraron mientras ellos se miraban en medio del lujoso pasillo.

Ness: Zac. Qué sorpresa…

Vanessa intentaba disimular su turbación. Zac había cambiado. Las arrugas que se habían formado alrededor de su boca la impresionaron tanto como la mirada vacía de sus ojos azules… esos ojos que empezaron a brillar de repente.

Zac: No te hubiera conocido aunque hubieras pasado a mi lado en la calle. Has cambiado mucho, Vanessa.

Ness: El tiempo hace esas cosas -murmuró mirando su reloj-. Perdona, pero tengo que irme…

Zac: ¿Tienes tiempo para tomar un café?

Ness: Lo siento, pero tengo una cita a las once.

Vanessa se volvió y empezó a caminar por el pasillo, rezando para que Zac no fuera en la misma dirección.

Sus tacones no hacían ningún ruido sobre la espesa moqueta, pero tampoco lo habían hecho las pisadas del hombre y no se dio cuenta de que estaba tras ella hasta que Zac se adelantó para abrir una puerta en cuya placa podía leerse Braddock y Black, Abogados.

Zac: Permíteme -sonrió-.

Ness: Gracias -dijo secamente-.

Zac: ¿Qué tal si tomamos un café después de…?

Ness: Me gustaría que dejaras de seguirme -lo interrumpió, dirigiéndose hacia la recepcionista-. Buenos días, soy Vanessa Efron. Tengo una cita a las once con Tyler Braddock.

**: Siéntese, por favor -dijo la joven-. Le diré al señor Braddock que está aquí.

Vanessa se dio la vuelta y su corazón dio un vuelco al ver que Zac seguía allí.

Decidida a ignorarlo, se sentó en uno de los sofás, pero su nerviosismo aumentó cuando él se sentó a su lado. Podía oler su colonia, la misma que siempre había usado.

Sus sentidos se pusieron alerta. Le hubiera gustado dejarse caer en sus brazos.

Ness: Zac… -empezó a decir, quitándose uno de sus guantes de piel- no tenemos nada que decirnos. Por favor, vete. A menos que quieras provocar una escena.

Zac: La Vanessa que yo conocía no hacía escenas.

Ness: La Vanessa que tú conocías ya no existe -replicó quitándose el otro guante y guardando los dos en el elegante bolso negro-. Han pasado más de tres años, Zac. La gente cambia.

Zac: Sí -murmuró-. Supongo que sí. Olvídate del café… no ha sido buena idea.

Vanessa esperaba que se levantase, pero en lugar de hacerlo, Zac cruzó las piernas y se quedó mirando un cuadro que había en la pared. Cuando iba a protestar de nuevo, un hombre alto y calvo con traje de rayas salió de su despacho y se dirigió hacia ellos.

**: ¿Los señores Efron? -saludó. Los dos se levantaron a la vez-. Buenos días. Vengan conmigo, por favor.

Vanessa se quedó perpleja. ¿El señor Braddock también quería ver a Zac? ¿Qué estaba pasando allí?, se preguntaba. Los dos juntos, en el despacho de un abogado…

Zac quería el divorcio.

La respuesta fue un golpe tan violento que casi la hizo perder el equilibrio. Por supuesto, tenía que ser eso. ¿Cómo podía haber sido tan tonta? Zac quería ser libre y había preparado aquella reunión para pedir legalmente el divorcio.

Vanessa se sentía enferma mientras el abogado tomaba amablemente su abrigo y la chaqueta de Zac y los colgaba en un perchero detrás de la puerta. Zac había conocido a alguien, se había enamorado…

Y había planeado volver a casarse.

Ella siempre había sabido, en un rincón secreto de su corazón, que aquello ocurriría tarde o temprano.

Pero no estaba preparada.

Nunca estaría preparada para eso.

La oficina de Tyler Braddock tenía una vista fabulosa de la bahía de Vancouver. En otra ocasión, Zac habría hecho algún comentario, pero en aquel momento solo podía pensar en la repentina palidez de Vanessa.

Sentado frente al escritorio de Braddock, se preguntaba qué hacían en el despacho de un abogado los dos juntos.

Tyler: Deben estar preguntándose por qué los he llamado -empezó a decir el hombre-. Déjenme explicarles. Un bufete de abogados de Los Ángeles se ha puesto en contacto conmigo para tratar de un asunto… digamos, peculiar -siguió diciendo, mientras tomaba unos papeles-. Ustedes eran amigos de los difuntos Will y Miley Smith, ¿no es así?

¿Los difuntos Will y Miley Smith?

Zac: Will y Miley han… -empezó a decir perplejo-.

Tyler: ¿No lo sabían? Lo siento -se disculpó el abogado-. El señor y la señora Smith murieron en el incendio de su casa hace tres meses.

Zac se volvió en la silla para mirar a Vanessa.

Zac: ¿Tú lo sabías?

Ella negó con la cabeza y Zac la vio tragar saliva como si tuviera un nudo en la garganta. Pero no había ni una lágrima en sus ojos. Una chica fuerte, pensó Zac amargamente. Nada podía hacer mella en el bloque de hielo que tenía por corazón.

Zac creía haber superado las emociones que eso le provocaba, pero se daba cuenta de que no era así.

Eran el fuego y el hielo. Él, el fuego. Ella, el hielo.

Le habría gustado ver que una diminuta fisura rompía la fría e impertérrita fachada de Vanessa.

Le hubiera gustado golpear la mesa con el puño. Le hubiera gustado ponerse a llorar.

Zac se levantó de la silla y se dirigió a la ventana.

Pero no podía ver lo que había frente a él, solo veía el pasado.

Will y Miley, una vez sus mejores amigos, se habían casado el mismo verano que Vanessa y él.

Jessica, la hija de Will y Miley, había nacido el mismo mes y en el mismo hospital que…

Temblando, Zac cerró los ojos para evitar las lágrimas. Tenía que controlarse. Contó hasta diez. Hasta veinte. Y se volvió.

Zac: ¿Y su hija? ¿Ella también…?

Tyler: Esa es la razón por la que están aquí -dijo Braddock, haciéndole un gesto para que se sentara de nuevo-. A la niña no le ha ocurrido nada. La noche del incendio estaba durmiendo en casa de una compañera del colegio.

Zac: ¡Gracias a Dios! -exclamó con vehemencia-.

Tyler: Desde la muerte de sus padres, ha estado viviendo con su pariente más cercano… -el hombre volvió a mirar los papeles-, su tía Dolly Smith.

Zac: ¿Dolly? -repitió incrédulo-.

Tyler: ¿La conoce?

Zac: ¡Y cómo! Dolly es una vieja bruja que…

Ness: Señor Braddock, -lo interrumpió- la noticia de la muerte de Will y Miley Smith es… terrible, pero no entiendo por qué me ha pedido que venga a esta reunión. Hace años que yo no mantenía relaciones con esa familia.

Tyler: Estoy llegando a ese punto, señora Efron. Están aquí por el testamento -dijo el abogado, quitándose las gafas-. Se encontró hace unos días en la caja de seguridad de un banco de Vancouver.

Zac: Will y Miley vivieron aquí muchos años antes de irse a California. Supongo que la razón por la que estamos aquí es que Will y Miley nos legaron algún recuerdo.

Tyler: ¿Un recuerdo? -Sonrió el abogado-. Bueno, puede llamarlo así. Un recuerdo pequeño. Sí, tiene gracia -rió Braddock, como si fuera una broma privada-.

Ness: Señor Braddock… -dijo mirando su reloj-.

Tyler: Sí, perdóneme -se disculpó el hombre-. Voy a leerles el párrafo que les atañe: «Nosotros, Will y Miley Smith, declaramos por el presente documento que, en caso de muerte de los dos, la guarda y custodia de nuestra hija, Jessica, deberá recaer en nuestros queridos amigos Zac y Vanessa Efron».

Por un momento, Zac pensó que había oído mal. Y, cuando se dio cuenta de que no era así, se sintió mareado.

Las circunstancias de la vida habían hecho que perdiera el contacto con Will y Miley, pero nunca había dejado de sentir cariño por ellos. Y, en aquel momento, después de la trágica noticia, lo único importante era Jessica.

En un rincón de su corazón, un rincón que había creído muerto, sintió que renacía la esperanza.

Zac se volvió hacia Vanessa con una débil sonrisa en los labios. Una sonrisa que desapareció al ver la expresión helada de ella.

Ness: Señor Braddock, ese testamento fue escrito hace ocho años -dijo apretando el bolso con fuerza-. Cuando Zac y yo estábamos casados…

Zac: Seguimos casados, Vanessa.

Ness: ¡Solo de nombre! Llevamos más de tres años separados. De hecho, cuando me di cuenta de que veníamos a la misma reunión, pensé que querías pedir el divorcio -lo corrigió-. En cualquier caso, no hay sitio en mi vida para un hijo -añadió, levantándose de la silla-. Si decides aceptar la custodia de Jessica, tendrás que hacerlo solo.

Zac se levantó, pero cuando Vanessa tomó el abrigo de la percha y salió del despacho, no la siguió.

Había dicho que no había sitio en su vida para un hijo.

Podría haber dicho también que no había sitio en su vida para el amor, porque eso era en realidad lo que había querido decir.

Zac se preguntaba por qué había permitido, siquiera por un momento, que dentro de él renaciera la esperanza. Por qué había pensado, siquiera por un momento, que podría calentar el corazón helado de Vanessa.

La puerta se cerró tras ella y Tyler Braddock se aclaró la garganta.

Tyler: ¿Señor Efron?

Zac se volvió con un gesto de disculpa.

Zac: Señor Braddock, tiene que entender…

Tyler: Oh, lo entiendo, lo entiendo -se apresuró a decir el hombre-. En esta situación, es difícil para usted y su… esposa compartir la custodia de Jessica Smith. Y entiendo, por la actitud de la señora Efron, que a ella no le gustan los niños.

Zac: En eso se equivoca -dijo sintiendo como si le ahogara la pena-. Le encantan los niños.

Tyler: Entonces, ¿por qué…?

Zac: Tuvimos una hija, señor Braddock. Murió cuando tenía cuatro años y mi mujer nunca ha podido recuperarse.


martes, 25 de febrero de 2020

Buscando una oportunidad - Sinopsis


Zac y Vanessa Efron habían sido la pareja perfecta, pero no habían vuelto a verse en tres años. A pesar de ello, ninguno de los dos podía olvidar a la hija que habían perdido ni su fracasado matrimonio. Los dos sabían que necesitarían un milagro para volver a estar juntos…

Un milagro en forma de niña huérfana de ocho años. Cuando Zac descubrió que Vanessa y él habían heredado la custodia de Jessica, se prometió a sí mismo que la niña tendría una familia. Pero antes tenía que convencer a Vanessa de que le diera una segunda oportunidad… porque nunca había dejado de amarla.




Escrita por Grace Green.


sábado, 22 de febrero de 2020

Epílogo


Ness: Katie Smith Efron, párate ahí mismo -insistió. Se colocó a Jessica en la cadera mientras se apresuraba a dar caza a Katie, también conocida como el diablo sobre ruedas-. Sabes que no tienes que montar en bici tan cerca de la carretera. Me has asustado.

Katie: Lo siento, mami -dijo en un susurro. Saltó de la bici y abrazó a Ness y a Jessica, en el mismo instante en que Zac aparcaba el coche en la acera-. ¡Papi!

Zac: ¿Cómo está mi chica? -preguntó mientras la levantaba en brazos y cruzaba el jardín plagado de juguetes para llegar junto a Ness-.

Katie: Bien, papá, pero no puedo montar en bici cerca de la carretera.

Zac: Claro que no. -Se volvió hacia Ness y la miró de aquel modo que siempre la hacía contener el aliento-. ¿Cómo está mi Jessica hoy? -preguntó con cariño-.

Ella acarició el pelo de su hija recién nacida.

Ness: Tan dulce como siempre.

Katie: Yo no soy dulce, papá -dijo sacando músculo-. Soy dura como una roca.

Zac: ¡Ya lo creo! -la besó en la cabeza. Después le sonrió a Ness-. Mis padres me han llamado al móvil. Estarán aquí en media hora.

Katie: ¡Los abuelos! ¿Cuánto es media hora?

Zac: No es mucho -se rió-. Los tíos Chad, David y Ryan también vienen a comer.

Katie: Me encantan los días de familia. Soplo las velas, me dan regalos y después...

Ness escuchó el parloteo incesante de Katie acerca de sus planes para el día. Era su aniversario con Zac. Hacía dos años que se habían casado y habían adoptado a Katie.

Zac: Qué momento tan bonito -dijo mirando a su familia-. Y los que quedan por llegar.

Ness miró a Zac y a Katie mientras abrazaba a Jessica con un poco más de fuerza.

Su familia.

Una familia basada en el elemento más importante de todos: el amor.


FIN


jueves, 20 de febrero de 2020

Capítulo 10


Ness pasó el fin de semana pensando en lo que le había dicho a Zac. Sería un padre fantástico, pero dudaba que la hiciera caso. Era muy obstinado.

La había advertido que no se enamorara de él, pero no podía evitar que lo hiciera. Y ella no podía evitar que él diera a Katie en adopción.

Pero si él no la criaba, había otra opción que acababa de pasársele por la cabeza y no podía quitarse de encima.

Si Zac no quería quedarse con Katie, lo haría ella.

Era tan sencillo que no podía creer que no lo hubiera pensado hasta entonces.

Ella adoptaría a la niña. La educaría y la querría.

Zac podría seguir siendo parte de su vida, parte de la vida de Ness.

Él era muy obstinado. Probablemente se opusiera a la idea diciéndole que sería una madre soltera, pero si se lo ponía difícil, llamaría a la señora Anderson y seguro que se pondría de su lado.

De algún modo le haría ver a Zac que ella tenía que ser la madre de Katie, y tal vez, algún día, él se diera cuenta de que tenía que ser su padre y estar con Ness.

Una vez tomada la decisión, Ness empezó a maquinar cómo planteárselo.

Sabía que Zac se opondría, ya que tenía unos requisitos muy específicos para los padres de Katie a los que ella no llegaba. Pero también sabía que poca gente podría quererla como la quería ella.

Eso tenía que contar de algún modo.

Ella llegó a su casa el domingo por la tarde con unos sándwiches para cenar.

Tenía el estómago contraído por la tensión. Su sándwich estaba intacto mientras Katie jugaba y botaba alegremente sobre su rodilla, despreocupada por lo que el futuro podía depararle.

Ness: Zac.

Él no respondió. Estaba mirando por la ventana otra vez. Parecía muy distraído.

Ness: ¿Zac?

Zac: Lo siento. Estaba pensando.

Ness: ¿Todo va bien? Has estado un poco raro.

Zac: No es nada.                         

Ness no lo creyó. Podía tener la habilidad de los abogados para ocultar sus sentimientos, pero a Zac no le valdría con eso.

Ness: Estás así porque los Anderson no se quedaron con Katie.

Zac: Esperaba que lo hicieran. Hubieran sido la solución perfecta.

Ness: Lo sé. Estuve pensando en ello anoche y se me ocurrió una idea. Sé que no te entusiasmará al principio, así que quiero que me escuches hasta el final antes de decir nada.

Zac: ¿Qué? -dijo de repente atento a sus palabras-.

Ness: He encontrado el plan perfecto para Katie -dijo, después de tomar aliento-.

Zac: Creía que pensabas que el plan perfecto era que se quedara conmigo.

Ness: Pero no te la quedarás, así que he encontrado la solución. Déjame educarla.

Ella esperó su explosión, pero Zac esperó a que acabara, como había dicho.

Ness: Sé que has estado buscando familias tradicionales, con un padre y una madre, pero quiero que consideres que sea yo quien la adopte. Sé que será duro, pero ya sé lo que es eso. Tal vez no tenga mucho dinero, pero tengo mucho amor. La quiero, Zac. No sé de qué otra forma decirlo... es una necesidad, ella es parte de mí, y si se la das a otra persona, lo lamentaré porque nunca podrás encontrar a nadie que la quiera más que yo. Tal vez puedan darle estabilidad económica, pero no podrán darle tanto amor.

Zac: ¿Qué harás con ella mientras trabajas?

Ness: Buscaré quien la cuide. Sé que no es la solución perfecta, pero funcionará. He hablado con Brigitta esta mañana y está dispuesta a cuidarla. Ya sabes cuánto le gustan los niños. Y mis hermanos la querrán muchísimo. Serán unos tíos fantásticos. Tal vez no tenga la figura tradicional del padre, pero los chicos ayudarán en eso.

Zac: Ness, ¿y tus sueños? -dijo suavemente-. Tienes un coche con asientos calefactantes, pero, ¿y la universidad? ¿Y lo de vivir tu vida? Te lo has ganado después de tantos sacrificios.

Ness: Eso pensaba yo también, pero ahora me he dado cuenta de que Katie es mi sueño. Quiero ser su madre, Zac. Y la universidad... acabaré yendo. Seguirá estando allí y nunca es demasiado tardé para aprender. Puedo acabar la carrera cuando esté lista para ello.

Zac: Si sigues posponiendo tus sueños, puede que nunca estés lista para cumplirlos, que nunca haya un momento adecuado. Primero dejaste todo por tus hermanos y ahora por Katie.

Ness: Pues no hay más que hablar. Ya te lo dije una vez. No se abandona nada cuando se quiere a alguien. Quiero a mis hermanos y quiero a Katie. Ir a la universidad no va a hacer de mí una persona más feliz, pero tener a Katie, sí.

Le hubiera gustado añadir: «lo único que me haría más feliz que tener a Katie en mi vida, sería tenerte a ti», pero Zac ya había dejado claro lo que pensaba de tener una relación. Se habría negado del mismo modo que se negaba a tener a Katie.

Tal vez si insistiera, Ness podría conseguir que Zac se abriera por fin. En caso contrario, se le rompería el corazón. Estaba dispuesta a intentarlo.

Ness: Por favor. Tener a Katie es uno de mis mayores sueños.

Zac: ¿Cómo? ¿Tienes más?

Quería decirle que sí, que estaba él.

Ness: Bueno, está la universidad, pero sé que lo haré.

Zac: ¿Tienes más sueños?

Ness: Los sueños son cosas privadas, Zac. Tengo uno más, pero es un sueño estúpido y lo he dejado a un lado por imposible. Pero ser la madre de Katie, eso sí es posible.

Él sacudió la cabeza y Ness pensó que se le partiría el corazón.

Zac: Ojalá pudiera decirte que sí, Ness -dijo con suavidad-, pero no puedo. Ya he encontrado una familia para ella. Lo he prometido.

Ness: Oh -dijo, sintiendo que se le llenaban los ojos de lágrimas-.

Zac: No llores -le pidió con voz emocionada-. No llores.

Ness: Lo siento -dijo enjugándose los ojos-. Sé que crees que estás haciendo lo correcto, que quieres que Katie tenga una familia estable y tradicional.

Y sabía por qué lo quería: era lo que él no había tenido. Lo habían abandonado cuando sólo era un niño y quería estar seguro de que no le pasaría eso a Katie.

El comprenderlo no evitó que se le partiera el corazón, pero, por Zac, dejaría los lamentos para más tarde.

Ness: Háblame de su familia perfecta -dijo en voz baja-.

Zac: No son perfectos, pero sus imperfecciones los hacen perfectos para ella. He aprendido mucho estos días. La única definición real de familia es la de un grupo de gente que está junta porque se quieren. Yo he tenido eso con los Anderson. Yo no nací en mi familia verdadera, pero los encontré más tarde. Del mismo modo, he encontrado a la familia de Katie. Su nuevo padre tiene una leve carga emocional, pero está aprendiendo a controlarla. Y su madre... bueno, ella está cercana a la perfección. Ella siempre ha sabido lo que tiene que ser una familia y siempre ha estado dispuesta a darlo todo por ellos. Hará lo mismo por Katie. Ya le ha entregado su corazón, y el resto será... una propina. Katie tendrá un padre y una madre, y pronto, hermanos. Una casa llena de amor, eso es lo que le he encontrado.

Ness se dio cuenta de que quería eso para Katie. La quería lo suficiente como para dejarla marchar ante tal sueño hecho realidad.

Ness: Sí. Tienes razón, suena perfecto. ¿Cuándo se la llevarán?

Zac: No se marchará de aquí.

Ness: No entiendo nada. Acabas de decir que...

Zac: He dicho que le he encontrado la familia perfecta y, en efecto, lo he hecho -hundió la mano en un bolsillo, sacó de él una cajita y la abrió-. Te compraré un diamante o lo que tú quieras, pero éste es el anillo que quería darte cuando me declarara a ti. Katie y yo lo elegimos ayer después de dejarte en casa.

Ness: ¿Zac? -dijo con voz débil-.

Zac: Es como el de la señora A. A pesar de su apellido, sigue siendo irlandesa de pies a cabeza. Me contó la historia del nudo celta: la leyenda dice que representa la interconexión de dos vidas. En nuestro caso no son sólo dos, sino tres. Te quiero. Te querría y te estaría pidiendo matrimonio, incluso si no hubiéramos encontrado a Katie.

Ella le echó una mirada y él empezó a reírse.

Zac: Tienes razón. Tal vez hubiera necesitado más tiempo para darme cuenta, pero la encontramos y ahora lo sé. Te quiero. Somos una familia y, tú y yo, tenemos que estar juntos.

Ness: ¿Estás seguro? Habías dicho que...

Zac: He dicho muchas cosas, pero nunca antes le había dicho esto a una mujer: te quiero. Tampoco creí que lo dijera nunca, como no creía que me fuera a convertir en padre, pero acabo de descubrir que eso es lo que soy. Soy el padre de Katie. Ella es mía, es una parte de mí. Es como en el anillo: estamos unidos unos a otros, enredados, y no quiero deshacer ese enredo.

Ness: Yo tampoco -dijo lanzándole los brazos alrededor del cuello, con Katie riendo entre los dos, para besarlo-. Sí, tú eres el resto de mi sueño. Y no creía que esta parte del sueño se fuera a convertir en realidad.

Zac: ¿En serio?

Ness: Sí. Me casaré contigo. Quiero convertirme en tu esposa y quiero convertirme en la madre de Katie.

Zac: ¿Y la universidad?

Ness: No dejaré el proyecto. Tal vez empezaré con una sola asignatura por semestre.

Zac: Tardarás mucho en acabar de ese modo.

Ness: Quiero estar en casa con los niños. Al menos mientras sean pequeños. Cuando crezcan y haya acabado con mi trabajo, buscaré un empleo.

Zac: ¿Niños? -preguntó con voz temblorosa-.

Ness: Niños, sí. Por lo menos dos o tres más. Creo que tendrás que poner un aro de baloncesto como el de la casa de los Anderson. Y tendrás que conocer a mis hermanos. Al principio se harán los duros, como si tuvieran que protegerme, pero les caerás bien. Son parte de la familia, y...

Zac: Ness ya está bien -dijo con dulzura, mientras le recorría una mejilla con el dedo-. Creo que ahora lo más apropiado sería que me besaras.

Ness: Me encantaría, Zachary.

Y, con Katie entre ellos, se besaron para sellar la promesa que se habían hecho el uno al otro.

En aquel momento, los tres eran lo que habían sido desde el principio: una familia.


martes, 18 de febrero de 2020

Capítulo 9


La mañana del viernes siguiente, Zac, frente al escritorio de Ness, tenía aspecto incómodo.

Había sido una semana muy larga.

Katie había pasado el día con Brigitta. Ness había ido a trabajar en su coche nuevo todos los días y por la noche, a cenar con Zac y con la niña.

Lo que ella quería era compartir los sentimientos que acababa de descubrir.

Pero no lo hizo.

En aquel momento, lo único que deseaba era darle un pellizco cariñoso en la mejilla, para hacer que se sintiera mejor, pero no lo hizo.

Ness: ¿Quieres algo?

Zac: Sí. Escucha... Mañana por la mañana voy a ir a Pittsburg.

Ness: Y quieres que cuide a Katie.

Un día entero con Katie, sin la omnipresente tensión que sentía cuando estaba Zac. Perfecto.

Echaba de menos pasar tiempo con la niña, ahora que se quedaba con Brigitta. La veía por las noches, pero sus nuevos sentimientos por Zac, la hacían sentirse extraña. Era difícil disfrutar de estar con Katie.

Zac: No -dijo aplastando sus esperanzas-. Me gustaría que me acompañaras. Podrías conducir tú y así probamos tu coche en la autopista.

Ness: ¿Por qué a Pittsburg?

Zac: Vamos a comer con los Anderson. No es nada importante. Si tienes otros planes, lo entiendo.

Pero sí era importante, Ness lo veía con claridad.

La invitación no tenía nada que ver con probar el coche.

Zac iba a llevarla a conocer a los Anderson. Había algo diferente en ellos, en la dulzura de su voz cuando hablaba de ellos o de Chad. Había un tono de vulnerabilidad.

Un contacto.

Zachary Efron parecía la alegría de la huerta, pero no tenía muchos contactos. Tenía muchos conocidos, pero siempre mantenía las distancias. Excepto con los Anderson.

Y quería que ella los conociera.

La idea agradó a Ness, que sintió surgir una nueva oleada de esperanza en su interior. Tal vez si conociera a los Anderson, descubriera cómo habían llegado ellos al corazón de Zac... y podría intentar alcanzarlo ella.

Ness: Me encantaría conocerlos. Y será divertido probar el coche.

Zac: Y sabiendo que a Katie no le gusta viajar, será mejor llevar refuerzos.

Parte de la ilusión de Ness se desvaneció. La llevaba porque la necesitaba, no porque la estuviera dejando entrar en su interior.

Ness: ¿A qué hora? -dijo, sin dejar de sonreír-.

Zac: ¿Las ocho te parece temprano? Se tarda dos horas y media en llegar.

Ness: No, está bien.

A la mañana siguiente, Ness esperaba nerviosa a Zac y a Katie. Iba a conocer a unas personas importantes en la vida de Zac de un modo que ella no había conseguido serlo. Tal vez ellos pudieran darle una pista de cómo superar las barreras de Zac.

O tal vez descubriera que sus sentimientos por él eran tan sólo fruto de haber pasado mucho tiempo juntos. Tan pronto como Katie encontrara un hogar y dejaran de verse tan a menudo, la llama desaparecería.

Se dio cuenta de que sus sentimientos por Zac eran sólo una ilusión... Imposible, no se creía a sí misma.

Sus sentimientos crecían día a día, cada vez más reales.

Zac aparcó frente a su bloque y Ness se puso el abrigo antes de que él hubiera acabado de bajar del coche.

Dejó sus pensamientos a un lado y salió corriendo de casa.

Zac: ¡Qué rápida! La mayoría de las mujeres hacen esperar a los hombres -dijo, soltando la sillita de bebé-.

Ness: Yo no soy como la mayoría de las mujeres -dijo riéndose-.

En vez de decir alguna broma de las suyas, él simplemente la miró y dijo:

Zac: No, está claro que no.

Puso a Katie en el Cherokee y subió al asiento del acompañante.

Katie se quedó dormida enseguida. Zac estaba en silencio.

Ness: Cuéntame algo de los Anderson.

No estaba segura de si Zac atendería su petición.

Aparte del incidente del colchón y de contarle que había vivido con ellos durante los años de instituto, no le había dicho nada más.

Zac no hablaba mucho de temas personales y Ness respetaba su privacidad por más curiosidad que tuviera.

Como no respondió, volvió al ataque.

Ness: ¿Viviste con ellos mientras fuiste al instituto, no? ¿Eran los padres de Chad?

Zac: Sí.

Ness: ¿Cómo son?

Zac tenía la mirada perdida.

Zac: El señor A. es callado -dijo por fin-. Por eso, cuando habla, todo el mundo lo escucha.

Ness: ¿Y su mujer?

Zac: Ella no es callada -estaba sonriendo-. A veces me la recuerdas.

Ness: ¿Estás diciendo que soy una parlanchina?

Zac: ¡No! Sólo que ella era la única que me regañaba siempre que era necesario.

Ness: ¿Y eso era muy a menudo?

Zac: No te haces una idea.

Y empezó a contarle un montón de historias.

Después de eso, se calló de nuevo, excepto para darle indicaciones del camino a seguir. Estaba claro que le había contado todo lo que tenía que contarle.

Ness aparcó frente a una casa blanca, de dos pisos, con puertas verdes y aros de baloncesto en la pared del garaje. El jardín estaba delimitado por una valla de madera. Aquella casa parecía un hogar.

Ness se preguntó si Zac y Chad habrían jugado en aquellas canastas. Seguro que sí.

Zac: Qué bien venir a ca... -empezó a decir, antes de cambiar de idea-. Aquí.

A casa. Aquello era importante. Mientras sacaban a Katie del coche, ella siguió preguntándose el motivo de su elección de palabras.

La puerta principal se abrió y de ella salió una mujer morena.

**: Zac -dijo, sonriente-.

Zac: No te has puesto el abrigo -gruñó abrazándola-.

Ness: Zac está especialmente interesado en los abrigos -se rió-.

La mujer se volvió hacia ella y la miró.

**: Tú debes de ser Ness.

Ness: Sí. Seguro que no soy tan mala como cuenta Zac. Es un exagerado.

**: Lo que dice es que no se las hubiera apañado sin ti.

Ness: ¿Ves? Exagera. Zac no necesita a nadie para apañárselas.

Zac: Me encanta esta conversación, pero vamos a llevar a la niña dentro.

**: Oh, vamos dentro. -Una vez en casa, les pidió los abrigos y los colgó en un armario-. Matt, ya están aquí.

Matt Anderson era un poco más bajo que Zac. Más bajo y más gordo, pero con una sonrisa tranquila mientras los observaba.

Matt: Qué agradable verte, hijo.

**: Vamos a sentarnos -dijo su mujer-. Me encanta verte, Zac, pero quiero ver a esa niña. -No paró de soltar expresiones de admiración y emoción mientras Zac desabrigaba a la niña como todo un experto-. Es preciosa -dijo, alargando los brazos-. Déjame tomarla en brazos.

Zac: Sabía que lo dirías -dijo sonriendo-.

**: Me encantan los bebés -declaró haciendo unos ruiditos que Katie imitó enseguida-.

Zac: Y a ella le caes bien tú.

Mientras la señora A. tenía a la niña, Ness vio su anillo.

Ness: Qué anillo tan bonito.

**: Gracias. Matt me lo regaló en nuestro último aniversario. Es un nudo celta.

Miró a su marido de un modo que dejaba notar el amor que se profesaban.

Ness se sentó y observó a Zac y a los Anderson hablar un poco de todo. Podía notar el cariño que se tenían, Zac estaba más relajado que nunca. Hablaba sin hacer bromas, sólo con emociones sinceras. Estaban tan unidos como el nudo del anillo de la señora Anderson.

Eran una familia.

La señora A. devolvió la niña a Ness, no sin reticencias, para servir la comida. Ness se estaba convirtiendo en toda una experta en tener a la niña sobre una pierna mientras comían y manteniéndola lo suficientemente alejada para que no llegara al plato.

**: Estás muy natural con ella en brazos -dijo la señora A.-. Cuando Chad era pequeño, también quería ayudarme a comer.

Ness: A Katie también le gusta. Lo aprendí el día que me encontré con un montón de comida en el regazo, pero prefiero el asado en el plato. Está delicioso.

**: Gracias. Me gusta cocinar y echo de menos tener a los chicos a la mesa todos los días.

Zac: Tal vez debieras tener más niños.

La señora A. se rió.

**: No creo que eso entre en nuestros planes, cariño. Voy a buscar el postre.

Zac: Antes de eso... Ness, ¿te importa si hablo con ellos a solas un segundo?

Ness: No, claro -dijo tomando a Katie-. Katie y yo nos vamos a jugar al salón.

Y le lanzó una sonrisa a Zac antes de salir.

Zac le devolvió la sonrisa. Probablemente no debiera haberla invitado, pero la necesitaba con él. 

Matt: ¿Qué pasa, hijo?

Zac: Yo... -no sabía por dónde empezar. Le había dado millones de vueltas en la cabeza, pero en aquel momento no conseguía encontrar las palabras-. Es sobre Katie -dijo por fin-.

**: Oh, cariño -dijo la señora Anderson-. Es una muñeca. He visto que estás prendado de ella y nos alegramos mucho por ti. Llevo años diciéndole a Matt que necesitas una familia, ¿verdad, Matt?

El señor A. asintió.

Zac: ¿Yo? -preguntó incrédulo-. ¿Creéis que me voy a quedar a Katie?

**: ¿No? -dijo la señora A. mientras desaparecía su sonrisa-. No sé cómo puedes dejarla marchar. Te he visto con ella y con Ness. Los tres estáis perfectos, sois como una familia.

Zac: No -dijo con más fuerza de la que pretendía emplear. Formar una familia no entraba en sus planes. Había pensado que la señora A. se daría cuenta-. No -dijo, con más suavidad-. Ness es una amiga, y hace dos semanas, ni eso. Y Katie, sí es verdad que me tiene loco, pero porque me preocupo por ella y quiero lo mejor para ella. Y eso nunca lo seré yo. Nunca seré un buen padre.   

Los Anderson esperaron el resto de su discurso. Confiados y pacientes. Así eran ellos.

Zac: Por eso quiero hablar con vosotros sobre Katie -continuó buscando de nuevo las palabras-. Quería preguntaros si querríais adoptarla. Nunca podría encontrar para ella a nadie como vosotros. -Lo dijo a toda prisa, y antes de que pudieran responder, siguió-. No teníais que aceptarme como lo hicisteis, pero así fue. Y nunca me hicisteis sentir una carga para vosotros...

**: Para ahora mismo, antes de que digas algo que me haga desear darte una bofetada -dijo la señora A-.

Aquélla era la amenaza típica de la señora A. cuando Chad y él estaban en el instituto, pero hasta donde sabía Zac, no se cumplió nunca.

Siempre que decía aquello, ellos sonreían, como hizo Zac esa vez.

**: Escúchame, jovencito -dijo, apuntándole con un dedo tembloroso-. Tal vez no dejara las cosas claras en el pasado, así que lo voy a hacer ahora. Tú nunca fuiste una carga, sino una alegría. En el mismo instante en que te conocí, me di cuenta de que eras especial. Cuando tu tía tuvo que ir al hospital y viniste con nosotros, supe que lo pasaría mal cuando te marcharas. Por eso me alegré tanto cuando ella se fue a vivir con su amigo a Florida y tú te quedaste con nosotros. Fue un alivio, porque eras mío -se llevó una mano al corazón-. Eras mío. Lo sabía. Tal vez no te diera la vida, pero eres tan mío como Chad. Tal vez me llames señora A. y no pienses en mí como tal, pero soy tu madre. En mi corazón, tú eres mi hijo y lo has sido desde el día que viniste a vivir con nosotros.

Ella se cruzó de brazos, como retándole a que dijera lo contrario.

Zac no lo hizo. No podía.

Se había quedado mudo. Le había dicho que lo quería muchas veces antes, pero nunca la había creído del todo. Siempre había pensado que no estaba «suficientemente cualificado».

La vehemencia de sus palabras no eran simples apariencias, era algo más grande que siempre había sospechado.

**: Matt y yo siempre quisimos tener una familia numerosa, pero Dios no nos dio más hijos. Después llegaste tú, y me di cuenta de que tenía otro hijo. Aprendí que una familia no es algo que das a luz, sino algo que creas. Tú eres parte de esta familia.

Sintió un terrible nudo en la garganta que no sabía cómo quitarse de encima.

Zac: Tal vez Katie sea así, también... parte de la familia que no sabías que tenías.

**: Claro que lo es -dijo la señora A.-. Supe desde el primer momento que era parte de mi familia, tanto como lo eres tú. El corazón reconoce esas cosas.

Él sintió una oleada de alivio.

Zac: Entonces, ¿os quedaréis con ella?

**: No -dijo ella-.

Zac: ¿No? Pero has dicho...

**: Ella es parte de la familia. La quiero, pero no puedo adoptarla. Ya no estoy tan ágil como antes, y ésa es una cualidad necesaria con un niño pequeño. Con ese pelo y ese brillo en los ojos, seguro que será inquieta y rápida. No podría mantener su ritmo.

Zac: No lo entiendo.

Se sentía descorazonado. Estaba tan seguro de haber encontrado la solución perfecta, que los Anderson se volverían locos con ella y se la quedarían... después de todo, Katie era mucho más adorable que él.

**: No la adoptaré -repitió la señora A.-. Pero llevo años queriendo tener nietos, ¿verdad, Matt?

Matt asintió.

**: Y ahora mismo tengo al primero de ellos en el salón. Pienso mimarla todo lo que pueda, y aunque intentes evitarlo, como todo buen padre, no te haré nada de caso.

Zac: Yo no puedo ser su padre -declaró-.

Se lo había dicho a Ness y ahora se lo diría a ellos. Se lo había dicho a sí mismo millones de veces. No podía ser el padre de Katie Smith. Ni de ella ni de nadie.

**: ¿Y por qué? Si se puede saber...

Zac: Mira a mis padres, a mi familia. Mis padres me abandonaron y mi tía estaba deseosa de librarse de la responsabilidad de tenerme. Lo llevo en los genes.

**: Tú no puedes ser más distinto de esa gente -dijo la señora A.-. Creía que lo tenías claro. Aunque no me gusta hablar mal de nadie, no actuaron de forma muy inteligente contigo. Tomaron tu cariño y luego lo dejaron de lado. Tú lo das todo. Tienes uno de los corazones más grandes que he conocido nunca.

Matt: Mira, hijo. Llevo todos estos años presenciando cómo cargas con ese fardo, y pensé que con los años sabrías librarte de él, pero veo que me equivoqué. Deja que te lo vuelva a explicar. Tú no eres en absoluto como ellos.

La señora A. asintió.

**: ¿Te acuerdas de cuando trajiste las primeras notas a casa?

Claro que se acordaba.

Zac: Vi que estabas disgustada y me preguntaste si no lo podía hacer mejor.

**: Y me dijiste que no -repuso ella-. Te dije que las notas eran importantes porque te daban opciones. ¿Qué pasaría si después querías ser neurocirujano? Nunca lo conseguirás si no habías tenido buenas notas antes. Me escuchaste, y desde entonces todo fueron sobresalientes. Obtuviste una beca para ir a la universidad y entraste en Derecho. Estaba muy orgullosa de ti.

Zac se sintió bien. La había hecho sentirse orgullosa.

**: Pero durante años te has cerrado puertas a tus opciones personales, que es lo que estás haciendo ahora con Katie. Tal vez tengas miedo a abrirle las puertas de tu hogar, a pensar que tu casa es el hogar apropiado para ella.

Matt: Zac, eres mi hijo. No podría quererte más ni estar más orgulloso de ti si hubieras nacido de nosotros. No creo que seas el tipo de hombre que se deja vencer por el miedo y no sabe reconocer un regalo. Y esa niña es un regalo para ti.

**: Y Ness también, creo -dijo la señora A-.

Zac: Yo no...

Matt: No tomes ninguna decisión ahora. Piénsalo, hijo. Tienes muchas opciones, sólo tienes que tener el valor de abrirles la puerta.

La señora A. le abrazó.

**: Da igual lo que hagas y lo que decidas. Eres mío. No te olvides de eso. Te quiero.

Zac: Yo también te quiero... -se detuvo, deseoso de decir más-. Mamá... Yo también te quiero, mamá -susurró por fin-.

La señora A. empezó a llorar.

Zac: Lo siento, no debería...

Con lágrimas en los ojos, aún consiguió mirarle de ese modo peculiar.

**: Ni se te ocurra disculparte. He esperado años a que me llamaras así.

Zac: ¿Qué?

**: ¿Sabes? Para ser tan listo, a veces eres un poco lento. Pero te sigo queriendo a pesar de todo.

Matt: Yo también -dijo dándole una palmada en la espalda-.

Zac: Gracias... papá.

Al señor A. se le iluminó la cara.

Zac: Pero Katie...

**: No. No digas nada más ahora. Tampoco tomes ninguna decisión. Date tiempo y valora tus opciones. Sabes lo que haces y sé que harás lo correcto.

Zac: Pero...

**: Vamos a ver qué hacen Ness y Katie antes de que se olviden de nosotros -dijo ella, dándole un beso en la mejilla-. Hay una tarta de chocolate esperando.


Zac sabía que Ness se había preguntado sobre su charla con los Anderson, pero no le dijo nada. Volvieron en silencio a Erie y Katie durmió casi todo el camino.

Como conducía Ness, él fue casi todo el camino mirando por la ventanilla, pensando en lo que había dicho la señora A., su madre.

¿Quedarse con Katie?

No estaba seguro de poder hacerlo. Por una parte, quería, y sabía que lo pasaría muy mal cuando se fuera.

La quería, eso estaba claro. Pero no creía que fuera la mejor opción como padre.

¿Y Ness?

La miró mientras conducía.

Había cumplido con sus deberes y ahora quería realizar sus sueños. Ese coche era sólo el primer paso. Quería volver a la universidad. No tendría tiempo para mantener una relación; y no era que quisiera tener una relación con ella.

Se dio cuenta de que habían llegado a casa.

Ella apagó el motor y lo miró, con sus ojos marrones serios como nunca.                               

Ness: Zac, tengo algo que decirte. Es algo que probablemente no quieras oír.

Zac: Parece que hoy se ha puesto todo el mundo de acuerdo para decirme esas cosas, así que dispara.

Ness: Cuando me contaste lo de tus padres, dijiste que no querías tener niños porque tenías miedo de ser como ellos. No te pedí detalles, y hasta hoy no los he necesitado. Pero acabo de conocer a tus padres, a los de verdad. Lo siento, pero no he podido evitar oír vuestra conversación. Las familias no se crean por lazos de sangre, sino por amor. Los Anderson son tu familia, y si tú le das a Katie la mitad del amor que ellos te han dado a ti, será una chica con suerte.

Ness lo besó en la mejilla y salió del coche antes de que pudiera decir nada.

Fue derecha a su piso, dejando que él se ocupara de cambiar a la niña de coche.


En el camino a su casa, Zac pensó todo el rato en las palabras de Ness y de la señora A.

Familia.

Zac nunca había pensado en una definición para esa palabra antes. Él había asumido que era algo impuesto genéticamente, como un sorteo. Y a él le había tocado el palito más corto.

Pero después encontró a los Anderson. Tenían razón; siempre lo habían tratado como a un hijo, como a Chad, para quien había sido más un hermano que un amigo.

Zac había sido quien había puesto las barreras. Tampoco parecía que les hubiera importado, porque ellos siguieron presionando y rompiendo barreras a su paso.

Zac se dio cuenta de que la señora A. había roto la última aquel día. Tenía razón. Había sido su madre en todo lo que importaba.

Y Ness también tenía razón. Si podía ser la mitad de buen padre que ellos, Katie estaría perfectamente.

Y entonces se dio cuenta con claridad de algo: quería, y siempre había querido, quedarse con Katie. Quería tener la oportunidad de verla crecer.

Tal vez no fuera la mejor opción, pero sabía que no podría encontrar a nadie que la quisiera tanto como él, y tal vez por eso no hubiera buscado padres adoptivos con mucho ahínco.

Pero Katie se merecía algo más que un padre.

Merecía una familia completa. Se merecía...

Ness.

Sabía desde hacía un tiempo que quería a Ness. Se sentía atraído hacia ella, y por más que intentaba convencerse a sí mismo de que sólo era atracción sexual, no lo conseguía.

Quería que ella fuera parte de su familia porque... le costaba encontrar las palabras... porque la amaba. No sólo la quería como madre de Katie, la amaba.

Ness Hudgens.

Quería que le ayudara a criar a Katie, tener más hijos con ella; hijos con su sonrisa y sus ojos. Quería envejecer a su lado.

No sólo la quería, sino que la necesitaba, la amaba.

Pero Ness tenía planes... ¿Podría apartarla de sus sueños?

¿Sería justo pedirle que fuera su esposa y la madre de Katie? Había trabajado duro y merecía una oportunidad de ser feliz.

Zac no sabía qué hacer.

Siempre había sabido lo que quería, en qué dirección andar, pero esa vez estaba perdido.

Zac: Tengo una cosa clara: se acabó buscar familia adoptiva. Eres mía. Sé que lo estropearé todo, pero prometo que te querré y que lo haré lo mejor posible.

La pregunta seguía en el aire...

¿Qué era lo mejor para Ness?


sábado, 15 de febrero de 2020

Capítulo 8


Un fuerte e incesante zumbido sacó a Ness de uno de los sueños más eróticos que había tenido nunca. Zac había recorrido con sus manos...

Otro zumbido, y esa vez más largo.

Lentamente, abrió los ojos y miró el reloj.

Las diez. ¿Quién estaría llamando a la puerta un sábado a las diez de la mañana?

Ness gruñó y se puso la almohada sobre la cabeza. Apenas había logrado dormir la noche anterior, y cuando por fin lo consiguió, soñó con Zac.

Con besar a Zac. Y más que eso.

Sus manos recorriendo, explorando...

Y después...

Sí las partes de los besos eran inquietantes, para qué hablar de los «después» y de los «más que eso».

Otra vez el timbre.

No podía ignorar el hecho de que había besado a Zac, al igual que no podía ignorar aquel estúpido timbre.

Suspirando, se levantó, se puso la bata y fue a la puerta. Miró por la mirilla y gruñó mientras quitaba el cerrojo y abría la puerta.

Zac: ¡Sorpresa! -Tenía la silla de Katie en una mano y una bolsa de papel blanco en la otra-. ¿Estás lista?

Lo único que salvaba a Zac esa mañana de ser molesto y de enfurecerla, era la sillita que tenía en la mano y la misteriosa bolsa blanca. Parecía contener algo que mereciera la pena hacerla salir de la cama.

Zac: La tierra llamando a Ness... ¿Estás lista?

Ness: Lista para volver a la cama -gruñó, echando otro vistazo a la bolsa para tratar de adivinar qué le había comprado-.

Zac: Lista para venirte con Katie y conmigo. Tenemos una sorpresa para ti y hace un día espléndido. Vamos, espléndido teniendo en cuenta que es invierno y estamos en Erie. Pero, en cualquier caso, apetece salir a la calle y aprovechar el día.

Ness: Es el tipo de día que apetece meterse en la cama.

¿Qué habría en la bolsa? Seguro que algo bueno.

Zac: No te gustan las mañanas, ¿verdad?

Ness: No.

Zac: ¿Ayudaría un poco saber que he traído donuts?

Ah, eran donuts.

Ness se hizo de rogar un poco más.

Ness: Depende de qué tipo sean.

Zac: De chocolate rellenos de crema.

Ness: De acuerdo. Eso puede tentarme para que me levante temprano en mi día libre.

Zac: Y ya sabemos que tentarte es lo que se me da mejor -dijo, dejando la bolsa sobre la mesa y empezando a desabrigar a la niña-.

Ness: Enfadarme es lo que mejor se te da, Zachary -dijo abriendo la bolsa-.

No pudo decir más porque estaba masticando un delicioso trozo de donut de chocolate.

Se rió cuando le vio arrugar el ceño.

Zac: Creía que no ibas a volver a llamarme Zachary.

Ness: Nunca entregaré las armas. Simplemente, las utilizaré para situaciones concretas.

Mientras acababa con el resto del donut, se dirigió a la pequeña cocina para preparar el café mientras Zac jugaba con Katie sobre su rodilla.

Ness: Mmm -fue su cumplido-. Tal vez seas un poco molesto a veces y me hagas enfadar, pero desde luego, sabes dar buenas sorpresas.

Zac: Esto no es la sorpresa, es sólo el desayuno.

Zac parecía muy satisfecho de sí mismo.

Ness: ¿Y dónde está la sorpresa? -preguntó con cautela-.

Zac: Vístete y te lo enseñaré.

Ness: No sé, Zachary. Tienes un brillo en los ojos que me está poniendo nerviosa.

Había muchas cosas de Zac que la ponían nerviosa... mucho más que el brillo de sus ojos.

Zac: Vete a duchar y no lo verás.

Ness: De acuerdo -dijo tomando el último trozo de donut y dirigiéndose al baño, sin dejar de pensar en qué estaría tramando Zachary Efron-.

Y a pesar de sus buenas intenciones, esperaba que la sorpresa incluyese algún beso y tal vez algún «y después».

Ness: ¿Dónde vamos? -preguntó por millonésima vez mientras avanzaban por Peach Street-.

Zac: ¿No te fías de mí? -preguntó haciendo lo posible por poner cara de bueno-.

Ness: Pues no, Zachary.

Le agradó notar el suave tono de burla de su voz.

Zac: Casi hemos llegado.

Era temprano y no había mucho tráfico en una de las calles más conocidas de Erie por sus atascos.

Pero aquel día, atasco o no, Zac se sentía feliz y sonreía como un niño en Navidad.

Zac: Cierra los ojos.

Ness: Venga, Zachary -dijo molesta-.

Zac: Ciérralos... -Comprobó que le había hecho caso y se quedó maravillado. Ness Hudgens obedeciéndolo...- Un segundo más -dijo, deteniendo el coche-.

Ness: Zac -protestó-.

Él salió sonriendo del coche y le abrió la puerta.

Zac: Vamos.

Ness: ¿Y la niña?

Zac: No vamos a ningún sitio. Está bien.

Ness: Pero...

Zac: Abre los ojos.

Ness hizo lo que le pedía, echó un vistazo a su alrededor y luego lo miró.

Zac: Dijiste que estabas buscando un coche nuevo. ¿Qué te parece éste? Es un Jeep Cherokee. Tracción a las cuatro ruedas, asientos de cuero con calefacción. Arranque automático. Tiene dos años, así que no es nuevo del todo, pero es casi nuevo. Es una joya.

Ness: Pero...

Zac: No digo que tengas que comprarlo, sólo digo que parecía que estabas buscando algo así. Quería que lo vieras antes de que Frank lo saque a la venta.

Ness: ¿Y si no está a la venta, cómo lo has encontrado?

Zac: Porque cuando dijiste lo que estabas buscando, llamé a Frank y le dije que estuviera alerta.

Ella se quedó mirando el coche.

Ness: No sé.

Zac: ¿Por qué no lo pruebas? -rebuscó en su bolsillo-. Frank me ha dejado las llaves.

Ness: Seguro que has perdido mucho tiempo organizando esto.

Zac: No tanto -dijo sintiéndose incómodo de repente-. Estaba haciendo un trabajo para Frank y lo mencioné de pasada.

Ness: Aun así. Gracias -dijo, moviendo la cabeza-. Zac, eres... -se detuvo-. Supongo que si me doy una vueltecita no pasará nada, ¿verdad?

Zac deseó que hubiera acabado la frase. ¿Qué era? Hubiera deseado preguntárselo, pero en su lugar, dijo:

Zac: Genial. Deja que traiga la silla de Katie. Aprieta este botón y el coche empezará a calentarse.

Así lo hizo Ness y el coche rugió al arrancar.

Zac: Y con este otro empiezan a calentarse los asientos delanteros.

Ella apretó el botón.

Se quedó allí parada, mirando el coche, mientras Zac trasladaba a la niña.

Zac: Ness. ¿Vas a subir, o nos vamos a quedar aquí parados mucho rato?

Ness: Voy.

Ella subió al asiento del conductor y Zac al del acompañante.

Él oyó su suspiro de satisfacción al comprobar que el asiento estaba calentito. Ella se volvió a mirarlo y sonrió.

Su sonrisa le produjo un pinchazo en el estómago, el mismo que había sentido al verla recién levantada, con el pelo despeinado, comiendo un donut.

Cada vez que le sonreía, que se reía le hacía desear besarla... y más.

El deseo se estaba transformando en algo más fuerte, más parecido a la necesidad.

Se dio cuenta de que le había tomado la mano. Cada vez ocurría con más frecuencia y la tocaba casi sin pensarlo.

Zac: ¿Estás lista? -preguntó, retirando la mano a toda prisa-.

Ness: ¿Dónde vamos?

Zac: Donde quieras. Frank no llegará hasta dentro de una hora. Tenemos hasta entonces para que decidas si lo quieres.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Porque si no lo quieres tú, Frank intentará venderlo hoy mismo. Si lo quieres, empezaremos a hacer el papeleo.

Ness: No -dijo sacudiendo la cabeza-. Lo que quiero decir es por qué te has tomado todas estas molestias.

A Zac no le gustaba el modo en que lo miraba, dulce y cálidamente. No quería que tuviera sentimientos dulces y cálidos hacia él.

No quería intercambiar caricias, no quería soñar con ella ni desear llamarla a cada rato.

No quería necesitar estar con ella, necesitar oírla reír ni desearla, pero eso era lo que quería.

Zac: No ha sido ninguna molestia. Le había dicho a Frank lo que querías y me llamó anoche para contarme lo que había encontrado.

Ness: ¿Pero por qué te preocupas? -lo presionó-.

Zac: No lo sé, pero no intentes ir más allá -advirtió. Esperó su carcajada, pero no llegó. Seguía allí sentada, mirándolo-. Tal vez quiera que Frank se lleve una estupenda comisión gracias a ti.

Eso sonaba bien.

Ness: No lo creo -dijo suavemente-.

Zac: Bueno. Tal vez sea que me tenía histérico el hecho de pensar que estabas conduciendo esa chatarra con este tiempo. Me sentiré mejor si conduces algo más seguro.

Ness: Pero...

Zac: ¿Por qué te importan mis motivos? La niña no llora y tú estás sentada en un coche con todos los artilugios que querías... ¿Por qué no arrancas de una vez?

Ness volvió a lanzarle una mirada extrañada y salió del aparcamiento.                         

Zac se inclinó y encendió la radio.

Zac: Quiero probar los altavoces.

Lo que en realidad quería era evitar que Ness siguiera haciéndole preguntas. Preguntas que no podía contestar.


Frank: ¿Qué te parece?

Ness echó un vistazo a Zac, que tenía a Katie en brazos.

Le parecía que estaba siendo muy fácil que Zac le cayera bien. Pero eso había cambiado. Era algo más que caerle bien.

Algo más profundo, más fuerte.

Algo como... amor.

La palabra no dejaba de rondarle la cabeza.

¿Amor?

¿Querer a Zac?

Suspiró y admitió ante sí misma la verdad.

Quería a Zac.

Fue un sentimiento tranquilo que se había apoderado de su corazón entre las bromas y las risas.

Ness pensó que aprender a querer a Zac no había sido tan difícil. De hecho, era fácil.

Recordó cómo él le había advertido de que no se enamorase de él. Entonces se había reído.

Pero si querer a Zac había sido más fácil de lo que hubiera creído, hacer que él la quisiera a ella, podía ser mucho más complicado.

¿Aceptaría el reto?

Zac: Ness. ¿Qué te parece?

Ness: Me lo quedo.

Se quedaba con el coche... aceptaba el reto de amar a un hombre que tal vez no se abriera nunca lo suficiente como para llegar a amarla.


jueves, 13 de febrero de 2020

Capítulo 7


El viernes por la tarde, de vuelta a la oficina, Zac se dio cuenta de que habían caído en una especie de rutina.

A pesar de que Brigitta ya podía cuidar de la niña, ésta seguía yendo cada día al bufete a pasar la mañana con Ness. Katie se había convertido en el juguete de la oficina, una especie de mascota no oficial, que hacía cada día la ronda de los despachos de los abogados. Y Larry Wagner era su fan número uno.

Ness: Se la lleva en cuanto puede -se había quejado, más divertida que enfadada-.

Además, Ness iba a casa con ellos todas las noches. En tan sólo una semana, había conseguido... una rutina. La vida de Zac tenía un ritmo distinto.

Y le gustaba el cambio.

Contaba con compartir la mesa y la conversación con Ness. Cuidaban a Katie juntos y se asombraban de sus progresos.

La única parte que no le gustaba era en la que Ness se marchaba a su casa.

Incluso con Katie en casa, cuando ella se iba, sentía más vacía, menos acogedora. Y cada noche se daba cuenta de que no había conseguido besarla más allá de con un casto beso en la mejilla.

Sabía que aquello era lo correcto, que no estaba bien jugar con una mujer con pretensiones serias como ella, pero eso no le impedía imaginar que hacía un montón de cosas con ella.

Intentó convencerse a sí mismo de que su súbita atracción por Ness era simple gratitud por lo que había hecho por él, pero sospechaba que había algo más y esas sospechas le aterrorizaban.

Siempre había salido con mujeres que entendían las reglas, que no se acercaban demasiado y que sabían que cuando la relación se acababa, se acababa y sólo quedarían buenos recuerdos.

Pero Ness no era así. No era desenfadada. Era una mujer de las de «felices para siempre» y por eso no entendía la necesidad que sentía de estar con ella.

Se dio cuenta de que no había dejado de pensar en ella desde que había salido del tribunal.

Ness: Hola -dijo con una sonrisa cuando lo vio entrar-.

No se sacudió las botas fuera a propósito, para molestarla, pero no se dio cuenta, porque estaba contándole montones de cosas sobre Katie.

Ness: ... ha pasado casi todo el día jugando con el «abuelito Larry». Si no está con él, viene otra persona a buscarla. Casi necesito una hoja de firmas para saber quién se la ha llevado y dónde está.

Zac sonrió mientras la escuchaba, pero entonces vio sobre su mesa el folleto informativo de una universidad.

Zac: ¿Qué es esto?

Ness: Oh. Estoy pensando en acabar la carrera.

Zac: ¿Te marcharás de aquí, entonces? -dijo sorprendido de lo grave que sonó su voz-.

Ness no pareció notarlo, y simplemente sonrió.

Ness: No. No vais a libraros de mí con tanta facilidad. Aunque vuelva a la universidad, seguiré necesitando comer.

Zac sintió una especie de alivio en el pecho.

Zac: Voy a llevarme a Katie esta tarde -dijo incapaz de hablar de cómo se sentía porque no dejara la oficina-.

Después de todo, ¿con quién se pelearía si no era con Ness?

Ella pareció confundida.

Ness: ¿Qué ocurre?

Zac: Es el funeral de su madre.

La expresión de Ness se suavizó.

Ness: Lo siento, no sabía que fuera hoy.

Zac: Yo tampoco hasta ayer. Hablé con la trabajadora social, que me dijo que fue incapaz de encontrar a ningún pariente de Marion. No me sorprende. Por eso vino a verme a mí.

Ness: ¿Quién se ha ocupado de organizado todo? ¿El Gobierno del Estado?

Zac: Yo.

A Zac le costaba pensar en Marion Smith sola y no reclamada por nadie, sin nadie que llorase su muerte.

Tal vez no la conociera, pero lo que sabía de ella, era admirable. No sólo se ocuparía de su hija, sino que haría una última cosa por Marion.

Ness: ¿Tú?

Zac: Es la madre de Katie, y fue una buena madre que se preocupó por el futuro de su hija antes de que naciera. Kim Lindsay va a enviar las pocas pertenencias de Marion.

Ness: ¿Dónde será el funeral?

Zac: En el Cementerio de Erie a las doce. Como no sé si Marion era religiosa o no, será sólo una ceremonia en el cementerio. Pensé que sería lo mejor.

Ness: Bien. Como es mi hora de comer, me pasaré por allí.

Zac: No tienes que ir.

Ness: Ni tú tampoco. No tenías que hacer nada de esto, pero lo has hecho. Yo haré lo mismo.

Zac: Gracias -dijo, tomando la mano de Ness y estrechándola brevemente-.

Ella le sonrió.

Ness: Eres un buen chico, Zachary.

No había enfado en su voz. Su sonrisa transformaba aquel nombre más en algo cariñoso que en una manera de meterse con él.

Zac: Gracias, Ness. Tú también estás bastante bien -se dio cuenta de que aún le estaba sujetando la mano y se la soltó rápidamente-. ¿Se puede quedar Katie un ratito mientras subo a hacer unas llamadas?

Ness: Ya sabes que no tienes que preguntar -se detuvo un segundo-. Las llamadas... ¿son acerca de la adopción de Katie?

Zac: No. He quedado con gente del departamento de adopciones, pero aún estoy valorando las opciones que tengo.

Tenía la documentación y todo lo que tenía que hacer era firmarla y enviarla, para empezar el proceso.

Cuanto antes firmara, antes encontraría Katie una familia, el problema era que no estaba seguro de que la agencia le pudiera encontrar la familia que ella necesitaba.

Él podría participar, dar su opinión, pero el problema seguía siendo que podía elegir a la persona equivocada, una familia que la abandonase.

Fallarle a Katie no era una opción.

Ness: ¿Estás pensando en quedarte con ella? -preguntó esperanzada-.

Zac: No -se volvió y subió escaleras arriba sin decir nada más-.

No. Tal vez no supiera asegurarse de que Katie tuviera a la familia perfecta, pero sabía que merecía más de lo que él podría darle.

Tenía que hacer algo.

Ness miró a Zac subir apresuradamente las escaleras. Su pregunta le había molestado.

Hacía no mucho tiempo, molestar a Zac sin haberlo pretendido hubiera sido mucho más divertido aún.

Ness: No quiere que te vayas, y ésa es una de las razones por las que te va a dejar marchar -le dijo a la niña, que dormía en su sillita-.

Aquello no tenía ningún sentido para Ness.

Pero la verdad era que había muchas cosas de Zac que no tenían sentido para Ness, a pesar de sentirse mucho más cercana a él.

Era un enigma; siempre que pensaba que había conseguido comprenderle, se daba cuenta de que estaba aún más confundida.

La semana anterior se había dado cuenta de que valía la pena hacer el esfuerzo de intentar entenderlo, así que no se iba a dar por vencida con tanta rapidez. Pero en aquel momento tenía que ocuparse de otras cosas.

Tenía que hacer unas llamadas.

A Zac probablemente no le agradase. No le gustaba pedir ayuda, pero Ness no tenía ese tipo de problemas.

Si Zac se enfadaba, le diría que lo había hecho por Katie. En lo más profundo de su corazón, ella sabía que Zac haría y pediría lo que fuera necesario por ella.


Mientras volvía a su coche con la sillita en la mano, miró hacia atrás por encima del hombro. No sabía qué pensar de aquello.

Hacía un frío terrible y los oscuros nubarrones; amenazaban tormenta. No era un día ideal para estar fuera.

Y sin embargo, casi todo el bufete y la mitad de la plaza había empleado su descanso de mediodía para ir al funeral de Marion Smith.

Habían acudido a despedir en su descanso eterno a una mujer a la que no habían conocido.

Zac: ¿Los has llamado tú? -le preguntó a Ness mientras volvían al coche-.

Ness: No te enfades.

Zac: No los necesitaba. Yo...

Ness: Ya lo sé -lo interrumpió ella-. El gran Zachary Efron no necesita a nadie, pero no fue por ti, sino por Katie. Algún día podrás decirle que hubo mucha gente aquí, y flores. Becca, de la floristería, ha hecho un trabajo genial en muy poco tiempo.

A Zac le sorprendieron las flores en cuanto llegó. Eran una extraña nota de color sobre el suelo blanco.

Ness: Katie merece saber que hubo gente que acudió a despedir a su madre cuando ella no era lo bastante mayor para hacerlo -dijo con suavidad-.

Zac: Oh, no había pensado en eso. Es por Katie.

Habían ido por la niña; eso podía entenderlo.

Ness: No -dijo sacudiendo la cabeza-. Han venido por ti. No te habías dado cuenta de cuántos amigos tienes.

Zac: ¿Por mí? Yo no se lo pedí -dijo, sintiéndose nervioso de repente-.

Zac: Claro que no. Nunca lo hubieras hecho. Pero yo sí. Por ti, por Katie y por Marion. Creo que la madre de Katie tuvo que ser una mujer muy especial.

Aquella gente había ido por Marion y por Katie; se sintió mejor. Aquello era más fácil de aceptar que hubieran ido por él.

Ese tipo de amistad era para Zac una carga que no quería llevar. No quería deberle nada a nadie porque no estaba seguro de poder ayudarles cuando lo necesitasen.

Los abandonaría, porque eso era lo que había en sus genes, por más que intentara luchar contra ello. No se fiaba de sí mismo y por eso no quería que nadie contase con él.

Zac: Por lo poco que la conocí, creo que es verdad que era especial.

Hablando de mujeres especiales... Zac tomó la mano de Ness y la sonrió, esperando que comprendiese lo mucho que había hecho por él.

Ella le correspondió, dándole un ligero apretón en la mano.

Ness: ¿Vas a volver a la oficina?

Zac: Sí. Voy muy atrasado con algunas cosas y tengo que emplearme a fondo esta tarde, pero, ¿nos vemos en la cena?

Todos los días preguntaba, y todos los días contenía el aliento hasta oír su respuesta.

Ness: Claro. -Él exhaló y sonrió-. Esta noche cocino yo. Hemos agotado todas las opciones de comida a domicilio del barrio. ¿No tendrás miedo de mi cocina, verdad?

Entraron en el coche.

Zac: ¿Sabes cocinar?

Ness: Claro que sí. He crecido con mis hermanos y a los dos les gusta comer. Tengo todo lo necesario en el coche.

Había preparado los ingredientes. Había planeado ir a casa con él.

A pesar de la luz de advertencia que se encendió en su cabeza, Zac sonrió.

Zac: ¿Qué vamos a tomar?

Ness: Mi mundialmente famosa sopa de verduras. A no ser que no te guste la sopa de verduras, porque entonces volvemos a la comida para llevar.

Zac: Me parece un día perfecto para sopa.

Ness: ¿Quedamos después del trabajo, entonces?

Zac: Después del trabajo.

No era la sopa lo que sonaba perfecto, sino cenar con Ness Hudgens.

Aquello le dejó algo inquieto, pero no lo suficiente como para cancelar la cena. Nada podría haber logrado hacerle cancelarla.


«El gran Zachary Efron no necesita a nadie».

Se le había escapado, pero Ness sabía que era cierto. No había dejado de pensarlo en toda la tarde, y seguía pensándolo mientras preparaba la cena.

Por algún motivo, Zac no dejaba entrar a la gente en su vida. No los mantenía a distancia, pero tampoco los dejaba acercarse del todo.

Aunque se habían dejado llevar a una cómoda relación de amistad, con algunos toques de atracción; a decir verdad, Zac tampoco le había abierto su corazón a ella.

Lo único que había compartido había sido la historia de su amigo Chad y su trineo.

Movió la sopa. Era un plato sencillo pero completo. Ideal para una noche de invierno.

Ness: ¡A comer! -llamó colocando los platos sobre la mesa, junto al pan y al queso-.

Zac: ¡Hey! -dijo al entrar en la cocina con Katie en brazos-. Parece que sí sabes cocinar.

Con Katie no había sabido mantener esa distancia. Lo cierto era que estaba loco por ella.

Ness: ¿Quieres que la tenga en brazos mientras comes?

Zac: No, mientras no tenga que cortar ni untar nada, puedo comer con una mano.

Ella se echó a reír y él la imitó.

Zac: Mmmm. Está claro que no mentías cuando decías que sabías cocinar.

Ness: Ya te lo dije. Dos hermanos insaciables me ayudaron a aprender. No hago cosas complicadas, pero sí cosas consistentes.

Comieron en silencio unos minutos mientras Katie canturreaba, contenta, en el regazo de Zac. Ness no podía evitar mirarlos y pensar lo bien que se les veía juntos.

¿Cómo podía ser que Zac no se diera cuenta?

Ness: ¿Has empezado ya con lo de la adopción?

Zac: He empezado a mirar posibilidades, pero no en profundidad. Me cuesta pensar en dársela a unos extraños. La solución perfecta sería dejarla con alguien conocido, de modo que podría ser su tío favorito o algo así. Alguien que... -se detuvo a mitad de la frase y pareció perderse en sus pensamientos-.

Ness: ¿Zac?

Zac: Tengo una idea -dijo, excitado-.

Ness: ¿Qué?

Zac: No. Déjame pensarlo antes de decir nada.

Ness. Pero, Zac -protestó-.

Él se echó a reír.

Zac: ¿Sabes? He descubierto muchas cosas de ti últimamente: eres buena con los bebés, sabes cocinar y la paciencia no es una de tus virtudes.

Ness: No, no lo es.

Odiaba esperar. Era el tipo de persona que buscaba los regalos de Navidad si podía.

Zac: Te lo diré pronto, pero primero quiero pensarlo bien para saber si puede funcionar.

Ness: De acuerdo -dijo con un suspiro-.

Zac: Hablemos de tu vuelta a la universidad.

Ness: Estás cambiando de tema.

Él se echó a reír de nuevo.

Zac: Sí, en efecto -su idea le había puesto de buen humor-. Cuéntame más de tus planes.

Ness: No hay mucho que contar. He pensado en serio volver en otoño.

Zac: ¿Tendrás tiempo?

Ness: Tendré las tardes después del trabajo y los fines de semana. Hablé con el señor Wagner y me dijo que si tenía alguna clase por la mañana, ya lo arreglaríamos.

Zac: ¿Cuánto te queda para acabar?

Ness: Un año, y después las prácticas en colegios. Eso será todo.

Zac: ¿Profesora? -dijo lentamente-.

Ness se preparó para una de sus frases ingeniosas, pero todo lo que dijo fue:

Zac: Seguro que se te da bien.

Ness: Me gustan los niños. Quiero tener tres o cuatro por lo menos.

Zac: ¿Cuatro?

Ella se echó a reír.

Ness: Ya sé que las familias numerosas no están de moda, pero no me puedo imaginar la vida sin mis hermanos. Cuando tenga hijos, quiero que tengan hermanos.

Zac: Te sacrificaste mucho por tus hermanos, y si hubieras sido bija única sólo hubieras tenido que preocuparte por ti misma.

Ness: No tener a nadie puede implicar menos preocupaciones, pero también estás solo. Todo lo que hice por mis hermanos mereció la pena, porque se merecían la oportunidad.

Zac: ¿Y tú? -siguió-. ¿Acaso no te merecías tú acabar tus estudios, lograr tus sueños?

Ness: Simplemente los pospuse. Ahora los chicos han acabado y me toca a mí. Conseguiré el título, enseñaré...

Zac: ¿Te casarás con un hombre que no te merezca, tendrás niños y lo dejarás todo de nuevo? ¿Ése es tu plan?

Ness: Zac, cuando amas a alguien y esa persona te ama a ti, no hay abandonos. Recibes tanto como dejas. Para mí, ver el éxito de David y Ryan es muy valioso. Me necesitaban después de la muerte de mi madre, y yo estuve allí.

Él no parecía convencido.

Ness sintió lástima por él. Vivir en soledad y no necesitar a nadie... ella nunca podría vivir así.

Ness: Puesto que yo he cocinado, te toca fregar los platos. Yo llevaré a Katie a la cama.

Ness seguiría trabajando en el bufete mientras iba a la universidad, pero lo dejaría en cuanto obtuviese el título, pensó Zac mientras frotaba la olla.

Se marcharía y empezaría a trabajar en lo que siempre había querido, y él se alegraba por ella. Se alegraba de que empezase a luchar por sus sueños.

Pero la echaría de menos en la oficina.

Ella alegraba aquel lugar, aunque nunca se lo había dicho.

Le mantenía alerta, siempre a punto para uno de sus encontronazos verbales. Lo echaría de menos.

La echaría de menos a ella.

¿Cómo había pasado eso?

Secó la olla y la colocó en su gancho.

Ness: Se había dormido antes de que la dejara en la cuna -dijo colocando el receptor de escucha sobre la mesa-. Probablemente se despierte pronto con hambre.

Zac: No pasa nada. Suelo darle de comer antes de irme a la cama, y normalmente con eso duerme toda la noche de un tirón. Me gusta darle el biberón cuando todo está oscuro y en calma. Se agarra a mi camisa como si creyera que fuera a desaparecer -se dio cuenta de lo que acababa de decir-. Lo siento, ha sonado muy dulzón.

Ness: Qué va. Está bien saber de vez en cuando qué pasa por tu cabeza.

Ella lo miró. Era una mirada tierna.

Zac había visto miradas como aquélla antes, y nunca habían acabado bien.

Zac: Para.

Ness: ¿Qué?

Zac: De mirarme así.

Ness: ¿Cómo?

Zac: Como si quisieras besarme.

Por nervioso que le pusiera el hecho de que Ness quisiera besarlo, el hecho era que él también quería hacerlo.

Ness: ¿Pegarte? -preguntó fingiendo que le había oído mal-. Zac, no puedo evitar mirarte como si quisiera pegarte.

Zac: No pegarme, sino «besarme». Quieres besarme.

Ness: No. Quiero ir a casa y relajarme.

Zac: ¿No puedes relajarte aquí?

Ness: Relajarse estando contigo es difícil y, a veces, imposible.

Zac: ¿Y eso?

Ness: Porque tú eres imposible.

Zac: No. El hecho de que no puedas relajarte estando conmigo me lleva de nuevo a pensar que quieres besarme.

Ness: Zac... -empezó a protestar-.

Pero Zac se inclinó sobre ella antes de que pudiera seguir y la besó. Ella se dejó besar, le rodeó el cuello con los brazos e hizo el beso más profundo.

Probando, saboreando y tentando a Zac hasta que él pensó que se volvería loco de deseo.

Él la tomó en brazos y la llevó hasta el salón. Se sentó en el sillón con ella sobre su regazo.

Ness: Deberíamos parar -susurró-.

Zac: Probablemente -asintió. pero en lugar de parar, volvió a besarla-.

Sus manos se deslizaron bajo la blusa de ella, acariciando la suave piel de su abdomen y moviéndose lentamente hacia arriba. Necesitaba explorar cada centímetro de la piel de Ness Hudgens, necesitaba...

Katie: ¡Guaaaaaaa!

Ambos se sobresaltaron y Ness saltó del regazo de Zac. Zac se levantó.

Ness: Será mejor que subas a verla y que yo me vaya a casa.

Zac: Ness, tenemos que hablar.

Ness: Después. Ya hablaremos después. Ahora yo tengo que irme y tú tienes que atender a Katie.

Maldición, pensó Zac al ver a Ness salir como un rayo de la casa. Subió corriendo las escaleras y se encontró a Katie sentada en su cuna, con cara triste y solitaria.

Zac la tomó en brazos y la acunó.

Sabía cómo se sentía.

Él sentía lo mismo cuando Ness se marchaba.

Y no le gustaba.


martes, 4 de febrero de 2020

Capítulo 6


En la puerta no sólo esperaba Joe Green, el nuevo doctor del servicio de urgencias del hospital, sino también su esposa.

Lily Green era nueva en Perry Square. Era la propietaria de La Tableta de Chocolate, una tienda de dulces. Ella también era una persona dulce de verdad y se había integrado sin problemas en la pequeña comunidad de la plaza.

La pareja irradiaba el mismo tipo de felicidad que Sarah y Donovan o Josh Gardner y su mujer, Libby.

Aquello debía ser suficiente para que un soltero redomado como Zac se plantease ciertas cosas, pero él era inmune a la «maldición del matrimonio».

Lily: He oído la palabra bebé y me he autoinvitado -dijo entrando derecha hacia Ness y Katie-. Vanessa, no sabía que estarías aquí.

Zac: Ness -la corrigió sonriendo al pronunciar su nombre-.

Desde luego, le quedaba mejor Ness que Vanessa. Ahora se daba cuenta del tipo de persona que era y de muchas otras cosas.

Ella lo miró de un modo que Zac interpretó como de «cállate».

Ness: Hola, Lily. Estoy echando una mano. Ya sabes la poca idea que tienen los hombres de niños, y estaba preocupada por Katie.

Zac le hizo una mueca. Estaba claro que ella intentaba restablecer su vieja relación de ataques mutuos, y supuso que sería un mecanismo de defensa. ¿Pero, por qué sé ponía a la defensiva?

EL BESO.

Ya no era uno, sino varios. Y la idea de pensar en besos en plural le molestaba tanto a ella que se había puesto a la defensiva.

Joe: Vosotros dos, Donovan no está aquí para ponerse en medio de vuestras peleas, así que creo que tendré que hacerlo yo. No puedo imaginaros juntos sin un árbitro.

Zac: Si quieres te cuento cómo nos las apañamos.

Ness: No -replicó secamente-. A Joe no le interesa nuestra tempestuosa relación. Ha venido para hacernos un favor y echarle un vistazo a Katie.

Lily: ¿Puedo tomarla en brazos?

Ness: Claro.

Lily. Es preciosa. Espero que tengamos una niña -le murmuró a Joe-.

Ness: ¿Cómo? ¿Tienes algo que contarme?

Lily, su hijo y su padre, Bob, se habían integrado a la perfección en la vida de la plaza, hasta el año anterior, cuando Joe Green volvió a su vida para reclamar el hijo que no sabía que tenía. Poco después, la reclamó a ella también.

Lily: Bueno -dijo en voz baja-, no se lo hemos dicho a nadie aún, pero estoy embarazada de dos meses.

Joe: Aaron está impaciente por convertirse en hermano mayor -añadió-.

Ness: Felicidades -dijo abrazando a Lily-.

Zac: Felicidades -dijo a Joe, dándole una palmada en la espalda-. ¿Cómo lo llevas?

Joe: Estoy aterrado. Nunca pensé en tener hijos, ni imaginé la posibilidad. Pero después encontré a Aaron y ahora a este bebé. Supongo que será agotador, pero también dará mucha energía. ¿Y tú qué tal con Katie?

Zac: No es lo mismo. Katie no es realmente mía, sólo está bajo mi responsabilidad de forma temporal.

Zac vio que Ness le lanzaba una mirada triste mientras hablaba.

Odiaba esas miradas.

Prefería a Ness iracunda que a esa tristeza. Era como si la hubiese defraudado, aunque no tenía por qué crearse expectativas con él.

Joe interrumpió sus cavilaciones:

Joe: Vamos a ver a esa chiquitina.

Poco después, Joe declaró a Katie una bebé sana y feliz, lo que alivió tremendamente a Zac, que no se había dado cuenta de que estaba tan preocupado.

Joe: Tienes que buscarle un pediatra. Mavis Samuels trabaja en el hospital y se le dan genial los niños. También tienes que enterarte de si lleva las vacunas al día.

Zac: Por lo que sé de Marion, seguro que sí. Llamaré a Samuels la semana que viene.

Ness: ¿Queréis tomar algo?

Lily: No, gracias. Aunque me gustaría quedarme y jugar con Katie, tenemos que volver. Bob está cuidando de Aaron, pero tiene una cita dentro de un rato.

Ness: ¿Sigue saliendo con Mabel?

Mabel era la acupuntora de la plaza, y ella y Bob eran el último romance del barrio.

Perry Square era como una ciudad en sí misma, en el centro de Erie, en la que todos sabían a qué se dedicaban los demás y no dudaban en ofrecer consejos y opiniones.

Lily: Sí. Mabel y Bob siguen saliendo juntos -dijo con un suspiro feliz-. Hacen una bonita pareja y nunca le había visto tan feliz. Eso es lo que una buena relación puede hacer por ti: darte felicidad.

Zac se sintió tan incómodo ante esa declaración como pareció estarlo Ness. Después de todo, ellos no tenían una relación. Sólo habían intercambiado un par de besos. Nada más.

Ness: Me alegro por ellos.

Lily: Yo también -convino devolviéndole a la niña-. Bob merece encontrar a alguien que lo haga feliz. Todos lo merecemos.

Los esposos se miraron de un modo cómplice que Zac había visto ya en los Anderson y que siempre lo hacía sentir incómodo.

Lily: Gracias por dejarme tener a la niña -dijo a Ness-.

Ness: De nada, y felicidades de nuevo.

Lily. Gracias.

Zac había oído algo acerca de que a las mujeres embarazadas les brillaba la cara, y en el caso de Lily era cierto.

Zac: Es un sueño hecho realidad: tener a Joe de nuevo en mi vida, ser una familia. Todo es tan perfecto que me da miedo.

Ness: ¿Miedo bueno?

Zac: El mejor. Me encanta mi negocio, y va bien, pero sin Joe, Aaron y este bebé, no significaría nada. El amor y la familia son lo que endulzan la vida.


A la mañana siguiente, Ness seguía dándole vueltas a la declaración de principios de Lily.

Después de que Joe y Lily se marcharon, ayudó a acostar a Katie y se fue rápidamente.

No quería estar a solas con Zac. Necesitaba distancia, tiempo para pensar en lo que estaba pasando entre ellos. En qué significaba.                 

Y, aun así, marcharse le había resultado duro. Le hubiera gustado quedarse y hablar tanto como marcharse.

Aquellos deseos contradictorios no tenían ningún sentido.

Y pasarse una noche sin dormir, tampoco ayudaba.                                     

Cuando llegó a la oficina, la puerta estaba aún cerrada. Se alegró de ser la primera en llegar, porque así tendría tiempo para ordenar sus ideas.

Una vez en la oficina, se quitó el abrigo que le había regalado Zac; había sido un regalo muy considerado, aunque tal vez hubiera debido protestar porque era demasiado caro.

Cuando lo estaba guardando en el armario, oyó la puerta, y su corazón se aceleró al pensar que podían ser Zac y Katie.

En el momento que vio que era Brittany Snow, se tranquilizó. Brittany era la persona que se proclamaba a sí misma como «la mejor informada» de Perry Square.

Britt: He oído rumores -dijo sin preámbulos con su acento sureño-; ya sabes que odio los rumores, pero... ¿Qué pasa entre tú y Zac? ¿Y cómo es que tiene un bebé?

La mujer se sentó al lado de la mesa de Ness, esperando una respuesta.

Ness se sentó a su lado, consciente de que no habría manera de quitársela de encima con una excusa. Brittany era un sabueso tenaz en lo que se refería a ese tipo de historias.

Ness: No hay nada entre Zac y yo -«excepto unos besos de los que no te voy a hablar»-, y él no tiene un bebé.

Britt: Has respondido a mis preguntas, pero quiero más información. Quiero la historia completa.

Con un suspiro, Ness empezó a contarle a Brittany toda la historia, excepto lo de los besos.

Ness: ... Por eso estoy ayudando a Zac.

Britt. ¿Zac? -preguntó pillando a Ness en un descuido-.

Ness: Zachary -corrigió-. Estoy ayudando a Zachary.

Britt: Tú ayudando a Zachary Efron. Nunca lo hubiera creído si no lo oyera de tus propios labios.

Ness: Yo tampoco -confesó-. Pero me siento mejor cuando pienso que no estoy ayudando a Zac, sino que estoy ayudando con Katie. Eso lo cambia todo.

Britt: Has vuelto a llamarlo Zac -persistió-. Nunca te había oído llamar a Zachary Efron «Zac» hasta hoy. Y lo has hecho dos veces en la misma conversación. Todo el mundo le llama así menos tú.

Maldición.

Ness se encogió de hombros e intentó parecer indiferente.

Ness: Se me ha escapado. No me resulta molesto cuando no está delante.

Britt: No ha sido sólo eso, sino que has pronunciado su nombre con una cierta dulzura. El tipo de tono que utiliza una mujer hacia el hombre al que ha besado.

Ness: Brittany, ya sabes que preferiría besar a un sapo que a Zachary.

Britt: Tal vez, pero no has besado a un sapo, sino a Zac.

Ness: No lo he hecho.

Y era verdad. Ella no había besado a Zac. Había sido él quien la había besado a ella.

Y había una gran diferencia.

La segunda vez no contaba.                       

Britt: ¿Te he contado alguna vez lo de cuando fui elegida la reina de la Feria del Condado? -dijo cambiando de tema-.

Ness se alegró de cambiar de tema. Cuanto más negara lo del beso, más probabilidades tendría de admitir la verdad.

Ness: No, ésa no la he oído.

Britt: Los chicos se ponían en fila para besar a la reina. Por eso, besé a muchos chicos aquella noche, pero uno de ellos, Buster McClinon... con él fue diferente. Siempre nos estábamos peleando, hasta aquel día. Cuando nos besamos, olvidamos todas las peleas -suspiró nostálgica-. Escucha, Ness, hay dos tipos de besos, que no tienen nada que ver unos con otros. Están los besos para tu familia y los besos para los amigos, que no son verdaderos: sólo son dos pares de labios que se tocan. Pero por otro lado están los besos importantes de verdad, los que la gente puede ver en tu cara y oír en tu voz. Ése es el tipo de beso que le diste a Zac o el que yo le di a Buster, el que significa algo muy concreto.

Ness: Besar a Zac no significa nada para mí.

Britt: ¡Ah! Entonces admites que lo has besado.

Maldición.

Ahora que Brittany Snow, también conocida como la pregonera de Perry Square, sabía que Ness había besado a Zac, todo el mundo conocería la noticia antes de la hora de cenar. O para la comida, más bien.

Ness: ¿Tú quién eres? ¿Sherlock Holmes? -gruñó-.

Britt: El culpable suele salir a la luz por sí solo -declaró triunfante-.

Ness: Yo no soy culpable de nada.

Britt: Nunca he dicho que lo fueras. Tú y Zac formáis una pareja perfecta. Os equilibráis el uno al otro.

Ness: No quiero equilibrar a nadie, y menos a Zachary Efron -puso un énfasis especial en la palabra Zachary-. Tengo planes, planes que van más allá de un coche nuevo. Quiero volver a la universidad.

Antes de que Zac y Katie se metieran en su vida, Ness había estado decidiendo qué hacer. Al pronunciar las palabras en voz alta, la idea había tomado cuerpo. Tenía sentido.

Ness: Sí. Voy a acabar la carrera. Lo dejé para ayudar a mis hermanos a acabar sus estudios, pero ahora que ellos han acabado, es hora de volver.

Britt: Muy bien -parecía feliz por la decisión de Ness-.

Ness: Eso significa que no puedo implicarme con nadie -dijo en voz baja-.

Britt: No veo por qué no vas a poder.

Ness: Porque estaré muy ocupada con el trabajo y los estudios y no tendré tiempo para relaciones. Pero, aunque lo tuviera, no elegiría a Z... -estuvo a punto de decir «Zac» de nuevo-... Zachary. Por si no lo has notado, estamos siempre como el perro y el gato.

Britt: Ya te he dicho que un beso puede cambiarlo todo.

Ness: Eso no va a pasar entre Za... Zachary y yo.

El problema era que estaba empezando a pensar en Zachary Efron más como Zac que como Zachary.

Y eso no le agradaba nada.

Los nombres tienen poder, y llamarle Zac lugar de Zachary cambiaba la relación un montón. Tenía que obligarse a llamarlo Zachary de nuevo; pensar que su relación había cambiado sólo por Katie. Cuando le encontraran un hogar a la niña, su relación volvería a ser como antes, dura y sin besos.
Justo lo que quería Ness.

Ness: Nuestros besos fueron provocados por una situación anormal: estábamos atrapados en medio de una tormenta de nieve con un bebé. A no ser que eso vuelva a ocurrir, creo que no hay peligro.

No pensaba contarle a Brittany que había vuelto a besar a Zachary la noche anterior, sin nieve, ni tormenta y con Katie dormida, en una situación muy poco estresante.

Brittany no pudo continuar, porque en ese momento se abrió la puerta y entró Zac con la sillita.

Zac: ¿Repetimos lo de ayer?

Ness: No hay problema -dijo sonriendo al tomar la silla-.

Se dijo a sí misma que esos nervios que sentía eran debidos a la emoción de pasar todo el día con la niña, no por Zac... esto, Zachary.

Zac: Hola, Brittany.

Britt: He venido a ver a tu niña -dijo tomando la sillita de manos de Ness-.

Zac: No es mía -corrigió con rapidez-. Esta mañana tengo que volver al tribunal, pero después tengo una reunión para iniciar el proceso de adopción. Vamos a encontrarle la familia perfecta.

Ness quería decir que no, encontrar una excusa para que Zac no empezara esos trámites. Katie no tenía que estar con extraños, sino con él.

Brittany sacó a la niña de debajo de su abrigo y al quitarle el gorro, exclamó:

Britt: Mira su pelo. ¡Es precioso! ¿Cómo puedes dársela a nadie?                                               

Zac: Nunca ha sido mía, así que no renuncio a nada. Sólo voy a hacer lo que su madre quería, que es encontrarle el hogar perfecto.                     

Ness: ¿Y si su hogar perfecto es el tuyo?

Él se echó a reír.

No fue una risa jovial, sino, más bien, llena de dolor.

En su rechazo a quedarse con Katie había un motivo muy profundo.

Zac: El lugar perfecto para un niño, nunca estará a mi lado -le aseguró-. Tengo que irme. ¿Todo bajo control? -parecía incómodo-.

Ness: Claro. A Larry le encantará verla por aquí de nuevo.

Una vez que se hubo marchado, Brittany permaneció con el bebé en brazos, en silencio, unos minutos. Brittany en silencio... algo no cuadraba.

Britt: Es preciosa -dijo por fin-. Es fácil perder la cabeza por ella.

Ness: Sí. Así ha sido.

Britt: A veces, el amor es así. Tan fácil que ni te das cuenta de que ha llegado. Otras veces necesita trabajarse un poco, pero creo que este segundo es el más fuerte.

Ness: Yo la quiero muchísimo.

Britt: Estoy segura de ello -dijo poniendo a la niña en sus brazos-. Tengo que marcharme. Gracias por presentármela y piensa en lo que te he dicho.

Ness: Claro, Brittany -prometió haciendo botar a Katie sobre su rodilla-.

Era fácil querer a Katie y ése era el tipo de amor que le gustaba a Ness. El amor fácil, no el que había que trabajarse cada día.


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